Lo Que Va...El Tunel Del Tiempo

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En esta época de cuaresma les invitamos a reflexionar acerca de esta celebración haciendo un viaje en el tiempo...

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Lo que va… de hoy a ayer (hoy le dimos la vuelta a la tortilla)

(Historias bíblicas de… de hoy tal como las contaron ayer

EL TÚNEL DEL TIEMPO

Porque esta vez vamos a empezar por…

(hoy)

La asociación C.D.S estaba reunida de urgencia. Su director D. Juan Alvarado,había agarrado el teléfono aquella mañana y mezclando un suave lenguajepersuasivo, con unos cuantos gritos, cuando era necesario, consiguió que alas 3 de la tarde estuvieran todos y todas reunidos y reunidas en el salónparroquial.

“Queridos hermanos – comenzó el señor Alvarado– estamos en una situaciónangustiosa para la parroquia. Algunos de nuestros hermanos feligresesestán adquiriendo costumbres demasiado progresistas y olvidándose denuestras sanas tradiciones. Nuestro catolicismo está en peligro. Ya sabenque si hemos fundado en esta parroquia nuestra asociación C.D.S,“CatólicosDe Siempre”, es porque nuestros sacerdotes se desvían peligrosamente de loque siempre hemos vivido y practicado. Ahora nos están predicando sobreese concilio que hace 50 años nos ha desorientado a todos. Tenemos quetener cuidado porque pueden influir negativamente en nuestro hijos, que yaempiezan a no querer venir a misa y a meterse en cuestiones sociales.

Allí intervino doña Virtudes: “Tiene usted razón Don Juan. ¡Si viera usted loque me cuesta llevar a la misa del domingo a mi Julito!… A sus 13 años dice

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que se aburre. Yo le digo que para eso es la misa, para ir como sacrificio,aunque a uno no le guste.

Pero no es sólo la misa –añadió doña Esperanza - yo, como responsable decatequesis tengo que mantener el orden y disciplina entre mis ayudantes.Algunos han venido de un taller en el Salvador donde les dijeron que nodebíamos hacer aprenderse a los niños el catecismo de memoria. Que loimportante era dialogar con ellos sobre los problemas que encontraban ensu casa y en su vida, contarles cuentos hacer teatro… y luego iluminar todoeso con el evangelio, que es más importante que el catecismo”

_ “¡Qué barbaridad – volvió a intervenir don Juan – si nuestros abueloslevantaran la cabeza”…

En un rincón de la sala había un extraño personaje a quien nadie hacía caso.Era un viejecito calvo, aunque con grandes barbas, como si se le hubieraresbalado todo el pelo hacia la mandíbula. Tenía unas lentes pequeñitas quesujetasen la punta de la nariz y miraba por encima de ellas con una sonrisairónica. En ese momento tosió tan fuerte que todos se volvieron hacia él,cuando levantaba un dedo con aire de alumno aplicado.

- “¿Qué nos dice Don Claudio?” – preguntaron dos personas con tonocondescendiente. Aquel viejito era un sabio científico que acudía a laparroquia de tarde en tarde.

- “Pues yo señoras y señores es la primera vez que vengo a esta reuniónde los católicos de siempre, pero querría hacerles una sencillapregunta”. Se le quedaron mirando.

- “Yo de estas cosas de la religión no entiendo mucho… Estoy haciendounas investigaciones, se lo digo a ustedes en confianza, sobre lopasado, lo presente y lo futuro… Hasta ahora lo que voy consiguiendoes descubrir el modo de meter las narices en el pasado. El futuro esmucho más difícil de descubrir. Pero cuando les oigo a ustedes decirque esos católicos “modernos”, como dicen, se están desviando de lareligión tradicional… me pregunto de qué tradición hablan ustedes.

- Allí intervino la autoridad de Don Juan: “pues ¡¿de qué tradición va aser?, de cuando los cristianos empezaron a aprender y enseñar elcatecismo!”

