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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN ECONOMÍA
FACULTAD DE ECONOMÍA
LOS CONSULADOS DE COMERCIANTES EN LA INDEPENDENCIA DE
HISPANOAMÉRICA, EL CASO DEL CONSULADO DE MONTEVIDEO. 1794-1838
TESIS
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE
MAESTRO EN ECONOMÍA
PRESENTA:
LUIS ALBERTO AGUIRRE MONTAÑO
DIRECTOR DE TESIS:
DR. JOSÉ ANTONIO IBARRA ROMERO
DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO DE LA FACULTAD DE ECONOMÍA
Investigación realizada gracias al Proyecto CONACYT CB_2011/168120 “Globalización comercial, Corporaciones y Redes
de negocios en Hispanoamérica en los siglos XVIII-XIX”.
Así también al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, Proyecto
IN305813 "La gran empresa familiar mexicana, 1960 - 2008" y al Proyecto IN 404413 “La Universidad Latinoamericana
del siglo XX a través del archivo de la UDUAL” Agradezco a la DGAPA-UNAM la beca recibida.
México D. F. Mayo de 2014
I
II
Agradecimientos
Quisiera comenzar por agradecer a la Universidad Nacional Autónoma de México,
al abrigo de la cual se desarrolló esta investigación. De la misma manera agradezco
al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el cual me otorgó la beca para estudios
de maestría así como una beca en calidad de asistente de investigación dentro del
Proyecto CONACyT CB_2011/168120 bajo la responsabilidad del Dr. Antonio
Ibarra. También me vi beneficiado del apoyo de la UNAM por medio del Proyecto
PAPIIT IN305813 bajo la dirección de la Dra. María Eugenia Romero Ibarra, y del
Proyecto PAPIIT IN404413 bajo la supervisión del mencionado Dr. Antonio
Ibarra.
Aunque pareciera trillado equiparar la elaboración de una tesis con un camino
andado, resulta que al poner un punto final al texto, es obligado echar una mirada
en retro y, efectivamente, se redibuja el derrotero pasado, a veces con color y voz
que no habían sido apreciados en su momento. La cantidad de agradecimientos
personales que este trabajo demanda es directamente proporcional al tiempo y
kilómetros empleados para su culminación. El inicio del camino es innegablemente
producto del esfuerzo y cariño de mi familia: mi padre, mi madre y mi hermano, a
ellos les dedico ese camino recorrido y el que queda por delante. Así también, a
esos con quienes tengo la suerte de compartir uno u otro apellido, mi
agradecimiento por estar presentes cada uno a su manera. Y a Karla, con quien no
comparto apellidos pero sí una parte del derrotero.
De ningún modo hubiera sido posible siquiera concebir este trabajo, ni ningún plan
a futuro, sin el apoyo del Dr. Antonio Ibarra. Su guía y paciencia (no se de cuál de
las dos tuvo que emplear más) posibilitaron que estas páginas constituyan el cierre
de una fase del camino y, a la vez, el inicio de otra. No hubiera tenido las fuerzas
necesarias para andar, si no me hubiera visto beneficiado del programa de
“desayunos escolares” que el Dr. Ibarra mantiene a la par con la Dra. Inés Dussel, a
la cual agradezco también su apoyo.
El camino se fue construyendo, y facilitando, gracias al apoyo y guía, producto
sobre todo del diálogo, del excelente conjunto de profesores que he tenido la suerte
de encontrar en las aulas. Al Dr. Enrique Semo, al Dr. Ernest Sánchez Santiró, al
Dr. Mario Contreras, a la Dra. María Eugenia Romero Ibarra, a la Dra. Elsa
Gracida, a la Dra. María Eugenia Romero Sotelo y a la Dra. Ana Carolina Ibarra, mi
más grande agradecimiento y reconocimiento en su labor. Así también, agradezco a
mis lectores: el Dr. Bernd Hausberger y el Dr. Antonio García de León que
posibilitaron una pronta corrección y ejecución del trámite de titulación.
III
El oficio del historiador es, por definición, un ejercicio de ermitaño, sin embargo
quiero agradecer a los colegas que hicieron del camino algo menos solitario. Ellos
colocaron, entre página y página, una risa o hasta una carcajada. En primer lugar a
Iliana Quintanar y a Paola Chenillo, cuyo apoyo cobró dimensiones mucho más allá
de lo académico, sin ellas las piedras en el camino seguramente hubieran sido
montañas. También quiero agradecer la siempre eficaz y atenta ayuda de Patricia
Correa, sin ella los engranes nunca hubieran marchado. A los profesores y
colaboradores en el Proyecto “Globalización…”, en especial a Yovana Celaya y a
Álvaro Alcántara, sin cuya retroalimentación las líneas sueltas de esta investigación
hubieran nublado el resultado.
Atravesar casi por entero el continente para llegar al extremo austral no es empresa
fácil. Sin embargo el viaje y aterrizaje se facilitan cuando se cuenta con la guía y
apoyo de las personas indicadas. Muchas gracias a la Dra. Inés Moraes y al Dr. Luis
Bértola de la Universidad de la República, en Uruguay. Así también a todos los
miembros de la Unidad Multidisciplinaria y del Programa de Posgrado en Historia
Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales en dicha Universidad, en
especial a Melissa Hernández. También resultó invaluable la ayuda del personal del
AGN en Uruguay para el trabajo documental.
Por último, el camino hubiera sido muy aburrido y monótono sin la presencia de
grandes amigos. A mis compañeros en la Maestría y a mis camaradas de TKD y
RASH-DF, que entre exámenes, golpes, música y risas encontramos la manera de
condimentar la vereda, cada quien a su estilo y forma.
Mayo 2014
IV
Índice De comerciantes, y revoluciones. A manera de introducción .................... 1
Capítulo 1. En los márgenes: La Carrera de Indias y el Río de la Plata
................................................................................................................................... 23
El control y el monopolio: La Carrera de Indias ................................................ 24
Entre la dimensión pública y la privada: el arreglo consular del Antiguo
Régimen ................................................................................................................. 28
El Río de la Plata se suma al entramado comercial ............................................ 36
Reformar para mantener, el reformismo borbónico: comercio y consulados .. 41
El reformismo en el Plata: Montevideo aparece y se fortalece ........................... 54
Capítulo 2. Divorcio en el Plata: Intereses enfrentados, autonomías y
un Consulado al otro lado del Río ................................................................... 59
Guerras, mercados y mercancías: el belicismo constante del siglo XVIII y las
reformas comerciales ............................................................................................ 59
El resultado de las reformas comerciales en el Plata .......................................... 72
Mercaderes y negocios: los actores comerciales en ambas orillas .....................80
El Consulado de Buenos Aires: creación y labor como cabecera comercial del
Virreinato .............................................................................................................. 88
Río en medio: Los Diputados, la Junta de Comercio y la erección del Consulado
de Montevideo ....................................................................................................... 98
Capítulo 3. Entre imperios y revoluciones: el comercio montevideano
y las finanzas del Consulado en la conformación del Estado uruguayo,
1812-1838 ............................................................................................................... 110
La nueva cabecera del “Virreinato”: bastión de resistencia realista en el Plata
............................................................................................................................... 111
Cuando la revolución nos alcanzó: el régimen porteño en Montevideo y la
“Patria Vieja” ....................................................................................................... 123
La otra Corona en el Plata: el régimen portugués y la Provincia Cisplatina .. 136
Nueva República, viejas y nuevas disputas. Inicios del periodo independiente
del Estado uruguayo ........................................................................................... 148
Ampliando la escala de observación: miembros del tribunal consular, finanzas
del Consulado y tendencias del comercio montevideano (1812-1838) .............. 161
El Plata a la luz de los circuitos comerciales: a modo de conclusión . 168
Bibliografía y fuentes ........................................................................................ 177
1
De comerciantes y revoluciones. A manera de
introducción
Las primeras décadas del siglo XIX fueron el escenario donde el desmembramiento
del Imperio hispánico en América dio vida a una multitud de naciones
independientes que, más allá de desligarse de su condición colonial, asumieron
como forma de gobierno la vía republicana y el liberalismo.
Dentro de este concierto de naciones, la región del Río de la Plata cobra un
significado importante por la lejanía de los centros políticos y económicos
tradicionales del sistema imperial. Esto provocó que, al iniciarse los movimientos
independentistas, la región quedara desvinculada de la metrópoli en un tiempo
relativamente corto. Sin embargo, se abrió el escenario para el conflicto entre
facciones internas, poderes regionales y potencias europeas, que buscaban
establecer su control en estos territorios.
En este contexto la llamada “Banda Oriental”, en referencia a su posición en los
Ríos Uruguay y de la Plata, tuvo un significado trascendental en el devenir histórico
de la región. Era el extremo austral del Imperio hispánico, punto de frontera con el
Imperio Portugués y de confluencia de intereses comerciales en Montevideo, su
ciudad-puerto más importante.
La región rioplatense mantuvo durante toda la época colonial un vínculo
importante con el mercado del Alto Perú, dejando así una impronta comercial que
marcó su desarrollo en la época posterior a la independencia. La región tenía como
foco económico y político la ciudad de Buenos Aires, cabecera virreinal, la cual
trató de mantener bajo su control, una vez estallada la independencia, a todos los
territorios heredados de su jurisdicción colonial. Montevideo y la Banda Oriental
significaron una fragmentación de esta unidad, la cual transitó por un sinuoso
derrotero hasta lograr su independencia.
2
Tanto para Buenos Aires como para Montevideo, la principal actividad era el
comercio ligado a la Península, mientras que los circuitos mercantiles del interior
del Virreinato estaban concentrados en el primer puerto. Por lo tanto,
desarrollaron una clase mercantil bastante importante, compuesta por individuos
cuya actividad económica giraba en torno al comercio de ultramar, cobrando
relevancia tanto a nivel económico como a nivel político.
Los individuos ligados al comercio de ultramar estaban agrupados y representados,
en el Antiguo Régimen hispánico, por los Consulados de comerciantes. Bajo esta
corporación obtuvieron diferentes prerrogativas por parte de la Corona a cambio de
la cooperación, en diferentes dimensiones, con el orden colonial.
Una vez que estallaron los conflictos bélicos de independencia en el Plata, los
Consulados de comerciantes trataron de reubicarse en el nuevo y trastornado
estado de cosas. Para esto hicieron uso de diferentes estrategias que el control del
comercio les proveía y así marcaron su posterior sobrevivencia o desaparición en el
orden republicano.
Objetivos
La presente investigación busca analizar el camino por el cual transitó el comercio
agremiado de Montevideo desde fines del siglo XVIII hasta su disolución como
corporación en la primera década de vida independiente de la República Oriental
del Uruguay. Así también, se busca elucidar el papel que jugó dicha corporación en
la conformación del Estado uruguayo en las primeras décadas del siglo XIX.
La materia a investigar cobra otro nivel de relevancia al considerar en el vacío
historiográfico que existe sobre la temática consular montevideana. Los consulados
de comerciantes han sido prolijamente estudiados en el ámbito de la historiografía
latinoamericana reciente. Sin embargo, esta temática ha sido relegada por los
estudiosos uruguayos, mientras que los investigadores argentinos la han tocado
sólo tangencialmente. Como se podrá observar en el Estado de la cuestión, se
revela como una tarea de primer orden cerrar la brecha de investigación sobre este
Consulado con respecto a los sus pares en Hispanoamérica.
3
Hipótesis
La hipótesis central de esta investigación es que el Consulado de comerciantes de
Montevideo debió tener un alto grado de adaptación al contexto político cambiante,
producto del desmembramiento del Imperio hispánico y la sinuosa conformación
de las repúblicas independientes, sumado a la injerencia de las potencias europeas.
Esta capacidad adaptativa se tradujo en una existencia relativamente larga en
comparación con la mayoría de sus símiles hispanoamericanos, particularmente el
Consulado de Buenos Aires, que se extinguió en 1821. La tardía creación del
Consulado en Montevideo y las coyunturas políticas de la región le proveyeron de
una particularidad histórica en el proceso de conformación de la República
independiente, ésta se expresó mediante un estado de subordinación, como medida
de integración, a los diferentes regímenes que transitaron.
Plan de la obra
El método de exposición de esta investigación va de lo general hacia lo particular,
es decir, del contexto imperial hispánico se irá cerrando la escala de observación
hasta llegar a la organización consular montevideana. Este recorrido hará posible
una visión de conjunto que pondrá en evidencia las interconexiones entre los ciclos
comerciales y el contexto político, así también entre agentes mercantiles y actores
políticos.
El primer capítulo busca establecer el marco geográfico, político, jurídico y
económico en que se desarrollará la investigación. La narrativa de todo este
capítulo tiene un perfil histórico-político, siendo la Carrera de Indias el centro del
análisis. Por lo tanto, la observación comienza en el contexto imperial, para esto se
necesita la descripción del marco jurídico en el cual se desarrollaba el sistema
comercial y, en particular, la forma corporativa del comercio en la organización
consular. La escala de observación se ciñe después hacia el papel del Río de la Plata
en el entramado imperial, así como su modificación con la implementación del
reformismo borbónico a mediados del siglo XVIII. Dentro de este contexto
reformista, Montevideo cobra auge como punto geoestratégico: como puerto
4
principal de la región y como punto de contacto con las posesiones portuguesas en
América.
El segundo capítulo acude a una narrativa económica al analizar los resultados del
reformismo borbónico a nivel comercial, sobre todo ciñéndose al espacio
rioplatense. Los diversos conflictos bélicos en la Europa del siglo XVIII tuvieron su
repercusión en las posesiones coloniales. Bajo este contexto se desarrolló el espacio
rioplatense como punto de importancia geopolítica por la confluencia de intereses
de diversos actores. El desarrollo económico para la región estuvo comandado por
una clase mercantil particular, por lo tanto conviene delinear su perfil y diferenciar
sus componentes en ambas orillas del Río. La creación del Consulado de
Comerciantes de Buenos Aires en 1794 fue un punto de quiebre para la
organización del espacio comercial, su labor como tribunal mercantil y junta de
fomento económico dio a la región un impulso, sobre todo en el contexto de
liberalización comercial de fines del siglo. Pero la rivalidad comercial y política
entre ambas bandas del Plata fragmentaron la unidad virreinal hasta su completa
escisión en la primera década del siglo XIX, su expresión más importante a nivel
mercantil, y objetivo final de este capítulo, fue la creación del Consulado de
comerciantes de Montevideo en 1812.
El tercer y último capítulo rastrea la trayectoria del Consulado de Montevideo
desde su creación a fines del régimen colonial hasta su disolución por el gobierno
republicano en 1838. Para este objetivo se utiliza una cronología política, pero los
periodos resultantes se analizan desde una visión económica y mercantil, sobre
todo en relación a la vida corporativa del comercio montevideano. Para tal efecto
seguimos tres ejes que guían la narración: el contexto político, el desarrollo
comercial, y la organización consular. Entrelazando los tres elementos obtenemos
la visión integral sobre el devenir histórico del Consulado, sus objetivos y
resultados, en la vacilante construcción del Estado uruguayo a inicios del siglo XIX.
Estado de la cuestión
Para realizar una síntesis cabal sobre la producción historiográfica pertinente al
presente estudio, dado el entrelazamiento de temáticas que conforman un crisol de
5
obras, se pueden delimitar tres ejes fundamentales que servirán de guía, a saber: a)
El sistema comercial del Imperio Ibérico; b) El papel y evolución de la clase
mercantil y la organización consular; c) La conformación de los estados nacionales
en Iberoamérica, haciendo énfasis en la producción historiográfica uruguaya al
respecto.
Respecto a la primera temática, el sistema comercial hispánico durante la época
colonial, deben considerarse en primer lugar las grandes obras de Earl Hamilton,1
la escrita por la dupla de Huguette y Pierre Chaunu2 y la de Clarence Haring.3 Estas
obras pioneras sentaron el camino sobre el análisis de la Carrera de Indias que
habría de desarrollarse posteriormente. Así también encontramos obras más
recientes que revisan y amplían las cifras con trabajo de archivo y que recogen
diversas aportaciones teórico-metodológicas para así lograr ampliar el análisis.
Dentro de estas obras cabe destacar las aportaciones de Antonio García-Baquero,4
Michel Morineau,5 Geoffrey Walker,6 John Fisher,7 y la dupla de Stanley y Bárbara
Stein.8 Estas investigaciones nos aportan el entramado general sobre el sistema
comercial así como cifras que reconstruyen la cuantía del tráfico de mercancías en
el Atlántico. Constituyen obras de referencia general que vale la pena asimilar
como marco de referencia.
Por otro lado, cabe rescatar autores que echan luz sobre el funcionamiento de los
circuitos mercantiles hispánicos en la región del Río de la Plata. En primer lugar la
obra de Carlos Sempat Assadourian,9 en la cual se encuentra un modelo de
inserción al sistema comercial imperial de la región altoperuana en el siglo XVII.
Por otro lado, los textos de Fernando Jumar10 conforman un análisis escrupuloso
del sistema comercial rioplatense en el siglo XVIII, tanto a nivel temático como
1 Hamilton, American, 1939. 2 Chaunu, Séville, 1955-1960. 3 Haring, Comercio, 1939; Haring, Imperio, 1966. 4 García-Baquero, Cádiz, 1976. 5 Morineau, Incroyables, 1985. 6 Walker, Política, 1979. 7 Fisher, Comercio, 1993; Fisher, Relaciones, 1992; Fisher, Imperial, 1985. 8 Stein, Plata, 2002. 9 Assadourian, Sistema, 1983. 10 Jumar, Commerce, 2000; Jumar, Fernando, Comercio, 2004.
6
metodológico y de fuentes. Por último, la tesis doctoral de Fabricio Prado11
constituye un esfuerzo analítico del entorno comercial en la Banda Oriental
enfocado en las relaciones con las posesiones portuguesas en América.
Finalmente, se puede revisar la obra de John Elliot12 como una visión alternativa
del entramado imperial. El autor esquematiza las líneas generales de los procesos
de ocupación, organización y resultados de los gobiernos coloniales en los
territorios americanos, durante poco más de 300 años, de los imperios británico y
español. La óptica resulta renovadora al sentar las bases de una comparación entre
ambos imperios, de esta manera podemos advertir la geopolítica europea desde dos
tribunas diferentes y, sobre todo, contrarias.
Al pasar al segundo eje temático, la producción historiográfica sobre los consulados
de comerciantes y las comunidades mercantiles, encontramos una gran cantidad de
estudios en las últimas décadas: desde el texto clásico de Robert Smith13 escrito a
mediados del siglo pasado, donde expone las principales características del
régimen consular medieval y su transfiguración en los dominios del Imperio
español, poniendo énfasis en la evolución a través de los siglos. Conviene recuperar
también el estudio clásico de David Brading14, sobre el bajío mexicano a fines de la
época colonial, en el cual sentó las bases del análisis de los grupos de poder y élites
en el desarrollo de la economía tardocolonial.
Así también, encontramos el libro de Christiana Borchart de Moreno15 publicado en
la década de 1980, sobre los miembros del Consulado de Comerciantes de la
Ciudad de México en el siglo XVIII; donde da cuenta, a través de un gran trabajo de
archivo, incluyendo en notarías, el papel de los comerciantes como un grupo de la
élite económica. Referente a la Ciudad de México encontramos otro texto clásico
sobre élites y redes coloniales, el texto del Dr. John Kicza16 nos describe las formas
11 Prado, Shadows, 2009. 12 Elliot, Empires, 2006. 13 Smith, Historia, 1978. 14 Brading, Mineros, 1975. 15 Borchart, Mercaderes, 1984. 16 Kicza, Empresarios, 1986.
7
de interacción de la élite virreinal y una caracterización de ésta como un grupo
heterogéneo con estrategias particulares.
La producción historiográfica más reciente sobre el Consulado de la Ciudad de
México, nos remite irremediablemente a los trabajos realizados por Guillermina del
Valle. En ellos aborda diferentes temáticas alrededor del Consulado como su
formación y papel en el largo plazo durante el periodo colonial novohispano: como
agente financiero de la Corona y actor político en conflictos como la defenestración
del Virrey Iturrigaray, inmersa en la controversia por la aplicación de la
Consolidación de Vales Reales.17
Referente al Consulado limeño encontramos los trabajos realizados por Jorge
Basadre y Rómulo Ferrero,18 María Rodríguez,19 Carmen Parrón,20 y Cristina
Mazzeo.21 Los dos primeros, han escrito textos que constituyen obras clásicas de la
década de los sesenta del siglo pasado: en ellas el objetivo central está en el periodo
republicano de la institución mercantil peruana, por lo que el espacio dedicado al
Consulado colonial es reducido. Por su parte, las obras de Parrón y Mazzeo son
textos más recientes y ubican su horizonte temporal en el reformismo borbónico.
Para el siglo XVIII podemos comenzar por las obras referentes a los Consulados
novohispanos. El caso de Guadalajara es analizado en los trabajos presentados por
Antonio Ibarra ofrecen diferentes puntos de análisis alrededor de éste como
pueden ser el estudio de la vida corporativa que se tambalea entre el Antiguo
Régimen y la modernidad reformista, los costes de transacción implicados del
control mercantil consular, una comparación con el caso del Consulado de Buenos
Aires como organizaciones producto del reformismo borbónico, e incluso
17 Valle, Consulado, 1997; Valle, Oposición, 2000; Valle, Apertura, 2003; Valle, Finanzas, 2012. 18 Basadre, Historia, 1963. 19 Rodríguez, Tribunal, 1960. 20 Parrón, Reformas, 1995. 21 Mazzeo, Consulado, 2003.
8
problematiza el uso de fuentes consulares para la aproximación cuantitativa del
periodo.22
Para el caso del Consulado de Veracruz encontramos los trabajos de Matilde Souto
sobre la creación y papel del Consulado de comerciantes de Veracruz, así como el
tratado de las fuentes primarias y bibliográficas. En él se dibuja la institución
consular y la aparición de los nuevos Consulados como parte de la política
borbónica de adaptación al nuevo mundo comercial, el papel del Consulado en la
transformación del puerto, las políticas del mismo en el tráfico legal e ilegal y su
posterior actuación en el régimen independiente.23 También cabe citar el análisis y
una nueva problematización que hace Antonio García de León en su obra sobre el
puerto de Veracruz, en una visión de largo plazo, es decir, para todo el periodo
colonial, así como su estudio puntual sobre la creación del Consulado de aquel
puerto.24
El texto de Óscar Cruz rescata el acervo documental de los consulados erigidos
durante la administración borbónica, donde compila las Cédulas de erección de
todos los Consulados hispanoamericanos creados en la década de 1790.25 El
análisis del Consulado de Guatemala realizado por Michel Bertrand,26 destaca
como una exposición de fuentes y de metodología para lograr un estudio complejo
de caso. Referente al Consulado de Caracas encontramos las obras de Eduardo
Arcila sobre el papel que desempeñó la corporación a fines de la época colonial y
principios del siglo XIX.27
Pasamos así a las obras sobre el extremo austral del Continente. El libro clásico de
Susan Socolow28 centra su atención en los comerciantes de Buenos Aires dibujando
su situación dentro de entramado social del puerto, su permeabilidad en otras
clases, sus vínculos matrimoniales y de paisanaje. También diversos trabajos de
22 Ibarra, Contabilidad, 2002; Ibarra, Consulado, 2003; Ibarra, Mercado, 2003; Ibarra, Mercado, 2013. 23 Souto, Mar, 2001; Souto, Consulado, 2002. 24 García de León, Tierra, 2011; García de León, Orígenes, 2003. 25 Cruz, Régimen, 2001. 26 Bertrand, Consulado, 2002 27 Arcila, Real, 1957; Arcila, Documentos, 1964. 28 Socolow, Merchants, 1978.
9
Zacarías Moutoukias29 responden a la temática mercantil bonaerense y sus
implicaciones en términos de redes y circuitos.
En particular sobre el Consulado de Buenos Aires, es imposible dejar de lado la
obra de Germán Tjarks, pionero en el tema, el cual con base en un gran trabajo de
fuentes reconstruye la vida política y económica del cuerpo bonaerense.30 Obras
más recientes son los trabajos de Liliana Crespi31 y Javier Kraselsky,32 quienes
tocan temas como la función corporativa del Consulado: su erección, problemas de
fuentes, la conformación de grupos y conflictos de interés.
Respecto a la otra banda del Río, son escasos los trabajos que podemos citar. El
libro clásico es la obra de Aurora Capillas,33 en ella se estudia el periodo anterior a
la erección del Consulado montevideano a la luz de documentación de repositorios
uruguayos, hasta llegar al periodo de la “Patria Vieja”. Podemos agregar el artículo
dedicado a la conformación de una élite montevideana a raíz de la diferenciación
entre estratos sociales a nivel económico, y también cultural, elaborada por Bernd
Schröter.34
Es pertinente revisar los textos colectivos, que tienen como centro de análisis las
relaciones del comercio agremiado con la política y la economía. Una obra de este
tipo de gran importancia es el libro coordinado por Bernd Hausberger y Antonio
Ibarra35 publicado en 2003. Éste esfuerzo colectivo se enmarca dentro de los
debates historiográficos de la vinculación de los consulados de comerciantes
hispanoamericanos con las políticas imperiales, mediados por las relaciones de
poder y redes de negocios. El horizonte temporal abarca los siglos XVII al XVIII,
por lo tanto se encuentran trabajos que analizan las diferentes coyunturas políticas
y económicas en la vida de los consulados, tanto los antiguos como los nuevos. Los
trabajos aquí reunidos giran en torno a la organización consular y su desarrollo en
29 Moutoukias, Río, 1983; Moutoukias, Réseaux, 1992; Moutoukias, Formas, 2002. 30 Tjarks, Consulado, 1962. 31 Crespi, Bases, 2002. 32 Kraselsky, Juntas, 2007; Kraselsky, Estrategias, 2001. 33 Capillas, Historia, 1962/1964. 34 Schröter, Estructuras, 1999. 35 Hausberger, Comercio, 2003.
10
el tejido social y político de geografías como la Ciudad de México, Veracruz,
Guadalajara, La Habana y Lima.
El libro coordinado por en 2003 por Guillermina del Valle36 es otro esfuerzo de
análisis colectivo, esta vez restringido al espacio novohispano del siglo XVIII. El
interés gira en torno a las reformas derivadas del cambio de dinastía y sus
consecuencias en la reconfiguración de los grupos de poder, que originariamente
monopolizaba el Consulado de la Ciudad de México. El libro se divide en cuatro
grandes secciones, la primera, da cuenta de la situación de los comerciantes al
inicio del siglo separando entre los avecindados en la Ciudad de México y los de
Tierra adentro. La segunda, trata sobre las reformas borbónicas y su plan de
modificar las relaciones comerciales. La tercera, analiza las transformaciones que
las mismas reformas efectivamente tuvieron en diferentes latitudes, como Xalapa,
Cuernavaca, la Ciudad de México y la región sur de las costas del Pacífico. Por
último se hace una estimación de los resultados políticos de dichas Reformas en el
espacio de los tres consulados novohispanos.
Una obra colectiva más reciente, coordinada también por Antonio Ibarra y
Guillermina del Valle37 tiene como temática transversal el análisis de las redes y su
interacción con las instituciones a nivel hispanoamericano, entre los siglos XVII y
XIX. El interés en este libro se centra en el análisis de las redes en las sociedades de
Antiguo Régimen desde la temática mercantil. El estudio combina regiones
diversas, todas relacionadas con el Imperio hispánico, teniendo el énfasis en el
entorno novohispano pero incluyendo también la relación Mediterráneo-Atlántico
y el Río de la Plata. La dimensión dinámica de las redes sociales se hace palpable a
lo largo de todo el libro, resultando así una fuente importante de referencias, tanto
temáticas como metodológicas, de cara a la modificación de la Carrera de Indias en
el entramado imperial.
36 Valle, Mercaderes, 2003. 37 Ibarra, Redes, 2007.
11
Finalmente, tenemos el libro coordinado por Nikolaus Bötcher, Antonio Ibarra y
Bernd Hausberger.38 Éste es producto de constantes acercamientos, encuentros,
coloquios y seminarios entre los colaboradores del libro. Se busca rescatar el
concepto de red y su utilidad para los diversos temas tratados por cada
investigador, pensando sobre todo en el comercio de larga distancia como eje de
integración de los cuerpos colectivos de comerciantes. Nos muestran así las líneas
de pensamiento que actualmente dirigen la historiografía sobre el tema. Se discute
desde el concepto mismo de “red” y su aplicación a una sociedad colonial del
pasado, así también la interacción, integración y prácticas en mercados, regionales,
trasatlánticos o globales.
Para finalizar las obras sobre consulados, merece la pena hacer mención de tres
obras que hacen un balance y recorrido en el largo plazo sobre la institución
consular. En estos casos no se restringen al espacio hispánico, más bien analizan
los objetivos y resultados de las política europeas referentes al comercio
restringido. Me refiero a los textos de Oscar Gelderbrom y Regina Grafe,39 Sheilagh
Ogilvie,40 y Gabriel Paquette.41 En el primero, los autores analizan la institución de
los guilds europeos en una óptica comparativa, poniendo énfasis en su composición
interior y su interacción con el exterior basándose en características como la
idiosincrasia y representación colectiva. La obra de Ogilvie se compone de un
complejo análisis de la institución gremial del comercio entre los siglos X y XVIII,
pone énfasis en los resultados e interacción con el resto de la sociedad desde el
punto de vista económico y cultural. Mientras que en su obra, Paquette observa la
complejidad del arreglo consular en el Imperio hispánico en el periodo
tardocolonial desde una arista política y cultural de su devenir histórico.
En referencia a las obras sobre el contexto revolucionario de independencia, la
producción historiográfica es bastante amplia. Para tal efecto me restrinjo a citar
un puñado de libros, que por su enfoque y geografías estudiadas nos rinden cuenta
de un análisis de conjunto que no se puede obviar en esta investigación. El texto de
38 Bötcher, Redes, 2011. 39 Gelderbrom, Rise, 2010. 40 Ogilvie, Institutions, 2011. 41 Paquette, State-Civil, 2007.
12
John Lynch42 sobre las revoluciones en Hispanoamérica resulta una referencia
obligada. El eje de la obra es el proceso revolucionario a partir de la coyuntura de la
invasión napoleónica en la Península ibérica. El autor comienza por situar las
Reformas borbónicas como origen de los levantamientos ante la llamada “segunda
conquista”.
Otro libro de igual alcance geográfico es la obra de Jaime E. Rodríguez.43 Este autor
tiende a englobar el proceso revolucionario en toda Hispanoamérica para terminar
exponiendo las particularidades regionales. Los temas que aborda es el conflicto
por el vacío de poder, los proyectos de nación enfrentados y la cultura libera
decimonónica. Una obra más reciente, publicada en 2011, es la de Stefan Rinke.44
En su enfoque, regionaliza los procesos de independencia llevando de esta manera
un análisis más detallado del origen de los estados nacionales hispanoamericanos.
La obra resalta, entre muchas cosas, por integrar las diferencias nacionales en un
crisol integral del subcontinente, de esta manera enfrenta los mitos fundacionales
de las diversas naciones, acudiendo a explicaciones más reflexivas y críticas.
Podemos también citar algunos trabajos puntuales sobre los procesos de revolución
en la región rioplatense. Las obras clásicas de Tulio Halperín45 son un buen
ejemplo del entrelazamiento del análisis social y económico entre la independencia
y la conformación de la Argentina como nación. El autor, con los pies en la Historia
económica, enarbola explicaciones y narraciones sobre los sucesos en el estuario
del Plata. Para tal efecto entrelaza también aspectos sociopolíticos, así que el
análisis resulta bastante integrado. Un texto de reciente aparición es el libro de
João Pimienta.46 En esta obra se recogen los testimonios escritos en la prensa en
ambas orillas del Plata y en Brasil, de esta manera da cuenta del ambiente político y
social que la región vivía en las primeras décadas del siglo XIX y que abrirán el
camino para la conformación de estados nacionales diferenciados.
42 Lynch, Revoluciones, 2010. 43 Rodríguez, Independencia, 2005. 44 Rinke, Revoluciones, 2011. 45 Halperín, Revolución, 1972; Halperín, Guerra, 2005. 46 Pimienta, Estado, 2011.
13
La producción historiográfica uruguaya sobre el proceso revolucionario y la
formación del Estado se conformó como campo de estudio en el siglo XX, teniendo
como eje rector el periodo artiguista. Sin embargo, gracias a la renovación
historiográfica, puede ser dividida en dos grandes grupos, tomando la mitad del
siglo pasado como punto de quiebre.47 Esta clasificación responde a una renovación
de aspectos epistemológicos y metodológicos en la investigación histórica, así como
una ampliación de las temáticas estudiadas a la luz de nuevos enfoques.
En el primer grupo de historiadores “tradicionales” podemos identificar, entre los
más célebres, a Francisco Bauzá, Isidoro de María, Pablo Blanco Acevedo y
Eduardo Acevedo Díaz. Este primer grupo de estudiosos del pasado colonial y del
siglo XIX uruguayo se puede englobar, a grandes rasgos, en un enfoque político que
rescata eventos puntuales y coyunturas que se presume determinaron el desarrollo
de la nación uruguaya.
Entre los textos que conviene rescatar para la presente investigación, encontramos
la obra de Francisco Bauzá,48 dividida en 4 tomos. En ésta, el autor hace un
recorrido desde los primeros pobladores del actual territorio uruguayo, pasando
por el descubrimiento y colonización inicial castellana, para luego plantear una
cronología de la región basándose en los gobiernos que se sucedieron durante el
periodo virreinal en Montevideo. Para el periodo de “descomposición” del orden
colonial toma como eje la política imperial que no pudo presentar una propuesta
aceptable ante el levantamiento popular, liderado por Artigas. Finalmente la
derrota de la “Patria Vieja” hace volver el orden colonial en un contexto de
injerencia de las potencias de la época y de la región.
Por su parte, Isidoro de María,49 plantea un recuento de los principales
acontecimientos montevideanos desde la fundación de la ciudad hasta la jura de la
constitución republicana, en dos tomos de que se compone la obra. Esta narrativa
47 Sobre una cronología de la producción historiográfica uruguaya que no se restrinja a la época colonial y primeras décadas del siglo XIX véase Zubillaga, Renovación, 1997; Sansón, Proceso, 2011. Ambos autores secundan la idea de una diferenciación entre la primera y la segunda mitad del siglo XX. 48 Bauzá, Historia, 1929. 49 María, Montevideo, 1957.
14
resulta por demás ilustrativa porque el autor hace que los espacios cobren vida, es
decir, son las plazas, edificios, festividades y las colectividades las que toman en un
momento el protagonismo del relato. De esta manera esta obra cobra una
relevancia para conocer la vida de las colectividades montevideanas en la
dimensión de la esfera pública.
Por su parte, la obra fundamental de Pablo Blanco Acevedo50 constituye un
referente indispensable para entender el régimen colonial en la Banda Oriental
como precedente de la independencia uruguaya. En este texto se perfila el concepto
de “lucha de puertos” que ha resultado tan útil para entender el origen de la
identidad uruguaya en oposición a control bonaerense. Desde un enfoque político,
Blanco Acevedo entrelaza aspectos económicos y sociales que determinaron, desde
su óptica y desde su tiempo, la construcción de una nación como “inevitable”
consecuencia del estado de cosas imperante.
Para cerrar este grupo no podemos dejar pasar los aportes de Eduardo Acevedo
Díaz, célebre historiador que rescató el nombre de Artigas, desde una óptica
uruguaya, cuando su figura era víctima del desprecio por la historiografía
tradicional bonaerense. Para efectos de esta investigación rescatamos su obra
monumental dividida en 6 tomos.51 En ella delinea los acontecimientos políticos
más importantes del siglo XIX en la Banda Oriental. Así también recopila
fragmentos de legislación y algunas estadísticas fiscales que ayudan a dar cuenta
del proceso de construcción nacional. Para la presente investigación son útiles el
tomo primero, que comienza con el proceso de colonización hasta la campaña de
los “33 orientales”, y el tomo segundo que comienza en los gobiernos republicanos
de la década de 1830 hasta 1860.
Otros trabajos que conviene rescatar son tres obras que componen una bisagra
entre los dos grupos de historiadores. La primera fue escrita por Luis Enrique
Azarola.52 En ella se plantea, desde un enfoque tendiente a la dimensión social, la
conformación de la ciudad-puerto, su origen y desarrollo a inicios del periodo 50 Blanco, Gobierno, 1929. 51 Acevedo, Anales, 1933. 52 Azarola, Orígenes, 1940.
15
colonial. La segunda obra es la de Carlos Real de Azúa,53 en ella se centra la mirada
en los actores principales en el devenir histórico del país. Se trata de un enfoque
desde las colectividades y de las élites, así como su caracterización con respecto al
desarrollo político de fines de la colonia y el siglo XIX. Por último, haciendo gala de
un manejo de fuentes sobre todo basado en correspondencia y documentación
militar, John Street54 sigue la pista de Artigas y su relevancia histórica en el proceso
de autonomía oriental. El resultado fue una obra que en líneas generales es positiva
para el prócer uruguayo.
En el segundo grupo, en que hemos dividido la producción historiográfica
uruguaya, conviene centrar la mirada en Juan Pivel Devoto. Este historiador
oficialista es clave en el tránsito de la historiografía tradicional hacia una de nuevo
cuño que se irá formando con el trascurrir de la segunda mitad del siglo XX. Desde
la docencia en el Instituto de Profesores Artigas y la dirección del Museo Histórico
Nacional fundó las bases de una nueva generación de historiadores. Para efectos de
esta investigación rescatamos su obra sobre el periodo colonial55 en la que toma un
enfoque tendiente al análisis de las relaciones económicas, para delinear los
procesos coloniales que devinieron en el movimiento armado de independencia de
la primera década del siglo XIX.
Un discípulo directo de Pivel Devoto fue Washington Reyes Abadie. De su
producción historiográfica tomamos el título El ciclo artiguista.56 En sus dos tomos
se sigue la figura de Artigas como dirigente del movimiento de emancipación hasta
su salida del territorio oriental en 1820. Contiene una importante cantidad de
documentos de época, sobre todo documentación militar, instrucciones y
proclamas. Se trata de una obra esencial para comprender el periodo de la llamada
“Patria Vieja” y su vinculación con el federalismo de la región.
Una segunda generación de historiadores, que atravesaron la coyuntura política de
la dictadura militar en el Uruguay, aparece como el grupo renovador de la
53 Real de Azúa, Patriciado, 1981. 54 Street, Artigas, 1959. 55 Pivel, Raíces, 1952. 56 Reyes, Ciclo, 1971.
16
historiografía de ese país. Podemos diferenciar en un inicio, y a grandes rasgos, tres
grupos principales. El que componen Pedro Barrán y Benjamín Nahum; por otro
lado la dupla de Blanca Paris y Juan Oddone; y por último el grupo más
identificado con el enfoque marxista de Nelson de la Torre, Lucía Sala y Julio
Rodríguez. Entre estos grupos iniciales se formaron luego vínculos temáticos,
teóricos y metodológicos que desdibujaron las fronteras entre ellos, por lo tanto
conviene recapitular las obras que sirven para esta investigación de manera
integral.
Conviene comenzar por la tetralogía que componen los títulos: Estructura
económico-social de la Colonia;57 Artigas y su revolución agraria;58 Después de
Artigas (1820-1836);59 De la Colonia a la consolidación del Uruguay.60 Estas
obras forman parte de un mismo conjunto que busca explicar el camino de la
emancipación uruguaya desde la base material, sobre todo en torno a la producción
ganadera de la campaña oriental y sus implicaciones sociales. Bajo este enfoque
podemos encontrar también el análisis de Rosa Alonso y los citados Nelson de la
Torre y Lucía Sala,61 en ella se caracteriza a las élites en el periodo de ocupación
luso-brasileña de la Banda Oriental, sobre todo buscando encontrar los puntos de
quiebre entre facciones que detentaron el poder en la región.
Los célebres historiadores Pedro Barrán y Benjamín Nahum tienen un lugar
especial en la historiografía uruguaya. Sin embargo su producción está más volcada
hacia la segunda mitad del siglo XIX, así pues, para este trabajo recogemos su
aportación en la obra Bases Económicas de la Revolución Artiguista.62 En esta
obra los autores comienzan por plantear, desde un enfoque materialista, la
situación del estuario del Río de la Plata a finales de la época colonial, para luego
pasar así al examen de la campaña oriental y su significado a nivel social y político
con la revolución artiguista.
57 Sala, Estructura, 1967. 58 Sala, Artigas, 1978. 59 Torre, Después, 1972. 60 París, Colonia, 1973. 61 Alonso, Oligarquía, 1970. 62 Barrán, Bases, 1985.
17
Así también, conviene citar a un grupo de autores contemporáneos que se
convierten en referencia obligada para esta investigación por su enfoque y temática
estudiada. Comencemos por Julio Millot y Magdalena Bertino.63 En su obra se
realiza un análisis sectorial de los diferentes episodios históricos del Uruguay:
desde el régimen colonial hasta la década de 1860. También bajo el enfoque de la
Historia económica sobresale el trabajo realizado por Inés Moraes64 para las
economías agrarias del litoral rioplatense en la segunda mitad del siglo XVIII. En
esta obra, después de una prolija discusión teórica-metodológica, se examina la
campaña rioplatense dentro del complejo sistema de fines de la colonia, sobre todo
poniendo énfasis en la producción de cueros y llevando a cabo una medición a
través del diezmo eclesiástico.
Por último la más reciente producción historiográfica para la época estudiada nos
remite a los trabajos de Arturo Bentancur para la época colonial, y a los estudios de
Ana Frega para la Independencia. Del primero rescatamos los estudios detallados
que lleva a cabo sobre la actividad portuaria en el Montevideo colonial en sus
artículos,65 así como en su libro.66 Bentancur nos ilustra sobre la actividad
portuaria de Montevideo y su reelevancia para el desarrollo de la ciudad y su pelite
mercantil. Mientras que de Ana Frega conviene mencionar su tesis doctoral,67 así
como el libro que coordinó.68 Con estos títulos la autora amplía el horizonte
temático de las investigaciones referentes a las primeras décadas del siglo XIX,
sumando así un enfoque económico y social que pueda comprender la complejidad
histórica de una manera más pertinente.
Despúes de haber hecho este recorrido sobre la producción historiográfica de la
que esta investigación se nutre y en la que busca insertarse, conviene analizar las
fuentes primarias rescatadas de los repositorios correspondientes y constituyen
parte esencial del trabajo.
63 Millot, Historia, 1991. 64 Moraes, Economías, 2011. 65 Bentancur, Provisión, 1996; Bentancur, Proceso, 2003. 66 Bentancur, Puerto, 1997. 67 Frega, Pueblos, 2006. 68 Frega, Historia, 2009.
18
Crítica de fuentes
Las fuentes primarias utilizadas en esta investigación fueron recopiladas en el
marco del Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización Comercial,
corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”, y
constituyen parte de la Base de datos que se está elaborando con información
consular para dicho proyecto.
Los documentos consulares consultados se encuentran en el Archivo General de la
Nación, de la República Oriental del Uruguay. Dicho repositorio se encuentra
dividido en el “Archivo Judicial” y en el “Archivo Histórico”, este último es el que
nos interesa ya que contiene al “Ex Archivo General Administrativo”, compuesto
por 769 cajas y 1,573 libros que ocupan 128 metros lineales de documentación. Éste
a su vez contiene el Fondo “Consulado Real de Montevideo” que se compone de 14
libros.69
Los libros utilizados pueden dividirse en dos tipos, a saber: aquellos que contienen
información cuantitativa relativa a la contabilidad consular, y el libro 477 titulado
“Actas y acuerdos del Consulado de comercio de Montevideo, 1794-1812”.
