Los Batracios - Cuentos infantiles

29
Los Batracios ____________________________ Mariano Picón-Salas

Transcript of Los Batracios - Cuentos infantiles

Page 1: Los Batracios - Cuentos infantiles

Los Batracios

____________________________ Mariano Picón-Salas

Page 2: Los Batracios - Cuentos infantiles

https://cuentosinfantiles.top

Page 3: Los Batracios - Cuentos infantiles

Ignoro si esto lo soñé en aquella perturbadaépoca cuando las visiones me traían a laalmohada sofocantes residuos de una vidaanterior, imágenes opresivas como las queacosan a los marihuanos, y flotando siempreen aguas lodosas, el rostro o la caricatura deaquelhombreparecidoamuchasmáscarasdediosesydemonios,deanimalesdivinizados,delos que se guardan en los museos deAntropología.

***

Comenzó el asunto en cierta desolada caletade la costa donde el Coronel CantalicioMapanare,consuviejoprestigiodeguerrilleroy pensando que la República puede todavíamejorarse con «cargas de machete», noscomprometió en tan absurda aventura.Comiendo cabrito asado y bebiendo infernalcocuyen suhatode«La Sábila», hablóde losdeberes de la juventud y del extrañomovimiento que auspiciado desde fuera porantiguos caudillos, modificaría el orden de

Page 4: Los Batracios - Cuentos infantiles

cosas.Elpaisajede«LaSábila»acasoerabuenmarco para semejantes alucinaciones. Entrecerrosocresypedregosos,erizadosdecardos,mirando lejanías de médanos semejantes acamellosenmarcha,estierraqueconvidaalapelea. Los enormes cactos se yerguen, comoguerrerosindios,enplenaguazábara.Alolejoselmarsedespliegacomounainmensapieldeserpiente. En los días sofocantes, las nubesrojas pasan incendiando el cielo con susfogonazos de artillería. El suelo comidopor laerosión forma por todas partes grietas opequeñascavernas,dedondedeprontobrotaun cachicamo con su pequeña armadura decaballerofeudal.

ElCoronelmostróa los iniciados las cartasdelos generales expulsos en las Antillas queseñalaban la fecha. Una misteriosa red demensajes, de gentes que van de una parte aotra, pávidos de consignas, agitaba laprovincia.Y,almismotiempoquesecanalsolsuscuerosdechivos,viejosymozoslimpianlasenmohecidas armas que se cubrieron detelarañasenlos«soberados».

Page 5: Los Batracios - Cuentos infantiles

El Jefe Civil, montañés barrigón y taciturno,máspreocupadodecobrarlascontribucionesydemultara losburrosque ramoneanbajo loscujíes de la plaza, no parece saber lo que seprepara. Mucho tiempo le absorbe aquellacentaverarecaudacióndetributosmunicipales.Que en el caserío de «El Bejuco»mataron uncochino y corresponden tres bolívares porderecho de matanza, y que los Juárez debenpagarveinticincopesospordestilarcocuysineldebido respeto a las prescripciones sanitarias.¡YaeseviejoCoronelMapanarequecontantafrecuencia se burla de las ordenanzas, poraquello de que «ley pareja no es dura», esnecesario imponerle, de tiempo en tiempo,algunasmultas! «No se nos vaya a alebrestardemasiado». ¡Autoridad es autoridad! Perotampocoexcederseenelrigoryalternarloconalgunas dulzuras, porque en Política—razonael Jefe— «unos entran y otros salen». Yconmueven al pueblo los muy sacudidosabrazosqueambossedanalencontrarseenlacalle.

Poreso,elCoronelnosafirmó:

—Aesebrutolotengo«cebao».

Page 6: Los Batracios - Cuentos infantiles

Bebimos tanto una noche en el hato de «LaSábila» que Mapanare resolvió, nada menos,quecaersobreelpueblo.

—Pero, Coronel, ¿no será mejor que estocoincida con el desembarco de las gentes delas Antillas; que coordinemos la operaciónterrestre con la marítima? —me atreví areplicarleconingenuapedanteríaestratégica.

—Civil no discute cosas de guerra —mecontestó,amostazado.

