Lo esencial es invisible a los ojos

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El Principito Antoine Saint Exupery 4 Comentario de texto de Manuel Ballester Profesor de Educación Secundaria del IES «Tirant lo Blanch». Elche (Alicante) Lo esencial es invisible a los ojos

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Principito

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El PrincipitoAntoine Saint Exupery

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Comentario de texto de Manuel BallesterProfesor de Educación Secundaria del IES «Tirant lo Blanch». Elche (Alicante)

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ResumenResumen.. Sobre el planeta del Principito hubosiempre flores simples que ni ocupaban lugar, nimolestaban a nadie. Aparecían y desaparecían.Pero un día apareció una briznilla que no se pare-cía a las otras, el tiempo y el cuidado que se tomóantes de hacer su primera aparición despertó en elPrincipito una expectación enorme.Era conmovedoramente bella, pero muy coqueta,no muy modesta, con una vanidad un poco som-bría, exigente y alguna vez la sorprendió prepa-rando una ingenuamentira. Por eso, apesar de la buenavoluntad de su amor,el Principito dudópronto de ella.No obstante, confía alaviador que no supocomprenderla, que nodebía haber huido,tendría que haber adi-vinado su ternura trassus argucias. Pero"era demasiado jovenpara saber amarla".

C o m e n t a r i o .Cada hombre es unmundo. En la obra,los planetas simboli-zan tipos de personas.El planeta del

Principito significa un tipo de persona. Una perso-na que ve lo esencial.La relación con la flor es de tipo amoroso. La florsimboliza a la persona amada. En el planeta delPrincipito había otras flores pero éstas se presen-tan con unas características que las distinguennetamente de la flor del Principito. Las otras sonmuy simples, «no ocupaban apenas lugar y nomolestaban a nadie»1. Frente a las indicadas trescaracterísticas, la flor del Principito no es simple,

sino «bastante com-plicada»2, ocupa total-mente la atención y eltiempo del Principitoy, además, con untono exigente «le ator-mentó rápidamentepor su vanidad unpoco sombría»3.La flor del Principitoes, en definitiva, abso-lutamente distinta a loque él había vistohasta entonces: «habíagerminado un día, deun grano venido de nose sabe dónde»4. Laflor germina, madura,se constituye comoflor (y completamentedistinta a todas lasdemás) sobre el terre-

VIII. El nacimiento del amor

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no de este planeta. Lo que la hace distinta es queen esta tierra es donde se ha hecho una flor (unamujer). Por eso no puede recordar nada de otroslugares: «había venido en forma de grano. Nohabía podido conocer otros mundos»5 sencilla-mente porque antes de constituirse como lo queahora es no era la misma, sino otra. Sólo es lo quees porque ha captado la atención del Principito. Enel pensamiento de Saint-Exupéry el hombre es«un nudo de relaciones»6, el hombre necesita delos demás para serlo. Y la relación amorosa es untipo particular de relación entre personas.El texto describe a la flor con calificativos comocoqueta7 (aunque bella8), no muy modesta (aunqueconmovedora)9, exigente, mortificante, provistade una vanidad sombría10, muy complicada11, men-tirosa12, con pobres astucias13. Parece lógico que elPrincipito hubiese «dudado pronto de ella»14. Enesa relación parece que la flor no da nada, sólopide. Da la impresión de tratarse de una relaciónde dominio, de ama-esclavo por usar la terminolo-gía hegeliana. Incompatible con el amor, pero unarelación al fin y al cabo, y muy frecuente.Sin embargo, en la distancia, cuando el Principitonarra lo acaecido, se echa a sí mismo la culpa delo ocurrido. Piensa que «había tomado en seriopalabras sin importancia, y eso le convirtió en unapersona muy desgraciada»15 debiera haberse enter-necido, no mirar a las palabras sino a los hechos(«el lenguaje es fuente de malentendidos»16) , nodebiera haber huidojamás, debiera haber adi-vinado su ternura tras susastucias. En definitiva,las flores son tremenda-mente contradictorias,pero él no supo compren-der nada: era demasiadojoven para saber amarla.Era demasiado jovenpara saber amarla. Laamaba, pero no sabíaamarla. Hay que enten-der que no se trata de unaincoherencia. Se puedecantar sin saber cantar;pero entonces se cantará