Éste último libro, a pesar de su título, contiene diversa documentación de los años
previos a la erección de un consulado propio para el comercio montevideano,
esencialmente desde la creación del Consulado de Buenos Aires y por consecuencia
una Diputación de éste en Montevideo. Se trata de una recopilación de minutas de
reuniones de las juntas de comerciantes y hacendados, actas de acuerdos y
peticiones al Consulado bonaerense o a la Corona, y finalmente documentos
relativos a la erección del Consulado en Montevideo. Este libro resulta de vital
importancia para hacer un rastreo de la actividad de la comunidad mercantil
montevideana reunida en su “Junta de comercio”. Así también, es posible obtener
nombres de personajes que funcionaron como sus representantes ante diversas
instancias y mapear su actividad. Como se indica el título, el alcance temporal va de
69 Archivo General de la Nación, Guía, 2009, pp. 23-31; Archivo General de la Nación, Inventario, 1965, p. 15.
19
1794 a 1812, por lo tanto es el antecedente documental directo de la creación del
Consulado.
Por otro lado, la contabilidad consular representa el grueso de la investigación e
información de archivo contenida en esta tesis, por lo tanto conviene hacer un
apunte sobre el sistema contable de “cargo y data” del Antiguo Régimen. La
contabilidad de una corporación como era el Consulado de comerciantes estaba
inserta en el orden imperial sobre el registro de las transacciones pecuniarias. Para
tal efecto se utilizaba el método de “cargo y data”, el cual una historiografía
cuantitativa inicial tendió a asemejar al sistema de partida doble de “debe y haber”,
es decir, ingresos y gastos.
Sin embargo esto resulta en un anacronismo de interpretación de la fuente. El
sistema contable de “cargo y data” es más un control interno de los oficiales
encargados de los caudales que de información hacia el exterior. Se trata de un
sistema que establece responsabilidades sobre los recursos, de ahí en término
“cargo” que se puede definir como “hacerse cargo” de los recursos.70
El error se volvió pernicioso al contemplar los libros de contabilidad menos
detallada de los Virreinatos, las “cartas-cuenta”. En ellas había partidas que no
significaban necesariamente ingresos, como puede ser las existencias del periodo
anterior, la reacuñación de moneda, o las deudas sin cobrar. El mismo fenómeno
pasaba con las “datas” al asemejarlas a gastos, aunque en la realidad no
respondieran a éstos, ejemplo de ello son las transferencias entre cajas.71
Sin embargo, considero que el sistema de “cargo y data” aplicado a una
corporación, como fue el caso de los Consulados de comerciantes, nos acerca de
manera pragmática a la organización financiera interna y externa de ésta. El peligro
de encontrar ingresos y gastos donde no los hay disminuye al tratarse de una
corporación “cerrada”, es decir, sin trasferencias a su interior que pudieran sesgar
la observación. Por otro lado, los recursos consulares fueron siempre una presa de
los gobiernos en turno, por lo tanto en el caso de empréstitos por parte del 70 Sánchez, Corte, 2013, p. 19. 71 Ibid., pp. 16-17.
20
Consulado, el registro es explícito al asentarlo en las “datas” y, si es el caso de que
los recursos prestados fueran captados por el Consulado y luego puestos a
disposición de la instancia gubernamental correspondiente, a la par se asentaban
en los “cargos” y luego en las “datas”.
Por el lado de los ingresos, es de relevancia notar que el registro de los papeles de
crédito, tales como libranzas, no era registrado dentro de las columnas
correspondientes para la sumatoria, más bien se anotaba al margen a la espera de
ser efectivamente cobrada. De esta manera podemos observar que en los cortes
anuales de cada libro contable al final se puede diferenciar entre los recursos
líquidos y los recursos “en papel”. Otro rubro importante a considerar es que los
derechos consulares, como el arqueo y la avería, por veces eran tomados por el
gobierno en turno, ya fuera total o parcialmente. El registro se realizaba de manera
explícita, poniendo la cantidad efectivamente ingresada por dichos conceptos.
De esta manera creo que, tratándose de la contabilidad consular, el sistema de
“cargo y data” nos revela el esqueleto financiero de la corporación de manera muy
cercana a la realidad, es decir, mediante el registro de las sumas efectivamente
ingresadas y gastadas. Claro el objetivo principal de la corporación consular no era
obtener un saldo favorable cada vez mayor, más bien tenía el objetivo de control
sobre el tráfico vía la información que estos indicadores le proveían, tomando así
una ventaja al poseer el monopolio del control comercial.
Una vez hecha la salvedad sobre el sistema contable, conviene describir cada uno
de los libros utilizados para recrear la trayectoria cuantitativa del Consulado. El
periodo activo de éste va de 1812 a 1838, aunque tenemos dos lagunas de
información. La primera corresponde a los meses de junio de 1814 a febrero de
1815, correspondiente a los meses de gobierno porteño en Montevideo, una vez que
las fuerzas realistas entregaron la plaza. En este periodo el gobierno desapareció la
institución consular como medida de unificación entre los dos puertos. La segunda
brecha de información incluye todo el año de 1817 hasta el mes de agosto de 1818.
Este es el periodo de transición entre el gobierno artiguista y la dominación
portuguesa en Montevideo, sin embargo este hecho no explica la falta de datos ya
21
que el Consulado no dejó de funcionar, por lo que simplemente podemos advertir
el extravío de los libros contables para este periodo.
Así pues, los diferentes libros contables gozan de cierta homogeneidad, sobre todo
a partir de 1818, sin embargo hay algunos rubros que conviene rescatar para tener
una visión general de las fuentes. El registro se realizaba en columnas separadas,
una para el título del rubro a anotar, luego la descripción de éste, seguido por la
cuantía separada según se tratara de un “cargo” o una “data”. Los números se
registraban también en diferentes columnas, una para pesos y otra para reales
incluyendo sus fracciones o decimales. Hacia finales del periodo cisplatino se hace
la conversión a reais, práctica que desaparece con el arribo de la República
independiente.
Los registros de arqueo son de periodicidad mensual, sin contar los registros entre
1812 y 1813 donde se detalla el derecho que pagó cada buque. Por su parte, el
registro del derecho de avería es siempre mensual, consignando las veces que los
caudales no se remitieron efectivamente detallando la razón. Los balances anuales
se realizaron en el mes de mayo hasta 1828, año donde se extiende el corte hasta
diciembre y empatando así el año civil con el año contable a partir de 1829. En el
periodo cisplatino, dentro de las “datas” se consignan individuos a quienes se les
pagó alguna cantidad por concepto de sueldos u obras para el Consulado,
constituyendo una buena fuente de nombres, para esto también sirven las portadas
incluidas al iniciar el año contable donde se consigna el funcionario a cargo de la
contabilidad.
Entonces, una vez expuestas las bases sobre las que se desarrollará la investigación,
sólo resta remarcar su importancia en el marco de la producción historiográfica
actual. La investigación reciente ha volteado a buscar en el ocaso de los imperios
coloniales el reacomodo de las fuerzas productivas y mercantiles que determinaron
el derrotero seguido por la geopolítica del siglo XIX. La emergencia de nuevas
naciones en Hispanoamérica se concibe entonces como parte integral del campo de
enfrentamiento entre potencias, teniendo en su interior dimensiones del conflicto
22
que no pueden ser entendidas si no bajamos la escala de observación a temáticas
particulares.
Sin embargo, esta disección del problema pierde el objetivo si no se realiza en las
diferentes latitudes con un cierto grado de armonía, el cual haga posible su
interacción y paulatina integración en un mismo campo de análisis. Así pues, el
objetivo se centra en la posibilidad de rendir cuentas de los procesos de larga
duración que se mostraron trascendentales, así como en la posibilidad de
establecer vínculos entre regiones a través del análisis de redes y, su ulterior
conformación como modelos de interpretación de inserción política y económica en
los procesos de globalización.
Así pues, esta investigación se suma a dicho esfuerzo, haciéndolo desde un paso en
desventaja. Por lo tanto conviene entrar en materia, esperando que el resultado se
nutra de los avances temáticos y metodológicos de las investigaciones actuales y
que tienda a cerrar la brecha, aumentando a la vez el acervo de conocimiento sobre
la problemática.
23
En los márgenes: La Carrera de Indias
y el Río de la Plata
A la región rioplatense se le puede considerar “marginal” en el arreglo imperial
hispánico de los siglos XVI-XVIII desde diversos aspectos. Por un lado, su
ubicación en el extremo austral del continente hizo que la penetración inicial de la
colonización castellana, la cual tuvo su centro alrededor del Caribe, fuera más o
menos tardía. Un mejor indicador de la marginalidad estuvo dado por la ausencia
de sociedades originarias complejas, jerarquizadas y sedentarias, como fue el caso
de Imperio Inca o las culturas mesoamericanas, este fenómeno sumado a la falta de
yacimientos de metales preciosos, retrasó el impulso peninsular de ocupar
efectivamente los territorios e integrarlos al sistema de intercambio comercial con
la metrópoli.
Por lo tanto, durante los primeros años de dominio colonial, la región se integró de
manera casi residual al sistema comercial, denominado como La Carrera de
Indias, organizada desde la metrópoli bajo los objetivos formulados por el régimen
castellano. Es más, si consideramos los datos oficiales sobre remesas y
embarcaciones, la integración inicial de la región del Plata en el siglo XVII fue
durante el periodo de estancamiento o declive en los niveles de transacciones.72
Los principales centros poblacionales en la América austral fueron fundados en el
siglo XVI, pero consistían más en enclaves estratégicos y fuertes militares,
dependientes de las transferencias de la capital del Virreinato del Perú, que en
verdaderos centros de despliegue económico y polos de atracción poblacional. En
1536 se funda Santa María del Buen Ayre, aunque es desocupada en 1541, año en
que son fundadas Santa María de la Asunción y Santiago de la Nueva Extremadura.
Por su parte Córdoba de la Nueva Andalucía fue fundada en 1572, seguida en 1580
por la refundación de Buenos Aires.
72 Véase Hamilton, American, 1934; Chaunu, Seville, 1955-1960; y García-Baquero, Cádiz, 1976. Para un punto de vista opuesto sobre el siglo XVII véase Morineau, Incroyables, 1985. Mientras que una discusión sobre la decadencia del comercio de Indias en el siglo XVII se encuentra en Oliva, Metrópoli, 2005.
24
Estos núcleos poblacionales fueron partícipes del sistema comercial de forma
marginal, y sobre todo dependientes del tráfico dirigido hacia el Alto Perú. Por lo
tanto conviene delinear las directrices esenciales de la Carrera de Indias, sistema
comercial que se configuró con el transcurrir de la primera mitad del siglo XVI y
que duraría, más o menos bajo las mismas condiciones, hasta el último tercio del
siglo XVIII. De esta manera se podrá entender el papel que el litoral rioplatense
jugó en la economía interior y exterior de la región.
El control y el monopolio: La Carrera de Indias
El estudio del arreglo económico del régimen castellano en América nos arrastra
hacia el estudio del sistema jurídico sobre el cual funcionó el pacto colonial, es
decir, la transformación de la legislación castellana, la cual aplicada en ultramar se
convirtió en el Derecho Indiano.73 El sistema se basaba en un esquema fundado en
las regalías que la Corona tenía en los territorios americanos y que bajo un
régimen patrimonialista definirían su política de poderes, derechos y facultades
dentro del régimen monárquico.74
Dentro de este esquema, la contrapartida de los agentes particulares eran los
privilegios reales, mismos que dentro de una sociedad corporativa como era la de
Antiguo Régimen, dotaba de grandes prerrogativas a estos cuerpos, derivados de
las funciones y favores que desplegaban en beneficio de la Corona. Un ejemplo
claro de esto son las mercedes reales otorgadas a los adelantados al inicio del
periodo de colonización, llegando a colocarlos en una posición elevada como una
aristocracia de ultramar.75
En referencia al tráfico de ultramar, desde los inicios de la colonización la Corona
buscó mantener un control estricto, ya fuera de personas o de mercancías.
Diferentes políticas aplicadas de manera más o menos juiciosa, como la de permitir
el paso a las Indias sólo a los súbditos castellanos o la de restringir los tipos de 73 Ots Capdequí identifica al Derecho Indiano como las reglamentaciones dictadas desde la metrópoli para las particularidades americanas, teniendo un carácter adaptativo a la realidad colonial, siendo éste la fuente jurídica que privó, mientras que el Derecho meramente castellano tuvo un carácter supletorio. Véase Ots Capdequí, Estado, 1994, pp. 11-14. 74 Ots Capdequí, Estado, 1941, p. 34. 75 Ibid., pp. 22-24.
25
mercancías traficadas, fueron mecanismos con los que la Corona buscó mantener
su dominio. Pero la política de puerto único fue la gran insignia de su estrategia de
vigilancia y control del tráfico de ultramar.76
La elección de Sevilla como puerta de entrada y salida para el tráfico comercial
colonial, aplicada con algunas particularidades,77 se explica por diferentes factores.
La decisión fue discutida y debatida, Sevilla se elevó como centro operacional
debido a su calidad de “puerto interior”, contrario a su competidor, y de buena
manera complemento, Cádiz. Sevilla presentaba una mejor defensa ante ataques
extranjeros o piratas, como bien se demostró a fines del siglo XVI por Drake y el
Conde de Essex.
Por su parte, los defensores del puerto gaditano argumentaban que remontar el
Guadalquivir era un trayecto demasiado peligroso y ocioso, sortear la Barra de
Sanlúcar y el camino de 100 kilómetros río arriba hacían que se retrasara la salida
efectiva hacia las Indias.
Pero la elección de Sevilla tenía también razones económicas y políticas, en ella
confluían diferentes rutas comerciales de la Península desde hacía ya tiempo,
dándole un carácter cosmopolita, era parte de circuitos mercantiles con África y el
resto de Europa.78 A la vez, era el centro de una región altamente productiva de
trigo así como de vinos, aceites y lana.
Por su parte Cádiz era un puerto casi aislado en una península, era paso de la ruta
que conectaba el Mediterráneo con el Mar del Norte, pero como ciudad era de
dimensiones modestas y a pesar de ser un mejor puerto natural, su infraestructura
era reducida.
En 1503 se erigió la Casa y Audiencia de Indias, comúnmente llamada Casa de
Contratación, con sede en Sevilla. Ésta tenía entre sus principales tareas fomentar y
76 Haring, Comercio, 1939, p. 5. 77 Por ejemplo la llamada Tabla de Indias con la cual los mercaderes gaditanos podían embarcar un tercio de las mercaderías destinadas al Nuevo Mundo, o la posibilidad de embarcar mercancías en el mismo puerto de Cádiz, siempre bajo el escrutinio, registro y control de un funcionario dependiente de la Casa de Contratación de Sevilla. 78 García-Baquero, Sevilla, 1992, tomo I, p. 124.
26
regular el comercio con el Nuevo Mundo, objetivo para el que debía llevar un
registro estricto de las operaciones de tráfico hacia las Indias así como del
comportamiento del mercado. Estaba integrada por tres funcionarios principales,
un tesorero, un contador y un factor.79
En ella se registraban todos los navíos que habrían de partir para las Indias y todos
los que de éstas regresaban, conformando así parte del aparato fiscal de la Corona.
Para tal efecto, las primeras disposiciones hacían que los buques tuvieran que
remontar el Guadalquivir, registrar ahí su salida y volver a bajar para salir hacia las
Indias. Este trámite podría resultar engorroso e incluso peligroso, sobre todo
cuando los buques comenzaron a tener dimensiones mayores.
Para sortear este inconveniente, que podía llegar a tomar hasta un mes, se dispuso
que los buques pudieran registrarse en Cádiz frente a un funcionario dependiente
de la Casa en Sevilla, al cual se le llamó visitador.80 Este puesto significaba una
sumisión de los intereses gaditanos a los sevillanos, sumado a la condición de que
en viaje de retorno todos los buques abrían de llegar directamente hasta Sevilla.
Los encuentros y desencuentros entre el puerto fluvial y el puerto de mar serán una
constante que se expresará en la política Real sobre el tráfico indiano.
En la práctica, el sistema de la travesía de ultramar, y que habrá de durar hasta la
libertad de comercio de siglo XVIII, fue el de Flotas y Galeones. El objetivo era de
garantizar un trayecto atlántica más seguro, por un lado mediante la protección
contra los ataques enemigos, así como la de asegurar un camino inequívoco hasta
América, ya que los convoyes iban encabezados por una embarcación dirigente
llamada la “capitana”, mientras que otra, llamada la “almiranta”, iba al final del
convoy encargándose de acarrear a todos los buques.81
El sistema se componía de dos convoyes diferentes que salían anualmente, uno
hacia la Nueva España, llamado comúnmente “La Flota”, que debía partir en
primavera, atravesar el Caribe para finalmente arribar al puerto de Veracruz. El
79 Haring, Comercio, 1939, p. 11. 80 Ibid., p. 10. 81 Ibid., p. 253.
27
otro, llamado de “Tierra Firme” o simplemente “El Galeón”, partía en verano con
destino al Istmo de Panamá, específicamente a Portobelo y Cartagena de Indias,
con destino final a Lima, después de surcar el Pacífico y arribar a El Callao.82
Ambos convoyes eran acompañados por la Armada de Indias, buques de guerra
destinados a la protección y financiados con el derecho de avería, rubro que en un
principio era administrado por la Casa de Contratación y luego será administrado
por el Consulado.
El régimen de Flotas y Galeones se mostró efectivo para lograr el control y
protección de los convoyes, los peligros, naturales y humanos, eran sorteados con
cierta efectividad. Pero resultó un régimen lento, costoso, incapaz de responder a la
demanda en ultramar y no exento de riesgos en los cuellos de botella como era el
triángulo creado por las Azores, Cabo Verde y Cádiz o en las Antillas.
Las políticas mercantilistas que permeaban el régimen castellano ubicaban los
territorios americanos como mercados complementarios dentro del entramado
peninsular. Eran reservados a los súbditos de la metrópoli, quienes debían de surtir
las mercaderías necesarias a las nacientes poblaciones del otro lado del Atlántico, la
producción colonial se orientaba a la producción de metales preciosos y sólo de
manera complementaria a la producción de bienes que se carecía en la Península.83
La reglamentación prohibía el comercio intracontinental, restringía el tráfico de
mercaderías que rivalizara con las exportaciones de la Península. Esta política
desarrolló un tráfico ilegal, tolerado en mayor o menor grado por las autoridades a
uno y otro lado del Atlántico, y mediante diversos mecanismos. En América
observamos un nivel remarcable de contrabando sobre todo en puntos de difícil
control como en El Caribe o en Buenos Aires.84
Por otro lado, también existía el problema de controlar quiénes eran los
particulares que efectivamente participaban del comercio ultramarino. Cabe hacer
la diferenciación entre los simples comerciantes y los llamados “cargadores”,
82 Ibid., pp. 252-255. 83 Haring, Comercio, 1939, pp. 161-163. 84 Ots Capdequí, Estado, 1941, p. 40.
28
quienes eran los particulares que efectivamente podían comerciar con las colonias
americanas, éstos tenían una red de contactos que posibilitaba llevar a buen
término los negocios.
Como dijimos más arriba, los extranjeros85 estaban formalmente excluidos del
negocio comercial, pero existían diferentes mecanismos para sortear este
impedimento. Uno de los más utilizados era el de los llamados “metedores”, éstos
eran comisionistas que utilizaban su nombre para cargar mercaderías de
extranjeros en las flotas, siendo así una suerte de prestanombres en conveniencia
con los comerciantes de naciones diferentes.
Los actores particulares envueltos en el comercio de ultramar, como podemos
observar, para nada fueron pasivos receptores de las disposiciones reales, más bien
tuvieron un papel activo en la toma de decisiones de la política comercial. Para tal
objetivo, la representación corporativa en el Antiguo Régimen era el arma más
valiosa, resultó así que los comerciantes se agruparan en gremios, llamados
genéricamente los Consulados de Mar.
Entre la dimensión pública y la privada: el arreglo consular del
Antiguo Régimen
La asociación gremial, en forma general, engloba individuos que comparten
características y propósitos comunes. Como características aparecen la religión,
paisanaje, cultura, convicciones políticas, pero por mucho, es el oficio la
característica más aglutinante. El tipo de asociación gremial más difundida, fuera
de las asociaciones religiosas, en la Europa pre-moderna y moderna se dio en el
sector productivo, alrededor de actividades industriales y proto-industriales en
medios urbanos. 86
85 El término “extranjero”, para el caso de estudio, resulta bastante ambiguo, en un primer momento se restringió el comercio a los súbditos de la Corona de Castilla, luego se amplió también para los de la Corona de Aragón, así también para los demás reinos o provincias que en algún momento fueron dependientes de la unión dinástica. 86 Ogilvie, Institutions, 2011, p. 19.
29
Los gremios en el sector terciario fueron formados por comerciantes al por mayor
interesados en la ganancia de comerciar bienes no producidos localmente y que
vendían a intermediarios, instituciones, productores industriales, gobierno, pero
no al consumidor final.87 Los gremios comerciales fueron una forma de paliar
distintas dificultades para el comercio de larga distancia como fueron: la
inseguridad de la travesía, el cumplimiento de contratos, el acceso a la información,
volatilidad de la economía y la representación frente al estado.88
Los gremios comerciales en Europa los encontramos en la Baja Edad Media, si bien
se pueden rastrear antecedentes en la Antigüedad Clásica pero la insuficiente
documentación deja duda sobre el verdadero papel y características de estos
grupos.89 Es a partir del año 1000 que podemos dibujar de manera más precisa las
líneas de una asociación gremial dedicada al comercio gracias a la documentación
de principados y municipalidades.90
El origen de los Consulados de comerciantes en el mundo hispánico se puede
encontrar hacia fines del siglo XIII dentro de la región catalana y valenciana,
integrante de la Corona de Aragón en la época.91 Su llegada a Castilla obedece al
crecimiento y a la expansión económica derivada del comercio ibérico, europeo,
africano y, ulteriormente, americano.92
La aparición de estos cuerpos deriva, siguiendo a Robert Smith, de una carencia en
dos frentes por parte del gobierno Real: por un lado era incapaz de garantizar la
defensa, protección, justicia y cabal cumplimiento de los derechos de propiedad
sobre las actividades mercantiles marítimas.93 En segundo lugar, esto redundaba
en un detrimento de la condición económica de los marinos y mercaderes,
87 Ibid., p. 19. 88 Ibid., p. 2. 89 Ibid., p. 20. 90 Incluso algunos historiadores pueden datar el origen de estos gremios por siglos: en Inglaterra en el siglo X, en el norte de Francia, Países Bajos y Norte de Alemania en el XI, en Italia en el XII y finalmente en la región ibérica en el siglo XIII. Véase Ogilvie, Institutions, 2011, p. 21. 91
En 1283 Valencia integró su Consulado por privilegio real, seguido por Mallorca en 1343,
Barcelona en 1347, Tortosa en 1363, Gerona en 1385 y Perpiñán en 1388. Smith, Historia, 1978, p. 20. 92 Smith, Historia, 1978, p. 14. 93 Ibid., p. 13.
30
resultando entonces que los interesados se consolidaran en gremio para procurar
su progreso como grupo económico.
Así encontramos una doble cara o funcionamiento de la organización consular,
como tribunal mercantil, función adquirida por los consulados desde el principio
de su evolución,94 y por otro lado, como una asociación gremial en la cual eran
representados como grupo estamental, los más grandes comerciantes residentes de
una ciudad, en su mayoría de tipo portuarias, formando parte importante del
gobierno de ésta.95
Esta doble función podría servir para analizar el Consulado en dos frentes, pero
sería un error disociar una función de la otra ya que son producto del orden
mercantil en un arreglo económico, político y social dentro del entorno comercial
de fines de la Edad Media y del inicio de la globalización económica que significó el
descubrimiento de América para Europa y el para resto del mundo.
Históricamente, en su origen, la asociación gremial antecede al establecimiento de
un tribunal mercantil, pero esta relación no fue siempre unidireccional.96 Dicha
relación forma parte de un conjunto de relaciones políticas y económicas ante un
estrato social emergente que estaba ligado a su representación frente a la Corona y
frente al conjunto social.
Por otra parte, la función del Consulado como tribunal mercantil le daba una valía
para el conjunto de comerciantes porque dirimía los pleitos entre éstos de manera
sumaria. Se encaraban las partes en pugna, se presentaban sus argumentos y al
final se buscaba una solución rápida y conciliatoria. Así las transacciones no se
veían interrumpidas y el nivel de negocios en general era afectado en la menor
94
Ibid., p. 12. 95 Importante rescatar que el paso hacia la asociación gremial que significaban los consulados se inscribe dentro de la modalidad comercial donde los mercaderes eran sedentarios, el mercader itinerante o viajero que se movía junto con las mercaderías difícilmente desarrollaría la pertenencia a un grupo avecindado en una ciudad. Smith, Historia, 1978, p. 13 96
Como se podrá observar más adelante, en la erección del Consulado de Lima donde se argumenta que el gremio comerciante no estaba constituido al momento de la primera petición a la Corona de un consulado propio, hecho por el cual se retrasa la efectiva creación de éste. Véase Rodríguez, Tribunal, 1960, pp. 12-20.
31
proporción posible. La conveniencia de contar con un órgano privativo y
especializado para la aplicación de justicia es uno de los argumentos más
frecuentes en las diferentes peticiones al Rey de consulados propios.97
El modelo de Consulado que habrá de seguirse en la Carrera de Indias será el de
Burgos, en éste el Tribunal se componía de un prior, cabeza titular del gremio, y
dos cónsules. La elección de éstos llegó a variar, según el caso y el tiempo, con
mecanismos que incluían una votación indirecta, el azar mediante sorteo y la
alternancia entre facciones.98 En referencia al juez de apelación, el común fue que
éste fuera una autoridad del gobierno Real, gozando así de una autoridad elevada.
Para el caso particular de Sevilla, la elección se realizaba mediante asamblea donde
se votaba por 30 electores, éstos determinarían los cargos de prior y cónsules,
mientras que el juez de apelaciones era miembro de la Casa de Contratación.99
En cuanto al proceso para dirimir disputas, el principal objetivo era evitar que el
proceso se alargara y provocara un mayor conflicto, por lo tanto se buscaba que las
partes llegaran a un acuerdo inmediato. Si esto no era posible se iniciaban los
exámenes de testigos y finalmente el Tribunal daba su veredicto, el cual para el
caso de los consulados castellanos bastaba con el voto mayoritario entre prior y
cónsules.100 Las apelaciones tenían un plazo de diez días, el juez de apelaciones
consultaba con otros asesores diferentes a los que tenía el Tribunal, siendo
necesario que el pleito fuera mayor a mil pesos para ser apelable.101
La capacidad coercitiva del Tribunal consular era grande, mediante un mecanismo
de fianzas podía garantizar el cumplimiento de las sentencias, e incluso podía
recurrir al arresto y/o confiscación de los bienes de los inmiscuidos en el pleito,
recurriendo así también a la subasta pública.102
97
Noejovich, Institución, 2003, p. 30. 98 Smith, Historia, 1978, p. 32. 99 Ibid., p. 32 100 Smith, Historia, 1978, pp. 35-36. 101 Ibid., p. 37. 102 Ibid., p. 38.
32
La jurisdicción del Consulado fue siempre un punto de conflicto con otras
potestades como el cabildo, el ayuntamiento o la Iglesia. En un inicio el Consulado
sólo debía encargarse de pleitos referentes a la propiedad o administración de
embarcaciones y mercancías transportadas por mar, luego su poder se amplió a
toda actividad mercantil incluso terrestre.103
Por otro lado, la personalidad jurídica de quiénes podían ser juzgados por el
Tribunal consular fue otro punto de choque, en general la estratificación social
dictaba que el demandante debía seguir el fuero del demandado, resultando así que
en los pleitos no sólo se veían comerciantes sino también mineros, miembros de la
burocracia, armadores, marineros, etc.104
La asociación gremial se observa históricamente como la forma de asociación
básica con miras a incrementar los ingresos derivados del comercio en las ciudades
con mayor movimiento mercantil. Su unión le daba un poder de negociación que
como individuos aislados difícilmente podrían haber logrado. La forma más clara
del poder económico y político logrado fueron los privilegios reales, tales como
como el monopolio mercantil en el Atlántico y la facultad de cobrar y administrar
algunos derechos específicos derivados de éste.
Pero dichos privilegios tenían una contrapartida para el monarca: la capacidad de
disponer de un cuerpo sólido e integrado, si bien al interior no estaba exento de
conflictos, que facilitaba recursos económicos por medio de préstamos directos con
medios propios o mediante la captación y redirección de recursos ajenos.
Para el caso del Consulado de Sevilla, desde 1525 comienza a haber inquietudes por
el establecimiento de un Consulado propio. Los motivos fueron principalmente que
los niveles de transacciones, y de pleitos derivados, estaban rebasando la capacidad
de la Casa de Contratación.105 En 1543 el Rey concede la formación del cuerpo
consular en Sevilla. Dicho cuerpo se componía de los comerciantes de ultramar que
103 Ibid., p. 39. 104 Ibid., p. 41. 105 Ibid., p. 121.
33
decidieran afiliarse, siendo así la asociación opcional. Los más grandes
comerciantes estaban representados en dicho gremio.
Pronto comenzaron las pugnas por la superposición de atribuciones con la Casa de
Contratación, uno de los rubros más importantes fue el cobro del derecho de
avería. En general las relaciones entre la Casa y el Consulado funcionaron en
complementariedad, la Casa pedía consejo al Consulado, éste con el tiempo fue
cobrando una mayor fuerza, llegando a necesitarse su aprobación para las
decisiones de la Casa de Contratación.106
Para ser miembro del gremio en el caso del Consulado de Sevilla era necesario ser
cargador de Indias, contar con al menos veinticinco años de edad y ser casado o
viudo.107 El gremio se componía, además del prior y cónsules, de cinco diputados
elegidos de entre los miembros. Al terminar su cargo, los priores y cónsules
funcionaban como consejeros. Durante su gestión, los priores y cónsules gozaban
de un salario, en general, el prior ganaba hasta el doble que los cónsules.108
Poco a poco el Consulado fue extendiendo sus atribuciones, con esto el personal
requerido fue creciendo, ya fuera con funcionarios fijos o temporales y
extraordinarios.109 La vida del Consulado se centraba en los miembros del
Tribunal, eran poco frecuentes las asambleas plenarias mas que para la elección de
los cargos principales, así entonces los personajes que primaban eran el prior, los
cónsules, los diputados defensores de mercaderías y los consejeros.110
La política de control de la Corona mediante los mecanismos de monopolio
comercial y de puerto único será también el punto nodal de la funcionalidad
consular. La Armada de Indias será el principal indicador de este binomio entre
autoridad Real y mercaderes, teniendo el derecho de avería como su método de
financiamiento.111 El monto de este derecho se determinaba por el Consejo de
106 Ibid., p. 126. 107 Ibid., p. 60. 108 Ibid., p. 60-62. 109 Ibid., p. 62. 110 Ibid., p. 63. 111 Ibid., p. 128.
34
Indias, el cual negociaba con el Consulado, llegando a variar entre el uno y el siete
por ciento del valor de las mercaderías embarcadas.112
La contrapartida americana del sistema peninsular estuvo situada en los puertos de
Veracruz para Nueva España, y de El Callao-Lima para el Virreinato de Perú. Así
pues, se extendió el privilegio consular a los territorios de ultramar a fines del siglo
XVI y principios del XVII, ubicando los Consulados en las cabeceras de los dos
Virreinatos.113 Bajo este arreglo, se buscó mantener el esquema monopólico y de
control con puertos bien definidos y exclusivos para el tráfico indiano. Los
comerciantes agremiados, a uno u otro lado del Atlántico, utilizaron el cuerpo
consular como instrumento de representación y presión hacia la Corona, el
mantenimiento del monopolio fue una de las prerrogativas más buscadas.
El Consulado de Lima tuvo la particularidad, en un principio, de ser más un
tribunal que un gremio.114 La búsqueda de la administración de justicia,
jurisdicción propia y ejercicios sumarios se mostraron más apremiantes que la
representación gremial. Como cuerpo actuaron en consonancia con el Virrey al
sufragar los gastos urgentes mediante donativos, préstamos y financiamiento de
obras públicas como el mejoramiento del puerto de El Callao.115
Pero resultaría una simplificación pensar que sólo la función jurisdiccional
importaba en el actuar del Consulado, de ser así el Consulado se hubiera asentado
112 Ibid., p. 128. 113 En 1592 se creó del Consulado de Mercaderes de México, mientras que en 1613 se hizo lo propio con el Consulado de Lima. Smith, Historia, 1978, p. 27. 114 Basadre, Historia, 1963, p. 11. 115 La fundación del Consulado limeño consta de dos episodios remarcables. En 1592 el Cabildo eleva una petición de un Consulado propio, la cual suscriben 13 miembros de la élite comercial, con la justificación de la necesidad de un tribunal que regule los pleitos mercantiles. El Rey autoriza su creación pero ésta no ocurre, sino hasta 1613 y gracias a una nueva petición. Como explicación de este hecho podemos considerar un posible temor del Cabildo al poder que pudiera cobrar el Consulado. Una explicación más plausible es que esa primera petición no fue secundada por un número importante de comerciantes, como si se observó en 1613, la cual firman 66 mercaderes, de los cuales sólo uno se encontraba en la petición de 1592. Esto demuestra un grupo más plural, más abierto y mejor representante del comercio en sí, no de los miembros del Cabildo. Esta explicación se confirma si consideramos que en 1613 el Cabildo se mostró renuente de la fundación del Consulado, posiblemente porque escapaba de su control. Véase Rodríguez, Tribunal, 1960, pp. 17-23.
35
en Portobelo y no en Lima.116 El Consulado agrupó a los más altos comerciantes,
constituyéndose así en un cuerpo de élite que buscó la manera de negociar con el
Virrey y darle una personificación al comercio mismo. Restringió el acceso al
comercio ultramarino, controló las vías de comercio interior y tuvo una cúpula
rectora que tomaba decisiones convenientes a ella misma sin consultar a los
escalones más bajos dentro del cuerpo mercantil.117
Como tribunal tenía la obligación de conciliar las pugnas mediante un sistema
“amigable”, en caso de ser esto imposible, debía juzgar de manera expedita para no
entorpecer el tráfico. Como cuerpo debía vigilar el buen cumplimiento de las
disposiciones reales, la administración y cobro de derechos, combatir el
contrabando y preparar debidamente tanto a la flota mercantil como a la Armada
de Tierra Adentro necesaria para la defensa del convoy.
El sistema consular que envolvía la Carrera de Indias estaba conformado para
mantener el control y el monopolio por parte de estos grandes cuerpos
representantes de una élite comercial, en ambas orillas del Atlántico, que habría de
presionar a la Corona para el mantenimiento del privilegio. El control del tráfico
estaba unido a un control de los precios con miras a incrementar las ganancias, así
pues los cargadores buscaban retrasar la salida de las flotas para incrementar los
precios finales de venta, esto fue medianamente conseguido, siendo una causa del
elevado tráfico ilegal y contrabando que en regiones como en el Río de la Plata era
de proporciones considerables.118
El Consulado de Lima fue un cuerpo de gran poder, buscó que todo el tráfico, tanto
al exterior como al interior se hiciera por los canales que él controlaba, resultando
que la entrada de mercancías por la región del Plata fuera una actividad
inicialmente combatida. Su organización interna se concentró alrededor de un
reducido número de notables, el cual restringió el acceso de otros miembros que no
pertenecieran a esa cúpula.119 Como Tribunal, tenía injerencia hasta en el comercio
116 Rodríguez, Tribunal, 1960, p. 8. 117 Ibid., p. 10. 118 Smith, Historia, 1978, p. 125. 119 Rodríguez, Tribunal, 1960, pp. 9-10.
36
más menudo, controlado por el grupo poderoso. Los intereses políticos primaban
sobre los económicos, la coordinación de intereses con el gobierno virreinal le
garantizaba el seguir obteniendo ganancias del tráfico comercial a pesar de proveer
de préstamos de manera continua a la administración Real.120
Bajo este esquema económico-político será donde la región del Plata se incorporará
al sistema comercial imperial, teniendo dos dimensiones principales, al interior del
Virreinato y al exterior, es decir, de ultramar.
El Río de la Plata se suma al entramado comercial
El elemento impulsor de la conquista y colonización inicial de los territorios
australes del continente fue la búsqueda, o exportación, de metales preciosos y la
ocupación efectiva del territorio. Para fines del siglo XVI existían tres grandes
distritos administrativos: Cuyo, Tucumán y Río de la Plata, hallándose sujetos en el
orden político y judicial al Virreinato del Perú, acordando que Cuyo dependería de
la Audiencia de Lima, mientras que Tucumán y Río de la Plata responderían a la
Audiencia de Charcas. A partir de 1617 se dividió la gobernación del Paraguay y del
Río de la Plata, teniendo a Buenos Aires como residencia del gobernador y teniendo
bajo su jurisdicción la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco y la
Patagonia.
Desde inicios de la colonización hasta ya muy entrado el siglo XVIII sólo las
provincias con actividades directamente ligadas al centro dinámico exportador del
Potosí lograron mantener un nivel de actividad económica que posibilitara la
creación de núcleos poblacionales, provocando así, que la región en su conjunto,
resultara poco atractiva para el flujo de mano de obra y de capitales. Se constituyó
así como una “puerta trasera” de salida de metales preciosos y entrada de esclavos,
su flujo reducido pero constante hizo que Buenos Aires superara en importancia
económica a Asunción a mediados del siglo XVII.121
120 Ibid., pp. 11-12. 121 Garavaglia, América, 2005, p. 203.
37
Fue posible la creación de un mercado al interior capaz de sostener intercambios al
interior del Virreinato, no sin olvidar que el objetivo cera la producción y salida de
plata del Potosí. Por otra parte, al considerar los géneros importados por el
Virreinato, mismos que se componían principalmente de textiles de calidad
elevada, esclavos así como hierro,122 nos rinden cuenta de una región altamente
independiente, sólo importadora de bienes suntuarios manufacturados o de
imposible provisión al interior. Encontrando entonces que la provisión de los
demás bienes es producto de un mercado interior interconectado con los núcleos
poblacionales que la componen y que demandan encadenamientos productivos
entre ellos. 123
El funcionamiento de dicho mercado interior obedece a las directrices elaboradas
desde la metrópoli, por lo tanto tendrá dos “polos de crecimiento”, Lima y El
Potosí.124 Este concepto engloba dimensiones derivadas de la alta concentración
poblacional, la cual a su vez surge como consecuencia de la dupla producción-
consumo, pero también se debe considerar la dimensión político-administrativa
con miras a lograr hacer llegar los metales preciosos hasta las arcas Reales. Ambos
polos crearán a su vez efectos de arrastre sobre las demás regiones, creando así un
crecimiento económico polarizado en la región.125
A su vez, las regiones en contacto con los dos polos tuvieron encadenamientos con
sus respectivas regiones limítrofes, provocando así un encadenamiento productivo
y una circulación al interior del espacio económico peruano. Con esto cada región
fue capaz de traspasar sus límites de consumo y producción, pero la obvia
concentración en las actividades y regiones principales provocó un desigual
desarrollo y una distribución de recursos dispar.126
122 Dichos bienes suntuarios iban dirigidos a las capas altas de españoles avecindados en el Virreinato. Véase Assadourian, Sistema, 1983, p. 130. 123 Assadourian, Sistema, 1983, p. 131. 124 Ibid., p. 132. 125 Ibid., p. 133. 126 Se puede entender la transferencia del excedente entre regiones y hacia el exterior al concebir la estructura de producción virreinal conformada por dos sectores: el sector productivo de subsistencia que era el asociado al mercado interno, mientras que el sector de comercialización era el que se asociaba a la transferencia de excedente hacia el exterior y proveía de ganancias netas. La
38
Lima, en su papel de cabeza del Virreinato, era el foco organizacional, mientras que
El Potosí era el foco productivo basado en la explotación de metales preciosos. Pero
más allá, Lima era la puerta de entrada y salida legal para todo el espacio
económico peruano, ejercía así un control sobre la oferta de importaciones que
circulaban al interior y controlaba el comercio de ultramar y la salida de la plata
hacia la metrópoli.
Así pues, el comercio exterior estaba atado a los designios metropolitanos. El
sistema comercial oficial no reconocía otro comercio que el que pasaba por Lima,
seguía por Tierra al Potosí y luego cumplía el largo trayecto por Salta hacia
Córdoba para finalmente decantarse hacia la Capitanía de Chile o hacia Buenos
Aires. El comercio hasta la cuenca del Plata se hacía por rutas terrestres altamente
riesgosas y de volúmenes relativamente reducidos, originando que sus precios
fueran elevados.127
La política metropolitana para el espacio peruano se puede advertir en cuatro
líneas generales: Lima como único punto de entrada y salida; cierre hacia el
Atlántico dominado por Portugal; resistencia al comercio pacífico en el eje
Acapulco-Manila; y regulación estricta del intercambio fuera del virreinato.128
Por su parte, Buenos Aires, dependiente del llamado “gasto situado”, carecía de
excedentes para colocar en el mercado del Alto Perú, y por disposiciones de la
Corona no podía comerciar libremente con el exterior. Bajo este estado de cosas, en
el Río de la Plata se desarrolló pronto un sistema semiclandestino con el Brasil,
inicialmente liderado por comerciantes portugueses y, más tarde, holandeses,
franceses y sobre todo ingleses.
Mientras que las Coronas de España y Portugal estuvieron unidas (1580-1640),
formalmente se excluyó a Portugal y sus colonias del comercio directo con
Hispanoamérica, sin embargo en el Río de la Plata se autorizó la exportación de
relación entre ambos sectores no era de total enfrentamiento sino más de complementariedad, sin embargo se buscaba reducir el trabajo dedicado al sector de subsistencia para dedicar una mayor proporción de trabajo a la comercialización. Véase Assadourian, Sistema, 1983, p. 133-134. 127 Millot, Historia, 1991, p. 70. 128 Assadourian, Sistema, 1983, p. 149.
39
harina y sebo al Brasil y a importar mercaderías europeas como azúcar, hierro y
papel así como esclavos.129
Por otro lado, el contrabando se componía principalmente de plata hacia el
exterior, y esclavos hacia el interior. Pero otros territorios como Tucumán o
Córdoba participaron también de este comercio al exportar sus productos al Brasil
y adquirir artículos que, introducidos legalmente por Lima, costaban el doble. La
salida de plata por Buenos Aires promovió el sector pecuario al complementar los
cargamentos con cuero y sebo, industria que despegó a mitad del siglo XVII.
Ante la multiplicación del contrabando y las demandas de los pobladores del litoral
e incluso de la Audiencia de Charcas, la Corona acordó en 1602 dar el privilegio a
los pobladores por seis años de exportar anualmente en sus propios barcos a Brasil,
Guinea y territorios vecinos una limitada cantidad de grano, sebo y tasajo,
pudiendo importar cualquier mercadería menos esclavos.130
En 1618 se modificó la concesión, restringiéndola a dos barcos por año. Éstos
zarparían de Buenos Aires hacia Brasil, de allí a Sevilla y de vuelta directamente a
Buenos Aires. Estaba prohibido parar en el viaje de vuelta en Brasil y sólo una parte
de las mercaderías importadas podía ser redirigido hacia el Perú bajo un derecho
adicional del cincuenta por ciento que pagaría en la aduana de Córdoba.131 Este tipo
de concesiones vio su fin en 1622, cuando no se renovaron más las licencias, sin
embargo el flujo de mercaderías se mantuvo de manera clandestina.132
Al respecto del comercio legal con la Península, a partir de 1618 se autorizó el
tráfico directo con el Río de la Plata mediante los llamados “navíos de registro”.
Este sistema incorporaba al tráfico oficial, mediante Reales Cédulas, buques sueltos 129 Al participar Portugal, ya fuera directamente o como intermediaria, en el circuito del Alto Perú obtuvo grandes beneficios, de manera legal o ilegal. Pero sobre todo este primer contacto mercantil le dio a Portugal, y a sus aliados, la experiencia para mantener un flujo comercial hacia el Río de la Plata incluso una vez que las Coronas se separaron. Véase Jummar, Commerce, 2000, p. 52. 130 Jummar, Commerce, 2000, p. 84. 131 Haring, Imperio, 1966, p. 336 y Smith, Historia, 1978, p. 124. 132Jumar, Commerce, 2000, p. 84. El perjuicio que la interrupción del comercio legal con el Río de la Plata trajo para la economía brasileña no fue sólo a nivel comercial sino también la circulación monetaria. Gran parte de la moneda circulante que había en el Estado de Brasil era plata que provenía del Potosí, se puede así explicar la renuencia portuguesa a abandonar las transacciones con el Río de la Plata. Véase Carrara, Receitas, 2009, pp. 86-87.
