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24 CAPÍTULO II LOS CONVIDADOS DE AGOSTO Y ÁLBUM DE FAMILIA: MARGINACIÓN Y SOLEDAD COMO FIN ÚLTIMO EN SUS PERSONAJES FEMENINOS En este capítulo se analizan las actitudes de algunos personajes femeninos que son plasmados en dos obras narrativas de Rosario Castellanos: Los convidados de agosto y Álbum de familia. Por una parte, se encuentran las mujeres que se rebelan o apartan de las normas sociales, ya sea consciente o inconscientemente. Por otra, se presentan las que pasivamente se dejan manipular por factores externos a ellas. Las mujeres rebeldes, transgresoras, desdeñan los prejuicios, las limitaciones y se insertan en una aventura donde pueden ser ellas mismas, provisionalmente, las protagonistas de su vida. En contraste, la docilidad forma parte de las mujeres pasivas que desean vivir conforme se lo inculcaron sus antepasados: respetando y obedeciendo la autoridad del varón y lo que la sociedad les tiene ya dispuesto. Cada una de las mujeres de estas narraciones que se atreven a ser diferentes de la gran mayoría, tienen diversos motivos para intentar salir de ese ámbito hostil, donde su felicidad siempre está en juego e intentan a través de los medios que tienen a su alcance, gozar de una anhelada libertad que muy difícilmente podrán conseguir.

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CAPÍTULO II

LOS CONVIDADOS DE AGOSTO Y ÁLBUM DE FAMILIA: MARGINACIÓN Y SOLEDAD

COMO FIN ÚLTIMO EN SUS PERSONAJES FEMENINOS

En este capítulo se analizan las actitudes de algunos personajes femeninos que son plasmados en

dos obras narrativas de Rosario Castellanos: Los convidados de agosto y Álbum de familia. Por

una parte, se encuentran las mujeres que se rebelan o apartan de las normas sociales, ya sea

consciente o inconscientemente. Por otra, se presentan las que pasivamente se dejan manipular

por factores externos a ellas.

Las mujeres rebeldes, transgresoras, desdeñan los prejuicios, las limitaciones y se insertan

en una aventura donde pueden ser ellas mismas, provisionalmente, las protagonistas de su vida.

En contraste, la docilidad forma parte de las mujeres pasivas que desean vivir conforme se lo

inculcaron sus antepasados: respetando y obedeciendo la autoridad del varón y lo que la sociedad

les tiene ya dispuesto.

Cada una de las mujeres de estas narraciones que se atreven a ser diferentes de la gran

mayoría, tienen diversos motivos para intentar salir de ese ámbito hostil, donde su felicidad

siempre está en juego e intentan a través de los medios que tienen a su alcance, gozar de una

anhelada libertad que muy difícilmente podrán conseguir.

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A. La búsqueda de la identidad: transgresiones a las normas sociales en personajes que aspiran a

la aceptación social.

En Los convidados de agosto y Álbum de familia Rosario Castellanos retrata varios tipos de

mujeres de la época que son marginadas y actúan siempre ajenas a ellas mismas apartando sus

propios intereses.

La mayoría de esas mujeres prefieren permanecer en un silencio sepulcral porque carecen

de identidad, y son consideradas sólo como un objeto que puede perpetuar la especie únicamente

dentro del matrimonio. Ellas no logran observar la vida desde una perspectiva propia, su enfoque

es distorsionado por elementos extrínsecos que diluyen también su pensamiento y su forma de

asumir la realidad: “La mujer, desvalorizada y desexualizada en la estructura familiar de México,

carece de desarrollo subjetivo, así como de una individualidad vigorosa.” (Fiscal 67)

La mujer tiene que adaptarse a los cánones impuestos por la sociedad y a las condiciones

que exige la pertenencia al género femenino. Indistintamente de su estado civil —soltera, casada

u otro— los personajes femeninos de estas obras narrativas deben adaptarse a las medidas y

necesidades del otro llámese sociedad, varón, familia, etc. dejando de lado sus propias

aspiraciones.