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- “¿Y cuando había cristianos, pero no existía aun el catecismo?”Los asistentes se quedaron callados. En aquel momento se empezarona dar cuenta de que no sabían mucho de cómo fueron los primerostiempos de su fe cristiana. Ellos sólo escuchaban medio distraídos elevangelio en misa, pero su aprendizaje de la religión había sidosiempre, sólo el catecismo, de memoria, en su infancia… De mayoresno habían profundizado mucho en el tema. Para ellos Jesús estabareflejado en la venerada imagen del Cristo de la Colina a la que sacabaen procesión en semana santa y ponían candelas el resto del año, ocuando necesitaban ayuda de Dios para sus negocios, para susenfermedades, o para aprobar sus exámenes._ “Se me han quedado ustedes mudos – siguió don Claudio – yo les voya hacer una extraña oferta, pero que quede entre nosotros. Me locuenten por ahí. Estoy terminando de experimentar lo que hace añosnos contaba una serie de televisión… la máquina de explorar elpasado”

- “¡¿El túnel del tiempo?!” – exclamó en tono irónico Don Juan Alvarado.- “No es exactamente un túnel, sino una computadora que absorbe en

su pantalla a quien la maneja y le proyecta hacia la época que antes haescrito en el teclado.Don Juan siguió con su sonrisa burlona:“Hombre Don Claudio, yoestaría dispuesto a hacer la experiencia. ¿Dónde tiene usted eseaparatito?”

Don Claudio levantó una maletita quetenía debajo de la silla y saco un tecladocorriente. Lo menos corriente era lacomputadora que tenía una extrañaforma de cerebro conectado al cabledel teclado.Todos los asistentes a la reunión se

agolparon en torno a D. Claudio, pero él se levantó de la silla, señaló elextraño artefacto y les dijo: “aquí lo tienen para lo que gusten”.

Naturalmente Don Juan Alvarado aprovechó para sentarse con aire de“líder” y decir a toda la audiencia: “bueno, bueno, déjenme. Les puedo

- “¿Y cuando había cristianos, pero no existía aun el catecismo?”Los asistentes se quedaron callados. En aquel momento se empezarona dar cuenta de que no sabían mucho de cómo fueron los primerostiempos de su fe cristiana. Ellos sólo escuchaban medio distraídos elevangelio en misa, pero su aprendizaje de la religión había sidosiempre, sólo el catecismo, de memoria, en su infancia… De mayoresno habían profundizado mucho en el tema. Para ellos Jesús estabareflejado en la venerada imagen del Cristo de la Colina a la que sacabaen procesión en semana santa y ponían candelas el resto del año, ocuando necesitaban ayuda de Dios para sus negocios, para susenfermedades, o para aprobar sus exámenes._ “Se me han quedado ustedes mudos – siguió don Claudio – yo les voya hacer una extraña oferta, pero que quede entre nosotros. Me locuenten por ahí. Estoy terminando de experimentar lo que hace añosnos contaba una serie de televisión… la máquina de explorar elpasado”

- “¡¿El túnel del tiempo?!” – exclamó en tono irónico Don Juan Alvarado.- “No es exactamente un túnel, sino una computadora que absorbe en

su pantalla a quien la maneja y le proyecta hacia la época que antes haescrito en el teclado.Don Juan siguió con su sonrisa burlona:“Hombre Don Claudio, yoestaría dispuesto a hacer la experiencia. ¿Dónde tiene usted eseaparatito?”

Don Claudio levantó una maletita quetenía debajo de la silla y saco un tecladocorriente. Lo menos corriente era lacomputadora que tenía una extrañaforma de cerebro conectado al cabledel teclado.Todos los asistentes a la reunión se

agolparon en torno a D. Claudio, pero él se levantó de la silla, señaló elextraño artefacto y les dijo: “aquí lo tienen para lo que gusten”.

