Literatura de la Conquista en la primera etapa de la...

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1 NOVENO GRADO - LOGRO 006 - DOCUMENTO DE CONSULTA Literatura de la Conquista Fuente: http://lengua.laguia2000.com/literatura/literatura-de-la-conquista El día 12 de Octubre de 1492 marcaría el inicio de un cambio profundo y largo para la Historia Universal. Una expedición comandada por Cristóbal Colón había salido de España con la intención de circunnavegar el globo y encontrar una ruta a las Indias orientales completamente opuesta a la habitual. Y si bien Colón creyó haber tenido éxito cuando desembarcó en las Antillas, el tiempo se encargaría de demostrar que adonde había arribado era a un nuevo continente, desconocido hasta entonces para los pueblos europeos. De este desconocimiento se derivó el nombre habitual con el que los historiadores se refirieron a este hecho y a los posteriores: el descubrimiento de América. Sin embargo, pronto quedó claro que lo que vino después de ese descubrimiento fue una invasión militar y una conquista especialmente virulenta, que acabó con la aniquilación de numerosos pueblos indígenas y la desaparición de las tres grandes culturas precolombinas: la azteca, la maya y la inca. Como no podía ser de otra, semejante torrente de acontecimientos inspiró un numeroso conjunto de libros y descripciones que en su mayoría han sido categorizadas como “ crónicas” (y sus autores como “cronistas”). Algunas de ellas fueron meras descripciones de las tierras a las que los conquistadores iban llegando. Otras daban cuenta de los pueblos que encontraban, sus costumbres y tradiciones. Poco a poco, cuando la cuestión colonial fue ganando en importancia y los propios españoles se dieron cuenta de la magnitud del “descubrimiento”, las crónicas se empezaron a tornar en alegatos políticos a favor o en contra de determinadas actuaciones. La literatura de la conquista es, pues, este acervo literario producido en su mayor parte por los españoles y europeos que llegaron a América en la primera etapa de la conquista. El primero, sin duda, fue el propio Cristóbal Colón, que escribió un diario desde su salida del puerto de Palos de la Frontera hasta su llegada al posteriormente llamado “Nuevo Mundo”. Algunos de los famoso cronistas fueron Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que da cuenta de su llegada las cataratas del Iguazú (se considera que fue el primer europeo en llegar allí), Bernal Díaz del Castillo, Inca Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala y Fray Bartolomé de las Casas, que con su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” inauguró el género al que antes hacíamos referencia como la crónica política, abogando claramente por dar a los nativos un trato más civilizado. Y ansí, recogidos y curados los heridos, nos volvimos al real y trujimos con nosotros dos indios que allí se tomaron, los cuales el dicho capitán mandó soltar, y envió con ellos sus cartas a los caciques deciéndoles que si quisiesen venir adonde él estaba, que les perdonaría el yerro que habían hecho y que serían sus amigos. Y este mesmo día en la tarde venieron dos indios que parescían principales y dijieron que a ellos les pesaba mucho de lo pasado, y que aquellos caciques le rogaban que los perdonase[n] y que no les hiciesen más daño de lo pasado y que no les matasen más gente de la muerta, que fueron hasta docientos y veinte hombres los muertos; y que lo pasado fuese pasado y que dende adelante ellos querían ser vasallos de aquellos príncipes que les decía, y que por tales se daban y tenían, y que quedaban y se obligaban de servirles cada vez que en nombre de Vuestras Majestades algo les mandasen. Y ansí se asentaron y quedaron hechas las paces. Y preguntó el capitán a los dichos indios por el intérpetre que tenía que qué gente era la que en la batalla se había hallado. Y respondiéronle que de ocho proviencias se habían ayuntado los que allí habían venido, y que segúnd la cuenta y copia que ellos tenían sería por todos cuarenta mill hombres, y que hasta aquel número sabían ellos muy bien contar. Crean Vuestras Reales Altezas por cierto que esta batalla fue vencida más por voluntad de Dios que por nuestras fuerzas, porque para con cuarenta mill hombres de guerra poca defensa fuera cuatrocientos que nosotros éramos. Después de quedar todos muy amigos nos dieron en cuatro o cinco dias que allí estuvimos hasta ciento y cuarenta pesos de oro entre todas piezas, y tan delgadas y tenidas [por] ellos en tanto que bien paresce ser tierra muy pobre de oro, porque de muy cierto se pensó que aquello poco que tenían era traído de otras partes por rescate. La tierra es muy buena y muy abondosa de comida, ansí de maíz como de frutas, pescado y otras cosas que ellos comen. Está asentado este pueblo en la ribera del susodicho río por donde entramos en un llano en el cual hay muchas estancias y labranzas de las que ellos usan y tienen. Reprendióseles el mal que hacían en adorar a los ídolos y dioses que ellos tienen e hízoseles entender cómo habían de venir en conoscimiento de nuestra muy santa fee. Y quedó les una cruz de madera grande puesta en alto, y quedaron muy contentos y dijieron que la ternían en mucha ven[er]ación y la adorarían, quedando los dichos indios en esta manera por nuestros amigos y por vasallos de Vuestras Reales Altezas. Fragmento de la Primera Relación, de Hernán Cortés Fuente: http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/literaturadelaconquista/hernancortes/Prime raRelacion.asp Hernán Cortés, conquistador de México y cronista de Indias

