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Lituraterra1 Jaques Lacan Esta palabra se legitima por el Ernout y Meillet: lino, litura, liturarius2. Se me ocurrió sin embargo, por ese juego de palabras del que suele suceder que se haga gracia: llegando la chanza (contrepet)3 a los labios, la inversión al oí-do. Este diccionario (que a él se vaya) me proporciona el auspicio de estar fun-dado en un punto de partida que yo tomaba (aquí, partir es regresar) del equí-voco del cual Joyce (James Joyce, digo) desliza de a letter a a litter, de una letra (traduzco) a una basura. Se recuerda que una "mece-nas" (“messe – haine”)4 por quererle bien, le ofrecía un psicoanálisis, como se ofrecería una ducha. Y de Jung además... En el juego que evocamos, él no hubiese ganado nada, yendo derecho a lo mejor de lo que se puede esperar del psicoanálisis en su fin. Al hacer estercolero (litière) de la letra, ¿es también Santo Tomás quien le vuelve, como toda su obra lo testimonia? ¿O bien el psicoanálisis atestigua allí su convergencia con lo que nuestra época acusa, del desenfreno del lazo antiguo cuya polución se contiene en la cultura? Yo había bordado sobre esto, como por azar, un poco antes del mayo del 68, para no faltarle al despistado de estas afluencias que desplazo donde estoy ahora de visita, en Burdeos ese día. La civilización, lo recordaba como premi-sa, es la cloaca. Hay que decir sin duda que yo estaba harto del basurero (poubelle) al que remaché mi suerte. Se sabe que no estoy solo al, por repartición, reconocerlo (l´avouer). Reconocerlo (l’avouer) o, pronunciado a la antigua, el haber (avoir)5 del cual Beckett hace balance con el debe, que hace deyecto de nuestro ser, salva el honor de la literatura y me releva del privilegio que yo creería que tiene mi lugar. 1 Se utilizan como textos fuente dos publicaciones de este escrito: a) Autres Ecrits, Paris, Senil, 2001, p. 11// b) Littérature, Paris, Larousse, 1981, N 3, p.3. 2 El diccionario citado por Lacan, según dice Rodríguez Ponte, indica las siguientes etimologías: lino: “ungir, untar”; a partir de lino se forma litura: “untura” y por extrapolación, “tachadura, corrección” y “mancha”, luego se forma la palabra liturarius: “que tiene enmiendas”. 3 Contrepet: Arte de resolver contrepèteries o crear nuevas. / Contrepèterie: Inversión de las letras o de las sílabas de un conjunto de palabras elegidas especialmente con el fin de obtener otras de las que la combina-ción tenga igualmente sentido burlesco o picante. Un error de pronunciación, lapsus, está en el origen de las contrepèteries. “Un mot de vous et je suis sauvé” “Un mou de veau et je suis sauvé” Una palabra suya y estoy salvado / Un bofe de vaca y estoy salvado. 4 “Messe – haine”: suena: mécène, mecenas; literalmente dice “misa-odio”. 5 Avoir: Contabilidad; parte de una cuenta donde se asientan las sumas debidas. El debe y el haber.

