Livov - Problemas de Conformación de La Hegemonía Dialógica en El Gorgias de Platón
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Problemas de conformacin de la hegemona dialgica en el Gorgias de Platn
Gabriel Livov Universidad de Buenos Aires
Ciertas interpretaciones metodolgicas de los textos platnicos, satelizadas alrededor de la
nocin de acuerdo y en decidida oposicin a la violencia de la palabra retrica, circunscriben la
dinmica dialgica en torno a un espacio no contaminado por el dominio. Gadamer sostiene
que en la comunicacin dialctica algo aparece puesto en el medio, y los interlocutores
participan de ello; el acuerdo en la conversacin no es un mero exponerse e imponer el
propio punto de vista, sino una transformacin hacia lo comn1. E. Berti declara que en la
refutacin socrtica no se produce ningn constreimiento y ninguna violencia; la dialctica
antigua se identifica con una serena, continua e incansable disponibilidad a la discusin2.
La metafsica implcita en estas defensas contemporneas del dilogo parece manifestarse
en las palabras de Emmanuel Levinas: La verdad surge all donde un ser separado del otro no
se abisma en l, sino que le habla3. La relacin con el otro, nuestro maestro, hace posible la
verdad4. En este sentido el planteo subyace a una concepcin del lenguaje como espacio de
encuentro con el Rostro del Otro, como forma de aproximacin cara-a-cara con la otredad.
En consonancia con estos presupuestos dialgicos, el saber retrico es presentado por Levinas
como un ejemplo de que no todo discurso es relacin con la exterioridad5. La retrica []
es violencia por excelencia, es decir, injusticia6. Se trata de un saber que no supone al Otro
como interlocutor, sino a la muchedumbre, y se acerca a ella mayoritariamente bajo la
modalidad de la conduccin: La retrica, que no est ausente en ningn discurso, y que el
discurso filosfico busca superar, se resiste al discurso (o lo gua: pedagoga, demagogia,
psychagoga, las cuales abordan al Otro no de frente, sino oblicuamente.
Situando en el dilogo platnico las claves de una metafsica del encuentro, Levinas
considera al intercambio dialgico como una particular relacin con el interlocutor en el
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discurso, matriz tica fundamental que reconoce al Otro su privilegio de otro, y su seoro,
un acceso al otro fuera de la retrica que es engao, dominio y explotacin7.
En las antpodas de estas concepciones se halla la lectura socrtica de Elas Canetti, que
concibe la pregunta como instrumento de poder: Todo preguntar es incursionar. Cuando la
pregunta se practica como medio del poder, corta como una navaja en el cuerpo del
interrogado (336). El efecto de las preguntas es realzar el sentimiento de poder del
interrogador; le dan ganas de hacer ms y ms. Quien responde se somete tanto ms cuanto
ms cede a las preguntas. La libertad de la persona reside en buena parte en defenderse de las
preguntas (337). Las preguntas buscan respuestas; aquellas que no reciben respuesta son
como flechas disparadas al aire (336)8. Analizando desde este mdulo los dilogos platnicos,
Scrates es coronado como una especie de rey del preguntar. [...] Pero no comunicaba a
menudo su sabidura en una conversacin coherente, sino que formulaba preguntas. En los
dilogos, Platn pone en su boca las preguntas ms determinantes e importantes. As, Scrates
ya no suelta a sus auditores y los obliga a separaciones de la especie ms diversa. Alcanza su
dominio sobre ellos exclusivamente por medio de las preguntas9.
En la misma lnea se mueven las siguientes palabras de Walter Benjamin: La pregunta
socrtica no es una pregunta sagrada que espera una respuesta y posee unas resonancias que
reviven en ella: tal pregunta no incluye en su interior [] el modo en que ha de darse la
respuesta, sino que, violenta y hasta arrogante, simula ser un simple medio de forzar el
discurso. [] La pregunta socrtica acosa a la respuesta como los perros a un ciervo10.
