LOS ANTIGUOS FONDEADEROS Y TENEDEROS DEL PUERTO

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EL DÍA del domingo L A imagen es de cuando, en la década de los años 30, los veleros, las motonaves y los vapores de todo tipo y ban- dera atracaban y fondeaban al re- doso del Muelle Sur. En la antigua estampa —de un pasado casi reciente— gracia de vapores y «motorships» en el Muelle Sur con, a la izquierda, dos petroleros abarloados. Uno de ellos, el que estaba entonces adosado al muelle citado, pare- ce es el italiano «Olterra» que, semihundido en aguas de Alge- ciras, durante la Segunda Gue- rra Mundial cedió su nombre a la historia de los submarinistas de la Regia Marina y, también, a los que en otras —Royal Navy, Armadas de Alemania y Japón- mucho y bien operaron con sus «submarinos enanos» y «torpe- dos tripulados». En fondeo, buena siembra de goletas y balandras dedicadas al «vivero» y el «salpreso» y, justo en el centro —con sus bandas blancas en la chimenea— el «Uad Ras», el guardacostas que el 22 de diciembre de 1930 varó en la costa majorera de Caleta Fuster. Allí acudió el «La Pal- ma» —el buen y antiguo «correí- llo» que sestea en Nuvasa— y, pese a sus esfuerzos, el «Uad Ras», se nos fue para siempre de la mar. En agosto de 1935, en esta misma baja tocó fondo el «Ciudad de Manon» —de la misma Trasmediterránea— que, con el «Ciudad de Málaga«, ha- bía bajado a Canarias para man- tener los servicios interinsulares. Buena fila de «viveros» que, rasos al agua, mantenían la pes- ca viva y según las necesidades del mercado. Los aljibes flotan- tes —«T\ilga», «Alicia», «Doro- tea», etc.— lanzaban al aire sus chimeneas en candela y que, de poca guinda, se alzaban sobre los casetones que albergaban las cal- deretas. De los numerosos remolcado- res en puerto, sólo dos en la ima- gen: a la derecha, el «Tenerife», de Hamilton y Compañía —el que terminó su vida convertido en pesquero— y, a la izquierda, el «Salamanca», de la Eider Dempster, que, años más tarde, marchó a la entonces Guinea Es- pañola con el nombre de «Ataúl- fo» para, sin pena ni gloria, y en el más completo anonimato, de- saparecer de las listas de la flota mercante española. Falúas de Camacho con sus chimeneas blancas y tope negro en primer término. Alguna em- barcación del antiguo y presti- gioso «tren de lancha ^ue, ya por la fecha citada, naoia casi de- saparecido ante el aumento de lí- nea de atraque en el Muelle Sur. De derecha a izquierda, uno de los «Pinillos blancos» —posiblemente el «Turia» o el «Sil», que más tarde fueron se- guidos los «Darro» y «'Riria» —que, justo por su proa, tiene al «Bañaderos», al «Bajamar» o al «Betancuria». Por la proa del «torise» —así se llamaba enton- ces a los fruteros de la Thoresen, ya bajo la contraseña de la actual y bien conocida Fred Olsen Line— la silueta elegante, con dos chimeneas de mucha guin- da y en candela, de un «ville» de la Maritime Belge, naviera tan li- gada al puerto de la capital tiner- feña desde los años de su funda- ción. En la antigua estampa, con los barcos en fondeo, la silueta del «Albertville» —o «Leopoldvi- lle»— que, respectivamente, na- cieron a la mar en 1927 y año si- guiente en los astilleros de la Ateliers et Chantiers de la Loire y Cockerill, en Hoboken. Uni- dades gemelas, eran de fina es- tampa marinera y, entre 1936 y año siguiente, ambos «liners» fueron modernizados y, al ganar eslora, las dos chimeneas fueron sustituidas por una, de corte mo- derno, que bien conservaron has- ta el fin de sus días en la mar. El 11 de junio de 1940, el «Al- bertville» fue hundido en El Havre por la aviación alemana y, Vista parcial del puerto de Santa Cruz de Tenerife en los primeros años de la década de los 30. Con buena siembra de barcos en fondeo, en el Muelle Sur un «Pinillo blanco», un «torise» de la Fred Olsen Line y, con dos chimineas gallardas, un «ville» de la Martime Belga Los antiguos fondeaderos y tenederos del puerto O O gemelo —el «Leopoldville— lo fue por el submarino «U-468» cuando, con tropas americanas, se encontraba a cinco millas de Cherburgo. AL REDOSO DEL MUELLE SUR La antigua imagen nos trae —nos sacan a flor de alma— toda la historia larga de los fondeade- ros y tenederos de Santa Cruz, de la Isla toda. Con nueve décadas de historia, un derrotero de las Islas Cana- rias que, muy cargado de años e historia, hemos vuelto a ver y re- pasar. Han pasado años y mu- chas décadas, pero aún nos pa- rece adivinar en las páginas del antiguo volumen el polvo de sal que dejaron los rociones que, por la proa, asaltaban a los veleros isleños que, blancos de velas abiertas, navegaban