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Dirección General de Divulgación de la Ciencia UNAM • Número 1 Líneas para Luis Estrada Carlos López Beltrán Primero de junio de 2002 Quiero empezar por declarar mi orgullo de ser amigo de Luis Estrada. Cuándo y cómo transitamos imperceptiblemente de ser jefe y subalterno, maestro y discípu- lo, a ese estado magnífico en el que las jerarquías y asimetrías sin desaparecer se hicieron a un lado y se posibilitó una relación calurosa y alegre, aceitada por El primero de junio de 2002 se llevó a cabo un homenaje al doctor Luis Estrada Martínez, pionero de la divulgación cien- tífica en México. Durante el acto, lleva- do a cabo en la Casa Universitaria del Libro de la UNAM, varios amigos, alum- nos y colaboradores (en el caso de Estrada, muchas veces las tres categorías se confunden) leyeron textos en los que rememoraban sus experiencias con este personaje central, creador de toda una escuela en divulgación, formador de divulgadores e iniciador de los proyec- tos e instituciones formales de divulga- ción en nuestro país. El muégano divulgador presenta hoy, lue- go de un muy largo lapso, esos mismos textos, que desde luego no han perdido su vigencia. Creemos que este número especial resulta, a la vez que un home- naje, un documento interesante para co- nocer una parte importante de la historia de la divulgación en México, además de apreciar la visión personal que impor- tantes divulgadores nacionales tienen de Luis Estrada: el individuo, el maestro, el amigo. un afecto creciente, no lo puedo preci- sar. Pero sí decir que se debió sobre todo a la generosidad de Luis, quien prefiere tener amigos que subalternos y quien va- lora la amistad como pocas personas en nuestro entorno. Ser su amigo es de ver- dad un regalo. Y el gran pilón es que se puede así seguir aprendiendo de él, en la situación en la que mejor enseña, lejos de los constreñimientos de la institución y la burocracia, en el espacio privilegiado de la una dilatada y diversificante con- versación. Como responsable de uno de los pro- yectos que más intensamente han atra- pado la imaginación de varios de nosotros y engendrado entusiasmos que han mar- cado profundamente nuestra vidas (el pro- yecto de una divulgación de la ciencia universitaria, académica, sensible, pro- funda y versátil...) Luis Estrada nos dio una riqueza que habría que aquila- tar cuidadosamente. La mala memoria a veces achata y difumina los rasgos espe- ciales y distintivos de al- gunas cosas. Si se trata de modos de hacer, de actitu- des y sensibilidades ante el trabajo y sus resultados, ese efecto disimulador suele ser más común. Creo que si algo nos ha impactado a quienes hemos co- laborado con Luis es su a veces exagerada insistencia en el modo, en el cómo (habiendo antes resuelto la importancia del qué), su empujarnos ha- 1

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Dirección General de Divulgación de la Ciencia� UNAM • Número ��

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Líneas para Luis EstradaCarlos López Beltrán

Primero de junio de 2002

Quiero empezar por declarar mi orgullode ser amigo de Luis Estrada. Cuándo ycómo transitamos imperceptiblemente deser jefe y subalterno, maestro y discípu-lo, a ese estado magnífico en el que lasjerarquías y asimetrías sin desaparecerse hicieron a un lado y se posibilitó unarelación calurosa y alegre, aceitada por

El primero de junio de 2002 se llevó acabo un homenaje al doctor Luis EstradaMartínez, pionero de la divulgación cien-tífica en México. Durante el acto, lleva-do a cabo en la Casa Universitaria delLibro de la UNAM, varios amigos, alum-nos y colaboradores (en el caso deEstrada, muchas veces las tres categoríasse confunden) leyeron textos en los querememoraban sus experiencias con estepersonaje central, creador de toda unaescuela en divulgación, formador dedivulgadores e iniciador de los proyec-tos e instituciones formales de divulga-ción en nuestro país.El muégano divulgador presenta hoy, lue-go de un muy largo lapso, esos mismostextos, que desde luego no han perdidosu vigencia. Creemos que este númeroespecial resulta, a la vez que un home-naje, un documento interesante para co-nocer una parte importante de la historiade la divulgación en México, además deapreciar la visión personal que impor-tantes divulgadores nacionales tienen deLuis Estrada: el individuo, el maestro, elamigo.

un afecto creciente, no lo puedo preci-sar. Pero sí decir que se debió sobre todoa la generosidad de Luis, quien prefieretener amigos que subalternos y quien va-lora la amistad como pocas personas ennuestro entorno. Ser su amigo es de ver-dad un regalo. Y el gran pilón es que sepuede así seguir aprendiendo de él, en lasituación en la que mejor enseña, lejosde los constreñimientos de la institucióny la burocracia, en el espacio privilegiadode la una dilatada y diversificante con-versación.

Como responsable de uno de los pro-yectos que más intensamente han atra-pado la imaginación de varios de nosotrosy engendrado entusiasmos que han mar-cado profundamente nuestra vidas (el pro-yecto de una divulgación de la cienciauniversitaria, académica, sensible, pro-funda y versátil...) Luis Estrada nos diouna riqueza que habría que aquila-tar cuidadosamente. La malamemoria a veces achata ydifumina los rasgos espe-ciales y distintivos de al-gunas cosas. Si se trata demodos de hacer, de actitu-des y sensibilidades ante eltrabajo y sus resultados, eseefecto disimulador suele sermás común. Creo que si algo nosha impactado a quienes hemos co-laborado con Luis es su a vecesexagerada insistencia en elmodo, en el cómo (habiendoantes resuelto la importanciadel qué), su empujarnos ha-

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Carlos López Beltrán es historiador de laciencia, divulgador y poeta. Participó enel Centro Universitario de Comunicaciónde la Ciencia, antecesor de la DGDC, y enla revista Naturaleza. Actualmente labo-ra en el Instituto de Investigaciones Filo-sóficas de la UNAM.

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Piscolabis

«Deseo que los lectores entiendan que la

Naturaleza, del mismo modo en que les ha

dado ojos para ver sus creaciones, también

les ha proporcionado un cerebro para estu-

diarlas y comprenderlas».

Galileo

cia replantearnos el esfuerzo, aún cuan-do lo hayamos hecho pasablemente la pri-mera vez. Su poco disimulada decepcióncuando notaba que caíamos en algún con-formismo. Y su franca alegría cuando al-guien lo sorprendía con una buena ideao con un resultado creativo. Todo com-plementado con un espacio de libertadmuy poco común. Lo justo es obligar a lamemoria a reconocer ese magisterio mu-chas veces inaprensible, y que explica lasvirtudes del trabajo que realizamos hoydía muchos de sus discípulos. Creo queen estos tiempos en que hay mucha másapertura ante la necesidad de generar es-pacios de comunicación de la ciencia esimportante recordar que no basta hacerlas cosas, y acumular cantidades: si sequiere darle espolones a lo que se hagapara que cambie y transforme la cultura,hay que cuidar el cómo como la niña denuestros ojos.

Los responsables de que Luis Estradaesté hoy día relativamente marginado dela divulgación de la ciencia universitariahan impedido que su espíritu entusiasta yvigilante les ayude a aprender eso a losmás jóvenes, y quiero ahora recri-minárselos.

Luis ha sido para mí a lo largo de másde veinte años un punto cardinal. El poe-ta Robert Bly explicó claramente la difi-cultad que tenemos hoy en la aislada vidacitadina de tener vínculos verticalesafectivos alternativos a los familiares.Ejemplares y orientadores. Yo tuve suerte.Luis es mi maestro y es mi amigo. Puedodecir que le debo muchos de mis entu-siasmos, por las ciencias, por ciertos ra-zonamientos científicos, por los tránsitosmenos banales entre el arte y la ciencia,por muchos hermosos textos, por la acti-tud vital de ciertos pensadores...; le debotambién muchos de mis resquemores antequienes le entran a la ciencia como con-tadores públicos o publicistas, con quie-nes allanan todo en un lodo baboso demediocridad. No sabría decir en qué mo-mento ni de qué modo incorporé tal o cualvalor, tal o cual afecto, pero sé de dondeviene, y lo agradezco.