En concordancia con estas perspectivas, en las ltimas dcadas numerosos estudios sobre
la dimensin retrica y dramtica de los dilogos platnicos (en particular los trabajos de Livio
Rossetti) han puesto de manifiesto el perfil de un Scrates retrico pasible de ser iluminado a
partir de los instrumentos tericos del anlisis del discurso, de las teoras de la argumentacin y
de la pragmtica de los actos de habla. Aparecen dinamizadas desde esta ptica mltiples
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operaciones de autolegitimacin que el filsofo pone en prctica para erigirse en juez del
acuerdo vlido, relegando a sus interlocutores a la ubicacin subalterna del asentimiento. Lejos
de la atmsfera dialgica de encuentro y unin a travs del lenguaje, ms all de toda
idealizacin de una comunidad de iguales frente a la verdad consensuada, las formas platnicas
de escenificar el curso efectivo de las discusiones y de dramatizar las relaciones entre el
portavoz principal y los otros hablantes no excluyen la dimensin del poder. El Scrates
platnico no es un mayutico meramente desinteresado, sino que se preocupa constantemente
por asegurarse en el curso del intercambio discursivo la sancin de una superioridad que lo
habilite como locutor hegemnico, generndose en torno a esta voluntad de superioridad
dialgica una cierta micropoltica de estrategias y contraestrategias, legitimaciones e
impugnaciones conversacionales hbilmente dispuestas por la pluma platnica.
Ahora bien, dentro de esta perspectiva, segn la cual el dilogo platnico es posible slo
sobre la base del monopolio de la pregunta socrtica, el Gorgias se enmarca como una anomala.
Los intentos de Scrates por fijar las pautas metodolgicas del dilogo son sistemticamente
contestados, impugnados, desobedecidos. Sus esfuerzos por orientar el sentido y por establecer
cadenas argumentativas se ven constantemente interrumpidos por insidiosos interlocutores
retricos que hacen gala de una refractariedad inaudita. A medida que discurre el coloquio se
intensifican el desacuerdo y la irritacin entre los participantes, y una progresiva amenaza de
disolucin obliga al mismo Gorgias a oficiar ocasionalmente como mitigador de los nimos. La
progresiva escalada de violencia dialgica que culmina en el mutismo hostil de Calicles suscita
una desagradable mezcla de desconcierto y amargura, tanto para el lector que espera el acuerdo
alrededor de una verdad consensuada como para el que intenta seguir el liderazgo socrtico de
la exposicin del tema propuesto.
En el presente trabajo nos proponemos relevar las fracasadas estrategias socrticas de
consolidacin de la hegemona conversacional tanto como las resistencias y deslegitimaciones
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de sus oponentes: a partir del anlisis de estos recursos enfrentados pretendemos dar cuenta de
la problematicidad metodolgica de este dilogo. En cuanto al procedimiento que llevaremos a
cabo, consistir en delinear brevemente, en primer lugar, las estrategias clsicas de
autolegitimacin, para luego ver de qu modo se ven desactivadas en el Gorgias.
La estrategia primera con vistas a la consecucin de la hegemona dialgica consiste en la
voluntad de definicin/nominacin. La disputa por la imposicin del sentido de la cuestin
tratada, el per t (acerca de qu) de la conversacin, conoce entre los participantes del Gorgias
una oposicin ms acrrima que entre interlocutores de otros dilogos. La exigencia de
Scrates de operar la suspensin evaluativa que habilite el espacio de la definicin y sus
intentos de imponer en los interlocutores la metodologa definicional del qu es x se ven
sistemticamente contrarrestados por la carga evaluativa originaria del saber retrico, un saber
agonstico de ataque y defensa, de encomio y censura no esencialmente involucrado con
ningn recurso preminente. Mientras que la anterioridad metodolgica de la pregunta por el
qu busca aislar el recurso retrico de la definicin y potenciarlo, darle un espesor
privilegiado, la retrica no atribuye a ningn recurso una prioridad trascendental: se privilegia
coyunturalmente un recurso u otro en funcin de los fines estratgicos y de las necesidades
expresivas propias de la argumentacin que concretamente se est desarrollando.