arrumbados a las aguas calientes del Caribe huracanado. Así era el puerto con tenede- ros y fondeaderos, el de los ve- leros y vapores fondeados a la gira y que, en años anteriores a la radiotelegrafía —a las «cuatro torres» santacruceras que dieron nombre a todo un barrio— se co- municaban con tierra merced a un código establecido de antema- no. Este no es el puerto de la pi- tada larga por cada cien tonela- das que solicitaba el recién lle- gado —una corta significaba cin- cuenta de agua potable— pues, por radiotelegrafía, con mucha antelación se anunciaba la llega- da y la necesidad de los suminis- tros de combustible, agua y ví- veres. Con la implantación de la ra- dio —telegrafía sin hilos, se de- cía entonces— se nos fue del ves- tíbulo de Santa Cruz la campa- na de la atalaya marinera del cas- tillo de San Cristóbal, la campana que con lágrimas de bronce cantaba y encantaba y a todos llenaba de orgullo. Ya los barcos no fondean al re- doso del Muelle Sur ni amarran a las boyas situadas frente a las playas de La Peñita, San Anto- nio y Los Melones. Tampoco lo hacen en los antiguos tenederos y, desde hace años, lucen sus es- tampas marineras frente a San Andrés, Las Teresitas e Igueste de San Andrés. A la vista de la estampa por- tuaria —de casi un pasado ro que, con respecto a la antigua rada, dice que, «situada al NE. de la Isla viene a ser una ense- nada profunda de la costa, diri- giéndose desde Antequera al S. 62° W. hasta el cerro de Paso Alto, tuerce en este punto A. S. 18 W. hasta el castillo de San Juan, que defiende la parte S. de la rada». El texto marinero añade que, «abrigada de los vientos del SW. al NNE. por el N. no lo está por los del NE., que generalmente reinan y levantan a veces algu- nas marejadas, y mucho menos a los del SE., que hacen peligro- sa la estancia al ancla en noviem- bre y diciembre, obligando a dar a la vela». «Debe esto verificarse —añada el derrotero— en dichos meses cuando se presente el cariz (muy pronunciado) de la travesía y la mar del SE., que por lo regular recala antes que el viento; y en caso de que precise volver al fon- deadero, es lo más conveniente dirigirse a las llamadas calmas de Canarias, que efectivamente se encuentran entonces en toda la parte NW. de dicha Isla, don- de se puede permanecer cómo- damente al ancla, hasta que pa- sado el temporal, puede volver- se a Santa Cruz. Algunos buques, sin embargo, montan la Punta de Anaga y van a abrigarse a la costa occidental de Tenerife; pero parece más ventajoso lo primero. De todos modos, nunca debe esperarse para dar la vela a que haya enta- blado completamente el viento del SE., porque la mar gruesa y arbolada, que ya entonces se ex- perimenta, puede hacer muy di- fícil la maniobra, aun cuando se trate de arriar los cables». La última vez que vimos a un barco montar la Punta de Anaga para abrigarse en la costa occi- dental de la Isla fue tras la ter- minación de la campaña de Las Malvinas. Un buen día, el «Queen Elizabeth pasó ante Santa Cruz de Tenerife con los supervivientes y heridos de los buques hundidos -H.M.S. «Sheffield», H.M.S. «Antelope», H.M.S. «Sir Gala- had», etc.— en aquellas lejanas aguas. Más tarde, y muy en el horizonte, el portaviones H.M.S. «Hermes» cruzó rumbo al Nor- te y bien a la vista de nuestra ciu- dad y, posteriormente, en día de land», uno de los varios ferries requisados por la Royal Navy. El «Norland» venía con una avería en el sistema eléctrico y, llorando herrumbre por la supe- restructura y bandas, fondeó jus- to en la bocana del Muelle Sur, embarcó técnicos tinerfeños y, tras virar el ancla, arrumbó a la zona encalmada al redoso de Punta de Anaga. Allí reparó du- rante uno o dos días y, de nuevo en aguas de Santa Cruz, en muy breve escala desembarcó a quie- nes habían reparado la avería y, de nuevo, se hizo a la mar. La imagen refleja los tiempos de muchos barcos en atraque y fondeo. Eran los tiempos en los que, fondeados a la gira, los va- pores llevaban a cabo las opera- ciones de relleno de carboneras y refresco de la aguada; eran los tiempos de los «liners» siempre apresurados, de los carboneros tiznados y retiznados, de los len- tos y viejos «tramps» y algún que otro velero de altura, de los po- cos —muy pocos— que daban poesía a la mar. Aquellos eran los tiempos del ir y venir de pa- sajeros en las falúas de vapor de Camacho y la firma Barrera y Llombet. Con ellas, empenacha- das de humo, los botes que a remo, atendían el servicio desde el desembarcadero de «los plati- llos» que, a partir de 1913, se convirtió en el de «la marque- sina». En sus viejas páginas, el de- rrotero —manchado por los rociones— nos dicen que «el me- jor fondeadero durante la buena estación se encuentra entre los paralelos de las baterías de San Pedro y San Antonio, por 24 a 30 m., arena negra, demorando el castillo de Paso Alto (que está al pie de la montaña más al N. de la bahía) al N. y al de San Pe- dro (que es el primero al N. del muelle, después de la Alameda) un poco al W. para el S.; como regla general nunca deben fon- dear los buques mayores en si- tio en que se marque el citado castillo al E. del N. Desde hace unos años relativamente pocos años— los grandes petroleros y mineraleros dan fondo y muestran sus estam- pas macizas entre las playas de Las Teresitas, Igueste de San An- drés y Antequera. En la época del antiguo «Derrotero» que co- mentamos aquella era una zona donde la mar toda se rizaba de espuma y, dulcemente, moría en Los buques de guerra fondea- ban algo más al No., «entre los fuertes de Paso Alto y Santa Isa- bel, por 32 a 34 metros, arena fangosa, buen tenedero. En este sitio también se está más libre de los abordajes de los buques del comercio». Otro de los antiguos tenederos se encontraba frente a la antigua batería de la Candelaria, reser- vado a los vapores en tránsito. «Para los buques de vapor es un buen fondeadero por 16 metros (en bajamar), arena negra, exce- lente tenedero, a 416 metros del sitio en que se hallaba la antigua batería de la Candelaria, que se ha demolido, demorando éste al N. 60 W., y la medianía del cas- tillo de Paso Alto al N.». Los vapores que llegaban con «patente sucia» y quedaban en ré- gimen de cuarentena, fondeaban al ESE del muelle por 17, 20, 25, 28, 40 y 55 metros de agua.El antiguo derrotero hace mención —destacada mención— del ya casi olvidado «petón de San Tel- mo». En este fondeadero —dice el derrotero— hay un bajo de piedra denominado Petón de San Telmo, «que aunque tiene 40 me- tros de agua se debe tener en cuenta para no dejar caer el an- cla sobre él. Se halla aproxima- damente a unos tres cables al E. 1/4 SE de la torre de San Telmo». Las luces de señalización y re- calada estaban bien —muy bien— señaladas y definidas en el antiguo derrotero que, además detalla las obras entonces en marcha, las que bien se realiza- ban para lograr las metas que Santa Cruz, sus hijos, se habían propuesto. Con las obras en el Muelle Sur, las del Norte: «el contra- muello construido al N. junto al fuerte de San Miguel tiene añadía el derrotero— longitud de 150 metros y entre ambos mue- lles encierran una superficie de 400 ha. con fondo en bajamar desde 3 a 24 metros». Para la construcción del Mue- lle de Ribera, Santa Cruz cedió sus playas de Ruiz, La Peñita, San Antonio y Los Melones. También desaparecieron las de María Jiménez, Bufadero, Cue- va Bermeja, Jagua y Los Trabu- cos. Con la muerte de las prime- ras desaparecieron los fondeade- ros que, con sus respectivas bo- yas —metálicas, circulares y pintadas de blanco y con fondos rojos— se encontraban situadas a poca distancia de la costa. Eran las boyas destinadas a los carbo- neros tiznados y retiznados que, por las planchas colocadas a ban- da y banda, dejaban resbalar ha- cia las gabarras abarloadas el ne- gro Cardiff que abarrotaba sus bodegas. Por allí, y en años de la Segun- da Guerra Mundial, fondeo obli- gado de mercantes italianos y alemanes —«Taigete», «Arcóla». «Teresa Schiaffino», «Andalu- sia», «Sangro», «Rudoif Al- brectch», etc.— y, sólo durante unas horas, la estampa gris del crucero italiano «Scipkme Afri- cano» —uno de los buques de guerra más veloces del mundo— que traía las tripulaciones nece- sarias para llevar a aguas patrias a los cargueros de su nacionali- dad acogidos a la paz española. Al crecer el Muelle Sur y el Dique del Este desaparecieron los fondeaderos situados entre ambos. También desapareció el del «petón de San Telmo*, si bien después de la guerra lo utilizó el carguero polaco «Stalowa Waia» —que llegó con averías en la máquina— y, mucho más tarde, el petrolero «Ptecos», de la Ma- rina estadounidense. Hoy, desde el Dique del Este a Igueste de San Andrés —hacia el Sur hasta el campo de boyas de la Cepsa— las aguas de San- ta Cruz nos ofrecen el diario re- galo de los barcos en fondeo que, siempre tirando del ancla, ya mucho difieren de los que, en años idos para siempre, llegaban empenachados de humo y prepa- rados para, siempre con prisa, rellenar sus exhaustas carbone- ras. Juan A. P&drón Albornoz DJOVEN Escarificador eléctrico para la limpieza y el cuidado de su césped. OU!¡ISH»WOLF PIACERES DE JARON CASA DE LAS SEMILLAS CASEVA Portier, n? 38 esquina Benavides SANTA CRUZ DE TENERIFE

