Lisias xii. bilingüe.2011

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Justino Marcos García Calvo. Departamento de Griego I.E.S Arca Real (Valladolid). Traducción de M. F. Galiano, Edit. Alma Mater, S.A Página 1 Para la traducción de estos textos griegos hemos seguido el texto revisado y traducido por Manuel Fernández Galiano (Catedrático de la Universidad de Madrid), Vol.1 de la editorial Alma Mater, S.A, Barcelona, 1953, y a quien agradecemos su versión bilingüe traducida y que recogemos en esta selección de las pruebas P.A.U de la selectividad para 2º de Bachillerato esperando que sirvan de ayuda al alumnado a la hora de realizar el análisis morfosintáctico de esta selección.

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Justino Marcos García Calvo. Departamento de Griego I.E.S Arca Real (Valladolid). Traducción de M. F. Galiano, Edit. Alma Mater, S.A Página 1

Para la traducción de estos textos griegos hemos seguido el texto revisado y traducido por Manuel Fernández Galiano (Catedrático de la Universidad de Madrid), Vol.1 de la editorial Alma Mater, S.A, Barcelona, 1953, y a quien agradecemos su versión bilingüe traducida y que recogemos en esta selección de las pruebas P.A.U de la selectividad para 2º de Bachillerato esperando que sirvan de ayuda al alumnado a la hora de realizar el análisis morfosintáctico de esta selección.

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Pues anteriormente era preciso que los acusadores demostraran la enemistad que había hacia los

acusados, pero ahora recientemente, en cambio, es preciso informarse por los acusados de cuál era la

enemistad que ellos tenían hacia la ciudad, a consecuencia de la cual se atrevieron a cometer tales

faltas contra la ciudad, y sin embargo no hablo porque no tenga agravios ni razones particulares,

sino porque todos tenemos muchos motivos para irritarnos en el orden privado o en el público.

Por tanto, ¡oh jueces!, yo, por mi parte, que no me he ocupado nunca de causas ajenas ni mías me he

visto obligado ahora a acusar a éste por los hechos ocurridos, de modo que muchas veces caí en tan

gran desaliento que no haré la acusación por causa de mi inexperiencia, indigna y débilmente, en

defensa de mi hermano y de mí mismo. Sin embargo intentaré informaros desde el principio con las

menos palabras que pueda.

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Mi padre Céfalo fue persuadido por Pericles para venir a esta tierra y vivió aquí treinta años, y con

ninguno nunca ni nosotros ni aquel pleiteamos en un juicio con nadie ni fuimos perseguidos en

justicia por nadie, sino que vivíamos de tal manera en tiempos de la democracia, que ni cometimos

delitos contra los demás ni fuimos agraviados por otros.

Y después de llamar a Damnipo le dije estas cosas: “Resulta que eres amigo mío y he venido a tu casa

y no te he hecho ningún mal, y voy a morir por culpa de mi dinero. Y Tú puesto que yo padezco esta

situación, utiliza (emplea) tu ardorosa autoridad en mi defensa. Y él prometió que haría estas cosas

y le parecía que lo mejor era recordárselo a Teognis; pues creía que éste lo haría todo, si alguien le

daba dinero.

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A Polemarco, en cambio, le anunciaron los Treinta la orden acostumbrada por ellos de beber la

cicuta, antes de decirle la causa por la que iba a morir, tan lejos estuvo de ser juzgado y de

defenderse.

Y éstos, en efecto, a muchos ciudadanos los desterraron hacia territorios enemigos, y después

de matar injustamente a muchos, los dejaron insepultos, y a muchos que eran ciudadanos de

pleno derecho les dejaron privados del derecho de ciudadanía, y a las hijas de muchos que

iban a ser entregadas en matrimonio se lo impidieron1.Y a tal grado de audacia han llegado

que se han presentado aquí para defenderse, y dicen que no han hecho nada malo ni

vergonzoso.

1 porque mataron a los que iban a darles la dote.

1

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“¿Detuviste a Polemarco o no?- Lo que me mandaban los gobernantes lo hacía por miedo. ¿Y estabas

en el consejo cuando se desarrollaron las conversaciones acerca de nosotros?- Estaba.- ¿Apoyaste a

los que proponían que nos mataran o te opusiste?- Me opuse.- ¿para que muriésemos o para que no?-

Para que no muriéseseis.- ¿Creyendo que nosotros sufríamos injusta o justamente?- Injustamente”.

