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Sentado este punto de partida, Fernández Retamar acude a un comentario sobreel mito de Calibán, el bárbaro instruido porsu opresor (calllbal-caribe-ealibán), en surecorrido que va desde Colón a TomásMoro, a Montaigne, hasta tomar la formadefinitiva del personaje shakespeariano.Después sigue el proceso de la utilizacióndel mito como instrumento explicativo,desde Ernest Renan hasta Fanon y AiméCésaire. Concluye, en fm, encontrando queel símbolo nuestro no es Ariel, la criaturaaérea, como pensaba Rodó, sino Calibán, elbárbaro rebelde. Rodó habría entendido elproblema de la manumición frente al amovenido de fuera, pero habría equivocado lossímbolos. Ariel no es solamente el espíritu,sino el espíritu dependiente de Próspero,colonizador-destructor; Calibán, en cambio,es el bárbaro esclavizado que, una vezaprendido el lenguaje de Próspero, lo utilizapara maldecido: Ariel -y esto es lo importante en la postura de Fernández Retamardebe seguir a Calibán, porque él mismo noes un valor, y puede ser positivo o negativosegún el amo al que sirva.
El ensayo sigue discurriendo por algunoscasos ejemplares de "calibanismo" o "arielismo" (barbarie y civilización), entre losque destacan los polos de Martí y Sarmiento; éste, aparte sus indudables méritos yvirtudes, no escapa a la fascinación de
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entenderse, apuntes sobre el ser latinoamericano.
Para adentrarse en la cuestión parte deuna manera de enunciar la realidad latino·americana que toma, glosándolo, de untexto de Martí: América Latina es mestiza("nuestra América mestiza", dije el prócer).Fernández Retamar entiende ese mestizajeen sentido cultural y de ninguna maneraracial, pero insiste en él como punto deapoyo, porque encuentra que, mientras lomestizo en otras partes es el accidente, ennosotrOl'l viene a ser "la esencia, la líneacentral".
Nosotros nos manejamos con la lenguadel conquistador -del colonizador, diceél-, y con sus instrumentos conceptualesque, esto es lo importante, 'ya son nuestros". (Por mi parte quitaría ese ya a laexpresión, porque considero que desde elprimer momento fueron nuestros, que nohubo un proceso de apropiación, sino quelos tuvimos desde el principio y luegoparticipamos en un proceso de transformación de tales instrumentos). Al manejarnosasí lo hacemos como el Calibán de Latempestad de Shakespeare, que ha aprendido la lengua del colonizador Próspero y lautiliza para maldecido: "You tought melanguage, and my profit on't / ls, 1 knowhow to curse. The red plague rid you / forlearning me your language! "
Cultura Y ser
••••••••••••••••••••••••••••••••••hiel entrePrósperoy Callbán
* Roberto Fernández Retamar: Calibán: apun·tes sobre la cultura en nuestra América, México,Diógenes, 1971. 108 pp.
por Jorge Alberto Manrique
Ha aparecido un breve pero enjundiosoensayo de Fernández Retamar,* que constituye una reflexión aguda y consciente sobre la cultura latinoamericana. Texto polémico, por otra parte, violentamente polémico. No precisamente sistemático, comoya lo anuncia el subtítulo ("apuntes sobrela cultura en nuestra América") y como loindica explícitamente el autor: "Estas páginas son sólo unos apuntes en que resumoopiniones anteriores y esbozo otras para ladiscusión sobre la cultura en nuestra Amé·rica."
Se trata, pues, de una reflexión mássobre la realidad, la identidad y el sentidode una cultura de América Latina. Al decir"una reflexión más" no es mi intención, enlo más mínimo, disminuir su importancia:entiendo que esa inquisición sobre la naturaleza de una cultura de los países iberoamericanos, que se pregunta por su mismarealidad y por su posibilidad futura de ser,es una de las aportaciones mayores denuestro ámbito a lo que pudiéramos llamar"la cultura humana", en tanto que es unaforma de inquirir sobre el ser propio. En elcaso de Fernández Retamar, su intervención en este eterno debate que nos consti·tuye tiene una trascendencia peculiar, nosólo por su solidez intelectual, sino por lasituación especial en que se encuentra, como partícipe de la revolución cubana.
El ensayo torna pie en una preguntahecha al mismo Fernández Retamar por"un periodista europeo". Es la preguntaque cualquier hombre fuera de nuestra realidad puede hacerse, como resultado de unacuriosidad intelectual o aun quizá con lapretensión de "orientarnos con piadosa solicitud" (según la bonita expresión del autor); pregunta que nosotros, en cambio, noshacemos hace siglos con un profundo sentido existencial, algo en que nos va la vida:"¿existe una cultura latinoamericana?"Fernández Retamar toma desde el primermomento el toro por los cuernos al decirque podría enunciarse también así: "¿existen ustedes?" (o sea, visto desde el otrolado, ¿existimos?), con lo que coloca elasunto en una dimensión mucho másamplia y mucho más profunda, que creoque es la que le corresponde. Sus apuntessobre la cultura son, pues, y así deben
fin, en nuestros días debe romper su contubernio con Próspero para establecer la nueva alianza con Calibán: servir a éste será suverdadera realización. Ya en este punto,Fernández Retamar puede dar sentido, a laluz de la tesis del símbolo de Calibán, a laspalabras de Fidel Castro: " ...valoramos lascreaciones literarias y artísticas en funciónde lo que aporten a la reivindicación delhombre ...", "no puede haber valor estético contra la justicia, contra el bienestar,contra la felicidad del nombre", o bien:"dentro de la Revolución, todo; contra laRevolución, nada".