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NOVENO GRADO - LOGRO 006 - DOCUMENTO DE CONSULTA

Literatura de la Conquista

Fuente: http://lengua.laguia2000.com/literatura/literatura-de-la-conquista

El día 12 de Octubre de 1492 marcaría el inicio de un cambio profundo y largo para la Historia Universal. Una expedición comandada por Cristóbal Colón había salido de España con la intención de circunnavegar el globo y encontrar una ruta a las Indias orientales completamente opuesta a la habitual. Y si bien Colón creyó haber tenido éxito cuando desembarcó en las Antillas, el tiempo se encargaría de demostrar que adonde había arribado era a un nuevo continente, desconocido hasta entonces para los pueblos europeos. De este desconocimiento se derivó el nombre habitual con el que los historiadores se refirieron a este hecho y a los posteriores: el descubrimiento de América. Sin embargo, pronto quedó claro que lo que vino después de ese descubrimiento fue una invasión militar y una conquista especialmente virulenta, que acabó con la aniquilación de numerosos pueblos indígenas y la desaparición de las tres grandes culturas precolombinas: la azteca, la maya y la inca. Como no podía ser de otra, semejante torrente de acontecimientos inspiró un numeroso conjunto de libros y descripciones que en su mayoría han sido categorizadas como “crónicas” (y sus autores como “cronistas”). Algunas de ellas fueron meras descripciones de las tierras a las que los conquistadores iban llegando. Otras daban cuenta de los pueblos que encontraban, sus costumbres y tradiciones. Poco a poco, cuando la cuestión colonial fue ganando en importancia y los propios españoles se dieron cuenta de la magnitud del “descubrimiento”, las crónicas se empezaron a tornar en alegatos políticos a favor o en contra de determinadas actuaciones.

