Lo Que Sana Es El Proceso

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Lo que sana es el proceso El modelo alopático ha calado tan hondo en nuestra forma de concebir y entender los procesos por los que se desenvuelve la vida, que la terapia floral de Bach no ha quedado exenta de ser valorada muy frecuentemente desde este parámetro. A menudo, y seguramente en todas partes, podemos escuchar tanto a terapeutas y clientes, usar un lenguaje coincidente: <<Di tal flor para tal cosa>>, o bien: <<Le di tal flor y pasó tal cosa>>; <<Tomé tal flor para esto o lo otro>>; <<Esta flor me quitó esta cosa>>, <<Pero, ¿Cuál es la flor para…?>> etc…. Si hablásemos de fármacos, este tipo de afirmaciones tendría mucho más sentido, ya que hay una clara relación causa/efecto entre la toma del mismo y la producción de efectos que se pueden evidenciar de forma muy lineal y a menudo inequívoca. Pero cuando hablamos de las esencias florales el tema es muy diferente. Para quienes venimos de la medicina alopática, resulta chocante y ciertamente preocupante, ver como esa visión tan materialista y limitada de comprensión se extrapola a campos que por definición deberían funcionar desde otro marco conceptual, y me estoy refiriendo a la naturopatía y cómo no a la terapia floral de Bach. No creo que el objetivo de esta última pueda ni deba ser el jugar a ser médico alópata pero sin medicamentos. Para ello ya existen carreras y estudios que facultan y entrenan en el uso de los mismos. Pero afortunadamente las flores funcionan en unos campos totalmente diferentes de los de nuestra intencionalidad,, a menudo confusa y desviada. Nunca está de más recordar unas nociones de qué es la enfermedad para Bach, cómo se produce, y cómo actúan las flores. El motivo de la vida (la encarnación para Bach) es el aprendizaje. Para ello nos revestimos de una personalidad tipo que nos va a facilitar el aprendizaje de unas determinadas lecciones (intra o interpersonales) que tienen que ver con el desarrollo espiritual, crecimiento personal, o inteligencia emocional, que para mí son sinónimos. Todos tenemos un Alma o Ser Superior que guía la personalidad, en la dirección de este aprendizaje trascendente (básicamente a través de la intuición). Cuando la personalidad se desvía del camino trazado por el Alma, surge el conflicto (la disarmonía) que posiblemente cristalizará en una enfermedad somática. Precisamente, los signos y síntomas de la misma serán el aviso de que algo no funciona (la conexión Alma-personalidad) y debe ser reconducido. De manera que la enfermedad no se erige aquí como un castigo, sino como la oportunidad de rectificar una actitud, creencia o percepción equivocada.

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Lo que sana es el procesoEl modelo alopático ha calado tan hondo en nuestra forma de concebir y entender los procesos por los que se

desenvuelve la vida, que la terapia floral de Bach no ha quedado exenta de ser valorada muy frecuentemente desde

este parámetro.

A menudo, y seguramente en todas partes, podemos escuchar tanto a terapeutas y clientes, usar un lenguaje

coincidente: <<Di tal flor para tal cosa>>, o bien: <<Le di tal flor y pasó tal cosa>>; <<Tomé tal flor para esto o lo

otro>>; <<Esta flor me quitó esta cosa>>, <<Pero, ¿Cuál es la flor para…?>> etc….

Si hablásemos de fármacos, este tipo de afirmaciones tendría mucho más sentido, ya que hay una clara relación

causa/efecto entre la toma del mismo y la producción de efectos que se pueden evidenciar de forma muy lineal y a

menudo inequívoca.

Pero cuando hablamos de las esencias florales el tema es muy diferente. Para quienes venimos de la medicina

alopática, resulta chocante y ciertamente preocupante, ver como esa visión tan materialista y limitada de

comprensión se extrapola a campos que por definición deberían funcionar desde otro marco conceptual, y me estoy

refiriendo a la naturopatía y cómo no a la terapia floral de Bach. No creo que el objetivo de esta última pueda ni deba

ser el jugar a ser médico alópata pero sin medicamentos. Para ello ya existen carreras y estudios que facultan y

entrenan en el uso de los mismos.

Pero afortunadamente las flores funcionan en unos campos totalmente diferentes de los de nuestra intencionalidad,, a

menudo confusa y desviada.

Nunca está de más recordar unas nociones de qué es la enfermedad para Bach, cómo se produce, y cómo actúan las

flores.

El motivo de la vida (la encarnación para Bach) es el aprendizaje. Para ello nos revestimos de una personalidad tipo

que nos va a facilitar el aprendizaje de unas determinadas lecciones (intra o interpersonales) que tienen que ver con el

desarrollo espiritual, crecimiento personal, o inteligencia emocional, que para mí son sinónimos.

Todos tenemos un Alma o Ser Superior que guía la personalidad, en la dirección de este aprendizaje trascendente

(básicamente a través de la intuición).

Cuando la personalidad se desvía del camino trazado por el Alma, surge el conflicto (la disarmonía) que posiblemente

cristalizará en una enfermedad somática. Precisamente, los signos y síntomas de la misma serán el aviso de que algo

no funciona (la conexión Alma-personalidad) y debe ser reconducido.

De manera que la enfermedad no se erige aquí como un castigo, sino como la oportunidad de rectificar una actitud,

creencia o percepción equivocada.

Entre las causas que para Bach intervienen en la génesis del conflicto, podemos citar las siguientes: la influencia de

los demás, los defectos de la personalidad, las pseudonecesidades, etc.

Todas las flores actúan ayudando a repermeabilizar la conexión (la información) entre Alma y personalidad, lo que

quiere decir que, en realidad, las flores somos nosotros mismos, ya que esa información a la que accedemos está,

aunque bloqueada, en nuestro interior. Ya en el siglo V, San Agustín dijo lo siguiente: "Dentro mío hay alguien que es

mucho más yo mismo que yo mismo".

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Aunque por supuesto existen otras intervenciones florales que no actúan siguiendo estos derroteros, como por

ejemplo las aplicaciones locales, donde sí que el efecto sigue un mecanismo mucho más causa/efecto.

Pero coincidiremos en que la terapia, a nivel general, actúa claramente en el primer circuito.

Otro problema que observo a mi alrededor es la visión excesivamente estática del proceso terapéutico, parte de lo

cual ya había comentado al principio del artículo. A menudo se enfoca al cliente equivocadamente, fuera de su marco

de referencia, de sus circunstancias. Como dijo Ortega y Gasset, "el hombre es uno y sus circunstancias". Este error lo

comete también la alopatía, y aunque en esta visión, estrictamente mecanicista, vemos esto como una consecuencia

tan triste como lógica (dentro de su paradigma), no resulta tan asumible cuando hablamos del cliente en terapia floral.

Me explicaré más claramente; el discurso no debería ser este: "si le doy tal flor puede pasar esto"; o bien: "¿esto que

le está pasando será de tal flor?". Quien suscribe este enfoque, sin duda no se da cuenta de que no está tratando con

una cobaya de laboratorio, enjaulada y eximida de una serie de variables externas que modulen su respuesta.

Quizá esta visión sea el producto, además de una visión excesivamente alopática, de un autocentramiento

preocupante. Para bien o para mal, en esta terapia el terapeuta no tiene las llaves de la caja de Pandora, ni las de la

sanación. Recordemos lo que a menudo se nos olvida: las flores ayudan a repermeabilizar una información que ya

tenemos en nuestro interior. En virtud de ello, ganamos en inteligencia intrapersonal (autoconocimiento, conciencia,

correcta autovaloración, optimismo, impulso de logro, aceptación, etc.) e interpersonal (empatía y destrezas sociales

tales como la capacidad de sintonizar y sincronizarnos con los demás).

Con la mencionada información interactuamos con nuestras circunstancias de una forma más ecológica. Pero también

pueden surgir en este punto nuevas resistencias del ego a los flamantes mensajes que llegan del Alma: crisis,

sensaciones somáticas desagradables, etc.