Pero toda norma, regla o patrón social, que muchas siguen estrictamente, puede ser

quebrantada y traspasar los límites —al fin y al cabo las reglas se hicieron para romperlas—.

Rosario Castellanos nos muestra aquí diversos prototipos de mujeres que intentan deslindarse de

esas ataduras desafiando a la sociedad en que se encuentran inmersas y buscan alternativas para

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lograr lo que ellas desean ser, imaginan ser, o simplemente para salir de ese entorno aprehensivo

del que temen quedarse por siempre:

…los personajes femeninos de Los convidados de agosto tienen delimitado un

espacio y una función genérica impuesta por su núcleo social y aceptada en la

mayoría de las veces por ellas mismas (sometimiento y autosometimiento). Las

mujeres transgresoras a la moral falocéntrica y conservadora son castigadas desde

el interior de su círculo, no importa su linaje ni la posición económica de su

familia. (Bustamante Bermúdez 14)

No obstante las objeciones que se presentan, los personajes femeninos actúan conforme a

su propio instinto a pesar de que, la mayoría de las veces, su esfuerzo queda totalmente anulado y

con expectativas muy lejanas de las que ellas tenían en el momento de iniciar su liberación. La

sociedad no es condescendiente ni tiene piedad por las mujeres que no desempeñen dignamente

el rol femenino que les ha sido asignado, así nos lo hace ver un, personaje de “Álbum de

familia”:

En México las alternativas y las circunstancias de las mujeres son muy limitadas y

muy precisas. La que quiere ser algo más o algo menos que hija, esposa o madre

puede escoger entre convertirse en una oveja negra o en un chivo expiatorio; en

una piedra de escándalo o de tropiezo; en un objeto de envidia o de irrisión. (149)

La cita ilustra cómo la sociedad anula todo intento de autodeterminación. La mujer

mexicana que desdeña los roles existentes, es duramente humillada.

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Uno de los personajes que cabe perfectamente en esta definición es Emelina de Los

convidados de agosto, una mujer consciente de que los años estaban pasando en su persona y

ante este hecho “apartaba de inmediato la vista y se cubría con la primera prenda que hallaba a

su alcance” (Los convidados… 67); cada novedad en su físico le producía sobresalto, angustia

porque podía ser otro indicador de que envejecía y de que su tiempo para lograr una aceptación

social como esposa, madre —o simplemente tener a alguien a su lado— se estaba pasando pero, a

pesar de todo esto, Emelina se mantenía optimista: no perdía las esperanzas y seguía sintiéndose

joven.

El anhelo de Emelina era encontrar a esa persona a la cual le pudiera brindar su amor y

entregarle parte de su vida. No importaban los desafíos que tuviera que enfrentar y el primero era

ir a la feria de agosto “y que esa feria era el vértice en que confluían sus ilusiones sus

esperanzas…” (61) allí asistían mujeres que, al igual que ella, deseaban encontrar una pareja;

pero eran “Muchachas de los barrios, claro, que no tenían mucha honra que perder y ningún

apellido que salvaguardar. ¡Y qué descaradas eran, Dios mío! Andaban a los cuatro vientos

pregonando (con sus ademanes con sus risas altas, con sus escotes) que se les quemaba la

miel.”(65) Llevaba ya varios años asistiendo a esa feria y no le importaban los comentarios de la

gente y mucho menos de su hermana Ester, quien la criticaba con cierto dejo de envidia. Así,

lejos de encerrarse en casa esperando a que el tiempo siguiera transcurriendo, salía en busca de lo

que —quizá— todavía podía ser.