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1989/06/04

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EL DÍA del domingo

LA imagen es de cuando, enla década de los años 30,los veleros, las motonaves

y los vapores de todo tipo y ban-dera atracaban y fondeaban al re-doso del Muelle Sur.

En la antigua estampa —de unpasado casi reciente— gracia devapores y «motorships» en elMuelle Sur con, a la izquierda,dos petroleros abarloados. Unode ellos, el que estaba entoncesadosado al muelle citado, pare-ce es el italiano «Olterra» que,semihundido en aguas de Alge-ciras, durante la Segunda Gue-rra Mundial cedió su nombre ala historia de los submarinistasde la Regia Marina y, también,a los que en otras —Royal Navy,Armadas de Alemania y Japón-mucho y bien operaron con sus«submarinos enanos» y «torpe-dos tripulados».

En fondeo, buena siembra degoletas y balandras dedicadas al«vivero» y el «salpreso» y, justoen el centro —con sus bandasblancas en la chimenea— el«Uad Ras», el guardacostas queel 22 de diciembre de 1930 varóen la costa majorera de CaletaFuster. Allí acudió el «La Pal-ma» —el buen y antiguo «correí-llo» que sestea en Nuvasa— y,pese a sus esfuerzos, el «UadRas», se nos fue para siempre dela mar. En agosto de 1935, enesta misma baja tocó fondo el«Ciudad de Manon» —de lamisma Trasmediterránea— que,con el «Ciudad de Málaga«, ha-bía bajado a Canarias para man-tener los servicios interinsulares.

Buena fila de «viveros» que,rasos al agua, mantenían la pes-ca viva y según las necesidadesdel mercado. Los aljibes flotan-tes —«T\ilga», «Alicia», «Doro-tea», etc.— lanzaban al aire suschimeneas en candela y que, depoca guinda, se alzaban sobre loscasetones que albergaban las cal-deretas.

De los numerosos remolcado-res en puerto, sólo dos en la ima-gen: a la derecha, el «Tenerife»,de Hamilton y Compañía —elque terminó su vida convertidoen pesquero— y, a la izquierda,el «Salamanca», de la EiderDempster, que, años más tarde,marchó a la entonces Guinea Es-pañola con el nombre de «Ataúl-fo» para, sin pena ni gloria, y enel más completo anonimato, de-saparecer de las listas de la flotamercante española.

