Los comienzos de la monarquia israelita

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20 La época del Primer Templo YHWH, el que ha escogido a Sión. La teología de los escribas reales de Judá. D urante el siglo XII aEC, la situación del país de Ca naán experimentó un nota- ble cambio debido a la llegada a la región de varios elementos extran- jeros que hicieron inevitables los conflictos por la posesión de los te- rritorios. Así, las tribus beduinas de los madianitas se dedicaron a sa- quear mediante razzias a los recién instalados hebreos. Desde el desierto siro-arábigo penetraron los arameos, dando ori- gen a la formación de varios esta- dos: Aram-Sobá, Aram-Rejob y Aram-Damasco. Al sur de estos estados ara- meos aparecieron tres grupos de origen tribal que se instalaron en las montañas, entre el Jordán y el de- sierto: Ammón, Moab y Edom. Sus relaciones con las tribus hebreas fueron de ordinario hostiles, pero, careciendo de fuerzas hasta ese momento, no llegaron a ser por el momento una amenaza seria. Las ciudades cananeas de la costa fenicia (Sarepta, Tiro, Sidón, Beritos, Biblos), autónomas y regi- das por una monarquía hereditaria, jugaban un papel importante en el comercio del oriente del Mediterrá- neo. Pero una nueva fuerza comen- zó a reemplazar allí a los egipcios como dominadores de la región. Los arameos El rey Tiglatpileser I (1115-1077) tuvo que combatir con los nómadas arameos, que habían llegado hasta las puertas de Asiria. Un prisma de arcilla procedente de Assur contiene un texto en que se relata cómo fueron perseguidos hasta la actual Siria: «En la confianza de Assur, mi señor, tomé mis carros y mis guerreros. Me dirigí al desierto. Marché hasta los Ahlamu Armayu, enemigos de Assur, mi señor. Saqueé en un solo día desde el extremo del país de Suhu hasta la ciudad de Karkemish, que está en el país de Hatti. Hice una carnicería entre ellos; me llevé sus bienes y posesiones innumera- bles. El resto de sus tropas, que habían huido ante las furio- sas armas de Assur, mi señor, atravesaron el Eufrates. Cru- cé el Eufrates tras ellos en balsas de cuero. Conquisté seis de sus ciudades, que están al pie del monte Bishri, las entregué al fuego, las destruí, las demolí. Traje a mi ciudad de Assur su botín, sus bienes y posesiones». Izquierda: Reconstrucción de un habitat familiar en la antigua Jericó. Derecha: Notable cananeo, sgún una representación encontrada en las ruinas de Hazor. A estos elementos autóctonos se sumarían, en la pugna por la tierra, hebreos, arameos y los pueblos del Mar. En efecto, Egipto había tenido que hacer frente durante el siglo XII a las incursiones de los llamados pueblos del mar, que asolaron la cos- ta oriental del Mediterráneo. El im- perio hitita y la ciudad de Ugarit es- tuvieron entre sus vícti- mas, y el faraón Ramsés III logró vencerlos sólo después de mucho es- fuerzo. Sus victorias na- vales fueron glorificadas en las paredes de los tem- plos de Karnak y Medi- net Abú. Según una inscripción de Me- dinet Abú, el recorrido de la inva- sión incluyó amplias zonas de Asia Menor: Cilicia (Qode), Anatolia (Ar- zawa), Chipre (Alashia) y la tierra de Amurru (Líbano). Finalmente, los fi- Los Pueblos del Mar «Ningún país pudo resistir frente a sus ar- mas, desde Hatti, Qode, Karkemish, Arzawa y Alashia, todos destruidos de una vez. Un campamento se estableció en un lugar de Amurru. Ellos asolaron su pueblo y su país fue como si no hubiese existido jamás. Se dirigieron a Egipto, mientras que un fuego se preparaba ante ellos. Su confederación la formaban los filisteos cheker, los sheke- lesh, los denyen y los ueshesh, países uni- dos entre ellos». Crónica del templo de Medinet Abu

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20 La época del Primer Templo

YHWH, el que ha escogido a Sión.La teología de los escribas reales de Judá.

Durante el siglo XII aEC, lasituación del país de Canaán experimentó un nota-

ble cambio debido a la llegada a laregión de varios elementos extran-jeros que hicieron inevitables losconflictos por la posesión de los te-rritorios. Así, las tribus beduinas delos madianitas se dedicaron a sa-quear mediante razzias a los reciéninstalados hebreos.

Desde el desierto siro-arábigopenetraron los arameos, dando ori-gen a la formación de varios esta-dos: Aram-Sobá, Aram-Rejob yAram-Damasco.

Al sur de estos estados ara-meos aparecieron tres grupos deorigen tribal que se instalaron en lasmontañas, entre el Jordán y el de-sierto: Ammón, Moab y Edom. Susrelaciones con las tribus hebreasfueron de ordinario hostiles, pero,careciendo de fuerzas hasta esemomento, no llegaron a ser por elmomento una amenaza seria.

Las ciudades cananeas de lacosta fenicia (Sarepta, Tiro, Sidón,Beritos, Biblos), autónomas y regi-das por una monarquía hereditaria,jugaban un papel importante en elcomercio del oriente del Mediterrá-neo. Pero una nueva fuerza comen-zó a reemplazar allí a los egipcioscomo dominadores de la región.

Los arameosEl rey Tiglatpileser I (1115-1077) tuvo que combatir con los nómadasarameos, que habían llegado hasta las puertas de Asiria. Un prismade arcilla procedente de Assur contiene un texto en que se relatacómo fueron perseguidos hasta la actual Siria:

«En la confianza de Assur, mi señor, tomé mis carros y misguerreros. Me dirigí al desierto. Marché hasta los AhlamuArmayu, enemigos de Assur, mi señor. Saqueé en un solodía desde el extremo del país de Suhu hasta la ciudad deKarkemish, que está en el país de Hatti. Hice una carniceríaentre ellos; me llevé sus bienes y posesiones innumera-bles. El resto de sus tropas, que habían huido ante las furio-sas armas de Assur, mi señor, atravesaron el Eufrates. Cru-cé el Eufrates tras ellos en balsas de cuero. Conquisté seisde sus ciudades, que están al pie del monte Bishri, lasentregué al fuego, las destruí, las demolí. Traje a mi ciudadde Assur su botín, sus bienes y posesiones».

Izquierda: Reconstrucción de un habitat familiar en laantigua Jericó. Derecha: Notable cananeo, sgún unarepresentación encontrada en las ruinas de Hazor. Aestos elementos autóctonos se sumarían, en la pugnapor la tierra, hebreos, arameos y los pueblos del Mar.

En efecto, Egipto había tenidoque hacer frente durante el siglo XIIa las incursiones de los llamadospueblos del mar, que asolaron la cos-ta oriental del Mediterráneo. El im-perio hitita y la ciudad de Ugarit es-tuvieron entre sus vícti-mas, y el faraón RamsésIII logró vencerlos sólodespués de mucho es-fuerzo. Sus victorias na-vales fueron glorificadasen las paredes de los tem-plos de Karnak y Medi-net Abú.

Según una inscripción de Me-dinet Abú, el recorrido de la inva-sión incluyó amplias zonas de AsiaMenor: Cilicia (Qode), Anatolia (Ar-zawa), Chipre (Alashia) y la tierra deAmurru (Líbano). Finalmente, los fi-

Los Pueblos del Mar

«Ningún país pudo resistir frente a sus ar-mas, desde Hatti, Qode, Karkemish, Arzaway Alashia, todos destruidos de una vez. Uncampamento se estableció en un lugar deAmurru. Ellos asolaron su pueblo y su paísfue como si no hubiese existido jamás. Sedirigieron a Egipto, mientras que un fuegose preparaba ante ellos. Su confederaciónla formaban los filisteos cheker, los sheke-lesh, los denyen y los ueshesh, países uni-dos entre ellos».

Crónica del templo de Medinet Abu

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21La teología de los escribas reales de Judá

«Los que llegaron a mi frontera, su simiente no existe, su corazón y su almahan desaparecido para siempre jamás. Aquellos que vinieron juntos por mar,un fuego ardiente estaba ante ellos en las bocas del río, mientras que unaempalizada de lanzas les rodeaba en la playa. Fueron arrastrados, acorrala-dos y postrados en la orilla, muertos y amontonados unos sobre otros. Susnaves y sus bienes eran como si hubiesen caído al agua».

Arriba: Crónica del combate entre egipcios y pueblos del Mar, según el relieve deMedinet Abu. Izquierda: Un grupo de denyen es llevado prisionero.

listeos (pilistim) rechazados porEgipto se instalaron en la llanuracostera de Canaán, en lo que hoyllamamos la franja de Gaza. Allífundaron la Pentápolis, confedera-ción de ciudades-estados de mari-neros y comerciantes integrada porGaza, Askelón, Asdod, Ekrón y Gat.Ellos han dado su nombre a la re-gión: Palestina.

