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LOS CONTACTOS ENTRE LA PENÍNSULA IBÉRICA Y EL NORTE DE ÁFRICA SEGÚN LOS DATOS HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICOS DE ÉPOCA PÚNICO-ROMANA por NASSERA KOUICI RESUMEN Basado en el estudio de la documentación histórico-arqueológica, este artículo pretende plantear una serie de preguntas así como intentar dar algunas respuestas sobre el problema de los contactos y de sus características entre la Península Ibérica y el Norte de África en época púnico-romana. RÉSUMÉ Basée sur la documentation historico-archéologique, cette étude prétend poser une série de questions, voire de donner quelques réponses, sur le probléme des contacts caractéristiques qui eurent lieu entre la Péninsule ibérique et l'Afrique du Nord durant la période punico-romaine. Palabras claves Península Ibérica. Norte de África. Mundo púnico-romano. Cerámica. Historiografía. Mots-clés Péninsule ibérique. Afrique du nord. Monde punico-romain. Céramique. Historiographie. I. INTRODUCCIÓN La presencia ibérica en el Norte de África, en esta época, es un tema de gran interés desde el punto de vista histórico, ya que plantea un problema de relaciones directas e indirectas entre diversas áreas del Mediterráneo occidental. Pese a su importancia, se puede decir que todavía el estudio de esta presencia se enfrenta a algunas dificultades, dentro de estos problemas, merece destacarse la ausencia de síntesis actualizadas que ofrecen una valoración crítica de los datos arqueológicos obtenidos de las diferentes excavaciones y los datos escritos. Como consecuencia de ello, todavía en la actualidad carecemos de bases sólidas para establecer la naturaleza de las relaciones entre ambos continentes. SPAL 11(2002): 277-296 ISSN: 1133-4525 ISSN-e: 2255-3924 http://dx.doi.org/10.12795/spal.2002.i11.14

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LOS CONTACTOS ENTRE LA PENÍNSULA IBÉRICA Y EL NORTE DE ÁFRICASEGÚN LOS DATOS HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICOS DE

ÉPOCA PÚNICO-ROMANA

por

NASSERA KOUICI

RESUMEN Basado en el estudio de la documentación histórico-arqueológica, este artículo pretende plantearuna serie de preguntas así como intentar dar algunas respuestas sobre el problema de los contactosy de sus características entre la Península Ibérica y el Norte de África en época púnico-romana.

RÉSUMÉ Basée sur la documentation historico-archéologique, cette étude prétend poser une série dequestions, voire de donner quelques réponses, sur le probléme des contacts caractéristiquesqui eurent lieu entre la Péninsule ibérique et l'Afrique du Nord durant la période punico-romaine.

Palabras claves Península Ibérica. Norte de África. Mundo púnico-romano. Cerámica. Historiografía.

Mots-clés Péninsule ibérique. Afrique du nord. Monde punico-romain. Céramique. Historiographie.

I. INTRODUCCIÓN

La presencia ibérica en el Norte de África, en esta época, es un tema de gran interés desde el punto devista histórico, ya que plantea un problema de relaciones directas e indirectas entre diversas áreas delMediterráneo occidental. Pese a su importancia, se puede decir que todavía el estudio de esta presenciase enfrenta a algunas dificultades, dentro de estos problemas, merece destacarse la ausencia de síntesisactualizadas que ofrecen una valoración crítica de los datos arqueológicos obtenidos de las diferentesexcavaciones y los datos escritos. Como consecuencia de ello, todavía en la actualidad carecemos de basessólidas para establecer la naturaleza de las relaciones entre ambos continentes.

SPAL 11(2002): 277-296ISSN: 1133-4525  ISSN-e: 2255-3924 http://dx.doi.org/10.12795/spal.2002.i11.14

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Sin embargo, son muchos los autores que han tratado global o parcialmente de aportar algunos puntosde luz sobre estos aspectos, siendo probablemente García y Bellido quien lo planteó por primera vez deuna forma sistemática, presentando un estado de la cuestión a partir del descubrimiento de un lote de cerámicahallado casualmente por un obrero español en la región de Orán (García y Bellido 1934). El autor, en sustrabajos ', aborda la significación de este material así como los agentes que pudieron causar su presenciafuera de la Península Ibérica.

En especial hay que resaltar el interés que ha despertado la presencia de mercenarios ibéricos en diversascontiendas atribuyéndoseles un importante papel en el transporte de piezas e influencias culturales porlas diversas áreas del Mediterráneo. Los estudios de F. Quesada Sanz (Quesada Sanz 1994) suponen unapuesta al día sobre el tema del mercenariado y su importancia no sólo en la proyección "exterior" de lacultura ibérica, sino como agentes del proceso de helenización y romanización de la Península.

En este artículo no pretendemos una simple revisión o puesta al día del tema, sino plantear toda unaserie de preguntas a las que, en la medida de lo posible, se intentará dar asimismo una respuesta satisfactoria,procurando desvelar la naturaleza de los contactos entre ambas orillas. Para ello he preferido basarme enla presencia de la cerámica como elemento principal de estudio. Este material presenta unas característicasfácilmente identificables y supone la presencia, bien de poblaciones que la transportan, bien de un comerciode notables implicaciones. Por eso, intentaremos realizar una síntesis de datos escritos y arqueológicospara aportar algunas consideraciones nuevas acerca de los contactos entre ambas orillas del Mediterráneo,definiendo las características esenciales de esta presencia y sus influencias.

II. LA PRESENCIA DE LOS ÍBEROS EN EL NORTE DE ÁFRICA

11.1. La cuestión del mercenariado

Las investigaciones que tratan de valorar la importancia de los mercenarios ibéricos en las guerras delMediterráneo surgieron desde los arios treinta. Fue García y Bellido (García y Bellido 1934) quien popularizóel tema, tratando el papel de los mercenarios en las guerras mediterráneas y analizando sus aportacionesculturales. Aún hoy en día son numerosos los investigadores que analizan este fenómeno de los mercenariosque, procedentes de Iberia, combatieron al servicio de los griegos, púnicos y romanos.

Una de las cuestiones más debatida entre los autores es el papel que ejercieron los mercenarios en lahelenización de la Iberia prerromana, y las causas sociales y políticas que provocaron este fenómeno 2.

Sin embargo, el alistamiento de los mercenarios no fue constante a lo largo del tiempo. Esta cuestión hasido bien determinada por Quesada Sanz (Quesada Sanz 1994), quien ha reseñado 201 alusiones a mercenariospeninsulares, correspondiendo a un 21% del periodo comprendido entre finales del siglo VI y 220 a.C.,mientras que todo el resto se refieren a los siglos III-I a.C., o sea, desde la Segunda Guerra Púnica hastala conquista romana. Este último periodo es de gran interés, ya que supone el traslado de un fuerte contingentede tropas entre la Península Ibérica y el Norte de África.