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La cuestión es saber si aquello de lo que los manuales parecen hacer gala, o sea que la literatura sea acomodamiento de los restos, es asunto de colocación (collocation)6 en lo escrito de lo que en principio sería canto, mito hablado, procesión dramática. Para el psicoanálisis, el estar colgado del Edipo, no lo califica en nada para reconocerse en el texto de Sófocles. La evocación por Freud de un texto de Dostoievski no basta para decir que la critica de textos, caza hasta aquí reser-vada al discurso universitario, haya recibido del psicoanálisis más aire. Aquí mi enseñanza tiene lugar dentro de un cambio de configuración que se exhibe con un eslogan de promoción de lo escrito, pero del cual otros testi-monios, por ejemplo, que sea en nuestros días que por fin Rabelais sea leído, muestran un desplazamiento de los intereses con el que acuerdo mejor. Ahí estoy como autor menos implicado de lo que se imagina, y mis Escritos (Écrits), un titulo más irónico de lo que se cree: puesto que se trata ya sea de ponencias en función de Congresos o de digamos, "letras abiertas”7 (cartas abiertas) (“lettres ouvertes”) 8 donde someto a consideración parte de mi en-señanza. Lejos en todo caso de comprometerme en esa franela literaria en la cual se denota el psicoanalista falto de inventiva, denuncio allí la infaltable tentativa de demostrar la inadecuación de su práctica para motivar ni el más mínimo juicio literario. Sin embargo, es asombroso que yo abra este compendio con un artículo que aíslo de su cronología y que se trate allí de un cuento, él mismo muy particu-lar por no poder entrar en la lista ordenada de las situaciones dramáticas: él, de lo que adviene del franqueo de una letra (carta) misiva (lettre misive); el de lo sabido de, a quien suceden sus reexpediciones y en qué términos se sostie-ne que yo pueda declararla llegada a destino, luego de que, de los desvíos que ella sufrió, el cuento y su cuenta se hayan sostenido sin ningún recurso a su contenido. No es sino más admirable que el efecto que produce sobre los que por turno la detentan, alegando el poder que ella confiere a los que lo preten-den, pueda interpretarse, cosa que hago, como una feminización. He ahí un buen resumen de lo que distingue la letra del significante mismo que ella conlleva. Lo cual no es hacer metáfora de la epístola. Puesto que el cuento consiste en lo que allí pasa, como por arte de magia, el mensaje, del cual la letra hace peripecias sin él. Mi critica, si se puede considerar literaria, lo intento aquí, trataría sólo sobre lo que Poe hace por ser escritor al formar tal mensaje en la letra. Esta claro

6 Collocation: (lógica, ling.) Posición (de un objeto, de un elemento) en relación con otros; proximidad en una cadena. Coocurrence. Conjunto de los elementos así ubicados. 7 Traducir lettre por letra, cuando implica “carta”, conlleva el riesgo de reflotar lo que Corominas indica que significa “letra” en los orígenes del idioma. El sentido es aprovechar que en castellano tenía (y por consi-guiente tiene), el doble sentido (carta/letra) que tiene en francés. Se agregará entre paréntesis la palabra carta cuando convenga. 8 [...] “letras expuestas”.

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que al no decirlo tal cual, no es insuficientemente, sino tanto más rigurosa-mente que lo confiesa. Sin embargo, la elisión no sabría ser elucidada mediante algún rasgo de su psicobiografía: más bien obturada allí sería. (Así la psicoanalista que restregó los otros textos de Poe, aquí renuncia a sus quehaceres) Tampoco mi texto sabría resolverse por la propia: el anhelo que yo formula-ría por ejemplo, de ser al fin leído convenientemente. Porque aún haría falta para eso que se desarrolle lo que yo entiendo que la letra lleva para llegar siempre a su destino. Es cierto que habitualmente, el psicoanálisis recibe aquí de la literatura, si él toma en su incumbencia de la represión, una idea menos psicobiográfica. Para mí, si propongo en el psicoanálisis la letra como en suspenso (soufran-ce)9, es que él ahí muestra su fracaso. Y es por eso que lo aclaro: cuando in-voco así las luces, es para demostrar adónde él hace agujero. Se lo sabe desde hace mucho tiempo: nada más importante en óptica, y la más reciente física del fotón se arma de eso. Método por el cual el psicoanálisis justifica mejor su intrusión: porque si la crítica literaria pudiera efectivamente renovarse, sería por el hecho de que el psicoanálisis este ahí para que los textos se midan con él, estando el enigma de su lado. Pero aquellos de los que no es hablar mal, decir que más que ejercerlo son ejercidos por él al menos por estar tomados como cuerpo, entienden mal mis palabras. Opongo respecto de ellos, verdad y saber: la primera es donde enseguida reconocen su oficio, mientras que en el banquillo, es la verdad de ellos lo que espero. Insisto en corregir mi tiro con un saber en jaque (savoir en échec): como se dice relato metadiegético (figure en abyme)10, no es fracaso del saber (échec du savoir). Me entero, entonces, de que se creen dispensados de dar pruebas de saber alguno. ¿Sería letra muerta que haya puesto en el título de uno de esos fragmentos que nombré Escritos... de la letra la instancia, como razón del inconsciente? ¿Acaso no se designa bastante en la letra lo que, debiendo insistir, no esta allí de pleno derecho, por fuerte que sea la razón que eso protruye? Decirla mediana o bien extrema, es mostrar la bifidez en que se compromete toda me-dida, ¿pero no hay acaso nada en lo real que prescinda de esta mediación? La frontera, ciertamente, al separar dos territorios, simboliza que existen incluso para quien la franquea, que tienen medida común. Es el principio del Umwelt, 9 Souffrance: Asunto en souffrance, en suspenso, que espera su conclusión. Efectos impagos, mercaderías que no han sido retiradas a su llegada y que quedan consignadas, en la aduana, etc. 10 En abyme: Semiología; se dice de una obra mostrada en el interior de otra, de la que se habla, cuando los dos sistemas significantes son idénticos: relato en el relato, film en el film, pintura representada en una pintu-ra, etc. En castellano se dice: relato metadiegético o anidado. “Diégesis”: en una obra literaria es el desarrollo narrativo de los hechos. RAE.

