Lo que realmente vale la pena en la

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Mateo 6: 25 al 34

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Mateo 6: 25 al 34

Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una caverna, escuchó una voz misteriosa que desde dentro le decía:

“Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal”. Recuerda algo: “Después que salgas, la puerta se cerrará para siempre; por lo tanto, aprovecha la oportunidad… pero no te olvides de lo principal.”.

La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas.

Fascinada por el oro y las joyas, puso al niño en el piso y empezó a juntar ansiosamente todo lo que podía en su delantal.

La voz misteriosa habló nuevamente: “¡TIENES SÓLO OCHO MINUTOS!”

Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se cerró… recordó, entonces, que el niño quedó dentro y la puerta estaba cerrada para siempre.

En realidad, a mayor sabiduría, mayores molestias; cuanto más se sabe, más se sufre.

El hacer muchos libros no tiene fin, y el mucho estudio cansa.

Me dije entonces: «Vamos, pues, haré la prueba con los placeres y me daré la gran vida.» ¡Pero aun esto resultó un absurdo!

A la risa la considero una locura; en cuanto a los placeres, ¿para qué sirven?

al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo.

Dios hizo perfecto al hombre, pero este se ha complicado la vida.

El que ama el dinero, siempre quiere más; el que ama las riquezas, nunca cree tener bastante.

tal como vino a este mundo, así se irá: tan desnudo como cuando nació, y sin llevarse nada del fruto de su trabajo.

Diviértete, joven, ahora que estás lleno de vida; disfruta de lo bueno ahora que puedes. Déjate llevar por los impulsos de tu corazón y por todo lo que ves, pero recuerda que de todo ello Dios te pedirá cuentas.

Aleja de tu mente las preocupaciones y echa fuera de ti el sufrimiento, porque aun los mejores días de la juventud son vana ilusión.

Acuérdate de tu Creador ahora que eres joven y que aún no han llegado los tiempos difíciles; ya vendrán años en que digas: “No me trae ningún placer vivirlos.”