En efecto, será a partir del siglo III a.C., con el inicio de las confrontaciones entre púnicos y romanoscuando el número de mercenarios sea mayor y cuando estos tengan una relación más significativa con elNorte de África. Según recoge Blázquez Martínez (Blázquez Martínez 1975) de Livio y Polibio, "Las tropas

1. Sobre este tema, véase la bibliografía de García y Bellido.2. La cuestión sobre si hubo una helenización de la Iberia y las causas sociales del mercenariado fueron tratadas en profundidad por

Quesada Sanz (1994), García y Bellido (1954), Blázquez Martínez (1961 y 1975), García-Gelabert y Blázquez Martínez (1987-1989).

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hispánicas eran la columna vertebral del ejército púnico". Después de la Primera Guerra Púnica (241 a.C.),cuando Cartago tuvo que evacuar totalmente Sicilia, el ejército púnico se compuso, en su mayoría, de merce-narios reclutados en diversas áreas del Mediterráneo occidental, y las tropas tuvieron que ser trasladadasa África. Hubo también entrada de tropas africanas en la Península Ibérica, siendo estos intercambios continuosdurante la Segunda Guerra Púnica. A decir de Polibio (Lib. 111.33.7) fue un sistema preferido por Aníbalpara tener asegurada la fidelidad de los soldados, siempre fuera de su propio territorio. Así antes de su expe-dición a Italia en el invierno del 219 al 218 a.C., Aníbal hizo pasar a África 13.850 infantes y 1200 jinetes asícomo 870 baleares. La mayor parte de estas tropas fueron desembarcadas en la ciudad de Metagonias, esdecir en la región de Orán. El resto de las tropas fue trasladado a Cartago (García y Bellido 1940-1941;Gsell 1920: 336-89). Durante todo el último decenio del siglo III a.C. se producen enfrentamientos queculminan en la batalla de Zama en el 202/201 a.C. en la cual participaron nuevos aportes de tropas hispanas,como los 2000 hombres que trasladó Magón en el 206 a.C.

El hecho es que, aún después de la victoria romana, la dinámica de movimiento de tropas entre amboscontinentes no cesó en ningún momento. Así, al comienzo de las Guerras Lusitanas (155-153 a.C.), bandasde esta zona atraviesan el Estrecho de Gibraltar y atacan Ocilis, en la costa occidental africana (BlázquezMartínez 1975: 176). Por su parte, es conocida la presencia de soldados norteafricanos e incluso de elefantesen las campañas de Escipión dentro de la Península Ibérica.

En este apartado no queremos dar una información exhaustiva de la presencia de mercenarios a unoy otro lado del Estrecho, sino más bien dejar bien sentado que el traslado de tropas y gentes de uno a otrolado del Estrecho era frecuente, y que se hizo más intenso conforme avanzaba el final del Primer Milenioa.C. Tampoco quiero limitar la visión de estos contactos a una mera presencia militar. Los movimientosmasivos de tropas sólo son posibles cuando existe una infraestructura de hábitat, comercio y servicios queconvierte a los ejércitos en ciudades singulares en miniatura. Todo ello implica la transmisión de ideas,objetos, costumbres y modo de vida, así como procesos de contacto y cambio cultural. No cabe duda deque muchos de esos mercenarios pudieron ser un mercado para productos de la Península, y que un ciertonúmero se quedaría a vivir para siempre en territorio norteafricano, como sucedió en Sicilia, en el casode Morgantina (García y Bellido 1969-1970: 111).

11.2. Los testimonios arqueológicos

Es cierto que los restos arqueológicos sobre los que podríamos basar un estudio de la presencia ibéricaen el Norte de África son muy escasos. Se trata casi siempre de evidencias aisladas en contexto domésticoso funerarios de tipo púnico o de ambiente indígenas locales. En otras ocasiones, incluso, la procedenciade ciertos materiales que tradicionalmente se consideraban aparecidos en el Norte de África resulta sermás que dudosa. Es el caso del lote de cerámicas supuestamente encontradas en Orán por A. Menchaca,y que algunos autores atribuyen más bien a algún yacimiento peninsular. Otro ejemplo similar sería el dela crátera de Cartago, que vamos a estudiar en el apartado de la cerámica. Finalmente, en otras ocasionesalgunas cerámicas clasificadas en un principio como ibéricas, como las de Tamuda en Marruecos, fuerondespués consideradas como de fabricación indígena (Lantier 1943-1945).

Durante la época púnica y después romana, los testimonios arqueológicos son más o menos intensosy en muchas ocasiones coinciden con los datos proporcionados por las fuentes. Entre el siglo III y el siglo I a.C.se encuentran en algunos yacimientos del Norte de África ciertos objetos que pudieran proceder perfectamentede la Península. Dada la época a la que pertenecen, y teniendo en cuenta que la presencia púnica era densaen ambos territorios, no es de extrañar que los púnicos sean considerados como agentes del tráfico comercialentre las dos áreas. El rasgo más destacable es sin duda la relativa abundancia de cerámica ibérica. Yacimientos

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como Tamuda, Lixus, Sidi Abdeslam del Bahar, Orán, Portus Magnus (Betheoua), Les Andalouses, Tipasa,Hipona (Annaba) y Cartago han proporcionado cerámicas de este tipo.

Además de la cerámica, son escasos otros tipos de objetos o de elementos que indiquen un contactodirecto entre la Península ye! Norte de África. Sin embargo, muchos autores señalaron elementos comunesque relacionarían el territorio peninsular y el norteafricano, bien por vínculos directos, bien por su pertenenciaa un mismo contexto de mercado púnico y romano. P. Cintas, durante una campaña de excavación en LesAndalouses, descubrió una casa cuya construcción refleja un sistema poco utilizado en la zona y por elcontrario muy frecuente en los poblados ibéricos. En la misma casa encontró además un lote de terracotay dentro de él una cerámica ibérica con decoraciones geométricas, contemporánea de la cerámica púnica.Otros fragmentos se encontraban esparcidos por el suelo de la casa (Cintas 1953: 55). Según Cintas, lascerámicas pueden proceder del sur de la Península, revelando probablemente una relación directa entreambas zonas, de carácter comercial. Dada la similitud arquitectónica y la presencia de la cerámica ibéricaen la misma casa, optamos por la presencia de personas que vinieron del sur de la Península para instalarseen esta zona por cualquier motivo que sea. Leglay y Cintas (1954, 1953) señalan el descubrimiento, en elOranesado, de una lucerna con cabeza de caballo y unos prótomos de caballo en piedra y terracota queson muy parecidos a los que fueron ofrendas frecuentes en los santuarios ibéricos.