Naturalmente Don Juan Alvarado aprovechó para sentarse con aire de“líder” y decir a toda la audiencia: “bueno, bueno, déjenme. Les puedo

- “¿Y cuando había cristianos, pero no existía aun el catecismo?”Los asistentes se quedaron callados. En aquel momento se empezarona dar cuenta de que no sabían mucho de cómo fueron los primerostiempos de su fe cristiana. Ellos sólo escuchaban medio distraídos elevangelio en misa, pero su aprendizaje de la religión había sidosiempre, sólo el catecismo, de memoria, en su infancia… De mayoresno habían profundizado mucho en el tema. Para ellos Jesús estabareflejado en la venerada imagen del Cristo de la Colina a la que sacabaen procesión en semana santa y ponían candelas el resto del año, ocuando necesitaban ayuda de Dios para sus negocios, para susenfermedades, o para aprobar sus exámenes._ “Se me han quedado ustedes mudos – siguió don Claudio – yo les voya hacer una extraña oferta, pero que quede entre nosotros. Me locuenten por ahí. Estoy terminando de experimentar lo que hace añosnos contaba una serie de televisión… la máquina de explorar elpasado”

- “¡¿El túnel del tiempo?!” – exclamó en tono irónico Don Juan Alvarado.- “No es exactamente un túnel, sino una computadora que absorbe en

su pantalla a quien la maneja y le proyecta hacia la época que antes haescrito en el teclado.Don Juan siguió con su sonrisa burlona:“Hombre Don Claudio, yoestaría dispuesto a hacer la experiencia. ¿Dónde tiene usted eseaparatito?”

Don Claudio levantó una maletita quetenía debajo de la silla y saco un tecladocorriente. Lo menos corriente era lacomputadora que tenía una extrañaforma de cerebro conectado al cabledel teclado.Todos los asistentes a la reunión se

agolparon en torno a D. Claudio, pero él se levantó de la silla, señaló elextraño artefacto y les dijo: “aquí lo tienen para lo que gusten”.

Naturalmente Don Juan Alvarado aprovechó para sentarse con aire de“líder” y decir a toda la audiencia: “bueno, bueno, déjenme. Les puedo

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demostrar que Don Claudio a sus años no está para muchos inventos”.Empujó con el codo a los que tenía demasiado cerca y encendió elaparato. Miró a todos por encima del hombro y tecleó: En la pantallaapareció el texto del buscador: Jerusalén año 33, d.C.Luego dirigió su dedo a la tecla <intro> y apretó: clic.Se produjo en la computadora como un fogonazo que deslumbró atodos los C.D.S. A todos… menos a Don Juan Alvarado. Quedesapareció repentinamente.

Mientras se organizaba el lógico revuelo, gritos, exclamaciones… DonClaudio se dio media vuelta y salió de la sala, diciendo: “Me llaman porcelular si les parece que Don Juan tarda mucho en volver”

***

(AYER)

El escéptico Don Juan Alvarado se encontró en aquel mismo instantesentado en una gruesa piedra junto a una puerta de muralla. Aún teníalas manos extendidas y tiesas con el dedo con que había apretado la

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última tecla. Miró a su alrededor asombrado y susurrando:” ¡puestenía razón el condenado viejo!”.Le aumentó el asombro cuando se percató de que su saco y su corbatahabían desaparecido y estaba vestido con túnica y sandalias igual quequienes a su lado entraban por la puerta de la muralla. Algunos deellos iban platicando. Al escucharlos Don Juan creció su admiración: Elviaje digital que le organizó Don Claudio llevaba todo incluido: El trajede la gente judía en aquella época y ¡también,ahora el viajero deltiempo entendía el idioma de los naturales del país! Se le escapó unaexclamación: “¡Avinu shebashayim!”. El había querido decir:“¡Oh padrecelestial!” pero fue eso otro lo que salió de sus labios. Pensó:” lo quehe dicho será hebreo”. Más tarde se enteró de que había hablado enidioma arameo la lengua más usual en aquellas tierras.Temblando de desconcierto y emoción se levantó y penetró en laciudad. ¡Estaba en Jerusalén!, y (si el aparato de Don Claudio habíafuncionado bien) estaba en la época de… ¡Oh…!Por una esquina de aquella callejuela se acercaba un grupito, hombresen su mayoría, y algunas mujeres cubiertas con túnicas y velos de telapobre que les cubrían casi todo el rostro. Se fijó en las manos de losque venían. Se notaban manos de trabajadores, con rozaduras ycicatrices. Se quedó quieto en un rincón para dejarlos pasar. Perocuando llegaban cerca de él, escuchó a alguno de ellos que decía: “Rabífaltan todavía por venir Cefas y Juan”“No faltan - contestó el llamado rabí- les he mandado por delantepara preparar el salón y la cena”.Al oír aquello el pobre Don Juan comenzó a temblar, sobre todocuando escuchó a otro de los acompañantes acercarse al rabí ydecirle:” Yeshúa habrá que darse prisa, se está poniendo el sol”.El pobre Don Juan no sabía qué hacer. La emoción pudo más que él.Se metió en el grupo y se arrodilló delante de Yeshúa exclamando:¡rabuní!Yeshúa se detuvo, le agarró por los hombros y le hizo levantarse“Shalom alehem – le dijo-. Creo que no nos hemos visto antes.¿Ustedes le conocen?”- Preguntó a los acompañantes.