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que refleja el Innenwelt. Fastidiosa, esta biología que se da ya desde el princi-pio: el hecho de la adaptación especialmente; no hablemos de la selección, franca ideología que se bendice como siendo natural. La letra ¿no es... más propiamente litoral, sea figurado que un dominio hecho completamente frontera para el otro, por lo cual son extranjeros, hasta no ser recíprocos? El borde (le bord) del agujero en el saber, ¿no está allí lo que ella dibuja? ¿Y cómo el psicoanálisis, (la psychanalyse) si, justamente lo que la letra dice "al pie de la letra" por su boca, no debía desconocerlo, como podría él (elle) negar que él (il) sea este agujero, —de lo que al colmarlo, él (elle) recurra ahí a invocar el goce? Queda por saber como el inconsciente del que digo ser efecto de lenguaje, del cual supone la estructura como necesaria y suficiente, comanda esta fun-ción de la letra. Que ella sea instrumento propio de la escritura del discurso, no la vuelve impropia para designar la palabra tomada por otra, incluso para otra, en la fra-se, luego, para simbolizar ciertos efectos de significante, pero no impone que ella sea en esos efectos primaria (primaire). No se impone un examen, de este carácter primario (primarité), que no de-be siquiera suponerse, sino de que el lenguaje llama litoral a lo literal. Lo que inscribí, ayudándome de letras, de las formaciones del inconsciente para recuperarlas de aquello de lo que Freud las formula, ser lo que son, efec-tos de significante, no autoriza a hacer de la letra un significante, ni a afectar-la, lo que es más, de una carácter primario (primarité) respecto del signifi-cante. Tal discurso confusional solo ha podido surgir del que me importa. Pero me importa en otro que yo señalo (épingle), llegado el momento, como discurso universitario, o sea del saber puesto en uso a partir de la apariencia (sem-blant). La mínima impresión de que la experiencia a la que me enfrento, no puede situarse más que por otro discurso, debió cuidarse de producirlo, sin confe-sarlo como mío. Que se me lo ahorre ¡gracias a Dios! no impide que al im-portarme en el sentido que acabo de decir, se me importune. Si hubiera encontrado válidos los modelos que Freud articula en un Proyec-to al horadarse rutas impresivas11, no habría, para eso, hecho metáfora de la escritura. Ella no es impresión, aunque no le guste a la pizarra mágica. Cuando saco partido de la letra (carta) 52a a Fliess, es al leer lo que Freud podía enunciar bajo el término que forja como WZ, Wahrnehmungszeichen, como lo más cercano al significante, en la época en la que Saussure todavía no lo ha reproducido (del signans estoico). Que Freud lo escriba en dos letras, no prueba más que en mí, que la letra