La cerámica de barniz rojo es otro de los testimonios arqueológicos que prueban también las relacionesentre ambos continentes. Este tipo de cerámica se encuentra con cierta abundancia en muchos yacimientosde la Península Ibérica, siendo asimismo abundante en el Norte de África, especialmente desde el Oranesadohasta Mogador. El alto volumen de este tipo de cerámica, encontrada en Lixus, sobre todo el tipo II deTarradell (Tarradell 1950, 1960), hace que este autor piense que se trata de una producción de origen occi-dental, situándose los talleres o en la Península Ibérica o en el Norte de África. En el primero de estos supues-tos habría que hablar de una intensa relación entre ambos continentes, y en el segundo de un desarrollocomún y paralelo a ambas esferas.

En resumen, parece evidente que los materiales sobre los que se asientan las diferentes propuestas derelaciones entre la Península Ibérica y el Norte de África en época púnica no permiten una valoración muyclara de este fenómeno. Se trata en general de piezas o estructuras que tienen ciertas similitudes entre sí,pero que no son, salvo excepciones, importaciones que demuestran de forma innegable un tráfico de personasy materiales entre los dos ámbitos. Una de estas pruebas son las monedas de Gades 3 encontradas en lanecrópolis Este de les Andalouses por Vuillemot, y otra son los "kalathos" que con toda probabilidad procedendel territorio peninsular. El resto de los elementos sólo parece señalar que nos encontramos en área comúnde influencia púnica, que enmarca el trasiego de mercancías, pero que también posibilita el desarrollo detécnicas y manifestaciones culturales semejantes, adaptadas en cada caso al sustrato local.

III. EL ESTUDIO DE LA CERÁMICA IBÉRICA

HM. Historia de la investigación

La naturaleza de la información sobre la cerámica ibérica en el Norte de África es un aspecto muy atener en cuenta en el estado actual de los conocimientos, ya que los hallazgos a menudo han crecido delcontrol imprescindible en un tema que requiere datos de primera calidad que permiten ir confirmando hipótesisplausibles acerca de las relaciones entre Iberia y el Norte de África. Desde el primer trabajo de García y

3. La contramarca con delfines de una moneda encontrada en la necrópolis del este de 'Les Andalouses' es frecuente en lingotesde plomo romanos de los siglos II a.C.-I d.C. en España. Sobre este tema, véase Astin (2000).

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Bellido, fechado en 1934, han sido muchos los autores que han abordado este problema. A continuaciónprocuraré dar una visión la más completa posible de la génesis de los materiales que son objeto de esteestudio, de manera que pueda aquilatarse su valor relativo en la configuración de las propuestas que hastaahora se han venido produciendo.

a) Marruecos

La primera mención de la presencia de cerámica ibérica en Marruecos se debe a P. Quintero (Quintero1942), que halló, con otro material arqueológico greco-púnico, varios fragmentos de cerámica ibérica. Aunquea un nivel general se han encontrado coincidencias entre algunas piezas y otras de yacimientos peninsulares4,la opinión generalizada es que se trata de una pieza de fabricación local inspirada, probablemente, en untipo ibérico (García y Bellido 1940-1941: 349; Lantier 1943-1945:215). Tarradell (1950) analiza el materialibérico resultado de las excavaciones efectuadas en Tamuda. Se trata de una serie de fragmentos de cerámicaibérica de tipo geométrico y vegetal, y que pertenecen al tipo corriente en el Sur y Levante de la Península.En el segundo nivel se encontraron fundamentalmente restos que pudieran interpretarse como imitacioneslocales. En el nivel tercero aparece tanto cerámica de imitación como cerámica propiamente ibérica. Lainterpretación ofrecida considera que la llegada de cerámica ibérica se produce en Tamuda en el siglo IIa.C. debido a razones comerciales más que a la presencia física de un contingente humano ibérico. A partirde ese momento las cerámicas se integrarían en el repertorio local, produciéndose numerosas imitaciones,de las que serían muestra los fragmentos del segundo nivel.

Más tarde, A. Luquet añade otros hallazgos de cerámica en Banasa que fechó en el siglo II a.C. (Luquet1964). A. Jodin por su parte, estudió dos fragmentos excavados por Luquet entre 1955 y 1956. Le llamaronla atención especialmente unos motivos en X que resultan excepcionales en el contexto de Banasa (fig.1),y que son idénticos a los que aparecen en el Levante ibérico (Jodin 1966). Este autor propone una fechadentro del siglo IV a.C. para esta decoración que resulta, como veremos, demasiado antigua. Tanto Gérardcomo Santos Velasco (1982-1983, 1984) opinan que la fecha más antigua en la que este tema se da en laPenínsula no debe ir más allá del siglo III a.C. Kouass es otro de los yacimientos en donde se han citadofragmentos de cerámica pintada de tipo ibérico en el nivel del siglo III a.C., relacionada con yacimientosandaluces como Galera (Luquet 1964).

b) Argelia

Es en el territorio argelino donde se señaló por primera vez la presencia de cerámica ibérica, lo quesirvió a García y Bellido para elaborar su trabajo pionero sobre este tema. Sin embargo, lo que este autorllamó en su día "feliz hallazgo" no ha dejado de ser desde entonces una fuente de conflictos, dado el carácteraparentemente engañoso de los hallazgos. La historia trata de un conjunto de 70 vasos que junto a ciertacantidad de vasos campanienses y otros objetos fueron supuestamente hallados por un obrero español enuna necrópolis situada en una playa próxima a la ciudad de Orán.

En aquel entonces la historia, a la que García y Bellido concedió credibilidad, fue sin embargo rechazadapor otros investigadores, quienes consideraron que el material aportado era auténtico, pero lo consideraronpeninsular y no norteafricano como defendía Menchaca. Los defensores de esta postura fueron, Albertini

4. Un gran trozo de una orza con asas decorada con líneas onduladas horizontales coincide con los de Castellones de Ceal.Sobre este tema, véase Santo Velasco (1982-1983: 137).

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(1936-1937) y Vincent (1953). A esta postura se añade que en sus relatos, Menchaca nunca hizo referenciaprecisa del lugar exacto del descubrimiento, ni reveló la denominación de la playa ni su posición exactarespecto a Orán. A todo ello se une la probable dificultad con la que se hubiera encontrado para transportarun considerable lote de material desde Argelia a la Península, con problemas de aduanas en uno y otrolado de la frontera.

No faltaron, sin embargo, autores que apoyaron la tesis de García y Bellido. Así, Lantier considera la necró-polis de Orán como verosímil, y la asigna a un posible cuerpo de guardia, relacionando el hallazgo con datosaportados por Polibio (Lantier 1943-1945; Polibio, Lib. III, 33, 9-13), según el cual Aníbal habría pasadounos 15.000 Íberos al Norte de África antes de su expedición a Italia en 219-218 a.C. En contra de esteargumento habría que señalar el carácter homogéneo de los materiales, que sería ilógico en un grupo desoldados reclutados en las más distintas zonas de la Península.