Pero aún hay más factores que modifican la respuesta del cliente: sus actos, realizados desde un lugar diferente, a

tenor de la nueva información que recibe, generan respuestas en su entorno, que a su vez refuerzan o resquebrajan

sus acciones, o bien se ve impulsado a otro tipo de intervención que genera a su vez otro tipo de respuesta. Al mismo

tiempo, al no ser la realidad algo estático, sobrevienen en paralelo otros factores con los que antes no contábamos:

por ejemplo nos desvalijan el piso, nos echan del trabajo, o nos toca la lotería…

¿Puede verdaderamente alguien garantizar que todo esto ha ocurrido por tal o cual flor, o tan siquiera aislar lo que ella

ha tenido que ver en todo este proceso? Evidentemente no.

Por todo lo dicho las flores no son lo mismo que un PIN bancario, cuya combinación abre o no el acceso a una cuenta,

sino que su acción se inserta en una serie de variables multifactoriales.

Por eso, seguramente la forma de seguir adecuadamente el proceso terapéutico, sea el que el mismo se produzca en

un marco terapéutico adecuado. Que además se tracen unos objetivos claros, comprobables, manejables. Que se

escuche y se entienda al paciente desde su propio marco de referencia. Que se piense con el paciente y no sobre el

paciente. Y para esto no sólo es necesario una buena preparación técnica, sino unas altas dosis de empatía del

terapeuta, así como un estilo de aproximación que no sea ni distante ni invasivo. Y, obviamente, todo esto se debe dar

dentro de un marco profesional claramente ético.

Entonces nos daremos cuenta de que en realidad lo que sana no es el terapeuta ni unas ni otras flores, sino el proceso

por el cual la personalidad vuelve a alinearse con los dictados del Alma. Y esto, a menudo ocurre más allá de lo que el

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terapeuta y el cliente piensen y deseen. En este proceso, a menudo, una vez más, el asombro hace acto de presencia

para recordarnos que con la terapia floral de Bach hemos hecho tal vez la mejor elección de nuestra vida

Aplicaciones locales de las Flores de Bach: todo un mundo de posibilidades

Las Flores de Bach y la terapia asociada a ellas es una disciplina holística. Holos del griego, significa todo. Es decir, que el sistema floral de Bach enfoca al ser humano como una totalidad: mental, emocional, física y espiritual. Como una amalgama de planos interconectados entre sí e inseparables.

A pesar de la amplia difusión que la terapia floral del Dr. Bach tiene en este momento, todavía quedan áreas bastante infrautilizadas.

Es mucha la gente (usuarios y terapeutas) que encasilla las Flores de Bach en un compartimiento mental/emocional. Algo así como <<Las Flores de Bach sirven para ayudar en la gestión psicológica>>. Lo que sigue a esta afirmación es detallar otros sistemas que “trabajan” más lo físico o lo espiritual y, en este último punto, son “más evolucionados”.

Para muchos terapeutas, sobre todo para quien esto escribe, esta visión es demasiado reduccionista, además de errónea. El hecho de que conceptualmente se encasille algo no implica, ni mucho menos, que ese “algo” limite su efecto a lo que se espera de él.

Las Flores de Bach y la terapia asociada a ellas es una disciplina holística. Holos del griego, significa todo. Es decir, que el sistema floral de Bach enfoca al ser humano como una totalidad: mental, emocional, física y espiritual. Como una amalgama de planos interconectados entre sí e inseparables. Las Flores de Bach actúan simultáneamente sobre estos cuatro aspectos ya que todos nosotros somos un inmenso territorio compartido. Su acción a nivel mental y emocional es la más conocida, pero no la única.

La acción espiritual de las esencias no ofrece ninguna duda. Para Bach, la espiritualidad estriba en el aprendizaje de unas determinadas lecciones y en el desarrollo de otras tantas virtudes: compasión, amor, alegría, comprensión, tolerancia, firmeza, etc. Como vemos, se trata de lecciones intra o interpersonales que básicamente implican respectivamente temas de autoconciencia o capacidad de empatía, de inteligencia emocional en suma. La espiritualidad se extiende para Bach sobre temas de este mundo, de la vida cotidiana, del aquí y ahora, vinculados más con lo que uno hace y con una actitud ética ante la vida, que con lo que uno piensa o se figura. Desde luego resulta un insulto a la inteligencia el creerse más espiritual que otro por el mero hecho de no fumar, meditar o leer un determinado tipo de publicaciones.

La acción física de las Flores de Bach es evidente y puede evidenciarse de dos maneras: desde la toma oral, esto es desde un efecto general y simultáneo con los otros planos, como se detallaba unas líneas más arriba, o bien desde su aplicación local.

Los usos tópicos son de una efectividad sorprendente. A los más habituados a ellos casi nos resulta extraño que muchos terapeutas florales no los incluyan en sus tratamientos o no los conozca.

De hecho, muchas personas intelectualmente inquietas que han empleado localmente el Rescue Remedy, por ejemplo en un golpe o una quemadura, se han preguntado lo siguiente: <<Yendo tan bien las flores en estos casos…¿Las otras no tienen nada que aportar?>> La respuesta es ¡por supuesto que sí!

En 1994 comencé, a raíz del estudio de unos casos primitivos del Dr. Bach, a investigar algunas aplicaciones locales. Esto me llevó, el año siguiente, a publicar mis conclusiones en un boletín de SEDIBAC (Sociedad para el Estudio y Difusión de la Terapia Floral del Dr. Bach de Cataluña). Más adelante, en 1996, estos trabajos se vieron reflejados en un libro: Flores de Bach: Manual para Terapeutas Avanzados. (Índigo, Barcelona). En 2003 publiqué por la misma editorial: Flores de Bach: Manual de Aplicaciones Locales, donde se recopilan 7 años de experiencias y aportes en los usos tópicos.

De esta forma, llevo 17 años trabajando con las aplicaciones locales de las Flores de Bach. Varios miles de alumnos aplican en diversas partes del mundo las esencias de esta forma, como complemento a los tratamientos florales de fondo.

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La llave que abre los usos tópicos de las flores es el Patrón Transpersonal. que sistematicé simultáneamente a las indicaciones locales.

El Patrón Transpersonal consiste en una serie de términos que definen la acción de la flor a todo nivel. El de Clematis es, por ejemplo, desconexión. Quiere esto decir que la esencia floral de Clematis sirve para reconectar todo aquello que comparte un determinado patrón de información desarmónico. Da lo mismo que sea un patrón de personalidad (en este caso una persona con rasgos Clematis, ciertamente “desconectada”) o cualquier manifestación de desconexión: desmayo, obnubilación, etc. Pero en aplicación local, Clematis es una excelente esencia para recanalizar energía. Por eso es de uso obligado en debilidad de tejidos o incluso en la muerte de estos (necrosis), ya que se trata de una desconexión del plano físico. En el fondo, todo lo que vaya muriendo, se va desconectando o, si se me permite el neologismo, “clematizando”. De ahí que podamos vincular Clematis a la muerte y, por consiguiente, al calor y a la vida. Así entendemos también el por qué es tan efectiva en personas que tienen manos y pies fríos. Situarse en el Patrón Transpersonal, es hacerlo más allá de los usos personales (de la personalidad) de la esencia. Implica una mirada amplia y global, desde el patrón de información de la planta, vehiculizado en la esencia floral. Sin duda, esta macroperspectiva facilita un enfoque amplio e integrativo, donde se utilizan las flores desde una concepción elevada y, al mismo tiempo, eminentemente práctica.

HACIA UNA TERAPIA FLORAL EMPÁTICA Y FIABLEPocas terapias naturales han generado tanto interés como la de las Flores de Bach. Solo en castellano, la bibliografía

existente rebasa los 200 títulos.