40
que tenían como objetivo el comerciar bienes europeos por plata. Este comercio era
controlado por las autoridades españolas y, nominalmente, exclusivo de súbditos
de dicha Corona, sin embargo las excepciones, licencias de comercio e indultos
sugieren la intromisión de otras potencias dentro de este sistema comercial
transatlántico.133
La base del otorgamiento de las cédulas para los navíos de registro era la necesidad
de la Corona de la prestación de un servicio particular, el envío de navíos a Buenos
Aires, con objetivos variados como el transporte de tropas, armamento,
funcionarios o misioneros.134
La importancia de los navíos de registro radicó en la posibilidad de introducir
mercaderías en Buenos Aires, Tucumán y Paraguay y, si estos mercados se
mostraban insuficientes para absorber las mercaderías, se podían redirigir hacia el
Alto Perú o Chile. El propietario de la licencia tenía el derecho de hacer dos viajes
con dos buques mercantes en el espacio de cuatro años.135 Este tipo de comercio
legal sirvió para soslayar de manera más o menos efectiva las restricciones que el
comercio clandestino enfrentaba, así también fue la punta de lanza de una capa
naciente de comerciantes avecindados en Buenos Aires que habrían de cobrar gran
fuerza y prestigio en la región.136
Esta forma fue combatida por los mercaderes avecindados en Lima, sobre todo
porque con dichas licencias los comerciantes escapaban a diversos controles que en
el sistema de flotas eran rigurosos. Tenían una libertad de movimiento al poder
acceder a un mercado amplio que comprendía Chile, Paraguay y el Alto Perú, y la
capacidad de negociación con la Corona una vez que se obtenía la licencia ampliaba
potencialmente el privilegio.
Sin embargo, la capacidad de los navíos de registro fue rápidamente superada por
la demanda que implicaba la suma del consumo bonaerense con la redirección de
133 Jumar, Commerce, 2000, p. 89. 134 Ibid., p. 120. 135 Ibid., p. 119. 136 Ibid., p. 85.
41
las mercancías hacia el mercado interior rioplatense. De esta manera se abrieron
nuevos medios para el tráfico ilegal con la llegada de embarcaciones europeas, en
un primer momento la mayoría de bandera holandesa, pero embarcaciones
inglesas y francesas también fueron partícipes de este mecanismo.137 El traslado de
las mercancías se hacía mediante pequeñas embarcaciones, mientras que los
grandes buques se quedaban a kilómetros de las peligrosas costas y playas, de esta
manera era casi imposible de controlar el arribo de mercancías y menos de
distinguir si habían llegado legalmente en un navío de registro o si era comercio
fraudulento.138
Bajo este esquema funcionó el comercio exterior del estuario rioplatense hasta la
llegada de la nueva dinastía junto con el siglo XVIII, momento en que el arreglo
colonial será trastocado de manera enérgica, pero paulatina. Así pues se abrirá una
nueva era del pacto colonial de cara al desmembramiento del mismo imperio en
ambas orillas del Atlántico.
Reformar para mantener, el reformismo borbónico: comercio y
consulados
La Guerra de Sucesión española, la cual se le ha llegado a llamar la “primera guerra
mundial” por el alcance bélico no sólo en territorio europeo sino también en los
espacios coloniales, tuvo su fin con los pactos convenidos en el Tratado de Utrecht
en 1713. Se trató de un nuevo reparto del mundo donde Inglaterra inauguraría dos
siglos de supremacía económica, política y militar basada en el dominio comercial
del tráfico marítimo.139
Paradójicamente, la paz de Utrecht dará paso a un siglo de constantes
enfrentamientos bélicos donde las grandes potencias europeas pondrán en juego su
más elevada capacidad guerrera, política, diplomática y comercial a lo largo y
ancho de sus dominios, es decir, no se restringirá el conflicto a Europa, sino que
137 Moutoukias, Rio, 1983, p. 81. 138 Jummar, Commerce, 2000, p. 85. 139 Liss, Imperios, 1989, p. 15.
42
sus posesiones coloniales tendrán un papel primordial en los diferentes episodios
de conflicto.
Para el Imperio hispánico el siglo XVIII significó un punto de inflexión, el cambio
de dinastía reinante, que pasará de los Habsburgo hacia los Borbones, fue el punto
neurálgico de dicha transición. El primero Borbón reinante en la Península fue
Felipe V, nieto del Rey francés Luis XIV, sin embargo, el reformismo tuvo su
máxima expresión con el reinado de Carlos III a mediados de siglo.
Durante la Guerra de Sucesión española,140 la facción borbónica se acercó al abrigo
y protección francés. Francia obtuvo el asiento de la trata de esclavos, prerrogativa
antes portuguesa.141 La penetración del comercio francés fue haciéndose cada vez
más legal, si bien controlaban ya gran parte del comercio gaditano vía sus
apoderados avecindados en Cádiz.142 A la par se abrían nuevas zonas o rutas de
comercio, como el Cabo de Hornos en el extremo austral de América para
comunicar el Atlántico con el Pacífico y la consecuente entrada del Río de la Plata
en el trayecto.143
Sin embargo, la gran ganadora del Tratado de Utrecht fue Gran Bretaña. Obtuvo de
España el asiento negrero, Gibraltar y Menorca, afianzó su dominio en
Norteamérica en detrimento de Francia, y en Sudamérica, por medio de su aliado
Portugal y su punto de avanzada Colônia do Santísimo Sacramento.144
El comercio mediante el Asiento presentaba grandes oportunidades para el
contrabando, sumado a la prerrogativa del llamado “Barco de Permiso”, el cual le
permitía a Inglaterra introducir un buque anual con 500 toneladas de mercancías
en los mercados hispanoamericanos por medio de las ferias, las cuales debían
140 El comercio de ultramar estuvo gravemente afectado por la Guerra, a penas y lograron armarse las Flotas y Galeones, teniendo resultados poco provechosos sobre todo por la entrada de contrabando en ambos Virreinatos: a Nueva España desde las posesiones caribeñas extranjeras y desde Manila; mientras que para el Perú vía el Cabo de Hornos por parte de los franceses organizados desde St. Malo. Véase Walker, Política, 1979, p. 106. 141 Fisher, Relaciones, 1992, p. 141. 142 Stein, Plata, 2002, p. 176. 143 Fisher, Relaciones, 1992, p. 161. 144 Ibid., pp. 149-150.
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organizarse con regularidad.145 La política inglesa colonial tomaba un viraje,
comenzó a privar la ocupación de los mercados más que la ocupación efectiva,
política y militar de los territorios. De esta manera se consideraba que se obtenían
tantos beneficios de las colonias españolas como España misma, y que con un libre
comercio no cabría duda de que sería la más favorecida.146 Se creó la South Sea
Company que sería la encargada del Asiento hasta 1744, fecha en que expiraba el
acuerdo, estableciendo una factoría en Buenos Aires para lograr sus objetivos.147
Por su parte, Portugal tenía una alianza con Inglaterra desde mediados del siglo
XVII gracias a la alianza matrimonial de la Infanta Catarina de Bragança con
Charles II de Inglaterra en 1662.148 En el reacomodo de fuerzas de la Guerra de
Sucesión Española la posición geográfica del Brasil se abría de nuevo, si bien nunca
se cerró por completo, como una oportunidad de penetrar los mercados australes
de Hispanoamérica. Colônia do Sacramento será el punto de avanzada portugués,
fundada justo frente a Buenos Aires en 1680 será una suerte de moneda de cambio
en las disputas de las potencias europeas.
La importancia de Colônia do Sacramento para la Corona portuguesa se revela si
tomamos las cifras disponibles149 sobre los gastos erogados por la Real Fazenda
portuguesa. Dependiente de la Caxa de la Capitania de Río de Janeiro, en 1686 la
Colônia do Sacramento significó una erogación de 5,200,000 reais de un total de
20,963,980 reais para la totalidad de la Capitania, es decir un 24.8%. Para 1700 la
cifra de los gastos en la Colônia ascendía a 8,296,000 reais de un total de
65,477,470 reais, significando así un 12.6% del total.150 La importancia de la
145 Ibid., p. 150. 146 Liss, Imperios, 1989, p. 20. 147 Walker, Política, 1979, p. 210. 148 Esta alianza tuvo un alto coste económico para Portugal, así que se decretó una contribución para solventar los gastos de la dote y para mantener la paz con Holanda. Esta contribución fue uno de los principales ingresos coloniales para la Corona portuguesa hasta el descubrimiento y explotación de la región de Minas Gerais. Véase Carrara, Receitas, 2009, p. 40. 149 Para un estudio sobre las fuentes disponibles para la investigación histórica de la fiscalidad del Brasil colonial y los problemas de su conservación véase “Apresentação” y “Capítulo I” de Carrara, Receitas, 2009. 150 Carrara, Receitas, 2009, pp. 175-177.
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Colônia se revela en la política de gasto en aumento.151 El Tratado de Utrecht
limitará el dominio portugués en la Banda Oriental a “un tiro de cañón”,152 pero la
penetración en el circuito mercantil rioplatense será una constante hasta la toma
definitiva de la Colônia por fuerzas españolas y su afianzamiento legal en 1777 con
el Tratado de San Ildefonso.
Será así como España intentará recuperar el auge de su comercio y lograr un mejor
control de éste. Los principales teóricos y pensadores del siglo XVIII en España
propugnaban por que se retomaran las riendas del tráfico de ultramar mediante un
comercio “activo”, es decir, llenando los mercados americanos con productos
elaborados totalmente en la Península y no solamente redirigiendo mercaderías del
resto de Europa.153
Una de las principales medidas que nos conviene rescatar fue el traslado de la Casa
de Contratación de Sevilla a Cádiz en 1717 a pesar de la oposición de los mercaderes
sevillanos.154 La monarquía borbónica entrante en el trono español y recién salida
de la Paz de Utrecht buscó mejorar el control sobre el tráfico mercantil hacia
América manteniendo la política de puerto único. Pero ahora era Cádiz se mostraba
como el centro operacional del tráfico, sobre todo ante el creciente empuje
productivo de las potencias extranjeras que redirigían sus mercancías hacia
América.155 Sumado a esto, la tendencia europea a construir naves de mayor calado
hace cada vez más difícil la navegación por el Guadalquivir, tornándose Sevilla un
puerto cada vez menos apto para el comercio a gran escala.156
151 Si bien la cifra relativa presenta una disminución, debemos considerar que es durante los primeros años que la fortificación requiere mayores recursos. Sumado a los efectos de un ingreso, y gasto, fiscal en ascenso en la región derivado de la explotación aurífera y el consecuente cambio de región central en el Brasil colonial de inicios de siglo XVIII, el cual pasa de estar en Salvador de Bahía a Río de Janeiro. Véase Carrara, Receitas, 2009, p. 39. 152 Jumar, Commerce, 2000, p. 114. 153 Ibid., p. 35. 154 Walker, Política, 1979, p. 135. De hecho desde 1680 Cádiz se había convertido en la práctica la capital del monopolio mercantil imperial, véase García-Baquero, Cádiz, 1976, tomo I, p.105. 155 Stein, Plata, 2002, p. 221. 156 Se apuntan también los azotes meteorológicos que la región andaluza tuvo en el siglo XVII, fenómenos como sequías y lluvias torrenciales alternadas en extremo erosionaron el cauce del Río. Por otro lado, las carencias defensivas que tenía Cádiz fueron gradualmente paliadas por los avances tecnológicos militares que para el siglo XVIII le posibilitaban resguardar su costa. Véase Comellas, Sevilla, 1992, pp. 78 y 238.
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Los acuerdos fraguados en Utrecht imponían a España cierta apertura comercial de
sus posesiones americanas, sobre todo frente a Inglaterra, resultando que el
traslado de la Casa de Contratación a Cádiz buscara mantener el control imperial,
sin embargo el arrendamiento de la Aduana de Cádiz a particulares mermó la
capacidad de gestión del poder central borbónico.157
En 1720, el Ministro José Patiño buscó hacer más dinámica la flota y mejorar el
control monárquico en un sistema comercial con gran grado de injerencia
extranjera. El Real Proyecto de Flotas y Galeones buscaba mantener el control del
tráfico mercantil y promover tanto la recaudación para la Real Hacienda como la
competitividad de la producción interna frente a las potencias extranjeras.158
En el Proyecto se simplificaba el sistema arancelario, con cierta tendencia a la baja
para promover el tráfico. Se optó por el “palmeo”, es decir, el pago de derechos por
volumen sin la necesidad de revisar el embalaje. También se restringió la
navegación a buques armados en puertos peninsulares y el pago de licencias era
por tonelaje.159 El sistema resultó contradictorio y de resultados opuestos ya que
mediante el palmeo se prefirió la exportación de bienes de poco volumen pero de
elevado valor, bienes que no eran producidos en la Metrópoli sino reexportados
desde otras potencias.160
El Proyecto se componía de ocho capítulos, cuatro para delinear las políticas
imperiales y cuatro trataban el sistema arancelario. Se buscaba activar el sistema
de Flotas y Galeones, que fuera regular y de frecuencia anual, organizando ferias
como las que ya se realizaban en Portobelo. Estipulaba tiempos cortos de estancias
en los diferentes puertos americanos para garantizar el regreso de metales a la
157 Stein, Plata, 2002, p. 214. 158 Ibid., p. 221. 159 Ibid., p. 222. 160 El constante flujo de plata de los siglos anteriores hizo que los agentes exportadores andaluces no buscaran llegar a los centros productivos europeos, compraban manufacturas a intermediarios asentados en Cádiz o Sevilla con precios inflados. Estos intermediarios cobraron gran poder en la gestión del comercio porque podían recurrir al capital de sus casas matrices extranjeras y financiar el sistema de Flotas y Galeones a cambio de prerrogativas y privilegios comerciales. Véase Stein, Plata, 2002, p. 228.
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Península de manera continua.161 También se debía cumplir con la realización
regular de ferias en compromiso con la South Sea Company, ya que su Navío de
permiso debía llegar a la par que los convoyes peninsulares y vender sus
mercancías dentro de las ferias organizadas.
El resultado de la aplicación del Proyecto no fue el esperado. Si bien se elevó el
nivel de transacciones deprimido por el enfrentamiento bélico y la recaudación
para las arcas metropolitanas,162 el enfrentamiento entre mercaderes peninsulares
y americanos mermó los resultados comerciales. La resistencia a asistir a las ferias
de Xalapa y Portobelo por parte de los comerciantes de la Ciudad de México y de
Lima respectivamente fue uno de los detonantes.163 Los mercados de las dos
cabeceras virreinales se encontraban bien abastecidos por sus respectivos
contrabandos, resultando que el beneficio económico de los grandes mercaderes
era menor por los elevados precios que las mercancías legales.164
Durante la Guerra de la Oreja de Jenkins (1739-1748) el sistema de Navíos de
registro comenzó a expandirse. En parte porque las comunicaciones eran difíciles
entre la Península y América por el enfrentamiento bélico, pero también ese
sistema proporcionó rentas considerables por las licencias: 25,000 pesos por un
buque de 500 toneladas.165 Referente a la América austral, el aumento del tráfico
vía Buenos Aires sin intermediación de los comerciantes limeños creó el espacio
para una clase comercial bonaerense fuerte e independiente.166 Sin embargo, una
vez terminada la Guerra los comerciantes agremiados en ambos hemisferios
americanos y en la Península buscarán restablecer el sistema de Flotas y Galeones
ya que sus ganancias estaban siendo mermadas bajo los registros. Así en 1757 se
vuelve a armar la Flota con destino a Veracruz, atestiguando los últimos momentos
161 Walker, Política, 1979, pp. 142-143. 162 A lo largo del siglo el patrón de comercio sufrió cambios en cuanto a los bienes de retorno hacia la metrópoli, si bien los metales preciosos siguieron siendo la mayoría y los más apreciados, la valoración de productos indianos como el cacao, tabaco, algodón y azúcar tuvieron un auge y cobraron importancia en los embarques desde Indias. Véase Comellas, Sevilla, 1992, p. 250. 163 Este fenómeno ya había ocurrido en plena Guerra de Sucesión en 1708. Véase Walker, Política, 1979, pp. 66-70. 164 Waler, Política, 1979, p. 185. 165 Stein, Plata, 2002, p. 240. 166 Walker, Política, 1979, p. 262.
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de un sistema comercial que había permanecido, formalmente, casi intacto durante
200 años.167
La Guerra de la Oreja de Jenkins y la de los Siete Años (1756-1763) serán
catalizadores para que el reformismo borbón cobre ímpetu.168 En 1765 se abrirán
nuevos puertos en el arreglo de la Carrera de Indias: La Habana, Santo Domingo,
Puerto Rico, Margarita, Trinidad, Alicante, Barcelona, Cartagena, Girón, La
Coruña, Málaga, Santander y, de nuevo Sevilla. Con esta política se buscaba
dinamizar el comercio trasatlántico, manteniendo un control por parte la
administración monárquica.169 Los navíos de registro suelto, instrumento que hasta
mediados de siglo había cobrado gran auge pero se le consideraba supletorio por el
contexto bélico, desplazaron al comercio en convoy, resultando el porcentaje de
navíos en solitario con respecto al total de navíos y la misma relación con respecto
al volumen del comercio se oscilaron entre el setenta y el cien por ciento.170
Será así como para 1778, en la fecha emblemática del 12 de octubre, se determinará
la libertad de comercio para el Imperio. Con este Reglamento se abandonaron los
dos pilares de la Carrera de Indias, la política de puerto único y el sistema de Flotas
y Galeones. El comercio en Nueva España y Venezuela se excluyó de esta reforma
por algunos años, siendo aplicado hasta 1789.171
El nuevo sistema de comercio libre dejaba una protección velada por parte de la
Corona, al menos la mitad de la tripulación y los propietarios de las embarcaciones
debían ser súbditos españoles.172 A pesar de la apertura de puertos, Cádiz siguió
concentrando la mayor parte de las entradas y salidas de mercancías desde
167 Stein, Plata, 2002, p. 240. 168 Fisher, Relaciones, 1992, p. 162. 169 Ibid., p. 166. 170 García-Baquero, Cádiz, 1976, tomo I, pp. 24-28 y 131-133. 171 Las principales razones para no hacer extensiva dicha libertad comercial eran que, para la Provincia de Venezuela, la Real Compañía de Guipuzcoana de Caracas requería mantener la protección del monopolio de la Carrera de Indias; mientras que para la Nueva España existía el temor de que al constituir un mercado en auge resultaría demasiado atrayente para el comercio, dejando desamparadas a otras regiones, aunque también la presión del comercio agremiado en ambos lados del Atlántico ejercieron presión a la Corona. Véase Fisher, Comercio, 1993, p. 17. 172 Fisher, Relaciones, 1992, p. 172.
48
América, alrededor de un 84 por ciento de las importaciones y un 76 por ciento de
las exportaciones.173
Los resultados del Comercio Libre no fueron inmediatos, sobre todo por la
declaración de una nueva guerra con Inglaterra en 1779. Es en 1782 cuando se
observa un punto de inflexión en el flujo ultramarino, y en 1784-1785 las entradas
de plata a la Península cobran niveles nunca antes vistos.174 Hacia 1786-1787 se
observa un declive tanto de las exportaciones como de las importaciones, para
luego mantener un estancamiento hasta 1792. Este fenómeno se explica por la
saturación de los mercados americanos y los bajos precios a los que se podía
vender.175
El constante enfrentamiento bélico limitó los alcances del Comercio Libre, los
cortos periodos de paz evidencian el auge del sistema liberalizado, pero los temores
en tiempos de guerra frenaban el armado de buques para la travesía
trasatlántica.176 El resultado general del Comercio libre, según cálculos de John
Fisher, es que el flujo de mercancías se expandió diez veces en el periodo 1778-
1809.177
El último episodio político-comercial del Imperio en el siglo XVIII, la Guerra entre
España e Inglaterra iniciada en 1796, realmente no resultó un freno al comercio, la
apertura al comercio neutral motivó el flujo y terminó por liberalizar las pocas
trabas formales que existían en el sistema comercial de ultramar. El comercio con
neutrales fue una medida de urgencia promovida por las autoridades indianas, y
aunque sancionada por la Corona a penas a los dos años de haberse establecido, la
prohibición resultó casi inoperante, sobre todo ante los acontecimientos
peninsulares de 1808.178
173 Fisher, Comercio, 1993, pp. 20 y 25. 174 Fisher, Imperial, 1985, p. 46. 175 Ibid., p. 47. 176 Ibid., p. 50. 177 Fisher, Comercio, 1993, pp. 24. 178 Ibid., pp. 48.
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Dentro de este contexto político-comercial la acción corporativa de la clase
mercantil buscó elevar o al menos mantener sus márgenes de ganancias. Esta tarea
implicó, por un lado, el reacomodo de redes espaciales y comerciales, creando a la
vez nuevas configuraciones en los acuerdos entre facciones mercantiles y, sobre
todo, con el nuevo poder centralizador y rector de la monarquía borbónica en el
Imperio hispánico.
El proceso paulatino de liberalización comercial del siglo XVIII y el
desmantelamiento de la Carrera de Indias significó una menor cuota de mercado y
de ganancia para el comercio agremiado. Por esta razón los comerciantes
agrupados en los Consulados de tradicionales tuvieron una opinión adversa al libre
comercio.179 La presión ejercida por estas corporaciones a mediados de siglo hizo
que el viejo sistema de flotas se mantuviera vigente a pesar de que el Marqués de
Ensenada favoreció los registros sueltos, ambos sistemas comerciales convivieron
hasta la libertad de comercio de 1778. Este hecho se observa también por una
tendencia a la diversificación de las actividades del grupo mercantil, el cual
redirigió su atención, capital y redes de intereses hacia actividades como la minería
y la explotación agrícola y ganadera.180
El mercado cautivo de los Consulados tradicionales será gravemente socavado a
finales de siglo con la aparición de una serie de nuevos Consulados al amparo de la
Corona. Ya desde 1717 con el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz se había
formado un nuevo Consulado en dicha ciudad, pero no significó mas que el
traslado del viejo Consulado sevillano, quedando en esta ciudad una diputación.181
El Reglamento de Libre Comercio de 1778 ponía énfasis en la erección de
179 Suárez, Parecer, 2003, p. 120; Mazzeo, Consulado, 2003, p. 200; Álvarez, Impacto, 2007, p. 207. E incluso se observa una relación directa entre grado de antipatía al comercio libre y antigüedad en el Consulado para el caso de la Ciudad de México según una encuesta levantada entre 1791 y 1793 por el Virrey Revillagigedo. Véase Suárez, Parecer, 2003, p. 118. 180 Valle, Apertura, 2003, pp. 272-276. 181 Souto, Consulados, 1990, p. 235.
50
consulados en las ciudades y puertos que lo ameritaran por su nivel comercial y
fortaleza de la comunidad mercantil.182
Así fue como entre 1784 y 1785 se crearon en la Península Consulados en Coruña,
Málaga, Santander, San Cristóbal Tenerife y el nuevo de Sevilla. Estos nuevos
consulados peninsulares adelantaron por una década a los que se establecerían en
Indias ya que la Corona buscaba fortalecer su poder frente a las corporaciones
tradicionales socavando su monopolio, existía el temor de que en las lejanas Indias
aparecieran nuevos grupos de interés que pudieran rivalizar con el poder central
metropolitano.183
Para mediados de la década de 1790 se crearon ocho nuevos consulados en los
territorios coloniales: en 1793 en Caracas y Guatemala, en 1794 fue el turno de
Buenos Aires y La Habana, y en 1795 consulados en Cartagena de Indias, Veracruz,
Guadalajara y Chile aparecieron para cerrar esa ola de nuevas corporaciones
comerciales bajo el abrigo borbónico.
Estos nuevos consulados tenían el objetivo de romper el gran poder que las
corporaciones mercantiles tradicionales habían formado dentro del sistema
comercial intercolonial. El proceso de liberalización comercial había ampliado la
comunidad mercantil y la había desconcentrado de los polos de atracción
tradicionales.184 Estos nuevos grupos debían ser puestos bajo el abrigo de la
administración imperial y no rivalizar con el poder central del gobierno borbónico.
A la par se buscaba empatar la política gubernamental con los intereses privados.
Estos nuevos gremios debían ser portavoces de los intereses imperiales y no sólo de
los de su cuerpo. Sus funciones se extendían más allá de la simple circulación de
mercancías, debían funcionar como promotores del desarrollo económico general.
182 La erección del Consulado de Manila se adelanta a esta disposición ya que fue creado en 1769 como un esfuerzo de la administración imperial por romper el monopolio asiático de los cargadores del Galeón. Véase Álvarez, Impacto, 2007, p. 192. 183 Souto, Mar, 2001, p. 52. 184 Las comunidades mercantiles localizadas fuera de los polos tradicionales y con grandes lazos de cohesión pueden rastrearse algunas décadas antes de la erección de sus respectivos consulados. Véase para el caso de Veracruz García de León, Orígenes, 2003, pp. 135-137; para Guadalajara Ibarra, Mercado, 2003, p. 146; para Manila Álvarez, Impacto, 2007, p. 193; para Buenos Aires Mazzeo, Consulado, 2003, p. 201.
51
Debían fomentar el desarrollo del sector agropecuario y de las manufacturas, así
también las comunicaciones mediante la construcción de caminos y del
sostenimiento concienzudo de puertos.185 Mediante una institución de Antiguo
Régimen, que tenía sus bases en la administración de los Austrias, los Borbones
buscaron modernizar el sistema comercial colonial. De esta manera se crearon
dualidades contradictorias producto de un reformismo que buscaba a la vez
modernizar y mantener un poder de carácter absolutista.186
Los nuevos consulados indianos se establecieron bajo la misma reglamentación
Real, una misma cédula de erección se utilizó para institucionalizar dichas
corporaciones mercantiles. La tradición que siguieron fue la de la Cédula del
Consulado de Bilbao de 1737, a diferencia de los Consulados de Lima y México que
habían observado los lineamientos del Consulado de Burgos. La Junta de gobierno
se constituirá también como una junta de fomento económico de acuerdo a los
intereses imperiales, dotándola así de mayor capacidad de acción de diferentes
esferas económicas.187
Las Cédulas se componen de 53 artículos que describen la composición, funciones,
funcionamiento y prerrogativas de los consulados. Cada Cédula está adaptada a la
particularidad territorial del cada consulado con ligeras modificaciones con base en
una misma redacción. Las Cédulas comienzan enunciando la conveniencia de la
erección de un consulado en cada demarcación, describen el funcionamiento y
composición del Tribunal mercantil, la naturaleza de los juicios, el desarrollo de las
apelaciones, la jurisdicción y posibles conflictos, las diputaciones, las funciones de
la Junta de gobierno, las funciones del secretario, síndico, portero, contador y
tesorero, los ingresos del Consulado, el sistema de elecciones y la designación de
los primeros individuos destinados a cada oficio.188
185 Souto, Consulados, 1990, p. 248. 186 Para una discusión del tema de la capacidad modernizante de la institución consular de Antiguo Régimen véase Ibarra, Consulado, 2003, pp. 312-315; Ibarra, Mercado, 2013, pp. 1443-1449. 187 Souto, Consulados, 1990, p. 248. 188 Un análisis pormenorizado se encuentra en el siguiente capítulo con base en la Cédula de Erección del Consulado de Buenos Aires.
52
Las diferencias entre Cédulas son sutiles y casi atienden sólo a toponomía de la
jurisdicción, si bien el caso del Consulado de La Habana es el que presenta mayores
variaciones. En este caso la integración de la clase de hacendados dentro de la
llamada “Junta Económica y de Gobierno”189 da muestra de la pujanza de ese
sector en la economía de la Isla. Por otro lado, el presidente de dicha Junta no será
el prior del Tribunal, como sí era en los demás casos, sino que ese nombramiento
sería ocupado por el Capitán General, e incluirá también al Intendente dentro de la
misma Junta.190 Por último, en reciprocidad a los servicios prestados se otorgó el
privilegio al Conde de Casamontalvo y a Don Francisco de Arango de ser partícipes
a perpetuidad de la Junta de Gobierno hasta que el Rey designara otra cosa,
quedando estipulado dentro de la misma Cédula.191
Los Consulados de Lima y México no fueron simples agentes pasivos ante estos
cambios en la estructura de intercambios ultramarinos. Sus redes comerciales y de
negociación sufrieron grandes cambios, el entorno cambiante también modificó sus
estrategias como cuerpo y el reacomodo de facciones al interior tuvo como
resultado un nuevo pacto, cada vez más vacilante, con la administración
metropolitana.
El Consulado de la Ciudad de México, por ejemplo, ejerció una gran presión para
no ver disminuidos los privilegios que el monopolio de la circulación de
mercancías, tanto al exterior como al interior, le traía. Uno de los mecanismos fue
la resistencia a proveer de recursos líquidos al Gobierno virreinal y, por el
contrario, otorgarlos a cambio de políticas convenientes.192 Estos métodos de
acción gremial eran los instrumentos tradicionales de proceder corporativo, sin
embargo, el episodio del enfrentamiento de una facción de mercaderes
encabezados por Gabriel de Yermo con el Virrey Iturrigaray y su ulterior deposición
189 “Real Cédula de Erección del Consulado de La Havana” consultada en Cruz, Régimen, 2001, p. 195. 190 “Real Cédula de Erección del Consulado de La Havana” consultada en Cruz, Régimen, 2001, p. 203-204 191 “Real Cédula de Erección del Consulado de La Havana” consultada en Cruz, Régimen, 2001, p. 2011-2012. El Conde de Casamontalvo falleció al poco tiempo de haberse instituido el Consulado, mientras que Francisco de Arango fue un personaje central en la vida de la Isla. Véase Goncalvès, Doce, 2003. 192 Véase Valle, Oposición, 2000.
53
a principios del siglo XIX pone de relieve un nuevo tipo de correlación de poder
frente a la tambaleante administración virreinal.193
La cohesión de los cuerpos mercantiles tradicionales también fue socavada en el
aire reformista. Como evidencia podemos ver la reconstitución de las facciones
integrantes del Consulado de México. El sistema electoral que venía funcionando
desde 1743 era el de la llamada “alternativa” entre los bandos de vascos y
montañeses.194 Sin embargo, hacia fines del siglo dicho sistema se mostró
incompatible con el nuevo estado de cosas, las facciones se habían desdibujado y la
diversificación de intereses económicos y políticos abrió un nuevo camino de
negociación con la autoridad metropolitana y virreinal, como es evidencia el
conflicto electoral de 1787, 195 así como las nuevas diputaciones del Consulado de
México en territorios fuera de las jurisdicciones de los nuevos Consulados.196
El Consulado de Lima, por su parte, había recibido el más duro golpe con la
creación del Virreinato del Río de la Plata, poniendo a Buenos Aires como cabecera
política y comercial de la región minera del Potosí. Si bien esta medida formalizó
una relación que ya venía dándose desde tiempo atrás gracias al contrabando e
injerencia comercial de las potencias en el Atlántico, Lima conservaba aún el
puerto El Callao, posibilitándole controlar el comercio de todos los territorios que
permanecieron administrados por el Virreinato del Perú.197 Por lo tanto la creación
de un Consulado a orillas del Plata no representó un agravio crítico a su condición
comercial privilegiada ni a su vinculación con el gobierno imperial debido a que
mantuvo su papel como intermediario financiero.198
Los comerciantes limeños se encontraban embrollados, al igual que las autoridades
virreinales y metropolitanas por la necesidad de recursos fiscales, en los artilugios
mercantiles que el comercio neutral había abierto en el Pacífico, unos a los otros se
193 Para un estudio completo del episodio y sus antecedentes véase Valle, Finanzas, 2012. 194 Sobre los antecedentes e instauración de dicho sistema véase Hausberger, Elecciones, 2003. 195 Véase Valle, Apertura, 2003. 196 Véase Cruz, Diputaciones, 2007. 197 Mazzeo, Consulado, 2003, pp. 201. 198 Sin embargo la creación de nuevos consulados respondió también a la presión de nuevas élites en regiones antes marginadas que ahora arrebataban el control a los centros comerciales tradicionales. Véase Mazzeo, Comercio, 2010, pp. 260-261.
54
acusaban de hacer transacciones ilícitas con ingleses y seguramente ambos
participaron debido al beneficio económico que se percibía.199 Existía entonces un
doble comercio, como dos caras de la misma moneda, uno legal y otro ilegal, razón
por la cual los comerciantes agremiados elevaban quejas al Virrey por el estado de
saturación en que se hallaban los mercados peruanos, sobre todo por mercaderías
asiáticas de bajo costo y calidad.
Se puede observar la creación de los nuevos consulados como el intento de
reformar el Antiguo Régimen hispánico, en su dimensión comercial, mediante una
medida ecléctica que conciliaba una concepción jurídica tradicional con el nuevo
orden económico que emanaba del proceso de globalización liderado por las
potencias europeas y el consecuente aumento de los mercados accesibles.200 Se
debe apreciar más como una medida de carácter pragmático que como un plan
preconcebido y articulado en el reformismo borbónico de segunda mitad del siglo
XVIII, producto también de la retroalimentación con las élites americanas y el
derrotero político y económico que ésas siguieron.201
El reformismo en el Plata: Montevideo aparece y se fortalece
Desde mediados del siglo XVIII se observa un cambio de todo el territorio al sur del
Perú, se recibió el impulso del comercio exterior como elemento dinámico en la
región. Por un lado, se fortaleció la apertura del Río de la Plata como intermediario
natural para el comercio de las regiones meridionales del Imperio en América, por
otro, la creciente explotación ganadera que habría de vincular al Litoral con el
mercado externo presentó grandes ventajas en el arreglo comercio interno y de
ultramar.
Buenos Aires, como puerto de entrada del Río de la Plata representaba una ventaja
por su localización, había entre este puerto y El Potosí unos 1,900 kilómetros de
caminos llanos que demoraban entre dos o tres meses en recorrerse, mientras que 199 Mazzeo, Consulado, 2003, pp. 208-211. La posición geográfica del Perú la protegió, en cierta medida, la inserción de navíos neutrales en su comercio, éstos se concentraron en el Caribe y Atlántico. Sin embargo es remarcable la presencia de embarcaciones norteamericanas o inglesas que llegaban vía el Cabo de Hornos. Véase Mazzeo, Comercio, 2010, pp. 267-270. 200 Gelderblom, Rise, 2010, pp. 33-35. 201 Paquette, State, 2007, pp. 296-298.
55
de El Potosí a Lima la distancia era de 2,500 kilómetros de caminos de montaña
que demandaban cuatro meses para cubrirse por tierra, sin embargo la salida al
Pacífico en Arica aminoraba el trayecto.202 Esto tenía una repercusión lógica en los
precios de las mercaderías en el Potosí, según vinieran desde Lima o Buenos Aires.
El inicial aislamiento del Río de la Plata que iba rompiéndose por el tráfico, legal e
ilegal, de la región meridional del continente fue formalmente anulado por las
disposiciones de la Corona de crear el Virreinato del Río de la Plata (1776) y el
Reglamento de Comercio Libre (1778). La descentralización económica obedecía
también a intereses geoestratégicos debido a la gradual penetración de ingleses y
portugueses en la zona. El claro indicador de este fenómeno fue el contrabando,
por una parte, Inglaterra detentaba grandes prerrogativas al gozar del asiento de
negrero el Tratado de Utrecht, mientras que Portugal había comenzado su
expansión hacia el sur y oeste mediante sus bandeirantes en la región de Rio
Grande do Sul y a través de la Colonia del Sacramento establecida en 1680 justo
frente a Buenos Aires en la costa oriental del Río.
Así, la Corona decide declarar a Buenos Aires y Montevideo puertos que pudieran
comerciar en igualdad de condiciones que los otros puertos del Imperio, dando así
el impulso necesario a la región del litoral para el desenvolvimiento económico,
aunque seguía dependiendo en gran medida de su papel como intermediaria para
la salida de la plata.
Tiempo atrás, Montevideo había sido fundada en la segunda década del siglo XVIII.
Bruno Mauricio de Zabala, gobernador de Buenos Aires, había sido instruido por el
Rey para dicha tarea desde 1717, pero la falta de recursos y de voluntad había
dilatado el cumplimiento de dicha orden. Pero en 1723 un desembarco portugués
en la bahía de Montevideo y su fortificación sacudieron al cabildo de Buenos Aires
que veían perder definitivamente la otra orilla del Río. Zavala apremió el ataque a
la avanzada portuguesa que, al vaticinar una defensa demasiado arriesgada,
abandonó la plaza, dejando libre el camino para que el 20 de enero de 1724
202 Ferrer, Economía, 2008, p. 89.
56
ondeara la bandera española, iniciando así el proceso de fortalecimiento y
poblamiento de la orilla oriental del Plata por parte de los españoles.
Según el padrón oficial, sólo siete familias, cuyos miembros sumaban 34 personas,
decidieron abandonar Buenos Aires bajo las promesas de tierras, ganado y títulos
en el lado oriente del Río, casi todos los jefes de familia eran militares
emparentados entre sí.203 Más tarde, en 1726 y 1729 se trajeron desde las Islas
Canarias nuevos pobladores, 16 familias,204 bajo las mismas promesas que a los
bonaerenses, constituyendo así el núcleo fundacional de la Ciudad de Felipe y
Santiago de Montevideo.
Se estableció un cabildo y regimiento formado por los primeros pobladores
originarios de Buenos Aires. El cabildo se renovaba anualmente por elección
secreta, formado por un alcalde de primer voto y juez de naturales, un alcalde de
segundo voto, un alférez real, un alguacil mayor, un alcalde provincial, otro de la
Santa Hermandad y dos regidores. La jurisdicción política y administrativa se
extendía, fuera de las murallas, al oeste hasta el arroyo Cufré, al este hasta las
Sierras de Maldonado, al norte con una línea que cerraba entre el cerro de Ojosmín
y el de Cebollatí.205 Los territorios fuera de esta demarcación estaban bajo la
jurisdicción de Buenos Aires, sin contar las misiones de los jesuitas.
En 1749 se decretó por real orden una gobernación para la ciudad de Montevideo,
mientras que para 1769 pasó a ser sede del apostadero naval de la flota española del
Atlántico sur.206 En estas condiciones jurisdiccionales se encontraba Montevideo al
momento de fungir erigirse el Virreinato.
La importancia geopolítica de Montevideo se sumó a su ventaja natural de consistir
en un puerto natural, profundo, que permitía el arribo de embarcaciones de gran
calado, a diferencia de Buenos Aires que requería de inversión en obras de
203 Millot, Historia, 1991, p. 17. 204 La tarea fue asumida por los comerciantes andaluces Francisco de Alzaybar y Cristobal de Urquijo. A la par debían trasladar tropas, pertrechos militares y bienes para aprovisionar a la nueva población con cuatro navíos de mil toneladas en cuatro años. Véase Azarola, Orígenes, 1940, p. 90; y García-Baquero, Cádiz, 1976, tomo I, p. 109. 205 Capillas, Montevideo, 1971, p. 3. 206 Capillas, Montevideo, 1971, p. 28.
57
dragado.207 Casi desde su fundación fueron advertidas estas ventajas, para 1740
comenzaron a llegar navíos de registro cargados de esclavos que se retiraban con
“frutos de la tierra”, componiéndose casi exclusivamente de cueros. En 1770 recibió
el carácter de puerto terminal de pasajeros y en 1776 fue puerto de arribada y
espera de noticias para los buques de la Real Armada que se dirigían a El Callao.208
El sistema comercial austral se ve trastocado por los enfrentamientos de las
potencias europeas en pugna, en 1774 los ingleses son expulsados de las Malvinas,
mientras que en 1777 la Colonia es ocupada definitivamente por los españoles. Se
establece el comercio con Perú vía el Cabo de Hornos y se incrementa el tráfico por
vía terrestre con Chile y el Alto Perú, propiciando una mayor producción en la
región del litoral,209 trayendo a la vez un auge comercial para Buenos Aires y
Montevideo, siendo también el germen de su enfrentamiento. Con la creación del
Virreinato se establece un libre comercio dentro de su territorio a la vez que se
prohíbe la exportación de oro y plata hacia el Perú. Todo esto reorienta el comercio
de la región con una vasta red que incluía Cuyo, Chile, Alto y Bajo Perú, Asunción,
Corrientes, Santa Fe y la Banda Oriental que convergían hacia Buenos Aires.
Montevideo, como se ha dicho, resultaba un mejor punto para el arribo de grandes
embarcaciones, desde él partían lanchones que trasladaban los productos
importados a Buenos Aires y volvían cargados de cueros y productos del interior.
El comercio, regional y transatlántico, creció de forma casi vertical en el último
cuarto del siglo. En 1787 se autorizó a La Compañía de Filipinas introducir esclavos
directamente desde África para abastecer al Virreinato, Chile y Perú, ocurriendo
que muchas veces los barcos habían sido armados en puertos ingleses pero
ondeaban la bandera española al entrar en el Río. A su retorno llevaban cueros y
demás productos de la región, pagando el almojarifazgo respectivo en la Aduana de
Montevideo.210 Para 1791 se declaró a Montevideo puerto único para la
introducción de esclavos por plazo de seis años, prorrogado en 1798 y 1804. La
207 Dutrénit, Uruguay, 1994, p. 28. 208 Capillas, Montevideo, 1971, p. 29. 209Dutrénit, Uruguay, 1994, p. 39. 210 Capillas, Montevideo, 1971, p. 45.
58
introducción de esclavos se hacía libre de derechos, mientras que se pagaba un 6%
por los frutos de retorno.211
Otras disposiciones que contribuyeron a elevar el nivel comercial del complejo
rioplatense fueron la autorización del comercio con colonias extranjeras en 1795, el
establecimiento formal de la carrera Montevideo-La Habana para comerciar tasajo
y la apertura al comercio neutral en 1797.
El aumento del nivel comercial tuvo también su reflejo en la fiscalidad de la región,
la Aduana de Buenos Aires había mantenido una recaudación por debajo de los
50,000 pesos hasta 1778, mientras que para la década de los noventa promediaría
400,000 pesos anuales a pesar de la disminución de aranceles que establecía el
Reglamento de Libre Comercio.212 Antes de 1778 entraban en promedio dos navíos
al Río de la Plata por año, después de esa fecha el promedio fue de entre setenta y
ochenta buques.213
Se observa que la importancia inicial de Montevideo era geopolítica, de cara al
avance portugués, pero luego se vuelca hacia una importancia económica. Al
consistir en un punto de avanzada del Imperio español se colocaba como “región de
frontera”.
La relevancia comercial como puerto del complejo platense convirtió a Montevideo,
paulatinamente, en un rival comercial de Buenos Aires. En este caso no pudo
operar el esquema de administración tierra adentro-puerto.214 La relación Buenos
Aires-Montevideo no tenía las mismas condiciones: Montevideo no estaba aislado
ni dependiente de la administración de bonaerense, pudo desarrollar en su
hinterland una industria propia y las ganancias del comercio, legal e ilegal, le
posibilitaban acumular capital y poder que habría de derivar en una clase comercial
con intereses propios. Por su parte, Buenos Aires era también un puerto, centro de
la administración virreinal y utilizó todo su poder para mantener esa condición.
211 Ibid., p. 46. 212 Millot, Historia, 1991, p. 26. 213 Capillas, Montevideo, 1971, p. 54. 214 Como fueron los casos de Veracruz-Ciudad de México o de El Callao-Lima.
59
Divorcio en el Plata: Intereses enfrentados,
autonomías y un Consulado al otro lado del Río
La segunda mitad del siglo XVIII resultó para el entorno comercial del Imperio
hispánico una paulatina y constante liberalización. Este fenómeno abrió
oportunidades comerciales en las diversas regiones hispanoamericanas, pero
también trajo disputas y conflictos para cada uno de los actores que intervenían en
el intercambio en ambos lados del Atlántico.