Pero, volviendopor las normasde la cortesía,nos señaló otros papeles para justificar suspuntos de vista. El Comité directivo ordenabadesde las Antillas que las operaciones dedesembarco fueran precedidas por«espontáneoslevantamientospopulares».

—¡Espontáneos levantamientos populares! —comentó el guerrillero—. ¡Cómo se atascanestos bachilleres! ¡Cómo si los mariquitos yjipatos de los pueblos fueran capaces dealzarsesolos!Hayquehaberletomadogustoalplomo.Novamosaningúnbaileaescote.

Eranochede luna y la casadel Jefe yahervíadegente.Teníaalgodemedievalydehermoso

Page 7: Los Batracios - Cuentos infantiles

aquelcuernoquealapuertadelhatosepusoacongregar compadres, vecinos y medianeros.Lo comparé en mis sueños retóricos con elcuerno que resonó en Roncesvalles…Mocetones cobrizos, que eran ahijados, hijosnaturales o protegidos deMapanare, llegaronpidiéndolelabendición.Comoenuncardumengigantesco se amontonaban en el patio, lasarmasrescatadasdelosmisteriosossoberados.Había simples cuchillos de monte; «colas degallo»; pistolas que ya sirvieron para losabuelos; fusiles de 1892. Corría generoso elcocuyyMapanaredabaórdenes.

—Arreglen sus bestias y aperos, y en marchahacia el pueblo… ¡Le madrugaremos al JefeCivil!

Y dirigiéndose a mí, como para vencer misúltimasdudas:

—Papelylápiz,midoctorcito,porqueustévaaapuntar…

Elcocuyyamellegabahastalossesoscomolapicaduradecienalacranes.Sumidoenesaotraborracheranosentíatemoralgunoyaunenlomás violento y primitivo del lance parecía

Page 8: Los Batracios - Cuentos infantiles

desquitarmedelamediocridaddetantosañosopacos e inmóviles. ¡Inerte juventud debachiller que aprendió los Códigos y escribetodos los días en su letra inglesa: «Tengo lahonradecomunicaraUd.»;«Elcomparecientedijo llamarse», etc.! Los libros que leía en lanoche, antes de dormirme, hablaban dedestinosmásbellosomásarriesgados.Ahora,con ese Romanticismo entre sentimental yheroico que suscita nuestra tierra caliente,recordaba los versos que podían idealizar oennoblecermi situación.Me parecía hermosala palabra «Patria», la palabra «Peligro». Nomehubieraimportadomorir:

«Morir y joven, antes que destruya el tiempoalevetugentilcorona».

Unasalpicadurademar llegabadesdelaplayaablandando aquel camino de arenisca,desflecándose y rodando como otra crin másdeloscaballos.

A la entrada del pueblo ya gritamos lasconsignas: ¡Patria y Revolución! Y desdeventanillasminúsculas,gentesdespertadasconsusto,miraban comoánimas, entre sus pañosdedormir.

Page 9: Los Batracios - Cuentos infantiles

Sigilosamenteajustabanmáslastrancasdelascasuchas,y lasumatransparenciadelairenosdevolvíaelruidodelastrojes,deloscolchonesde hoja de maíz en que se revuelven losdurmientessobresaltados.

Clarinesdegallosalertasenlossolares;perrosque acosaban desde las cercas, parecíanmultiplicar el ruido; trocaban todo en unaespecie de trastorno cósmico. Llegamos hastael centro del pueblo y amarramos las bestiasenlosárbolesdelaplaza.Cuatrocomisariosdelosquehacíanlaguardialocal,aparecieronallícon sus sombreros pelo de guama en lasmanos,yrindiendosuspeinillasalarevolución.SaludabanyaaMapanare:

—Usté sabe, Coronel, que a nosotros nosmandan y nos ponen aquí para resguardar elorden.

—Bien, hijos, cooperen con el movimiento—decíapatriarcalmenteelviejo—.Contimásqueyosoydeaquí;deestatierra,comoloschivos,lasábilayloscardones.

Ganándose sus primeras presasrevolucionarias,ellosmismossalieronabuscar

Page 10: Los Batracios - Cuentos infantiles

al JefeCivil.Fueunpocogrotesca laaparicióndelpobrehombre,encalzoncillos,conlosojosbovinos y alelados todavía de sorpresa y desueño.