11 Apelativo: acepción lingüística. Expresión que pretende influir en el receptor. (RAE).

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sea primaria (primaire). Voy a intentar pues indicar lo vivo de lo que me parece producir la letra como consecuencia, y del lenguaje, precisamente de lo que digo: que lo habi-ta quien habla. Tomaré los rasgos de lo que, de una economía del lenguaje, permite dibujar lo que promueve a mi parecer, que quizás la literatura vire a lituraterra. No asombrará el verme proceder a una demostración literaria ya que eso es andar al paso en el cual la cuestión se produce. En lo cual, sin embargo, pue-de afirmarse lo que es tal demostración. Vuelvo de un viaje que esperaba hacer al Japón por lo que en un primero había experimentado... de litoral. Que se me entienda con medias palabras de lo que recién del Umwelt repudié como volviendo el viaje imposible: de un lado entonces, según mi formula, asegurando su real, pero prematuramente, solamente por volver, pero por malentendido, imposible la partida, o sea a lo sumo cantar "Partamos" (“Partons”). No mencionare más que el momento que obtuve por una ruta nueva, al to-marla, porque no fue prohibida como la primera vez. Reconozco sin embargo que no fue al ir a lo largo del círculo ártico en avión, que me hizo lectura lo que veía de la planicie siberiana. Mi ensayo presente, en tanto que podría intitularse sobre una siberiética12, no habría entonces visto la luz si la desconfianza de los Soviéticos me hubiera dejado ver las ciudades, incluso las industrias, las instalaciones militares que constituyen para ellos el valor de la Siberia, pero es sólo condición accidental, aunque menos quizás al nombrarla occisdental (occidentelle)13, al indicar allí el accidente de un amontonamiento de occisión (occire). La única condición decisiva es la litoral y ella jugaba solo al regreso por ser literalmente lo que el Japón sin duda por su letra me14 había producido, ese exceso pequeñito que es justo lo necesario para que yo lo sienta (ressente), porque después de todo ya había dicho que está ahí eso de lo cual eminente-mente su lengua está afectada. Sin duda ese exceso se debe a lo que el arte vehicula de ella, al respecto di-ré: el hecho de que la pintura demuestra su matrimonio con la letra, muy pre-cisamente bajo la forma de la caligrafía. Cómo decir lo que me fascina en esas cosas que cuelgan, kakemono como se parlotea vulgarmente, cuelgan en esos lugares de los muros de cualquier museo llevando inscritos caracteres de factura china de los que sé poco, pero que por poco que sepa, me permiten medir lo que se elide en la cursiva, en que lo singular de la mano aplasta a lo universal, o sea, propiamente lo que les 12 Repárese en la palabra ética incluida en esta palabra creada ad-hoc por condensación con Siberia. 13 La palabra occidentelle, es una condensación de los términos: accidentelle (“accidental”) occident (“occi-dente”) y occire (“occisión”: muerte violenta, (RAE)). En el texto fuente versión a) (p.15), hay un error de imprenta. Dice: accidentelle y debe decir occidentelle, según la fuente versión b) y según la lógica del texto. 14 Hay un error, de imprenta en la fuente versión a). Dice n’avait, y debe decir m’avait, según fuente versión b).