La voluntad de definicin socrtica se manifiesta polmicamente ya desde las pginas
iniciales, en las que rechaza el rol pasivo que intenta asignarle Calicles, dueo de casa, al
invitarlo a escuchar (akosai) la demostracin retrica de Gorgias. Scrates evidencia su
intencin de interrogar, y no de escuchar, al orador de Leontinos en torno a la especificidad de
la retrica y en torno a los objetos sobre los cuales versa, exigencia de nominacin repetida sin
xito en numerosas oportunidades, desoda sistemticamente.
Ante la ausencia de consenso en cuanto a esta pauta procedimental, Scrates se ve obligado
a someter a acuerdo una y otra vez lo que considera los requisitos mnimos del buen dilogo.
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La intencin que atraviesa por lo general esta maniobra socrtica coincide con la voluntad de
sellar un pacto que obligue a sus suscriptores a respetar las condiciones dialgicas que el
mismo Scrates plantea. Con el objetivo de neutralizar las violentas irrupciones del impulsivo
Polo, el filsofo consensa con Gorgias la regla de no utilizar largos discursos y de atenerse a
la estructura de la pregunta y la respuesta. Con tono imperativo pretende ligar a Gorgias a la
promesa de los parlamentos breves en respuesta a preguntas: Pero no quebrantes lo
prometido y disponte a responder a lo preguntado con brevedad (449 b). Scrates
compromete la continuidad del dilogo con la vigencia de las condiciones pretendidas
(querras seguir dialogando como hasta ahora? Porque si crees que conviene disolver la
conversacin, dejmosla ya y pongmosle fin, 458 b).
Con la prohibicin de la makrologa, Scrates se posiciona en un autoadjudicado sitial de
autoridad que sin embargo no logra validar en el curso efectivo de la conversacin: en efecto,
la regla a favor de la braquiloga dialogada no termina por imponer obediencia ni siquiera en el
mismo Scrates, quien se ve obligado a reconocer finalmente que quizs he cometido algo
fuera de lugar, porque no permitindote pronunciar largos discursos, yo en persona he
engendrado un discurso abundante (465 e). La inconsecuencia es imputada, no obstante, a la
esquiva naturaleza de los interlocutores, aqu de Polo, pero ms tarde tambin de Calicles.
Otra clsica estrategia socrtica de consolidacin de la hegemona dialgica reside en la
ocupacin del lugar de la pregunta, que lo autoriza a conducir el orden expositivo de la
conversacin. A pesar de los esfuerzos socrticos por decidir el sentido del dialgesthai a partir
de la monopolizacin de la pregunta, en el Gorgias aparece marcada la crisis de su capacidad de
conduccin. El impetuoso Polo toma en numerosas oportunidades la posta de la interrogacin,
aunque siempre bajo el constante acecho de un Scrates reacio a ceder su supremaca: el
filsofo corrige el preguntar de su interlocutor (Me haces una pregunta o empiezas un
discurso?; Me haces al mismo tiempo dos preguntas?), lo subestima (vas a entender mi
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contestacin?), induce las preguntas que el otro debe hacerle (pregntame qu arte es la
culinaria; pregntame qu parte de la adulacin es, a mi juicio, la retrica), para finalizar por
impugnar su capacidad de interrogacin e instarlo a resignarse al lugar subordinado de la
respuesta: si puedes interrogarme, demustrame que estoy equivocado; en caso contrario,
responde a mis preguntas; mira si quieres por tu parte ofrecerte a una refutacin
respondiendo a mis preguntas. Pese a sus pretensiones, el filsofo no logra sin embargo
mantenerse firme en el rol del inquisidor: Polo no contesta (Crees que digo verdad, Polo, o
no? Por qu no respondes?; Por qu no contestas? Di s o no a lo que te pregunto),
directamente elude las respuestas (Responde t mismo a esa pregunta, Scrates) o se limita a
contestarlas histrinicamente con risas, ante la indignacin de Scrates: Qu es eso, Polo?
Te res? Es ste otro nuevo procedimiento de refutacin? Rerse cuando el interlocutor dice
algo sin argumentar contra ello?.