La literatura de la conquista es, pues, este acervo literario producido en su mayor parte por los españoles y europeos que llegaron a América en la primera etapa de la conquista. El primero, sin duda, fue el propio Cristóbal Colón, que escribió un diario desde su salida del puerto de Palos de la Frontera hasta su llegada al posteriormente llamado “Nuevo Mundo”. Algunos de los famoso cronistas fueron Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que da cuenta de su llegada las cataratas del Iguazú (se considera que fue el primer europeo en llegar allí), Bernal Díaz del Castillo, Inca Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala y Fray Bartolomé de las Casas, que con su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” inauguró el género al que antes hacíamos referencia como la crónica política, abogando claramente por dar a los nativos un trato más civilizado. Y ansí, recogidos y curados los heridos, nos volvimos al real y trujimos con nosotros dos indios que allí se tomaron, los cuales el dicho capitán mandó soltar, y envió con ellos sus cartas a los caciques deciéndoles que si quisiesen venir adonde él estaba, que les perdonaría el yerro que habían hecho y que serían sus amigos. Y este mesmo día en la tarde venieron dos indios que parescían principales y dijieron que a ellos les pesaba mucho de lo pasado, y que aquellos caciques le rogaban que los perdonase[n] y que no les hiciesen más daño de lo pasado y que no les matasen más gente de la muerta, que fueron hasta docientos y veinte hombres los muertos; y que lo pasado fuese pasado y que dende adelante ellos querían ser vasallos de aquellos príncipes que les decía, y que por tales se daban y tenían, y que quedaban y se obligaban de servirles cada vez que en nombre de Vuestras Majestades algo les mandasen. Y ansí se asentaron y quedaron hechas las paces. Y preguntó el capitán a los dichos indios por el intérpetre que tenía que qué gente era la que en la batalla se había hallado. Y respondiéronle que de ocho proviencias se habían ayuntado los que allí habían venido, y que segúnd la cuenta y copia que ellos tenían sería por todos cuarenta mill hombres, y que hasta aquel número sabían ellos muy bien contar. Crean Vuestras Reales Altezas por cierto que esta batalla fue vencida más por voluntad de Dios que por nuestras fuerzas, porque para con cuarenta mill hombres de guerra poca defensa fuera cuatrocientos que nosotros éramos. Después de quedar todos muy amigos nos dieron en cuatro o cinco dias que allí estuvimos hasta ciento y cuarenta pesos de oro entre todas piezas, y tan delgadas y tenidas [por] ellos en tanto que bien paresce ser tierra muy pobre de oro, porque de muy cierto se pensó que aquello poco que tenían era traído de otras partes por rescate. La tierra es muy buena y muy abondosa de comida, ansí de maíz como de frutas, pescado y otras cosas que ellos comen. Está asentado este pueblo en la ribera del susodicho río por donde entramos en un llano en el cual hay muchas estancias y labranzas de las que ellos usan y tienen. Reprendióseles el mal que hacían en adorar a los ídolos y dioses que ellos tienen e hízoseles entender cómo habían de venir en conoscimiento de nuestra muy santa fee. Y quedó les una cruz de madera grande puesta en alto, y quedaron muy contentos y dijieron que la ternían en mucha ven[er]ación y la adorarían, quedando los dichos indios en esta manera por nuestros amigos y por vasallos de Vuestras Reales Altezas.

Fragmento de la Primera Relación, de Hernán Cortés Fuente:

http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/literaturadelaconquista/hernancortes/PrimeraRelacion.asp

Hernán Cortés, conquistador de México y cronista de Indias

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Literatura de la Colonia Fuente: http://lengua.laguia2000.com/uncategorized/literatura-colonial http://www.monografias.com/trabajos35/literatura-hispanoamericana/literatura-hispanoamericana.shtml

Cuando un determinado país está en disposición de dominar o ejercer una amplia influencia sobre los destinos de otro, se dice que éste último es una colonia de aquél. Existen diferentes tipos de colonias dependiendo de si el dominio es directo o indirecto, militar, económico, político o cultural; aunque la mayoría de las veces el colonialismo real incluye en mayor o menor medida todas estas posibilidades. Cuando se habla de una literatura colonial se hace referencia, por lo tanto, a la literatura que se produce en el interior de esas colonias. Dado que estamos hablando de una situación de dominación, esta literatura suele estar producido por los representantes en la colonia del país colonizador, y no de los del país colonizado. Nos vamos a ocupar, en particular, de la literatura colonial producida en las colonias españolas a lo largo de Latinoamérica, o lo que es lo mismo, de la literatura producida en Latinoamérica antes del inicio de los diversos procesos de independencia nacional. Las primeras obras literarias fueron en efecto escritas por los españoles tras el desembarco de Cristóbal Colón. Y dado que éstos acababan de llegar a un territorio completamente nuevo para ellos, no es de extrañar que los primeros textos que escribieron fueran meras descripciones geográficas de los lugares a los que fueron llegando., como se dijo anteriormente. Poco a poco, estas descripciones -que se llamaron crónicas- pasaron del mero inventario a desarrollar un estilo más político, a veces con un carácter propagandístico. Así Fray Bartolomé de las Casas, en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, rompe una lanza en contra del trato que los españoles estaban dando a pueblos nativos, a muchos de los cuales aniquilaron por completo. El otro gran campo de la producción literaria colonial fue el religioso. Numerosos misioneros y expediciones nacidas del fervor religioso se asentaron en las llamadas “Indias” durante esta época, y estas gentes acudían allí movidas por una motivación reformadora y evangelizadora

