Loquillo

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54 SÁBADO, 25 DE FEBRERO DE 2012 Málaga hoy Cultura y Ocio CRÍTICA TEATRO CONCHA. YO LO QUE QUIERO ES BAILAR ★★★★★ Auditorio de la Diputación. Fecha: 24 de febrero. Dirección: José María Pou. Texto: Juan Carlos Rubio, a partir de fragmentos de Antonio Gala, Enrique Jardiel Poncela, José Zo- rrilla, Rudyard Kipling y Marsha Norman, entre otros. Dirección musical: Xavier Mestres, a partir de temas de Augusto Algueró, Stephen Sondheim y Jerry Herman, entre otros. Repar- to: Concha Velasco. Músicos: Xavier Mestres, Tomás Alcaide, Roger Conesa y Xavi Sánchez . Aforo: Unas 250 personas (media entrada). Pablo Bujalance Hay ocasiones en que Málaga se hace cuesta arriba, y anoche fue una de ellas. Después de cinco me- ses de éxito continuo y llenos abso- lutos en Barcelona llegó a la capital de la Costa del Sol Concha. Yo lo que quiero es bailar, un montaje único, probablemente el mejor espectá- culo que puede verse en España ac- tualmente junto al Follies de Mario Gas recién estrenado en Madrid, una verdadera celebración del ar- te, de la música, con el privilegio que supone tener a una pieza clave de la escena y el cine español del úl- timo medio siglo a completa dispo- sición de su público, en carne viva, pletórica, estupenda, poderosa, tierna, una mujer entera y virtuosa de la que enamorarse una y mil ve- ces. ¿Y cómo respondió Málaga? Con algo más de 200 personas en un auditorio desangelado en el que el ruido de la ventilación se sentía más que el calor del público. Lo más vergonzoso de todo esto es, sin embargo, ponerse a buscar expli- caciones: que si la crisis aprieta y las entradas costaban unos 30 eu- ros (¿pero en realidad tan pocos pueden permitirse un capricho tan barato en relación con el espectá- culo que se está ofreciendo?), que el Auditorio de la Diputación no es- tá en el centro (¿es que los barrios no cuentan?), que no se le ha dado suficiente publicidad (¿es que no se vende por sí sola una velada con Concha Velasco desnuda durante dos horas?). Entonces uno conclu- ye que Málaga no tiene ni más ni menos que lo que se merece. Ayer tuvo una oportunidad de lujo para sacudirse sus complejos de siem- pre y la tiró por la borda. Bravo. Afortunadamente, a la noche le quedó otro sabor: el de la generosi- dad de una artista que aprovechó el magnífico traje que le ha hecho Jo- sé María Pou (no recuerdo una en- carnación tan brillante del formato one man show anglosajón, en este caso woman, a las hechuras hispa- nas, y precisamente a través de uno de sus iconos más reconocibles) para pegarse dos horas del tirón so- bre el escenario cantando, bailan- do, confesándose, haciendo del teatro un milagro vivo y latente, acompañada por cuatro músicos de impresionante ejecución del ofi- cio (y que atesoran la escuela del mejor show business made in Barce- lona: brutales) y haciendo lo suyo con nervios de estreno como si hu- biese estado delante de cientos de miles. Mientras escribo estas lí- neas, recién visto el espectáculo, aseguro que daría un brazo para volver a escucharla cantar ahora mismo Nothing de A chorus line, pe- ro también pronunciar el discurso que llevaba preparado la noche que no le dieron el Goya por Más allá del jardín. Todo es distinguido, amable y auténtico, desde la im- presionante iluminación que pare- cía multiplicar ayer las dimensio- nes del auditorio hasta las confe- siones entrañables y emocionan- tes. No importa lo que Concha Ve- lasco se calle: importa escucharla mientras recita el bellísimo poema de Jardiel Poncela sobre el teatro, porque ahí se callan los listos de siempre. La que enseña lo que lleva en el bolso y explica en qué consiste el método staniswhisky, vestida con la sencillez de quien tiene poco que demostrar, es la misma: la Concha a la que amamos. Y a la que agradecemos, tanto, que exista. Pero ¿dónde diantre estaba Málaga? MIGUE FERNÁNDEZ Concha Velasco, ayer, durante su actuación en el Auditorio de la Diputación. CRÍTICA MÚSICA LOQUILLO ★★★★Teatro Cervantes. Fecha: 23 de febrero. Músi- cos: Loquillo (voz), Jaime Stinus y Jesús García (guitarras), Laurent Castagnet (batería), Alfonso Alcalá (bajo), Julia de castro (violín), Santiago Co- met (teclados). Aforo: Unas mil personas (lleno). Pablo Piñero Serio. Paso