Para la región rioplatense significó el comienzo del auge económico. La región
había escapado en cierta medida del control metropolitano instaurado en el
Régimen de Flotas y Galeones gracias a la modalidad comercial de los Navíos de
registro suelto, pero el volumen comercial legal se mantuvo en niveles
relativamente bajos con respecto a las cabeceras virreinales. Sin embargo, la
segunda mitad del siglo XVIII abrió el camino para que el estuario del Plata
desplegara su fuerza como región económica significativa. Este crecimiento trajo
consigo un ambiente político y social conflictivo inmerso en el ya belicoso contexto
de los imperios europeos.
Convine entonces comenzar por delinear los principales resultados del reformismo
borbónico a nivel comercial en los mercados trasatlánticos, de esta manera
podremos ceñir después la escala de observación a la región del Plata dentro del
concierto interno hispánico y de enfrentamiento imperial europeo a fines del siglo
XVIII e inicios del XIX.
Guerras, mercados y mercancías: el belicismo constante del siglo
XVIII y las reformas comerciales
El siglo XVIII hispánico estuvo marcado por enfrentamientos bélicos constantes
con otras potencias, pero más allá, el resultado desfavorable en cada guerra marcó
el camino por el cual la política imperial habría de tratar de abrirse paso para
recuperar su añorada hegemonía. El ritmo comercial estuvo entonces ligado a las
60
coyunturas bélicas, condicionándolo episódicamente pero sobre todo
transformándolo en el largo plazo.
Ya hemos hablado de los resultados comerciales de la Guerra de Sucesión
plasmados en Utrecht en 1713 donde la supremacía británica se hizo notar. A este
enfrentamiento siguió el de la Cuádruple Alianza (Inglaterra, Francia, Las
Provincias Unidas de los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico)
contra España en 1718-1720 por las pretensiones territoriales de ésta última en el
mediterráneo y en los Países Bajos. El resultado fue que Felipe V no pudo retener
sus conquistas mediterráneas y renunció a cualquier derecho sobre los antiguos
territorios españoles en los Países Bajos, así como también se confirmó su renuncia
a cualquier pretensión sobre la Corona francesa.
Otro episodio bélico que conviene rescatar fue la llamada “Guerra de la Oreja de
Jenkins” entre 1739 y 1748. Esta guerra puso en evidencia el conflicto latente entre
las potencias europeas y su decisión de no dar un paso atrás en su avance
americano. El conflicto anglo-español se dirimió casi por completo en El Caribe,
mientras que uno de los resultados europeos fue la firma de los pactos de familia
entre España y Francia. Las tensiones europeas en América no se resolvieron con la
firma del Tratado de Madrid de 1750, aunque se dio fin al “Navío de permiso” que
gozaba Inglaterra en las posesiones hispanoamericanas por medio del pago de una
compensación anual a la South Sea Company.215
También se trató de poner fin a las disputas sobre los límites en Sudamérica al
entregar a España la Colônia do Sacramento a cambio de siete misiones jesuíticas,
todo esto dentro de un aire conciliador debido al matrimonio del nuevo rey borbón,
Felipe VI, con la princesa portuguesa María Bárbara de Braganza. Se apelaba
entonces a la llamada “Teoría de las dos esferas” que en grandes líneas propugnaba
por el aislamiento bélico, es decir, que aunque Europa se encontrara en guerra, las
posesiones coloniales de las potencias mantendrían la paz, la realidad no pudo
resultar más opuesta.
215 Fisher, Relaciones, 1992, pp. 156-158.
61
En cuanto a los resultados comerciales para España en la primera mitad del siglo
XVIII, se observa un aumento del volumen del tráfico, aunque es difícil calcular su
valor porque el Proyecto de 1720 cambió los derechos ad valorem por el “palmeo”
el cual sólo consideraba el volumen. Sin embargo, tomando como punto de
referencia el inicio del siglo, en 1747 el tonelaje comercial había crecido en un 60
por ciento, pero este resultado será modesto si se le compara con el índice para
1778, el cual triplicó su valor.216
La Guerra de la Oreja de Jenkins tuvo también repercusiones en el sistema
comercial imperial. Se comenzó por optar por los navíos de registro suelto ante la
imposibilidad de armar las flotas para el sistema en convoy. Sin embargo esta
medida se consideraba supletoria y temporal. Ante la presión de los grandes
mercaderes, una vez que la guerra terminó, se estipuló regresar al régimen de
Flotas y Galeones como fundamento, sin dejar de lado la navegación en solitario.
La organización de ferias comerciales en Portobelo y Xalapa (feria que
anteriormente se realizaba en Veracruz pero desde los años veinte de este siglo se
trasladó a dicha ciudad interior para proteger su comercio) resultó poco
provechosa.
Así también, la creación de compañías privadas comerciales, al estilo británico, fue
ampliando los espacios comerciales para un tráfico menos restringido para ciertas
regiones en ambos lados del Imperio. Estas compañías, con excepción de la Real
Compañía Guipuzcoana de Caracas y la Real Compañía de Filipinas, que fue creada
muchos años después, fracasaron antes del establecimiento del Libre Comercio, sin
embargo llegaron a controlar alrededor del 20 por ciento del tráfico atlántico entre
1730 y 1778.217 Estas compañías gozaban de un monopolio limitado a objetivos
concretos, mercaban productos específicos entre puertos bien definidos, sobre todo
puertos vascos y catalanes en la Península; con puertos periféricos en América.
Otro fenómeno comercial que cobró fuerza promediando el siglo fue la utilización
cada vez mayor de la ruta del Cabo de Hornos para llegar al Pacífico, provocando
216 Ibid., pp. 156-158. 217 García-Baquero, Cádiz, vol. I, 1976, p. 137.
62
que el Río de la Plata se incorporara cada vez en mayor grado al sistema comercial
imperial a pesar de su teórica exclusión. El relajado control metropolitano en la
región y el beneficio económico ampliaron la brecha del contrabando, sumado a la
valorización de productos alternativos como los cueros, llevando a un auge
económico en la región.
Sin embargo, será la Guerra de los Siete Años (1756-1763) la que dará un verdadero
punto de inflexión en la política borbónica. España tuvo una entrada tardía en la
Guerra, resultado del duro golpe que la toma de La Habana y las Filipinas por
fuerzas inglesas dieron a su autoridad imperial. Si bien el Tratado de París de 1763
devolverá sus posesiones a España y le adicionará la Louisiana como compensación
de Francia, su aliada, por la pérdida de la Florida, la fuerte humillación dará el
impulso necesario para que el gobierno de Carlos III se proponga reformar las
relaciones con América.
La liberalización comercial había comenzado de manera cautelosa en 1765 con la
apertura de varios puertos metropolitanos, pero el Reglamento de Libre Comercio,
promulgado en la icónica fecha del 12 de octubre, vendrá a trastocar de manera
colosal e irreversible el arreglo mercantil con América. En el capítulo anterior
revisamos las principales disposiciones y características del Reglamento, así que
conviene revisar, en el largo plazo, el desarrollo y resultado comercial del Imperio
hispánico de ultramar.
La Gráfica 1 nos demuestra el nivel mercantil desde inicios del siglo hasta la
promulgación del Libre Comercio basándose en el tonelaje transportado en uno u
otro sentido:
63
Fuente: Elaborada a partir de García-Baquero, Cádiz, 1975, vol. II, pp. 125-128.
El crecimiento del volumen comercial es evidente, sin embargo está salpicado de
bajas coyunturales que obedecen a los diversos episodios bélicos. Es apreciable la
tendencia creciente que cobra auge a partir de mediados de siglo a excepción de
1762 donde la entrada de España a la Guerra de los Siete años tuvo consecuencias
desastrosas para el comercio ultramarino.
El auge comercial puede responder en parte a la paulatina, y como vimos
titubeante, liberalización del comercio. La utilización cada vez en mayor proporción
de navíos sueltos puede responder a este movimiento. Se puede contrastar las
cifras correspondientes sólo al tráfico mercantil en Navíos de registro suelto en la
Gráfica 2:
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Gráfica 1. Total de toneladas traficadas entre España y América, 1717-1777
64
Fuente: Elaborada a partir de García-Baquero, Cádiz, 1976, vol. II, pp. 131-133.
Se observa que los incrementos del volumen total comerciado corresponden con los
incrementos del tráfico en Navíos sueltos. Los navíos sueltos son la base del auge
comercial, su carácter más independiente les valió el incremento del tráfico. Esto
nos inclina a pensar que la navegación en solitario respondía a la dinámica
mercantil de las coyunturas, sin embargo la navegación en convoy no perdió
presencia hasta el comienzo de la segunda mitad del siglo.
Como se observa en la Gráfica 3, los navíos sueltos fueron reclamando mayor
proporción sobre el total traficado, mientras que los navíos en convoy respondieron
a las coyunturas políticas, reportando en algunos años un nulo porcentaje.
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Gráfica 2. Toneladas traficadas entre España y
América en Navíos sueltos, 1717-1777
65
Fuente: Elaborada a partir de García-Baquero, Antonio, Cádiz, 1975, tomo II, pp. 125-128 y 131-133.
Ahora bien, los resultados del flujo comercial en uno y otro sentido una vez que se
promulgó la libertad de comercio pueden apreciarse en los índices de crecimiento
tomando como base 1778. La Gráfica 4 nos revela las variaciones del nivel
comercial de las importaciones españolas desde América en el periodo 1778-1796,
con excepción de los años 1779-1781 de los cuales no se cuenta con observaciones y
se supone una paralización comercial por una nueva declaración de guerra entre
España e Inglaterra.
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Gráfica 3. Proporción de toneladas traficadas entre España y América en navíos sueltos
sobre el total, 1717-1777
Po
rcen
taje
66
Fuente: Elaborada a partir de Fisher, Comercio, 1993, p. 24.
Observamos un vertiginoso incremento del tráfico hacia la Península, la apertura
de nuevos puertos al tráfico, en ambas orillas del Atlántico, se tradujo en un
incremento total del tráfico.218 Sin embargo recordemos que los puertos de la
Provincia de Venezuela y de Nueva España fueron excluidos en un principio del
nuevo régimen comercial, pero para 1789 fueron incluidos, explicando así en cierta
medida el pico máximo del indicador en el periodo.
Pero resulta más interesante contrastar este índice con el correspondiente a las
exportaciones españolas hacia América en el mismo periodo. Se observa un
resultado mucho más modesto como se describe la siguiente gráfica:
218 Recordemos que los datos que toma Fisher son los correspondientes a los registros de buques individuales que con las reformas de 1778 debían describir el valor de las mercancías, diferente al registro anterior donde el palmeo sólo incluía el volumen de las mercancías.
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Gráfica 4. Índice de crecimiento de las importaciones de España desde América,
1778-1796 (base 1778)
67
Fuente: Elaborada a partir de Fisher, Comercio, 1993, p. 19.
El crecimiento es también remarcable, sin embargo se debe considerar que el
aumento tiene puntos máximos que circundan el 600 por ciento tomando de nuevo
1778 como la base. Esto refiere un crecimiento mucho menor de las exportaciones
que de las importaciones, las cuales mantienen un crecimiento por encima del 600
por ciento desde 1784 llegando incluso a un punto máximo de 1,600 por ciento.
¿Cómo explicar esta diferencia?
El contrabando nunca pudo ser eliminado del sistema comercial hispánico, a pesar
de la apertura de nuevos puertos y reducción de algunos costes como fletes, seguros
y riesgos. Se mantuvo sin embargo un diferencial entre los precios españoles y los
europeos, así que el contrabando seguía siendo un negocio rentable.219
Es de resaltar también que la apertura de puertos peninsulares realmente socavó
poco el monopolio práctico de Cádiz. Este puerto concentró un 75 por ciento de las
exportaciones desde España a América, siendo su más cercano competidor
Barcelona con sólo un diez por ciento.220 En cuanto a las importaciones
219 Bernal, Libre, 1987, pp. 21-22. 220 Fisher, Comercio, 1993, p. 20.
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Gráfica 5. Índice de crecimiento de las exportaciones de España hacia América,
1778-1796 (base 1778)
68
americanas, el fenómeno se agudiza, Cádiz concentra el 84 por ciento mientras que
Barcelona responde sólo por un 4 por ciento.221
Por otro lado, la plata seguía siendo el principal bien que viajaba de América a
España, pero también otras mercancías se habían logrado posicionar en los
mercados europeos, mercancías de poco volumen y de relativo alto valor como los
tintes y los cueros. A cambio de estos España exportaba diferentes manufacturas,
muchas de las cuales consistían en producción del resto de Europa, sobre todo de
las regiones correspondientes a Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Italia y
Portugal.
El resultado obvio era que la metrópoli mantenía una balanza deficitaria con el
resto de Europa, esto hacía que requiriera cada vez una mayor cantidad de metales
preciosos para subsanar su déficit, transfiriendo así hacia América su incapacidad
de competir en el mercado europeo.222 Un cálculo de 1794 indica que la mitad del
déficit con Europa podía explicarse por mercaderías re-exportadas a América, sin
embargo el sistema imperial arrojaba un balance positivo al estudiar el comercio en
su conjunto.223
En 1797 las remesas americanas que la Metrópoli pudo rescatar constituyeron sólo
un 1 por ciento del total del año anterior, esto debido a una nueva declaración de
guerra con Inglaterra.224 España decide permitir el comercio americano a barcos de
naciones neutrales. Esto significó el último golpe liberalizador del sistema
comercial imperial. Una condición, que resultó por demás inoperante, era que los
barcos neutrales regresaran a España con los cargamentos americanos.225
Esta medida, que tenía carácter temporal y de urgencia ante la imposibilidad de
hacer frente a los mercados americanos, terminará por perpetuarse incluso ante su
revocación dos años después una vez que se restaura una paz vacilante en
221 Fisher, Impacto, 1987, p. 29. 222 Bernal, Libre, 1987, p. 24. 223 Fisher, Imperial, 1985, p. 45. 224 Fisher, Relaciones, 1992, p. 197. 225 Fisher, Comercio, 1993, p. 47.
69
Europa.226 El auge comercial, pero sobre todo el beneficio económico que el
comercio con neutrales trajo para las colonias hispanoamericanas fue de tal grado
que las élites americanas no estuvieron dispuestas a renunciar a él, incluso
llegando a comerciar con las potencias rivales de manera disimulada.
Por otro lado, para España el comercio con neutrales significó la pérdida del
vínculo comercial, el cual difícilmente podría recuperarse. La Gráfica 6 muestra la
curva de exportaciones hacia América desde la libertad comercial hasta la década
de 1820, observando que desde mediados de la década de 1790 el tráfico tiende a
disminuir de manera extraordinaria.
Fuente: Elaborada a partir de Fisher, Comercio, 1993, pp. 19 y 63
Podemos constatar que el bajo nivel comercial obedece una vez más a la coyuntura
bélica, el pico que presenta la curva entre 1802 y 1804 se explica por el desbloqueo
comercial que la Paz de Amiens significó para el tráfico atlántico.
La Corona no tardó en darse cuenta del perjuicio que el comercio neutral
significaba para las arcas reales y para la economía peninsular, sobre todo ante la
extensión de los beneficios del comercio con América hacia los rivales ingleses. Sin
226 Costeloe, Spain, 1981, p. 210.
0
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Gráfica 6. Índice de crecimiento de las exportaciones de España hacia América,
1778-1820 (base 1778)
70
embargo, la prohibición de dicho sistema fue inoperante, como inevitable resultó
la independencia comercial que cobraron las posesiones americanas.
Conviene cerrar este apartado con una mirada secular del significado para la
metrópoli en desarrollo comercial dieciochesco a partir de un indicador diferente.
Michel Morineau reconstruye esta curva con base en los informes que las gacetas
holandesas refieren sobre los envíos de metales preciosos provenientes de
América.227
Fuente: Elaborada a partir de Morineau, Incroyables, 1985, pp. 378, 377, 391, 417 y 430-435.
Se puede apreciar la tendencia a la alza del comercio, pero la volatilidad de los
datos nos revela la dependencia de los flujos mercantiles a las coyunturas bélicas
dieciochescas. El Reglamento de Libre Comercio realmente tuvo una corta
duración y restringida por los eventos políticos, frustrando así los objetivos
expansionistas. E incluso el crecimiento entre 1778-1796 puede considerarse
227 Morineau utiliza las gacetas de Ámsterdam, Utrecht y Lyede las cuales remitían informes a las casas comerciales y financieras holandesas con un alto grado de detalle sobre los envíos americanos. Sin embargo, para 1778 dichas gacetas desaparecen por la incapacidad de contabilizar los envíos ante la liberalización del comercio. Sin embargo el autor retoma los datos de la Gaceta de Madrid y del Correo Mercantil y los contrasta con los informes de los cónsules franceses en Madrid, de esta manera logra reconstruir la curva para estos años. Véase Morineau, Incroyables, 1985, pp. 351-354.
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Gráfica 7. Valor de los envíos de oro y plata desde América a España, 1721-1802
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modesto con respecto al crecimiento potencial que pudo haberse originado en un
contexto político diferente.228
España terminó el siglo XVIII como lo había comenzado, envuelta en un conflicto
internacional que paralizó sus relaciones económicas. Sin embargo, durante la
Guerra de Sucesión la injerencia comercial, legal o no, de otras potencias en
América ayudó a mantener a flote los mercados americanos que una vez
restablecida la paz volvieron a establecer vínculos con la Metrópoli. Pero un siglo
después, la economía americana era mucho más compleja, el decreto del comercio
con neutrales relajó tanto los vínculos con España que provocaría casi una total
disociación.229 Como consecuencia, también se fortaleció el acercamiento con los
acostumbrados rivales, los ingleses, y la aparición de los Estados Unidos como
nuevo socio comercial emergente.230
La Batalla de Trafalgar impuso el dominio incuestionable de las fuerzas británicas
en el Atlántico. Si antes los mercaderes de Cádiz habían decidido no zarpar hacia
América por miedo a ser apresados, ahora el encierro dejaba de ser voluntario. En
1805 se vuelve a permitir el comercio con neutrales, aunque como mencionamos
realmente nunca cesó, ahora sin la ilusoria cláusula sobre el retorno a España de
las mercaderías americanas.
El último respiro del comercio imperial hispánico se observó en 1808,
paradójicamente, ante la invasión napoleónica a España y el cese de las
hostilidades con Inglaterra. Pero el vínculo económico con América estaba roto, y
la fidelidad política vacilante. La entrada de América de lleno en la globalización de
fines del siglo XVIII y principios del XIX de la mano de una España belicosa y
derrotista, le significó una carga fiscal que habría de traducirse en un sentimiento
anticolonialista que atravesó transversalmente todos los estratos sociales
americanos.
228 Fisher, Relaciones, 1992, p. 239. 229 Las importaciones y exportaciones entre Cádiz y Veracruz, los puertos de mayor relevancia, bajaron en un 96 y 97 por ciento respectivamente. Véase Fisher, Relaciones, 1992, p. 243. 230 Las exportaciones entre 1795 y 1801 de Estados Unidos a la América española crecieron en un 600 por ciento, mientras que las importaciones se elevaron sólo en un 75 por ciento en el mismo año. Véase Fisher, Relaciones, 1992, p. 244.
72
El resultado de las reformas comerciales en el Plata
El Río de la Plata fue convirtiéndose en un proveedor de bienes y en un mercado
importante para el comercio imperial. Si bien había existido un goteo continuo,
ahora el flujo era considerable, tanto que muchos agentes comerciales gaditanos,
vascos y gallegos se asentaron en Buenos Aires con la intención de participar de las
ganancias, trayendo así manufacturas y extrayendo cueros y plata potosina.231 En el
periodo de 1778 a 1796 el complejo rioplatense concentró en promedio el 12 por
ciento de los envíos a la Península.232
Este fenómeno estuvo ligado a la revalorización que tuvo la plata en el mercado
europeo, incrementando así su demanda. La participación del comercio francés en
los circuitos mercantiles en Sudamérica también contribuyó al empuje del tráfico
de plata potosina.233 Así pues, la región rioplatense fue cobrando un auge paulatino
de la mano de una Europa que cada vez demandaba una mayor cantidad de metales
preciosos.
Las mercancías eran descargadas en Montevideo, el cual consistía en un mejor
puerto natural, pero también más proclive a ataques enemigos como abría de
demostrarlo la ocupación inglesa de 1707. Sin embargo, ambos puertos
funcionaban de manera simbiótica y articulada en el arreglo imperial.234
Podemos observar el desarrollo del complejo platense desde mitad del siglo XVIII
en la Gráfica 8 construida a partir de los registros de buques mercantes al llegar a
la Península:
231 Fisher, Relaciones, 1992, pp. 215 y 216. 232 Fisher, Impacto, 1987, p. 33. 233 Tandeter, Coacción, 2992, pp. 18-19. 234 Fisher, Relaciones, 1992, p. 190.
73
Elaborada a partir de Morineau, Incroyables, 1985, pp. 420, 450-454
Esta gráfica da cuenta de la importancia que los envíos desde Río de la Plata
significaban desde Tierra Firme. Su importancia es creciente (sin considerar la falta
de observación para 1799) a partir de la década de 1780, cuando efectivamente
puede considerarse que los efectos del comercio libre son apreciables.
La inclusión formal de la región del Río de la Plata en el comercio atlántico la
vinculó también hacia el Pacífico al constituirse en paso de la ruta al Perú vía el
Cabo de Hornos.235 Ambos puertos jugaron entonces un doble papel: como origen y
destino de una ruta específica del comercio imperial; y como estación de paso de
navíos mercantes. Bajo esta segunda modalidad se desarrolló una industria
proveedora de bienes y servicios que los buques mercantes requerían para la
travesía. Las exportaciones de metálico desde Río de la Plata constituyeron un 81
por ciento del total de mercancías entre 1779 y 1784, significando el 32 por ciento
de los ingresos fiscales.236
La simbiosis entre Buenos Aires y Montevideo puede evidenciarse en la Gráfica 9:
235 Sala, Estructura, 1967, pp. 16-17. 236 Tandeter, Coacción, 1992, p. 24.
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Gráfica 8. Proporción del valor de los envíos de oro y plata desde el Río de la Plata hacia España en relación a los
envíos por "Tierra Firme", 1756-1804
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Fuente: Elaborada a partir de Fisher, Comercio, 1993, pp. 95 y 96
Montevideo controlaba el tráfico exterior, al menos formalmente.237 El puerto
montevideano era la garganta del complejo platense, pero Buenos Aires
representaba la administración virreinal y era el canal de distribución de las
mercancías que entraban y salían en la región.238 La navegación entre uno y otro
puerto se hacía mediante embarcaciones de menor calado, las mercancías eran
trasladadas en uno y otro sentido, permitiendo así hablar de un “complejo
portuario rioplatense” más allá de disociar ambos puertos.239
Conviene también delinear el destino de los envíos salidos por el Río de la Plata
hacia la Península a partir de la apertura comercial.
237 Fisher obtuvo estos datos a partir de los registros con que las embarcaciones llegaban a los puertos españoles que se encuentran en el Archivo General de Indias. Estas guías eran elaboradas en Montevideo, teniendo como consecuencia que los registros reporten a este puerto como punto de salida. Véase Fisher, Imperial, 1985, p. 37. 238 Si bien ambos puertos funcionaban de manera coordinada, cada uno tenía sus redes e intereses, mismos que abrían de evidenciarse en el desquebrajamiento del Imperio donde cada uno puso sus lealtades en claro: Buenos Aires hacia el interior continental, y Montevideo hacia la Metrópoli. Véase Ribeiro, Fieles, 2013, tomo 2, p. 45. 239 Lelo, Espanha, 1996, p. 55.
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Gráfica 9. Origen del valor de las exportaciones desde el Río de la Plata hacia
España, 1797-1815
Montevideo Buenos Aires Montevideo-Buenos Aires
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Fuente: Elaborada a partir de Morineau, Incroyables, 1985, pp. 450-454
Observamos la preeminencia de Cádiz como puerto de destino, concordando con el
modelo imperial, pero a diferencia de éste, fue La Coruña, y no Barcelona, el
segundo puerto en importancia para el tráfico hacia la Península.
La Coruña es un puerto que desde mediados de la década de los sesenta del siglo
XVIII había obtenido de la Corona la prerrogativa de comerciar con las Antillas, El
Río de la Plata e incluso Nueva España a través de la sociedad pública de “Correos
Marítimos”.240 En todo el periodo el Río de la Plata absorbe en promedio el 60 por
ciento de las exportaciones gallegas, sobre todo concentradas en textiles
autóctonos.241
La clase comercial de La Coruña, pequeña y sin grandes capitales para invertir,
estaba permeada de agentes forasteros rentistas, mismos que diversificaban sus
inversiones no sólo en el comercio indiano sino también en bienes raíces,
240 Álvarez, Comercio, 1987, p. 165. 241 Aunque el Decreto de Libre Comercio abrirá la puerta para un viraje en el origen de dichos textiles, cobrando importancia los españoles, sobre todo catalanes, y los extranjeros, desarticulando el único sector gallego que pudo haber levantado su producción a principios del siglo XIX. Véase Álvarez, Comercio, 1987, p. 166.
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Gráfica 10. Distribución de las exportaciones de oro y plata desde Río de la Plata hacia
España, 1779-1804 Algercias
Canarias
Ayamonte
Vigo
Málaga
El Ferrol
Santander
Muros
La Coruña
Tenerife
Barcelona
San Sebastián
Cádiz
76
manufacturas y deudas públicas y privadas.242 De esta manera se explica la
vinculación de una red ibérica de cooperación que al abrir el comercio en 1778 se
hará del control de las vías comerciales practicadas veinte años antes, y aunque la
masa de beneficios tuvo una tendencia a la baja, al ser repartida entre un grupo
selecto de comerciantes representaba un gran negocio, sobre todo ante la
liberalización de la trata negrera, mercado en el cual el Río de la Plata tenía una
importante participación.243
Por otro lado, cabe también analizar el tipo de mercancías que salían del Río de la
Plata hacia España. En el trienio de consolidación del Libre comercio (1787-1789),
el 95 por ciento de las exportaciones se componían de metales preciosos y cueros,
siendo otras de menor importancia carne salada, sebo, tabaco y harina.244 La plata
era el principal componente de las exportaciones, reportaba un 57 por ciento del
total y un 65 por ciento de los derechos que la Corona obtenía, mientras que los
cueros era el segundo género en importancia, respondiendo por un 20 por ciento
de las exportaciones y un 26 por ciento de las entradas a las arcas reales, y
finalmente el oro significaba un 18 por ciento de las exportaciones.245 Para 1796
esta estructura se modificó un poco, la suma de las exportaciones de metales
preciosos respondía por un 80 por ciento de las exportaciones totales, dividida en
el 28 por ciento de oro y 51 por ciento de plata, mientras que los cueros mantenían
un 20 por ciento del total.246
Observamos entonces que el crecimiento de los flujos comerciales en el Plata
estuvo condicionado por las necesidades europeas. Esta relación se acentúa si
observamos que los productos traídos al complejo portuario platense se componían
más de bienes manufacturados extranjeros que de mercaderías españolas. Esta
disparidad se agudiza si consideramos que muchas mercaderías extranjeras se
hacían pasar por españolas en los puertos peninsulares.247
242 Álvarez, Comercio, 1987, p. 172. 243 Ibid., pp. 173-175. 244 Lelo, Espanha, 1996, pp. 62-63. 245 Ibid., p. 63. 246 Halperín, Revolución, 2002, p. 48. 247 Millot, Historia, 1991, p. 74.
77
La simbiosis entre las bandas rioplatenses sufre cambios debido al desarrollo
estructural de la Banda Oriental, su hinterland comienza a producir una industria
ganadera, orientada sobre todo a la producción de cueros, más eficiente y rentable
que la de Buenos Aires.248 Su campaña, prácticamente deshabitada, funciona como
un campo de producción extenso más acorde con la producción ganadera, sumado
a un alto avance en la tecnificación como se muestra al haber instaurado el primer
saladero de la región en las inmediaciones de Colonia del Sacramento.249 De esta
manera llega a competir con la producción bonaerense, la cual se encontraba
saturada y disputada por las ciudades cercanas del Litoral como Santa Fe y
Corrientes.
El puerto oriental también cobró un giro como proveedor de servicios portuarios,
es decir, no sólo constituía la garganta fluvial, sino que desarrolló una estructura
productiva-mercantil enfocada a suministrar a los buques mercantes y buques de
guerra de diversos bienes y servicios necesarios para la navegación.250 Para este
efecto poco importaba la filiación nacional de las embarcaciones, igual proveían
víveres, herramientas y materiales de repuesto, ya fuera para el viaje en altamar o
para el tiempo en que los buques permanecieran en el puerto. Así también se
encargaban del servicio de transportación entre puertos para realizar las diligencias
necesarias. Esta actividad económica funcionaba por medio de una licencia real,
otorgada por la autoridad virreinal, ocasionando conflictos entre mercaderes por su
adjudicación.251
Es de vital importancia rescatar las relaciones comerciales del puerto
montevideano con el territorio portugués colindante. Como vimos en el capítulo
anterior, el origen de esta relación tuvo un carácter semilegal. Para el último cuarto
del siglo XVIII la posesión hispánica definitiva sobre La Colonia abrió un nuevo
episodio de relaciones mercantiles semiclandestinas en la orilla oriental del Río.252
248 Sala, Estructura, 1967, pp. 107-109. 249 Halperín, Revolución, 2002, p. 37. 250 Sala, Estructura, 1967, pp. 48-52. 251 Véase Bentancur, Provisión, 1996. 252 Un gran número de súbditos portugueses expulsados de La Colonia se asentaron en Montevideo y al interior de la Banda Oriental, llevándose sus redes comerciales y poniéndolas en contacto con las redes existentes en el puerto español. Resulta emblemático el caso de Don Manuel Cipriano de
78
En tiempos bélicos la Corona española permitió el comercio de barcos portugueses
en el Plata para abastecer y salvaguardar sus posesiones, mientras que la vía ilegal
utilizó las denominadas “arribadas maliciosas” donde los buques extranjeros,
argumentando algún desperfecto o condiciones climáticas adversas, obtenían el
permiso de entrar a los puertos españoles y así contrabandear sus mercancías.253
La “trata” era el principal rubro sobre el que funcionaba la relación Río de la Plata-
Río de Janeiro. Las mercancías rioplatenses que hacían frente a la introducción de
esclavos era primordialmente plata, pero el aprovisionamiento de los buques
ingleses, aliados de Portugal, cobraba una importancia por su constante presencia
en la zona.254
Montevideo constituía el paso obligado de esclavos hacia el interior.255 Estaba
inmerso en una red comercial a medio camino entre los Imperios español y
portugués, resultando que, en el tema del trafico esclavo, la relación era más de
cooperación que de enfrentamiento.256 Si bien, en tiempos de paz, la introducción
de esclavos africanos en el Río de la Plata vía el Brasil colonial era ilegal para los
súbditos de ambas coronas, los grandes beneficios económicos mantuvieron este
circuito funcionando a pesar de su clandestinidad.257
El reformismo borbónico dio al esclavismo un papel de vital importancia para
lograr levantar la producción en territorios periféricos como el Río de la Plata, así
que abrió su comercio hacia el tráfico negrero. Sin embargo sus mercaderes poco
sabían sobre el comercio directo de esclavos, esa prerrogativa la habían cedido
desde que dejaron en manos portuguesas la colonización de África. De esta manera
España tuvo que sumarse a un circuito comercial controlado por otras potencias y
Melo, de origen portugués pero que cambió hábilmente de lealtades entre ambas Coronas ibéricas. Véase Prado, Carreira, 2012. 253 Moutoukias, Río, 1983, p. 206. 254 Bentancur, Proceso, 2003, p. 108. 255 Aunque la creciente producción agropecuaria en la Banda Oriental comenzaba a absorber esclavos que realizaban las más diversas tareas en el medio rural. Véase Borucki, Posible, 2005, pp. 46-48. 256 Borucki, Slave, 2011, p. 81 y 104. 257 Incluso, el reformismo dieciochesco provocó que casi la mitad de esclavos introducidos entre 1500 y 1867 cruzaron el Atlántico entre 1750 y 1825. Véase Borucki, Slave, 2011, p. 81.
79
hacer uso de sus redes sujetándose también a sus condiciones.258 El resultado para
el mercado negrero rioplatense fue una flexibilidad para hacerse de esclavos, ya
fuera por medio de las redes de comercio directo, o bien vía el Brasil. De esta
manera respondían a los impedimentos comerciales que el entorno bélico del siglo
XVIII les imponía.259
Las necesidades de los mercados del litoral, y las consecuentes ganancias, se
sobreponían a las lealtades juradas, un hecho ilustrativo fue la navegación de
buques hispánicos con bandera portuguesa para evitar represalias por parte de los
ingleses en tiempos bélicos. Esta práctica, que fue vigilada por la autoridad
virreinal, seguramente fue utilizada con una mayor soltura, aunque los registros
son incapaces de poner en evidencia.260
Las redes comerciales se mantuvieron entre colonias americanas de potencias
europeas enfrentadas, para la década de 1790 la presencia de actores extranjeros en
el comercio rioplatense se volvió un lugar común, y la guerra no cambió este
fenómeno.261 Los mercaderes rioplatenses beneficiados utilizaban diferentes
argucias, legales o prácticas, para mantener el tráfico con el puerto fluminense,
mientras que los partidarios del monopolio y control hispánico apelaban al respeto
y salvaguarda del Reino. El balance arroja un grado de autonomía colonial, que
tuvo expresiones violentas como la confiscación de mercaderías y apresamiento de
barcos enemigos, pero las redes informales de cooperación comercial sobrellevaron
estos inconvenientes y lograron mantener el flujo mercantil incluso una vez que los
brotes autonomistas hispánicos estallaron en la segunda década del siglo XIX.262
Conviene trazar el perfil de la clase mercantil emergente en el siglo XVIII para así
entender sus filiaciones, intereses y participación en el arreglo comercial imperial y
regional rioplatense.
258 Borucki, Slave, 2011, pp. 82-83. 259 Ibid., pp. 100-101 260 Para profundizar en el tema del “cambio de bandera” véase Malamud, Comercio, 1987. 261 Prado, Carreira, 2012, p. 169. 262 Prado, Shadows, 2002, pp. 122-134.
80
Mercaderes y negocios: los actores comerciales en ambas orillas
Hemos constatado la importancia del Río de la Plata como punto de confluencia
mercantil y geopolítica. Pero los intercambios se lograban, o malograban, entre
agentes específicos, con intereses y redes propias que podían resultar de
cooperación o también de enfrentamientos. Podemos apreciar que los mercaderes
fueron el grupo social que más se benefició en el Río de la Plata a raíz de las
reformas comerciales del Imperio.
Se observa una comunidad mercantil integrada por los individuos que de una u
otra manera están inmersos en el giro comercial, ya sea en calidad de mercaderes
por cuenta propia o como comisionistas de casas comerciales americanas o
europeas. Las relaciones mercantiles demandaban el establecimiento y
permanencia de vínculos más allá de las fronteras regionales o imperiales. En el
Río de la Plata el orden colonial había impuesto un control formal sobre el giro
mercantil bastante restrictivo, sin embargo en la práctica se observó un desarrollo
importante de la mano de las formas clandestinas que el arreglo institucional
permitía.
Sin lugar a dudas el núcleo de la élite mercantil se localizaba en Buenos Aires, se
trataba de una élite urbana, pero difícilmente se puede separar de otras actividades
productivas como la ganadería y el comercio menudo.263 Su origen se observó a la
sombra del comercio controlado por Lima, sin embargo los diferentes canales
semilegales y una creciente autonomía de la región a partir del siglo XVIII le dio la
capacidad de enarbolarse como grupo social autónomo e incluso enfrentado a sus
pares limeños.
El punto máximo de autonomía se logró con la creación del Virreinato del Río de la
Plata y la apertura de sus puertos al comercio directo con España. De esta manera
Buenos Aires se encontraba a la par que Lima en cuanto a jerarquía imperial, si
bien su mercado no era tan importante como el de ésta, el circuito mercantil limeño
vía el Cabo de Hornos le beneficiaba por igual.
263 Socolow, Merchants, 1987, p. 2.
81
Por otro lado, Buenos Aires concentraba el flujo de metales desde el Alto Perú hacia
el Atlántico, controlando de igual manera la distribución de mercancías europeas
hacia el interior del Virreinato. Ya se ha mencionado también la importancia de los
cueros como mercancía que no encontraba límites a su demanda al otro lado del
Océano. Y por último no debemos olvidar el vínculo esclavista que se tenía con Río
de Janeiro. De esta manera se fraguó una red mercantil atlántica-tierra adentro,
haciendo crecer la ciudad y convirtiéndose en sí misma en un mercado importante
para el flujo mercantil global.
En esta sociedad la jerarquía nobiliaria poco tenía que hacer frente al prestigio
social derivado de la posición ocupacional y económica. Sin dejar de ser un factor
importante, el apellido importaba poco en Buenos Aires colonial, sobre todo
porque las familias más prestigiosas poco tenían que ver con los grandes apellidos
peninsulares. Los estamentos estaban delineados ocupacionalmente: clérigos,
burócratas, comerciantes, militares, artesanos y campesinos. Bajo este aire, la
ciudad se llenó de emprendedores peninsulares que veían una oportunidad de
ascender en la escala social a pesar de su poco noble origen. 264
Sin embargo la dinámica del grupo fue trastocada ante el crecimiento del mismo y
la progresiva prosperidad que gozaban. Los patrones de consumo y de relaciones
sociales fueron modificándose conforme avanzaba el siglo. El sector mercantil de
inicios del siglo XVIII no era uniforme ni hermético, la escala de transacciones y la
movilidad entre ocupaciones hacen difícil una contabilidad precisa, e incluso un
censo de 1738 arroja que todos los individuos contabilizados estaban en vueltos de
alguna forma en actividades comerciales.265 Esta característica cambiará para fines
de siglo donde se muestran claras las divisiones, reportando para 1778 un 24 por
ciento de población partícipe del comercio a gran escala y un 5 por ciento adicional
como aprendices o dependientes de alguna casa comercial porteña.266 Incluso
264 Ibid., pp. 10-11. 265 Ibid., p. 12. 266 Ibid., p. 13.
82
ocurrió una diferenciación a mediados de siglo entre los vocablos “mercader” y
“comerciante” que antes se usaban indistintamente.267
Un censo preparado por la Junta de Comercio porteña revela 653 individuos
activos en el giro comercial, de ellos se calcula que 145 traficaban mercancías a
gran escala y larga distancia, representando la élite mercantil del complejo
portuario.268 En promedio se encontraban entre los 35 y 54 años de edad, y su
origen era eminentemente peninsular (79 p0r ciento), sin embargo una gran
proporción llevaban ya entre 12 y 15 años avecindados en América, pero a raíz del
Decreto de Libre Comercio y de la muerte de los comerciantes más antiguos la
proporción de peninsulares tiende a concentrarse.269
El origen de los comerciantes también revela su filiación familiar. Los comerciantes
criollos (15 por ciento) eran hijos de peninsulares llegados a principios de siglo
dedicados sobre todo al comercio, pero también a la burocracia y al ejército,
mientras que los comerciantes de origen español eran hijos de familias poco
acomodadas sobre todo rurales o urbanas en puestos burocráticos bajos.270
El origen de estos comerciantes resalta por concentrarse en el norte de España:
Galicia, Castilla, Santander y las provincias Vascas componen el 70 por ciento,
mientras que Andalucía sólo responde por el 8 por ciento y Cataluña el 1 por ciento.
Los demás comerciantes provenían del resto de Europa (6 por ciento) mientras que
un 15 por ciento era criollo mayoritariamente bonaerense. Esta estructura
contrasta con las alianzas matrimoniales, de las cuales el 83 por ciento eran
matrimonios con criollas nacidas en Buenos Aires, otro nueve por ciento eran
criollas de otras regiones de virreinato, y sólo un 8 por ciento eran peninsulares.271
Esto se puede explicar por las redes que tejían los comerciantes peninsulares una
vez que lograban hacer fortuna en el Río de la Plata, mediante el matrimonio
267 “Comerciante” referirá al individuo imbuido en el comercio atlántico como socio de alguna casa peninsular o apoderado de éstas; mientras que “mercader” responde a los individuos que tienen una tienda local y hacen negocios en pequeña escala. Véase Socolow, Merchants, 1987, p. 14. 268 Socolow, Merchants, 1987, p. 15. 269 Ibid., p. 16. 270 Ibid., p. 17. 271 Ibid., p. 186.
83
afianzaban su status y se hacían de recursos necesarios para diversificar su giro
comercial mediante las alianzas con familias ganaderas o de comerciantes antiguos.
El vínculo con la burocracia virreinal era otro punto importante de estos actores
económicos. Los aportes pecuniarios al aparato administrativo, imperial o local,
fueron un arma efectiva para ganar el favor de las autoridades.272 Así mismo el
control del Cabildo fue otro medio para ganar poder en las decisiones virreinales,
aunque los miembros del Cabildo comerciantes demostraron poca habilidad e
irresponsabilidad en los asuntos gubernamentales.273
Al otro lado de Río, la composición demográfica era diferente y de reciente
creación. El núcleo militar de inicios del siglo se había transformado con el pasar
de las décadas, la reglamentación del Libre comercio atrajo nuevos pobladores
ávidos de sumarse al auge mercantil. Al igual que Buenos Aires, en Montevideo la
situación nobiliaria importaba poco en la práctica, incluso la posesión de tierras
tendía a despreciarse si esta no se podía traducir en beneficio económico.274
El estadio inicial de la población oriental se caracterizó por presentar un bajo grado
de diferenciación social. Si bien el título de “Hidalgo de solar conocido” refería a un
status de preeminencia en cuanto a pionero en la colonización, su utilidad
económica resultaba precaria, resultando que en la práctica, no se tradujera en una
condición de élite.275 Así también, las fortunas poco ostentosas no representaban
una variable de diferenciación, sino que la pertinencia a la burocracia reducida o a
los altos cargos militares rendían mayor cuenta de la estratificación.
La importancia portuaria de Montevideo se tradujo en una jerarquía social
conformada rápidamente y orientada hacia los intereses de ultramar. El poder del
sector comercial se encontraba en la capacidad de maximizar las ganancias de una
producción ganadera rural limitada, pero inmersa en la red mercantil imperial. Su
posición geoestratégica la convertía en puerto-frontera de cara al Imperio
272 Ibid., p. 113. 273 Ibid., p. 121. 274 Dutrénit, Uruguay, 1994, p. 36. 275 Schröter, Estructuras, 1999, pp. 105-106.
84
portugués capaz de consumir la incipiente producción local y la producción
redirigida desde otras partes del Virreinato vía Buenos Aires proveyendo de
esclavos y manufacturas europeas que dentro de las vías hispánicas legales de
comercio hubieran resultado poco rentables.
Claro está que la plata articulaba el círculo comercial. De ahí que los comerciantes
montevideanos monopolistas, muchos de ellos arribados después del Decreto de
Libre Comercio, fueran agentes de casas comerciales bonaerenses, gaditanas,
catalanas y gallegas. Estos agentes extendían sus actividades como hacendados,
navieros, saladeristas, molineros, traficantes de esclavos, mayoristas, pulperos y
prestamistas.276 Jugando también entre las vías legales y clandestinas del comercio
con una soltura adaptativa a las coyunturas.
Las fortunas que se lograron fraguar eran modestas incluso en el contexto virreinal,
la diversificación fue la base para paliar la estrechez del mercado interno y la
dependencia exterior de los ciclos comerciales. La producción ganadera fue uno de
los sectores más buscados por estos comerciantes, eran sus propios cueros, sebos y
tasajo las mercancías que transportaban hasta La Habana, regresando con azúcar,
aguardiente de caña o esclavos, para comerciarlos en otras partes del Virreinato.