mal. Para hacer algo se requieren tanto las condi-ciones como el aprendizaje. Si hemos necesitadoque nos enseñen a hablar, andar, comer,… meparece pura simpleza pensar que lo que se refierea nuestra vida íntima sea de otro modo. Es nece-sario tomarse en serio la advertencia delPrincipito: hay que aprender a amar.Una primera condición necesaria para el amor esla responsabilidad. El Principito, aunque parezcaresponsable porque cuidaba su planeta, ahora setiene que hacer responsable de algo a lo que quie-re; esa fusión de amor y responsabilidad la iráadquiriendo en los próximos capítulos, al tiempoque vaya madurando. Ahora aún no, aún es dema-siado joven.El tipo de amor del que se habla aquí es el amorque tiene en cuenta el carácter sexuado de las per-sonas que se aman. Es frecuente confundir carác-ter sexuado con dimensión sexual. La dimensiónsexual hace referencia a un aspecto de la persona,mientras el carácter sexuado señala la totalidad dela persona. En definitiva somos personas femeni-nas o masculinas y, en función de esta diferencia,sentimos, percibimos la realidad, estructuramosnuestros intereses, proyectamos nuestra vida, yamamos: todo lo que hacemos o pensamos hacerestá tamizado por lo que somos y, en la presenteperspectiva, lo que somos en primer término eshombres o mujeres.Una consecuencia de lo indicado es que el enamo-

ramiento es vivido de unmodo por el varón y deotro por la mujer. Dehecho, este capítuloenfoca la cuestión desdela perspectiva delPrincipito; el próximocapítulo muestra elpunto de vista de lamujer.¿Cómo ve las cosas elPrincipito? Él ve quetenía su planeta, su vida,organizada, bajo con-trol. En un momentodado aparece una mujerextraordinaria (distinta

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a las demás) y se siente atraído por ella, la flor-mujer empieza por instalarse en el planeta delPrincipito pero, andando el tiempo, le ocuparátoda su atención y le irá requiriendo cada vez mástiempo: le pide todo y no da nada. El Principito,aunque ve que es una mujer extraordinaria, a pesarde la sinceridad de su amor, empieza a ver losaspectos negativos de esa mujer. Aspectos que sonreales y que molestan al Principito.Por eso, decidió huir. Pero esa huida fue un errorfruto de la inmadurez. No supo ver que las difi-cultades, reales, innegables, son algo inevitable enel camino del amor. Superar juntos las contrarie-dades grandes o pequeñas derivadas del distintomodo de ser es esencial para llegar a querer al otrotal como es. Porque si lacrisis es producida por algoobjetivamente malo delotro, entonces eso le ayuda-

rá a darse cuenta y esforzarse por mejorar. Si, porel contrario, se trata de algo meramente subjetivo,aprenderé a ceder. En cualquier caso, en ese pro-ceso se va aprendiendo a conocer y querer al otrotal como él es, no según una imagen idealizada deél.Pero enfocarlo así supone madurez. El Principitono supo, era demasiado joven y huyó. Ahora hamadurado, prueba de ello es que es capaz de asu-mir su error como punto de partida: «Comprendoel sentido de la humildad. No es denigrante en sí.Por el contrario, es el principio mismo de laacción. Si, con intención de absolverme, excusomis desgracias por la fatalidad, me someto a lafatalidad. Si las excuso por la traición, me someto

a la traición. En cambio, siacepto el error, reivindicomi poder de hombre. Puedoactuar sobre lo que soy»17.