Falúas de Camacho con suschimeneas blancas y tope negroen primer término. Alguna em-barcación del antiguo y presti-gioso «tren de lancha ^ue, yapor la fecha citada, naoia casi de-saparecido ante el aumento de lí-nea de atraque en el Muelle Sur.

De derecha a izquierda, unode los «Pinillos blancos»—posiblemente el «Turia» o el«Sil», que más tarde fueron se-guidos los «Darro» y «'Riria»—que, justo por su proa, tiene al«Bañaderos», al «Bajamar» o al«Betancuria». Por la proa del«torise» —así se llamaba enton-ces a los fruteros de la Thoresen,ya bajo la contraseña de la actualy bien conocida Fred OlsenLine— la silueta elegante, condos chimeneas de mucha guin-da y en candela, de un «ville» dela Maritime Belge, naviera tan li-gada al puerto de la capital tiner-feña desde los años de su funda-ción.

En la antigua estampa, con losbarcos en fondeo, la silueta del«Albertville» —o «Leopoldvi-lle»— que, respectivamente, na-cieron a la mar en 1927 y año si-guiente en los astilleros de laAteliers et Chantiers de la Loirey Cockerill, en Hoboken. Uni-dades gemelas, eran de fina es-tampa marinera y, entre 1936 yaño siguiente, ambos «liners»fueron modernizados y, al ganareslora, las dos chimeneas fueronsustituidas por una, de corte mo-derno, que bien conservaron has-ta el fin de sus días en la mar.El 11 de junio de 1940, el «Al-bertville» fue hundido en ElHavre por la aviación alemana y,

Vista parcial del puerto de Santa Cruz de Tenerife en los primeros años de la década de los 30. Con buena siembra de barcosen fondeo, en el Muelle Sur un «Pinillo blanco», un «torise» de la Fred Olsen Line y, con dos chimineas gallardas, un «ville» de

la Martime Belga

Los antiguos fondeaderos ytenederos del puerto

O O

gemelo —el «Leopoldville— lofue por el submarino «U-468»cuando, con tropas americanas,se encontraba a cinco millas deCherburgo.

AL REDOSO DELMUELLE SUR

La antigua imagen nos trae—nos sacan a flor de alma— todala historia larga de los fondeade-ros y tenederos de Santa Cruz,de la Isla toda.

Con nueve décadas de historia,un derrotero de las Islas Cana-rias que, muy cargado de años ehistoria, hemos vuelto a ver y re-pasar. Han pasado años y mu-chas décadas, pero aún nos pa-rece adivinar en las páginas delantiguo volumen el polvo de salque dejaron los rociones que, porla proa, asaltaban a los velerosisleños que, blancos de velasabiertas, navegaban arrumbadosa las aguas calientes del Caribehuracanado.

Así era el puerto con tenede-ros y fondeaderos, el de los ve-leros y vapores fondeados a lagira y que, en años anteriores ala radiotelegrafía —a las «cuatrotorres» santacruceras que dieronnombre a todo un barrio— se co-municaban con tierra merced aun código establecido de antema-no. Este no es el puerto de la pi-tada larga por cada cien tonela-das que solicitaba el recién lle-gado —una corta significaba cin-cuenta de agua potable— pues,por radiotelegrafía, con muchaantelación se anunciaba la llega-da y la necesidad de los suminis-tros de combustible, agua y ví-veres.

Con la implantación de la ra-dio —telegrafía sin hilos, se de-cía entonces— se nos fue del ves-tíbulo de Santa Cruz la campa-na de la atalaya marinera del cas-tillo de San Cristóbal, lacampana que con lágrimas debronce cantaba y encantaba y atodos llenaba de orgullo.

Ya los barcos no fondean al re-doso del Muelle Sur ni amarrana las boyas situadas frente a lasplayas de La Peñita, San Anto-nio y Los Melones. Tampoco lohacen en los antiguos tenederosy, desde hace años, lucen sus es-tampas marineras frente a SanAndrés, Las Teresitas e Iguestede San Andrés.