Surtían a la campaña de las manufacturas básicas a cambio de cueros provenientes
del pequeño y mediano hacendado. También controlaban los saladeros y molinos,
con éstos surtían a los buques estacionados en el puerto de bizcocho y tasajo para la
travesía de ultramar, teniendo así una representación fuerte en el Cabildo para
hacerse de los contratos de aprovisionamiento naval.277
La migración a partir del reformismo borbónico amplió la base poblacional sobre la
cual podría constituirse una élite, el éxito económico de los “recién llegados”
imprimió un sello eurofílico a la élite emergente. Las alianzas sociales tuvieron
también reflejo, como se observó en Buenos Aires, mediante los matrimonios entre
criollas autóctonas acomodadas y comerciantes peninsulares recién elevados, al
276 Dutrénit, Uruguay, 1994, p. 37. 277 Ibid., p. 38.
85
cual responde un 85 por ciento del total de los matrimonios de la élite.278 El
comercio montevideano inicial era muy tendiente al contrabando, y con vínculos
fuertes hacia la Península, por esos sus intereses pronto rivalizaron con los de
Buenos Aires.279
A partir de la década de 1790 la modesta clase mercantil marítima montevideana
cobra un auge remarcable. La combinación de los actores comerciales asentados
durante el siglo y la llegada de los nuevos agentes mercantiles posibilitaron un
eslabonamiento con las diferentes áreas productivas y la burocracia, así pues
cobraron un aire autónomo y tomaron las riendas como élite dirigente a la par que
el arreglo colonial-virreinal se iba diluyendo.280 La clasificación de los comerciantes
montevideanos presenta dificultades al no constituirse como clase homogénea, en
el carácter fronterizo del puerto, las oportunidades y riesgos diluían la capacidad de
una acción colectiva unificada. A la par mercaban como apoderados que a cuenta
propia, de manera legal o en el contrabando, con españoles o extranjeros, etc.
Sin embargo un corte temporal se puede hacer respecto al momento de su
incorporación al comercio montevideano. Hubo quienes emprendieron su carrera
mercantil antes o en la década de 1770, y otros quienes hicieron lo propio en plena
ebullición mercantil posterior a 1778. El primer grupo se componía de individuos
en su mayoría del norte de España, vascos sobre todo, solteros que circundaban los
veinticinco años. Éstos se constituyeron en el núcleo exportador mayorista, sin
embargo comenzaron en el sector minorista.281
El segundo grupo se conformaba por comerciantes llegados en la década de 1780 y
1790, impulsados por el auge económico rioplatense y las grandes oportunidades
de participar de él. Este grupo tenía un reducido capital mercantil, sin embargo su
fuerte era el capital social que acarreaban desde su ciudad de origen. Este grupo
278 Schröter, Estructuras, 1999, pp. 111-115. 279 Narancio, Independencia, 1992, p. 47. 280 Bentancur, Puerto, 1997, p. 15. 281 Ibid., pp. 16-20.
86
será el que primará a partir del nuevo siglo debido a que el primer grupo, en su
mayoría, perderá preeminencia con el paso de los años.282
Es de notarse el impacto de la llegada de catalanes en este segundo grupo, sin
embargo se observa que fue una migración temporal, al cabo de cinco años de
pasantía por Montevideo proveyeron al puerto de medios de transporte,
incrementaron en número de mostradores y dieron cierto empuje a la industria
saladera.283
La migración de otras regiones españolas en el segundo grupo fue más
diversificada que en el primero. De él habrían de salir los principales mercaderes
de inicios del siglo XIX, sus conexiones a uno y otro lado del Atlántico les valieron
también concretar negocios a uno y otro lado del Plata. La movilidad entre el
comercio al menudeo y a gran escala también se explica por la pluralidad de
ocupaciones de sus propietarios, extendiéndose así redes capaces de hacer frente a
una demanda de población flotante derivada de la actividad portuaria en tiempos
de coyunturas desfavorables del tráfico de ultramar.
Las actividades comerciales montevideanas no pueden explicarse sin la sinergia
bonaerense. Hacia la década de 1760 el insípido cuerpo mercantil montevideano se
componía de una docena de individuos que administraban pulperías que
fomentaban y sostenían mercaderes porteños, quienes se llevaban todos los
beneficios producidos dejando sólo una pequeña comisión a modo de sueldo para
el administrador.284 La década siguiente fue testigo de la multiplicación de agentes
montevideanos de casas bonaerenses, todo dentro del auge comercial que
comenzaba a hacerse palpable en la orilla occidental del Plata. Sin embargo, los
orientales no recibían a título propio casi ninguna mercancía, y si llegaban a
hacerlo eran dependientes del crédito a corto plazo y muchas veces se veían
forzados a malbaratar sus mercancías para hacer frente a dicha deuda.
282 Ibid., p. 20. 283 Ibid., p. 21. 284 Ibid., p. 30.
87
Sin embargo, la clase mercantil montevideana tomó bajo sus riendas las tareas de
aprovisionamiento de los buques ultramarinos, así como la exportación de los
frutos del país, primero los cueros, luego una protoindustrialización de las grasas y
el sebo, para terminar con la carne salada. Esta clase comercial versátil y volátil fue
la que comenzó el siglo XIX, en el ambiente revolucionario, buscando no perecer y
más allá, hacerse del poder político.285
El aprovisionamiento de víveres jugó un papel muy importante en el desarrollo de
la economía montevideana. Los asentistas lograron conformar redes de negocios
que vinculaban el transporte interior de las mercaderías necesarias, la producción
de los víveres y pertrechos necesarios, y una estructura de acopio adecuada. Esto
colocó a los asentistas en el centro de los flujos mercantiles, posibilitando así su
negociación con la Corona y obteniendo la inclusión en el fuero de la Marina y la
reducción o desaparición de aranceles sobre sus mercaderías. De esta manera se
constituyeron en un sector dinamizador propiamente montevideano e, incluso,
Oriental al hacer uso de las redes hacia el interior del territorio.286
Un viraje en las relaciones entre puertos comenzó a hacerse palpable,
transformaciones prácticas del comercio que habrían de modificar la relación de
dependencia montevideana. Las disposiciones de la Corona sobre la conveniencia
del uso de Montevideo como puerto de llegada y salida de las embarcaciones del
circuito atlántico habrían de dejar una derrama económica y así expectativas de
competencia por parte de los comerciantes asentados en Montevideo. Dos centros
comerciales en competencia, aunque las posibilidades de éxito montevideano para
arrebatar el control porteño eran poco reales, se vieron envueltos en un encuentro
frente a frente a partir de un marco regulatorio formal instaurado en la lejanía.
El enfrentamiento de intereses entre partidarios de cada puerto no era general.
Algunos comerciantes asentados en Buenos Aires que no gozaban de contratos
monopólicos que se cobijaron en las disposiciones del comercio libre estaban a
285 Real de Azúa, Patriciado, 1981, pp. 29-31. 286 Sandrín, Actividad, 2014, pp. 97, 110.
88
favor del papel de Montevideo en el entramado del complejo portuario.287 Sin
embargo la competencia se agudizaba al acabarse el siglo sobre todo ante
coyunturas que beneficiaron en mayor medida al puerto oriental como el tráfico
peruano vía el Cabo de Hornos, el asiento negrero en Montevideo, el comercio con
neutrales, o incluso las invasiones inglesas.288
Posiblemente la Corona no esperaba un enfrentamiento entre ambas orillas.289 Un
régimen de gobierno probado por siglos era la dupla entre administración tierra
adentro y práctica portuaria. Este esquema había funcionado para México-
Veracruz, El Callao-Lima, Quito-Guayaquil, Caracas-La Guaira. Pero para Buenos
Aires-Montevideo resultó en un enfrentamiento entre puertos. Si bien Montevideo
resultaba mejor puerto natural, Buenos Aires era cabecera virreinal y asiento de los
principales mercaderes, empleando ambas características para retener su
supremacía. El elemento aglutinante era representado por el Consulado de
comerciantes de Buenos Aires, conviene entonces rescatar su devenir y acción
política y económica en el complejo rioplatense.
El Consulado de Buenos Aires: creación y labor como cabecera
comercial del Virreinato
La creación del Virreinato del Río de la Plata y del Virreinato de Nueva Granada
supuso para el Perú una reducción significativa de sus dimensiones geográficas.
Pero más grave resultó la embestida económica, se perdía así la región minera
altoperuana la cual encontraba una vía, ahora legal, de salida del metálico hacia el
Atlántico vía Buenos Aires. Sin embargo la élite comercial limeña mantuvo su
supremacía sobre la clase comercial bonaerense y chilena con base en el control de
287 Prado, Carreira, 2012, p. 176. 288 Bentancur, Puerto, 1997, p. 31-33. 289 Uno de los primeros asuntos de conflicto fue el proceder de Don Cipriano de Melo como Comandante del Resguardo, dependencia encargada de combatir el contrabando. Véase Prado, Carreira, 2012, p. 177.
89
las redes mercantiles y los privilegios otorgados por la corona a cambio de
préstamos y donativos en los primeros años de la creación del nuevo Virreinato.290
Las fricciones entre los comercios de Lima y Buenos Aires se pueden rastrear hacia
1756 donde se establece la diputación y juzgado de comercio en esta última bajo la
dependencia del Consulado de Lima. Los conflictos de jurisdicción, así como del
juez de alzada depositado en la Audiencia de Charcas son los principales ejes de las
desavenencias con Lima. Sin embargo, con la creación del nuevo Virreinato las
apelaciones pasaron a realizarse en la Audiencia de Buenos Aires.291
El Reglamento de Libre Comercio contemplaba la creación de consulados de
comercio como los de México y Lima en los puertos recién habilitados que así lo
requirieran. Era de esperarse que los comerciantes de Buenos Aires quisieran
establecer un Consulado propio en vez de continuar la dependencia de un cuerpo
contrario a sus intereses y establecido en una jurisdicción política ajena. En julio de
1785 se convoca a una junta de notables comerciantes rioplatenses, a quienes se les
expone la necesidad de un tribunal consular que comprenda la jurisdicción del
Virreinato dada la habilitación de los puertos de Buenos Aires y Montevideo en el
tráfico con la Península.292
Dichas ideas son aprobadas por el cuerpo de comerciantes y se comisionan
apoderados para gestionar ante el Consulado limeño, el Virrey y el Rey, los trámites
necesarios para conseguir un propio consulado. Comenzará entonces un largo
proceso burocrático entre autoridades virreinales y peninsulares habrán de
turnarse el análisis de la pertinencia de la petición bonaerense, mediados por los
apoderados de la Junta de Comercio recientemente creada en 1779.
El cabildeo entre autoridades imperiales y la Junta de Comercio responde a un
juego de poder e intereses. La Corona necesitaba recursos líquidos, así pues,
negociar con las élites locales, a la par que fragmentaba el poder centralizado en las
290 Mazzeo, Comercio, 2010, pp. 260-261. 291 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, p. 46. 292 Ibid. Desde 1779 los comerciantes bonaerenses convocaron a Junta de General de Comercio en la cual determinaron con cautela que no existía necesidad de contar con un consulado propio. Véase Kraselsky, Comerciantes, 2002, p. 87.
90
viejas cabeceras virreinales, le abría la posibilidad de sumar agentes a las
negociaciones de Antiguo Régimen entre derechos y privilegios.293 Por su parte, la
élite mercantil de Buenos Aires representada en la Junta de Comercio veía
socavado su poder político y económico por el cuerpo mercantil de Lima, pero
también por el gremio de hacendados rioplatenses. La institución que representaba
la Junta ya no cumplía con el papel que venía desempeñando, a saber: dar a los
comerciantes porteños un campo de acción suficientemente amplio para negociar
con otros estamentos, así pues, la única vía posible era la institucionalización de un
Consulado diferente al de Lima.294
La Junta cumplió un papel de representación corporativa frente a la Corona y otros
cuerpos del Antiguo Régimen hispánico. De ahí que el análisis de su proceder entre
1779 y 1794 abriera la cuestión si se constituyó en una corporación en la práctica
antes de serlo formalmente.295 La búsqueda de una formalización de una práctica
más o menos evidente responde al ambiente intranquilo de las últimas décadas del
siglo donde las reformas trastocaban todo un orden, que de forma, había
funcionado durante dos siglos.
El cobro de Alcabalas significó también un punto de conflicto con la Corona, era
prerrogativa de la Junta de Comerciantes designar quiénes regularían la cantidad
que deberían pagar los comerciantes locales por dicho derecho. Los montos
adeudados rápidamente trajeron fricciones, evidenciando las pugnas internas y el
juego de lealtades entre grupos al interior de la comunidad mercantil.296
Otro papel de las Juntas fue el de proveer de recursos líquidos a la Corona frente a
las coyunturas bélicas, convocándose sesiones especiales en las cuáles se decidía el
monto a donar. La constante necesidad de recursos proveyó a los comerciantes
porteños de una carta a su favor en el cabildeo contra el Consulado limeño, para la
última década del siglo se consiguió que el Consulado de Lima dejara de percibir el
293 Kraselsky, Juntas, 2007, p. 147. 294 Ibid., p. 152. 295 Véase, Kraselsky, Comerciantes, 2002, p. 181. 296 Kraselsky, Comerciantes, 2002, p. 90.
91
1.75 por ciento sobre los caudales de Buenos Aires y Montevideo que regularmente
le correspondían.297
Por otro lado, la otra cara de la institución consular era el tribunal privativo en
materia mercantil. Las disputas con el gremio de hacendados derivado de la
comercialización de los cueros abrió la necesidad de instaurar un tribunal que
dirimiera las pugnas de manera rápida y eficiente, así pues, la Junta apostaba que
un tribunal gremial le daría la fuerza necesaria para subyugar a los hacendados a la
promoción del comercio en el Virreinato.298
Mientras tanto, los apoderados de comercio porteño mantienen sus diligencias
para obtener un consulado propio. El proceso es largo y sinuoso, e incluso existen
desavenencias entre los apoderados respecto al papel que debería cumplir el
consulado en materia de representación.299 En 1791 se presenta ante el Consejo de
Indias una propuesta de estatuto y ordenanza para la erección del Consulado, la
cual constaba de 48 apartados que establecían el orden interno del Consulado, el
proceso electoral, el tribunal de apelaciones, etc.300 Sin embargo, como hemos
visto, todos los nuevos consulados en Hispanoamérica fueron creados bajo una
misma Cédula modelo.
Es hasta 1793 donde se logran divisar los primeros síntomas de éxito de la misión
porteña. El Consejo de Estado pasa su informe al Rey y se comienzan a preparar las
reales Cédulas para la elección de los nuevos cuerpos, el de Buenos Aires tendrá
como fecha de fundación el 30 de enero de 1794 en Aranjuez. Al fin la Cédula llega
a Buenos Aires el 20 de mayo de 1794, en ella se establecía la primera Junta de
Gobierno consular designada por la Corona. Se giran instrucciones para cumplir
con la administración de la avería en colaboración con la Aduana, se designa la sala
del ayuntamiento como casa provisional para la Junta y el Tribunal del comercio y
297 Ibid., pp. 105-108. 298 Kraselsky, Juntas, 2007, pp. 156-161. 299 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, p. 54. 300 Ibid., p. 56.
92
que todos los miembros del Consulado, temporales y perpetuos, presten juramento
ante el Cabildo.301
La Cédula de Erección nombra en el primer Tribunal de la manera siguiente: Prior
a Don Manuel Rodríguez de la Vega y su teniente a Don Joseph de Gainza; Primer
Cónsul a Don Juan Esteban de Anchorena y su teniente a Don Luis de Gardeazaval;
Segundo Cónsul a Don Juan Antonio de Lesica y su teniente Don Gaspar de Santa
Coloma. También nombra 9 consiliarios, y sus tenientes, así como al Síndico Don
Cristóval de Aguirre; como Secretario a Don Manuel Belgrano; como Contador a
Don Antonio Larrazabal; como Asesor letrado al Doctor Don Francisco Bruno de
Rivarola; y finalmente como escribano a Don Francisco de Paula y Carvajal.302
La función primordial del Consulado era de corte judicial, la jurisdicción del nuevo
Consulado se extendía a todo el Virreinato del Río de la Plata. Para esto existían
tres audiencias semanales: martes jueves y sábados de 8 a 10 de la mañana con
opción a prolongarse si era necesario.303 El Juzgado de Alzadas, si bien no formaba
parte del Consulado en sí, era parte integral del sistema de administración de
justicia. Para el caso porteño se componía del Decano de la Audiencia y dos colegas
elegidos por éste, quienes eran recusables.
Para comodidad de los litigantes y beneficio de los negocios se instauraron jueces-
diputados en las plazas comerciales que resultaran convenientes. Estos jueces
habrían de aplicar la justicia mercantil con el acompañamiento de dos colegas,
buscando mantener el sistema triunviral a semejanza del proceder del prior y
cónsules.304 Los lugares donde habrían de instaurarse diputaciones se eligieron a
partir una propuesta del Virrey.
El fomento del comercio era uno de los rubros que el Consulado tenía como tarea
esencial, su correcta vigilancia era un menester de vital importancia. Para tal efecto
301 Ibid., p. 57. 302 “Cédula de Erección del Consulado de Buenos Aires” consultada en Cruz, Régimen, 2001, p. 189. 303 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, p. 64. 304 Una de las plazas comerciales que gozaban de esta figura era Montevideo, sin embargo ahí la justicia expedita se vio entorpecida por la continua ausencia o vacancia del diputado, optándose por trasladar este cargo a los alcaldes. Véase Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, pp. 80-82.
93
la Corona creó en 1795 la “Secretaría de la Balanza” a la cual la Junta de Gobierno
del Consulado debía rendir cuenta de los estados de los ramos productivos y del
tráfico. Para dicha tarea se enviaron notas a las diputaciones para que rindieran
cuentas de los rubros que comprendía el informe.305
Por otro lado, el control comercial incluía tener una matrícula rigurosa de todos los
mercaderes inmiscuidos en el tráfico, fuera marítimo o terrestre, como mandaba la
Cédula de erección. El padrón no fue levantado cabalmente en los primero años del
Consulado debido a que no existía un acuerdo pleno sobre el caudal o
características que debían cumplir los individuos a empadronar. Mientras que en la
primera década de 1800 el padrón se vuelve más difícil aún por la tendencia a
esconder caudales y al posterior rompimiento de relaciones con la Metrópoli.306
En referencia a las finanzas del Consulado, según la Cédula de Erección, debía
financiarse por medio del cobro del medio por ciento por derecho de avería en los
puertos de Buenos Aires y Montevideo, así como de las multas que percibiera,
aunque estas últimas nunca llegaron a constituir un caudal remarcable. Este
derecho constituyó el punto neurálgico del orden consular, el derecho debía
cobrarse en las aduanas correspondientes y ser remitido al tesorero del Consulado,
debiéndose así vigilar su cumplimiento y tener un registro riguroso.
Los caudales de avería sirven entonces para dar cuenta del tránsito legal de
mercancías que circulaban por ambos puertos, dando también referencia de los
ciclos comerciales en las coyunturas políticas y bélicas remarcables como podemos
apreciar a continuación:
305 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, p. 178. 306 Ibid., p. 191.
94
Fuente: Elaborada a partir de Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, pp. 223-224.
Lo primero que podemos apreciar es que a pesar de que Montevideo era el puerto
de ultramar, Buenos Aires registra un mayor nivel de transacciones y concentraba
así también una proporción mucho mayor de percepciones fiscales.307 Así también
se puede observar que el desbloqueo comercial de 1802 tuvo un importante efecto
positivo para el comercio. Sin embargo debemos suavizar el pico registrado en la
curva de ese año porque la contabilidad que estamos utilizando se basa en cortes
anuales, que venían realizándose en el mes de junio, pero para el de 1801 y 1802 se
extiende hasta la totalidad del año, comprendiendo así más meses que los otros
periodos.
307 Este hecho debe contrastarse con la proposición de un hito en la historiografía tradicional uruguaya, me refiero a la obra de Pablo Blanco Acevedo El Gobierno colonial en el Uruguay y los orígenes de la Nacionalidad. En esta obra el punto de vista sobre los ingresos fiscales es diametralmente opuesto. Véase Blanco, Gobierno, 1959, caps. XI, XII y XIII.
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Gráfica 11. Valor del ingreso por derecho de Avería del Consulado de Buenos Aires,
1794-1808
Buenos Aires Montevideo
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Para sortear ese problema podemos cruzar los datos de este derecho de avería
“ordinaria” con los de la llamada “nueva avería” o de “guardacostas”.308 Este
derecho se instauró en 1801, el registro con que se cuenta es mensual, rindiendo
cuenta de una mejor manera del volumen comercial:
Fuente: AGN, Bs. As. Sala IX. Real Tribunal del Consulado. Nueva avería de Guarda Costas. Tomas de razón. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.309
Observamos, en ambas gráficas, la clara interacción de ambos puertos, los ciclos se
corresponden y obedecen a los episodios bélicos. En 1802 con la Paz de Amiens hay
un repunte de las transacciones, para luego comenzar su depresión en 1804 hasta
tener una parálisis casi total durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807.
308 La “nueva avería de guardacostas” se instauró en 1801 como forma de financiamiento de los buques armados en corso para defensa del Río el cual se encontraba amenazado por la actividad inglesa. Para sufragar sus gastos, en tiempos de guerra se recurrió a una exacción de 4 por ciento a las importaciones y 2 por ciento a las exportaciones a excepción de los metales preciosos, mientras que cuando se declarara la paz la exacción consistiría en un medio por ciento sobre toda entrada y salida. Véase Tjarks, Consulado, 1962, tomo II, p. 525. 309 Agradezco al Doctor Antonio Ibarra por los datos obtenidos de los documentos del AGN de Buenos Aires.
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Gráfica 12. Valor del ingreso por el derecho de "Nueva Avería de Guardacostas" del
Consulado de Buenos Aires, 1801-1813
Buenos Aires Montevideo
Pes
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A partir de 1808 los ciclos entre ambos puertos comienzan a separarse. Esto se
explica por la política autonomista creada con el episodio de la Junta de Gobierno
de Montevideo iniciada en 1808.310 Esta situación significó el botón de despegue
para una autonomía política de Montevideo ante el desencuentro irreconciliable del
Nuevo Virrey Santiago de Liniers, de filiación francesa, y el gobernador de
Montevideo Xavier Elío, fiel a la Corona española.311 Durante este periodo se dejan
de remitir caudales a Buenos Aires, Elío toma dichos fondos para atender el
abastecimiento de tropas.
Una vez restaurada la unión política entre ambos puertos después de 9 meses de
autonomía, el Consulado pide rendir cuentas y caudales sobre los montos
recaudados mediante el derecho de avería, sin embargo la Junta de Comerciantes
de Montevideo aplaza dicho compromiso ante las noticias de un posible juzgado de
alzadas en la Banda oriental.312 La escisión política del episodio había abierto una
puerta franca al enfrentamiento económico entre ambos comercios, sumado a la
incierta y revuelta situación metropolitana.
El Consulado tuvo una labor constante como proveedora de recursos al real erario,
característica que a la larga fue estrangulando su capacidad de hacer frente a sus
apremios financieros. Desde 1793 la comunidad mercantil otorgó un donativo
como aliciente para la erección del consulado propio. En 1797 el Consulado toma
recursos a un 5 por ciento para remitirlos a la Caja real. Luego, en 1799, presta a la
Corona 100 mil pesos, recrudeciendo su situación financiera.313 A pesar de la
presión de sus acreedores, en 1806 decide acatar la real orden sobre la necesidad
de recursos en la metrópoli, resultando que el comercio debía pagar 1.5 por ciento
310 Después de la desocupación británica de Montevideo, la Corte en Madrid confirmó tanto a Liniers como a Elío en las funciones de Virrey y Gobernador de Montevideo respectivamente. Sin embargo las desinteligencias entre ambos personajes fueron un punto crucial cuando las fuerzas francesas invadieron la Península. En Montevideo se arma una Junta de Gobierno que desconoce la autoridad de Liniers y se abrigaba en la figura de Fernando VII. Finalmente en 1809 la Suprema Junta Central Gubernativa, bajo consejos de Martín de Alzaga, manda un nuevo Virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros. La Junta montevideana y Elío fueron elogiados por su espíritu patriótico y leal, sin embargo la Junta es disuelta debido a que las desinteligencias no tenían ya sustento. Véase Bauzá, Historia, 1929, tomo II, pp. 440-473. 311 Liniers es apoyado por el sector criollo de Buenos Aires, sin embargo su posición es insostenible ante los acontecimientos peninsulares. Véase Rinke, Revoluciones, 2011, p. 193. 312 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, p. 230 y Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 6. 313 Ibid., pp. 234-235.
97
sobre los frutos traficados y que los Consulados debían administrar y remitir a la
Caja de Consolidación de Vales Reales.314
Las invasiones inglesas vinieron a desgastar más el endeble equilibrio financiero
del Consulado. La separación política de Montevideo a partir de 1808 tuvo su
reflejo económico, los recursos remitidos fueron disminuyendo a pesar de la
presión del Consulado y del Virrey. Para 1811 no se alcanzan a cubrir los gastos, así
que se recurrió a los caudales del derecho de guardacostas para armar corsarios.315
Para salvar financieramente al cuerpo mercantil se acordó en 1814 una exacción de
1 por ciento adicional de todos los efectos comerciables. Sin embargo la segunda
década del siglo XIX trajo para el Consulado una pérdida creciente de poder,
político y económico, sus caudales irán pasando a la administración de la tesorería
general, primero en calidad de urgencia, luego de manera directa, hasta su
disolución en 1821.316
Una evidencia clara de la autonomía montevideana se encuentra en las remisiones
de caudales por derecho de avería de este puerto a Buenos Aires. Según Tjarks, la
recaudación de este derecho en Montevideo en 1808 fue de 4,044 pesos y 2 reales,
remitiendo a Buenos Aires sólo 2,539 pesos y 4 reales; para 1809 las cifras son
16,435 pesos y 5 reales recaudados y sólo remitidos 6,915 pesos y 7 reales; y
finalmente para 1810 se recaudan 17, 975 pesos y 1 real remitiendo solamente 4,653
pesos y 6 reales.317
El divorcio entre ambas comunidades mercantiles era ya un hecho, sin embargo los
antecedentes de este rompimiento pueden rastrearse desde tiempo atrás,
resultando útil poner la mirada en la otra banda del Río y buscar los principales
puntos de conflicto entre ambas comunidades de comerciantes.
314 Ibid., p. 238. 315 Ibid., p. 231. 316 Ibid.. 231-232. 317 Ibid., pp. 223-224.
98
Río en medio: Los Diputados, la Junta de Comercio y la erección del
Consulado de Montevideo
El espíritu autonomista de los comerciantes montevideanos respecto al Consulado
porteño fue palpable casi desde la erección misma del Consulado en Buenos Aires.
Son remarcables las desinteligencias que sucedieron a raíz del oficio de los jueces-
diputados orientales durante el periodo donde formalmente el Consulado
bonaerense debía gestionar la administración de justicia del comercio
montevideano.
Como se ha mencionado antes, la Cédula contemplaba la creación diputaciones en
las ciudades o puertos que ameritaran una administración de justicia más veloz.
Para este efecto se designaron diputaciones en Montevideo, Santa Fe, Corrientes,
Paraguay, Córdoba, Mendoza, San Juan del Pico, Santiago del Estero, San Miguel
de Tucumán, Salta, Jujuy, Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí.318
El proceder del primer diputado montevideano, Bernardo de la Torre, resultó
inadecuado para la Junta de Gobierno porteña. Según ésta, el diputado se excedió
en sus atribuciones y en sus gastos de aprovisionamiento.319 El síndico de Buenos
Aires y la Junta de Gobierno toman a mal las prerrogativas que se atribuye,
ordenándole se ciña a las disposiciones que la normativa le confiere y las tareas que
la Junta le demande.320
Los desencuentros a título personal con los diferentes diputados serán una
constante, las atribuciones y recursos con que éstos debían contar mantendrán un
aire de conflicto en durante el tiempo que el comercio agremiado funcionó bajo un
mismo consulado.321 Por ejemplo, el segundo diputado, Juan Balbin Vallejo, trata
de declinar el cargo en el letrado Mateo Magariños, su petición es rechazada por la
318 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 7. 319Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, pp. 82. 320 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 13-17. 321 Tjarks, Consulado, 1962, tomo II, pp. 801-805.
99
Junta de Gobierno. Ya en funciones solicita que sus recursos se amplíen de 300 a
1,000 pesos, petición de igual manera desaprobada.322
Las funciones del diputado debían ceñirse a la materia judicial, además de
fiscalizar y remitir la avería. En referencia al fomento económico, debía restringirse
a recolectar información para el Consulado. Esta información abarcaba rubros tan
diversos como el estado del comercio, los frutos comercializados, con quién se está
comerciando, costos de traslado y almacenamiento de mercancías, propuestas para
abaratar estos últimos, estado financiero de la región, el movimiento de buques,
etc.323
Otra dimensión del mismo problema fue la designación del juez-diputado para la
plaza de Montevideo. Los primeros serían elegidos por el Virrey, para después ser
electos por sorteo de entre los propuestos por los Cónsules, quienes se auxiliaban
de los diputados salientes. Su periodo sería bianual y las características que debían
cubrir eran las mismas que los priores y cónsules.324
Entre 1794 y 1812 los personajes que ocuparon el puesto de diputado fueron:
Bernardo de la Torre, Juan Balbin Vallejo, Ramón Mila de la Roca, Andrés
González, Joaquin de Chopitea, Juan Francisco Martínez, Mateo Magariños, José
Zubillaga, Faustino García, Francisco Antonio Maciel, Antonio Pereira, Pascual
Parodi, Cristóbal Salvañach, Carlos Camuso y Luis Antonio Gutiérrez. Algunos de
estos eran alcaldes de primer o segundo voto ante la falta de designación o ausencia
del nombrado. 325
El caso de 1798 sirve de ejemplo para ilustrar el conflicto. El Consulado designó al
abogado Don José de Revuelta, práctica contraria a los lineamientos planteados en
la Cédula de Erección respecto a los consejos de evitar la intervención de letrados
en los juicios mercantiles y evadir las “sutilezas del derecho” en los procesos. Para
tal efecto la Junta de Comerciantes montevideana eleva una queja a las instancias
322 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 17-18. 323 Ibid., pp. 24-28. 324 Ibid., p. 10. 325 Ibid., pp. 6 Y 7.
100
virreinales correspondientes, arguyendo de nuevo al despotismo del Consulado
porteño.326 Montevideo logra deponer a este diputado, logrando mantener de entre
sus allegados el cargo. Para 1804 el sistema electoral es modificado, el diputado
será electo por voto secreto de entre la Junta de Gobierno, motivo por el cual las
quejas entre cuerpos mercantiles vuelven a aparecer.327
La prerrogativa sobre la justicia mercantil fue uno de los puntos centrales del
divorcio entre comercios de ambas bandas. Uno de los principales rubros de
discusión era sobre la inconveniencia de cruzar el Plata para presentar demandas
ante el Tribunal mercantil, razón por la cual los montevideanos solicitaban un
tribunal propio, designando juez de apelaciones al mismo gobernador de
Montevideo y al Consejo Supremo de Indias como tercera instancia. Esta petición
fue rechazada por la Corte en Madrid, calificándola de “muy extraña” en 1804
debido a que existía la figura del juez-diputado y el nivel comercial de Montevideo
se consideraba reducido como para gozar de un Consulado propio.328
Sin embargo, en 1809 cambió la opinión del Consejo de Indias respecto al mismo
tema debido a las invasiones inglesas, autorizando el juzgado de alzadas en las
mismas condiciones que en 1804 se había rechazado.329 En esta empresa debe
rescatarse el papel que jugaron los apoderados de los comerciantes montevideanos
en Madrid, luego en Cádiz, Nicolás Herrera y Manuel Pérez Balbas.330 Dichos
personajes consiguieron, también en 1809, que la mitad de la avería cobrada en
Montevideo permaneciera en este puerto para atender su mantenimiento.331
Las representaciones elevadas a las autoridades virreinales y metropolitanas de la
Junta de Comercio de Montevideo a través de sus apoderados para alegar 326 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 477 “Actas y Acuerdos del Consulado de Comercio de Montevideo. 1794-1812”, ff. 13-17. 327 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 12. 328 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, p. 73. 329 Ibid., p. 74. 330 Ambos personajes fueron recompensados por el cuerpo mercantil con un medio por ciento del valor de todas las mercancías que circularan por el puerto. Sin embargo Nicolás Herrera abrazó la causa revolucionaria bonaerense en 1810, haciéndole perder dicha recompensa, mientras que a Manuel Pérez Balbas se le redujo a un tercio ante las presiones económicas del nuevo Consulado en 1812. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 115-116. 331 Si bien esta prerrogativa resultó de poca importancia práctica ya que a partir de 1810 ante el divorcio político entre los dos puertos del Plata Montevideo deja de remitir caudales a Buenos Aires.
101
independencia del gremio bonaerense son también ilustrativas del conflicto.332 La
erección del Consulado de Buenos Aires incluyó un donativo a la Corona de
100,000 pesos, suma en la cual el comercio de Montevideo estaba comprometido
sin haber sido consultados. Para tal efecto se otorgó un poder a tres representantes
del comercio de Montevideo para alegar la independencia de los dos comercios,
hacer notar las antiguas contribuciones que estos comerciantes habían contribuido
para con la Corona, y asentar que el Consulado de Buenos Aires actúa
despóticamente.333 Dicha representación termina en favor de Montevideo, como se
constata en la comunicación de Nicolás Herrera tres años después.334
Otro motivo de desencuentro jurisdiccional fue el que los procesos judiciales con
extranjeros y los naufragios abrieron. El juez-diputado se empeñaba en fungir
como magistrado estos pleitos, pero el capitán de Marina veía con recelo esta
función al considerar que esa era una de sus propias funciones. El conflicto nunca
se llegó a resolver de manera institucional sino más bien por prácticas y cabildeos
políticos.335
El mantenimiento, limpieza y construcción de obras de infraestructura para el
puerto de Montevideo fue también motivo de desencuentro. La construcción del
fanal en la Isla de Flores ilustra un episodio del conflicto. Las quejas
montevideanas van encaminadas a la dilatación para su construcción, mientras que
el Consulado alega la falta de recursos. El comercio montevideano ataca esta
respuesta aduciendo que se contaba con los recursos debido a que, en primer lugar,
se ha dejado de lado la construcción del otro faro en el Cerro de Montevideo,
mientras que en segundo lugar, se han destinado grandes recursos a la habilitación
332 Incluso la Junta de Gobierno del Consulado llegó a prohibir las Juntas convocadas por los diputados, sin embargo el Rey desestimó dicha sanción promoviéndolas incluso con miras al fomento comercial y productivo. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 31. 333 Poder otorgado por 77 individuos del comercio de Montevideo a Don Juan Pedro de Aguirre, Don Juan de Ellauri y a Don Juan Balbin González el 14 de febrero de 1794. AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 477 “Actas y Acuerdos del Consulado de Comercio de Montevideo. 1794-1812” f. 1-10v. 334 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 477 “Actas y Acuerdos del Consulado de Comercio de Montevideo. 1794-1812” ff. 10v-13. 335 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 39.
102
de la Ensenada de Barragán como puerto en la otra orilla del Río en contradicción
con las disposiciones reales.336
Los desencuentros alcanzaron también el ámbito fiscal cuando el Consulado de
Buenos Aires decidió elevar los derechos por introducción y extracción marítima
con miras a financiar la defensa del Plata en 1800 mediante la mencionada “Nueva
avería de guardacostas”.337 Los mercaderes montevideanos no están de acuerdo con
dicha exacción por considerarla inútil y de nuevo un acto excesivo de las
atribuciones bonaerenses.338
En junio de 1805, dentro de las reglamentaciones que la Consolidación de Vales
Reales trajo, se decretó un impuesto al comercio de frutos y caudales en los puertos
peninsulares y de ultramar. La exacción constaba de medio por ciento para oro y
plata, y uno y medio por ciento para los frutos.339 El cobro comenzó en enero de
1806 para el Río de la Plata, del cual tenemos el registro en la Gráfica 13:
336 Véase Acevedo, Anales, 1933, pp. 38-39; Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 43-58. Este punto de vista “uruguayista” se puede contrastar con la opinión de Tjarks que argumenta un egoísmo provinciano por parte de los comerciantes montevideanos y una ceguera selectiva nacionalista de los historiadores uruguayos. Véase Tjarks, Consulado, 1962, tomo II, pp. 801-812. 337 Tjarks, Consulado, 1962, tomo II, pp. 524-526. 338 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 477 “Actas y Acuerdos del Consulado de Comercio de Montevideo. 1794-1812” ff. 18-23. 339 Este derecho debía ser administrado por los Consulados, quienes debían cobrarlo a la par que la avería y remitido a las Cajas de Consolidación. La Corona también autorizaba al Consulado tomar donativos o préstamos al 6 por ciento para recaudar fondos, los donativos se hicieron de manera voluntaria, contrario a las disposiciones reales, y no se obtuvo el resultado esperado, sumado a que las invasiones inglesas suspendieron dicha disposición. Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, pp. 239-242.
103
Fuente: AGN Buenos Aires. Sala IX. Real Tribunal del Consulado. Nuevo Impuesto, Tomas de Razón. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.340
Se observa el desinterés de Montevideo por contribuir con esta exacción. Son
esporádicas sus contribuciones y de caudal reducido. Incluso en 1810 al Consulado
registra el cargo correspondiente a Montevideo con la anotación de que no se
remitieron los caudales efectivamente.341 La desobediencia montevideana parece
más política que económica porque en el mismo año de 1806, ante la ocupación de
Buenos Aires, el comercio montevideano propone contribuir con un préstamo de
100,000 pesos a la Corona gravando las salidas y entradas de mercancías en un 2
por ciento, así como la creación de papel moneda para subsanar la inmovilidad de
recursos debido a la captura de la capital virreinal. Los recursos resultaron útiles
para la empresa de reconquista.342
Uno de los puntos de inflexión en el proceso de independencia, y divorcio, en el
estuario del Plata fueron las invasiones inglesas de 1806 en Buenos Aires y 1807 en
340 Agradezco al Doctor Antonio Ibarra por los datos obtenidos de los documentos del AGN de Buenos Aires. 341 AGN Buenos Aires, “Consulado de Buenos Aires, Nuevo Impuesto, Tomas de Razón”, f. 31. 342 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 58-61.
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Gráfica 13. Valor del ingreso por el "Nuevo impuesto de Uno y medio por ciento" del Consulado
de Buenos Aires, 1806-1812
Buenos Aires Montevideo
Pes
os
104
Montevideo. Ambas marcaron la fragilidad del Imperio, como antes lo había hecho
la toma de La Habana y las Filipinas.343 En el ámbito económico hicieron notar la
conveniencia de participar de un sistema comercial librecambista, razón por la cual
el Consulado juró lealtad al Rey inglés. Sin embargo después de movilizaciones
militares fue posible recuperar, a su tiempo, los dos puertos del Plata.
Las contribuciones de Montevideo para la reconquista de Buenos Aires y el
posterior desinterés de Buenos Aires ante la petición de ayuda de Montevideo es un
lugar común en la historiografía tradicional uruguaya. Sin caer en determinismos
por una u otra orilla del Río podemos decir que los navíos ingleses estaban
totalmente inmiscuidos en el tráfico del Plata, a veces se hacían pasar por barcos
norteamericanos para gozar del comercio con neutrales.344 La ocupación de ambos
puertos significó un quiebre político y social al interior del complejo rioplatense. El
comercio con ingleses continuó de manera ininterrumpida, a pesar de haber sido
prohibido.
La intervención militar estuvo acompañada de una invasión económica al
introducir una multitud de mercancías inglesas, baratas y sin el recargo de los
derechos españoles, durante los meses de ocupación británica en Montevideo. La
apuesta era que, una vez que Buenos Aires cayera, se podrían redirigir todas las
mercancías y distribuirlas por las provincias del Plata. Sin embargo la fortuna les
dio la espalda a los británicos y tuvieron que desalojar la plaza vendiendo sus
mercancías a precios ridículos o dejándolas a consigna.345 Dichas mercancías
fueron consideradas por el comercio porteño como “extranjerías”, así que debían
pagar un derecho de “círculo” para ser introducidas en el circuito mercantil
343 Para un estudio completo sobre el episodio de las Invasiones inglesas en el estuario del Plata véase Roberts, Invasiones, 2006. 344 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 68. 345 Bauzá, Historia, 1929, tomo II, pp. 438-439; Blanco Acevedo, Gobierno, 1959, pp. 196-198.
105
rioplatense.346 La exacción significaba un 50 por ciento del valor de dichas
mercaderías.347
La queja montevideana no se hizo esperar, en noviembre de 1807 se comisiona Don
Pascual José Parodi y a Don Marini en el virreinato para evitar dicha exacción.348
Las autoridades bonaerenses, encabezadas ahora por Liniers, consideraron rebajar
a un 25 por ciento el recargo a las mercancías que fueran para consumo en
Montevideo, manteniendo los derechos a las demás mercancías. Sin embargo, las
gestiones de Nicolás Herrera logran que en 1808 la respuesta metropolitana sea
favorable a Montevideo eximiéndola del pago.349
Las peticiones por un Consulado propio fueron el estandarte de la relación
conflictiva entre los comercios de ambas orillas. No será sin embargo hasta la
coyuntura de independencia donde se logrará obtener un Consulado propio. La
Revolución de Mayo abrió un espacio de autonomía en diversas direcciones en el
Río de la Plata. Para Montevideo la independencia debía conquistarse no de
España, sino de Buenos Aires, y la adopción de la causa realista fue uno de los
medios que le valió a Montevideo su emancipación.
Como vimos más arriba la primera petición de un consulado montevideano de 1799
es desacreditada por el Virrey y el Consejo de Indias.350 Sin embargo los objetivos
de Nicolás Herrera y Manuel Pérez Balbas en Madrid no quitarán el dedo del
renglón. Entre sus consignas estaba obtener que el Consulado fuera trasladado a
Montevideo y que en Buenos Aires se instaurara una diputación.351 Sin embargo
estas proposiciones no son atendidas, pero es de notarse las prerrogativas antes
mencionadas que obtuvieron estos individuos en su empresa peninsular.
346 Hubo comerciantes porteños que participaron también de este comercio, seguramente aquellos de menor escala que no gozaban de privilegios en el sistema comercial imperial restringido. Véase Blanco Acevedo, Gobierno, 1959, pp. 196-198. 347 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 83. 348 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 477 “Actas y Acuerdos del Consulado de Comercio de Montevideo. 1794-1812”, ff. 23-25. 349 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 84. 350 Para un relato político pormenorizado del episodio véase Devoto, Raíces, 1952, pp. 123-129. 351 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 60-61.
106
Después de pasado el episodio autonomista de la Junta montevideana era
necesario reestructurar las vías comerciales para proveer de recursos a las agotadas
arcas reales. Una de las medidas radicales adoptadas por el Nuevo Virrey Cisneros
es permitir el comercio con Inglaterra en 1809. Esto hizo recrudecer las relaciones
entre los partidarios de un comercio más abierto con los simpatizantes del régimen
monopólico. La invasión napoleónica había hecho mudar de bando a España, ahora
Inglaterra era aliada y prestaba ayuda a la Junta de Cádiz a cambio de la
liberalización del comercio americano.352
El rompimiento político definitivo sucede en 1810 con el levantamiento
revolucionario de Mayo en Buenos Aires. Los sectores criollos habían logrado
hacerse de un gran poder al interior de la administración Virreinal. La disolución
de la Junta Central y la posterior conformación del Consejo de Regencia en la
Península abrieron la oportunidad para que el brote autonomista porteño cobrara
un auge y tomara la vía insurreccional sin retorno.353 Por su parte, Montevideo
rechazó la autoridad de la Junta revolucionaria bonaerense y en cambio abrazó la
causa realista en el Consejo de Regencia gaditano.
El quiebre entre ambas bandas estaba expuesto. Incluso los criollos de la Banda
Oriental apoyaron la causa realista, más por un sentimiento de emancipación del
dominio porteño que por una fidelidad al monarca.354 Resultó entonces una tarea
primordial la organización económica, sobre todo al haberse convertido en la
cabecera virreinal una vez que Cisneros cayó del poder y Buenos Aires se divorció
totalmente del régimen metropolitano.355 El “Virreinato” quedó entonces reducido
a la Ciudad de Montevideo, reclamando la autoridad como cabeza virreinal y
viéndose sitiada por las fuerzas revolucionarias bonaerenses.