Inquirióconnerviosidad:

—¿Quémevanahacer?

YMapanare, fijando losprincipiosmoralesdelmovimiento:

—Essólomedidapreventiva.Despuésjalarápasutierra…

¡Quién ha visto montañés en costa! Noqueremos ejercer violencia inútil contra laspersonas,sinorestablecerlalegalidá.

Ylodejóentrelosguardias,porqueélibaadarcomienzoalasoperaciones«delimpieza».

Mientrasdisparan(amododeregocijo)másdeuna bala loca, me marcho a la Jefatura aescribirlospapelesquemeencargóelCoronel.

Redacto,a la luzdeuna lámparadekerosene,elboletíndecampañanúmerounoyhastaunmanifiesto a los pueblos de la región,defendiendolajusticiadenuestrarebeldía.

Suenaotrofusilazoalolejos.

Page 11: Los Batracios - Cuentos infantiles

—¿Quéserá?—preguntodeteniendolapluma,alordenanzaquevigilaamilado.

—¡Nada! El Coronel lo hace pa mantenerdespiertosalosmuchachosypaqueloscivilesapriendan.

Daunbostezo,abrelabocamulataparecidaauna sandía y exclama con deliciosainconsciencia:

—¡Quégozadera!

En las calles, lasgentesdespertadaspor sustooavivafuerza,estánaclamandoaljefe:

—¡VivaelGeneralCantalicioMapanare!

Y así, elevándolo de grado, por plebiscitounánime,seencabezaron losdocumentosqueterminédeescribirenlamadrugada.

A las siete, el Jefe me buscó para firmar lospapeleseinvitarmealdesayuno.

Celebróelnuevotítuloconquelegratificamos:

—Usté me comprende, amigo… Pero he dedecirle algo parecido a lo que le dijo Páez aBolívar. (Yo también leo mis historias)… Si laRepúblicaloautoriza.

Page 12: Los Batracios - Cuentos infantiles

—¡Cómonolovaaautorizar,miGeneral!¡Asusalud!Yafaltadeotracosa,brindéconmitazadecafé.

Como pequeño botín de las operaciones, elviejo (ya algunas gentes, para darseimportancia,leempezabanallamar«elviejo»),me metió paternalmente en el bolsillo dosmorocotas.

—Para que se ayude en los gastos de lacampaña…Yexplicándosemejor:

—Usté sintió hace un rato los tiritos. Elcomerciosealarmóyempiezaaayudar.

¡Y ahí se está esa gente, dándole gusto alcuerpo, mientras se enciende de veras elplomeo!

Zamarreado por dos guardias que Mapanaredelegóensubusca,compareceeneseinstanteel telegrafista. Y con destreza deprestidigitador asustado —antes de que leocurra algo peor— se saca del bolsillo y lealargaalJefesupequeñaracióndetelegramasinterceptados.

Los lee, nervioso, el General, y me los pasamientrasdicealatribuladohombre:

Page 13: Los Batracios - Cuentos infantiles

—A usté será mejor dejarlo preso eincomunicado,noselevayaasoltarlaboca…

Y llamándome a un rincón, meditamos en lagravedaddelasnoticias.Ocurreque,segúnlostelegramas, ya el Gobierno sabe de losmovimientos que debían estallar; detuvierondos goletas que traían parque desde lasAntillas;seordenóreforzarlasguarnicionesdela costa y varios aviones harán, también, lavigilanciadellitoral.

—¡Aviones, aviones! —comenta, todoamoscado, el Jefe—.A este asunto comoquelevaacaerzamurera.

—¿Y qué haremos, General? —me atrevo ainquirir.

—¿Yme lo pregunta? A usté como que se leestá aflojando la cotonía… Echar pa lante,comoloshombresdepundonor.Esmejorquenos cojan peleando y no dormidos… Quiénquitaquelascosasmejoren.

Ycomosiaflorarael fondotodavíamágicodesualma:

—¿Usté es creyente? Pues reze contra el«enemigo oculto» y encomiéndese al Justo

Page 14: Los Batracios - Cuentos infantiles

Juez o a San Marcos de León… Se han vistocasos…

Se volvió hacia la pared, se persignó y dijo amediavozlaspalabrasrituales:

—Condosteveo,contresteato, lasangretebebo y el corazón te parto.Dominadopor lasfuerzas de San Juan, dominado por la espadadel Arcángel San Miguel, atormentado por elÁnimaSola.