Varias sugerencias han sidopropuestas acerca del lugar de ori-gen de los pueblos del mar. La Bi-blia ubica a los filisteos como pro-cedentes de la isla de Creta, y lamayoría de la evidencia arqueoló-gica apunta hacia el mar Egeo. Seha hallado idéntica cerámica de es-tilo griego micénico en Chipre y enlas ciudades filisteas de Asdod yEkrón. Esta última cerámica era defabricación local. Por tanto los filis-teos pudieron ser un grupo de grie-gos micénicos que emigraron haciaoriente.

La expansión filistea desde lallanura costera hacia el interior delpaís presionó de tal manera a lastribus israelitas que les obligó a rea-lizar una profunda reestructura-ción dentro de su federación. La coa-lición tribal de estilo patriarcal, consus limitadas posibilidades de au-todefensa, ya no era suficiente paraenfrentar a un enemigo mejor equi-pado. Los filisteos, poseedores develoces carros de combate y armasde hierro, superaban ampliamentea las milicias dispersas de las tri-bus, equipadas con armas de bron-ce. Por eso, los israelitas se procura-ron un jefe que uniera a sus clanes ylos organizara para enfrentar la su-perioridad filistea.

Surgimiento de la monarquía israelita y origen del pensamiento mesiánico

Así se recurrió a un proyecto depoder centralizador «como se hace entodas las naciones» (1 Sam 8,5). Enotras palabras, una organización polí-tico social con capital, ejército y admi-nistración pública común, unidos en lapersona de un rey.

Cuando Yabés de Galaad fue ase-diada por los amonitas, el benjaminitaSaúl consiguió reunir un ejército y libe-rar la ciudad, aprovechando la victoriapara hacerse proclamar rey de Israel.

Se trataría probablemente sólo delas tribus de Benjamín, Gad y tal vezEfraím. Parecería haber sido dicha en-tronización la alternativa más seguraante el peligro planteado por los filis-teos. Pues, cada vez más infiltrados enla región, ya amenazaban a las tribus Guerrero filisteo

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de Efraím y Benjamín a través delvalle de Yizreel. La única respuestaeficaz podría venir de una acciónconcertada y centralizada. Y el éxi-to de Saúl lo convertía en la perso-na apropiada para esta empresa. Deeste modo Saúl concentró sus fuer-zas para lograr la expulsión de losfilisteos del centro de Canaán:

«Los hebreos que desde antesestaban al servicio de los filisteosy que habían subido con ellos alcampamento, también deserta-ron y se pasaron a los israelitasque estaban con Saúl y Jonatán(1 Sam 14,21).

La actividad de Saúl se exten-dió también hacia el sur. Los rela-tos bíblicos guardan el recuerdo debatallas contra los amalecitas al surde Hebrón (1 Sam 15), y de una cam-paña contra los filisteos en las coli-nas bajas de Judá (1 Sam 17). De estamanera, pudo establecer los prime-ros contactos con la tribu de Judá y,a la vez, mantener alejados del te-rritorio de Benjamín a estos enemi-gos. Un talentoso guerrero de Belénde Judá, llamado David, prestaría apartir de entonces sus servicios alreciente reino israelita.

Pero el reino de Saúl no tenía lasolidez que sólo una administra-ción organizada podía proporcio-nar. Su ejército, además, únicamen-te podía desempeñarse bien en las

montañas, fueradel alcance de loscarros filisteos.Esta circunstanciafue aprovechadapor sus enemigos,quienes derrota-ron a Saúl y a tresde sus hijos enGuelboé, colgandoluego sus cuerpos

en los muros de la cercana Bet-Shean (1 Sam 31).

Ciertamente no se había conse-guido hasta ese momento la unani-midad necesaria para poder inte-grar a todas las tribus hebreas enun reino unificado. Prueba de ellohabían sido las muy tensas relacio-nes entre Saúl y David, que lleva-ron al guerrero judaíta a llevar unapolítica independiente del reino deSaúl. Así se había alistado comomercenario al servicio de los filis-teos, recibiendo de ellos a modo defeudo el territorio fronterizo de Si-quelag, para defender el límite surdel país contra las incursiones delos nómadas del desierto:

«El número de días que moróDavid en territorio de los filisteosfue de un año y cuatro meses.Subía David con su gente y hacíaincursiones contra los guesuritas,los guirzitas y los amalecitas,

pues éstos son los habitantes dela región, desde Telam, yendohacia Sur, hasta la tierra de Egip-to. Devastaba David la tierra y nodejaba con vida hombre ni mujer;se apoderaba de las ovejas y bue-yes, asnos y camellos y vestidos,y se volvía para llevarlos a Akís»(1 Sam 27,7-9).

Desde esa posición David, muyhábilmente, aprovechó sus victoriassobre los amalecitas para ganarsela simpatía de sus compatriotas delsur. Y, puesto que no había partici-pado con los filisteos en el ataque aSaúl en Guelboé, logró que lo eligie-ran rey también las tribus israelitasdel norte:

«Llegaron los hombres de Judáy ungieron allí a David como reysobre la casa de Judá» (2 Sam2,4).«Vinieron, pues, todos los ancia-nos de Israel donde el rey, a He-brón. El rey David hizo un pactocon ellos en Hebrón, en presen-cia de YHWH, y ungieron a Davidcomo rey de Israel» (2 Sam 5,3).

Ante el crecimiento del poderalcanzado por el antiguo mercena-rio, era de esperarse una reacciónfilistea. David no sólo impidió quelos filisteos lograran extender susdominios dentro del flamante reino

«David se refugió en la caverna deAdullam. Lo supieron sus hermanos y

toda la casa de su padre y bajaron allí,junto a él. Todos los entrampados y

desesperados se unieron a él y fue jefede ellos. Había con él unos cuatrocientos

hombres» (1 Sam 22,1-2).

«Fue todo el pueblo a Guilgal, y allí en Guilgal, proclama-ron rey a Saúl delante de YHWH, ofreciendo allí sacrificiosde comunión delante de YHWH; y Saúl y todos los israeli-tas se alegraron en extremo» (1 Sam 11,15).

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hebreo, sino que con sus empresasguerreras consiguió ensanchar laspropias fronteras mucho más alládel territorio ocupado tradicional-mente por la antigua coalición tri-bal. La momentánea decadencia delas potencias del Nilo y de Mesopo-tamia le permitieron convertir sureino en un modesto imperio conpequeños estados vasallos. Así laautoridad de David se extendió alos reinos de Moab y Ammón, a va-rios principados arameos y al terri-torio de Edom.

Al unir en su persona la reale-za sobre la tribu de Judá y sobre lastribus del antiguo reino de Saúl,David debió prestar un especial cui-dado para conservar el equilibrio enlas relaciones entre los clanes hastaentonces rivales. Por eso prefiriócomo capital una ciudad que noperteneciera a ninguna de las tribushebreas, y conquistó Urusalim, unaciudad cananea perteneciente a losjebuseos, situada entre los dos gru-pos de tribus. De este modo la capi-tal del nuevo reino tendría un esta-tuto jurídico especial de pertenencia:Jerusalén sería la ciudad de David.

La sucesión de David fue obje-to de luchas internas que comenza-ron a dividir el reino. Salomón, elhijo que David había engendradocon Betsabé, obtuvo la corona y lo-gró establecer la paz necesaria paraorganizar los dominios conquista-

dos antes por su padre. De-sarrolló entonces un sistemade administración en el cualel país quedaba dividido endoce distritos encargados deproporcionar cada mes hom-bres para el ejército y, de en-tre los extranjeros del país,la mano de obra para em-prender grandes trabajos:

«Hizo el rey Salomón una leva entodo Israel; la leva fue de treintamil hombres... Tenía ademásSalomón setenta mil porteadoresy ochenta mil canteros en el mon-te aparte de los capataces de losprefectos puestos por Salomónal frente de los trabajos, tres miltrescientos que mandaban a lagente empleada en los trabajos»(1 Re 5,27.29-30).

En Meguido y en otros lugaresestratégicos construyó grandes cuar-teles para albergar a un ejército mo-dernizado de acuerdo al modelo delos imperios vecinos (1 Re 5,6). Fi-

nalmente estableció contactos conel rey Hiram de Tiro, que le propor-cionaron madera de cedro del Líba-no para la construcción de edificiosy de una flota con base en el puertode Eilat, en el extremo sur del reino,junto al Mar Rojo. Así también pudoencarar importantes empresas co-merciales(1 Re 9,27-28).