lento. Cabeza alta y li- geramente inclinada. Espalda recta. Mirada directa al infinito. Mano izquierda en el bolsillo y de- recha señalando al tendido. Son- risa de pillo, altiva, casi de des- precio. Afirmando y transmitien- do una gran confianza en sí mis- mo. También calma. O rabia con- tenida a punto de estallar. Y con el negro por bandera. De arriba aba- jo. Elegancia clara. Y un fondo va- cío, oscuro de fondo en el escena- rio. Doble apuesta segura a un co- lor que le caracterizará para siem- pre. Va de negro y de negro lo ve- rás. Puro Loquillo. Así apareció el roquero barcelo- nés en el Teatro Cervantes en la noche del pasado jueves. Un espa- cio que vivió una emocionante ci- ta musical con alguien que tiene un tono de voz, una pose y un algo que, cuando empieza a cantar, so- bra todo lo demás. Loquillo inau- guró la temporada musical del Cervantes ofreciendo uno de los conciertos de su gira A solas. De nuevo olvidando a los Trogloditas y a Los Intocables, el loco se centra en sus discos en solitario –espe- cialmente en el último, Su nombre era el de todas las mujeres– para dar rienda suelta a su vena más poética. Dos horas en las que acompañado de grandes músicos repasa la poesía contemporánea de mano de nombres como los de Benedetti o Gil de Biedma; aun- que es el madrileño Luis Alberto de Cuenca el que, con sus grandes letras, tiene un peso especial. Este músico tiene ya experien- cia. Medio siglo a sus espaldas y más de 30 años en la música le dan casi carta libre para dedicar- se a lo que quiera. Sabe lo que se hace. Lo hace bien. Y sabe que lo que hace gusta a un público que le espera ya rendido a sus pies, co- mo demostró la ovación inicial del Cervantes nada más aparecer por el escenario. Por eso, su litera- tura musical parece extraña en un tipo duro como él, pero va calan- do poco a poco en el tendido co- mo una fina lluvia. Y mientras el concierto va ganando en emo- ción, en sentimiento y coraje, él empieza a sentirse inmortal y el público afortunado de tenerle de- lante, de casi poder tocarlo. Es el momento en el que se pone las ga- fas y se sienta para cantar Antes de la lluvia. Cuando de su boca salen las pa- labras Johnny Cash, los suspiros lo hacen de entre el patio de butacas, a donde Loquillo baja una y otra vez para estar más cerca del públi- co. Parece que es quien quiere tocar a sus espectadores, sentirlos. La chaqueta ha desaparecido y las mangas están arremangadas hasta los codos. Hay que sentirse cómo- dos. Y roqueros. El concierto se convierte entonces en una mezcla de sentimientos, viejos recuerdos y memoria. De amigos y amores que pasaron. De reivindicación y ternu- ra. De la gloria que quedó. De saber que Loquillo no volverá a ser joven. Pero también el concierto se vuelve crítico, incisivo, soberbio. Agitado, directo y sincero como las letras de los poetas europeos que sigue mu- sicando: Pavese, Brasens, Keats... Y así, el Loquillo y sus músicos van sembrando el terreno para un final que huele a laurel. Una cose- cha como pocas en este país. Por eso, se sienta en las escaleras de ac- ceso al escenario para hacer in- menso el poema El encuentro –de nuevo de Luis Alberto de Cuenca– con una interpretación que levanta al Cervantes en un final lleno de ira y poesía. Y Loquillo desaparece del escenario. Y, cuando todo está por acabar, el tipo vuelve. Ahora lleva camisa blanca, se ha vuelto a poner la cha- queta. Sigue recto, serio, altivo, sonriente. Paciente. Ahora ya da la sensación de estar por encima del bien y del mal. Cigarro en mano iz- quierda y copa en la mano derecha. Con ganas de brillar y brillar. Con toda su personalidad y actitud en el escenario. Con una lentitud que se vuelve dureza por momentos, la misma que la de Billy La Roca. Por eso, cuando en su último paseo de butacas se afana en conceder un gustazo más con la magnífica Con elegancia, la gente se levanta de nuevo para aplaudir. El Cervantes entero en pie rinde entonces ho- menaje al músico, pero éste lo cal- ma para regalar un último susurro en forma de canción: La tempestad. Y así, con la misma sonrisa que 120 minutos antes, desaparece sobre el escenario mientras sus músicos apuran los últimos acordes. Puro Loquillo. Apuesta segura al negro DANIEL PÉREZ / TEATRO CERVANTES Puro Loquillo, el jueves en el Cervantes.