Luego, volviendo al mundo lógico, y como siespantara una mosca que le pasase por losojos:

—¡Aviones,aviones!Enmitiempopeleábamoscomomachos y no llamábamos a losmusiúespara que pusieran a roncar semejantesmaquinitas. Veremos por esos cerros, entretantoscompadresyamigos,si lemadrugamosalGobierno.

Sonó la corneta y nos movimos como sifuésemos una colonia de bachacos, raspandoesa tierra agria donde el insecto se mimetizacon el paisaje. Tierra color de bachaco yenconadacomoellos.En laplaza,a lasombra

Page 15: Los Batracios - Cuentos infantiles

de los cujíes, aún había gentes ingenuas quegritaban:

—¡VivaelGeneralMapanare!

A pocas cuadras del pueblo comenzaba unacalva serranía donde los cerrosperpendiculares rasan como cuchillas. Piedrasrojascomotumores,abrazadassádicamentealos cardones. Las bestias resbalan entre lajassueltas y detritos de roca quemada al sol. Depronto, un pájaro rojo revolotea entre laspiedrascomoendilgandoelvuelohaciaelairemásfrescodelacosta.Perodesdeaquí,aúnelcobalto del mar lejano parece más pérfido.Arriba las nubes proyectan sobre el cielotorcido, las mismas formas cancerosas de latierra. Espectralmente envuelto en las nieblasde la cumbre, horadado de fosos y vertientesquecavólaerosión,másalládeestoscaminosjibados,hayunviejocastilloespañoldondeenla época colonial se vigilaba la costa contrapiratas y corsarios. Allí esperaba fortificarseMapanare, mientras reparte algunas gentespor haciendas y caseríos, buscando refuerzos,reclamando el cumplimiento de viejos ysagradospactosrevolucionarios.

Page 16: Los Batracios - Cuentos infantiles

Teníamossedyseguíamosempinandoa«picode frasco» los garrafoncitos de cocuy.Entrábanos en la garganta, con el licor defuego,elpolvorojizodelcamino;elsabordelaarenisca.Enelpaisaje,apesardelaaridez,hayunavidaterrible: lade lasrocasquecraqueanal sol, la de los terrones que caen, la de losabejones y tábanos que zumban. Como unpedazo de tronco muerto, se enrolla unaserpientedecolorgriscuyacabezaseadelantaa cortar unode losmocetones, probandoporprimeravezelfilodesucuchillo:

—¡Jesús!Melibrédeesta«bicha».

Y sigue el caminomonótono, chasqueante delajas.

De pronto, sentimos sobre nosotros unzumbidomás largoypersistentequeelde losabejorros.Elcieloestádiagonal,ysiguiendolaabrupta cuchilla del sendero, tenemos quevolvernosdesoslayoparamirarhaciaarriba.Yahora, «aquello» crepita sobre nuestrascabezascomosifueraadescolgarse.

—General,unavión—digoaMapanare.

Page 17: Los Batracios - Cuentos infantiles

Y el guerrillero otra vez se persigna como siestuviera ante las fuerzas que no comprende;queleparecenindominables.

Pero de nuevo la máquina se dispara cieloarriba, como despreciando aquel puñado degentes y bestias aspeadas, sedientas ysudorosas.Debemosparecer,desdeelcielo,unconjuntodelajas,arrastradasporlaventolina;por aquella «caldereta» demediodía que nospegacomounaventosa.

—Irá, sin duda, a la capital del Estado a decirhaciadóndesemuevelaguerrilla—comentaelJefe.

—Irá. (Y mi palabra es ya sólo un calientebostezo).

Sigue pasando un aire ardoroso que nosaprietacomomanosucia,untadadesudor.

—¡Arre, bestia! —gritan los jinetes, azotandolos animales cansados, que de pronto se«achantan»,bruscamente,enlaladera.

Caenpedruscosymalaspalabras.Cruzanentrelas piedras y los bejucos secos, a pasochasqueante, lagartos verdes e iguanasnerviosas,deojossobresaltados.

Page 18: Los Batracios - Cuentos infantiles

Avistamos, ya de noche, saltando por unbarranco,erizadodecardos,lasruinasdelviejocastillo.