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Todos hicieron gesto de que no les sonaba su cara. Solo una de lasmujeres comento:”Me parece que yo lo vi el otro día en el templo”-“¡Qué imaginación tienen ustedes, las chicas de Magdala – exclamootro de los discípulos- pero si se nota que este hombre es extranjero”.“Bueno,- cortó Yeshúa,- hoy estamos de fiesta y si quiere venir nos lollevamos a cenar con nosotros… Habrá bastante cordero para todos”El pobre Juan estuvo a punto de decir:.“Señor no soy digno de estarcon ustedes en esta última cena”- pero se dio cuenta de que ellos nosabían que fuera a ser la última ni sospechaban lo que se les veníaencima.

- “¡Mira que si les cuento lo que va a suceder!– pensó - se escaparíantodos corriendo y dejarían solo al pobre Yeshúa, (no se dio cuenta deque así harían después)”

-Recorriendo las callejuelas de Jerusalén llegaron a una casa, de dosniveles. El dueño les recibió amablemente y les subió a la sala dearriba. Allí Juan y Pedro habían preparado la mesa amplia aunquebajita, y los almohadones para sentarse cómodamente, sobre el suelo.En la mesa el cordero ya preparado, la ensalada, unos panes grandesy una gran jarra de barro. Lámparas de bronce con aceite iluminabanla sala en suave penumbra.

Se pusieron todos alrededor de la mesa.A punto estuvo el imprudente líder de la CDS de contarles antes deempezar la cena, el guion de lo que- según el evangelio- iba a decircada uno en esa noche memorable. Pero pensó que mejor él debíaescuchar todo aquello y luego podría escribir una crónica en el boletínde la diócesis, sobre “la última cena en vivo y en directo”. Se quedósentado en un rincón atento y escuchando.Vio cómo empezaban la celebración con el recuerdo de la primerapascua, narrando la liberación por Moisés del pueblo que había estadooprimido en Egipto. ¡Porque el Señor humilla a los poderosos y levantaa los humildes! Alvarado torció el gesto…:”Ya están estos haciendopolítica, metiendo los pies en la teología de la liberación. No me gusta;esto me huele a comunista”.