El interés mencionado puede seguramente deberse a sus beneficiosos efectos, a lo atractivo de su filosofía subyacente

y a la creciente búsqueda por un amplio segmento de la población de terapias naturales, eficaces y respetuosas con

los procesos naturales del organismo.

Por otra parte, el abuso, prepotencia y desmanes de la medicina alopática (la del medicamento) hacen que muchas

personas busquen ayuda en otros sistemas.

Sin embargo, si bien resulta fácil detectar ciertos abusos en el campo de la medicina alopática, otro tanto puede

ocurrir del otro lado, el de las terapias naturales. Al fin y al cabo hablamos de seres humanos y, por tanto, no debería

pensarse que una determinada profesión conlleve automáticamente un grado de evolución espiritual. Quien esto

escribe ha conocido gente tan magnífica como canallesca tanto en las filas de la medicina alopática como de la

natural.

A muchos de los que nos consideramos terapeutas florales nos interesa especialmente luchar por una terapia limpia,

ética y transparente. Para ello consideramos esencial que el usuario esté bien informado y pueda dirigirse a

profesionales cualificados. En este sentido, SEDIBAC (Sociedad para el Estudio y Difusión de la Terapia Del Dr. Bach de

Catalunya) viene llevando a cabo desde su fundación en 1993, una importante tarea. También dispone de un cuadro

de terapeuta florales profesionales acreditados que han superado unos mínimos formativos y han firmado una

declaración de ética profesional (código deontológico).

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La terapia floral de Bach es un maravilloso sistema de tratamiento y evolución personal, donde el terapeuta tiene la

función de acompañar al paciente (o cliente) en un proceso que este ha elegido y en el tiempo que libremente se

convenga. Es decir que ya deberíamos partir de una base desde la cual el terapeuta floral no es un sanador sino un

colaborador. En este sentido cabe señalar que las Flores de Bach son catalizadores o desbloqueadores de una

información que cada uno de nosotros tiene en su interior. De manera que el terapeuta no debe añadir nada al efecto

de las propias esencias. En realidad sería bueno también que no sustraiga nada de ese efecto.

Existe una gran diferencia entre “dar o tomar” Flores de Bach y una terapia asistida por las Flores de Bach. Cuando

hablamos de una terapia, lo estamos haciendo de un proceso que se desenvuelve en un marco terapéutico adecuado.

Para muchos terapeutas, entre los que me incluyo, ese marco propicio viene dado por las siguientes características:

Una relación terapeuta/paciente de calidad

Terapeuta empático

Objetivos terapéuticos definidos

Visitas y tomas pautadas

Actitud ética del terapeuta en todo momento

El porqué de la escucha activa como herramienta fundamental de la entrevista floral

La escucha activa es una destreza de comunicación que se da cuando el terapeuta escucha con interés al paciente,

participa en la conversación empatizando con él, enviando mensajes de comprensión, clarificando los mensajes

ambiguos, estableciendo sintonía mediante el lenguaje verbal y no verbal, etcétera.

A quien más le interesa mejorar es al propio paciente. Por eso debe participar activamente en el proceso terapéutico y

aprender a gestionar adecuadamente sus emociones.

A menudo criticamos de la alopatía su deshumanización y el papel pasivo que se le adjudica al paciente, con

frecuencia limitado a tomar unos medicamentos y a someterse a una serie de pruebas. Un relación en la que los roles

están absolutamente diferenciados entre “el que sabe y el que no sabe”. El segundo debe obedecer al primero. ¿Cuál

es entonces su nivel de implicación y compromiso con sus dolencias? Probablemente ninguno. ¿Para qué escuchar al

paciente si hay avanzados dispositivos tecnológicos que “ya detectan” lo que le pasa?

Ahora cambiemos de escenario: estamos ante un terapeuta natural (o a veces un chamán) que a menudo, sabiéndolo

o no, desempeña el mismo rol que el denostado alópata y sustituye el crucial diálogo con el paciente con una batería

de test o sistemas diagnósticos que no tienen en cuenta la escucha activa. El resultado puede ser muy parecido al

anterior. El paciente cree que está ante un técnico que es “el que sabe y el que le va a resolver, con su fórmula floral,

todos los problemas”. Del mismo modo que llevamos el coche al mecánico: lo dejamos, pagamos, y a menudo

podemos observar cómo el mecánico hace poco caso de lo que le contamos.

Mi impresión general es que, al igual que en la alopatía, son muchos los que buscan sustitutos que llenen la carencia

de formación en técnicas de comunicación, o a menudo de habilidades interpersonales, como la empatía, con otras

herramientas que las sustituyan. Los que venimos del campo de la medicina alopática sabemos perfectamente que a

menudo la medicación sustituye la relación terapéutica que debería darse. Resulta como mínimo cuestionable que a

un paciente que probablemente viene rebotado de esto, se le ofrezca el mismo modelo obsoleto, pero con otro tipo de

producto “más sano”.

Sin duda un buen terapeuta floral, aunque no sea un psicoterapeuta, tiene que estar formado al menos en los

rudimentos de la comunicación interpersonal. No temer sus propias emociones ni las de los demás, ser humilde y

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respetuoso, no juzgar, aceptar al paciente aunque no piense como él y tener conciencia de que su función no es

“arreglar, sanar, ni salvar” la vida del paciente, cosa por otra parte pretenciosa e imposible, sino acompañarlo

respetuosamente en un proceso de crecimiento mutuo. Pero sobre todo, el terapeuta debe ser empático y ético. Es

empático quien puede situarse en el marco de referencia del otro y comprenderlo desde ese lugar. No se trata de

pensar sobre el otro, sino de pensar con el otro.

Ser ético significa una serie de cosas, como respetar la confidencialidad de la información y la autonomía del paciente,

no dañarlo ni manipularlo. Respetarlo en su idiosincrasia, no sacar un beneficio de él, no crearle dependencia ni

culpabilidad si decide abandonar el tratamiento, no hacerle promesas de curación y muchas otras cosas.

Pero tal vez lo que necesiten saber los posibles usuarios de la terapia floral, y hago extensivo esto a todas las terapias,

naturales, alopáticas u homeopáticas, es la forma se reconocer de qué terapeutas deben protegerse. Algunos de los

indicadores de alarma son los siguientes:

El terapeuta habla mucho más que el paciente: es indiscreto y explica que ha curado a tal o cual personaje famoso.

Recibe llamadas al móvil que interrumpen la entrevista.

Llega tarde o cambia frecuentemente las citas.

Asegura que va a curar al paciente.

Propone insistentemente actividades fuera de la consulta.

Se atribuye dones especiales.

Desaprueba conductas del paciente. Emite juicios condenatorios y le dice al cliente lo que tiene que hacer.

Maternaliza la relación.

Lo obliga a llamarle por teléfono varias veces por semana.

Le pide favores conociendo el trabajo del paciente: por ejemplo, si este trabaja en la banca le solicita que le averigüe

los intereses de las hipotecas que ofrece su entidad.

Si el paciente quiere abandonar la terapia lo acosa y lo culpabiliza, llamándolo por teléfono o recordándole “lo mal

que está”.

Existen muchos más signos de alarma que revelan una falta de formación o una actitud no ética (o incluso delictiva),

pero creo que los citados son suficientes para reconocer qué terapeuta no nos conviene. Si detecta en un terapeuta al

menos dos de estos indicadores, no lo dude: ¡Salga corriendo!

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Flores de ProtecciónA lo largo de la historia floral, diferentes esencias han sido vinculadas al concepto protección.

Me gustaría contribuir en algo a sistematizar este concepto. A priori, tal vez cuando escuchamos la palabra protección

pensamos en Walnut como flor más global y amplia en este terreno.

Efectivamente, WALNUT es una flor de amplio espectro en lo que al tema se refiere. Ahora bien, no hay que

magnificar las competencias de esta esencia, precisamente debido a su amplio espectro de actuación. Quizá sea

bueno aquí aplicar el dicho de "quien mucho abarca poco aprieta".