Nos echamos allí, sobre las losas, como unracimodecuerposexánimes.Elestrelladocieloviertesobrenosotroseltulfrescoypiadosodeunimpalpablemosquitero.

—Mañana será otro día —dice, fatalista, elGeneralMapanare.

Y mañana fue otro día. El General habíaconjurado de nuevo al «enemigo oculto» yrezadoaSanMarcosdeLeón.Nos repartimosunpocodecazabe,depapelónytasajoqueseguardaba en las busacas, y continuamos elcamino.

Descendíamos ahora por una ladera consueltas manchas de verde, como frescoanunciodelaquebradadistante.Leguasallá,elpaisajesetornarámáshumano:haytrapiches,caseríos,compadres,amigosyconmilitonesdenuestro Jefe, íbamos marchando de prisa,embebidos en la cariciosa dulzura de lamañana,cuandodeunbosquecillodecarrizosdonde nos prometíamos calentar café en

Page 19: Los Batracios - Cuentos infantiles

improvisadas «topias», desemboca de prontoun pelotón. Fue como un viento huracanadoque hubiese sacudido el carrizal. Avanzaron agatas y apuntan ya sus máuseres contranuestrodesechocortejo.

—¡Deténganse o hacemos fuego! —grita unavoz.

Ya caen pobre nosotros, como ensartándonosenlasbayonetas.Nohubotiempo,siquiera,deponerseendisposicióndepelea.SeabalanzansobreelGeneralyleconminanaentregarse.

Yestáenpoderde losasaltantescuantohaceelprestigioylagloriadeCantalicioMapanare:su revólver, su canana, su reloj con tapa deoro.Yhastalahermosabarbavaronil,barbadegran caudillo y gran compadre, cubierta depolvoyquizádevergüenza,parecederribarsecomobanderaarriada.

—Nohaganresistencia,muchachos—ordena.

Y, apresado ya el Jefe, sueltan las armas yparecenimplorarconlosbrazoserguidos.

—¡A mí me llevaron! —murmura uno de loslabriegos.

Page 20: Los Batracios - Cuentos infantiles

Fueenese instante cuando semovióentreelfollaje del carrizal, la cara viscosa de aquelhombre.Estuvoallí un rato comodirigiendoymirando de soslayo. Del liquilique blancoemergeel rostromestizo,de indefiniblecolor,entre grisáceo y verdusco. Con sus anchasespaldas llevadas por unas piernecillasdesproporcionadamente cortas, parece unarana. Avanza hacia mí la repulsiva máscara.¿Dónde le vi antes? Dijérase que viene abuscarmedesdeelfondodemitemorodemisorpresa, como el obstinado protagonista deuna vieja pesadilla. ¿Y por qué me mirasolamenteamí?Nosésiesélosoyyoquienrealmente avanza, como hipnotizado por unode esos «vahos» de que hablan loscampesinos.Ysientounamanoheladaquemepalmea y una vocecilla glugluteante (se meocurrió esta palabra) que exclama, entreirónicaymelosa:

—¿Cómoquenoteacuerdasdemí?

Loextrañoesqueanteslehevisto;peronosédónde.

Page 21: Los Batracios - Cuentos infantiles

—En el colegio, chico… en el colegio. Túsiempre nos «chivateabas» en Geografía—seadelantóarespondermelamáscara.

—Sí, claro, en el colegio —digomecánicamente.

Y congrego angustiosamente en la memoriaaquellosmuchachosque asistían a la clasedeGeografía. Ajusto las caras a los apellidos.Puedorepetir—¡quéextraño!—hastaelordenalfabéticodelalista.«Arteaga,Bazán,Camejo,Dugarte, Duran, Espina», digo rápidamente.¡No; no es ninguno de ellos! Amenos que lavida nos haga cambiar tanto y saque denuestro subconsciente expresiones y rasgosmásletales.Porqueesdisimulado;despacioso,como si se pusiera a aguaitar y cebar unaextrañavenganza.

—¡Quécurioso,chico! ¡Mehabíaacordadodeti!—vuelveadecirme.