352 Sin embargo esta negociación es sinuosa al considerar que una liberalización comercial traería la catástrofe del comercio español. Era un pensamiento difundido entre la Junta Suprema Gubernativa no atender las presiones inmediatas condenando el futuro. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 101-102. 353 Rinke, Revoluciones, 2011, pp. 193-197. 354 Ibid., p. 205. 355 La urgencia económica hizo que Elío, elevado a la función de Virrey, introdujera nuevas exacciones, mismas que le valieron la antipatía del sector terrateniente que habrían de unirse a la causa artiguista.
107
En el ámbito comercial, era imperativo reorganizar el sistema mercantil para lograr
activar la economía y atraer recursos a las arcas gubernamentales. La Junta de
comerciantes montevideana sancionó el comercio con extranjeros en 1811 debido a
que estaban siendo afectados los comerciantes que habían decidido mantenerse
fieles a la Corona española y no habían comerciado con extranjeros. De esta
manera Montevideo tomaba las riendas de su propio camino dentro de una
coyuntura específica. Era obvio que la creación de un Consulado propio sería la
consecuente resolución con la vía autónoma abierta.
La situación singular de Montevideo en la estructura del Imperio en
desquebrajamiento posibilitó que las autoridades locales tomaran prerrogativas
atribuibles sólo a la Corona. Estas prerrogativas, como resultó la figura del auto,
eran ejecutadas en nombre del monarca y a título de salvaguardar el reino. La
formalidad estaba puesta en la metrópoli y beneficio del Imperio, pero los pies y la
práctica se encontraban asentados en la situación particular y coyuntural de la
geografía rioplatense.
En marzo de 1812 tiene lugar una Junta General de Comerciantes, Navieros y
Hacendados de la cual emanará una petición formal para la erección del anhelado
consulado.356 Mientras que en abril del mismo año se elaborará un proyecto de
estatutos para el nuevo Consulado y que resultará la base reglamentaria de éste.357
En mayo de 1812, por medio de un auto erigido por el gobernador de la plaza
Gaspar de Vigodet, se logra crear un consulado propio a imagen y semejanza de su
antiguo rector el de Buenos Aires. En marzo de 1812 la Junta de Comerciantes,
Navieros y Hacendados acuerdan la importancia de contar con un cuerpo de
representación comercial y justicia mercantil, designando a Don Mateo Gallego,
Don Miguel Antonio Vilardebó, y a Don Juan José de Lage para que realizaran
todas las gestiones ante el Capitán general y al Cabildo para dicha erección.358 Las
356 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 87. 357 Dicho proyecto sorteaba las dificultades que la falta de la figura del monarca traía en la reglamentación de la Cédula bonaerense de 1794. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 265-267. 358 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 87.
108
deliberaciones en las autoridades de la ciudad son rápidas, se alude a la
conveniencia y pertinencia, así como a las generosas contribuciones del cuerpo de
comerciantes en el auxilio de la Corona.359 También se justifica la creación de un
consulado en Montevideo al expresar que otros puertos americanos menos
importantes, como Veracruz según señalamiento de Vilardebó, gozaban ya de uno
propio, y que la falta de control mercantil y la intromisión de extranjeros el
principal causante de que en ese momento la patria española estuviera “en
llamas”.360
La creación del Consulado tenía un carácter provisional, dependiendo de la
evolución de los acontecimientos en la Península y disposiciones que la autoridad
del Rey pudiera dirigir. La base reglamentaria fue, tal como se proponía el proyecto
de abril de ese mismo año, la Cédula de Erección del Consulado bonaerense,
ciñéndose a establecer doce artículos específicos para su función en Montevideo.361
Entre las principales modificaciones se suprimían los cargos vitalicios de tesorero y
contador, cuyas tareas recaerían en el primer y segundo cónsul respectivamente.362
Los recursos con que es erigido el Consulado son por demás austeros, inmersos en
una consigna patriótica, sólo se atenderían los gastos de absoluta necesidad,
mientras que los recursos producto de los derechos consulares habrían de pasar a
las arcas reales atendiendo la especial situación de guerra tanto en la metrópoli
como en América. Los miembros del Tribunal no gozarían de sueldo hasta no verse
“tranquilizada la provincia”.363 Mientras que para ahorrar el pago de alquiler de la
casa consular se utilizaría las habitaciones “altas” del Fuerte, locación que utilizo
359 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 477 “Actas y Acuerdos del Consulado de Comercio de Montevideo. 1794-1812”, f. 46-48. 360 “Memoria de la Junta de Comercio, navieros y hacendados del 24 de marzo de 1812”, consultada en Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 271-274. 361 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 107 362 “Erección del Consulado de Montevideo en virtud de Auto del Capitán General de la Provincia del 24 de Mayo de 1812” consultado en Caravia, Acuerdos, 1863, pp. 3-6. 363 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 108. Los sueldos autorizados y que debían pagarse una vez fenecida la guerra eran: al Prior 1,000 pesos por año; al Primer Cónsul tesorero 800 pesos por año; al Segundo Cónsul contador 800 pesos por año; al Síndico 500 pesos por año; y finalmente al Asesor del Tribunal 400 pesos por año. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 305.
109
hasta septiembre del mismo año en que fue trasladado a la casa del segundo Cónsul
Juan Domingo de las Carreras.364
La primera junta del nuevo Consulado se realizó el 30 de mayo, día emblema ya
que se daban por terminadas las relaciones con el gremio porteño debido a que
Luis Antonio Gutiérrez, alcalde de primer voto y diputado interino del Consulado
bonaerense, terminaba sus funciones. La matrícula consular se integró de la
siguiente manera: Manuel Diago ocuparía el cargo de Prior; mientras que Jayme
Illa y Jorge de las Carreras serían el primer y segundo cónsul respectivamente;
Damián de la Peña resultó electo Síndico; y para los consiliarios365 resultaron
electos Pedro Berro, Domingo Navarro, Francisco Joanicó, Clemente Darriba, Juan
Manuel de la Serna, Juan Safons, Manuel Mon, Lorenzo Ballesteros y Ángel
Villegas. Unos días después la Junta consular se reunió de nuevo para designar al
Doctor José Azevedo asesor letrado, a Joaquín Sagra escribano y como secretario a
Manuel Robles.366
De esta manera quedaba integrado el naciente Consulado, producto de las
circunstancias políticas, sociales y económicas de su entorno. La constante bélica
delineó su aparición y habría de ser también el factor más determinante en su
existencia. El Río de la Plata se evidencia como un punto de encuentro, y
desencuentro, de intereses imperiales y de los agentes colectivos producidos por la
fragmentación del orden hispánico en América.
Una corporación de insignia del Antiguo Régimen hispánico, creada en el fragor del
desquebrajamiento imperial, será testigo y actor del proceso de conformación de
una nueva república. Los episodios políticos bien delineados de la conformación de
un nuevo país pueden ser matizados bajo el crisol del comercio agremiado y de esta
manera proyectar luz sobre temáticas dejadas de lado en una narrativa centrada en
el Estado.
364 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 110. 365 El proyecto de abril consideraba la reducción del número de consiliarios a sólo tres, sin embargo este lineamiento no fue atendido y se eligieron nueve consiliarios como se contemplaba en la Cédula de 1794. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 265-267. 366 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 108-109.
110
Entre imperios y revoluciones: el comercio
montevideano y las finanzas del Consulado en la
conformación del Estado uruguayo, 1812-1838
No es finalidad de este capítulo relatar los episodios y sucesos políticos que,
durante el periodo, forjaron el camino para constituir dos estados nacionales
separados por la corriente de los ríos Uruguay y del Plata. Dichos episodios están
bien delineados, desde una óptica política y, sobre todo, consagrados por la
historiografía tradicional uruguaya. Sin embargo, dicha cronología puede ser
utilizada para cambiar el ángulo de análisis y centrarlo en el comercio
montevideano desde su forma corporativa y así elucidar otra dimensión del mismo
problema.
La cronología arroja el problema de constituirse de 4 periodos disímiles entre ellos
en dos dimensiones. Por un lado, el horizonte temporal de los dos primeros
periodos resulta muy corto en comparación con los dos siguientes.367 En segundo
lugar, y en consonancia con la dificultad anterior, los dos primeros periodos
cuentan con una base documental y de registros menos abundante, menos
homogénea y salpicada de vacíos, mientras que para el tercer y cuarto periodo la
base documental se muestra más integral y uniforme.368 Sin embargo, la narrativa
gira en torno al contexto político, visto desde la arista del comercio agremiado, por
lo tanto considero que es plausible utilizar esta cronología.
A través de las cuentas del Consulado se puede observar cómo las coyunturas
políticas fueron conformando un derrotero económico, pero el proceso es
recíproco. Por lo tanto se retomarán, de cada periodo, los sucesos políticos más
destacables que ayuden a dar cuenta de los ciclos de negocios en el puerto de
367 Los dos primeros periodos se componen de dos años cada uno, mientras que el tercer y cuarto periodo comprenden una década cada uno de ellos. 368 Para un mayor nivel de detalle de la base documental véase la “Crítica de fuentes” en la “Introducción” de este trabajo.
111
Montevideo, así también que ayuden a esclarecer el contexto económico bajo la
óptica del comercio agremiado.369
Resulta así, que al interior de cada apartado la estructura de la narrativa se
compone de la siguiente manera: contexto político tanto al interior como al exterior
de la región rioplatense; dimensión económica, sobre todo comercial de la época; y
finalmente el interior del Consulado, considerando políticas, actores y
resultados.370
La nueva cabecera del “Virreinato”: bastión de resistencia realista en
el Plata
La escasez relativa de datos para este periodo inicial de vida consular limita de
cierta manera el análisis de la corporación, sobre todo observando la cantidad de
registros para periodos posteriores, éstos comprenden a la vez una cantidad de
años mucho mayor. Sin embargo se puede dibujar un esquema útil para integrarlo
en la narrativa de la vida consular como el inicio de su proceder en el arreglo
comercial en la Banda Oriental.
Uno de los principales efectos de los sucesos ocurridos a partir de las invasiones
inglesas, y de los más retomados por los historiadores tradicionales, fue exacerbar
la tensión entre Montevideo y Buenos Aires.371 Hemos visto en el capítulo anterior
la forma autonomista que cobró la Junta de Gobierno de Montevideo de 1808 y su
“éxito” al lograr deponer al Virrey Liniers. Luego, el altercado económico por la
circulación de mercancías dejadas por los ingleses, fue la insignia de la lucha
emancipadora montevideana.
369 El avance actual de la investigación documental no permite realizar un análisis al interior del grupo de comerciantes que conformaron el Consulado. Esta línea puede ser desarrollada en un futuro a través del estudio de las facciones que conformaron la comunidad mercantil montevideana en los diferentes episodios aquí analizados. 370 Aduciendo a la heterogeneidad de los documentos consulares entre periodos, resulta que la utilización de fuentes primarias limita la homogenización del análisis a nivel consular. Algunos rubros, como la cuantía de los préstamos consulares al gobierno en turno o una pormenorización de los registros de arqueo, no son reportados integralmente en todos los periodos. Los rubros que resultaron incomparables entre periodos tampoco han sido trabajados por la reducida bibliografía que existe respecto al Consulado montevideano. 371 Roberts, Invasiones, 1938, pp. 123-124.
112
El penoso estado fiscal del Virreinato trajo consigo descontento, escisiones y brotes
autonomistas en las diferentes facciones que conformaban el espacio político
rioplatense.372 Sin embargo, fue un acontecimiento metropolitano el que trajo
consecuencias funestas para el Imperio de ultramar: el avance francés en la
Península con la consecuente desaparición de la Junta sevillana. Este hecho abrió
el espacio para el episodio insignia de la independencia en América del Sur: la
Revolución de Mayo, en Buenos Aires.
Con este levantamiento, la división política en el Plata fue irreconciliable. La Junta
revolucionaria de Buenos Aires cesó la autoridad virreinal. Sin embargo, el Virrey
Cisneros comenzó por presidir la misma Junta, pero el desarrollo de los
acontecimientos terminó por sacarlo de la Junta y de Buenos Aires mismo. Por su
parte, Montevideo mantuvo su fidelidad al régimen peninsular, avecindado ahora
en Cádiz, desconociendo la autoridad que emanó de la Junta revolucionaria
porteña. La emancipación de Montevideo requería refugiarse en la causa realista,
difícil decisión de los sectores criollos que veían en la fidelidad peninsular más un
medio que un fin en sí mismo.373
La Banda Oriental recibió, a inicios de 1811, al nuevo Virrey nombrado desde Cádiz
Francisco Xavier de Elío, el prestigioso caudillo del enfrentamiento con Buenos
Aires. La Junta bonaerense no reconoció la autoridad ni del Virrey ni de las Cortes
gaditanas. Así fue como Elío estableció la cabecera de su Virreinato en Montevideo
y entró en guerra abierta con Buenos Aires. El Virreinato pronto se limitó
virtualmente sólo a Montevideo mismo, ya que la campaña fue sublevándose al
régimen monárquico, encabezados por el caudillo oriental José Gervasio de
Artigas.374
De esta manera Montevideo fue quedando aislado por el avance de las fuerzas
bonaerenses, unidos en este momento a los objetivos del interior de la Banda
372 Halperín, Guerra, 2005, pp. 75-78. 373 Lynch, Revoluciones, 2010, p. 98. 374 Blanco Acevedo, Gobierno, 1959, pp. 260-268.
113
Oriental.375 El flujo comercial portuario fue muy limitado, mientras que la
ganadería se encontraba en ruinas así como la industria saladera. Los cueros salían
por otros puertos orientales, mientras que el ganado se iba arreando hacia el
territorio brasileño. Montevideo fue perdiendo su papel privilegiado en la
estructura comercial imperial, el tráfico negrero y la derrama del tránsito de
metálico, entonces sus principales prerrogativas, cesaron.376
La estructura de los intercambios en el Plata se fragmentó. El centro organizativo y
político, Buenos Aires, había perdido, por un lado, el vínculo con la producción
argentífera del Alto Perú y, por otro lado, al puerto de gran calado que significaba
Montevideo.377 Resulta obvio también, que para Montevideo su posición imperial
privilegiada cayera a la par que con el Imperio. Su papel en el arreglo del complejo
portuario del Plata y en las vías de comercio atlántico dependía del escenario que el
control y la gestión metropolitana le proporcionaban.
El interés de diversos sectores sociales montevideanos de mantener la fidelidad al
régimen monárquico podría explicarse por dos caras de una misma moneda: por
una parte, el sector de grandes hacendados, comerciantes, e intermediarios
monopolistas mantenían una fidelidad a la estructura económica y comercial del
Imperio; mientras que por otro lado, una larga historia de desavenencias políticas y
económicas con Buenos Aires crearon un sentimiento de rechazo y desconfianza
general a las iniciativas de ahí emanadas.378
En cambio, la campaña oriental estaba plagada por medianos y pequeños
hacendados, quienes tenían vínculos con el sistema imperial sólo a través de los
comerciantes intermediarios. Esto dejaba a la mayoría de los sectores sociales de la
campaña a merced del poder económico y político de los intermediarios. Sumado a
esto, apareció una nueva presión económica debido a la instauración de
gravámenes a la propiedad de la tierra, para mantener el aparato fiscal colonial de
375 El aislamiento tuvo episodios remarcables como el “primer sitio de Montevideo” entre mayo y octubre de 1811. 376 Millot, Historia, 1991, p. 106. 377 Halperín, Revolución, 2001, pp. 76-79. 378 Lynch, Revoluciones, 2010, p. 98.
114
la ahora aislada Banda Oriental.379 Así pues, en la campaña oriental se abrazó la
causa revolucionaria, a la espera de un cambio en el estado de cosas que favoreciera
su integración en el sistema económico.380
El enfrentamiento entre Buenos Aires revolucionaria y Montevideo realista no se
hizo esperar. El avance de las tropas porteñas y las fuerzas de la campaña oriental
logró poner en estado de sitio a Montevideo en mayo 1811. Este aislamiento duró
hasta octubre del mismo año gracias a un armisticio entre los realistas
montevideanos y los revolucionarios porteños ante la amenaza del avance
portugués.381
Así pues, el gobierno del Virreinato en crisis trató de organizarse con base en el
restablecimiento de las comunicaciones y un sistema arancelario integral en el
complejo rioplatense, tratando de llegar a un acuerdo con Buenos Aires.382 Cada
una de las aduanas de los dos puertos buscó atraer mayores caudales por vía del
recargo fiscal de las mercancías a manera conveniente. El entendimiento no se
logró, incluso poniendo en peligro la subsistencia del armisticio.383
Las comunidades mercantiles, en una u otra orilla del Río, se vieron enfrentadas en
un contexto de pugna política. Las diferencias entre Buenos Aires y Montevideo
dependían de los circuitos comerciales en los que cada puerto estaba inscrito. Para
Buenos Aires resultaba más importante su red de distribución mercantil hacia el
interior de los territorios que habían conformado el Virreinato. Por otro lado,
Montevideo tenía sus intereses puestos en su el tráfico atlántico, ya fuera hacia la
Península o hacia Río de Janeiro. Evidencia de la adhesión mercantil montevideana
a la Península se observa en la política seguida ante el desmembramiento del orden
379 Street, Artigas, 1959, p.123. 380 Dútrenit, Historia, 1994, pp. 65-66. 381 Este hecho desató el célebre episodio patriótico uruguayo conocido como el “Éxodo oriental” donde Artigas se retira de la Banda Oriental seguido por sus huestes y la población adepta. Será también el inicio de la consolidación del poder artiguista como insignia del federalismo y oposición a Buenos Aires. 382 La situación de Montevideo era precaria, la guerra había agotado sus recursos y la revolución había acabado con el sistema colonial que le garantizaba privilegios. Una de las medidas para sortear este estado fue la creación misma del Consulado. Véase Barrán, Bases, 1985, pp. 39-45. 383 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 113-114.
115
colonial, mientras que Buenos Aires cobra una impronta independentista,
Montevideo se mantuvo fiel al orden peninsular.384
El régimen comercial montevideano, buscando hacerse de recursos, decide
franquear el comercio con los extranjeros. Los registros del derecho consular de
arqueo385 nos pueden ayudar a cuantificar el movimiento de buques extranjeros en
el puerto. Entre agosto de 1812 y enero de 1813 se registraron 42 naves mercantes,
incluidas 12 eran extranjeras (28%), de las cuales 8 eran portuguesas (19%), 3
inglesas (7%) y 1 de la cual el registro no ofrece el dato.386
Siguiendo los registros mercantiles corporativos disponibles, observamos son de
corto alcance, la precariedad de fuentes nos ilustra poco sobre los movimientos
mercantiles montevideanos, sobre todo bajo la coyuntura política de los
levantamientos revolucionarios. Sin embargo, podemos hacer el ejercicio de
calcular el volumen de las transacciones por dos vías, a través del derecho de
arqueo y a través del ½ por ciento gravado al comercio.
En primer lugar, mediante el arqueo, una vez distinguido entre embarcaciones
nacionales y extranjeras, podemos calcular su tonelaje a partir del derecho que
pagaron. Quedando la gráfica como sigue:
384 Ribeiro, Fieles, 2013, tomo 2, p. 45. 385 Este derecho consistía en una exacción por volumen que se cobraba a los buques que entraran o salieran del puerto. El monto estaba determinado por el tonelaje y por la nacionalidad, siendo que a los buques nacionales cobraban 2 reales por tonelada, mientras que para los extranjeros la contribución era de 4 reales. Una representación nombrada “Dueños y capitanes de buques nacionales” elevó una queja ante esta exacción, misma que fue desacreditada por el Consulado. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 118-119. 386 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 1-12v.
116
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815" ff. 1-7. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Observamos un arco con punto máximo en diciembre de 1812, para tener
mercadeadas una caída iniciando 1813, consecuente con el inicio del segundo sitio
de Montevideo, sin embargo el puerto se mantuvo abierto hasta mayo de 1814, así
pues no se le puede atribuir la caída tan abrupta.
A partir de febrero de 1813 los libros contables dejan de registrar ingresos por
derecho de arqueo, la estrechez de la observación no alcanza para delinear los
efectos de la instauración del Consulado en la Banda Oriental, pero podemos cruzar
este indicador con el del derecho de “½ por ciento” cobrado al comercio para
calcular el volumen comercial, recordando que en el registro se consignan dos
tercios de dicho recurso:
0
200
400
600
800
1000
1200
1400
1812-8 1812-9 1812-10 1812-11 1812-12 1813-1
Gráfica 1. Toneladas de mercancías ingresadas y salidas puerto de Montevido, 1812-1813
117
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815" ff. 1-10. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Observamos entonces que los gráficos compaginan, tienen el pico a máximo a
finales de 1812, decayendo a partir del inicio de 1813. El bloqueo naval que
consigue imponer Buenos Aires sobre Montevideo, en mayo de 1814, puede ser
causa del término de los registros de comercio más allá de esa época. Y a la vez, la
dominación de la navegación en el Plata selló para Montevideo su suerte, quedando
totalmente aislada, teniendo como único remedio fue la rendición de la plaza.387
Otro indicador que podemos tomar para calcular el valor del comercio son los
derechos de avería. Aunque estos efectivamente no fueron ingresados al Consulado,
ya que fueron tomados por el gobierno virreinal según las disposiciones de erección
del Consulado, fueron registrados anualmente en la contabilidad consular. Sin
embargo, debido a que sólo tenemos observaciones anuales, podemos realizar un
simple cálculo del volumen comercial mensual mediante promedios simples. Para
el periodo de junio de 1812 a mayo de 1813 la cantidad corresponde a 5,854 pesos y
3 reales, mientras que para el periodo entre junio de 1813 a mayo de 1814 la suma
es de 1179 pesos y 4.5 reales. Una suma simple y llana de los dos periodos nos
387 Narancio, Independencia, 1992, p. 114.
0
5000
10000
15000
20000
25000
30000
35000
1812-9 1812-10 1812-11 1812-12 1813-1 1813-2 1813-3 1813-4
Gráfica 2. Valor del comercio de Montevideo calculado a partir del derecho de "1/2 por ciento"
Pes
os
118
arroja 7,033 pesos y 7.5 reales, promediando 293 pesos por mes durante los dos
años.388
De esta manera podríamos calcular, mediante la proporción de ½ por ciento que
equivalía la avería, que el nivel del valor del comercio montevideano durante el
periodo fue de alrededor de 58,600 pesos en promedio. Sin embargo observamos
que los dos años tomados son muy disímiles entre ellos, haciendo el mismo cálculo
podemos decir que para el primer año (junio de 1812-mayo de 1813) el valor fue de
97, 500 pesos mensuales en promedio, mientras que para el segundo año (julio de
1813-mayo de 1814) el promedio fue de 19,600 pesos.
Estos cálculos resultan algo arbitrarios y restringen su análisis por consistir en
simples promedio aritméticos ante la falta de detalles en los datos. Cabe resaltar
que dichos resultados no compaginan con el nivel comercial calculado a partir de
las dos terceras partes del impuesto de ½ por ciento” cobrado al comercio durante
los meses correspondientes del periodo.389
En cuanto a la vida interna de la Consulado se puede observar que, una vez
sacudida la tutela comercial de la corporación porteña, los comerciantes
montevideanos conformaron su propio Consulado, tal como se observa en el
capítulo anterior. Las principales tareas del nuevo Consulado giraron en torno a
lograr el control y progreso del tráfico.390
El comercio extranjero fue regulado, siguiendo las disposiciones que desde 1811 la
Junta de comercio de Montevideo había propuesto.391 Así también, se prohibía la
388 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 1-10v. 389 En este punto la heterogeneidad de las fuentes y la estrechez del periodo se hacen muy palpables, tal como se advirtió al inicio de capítulo. 390 El Consulado guardó, a grandes rasgos, la forma bipartita de sus antecesores hispanoamericanos. Se componía por el Tribunal consular, conformado por el Prior y los Cónsules “tesorero” y “contador”, adoptando dichas tareas respectivamente. Por otro lado existía la Junta de Gobierno, compuesta por el Prior, los dos Cónsules, los Consiliarios, el Secretario (vitalicio), y el Síndico. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 107. 391 Los consignatarios de las cargas, que debían ser españoles radicados en el puerto y debían matricularse. Habría dos comerciantes encargados de garantizar el cumplimiento de las disposiciones, así como de prohibir la salida de frutos del país en barcos extranjeros hacia cualquier puerto español. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 97-98.
119
salida de tasajo en buques extranjeros hacia Cuba, del cual Montevideo gozaba el
monopolio en el esquema imperial. El sistema era transgredido por la salida de
buques extranjeros que manifestaban que su destino era otro, sin embargo el
argumento del Consulado sostenía que era evidente que la isla caribeña era el único
consumidor de dicho producto.392 A este respecto se hizo llegar una queja al cuerpo
consular de La Habana para que impidiera, o al menos gravara, la importación de
carne salada.393
Dentro de las preocupaciones del nuevo Consulado estuvo también la
reglamentación de las escrituraciones mercantiles, siguiendo en esto las directrices
del Consulado de Bilbao expresadas en la Cédula de erección de 1794 para Buenos
Aires. Se determinó la obligación de reducir a escritura pública los contratos de
sociedad, tanto los ya existentes como los futuros, y de registrarlos en la secretaría
del Consulado.394
Por otro lado, la corporación requería de recursos para poder llevar a cabo las
diferentes tareas encomendadas. La normativa hispana sobre los consulados
proveía a estos con el derecho de avería y el producto de las multas del tribunal. Sin
embargo recordemos que dentro de los estatutos fundacionales de mayo de 1812
trasladaban, a manera de préstamo, los derechos consulares a la Caja real,
atendiendo solamente los gastos más indispensables.395
392 Ante esta medida los saladeristas y hacendados se quejaron por no haber sido consultados, esta disposición afectaba sus ganancias ya que los buques nacionales no se daban abasto para dar salida a su producción. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 99-100. 393 La respuesta del Consulado de La Habana, si bien reconocía la legitimidad de la queja y superioridad del tasajo de la Banda Oriental, ponía por delante la imperiosa necesidad del producto y la oferta insuficiente que tenían que complementar con el comercio extranjero. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 123-124. 394 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 125-126. 395 Los ingresos registrados en la contabilidad consular trasladados a las Cajas reales fueron: entre junio de 1812 y mayo de 1813 de 5,854 pesos y 3 reales de la “vieja avería y 6,138 pesos y 7 ¾ reales por la “nueva avería de guardacostas”; mientras que para el periodo de junio de 1813 hasta mayo de 1814 la “vieja avería” reporta 1,179 pesos y 4 ½ reales, mientras que la “nueva avería de guardacostas” fue de 1,617 pesos y siete y medio reales. La suma alcanza los 14,790 pesos y 6 ¾ reales. Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 1-12v.
120
Entonces resultó que el ingreso consular más relevante fue el derecho de arqueo. El
periodo del cual se tiene registro es demasiado limitado,396 por lo que no puede
emplearse como indicador del tonelaje traficado en Montevideo. Sin embargo
puede utilizarse para tener una imagen del estado contable del Consulado, sobre
todo considerando que los gastos originados por la administración de justicia
consular eran cubiertos por la Caja real, entonces el arqueo fue un ingreso extra
para la corporación.
Tabla 1. Ingresos por derecho de arqueo Consulado de Montevideo, 1812-1813
Mes Pesos Reales
Agosto 1812 170 4
Septiembre 1812 210 Octubre 1812 338 4
Noviembre 1812 374 5
Diciembre 1812 295 2
Enero 1813 96 5
Total 1485 4 Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815" ff. 1-7. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
El arqueo se muestra como un ingreso considerable atendiendo a la precaria
situación pecuniaria del Consulado en sus inicios. Para tal efecto se observa que los
sueldos a pagar son los correspondientes al Secretario, al Oficial de la secretaría, al
Alguacil portero y por último para la denominada “Ordenanza” o portero
sustituto.397 Estos rubros se cubrieron con los ingresos aduanales que cada mes se
remitían de manera exacta para cubrirlos, quedando que el sueldo del secretario
era de 66 pesos 5 y medio reales, para el oficial de la secretaría era de 25 pesos,
misma cantidad para el alguacil portero, y para la ordenanza de 8 pesos dos y
396 Los registros van de agosto de 1812 a enero de 1813. La fecha final puede coincidir con el inicio del “segundo sitio de Montevideo” en febrero de 1813, sin embargo el bloqueo naval no fue efectivo sino hasta mayo de 1814, desalentando dicha proposición. Véase Acevedo, Anales, 1933, tomo I, p. 154. Resulta así que 397 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 306.
121
medio reales. Sin embargo dichos sueldos se redujeron a la mitad a partir de marzo
de 1814.398
Un recurso con el que contó el Consulado al inicio fue el llamado “impuesto de ½
por ciento cobrado al comercio extranjero”, pensado para retribuir a Nicolás
Herrera y a Manuel Pérez Balbas desde la década anterior.399 Esta exacción fue
pagada integralmente a Pérez Balbas ante la decisión de Herrera de abrazar la
revolución porteña. En julio de 1812 la autoridad virreinal decidió proveer al
Consulado de dos tercios de dicho recurso.400
De signo contrario, los gastos extraordinarios del Consulado en su primer año de
existencia fueron de 890 pesos y 1 real en la habilitación de sus oficinas, y en su
segundo año el mantenimiento sobre el mismo rubro ascendió a 300 pesos y 3
reales.401
En suma, para analizar desde el interior las finanzas del Consulado, sus libros
contables nos aportan dos periodos coincidentes con nuestra periodización política:
de junio de 1812 a mayo de 1813, y de junio de 1813 a mayo de 1814.402 Los montos
se encuentran registrados en el sistema contable de Antiguo Régimen como
“cargos” y “datas”.403 Los resultados que arrojan son los siguientes:
398 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 1-12v. 399 Dicha exacción consta en los registros desde septiembre de 1812 hasta mayo de 1814. Sumando 671 pesos y 4 y 3/4 reales. Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 1-11. 400 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, pp. 115-117. 401 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 1-10. 402 Coincide con que en junio de 1814 las fuerzas sitiadoras porteñas logran la capitulación de Montevideo, terminando así el periodo de dominación colonial en su último reducto del estuario platense. 403 Es un lugar común identificar los registros de “Cargo” con ingresos, mientras que los de “Data” con egresos. Sin embargo, este sistema contable se encuentra más bien volcado a definir responsabilidades sobre los fondos gestionados. La voz del funcionario es la que crea estos registros, por lo tanto su vocabulario está cargado de un tono judicial. La palabra “cargo” responde mejor a la acción de “hacerse cargo” de los fondos, mientras que la “data” registra los fondos que han sido “descargados” de la responsabilidad del funcionario que elabora el registro. Véase el apartado correspondiente en la “Introducción” de este texto, así como Sánchez Santiró, Corte, 2013, pp. 14-26.
122
Tabla 2. Contabilidad consular, cortes anuales, 1812-1814
Cargos Datas
Periodo Pesos Reales Pesos Reales
Jun1812-Mayo1813 15317 4.25 14658 4.5
Jun1813-Mayo1814 4038 6.5 3865 4 Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815" ff. 10 y 12v. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Sin embargo esas cuentas no reflejan el estado verdadero de las finanzas consulares
debido a que cuentan los derechos de avería, tanto la llamada “vieja” como la
“nueva o de guardacostas”. Ambos registros entran al final del periodo contable
como “cargos” y “datas” a la par, provocando un aumento artificial en las finanzas
consulares sin haber sido remitidos efectivamente.
Para tal efecto la tabla siguiente nos reporta las finanzas efectivas del Consulado,
una vez descontados ambos derechos de avería:
Tabla 3. Contabilidad consular, cortes anuales descontadas las averías trasladadas a la Caja Real, 1812-1814
Cargos Datas
Periodo Pesos Reales Pesos Reales
1812/6-1813/5 3324 1.5 2665 1.75
1813/6-1814/5 1241 2.25 1068 0 Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815" ff. 9, 9v, 12 y 12v. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Observamos que el consulado operaba con niveles monetarios muy limitados. Las
sumas sobrantes a cada fin de periodo son de 658 pesos y 7 ¾ reales para el primer
periodo y 173 pesos y 2 ½ reales para el segundo.404 Es sin lugar a dudas un
periodo de depresión económica para el Consulado. Si comparamos con en el
periodo de la diputación subordinada al Consulado de Buenos Aires, tan sólo el
ingreso por concepto de avería en el puerto de Montevideo rondó, en promedio, los
8 mil pesos anuales, alcanzando niveles máximos de 16 mil pesos alrededor de la
Paz de Amiens.405
404 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 9v y 12v. 405 Tjarks, Consulado, 1962, tomo I, pp. 223-224.
123
La estrechez del periodo y de los datos observados restringe la capacidad de
analizar los resultados del proceder de la institución consular en Montevideo. Sin
embargo podemos observar la precariedad de recursos con que funcionaba al
interior el Consulado, donde su política de ingresos estaba dictada por sus gastos.
Los recursos que debía gastar era proporcionados por el erario real, evidencia del
pacto entre los comerciantes y el gobierno colonial expresado desde la normativa
de erección.
Los registros del Consulado terminan en julio de 1814, fecha en que el gobierno
adepto a la Península ha capitulado y Buenos Aires, ahora en pugna con la
insurrección del interior de la Banda Oriental y de todo el antiguo Virreinato, toma
el control del Montevideo. Se abrió así un nuevo episodio político que merece la
pena analizar desde la óptica comercial.
Cuando la revolución nos alcanzó: régimen porteño en Montevideo y
la “Patria Vieja”
La capitulación del gobierno realista en Montevideo a mediados de 1814 abrió un
breve episodio donde ambos puertos volvieron a formar parte de una misma
administración política, retomando así un lugar subordinado para el puerto de
Montevideo. La administración formal, después del polémico episodio sobre el
tratado del armisticio, fue la conformación de una “Provincia Oriental” a cuya
cabeza se encontraba un Gobernador intendente. Se nombró un nuevo Cabildo, se
trasladaron armas, pertrechos militares y hasta documentos de archivo a Buenos
Aires. En la administración se nombraron nuevos funcionarios adeptos al régimen
porteño,406 y se suprimió el Consulado montevideano, dejando en su lugar una
diputación como en los tiempos coloniales.407
La política bonaerense estuvo encaminada a reducir el autonomismo político y
económico de Montevideo, consolidando su política centralista. Buscando atacar la
406 Un caso emblemático fue Nicolás Herrera, aquel exitoso portavoz montevideano en la Península que había abrazado la causa de Mayo y ahora regresaba a Montevideo con sus antiguos privilegios. 407 Reyes, Ciclo, 1971, pp. 491-493.
124
posición económica de los comerciantes montevideanos, se decretó, bajo el título
de “propiedades extrañas”, el traslado del remanente líquido a Buenos Aires de las
mercancías que los españoles ausentes dejaron en Montevideo y que se habían
acumulado por la imposibilidad de darles salida durante la guerra. Esta medida
tuvo el resultado de descapitalizar el sistema comercial meramente
montevideano.408 En esta tarea, el Consulado montevideano, en proceso de
extinción, tuvo que levantar informes para las autoridades porteñas y así deslindar
los caudales y mercancías propensos de ser expropiados.409
Refiriéndonos al Consulado en particular, se designó a Gerónimo Pío Bianqui como
diputado, con tareas específicas como recopilar toda la información fiscal, hacerse
de los fondos y desde luego, encargarse de disolverlo efectivamente.410 El diputado
nombrado siguió estas órdenes y se dispuso a administrar la justicia mercantil
como las ordenanzas de 1794 preveían. Esta situación puso al comercio de
Montevideo en una posición de subordinación todavía mayor que la sostenida
durante el régimen colonial. Desapareció el recurso de apelación a las autoridades
metropolitanas y ahora la injerencia bonaerense, bajo la administración del
nombrado “Directorio”, era mayor.411
Sin embargo, ya que Buenos Aires no tenía un control total del estuario del Plata,
las demás provincias se habían alzado contra su política centralista. Así entonces,
aunque controlaba Montevideo, el resto de la campaña oriental se encontraba
sublevada encabezada por Artigas. Aunque las batallas favorecían más al bando
porteño que al oriental, Artigas y sus comandantes ponían en jaque el orden
porteño sobre la Banda Oriental.412 Se sumaba a ello la creciente impopularidad del
408 Narancio, Independencia, 1992, pp. 121-122; Barrán, Bases, 1985, p. 47. 409 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 149. 410 Ibid., p. 142; Barrán, Bases, 1985, p. 46. 411 El Directorio porteño fue la forma organizacional que tomó el régimen revolucionario en Buenos Aires a partir de la Asamblea General de 1813. Para 1815 el Director Supremo era Antonio de Posadas, tío de Carlos María Alvear, oficial que rindió Montevideo realista y que sustituyó a su tío en 1815. 412 Incluso el traslado de caudales y mercancías antes mencionadas como “propiedades extrañas” se vio entorpecido y se llegó a requerir de embarcaciones particulares para su traslado a Buenos Aires. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 152.
125
gobierno porteño por el aumento de exacciones y confiscaciones de la población
montevideana, sin importar si fueran criollos o españoles.413
Un ejemplo de exacción fueron las contribuciones, ordinarias y extraordinarias, de
las que fueron objeto los comerciantes, almaceneros y pulperos con base en las
propiedades, caudales y mercaderías de cada contribuyente. Para tal efecto se
conformó una comisión encargada de levantar un padrón de contribuyentes y su
capacidad de contribución. Los posibles contribuyentes trataron de evitar el pago a
toda costa, mientras que las autoridades porteñas fueron implacables en la
exigencia de dichas contribuciones, aunque la escasez recursos líquidos en la plaza
frenó la capacidad extractiva de estos rubros.414
La presión militar de las fuerzas artiguistas, empoderadas a partir de la victoria en
la campaña de Guayabos y las noticias sobre una expedición española al Plata,
hicieron que el Directorio porteño buscara una conciliación con Artigas. Para esto
comisionó a su secretario, y ex-apoderado del comercio montevideano, Nicolás
Herrera, para restablecer las relaciones con el jefe oriental y salvaguardar la
seguridad del Estado. Herrera reconoció en el régimen porteño de Montevideo la
causa del agotamiento de la industria y el estrangulamiento oriental, traduciéndose
así en una resistencia al pago de contribuciones, cada vez mayores, y la adhesión a
la causa de artiguista.415
Sin embargo, ni la habilidad política de Herrera ni los intentos del Cabildo
montevideano fueron capaces de cambiar la determinación artiguista sobre el
desalojo de la plaza de Montevideo para poder entablar negociaciones, condición
que se cumplió en febrero de 1815. 416 Se eligió un nuevo Cabildo, de orientación
criolla, para reemplazar a los individuos “aporteñados” que durante la ocupación se
habían fraguado la antipatía popular. Su objetivo primordial era restablecer las
413 Street, Artigas, 1959, p.203. 414 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo I, p. 156-158. 415 Ibid., pp. 166-169. 416 Street, Artigas, 1959, pp. 211-213.
126
oficinas y jurisdicciones a su cargo, para garantizar, en conjunto con el gobernador,
la gestión política y económica.417
La administración artiguista concretó, dentro de las limitaciones impuestas por el
entorno político y económico, una considerable gama de reformas administrativas
y comerciales. Realizó la primera división departamental del territorio, se
organizaron las oficinas de gobierno y se institucionalizó la obligación de rendir
cuentas. 418
En el ámbito comercial, se aprobaron y publicaron reglamentos con el fin de
reorganizar el tráfico, vigilar el abasto y reprimir el contrabando, se abrieron los
puertos de Maldonado y Colonia al comercio excepto con Buenos Aires mientras se
mantuvieron las hostilidades.419 Así también, se estimuló el comercio extranjero
prometiendo seguridad siempre y cuando cumplieran con las condiciones de no
concesión de monopolios, el pago de los impuestos comunes y el respeto a su
exclusión en el comercio interno, reservado para los vecinos de la provincia.420
La penosa situación de la Hacienda oriental urgió a los miembros del Cabildo a
determinar las rentas que debían de percibir para su manutención. Se creó un
impuesto de un cuartillo por cuero entrado en Montevideo, se secularizó la
percepción de diezmos y cuatropeas y se ratificó la renta de papel sellado.421 La
base gravable sobre contribuyentes no se encontraba claramente delineada en el
entorno posbélico de la Banda Oriental, así que se estableció una comisión
encargada de recabar la información necesaria, comenzando las dificultades entre
417 Sala, Artigas, 1978, p. 80. 418 Narancio, Independencia, 1992, p. 125. 419 Street, Artigas, 1959, p. 236. 420 Narancio, Independencia, 1992, p. 125. El Convenio de Purificación establecía las reglas para garantizar el libre comercio con los súbditos ingleses como arriba se menciona, sin embargo dicho Convenio fue firmado en agosto de 1817, estando ya la plaza de Montevideo ocupada por las fuerzas portuguesas. 421 Este hecho ilustra la fusión de formas organizativas heredadas del régimen monárquico-colonial con las formas independentistas, se observa que los sellos eran los mismos que se utilizaron en la Colonia pero agregándoles la leyenda “Valga para el año 4° y 5° de la Liberad”. Véase Frega, Dimensión, 1996, p. 149.
127
los bandos radicales y moderados, dividiendo así los grupos al interior de los
mandos artiguistas.422
En general, los objetivos fiscales del nuevo gobierno buscaban centralizar la
administración hacendaria y unificar los procedimientos con el objeto de asegurar
una correcta administración de los recursos públicos por parte de sus funcionarios.
Para la unificación se procedió al arreglo y organización de las cajas y receptorías
dependientes de todos los cabildos, estableciéndose para dicha tarea el cargo de
“Visitador ordenador”.423
Conviene rescatar la exacción con que fue afectado el comercio montevideano, del
cual el grueso se encontraba fundamentalmente en manos de españoles. Se impuso
una contribución de 40 mil pesos. El Consulado, restaurado después de su virtual
desaparición en la ocupación, debía conformar cuatro comisiones que fijarían las
contribuciones que cada individuo debería de cumplir según la fijación de su
capital mediante inventario y tasación de sus bienes. La contribución fue
suspendida en mayo por el sector moderado del Cabildo, amparándose en un oficio
de Artigas donde sugería evitar la imposición de nuevas contribuciones que
mermaran los efectos “libertarios” de la revolución. La suma que se alcanzó a
recolectar fue de 21,668 pesos, muy lejos del mínimo proyectado de 40 mil y más
aún de los 62 mil pesos fijados como el óptimo. 424
En el orden del comercio regional, Artigas había logrado establecer en los
territorios de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fé, Córdoba y obviamente la
Banda Oriental, una unidad política bajo su mando adepta al federalismo y
contraria a los designios centralistas porteños, comúnmente conocida como el
“Protectorado”. Bajo este estado de cosas se estableció una unidad aduanera para el
tráfico de mercancías, los derechos serían pagados una sola vez y aplicaría para
todos los pueblos federados. La introducción de efectos estaba gravada entre 15 y
40 por ciento, protegiendo la industria interna, mientras que los frutos americanos
pagaban un 4 por ciento por importación. Estaban exentos de gravámenes el 422 Sala, Artigas, 1978, pp. 80-81 423 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 24-25. 424 Sala, Artigas, 1978, p. 85.
128
azogue, las máquinas, los instrumentos de ciencias y arte, libros e imprentas,
pólvora, azufre, salitre, medicinas, armamento y los metales preciosos. En cuanto a
la exportación, la exacción general era de 4 por ciento, mientras que el cebo,
cuernos, peletería de carnero, suelas y el oro labrado pagaba 8 por ciento, seguidos
por un 12 por ciento a la plata. Los cueros pagaban 4 por ciento de alcabala , 2 por
ciento de subvención, sumados a ½ real para los cueros de yegua y 1 real para los
vacunos. Estaban libres de derechos de exportación las harinas y galletas del país.