Los interlocutores retricos no estn dispuestos a dejarse aprisionar por la pregunta
socrtica, e impugnan una y otra vez las simplificaciones que el maestro de Platn comete para
forzar las contradicciones; en este sentido, las resistencias de Calicles a subordinarse a la
pregunta son paradigmticas: No s lo que dices, Scrates, dirige tus preguntas a otro; No
podras completar la conversacin t solo, o bien con una exposicin seguida, o bien
preguntndote y contestndote t mismo?.
La precisin y sutileza del razonar socrtico, modos tradicionales de legitimar su
hegemona dialgica, son contestadas en boca de Calicles, y acusadas de sofistiquera: Dime,
Scrates: no te avergenzas a tu edad de andar a la caza de palabras y de considerar como un
hallazgo el que alguien se equivoque en un vocablo? (489 b); No s qu sofismas dices.
Scrates no logra tampoco validar en la arena dialgica su tradicional recurso a las
inferencias analgicas o pseudo-analgicas (apelando a mdicos, zapateros, pastores, entre
otros registros), estrategia en la que Livio Rossetti ve otro velado instrumento de poder, un
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medio de imponer, mediante deslizamientos que los interlocutores no suelen percibir, la propia
forma de plantear el problema11. Pero los interlocutores del Gorgias desactivan infatigablemente
los intentos socrticos de establecer analogas. Gorgias mismo se burla del analogizar socrtico
que intenta aducir modelos de respuesta a la pregunta por el arte del orador en relacin con los
paradigmas del mdico, del maestro de gimnasia y del banquero: En virtud del poder de la
retrica, Scrates, impondrs tu opinin y sern tus esclavos el mdico y el maestro de
gimnasia, y en cuanto a ese banquero, se ver que no ha adquirido la riqueza para s mismo,
sino para otro, para ti, que eres capaz de hablar y persuadir a la multitud (452 e). Menos
sofisticado, Calicles impugna el razonamiento por analoga sin recurrir a expresiones indirectas:
Hablas de alimentos, de bebidas, de mdicos, de tonteras. Yo no digo eso; De qu
vestidos hablas?; qu calzado es se? Insistes en decir tonteras; Por los dioses, no cesas, en
suma, de hablar continuamente de zapateros, cardadores, cocineros y mdicos, como si nuestra
conversacin fuera acerca de esto; hablo de los ms poderosos, que no son los zapateros ni
los cocineros, sino los de buen juicio para el gobierno de la ciudad.
A medida que las formas de afianzamiento de la conduccin socrtica se ven desestimadas
una por una, y la imagen del filsofo se va devaluando progresivamente, el proceder dialgico
ingresa en un proceso de corrupcin irremediable, y Scrates no sabe cmo lograr dar cierre
conceptual a la discusin. Es en este punto que Calicles revela que la apertura hacia el otro que
pregunta, la respuesta a su voluntad de indagacin, implica sin duda la aceptacin de una
relacin recproca que es adems recproca necesidad, y en este contexto pone en prctica una
contraestrategia radical que consiste simplemente en irse de la arena dialgica: Habla t solo
amigo, y termina, Te dir que s para darte el gusto, No seras capaz de hablar t solo, si
no se te contesta?.
Un solitario Scrates se ve as obligado a contestar en nombre de su hosco interlocutor,
reproduciendo monolgicamente una estructura de pregunta y respuesta a la que no est
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dispuesto a renunciar. Las ltimas condiciones que Scrates intenta imponer no lo involucran
prcticamente ms que a l mismo, esquizofrnico Scrates que se pregunta, se responde y
pacta consigo mismo (506 a).
Slo hacia el final del dilogo reconoce Scrates amargamente el fracaso de la interaccin
comunicativa y depone su optimismo del consenso: En todo caso t y yo estamos haciendo
algo ridculo en esta conversacin. Durante todo el tiempo que llevamos hablando no cesamos
de dar vueltas a la misma cuestin, sin enterarse cada uno de lo que el otro dice (517 c).
Amarga constatacin de un desacuerdo de dinmica recursiva que imprime su huella en un
espacio dialgico en ruinas.