Otra lemiro y semeantoja semejante a esasestatuillas de batracios sagrados quevenerabanenestatierra,antesdequellegaranlos españoles. Pienso (porque la sed y el

Page 22: Los Batracios - Cuentos infantiles

cansancio son propicias a tan absurdasanalogías):

—Claro… En tierras tan secas, debíandivinizarlos como la materia opuesta; en unaespeciedenostalgiadelpantanogerminal.

Esunacaradelasprimerasedadesdelatierra,cuando aún no se habían diferenciado lasrazas, cuando en un paisaje envuelto ennieblas y vapores, sapos y ranas inmensassacaban las pávidas cabezas del charcoprimigenio para volver a ahitarse de suinagotableracióndelodo.

Analizo —como para entender mejor lo quepuede guardar— aquella frase quizásenigmática:

—TúsiemprenoschivateabasenGeografía.

Peroélestáamiladoyseguirárodeándomeyacosándome un gran trecho de camino. Dice,depronto,conmonotonía:

—¡Vueltasquedaelmundo…Ahoratúeresmiprisionero!

Después, más allá de los carrizales; de un ríoturbio, deunapulpería enque él dispusonos

Page 23: Los Batracios - Cuentos infantiles

dieran varios vasos de guarapo, tropezamoscon las primeras calles empedradas de unpueblo. Entramos a un viejo caserón; nosalineanenelpatio, terminanuestrarequisa,yelhombre,convozentonadaycruel,seponeadarórdenes:

—El faccioso Mapanare seguirá esta mismatarde para Puerto Cabello. Aguarden aquí, losotros,hastasegundaorden.

Pregunta,perentorio,alviejo:

—¿Traeotramudaderopa?

—No—contestamiJefe.

—Puesselollevaránconlopuesto…

Lo sacanbruscamentede las filas.Mehaceelviejo una señal afectuosa; quiere hablarme,perolavozconminadenuevo:

—Prohibidohablarconlospresos…

Arrastran a mi Jefe con el traje y las barbaspolvorientas, como la caricatura de un Cristoaldeano en un caluroso viernes santo. Y losingenuoslabriegosquelosiguieron,yyo—queibaaescribirlagesta—aguardamosallíconlasalpargatasdescosidas, comoperdicesmuertas

Page 24: Los Batracios - Cuentos infantiles

de una cacería por aquellos cerros. Remontauno en ese instante de angustia —como sifuera amorir— lo que fue su vida; el residuomás dulce de otros días; tornan a pasar, consus rostros y apodos, los compañeros decolegio.«ElorejónArteaga,elchatoCamejo,elcatire Dugarte que parece que se hizo cura».Pero¿quiénesporfinesehombre?¿Dóndeleviantes?¿Quémevieneacobrar?Yeldolordemi juventud fracasada, caída en una trampa,estalla en un sollozo de miedo y de cólera.Pasan por mis lágrimas, como por un cristalturbio, los símbolos y visiones de los últimosdías:Mapanare;laespinosaeinflamadaaridezdeaquelloscaminos,elgustosalvajedelcocuy;lasmágicaspalabrasdelaoracióndelenemigooculto, y el letal, incomprensible misterio deesamáscara.

Ya otra vez se detenía a mi lado, y mesorprendió —¡qué horror!— mientras mesecabalaslágrimas.

—Son las órdenes, chico…Hay que cumplirlas—medijoconfalsapiedad—.

Perotetrataremoslomejorquesepueda…

Page 25: Los Batracios - Cuentos infantiles

Y atormentándome de nuevo con losmismosrecuerdosimpertinentes:

—¡Quécosaspasan,chico!…SimeparecequefueayercuandonoschivateabasenGeografía.

Yyo,sindisimularlamolestia:

—¿QuétienequeverlaGeografíaconesto?

—Nada; cosas que a uno se le ocurren…Sosiégate.Nadaduracienaños.

Y asiéndome del brazo me conduce por unlargo pasadizo donde se alineannuméricamentelasceldasdelospresos.

—Parece que en nuestra tierra hay quegraduarse en esta Universidad… Tú eresinteligente;darásbuenosexámenes—dijoconironía.

Al final ya del pasadizo inacabable, se detuvoenelnúmero84.Sonriócomopudierahacerlounhoteleroinfernal:

—Te escogí ésta… Es la más fresca. Y, fíjatebien, «84», como los departamentos deFrancia cuando nosotros estudiábamosGeografía. Tú los repetías de memoria. ¿Teacuerdas?