Esto no quiere decir que no sea una flor magnífica con innumerables aplicaciones. En el ámbito de lo mental, funciona

para protegernos de los criterios externos: sobre todo en lo referente a opiniones, convenciones sociales, mandatos

paternos, modas, etc. Sobre todo "lo que los demás esperan de nosotros", "lo correcto", "lo que se debe hacer en

estos casos", etc. De ahí que WAL sea una flor de pioneros, al ayudarnos a cortar con todas estas influencias que nos

pueden desviar de nuestro camino en la vida, alejándonos de la guía del alma.

También nos protege de los cambios, no sólo los generados por nuestras ideas o proyectos, sino los que dependen del

clima o de particulares situaciones: nacimiento, embarazo, pubertad, menopausia, muerte, etc. En estos casos ayuda

facilitando la adaptación al proceso.

Tiene WAL una función muy sutil, denominada por Bach como "rompe hechizos", pienso que en el sentido de sentirse

atrapado por algo "irremediable, inexorable". Aquí sería aplicable en concepto de lo kármico, lo hereditario, etc.

En este sentido, bien puede considerarse a WAL como un cortador de cadenas.

Otra flor clásica en lo que a protección se refiere es ASPEN. La protección que ofrece guarda relación con el astral, es

decir con las "filtraciones" que del mismo llegan al mental y al físico, produciéndonos ansiedad, angustia, miedo,

aprensión, u otras manifestaciones generalmente inespecíficas. ASP filtra, dejando pasar sólo no necesario para

nuestra evolución. Es pues una especie de ecualizador inteligente.

Existen dos flores comúnmente no consideradas como de protección. Sin embargo son muy específicas en este

sentido y no menos importantes que las anteriores. Se trata de Red Chestnut y Centaury.

RED CHESTNUT nos protege en los casos en que sentimos lo que le pasa al otro como si nos pasase a nosotros. Esto

puede ser al percibirlo de la misma forma: por ejemplo el otro está triste y nosotros nos sentimos tristes, o mediante

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un sentimiento distorsionado: como un dolor, cansancio, opresión, etc.

Red Chestnut es una flor que trabaja la individuación, y por tanto el desapego. En los supuestos anteriores, podemos

pues considerar que nos protege. Parece pues recomendable para terapeutas excesivamente implicados en su

relación con el cliente, gente que trabaja en lugares de mucho sufrimiento: hospitales, prisiones, funerarias y

cementerios, etc.

Por último, hay que reivindicar a CENTAURY, por lo que cito textualmente a Krämer:

"Fundamentalmente, Centaury tiene que ver con la demarcación de límites, tanto en el plano personal como

energético (...) En el campo energético se trata de demarcar el campo de energía propio respecto al del entorno. Si no

lo logra, el individuo sufrirá fatigas aparentemente inexplicables. Por ejemplo, la persona declarará sentirse cansada y

débil delante de otras personas. A veces expresa el miedo a que otras personas puedan agotar su energía. Centaury

puede ser de gran ayuda en estos casos, al cerrar el aura y proteger el cuerpo energético y la personalidad de las

influencias del entorno inmediato. A cualquiera que se sienta cansado y agotado en presencia de otros, se le aconseja

depositar una gota de Centaury pura directamente en la lengua. El individuo se sentirá inmediatamente despierto y

recargado energéticamente.

Esta esencia combinada con el Walnut, ha demostrado ser también un remedio eficaz para proteger de las influencias

de la llamada esfera astral (...) Los pacientes que están muy enfermos chupan automáticamente energía del entorno,

ya que su debilidad extrema crea un desequilibrio energético. (...) En el estado Centaury, los pacientes muestran poca

resistencia tanto al ambiente material como al etéreo. Centaury cierra y ancla el aura en el nivel sutil. (...) Por

consiguiente, es una de las flores de Bach más importantes."

Heather interno sí… pero ¿y Vine interno?En 1996[1] recomendé el uso de Heather desde otra perspectiva diferente de la habitual que, como sabemos,

corresponde a aquellas personas demasiado autocentradas, con carencia de autoestima y gran demanda de atención.

Miedo a la soledad y, como características principales, la incontinencia verbal y el sufrir con frecuencia descontroles

emocionales en forma de Cherry Plum y Holly.

Lo que llamé Heather interno constituía una aplicación diferente de la anterior, ya que la idea era la de prescribirlo

también cuando alguien sufría de autocentramiento por motivos sobrevenidos: por ejemplo un diagnóstico de mal

pronóstico, una cadena de síntomas ansiosos, una situación especial como una ruptura sentimental (“mi dolor, mi

soledad, mi desgracia…”), naturalmente estados de duelo, etc.

En estos casos quedaba claro que no era necesario ajustarse al perfil de personalidad de Heather. Podía, por ejemplo,

tratarse de un Mimulus, un Clematis o cualquier otra persona ya de por sí nada proclive a la extroversión. En el fondo

era como si minimizásemos el estereotipo de Heather y lo metiésemos en cualquier lugar de nuestro cuerpo o de

nuestra mente. La demanda de atención se ejercía, en este caso, no sobre los demás sino sobre nuestra propia mente

en forma de pensamientos reiterativos además de autocentrados. En este punto debo que aclarar que el añadido de

White Chestnut resulta más que recomendable, pues sin una reiteración continua, una especie de disco rayado en

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forma de círculo vicioso, el autocentramiento no parece posible.

Hay que reconocer que mucha gente se ha beneficiado de esta aplicación, ya que no cabe duda de que cuando la

mente es liberada de esa insistencia pertinaz del Heather interno, disminuye considerablemente el malestar (la

ansiedad, el dolor, el estrés, el sentimiento de soledad, el desánimo, etc.), y nos abrimos más al exterior. O tal vez es

al revés: al poder abrirnos al exterior disminuye el malestar.

En realidad estos usos no son descabellados. Ya en el modelo del PT (Patrón Transpersonal) se ha podido comprobar

buenos resultados en su aplicación. En este modelo analógico, entendemos que la inflamación aguda, por ejemplo,

obedece a un principio de aceleración (Impatiens)[2] o de sobreexpresión (Vervain). Las personalidades respectivas,

responden también a este tipo de modelo: acelerados los primeros, acelerados y exaltados (inflamados) los segundos.

Ahora bien, si el PT ha servido para extrapolar el retrato personal, siempre por analogía, a otras áreas de

manifestación: fisiopatológica, somática, animal, vegetal, etc., el caso del Heather[3]interno y el hipotético de Vine,

hablan de hacerlo a otras manifestaciones mentales.

Hace poco, una ex alumna[4] me sugería el porqué no de un uso de Vine similar al de Heather: es decir interno. Pero

¿en qué situaciones podría intentarse su empleo?

Creo que un caso bastante evidente es el de los obsesivos. Esto es, en el lenguaje floral, Oak, Rock Water y, en menor

medida, Elm. Simplificando mucho, obsesivo quiere decir demasiado responsable, demasiado cumplidor, alguien que

se debate en la ambivalencia entre el desafío y la obediencia.

Desde una visión psicodinámica, el patrón obsesivo se fraguó casi siempre en un ambiente sobre exigente y

represivo, donde los logros se daban por supuestos y los fracasos eran fuertemente castigados. Mejor dicho, cualquier

desviación de la rígida disciplina. En cierta forma, los padres (o tutores, o educadores) querían que el niño se

comportase como un adulto ejemplar en miniatura. Ante esta actitud parental punitiva, los niños aprendieron a

sobrevivir reprimiendo sus emociones, ya que éstas los convertían en excesivamente vulnerables (evidente Cherry

Plum) y los conducían al castigo.