«Una primera condiciónnecesaria para el amores la responsabilidad»

1 VIII, 38 (30)2 VIII, 40 (32)3 VIII, 39 (32)4 VIII, 38 (31)5 VIII, 40 (32-33)6 SAINT EXUPERY, A., Piloto de Guerra, XIV, 391, 432 et passim en Obras Completas, Plaza y Janés, B. Aires,

Barcelona, México, Bogotá, 1967. Como se sabe es una de las ideas-fuerza de Saint Exupéry. Las referenciaspodrían multiplicarse con facilidad.

7 VIII, 39 (31)8 VIII, 39 (31)9 VIII, 39 (31)10 VIII, 39 (32)11 VIII, 41 (33)12 VIII, 41 (33)13 VIII, 42 (33)14 VIII, 41 (33)15 VIII, 41 (33)16 XXI, 84 (69)17 SAINT EXUPERY, A., Piloto de Guerra, XXV, 457

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IX. El amor como camino hacia sí mismo

Resumen. La mañana de su partida puso enorden su planeta realizando una serie de trabajosfamiliares que entonces le parecieron extremada-mente dulces.A la hora de la despedida, él siente ganas de llorar.A la flor le cuesta romper su silencio para decir:—He sido tonta. Te pido perdón. Intenta ser feliz.La flor confiesa que ella lo amaba. Él no lo ha sabi-do por culpa de ella. No obstante, añade:—Pero tú has sido tan tonto como yo.El Principito intenta ponerle el globo protector,como hacía habitualmente, pero ella lo rechaza ylo anima a que se vaya pronto. Era muy orgullosa:no quería que la viese llorar.

Comentario. El Principito tiene que partir. Noestá bien con la flor. Parece fácil de entender quesi dos personas no se quieren o no se entienden, lodejen. Quisiera llamar la atención sobre el detalle

siguiente: la flor, entonces una semilla, llegó alplaneta del Principito. Ahora el Principito debeabandonar "su" planeta. Pero lo lógico, ¿no seríaque echara a la flor? ¿no se trata del planeta delPrincipito? Si, además, tenemos en cuenta que elplaneta simboliza al propio Principito, la cuestiónes más compleja. Al menos a primera vista.Intentemos entenderlo desde otra perspectiva. ElPrincipito tiene que abandonar el planeta porque esdemasiado joven para saber amar; es decir, tieneque dejar atrás su juventud, tiene que madurar. Poreso, la mañana de su partida vuelve a realizar lastareas familiares, lo que le había acompañadodesde la infancia. Y sabe que el tiempo para eso haterminado. En el camino hacia la madurez dejamosatrás momentos llenos de ilusión, repletos de vidaque quizá no supimos valorar cuando estaban, peroque nos son muy queridos porque constituyen,todos juntos, nuestro pasado y nuestro presente.

«El Principitotiene que

abandonar elplaneta porquees demasiado

joven parasaber amar»

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Eso es lo que nosotros somos, ese es el planeta delPrincipito. Y un día en esa vida se instala el amoren forma de una persona que reclama que le dedi-quemos nuestra existencia. Y ese día hay queabandonar el planeta, nuestra vida de infancia debequedar atrás. Hay que salir de nosotros mismos.Precisamente porque esa persona está dentro. Si laechamos a ella de nuestra vida, entonces permane-ceremos como seres infantiles (no niños, sinoinmaduros) que han carecido del coraje para cons-truir su propia vida. En este sentido, el amor esalgo que hay que conquistar, es una meta. El amores el camino hacia sí mismo.El mundo de la infancia es el lugar que nos hanutrido y protegido. Pero para madurar es necesa-rio abandonarlo. Ahí, con esas condiciones, no sepuede madurar: hay que salir de sí.Homero pone esta idea en boca deAtenea, diosa de la sabiduría.Explica a Ulises que no haevitado penalidades a suhijo Telémaco pudiendohacerlo; por el contrario,le ha incitado al viaje«porque Telémaco teníaque salir de sí, salir decasa, para hacerse unrenombre, para ser otro,para ser más plena yradicalmente sí mismo, unhombre, con una existenciahumana, para ser alguien».Quizá, como ocurre en la narra-ción homérica, para volver al hogar,para volver pero siendo otro porque ya sehan desplegado las posibilidades de la propia vida,ya se ha madurado. Por eso el amor es el caminohacia sí mismo, porque empuja a la consecución delo mejor que hay dentro de nosotros.El Principito, pues, tiene que partir. Sabe que tieneque partir para madurar, pero la añoranza por loque deja es grande y ante la flor que aún no posee(porque no puede, porque no sabe aún amarla, por-que no es maduro), siente ganas de llorar.Nuevamente vemos confirmada la idea de que elllanto se produce cuando nos encontramos ante