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El grupo de comensales se lavó ceremoniosamente las manos. En aquelmomento Yeshúa (¿sería ese hombre con traje y manos de campesino,con el rostro tostado por el sol y el viento y la túnica remendada…Sería ése el mismo Jesús del que en sus templos tenían estatuas ypinturas, vestido con túnicas preciosas, coronas y rayos luminosos?).Pues Yeshúa hizo algo que bien claro contaba el evangelio: se levantóde su asiento-cojín, agarró un guacal, una toalla y se puso a lavar lospies de los asistentes; pies que traían embarrados del camino conhuellas de cansancio por terrenos pedregosos. Vio cómo el dicho Cefasse resistía al lavado, y no sólo él, otros discípulos más encogían laspiernas. En algún caso Yeshúa tuvo que meterles los pies en lapalangana. Y no digamos de la timidez las mujeres, avergonzadas deverse servidas y acariciadas por aquel hombre santo al que tantorespetaban y querían.Al tocarle el turno a Don Juan se quedó inmóvil y se dejó hacer.Cuando Yeshúa le secaba los pies, le pidió en voz baja: “maestro…quisiera hablar contigo, para hacerte algunas preguntas”. Yeshúa se lequedó mirando y le sonrió: “Ya tendremos tiempo, dentro de unratito”.Continuó la comida, dialogando con buen humor, cantando a vecesalgún salmo, pero el ambiente se rompió cuando escucharon la vozdel profeta campesino: “Les digo de verdad que uno de ustedes me vaa entregar”. Don Juan miró alrededor y, entre los gestos dedesconcierto de todos, las exclamaciones de algunas mujeres… notóque uno de los hombres, un muchacho simpático, al que había vistobromear durante la cena y cantar con devoción los salmos, en aquelmomento enrojeció su rostro y se encogió en el asiento, casidesapareciendo del grupo. Poco después, cuando escuchó, entre elbarullo, a Yeshúa que le decía: “Judas, lo que tienes que hacer hazlopronto”, -Don Juan le vio levantarse lentamente, acercarse a la puertay hundirse en la noche sin estrellas.Al pobre señor Alvarado le entraron ganas de dar un grito y echar acorrer detrás de él para detenerlo. Pero algo misterioso le dejóparalizado.

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Llegó en el tiempo de la cena elmomento que el líder de los“católicos de siempre” estabaesperando con inquietud. Losdiscípulos y discípulas seguíanplaticando con la preocupacióne intriga por lo sucedido conJudas cuando, sin que nadietocase la campanilla, Yeshúa,

sentado tranquilo, aunque un poco emocionado, agarró el gran panredondo. Dijo en voz alta: “amigas y amigos, atiendan un momento”.El grupo se quedó mirándole intrigado. Sus manos de carpinteroempezaron a partir trozos grandes de aquel pan y a pasarlos alrededorde la mesa. Mientras tanto les dijo: “tomen este pan amigos míos,cómanlo. Esto es mi cuerpo que se va a entregar por ustedes”. Alfondo de la sala uno de los presentes, un poco mayor y un muchosordo, le preguntó a María la de Magdala: “¿Qué ha dicho el rabí?”Ella haciendo bocina en su oído: “¡que comamos este pan que nos loda porque es su cuerpo!”.

- ¿Que es su…?.oooh” y mientras le llegaba el pan, se le saltaron laslágrimas y se tapó la cara con las manos. El vecino de al lado de donJuan le pasó su trozo de pan partido por Yeshúa. Él no sabía que hacer:“Yo… ¿yo lo tengo que agarrar con las manos? (y le temblaban).

- “Pues ¿cómo si no? – le dijo el compañero – ¿quieres que te lo de en laboca como si fueras un tiernito?.” El prepotente líder ahora tímido,tomó el pan eucarístico en sus manos, lo comió. Sintió emocionadoque entonces había hecho, de verdad, la primera comunión.Iba pasando el pan de mano en mano, e iba subiendo la emoción en elgrupo. Se escuchaban sollozos contenidos. Las manos gastadas deltrabajo y el sufrimiento agarraban el pan, se quedaban mirándolo ypoco a poco lo mordían, lo masticaban despacito, y lo tragaban.