Salomón se comportó como unode los tantos reyes de la época. Cons-truyó en Jerusalem un magníficopalacio y organizó su corte al estilodel faraón. En él disponía de unharén formado por muchas concu-binas y varias mujeres venidas deotras naciones: «Además de la hijadel Faraón, moabitas, amonitas,

«Salomón dominaba en toda laTranseufratina, desde Tafsajhasta Gaza, sobre todos losreyes de más acá del Río(Eufrates); tuvo paz en torno atodas sus fronteras. Judá eIsrael vivieron en seguridad,cada uno bajo su parra y bajosu higuera, desde Dan hastaBersheva, todos los días deSalomón» (1 Re 5,4-5)

«Hizo el rey un gran trono de marfil y lorevistió de oro finísimo. El trono tenía seis

gradas y un respaldo redondo en suparte posterior con brazos a uno y otro

lado del asiento, y dos leones de pie juntoa los brazos» (1 Re 10,18-19). Rey

cananeo en su trono. Placa de marfilhallada en Meguido.

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edomitas, sidonias, hititas (1 Re11,1). Todas ellas traían a sus dio-ses patrios, con la consiguiente pér-dida de la pureza de la fe yahvistaen el ámbito de la corte.

También contó con un cuerpode escribas, procedentes de la anti-gua monarquía cananea de Jerusa-lem e instruidos según el modelo dela corte egipcia. A este ambiente cor-tesano debemos las primeras colec-ciones de proverbios: Prov 10,1-22,16, titulada Proverbios de Salomón,y Prov 25-29 que comienza con lafrase También estos son proverbios deSalomón, transcritos por los hombresde Ezequías.

Por eso los primeros años de lamonarquía israelita pudieron dar laimpresión de que la antigua federa-ción hebrea había sido sustraída dela soberanía de YHWH. Aquel Israel,cuya protección había ejercido enotros tiempos YHWH mediantecaudillos liberadores (los jueces), sehabía convertido en un estado quedecidía sobre su propio territorio ysu potencial militar interno. El mis-mo David, un hombre desprovistode cualquier dignidad que le auto-rizase a tomar posesión de la coro-na, tuvo que instalar el arca de laAlianza en su capital para podervincular su trono de Jerusalem conlas tradiciones más arraigadas deIsrael. Sólo así el reino de Davidpudo seguir siendo el pueblo de Dioscongregado en torno al Arca de la Alian-za de YHWH. Un paso más daríaSalomón al construir un templopara el Arca de Dios y un altar. Deeste modo el antiguo culto yahwis-ta celebrado en cada santuario pa-triarcal y unificado en torno al Arca,se iría centralizando en el Temploreal de Jerusalem.

Pero lo cierto era que cada vezhabía menos semejanza entre esteIsrael que afluía al templo para par-ticipar del culto oficial y aquellosantiguos miembros de la Alianzatribal, dispuestos a dejarse condu-cir por YHWH a la guerra santa yprontos a escuchar sus manda-mientos en las peregrinaciones. Losclanes iban perdiendo cada díamayor libertad de acción al desha-cerse su constitución tribal bajo elpeso del poder de un reino cada vez

Formados en el arte de escribir, losescribas eran también sabios

dotados de discreción que habíanaprendido el arte de dirigir la vida.Rodeado de estos consejeros, el

rey forjaba sus proyectos yemprendía obras para el gobierno

del país. Los consejos de lossabios, considerados casi como

oráculos divinos, podían mantenero destruir los fundamentos de la

realeza, que eran el derecho y lajusticia. Podían abusar de su poder

o entregarse a la demagogia paracomplacer al soberano.

más emancipado de YHWH en elcampo político. Semejantes innova-ciones en la vida sagrada de unpueblo antiguo exigían una legiti-mación.

La presencia en la corte de es-cribas capacitados permitió la ela-boración de relatos que pudiesenpresentar como voluntad de Dios laaparición de esas instituciones tanajenas a las antiguas tradiciones tri-bales, como eran la realeza davídi-ca o la presencia del arca en Jerusa-lem. El trono de David recibió en-tonces una directa legitimación sa-grada mediante la profecía de Na-tán. Según ella, Dios aseguraría parasiempre el reinado de la dinastíadavídica sobre Israel y le ofreceríarelaciones filiales. Porque YHWHquiere ser padre del Ungido, éste seconvertirá en su hijo.

A partir de entonces, se pondráen evidencia el lugar que ocupa elrey Mesías en la fe de Israel. En vir-tud de esa promesa, cada rey del li-

La historia de David

La lectura de la historia a la luz de lafe en YHWH interpretó que el actuarde Dios siempre asumió como puntode partida de su intervención unahistoria muy humana, donde nofaltan miserias e intenciones pocosantas. Por eso los escritores de laBiblia no tuvieron ningún problemaen mostrar a los reyes de Israel consu humanidad frágil y en situacionesescandalosas. David llega a ser, ala vez, el obediente servidor de Diosy también el trasgresor afligido porsu pecado. En este sentido latradición bíblica va a dejar bien claroque la monarquía israelita nació a laluz de la historia, de un modo distintode como era considerada la realezababilónica:

«Cuando la monarquía bajó delcielo, entonces por primera vezexistió la monarquía en Eridu...Así empieza la lista de los pri-meros reyes de Babilonia» (tex-to 265 del Ancient Near EasternTexts de J. Pritchard).

La casa de David

Como respuesta de Dios ante el proyecto de David de construirle una casa, Diosasegura para siempre el reinado de la dinastía davídica sobre Israel y le ofrecerelaciones filiales. Ya que el Creador de todas las cosas es inabarcable, es elhombre quien debe acogerse al abrigo divino sin buscar construir por sí solo supropio destino. Por eso va a ser YHWH quien edifique una casa para David:

«Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres,afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, yconsolidaré el trono de tu realeza. El construirá una casa para mi Nom-bre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para élpadre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara de hom-bres y con golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como loaparté de Saúl a quien quité delante de mí. Tu casa y tu reino permane-cerán para siempre ante mí; tu trono estará firme eternamente» (2 Sa7,12-16).

Escribas egipcios

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25La teología de los escribas reales de Judá

naje davídico sería considerado le-gítimamente el Mesías por el cualDios cumpliría los designios relati-vos a su pueblo. Existía pues, entreYHWH y la casa de David, un con-trato de favor que establecía unabase jurídica para las futuras rela-ciones entre los contrayentes.

La elección de Dios sobre el rey,sin embargo, era una idea común atodo el Oriente antiguo. En virtudde una Alianza pactada, la divini-dad asumía la defensa del rey antesus enemigos. Pero, a pesar de lassemejanzas, existe también una pro-funda diferencia: mientras que enEgipto se entendía la cualidad dehijo de dios del faraón en un senti-do físico e inmediato, esto era im-pensable en la fe de YHWH, segúnla cual el rey es hijo sólo por adop-ción. Al recibir la corona, el rey da-vídico recibía de YHWH el encargode gobernar con justicia y sabidu-ría y de pastorear al pueblo de Dios.

David, prototipo del Mesías deYHWH, será un signo de esperan-za para Israel. La promesa deYHWH a David será interpretada yactualizada continuamente en las

Rituales de entronización regia

En la subida al trono de los faraones lapredilección divina era expresada a través deun documento escrito por la divinidad enpersona, como consta en las palabras deAmón-Re de Karnak a Hatschepsut:

«Mi hija querida... yo soy tu padre amado.Yo establezco tu dignidad como señor deambos países. Yo te escribo tu protoco-lo».

En estas ceremonias debió inspirarse elposterior ritual de la subida al trono de los reyesde Israel, tal como se describe en la coronaciónde Joás por el sacerdote Yehoyadá:

«Hizo salir entonces al hijo del rey, le pusola diadema y el Testimonio y lo ungió. Ba-tieron palmas y gritaron «¡Viva el rey!» (2Re 11,12).

Y tal vez el contenido del testimonio sea eldecreto referido por el rey en el Sal 2,7-8:

«Voy a anunciar el decreto de YHWH: Elme ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te heengendrado hoy. Pídeme, y te daré en he-rencia las naciones, en propiedad los con-fines de la tierra».

Oración del faraón hijo de Atón

Un himno dedicado al dios-sol Atón, conservado en una pared de la tumba de Ayen El-Amarna, expresa esta convicción del soberano Akhénaton:

«Cuando te levantas, haces crecer todas las cosas para el rey. La prisase apodera de toda pierna apenas has organizado la tierra y la hashecho surgir de tu hijo, salido de tu cuerpo, el rey del Sur y del Norte quevive de verdad, Akhénaton... y la gran esposa real a la que ama, Nefertiti».

El faraón Akhenaton

Oración del faraón hijo de Amón Ra

Confiado en su filiación divina, el faraón Ramsés II dirigió suoración al dios Amón cuando la lucha contra los hititas leresultava adversa en la batalla de Kadesh:

«¡Yo te llamo, padre mío Amón! Estoy en medio de pue-blos numerosos que no conozco. Todas las nacionesse han unido contra mí. Estoy solo, ningún otro conmi-go» (de una inscripción del templo de Karnak).