Tres puntos no me parecen suficientemente convincentes del ensayo de Femán·dez Retamar:
Por un lado la identificación entre valorcultural y actitud política, no tanto porqueen el fondo no pueda ser cierta, sinoporque se presta a tomar lo "político" enun sentido burdo y circunstancial, que dejala entrada a juicios muy poco matizados.En el extremo, el hecho de haber o nohaber firmado tal o cual manifiesto, dehaber o no haber participado en tal o cualacción, sería capaz de desvalorizar todo elesfuerzo artístico o f¡]osófico de un individuo. Cada quien ha dado sus respuestas-explícitas, en ensayos, o implícitas, enobras- a la pregunta sobre la cultura ameri·cana, y (yo por lo menos) no me sientocon derecho a dudar de su honradez ni anegarme a un esfuerzo honrado por entenderlas.
Por otra parte, la idea de que la "verda·dera" cultura latinoamericana se inicia ahora, ahí donde se ha conseguido (para quiencoincide con Fernández Retamar) la definitiva liberación de Calibán, niega por fuerzala producción latinoamericana desde el sigloXVI hasta ahora, o la reduce, según susigno político (y con la excepción de Martí, convertido -perdón por la falta derespeto- en verd.adero santón infalible) aun mero antecedente. No puedo aceptar esadesvalorización, sea de Sor Juana Inés, delAleijadinho, de Andrés Bello, José MaríaVelasco, Torres García y tantos y tantosotros. Aun aceptando la magnitud que sequiera dar al fenómeno actual, no puedoentenderlo como defmitivo, sino como unmomento más en un proceso en que noshemos ido defmiendo (y nos seguiremosdefiniendo) y al hacerlo hemos ido siendo.y tan válido en el siglo XVII como hoydía.
En fin, la identificación entre revolucióny cultura no deja de intranquilizarme, porque ¿quién decide o decidirá eventualmentecuándo un valor estético está "contra" lajusticia, el bienestar o la felicidad?
Libro no sistemático, pero mucho muycoherente en su contenido, inteligente yagudo, imaginativo y recio en sus tomas deposición, el de Fernández Retamar agregauna nota resonante y "calibanesca" a lainquisición sobre la naturaleza de la culturaamericana y con ello -como el autor lodice tan claramente- sobre la esencia mis·ma de lo americano. El libro constituye,implícita y explícitamente, una invitación ala discusión: vaya este comentario comouna primera respuesta. O mucho me equi·vaco o de él se hablará largo rato.
literario que se presentara como redentorde Calibán; en suma la suya le parece, bajocapa de modernidad e izquierdismo, la expresión más reciente de la vieja tesis de"civilización -buena- y barbarie -mala-".
Inútil es decir aquí que la crítica deFernández Retamar está montada en buenaparte sobre la actitud política o pública desus criticados: su postura es que la literatura y la actitud son algo indisoluble e interdependiente; S! la actitud de un hombre enun momento dado es mala, su obra quedainstantáneamente teñida por ese pecado.Una y otra son manifestación de un individuo indivisible. Imaginar, sin embargo, esoshombres de una pieza, tiene sus bemoles, porlo menos así lo ve quien puede comprenderla ambigüedad humana; valdría la penapreguntar si, a la inversa, el pecado literario,artístico o cultural no tiñe también las otrasacciones. Quizá en estricta consecuenciahabría que aceptar que sí.
Fernández Retamar encuentra una relación indisoluble entre revolución y cultura."Muy pronto os habituaréis a contar connosotros", había dicho Alfonso Reyes en1936, y él reconoce ese muy pronto en elaño de 1959 en que llega al poder larevolución cubana. Los hitos premonitoriosde la cultura que entonces adviene no sonobras literarias, artísticas o filosóficas, sinomovimientos sociales y políticos. Ariel, en
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Parte importante del libro de FernándezRetamar es una doble polémica contra Borges y Carlos Fuentes. Borges, con toda sucultura y toda su calidad, es para él eleSCiitor "colonial", necesitado de leer todala Europa, y capaz sólo de glosar con arteesa lectura. Su obra vendría a ser así "eltestamento atormentado de una clase sinsalida" (la burguesía deslumbrada por losvalores ajenos), negadora de su propia realidad. Encuentra así una coincidencia lógicaentre las lamentables posturas políticas deBorges y su postura literaria: ambas sonexpresión de una misma contextura. (Cabría recordar, según el mismo Borges lo hadicho, que él asume, frente a esa lectura deEuropa, una postura socarrona de francotirador, una actitud "desde fuera"; de esoestá hecho lo mejor de su obra: y en esopodría reconocerse una actitud de Calibán.Que cada quien tiene sus respuestas, y valela pena tratar de entenderlas.)
A Carlos Fuentes lo trata, desde luego,con mucho menos respeto. El último Fuentes, especialmente el de La nueva novelahispanoamericana le parece deseoso deapantallar con temas de moda en Europa,mal digeridos (Iingü ística, estructuralismo),a los "bárbaros" latinoamericanos. Así seconvierte en instrumento de un Próspero