Además de criarse en la inseguridad que este tipo de educación fomentaba (temor, incertidumbre, baja autoestima)

se sintieron a menudo sucios y sobre todo culpables. Es decir que el ambiente castigador les generó un sentimiento

de culpa e infracción permanente. Para ello debieron desarrollar una estructura exterior rígida (Elm, Oak y Rock

Water) y pretender controlar las situaciones mediante el micro control del detalle (perfeccionismo). Por eso eligen una

vida metódica, rígida, segura. Por eso no delegan y supervisan todo. Por eso son tan moralistas y escrupulosos, tan

rígidos y racionales. La espontaneidad y la alegría han sido sacrificadas por la artificialidad y la seriedad.

Los mandatos de los progenitores, una vez hechos adultos, quedaron interiorizados, aún cuando los padres hubiesen

muerto. Por eso, cada vez que se trata de disfrutar de algo, o simple y merecidamente de descansar, se enciende una

voz en off que dice: “¿Estás seguro de que has hecho todo bien, lo has comprobado?. ¡Estás a punto de ser malo otra

vez! ¡Vago! ¡Sinvergüenza!”...

Digamos que si bien estos mandatos paternos se traducen en culpabilidad, y es bien cierto y notorio que los obsesivos

deben tomar Pine, no es menos cierto que es como si tuvieran en su interior una especie de juez psicópatico

destinado a tenerlos en un puño. Bien, este juez inclemente se llama Vine. ¡Y está dentro!

Por supuesto que cualquier persona que se sienta culpable, aunque no sea un obsesivo, es posible que además tenga

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este inquisidor interior llamado Vine. Sin ir más lejos Centaury.

Pienso ahora en las dolencias especialmente destructivas, como algunos cánceres o cierto tipo de enfermedades auto

inmunes como la artritis reumatoide. ¿No podría hablarse de una dinámica interna de Vine que “nos enseña”, con

toda su buena intención, como la que acaso tuvieron aquellos padres de los obsesivos, pero que al mismo tiempo nos

destruye?

En realidad, puestos a elegir, en lugar de la escuela de los golpes duros, elijo la del corazón, la de las Flores de Bach.

[1] Orozco, Ricardo. Flores de Bach. Manual para Terapeutas Avanzados. Indigo. Barcelona, 1996.

[2] En toda inflamación aguda encontraremos calor, tumor (hinchazón) y rubor (rojez). Todo lo anterior significa mayor actividad, aceleración. Pero esto

no es una novedad si pensamos que el poder antinflamatorio del Rescue Remedy corre a cuenta de Impatiens. Por otra parte sabemos que la mayoría

de inflamaciones producen dolor.

[3] Últimamente he elegido provisionalmente los términos invasividad / adherencia como PT de Heather.

Chestnut Bud: el gran integradorSiempre sentí una gran curiosidad acerca de dos esencias no florales del sistema Bach: Rock Water y Chestnut Bud

(CHB). CHB nace siendo diferente de todo lo demás: el brote de Aesculus Hippocastanum, el famoso Castaño de

Indias. Fue preparada por ebullición a principios de la primavera de 1935 y Bach la sitúa entre las esencias "más

espiritualizadas" del sistema floral (las últimas 19).

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Siendo una esencia que se relaciona directa y particularmente con el aprendizaje, parece llamada a ocupar un lugar

privilegiado en el ranking prescriptivo, ya que, según el Dr. Bach, el objetivo de la encarnación “en este día de colegio”

es el aprendizaje.

Ahora bien, la de CHB es una historia dramática de infrautilización. Gran parte de esta responsabilidad la tiene el

propio Bach ya que en su retrato, breve y coloquial, apenas se esboza una pincelada que no permite entrever su

enorme importancia.

Los autores posteriores tampoco contribuyen excesivamente a aclarar el tema y plantean un retrato robot de un

sujeto precipitado, inadecuado, torpe, que no observa y, por consiguiente, repite errores casi compulsivamente.

Incluso en algunas descripciones casi parece una especie de retrasado mental. Claro que hay que destacar que

algunos autores ya habían captado tempranamente la importancia de esta esencia.[1]

Particularmente reconozco que no entendí exactamente de qué estabamos hablando unos y otros hasta que no leí La

Inteligencia Emocional de Daniel Goleman.[2] Ello me hizo ver que en realidad CHB es una especie de “analfabeto

emocional” y que su inteligencia cognitiva (mental) no tenía porqué estar afectada. Simplemente carecía de una serie

de competencias emocionales (aptitudes) que le impedían un mínimo autoconocimiento y una buena relación con el

exterior (carencia de empatía y de destrezas sociales que le dificultan una buena sintonización con el entorno).

En realidad, tanto me entusiasmó el libro de Goleman, que empujado por mi amigo cubano, el psicólogo Boris

Rodríguez, nos embarcamos en un ambicioso y complicado proyecto que cristalizó en el libro Inteligencia Emocional y

Flores de Bach[3]. En él sostenemos que las Flores de Bach son en realidad inteligencia emocional líquida y que están

al servicio de su desarrollo.

Incluso las “lecciones a aprender” enunciadas por Bach, si las estudiamos una a una, son en realidad el resultado de la

buena aplicación de determinadas competencias emocionales. De esta manera, se llega a la conclusión que

inteligencia emocional, crecimiento personal y desarrollo espiritual son en realidad sinónimos, si nos atenemos a la

filosofía de Bach.

Pero la finalidad de este artículo es promover el uso de CHB en la terapia floral.

Desde hace más de un año, tomé la decisión de añadir CHB en todos los tratamientos con objetivos a medio o largo

plazo, ya que estoy convencido de que esta sutil esencia favorece la capacidad de situarnos en una metaposición, lo

que quiere decir el colocarnos “fuera” de nosotros mismos y vernos como nos ven los demás. De una forma objetiva,

no crítica ni emocional. Este ejercicio depende en gran medida de la capacidad de empatía que tenga cada uno, ya

que resulta también obligatorio, al verse desde fuera, el hacerlo desde el marco de referencia de los otros.

Resulta evidente que el ir progresando en esta visión tiene un enorme valor en la terapia, ya que favorece la

autoexploración consciente y autoresponsabilizada. Esto se concreta en una mayor implicación del cliente en la

terapia y una mejora en su relación con el entorno.

Es interesante comentar que la visión a la que se aspira con la toma de CHB es la opuesta a la que viene de HEATHER,

desgraciadamente mucho más extendida en nuestra sociedad. En este último caso resulta imposible verse de forma

medianamente objetiva, ya que uno está demasiado prisionero de sus necesidades, sentimientos, complejos y

carencias.

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Pero más allá de la terapia, CHB ayuda a conectar de forma más intuitiva con el entorno y en ocasiones decodificar las

señales (los símbolos) con cuyos mensajes se comunica la realidad externa (la vida), con nosotros. En gran medida

esto tiene que ver con el concepto de sincronismo descrito por Jung[4].

Resumiendo, favorece la integración de la información significativa, imprescindible, para nuestra evolución. Lo

esencial del aprendizaje. Nos facilita el discernir, el digerir de forma adecuada las lecciones que se instrumentan en la

vida cotidiana, en este día de colegio, como Bach define metafóricamente la vida. En esta escuela de la vida que es la

tierra.

Pequeños Retratos: Grandes NecesidadesCuando esto escribo, el sistema floral de Bach goza de una creciente buena salud. A veces pienso que es como un

niño pequeño que empieza a dar sus primeros pasos, sorprendiendo con sus prometedoras destrezas. De alguna

manera es como si en los últimos 20 años hubiera despertado de un dulce y prolongado letargo de medio siglo.

De hecho, si revisamos cronológicamente la bibliografía en diversos idiomas, vemos que entre la muerte de Bach

(1936) y fines de los 80 hay un desolador desierto, apenas salpicado por algún oasis a cargo de Nora Weeks,

Chancellor y poco más.

La pregunta que a veces me hago es la siguiente: ¿Qué hubiera hecho un Vervain bastante positivado como Bach si

hubiera sabido que su obra iba a permanecer aletargada por la friolera de 50 años? Es una pregunta difícil de

contestar. Por una parte tenemos un hombre que supervisaba, yo diría que casi obsesivamente, todos los pasos de su

obra y, en este sentido, las cartas a Daniels, su editor, dejan poco margen de duda.