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por Sergio de Régules

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«A la oportunidad la pintan calva», dice unrefrán que me parece vejatorio para nosotroslos calvos. Propongo que a la oportunidad y anosotros nos llamen en cambio «de pilosidadalternativa». Sea como sea, el refrán implicaque la vida no es pródiga en oportunidades.Es cierto. Por eso hay que aprovecharlas cuan-do se presentan. Carpe diem, como dijo no séquien.

El divulgador tenaz ha de estar atento a lasocasiones que le ofrece la vida para ejercer suarte. En Universum, por ejemplo, ya se ha pro-puesto poner en los baños cédulas que expli-quen qué es una parábola para leerse mientrasel visitante (varón) hace pipí, momento en quetiene el ejemplo gráfico a la vista y la fuentedel fenómeno literalmente en las manos. ¡Ex-celente idea! ¡Y qué interactividad!

Pero, como todas las ideas, se puede exten-der. Propongo que aprovechemos otro fenó-meno que se produce en el baño, sitioinmejorable para divulgar la mecánica de flui-dos. Podríamos poner en los excusados unacédula que explique la fuerza de Coriolis, queaparece cuando un cuerpo se desplaza sobreotro que gira (como, digamos, los vientos so-bre la tierra). La fuerza de Coriolis desvía lasgrandes corrientes de aire y agua que van de

los polos al ecuador y produce los ciclones yanticiclones, así como los remolinos marinos ysus correspondientes antirremolinos. Hay quienafirma que la fuerza de Coriolis también es res-ponsable de los remolinos de agua del excusa-do y que éstos giran en distintas direcciones enel hemisferio norte y en el hemisferio sur. Pon-gamos pues una cédula que le sugiera al ocu-pante del retrete qué hacer y qué ver. En seguidala cédula le explicará qué sucede para no darletiempo de imaginarse tonterías. Así el visitantesaldrá del baño no sólo aliviado, sino instruido.

Para ser francos, dudo mucho que la fuerzade Coriolis intervenga en las vueltas del aguadel retrete y su contenido. Acabo de estar en elecuador y me consta que ahí el agua no se vapor el drenaje sin dar vueltas (hice la prueba,no crean). Pero no permitamos que ese detallesin importancia nos arrebate la ocasión de sol-tarle a nuestro visitante palabrotas como «fuer-za de Coriolis» y «marco de referencia noinercial», que siempre impresionan. Así, si elvisitante sale del baño sin haber entendido niun cuerno, por lo menos se irá convencidode que nosotros sí entendemos, que es loprincipal. Ya encarrerados, ¿por qué no ponercédulas que expliquen las vicisitudes de la elec-tricidad estática en cada picaporte que da to-

ques y la segunda ley de la termodinámica encada equipo descompuesto?

El baño también se puede aprovechar paraexplicar algunos fenómenos relacionados conlos gases y la presión, pero ya no me quedaespacio para discutirlos.

Carpe diem

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por Martín Bonfil Olivera

no divulgarás

¿Qué es arte y qué no? ¿Cómo distinguir una obra de arte de algo queno lo es? Los posibles criterios son innumerables, y todos dejan algoqué desear. Quizá, cuando mucho y en un sentido muy laxo, puedeproponerse que «arte» es aquello capaz de provocar una experienciade tipo estético en el espectador. (Queda entonces el problema de sise debe considerar arte a una puesta de sol... ¿puede haber arte «natu-ral», sin necesidad de haber sido creado con intenciones «artísticas»?Los objects trouvés de Duchamp parecen ser prueba de que sí: es elcontexto, y sobre todo la experiencia que un objeto en ese contextoprovoque en el espectador, lo que le puede conferir la calidad de«arte» a un mingitorio.)

El problema de distinguir la divulgación científica de otras cosas(enseñanza, diversión, propaganda comercial o gubernamental)es semejante. A los divulgadores nos gusta suponer que es nuestraintención de comunicar la ciencia a un público voluntario y noespecialista lo que le confiere su carácter divulgativo a nuestrosproductos. Pero es posible que el público no los perciba así.

A despecho del emisor de un mensaje, es el receptor quien lodecodifica, quien lo interpreta en sentidos que a veces difiereno contravienen directamente las intenciones originales con lasque fue emitido. (Una visita a un museo puede llegar a pare-cer, tristemente, una clase.)

Es por eso que hay quien se lanza desesperadamente a «in-vestigar» las maneras de lograr la menor distorsión y la ma-yor eficacia posible en los mensajes de divulgación. Ideaque no sobra; sobre ello quizá pudieran enseñarnos máspublicistas y mercadólogos que los propios pedagogos.

Pero la realidad del lector activo que «crea» (inevitable-mente) su propia lectura tiene otra consecuencia: algo crea-do sin intención divulgativa puede ser leído con esetalante. Ejemplo obvio es una novela de ciencia ficción,pero también una conversación, la reparación de un ar-tefacto, un paseo por el campo e incluso una clase pue-den, si se abordan como la oportunidad de conocer oentender algo por gusto y no por obligación, convertir-se en una excelente experiencia de divulgación. Laoportunidad de acercarse a la ciencia puede saltar encualquier lado para el espectador atento.

Quizá la obsesión por controlar cómo se recibennuestros mensajes nos roba la oportunidad de ex-plorar libremente la diversidad de lecturas sorpresivasque puede lograr el público. Un público que, final-mente, no está sujeto a nuestros deseos.

La divulgación está

en el ojo que la lee

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Una lista

Ana María Sánchez Mora

interminable

Como en todo homenaje, en el de LuisEstrada no han de faltar buenos recuer-dos, agradecimientos sinceros, recono-cimientos de méritos, relatos de buenasinteracciones personales. Para no serrepetitiva, y con el fin de no dejarme lle-var por el sentimentalismo… en aras dela objetividad, en fin,voy a hacer una peque-ña lista de los defectosdel homenajeado.

Para empezar, LuisEstrada no me conocíaen absoluto cuando medio la interesantísimaoportunidad de entrar atrabajar al Centro Uni-versitario de Comunicación de la Cien-cia. Yo creo que un director siempre debeponerse sus moños, pedir curricula y pa-peleo y, sin duda, hacer dar vueltas a losaspirantes. ¿Cómo va, si no, la gente asaber que el personaje es importante?

Es increíblemente nocivo que un di-rector sea puntual, pues así la gente pien-sa que no está muy ocupado. Declaropúblicamente que Luis Estrada es pun-tualísimo.

Otro defecto es que no le interesan lostítulos nobiliarios de la academia. Le re-sultan más importantes la inteligencia,la dedicación, la responsabilidad frenteal trabajo. ¿Cómo puede alguien, que fueimportante funcionario de la UNAM, re-girse por esos criterios?

Luis Estrada es pionero de la divulga-ción en México; de haberlo querido, po-dría haber tenido riqueza, cargosimportantes, huesos en el gobierno, hastauna subsecretaría de la divulgación enla SEP. ¿Dónde quedó la ambición por

las altas esferas, que debecaracterizar a un re-

conocido impulsorde una actividadtan importante?Con decirles queni siquiera queríadisponer del cho-

fer y el vehículo que la UNAM le propor-cionaba.

Un defecto más es el gusto de Luis porla música culta de vanguardia y por la lec-tura. Además de que lo hace a uno sentirignorante, estoy segura de que en su épo-ca de director estas actividades, tan fuera

de curriculum, le quitaban tiem-po para leer memos, oficios, car-tas y toda clase de documentosoficiosos que son el pan de cadadía de un funcionario que se res-pete.