Mientras que para la distribución de bienes, las pulperías pagaban una cuota única
y fija de 30 pesos anuales.425
El Cabildo gobernador, siguiendo la disposición sobre la apertura de los puertos
orientales al comercio con todas las naciones, condicionada al pago de los derechos
correspondientes, fue cuidadoso en la aplicación de la cláusula sobre el vínculo con
la campaña. Los extranjeros debían comprar en Montevideo los bienes a exportar
sólo a los agentes que el Consulado autorizaba para ello, no pudiendo penetrar en
el territorio oriental para dicha tarea. Estos agentes autorizados por el Consulado
fueron de mayoría criolla, observando un viraje en la composición del grupo de
poder en la corporación, en consonancia con la política artiguista de desconfianza
hacia los peninsulares.426
Los intereses comerciales de la Banda Oriental habían estado siempre en
consonancia con los de los territorios del Protectorado, de ahí provenían gran parte
de los cueros comerciados por Montevideo y ahí se dirigían las mercaderías
introducidas por este puerto.427 La resistencia al monopolio porteño fue el hilo
conductor de la unidad de las regiones, las cuotas aduaneras eran claramente
proteccionistas, creando así un territorio comercial integral y excluyente de Buenos
Aires, que se encontraba aislada por los llamados “corsarios de Artigas”.428
La combinación de esta unidad aduanera, el federalismo y la reforma agraria
artiguista se apunta como la causa de la reacción porteña contra la Banda Oriental
425 Narancio, Independencia, 1992, pp. 168-169. 426 Street, Artigas, 1959, p. 239. 427 Millot, Historia, 1991, pp. 111-113. 428 Sobre el tema de los corsarios artiguistas véase Beraza, Corsarios, 1978.
129
que se tradujo en la invasión portuguesa iniciada en 1816. El régimen artiguista
abrió una posibilidad nunca antes vista de sacudirse el protagonismo porteño, no
sólo para la Banda Oriental, sino para todo el litoral y la región entrerriana. La
creación de un sistema económico, y político, fuera del control porteño amenazaba
la posición estratégica tradicional de Buenos Aires, hecho que difícilmente estaba
dispuesta a aceptar. 429
La amenaza de una nueva invasión portuguesa trajo el desasosiego a la plaza. No
hay que olvidar que la población de Montevideo tenía la impronta de la guerra
bastante fresca, así como considerar que su situación como ciudad comercial eje de
la región requería de una estabilidad política. De esta manera se puede entender la
actitud del Cabildo y los principales de la Ciudad para con el “invasor” portugués, el
cual llegó a Montevideo a inicios de 1817. Éste prometía dicha estabilidad y el
restablecimiento de su condición de privilegio frente a la campaña, sector que
Artigas había promovido y cuidado con bastante esmero.430
La política anti-europea del caudillo también le fraguó la desavenencia del sector
comercial tradicional. El delegado artiguista Miguel Barreiro es puesto en prisión,
para luego tratar de establecer el gobierno en Canelones, sin embargo las tropas del
general Frederico Leçor estaban demasiado cerca, las cuales entraron en
Montevideo en enero de 1817.
Como evaluación de los resultados comerciales en este periodo podemos calcular el
valor del comercio en Montevideo a partir del derecho de avería recaudado por el
Consulado:
429 Millot, Historia, 1991, pp. 112-113; Halperín, Revolución, 2002, pp. 295-299. 430 Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 73-75.186.
130
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.431
La comparación con el periodo anterior resulta sugerente. En promedio durante el
dominio hispánico se comercializaron 17,500 pesos mensuales por medio del
cálculo vía las dos terceras partes del derecho de “½ por ciento al comercio”,
mientras que vía los registros anuales de avería el promedio mensual es de 58,600
pesos. Para el periodo de la “Patria Vieja” el promedio fue de 66,000 pesos,
inclinándonos a pensar que el cálculo vía los registros anuales de avería en la época
colonial resulta más plausible.432
En cuanto a la organización consular, el nuevo gobierno tomó como una tarea
primordial restituir su papel en la estructura económica. Buscó sobre todo
reinstaurar el tribunal sobre asuntos comerciales entorpecido durante la
431 Los registros no arrojan información detallada sobre los ingresos en los meses de agosto a octubre de 1816. Sin embargo en noviembre se registran 711 pesos como suma de la deuda en los 3 meses anteriores, dejando a noviembre sin registro. Sin otra manera de deducir la cantidad exacta a cada mes se realizó una simple división de los 711 pesos entre los 3 meses referidos. 432 Sin embargo, la comparación es engañosa por tratarse de registros muy heterogéneos y por no contar con un índice de precios que nos pudiera revelar la variación real. Los tiempos compulsivos revolucionarios resultan difícilmente comparables, sobre todo considerando la escasez de registros fiables y los periodos tan estrechos que los episodios políticos consignan.
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Gráfica 3. Valor del comercio de Montevideo calculado a partir del derecho de avería consular,
1815-1816
Pes
os
131
ocupación. Para tal efecto se designó a José Vidal como presidente, nombramiento
empatado con el de Prior, el cual debía requisar los documentos relativos al
Consulado aún en manos de Pío Bianqui. Así también debía designar dos personas
de su confianza para regir en los asuntos judiciales del comercio.433
Los dos integrantes nombrados del Tribunal fueron José Lucas Obes y Juan
Correa. Mientras que el personal incluía a José Revuelta como asesor y a Eusebio
González como secretario. El doble cargo de Vidal como “Regidor Defensor de
Pobres” y Presidente del Consulado hizo que renunciara al poco tiempo de iniciada
su gestión, quedando así Juan Correa como presidente sustituto.434 Sin embargo
las renuncias sucesivas de Obes y Correa tambalearon la estabilidad del naciente
Tribunal, recayendo la presidencia en el asesor Revuelta. Ramón de las Piedras,
miembro del Cabildo, demandó una organización cabal del Tribunal, objetando la
pertinencia de mantener a Obes y a Correa en sus cargos debido a que debían
rendir cuentas a la “Comisión de Pertenencias Extrañas”.435 El Cabildo acordó
separar a ambos de sus cargos, recayendo la presidencia en el denunciante Ramón
de las Piedras, mismo que intentó renunciar a dicho nombramiento, sin embargo el
Cabildo no lo autorizó.436 Quedó así integrado el tribunal por Ramón de las Piedras
como Presidente, Andrés Manuel Durán como primer Cónsul, y Zenón García
Zúñiga como segundo Cónsul, mismo que consta en los estados contables del
Consulado.437
El Tribunal consular sufre una modificación en marzo de 1816 por mandato de
Artigas, el cual dicta que sea un miembro del Cabildo el nato Presidente del
Consulado, pidiendo se releve a Ramón de las Piedras, resultando electo por el
433 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, p. 29. 434 Ibid., p. 31. 435 Dicha Comisión tenía como objetivo deslindar propiedades susceptibles de ser incautadas para las arcas del gobierno a razón de pertenecer a “enemigos de la patria”. Funcionaba a la par de la llamada “Comisión de Extranjería”, que realizaba los juicios al respecto y decidía la pertinencia de enviar a los peninsulares al cuartel artiguista, llamado, “Purificación”. Obes y Correa resultaron llamados a dicho cuartel, a pesar de que Obes era criollo nacido en Buenos Aires. Ambos recibieron un indulto posterior de Artigas a condición de su cooperación pecuniaria y moral con la patria. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 64-67. 436 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 33-34. 437 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v.
132
Cabildo Juan Francisco Giró, conformándose así la composición del Tribunal que
duró todo el periodo de gobierno artiguista. Se instituyó que la renovación de sus
miembros fuera anual, sin embargo los sucesos políticos dejaron sin efecto la
disposición.438
Los sueldos mensuales fijados por el Cabildo gobernador para los miembros del
Tribunal y sus empleados eran: 100 pesos para el presidente, 50 pesos para cada
uno de los cónsules, 70 pesos para el secretario,439 60 pesos para el asesor letrado,
25 pesos para el oficial primero, 8 pesos y 4 reales para el oficial segundo, y
finalmente 25 pesos para el alguacil portero.440
El alcance temporal sobre los datos contables del Consulado abarca desde abril de
1815 hasta diciembre de 1816,441 coincide así con la entrada del ejército portugués
en Montevideo, en enero de 1817. En noviembre de 1815 se observa un incremento
considerable en los sueldos pagados, este refiere a que fueron satisfechos los
sueldos adeudados al Presidente y Cónsules desde abril de ese año.442 La totalidad
de los sueldos son cumplidos cabalmente hasta marzo de 1816, fecha en que deja de
pagársele al Presidente, mismo fenómeno que ocurrió a partir de noviembre con el
Cónsul segundo.443
El Consulado tenía para el gobierno artiguista una importancia básica como
administrador de justicia mercantil. Así también, manejaba sus recursos de manera
438 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, p. 34. 439 Para este periodo el Secretario Eusebio González tuvo a su cargo también la tesorería del Consulado según se consigna el libro contable, véase AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v. 440 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, p. 34. Los gastos en sueldos fueron el principal rubro de erogaciones hechas por el Consulado en este periodo. Sin embargo el pago no fue completamente estable, en algunos meses algunos nombramientos no fueron satisfechos con el sueldo correspondiente, quedando pendiente su pago o siendo satisfecho meses después. Véase AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v. 441 Sin embargo la última anotación del Libro 321 consigna 140 pesos pagados al Secretario-Tesorero por sueldos de enero y febrero de 1817. 442 El pago de los sueldos adeudados emana de la disposición del Delegado de Artigas, Miguel Barreiro, para institucionalizar el Tribunal consular y quitarle su impronta provisional, a pesar que el Cabildo consideraba que los miembros del Tribunal no debían percibir sueldos por tratarse de miembros del Cabildo mismo. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 51-55. 443 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v.
133
autónoma. Recibía el derecho de avería, así como las multas provenientes de la
aplicación de justicia. Por otro lado, sus gastos mayores correspondían a los
sueldos que promediaron en el periodo unos 280 pesos mensuales. Los gastos
extraordinarios eran menores, sobre todo enfocados en gastos de oficina y
acondicionamiento de las oficinas consulares, no superando los 30 pesos
mensuales. El único gasto extraordinario remarcable fue un préstamo al Cabildo
gobernador por 501 pesos en junio de 1815.444
Otra función del Consulado fue la de elaborar un padrón de individuos dedicados al
comercio, ya fuera con el exterior o al interior de las provincias federadas. Para tal
efecto se estableció un mínimo de 6,000 pesos de capital, así como demostrar su
adhesión al régimen americano en caso de los extranjeros mediante la “carta de
ciudadanos”.445
Sin embargo la principal función del consular era la administración de justicia,
para ello gozaba de la capacidad privativa de mediar en las desinteligencias
mercantiles, buscando siempre una pronta resolución en favor de agilizar los
negocios, incluyendo aquellos con extranjeros. Existieron casos donde se
traslapaban las prerrogativas del Cabildo, del Consulado y de la Comisión de
Propiedades Extrañas, sobre todo donde la nacionalidad del titular de los bienes en
disputa demandaba la intromisión de la Comisión.446
Las funciones del Consulado no se restringieron sólo al ámbito contencioso y como
recolectores de los fondos para el Estado.447 También continuó su labor como
centro organizativo de los miembros del comercio de la plaza, sin embargo las
juntas de comerciantes tuvieron un carácter esporádico y fueron poco atendidas
por parte del gobierno artiguista. A razón de esto se expone que el Consulado fue
restringido en sus legítimos derechos y obligaciones, como era la promoción del
giro comercial en la plaza y las obras en favor de éste, restringiendo su actuar a sólo
444 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v. 445 Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 76-78. 446 Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 169-175. 447 Recuérdese la exacción proyectada de 40,000 pesos, así como otros préstamos voluntarios que el Consulado recaudó a nombre del Gobierno.
134
los tres miembros del Tribunal privativo.448 Estos hechos motivaron la elevación de
quejas a las diferentes instancias gubernamentales ante la percepción de un
comercio deprimido, descapitalizado y desarticulado.449
Para centrar la mirada en las finanzas consulares podemos ver los datos referidos a
sus balances anuales. Contamos para el corto periodo con dos cortes a la
contabilidad consular:
Tabla 4. Contabilidad consular, cortes anuales, 1815-1817
Cargos Datas
Periodo Pesos Reales Pesos Reales
1815/3-1816/2 4340 2.25 4063 2.25
1816/3-1817/2 2830 3.5 2851 3 Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 20 y 23v. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Realmente observamos que ni los ingresos, ni los egresos, ni los balances resultan
alejados de los mismos rubros para el periodo 1812-1814 durante el dominio
hispánico. La situación bélica mantuvo un comercio deprimido, y el corto espacio
temporal en ambas administraciones restringe observar los resultados del comercio
agremiado. Conviene en este punto revisar las entradas por derecho de avería
reportadas mensualmente en el libro de contabilidad consular:
448 Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, p. 72. 449 Son insignia de estas percepciones las realizadas por Luis González Vallejo, antiguo Secretario del Consulado durante la etapa colonial que emigró a Río de Janeiro durante el gobierno bonaerense y que recuperó el puesto de Secretario del Consulado durante el régimen lusitano en la Banda Oriental. Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 73-75.
135
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 “Consulado, Tesorería, 1812-1815”, ff. 15-23v. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.450
Resulta difícil proponer un análisis de la tendencia de los ingresos consulares,
sobre todo ante la estrechez de la observación y la volatilidad de los registros. Sin
embargo, y a manera de hipótesis, es remarcable la caída de los ingresos a partir de
julio de 1816, tiempo en que el avance portugués sobre las fronteras de la Banda
Oriental es ya un hecho que amenaza la estabilidad del gobierno artiguista.
El estado de desasosiego ante la invasión portuguesa por el Río motivó al Cabildo a
dirigirse al Consulado para que tomara las acciones necesarias para resguardar los
bienes mercantiles e incluso plantear un traslado de éstos a una plaza más segura.
La junta de comerciantes respondió que para tal tarea requería saber el plan de
defensa del territorio oriental para así poder elaborar un plan propio para el
450 Los registros no arrojan información detallada sobre los ingresos en los meses de agosto a octubre de 1816. Sin embargo en noviembre se registran 711 pesos como suma de la deuda en los 3 meses anteriores, dejando a noviembre sin registro. Sin otra manera de deducir la cantidad exacta a cada mes se realizó una simple división de los 711 pesos entre los 3 meses referidos.
0
100
200
300
400
500
600
700
Gráfica 4. Ingresos por derecho de avería del Consulado de Montevideo, 1815-1816
Pes
os
136
resguardo de los bienes y capitales comerciales. Sin embargo el inquieto estado de
cosas dejó en la indecisión cualquier medida precautoria de evacuación.451
Un punto de conflicto entre el gobierno, ahora en alerta bélica, con algunos
comerciantes fue la incautación de los bienes de origen portugués que se
encontraban en el momento en el puerto. Las quejas elevadas a la “Mesa de
Guerra” por parte de los afectados son desatendidas, abriendo un nuevo episodio
de ocultación de bienes, caudales y personas para la posterior emigración de
Montevideo, sobre todo de europeos. El gobierno respondió con la incautación de
los bienes inmuebles de los emigrados si no se presentaban en un corto periodo de
tiempo a reclamar sus pertenencias.452
La acción del Consulado durante el periodo debe entenderse en el contexto bélico, y
sobre todo supeditado a las necesidades del emergente gobierno artiguista. Su
principal función fue la administración de justicia, así como la captación de
recursos líquidos para las arcas gubernamentales. A pesar de que el Consulado se
vio subordinado a otras instancias gubernamentales, como el Cabildo,453 su
importancia fue reconocida por Artigas, a pesar de que sus bases sociales y políticas
se encontraban en la campaña, provocando así un enfrentamiento con los
principales pobladores de Montevideo.
La otra Corona en el Plata: el régimen portugués y la Provincia
Cisplatina
Montevideo fue tomada por las fuerzas portuguesas en enero de 1817.454 Algunos
miembros del Cabildo abandonaron la plaza, los miembros restantes junto con
algunos grandes comerciantes fueron los encargados de recibir al general Carlos
451 Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 180-182. 452 Véase Capillas, Historia, 1962/1964, tomo II, pp. 183-185. 453 Falcao, Vigía, 1919, p.37. 454 El avance portugués sobre la Banda Oriental fue asunto de reclamo por parte de España frente a Cuádruple alianza, misma que dio la razón a España pero Portugal, apoyada por Inglaterra alegó que se trataba de una ocupación temporal con el fin de evitar el avance del artiguismo sobre el territorio brasileño, la cual acabaría cuando España tuviera la capacidad de enviar sus fuerzas, hecho que nunca se concretó por los levantamientos liberales contra Fernando VII. Véase Narancio, Independencia, 1992, pp. 239-241.
137
Frederico Leçor y entregarle las llaves de la Ciudad. Este prestigioso militar fue el
encargado de organizar el gobierno durante todo el periodo de ocupación luso-
brasileña, desde el cargo de gobernador y capitán general. Su política estuvo
encaminada a atraer los diversos sectores sociales montevideanos mediante la
creación de cargos, títulos honoríficos y el reparto de prerrogativas económicas a
los adeptos al régimen.455 Así también se llevó a cabo como una gran obra de
reconstrucción de edificios públicos y saneamiento de la ciudad.456
Estas acciones fueron exitosas en tanto que logró integrar a sus adeptos en
organismos centrales de la administración como el Cabildo, la Cámara de
Apelación, el Cuerpo Cívico y el Consulado de comercio.457 Este fenómeno se
complementó con el regreso de personajes salidos durante las épocas
revolucionarias, algunos de ellos avecindados en Río de Janeiro. Muchos de estos
personajes estaban vinculados al comercio montevideano, sobre todo de filiación
peninsular, tal fue el caso de Nicolás Herrera, o José Lucas Obes, ambos
incorporados al ejército portugués en calidad de consultores voluntarios.458
Sin embargo, resultaría un desatino pensar que la adhesión de unos cuantos
miembros de la élite política y económica de Montevideo fueron suficientes para
mantener al régimen portugués-brasileño por poco más de diez años. La élite en
general había desarrollado una desavenencia con las medidas más radicales del
artiguismo. El comercio había sido azotado por los frecuentes sitios de la Ciudad y
por la actividad de los corsarios artiguistas.459 El gobierno portugués se miró como
una oportunidad de reactivar los circuitos comerciales, establecer la paz y retornar
a un estado de cosas de corte imperial y monárquico que en un pasado había
455 Dútrenit, Historia, 1994, p. 90. 456 Falcao, Vigía, 1919, p.25. 457 El Consulado fue “restablecido” en febrero de 1817 mediante un “Auto Superior” de Leçor, el cual tuvo la finalidad de restituir el carácter corporativo del Consulado en el contexto de un régimen monárquico. Véase Falcao, Vigía, 1919, p.39. 458 Falcao, Vigía, 1919, p.12. 459 La actividad de los corsos se mantuvo en el Plata como medida bélica de artigas para atacar los barcos portugueses. Véase Beraza, Corsarios, 1978, pp.13-15.
138
significado para Montevideo el crecimiento sin igual, hecho que fue bastante
pregonado en la prensa pro-lusitana.460
Pero la resistencia oriental no había sido sofocada en la campaña. Hasta 1820 la
lucha fue constante, desvinculando una vez más el interior de la Banda Oriental
con su principal puerto. En 1821, con la provincia pacificada y escuchando las
peticiones de anexión de diversos sectores orientales, se pactó la adhesión
mediante un Congreso de notables al Reino de Portugal, Brasil y Algarves bajo la
denominación de Estado Cisplatino Oriental. Las reformas económicas durante la
Cisplatina afianzaron el poder de Montevideo sobre todos los demás puertos
orientales, a la par que consolidaron el poder del patriciado estanciero latifundista
que se había visto atacado durante el artiguismo, sector que apoyó la anexión al
Imperio portugués.461
La colaboración de los sectores orientales poderosos pronto se vio mermada por la
llegada de agentes portugueses e ingleses que amenazaban su posición económica.
Llegaron de Río de Janeiro comerciantes que se establecieron en Montevideo y se
convirtieron en fuertes competidores de los ya establecidos, sumado al regreso de
los comerciantes peninsulares que habían salido durante la lucha armada.462 El
sector comercial que había recibido con tanto agrado la estabilidad prometida
pronto se dio cuenta que sería desplazada por le élite migrante lusitana.463
A partir de 1821 se observó una tendencia de las autoridades en favor de sus
compatriotas portugueses. Los saladeristas y comerciantes criollos recibieron un
duro golpe con la prohibición de matar vacas e introducir sus cueros en
Montevideo, también con el recargo de derechos y las licencias para pasar ganado
en pie al Brasil. La apertura a la introducción de cueros brasileños sin ningún
gravamen era también evidencia del favoritismo por el comercio brasileño.464
460 Falcao, Vigía, 1919, p.29 461 Reyes, Economía, 1969, pp, 10-13; Torre, Después, 1972, pp. 9-11. 462 Dútrenit, Historia, 1994, p. 92. 463 París de Oddone, Colonia, 1973, p. 40. 464 Castellanos, Cisplatina, 1982, pp. 12-13.
139
La política lusitana sobre Montevideo se enfocó en proveer al puerto de un
esplendor comercial, para tal efecto se realizaron diversas obras como la mejora y
construcción de caminos, mantenimiento y mejoras en el muelle. Las obras se
realizaron con fondos públicos y del Consulado, bajo la aprobación de éste. La obra
insignia y polémica al inicio del gobierno lusitano fue el tan anhelado faro en la Isla
de Flores para evitar los peligros del “banco inglés”.465
La independencia de Brasil en septiembre 1822 trastocó el orden del Estado
Cisplatino en cuanto que Leçor era adepto al gobierno independentista brasileño,
mientras que otros sectores avecindados en la Banda Oriental eran defensores de la
unidad imperial portuguesa. El episodio se decidió por la victoria de Leçor, a pesar
de haber tenido que abandonar la plaza de Montevideo durante casi un año,
jurándose así la nueva Constitución brasileña en mayo 1824,466 festividades donde
el Consulado participó mediante el aporte pecuniario para los festejos.467
Las medidas económicas sobre el comercio siguieron una línea liberal en un
contexto de actividades con navieros portugueses e ingleses, quienes dependían de
una casa matriz normalmente en Río, contando así con mayores capitales,
desplazando a la oligarquía local a pesar de haber sido reforzada por el regreso de
españoles.468 Brasil se transforma en intermediario de los efectos europeos,
tropicales y del tráfico negrero. Hubo una tendencia a aumentar los impuestos, a
pesar de la resistencia del Consulado para estimular el tráfico. La respuesta en 1817
465 Negociaciones más o menos secretas apuntan a que para costear la construcción del faro se acordó la cesión de una cantidad importante de territorio colindante con el Brasil en el llamado “Tratado de la Farola”. La polémica versa sobre la tendencia entreguista de la élite política y comercial oriental y la potestad del Cabildo para acordar dicha cesión. Véase Street, Artigas, 1959, p. 332; Falcao, Vigía, 1919, pp. 145-170. 466 Sin embargo comenzaba a concretarse la idea de emancipadora en uno y otro lado del Plata que desembocaría en la célebre expedición de los “33 orientales” de 1825. Varios hacendados y comerciantes que tenían sus principales vínculos económicos en el territorio del estuario del Plata, incluido Buenos Aires, fueron partícipes o un gran apoyo del movimiento independentista. Véase París de Oddone, Colonia, 1973, p. 42. 467 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”, f. 30 [1823-1824] 468 Se observa que las intenciones portuguesas en la Banda Oriental no eran para nada “temporales”. El objetivo era asentarse y consolidar el viejo proyecto colonial de ocupación. Véase Torre, Después, 1972, pp. 9-10; Castellanos, Cisplatina, 1982, pp. 12-13.
140
ante este conflicto fue un aumento de los impuestos interiores y una reducción de
los aduaneros.469
Las mercaderías en tránsito pagaban 4 por ciento si iban a depósito y estaban
exentas si seguían su camino, mientas que los derechos de introducción eran de 25
por ciento para los efectos europeos y 30 por ciento para los “caldos”. Las
exportaciones por su parte pagaban 4 por ciento y los cueros 2 reales más por
carga.470 En 1822, ante la incorporación al Imperio portugués, se gravaron con
tarifas especiales a las mercaderías que compitieran con la producción brasileña o
portuguesa, evidenciándose los privilegios de los comerciantes de luso-brasileños.
El nuevo sistema imperial no privilegiaba a Montevideo como lo hacía el régimen
hispánico, más bien era incorporado en una situación subordinada a los intereses
brasileños.471 La disposición de adoptar, en líneas generales y en el discurso, el
sistema comercial hispánico tenía la doble finalidad de granjearse la adhesión de
los grandes comerciantes peninsulares y así también atraer los recursos por la vía
fiscal, tal como el viejo Imperio español.472
El nivel comercial del puerto se elevó a la par que la pacificación de las relaciones
internacionales se comprobaba.473 El derecho de arqueo nos puede revelar la
tendencia del tráfico montevideano desde el punto de vista de una exacción que
gravaba el tonelaje del comercio. Es imposible calcular el tonelaje total a partir de
este derecho debido a la falta de detalle en los registros sobre la procedencia de los
buques, la tarifa era diferenciada según su nacionalidad y los libros sólo consignan
sumatorias mensuales.
469 Castellanos, Cisplatina, 1982, p. 12. 470 Millot, Historia, 1991, pp. 117-118. La determinación de los derechos que habría de pagar el comercio fue producto de un largo debate encabezado por el Prior Obes y el administrador de la Aduana José María Roo, el primero, guiado por su condición de comerciante y liberal de pensamiento, pugnaba por una rebaja de los derechos, mientras que el segundo personaje era de parecer contrario. Véase Falcao, Vigía, 1919, pp. 76-85. 471 Millot, Historia, 1991, p. 118; París de Oddone, Colonia, 1973, p. 40. 472 Falcao, Vigía, 1919, p.51. 473 Los buques mercantes salidos de Montevideo se contabilizan de la siguiente manera: 73 en 1815; 74 en 1816; 203 en 1817; 262 en 1818; 270 en 1819; 255 en 1820; 412 en 1821. Véase Falcao, Vigía, 1919, p. 210.
141
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827" y Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831". Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Se observa una tendencia creciente en el periodo a pesar de un estancamiento y
disminución en los años de conflicto político por la independencia de Brasil. Son
diez años de observaciones mensuales que rinden cuenta del desempeño comercial
del puerto de Montevideo en un relativo contexto de paz sin igual en el siglo XIX.
Otra medida de la actividad comercial la podemos obtener a partir del derecho de
avería en el mismo periodo, obteniendo así un aproximado del valor del comercio:
0
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Gráfica 5. Ingresos por derecho de arqueo del Consulado de Montevideo, 1818-1828
Pes
os
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Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827” y Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831". Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Existe una correspondencia de las dos gráficas respecto al periodo de
estancamiento-depresión desatado por el Grito de Ypiranga que inicia la
independencia Brasileña, hasta la jura de la Constitución brasileña en Montevideo.
El crecimiento es más palpable en el cobro de avería, nos habla de un tráfico de
mercancías de mayor valor hacia final del periodo sin que esto supusiera un
aumento tan pronunciado en el tonelaje comerciado.
La comparación con los periodos anteriores resulta ilustrativa del aumento del
nivel comercial. Para el periodo hispánico el promedio mensual fue de 58,600
pesos, mientras que para el periodo de la “Patria Vieja” el promedio fue de 66,000
pesos. La Cisplatina arroja un promedio mensual de 285,o00 pesos. Son diversos
los factores que podemos asociar este gran crecimiento. El periodo es grande,
alrededor de once años de una política articulada y en favor de promover el
comercio. Sobresale la estabilidad de la región y la relativa calma política después
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Gráfica 6. Valor del comercio de Montevideo calculado a partir del derecho de avería
consular, 1818-1828
Pes
os
143
de tantos años de levantamientos armados, como los principales factores para
desarrollar la economía del puerto montevideano como nunca antes se había visto.
Sin embargo los beneficios de dicho comercio no se expandieron en el grueso de la
población, sobre todo porque el comercio oriental, ya fuera americano o
peninsular, estaba sometido a las grandes casas brasileñas, los grandes
beneficiados del regreso al sistema de “liberalización” tipo colonial.474
Por su parte, la actividad consular cobró en este periodo una gran importancia
como generadora de obras de infraestructura portuaria. Para promover la actividad
comercial se cuenta el controversial “Faro de la Isla de Flores”, obra comandada
por José Lucas Obes, las reparaciones y ampliación del muelle en la Bahía de
Montevideo, el Faro del Cerro y la creación de la Academia Náutica enfocada en la
enseñanza comercial y de navegación.475 Por otro lado se construyó un nuevo
muelle en Colonia del Sacramento para el cual no se consultó al Consulado, el cual
era contrario a esta obra, demostrando las desavenencias que tuvieron el
Intendente Gobernador con el Tribunal Consular.476
El Consulado también recuperó su función como recolector de recursos y
prestamista al gobierno provincial. Esta función recuerda mucho las formas del
régimen hispánico, sin embargo en esta ocasión se verifican pagos sustanciales a la
caja consular como contrapartida de los préstamos.
Muchos de sus préstamos fueron hechos con base en los derechos consulares
cobrados por la aduana, éstos constan en los registros consulares a pesar de no
haber sido ingresados realmente. Una primera cantidad de préstamos de este tipo
son los verificados entre marzo y agosto de 1821, sumando un total de 8,512 pesos y
5.5 reales.477 Este fenómeno se repite en 1822 y 1823 al tomar las entradas de la
avería consular para los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1822, así
474 Falcao, Vigía, 1919, p.63. 475 Ibid., pp.93-95. 476 Este enfrentamiento fue tan crítico que el Cabildo llegó a promover frente al gobierno lusitano la privación de los sueldos de los miembros del Tribunal consular, sin embargo dicha medida nos e verificó. Véase Falcao, Vigía, 1919, pp. 172-185. 477 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”, ff. 26, 30, 33 [1820-1821]; ff. 6, 11 y 15 [1821-1822].
144
como los meses de marzo, abril, julio, septiembre, octubre y noviembre de 1823,
sumando así 8,832 pesos y 4.25 reales.478 Otro empréstito en la misma modalidad
fue la toma de los ingresos por avería acumulados en los puertos de Maldonado y la
Colonia en abril de 1825, que llegaron a sumar 9,055 pesos y 3.25 reales.479
Un segundo tipo de préstamos no son producto directamente de los derechos
consulares, sino de los recursos acumulados del gremio. Estos préstamos se
ubicaron en los meses de marzo de 1821, septiembre y octubre de 1822, y
septiembre de 1824. Juntos suman 14,780 pesos y un cuartillo de real.480
En ambos tipos de préstamos se observa la confluencia en el periodo de pugna por
la Independencia brasileña, es decir entre 1822 y 1824. Recordemos que Leçor
abandonó Montevideo a finales de 1822 durante poco más de un año, hecho que
podría hablar de un apoyo del sector comercial asentado en Montevideo a la
facción pro-portuguesa en la contienda. Esta proposición se verifica parcialmente si
observamos los pagos de la Hacienda al Consulado, éstos se concentran en 1821
para pagar la primera serie de préstamos tomados de la avería. Los préstamos
posteriores no fueron saldados, el único pago que se registra de la Hacienda al
Consulado fue por 2 mil pesos en diciembre de 1826.481
Los ingresos consulares estuvieron dados, sobre todo, por el derecho de avería,
siendo la gráfica como sigue:
478 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”, ff. 19, 21, 23, 30, y 32 [1822-1823] y ff. 9, 11, 14 y 17 [1823-1824]. 479 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”, f. 42 [1824-1825]. 480 El préstamo correspondiente a marzo de 1821 fue de 9, 775 pesos, representando el grueso de estos préstamos. Véase AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”, f. 25 [1820-1821]; ff. 16, 19 [1822-1823], f. 17 (1824-25). 481 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”, ff. 10, 17, 37 y 39 [1821-1822].
145
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827" y Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831". Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
En cuanto a la organización interna del Consulado, el régimen lusitano buscó
restaurar su antigua condición derivada del contexto de Antiguo Régimen. Por lo
tanto se buscó en el periodo hispánico los lineamientos a seguir para su
organización.482 Se nombraron para los cargos del Tribunal a José Lucas Obes
como Prior, a Manuel Costa Guimaraes como Cónsul tesorero y a Cristóbal
Echeverriarza como Cónsul contador. Se eligieron 4 consiliarios, se nombró a José
Revuelta asesor, y finalmente se restituyó a Luis González Vallejo en su antiguo
puesto de Secretario y escribano.483
También se emuló la disposición sobre el juez de alzadas, el cual recaía en el
gobernador político de la Plaza, y se restituyó el pago a Nicolás Herrera instaurado
482 Muestra de ello son las 150 copias que se mandaron a imprimir, bajo erogación del Consulado sobre los documentos que componían el proceso de erección del consulado y que contenían la Cédula misma en junio de 1828. Véase AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 “Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831”, f. 20. 483 Falcao, Vigía, 1919, p.39.
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4000
45001
81
8-8
18
18
-12
18
19
-4
18
19
-8
18
19
-12
18
20
-4
18
20
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18
20
-12
18
21
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18
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18
22
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18
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-4
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24
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24
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18
25
-4
18
25
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25
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-4
18
26
-8
18
26
-12
18
27
-4
18
27
-8
18
27
-12
18
28
-4
Grafica 7. Ingresos por derecho de avería del Consulado de Montevideo 1818-1828
Pes
os
146
desde 1809.484 Finalmente las asignaciones quedaron fijadas en agosto de 1817 de
la siguiente manera: 800 pesos para el Prior; 500 pesos para cada uno de los
Cónsules; y 500 pesos para el síndico. Finalmente, en mayo de ese mismo año se
resolvió que la designación en sucesivas elecciones estaría a cargo del Capitán
General (Leçor) y el número de consiliarios se elevaría a nueve en sucesivas
composiciones. El método de resolución de las disputas atendidas por el Tribunal
seguía las especificaciones de las cédulas de erección de los “nuevos” consulados
hispánicos: “a verdad sabida y buena fe guardada”. 485
Las finanzas internas del Consulado con base en sus cortes anuales nos revelan la
trayectoria que como organización gremial tuvieron durante el periodo:
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827” y Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831". Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
484 Sin embargo los registros de gastos del Consulado reportan pagos a Manuel Pérez Balbas sin reportar pagos a Herrera. La cantidad pagada corresponde a un 5 por ciento de la cantidad ingresada mes con mes por derecho de avería. Véase AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827”. 485 Falcao, Vigía, 1919, p.47. Sin embargo, el aumento de la actividad económica incrementó también el número de pleitos y jurisdicciones que se traslapaban en el arreglo judicial de la Cisplatina. Para paliar dicho fenómeno se crea la Cámara de Apelaciones, organismo que atacó la prerrogativa sobre la jurisdicción mercantil del Tribunal consular, así como al Cabildo. La Cámara tuvo como presidente al Capitán general, y fue el tribunal en segunda y tercera instancia de todos los asuntos judiciales civiles, criminales y comerciales de cualquier naturaleza. Véase Falcao, Vigía, 1919, pp. 182-189.
0
10000
20000
30000
40000
50000
60000
Gráfica 8. Cargos y Datas anuales Consulado de Montevideo, 1818-1828
Cargos Datas
Pes
os
147
Se observa que los “ingresos” y “egresos” del Consulado tuvieron una confluencia
bastante cercana hasta mediados de 1824, año en donde los ingresos tienden a
separarse de los egresos. Conviene entonces comparar los balances anuales
derivados de los mismos rubros consulares:
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 54 “Real Consulado. Manual de Contaduría, 1818-1827” y Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831". Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
El balance es positivo durante todo el periodo. El saldo a favor crece de manera
singular, como habíamos dicho, a partir de 1824. Esto puede explicarse por la
pacificación del conflicto debido a la Independencia brasileña y la jura su
Constitución en 1824. Pero también debemos considerar que el Consulado a partir
de ese momento no proveyó al gobierno brasileño de recursos vía empréstitos. Otra
variable que podría ayudar a considerar el balance tan positivo de los últimos años
de la Cisplatina es que los gastos en obras principales, como la farola en la Isla de
Flores y el Muelle en Montevideo, disminuyeron por haberse concentrado sobre
todo en la primera mitad del periodo.
0
5000
10000
15000
20000
25000
30000
Gráfica 9. Balance anual del Consulado de Montevideo, 1818-1828
Pes
os
148
Sin embargo apuntamos más arriba que la relativa calma política estuvo
acompañada de cierto sometimiento a los designios de “la otra corona”. La política
imperial se había hecho cada vez más odiosa, incluso para los privilegiados. La
clase comercial y terrateniente fue presa de más exacciones y de una política que
privilegiaba a los brasileños y los ponía en desventaja con el comercio
bonaerense.486 En 1825 se abrió un nuevo periodo de revueltas en la Banda
Oriental protagonizadas por los célebres 33 orientales, grupo insignia de la lucha
independentista uruguaya.
Nueva República, viejas y nuevas disputas. Inicios del periodo
independiente del Estado uruguayo
A comienzos de 1825 la expedición de los orientales se apremiaba a cruzar el Río
Uruguay para iniciar el movimiento que terminaría, 3 años más tarde, en la total
emancipación política de la Banda Oriental, tanto del Imperio Brasileño como de
las Provincias Unidas del Río de la Plata. La campaña comenzó con un empuje sin
igual, sobre todo contando con la dirección bicéfala de los dos prestigiosos
caudillos artiguistas: Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera.487 En 6 meses lograron
levantar en armas una porción considerable de la campaña oriental y aproximarse
de manera peligrosa a Montevideo.488
El gobierno provisorio instalado en la villa de la Florida a mediados de 1825 declaró
la independencia de todo el territorio oriental de la dominación brasileña, a la vez
que proclamaba la incorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata como
estrategia de lucha en contra de la ocupación.489 A fines del mismo año se abría la
guerra frontal apoyados por el gobierno porteño, el cual había decidido tomar parte 486 Alonso, Oligarquía, 1970, pp. 203-205. 487 Ambos generales de Artigas fueron integrados en la jerarquía militar y política de la Cisplatina de la mano de Leçor mediante la concesión de privilegios. Rivera mantuvo prerrogativas en la campaña, mientras que Lavalleja se avecindó en Montevideo, sin embargo salió de ahí en 1822 inmerso en las conspiraciones independentistas de los llamados “Caballeros Orientales”, provocando así su proscripción y decomiso de bienes, yéndose a instalar en Buenos Aires. Véase Narancio, Independencia, 1992, pp. 261-263. 488 Sin embargo, como se observa en las gráficas del periodo cisplatino, la actividad comercial del puerto montevideano no se vio frenada ni paralizada por el retorno de los hechos bélicos, es más, demuestran un crecimiento importante. 489 Narancio, Independencia, 1992, pp. 287-290.
149
de la lucha en favor de los orientales. A partir de ahí las acciones militares, tanto en
tierra como en el Río, inclinaron la balanza a favor de las fuerzas republicanas sin
lograr un triunfo definitivo.
El gobierno porteño, después de la aprobación de la Constitución unitaria para las
Provincias Unidas, se encontraba débil debido a las disensiones al interior de sus
fronteras. Mantener la guerra con el Imperio brasileño resultaba demasiado
oneroso, buscándose así llegar a un acuerdo de paz, arreglo donde Inglaterra
intervino como mediador. La Convención Preliminar de Paz fue firmada en Río de
Janeiro el 27 de agosto de 1828. El contenido principal del tratado de paz incluía el
reconocimiento del territorio oriental en total independencia, libre e adoptar la
forma de gobierno que sus habitantes deseasen, y ambos firmantes se
comprometían a garantizar la integridad del nuevo Estado por cinco años.490
De esta manera se concretaba el proyecto autonomista en la Banda Oriental, pero
lejos de representar el fin de las dificultades de tipo económicas ni en la
administración política del emergente Estado. La primera Carta Magna uruguaya
fue jurada en julio de 1830, en ella se establecía el sistema republicano
representativo, encabezado por un poder ejecutivo unipersonal, un poder
legislativo bicameral, una administración territorial a cargo de jefes políticos
designados por el ejecutivo y sus ministros, y se establecía la religión católica como
religión de estado aunque se permitía la libertad de cultos.491
El primer presidente constitucional electo de la República resultó ser Fructoso
Rivera, levantando un descontento entre los partidarios de Lavalleja. En 1832, con
Rivera en la campaña, las huestes lavallejistas logran deponer al presidente
constitucional, pero los acontecimientos políticos y bélicos reinstalaron un par de
meses después a Rivera. Este episodio abrió una serie de pugnas internas entre las
dos tendencias, tanto a nivel político como bélico, que marcaron la historia del
nuevo país en las primeras décadas independientes.
490 Ibid., pp. 329-330. 491 Ibid., pp. 332-335.
150
Los conflictos se vieron estimulados por la intervención del gobierno porteño, en
este tiempo en manos de Juan Manuel de Rosas. La política porteña se vio
encaminada a la intervención en los asuntos de la Banda Oriental a manera de
lograr poder en la región. Acabado el periodo presidencial de Rivera la presidencia
recae en las manos de Manuel Oribe, personaje que, en un principio, fue bien visto
por ambas facciones. Pero para 1836 comienza un nuevo levantamiento armado
encabezado ahora por Rivera. Este levantamiento dio, después de diversos
episodios, la victoria al bando riverista a fines de 1838, iniciándose el segundo
periodo presidencial del caudillo.
Los episodios bélicos y de conflicto político se muestran como una constante en
este nuevo periodo de vida independiente. Debemos rescatar que conformaron el
esquema institucional que, además de dar a luz al sistema bipartidista tradicional
uruguayo, fincó la organización estatal sobre la que se construyó el esquema
económico de la época independiente.492
La economía de la Banda Oriental se encontraba en un penoso estado debido a los
constantes conflictos bélicos y a políticas de enfrentamiento. Un periodo de guerra
casi permanente durante 20 años había castigado el sistema productivo, incluso la
producción ganadera la cual mantenía stocks en niveles críticos.493 Las medidas
organizativas del nuevo Estado buscaron aumentar la rentabilidad y nivel
comercial ganadero, comenzando por prohibir la exportación de novillos y ganado
en pie. Un hecho importante fue la recuperación del vínculo de la campaña con
Montevideo y aumentar el nivel de seguridad, buscándose así infundir confianza en
los propietarios.494
Las finanzas estatales estuvieron condicionadas al comercio del puerto de
Montevideo, provocando que fueran presas del crédito usurario en las coyunturas
políticas desfavorables al tráfico. El constante mejoramiento en los términos de
492 Castellanos, Cisplatina, 1982, pp. 90-95. 493 Assadourian, Economía, 2011, p. 12. 494 La industria saladera fue otro importante punto de la política económica como vía de recuperación de un sector destruido desde los inicios de los levantamientos en 1811. Véase Millot, Historia, 1991, pp. 143-144.
151
intercambio posibilitó captar por medio de derechos aduaneros el 75 por ciento de
los ingresos corrientes. Las disposiciones gubernamentales buscaron un equilibrio
entre las necesidades fiscales y la promoción de las actividades básicas del país. La
competencia con Buenos Aires fue uno de los ejes en el sistema arancelario, así
como la influencia de las tendencias liberales a nivel internacional, las cuales
coincidían con los intereses de comerciantes y hacendados.495
Por su parte, el comercio se había visto beneficiado por la relativa paz cisplatina y
el bloqueo de Buenos Aires entre 1826 y 1828. Las obras de infraestructura
heredadas del régimen brasileño comenzaron a traer frutos y la vieja rivalidad
entre puertos de ambas orillas del Plata se vio reforzada por el crecimiento
montevideano. Como evidencia del crecimiento post-independencia podemos ver el
siguiente cuadro, elaborado por Julio Millot y Magdalena Bertino, que refiere los
movimientos portuarios y los ingresos aduanales:
Tabla 5. Número de buques e ingresos aduanales en el puerto de Montevideo, 1829-1840
Año Ingreso de Buques
Ingresos aduanales (pesos)
Importaciones Exportaciones
1829 - 2160000 2100000
1830 213 2102000 2390000
1831 194 1784000 1413000
1832 176 1961000 1921000
1833 265 2473000 2281000
1834 308 2390000 2686000
1835 272 2474000 2765000
1836 335 2880000 3400000
1837 374 3600000 4100000
1838 495 6160000 5600000
1839 512 9440000 8500000
1840 700 8900000 8200000 Fuente: Millot, Historia, 1991, p. 157.