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Y es allí, en la feria de agosto, donde ella se deja llevar por el deseo de tener un hombre

quien le brinde la seguridad y respaldo social, no obstante que la identidad de este hombre sea

desconocida y de que su honra quede mancillada. Al respecto Gerardo Bustamante nos comenta:

La ruptura con la moral comiteca se presenta cuando la protagonista decide

conversar y planear la huida con un “fuereño”; esta transgresión responde al deseo

de libertad y realización femenina. Emelina no piensa en un matrimonio ideal, sus

impulsos sólo responden al deseo de no ser el estereotipo de una solterona de

provincia. (Bustamante Bermúdez 15)

No piensa en el “qué dirán” y no le importa qué clase de vida pudiera llevar con ese

desconocido; está enterada de las normas sociales, sabe que las otras mujeres que se han atrevido

a desafiarlas han sido cruelmente rechazadas o etiquetadas por la sociedad, aparte de ser

utilizadas y abandonadas a su destino por los hombres con quienes estuvieron.

El deseo de Emelina no tiene límites, está dispuesta a pagar el precio de su osadía; sólo

que su atrevimiento únicamente la lleva a acrecentar aún más el desprecio, la burla de la gente

cuando es sorprendida y humillada por su hermano Mateo y Enrique Alfaro —amigo de éste—

quienes no permiten que Emelina se aparte de esa obstinada vida que llevaba, e impiden de una

manera abrupta la huida. No obstante el esfuerzo sobrehumano que ella realizó para continuar

con su cometido, todo resultó infructuoso, lo sabía, todo estaba perdido “… y el llanto comenzó a

fluir, abundante, fácil, incontenible, hasta su cauce natural.” (95) La oportunidad de vivir se le

había escapado totalmente, ahora sólo le esperaba una vida solitaria al lado de su madre enferma,

su hermana Ester y un hermano borracho y represor. Aparte de ser señalada como Soltera tendrá

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que soportar los desprecios de la sociedad; debido a su atrevimiento ya ningún hombre la tomará

en cuenta y no tendrá más consuelo que el de sus recuerdos y fantasías. Éste es el precio que toda

mujer paga por querer ser algo más que una simple mujer.

Algo similar le sucede a Gertrudis, protagonista de “Las amistades efímeras” quien

también transgrede las normas sociales, pero en un ámbito rural. Al inicio el narrador

omnisciente nos la presenta como una joven con las costumbres y los requerimientos de la época:

“era juiciosa y su temprana orfandad le puso entre las manos las riendas de su casa y el cuidado

de sus hermanos menores, con lo que se adiestró en los menesteres femeninos. Por lo demás

nunca alarmó a nadie con la más mínima disposición al estudio.” (11) Destaca además su

moderación al hacer uso de la palabra hablada, característica ideal para toda señorita decente.

Para la época era sumamente importante que una mujer fuera conocedora y experta en las labores

domésticas: “Para las muchachas se trata esencialmente de prepararlas a afrontar las tareas del

hogar. Ya se conciba el hogar de manera tradicional, como el único centro de actividad de la

mujer, (…) la necesidad de un conocimiento práctico de las labores domésticas se percibe en

todas partes.”(Chabaud 78)

Con éstas características muy propias de una señorita decente instalada en provincia,

Gertrudis pasa a formar parte de la rudeza de tierra caliente. Ahí todo era sumamente diferente:

“(…) no encontraba estabilidad alguna ni fijeza. (…) Las personas estaban dispuestas a irse. Las

relaciones eran frágiles. A nadie le importaba, en este bochorno, lo que los demás hicieran. Las

consecuencias de los actos se asumían a voluntad (…)” (15) Así, en este caos de personas y cosas

va transcurriendo el tiempo lentamente en la tienda donde su padre la tenía trabajando. Una que

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otra novedad, de vez en cuando, la sacaba de su hastío. Pero cuando ya no hubo más novedades,

cuando todo era ya monótono, el fastidio de verse presa en el “tendajón” de su padre, sometida a

las exigencias de éste, a los pleitos entre sus hermanos y los gritos de su madrasta, las ganas de

salir de todo esto la empujan a tomar una decisión que aparentemente era algo sin importancia:

irse de allí con el primero que se lo propuso, Juan Bautista, un forastero desconocido.