Por otra, hay testimonio de sus encendidas conferencias con el objeto de divulgar su labor en el aquí y ahora.

Recordemos también cuando el Colegio de Médicos lo expedienta por anunciar su nuevo sistema de flores en la

prensa. Sin duda era un pionero temperamental, y los Vervain quieren cambiar las normas, son rebeldes e

impacientes cuestionadores de lo preestablecido (en este caso las bases de la medicina alopática, nada más ni nada

menos). Quieren las cosas ya, aquí y ahora.

Respondiendo a la pregunta anterior sobre lo que hubiera hecho Bach, yo creo que habría escrito más. A diferencia de

otros campeones del conocimiento humano: Hanneman, Jung, Freud… el no dispuso de más de 80 años de vida y de

no menos de 40 para defender y aclarar no pocos de sus trabajos más importantes. Sólo sobrevivió 14 meses a su

última esencia (Mustard) con una salud precaria. Literalmente no tuvo tiempo.

Por supuesto habrá quien piense que escribió lo justo y necesario, pero al menos para mí resulta difícil concebir un

Bach redactando a modo de Nostradamus y dejando importantes mensajes encriptados para ser descifrados por

generaciones futuras.

Volviendo al asunto de los tamaños, tenemos pequeños retratos (en ocasiones apenas un párrafo) de descripción

original. El problema es que estas descripciones no plantean la síntesis de lo que hace la esencia a todo nivel. Es como

una foto instantánea, un flash, de algo más dinámico: la personalidad y sus trastornos.

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Creo que uno de los problemas actuales en la comprensión y utilización de las flores reside en confundir estos

pequeños archivos con el campo de actuación total de la esencia. Territorio, por otra parte, del que todavía estamos

muy lejos. Por ejemplo, el retrato que Bach hace de Clematis es una secuencia de un Clematis, bastante light, poco

negativizado, que aún puede permitirse ser soñador y somnoliento. Puede haber un Clematis positivado, que sería

alguien bien despierto, idealista práctico, bondadoso y gentil, pero también existe el extremadamente negativizado:

un psicótico totalmente embotado, absolutamente despersonalizado y con el deseo abolido (lo que ya entroncaría con

Wild Rose). Como vemos, nuestro benefactor sólo describe un momento de ese arco dinámico en el devenir de una

personalidad y su trastorno.

Ante esta escasez de información en origen, todos los autores aportamos visiones, experiencias sobre las esencias,

etc., en un afán de suplir esta carencia inicial. El problema, a veces, es que se terminan dando por válidas y probadas

competencias florales que a lo mejor sólo existen como especulación intelectual.

Otros, en cambio, intentarán adaptar y comprimir la realidad que ven a los retratos iniciales de Bach, en una batalla

donde la gran perdedora es la objetividad. Seguramente a casi todos resultará evidente que somos los terapeutas los

que nos tenemos que adaptar a lo que vemos y percibimos y no la información a lo que creemos y pensamos. No

podemos simplificar artificialmente el mundo sólo para hacerlo más manejable a nuestra mente…

Creo que estamos ante un dilema de difícil solución. Lo más realista, tal vez consista en situar los pequeños y

preclaros retratos de Bach en otras visiones contrastadas de la personalidad. Por ejemplo, la psicología

contemporánea ha estudiado durante décadas, de forma rigurosa y científica, la naturaleza humana y ofrece

descripciones completas, psicodinámicas y coherentes. Y quien dice la psicología, también puede incluir otras visiones,

como el eneagrama, etc. Esta tarea no es tan complicada como parecería, aunque requiere dedicación y estudio.

Para dar un ejemplo, podemos situar de forma natural y evidente a Mimulus en el contexto de la personalidad

evitadora; Centaury en la dependiente; Water Violet en la esquizoide. Elm, Oak, Rock Water y Crab Apple en la

personalidad y el trastorno obsesivo de la personalidad. Y así sucesivamente.[1]

Encontraremos bajo estas catalogaciones abundante información muy matizada que nos permite entender muchas de

las aparentes contradicciones que habíamos observado en tantas personas.

Estoy de acuerdo en que habrá quien piense que si esto no será etiquetar a la gente, encajonarla, etc. En realidad lo

que estoy proponiendo es documentarnos más sobre la forma en la que funciona la mente y las relaciones

interpersonales. Aunque las flores parezcan simples, la mente humana, las emociones y la montaña rusa en la que a

menudo viajan, no lo son en igual medida, creo que para nadie.

Lo contrario puede llevar (está llevando), a vivir y comprender las flores como en una especie de burbuja totalmente

distanciada de la realidad humana. Y esto, en realidad, sólo puede conducir a la infrautilización del magnífico legado

que el Dr. Bach nos brindara.

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Una cuestión de supervivenciaEl rechazo, evoca una amenaza primordial importante para el cerebro (…) La integración en un grupo era esencial

para la supervivencia del hombre prehistórico, porque la exclusión podía significar una sentencia de muerte...

Leo el apasionante y reciente libro de Daniel Goleman, La Inteligencia Social.[1] Hablando del dolor al rechazo, cita un

artículo aparecido en la importante revista científica Science[2] donde se afirma que el sufrimiento producido por el

rechazo social, y más concretamente podríamos hablar del rechazo emocional, se registra en la misma localización

cerebral que el dolor físico (la corteza cingulada anterior).

Del mismo modo, el miedo anticipatorio al rechazo puede experimentarse como una angustiosa y dolorosa sensación

de alarma, de peligro.

Los autores del estudio postulan lo siguiente: “(…) El rechazo, evoca una amenaza primordial importante para el

cerebro (…) La integración en un grupo era esencial para la supervivencia del hombre prehistórico, porque la exclusión

podía significar una sentencia de muerte, como cuando hoy en día sigue ocurriendo cuando el mamífero humano se ve

en la obligación de sobrevivir en medio de la naturaleza. (…) El centro del dolor pudo haber desarrollado esta

sensibilidad a la exclusión social como una señal de alarma que muy probablemente estimula la necesidad de

recomponer la relación amenazada (…)”

Abundando en esta constatación, Goleman añade lo siguiente: “Este descubrimiento da sentido a las metáforas que

solemos emplear cuando nos referimos al dolor generado por el rechazo –como tener el corazón roto o los

sentimientos heridos- lo que indica la naturaleza física del sufrimiento emocional”.

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Este descubrimiento de la neurociencia me parece muy interesante a la hora de entender los padecimientos de gente

tan hiperemocional como Centaury, Chicory y Heather (En realidad no estaría demás añadir a esta trilogía Agrimony,

en lo que miedo al conflicto y al rechazo inherente a él respecta. Lo que ocurre es que no puede considerarse como un

estado de “hiperafectividad”) como los tres anteriores. desde luego muy diferente a lo que sentirían Water Violet y

Clematis, si de flores tipológicas siguiéramos hablando. Interesante, pues, constatar el poco arraigo a la vida que

tienen estos dos últimos, además de su poca capacidad para experimentar miedo a diversas situaciones de la vida

física.

Centaury, Chicory y Heather, necesitan más que nadie del reconocimiento y el amor del entorno para sobrevivir. En

ellos todo esto es algo primordial, instintivo, literal. Por eso el miedo al rechazo, al abandono, a la sustitución, genera

una alarma similar a la que ocasionaría cualquier amenaza para la vida física. Ante ello reaccionan con ansiedad y

angustia, mecanismos de alerta fisiológicos destinados a no sucumbir, los que en lugar de protegerlos no hace sino

aumentar su sufrimiento (como tantos mecanismos de defensa desvirtuados) y orientarlos hacia relaciones muy

penosas de dependencia, al mismo tiempo que hacia formas muy diversas de patología.