El tema ha sido recientemente revisado por Santos Velasco, quien presenta una revisión argumentadadel lote de materiales, que quedarían englobados cronológicamente entre los siglos IV y I a.C. basándoseen la cronología de la cerámica de barniz negro y la campaniense A. Su propuesta vuelve a las tesis deAlbertini, defendiendo un origen peninsular y no norteafricano para todo el lote de piezas. Las característicasde los objetos le hacen proponer alguna necrópolis alicantina como origen de los materiales. Así pues, elanálisis completo del lote de cerámica mueve a pensar en una procedencia ibérica mediterránea, que SantosVelasco (Santos Velasco 1982-1983; 1983: 341) propone situar en un área entre el Júcar y el Segura dadala extraordinaria similitud del conjunto "oranés" con los ajuares funerarios típicos de esa zona (fig.2).

Otros hallazgos más fiables han venido a confirmar, en todo caso, la llegada de cerámica ibérica a lascostas argelinas. Vincent (1953), al excavar una serie de tumbas en el cementerio Este de la antigua PortusMagnus, actual Bethioua, a 40 km. al este de Orán, encontró, entre otros materiales, un oinochoe trilobulado,con decoración de tipo Elche/Archena. Vincent opina quela presencia de estas piezas es síntoma de relacionescomerciales, y no de la llegada de gentes de un determinado origen. En cuanto a la cronología, las sitúaentre los siglos II y I a.C.

En 1954 Leglay revisó una pieza ibérica en el Museo Arqueológico del Bardo en Argel, procedentede una excavación efectuada en 1949 por un grupo de arqueólogos americanos en Tipasa. Todo ello llevaa Leglay a afirmar la existencia de fuertes influjos cartaginenses e ibéricos en el área argelino.

Los trabajos de Vuillemot en el poblado y la necrópolis de Les Andalouses revelaron de nuevo la presenciasimultánea de cerámica púnica, campaniense e ibérica. Esta última consistía básicamente en vasos de tipo"kalathos" con decoración geométrica hallada en este caso en un contexto de tipo doméstico. Fue objetode un estudio por Vuillemot (1956) quien la fechó a los siglos 111-II a. C.

En la necrópolis Este de Les Andalouses, Vuillemot halló urnas que calificó de recipientes de lujo (fig.3).Dos de ellas, de tipo AN 13, han sido fechadas por Vuillemot entre los siglos III y II a.C. Otra urna detipo AN 14, con decoración geométrica y asas verticales, fue encontrada en una tumba de cremación.Vuillemot señaló las similitudes de estas cerámicas con las series de cerámicas ibéricas de estilo geométricoencontradas en la necrópolis del sur de la Península, como de Tugia y de Tútugi, y fechadas por su contextoen el siglo III a.C.

En otra parcela de Les Andalouses, que se llamaba entonces el "solar de Mingeonnet", Vuillemot hallóun "kalathos" cilíndrico que relacionó con los tipos de la serie B de la clasificación de Lamboglia adaptadapara Vintimille y que fechó entre 180 y 140 a.C. Santos Velasco (1982-1983: 133) prefiere rebajar un pocoesta datación hacia la segunda mitad del siglo II a.C., basándose en la presencia de un fragmento de bordede ánfora del tipo I de Benoit, igual al tipo del estrato VIb de Lamboglia, entre los arios 150/100 a.C., yun plato de barniz negro de tipo 6 de Morel, que fechó a partir de 150 a.C. (Morel 1962-1963:124).

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En el terreno de Tassa, también en Les Andalouses, fueron encontrados algunos fragmentos de cerámicaibérica. Uno de ellos (T23) podría estar decorado con el tema del águila con alas desplegadas propio del estiloElche-Archena. Otro fragmento (T24) es un borde de "kalathos" con decoración vegetal (Vuillemot 1965).

La localización más oriental de la cerámica ibérica en Argelia es Hipona (Annaba), donde Morel realizóexcavaciones, hallando dos fragmentos en un contexto de la segunda mitad del siglo II a.C. Según esteautor, son restos de un "sombrero de copa", que podría relacionarse con un vaso similar encontrado porJ. Ferron y M. Pinard en Byrsa.

c) Túnez

Son excepcionales los hallazgos de cerámica ibérica en Túnez. Sin embargo, uno de ellos es muy notable,siendo quizás uno de los más antiguos datos a conocer en este contexto norteafricano. Se trata de una cráterade campana decorada con cuartos de círculos, semicírculos concéntricos y líneas onduladas verticales.Su origen ha sido muy debatido, ya que algunos investigadores la atribuyen a alfares ibéricos 5 , mientrasque otros consideran que su origen es cartaginense 6.

Finalmente Lancel halló, durante sus excavaciones en Byrsa, un fragmento de cerámica ibérica queparece pertenecer a un "kalathos", decorado con motivos geométricos. Otro resto similar procede del estratode destrucción de una casa fechada en el 146 a. C. (Lancel 1982: 52-53).

Hasta el momento, la bibliografía no ha dado a conocer más restos de cerámica ibérica, si bien proba-blemente existen muchos fragmentos inéditos de excavaciones inéditas. Aún suponiendo razonablementeque puede haber una evidencia mucho mayor, lo que sí queda claro es que diversas formas ibéricas alcanzaronel Norte de África, integrándose en conjuntos tanto domésticos como funerarios. En concreto el "kalathos" o"sombrero de copa" fue la forma popular, quizás porque se asociaba a algún tipo de contenido que fueraexportado con mayor asiduidad.

111.2. Ensayo de interpretación

La presencia de la cerámica ibérica en el Norte de África ha sido, como hemos visto, repetidamenteseñalada por diversos autores, sobre todo en las décadas de los arios cuarenta y cincuenta. Estos trabajosevidenciaron que los hallazgos de esta cerámica, fuera de sus fronteras naturales, debían fecharse, en sumayoría, entre los siglos IV y I a.C., y especialmente a partir del siglo III, en una época marcada por lapresencia púnica y romana. De hecho, la mayor parte de las referencias al siglo IV se basaban en el conjuntoque supuestamente halló Menchaca en Orán, en la que las cerámicas ibéricas se asociaban a vasos áticosde barniz negro. Ya se ha señalado anteriormente la sospecha de que todo el lote de Orán fuera en realidadde origen peninsular, por lo que debe dejarse en suspenso la consideración de estos materiales. Nos quedan,por lo tanto, los hallazgos correspondientes a los siglos III-I a.C., paralelizando cronológicamente al periodode los conflictos romano-cartaginenses que afectaron tanto a la Península Ibérica como al Norte de África.