Del mismo modo el rey de Israel suplicaría confiadamente cuandotambién él se encontrara en peligro:

«¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mas-cullan planes viles? Se yerguen los reyes de la tierra,los caudillos conspiran aliados contra YHWH y contrasu Ungido» (Sal 2,1-2).

Arriba: Ramsés en su carro en la batalla de Kadesh,aniquilando heroicamente a numerosos hititas, según larepresentación del templo de Karnak. Abajo: Los carroshititas sorprenden a los egipcios y dejan aislado a Ramsés.

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26 La época del Primer Templo

generaciones posteriores. En ellabuscarán su origen y su legitima-ción todas los proyectos de restau-ración mesiánica que se den a lo lar-go de la historia de Israel. Así, Losescritores de la corte de Jerusalemvincularon la realeza con los tiem-pos del desierto a través de la profe-cía de Balaam:

«Lo veo, aunque no para ahora,lo diviso, pero no de cerca: de Ja-cob avanza una estrella, un cetrosurge de Israel» (Num 24,17).

�La estrella anunciada seráel signo de la esperanza mesiánica en los tiempos difí-

ciles, cuando se ansíe una nueva in-tervención de Dios en favor de supueblo.

Fue también también necesarioun extenso complejo narrativo queexplicara qué relación existía entreel antiguo santuario de Silo, en elcual el Arca de la Alianza congre-gaba a toda la federación hebrea, yel santuario real de Jerusalem. Se-gún 1 Sam 4-6 el mismo YHWHhabía permitido que el Arca fueracapturada por los filisteos y entre-gada a los hebreos nuevamente. Porlo tanto, la salida del Arca del san-tuario de Silo no se debía a una ar-bitrariedad de David, sino a una in-tervención divina.

La descripción del traslado delarca desde Quiryat Yearim a la ciu-dad de David (2 Sam 6) conserva elmismo esquema que la narración delingreso del Arca al Templo cons-truido por Salomón (1 Re 8): proce-sión-sacrificio-bendición. Este or-

den será el mencionado en el salmo132, entonado en la celebración decada aniversario del traslado delArca, en la popular fiesta de la ven-

dimia, o las Tiendas. El salmo cantala elección divina de Sión, pero tam-bién canta la ratificación de la alian-za de YHWH con David.

El trono de David y el trono de YHWH

Después de recordar los desvelos de David por trasladar el Arca, el salmo evocala procesión que la llevaría hasta Jerusalem:

«Mirad: hemos oído de ella que estaba en Efratá, ¡la hemos encontradoen los campos de Yaar! ¡Vayamos a la Morada de él, ante el estrado desus pies postrémonos! ¡Levántate, YHWH hacia tu reposo, tú y el arca detu fuerza! Tus sacerdotes se vistan de justicia, griten de alegría tus ami-gos» (132,6-9).

El Dios que había elegido a Israel como pueblo suyo y lo había acompañado en superegrinación hasta la tierra prometida a los padres, ahora se detenía en medio deeste pueblo y elegía también un Lugar para habitar y un hijo que lo representara. Eltrono de YHWH y el de David ya no podían separarse.

«Juró YHWH a David, una verdad que no retractará: «El fruto de tu senoasentaré en tu trono. Si tus hijos guardan mi alianza, el dictamen que yoles enseño, también sus hijos para siempre se sentarán sobre tu trono»Porque YHWH ha escogido a Sión, la ha querido como sede para sí:«Aquí está mi reposo para siempre, en él me sentaré, pues lo ha queri-do... Allí suscitaré a David un fuerte vástago, aprestaré una lámpara a miMesías; de vergüenza cubriré a mis enemigos, y sobre él brillará sudiadema» (Sal 132,11-18).

Izquierda: Arca egipcia usada en proce-siones religiosas y guardada en el lugarmás santo del templo. Arriba: El arca de laAlianza capturada por los filisteos destru-ye el ídolo de sus captores (1 Sam 5,1-4)

La historia judaíta: las antiguas tradiciones desde la óptica de la bendición.

Los cambios políticos y socia-les suscitados a partir del origen dela monarquía provocaron tambiéncambios profundos en las concep-ciones religiosas de los israelitas.Hasta entonces la vida individualde los hebreos se insertaba en la vidacolectiva de las tribus, y en ellastoda la existencia se hallaba al am-paro de ritos y disposiciones sagra-das. La existencia era santificada

por fiestas y costumbres de una va-lidez inamovible.

Las tradiciones sobre las ma-nifestaciones de YHWH a algúnpatriarca, conservadas por las tri-bus en torno a cada santuario, te-nían la finalidad de garantizar lasantidad de ese lugar y la legitimi-dad de los ritos practicados en él.Ligadas a ese sitio, era impensablehasta entonces que se transmitieran

a las generaciones siguientes en unlugar distinto de dicho santuario.

Pero en la corte de Jerusalem nosólo se crearon nuevas tradiciones quejustificaran las realidades presen-tes, sino que hasta las antiguas tra-diciones cultuales de los santuariospatriarcales comenzaron a ser utili-zadas por los escribas como puromaterial redaccional. Dicho de otromodo, el antiguo material sagrado

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27La teología de los escribas reales de Judá

pasó del culto a la literatura. Com-binadas entre sí, estas tradicionesfueron formando conjuntos narra-tivos más amplios.

A partir de este trabajo de losescribas se fueron redactando losprimeros esbozos de la historia deIsrael, dando lugar a una narraciónordenada del designio de Dios, ma-nifestado en tres temas claves:

• la tierra,• la alianza,• el reino mesiánico.

Los próceres del pasado deja-ron de ser personajes que vivieronsu existencia aislada, y entoncesAbraham se convirtió en el deposi-tario de la promesa de YHWH, Moi-sés en el profeta mediador de laAlianza y David en el Mesías rey deIsrael.

Pero todos los actos de esta his-toria, por más importantes que fue-ran, nunca llegarían a conseguir unaumento del contenido esencial deesa fe que los israelitas profesarondesde el comienzo: YHWH liberó aIsrael de Egipto. Hasta las tradicio-nes compuestas por los teólogosreales para justificar la sucesióndavídica tuvieron que ser referidasa ese núcleo fundamental de la fe.Si Israel había llegado a ser en esetiempo un reino, era porque muchotiempo atrás Dios lo había salvado,había rechazado y aniquilado a losegipcios: ese era verdaderamente elcomienzo de su historia y de su fe.

De este modo las narracionessobre los patriarcas no eran másque el prólogo a este comienzo de lahistoria de la salvación de Israel. Latierra en la que Israel por entonceshabitaba fue presentada en estostextos como la tierra prometida aAbraham y a su descendencia. Y paraconseguir ese efecto anunciador losescribas proyectaron sobre la épocade los antepasados la vida del Is-rael de entonces, de sus institucio-nes y de sus problemas.

Esa reelaboración de las tradi-ciones de los patriarcas hizo posi-ble, sobre todo, que estas historiastambién describieran la relaciónpeculiar con Dios que Israel habíaexperimentado reflexionando sobresu historia. Los teólogos reales qui-

sieron mostrar así que Dios fue ac-tuando en la vida de los patriarcascomo un guía silencioso hasta elcumplimiento de la promesa.

En un antepasado común, losnarradores describieron la elecciónde Israel por YHWH, hecha mani-fiesta bajo el signo de la promesa dela tierra. En el camino que Abrahamemprendió vieron no solo un hechoparticular perteneciente a la histo-ria remota, sino también la caracte-rística fundamental de la vida deIsrael como pueblo ante Dios. Sepa-rado de los otros pueblos a causade su fe, extranjero en Canaán (puesmuchas ciudades quedaban aún enmanos de los cananeos), Israel esta-ba siendo conducido por un cami-no especialísimo cuyo plan queda-ba por entero en manos de Dios. Laperegrinación de Abraham estuvomarcada por la fe en YHWH, ya quese puso en camino en medio de unaincertidumbre absoluta:

Pueblos emparentados con Israel

Los escribas que narraban la historia de Israel intentaron mostrar cómo la hetero-geneidad del reino davídico (con sus poblaciones conquistadas) estaba ya anun-ciada en la promesa de Abraham. ¿Podría considerarse hermano de Israel a unpueblo tan hostil a él como lo era Edom? Una ocurrente historia fue redactada parajustificar como voluntad expresa de YHWH el dominio de Israel sobre Edom. En ellaYHWH anunciaba a la madre de Israel:

«Dos pueblos hay en tu vientre, dos naciones que, al salir de tus entra-ñas, se dividirán. La una oprimirá a la otra; el mayor servirá al pequeño»(Gn 25,23).

El hermano mayor había dicho un día al menor al volver del campo:

«Dame a probar de lo rojo, de eso rojo (hebr. adom), porque estoy ago-tado»- Por eso se lo llamó Edom» (25,30).