Entonces, ¡Oh el más perverso de todos! ¿Te oponías, por una parte, para que tú nos salvaras y por

otro lado, le detuviste para matarle?¿Y cuando era la mayoría de vosotros la que decidía acerca de

nuestra salvación, dices que te opusiste a quienes querían matarnos, y, en cambio, cuando no

dependía más que de ti sólo el salvar o no a Polemarco, le llevaste a la cárcel?

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A Eratóstenes le era posible decir que no se lo encontró, y después que no le vio, pues estas cosas no

tenían confirmación ni prueba, de modo que no era posible que fuera refutado ni por sus propios

enemigos que quisieran hacerlo. Pero era preciso que tú , ¡oh Eratóstenes!, si fueras honrado, que tú

hubieras sido el delator (denunciante) para los que iban a morir injustamente mucho más que

detener a los que iban a morir injustamente. Pero ahora tus acciones han sido evidentes que no son

propias de quien está disgustado, sino más bien de quien está satisfecho de los hechos ocurridos.

Pues es preciso, oh jueces, que Eratóstenes demuestre una de estas dos cosas, o bien que no

le detuvo o bien que hizo esto con justicia. Pero éste ha reconocido que le detuvo

injustamente, de tal modo que os ha hecho fácil la votación sobre él mismo. Y en efecto

muchos de los ciudadanos y de los extranjeros vienen para ver qué opinión tendréis acerca

de estos hombres.

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Pues no es ahora por primera vez cuando actuó contra vuestro pueblo, sino que también en la época

de los Cuatrocientos, después de intentar instaurar la oligarquía en el campamento, huyó del

Helesponto, abandonando la nave como trierarco, en compañía de Yatrocles y de otros, cuyos

nombres no necesito recordaros. Y al llegar él aquí, hizo lo contrario a los que querían que hubiera

democracia. Y os presentaré testigos de estas cosas.

Pero los que llegaron a la ciudadela expulsaron a los Treinta, excepto a Fidón y a Eratóstenes, y

eligieron en cambio a los gobernantes más enemigos de aquellos, pues pensaban con razón que los

Treinta serían odiados por ellos mismos y que los del Pireo serían amados.

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¡Vamos, pues ya, ¡Os voy a informar también acerca de Terámenes de la manera más breve que pueda;

y os pido que me escuchéis tanto en defensa mía como en la de la ciudad. Y que a nadie se le ocurra

eso de que, siendo Eratóstenes el procesado, yo acuso a Terámenes. Porque me he enterado de que él

va a defenderse de esto, de que aquél le tenía por amigo y de participó de sus mismos hechos.

XII, 65. Lisias recuerda a Terámenes, a quien Eratóstenes considera un benefactor de la ciudad, pero que, en realidad, fue el culpable de la primera oligarquía, ya que convenció a los atenienses para que adoptaran el régimen de los Cuatrocientos en el 411 a. C. Aquel, en primer lugar fue el mayor culpable de la primera oligarquía, porque os persuadió

a elegir el régimen de los Cuatrocientos, y su padre que era uno de los próbulos hacía estas

cosas, mientras que él mismo creyendo que era muy favorable a la situación fue elegido

estratego por ellos mismos.

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Y cuando era estimado y tenido por merecedor de las mayores honras, él, que había prometido salvar

a la ciudad, fue quien la perdió, pues decía que había encontrado un asunto excelente y digno de

mucha estima y prometió que concertaría la paz sin dar rehenes ni derribar los muros ni entregar las

naves, y no quiso explicarle a nadie aquello, sino que aconsejaba que confiasen en él.

Y vosotros, ¡oh varones atenienses!, a pesar de que el consejo del Areópago buscaba unas medios de

salvación y aunque muchos contradecían a Terámenes y a pesar de que veían que los demás hombres

mantienen las cosas secretas por causa de los enemigos, y a pesar de que aquel no quiso decir entre

sus ciudadanos eso que iba a decir a los enemigos, sin embargo le confiasteis (encomendasteis) la

patria y a vuestros hijos y mujeres y a vosotros mismos.