5. Paris (1913) afirmó que su decoración es específicamente característica de la Península Ibérica y que la imitación de lasformas áticas, como las cráteras, es un hecho repetido en los yacimientos peninsulares, mientras que en el Norte de África a penases conocido; García y Bellido (1954: 25) sostuvo que la crátera era una prueba más de la difusión de la cerámica ibérica por lacuenca mediterránea; Astruc (1962) defendió su procedencia ibérica y la relacionó con vasos de Galera y la Albuferata.

6. Boulanger (1913-1915) la menciona en el catálogo del Museo relacionándola con su contexto cartaginense; Albertini (1936-1937: 288) tampoco considera esta pieza como peninsular.

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Los contextos de los hallazgos son tanto necrópolis como lugares de hábitat. La mayor parte se concentraen la zona occidental del litoral norteafricano, y en especial en Marruecos y el Oeste de Argelia, de dondeprocede la mayor cantidad de los materiales conocidos (fig.5). Más al Este los puntos reseñados son cadavez más escasos, hasta llegar a Hipona y Byrsa (Cartago). Por lo tanto, su situación en el mapa permitecomprender el desigual volumen de hallazgos en toda el área en estudio. Intentaremos deducir los vínculosque unen a cada una de estas zonas con la Península a través del tipo de materiales importados que presentan.Para ello es necesario resaltar los paralelos que existen entre las cerámicas de las dos áreas, señalando posiblesáreas de influencia, tanto de piezas concretas como de estilos que pudieron inspirar formas y decoraciones.

La mayoría de los ejemplares que aparecen en el área norteafricana en general, y especialmente en elOeste, tienen paralelos en Andalucía, Levante y el Sureste español (fig.6), que Santos Velasco (1982-1983:148) hizo corresponder a dos fases cronológicas. La primera abarca básicamente los siglos IV-II a.C., etapade hallazgos escasos, pero en la cual se pueden encontrar líneas que siguen dos vías. La primera puedeestablecerse entre Marruecos y Andalucía, debido a la cerámica estampillada de Kuass, cuyos paralelospueden remontarse a la necrópolis ibérica de Galera (Granada). Por su parte, los fragmentos encontradosen Banasa con decoración en X y palmera, tienen sus paralelos en San Miguel de Liría. Un segundo vínculoes entre el Oranesado, Levante y el Sureste de la Península Ibérica, como es el caso de las urnas encontradasen Les Andalouses y que tienen sus paralelos en las necrópolis ibéricas de Cabecico del Tesoro, Albufereta,Cigarralejo, Liria y la Escuera.

La segunda fase propuesta por Santos Velasco se desarrollaría entre los siglos II y I a.C. Los paralelosde la cerámica ibérica encontrada en el Norte de África y pertenecientes a esta época podemos situarlospreferentemente en Cataluña y el Valle del Ebro y también en el Sureste. La sistematización de Condi iBerdós (Condi i Berdós 1991: 142-47) permite apreciar que dos de sus tipos (Al y A2), especialmente centra-dos en el área catalana peninsular, tienen claros Paralelos en Hipona y Byrsa (Morel 1965; Ferron y Pinard1962: lám. LVIII y LX; Lancel 1982: figs 61d y 86). La dispersión exterior de estos dos tipos no se limitaa la zona norteafricana, sino que se han encontrado también en Italia peninsular, Cerdeña y Sicilia (fig.7).Lo que nos deja pensar que la presencia de estos dos tipos en Hipona es debido a algún vínculo entre estossitios, más bien Italia, e Hipona. Algo más lógico debido a la proximidad geográfica de estos dos sitios.En el caso de su procedencia de Italia, los dos tipos no pueden ser anteriores al siglo II a.C. ya que la expansiónde la cerámica ibérica pintada en Italia se produce a partir del principio del siglo II a.C. (Guérin 1986: 38).

a) Las formas

Como ya se ha señalado, los materiales se componen casi exclusivamente de ejemplares de tipo "kalathos"o "sombrero de copa". Únicamente en el Oranesado se han documentado otras formas, entre las cuales hayque destacar la presencia de urnas, vasos y platos, siempre en número reducido. Por el contrario, los "kalathos"ofrecen a menudo piezas completas o con posibilidades de reconstrucción y aparecen con la suficientefrecuencia como para diferenciar tipos que pueden paralelizarse con los de la Península Ibérica.

En general los ejemplares norteafricanos repiten los dos grandes grupos que aparecen en territorio penin-sular, es decir el tipo "sombrero de copa" y el del hombro mercado. En el primero de los casos el cuerpoda paso al borde exvasado sin solución de continuidad, es decir, sin marcar ningún tipo de estrechamientoa la altura del cuello. Es la forma más característica de la producción ibérica tardía, alcanzando el máximode su producción hacia la segunda mitad del siglo II a. C., y difundiéndose hasta bien entrada la época romanaimperial (Condi i Berdós 1990). Tanto este tipo como el de hombro marcado pueden diferenciar a su vezdos variantes, según el perfil de sus paredes sea cilíndrico o troncocónico, a lo que se puede añadir la presenciao no de curvatura del galbo, tanto cóncava como convexa.

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En lo que concierne a las urnas podemos distinguir tres tipos:— 1: Urna bitroncocónica con mayor desarrollo en el sector superior, de perfil ligeramente convexo,

mientras que el inferior es más breve y ligeramente cóncavo. Corresponde al tipo 11.1 de Santo Velasco.El borde es exvasado y el fondo cóncavo, careciendo de pie.

— 2: Urna de tendencia globular con los dos sectores prácticamente iguales (fig.4). Como en el casoanterior, el borde es exvasado y el fondo es cóncavo. Corresponde a la forma VI de Santos Velasco.

— 3: Urna de forma ovoide con la carena en la parte inferior del vaso. Su borde es recto y el fondo,sin pie, es ligeramente cóncavo (fig.11.3).

Un tipo de procedencia igualmente ibérica es el oinochoe o enócoe, del que sólo se conocen dos ejemplares,uno es el citado por Santos Velasco y el otro es el famoso ejemplar recogido por Vincent en Portus Magnus.Difieren en su cuerpo, uno de forma cilíndrica y otro bitroncocónica. Ambos son de boca trilobulada y asavertical. Finalmente cabe reseñar la imitación de crátera griega que se encontró en Cartago. Con su decoracióntípicamente ibérica es muy parecida a la forma 55b de Cuadrado (Cuadrado 1972:179-80 tab. XXI-XXII).

b) Las decoraciones

Los temas ornamentales son típicamente ibéricos, y son a menudo la causa de que muchos de estos vasossean considerados como de procedencia o influjo peninsular, dada la personalidad de este tipo de dibujossobre la cerámica. Al igual que en territorio ibérico, pueden distinguirse tres modalidades decorativas quepueden a su vez aparecer combinados entre sí. La más numerosa es la de tipo geométrico, mientras quelas que presentan motivos animales o florales son mucho más escasas. No queremos presentar aquí uninventario de las piezas y sus decoraciones, sino un análisis de los principales modelos decorativos y desus más frecuentes variaciones. Algunos aspectos a tener en cuenta serán el tipo de motivo, su posiciónsobre el vaso, su representación aislada o asociada a otros motivos, etc.