Y entonces Edom vendió a su hermano Jacob la primogenitura por un plato decomida. ¿Se podía decir lo mismo de los enemigos amonitas y moabitas, ahorasometidos? Se insertó a estos pueblos (emparentados mediante la conquista deDavid) al árbol genealógico de Israel a través del sobrino de Abraham, pero usan-do un juego de palabras se les refirió, además, un origen denigrante. Después queYHWH había destruido las ciudades pecadoras de la región de Zoar, Lot, se habíainstalado en una cueva con sus dos hijas. La mayor había dicho a la menor:

«Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una anosotras, como se hace en todo el mundo. Ven, vamos a propinarle vinoa nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descen-dencia» (Gn 19,31-32). «Las dos hijas de Lot quedaron embarazadasde su padre. La mayor dio a luz un hijo, y lo llamó Moab (salido de mipadre): es el padre de los actuales moabitas. La menor también dio aluz un hijo, y lo llamó Ben Ammí (hijo de mi madre): es el padre de losactuales amonitas» (19,36-38).

«Vete de tu tierra, y de tu patria, yde la casa de tu padre, a la tierraque yo te mostraré» (Gn 12,1).

La política exterior de Davidhabía traído unas consecuenciasque los narradores leyeron tambiéndesde una óptica religiosa. Sus vic-torias militares habían permitidoanexar a su reino nuevas tribus ysometer a otros reinos que, al hacer-se vasallos del rey, podían gozartambién de la bendición que YHWHhabía otorgado a Abraham. Los es-cribas que narraban la historia delpueblo intentaron mostrar, enton-ces, cómo la heterogeneidad del rei-no israelita estaba ya anunciada enla promesa de Abraham. El mismonombre de Abraham (hebr. padre deuna multitud) estaba designando suvocación:

«en ti serán bendecidas todaslas familias de las naciones» (Gn12,3).

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28 La época del Primer Templo

La eficacia de la bendición deAbraham llegaba, pues, hasta don-de se extendiera el mundo de lasnaciones. Un mundo ciertamentedesdichado, ya que la incomunica-ción y la confusión parecían ser elestado definitivo en las relacionesentre las naciones.

¿Por qué los hombres vivíandispersos, separados en distintospueblos, naciones y lenguas opues-tas entre sí? Los narradores de lahistoria de la promesa intentaronpenetrar en el misterio de la huma-nidad desgarrada. En el episodio deBabel, los escribas de la corte de Je-rusalem dibujaron la imagen pri-mordial de toda cultura humana yla fuerza que la animan.

A los ojos de la fe yahwista elimponente ziggurat de Babilonia noera más que un proyecto orgullosoen competencia con el Dios que ha-bía hecho maravillas al sacar a Is-rael de Egipto. Por tanto, no podíaser el lugar de reunión de los hom-bres (como el Templo de Jerusalem),sino el signo de su dispersión anteel juicio divino. Los narradores ju-daítas deformaron el significado delnombre de la ciudad (Babilanu =Puerta de los dioses) a partir del ver-bo babal (confundir):

«He aquí que todos son un solopueblo con un mismo lenguaje, yéste es el comienzo de su obra.Ahora nada de cuanto se propon-gan les será imposible. Baje-mos, y una vez allí confundamossu lenguaje, de modo que no en-tienda cada cual a su prójimo». Ydesde aquel punto los desperdi-gó YHWH por toda la faz de la tie-rra» (Gn 11,6-8).

Y es a partir de aquí dondeunieron la historia de los orígenesde Israel con la historia general detoda la humanidad. En la elecciónde un hombre concreto YHWH in-sinuaba ya un plan histórico y launiversalidad de la bendición.YHWH quería hacer grande el nom-bre de Abraham, es decir, darleaquello que los hombres queríanconquistar por sus propias fuerzasal edificar la torre.

La reunión de todos los pueblosy lenguas sólo se realizaría en tor-no al Dios adorado en Jerusalem. La

Proyectos ambiciosos

La arquitectura de edificios como las pirámides de Egipto o las torres escalonadasde Mesopotamia se transformaba en un signo evidente de la audacia de los cons-tructores y del poder de los reyes.Algunas inscripciones en estos templos aumentaban el efecto ya originado por sualtura:

«Marduk, el Señor, me ordenó a propósito de Etemenanki, el ziggurat deBabilonia, que antes se había resquebrajado y había caído en ruinas,que asegurase sus fundamentos en el seno del mundo inferior y quehiciera su cima semejante al cielo» (Inscripción del rey Nabopalassar,625-605 aEC)

El templo del dios Marduk en Babilonia era llamado Etemenanki por los habitantesde la ciudad (templo del cimiento del cielo y de la tierra), y casi en los mismostérminos el relato bíblico habla de lo construido allí:

«Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cie-los, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la hazde la tierra» (Gn 11,4).

Ruinas del zigurat de Ur y reconstrucción del mismo.

vocación de Abraham era, pues, elpunto de partida de un retorno delos hombres a Dios.

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29La teología de los escribas reales de Judá

Pero la voluntad indomable degrandeza de los hombres que preten-dían alcanzar a Dios no sólo separa-ba y enfrentaba mediante actitudescada vez más violentas a los hom-bres de distintos pueblos. ¿Acaso elhombre, capaz de pensar y hacergrandes obras, no era también capazde emprender muchas bajezas hastacontra sus propios conciudadanosy parientes? ¿No era capaz de lomejor y también de lo peor?

Antes que el pueblo de Israelotras culturas se habían esforzadoya en dar una respuesta a los gran-des interrogantes del hombre quevive en sociedad: ¿qué es el hom-bre?, ¿qué relación guarda con elmundo de lo divino?, ¿cómo se ex-plican esas realidades que son eltrabajo, la pareja humana, el naci-miento de los hijos, el culto?, ¿cuáles el orden de este mundo?, ¿por quése abaten sobre el hombre grandescalamidades como el hambre, lasenfermedades o las inundaciones?

Las reflexiones que los distin-tos pueblos elaboraron sobre estascuestiones surgieron espontánea-mente a partir de la observación dela vida, pero fueron proyectadas enun tiempo anterior al tiempo, y ex-presadas a través de relatos que con-tenían en sus escenas lo que mani-festaba ser la experiencia común atodos los hombres. Es lo que sole-mos denominar mito.

La verdadera sabiduría y la aceptación de los límites

Los mitos describen las diver-sas irrupciones de lo sagrado en elMundo. Es esta irrupción lo que fun-damenta realmente el Mundo y la quelo hace tal como es hoy día. Másaún: el hombre es lo que es hoy, unser mortal, sexuado y cultural, aconsecuencia de las intervencionesde los seres sobrenaturales.

Un modo distinto de compren-der la historia, el modo positivistamoderno, científicamente documen-tado, pretendidamente neutro y ob-jetivo, imparcial y libre de interpre-tación subjetiva, inclina a conside-rar el contenido de los mitos comocarente de verdad. Sin embargo cadamito fue considerado desde el mo-mento de su surgimiento como unahistoria verdadera, por el simplehecho de que narra siempre realida-des que hoy se siguen experimentan-do. Todo mito de origen del mundoo cosmogonía es verdadero en la me-dida de que ahí está el Mundo parademostrarlo. Otro tanto se puededecir de todos aquellos mitos quedescriben el origen de la muerte: sonverdaderos en la medida en que nin-gún hombre puede sustraerse a esteexperiencia universal.

En el principioA diferencia de los relatos míticosdel Medio Oriente que se pierdenen la noche de los tiempos, los orí-genes de Israel están enraizadosen la historia humana y pueden serrastreados por los historiadores apartir de ciertos documentos. Estosupone una cierta desmitificación yla superación del esquema habíauna vez, expresado en los mitossumerios con palabras tales como:

«Aquel día, aquel día lejano,aquella noche, aquella nochelejana, aquel año, aquel añolejano, aquel día de antaño enque apareció lo que faltaba»

(Epopeya de Gilgamesh,tablilla XII)

De esta concepción surge unadiferencia fundamental del hombremoderno respecto al miembro de lassociedades arcaicas. Mientras queel hombre moderno, a pesar de serconciente de que es el resultado deldesarrollo de la Historia Universal,no se siente obligado a conocerla ensu totalidad, el hombre primitivo sesiente obligado a conmemorar lahistoria mítica de su tribu, y ade-más a actualizarla periódicamente enel culto.

De este modo no sólo explica elMundo y su modo de existir en él,sino que repite lo que los dioses, loshéroes o los antepasados hicieronen el origen. Conocer los mitos noes únicamente aprender cómo lascosas han llegado a la existencia,sino también dónde encontrarlas ycómo hacerlas reaparecer cuandodesaparecen.

Pero la descripción que cadapueblo ha hecho de los orígenes estáinevitablemente ligada a su propiaexperiencia vital. Para los israelitas,este origen tenía que buscarse, portanto, en los acontecimientos quemarcaron los comienzos de sus pro-pia historia, es decir, el Exodo.