Pero otra constatación interesante de la neurociencia moderna, es la manera en la que por diversos caminos se va

demostrando la unión y la indivisibilidad entre emoción, mente y cuerpo, cosa que desde hace bastante más tiempo

nos viene alertando Bach y, mucho antes que él, todos aquellos que postularon cualquier visión holística del ser

humano y por ende de la medicina.

Sin embargo, la medicina alopática hace oídos sordos, no ya a terapias como la nuestra, lo cual tendría un pase, sino a

todo tipo de descubrimiento científico en las áreas como por ejemplo la de la mencionada neurociencia. Es increíble la

cantidad de estudios científicos referidos por ejemplo por Goleman (tanto en La Inteligencia Emocional como en La

Inteligencia Social), realizados en universidades e incluso aparecidos en revistas tan prestigiosas como Science,

Nature[4] y otras similares, acerca de cómo influyen la mente y las emociones en el cuerpo e incluso cómo inciden en

la aparición de enfermedades.

Pero para mí lo más interesante de todo es ver cómo el trabajo de Bach no sólo anticipaba todo lo que se verá en

décadas sucesivas, sino cómo estructuraba un sistema terapéutico tan extremadamente sutil a la imprescindible

integración de mente, emoción, cuerpo y alma. Requisito imprescindible si queremos verdaderamente entender algo

de cómo funcionamos.

El forastero que vino de Wild Oat

Page 16: Lo Que Sana Es El Proceso

Una persistente lluvia azotaba Perdida City, convirtiendo nuevamente su calle principal en un caótico barrizal y

haciendo todavía más dura la vida en ese pequeño pueblo del Oeste.

Desde hacía mucho tiempo, tal vez años, la banda de Renegado Jim tenía aterrorizado al pueblo entero. Llegaban

algunas tardes con sus terribles caballos encolerizados, siempre disparando y dando alaridos infernales. Lo más

entretenido era romper todo lo posible, incluso lo ya roto con anterioridad.

De nada sirvió cuando decidieron cerrar el salón, ya que en una ocasión destrozaron las puertas y bebieron hasta caer

derrumbados. Otra vez trajeron al dueño a rastras y le dieron una brutal paliza.

La diversión, para aquellos malvados, siempre consistía en dosis de alcohol que hubieran llevado al coma o matado a

cualquier persona normal, disparar a los pies de algún borracho para que bailase, violar, destrozar, incluso matar.

Cuando la presión popular sacó literalmente al Sheriff de su escondite, una bala en la cabeza disparada por el propio

Renegado Jim, anuló en origen toda posible ilusión de justicia.

Fue una tarde tan lluviosa como cualquier otra cuando la fantasmal silueta de El Forastero fue poblándose de ropa y

presencia. Movimientos lentos, rostro imperturbable, gatillo fácil, disparos certeros, palabras ausentes. Un pequeño

puro barato perennemente colgando de sus labios y, de vez en cuando, escupitajos al suelo que parecían realzar su

bravura.

Cuando la puerta del salón se abrió para dar paso a El Forastero, la estéril vida de varios de los malvados se cerró

para siempre. No importa si fue un gesto, una palabra o una mirada la que desató el infierno de fuego y plomo. Los

otros huyeron despavoridos, tal vez pensando en no volver. O acaso en volver para una batalla final, donde aquel

bastardo salido de la nada fuera reducido a una papilla sanguinolenta.

Durante los días sucesivos volvió la alegría al pueblo. Y sobre todo la esperanza. Gente que prácticamente no

frecuentaba la calle salió de sus escondrijos para conocer al nuevo mesías.

El Forastero intentó en vano crear una especie de milicia popular, con pocas palabras, casi sin armas, pero era

evidente que se trataba de gente de paz, incapaz de defenderse. Ni que decir tiene que Anita, la muchacha más bella

del lugar, se interesó por él. Pero El Forastero parecía tener otras prioridades, como por ejemplo la batalla final.

Nunca se vio nada igual: uno tras otro los malos fueron cayendo bajo aquella especie de ángel exterminador. Incluso

quienes no quisieron perderse la epopeya vieron por las rendijas de sus ventanas caer el fuego sobre aquellos

canallas desde posiciones tal vez imposibles. A veces lo distinguieron a él, a cuerpo descubierto, con su larga capa

negra y su ancho sombrero, disparando desafiante. Reclamando quizá el propio derecho a una muerte que tardaba

demasiado en llegar .

El día siguiente fue fiesta en Perdida City. Incluso un sol inusual pareció entender que ya nada sería como antes. Una

improvisada banda de música alegró con canciones típicas el gran día. Algunos tenderetes brindaron bebidas gratis

para todos. Los niños corrieron y jugaron al fin libres de peligros.

Todo el pueblo esperó paciente que El Forastero saliera de la más que dudosa pensión de Kitty. Incluso la bella Anita

esperó nerviosa en primera fila la aparición del hombre. Su intuición y alguna mirada furtiva parecieron confirmarle

que era la candidata ideal.

Todo estaba planeado, habían ensayado una y otra vez el discurso, las pausas para la música. Las ofertas, porque no

cabía duda de que El Forastero se quedaría allí. ¿Para qué si no habría arriesgado cien veces su vida por unos

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desconocidos insignificantes? Lo nombrarían Sheriff, o si no quería lo nombrarían lo que fuese. Un rancho, unas reses,

caballos, una familia… Anita, un tropel de “forasteritos” corriendo traviesos por el pueblo, tan valientes como el

padre. ¿Qué hombre podría desear algo más en la vida?

Sin embargo ocurrió lo inexplicable. Aquello que con el paso del tiempo se convertiría en algo más sorprendente quizá

que la propia aniquilización de la banda de Renegado Jim.

El Forastero apareció imperturbable como siempre. Ensilló su caballo, escupió y saludó parsimoniosamente al grupo,

despidiéndose. Le preguntaron estupefactos que adónde iba. ¿Tendría una familia? ¿Una venganza pendiente? <<No

sé>>, contestó. <<Tal vez al sur>>.

La silueta se perdió lenta y cansinamente por el horizonte. Para siempre.

Comentario

Seguro que el lector ha visto algún western con un argumento igual o parecido al de este relato. Se trata en realidad

de una parábola. La plasmación cinematográfica de una especie de arquetipo, o tal vez prototipo Wild Oat,

representado por un forastero que busca, aunque no sabe qué es lo que busca.

En el cuento, o la película si se prefiere, existe compromiso en el protagonista. Al menos un cierto tipo de

compromiso, ya que El Forastero arriesga la vida muchísimas veces por gente que ni siquiera conoce.

Sin embargo no existe un verdadero compromiso interno, un echar raíces. A pesar del empeño y la decisión que

demuestra el jinete en defender a la gente de Perdida City, no es eso lo que da sentido a su vida. Por ello cree que

debe rechazar las tentadoras propuestas que le ayudarían a arraigar. El Forastero busca en el exterior porque

simplemente no puede hacerlo en su interior, aunque no lo sepa.

Todo esto quiere decir que en el estado Wild Oat se pueden asumir riesgos, tomar importantes decisiones, efectuar

cambios situacionales, pero sentirse igual de desilusionado y desorientado, a pesar de que externamente pueda

parecer lo contrario.

Uno de los problemas del protagonista del cuento es que, aunque desde el exterior pueda suponerse lo contrario, no

se deja llevar verdaderamente por el viento… el viento del alma, el único capaz de orientarlo con precisión.

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Tres Errores Esencialmente Masculinos

La mayoría de las Flores de Bach son hermafroditas[1].Sin embargo, encontramos en los seres humanos patrones

mentales, emocionales y conductuales más relacionados con un sexo que con otro.

Esto se debe a múltiples factores: biológicos (por ejemplo hormonales), educacionales, socioculturales, etc.

En este número de la revista toca hablar de patrones florales masculinos. Después de hacer un rápido repaso de las

38 esencias me resultan claramente masculinas 3 de ellas o, lo que es lo mismo, otros tantos patrones psicológicos:

Vervain, Vine y Oak. En menor medida pienso en Rock Water y Elm, aunque prefiero centrarme en los tres primeros.