Por si fuera poco, Luis es since-ro en sus opiniones. Recuerdocuando escribí mi primer artículode divulgación “serio”, que habla-

ba de la luz. Lo leyó detenidamente, y enlugar de darme por mi lado para evitarsemolestias, o bien de destrozarlo enco-nadamente, se tomó la paciencia de criti-cármelo constructivamente y, sobre todo,de hacerme entender que mi visión de laluz era decimonónica y que un divulga-dor tenía que tener un criterio más avan-zado; en breve, me dijo “olvídate de lasonditas, empieza a hablar de fotones”. Yasí con todos los integrantes del CUCC (por-que, para colmo, su cultura científica lealcanzaba para hablar de cualquier ramade la ciencia). ¿No creen que un directorno debió de ocuparse en enseñar a sussubalternos, pues eso le resta poder y, so-bre todo, alcurnia? Y además, ¿qué pasócon la ultraespecialización, tan cara acualquier dependencia universitaria, yque Luis no defendía?

Por último, citaré un gravísimo defec-to: Luis Estrada tiene un gran sentido delhumor, y lo que es peor, se ríe a carcaja-das. ¿Dónde quedó la imagen del direc-tor adusto, del jefe inaccesible, del divoen funciones? No cabe duda de que nosescatimó esa figura prepotente y lejanaque todos necesitamos.

Como verán, la lista de defectos de nues-tro festejado es interminable. Sugiero quealguien más la continúe porque está feoque lo haga yo, que tanto le debo.

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Ana María Sánchez Mora es divulgadoray maestra en física y literatura comparada.Ha publicado varios libros, entre los quedestacan La divulgación de la cienciacomo literatura (DGDC-UNAM, 1998) y Laciencia y el sexo (DGDC-UNAM, 2004).

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Los adjetivos se detienen aguardando suturno. Celebrar a un hombre de la tallade Luis, del Maestro, amigo Luis Estrada,es la ocasión propicia para exhibirse. Eladjetivo se define por el matiz que seña-la, por el adorno que extiende al sustan-tivo. Y el sustantivo concreto Luis Estradaofrece panoramas que se extienden y pro-longan en el tiempo que sin ser historiaya es leyenda, donde sin esfuerzo encuen-tran su lugar epítetos que ensalzan, queadornan, y que por ello, en ocasiones,ocultan. Pero insisto, porque lo creo, quedebieran permanecer mudos, los adjeti-vos, cuando nuestro tema es el hombre yno el nombre. Me niego a ver al hombrecomo un árbol navideño que acomodalibremente y sin descanso casi todo ca-pricho de artificio.

Pero el hombre es lo que hace. Ser yhacer, en el hombre, se definen mutua-mente. Y no hay acciones neutras; social-mente, todo acto es automáticamentecalificado. Veo en el hombre qué es loque hace y cómo lo hace. Sus motivacio-nes, anhelos y deseos son invisibles, sonhueco puro, sin aristas ni esquinas queofrezcan un resquicio a la calificacióncomunitaria. Pero los actos están ahí, sinmáscara posible, sin ropajes. Los actos sonhechos sociales, y por ello, socialmentevalorados. Pero hay actos y hay actos.Algunos son fácilmente desestimados,porque el actor es parte de una circuns-tancia que lo avasalla, son más bien ac-tos sociales. El acto puro, aquel que elhombre firma y con el que se firma, es elque usamos para definir al hombre. Ac-

tos de la inteligencia y la pa-sión. Decía Scherer, “no hayacto humano verdadero sinpasión, pero no hay hombreverdadero sin el ejercicio delpensamiento”.

El hombre cuyo nombrenos convoca es el autor deinnumerables acciones am-pliamente reconocidas y va-loradas. Sin demérito alguno

a ese reconocimiento que todos ustedescomparten, quiero hablar del hombre quepara mí es Luis Estrada.

Lo primero que viene a mi cabeza esque la presencia de Luis es siempre unagarantía. Hay algo de bueno y de intere-sante si Luis se presenta en una reunión(cuando no se trata de un secuestro comoel de ahora, sino cuando asiste volunta-riamente). De las múltiples reuniones quehemos tenido, no recuerdo una en queno haya salido yo con una idea, una in-quietud, y siempre con la agradable sen-sación de haber compartido algo valioso.Y es que Luis sabe encontrar el ángulointeresante de los temas, y encontrar, tam-bién, los temas interesantes, los autores,las personas. Sus amigos comparten uncierto halo de locura, y entre más ami-gos, más extraños y profundos. Entendímejor la singularidad de Juan José Rivauddespués que me presentara con Luis.

La mecánica cuántica y sus oscurida-des, la teoría de la evolución y sus com-plicaciones, son más sorprendentes en lasfrases inacabadamente sugerentes deLuis, que explora y repiensa sus rinco-nes para traer a nuestras charlas un nue-vo enfoque, una nueva pregunta. Sobretodo las preguntas, que en Luis parecenencontrar su fuente más abundante. Luispregunta y lo hace siempre, sin esperarque las respuestas llenen el vacío de susdudas, preguntas que llevan a discusio-nes y análisis que forman el itacate quelleva uno a casa. A casa y a todo sitio,porque la ciencia se sale de los journalspara que sea parte de la vida pensante,

extiende sus razones a ámbitos que sóloen apariencia le son ajenos.

Sus respuestas son menos claras, comoquien no quiere abreviar a su interlocu-tor el largo y penoso esfuerzo de la bús-queda, ni los dulces beneficios de laconquista. Más que responder, dirige.Aquí emerge el maestro. Preguntar a Luises encontrar al maestro: despreocupadoy lejano, atento e inteligente. El amigodiscute más. Enfrenta sin dolor y sin in-juria, desde la esquina que lo cobija:“nada más eso digo”, “eso es todo lo queestoy diciendo”, y con eso dice más. Elamigo empuja en la misma direcciónaunque disienta, y porque disiente, másamigo, más cercano para llegar más lejos.

El casi obsceno término “cultura cien-tífica”, adquiere en Luis una dimensióndistinta, apoyado en la cultura que lo lle-na y en su pasión por la ciencia. Dar aconocer, divulgar, ampliar el campo dereceptores para un trabajo bien hecho,ante todo eso, bien hecho, aunque losreceptores sean tan sólo una posibilidaddiscursiva. Posibilidad, quiero advertir,penosamente trabajada en sus muchosproyectos que algunos de nosotros noshemos encargado de abatir, de abortar,antes de ser convocados nuevamente acompartir su entusiasmo en una nuevaaventura. Siempre en grupo, sus amigose invitados, porque la colectividad enri-quece y contagia, transmite y fecunda.Aventura que no acaba porque el cono-cimiento y sus avatares son infinitos, yporque está Luis Estrada para sumergir-se en sus profundidades y emerger conuna sonrisa en el rostro y alguna perlaen las manos, a invitarnos, nuevamente,a seguirlo.

setenta años

Luis Estrada, a sus

Gerardo Hernández

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Gerardo Hernández es biólogo y doctoren matemáticas. Trabaja en la Secciónde Metodología y Teoría de la Ciencia delCINVESTAV-IPN. Su libro más reciente esFilosofía de la experiencia y cienciaexperimental (FCE, 2003).Comentarios: ghernand@mail�cinvestav�mxComentarios: ghernand@mail�cinvestav�mxComentarios: ghernand@mail�cinvestav�mxComentarios: ghernand@mail�cinvestav�mxComentarios: ghernand@mail�cinvestav�mx

Cuando pienso en que cono-cí a Luis Estrada en 1975 ytomé a ciegas la decisión de

trabajar con él, pudiendo ha-ber elegido un camino más se-

guro y conocido, me asombro ysiento que hay muchos factores de nues-tra vida que para nuestra gran fortuna nocontrolamos en lo absoluto.