A la vista de la estampa por-tuaria —de casi un pasado

ro que, con respecto a la antiguarada, dice que, «situada al NE.de la Isla viene a ser una ense-nada profunda de la costa, diri-giéndose desde Antequera al S.62° W. hasta el cerro de PasoAlto, tuerce en este punto A. S.18 W. hasta el castillo de SanJuan, que defiende la parte S. dela rada».

El texto marinero añade que,«abrigada de los vientos del SW.al NNE. por el N. no lo está porlos del NE., que generalmentereinan y levantan a veces algu-nas marejadas, y mucho menosa los del SE., que hacen peligro-sa la estancia al ancla en noviem-bre y diciembre, obligando a dara la vela».

«Debe esto verificarse —añadael derrotero— en dichos mesescuando se presente el cariz (muypronunciado) de la travesía y lamar del SE., que por lo regularrecala antes que el viento; y encaso de que precise volver al fon-deadero, es lo más convenientedirigirse a las llamadas calmasde Canarias, que efectivamentese encuentran entonces en todala parte NW. de dicha Isla, don-de se puede permanecer cómo-damente al ancla, hasta que pa-sado el temporal, puede volver-se a Santa Cruz.

Algunos buques, sin embargo,montan la Punta de Anaga y vana abrigarse a la costa occidentalde Tenerife; pero parece másventajoso lo primero. De todosmodos, nunca debe esperarsepara dar la vela a que haya enta-blado completamente el vientodel SE., porque la mar gruesa yarbolada, que ya entonces se ex-perimenta, puede hacer muy di-fícil la maniobra, aun cuando setrate de arriar los cables».

La última vez que vimos a unbarco montar la Punta de Anagapara abrigarse en la costa occi-dental de la Isla fue tras la ter-minación de la campaña de LasMalvinas. Un buen día, el«Queen Elizabeth 2» pasó anteSanta Cruz de Tenerife con lossupervivientes y heridos de losbuques hundidos-H.M.S. «Sheffield», H.M.S.«Antelope», H.M.S. «Sir Gala-had», etc.— en aquellas lejanasaguas. Más tarde, y muy en elhorizonte, el portaviones H.M.S.«Hermes» cruzó rumbo al Nor-te y bien a la vista de nuestra ciu-dad y, posteriormente, en día de

land», uno de los varios ferriesrequisados por la Royal Navy.

El «Norland» venía con unaavería en el sistema eléctrico y,llorando herrumbre por la supe-restructura y bandas, fondeó jus-to en la bocana del Muelle Sur,embarcó técnicos tinerfeños y,tras virar el ancla, arrumbó a lazona encalmada al redoso dePunta de Anaga. Allí reparó du-rante uno o dos días y, de nuevoen aguas de Santa Cruz, en muybreve escala desembarcó a quie-nes habían reparado la avería y,de nuevo, se hizo a la mar.

La imagen refleja los tiemposde muchos barcos en atraque yfondeo. Eran los tiempos en losque, fondeados a la gira, los va-pores llevaban a cabo las opera-ciones de relleno de carbonerasy refresco de la aguada; eran lostiempos de los «liners» siempreapresurados, de los carbonerostiznados y retiznados, de los len-tos y viejos «tramps» y algún queotro velero de altura, de los po-cos —muy pocos— que dabanpoesía a la mar. Aquellos eranlos tiempos del ir y venir de pa-sajeros en las falúas de vapor deCamacho y la firma Barrera yLlombet. Con ellas, empenacha-das de humo, los botes que aremo, atendían el servicio desdeel desembarcadero de «los plati-llos» que, a partir de 1913, seconvirtió en el de «la marque-sina».

En sus viejas páginas, el de-rrotero —manchado por losrociones— nos dicen que «el me-jor fondeadero durante la buenaestación se encuentra entre losparalelos de las baterías de SanPedro y San Antonio, por 24 a30 m., arena negra, demorandoel castillo de Paso Alto (que estáal pie de la montaña más al N.de la bahía) al N. y al de San Pe-dro (que es el primero al N. delmuelle, después de la Alameda)un poco al W. para el S.; comoregla general nunca deben fon-dear los buques mayores en si-tio en que se marque el citadocastillo al E. del N.