Como ya he señalado, los temas más utilizados son los geométricos que consisten básicamente en bandasy líneas, que pueden aparecer solos o asociados, y dividen el vaso en dos, tres o cuatro frisos. Las bandaspueden tener distintas anchuras, y pueden aparecer solas o enmarcando entre dos líneas o otros elementos.Estos consisten en:

a)-Semicírculos concéntricos, que aparecen normalmente formando series en la que se articulan medianteyuxtaposición o tangencialmente, siendo atravesados a veces por una línea en su parte media. En otrasocasiones se encuentran entrelazados, formando lo que en la Alcudia se denominaron como "arcos de jardi-nero", y que en la terminología de Nordstr6m se conoce como "semicírculos secantes". Condi i Berdós loconsidera típico del sureste de la Península Ibérica, situándose en una fecha tardía, entre los siglos II-la. C.

b)- Sectores de círculo encadenados y delimitados por bandas horizontales. Muy frecuentemente formanparte de la decoración de las formas más abiertas como los platos.

c)- Líneas onduladas, tanto verticales como horizontales, que pueden parecer formando festones o comoelementos separador de otro tipo de motivos.

Estos son los motivos que podemos encontrar con más frecuencia en las cerámicas halladas ene! Nortede África. Sin embargo no son los únicos, ya que aparecen también otros, aunque con mucha menor frecuencia.Es el caso del zigzag que surge en el área valenciana a partir del siglo IV a.C. Lo mismo sucede con lasfilas de rombos encadenados que según Nordstriim corresponde a una etapa tardía de la decoración cerámicaibérica, si bien comienza ya en el siglo IV a.C. (Nordstróm 1969). Finalmente, el motivo de SSSS, las líneascortas verticales y las aspas se encuentran en muy pequeño número en los yacimientos norteafricanos.

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Al lado de la decoración de tipo geométrico hay que destacar la figuración zoomorfa. Sólo aparece en doscasos: algunos fragmentos hallados por Vuillemot en Les Andalouses y un vaso completo procedente de PortasMagnus. Se trata de las aves de largo pico, ojo circular y alas desplegadas que forman la imaginaría carac-terística de las cerámicas Elche/Archena. Suelen asociarse a bandas, de las que surgen sus figuras y motivosvegetales, con los que a veces confunden sus rasgos. La cronología de estas cerámicas figuradas es en generaltardía, no anterior al siglo III a.C., continuando al menos hasta el siglo I a. C. (Ramos Fernández 1982).

La significación del águila unida a elementos vegetales ha sido objeto de muchas interpretaciones. Leglaypropuso que el ave podría ser una especie de elemento protector. García y Bellido propuso igualmente queel sentido del águila era estrictamente religioso. En la imagen de Portus Magnus, como en otras de Elche,la roseta se asocia a la cabeza del ave rapaz aludiendo a divinidad de la naturaleza y la vegetación (Olmos1992: 27).

IV. LA NATURALEZA DE LOS CONTACTOS ENTRE ÍBEROS Y NORTEAFRICANOS

En general, las evidencias arqueológicas indican una relación basada en un comercio de tránsito, más queen los movimientos de población a gran escala que se defendieron en épocas pasadas. Sin embargo, la natu-raleza exacta de este comercio aún está por definir. Esto se debe a dos causas entrelazadas. Una es la ausenciade planteamientos teóricos que permiten definir modelos de comercio, intercambio e interacción. La segundaes la escasa documentación disponible que resulta a menudo aislada. Normalmente, se trata de piezas sincontexto de toda información sobre funcionalidad, carácter extraordinario o habitual, entorno, etc. Losintereses de estudio de ambas áreas, por otra parte, son muy diferentes yen general se desarrollan siguiendocaminos paralelos y no combinados.

Asimismo, y ya para el periodo que nos interesa, la falta de fuentes escritas contemporáneas sobre lasrelaciones comerciales entre la Península Ibérica y el Norte de África impide reconstruir el tráfico entre ambasáreas, que debió ser mucho más frecuente y complejo de lo que los datos actuales dejan entrever. Todos losautores están de acuerdo en señalar que uno de los factores que determinaron la presencia fenicia ene! Medite-rráneo occidental fue la localización de fuentes de mineral y la obtención de metales en los mercadospreviamente establecidos por los circuitos indígenas. Desde Chipre y Creta hasta el Estrecho de Gibraltarse extendía el campo de actuaciones de los comerciantes fenicios (Aubet 1987: 140). Se deduce de estaslíneas que los fenicios intentaban captar productos de los mercados que se desarrollaban en las proximidadesde sus puertos, realizando también el papel de intermediarios entre diferentes circuitos del mercado.

Por regla general se considera generalmente asumido que la ruta de navegación de los fenicios para llegarhasta Occidente se apoyaba en diversos puertos del Norte de África. Sin embargo, a causa de las corrientesmarinas y del peligroso paso de Gran Syne, los barcos fenicios, al desplazarse de Oriente a Occidente,se apoyaron preferentemente en el litoral septentrional del Mediterráneo, y especialmente en las islas quelo jalonan (Aubet 1987: 165). Por lo tanto es probable que los navíos fenicios desarrollaron algún tipo detransporte de materias desde la Península Ibérica al Norte de África aprovechando el periplo obligado desalida y vuelta a Tiro, dado que se favorecería una navegación de cabotaje con ataques frecuentes. Se calcula,de hecho, que un navío recorría más o menos 35 km. al día en caso de que no se alejara de las costas.

A raíz de la fundación de Gadir, el tráfico marítimo y las relaciones con el Norte de África se hicieroncada vez más frecuentes. Un buen ejemplo lo proporciona la salazón de pescado, que desde el primer momentofue un negocio floreciente de los enclaves costeros. La dispersión de los hallazgos de ánforas que contuvieroneste producto nos confirma su área de comercialización. Las ánforas Maña, sobre todo la Maña C, utilizadascomo envase para la salazón de pescado se fechan entre los siglos V y II a.C. Lo señala muy bien LópezCastro "...los principales puntos de destino de las mercancías fenicias fueron Cartago, Ibiza, los estable-cimientos coloniales de las costas marroquíes y argelinas..."(López Castro 1995: 67).