Orígenes de la humanidad según el mito de Atra-Hasis

«Cuando los dioses eran como el hombre, soportaban la tarea, lleva-ban la carga; la carga de los dioses era grande y la tarea pesada; abun-dante era la fatiga. Los grandes Anunnaku, la septena, querían hacersoportar la tarea a los Igigu» (2-6).

Agotados por el trabajo de excavar los cauces del Tigris y del Eufrates, los Igiguacabaron por rebelarse, quemando sus instrumentos de trabajo y acudiendo alpalacio de Enlil con intención de destronarlo. Entonces Anu, Enki y los Anunnakucelebraron consejo y acabaron por reconocer que los Igigu tenían razón en susquejas. Encontraron como solución la creación de la humanidad para que cargaracon el yugo que pesaba sobre los Igigu:

«Está allí Belet-ili, la matriz; quela matriz vuelque, que dé formay que el hombre lleve la cargadel dios». Llamaron a la diosa,interrogaron a la partera de losdioses, la sabia Mami: «Tú hasde ser la matriz formadora de lahumanidad; forma el lullu, quesoporte el yugo; que soporte elyugo que es la obra de Enlil; queel hombre lleve la carga deldios».

Imagen sumeria de un hombre llamado Ur Nashe transportando una carga

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30 La época del Primer Templo

Abordado desde aquí, el relatode los orígenes relaciona a Dios pri-mariamente con la historia, y secun-dariamente con la naturaleza y suritmo periódico y permanente. No-sotros, en cambio, solemos conside-rar el relato de los orígenes como larespuesta inmediata a desde cuándoexiste el mundo y el hombre, siendoque los israelitas se han pregunta-do más bien cómo vivir su relacióncon Dios.

Por eso, los relatos de los oríge-nes elaborados en Israel quieren de-sarrollar plenamente lo que significa laAlianza. Lo que en ellos se ha des-crito sobre el acercamiento y el ale-jamiento del hombre respecto a Dios,se ha escrito desde la propia expe-riencia histórica y se le ha dado unvalor universal. Habiendo experi-mentado que Dios había dado a Israeluna tierra, se comprendió tambiénque Dios había regalado al Hombre elmundo.

Pero los teólogos de Jerusalemaprovecharon también las tradicio-nes de los otros pueblos y de ellastomaron algunas imágenes que lepermitieran expresar su propia vi-vencia histórica. Por eso no debe-ríamos sorprendernos de encontraren los relatos bíblicos de los oríge-nes algunas concepciones fuerte-mente mitológicas.

Sin embargo, una diferenciafundamental de óptica, que derivaprecisamente de la propia experien-cia, permiten distinguir ambas con-cepciones. Por ejemplo, al plantear-se los orígenes de la humanidad, elmito de Atra-Hasis concluía que losdioses crearon a los hombres parano tener ellos que trabajar (ver cua-dro pág. anterior). Los escribas deJerusalem corrigieron el pensamien-to babilónico, ya que lo que el mitodescribía no era un don, sino unaimposición pesada. En cambio, des-de su propia experiencia históricaIsrael reconocía en YHWH a aquelque les había dado todo generosa ylibremente.

Si no se puede dejar de advertirun amargo pesimismo detrás de casitodos los mitos mesopotámicos, de-trás de los relatos bíblicos tampocose puede dejar de advertir las rela-ciones de Israel con YHWH, marca-

das por el signo de la liberación y dela promesa, y no de la opresión.

YHWH estaba, pues, muy lejosde ser el explotador que hacía tra-bajar a los hombres para sí y des-cargaba sobre ellos el peso que élmismo no quería soportar. Ante él,el hombre podía vivir sin miedo, sinvergüenza, en amistad con su crea-dor y con las demás creaturas.

Para hablar de esta relaciónamigable con Dios, no resultabadesacertada la imagen del hombreinstalado en un jardín regado por va-rios ríos, puesto que así también erala tierra que YHWH había entrega-do a Israel y que sus soberanos do-minaban: del torrente de Egipto alGran Río. Y del mismo modo el reydavídico, ungido Mesías por

YHWH y entronizado para ser Pas-tor de Israel y responsable del cum-plimiento de la Alianza, emprendíaobras para el gobierno del país, asítambién el hombre era administra-dor del mundo, con una autoridadigualmente delegada de parte deDios.

Pero no sólo el enfoque negati-vo sobre la consideración de la acti-vidad humana era lo que enviciabael pensamiento babilónico, sinotambién la misma constitución delhombre como ser vivo. Según el mis-mo, lo que animaba la vida del hom-bre no era la vida de los dioses, sinola sangre de un dios muerto. Encambio, para los pensadores de Je-rusalem, el hombre y cualquier crea-tura podían vivir porque estaban

Un jardín de delicias

La mitología sumeria también evocaba, al comienzo del mito de Enki y Ninhursag,la existencia de un ámbito cuya bondad era como la que tenía un verde jardín si sela comparaba con un desierto. Un país donde se daba todo aquello que el hombrepodía desear:

«Dilmun es un lugar puro, Dilmun es un lugar limpio; Dilmun es un lugarlimpio, Dilmun es un lugar brillante... En Dilmun el cuervo no lanza susgraznidos, el milano no lanza los gritos del milano, el león no mata, ellobo no arrebata al cordero, desconocido es el perro devorador de loscabritos, desconocido el jabalí devorador de grano... El enfermo de losojos no dice: me duelen los ojos; el enfermo de la cabeza no dice: meduele la cabeza; el hombre anciano no dice: soy un anciano. El cantor noexpresa ninguna queja, alrededor de la ciudad no se oye ninguna la-mentación».

Pintura mural del palacio de Zimri Lim (Mari, s. XVIII aEC), llamado el Paraíso, dondese representan dioses, árboles sagrados y la fuente de la cual surgen desde elcentro los cuatro ríos.

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31La teología de los escribas reales de Judá

animados por el aliento de YHWH.Si la vida de Israel estaba en lasmanos de Dios era porque los miem-bros del pueblo no tenían el domi-nio sobre su propio aliento. EraYHWH quien le había dado formacomo un alfarero que modela a unavasija según su propio proyecto yno según la voluntad de la arcilla.El que había liberado a Israel y he-cho Alianza con él se había movidodesde su iniciativa salvífica antesque los hebreos fuesen un pueblo.

Estas convicciones permitierona los narradores de Jerusalem tomarla imagen de la tierra modelada porel artesano y expresar con ella unaverdad fundamental: el hombre notenía vida por sí mismo, sino que la re-cibía de Dios. Así afirmaba su relato:

«Entonces YHWH Dios modeló aladam con adamah, e insufló ensus narices aliento de vida, y re-sultó el adam un nefesh» (Gn 2,7).

Con ese aliento divino, aún de-pendiente de YHWH, el hombre eraun ser libre y no un esclavo de losdioses.

Adam es el término hebreo co-lectivo para designar al hombre, lohumano, la humanidad. Al narrar lahistoria de Adam (el Hombre), losescritores de Jerusalem referían loque sucedía con todo ser humano,

La imagen, familiar para los antiguos, delalfarero inspiró la idea de formación delser humano como una labor artesanal delos dioses. También el pensamientobíblico: «YHWH, tú eres nuestro Padre.Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero,la hechura de tus manos todos nosotros»(Is 64,7).

Los dioses modelan a los primeros seres humanos

«Mataron en su asamblea a We, un dios que tenía espíritu; con su carney su sangre Nintu mezcló arcilla; (...) ¡para siempre! De la carne del dioshubo un Espíritu; dio una señal de sí al viviente y para impedir el olvidohubo un Espíritu. Después que ella mezcló esa arcilla, llamo a los Anun-na, los grandes dioses. Los Igigu, los grandes dioses, escupieron so-bre la arcilla... Entraron en la casa del destino, el príncipe Ea, la sabiaMama. Las matrices, una vez reunidas, pisan la arcilla ante ella. Ella,ella profiere sin cesar el encantamiento que Ea, sentado ante ella, lehace recitar. Cuando ella hubo terminado su encantamiento, escupiósobre su arcilla, separó catorce puñados; puso siete puñados a la dere-cha, siete puñados a la izquierda; puso el ladrillo en medio de ellos. Ellasacó para él el cuchillo que corta el cordón umbilical; llamó a los sabios,a las parteras, a las siete y siete matrices. Siete hicieron con arte a loshombres, siete hicieron con arte a las mujeres».

Mito de Atra-Hasis 223-234.249-264

desde que el hombre era hombre. Entreeste adam y la adamah, entre el hom-bre y la tierra cultivable, existía unarelación tan estrecha al proporcio-narle ella su sustento, que no eraextraño que, junto con otros pue-blos, estos escribas reconocieran ala tierra como la Madre de la quehabía surgido el hombre.