Desde hace unos años —relativamente pocos años— losgrandes petroleros y mineralerosdan fondo y muestran sus estam-pas macizas entre las playas deLas Teresitas, Igueste de San An-drés y Antequera. En la épocadel antiguo «Derrotero» que co-mentamos aquella era una zonadonde la mar toda se rizaba deespuma y, dulcemente, moría en

Los buques de guerra fondea-ban algo más al No., «entre losfuertes de Paso Alto y Santa Isa-bel, por 32 a 34 metros, arenafangosa, buen tenedero. En estesitio también se está más libre delos abordajes de los buques delcomercio».

Otro de los antiguos tenederosse encontraba frente a la antiguabatería de la Candelaria, reser-vado a los vapores en tránsito.«Para los buques de vapor es unbuen fondeadero por 16 metros(en bajamar), arena negra, exce-lente tenedero, a 416 metros delsitio en que se hallaba la antiguabatería de la Candelaria, que seha demolido, demorando éste alN. 60 W., y la medianía del cas-tillo de Paso Alto al N.».

Los vapores que llegaban con«patente sucia» y quedaban en ré-gimen de cuarentena, fondeabanal ESE del muelle por 17, 20, 25,28, 40 y 55 metros de agua.Elantiguo derrotero hace mención—destacada mención— del yacasi olvidado «petón de San Tel-mo». En este fondeadero —diceel derrotero— hay un bajo depiedra denominado Petón de SanTelmo, «que aunque tiene 40 me-tros de agua se debe tener encuenta para no dejar caer el an-cla sobre él. Se halla aproxima-damente a unos tres cables al E.1/4 SE de la torre de San Telmo».

Las luces de señalización y re-calada estaban bien —muybien— señaladas y definidas enel antiguo derrotero que, ademásdetalla las obras entonces enmarcha, las que bien se realiza-ban para lograr las metas queSanta Cruz, sus hijos, se habíanpropuesto.

Con las obras en el MuelleSur, las del Norte: «el contra-muello construido al N. junto alfuerte de San Miguel tiene —añadía el derrotero— longitud de150 metros y entre ambos mue-lles encierran una superficie de400 ha. con fondo en bajamardesde 3 a 24 metros».

Para la construcción del Mue-lle de Ribera, Santa Cruz cediósus playas de Ruiz, La Peñita,San Antonio y Los Melones.También desaparecieron las deMaría Jiménez, Bufadero, Cue-va Bermeja, Jagua y Los Trabu-cos. Con la muerte de las prime-ras desaparecieron los fondeade-ros que, con sus respectivas bo-yas —metálicas, circulares ypintadas de blanco y con fondosrojos— se encontraban situadasa poca distancia de la costa. Eranlas boyas destinadas a los carbo-neros tiznados y retiznados que,por las planchas colocadas a ban-da y banda, dejaban resbalar ha-cia las gabarras abarloadas el ne-gro Cardiff que abarrotaba susbodegas.

Por allí, y en años de la Segun-da Guerra Mundial, fondeo obli-gado de mercantes italianos yalemanes —«Taigete», «Arcóla».«Teresa Schiaffino», «Andalu-sia», «Sangro», «Rudoif Al-brectch», etc.— y, sólo duranteunas horas, la estampa gris delcrucero italiano «Scipkme Afri-cano» —uno de los buques deguerra más veloces del mundo—que traía las tripulaciones nece-sarias para llevar a aguas patriasa los cargueros de su nacionali-dad acogidos a la paz española.

Al crecer el Muelle Sur y elDique del Este desaparecieronlos fondeaderos situados entreambos. También desapareció eldel «petón de San Telmo*, si biendespués de la guerra lo utilizó elcarguero polaco «Stalowa Waia»—que llegó con averías en lamáquina— y, mucho más tarde,el petrolero «Ptecos», de la Ma-rina estadounidense.

Hoy, desde el Dique del Estea Igueste de San Andrés —haciael Sur hasta el campo de boyasde la Cepsa— las aguas de San-ta Cruz nos ofrecen el diario re-galo de los barcos en fondeo que,siempre tirando del ancla, yamucho difieren de los que, enaños idos para siempre, llegabanempenachados de humo y prepa-rados para, siempre con prisa,rellenar sus exhaustas carbone-ras.

Juan A. P&drónAlbornoz

DJOVENEscarificador eléctrico

para la limpiezay el cuidadode su césped.

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CASEVAPortier, n? 38 esquina Benavides

SANTA CRUZ DE TENERIFE