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enseño que solo vale por el significante: yo no lo encuentro más allí, pero es que soy novato. Además no está ahí lo importante, pues incluso que ese sin-gular tenga una forma más firme y agregue la dimensión, la demansión, ya lo he dicho, la demansión del papeludun15 esa de la que se evoca lo que instauro del sujeto en el Hun-En-Peluce16, por lo que amuebla la angustia de la Acosa (Achose) o sea lo que connoto por la a minúscula hecha aquí el objeto, por ser lo que esta en juego (enjeu) ¿de qué apuesta que se gana con tinta y pincel? Tan incoerciblemente se me apareció (aparut), que no es vana esta circuns-tancia: por entre-las-nubes, el chorrear (ruissellement), única huella (trace) en aparecer, por operar allí, aún más que por indicar su relieve en esta latitud, en lo que de Siberia es plana, planicie desolada de cualquier vegetación más que reflejos que empujan a la sombra lo que de ellos no espejea. El chorrear (ruissellement) es ramo del rasgo (trait) primero y de lo que lo borra. Lo he dicho: es de su conjunción que se hace sujeto, pero por marcar en ella dos tiempos. Hace falta entonces que se distinga allí la tachadura (rature). Tachadura (Rature) de cualquier huella que esté de antemano, es lo que hace tierra del litoral. Litura pura, es lo literal. Producirla, es reproducir esta mitad sin par por la que el sujeto subsiste. Esa es la hazaña de la caligrafía. Intenten hacer esta barra horizontal17 que se traza de izquierda a derecha para figurar por un trazo el un unario como carácter, les tomará mucho tiempo en-contrar de qué apoyo arranca, en qué suspenso se detiene. A decir verdad, es que no hay esperanzas para un occidentado. Hace falta un tren18 que solo se agarra al desprenderse de lo que sea que a ustedes los suprima. Entre centro y ausencia, entre saber y goce, hay litoral, que solo vira a lo literal en que a ese viraje ustedes puedan tomarlo igual en todo momento. Es por eso solamente que ustedes puedan darse por agente que lo sostenga. Lo que se revela de mi visión del chorrear (ruissellement), en tanto que allí domina la tachadura (rature), es que al producirse por entre las nubes, se con-juga con su fuente, que es justamente en las nubes que Aristófanes me llama a encontrar allí lo que es significante: o sea la apariencia (semblant), por exce-lencia, si es por su ruptura que llueve, efecto de lo que se precipita, lo que era allí materia en suspensión. Esta ruptura que disuelve lo que hacía forma, fenómeno, meteoro y de lo 15 Pinciroli, Roberto: “Dos palabras en Lituraterra”, en Psicoanalítica, Buenos Aires, CPN, 2008, Nº 11, p.25. 16 Ibidem. 17 Destaca Rodríguez Ponte que Lacan había señalado tempranamente que el palote del trazo unario los chi-nos lo hacen horizontal: Lacan, Jacques La Identificación, clase 4, 06/12/61. 18 Tren: (tipografía) es la parte móvil de la prensa manual de imprenta, sobre la cual se apoyaba la forma. Ésta es una composición apretada en un bastidor (châsis) que la mantiene, garantizando los márgenes y los espacios en blanco./ Misse en train: Es el conjunto de las operaciones técnicas que preceden y preparan el tiraje definitivo; originalmente fue la acción de ubicar la forma sobre el tren: regulación de la presión sobre los diversos elementos de la forma, por igualamiento de los niveles y regulación de las presiones, matizados según las partes de la composición. / El impresor puso en operación (a mis en train) una forma para impri-mirla (tirer).

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cual dije que la ciencia se produce al perforar el aspecto, no es también que sea por apartar lo que de esta ruptura haría goce en lo que el mundo o también lo inmundo, tenga ahí pulsión para figurar la vida. Lo que se evoca de goce cuando se rompe una apariencia (semblant), he ahí lo que en lo real se presenta como surcar (ravinement). Es por el mismo efecto que la escritura es en lo real el surcar (ravinement) del significado, lo que llovió de la apariencia (semblant) en tanto ella hace el significante. Aquella no calca a éste, sino a sus efectos de lengua, lo que de ésta se forja por quien la habla. Ella remonta allí solo para tomar nombre, co-mo sucede con esos efectos entre las cosas que denomina la batería significan-te por haberlas enumerado. Más tarde desde el avión se vira hacia el sostenerse ahí en isobaras, quizás fuese al oblicuar por un terraplén, otras huellas (traces) perpendiculares a aquellas de las que la pendiente