En aquella época, en la que además yoempecé a estudiar filosofía sin saber real-mente por qué –hubiera sido más fácilestudiar letras, por ejemplo–, las cienciasnaturales estaban muy desprestigiadasentre la gente de izquierda –el medio enel que me movía– por ser imperialistas,deterministas... en fin, por múltiples ra-zones que no hay necesidad de nombraraquí. Las ciencias naturales, para ser “vá-lidas” como una búsqueda de conoci-miento, tenían que degradarse al nivel deser solamente sofisticadísimas herramien-tas técnicas que se pusieran sobre todoal servicio de lo que se consideraba ma-terialmente beneficioso para la sociedad.No podían ser parte de nuestro mundoespiritual, ni de nuestro modo de ver lascosas, porque éstos se habían politizadoen exceso, al grado de pensar que todolo que quisiéramos creer, por el sólo he-cho de creerlo con la mejor intención yfundamentación, se haría realidad. Creoque el problema era que la ciencia po-nía límites a lo que se podía y a lo queno se podía hacer socialmente. (Ahora,al contrario, estamos horrorizados con lagran cantidad de cosas que se podránhacer a nivel particular gracias al cono-cimiento científico, y nos vemos en lanecesidad de regularlo.) Pero lo peor esque todo esto ocurría en los setenta,cuando el auge de los descubrimientoscientíficos fue impresionante.

Trabajé varios años con Luis Estrada,Jorge Barojas y Fernando del Río sin en-tender bien a bien lo que estaban hacien-do, porque yo provenía de ese contextoprejuiciado y también de uno para el cualsólo la cultura “humanística” era un bienbásico e indispensable. Conforme pasóel tiempo y fuimos conformando un gru-

po de trabajo cada vez más numeroso,Luis no sólo logró que cambiara mi vi-sión de la ciencia natural, sino con ellatoda mi perspectiva de las cosas.

En su afán de que el conocimiento cien-tífico entrara en nuestra sociedad no sólocomo un bien tecnológico, sino como unbien cultural muy importante, Luis creóun espacio interdisciplinario no sólo detrabajo sino de diálogo y reflexión sobrela ciencia del que participamos muchaspersonas con una infinidad de talentos yaficiones. A mí particularmente esto meenseñó a pensar conversando con otros,dialogando, cosa que hacen algunos cien-tíficos, intelectuales y académicos perono el común de los mortales, y es algoexcelente. También me permitió cultivarun sano escepticismo y adentrarme en lascomplejidades, titubeos y tribulacionesque conlleva el verdadero conocimientode las cosas. Pude vislumbrar un poco delo que dijo Stephen Jay Gould que erael verdadero logró de Francis Bacon alconcebir el método científico: el conoci-miento de la materia sólo es posible siconocemos los límites de nuestra propiapercepción. Y esto no sólo hace referen-cia, según Gould, a nuestra percepciónsensorial, sino a los mecanismos con losque nuestra mente conoce y que, entreotras cosas, suelen dividir y contraponercuestiones que en la realidad no necesa-riamente se excluyen unas a otras y queforman parte de un panorama más vastoy complejo que se nos dificulta ver. Ne-cesitamos mucha humildad para ver almenos una muy mínima parte de ese granpanorama y esa es una cualidad que elquehacer científico como cultura y edu-cación tendría que transmitir a muchasreflexiones y actividades.

Pero quizá la enseñanza más funda-mental trabajando y conversando conLuis todos estos años ha sido el diálogoque hemos emprendido alrededor y a tra-vés de la ciencia. Sin necesidad de dete-nernos en aspectos muy técnicos oespecializados de ella, sobre los que con-fieso no tener preparación, al hablar porejemplo de cuestiones como la naturale-

za humana, ha habido una comunicaciónque a mí me ha permitido ver más allá,ser más crítica frente los lugares comu-nes que ahora manejan los psicólogos olos científicos sociales. Creo que Luis noshizo ver algo que Carlos López Beltránafirmó en uno de sus ensayos: la culturacientífica no nos vuelve científicos, igualque escuchar a Brahms no nos volverámúsicos, pero nos da un contexto, un pa-norama crítico, con el cual podemos con-trastar y medir los límites de lo quepensamos. Ésta es ya también una culturade divulgación que está creando la pro-pia ciencia, en otras partes, claro, y de laque Luis ha sido un visionario desde Méxi-co. Me refiero a trabajos como los quehace Jared Diamond de ir reuniendo elrompecabezas que forman los distintoshallazgos sobre la evolución humana; opor ejemplo, los trabajos de Wilson y deGould sobre la epistemología de la cien-cia evolutiva y del comportamiento, su fu-sión y comunicación con otras disciplinas.

Estoy profundamente agradecida conLuis no sólo por su amistad sino por la po-sibilidad que me ha dado de participar deesta gran experiencia no siendo científica,y debo agregar que ésta ha influido decisi-vamente en mí y en lo que escribo.

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Alicia García Bergua

Una reflexión y un agradecimiento

Alicia García Bergua estudió filosofía y seformó como divulgadora en el CentroUniversitario de Comunicación de laCiencia de la UNAM, trabajando en larevista Naturaleza. Ha publicado poesía,cuento, ensayo y teatro.Comentarios: aligarcia��@hotmail�comComentarios: aligarcia��@hotmail�comComentarios: aligarcia��@hotmail�comComentarios: aligarcia��@hotmail�comComentarios: aligarcia��@hotmail�com

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Dirigí, organicé, escribí y dije e hiceMás, que en el orbe divulgador andante;Fui diestro, fui valiente y arrogante;Mil errores denuncié, cien mil deshice.

Hazañas dí a la fama que eternicé;Fui comedido y cortés y de la ciencia amante;Fue enano para mí todo giganteY su reclamo al duelo,Oportuno en cualquier punto satisfice.

Tuve a mis pies postrada la fortuna,Mas la bonanza llegó a fin y puso a prueba,Como a la de Job, a mi paciencia.Sereno resistí, tranquila y luminosa mi concienciaSeguí activo y disfrutando, una por una,Las muchas novedades de la ciencia,De Magdalena su vital presencia,De mis hijas e hijos su plenitud y existencia,De mis amigos, en común la charla, la comida, el vino...

Y aquí estoy, de 20 y “medio”,Y estaré, por otro “medio”, en el camino.

Luis EstradaSoy...

Horacio García es químico, educador y divulgador de la ciencia. En 1997 recibióel Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia, que otorga la Somedicyt.Comentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�comComentarios: horaciogf@aol�com

Horacio García Fernández

Creo que es posible distinguir a la cien-cia de la tecnología.

Reducir el conocimiento científico afórmulas útiles para crear nuevos pro-ductos y artefactos es negarle toda im-portancia.

El conocimiento científico puede ayu-darnos a vivir mejor en una civilizaciónconformada por la tecnología y progra-mada de manera oculta.

CredoLuis Estrada

Luis Estrada es uno de los pilares de ladivulgación en México. Actualmentedirige el Seminario de Cultura Mexicana,es miembro del Centro de CienciasAplicadas y Desarrollo Tecnológico de laUNAM y coordina el proyecto Temas deCiencia Contemporánea.Comentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mx

Creo en que la ciencia es un conocimien-to comunicable, que debe ser elaboradocon ánimo de participación y empleadoen beneficio de todos.

La ciencia es tan útil como saber leer yescribir y tan inútil como podría ser labelleza.

La ciencia es una parte de la culturade cualquier pueblo aunque a éste se lehaya clasificado como «de tradición hu-manista».

Creo en que es posible sostener un me-dio favorable a la ciencia y cimen-tar una tradición que la incluya enforma explícita.

La ciencia es una actividadhumana en la que tambiénaparecen dudas, prejuicios,ilusiones, angustias y espe-ranzas.

Saber del mundo científi-co es parte de nuestro dere-cho a la información; queeste saber no sea deformadoes una responsabilidad de loscientíficos.

Creo en que la divulgación de laciencia es un medio para la forma-ción de la persona.

La divulgación de la ciencia ayuda adesarrollar un «criterio de verdad» quepermitirá distinguir lo verdadero de lofalso y lo firme de lo dudoso.

La divulgación de la ciencia favorecela confrontación de los diversos puntosde vista, permite el ejercicio de la críticay ayuda a la comprensión de las distintasposiciones.