* * *
Situndonos en la perspectiva del Nietzsche de Ecce Homo, que afirmaba que Platn se ha
servido de Scrates como de una semitica platnica, es decir, como fuente de smbolos,
frmulas, expresiones y recursos lingsticos para emitir su mensaje, resulta importante leer
esta serie de escenificaciones metodolgicas del curso de la comunicacin dialogada como una
forma de Platn de extremar un conflicto de saberes (retrica versus filosofa) que hunda sus
races en el sentido del mismo acto de hablar. En esta clave se problematizan en el Gorgias las
mismas pautas de racionalidad del gnero dialgico en el curso de su despliegue, y con una alta
variedad de recursos dramticos, Platn explora los bordes de su propio registro formal,
sembrando el texto de referencias crticas, incluso pardicas, a los lmites y problemas de lo
dialgico, polarizando estos temas alrededor de dos formas antagnicas de
validacin/legitimacin que se disputan la hegemona sobre un campo de sentido. Como
resultado de este antagonismo, el dilogo se quiebra ya desde la forma y el ritmo, escindindose
en planos difciles de totalizar interpretativamente.
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La especificidad del Gorgias reside en que Platn lleva su problematizacin de la forma
dialgica hacia extremos inditos, llegando hasta comprometer las condiciones de posibilidad
de la ficcin dialgica que enmarca su escritura. Mientras que la versin standard de Scrates
estructura espacios de intercambio discursivo, instaura roles y dispone amigos y enemigos
desde el monopolio soberano de la interpretacin, la andadura de la conversacin que se
desarrolla en casa de Calicles se encuentra minada de vacuolas de violencia dialgica que
Scrates no logra absorber, incorporar, canalizar, fracturndose no slo su preminencia
respecto de cualquier otro interlocutor, sino la posibilidad misma de consensuar y respetar
pautas dialgicas procedimentales que busquen encauzar la potencia soberana de la palabra
retrica.
Pero si estas desviaciones pueden hallarse en momentos de otros dilogos, no sin una
singular virulencia en el Trasmaco del libro I de la Repblica, en el Gorgias se extrema la puesta
en crisis de la forma dialgica a travs de la exploracin narrativa de la peor disupcin contra el
circuito de normalidad del dilogo: el mutismo hostil de Calicles contrarresta toda posible
proyeccin de un campo de validez intersubjetivo para el lenguaje: Destruyes, Calicles, las
bases de la conversacin (495 a).
Suspensin de la posibilidad del intercambio conversacional, violencia que desnuda la
voluntad socrtica de consenso en sus lmites constitutivos, pero que termina por
comprometer tambin las condiciones de toda enunciacin dialgica, convocando incluso al
silencio, espectro de la nada del lenguaje.
Notas
1 Verdad y mtodo, trad. A. Aparicio y R. de Agapito, volumen I, Salamanca, Sgueme, 1993: 457-458. 2 Cmo argumentan los hermeneutas?, en Vattimo, G. (comp.), Hermenutica y racionalidad, trad. S. Perea Latorre, Buenos Aires, Norma, 1994, pp. 31-59: 45, 59. 3 Emmanuel Levinas, Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, trad. D. Guillot, Salamanca, Sgueme, 1977 (1971): 85 4 Ibid.: 95. 5 Ibid.: 93.
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6 Idem. 7 Ibid.: 95. En este sentido, superacin de la retrica y justicia coinciden. 8 Elias Canetti, Masa y poder, trad. H. Vogel, Madrid, Alianza, 2000 (1960). 9 Ibid.: 340. 10 Walter Benjamin, Scrates en Metafsica de la juventud, trad. L. Martnez de Velasco, Barcelona, Altaya, 1998: 178. 11 Sulla dimensione retorica del dialogare socratico, en Mthexis III (1990), pp. 15-32: 21, 24-25.
Fuentes Platn, Gorgias, trad. J. Calonge en Dilogos II, Madrid, Gredos, 2000. Dodds, E.R., Plato. Gorgias. A revised text with introduction and commentary, Oxford, Clarendon Press, 1966.