Page 26: Los Batracios - Cuentos infantiles

—No; no recuerdo nada —respondo conpávida furia. Me da una palmadita desde suinexorablesuperioridad:

—Comprendo que estés nervioso… Acualquiera le pasa… Comienza tu carrera depolítico.

Mientrasjuegaconlallavedelcalabozo,mevaempujandosuavementehaciaelantro.Aúnmedicesardónico:

—No es muy cómoda… Pero si algo se teofrece,mándalodecir.Ymeextiendesumanodeanimalfrío.

Aúnoíduranteun rato laparsimonia conqueechaba la llaveyel ruido isócrono, inalterablede sus pasos, regresando por el mismocorredor. Yo iba penetrando —como atientas— en el golfo de sombras. Quizá lainsolacióno la fiebredispersabapor el cuartooscuro,fimbriasyculebrillasdeluz.

Ycomenzóunrumordeagua,a rasdel suelo,de un portillo abierto en el muro leproso.Penetraba tambiénpor allí un terribleolor deexcrementos. Un poco de sol amarillusco,colado por la misma ranura, se tendía a mis

Page 27: Los Batracios - Cuentos infantiles

piescomounperrosucio.Mepuseareconocermi morada, a palpar las paredes, teñidas demanchones, a fin de habituarme a mi futuravidademurciélago.

Pero el agua está corriendo conmás fuerza yreptayapor lamuralla.Oseentretieneporelpavimento terroso, zigzagueando en extrañosmeandros. Sí; debo tener fiebre, me arde lacabeza,metomoelpulsosobresaltadoygritoconpánico.Nadieacudey todo ruidoexteriorparece cesar para que sólo se escuche eseregüeldo de agua inmunda. Me aferro a miconciencia, y me propongo no tener miedo.Llamo otra vez. Me acerco a la puerta delcalabozo, y me duelen los dedos batiendocomodesesperadosaldabones.

El agua sigue hinchándose y yame cruzan laspiernas sus cuchillos fétidos y fríos. Laalcantarilla, abultada como intestino enfermo,lavuelcaahoraengruesachorrera.Lametodaslas patinadas paredes e imprime con nerviosamano de pintor absurdos rostros y formas.Esosmanchonescoloreadosporelagualodosavandesdelalarvahastaelhombre.¡Soncarasdeagua: líneasy lombricesdeagua; imágenes

Page 28: Los Batracios - Cuentos infantiles

de la primera edad del mundo, cuando todoparecía configurarseenel inmenso lodo! («Tucelda es la más fresca», había dicho aquelhombre). Ahora también me azota y meenreda en sus bejucos glugluteantes. Lacomparo con una boa constriñéndome en susanillos. ¡Soy como el Lacoonte del agua! Condesechos de verde y parda fetidez me subehastalasnarices.Parecetrazarsobrelacaralaslíneas de un horrible tatuaje ritual. De nadasirverezarlaoracióndel«enemigooculto»:

—Condosteveo,contresteato, lasangretebeboyelcorazóntemato.

Cuandollegahastalosojos,lavistaseaferraalaúltimamirada.Lasorejasaturdidastambiéninterfieren como cuando la radio está malsincronizadaysecruzanvariasondas.Vienedelostímpanosunhúmedo,insistentecroar,rotodeprontoporunsilbantechasquidodesílabasagudas.Parecen flotarenesaaguade légamo— como en una red sucia, como en unaplacenta— las imágenes desechas de todanuestravida.

Yconlosojosyamortecinosalcancéaverquevenía sobremí, sobre su esponjada ración de

Page 29: Los Batracios - Cuentos infantiles

agua,unainmensarana.Prontosentiríacontrala cara su helado contacto. Era verde yaterradoracomoaquellosreptilesde jadequeesculpieron las primeras civilizaciones deAmérica. Divinidades del inframundo, delpantano germinal, que se oponen a lasserpientes de la tierra y a los sangrientos ycoléricos tigres del sol. Sentí un pavorescalofriante.

Y preferí abandonarme para que me acabaradecubrirlaimplacablemortajalíquida.

FIN

https://cuentosinfantiles.top