Y si nefesh designaba original-mente a los órganos necesarios pararespirar y comer, y por tanto paravivir, entonces con esta palabra sepodía designar el hombre en cuanto asu especial relación con su aliento vital.Por eso el hombre modelado porYHWH Dios no era otra cosa queun ser necesitado, que ni había conse-guido por sí mismo la vida ni podíatampoco conservarla. A pesar de sugrandeza manifiesta el hombre no eraDios.

Pero aunque usara y adminis-trara todos los bienes de la creacióny les pusiera nombre como señal dedominio, el hombre no encontraba aningún otro semejante a él en perfec-ción. Únicamente en la mujer (ishá)podía ver a alguien semejante a él. Losnarradores vieron en la similitud denombre respecto al varón (ish) laigualdad de dignidad y el comple-mento permitía alcanzar la plenitudhumana.

«Esta vez sí que es hueso de mishuesos y carne de mi carne» (Gn2,23).

Pero a nadie se le podía esca-par que la vida humana estaba mar-cada por una lucha interminable ydesesperanzada contra todo tipo demales. La vida transcurría llena depenas y de enigmas desalentadores.La firme voluntad de vivir estabaparalizada por el miedo a la muer-te; el trabajo mediante el cual se con-seguía el sustento diario se volvíauna tortura a causa de la fatiga quereportaba; la alegría de la materni-dad se veía ensombrecida por eldolor. ¿Qué hombre sabio dejaba dereparar en esta triste y paradójicarealidad? Ante esa innegable reali-dad un lugar como el jardín de Edénno podría existir o, mejor dicho, has-ta el momento jamás se había dado.

¿Significaba entonces que eraun sueño ilusorio de los hombres?Si los dioses vivían siempre, ¿por

Mujer y varón estrechamente unidos, sgún una imagen sumeria.

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32 La época del Primer Templo

Los pensadores israelitas tuvieronacceso a la epopeya mesopotámica deGilgamesh, difundida también en el país

de Canaán. Un ejemplar de la misma(izquierda) fue hallado en Meguido hacepoco tiempo. Un ejemplar asirio de esta

epopeya se conservo en 12 trablillas enla biblioteca del rey Assurbanipal. Allí se

cuenta que Gilgamesh (arriba), rey deUruk, era un rey ideal de aspecto casidivino, excepcionalmente dotado, que

sabía todo lo que se podía saber, y queprotegía con prudencia y poder a su

pueblo: «Era dos tercios de dios y untercio de hombre».

qué no el hombre? Para muchos lavida no era más que un enfrenta-miento inútil entre el deseo del hom-bre por vivir y la voluntad de losdioses, que no querían que los hom-bres se apodaran de lo que sólo ellostenían. En torno a este tema se ha-bía construido la epopeya de Gilga-mesh

A costa de desafiar a los dio-ses, Gilgamesh y su amigo Enkiduintentaron tomar para los hombreslos bienes reservados a los dioses ylas riendas del propio destino. Eltribunal de los dioses decidió enton-ces la muerte de Enkidu, condenan-do de este modo lo que los dos ami-gos habían emprendido juntos. Lamuerte aparecía así presentadacomo el castigo del orgullo y de ladesmesura, cuando la sabiduríahumana intentaba reemplazar a lasabiduría divina.

Desde entonces, desconcertadopor la muerte de su amigo y obse-sionado por la idea de la suya, Gil-gamesh intentó encontrarse conquien se decía que era el único hom-bre que gozaba de la inmortalidad.Al llegar al borde de las aguas de lamuerte, se encontró con la cervece-ra de los dioses, Siduri, que trató dehacerle comprender lo inútil de subúsqueda. Supiera lo que supiera e

hiciera lo que hiciera, el hombre másexcepcional tropezaba con la muer-te lo mismo que todos. La muerte sepresentó a Gilgamesh como el lími-te infranqueable donde precisamen-te el hombre se enfrentaba con la sa-biduría divina en lo más inaccesi-ble que ella tiene.

Pero Gilgamesh no se desani-mó y llegó hasta Uta-Napishtim.Éste refirió su historia al viajero ycontó cómo había escapado de unaterrible inundación que acabó conla vida de los hombres. Después desiete días la tormenta había cesado,

Gilgamesh y Enkidu matando al Torocelestial. Sello asirio, s.VII aEC

Lamento de Gilgamesh ante Siduri

«Aquel que conmigo soportó todas las labores,Enkidu, a quien yo amaba entrañablemente, ¡haconocido el destino de la humanidad! Día y nochehe llorado por él. No lo entregué para que lo sepul-taran - por si mi amigo se levantaba ante mi lamen-to - siete días y siete noches, hasta que un gusanose deslizó de su nariz. Desde su fallecimiento noencontré vida, he vagado como un cazador en me-dio del llano»

(fragmento de la versión babilónica X,2).

Consejo de la diosa Siduri

«Gilgamesh, ¿adónde vas corriendo? No encontrarás la vida que buscas. Cuando losdioses crearon a la humanidad, le dieron la muerte y se quedaron ellos con la vida. Tú,Gilgamesh, llena tu vientre, goza de día y de noche. Cada día celebra una fiesta regocija-da. ¡Día y noche danza tú y juega! Procura que tus vestidos sean flamantes, ti cabeza lava;báñate en agua. Atiende al pequeño que toma tu mano; ¡que tu esposa se deleite en tuseno! ¡Pues ésa es la tarea de la humanidad!».

(fragmento del texto babilónico X,3).

La diosa Siduri, s.VIII aEC

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33La teología de los escribas reales de Judá

pero era imposible divisar tierradesde la escotilla de la nave: todoestaba cubierto de agua. Finalmen-te el barco se detuvo en el monteNisir. Fue allí donde el dios Enlil,enfurecido de ver aún supervivien-tes, arrebató consigo a Uta-Napis-htim y a su mujer para trasladarlosal paraíso. Por tanto, la vida sin finestaba ligada a la presencia en elconsejo de los dioses:

«Los Anunnaki, los grandes dio-ses, se congregan; Mammetum,hacedor del destino, con ellosdecreta el hado: Muerte y vidadeterminan. (Pero) de la muertelos días no se revelan» (X,6).

Sin embargo, porque Uta-Na-pishtim conocía el secreto de losdioses y se había vuelto como ellos,pudo revelarle al viajero un miste-rio que los hombres no conocían: laplanta de la vida. Después de gran-des esfuerzos Gilgamesh la consi-guió en el fondo del océano, e inten-tó llevarla a la ciudad. Pero un des-cuido fue suficiente para que todose perdiera. Gilgamesh había apren-dido su última lección: cuando elhombre consigue tener al alcance desu mano el secreto divino, es inca-paz de retenerlo o simplemente dereconocerlo. La muerte forma partede la condición humana lo mismoque el sueño: como el hombre nopuede pasar sin dormir, también esincapaz de vivir siempre.

La epopeya de Gilgamesh, den-tro de la sencillez de su lenguajemítico, conservaba el resultado deun pensamiento con intuicionesmuy profundas. Los pensadores deJerusalem aprovecharon el fondo dela experiencia universal expresadaen la leyenda: el hombre enfrentadoa las fuerzas cósmicas desatadas.Sin embargo depuraron el relato detodos los elementos incompatiblescon su propia fe. Las calamidadescon las que tropezaba el hombre ensu lucha con la naturaleza hostil nopodían atribuirse sino a un justo jui-cio de Dios, que se irrita no por rui-dos molestos (como en el relato asi-rio), sino por la inmoralidad de loshombres:

«He decidido acabar con todacarne, porque la tierra está llenade violencias por culpa de ellos.Por eso voy a exterminarlos de latierra» (Gn 6,13).

Así dejaban en claro que elhombre era un ser responsable y queno estaba abandonado a un desti-no ciego.

«Hombre de Suruppak, hijo deUbar-Tutu, ¡demuele esta casa,construye una nave! Renuncia alas posesiones, busca la vida.¡Desiste de bienes mundanalesy mantén el alma viva! A bordo dela nave lleva la simiente de todaslas cosas vivas. El barco queconstruirás, sus dimensioneshabrá que medir. Igual será suamplitud y su longitud. Como elApsu lo techarás» (XI,23-31).

Advertencia del dios Ea a Uta-Napishtim

Las aguas disminuyen

«Al llegar el séptimo día, envié y solté una paloma. La paloma se fue,pero regresó; puesto que no había a la vista lugar donde reposar, volvió.Entonces envié y solté una golondrina. La golondrina se fue, pero regre-só; puesto que no había a la vista lugar donde reposar, volvió. Despuésenvié y solté un cuervo. El cuervo se fue y, viendo que las aguas habíandisminuido, come, se cierne, grazna y no regresa. Entonces dejé salirtodo a los cuatro vientos y ofrecí un sacrificio. Vertí una libación en la cimadel monte. Siete y siete vasijas cultuales preparé, sobre sus trípodesamontoné caña, cedro y mirto. Los dioses olieron el sabor, los diosesolieron el dulce sabor, los dioses se apiñaron como moscas en torno alsacrificante» (XI,146-162).