más elevada del relieve se marcaba por cursos de agua. ¿No he visto en Osaka como las autopistas se posan unas sobre otras como planeadores venidos del cielo? Además de que allí la arquitectura, la más mo-derna, encuentra a la antigua haciéndose ala de un pájaro al abatirse. ¿Cómo el camino más corto de un punto a otro se habría mostrado sino por la nube que el viento empuja en tanto éste no cambie el rumbo? Ni la ameba, ni el hombre, ni la rama, ni la mosca, ni la hormiga hubiesen sido ejemplo de eso antes de que la 1uz se revelara solidaria de una curvatura universal, ésa en que la recta se sostiene sólo del inscribir la distancia en los factores efectivos de una dinámica de cascada. No hay recta más que por la escritura como agrimensura venida del cielo. Pero la escritura como la agrimensura son artefactos solo por habitar el len-guaje. ¿Cómo lo olvidaríamos cuando nuestra ciencia es operativa solo por un chorrear (ruissellement) de letritas y de gráficos combinados? Bajo el puente Mirabeau cierto es, como bajo aquel del que una revista que fue mía hizo su insignia, al tomar prestado este puente-oreja a Horus Apolo19, bajo el puente Mirabeau20, sí21, corre el Sena primitivo22, y es una escena tal 19 Horapollon o Horus Apollo: Presuntamente autor o traductor de un pequeño tratado griego titulado Hiero-glyphea, el único monumento antiguo que nos haya llegado acerca de la interpretación de los jeroglíficos. Según conjeturas, esta curiosa obra habría sido traducida del egipcio por el gramático griego Horapollon, el cual enseñó en Alejandría y luego en Constantinopla, en la época del emperador Teodosio. Champollion sacó de allí algunas indicaciones para la explicación de los jeroglíficos y sobre todo de los bajorrelieves simbóli-cos llamados anaglyphos (fr.). Este tratado dio lugar a numerosas controversias entre los eruditos. Existen muchas ediciones, la primera fue hecha por Alde en la Collection des fabulistes grecs (Venecia, 1505, in-fol); la mejor es la de Conrad Leemans (Leyde 1835, en 8º). Los Hieroglyphiques han sido traducidos al latín, al alemán, al italiano y al francés. La traducción francesa de Riquier apareció en Paris (1779, in – 12). Grand Dictionnaire Universel du XIXeme siecle – Pierre Larousse, Paris, 1865, T 9, p. 390. (NT) 20 Bajo el puente Mirabeau corre el Sena / Y nuestros amores / Tengo que recordarlo / La alegría venía siem-pre después la pena. […] de: Bajo el puente Mirabeau, de Guillaume Apollinaire. (NT) 21 sí: posible referencia a la última palabra del monólogo de Molly Blum; última parte del Ulises de James Joyce; última palabra de ese texto. (NT) 22 [...] la Seine primitive [río: fleuve en francés es femenino; lo cual hace que la frase suene “la escena primi-tiva”]

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que puede batir (battre) ahí al V romano de la hora cinco (cf. El Hombre de los lobos). Pero igualmente no se goza más que en lo que de eso llueva el habla (parole) como interpretación. Que el síntoma instituya el orden con el que se evidencia nuestra política, implica por otra parte que todo lo que se articule de este orden sea pasible de interpretación. Por eso tenemos razón de poner al psicoanálisis a la cabeza de la política. Y esto podría no ser muy fácil para lo que de la política hizo figura hasta aquí, si de eso el psicoanálisis se revelara enterado. Bastaría quizás, se dice eso sin duda, que de la escritura sacáramos otro par-tido que de tribuna o de tribunal, para que se jueguen otras palabras (paroles) para tributarnos. No hay metalenguaje, pero lo escrito que se fabrica del lenguaje es material que puede ser capaz de que se cambien ahí nuestras palabras (propos). ¿Es posible acaso constituir del litoral un discurso tal que se caracterice por no emitirse de la apariencia (semblant)? Allí está la cuestión que solo se pro-pone por la literatura llamada (dit) de vanguardia, la cual esta hecha ella mis-ma de litoral: y entonces no se sostiene de la apariencia (semblant) pero por eso no prueba nada sino la rotura, que solo un discurso puede producir, con efecto de producción. A lo que parece pretender una literatura en su ambición de lituraterrizar, es a ordenarse con un movimiento que ella llama científico. Es un hecho que la escritura ahí ha hecho maravillas y que todo señala que esta maravilla no está por agotarse. Sin embargo la ciencia física se encuentra, va a encontrarse llevada a la consideración del síntoma en los hechos, por la polución de lo que de lo te-rrestre