que muy pronto les hizo poner por escrito sus sueños y deseos acerca del “Nuevo Mundo”. A veces, estos escritos mostraban un enorme talento literario, como en el caso de la religiosa mexicana “Sor Juana Inés de la Cruz” en el siglo XVII. El desarrollo de las corrientes emancipadores durante el siglo XVIII fue el acicate que acabaría por cambiar el estilo literario de las colonias, hasta tal punto que los procesos de independencia marcan no sólo el final del colonialismo español en la zona, sino también el de la literatura colonial, que desde entonces busca subrayan las virtudes nacionales y se alía con los estilos literarios en boga en cada momento: romanticismo primero, realismo después y vanguardias más adelante. Las primeras obras de la literatura latinoamericana pertenecen tanto a la tradición literaria española como a la de sus colonias de ultramar. Así, los primeros escritores americanos —como el soldado y poeta español Alonso de Ercilla y Zúñiga, creador de La Araucana (1569-1589), una épica acerca de la conquista del pueblo araucano de Chile por parte de los españoles— no habían nacido en el Nuevo Mundo. Las guerras y la cristianización del recién descubierto continente no crearon un clima propicio para el cultivo de la poesía lírica y la narrativa, por lo cual la literatura latinoamericana del siglo XVI sobresale principalmente por sus obras didácticas en prosa y por las crónicas, como ya se vio. Las primeras obras teatrales escritas en Latinoamérica, como Representación del fin del mundo (1533), sirvieron como vehículo literario para la conversión de los nativos. El espíritu del renacimiento español, así como un exacerbado fervor religioso, resulta evidente en los textos de comienzos del periodo colonial, en el que los más importantes difusores de la cultura eran los religiosos, entre los se encuentran el misionero e historiador dominico Bartolomé de Las Casas, que vivió en Santo Domingo y en otras colonias del Caribe; el autor teatral Hernán González de Eslava, que trabajó en México, y el poeta épico peruano Diego de Hojeda. México (actualmente Ciudad de México) y Lima, las capitales de los virreinatos de Nueva España y Perú, respectivamente, se convirtieron en los centros de toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en ellas, una espléndida réplica de la de España, se impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad. Los criollos superaron a menudo a los españoles en cuanto a la asimilación del estilo barroco predominante en Europa. Esta aceptación quedó de manifiesto, en el terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca y las del poeta, también español, Luis de Góngora, así como en la producción literaria local. El más destacado de los poetas del siglo XVII en Latinoamérica fue la monja mexicana Juana Inés de la Cruz, que escribió obras de teatro en verso, de carácter tanto religioso —por ejemplo, El divino narciso (1688)— como profano. Escribió asimismo poemas en defensa de las mujeres y obras autobiográficas en prosa acerca de sus variados intereses. La mezcla de sátira y realidad que dominaba la literatura española llegó también al Nuevo Mundo, y allí aparecieron, entre otras obras, la colección satírica Diente del Parnaso, del poeta peruano Juan del Valle Caviedes, y la novela Infortunios de Alonso Ramírez (1690), del humanista y poeta mexicano Carlos Sigüenza y Góngora.