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Y cuando se levantó Terámenes os mandó entregar la ciudad a 30 hombres y utilizar el

régimen político que Dracóntides proponía (mostraba), vosotros sin embargo aún estando

así dispuestos, protestabais ruidosamente que no haríais esas cosas; pues sabíais bien que

en aquel día deliberabais en la asamblea sobre la esclavitud o la libertad.

Y después de aquel se levantó Lisandro y dijo otras muchas cosas y que os consideraba como

violadores de los acuerdos, y que, si no hacíais lo que os ordenaba Terámenes, no se trataría

ya de vuestro régimen, sino de vuestra supervivencia. Y los que estaban en la asamblea,

cuantos eran hombres de bien, al ver la intriga y la coacción, unos se quedaron allí y otros

en cambio se marcharon y se fueron persuadidos por sí mismos , al menos de esto, de que no

votaron nada malo para la ciudad. Mientras que unos pocos malvados y mal aconsejados

votaron a mano alzada lo que se les imponía (las órdenes mandadas)

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Me parece que se atrevería a todo, aquel que ahora, no siendo otros los jueces sino los mismos que

padecieron males, viene para defenderse ante los mismos testigos, de la maldad de éste: tanto os ha

despreciado a vosotros o ha confiado en otros.

Pero también merece la pena ver a los testigos, que dando testimonios de éstos se acusan a sí mismos,

pues creen ellos que vosotros sois sumamente olvidadizos y mentecatos, si es que piensan salvar

tranquilamente a los Treinta por causa de vuestra multitud, pero por culpa de Eratóstenes y de los

colegas de este era peligroso incluso el acudir al entierro de los muertos.

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Sin embargo dicen que los males de los Treinta, los que menos se han cometido son por parte de

Eratóstenes y por esta razón consideran justo que él se salve, y porque es el que más ha delinquido

de los demás griegos contra vosotros, ¿y no creen que sean necesario que él muera? Pero vosotros

demostrad qué opinión tenéis acerca de estos asuntos.

Pero quiero bajar, después de recordarles unas pocas cosas a ambos bandos, a los de la ciudad y a los

del Pireo, para que emitáis vuestro voto teniendo como ejemplo las desgracias que os han ocurrido

por causa de estos. Y en primer lugar cuantos sois de la ciudad, examinad que por estos erais

gobernados tan duramente que os visteis obligados a combatir contra vuestros hermanos, hijos y

conciudadanos, en una guerra semejante en la cual, al haber sido vosotros derrotados tenéis la

igualdad con los vencedores. Pero si hubierais vencido esclavizaríais a éstos.

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Y mientras que estos habrían adquirido grandes casas particulares a partir de los acontecimientos,

vosotros en cambio las tenéis más pequeñas por cusa de la guerra de unos contra otros, porque ellos

no consideraban justo que vosotros compartierais sus beneficios sino que os obligaban a compartir su

mala fama y llegaron a tal grado de desprecio hacia vosotros que no se granjeaban vuestra fidelidad

dándoos partes de las ventajas sino que creían que seríais favorables si participabais de sus actos

reprochables.

Y en lugar de aquellas cosas , vosotros que ahora estáis a salvo , en la medida en que podáis, tanto en

defensa de vosotros mismos como de los del Pireo, tomad venganza, pensando que fuisteis regidos por

estos, que eran los más malvados de todos; pensando también que ahora actuáis en política con los

mejores hombres y que combatís contra los enemigos y deliberáis acerca de la ciudad, y acordándoos

también de los auxiliares , a los cuales éstos pusieron en la Acrópolis como defensores de su poder y

de vuestra esclavitud.

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Y cuantos pudisteis escapar a la muerte, corriendo peligros en todas partes, vagando por muchas

ciudades, siendo proscritos de todos los países, y estando privados de las cosas necesarias, unos

dejando a los hijos en la patria enemiga, y otros en tierra extranjera, a pesar de la multitud de los

obstáculos encontrados llegasteis al Pireo y, a pesar de que hubo muchos y grandes riesgos, os

comportasteis como hombres valerosos y liberasteis a los unos y a los otros los trajisteis a la patria.