Por supuesto, no conviene caer en estereotipos sexuales del tipo "papá Vine y mamá Chicory", e incluso creo que

todos conocemos a algunas mujeres que coinciden con las descripciones de las tres primeras flores mencionadas.

Sin embargo, existen algunos rasgos tradicionalmente atribuidos a la conducta masculina: autosuficiencia,

inconformismo, ambición, competitividad, disidencia, agresividad, aventurerismo, intrepidez, audacia, rebeldía…

Pienso ahora en Indiana Jones y en Johnny Deep para Piratas del Caribe y siguientes, como estereotipos de los rasgos

precedentes.

Vervain engloba en gran medida lo que psicológicamente corresponde a la personalidad antisocial .[2] El término

antisocial tiene que ver aquí con un cuestionamiento sistemático de las normas sociales. Es más, se establece un

sistema propio de valores que se pone por encima del sistema de valores del grupo.

Se trata en general de personas demasiado impulsivas e intolerantes. Tienen una gran dificultad para la introspección

y para autorregularse (Cherry Plum). Esto determina que no puedan calibrar las consecuencias de sus acciones.

Quedan pues a merced del momento, buscando gratificaciones inmediatas a sus deseos. Parecen tener una gran

intolerancia al aburrimiento así como una considerable necesidad de excitación. Lo que destaca en suma es la

impulsividad y el egocentrismo.

Cualquiera que sea la visión que tengamos de la persona Vervain negativizada, estaremos de acuerdo en que está

acostumbrada a hacer "lo que le da la gana", por no usar una expresión machista muy en consonancia con lo que

estamos tratando y que alude a aquello que "sale" de determinadas gónadas aovadas que poseemos los varones.

Por otra parte, existe en Vervain una certeza de estar en posesión de la verdad y absolutamente legitimado para

hacer lo que desee.

Todo lo antedicho le lleva a ser inconstante en sus relaciones afectivas, laborales y de toda índole. Su impulsividad le

puede llevar a quebrantar la ley. Pocas cosas son tan trasgresoras como atracar un banco a punta de pistola (dinero

inmediato sin explicaciones). También suelen tener problemas por su irritabilidad, hostilidad y facilidad para la

violencia (agresiones, asesinatos, violaciones, etc.). Desde luego también existen mujeres Vervain, pero pensemos

que las cárceles están pobladas mayoritariamente por hombres.

La población reclusa femenina de Europa representaba sólo el 5% del total en 2002. Si bien es cierto que en las dos

últimas décadas seguramente había aumentado la proporción de reclusas, con el tema en nuestro país de la lucha

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contra la violencia de género (flagelo netamente Vine) y el endurecimiento de las leyes sobre la seguridad vial, las

prisiones se han saturado de hombres y puede que la proporción de mujeres haya incluso bajado más de la cifra de

2002. Obsta decir que la mayoría de delitos de tráfico (ebriedad, conducción temeraria e imprudencias diversas) corre

a cuenta de hombres.

Naturalmente que no todos los presos obedecen seguramente a un perfil Vervain (o Vervain-Vine) pero, aunque no

dispongo de las estadísticas, apostaría a ciegas que el perfil antisocial se impone significativamente sobre los demás.

En el polo opuesto, los Vervain positivados (empáticos) son la otra cara de la moneda. Si bien quieren cambiar

muchas normas, cuentan con los demás para ello. Saben situarse en el lugar del otro y se preocupan por el prójimo.

Pueden ser grandes pioneros o revolucionarios, como por ejemplo el propio Dr. Bach, Cristo, el Che Guevara, etc…

Pero sigamos un poco más con la personalidad antisocial y en concreto con su parte más negativa: Vine.

No cabe duda de que estamos aquí ante las vertientes más inquietantes de la conducta antisocial. Bajo el nombre de

Vine se engloban los individuos más peligrosos que puedan darse: los psicópatas y los sociópatas. [3]

Nos encontramos en este punto ante personas (80 o 90 % son hombres) para las cuales lo correcto o lo incorrecto son

abstracciones irrelevantes. Son especialmente insensibles al dolor ajeno, egoístas. Suscriben la idea de "que está bien

que te aproveches de alguien que te lo permite". Prepotentes, carecen de sentimiento de culpa y les gusta

experimentar el poder. A menudo son inteligentes. Suele incluso divertirles el miedo y sufrimiento que generan en los

demás. Desconocen el significado de la palabra "empatía" y sólo pueden comprender la parte intelectual de los

sentimientos, hecho que por cierto usan para manipular a los demás. Son grandes fingidores y a menudo sádicos.

Extremadamente fríos.

Desde luego cuesta imaginarse a una mujer en el papel de Annibal Lekter en El Silencio de los Corderos y sus secuelas

cinematográficas.

Pero naturalmente, no todos los psicópatas Vine son asesinos en serie ni delinquen. Pueden encontrar un acomodo

legal (aunque no ético) en el mundo de la política, de la empresa u otras actividades que proporcionen poder. Mucho

de la crisis económica actual ha estado precipitado por actitudes psicopáticas. ¿Desasosegante, no?...

En otro orden, me gustaría destacar otro patrón para mí netamente masculino. Me estoy refiriendo a Oak. Tiene que

ver con lo que la psicología contemporánea interpreta como obsesivo. Una persona extremadamente tenaz,

cumplidora, responsable, hiper racional, poco o nada espontánea, muy escrupulosa, moralista y ética. Demasiado

trabajadora. Perfeccionista, metódica, puntual, rígida, ahorradora, etc…[4]

En las sociedades industrializadas, algunos de estos rasgos (sobre todo los referidos al trabajo) han sido

tradicionalmente sobre valorados y adjudicados al hombre como "cabeza de familia". Por eso muchos varones,

esencialmente reprimidos, han encontrado en patrones de rigidez tipo Oak un refugio admitido por la sociedad. Me

refiero a un refugio para no tener que afrontar un mundo para ellos emocionalmente complicado, donde los

sentimientos equivalen a vulnerabilidad y debilidad. Al fin y al cabo, alguien que se mata trabajando y se supone

agotado, queda en cierta forma "exento" de muchos tipos de intercambio afectivo. Aunque en las últimas décadas

esto no resulta ya una coartada suficientemente buena, porque al hombre se le exige también, afortunadamente, que

sea emocionalmente demostrativo o como mínimo empático.

Como conclusión diría que a los hombres (al igual que a las mujeres) nos queda un largo camino por recorrer en

cuanto a conciencia emocional se refiere. Desde luego, asumiendo que no es ni mejor ni peor ser hombre o mujer. Ni

unos ni otras son superiores ni inferiores (particularmente me parecen patéticos los chistes sexistas de uno u otro

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lado): simple y afortunadamente diferentes y complementarios. Como la dualidad en la que todo en la naturaleza se

desenvuelve.

[1] Ver Cuaderno Botánico de Flores de Bach (pág. 321). Jordi Cañellas. Integral. Barcelona, 2008.

[2] Se puede encontrar un estudio detallado de esta personalidad (estilo y trastorno) en Trastornos de la Personalidad en la Vida Moderna. Theodore

Millon y col. Masson. Barcelona, 2006. También ver Inteligencia Emocional y Flores de Bach. Tipos de Personalidad en Psicología Contemporánea. Boris

Rodríguez y Ricardo Orozco. Indigo. Barcelona, 2005.

[3] Aunque algunos autores admiten una cierta diferencia entre psicópata o sociópata (el primero sería más biológico y el segundo más inducido por las

vicisitudes que rodearon su infancia), en la práctica no se suele hacer ninguna distinción, por lo que en este artículo los designaré como psicópatas.

[4] Es necesario aquí incluir otro tipo de obsesivos como Rock Water (obsesivo puritano) y Elm. Este último representa un nivel más equilibrado o

moderado y, en gran medida, bisexual.

el ejercicio de este tipo de terapias naturales.[3