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Crítica del concierto de Loquillo en el Teatro Cervantes de Málaga celebrado el jueves 23 de febrero de 2012.

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54 SÁBADO, 25 DE FEBRERO DE 2012 ● Málaga hoy

Cultura y Ocio

CRÍTICA TEATRO

CONCHA. YO LO QUE QUIEROES BAILAR★★★★★

Auditorio de la Diputación. Fecha: 24 defebrero. Dirección: José María Pou. Texto:Juan Carlos Rubio, a partir de fragmentos deAntonio Gala, Enrique Jardiel Poncela, José Zo-rrilla, Rudyard Kipling y Marsha Norman, entreotros. Dirección musical: Xavier Mestres, apartir de temas de Augusto Algueró, StephenSondheim y Jerry Herman, entre otros. Repar-to: Concha Velasco. Músicos: Xavier Mestres,Tomás Alcaide, Roger Conesa y Xavi Sánchez .Aforo: Unas 250 personas (media entrada).

Pablo Bujalance

Hay ocasiones en que Málaga sehace cuesta arriba, y anoche fueuna de ellas. Después de cinco me-ses de éxito continuo y llenos abso-lutos en Barcelona llegó a la capitaldelaCostadelSolConcha.Yoloquequiero es bailar, un montaje único,probablemente el mejor espectá-culo que puede verse en España ac-tualmente junto al Follies de MarioGas recién estrenado en Madrid,una verdadera celebración del ar-te, de la música, con el privilegioque supone tener a una pieza clavedelaescenayelcineespañoldelúl-timo medio siglo a completa dispo-sición de su público, en carne viva,

pletórica, estupenda, poderosa,tierna, una mujer entera y virtuosade la que enamorarse una y mil ve-ces. ¿Y cómo respondió Málaga?Con algo más de 200 personas enunauditoriodesangeladoenelqueel ruido de la ventilación se sentíamás que el calor del público. Lomásvergonzosodetodoestoes,sinembargo, ponerse a buscar expli-caciones: que si la crisis aprieta y

las entradas costaban unos 30 eu-ros (¿pero en realidad tan pocospueden permitirse un capricho tanbarato en relación con el espectá-culo que se está ofreciendo?), queel Auditorio de la Diputación no es-tá en el centro (¿es que los barriosno cuentan?), que no se le ha dadosuficiente publicidad (¿es que nose vende por sí sola una velada conConcha Velasco desnuda durante

dos horas?). Entonces uno conclu-ye que Málaga no tiene ni más nimenos que lo que se merece. Ayertuvo una oportunidad de lujo parasacudirse sus complejos de siem-preylatiróporlaborda.Bravo.

Afortunadamente, a la noche lequedó otro sabor: el de la generosi-daddeunaartistaqueaprovechóelmagnífico traje que le ha hecho Jo-sé María Pou (no recuerdo una en-

carnacióntanbrillantedel formatoone man show anglosajón, en estecaso woman, a las hechuras hispa-nas, y precisamente a través de unode sus iconos más reconocibles)parapegarsedoshorasdeltirónso-bre el escenario cantando, bailan-do, confesándose, haciendo delteatro un milagro vivo y latente,acompañada por cuatro músicosdeimpresionanteejecucióndelofi-cio (y que atesoran la escuela delmejor show business made in Barce-lona: brutales) y haciendo lo suyocon nervios de estreno como si hu-biese estado delante de cientos demiles. Mientras escribo estas lí-neas, recién visto el espectáculo,aseguro que daría un brazo paravolver a escucharla cantar ahoramismoNothingdeAchorusline,pe-ro también pronunciar el discursoque llevaba preparado la nocheque no le dieron el Goya por Másallá del jardín. Todo es distinguido,amable y auténtico, desde la im-presionante iluminación que pare-cía multiplicar ayer las dimensio-nes del auditorio hasta las confe-siones entrañables y emocionan-tes. No importa lo que Concha Ve-lasco se calle: importa escucharlamientras recita el bellísimo poemade Jardiel Poncela sobre el teatro,porque ahí se callan los listos desiempre. La que enseña lo que llevaenelbolsoyexplicaenquéconsisteel método staniswhisky, vestidacon la sencillez de quien tiene pocoque demostrar, es la misma: laConcha a la que amamos. Y a la queagradecemos,tanto,queexista.

Pero ¿dónde diantre estaba Málaga?

MIGUE FERNÁNDEZConcha Velasco, ayer, durante su actuación en el Auditorio de la Diputación.

CRÍTICA MÚSICA

LOQUILLO★★★★★

Teatro Cervantes. Fecha: 23 de febrero. Músi-cos: Loquillo (voz), Jaime Stinus y Jesús García(guitarras), Laurent Castagnet (batería), AlfonsoAlcalá (bajo), Julia de castro (violín), Santiago Co-met (teclados). Aforo: Unas mil personas (lleno).