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Se ha especulado incluso que los salazones de la costa marroquí pudieron estar bajo control gaditanocomo se deduce de la abundancia de monedas de la ciudad aparecidas en el área mauritana (Blázquez Martínez1975). Muchas menos evidencias presentan las costas de la actual Argelia. Quizás, como opina Gsell, porquela mayoría de los indígenas libios y númidas eran tan pobres que no precisaban ni podían permitirse unmercado de estos productos (Gsell 1920).

Las ciudades fenicio-púnicas occidentales actúan como intermediarias entre los puertos comercialesmediterráneos, canalizando las mercancías de los mercados interiores que controlaban, así como las queproducían en sus propios territorios de explotación. Pieles, metales, productos agrícolas, esclavos y salazonesse citan entre los principales objetivos del comercio, mientras que se importaba aceite, vino y objetos delujo y de prestigio, como las cerámicas áticas o los recipientes de bronce. Parte de los elementos que losgaditanos obtenían de África y que empleaban para sus fines fueron el oro y el marfil, que eran objeto deun tratamiento especializado en sus talleres artesanos.

A partir del siglo IV a.C. la difusión de las ánforas Maña C fue acompañada de otros elementos defabricación occidental, como la cerámica de barniz rojo tipo Kuass o las ánforas púnico-ebusitanas 17 y18, también denominadas como Maña E, cuya fabricación se extiende desde el siglo IV a.C. (Martín Camino& Roldán Beral 1991-1992: 156). En este caso se llegan a las costas argelinas, especialmente en la segundamitad de este periodo, cuando se incorpora este territorio de forma activa al circuito comercial del Medite-rráneo occidental (López Castro 1995: 133).

Los mapas de distribución de las ánforas púnicas revelan las rutas que recorrieron desde el Sur de laPenínsula hasta puntos muy diversos del Mediterráneo. Uno de _esos caminos fue continental y recorríaal Sur y Levante peninsular hasta llegar al Sureste de Francia y desde allí a la Península Itálica. Otra seríala que, por vía marítima, llegaba hasta las costas marroquíes y desde allí recorría el litoral de Argelia yTúnez. La concentración de ánforas de tipo Maña C permite sospechar que existió algún comercio concretoentre algunas ciudades de la Península y otras norteafricanas. En este caso pudieran encontrarse Cartagena-LesAndalouses (Martín y Roldán 1991-1992: mapas A y B), la Isla de Grosa de Murcia/Cartagena y LesAndalouses-Gouraya o entre Cartagena y Gouraya-Tipasa (mapas D y E). Estas rutas comerciales estaríanratificadas por la circulación de monedas de Gadir, Malaka y Sexi, no sobrepasando el Este de Hiponaen el Noreste de Argelia.

Durante el siglo II a.C., ya durante la ocupación romana, las ciudades púnicas peninsulares continúansus relaciones comerciales con Cartago y todo el Norte de África. Además de la presencia de las ánforasMaña D, se han registrado en el Norte de África las importaciones de la zona atlántica, como las cerámicasde barniz rojo de kuass, así como los "kalathos" ibéricos. Las ánforas estaban vinculadas al comercio delas salazones de pescado. Los "kalathos" ibéricos aparecen en numerosos yacimientos del Norte de África,acompañándose de cerámicas ibéricas y de barniz roj den Les Andalouses, Tipasa e Hipona desde mediadosdel siglo II a.C. (López Castro 1995:140-41).

El problema se plantea al definir qué tipo de productos y en qué volumen conformaban el objeto delcomercio. Muchos autores han hipotetizado sobre este asunto, pero los datos concretos y comparables sonbien pocos. Se ha hablado de metales, madera y salazones de pescado como productos exportados desdela Península al Norte de África (Balil 1954: 388), pero los indicios de productos que pudieron haberconformado la contrapartida desde el Norte de África a la Península no son nada claros.

También, uno de los principales problemas a la hora de evaluar la naturaleza del comercio reside enque las condiciones ambientales de ambos márgenes del Estrecho tienen notables similitud, o lo que esprevisible la explotación de recursos muy similares. Ambas áreas producían en épocas alto-imperiales trigoy aceite. Varios autores han querido definir las rutas de navegación de época romana confiando en poderextrapolar, o al menos sugerir, las vías utilizadas en momentos anteriores, en los que las mismas ciudadestenían ya un peso significativo en el Mediterráneo occidental (Gozalbes Cravioto 1978; 1993).

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V. CONCLUSIÓN

Se ha intentado establecer la naturaleza de la presencia ibérica con precisión en función tanto de lasfuentes escritas como de los materiales arqueológicos, en especial de la cerámica pintada. Las conclusionesa las que se ha llegado confirman tanto una presencia física como un comercio a través del cual pudieroncircular materiales de ambas áreas del Estrecho.

La presencia física corresponde a los mercenarios. Ya se ha señalado que la conocida necrópolis ibéricade Orán seguramente nunca llegó a existir, y que sus supuestos restos corresponderían más bien a un yaci-miento peninsular. Por tanto, son los movimientos de tropas los que pudieron desplazar con seguridad gentesde una orilla a otra del mar. Las contiendas romano-púnicas fueron desde luego una fuente de alistamientosen unos ejércitos que combatieron en frentes muy distintos. Entre los siglos III y I a.C. la inestabilidadfue manifiesta y a partir de estos momentos, con la extensión del poder romano, las rutas anteriormenteempleadas adquirieron incluso más importancia, convirtiéndose en vías de comercio "interior". Todo ellohizo posible la transmisión de objetos y de modos de vida, máxime cuando las rutas comerciales eran conocidasincluso desde épocas prehistóricas.

En segundo lugar cabe hablar también de una presencia de materiales. Últimamente, el territorio norteafri-cano ha revelado la existencia de objetos arqueológicos de gran importancia, dentro de los cuales cabedestacar la cerámica de tipo ibérico. Estas evidencias arqueológicas, atestiguadas en muchos sitios del Nortede África, son la prueba más palpable de la existencia de contactos entre las dos riberas del Mediterráneooccidental, aunque la naturaleza y las características de los mismos sea un tema aún mal definido.

No hay ninguna duda de que la navegación no constituía un problema mayor para las poblaciones deambas zonas, ya desde la prehistoria como lo comprueba la presencia de marfil norteafricano en La PenínsulaIbérica, o de la cerámica campaniforme peninsular en el Norte de África. Si este trasiego de mercancíasexistió en fases tan remotas, aunque sin conocer su carácter estable o esporádico, mucho más comprensiblees que se hiciera frecuente a partir de la colonización fenicia, cuando la llegada al núcleo occidental deGadir favorecía una vuelta de los navíos a través de los puertos norteafricanos.