La divulgación de la ciencia ayuda atomar mayor conciencia de nuestro lu-gar en el mundo, especialmente al acla-rar nuestra interdependencia.

Creo en la divulgación de la ciencia comouna labor de educación permanente, queayuda a renovar los conocimientos de losprofesionistas y complementa las activi-dades escolares.

La divulgación de la ciencia nos haceparticipar de una experiencia de renova-ción continua sustentada por personascomprometidas en la revisión y la exten-sión de sus conocimientos.

La divulgación de la ciencia ayuda a dis-tinguir lo relevante de lo irrelevante y nosenseña a plantear alternativas para la so-

lución de problemas.

Creo en que no todo es ciencia yen que hay más cosas en el cie-

lo y en la tierra de las que sue-ña nuestra filosofía.

Habrá que buscar por do-quier el sentido de la vida ydecidir en qué sentido desea-mos progresar.

Sin embargo, nuestro futu-ro depende también de laciencia y deberá ser construi-do con el esfuerzo y acuerdo

de todos.

Por lo tanto, invito a nuestroslectores a reflexionar acerca de la

divulgación de la ciencia y a unir es-fuerzos para que esta labor fructifique ennuestro país.

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Artículo publicado en Naturaleza (vol. 13Num. 6, pág. 273-274, diciembre 1982)

En 1967, hace ya treinta y cinco años,llegué a la ciudad de México de mi natalMérida, con el propósito de iniciar la li-cenciatura en física en la Facultad de Cien-cias de la UNAM.

Yo tenía la esperanza de tomar buenoscursos, esperanza que se cumplió, porquetuve profesores excelentes en varias de lasmaterias. Inclusive comencé a darmecuenta de que, si bien en pequeños nú-meros, eran también parte de la UNAM

prestigiados investigadores en física y otrasáreas.

Hasta cierto punto, esto no me sorpren-dió, pues era conocido que la máximacasa de estudios del país contaba entresus filas a destacados docentes e investi-gadores.

Lo que sí constituyó una sorpresa fuesaber que la UNAM también incluía entresu personal académico a un pequeñísi-mo grupo de personas que estaba intere-sado mayormente en lo que hoy llamamosla divulgación o comunicación de laciencia.

Capitaneaba a este grupo de universi-tarios, se me dijo, un tal Luis Estrada.

Confieso que a mí en un principio mepareció casi irrespetuoso que alguien enMéxico, un país con muy poca ciencia,se ocupase de la divulgación de la cien-cia. Al decir divulgador de la ciencia ve-nían a la mente nombres como GeorgeGamow e Isaac Asimov.

¿Cómo se atrevía un mexicano a

incursionar en la difusión de una activi-dad que era entonces aún mas incipien-te que hoy?

El ser divulgador de la ciencia se mepresentaba como el ser un iluso al cua-drado. Los inventores serían los ilusos ala primera potencia, tratando de hacerciencia en México.

Pero los comunicadores la tenían aúnmás difícil.

Para mi buena fortuna, pronto conocía Luis y bajo su tutelaje (y también el deFernando del Río) logré publicar un artí-culo de divulgación en la legendaria re-vista Física. Ese fue mi primer artículo decualquier tipo. Fue mi coautor Julio Ru-bio, quien luego haría una destacadacarrera académica, seguida de una pro-minente trayectoria académico-admi-nistrativa.

Colaboré con Luis en ciclos de confe-rencias, capítulos de libros, artículos dedivulgación, y exposiciones, entre otrascosas.

Recuerdo en particular una exposiciónde astronomía, creo que en el Museo delChopo, en el que los astrónomos idea-mos una secuencia de cuartos en la quese iba pasando de lo pequeño a lo gran-de en la astronomía, iniciando en la Tie-rra, siguiendo con el sol y los planetas, y

así sucesivamente, hasta llegar a los gi-gantescos cúmulos de galaxias, que eranentonces las estructuras más grandes co-nocidas en el universo. Pero el toque ge-nial de la exposición estuvo a cargo deLuis, porque después de reconocer estaescala ascendente, el último cuarto de laexposición era simplemente la recreaciónde la oficina de un astrónomo, con loslibros abiertos sobre el escritorio y fór-mulas en el pizarrón. Después de todo,nos decía Luis con este final, es la imagi-nación humana la que sustenta todo elconocimiento.

Recuerdo muchas ocasiones de deli-ciosa convivencia, y con agradecimien-to el que haya aceptado ser miembro deljurado de mi tesis de licenciatura.

Para mí, Luis Estrada es el iniciador dela divulgación científica en México.Maestro y colega de todos los que aquíestamos, la enorme calidad y creatividadde su trabajo transformó a la comunica-ción de la ciencia de una actividadsemiclandestina, que las instanciasevaluadoras no sabían si reconocer ocastigar, en uno de los tres pilares sobrelos que debe de asentarse una instituciónuniversitaria: docencia, investigación ydifusión de la cultura, de la cual Luissiempre nos ha insistido que la cienciaes parte cada vez más importante.

Luis, te deseo lo mejor y me uno a estemerecido homenaje que te hacemos tusdiscípulos y amigos. Tan sólo lamentoque mis pulmones, debilitados por elesmog de esta capital, me hayan hechoemigrar a Morelia y que ya sea muy devez en cuando que pueda yo disfrutar detu charla y aprender de tus consejos.

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y laLuis Estrada divulgación México ciencia ende la

Luis Felipe Rodríguez

Luis Felipe Rodríguez es astrónomo einvestigador del Instituto de Astronomíade la UNAM, campus Morelia. Es autor dellibro Un universo en expansión, de lacolección «La ciencia para todos» (Fondode Cultura Económica).Comentarios: luisfr@astrosmo�unam�mxComentarios: luisfr@astrosmo�unam�mxComentarios: luisfr@astrosmo�unam�mxComentarios: luisfr@astrosmo�unam�mxComentarios: luisfr@astrosmo�unam�mx

Jesús Franco

Luis EstradaA mi amigo

1˚ de junio, 2002Hace unas semanas me encontraba enmi oficina, como todos los días, cuandorecibí una llamada telefónica del doctorJuan José Rivaud. Mi sorpresa fue ma-yúscula, puesto que nunca me lo hubie-ra esperado, y cuando supe el motivo,ésta se duplicó. La causa de la llamada,me explicó el doctor Rivaud, es que, me-diante una audaz conspiración, se lleva-ría a cabo un merecido homenaje«sorpresa» al doctor Luis Estrada. Y esono era todo. La invitación a la celebra-ción iba acompañada de la convocato-ria a participar hablando del hombre, delamigo, del compañero. Por ello, expre-so mi gratitud al doctor Rivaud y a losorganizadores por esta oportunidad.

Hoy sorpresa, emoción, recuerdos, seagolpan en mi mente para poder expre-sar una palabra que encierra muchas yes la única indicada para decir lo quepienso como introducción a mi interven-ción en honor al amigo de tantos años:gracias, Luis.

Conocí a Luis Estrada en 1971, año dehistoria, de tragedia y de cambios, el quecoincidió con el inicio de mi vida profe-sional, pero también con el inicio de unavida de búsqueda y cuestionamiento.

En 1971 tuve la fortuna de coincidircon un grupo que buscaba la reflexión,el encuentro con el sentido de la verdad,el conocimiento, de sí mismos y del me-dio, el método para el cambio y el cómollevarlo a efecto. Cuando me acerqué aellos, Luis Estrada fue como un árbol queme cobijó bajo su sombra, dando el pri-mer paso para que el grupo me aceptaraentre ellos.

En ese momento dio principio una re-lación libre de sentimientos

mezquinos y que ha dura-do hasta hoy.

Desde entonces co-menzó también el des-cubrimiento, el acceso auna vida llena de gene-

rosidad, plena de natura-lidad, libre de envidias y

egoísmo. Luis Estrada se mostró como elhombre en el umbral de su vida madura,escuchando a un veterano del 68 lasti-

mado en su ideal, en suconciencia, en su afánde transformación, ensu creencia en la revo-lución.