Pablo Piñero

Serio. Paso lento. Cabeza alta y li-geramente inclinada. Espaldarecta. Mirada directa al infinito.Mano izquierda en el bolsillo y de-recha señalando al tendido. Son-risa de pillo, altiva, casi de des-precio. Afirmando y transmitien-do una gran confianza en sí mis-mo. También calma. O rabia con-tenida a punto de estallar. Y con elnegro por bandera. De arriba aba-jo. Elegancia clara. Y un fondo va-cío, oscuro de fondo en el escena-rio. Doble apuesta segura a un co-lor que le caracterizará para siem-pre. Va de negro y de negro lo ve-rás. Puro Loquillo.

Así apareció el roquero barcelo-nés en el Teatro Cervantes en lanoche del pasado jueves. Un espa-cio que vivió una emocionante ci-ta musical con alguien que tieneun tono de voz, una pose y un algoque, cuando empieza a cantar, so-bra todo lo demás. Loquillo inau-guró la temporada musical delCervantes ofreciendo uno de losconciertos de su gira A solas. Denuevo olvidando a los Trogloditasy a Los Intocables, el loco se centraen sus discos en solitario –espe-

cialmente en el último, Su nombreera el de todas las mujeres– paradar rienda suelta a su vena máspoética. Dos horas en las queacompañado de grandes músicosrepasa la poesía contemporáneade mano de nombres como los deBenedetti o Gil de Biedma; aun-que es el madrileño Luis Albertode Cuenca el que, con sus grandesletras, tiene un peso especial.

Este músico tiene ya experien-cia. Medio siglo a sus espaldas ymás de 30 años en la música ledan casi carta libre para dedicar-se a lo que quiera. Sabe lo que sehace. Lo hace bien. Y sabe que lo

que hace gusta a un público que leespera ya rendido a sus pies, co-mo demostró la ovación inicialdel Cervantes nada más aparecerpor el escenario. Por eso, su litera-tura musical parece extraña en untipo duro como él, pero va calan-do poco a poco en el tendido co-mo una fina lluvia. Y mientras elconcierto va ganando en emo-ción, en sentimiento y coraje, élempieza a sentirse inmortal y elpúblico afortunado de tenerle de-lante, de casi poder tocarlo. Es elmomento en el que se pone las ga-fas y se sienta para cantar Antes dela lluvia.

Cuando de su boca salen las pa-labras Johnny Cash, los suspiros lohacen de entre el patio de butacas,a donde Loquillo baja una y otravez para estar más cerca del públi-co.Parecequeesquienquieretocara sus espectadores, sentirlos. Lachaqueta ha desaparecido y lasmangas están arremangadas hastalos codos. Hay que sentirse cómo-dos. Y roqueros. El concierto seconvierte entonces en una mezclade sentimientos, viejos recuerdos ymemoria. De amigos y amores quepasaron.Dereivindicaciónyternu-ra.Delagloriaquequedó.Desaberque Loquillo no volverá a ser joven.

Perotambiénelconciertosevuelvecrítico, incisivo, soberbio. Agitado,directo y sincero como las letras delos poetas europeos que sigue mu-sicando:Pavese,Brasens,Keats...

Y así, el Loquillo y sus músicosvan sembrando el terreno para unfinal que huele a laurel. Una cose-cha como pocas en este país. Poreso, se sienta en las escaleras de ac-ceso al escenario para hacer in-menso el poema El encuentro –denuevo de Luis Alberto de Cuenca–con una interpretación que levantaal Cervantes en un final lleno de iray poesía. Y Loquillo desaparece delescenario.

Y, cuando todo está por acabar,el tipo vuelve. Ahora lleva camisablanca, se ha vuelto a poner la cha-queta. Sigue recto, serio, altivo,sonriente. Paciente. Ahora ya da lasensación de estar por encima delbien y del mal. Cigarro en mano iz-quierdaycopaenlamanoderecha.Con ganas de brillar y brillar. Contodasupersonalidadyactitudenelescenario. Con una lentitud que sevuelve dureza por momentos, lamisma que la de Billy La Roca. Poreso, cuando en su último paseo debutacas se afana en conceder ungustazo más con la magnífica Conelegancia, la gente se levanta denuevo para aplaudir. El Cervantesentero en pie rinde entonces ho-menaje al músico, pero éste lo cal-ma para regalar un último susurroen forma de canción: La tempestad.Y así, con la misma sonrisa que 120minutos antes, desaparece sobre elescenario mientras sus músicosapuran los últimos acordes. PuroLoquillo.

Apuesta segura al negro

DANIEL PÉREZ / TEATRO CERVANTESPuro Loquillo, el jueves en el Cervantes.