Mientras lo iban pasando y comiendo, el rabí echó mano al jarro quehabía en la mesa. Sirvió en una copa grande, casi como un guacal, elvino y lo levantó. Volvieron a quedarse en silencio,:“Beban amigos y

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amigas mías. Este vino es mi sangre, la sangre de la alianza nueva ypara siempre, que va a ser derramada por ustedes y por el mundoentero para librarlo del pecado”.El sordo del fondo preguntó a María la de Magdala:“¿Ha dicho sangrederramada”? Ella no contesto; lanzó un sollozo que hizo temblar lasala. Los ojos de Yeshúa se llenaron de lágrimas y agachó la cabeza.La copa empezó a correr de mano en mano, de boca a boca, de lágrimaen lágrima.Entonces Yeshúa, empezó a hablar. No cuento lo que dijo. Puedenleerlo en esos capítulos: del 14 al 17 de San Juan. Pero Yeshúa nohabló tanto. Se conoce que el evangelista añadió después reflexionespropias. La plática fue más breve aunque más conmovedora. Al finalel líder carpintero les dijo: “guarden las sobras, limpien un poco la sala,porque nos marchamos”. Ellos, sobre todo ellas, empezaron larecogida. Yeshúa se llevó a un rincón a Don Juan; “Hay en ti algoextraño que no acabo de entender, pero dime ¿qué me queríaspreguntar?”-“Rabí, Yeshúa- a Don Juan le temblaba la voz – ¿qué será denosotros?”“¿De qué “nosotros?” – preguntó el maestro.

- De los que andan… andamos contigo, yo me siento de los tuyos. Quénos pasará?”

- “Puede que les pase como a mí. Yo no tengo mi vida segura. Comotodos sabemos, hay muchos en Jerusalén que me andan buscandopara taparme la boca, porque piensan que ese Padre Celestial del queyo les hablo no es el Dios de los ejércitos en que ellos piensan. No es elDios que condena a quien trabaja los sábados. Yo algún día volveré ami Abbá que es el mismo Padre de ustedes. Si yo me voy, ustedessigan adelante y cuando ustedes también se vayan, seguirán otrosanunciando mi buena noticia”.

- A Juan le seguía temblando la voz y el corazón: “¿Y piensas Rabí que teseguiremos, digo que… que te seguirán fielmente los que crean en tien siglos futuros?”

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- “Eso solo mi Padre celestial lo sabe… La carne es débil y siempremuchos que empiezan un camino, terminan mirando hacia atrás, seencierran en el templo y se olvidan del camino, del Reino de mi padrecelestial, lo que yo he estado anunciando… ¿Me preguntas qué será enel futuro? No te lo puedo decir”.

- Los amigos ya habían recogido todo y empezaron a salir. Yeshúa sevolvió a Don Juan que se disponía aseguirle:

- “No, tú no vengas buen amigo. Quédate aquí y cuando vuelvas con lostuyos, diles que miren siempre al mundo que les espera. Yo no estoyen el pasado, estoy delante, en el reino de mi Padre, que está conustedes. Estoy en el futuro”Yeshúa salió, la puerta se cerró y Don Juan Alvarado se quedó solo en…

- ***

(¡OTRA VEZ! HOY)

En el salón parroquial reinaba el silencio y el desconcierto.

De pronto doña Virtudes se levantó y echó mano a su celular:

“Don Claudio, por favor ¿hasta cuando nos va a tener así?¿Qué quiere, que llamemos a la familia de Don Juan y lesdigamos que ha habido un secuestro?”. Se quedó un ratoescuchando lo que decía el sabio. Luego apagó el celular y sevolvió a la pequeña y silenciosa asamblea:” me ha dicho queapriete en la computadora la tecla esc. ¡pero yo no entiendonada de estos chunches!”

Antes de que acabase de hablar, Juanito el nieto de Don Juan,con sus cinco años se acercó corriendo a la computadora y sindudar apretó el botoncito. Otro fogonazo.

Sentado ante el teclado, su pantalla y su “cerebro digital”,estaba, como si nada hubiera sucedido, Don Juan Alvarado

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con el rostro sonriente, iluminado. Antes de que nadiepudiera reaccionar les habló:

“Pues, hermanos y hermanas, como íbamos diciendo, (¿?) enla próxima reunión empezaremos a estudiar, los documentosdel concilio, primero el de <la iglesia y el mundo actual>.Buenas noches, que es tarde.

Apagó la computadora, y salió a la calle.

Era de noche, pero el cielo estaba estrellado y había una lunallena preciosa.