Observamos un continuo crecimiento, más evidente en el ingreso de navíos
mercantes. En cambio los ingresos aduanales se mantienen más o menos estables
hasta 1837 donde suben de manera muy considerable. La ley de comercio exterior
495 Sin embargo, los continuos déficits del gobierno obligaron la creación de recursos impositivos extraordinarios, a la postergación de pagos, enajenación de rentas futuras, o simplemente al crédito en condiciones desfavorables. Millot, Historia, 1991, pp. 183-185.
152
de 1829 gravaba las importaciones en general con un 15 por ciento, exceptuadas las
máquinas, instrumentos de agricultura libros, instrumentos de ciencia y arte, etc.
En cambio los comestibles en general, la yerba mate, azúcar, café pagaban 20 por
ciento, y los muebles, espejos, sillas de montar, tabaco, tasajo pagaban 25 por
ciento. El esquema era proteccionista y encaminado a promover la industria y
producción interna. Por su parte las exportaciones pagaban en general 4 por ciento,
exceptuado el tasajo. Los cueros tenían un impuesto fijo de dos reales para los
vacunos y un real para los caballares. En 1831 ante las medidas tomadas para la
extracción de cobre hubo se incrementaron los impuestos a las importaciones entre
1 y 5 por ciento dependiendo de los productos, siguiendo el mismo esquema
proteccionista. En 1837 el esquema arancelario se mantiene con la misma
estructura, se incrementó en proporciones similares los gravámenes a las
importaciones, las exportaciones más o menos en iguales condiciones.496
Entre las disposiciones no arancelarias se daban facilidades para el
almacenamiento de mercancías, posibilitando así a los comerciantes tomar cierto
tiempo para colocar sus mercaderías. Estas disposiciones le dieron ventajas a
Montevideo sobre Buenos Aires, la guerra de tarifas le ganó una mayor proporción
del comercio del litoral. Ante esta situación, Buenos Aires tomó medidas para
promover su comercio como reducir las restricciones al comercio terrestre,
facilidades para el cabotaje, y gravó con un 25 por ciento todos los efectos de
ultramar introducidos por Montevideo.497
Sin embargo la capacidad de Montevideo de penetrar en el territorio rioplatense
era limitada. Buenos Aires atraía al comercio al por mayor, así como el
abastecimiento del litoral. Durante toda la década de 1830 se observa un cierto
equilibrio entre ambos puertos, situación que se transformará de manera radical
con el conflicto internacional que supuso la Guerra Grande, pero este hecho escapa
de nuestro horizonte temporal.498
496 Millot, Historia, 1991, pp. 186-187. 497 Ibid., p. 188. 498 Para un tratamiento integral del tema de la hegemonía rioplatense, sobre todo en el resultado a favor de Buenos Aires una vez terminada la Guerra Grande, véase Schmit, Política, 1999.
153
En cuanto al destino y origen de las mercancías traficadas podemos mirar en la
siguiente tabla:
Tabla 6. Proporción del origen/destino del comercio exterior de Montevideo a partir de los ingresos aduanales, 183 y 1835
País
Importaciones Exportaciones
1830 1835 1830 1834-1836
Inglaterra 18.7% 30.5% 27.3% 32.4%
Brasil 27.6% 23.4% 17.0% 18.9%
Francia 10.4% 11.3% 10.8% 14.6%
Estados Unidos 19.1% 10.8% 12.7% 12.2%
Provincias Argentinas 9.2% 8.9% - -
Mediterráneo 14.2% 11.3% 16.1% 6.6%
Amberes - - 10.4% 6.4%
Cuba - - 5.3% 8.2%
Otros 0.8% 3.8% 0.4% 0.7% Fuente: Millot, Historia, 1991, pp. 158-159.
Se observa que en la escala regional, el comercio con el Brasil fue el más
importante, sobre todo en cuanto al origen de las importaciones, relegando el
intercambio con Buenos Aires, al menos en los registros fiscales oficiales. Sin
embargo, la presencia de las potencias de la época, Inglaterra, Francia y los Estados
Unidos ofrece una dimensión importante del comercio montevideano en esa
primera década de vida independiente.499
La posición de Montevideo como un foco comercial creó diversos problemas
alrededor de la disponibilidad de metálico. Un problema a resolver fue la escasez
de moneda, problema originado desde la ruptura de la matriz colonial y la
desvinculación con el Alto Perú. Así también la introducción de otras monedas
mediante el comercio afectaba la facilidad de las transacciones, sobre todo la
moneda portuguesa/brasileña de cobre. Los grandes comerciantes montevideanos
vieron con desconfianza el papel moneda y el cobre, veían mermada su capacidad
como captores del circulante y proveedores de crédito.500
499 La Importancia de la región para las potencias nos explica la intervención de éstas en los posteriores conflictos bélicos. 500 Millot, Historia, 1991, p. 175.
154
La falta de un reglamento que sancionara las transacciones en efectivo puso en
riesgo la unidad económica de la Banda Oriental, sobre todo entendiendo su
condición fronteriza. La circulación de diversas monedas de diversas leyes y
calidades representaba una dificultad para la integración de un sistema económico
fuerte. Comenzando la década de 1830 se planteó como un problema de primera
necesidad sacar de la circulación la moneda de cobre brasileña e instaurar un
régimen propio de la república naciente.501
La disposición mandaba que la moneda de cobre fuera recolectada por un
organismo privado nombrado la “Comisión Directiva de Extinción de la Moneda de
Cobre”. Esta Comisión recogería la moneda de cobre a cambio de billetes a título
propio, deuda que sería saldada por el gobierno una vez que la venta del cobre
recolectado fuera verificada.502
Los grandes comerciantes montevideanos habían gozado siempre del control del
circulante, su preferencia por el sistema metálico se explica por su vínculo con los
mercados exteriores y el su papel preponderante en el crédito estatal. Durante todo
el periodo rigió el sistema bimetalista, el cual pudo mantenerse sobre todo por el
auge comercial percibido entre 1835 y 1842 por el bloqueo francés en Buenos
Aires.503 Referente al crédito, los comerciantes habían desempeñado actividades
prebancarias, se ocupaban de las operaciones con el exterior, otorgaban créditos y
recibían depósitos, actividad que mantuvieron hasta la década de 1850 con la
creación de un sistema bancario velado por el Estado.504
Como medida del tráfico en el puerto de Montevideo podemos observar la
tendencia del tonelaje a través de los ingresos por el derecho consular del arqueo:
501 Odicini, Régimen, 1980, p. 10. 502 Ibid., p. 10. 503 Millot, Historia, 1991, pp. 176-177. 504 Ibid., pp. 178-179.
155
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831" y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Observamos una tendencia ligeramente creciente, aunque la alta volatilidad de los
registros hace difícil una aseveración al respecto. La alta volatilidad en el tonelaje
traficado nos habla de la inestabilidad en el tráfico. El contexto bélico nos puede ser
útil para explicar estas observaciones, sin embargo conviene cruzarlo con los
valores de las mercancías traficadas. Para tal efecto utilizamos el mismo cálculo por
medio del derecho de avería consular:
0
200
400
600
800
1000
1200
1400
1600
18001
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18
29
-1
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29
-6
18
29
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-4
18
30
-9
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-12
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32
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32
-10
18
33
-3
18
33
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18
34
-1
18
34
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18
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18
35
-4
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35
-9
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36
-2
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-12
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37
-5
18
37
-10
18
38
-3
18
38
-8
Gráfica 10. Ingresos por derecho de arqueo Consulado de Montevideo, 1828-1838
Pes
os
156
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831" y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
La inestabilidad se confirma, una alta volatilidad se observa en ambas medidas del
movimiento portuario. Esto puede ayudar a comprender la difícil situación
financiera de la naciente república derivada de su dependencia de los ingresos
fiscales de la aduana. La tendencia es ligeramente creciente, sobre todo al inicio del
periodo, luego tiende a un estancamiento.
Conviene ahora hablar de los actores privados agrupados en el comercio consular.
La vida consular se vio transformada con el arribo de la República independiente.
Como vimos los resultados comerciales fueron prometedores en este episodio
político. Según cifras oficiales de un padrón levantado en 1835 se contaba con 590
casas comerciales. En el gobierno de Oribe se reguló la intervención de los agentes
consulares en el extranjero para promover las transacciones mercantiles, buscando
así posicionar más el mercado uruguayo. También se autorizó la creación de una
“Sala de Comercio” que buscó recopilar y comunicar diferentes informaciones
0
100000
200000
300000
400000
500000
600000
700000
800000
900000
10000001
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29
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18
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-10
18
38
-3
18
38
-8
Gráfica 11. Valor del comercio de Montevideo calculado a partir del derechod de avería
consular, 1828-1838
Pes
os
157
sobre la entrada y salida de buques, manifiestos de carga y observaciones
meteorológicas, contando entre sus medios con un telégrafo.505
El Consulado de fue especialmente partícipe en las acciones y políticas para extraer
la moneda de cobre. Por un lado, se convirtió en inversor al comprar acciones en la
empresa que constituía la Comisión, la cual derivó en pago de dividendos. Por otro
lado, a partir de abril de 1831 el derecho de avería es tomado por el gobierno y
pagado al Consulado en billetes emitidos por la Comisión.506 Esto nos habla de un
alto grado de cooperación con las políticas gubernamentales de reorganización
económica.
Otra arista de la cooperación del gremio mercantil fueron los recursos con que
proveyó al gobierno independiente. Por un lado, proveyó de préstamos con
recursos propios o ajenos tal como se puede observar en la siguiente tabla:
Tabla 7. Empréstitos del Consulado de comerciantes de Montevideo al gobierno republicano
Mes Monto Recursos
Noviembre 1828 36440 Propios
Mayo 1829 6081 Propios
Abril 1830 15000 Propios
Octubre1832 6000 Ajenos
Agosto 1832 2000 Propios
Mayo 1835 1203 Ajenos Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831" y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Pero resultan más evidentes los recursos con que el Consulado cooperó con el
gobierno, derivados de los derechos consulares de arqueo y avería. Los recursos de
arqueo de 1830 y 1831 son tomados por el gobierno, y de nuevo entre octubre de
1833 hasta febrero de 1835. La aduana no remite los caudales, pero se registran en
505 Castellanos, Cisplatina, 1982, pp. 100-102. 506 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 “Consulado de Montevideo. Manual del tribunal (contaduría). 1827-1831”, f. 68.
158
los libros consulares, y van directo a la tesorería del Estado. La suma total de esos
recursos es de 31,306 pesos.507
Por su parte, los recursos de avería son tomados en su totalidad entre enero de
1830 y marzo de 1831 por la tesorería del Estado. A partir de este punto los
recursos de avería pasan a ser administrados por la mencionada Comisión para la
extracción de la moneda de cobre, tomando la mitad de los recursos para ella y la
otra mitad la remiten efectivamente al Consulado. Esta modalidad se observa desde
abril de 1831 hasta enero de 1833. Entre los meses de febrero y septiembre de este
año el gobierno toma para sí la mitad del derecho de avería. Para el periodo entre
octubre de 1833 y febrero de 1835 el reparto de los recursos de avería es mitad para
el gobierno y mitad para la misma Comisión, no remitiendo recursos al Consulado
por esta exacción. Finalmente, desde marzo de 1835 hasta el fin del periodo los
recursos de avería van a parar la mitad al Consulado y la otra mitad para la llamada
“Caja de amortización del empréstito del superior gobierno”, la cual tenía el
objetivo de saldar la deuda contraída por el gobierno hasta el momento con los
particulares.508
Lejos de una lógica simplista, el gobierno no dejó las deudas con el Consulado sin
pagar, se puede verificar el cobro paulatino de las deudas por parte del Consulado,
sobre a partir de 1834. También es de rescatarse la venta de un terreno propiedad
del gobierno en la ciudad de Montevideo a cuenta de la deuda de éste con el
Consulado, el cual utilizó para construir su nueva casa consular.509
Concerniente a la justicia mercantil, el Consulado fue reformado en 1829 bajo el
“Reglamento Provisorio de la Administración de Justicia” el cual dispuso que el
Tribunal consular siguiera manejando los pleitos, en primera instancia, que le
competían según su Cédula de Erección. También mandó crear diputaciones
507 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831" y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. 508 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831" y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. 509 AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831", ff 52-53.
159
comerciales en diferentes regiones del interior uruguayo como Paysandú,
Maldonado, Colonia, Soriano y Mercedes.510
Finalmente, para apreciar el desarrollo de la corporación consular podemos revisar
el balance financiero por medio de la contabilidad:
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831" y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Se observa al comienzo una declinación de las finanzas consulares, sobre todo
producto del reacomodo de las actividades económicas a raíz de la conformación de
la nueva república independiente. Luego una cierta recuperación en los años 1834 y
1836 se observa por el pago de las deudas que el gobierno tenía con el Consulado,
para luego observar una nueva declinación de los recursos consulares debido a su
cooperación con el gobierno, hasta su ulterior disolución en 1838.
510 Olivera, Evolución, 1991, p. 318.
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Gráfica 12. Cargos y datas del Consulado de Montevideo, 1828-1838
Cargos Datas
160
Desde inicios de ese año se comenzaron a gestar los preparativos para la
desaparición del Tribunal consular bajo la consigna de que resultaba una pesada
carga para la administración de justicia un cuerpo privativo al derecho mercantil.
De acuerdo con los preceptos del poder ejecutivo las funciones consulares debían
pasar a ser administradas por los ministerios de hacienda y economía. Sin embargo
los acontecimientos políticos dejaron sin aplicación la disolución del Consulado
hasta que Oribe fue sustituido por Rivera en el poder ejecutivo a fines del mismo
año.511
Por un decreto gubernamental, el 7 de diciembre de 1838 se suprimió el Tribunal y
el cuerpo consular. Los pleitos comerciales debían ser ahora asimilados por la
justicia común, quedando a cargo del juez de hacienda y del juez de comercio, el
cual podría asociarse con dos comerciantes como asesores en caso de así requerirlo.
Se daba por terminada la a actuación del cuerpo consular en sus dos dimensiones
heredadas del Antiguo Régimen.512
La disolución del Consulado nos habla de una pérdida de poder como organización
mercantil de los comerciantes, sin embargo no se puede decir lo mismo de ellos a
título individual. Los objetivos principales de la organización consular fueron
viéndose mermados por el contexto político y bélico tan trastornado, sin embargo
el giro mercantil siguió siendo la principal actividad de la naciente república, su
importancia era vital tanto para las finanzas públicas como para las privadas. Los
grandes comerciantes fueron los organizadores del espacio económico uruguayo,
del crédito público y privado, así como del abasto.
Por lo tanto, podemos proponer que la corporación mercantil dejó de ser útil para
los objetivos de la república naciente, sobre todo si observamos el contexto
hispanoamericano al respecto. Los primeros años de vida independiente, en todas
las naciones producto del desmembramiento del Imperio hispánico, fueron
cruciales para los Consulados de comerciantes, en ellas sufrieron grandes
transformaciones que fueron socavando su papel en el entramado político y
511 Acevedo, Anales, 1933, tomo II, p. 59. 512 Olivera, Evolución, 1991, p. 318.
161
económico. La estructura jurídica a la que respondían los Consulados
hispanoamericanos, el Antiguo Régimen, había transitado hacia un orden
republicano, así pues se verificó la extinción generalizada de todos los cuerpos
consulares o al menos su modificación para responder a los nuevos actores, nuevo
contexto y nuevas formas de hacer negocios en el siglo XIX.
Ampliando la escala de observación: miembros del tribunal consular,
finanzas del Consulado y tendencias del comercio montevideano
(1812-1838)
Después de haber observado el devenir de la institución consular montevideana en
el largo y sinuoso proceso de independencia, conviene hacer una mirada global a la
totalidad de los sub-periodos que utilizamos para la narrativa histórica. Las
dimensiones de análisis que conviene rescatar tienen un orden de lo micro hacia lo
macro, comenzando así por los personajes sobresalientes en la organización
consular, sobre todo los miembros del Tribunal que a la vez eran los ejes rectores
de las principales decisiones como cuerpo comercial.
Los nombres que podemos rescatar responden sobre todo al periodo previo a la
independencia uruguaya, ya que la principal fuente la han constituido los libros
contables, en ellos, hasta antes de ese periodo, se consignaron los nombres de los
miembros del Consulado a quienes se les hacía un pago, ya fuera por su
nombramiento en la jerarquía consular o por su tarea como administradores de
obras de infraestructura particular. La lista es la siguiente:
162
Tabla 8. Lista de personajes que compusieron el Tribunal consular, 1812-1828
Nombre Nombramiento Periodo
Manuel Diago Prior 1812-1814
Jayme Illa Cónsul tesorero 1812-1814
Jorge de las Carreras Cónsul contador 1812-1814
José Vidal Presidente (Prior) 1815 marzo
José Lucas Obes Cónsul primero 1815 marzo
Juan Correa Cónsul segundo 1815 marzo
Ramón de la Piedra Presidente (Prior) 1815-febrero1816
Andrés Duran Cónsul primero 1816-1817
Zenón García Cónsul segundo 1816-1818
Eusebio González Secretario y tesorero 1816-1817
Jose Rebuelta Asesor 1816-1817
Lucas José Obes Prior 1818-1819
Manuel José Da Costa Guimaraens Primer Cónsul tesorero 1818-1819
Cristóbal Echeverria Cónsul contador 1818-1819
Luis González Vallejo Secretario Toda la Cisplatina
José Rebuelta Asesor Toda la Cisplatina
Zacarías Pereira Prior 1819-1822
Antonio José Pereira Cónsul contador 1819-1821
Ramón Nieto Cónsul tesorero 1820-1822
Manuel Fernández Lima Cónsul contador 1820-1821
Francisco García Cortina Prior 1822-1824
Luciano de la Mar Cónsul tesorero 1822-1824
Miguel Antonio Vilardebó Cónsul contador 1823-1825
Zenón García de Zúñiga Cónsul tesorero 1824-1826
Jorge de las Carreras Prior 1824-1826
José de Bejar Cónsul contador 1825-1827
Tomás Casares Cónsul tesorero 1826-1828
Antonio José de Souza Viana Prior 1826-1828
Manuel Pombo Cónsul contador 1827-1828
Domingo Vázquez Cónsul tesorero 1828 Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815"; Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827"; Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
163
A esta lista podemos agregar un segundo listado que recoge los personajes que
administraron las obras del Consulado en el periodo de ocupación luso-brasileña:
Tabla 9. Lista de personajes partícipes en obras del Consulado 1819-1828
Nombre Nombramiento Periodo
Carlos Camusso Consiliario 1819
José Lucas Obes Encargado Obra de la farola de la Isla de Flores Toda la Cisplatina
Luciano de la Mar Teniente Prior 1821
Manuel Cifuentes Teniente cónsul tesorero 1821
José Olaverri Diputado de Maldonado 1825
Luis Lamas Consiliario de encargado obra del muelle 1825
Domingo González Consiliario de encargado obra del muelle 1825
Manuel Fernandez de Luna Consiliario de encargado obra del muelle 1825
Agustín Barriti Consiliario de encargado obra del muelle 1826
Manuel Gonzalves da Silva Consiliario de encargado obra del muelle 1827
Roque Antonio Gómez Consiliario de encargado obra del muelle 1827
Ygnacio Batarra
Consiliario encargado del derecho de auxilios y de
la casa consular 1828
Eufemio Masculino Consiliario de encargado obra del muelle 1828
Roque Antonio Gomez Consiliario de encargado obra del muelle 1827
Matias Arboleya
Consiliario encargado de boyas y balizas y del
juzgado de alzadas 1829
Luciano de las Casas Escribano Juzgado de Alzadas 1829-1830
Tomas Casares Consiliario de encargado obra del muelle 1829
Manuel Gradin Consiliario de encargado obra del muelle 1830-1831 Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815"; Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827"; Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Cruzando las dos listas podemos ver que algunos nombres se repiten, sobre todo la
secuencia es primero haber formado parte del Tribunal y luego pasar a administrar
una obra del Consulado. Las listas están limitadas al periodo cisplatino, sobre todo
porque los registros son más prolijos y, como se vio en su momento, fue el periodo
donde más obras de infraestructura portuaria se realizaron por parte del
Consulado.
164
La segunda dimensión de análisis son los estados contables del Consulado, a partir
de los cortes anuales. Para observar esta temática se construyó la siguiente gráfica:
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815"; Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827"; Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831 y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
Podemos decir poco sobre los periodos anteriores a la Cisplatina debido a la
estrechez de la observación y a la escasez de datos. A manera general podemos
observar una consonancia entre los ingresos y los gastos, con excepciones muy
puntuales. Podemos observar diferentes coyunturas específicas. El crecimiento
inicial del periodo cisplatino se ve truncado por la coyuntura de la Independencia
brasileña, logrando su recuperación en 1824. Luego vemos una caída en 1827,
sobre todo en los gastos consulares, éstos se explican por la menor inversión en
obras de infraestructura.
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Gráfica 13. Cargos y datas del Consulado de Montevideo, cortes anuales 1812-1839
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El advenimiento de la independencia muestra una recuperación inicial, sin
embargo los primeros años de la década de 1830 significaron una grave caída en los
recursos, y obviamente los gastos, de la organización consular. Esto se explica por
la política gubernamental de tomar los fondos consulares, éstos fueron tomados
como empréstitos que fueron ligeramente cubiertos a partir de 1834 para que el
Consulado se mantuviera a flote. La caída del final del periodo demuestra el
debilitamiento del Consulado que pronostica su ulterior disolución.
La comparación de la vida consular con los ciclos comerciales es la última
dimensión del análisis sumario del periodo. Para tal efecto observamos la
tendencia del tonelaje del tráfico portuario a través del derecho de arqueo, los datos
que disponemos comienzan en el periodo de la Provincia Cisplatina:
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815"; Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827"; Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831 y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
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Gráfica 14. Ingresos por derecho de arqueo Consulado de comerciantes de Montevideo,
1818-1838
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Se observa una alta volatilidad en los registros que dan cuenta del tonelaje, y el
corte político de la independencia no revela un cambio de dinámica comercial.
Por último, el cálculo del valor de las mercancías comerciadas en Montevideo a
través del derecho de avería también nos sirve para ilustrar el los ciclos de
negocios:
Fuente: AGN, Uruguay, Ex Archivo General Administrativo, Libro 321 "Consulado, Tesorería, 1812-1815"; Libro 54 "Real Consulado. Manual de Contaduría. 1818-1827"; Libro 387 "Consulado de Montevideo. Manual del Tribunal (Contaduría) 1827-1831 y Libro 389 “Consulado de Montevideo. Libro Manual de Contaduría. 1832-1838”. Base de Datos Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”.
En este indicador observamos una mayor consonancia de los momentos críticos
según la cronología de corte político que tomamos con el valor comerciado. Los dos
primeros periodos, sacando el paréntesis de la ocupación porteña donde el
Consulado fue suprimido, observamos niveles muy similares, a pesar de que el
periodo colonial se basa en un promedio para cada mes debido a que sólo contamos
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Gráfica 15. Valor del comercio de Montevideo calculado a partir del derecho de avería
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167
con datos anuales. Son niveles de comercio muy bajos, sobre todo el contexto bélico
restringió los negocios, producto del desmembramiento de los circuitos coloniales.
El periodo de la Cisplatina comprende un verdadero auge comercial. La inserción
de Montevideo en los circuitos de negocios lusitanos muestra que el resultado fue
muy importante para el comercio, aunque se observa una grave caída a partir de
1822 y que no se recuperará hasta finales del periodo. Sin embargo como se vio
antes, la transformación de la clase comercial por el arribo de agentes brasileños
abrió el descontento por la desigual repartición de los beneficios del aumento del
tráfico comercial.
Por último, el periodo independiente muestra los niveles máximos de comercio en
todos los periodos que comprende esta investigación. Pero también se observan los
mayores niveles de variación entre los registros, hablándonos así de una
inestabilidad importante, aunque la tendencia es ligeramente creciente. El corte
temporal resulta muy arbitrario a la luz de los acontecimientos políticos que
siguieron. La explosión de la llamada “Guerra Grande” entre las facciones en ambas
bandas del Río de la Plata, y la inclusión de las potencias europeas como Francia e
Inglaterra, significaron un nuevo episodio bélico de importancia geopolítica en el
plata, el cual es imposible de analizar desde la coyuntura del comercio agremiado.
Esta última proposición nos habla del viraje que tomaron las formas comerciales en
el siglo XIX, es decir, el tránsito de formas corporativas de Antiguo Régimen hacia
los lineamientos económicos liberales.
168
El Plata a la luz de los circuitos comerciales:
a modo de conclusión
En la presente investigación se analizaron los factores que configuraron el sinuoso
camino sobre el cual se desarrolló el comercio agremiado de Montevideo desde
1794 hasta 1838. Se pudo observar que entre los componentes básicos se cuentan la
inestabilidad política, la violencia militar, y la injerencia de las potencias europeas
de la época en el desarrollo de la región. Por lo tanto, conviene observar los
diferentes episodios que marcaron la trayectoria del conflicto entre comunidades
mercantiles guiados por los factores mencionados, dando cuenta de la complejidad
histórica de la construcción de los estados nacionales del Río de la Plata, desde la
óptica de la historia económica.
La organización económica, política y social que supuso la Carrera de Indias en el
régimen colonial, como se pudo ver en el Capítulo 1, estuvo supeditada a las
necesidades financieras de la Metrópoli inmersa en un contexto de competencia
entre imperios. A la vez, el tejido político del Antiguo Régimen hispánico configuró
las formas jurídicas y de gestión del tráfico comercial en sus posesiones de
ultramar. Bajo estos preceptos, inmersos en el contexto de enfrentamiento entre
potencias europeas entre los siglos XVI y XVIII, se configuró la forma en que
efectivamente se realizaron los negocios en la región rioplatense, sobre todo
atendiendo su relevancia geoestratégica.
En el siglo XVIII, particularmente, los enfrentamientos entre potencias imperiales
adquirieron una escala global, las posesiones coloniales jugaron un papel cada vez
más relevante en el desarrollo y resultado de los conflictos. A nivel interno, el
Imperio hispánico sufrió importantes transformaciones como resultado del
“reformismo borbónico”, sobre todo en la segunda mitad de aquel siglo, entendido
como un gran proyecto de transformación de la arquitectura política imperial y de
una reconstitución global de la hegemonía española.
A nivel comercial, los resultados pudieron apreciarse en la elevación general del
nivel del tráfico, así como una paulatina liberalización de los obsoletos mecanismos
169
del monopolio de la Corona, tal como se observó en el Capítulo 2. La Corona
buscaba elevar la rentabilidad del tráfico y a la vez mantener su control, objetivo
que en el ocaso del siglo se mostró inoperante.
Bajo estas condiciones, la región del Río de la Plata tomó un papel relevante para el
arreglo imperial. Su importancia fue palpable hacia la segunda mitad del siglo
XVIII, considerando la debilidad del control imperial manifestada en la
generalizada práctica del contrabando y la baja rentabilidad fiscal. Su condición de
aislamiento, y a la vez fronteriza, la proveyó de importancia geoestratégica y,
sumado a su importante crecimiento en el siglo XVIII, se puso en el centro de las
disputas regionales e internacionales.513 Su vinculación con la producción minera
del Alto Perú, provocó que fuera vista como una puerta a este mercado. Si bien al
inicio se trató de una puerta trasera, con el desarrollo de los acontecimientos cobró
voz como una clara región estratégica debido a la confluencia de intereses
mercantiles que concentró.
La creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, con cabecera en Buenos
Aires, y la liberalización comercial que formalmente se adopta en 1778, tuvieron un
impacto crucial en la región rioplatense. Muestra de ello fue el crecimiento de
Montevideo como puerto principal de la región, así también presentó un desarrollo,
aunque de menor proporción comparado con el de Buenos Aires, de fuerzas
productivas y comerciales propias. Montevideo era el extremo austral del Imperio,
aspecto de relevancia crucial por el continuo contacto con las posesiones lusitanas
en América, así como por los intereses británicos en el Atlántico sur. De esta
manera se configuró un entramado comercial donde las principales mercancías
traficadas eran plata, cueros y tasajo a la salida, mientras que de entrada los
principales componentes eran los esclavos y las manufacturas europeas.
513 En este punto, considero que la historiografía uruguaya “tradicional”, es decir la anterior a los años cincuenta del siglo pasado, puso poca atención a la importancia geopolítica de la Banda Oriental en el periodo colonial, sólo le dio importancia cuando la intervención europea se tradujo en invasiones armadas o injerencia diplomática en el siglo XIX. Muestra de ello es la obra de Bauzá, Historia, 1929, o Blanco, Gobierno, 1929.
170
El crecimiento constante de Montevideo, evidenciado por su incremento
demográfico y de movimiento de navíos, posibilitó la emergencia de una clase
comercial propia. Ésta pasó de componerse de agentes del comercio bonaerense a
cobrar una autonomía, sobre todo debido a la acumulación de capitales propios y a
una emigración peninsular importante a partir de la reglamentación del comercio
libre. Este último factor fue decisivo para crear las “redes de negocios” propiamente
montevideanas gracias a su papel como llave de entrada al estuario del Plata. Sin
embargo, Montevideo consistía sólo en el puerto de entrada y salida del tráfico
peninsular, la clase mercantil realmente organizadora del espacio económico era la
bonaerense. Esto constituyó la médula de la rivalidad entre ambos puertos.
Este enfrentamiento de intereses fue creciendo paulatinamente al concluir el siglo
XVIII. La “lucha de puertos” tuvo su expresión política más clara a inicios del siglo
XIX, con la creación de la Junta Gubernativa de Montevideo en 1808.514 Esa
primera década decimonónica en el Río de la Plata configuró el desarrollo futuro de
los acontecimientos. La injerencia inglesa, como pudo advertirse con las invasiones
de 1806 y 1807, así como la amenaza portuguesa, instigaron los enfrentamientos
entre ambas bandas del Río.515
En este enfrentamiento jugaron un papel crucial las comunidades mercantiles,
tema que atraviesa los capítulos segundo y tercero. En ambas orillas del Río la clase
mercantil se componía en su mayor parte de peninsulares emigrados, los cuales
afianzaban su posición estableciendo vínculos familiares con la élite criolla. La
diferencia entre puertos radicó en que mientras que en Buenos Aires la comunidad
mercantil, con el pasar de los años, había desarrollado un sentido de pertenencia
autóctono con el pasar de los años, en Montevideo la migración era más reciente y
esto mantuvo el vínculo con la Península más dependiente.
514 Dicha Junta configuró un gobierno autónomo para Montevideo desconociendo la autoridad del Virrey Liniers avecindado en Buenos Aires. Bajo esta figura, Montevideo se gobernó independientemente durante 9 meses. El resultado fue la deposición del citado Virrey, pero sobre todo fracturó la unidad política entre ambas bandas del Río de la Plata. 515 La dimensión comercial de la vía independentista uruguaya creo que fue desatendida en su momento por los historiadores uruguayos a centrar su análisis en la célebre “Patria Vieja”. En ésta las bases sociales artiguistas estuvieron compuestas por la población en la campaña, por eso resultó que el análisis se centrara en la vida y producción rural, muestra de ellos es la trilogía de Sala, Estructura, 1967; Sala, Artigas, 1978; Torre, Después, 1972.
171
Los comerciantes rioplatenses se vieron representados a partir de 1794 en el
Consulado de comerciantes de Buenos Aires, esto les posibilitó sacudirse el control
de la comunidad mercantil limeña, aún si la lejanía había hecho que este control
fuera más formal que práctico. La modesta clase mercantil montevideana fue
cobrando presencia autónoma gracias al crecimiento de las actividades portuarias,
sobre todo al abasto de buques mercantes y de guerra. La corporación bonaerense
respondía, fundamentalmente, a los intereses porteños y fue un punto de conflicto
con la creciente autonomía que demandaban los montevideanos. Los
enfrentamientos, a nivel consular, se enmarcaron en las actividades de la
corporación como la administración de justicia, la representatividad ante la Corona
y los aportes económicos a ésta, las obras de infraestructura, así como las medidas
políticas y fiscales para estimular el comercio.516
La demanda de un Consulado propio para el comercio montevideano no tuvo éxito
hasta que la coyuntura política lo permitió. Con la “explosión” de la Revolución de
Mayo, en 1810, la actitud de fidelidad al régimen imperial por parte de los
montevideanos acusó la escisión política con Buenos Aires. El juego de fidelidades
podemos explicarlo, en cierta manera, si observamos los intereses mercantiles de
cada uno de los puertos: Buenos Aires controlaba el interior de la región, mientras
que los vínculos comerciales de Montevideo estaban en la Península. En este
contexto de pugna política, el Consulado motevideano, creado en 1812, fue un
hecho que confirmó la adhesión y defensa del régimen imperial en la Banda
Oriental del Plata.
El funcionamiento del Consulado de Montevideo, tema inicial del tercer capítulo,
en sus inicios respondió a la coyuntura bélica por la que atravesó la ciudad misma.
La necesidad de recursos económicos dictó las normas para la organización del
comercio, el cual se observó deprimido si usamos como indicador el derecho de
avería consular. Montevideo, que se había convertido en cabecera del constreñido
Virreinato, tuvo que hacer frente al avance revolucionario que fue constituyéndose
516 En este sentido se puede realizar un análisis más integral del estado de cosas colonial como detonante de una revolución y una contrarrevolución en una y otra orilla del Río, complementando así estudios clásicos como: Pivel, Raíces, 1952; Sala, Estructura, 1967.
172
en dos facciones claramente diferenciadas, una guiada por Buenos Aires y la de los
pobladores de la campaña oriental comandada por José Artigas.
Esta escisión fue clave para el desarrollo de los acontecimientos posteriores a la
capitulación de las fuerzas realistas, a mediados de 1814, ya que el control
bonaerense buscó reducir la capacidad autónoma de Montevideo. Una de las
medidas fue la supresión del Consulado apenas lograron el control en la plaza.517
El triunfo de las fuerzas artiguistas y la posterior organización de la región bajo los
lineamientos del caudillo, periodo llamado célebremente la Patria Vieja,
evidenciaron una vez más el quiebre político y social entre ambas orillas. La
reorganización de las finanzas públicas y de la economía en general, hizo del
Consulado, restablecido inmediatamente en el artiguismo, un actor cooperativo con
el nuevo gobierno.518 El valor total de las mercancías traficadas se observa muy
similar al periodo de fin de la colonia, el ambiente político no había cambiado
debido a los conflictos bélicos constantes. Una importante parte de las élites
orientales, tanto de grandes hacendados como de grandes comerciantes
peninsulares, vieron trastocados sus intereses con el radicalismo artiguista. Esto
explica su adhesión a la causa lusitana cuando lograron el control de Montevideo
primero, y de todo el territorio oriental tres años después.519
Con la implantación de la Provincia Cisplatina,520 el comercio se vio favorecido por
el nuevo régimen imperial, ahora bajo una nueva corona. El Consulado, además de
haber gozado prácticamente del total de sus recursos, tuvo un papel importante
517 De esta manera se complementa el análisis del triunfo artiguista al sumar la dimensión comercial al análisis económico que la historiografía ha hecho sólo centrándose en la producción material, como puede observarse en Barrán, Bases, 1985. 518 La actitud de Artigas para con el comercio montevideano no se ha tocado mucho en los estudios sobre su obra, solamente resaltan su papel como arquitecto del federalismo en la región bajo su “protección”, muestra de ello se encuentra en Acevedo, Anales, 1933; Street, Artigas, 1959; Reyes, Ciclo, 1971; Sala, Artigas, 1978. Sin embargo pudimos apreciar que buscó promover el comercio, pero su política de enfrentamiento con Buenos Aires a través del armado de corsarios, le trajo el enfrentamiento con las élites montevideanas. 519 Sin embargo, la historiografía uruguaya “tradicional”, considera que el dominio luso-brasileño se debió más a la intervención de poderes externos a la Banda Oriental y no aporta mucho detalle sobre las fuerzas internas. Véase Bauzá, Historia, 1929. 520 Nombre formal con que se le conoció al control luso-portugués de la Banda Oriental entre 1817 y 1828.
173
como administrador de la justicia mercantil y como promotor de obras de
infraestructura que beneficiaron al comercio. Sin embargo, el desplazamiento de la
élite comercial autóctona por los comerciantes portugueses, y sus vínculos
británicos, hicieron que los beneficios fuera inequitativamente repartidos. Se
pueden observar dos momentos diferenciados de la Cisplatina, antes del comienzo
del proceso de independencia brasileña la cooperación de las élites orientales había
sido más armónica y voluntaria, mientras que después de éste se observa un punto
de quiebre con la administración luso-brasileña. En este momento las facciones se
decantan, abriendo un canal de expresión del descontento de ciertos sectores de la
élite oriental e, incluso, iniciaron el germen del movimiento independentista.521
El último periodo estudiado, la década comprendida entre 1828 y 1838, conformó
los primeros años de vida independiente, la cual mantuvo la impronta de la pugna
política y bélica por el enfrentamiento entre las facciones constituidas a partir de
los mandos militares. Un alto grado de variación en los indicadores comerciales de
la época nos habla de la inestabilidad de la región y su consecuencia en las arcas
gubernamentales. La conflictividad fue particularmente perniciosa para las
finanzas de la República naciente, tuvo su repercusión en el Consulado como
proveedor de recursos a la Hacienda pública, ya fueran recursos propios o ajenos,
conseguidos como agente financiero.522 La institución consular fue perdiendo
fuerza conforme avanzaba la década de 1830, más palpable a partir de 1834. Se
trata de un momento de transición en la forma de hacer negocios dentro del
contexto global al cual la América hispánica se sumaba subordinadamente. La
disolución del Consulado en 1838, ya como tribunal mercantil y como asociación de
comerciantes, evidencia el quiebre de la corporación; sin embargo los comerciantes
seguirán incrementando su poder económico y político, pero lo harán bajo nuevas
formas de organización y asociación.
521 Considero que la confrontación de los intereses de la élite oriental con el dominio brasileño es un factor muy importante en la conformación de una identidad uruguaya, y ha sido menospreciado al sólo atender la rivalidad con Buenos Aires, la célebre “lucha de puertos”. Ejemplo de ello se encuentra en Blanco, Gobierno, 1929. 522 Este punto no había sido contemplado por la historiografía “tradicional” cuando analizaba el desajuste fiscal de los primeros años independientes, véase Acevedo, Anales, 1933.
174
Observando el periodo en su totalidad, tema del tercer capítulo, se pueden esbozar
líneas generales sobre el desarrollo de los acontecimientos. Por un lado, durante los
26 años de existencia del Consulado, se observa un incremento en el valor de los
bienes comerciados, a través de los derechos consulares, de manera más acusada
durante la Cisplatina y los primeros años republicanos. Sin embargo, la
inestabilidad política, tanto al interior de la Banda Oriental como en la región
rioplatense, considerando la injerencia brasileña así como en el concierto de
expansión europeo, forjaron un contexto inestable, reflejado en los negocios, tal
como se evidencia en las curvas de arqueo y avería consular con altibajos tan
pronunciados.
La vía de conformación del Estado uruguayo tuvo la particularidad de una paz
relativa durante poco más de una década, entre 1817 y 1828, bajo el dominio luso-
brasileño. Sin embargo se observa que su emergencia como república
independiente, en 1828, responde la elección de pactar, entre las potencias
regionales, debido al enfrentamiento bélico cada vez más costoso. Se abrió así la
oportunidad para la creación de este Estado autónomo, el cual dirimiera los
conflictos regionales a manera de “estado tapón”. La dirigencia de dicho Estado
recayó en una élite militar que compartía objetivos con la élite económica propia,
la cual se fue conformando desde fines de la época colonial y tomando fuerza
independiente con el transcurrir de las primeras décadas del siglo.
En referencia al proceder de la corporación consular, vemos que tuvo una gran
capacidad de adaptación ya que fue cooperativa con los tan disímiles regímenes
que se sucedieron. Su actividad como proveedor de recursos o como constructor de
infraestructura benefició al gobierno en turno, así como su proceder como
administrador de justicia mercantil, privativa y expedita, debieron haber
promovido la eficiencia en los negocios.
Sin embargo, considero que como colectividad su proceder estuvo subordinado a
los intereses políticos. La creación misma del Consulado obedeció estuvo
condicionada por el momento de coyuntura política, la sola rivalidad de
comunidades mercantiles tal vez se hubiera resuelto de otra manera en un contexto
175
político diferente. Creo que la confluencia de los objetivos fiscales de los diferentes
gobiernos y la promoción del comercio por parte del Consulado es sólo una
dimensión de la cooperación. La cesión de los recursos producto de los derechos
consulares y los empréstitos al régimen en turno sin retribución monetaria,
observados en todos los sub-periodos con la excepción de la Cisplatina, sugieren
más una sumisión de la corporación consular que de una cooperación horizontal.
Empero, deducciones contrarias podemos elaborar si bajamos la escala de
observación hacia los individuos que conformaban el comercio. Algunos personajes
tienen un carácter sobresaliente en la política, y además están presentes durante
todo el periodo de estudio.523 Ejemplo de ello son José Lucas Obes o Nicolás
Herrera, siempre presentes en la dirigencia del Consulado bajo alguna modalidad
y, a la vez personajes asociados a los diversos aparatos gubernamentales que se
sucedieron. Esto nos habla de un poder a título personal de dichos individuos, el
cual podría estar mezclado con su papel dirigente que tuvieron en diversos aspectos
de la organización consular.
Para cerrar esta investigación considero que es bueno abrir temas, los cuales
puedan ser analizados, en un futuro, a partir de los resultados aquí presentados.
Por un lado, los nombres que se rescatan de los libros contables y de algunas actas
consulares, perfilan como una línea de investigación la recreación de las redes
personales y de negocios de los miembros sobresalientes del Consulado. Estas
redes podrían reconstruirse a partir de los documentos de escrituración de
negocios, los cuales deben existir entre los papeles consulares debido a que la
normativa era reiterativa en la necesidad registrar las transacciones.
La reconstrucción de redes personales y de negocios también posibilitaría definir
de una manera más nítida los grupos al interior del Consulado. La comunidad
mercantil no puede concebirse como un ente homogéneo ni estable, por lo tanto
debe profundizarse el análisis hacia el interior de dicha comunidad para apreciar
523 Considero que cerrar la escala de observación hacia los personajes desde el punto de vista comercial resulta provechoso, sobre todo ante la historiografía que sólo ha considerado el proceder de los personajes en colectivo y en la dimensión política, muestra de ello son Real de Azúa, Patriciado, 1981; Alonso, Oligarquía, 1970.
176
los matices en ella. De esta manera se pueden evidenciar pugnas, reacomodos,
transformaciones y renovaciones de los miembros activos en el giro comercial. Sólo
la profundización en el trabajo documental y el análisis integral de las fuentes de
época pueden rendir cuenta de estos fenómenos.
A nivel regional, la conformación de dos estados nacionales divididos por la
frontera pluvial debe analizarse más a profundidad en el concierto global de
intereses estratégicos y su posterior desenlace. El Río de la Plata en la época
colonial de ninguna manera había constituido una frontera, la confluencia de
intereses entre imperios nunca estuvo libre de conflictos, pero se verificaba en esta
región. Los acontecimientos de las primeras décadas del siglo XIX transformaron la
estructura de relaciones en la región. Se abrió así la conflictividad que dio paso a
estas las naciones que no quedarán claramente definidas hasta el término de la
“Guerra Grande” en Uruguay y la “Guerra de la Triple Alianza” en la región.
Otra línea de trabajo que se perfila es el estudio comparado del final de los
consulados hispanoamericanos, tanto los “antiguos” como los “nuevos”, erigidos en
el ocaso del siglo XVIII. Esto cobra relevancia si consideramos la nueva
conformación de las naciones americanas, producto del desmembramiento de los
viejos imperios europeos, y con ello la llegada de nuevas formas de hacer negocios
en el proceso de globalización del siglo XIX.
Así pues, conviene cerrar la redacción de esta investigación, mas no la investigación
misma. Como se puede observar, son varias las líneas de trabajo a seguir, y
seguramente se perfilarán más con el avance de trabajo documental y la reflexión
que éste despierte. Así también, con el intercambio de ideas con interlocutores
interesados en el tema y que, espero, la lectura de esta tesis abra un camino para
llegar a ellos.
177
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