El elemento más representativo de estos contactos a partir esta época es la cerámica ibérica. A pesarde unos primeros indicios que debieron pasar de una simple falsificación, son muchos otros hallazgos quevienen a confirmar la presencia de importaciones de cerámica ibérica en distintos yacimientos, ya dentrode contextos de necrópolis como de poblado, fechándose en su mayor parte entre los siglos IV y I a.C.,y principalmente en la segunda mitad de este lapso de tiempo. Su presencia es más frecuente en la mitadoccidental del continente africano y en zonas próximas a la costa, pudiendo hipotetizarse relacionescomerciales con las ciudades costeras de Andalucía y el Sureste de la Península, de las que no distaríandemasiados kilómetros y entre las que la navegación en ciertas épocas del ario no presentaría dificultades.

También hay que señalar que las exportaciones de cerámica ibérica se extendieron por otros ámbitos,como los del Sur de Francia o los de la costa terrénica italiana, donde cierta frecuencia en Liguria y Etruria.Dichos tipos, que fueron sistematizados por Condi i Berdós (tipos Al y A2), son precisamente los descubiertospor Morel en Hipona y por Lancel en Byrsa. Esto hace que, además de los contactos directos con la PenínsulaIbérica, también pudieron llegar estos materiales a África como una consecuencia del comercio con Italia,procediendo originariamente de Cataluña, donde se encuentra una mayor producción (Santos Velasco 1982-1983 ; Condí i Berdos 1991). La función que pudo desempeñar esta cerámica es aún desconocida, ya quecarecemos de análisis de contenidos. Sin embargo, es frecuente no sólo encontrarlos en hábitats o en santuarios—donde pudieran explicarse como ofrendas— sino también en necrópolis, formando parte del ajuar funerarioo incluso empleados como urnas cinerarias.

No es probable que las compañías de navegación estuvieran en manos ibéricas o norteafricanas, sobretodo cuando las relaciones más intensas se producen en los momentos en que ya los fenicios, y luego losgriegos y los cartaginenses se han adueñado del Mediterráneo. En el caso que a nosotros nos interesa debemos

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de pensar en un protagonismo de los púnicos a partir al menos del siglo III a.C., ya que debían mantenervías abiertas entre Cartago y Cartago Nova, siendo el radio de actuación de la primera muy amplio en elNorte de África. Por otra parte, también los barcos itálicos debieron frecuentar las costas, dominando eltráfico comercial a partir del siglo II a.C. Esto parece razonable si tenemos en cuenta la recientemente citadadispersión del "kalathos" por vertiente mediterránea peninsular, el Sureste francés, la Península Itálicay el Norte de África. La localización de estos materiales parece hablar de un circuito mediterráneo occidentalque englobaría los dos continentes y las islas intermedias, y en el que es difícil establecer una direcciónúnica de tránsito, ya que cada puerto constituía un nuevo punto de origen y destino.

El problema que hemos abordado es difícil de resolver sin un planteamiento renovador acerca del papeldel comercio y de las importaciones. Aún no sabemos si los materiales fueron exportados como consecuenciaúnica y exclusivamente del comercio o si fueron llevados en alguna ocasión por contingentes humanosque se trasladaron a vivir al Norte de África. La escasez de los mismos hace pensar en que la primera opciónes la más factible. Es indudablemente posible que los mercenarios hispanos hubieran podido trasladar conellos objetos característicos de la Península, pero lo cierto es que las cerámicas ibéricas recuperadas seencuentran en contextos indígenas, por lo que parece que llegaron a través del comercio. En todo caso,la mayor incidencia de material ibérico en la zona occidental del área costero norteafricano permite unoscontactos directos desde las importantes ciudades portuarias ibéricas, como Gadir, Villaricos o Elche, hastala parte occidental del continente africano.

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SANTOS VELASCO, J.A. (1982-1983): "La difusión de la cerámica ibérica pintada en el Mediterráneooccidental", Cuadernos de la Biblioteca y Arqueología Castellonenses 9: 135-148. (1983): "La dominada necrópolis ibérica de Orán en el Museo Arqueológico Nacional", Trabajos

de Prehistoria 40: 309-352.TARRADELL, M. (1950): "Cerámica de tipo ibérico en Marruecos", en Actas VI Congreso Arqueológico

del Sureste: 185-189. Alcoy. (1960): Marruecos púnico. Tetuán.VINCENT, M.M. (1953): "Vase ibérique du cimetiére Est de Portus Magnus (St. Leu)", Libyca: 13-20.VUILLEMOT, G. (1956): "Céramique ibérique trouvée aux Andalouses, Oran", en Compte-Rendu de

l'Académie des Inscriptions et des Belles Lettres: 163-168.

SPAL 11 (2002)ISSN: 1133-4525  ISSN-e: 2255-3924 http://dx.doi.org/10.12795/spal.2002.i11.14

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Fig. 1. Fragmentos de cerámica con motivos en X y palmetas en Banassa (Luquet 1964).

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Fig. 2. Cerámica ibérica de Orán (Santos Velasco 1983).

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Fig. 3. Esquema de urnas ibéricas: necrópolis del Este, Les Andalouses (Vuillemot 1965).

Fig. 4. Urna globular, Orán (Santos Velasco 1983).

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Fig. 5. Mapa de la difusión de la cerámica ibérica en el Norte de África: 1: Banassa;2: Kuass; 3: Tamuda; 4: Sidi Abdeslam de Bahar; 5: Emsa; 6: Siga; 7: Les Andalouses;8: Orán; 9: Portus Magnus; 10: Tipasa; 11: Hipona; 12: Cartago.

Fig. 6. Mapa de los paralelos de la cerámica ibérica del Norte de África en la PenínsulaIbérica: 1: Ensérure; 2: Tossal del Moro; 3: Cabrera del Mar; 4: Fonscaldes; 5: Tivissa;6: Calceite; 7: Herrera de Navarros; 8: La Silvella; 9: El Solaig; 10: Liria; 11: La Bastida;12: Corral de Saus; 13: El Puig y la Serreta (Alcoy); 14: Tossal de Manises; 15: LaAlbufereta; 16: Jumilla; 17: La Alcudia; 18: La Escuera; 19: Cabezo Lucero; 20: ElCigarralejo; 21: Cabecico del Tesoro; 22: Cabezuelas; 23: Galera; 24: Toya; 25: Cástulo;26: La Guardia; 27: La Bobadilla; 28: Baza.

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Fig. 7. Mapa de los paralelos de la cerámica ibérica en el Norte de África en la cuenca mediterránea:1: Heraclea Minoa; 2: Tyndaris; 3: Pompei; 4: Ischia; 5: Ostia; 6: Talmoccio; 7: Populonia; 8: Belora;9: Castiglioncello; 10: Cuneo; 11: Ventimiglia; 12: Cáller; 13: Tharros; 14: Perfugas; 15: Menorca;16: Mallorca; 17: Eivissa.

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