Como resultado delas lecturas de esosaños, de las vivencias ypláticas profundas, semotivó un cambio fun-damental: si se queríahacer la revolución, ha-bría que comenzar pri-mero con uno mismo. Y ahí se dio elencuentro real, fundamental con el ami-go para toda la vida, para siempre: LuisEstrada, que ya era un revolucionario; unrevolucionario en la difusión de la cien-cia; un revolucionario en la vida del cono-cimiento; un revolucionario de la existencia;un revolucionario de la amistad.

Adulto que era, Luis Estrada era tam-bién un experimentado aventurero y unnovato empresario de la divulgación cien-tífica: estaba en marcha la actuación dela «Asociación para la Divulgación Cien-tífica H. A. Lorentz» que, junto con va-rios de sus amigos entusiastas, publicabaya la revista Naturaleza.

Naturaleza: revista histórica; revista dealta calidad, como medio para hacer ac-cesible la ciencia y sus avances a mayornúmero de personas interesadas enallegarse al mundo de la luz, que seríael amanecer del mundo científico. Natu-raleza se publicaba en español y era laprimera de su tipo en México y Latinoa-mérica, constituyéndose en pionera.

El tiempo de Naturaleza tal vez no esestrictamente el tiempo del empresarioLuis Estrada. Sería mucho riesgo decirlo.Pero si he de expresarlo de otra forma, loharía así: Luis Estrada tenía dotes de em-presario cuando convoca al esfuerzo yparticipación a un proyecto de entrega ycompromiso, iniciándose en el reto deconseguir fondos, administrar recursos ydistribuirlos de forma que resultarán enrendimientos óptimos para estar a tiem-po con los trabajos en la imprenta y lle-var a cabo las tareas inherentes al afánde comunicar la ciencia.

A ese proyecto fui invitado por el doc-

tor Estrada para colaborar enfrentando elpleito común a todos: «Lolita» la de Ha-cienda y el registro contable.

A fuerza de ser justo, debo mencionarque esta etapa no podría entenderse sinla lucha y el entusiasmo, la presencia,energía, dedicación y compromiso deMagdalena, su esposa, cuyo trabajo enNaturaleza, codo a codo con Luis, fue unode los pilares que apuntalaban a la Aso-ciación H. A. Lorentz en lo correspondientea la administración. Ella, con su sabiduríainnata, estiraba los pocos pesos que in-gresaban para solventar los gastos de larevista, los registraba y comprobaba cadauno de los egresos que se efectuaban.Aquí, en este lugar, se encuentran presen-tes algunos quienes gozaron y sufrieronla firmeza de Magdalena y que sin dudacomparten conmigo mi admiración y reco-nocimiento a su labor de aquellos tiempos.

Naturaleza fue una etapa de suma emo-ción, dura, de contrastes y al final, de tris-teza. Entonces, mi papel fue de traductor:escuchaba las ilusiones y los planteamien-tos generales de Luis y ayudaba a Magda-lena en los pleitos terribles que se teníancon los pesos y las columnas contables.Pero al final, siempre hubo el punto deencuentro y cumplimos puntualmente con«Lolita»: todo un reto, todo un triunfo.

Pero como todo, topamos con los lími-tes. El tiempo de Naturaleza terminó y fuemuy triste y doloroso. Al esfuerzo de años,al entusiasmo y participación de tantos,la valiosa obra registrada culminó cuan-do ya no hubo recursos para continuar.Contábamos con un inventario ordenado,clasificado, del que estábamos muy orgu-llosos, y se le asignó un valor estimativo

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que le otorgaba fortaleza patrimonial aH. A. Lorentz. Al final, Magdalena tuvoque rematarlo, intensificando el dolor yla pena interna y así, todo ese trabajo acu-mulado, todo ese esfuerzo, todo ese ma-terial, toda esa experiencia plasmada enNaturaleza, se convirtió en unos cuantospesos.

Naturaleza, cuyo fin primordial fue en-señar a pensar, no repetir lo dicho en loslibros, sino pensar a partir de su lectura,cerró su ciclo. Su herencia: algunos po-seemos la obra completa publicada.

Pero Luis Estrada, divulgador, revolucio-nario en la transmisión del conocimientoy de la experiencia del saber, recibió fru-tos: la UNESCO le otorga, en 1976, el pre-mio Kalinga por la divulgación de laciencia, y debe acudir a recibirlo en elmes de diciembre de ese año. Y comome dijeron que contara anécdotas, heaquí una:

En ese mes y año yo me casaba, y Luisno estuvo presente físicamente para fir-mar el libro del registro civil como testi-go, pues se encontraba en el lejanocontinente asiático, en un extraño y exó-tico país: la India.

Y otra: cuando conocí a Luis, él toma-ba clases de pintura con un grupo deamigos, entre los que se encontraba Vi-cente Gandía, hoy famoso pintor interna-cional. En ese grupo Luis realmenteaprendió a pintar, pues como pintor lohacía buscando una relación entre el artey la física. Menciono este he-cho porque cuando me caséle pedí que si me iba a regalaralgún objeto, no fuera unoque pudiera adquirir en unatienda. Le pedí que, me dieraalgo realizado por él: un cua-dro. Esto fue mañoso, ya queyo conocía su obra pictórica,la cual únicamente se puedeapreciar en su casa. Sí, un cuadro expre-samente hecho para nosotros. Como estaserá una faceta seguramente no tan co-

nocida por muchos de us-tedes, he de decirles, aun-que parezca presuntuoso ypresumido, que tengo enel mejor lugar de la casa,en el corazón mismo, enel centro de mi familia,una hermosa marina fir-mada y que, Luis me dijo,le inspiró el océano Pací-fico en uno de sus viajes aMazatlán.

El cuadro tiene doblesignificado: representa un

balcón con el mar extenso, un cielo sur-cado por unas bellísimas y expresivas nu-bes, con el horizonte en la orilla opuestade aparente lejanía. Todo esto enunciasímbolos de vida, espacio, tiempo, armo-nía y belleza. Y por otra parte, cuandoLuis nos visita, noto su alegría, disfrutey satisfacción al reencuentro con sucreación.

Una más: la comunicación de la cien-cia, el premio Kalinga, mi boda, el rega-lo del cuadro, dieron paso a otras etapas,entre las que destaca el afán deLuis por la actualización y elestar al día en el conocimien-to. Para ello, se propusoasistir cada año a las re-uniones de la Asociación Es-tadounidense para el Avancede la Ciencia, la famosa AAAS,que se realiza en diferentes ciudadesnorteamericanas. En una ocasión loacompañamos Bernardo, Patricia y yo enesa cruzada anual por el saber. Esa oca-sión fue en San Francisco, en 1994.

Mi experiencia fueron agotadoras se-siones desde muy temprano y hasta la no-che, con una densidad para mí fácil decortar con un cuchillo. Al final del díanos reuníamos para cenar y Luis, con granalegría y satisfacción, hablaba y hablabade los temas de la jornada, tal vez comouna forma de hacer que su experienciaperdurara al máximo.

Entonces, agotado, le dije que el si-guiente paso en sucruzada por el conoci-miento sería que, lapróxima vez que hubie-ra un congreso parti-dista (por supuestodel PRI), lo invitaría acompart ir conmigolas reuniones con lossombrerudos de la CNC.

Imaginen la sonora y perfecta carcajadade Luis.

Como nuestras reuniones se llevaban

a cabo casi siempre alrededor de unamesa, con buenas viandas y un excelen-te vino, ello se transformó en toda unatradición de trabajo, y así el restauranteRaffaello pasó a ser nuestra oficina alter-na hasta nuestros días. Ahí he disfrutadolas bondades de su amistad y he podidoser testigo de la sabiduría de Luis. Un Luissiempre alegre, positivo, propositivo,entusiasta, optimista y con visión defuturo. Gracias a Luis conocí el caminocuando me enseñó a pensar. Pero no sóloa mí, también a mi familia, a tal gradoque Bernardo, mi hijo, dice que Luis essu padre en la vía de la ciencia y que susenseñanzas le han abierto los ojos a lainvestigación. En su formación ha elegi-do el camino de la biología molecular yla bioquímica, partiendo de la ciencia devivir que le ha mostrado Luis.