«valores amenazados, perdidos o, también, losvalores irrealizados o irrealizables». Porque aquíse pierde la infancia y todo lo valioso que hay enella y no se gana aún la madurez y todo lo valiosoque hay en ella (incluido el amor): se inicia uncamino hacia la conquista, ardua, de esos valores;pero nada garantiza el éxito. Es segura la pérdidade unos valores, pero incierta la conquista de losotros.En el capítulo anterior vimos cómo el Principito nosupo amar a su flor. Pero la amaba y por eso diceque fue culpa suya, de su excesiva juventud. Ahoratoca el turno a la flor. Digamos que en este capítu-lo se expresa la misma cuestión, pero esta vezdesde la perspectiva femenina.Ella le dice que ha sido tonta, no ha sabido hacer

bien las cosas. Ella también quiere alPrincipito. Se ha equivocado y

pide perdón.Ambos aman y por eso

ambos tienen la sensaciónde tener la culpa, dehaberlo hecho mal.Ambos reconocen suerror, por eso esta his-toria aún puede termi-nar bien. Si le echasenla culpa al otro, ya no

habría posibilidad algu-na. Si la culpa es mía,

puedo intentar arreglar loque está mal; si la culpa es

del otro, yo no puedo hacernada.

Ella ha reconocido su error, pero dice queél también ha sido tonto. Él ha sido tonto porque noha entendido nada. No ha visto que tras lo que élsentía como exigencias, argucias, falta de modestia,etc. se escondía un intento de conseguir que elPrincipito tuviera detalles con la flor. Y tener deta-lles con la flor es bueno para la flor, pero tambiénes bueno para el Principito. Pero él no supo verloasí, como parte del aprendizaje del amor. Él tam-bién ha sido tonto: no tendría que haberse fijado ensus palabras, sino en la ternura de la flor, en susactos («ella me perfumaba y me iluminaba» ).

«El Principitosabe que tiene que

partir para madurar,pero la añoranza por lo

que deja es grande yante la flor siente

ganas de llorar»

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En esto coinciden ambos, pero hay una diferen-cia importante: ella es consciente de la situacióndesde el primer momento. Él se hace conscien-te mucho después. En el ámbito de las relacio-nes afectivas, la mujer suele ser más rápida ycertera que el hombre. Por eso la flor,lúcida desde el principio, ha idorequiriendo al Principito una serie deservicios. Él lo ha vivido como exi-gencias, caprichos, etc. Ella queríaobligarle a progresar, a mejorar, asalir de sí.

Puede pensarse que ella ha fracasado puesto queno ha sido capaz de conseguir que el Principitohaya visto su amor. Pero puede pensarse tambiénque ha triunfado en cuanto que ha obligado alPrincipito a salir de sí, que, como vimos, es condi-

ción para el amor. Cualquiera de las dosinterpretaciones podría ser correcta:¡son tan contradictorias las flores! y enambas queda claro que «no basta dar.Es preciso construir a quien recibe.Para el placer del ajedrez hubiese sidopreciso construir al jugador» .

1CHOZA, J. y P., Ulises, un arquetipo de la existencia humana, 107; HOMERO, Odisea, XIII,415 ss.

2STERN, A., Filosofía de la risa y del llanto, 52.3VIII, 41 (33).4SAINT-EXUPERY, A., Ciudadela, CXCIV, 1040.