Uta-Napishtim es hecho inmortal

«Entonces Enlil su-bió al barco. Me tomóde la mano y me hizosubir. Hizo subir a mimujer y, de pie entrenosotros, nos bendi-jo: «Hasta ahora Uta-Napishtim era unhermano. ¡En ade-lante que él y su mu-jer sean diosescomo nosotros! ¡Que Uta-Napishtim resida lejos, en la boca de los ríos!».Me llevaron y me instalaron en la boca de los ríos» (XI,190ss).

Gilgamesh y la planta de la inmortalidad

«Gilgamesh vio un pozo cuya aguaera fresca. Bajó a bañarse en elagua. Una serpiente olfateó la fra-gancia de la planta; Salió [del agua]y arrebató la planta. Al retirarsemudó de piel. A esto Gilgamesh sesienta y llora, Las lágrimas se des-lizan por su cara» (XI,285ss)

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34 La época del Primer Templo

Pero la intuición más importan-te en torno a esta antiquísima tradi-ción fue la presentación final deljuramento de Dios que aseguraba elorden de las estaciones y la alianzacon que se iniciaba una nueva eta-pa en la historia de la relación delos hombres con Dios:

«Nunca más volveré a maldecirel suelo por causa del hombre,porque las trazas del corazón delhombre son malas desde su ni-ñez, ni volveré a herir a todo serviviente como lo he hecho. Mien-tras dure la tierra sementera y sie-ga, frío y calor, verano e invierno,día y noche, no cesarán» (Gn8,21-22).

YHWH había aceptado el sa-crificio de Noé y había prometidoque la historia, a pesar de los peca-dos de los hombres, continuaría.

La causa de la desdicha de loshombres había que descubrirla,pues, en la desobediencia del hom-bre que no se conformaba con todolo que YHWH le regalaba, y no enla envidia de Dios. También los re-yes de Israel prestaban oídos a losconsejos de escribas aduladores, defalsos profetas y sucumbían a la ten-tación de asegurar el destino de sureino mediante alianzas políticascon extranjeros al margen del cum-plimiento de la Alianza conYHWH. La única sabiduría verda-dera, la que nada tenía que ver conla arrogancia y la desilusión, la queGilgamesh no había encontrado, era

la que reconocía como regla de vidala sabiduría misma de Dios, expre-sada en sus mandamientos.

Lo que se experimentaba en Is-rael también podía decirse de todala humanidad. Con amor de Padre,Dios había destinado a Adam todaclase de beneficios; pero tambiénhabía fijado una norma fundamen-tal: la aceptación de su creaturidad.Desde su experiencia de fe, los es-critores de Israel no podían contem-plar a YHWH como en la epopeyade Gilgamesh, como un Dios queocultaba algo que quería guardarpara sí, como un ser celoso de unprivilegio que no quería compartir.YHWH no era un ser egoísta que noquería que el hombre fuera como él,o que supiera lo que él sabía, o queviviera como él vivía. Más bien, erala envidia del hombre que no acep-taba ser limitado lo que le hacía pen-sar en dioses envidiosos. Lo ciertoera que el hombre no era capaz si-quiera de recibir lo que Dios le dabagratuitamente. Por eso, la vida dehombre era esa terrible lucha, esaespecie de muerte anticipada yaantes de tener que enfrentar el des-tino ineludible de la humanidad.

La vida feliz y armoniosa, libredel miedo y de la vergüenza, de lainquietud y la pena, del domi-niode los unos contra los otros, era undon de Dios que había que recibircomo tal en la fidelidad a lo que élmandaba y en el reconocimiento desu sabiduría como regla de vida.Jamás el saber y el poder adquirido

y conquistado por el hombre, aun-que fuera el más grande de los re-yes, podrían compararse con la sa-biduría de Dios. Si el hombre aban-donaba la simplicidad de la obe-diencia a Dios e intentaba salir delestado de dependencia, si se con-vertía en un ser autónomo (autós =él mismo; nomos = ley) y su princi-pio existencial comenzaba a ser laindependencia de su saber y de suvoluntad, cesaba de considerarsecreatura. La posibilidad de dominartodas las cosas, entre ellas la muer-te, no podría venir nunca de astuciade los hombres.

El hombre astuto (hebr. arum)chocaba con la decepción, porqueesa inteligencia divina que pretendíaposeer al margen de Dios no hacíamás que descubrirle que era frágil ymortal, que estaba desnudo (hebr.eyrum). Cuando sus ojos se abríanante la realidad, en lugar de ver unaigualdad con Dios veía su condiciónmortal. Esa desnudez-fragilidad, queantes aceptaba bien por estar en fe-liz dependencia con el Creador, sevolvía vergüenza insoportable cuan-do la desnudez-astucia era humilla-da por la sabiduría de Dios. El hom-bre astuto sufría terriblemente no serDios y ser un mortal.

Con el mismo modo narrativocon que habían descrito la solicitudamorosa de Dios que daba la vida ytodo lo necesario al hombre, los teó-logos de Israel narraron la exclusiónde la felicidad del hombre que haquerido ser como Dios. En un relato

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35La teología de los escribas reales de Judá

Síntesis

Los nuevos movimientos étnicos desarrollados en el país de Canaán du-rante el siglo XII condujeron al surgimiento de la monarquía israelita. El pasoun tanto brusco del antiguo sistema tribal al régimen real pudo ser justifica-do a través del primitivo pensamiento mesiánico, basado en la ideologíaregia extendida en todo el Oriente antiguo. Este pensamiento constituyótambién la base de una crónica nacional, en la que los escribas de la cortejudaíta narraron las antiguas tradiciones desde una óptica de prosperidad.En este clima optimista no se olvidó, sin embargo, que la Alianza condiciona-ba la bendición divina al fiel cumplimiento de la misma.

1. ¿Qué factores llevaron al surgimiento de la monarquía israelita?2. ¿Qué elementos implicaba la antigua idea mesiánica y qué tradiciones

la justificaban?3. ¿Qué concepciones de pueblo, promesa y destino del hombre se

desarrollaron a partir de la óptica monárquica?4. La adaptación de los mitos extranjeros realizada por los escribas

reales para ilustrar la Alianza con YHWH, ¿estaba motivada por unavisión del hombre optimista, pesimista o realista?

5. ¿Qué sugieren según esta visión los límites del hombre? ¿Frustraciónde un proyecto de Dios o un a invitación dirigida a ellos?

Conclusión: ¿En qué medida el monarca davídico se convierte en modelodel destino de cada hombre? Realizar una comparación.

de fina captación psicológica des-cribieron la desobediencia a Dioscomo un proceso de enmarañadassolicitaciones: Una voz astuta pro-pone a los primeros hombres la po-sibilidad de ser como dioses, conoce-dores del bien y del mal, es decir, laposibilidad de decidir cuál es el bieno el mal.

El hombre alteró con su deci-sión de acceder al fruto de la autono-mía su relación con Dios y tambiéncon su semejante. A la solidaridaden el pecado siguió una falta de so-lidaridad al momento de responder.Y el hombre alteró con su desobe-diencia también su relación con latierra, de la que él dependía para susustento. El pecado de los hombresera la causa de esa relación conflic-tiva con la tierra, el origen del traba-jo fatigoso y poco productivo:

«maldita la tierra por tu causa; confatiga te alimentarás de ella to-dos los días de tu vida» (Gn 3,17).

En conclusión: si los narrado-res ubicaron en el comienzo de lahumanidad aquella existencia total-mente feliz, que a lo largo de la his-toria los hombres nunca habían lo-grado experimentar, lo hicieronpara expresar el designio originalde Dios para el hombre. Los deseosdel hombre por esa existencia para-disíaca no eran otra cosa que unpresentimiento de la felicidad para la

Esperanza futura proyectada a los orígenes

«Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, elnovillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. Lavaca y la osa pacerán, juntas acostarán a sus crías, el león, como losbueyes comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero de la cobra, yen la cueva de la víbora meterá la mano el niño apenas destetado. No sehará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimientodel Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar» (Is 11,6-9).

que Dios lo había creado. Destino que,gracias a la fidelidad de YHWH,seguía siendo una invitación parael hombre en todas las épocas. Másque el sueño de algo perdido erauna realidad por venir hacia la cualel hombre debía seguir encamina-do. Esta seguridad será la que lle-vará más tarde a los profetas a pro-

yectar hacia el futuro la imagen deesa tierra ideal (Is 11,6-9).

Si era verdad que la muerte erala única conclusión de los intentosdel hombre por apoderarse de lavida, no era, sin embargo, la últimapalabra ni tampoco el contenido úl-timo del proyecto inicial de YHWH.