En cuanto al Luis Estrada de la acade-mia, el universitario, el profesor, siempreha demostrado harta sed por continuaraprendiendo, estudiando. He sido obser-vador de su curiosidad perenne y de suamor por los libros, manteniéndose a la

vanguardia en su área y en todos losámbitos del conocimiento y de laciencia. Compra libros con la mis-ma emoción de los niños cuan-do compran o reciben un juguetenuevo largamente anhelado.Luis siempre ha sido un optimis-

ta irremisiblemente entregado y ununiversitario de corazón. Como profesorha formado, durante varias generaciones,a jóvenes curiosos y ávidos de saber, queven en su exigente profesor al guía, almentor, al hombre que libremente les en-seña el camino: la entrega, el trabajo yel estudio permanentes, sin tregua.

Su tarea en la universidad se vio trun-cada por la irracional huelga que durócasi un año y que frustró los anhelos demuchos jóvenes entusiasmados, con vo-cación y con ideales que, justo en el ini-cio de su vida universitaria, clausuró susexpectativas y aspiraciones.

Así como fui testigo de su curiosidadinagotable, también lo fui de su tristezapor el deterioro de la universidad en esosmeses en que fue abandonada por lasautoridades y por los hombres pensan-tes universitarios que permitieron sucaída sin hacer absolutamente nada porevitarla.

Luis Estrada enfermó. Sí, la tristeza loinvadió. Vi cómo se afectó su salud, en-cerrándose en una coraza para apartarsedel mundo. El brillo de sus ojos se fueapagando junto con la ilusión de mucha-chos deseosos de ser como él y que so-

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portaron la politización del irracionalconflicto universitario, cuyo resultado fueque nadie resultó responsable de él ni desu final.

La falta de algo de donde asirse llevó aLuis a pensar que ya se habían termina-do las posibilidades y se encontró soloante su futuro como universitario. Loacompañé y sufrí con él esos tiempos conlos vientos en contra.

Pero un espíritu combativo como el deLuis es difícil de doblegar, manteniéndo-se únicamente dormido, oprimido, sumi-do, pero no logró extinguirse, no seesfumó. Y hoy he visto cómo, gracias altrabajo tenaz y pertinaz, se enfrenta anuevos proyectos de divulgación, descu-briendo alternativas novedosas en elmundo de la academia y la reflexióncientífica. Lo he llamado el Diderot, elenciclopedista de la ciencia del siglo XXI.Hoy la herida está cicatrizando y el do-lor del amigo se ha ido diluyendo en arasde un futuro de lucha y compromiso.

En estos tiempos borrascosos se forta-lece la amistad y une incluso más los yaestrechos lazos entre el científico y el po-lítico sobreviviente del 68.

En la ceremonia de su ingreso al Semi-nario de Cultura Mexicana, Luis dio undiscurso muy revolucionario, cuya tesiscentral habla de la ciencia como partede la cultura. Muchos de los presentesen ese acto, por supuesto, no estuvieronde acuerdo con la tesis del mismo, peroLuis ya había previsto que a mucha gen-te no le iba a parecer lo que ahí dijera.

Después de varios sucesos y vicisitu-des, hoy todos celebran aquellas pala-bras, nadie disiente, nadie lo critica porello. Mas lo importante es señalar que eldiscurso fue una aportación fundamen-tal al Seminario de Cultura Mexicana y atodos los que ahí estábamos.

Al asumir la responsabilidad de la Pre-sidencia del Seminario se ha hecho evi-dente la facultad política de Luis Estrada,quien ha aprendido a tratar con funcio-narios gubernamentales, con gobernado-res y diversos políticos de este país. Debo

decir que ello no es nada fácil, pero Luislo ha hecho bien, muy bien y muy rápi-do. Su trabajo en el seminario se ha trans-formado en una tarea política de primerorden.

Estoy convencido de que si los políti-cos profesionales mexicanos se acerca-ran a científicos como él para aprender aconocer y a actuar, serían grandes cientí-ficos de la política y el país avanzaría a

otro ritmo.Como amigo y presidente del semi-

nario, compartimos nuestras cenas yplaticamos sobre el desarrollo del se-minario y sus posibilidades a futuro.Hacemos planes, echamos tanteadas,imaginamos un seminario de nuestrotiempo.

He de mencionar cuán emocionan-te fue escucharlo hablar en una mi-sión del seminario, en una pláticagenerosa y humana, como él mismo

es, enemigo de los tratos rimbombantes,sobre el origen del universo.

En síntesis, Luis el seminarista ha lle-gado ser un talentoso político y hasta untanto administrador. Los logros son porsu gran mérito, y sus posibilidades al fren-te de la presidencia del seminario sonmuy amplias. Adelante, pues, se ve el ho-rizonte del nuevo Seminario de CulturaMexicana.

Por último, he de referirme a los valo-res y cualidades que distinguen a LuisEstrada como hombre de su tiempo, a tra-vés del tiempo y a pesar del tiempo.

Luis sabe ser amigo de sus amigos; eshombre incorruptible, que nunca ha bus-cado honores, dinero, puestos o poder;siempre ha ido en pos de la amistad,del amor y del saber. Sí, es un hom-bre ávido de vida y del conocimien-to. Para él el placer no está peleadocon el saber ni con la bondad.

Luis Estrada posee un altísimosentido de la tolerancia: toleranciapara con el mundo y para con laspersonas, así como una muy eleva-da concepción de la amistad y la lealtada sí mismo y a los demás.

Sus preocupaciones intelectuales no seenfocan únicamente al ámbito científico,sino que se extienden a las otras áreasdel conocimiento humano, como la pin-tura, la música, la literatura, la filosofía...

Luis Estrada aún conserva la frescuradel espíritu infantil que no ha perdido lacapacidad de asombro, pero tambiénsabe reírse del mundo y de sí mismo. Aun-que para él la vida es cosa seria, muy se-ria, también dice que hay que dejar delado la demasiada solemnidad para po-

der disfrutar al máximo la vida, ya quesolamente se tiene una y es tan breve…

A Luis Estrada lo considero el optimistaperpetuo que también a veces se pone tris-te, muy triste, pero finalmente suelta unacarcajada de reconciliación. Su profun-do sentido humano lo hace sensible yperceptivo a todo lo humano, lo que re-percute en una suprema riqueza interior.

Pero Luis Estrada también es, por sobretodas las cosas, el hombre de ciencia. Esun hombre atípico e intemporal. Atípicoporque se distingue de sus colegas por serun gran constructor; intemporal porque alseleccionar la ciencia como objeto de suvida, lo hizo en un tiempo en que la físi-ca no era popular en nuestro medio ni sele veía con gran optimismo hacia el futu-ro. Su vocación lo condujo a la entregaincondicional a la ciencia, a la consagra-ción de su vida en pro de la ciencia, alconocimiento en pos de la vida... LuisEstrada busca a Luis Estrada aprendiendoa saber, aprendiendo a dudar, aprendien-do a preguntarse, aprendiendo a sorpren-derse, aprendiendo a soñar despierto,aprendiendo de los sueños de otros,aprendiendo a crear de la nada, apren-diendo que de la nada es posible crear,construir.

Luis construye a Estrada. Luis divulgala ciencia. Luis Estrada define los grandesproyectos de la divulgación a partir deconstruir castillos en el aire y a inventarcreando, a crear inventando...

Celebramos 70 años de vida, de unavida que significan todo lo anterior y mu-chísimo más. Felicidades en estos prime-ros 70 años. Continuaremos con otros más.