se llama, sin más crítica el Umwelt, el entorno: es la idea de Uxküll be-haviorizada, es decir cretinizada. Para lituraterrizar yo mismo, hago observar que no he hecho del surcar (ra-vinement) que lo ilustra ninguna metáfora. La escritura es ese surcar (ravine-ment) mismo y cuando hablo de goce, invoco legítimamente lo que acumulo como auditorio: y por allí no menos aquellos de los que me privo, pues eso me ocupa. Quisiera testimoniar acerca de lo que se produce de un hecho ya apuntado: a saber el de una lengua, el japonés, en tanto que la escritura la trabaja. Que haya en la lengua japonesa incluido un efecto de escritura, lo importan-te es que permanece ligado a la escritura y que lo que es portador del efecto de escritura sea ahí una escritura especializada en el hecho de que en japonés pueda leerse con dos pronunciaciones diferentes: en on-yomi, su pronuncia-ción en caracteres; el carácter se pronuncia como tal con claridad, en kun-yomi el modo en que se dice en japonés lo que quiere decir. Sería cómico ver designar ahí, bajo el pretexto de que el carácter es letra, los restos del significante corriendo en los ríos del significado. Es la letra co-

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mo tal la que da apoyo al significante según su ley de metáfora. Además es del discurso, que él la toma en la red de la apariencia (semblant). Ella es, sin embargo, promovida desde allí como referente tan esencial co-mo toda cosa, y esto cambia el estatuto del sujeto. Que é1 se apoye en un cie-lo estrellado y no solamente en el rasgo unario para su identificación funda-mental, explica que no pueda tomar apoyo sino en el Tu, es decir en todas las formas gramaticales de las cuales el mínimo enunciado varía por las relacio-nes de cortesía que implica en su significado. La verdad refuerza allí la estructura de ficción que denoto en ella por estar esta ficción sometida a las leyes de la cortesía. Singularmente esto parece acarrear el resultado de que no haya nada de re-primido que prohibir, ya que lo reprimido mismo consigue alojarse en la re-ferencia a la letra. En otros términos el sujeto esta dividido como en todas partes por el len-guaje, pero uno de sus registros puede satisfacerse por la referencia a la escri-tura y el otro por el habla. Es sin duda lo que le dio a Roland Barthes ese sentimiento embriagado que con todas sus maneras el sujeto japonés no envuelve nada. El Imperio de los signos (L’Empire des signes), intitula él su ensayo queriendo decir: imperio de las apariencias (semblants). El japonés, me dijeron, la encuentra mala. Porque no hay nada más distinto del vacío cavado por la escritura que la apariencia (semblant). El primero es cubilete presto siempre para acoger al goce o por lo menos a invocarlo como su artificio. Según nuestras costumbres, nada comunica menos de sí que tal sujeto que al fin de cuentas no esconde nada. No tiene más que manipularlos: ustedes son un elemento entre otros del ceremonial donde el sujeto se compone jus-tamente por poder descomponerse. El bunraku, teatro de marionetas, hace ver la estructura, completamente habitual para aquellos a quienes da sus cos-tumbres mismas. Además, como en el bunraku, todo lo que se dice podría ser leído por un recitador. Es lo que ha debido aliviar a Barthes. El Japón es el lugar donde lo más natural es sostenerse de un o de una interprete, justamente de lo que no necesita la interpretación. Es la traducción perpetua hecha lenguaje. Lo que me gusta, es que la única comunicación que haya tenido allí (fuera de los europeos con los que sé manejar nuestro malentendido cultural), es también la única que allá como en otras partes pueda ser comunicación por no ser dialogo: a saber, la comunicación científica. Ella empujó a un eminente biólogo a demostrarme sus trabajos, natural-mente en el pizarrón. El hecho de que, falto de información, no comprendí nada, no impide ser válido lo que quedaba escrito allí. Válido para las molé-culas de las que mis descendientes se harán sujetos, sin que yo haya tenido

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nunca que saber cómo yo les transmitía lo que volvía verosímil que conmigo yo (qu’avec moi je) los clasifique, por pura lógica, entre los seres vivos. Una ascesis de la escritura no me parece que pueda ocurrir sino al alcanzar a un "está escrito" por el cual se instauraría la relación sexual. 1971 Traducción y versión: Félix Contreras Roberto Pinciroli Atila Miguel Ángel Rodríguez Buenos Aires, septiembre de 2009