Para mí, es motivo de gran orgullo ysatisfacción encontrarme aquí, ce-lebrando los 70 años de un hom-bre niño que dejó de ser para ser, ya quien respeto y admiro profun-damente, así como a su obra y asus sueños.

A Luis lo considero un hombrede gran valía. Un hombre construc-

tor de grandes proyectos. Un mexicanouniversal.

Luis Estrada es amigo de sus amigos.Pero ante todo, Luis Estrada es vital. LuisEstrada es creador.

Jesús Franco se dedica a la administraciónpública. Ha desempeñado diversos car-gos de responsabilidad en secretarías deestado y organismos públicos comoPemex, Telecom, Telmex y el DIF. Actual-mente es asesor del Seminario de CulturaMexicana.

Cartas a Tríbulo

por Hércules Delgadillo

La columna de Hércules

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En esta entrega daré un consejo muy útil para losdivulgadores que, frente a la página en blanco, seinhiben, se paralizan e incluso se ponen al borde de laangustia existencial más profunda.

Cuando uno no sabe por dónde empezar un texto dedivulgación, lo primero que debe escribir en el margensuperior izquierdo de la hoja es la expresión «Desdelos tiempos más remotos…». Las posibilidades quedespliega tal arranque son infinitas. En primer lugar, yasugiere que se va a narrar una historia, y una historiasiempre tiene una secuencia temporal, lo que nos aho-rra el trabajo de pensar. En segundo lugar, aunque setrata de una frase hecha, siempre suena elegante y eru-dita. Nótese, para comparar, una expresión equivalen-te: «Desde las épocas más antiguas». Cero poesía, ceroencanto.

A continuación, y dado que la filosofía, la ciencia yla democracia se originaron en Grecia, conviene aña-dir el nombre de algún griego famoso: «Desde los tiem-pos más remotos, Demócrito…». Esto infunde autoridada la frase. En seguida, se requiere un enlace entre elpersonaje y lo que va después, que debe ser la expre-sión «estableció», mucho más contundente que un sim-ple «dijo» , «propuso» u «observó».

Una vez realizado lo anterior, lo único que hace fal-ta es abordar el tema que se quería tratar, por ejemplo:«Desde los tiempos más remotos, Demócrito estable-ció que la materia está compuesta de átomos».

El paso siguiente es eliminar al griego en cuestión:«Desde los tiempos más remotos, la materia está com-puesta de átomos». Esta es una entrada muy recomen-dable para hablar del Big Bang. De no ser ésta laintención, elimínese también la frase hecha, para quequede: «La materia está compuesta de átomos» ymenciónense obligadamente las partículas subatómicas.Es infalible.

Julia Tagüeña PargaDirectora General

Juan Tonda MazónSubdirector de Medios de Comunicación

Martín Bonfil OliveraEditor

Adriana Elisa EspinosaCoeditora

Ma. del Carmen MercadoDiseño original

Lourdes Arenas BañuelosNemesio Chávez ArredondoSergio de RégulesJuan Tonda MazónAline Guevara VillegasRedacción

Alejandra [email protected]ño y diagramación electrónica

El muégano divulgador, boletín mensual editadopor la subdirección de medios de comunicaciónde la Dirección General de Divulgación de laCiencia de la UNAM; 3er. piso de Universum, zonacultural de CU, Coyoacán. Tel: 5622-7292 y 93. E-mail:[email protected]

Las opiniones expresadas en los textos firma-dos son responsabilidad de sus autores y no ne-cesariamente reflejan el punto de vista de lainstitución. El material se publica con propósi-tos de difusión y sin fines de lucro. Para cual-quier aclaración, favor de ponerse en contactocon el editor.

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GENERAL

DE DIVULGACIÓN

DE LA CIENCIA

EL MUÉGANO

DIVULGADOR

por Opina Peralta

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Papaloteando

por Opina Peralta

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Amigas, hoy sí les tengo unos buenoschismeones, como diría mi muy estima-do y recordado Miguel Ángel Herrera. Yes que mi esposo, tan culto que es, y yofuimos al domo digital del Papalote Mu-seo del Niño, allá en la 2da. Sección delbosque de Chapultepec. Cómo quisieraque a la UNAM no le hubiera caído eseenorme «austeroide», porque sería fantás-

tico que se tuvieran los recursos para pro-yectar una buena película de divulgación de

la ciencia como la del domo digital enUniversum.Es una película que dura no más de 15 minu-

tos proyectada por nueve cámaras de video sobrela superficie de adentro del domo. Lo fantástico es

que son imágenes del espacio exterior como nuncalo habíamos visto (al menos yo no, y miren que me

gusta mucho la astronomía), en una pequeña historia es-crita por la viuda de Carl Sagan (tan guapo muchacho que

escribió la serie Cosmos). El «Pasaporte al universo», que escomo se llama la proyección, nos muestra lo pequeños que

somos, solamente un «Punto azul pálido» dentro de una in-mensidad de espacio lleno de planetas, estrellas, nebulosas,galaxias, materia oscura y quién sabe cuántas cosas más. To-das las imágenes son tomadas del telescopio espacial Hubblepara nuestro deleite, comenzando por un recorrido de nuestrosistema solar (qué bonito se siente ver a los planetas de cerca,parece que vamos volando por el universo), después viajamospor nuestra gran vía láctea y nos vamos alejando cada vez máshasta observar los más lejanos límites del universo que hastaahora con nuestros aparatos más potentes logramos ver.

No les mentiré si les digo que se me salieron unas lagrimitascuando vimos la nebulosa de Orión, mi esposo también seemocionó mucho, pero tuve que guardar la compostura comotoda dama de sociedad. Ahora comprendí qué tan grande esel espacio exterior y por qué todos los astrónomos se apasio-nan tanto al hablar del universo.

Me despido de todos, aburcito.Su querida Opina.

por el domodigital

H en gaussHumor involuntario

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«Mire todos los cálculos, anotacionesteóricas y equipamientos de laboratorio,sargento... Sí, la curiosidad mató a estosgatos.»

El objetivo de Energía Magnificada® es que el sanador sim-plemente facilite al practicante seguir la sanación a su propioritmo, sin ningún tipo de asistencia posterior, sino a través deestablecer un fuerte enlace con las poderosas energías de KwanYin, lo que le permitirá crear una conexión ascendente con lafuente divina. Esto promoverá un estado profundo de graciainterior, que provendrá de la jerarquía espiritual y de los Maes-tros Ascendidos.

La práctica conlleva, entre otras cosas, el alineamiento delos centros espirituales, la limpieza profunda del canal de luzy la potencialización de la energía en las manos. Sensibiliza,despierta, reinstala y conecta el sistema nervioso, estimula elcalcio en la columna vertebral, promueve la sanación delkarma de una forma definitiva y la preparación para la Ascen-sión. Permite la sanación a distancia para personas individua-les o grupos, la meditación para adquirir poder, la expansiónde la Llama Trina y una iniciación o contacto directo con KwanYin y con la Energía Magnificada®. Capacita, asimismo, alalumno para enseñar de manera sencilla el método desanación.

Tomado del Boletín Reiki, publicado por la Alianza Española deReiki, cuyo presidente es Antonio Moraga.

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tigua técnica de sanación que ha sidotransmitida por la boddhisatva KwanYin, también conocida como «diosade la misericordia», y que ha sosteni-do la corona de Chohan hasta que

Saint Germain se hizo cargo de lamisma en 1954. Es miembro delConsejo Kármico y representa enla actualidad al Sexto Rayo de di-

cho consejo. Buda fue su maestro y se dice que mantu-vo su cuerpo físico durante miles de años antes deascender.

Hoy en día ha surgido una extensa gama de formas desanación, cuya mayoría se enfoca en las capacidades,cualidades y conocimientos del sanador. No obstante,hasta la fecha, Energía Magnificada® ha sido la técnicaque más profundamente ha involucrado al enfermo ensu propio proceso de sanación.

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Antonio Moraga

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The Far Side