Para Gertrudis dar este paso no fue dificil, si bien es cierto, no fue premeditado y al

presentársele la oportunidad la toma sin medir las consecuencias, quizá pensando en que el

ámbito rural en el que se encontraba no requería de comportamientos decentes y por lo tanto

podía olvidarse de todos las normas sociales que exige la vida en provincia.

Ante la condición provinciana de Gertrudis, la gente de ninguna manera es

condescendiente y le otorga a ella el pago oportuno por sus actos: “es encontrada y castigada por

su padre de una manera humillante. La huida la desvaloriza ante la gente (jueces),

imponiéndosele un matrimonio apresurado para resarcir una conducta anómala sin que medie el

amor.”(15) Y es aquí donde nuestra protagonista, después de su transgresión a las normas

sociales y de su intento de liberación, vuelve a la subordinación de su padre aceptando, sumisa y

sin oponer resistencia sus designios: sigue a Juan Bautista y cumple con sus funciones de esposa

aún cuando él se encontraba privado de su libertad.

Posteriormente Gertrudis vuelve a ser presa del desprecio, ahora por parte de su cónyuge,

cuando después de haberla tenido algún tiempo como su esposa sirviéndolo y complaciéndolo, la

despide amablemente con el siguiente argumento:

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—Yo tenía una novia, Gertrudis. Desde que los dos éramos asinita. No me ha

faltado. Me espera.

Gertrudis retiró las manos y bajó los ojos.

— demás nuestro matrimonio no es válido. No hay acta, no hay papeles…

—Pero mi papá se va a enojar. Él puso los testigos.

—Para no ofenderlo vamos a divorciarnos. Por fortuna no te has cargado con

hijos.”(26)

Gertrudis comprende inocentemente las palabras de su hombre y emprende la retirada sin

siquiera mediar por su honra mancillada. A partir de ese suceso ningún hombre la mirará con

buenos ojos, pues fue desacreditada por su padre ante todos los habitantes del pueblo; además ni

siquiera hubo un papel que respaldara ese matrimonio. La vida de Gertrudis no volverá a ser la

misma de antes: ya no está llena de aburrimiento ni sometida a los designios de ningún varón, por

lo pronto, y mientras ella tomaba estos aspectos con tranquilidad, el futuro no augura nada

prometedor.

En el cuento “Vals capricho” encontramos un personaje que da muchos giros en la

historia en busca de su aceptación por parte de la sociedad, ayudada de sus dos tías solteras

Natalia y Julia Trujillo: ella es Reinerie, joven criada en las montonerías que se encontraba en

estado salvaje, quien era producto de los amoríos de Germán y una india. Toda norma moral y

educación no tienen cabida en ella:

Lo que se enfatiza en la historia son las intenciones de las tías para convertir a su

sobrina en un ser social aceptado por los otros (los que determinan quien es digno

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de respeto o rechazo); sin embargo, llevar la sangre de una india la convierte en

objeto, no sujeto, marginal: la personalidad grotesca y la barbarie de Reinerie se

contraponen a la compostura moral y correcta de toda joven provinciana

“decente”. (Bustamante Bermúdez 15)

Así, desde que ella llega a provincia era una chica libre, feliz, natural, “¡Ostentaba un

aspecto de juventud tan floreciente, una sonrisa tan tímida, un rubor tan espontáneo! (35) Todo en

ella era un reflejo de la vida salvaje. Para ella esta condición en la que se encontraba era de lo

más normal y así lo mostraba en cualquier lugar y circunstancia.

Estas características de la joven son las que provocan el rechazo por parte de la sociedad

provinciana: jovencitas, adultos, jóvenes, todos por igual se alejaban de ella, incluso les producía

repugnancia: “Reinerie tardó en darse cuenta de que a su alrededor se había hecho el vacío.

Vagaba distraídamente por los corredores; se quedaba parada, de pronto, en el centro de las

habitaciones; se golpeaba la frente contra las habitaciones del traspatio. Y no comprendía. Hasta

que una vez cayó presa de una dolorosa convulsión.” (44)

La situación era difícil tanto para las tías como para ella misma que no entendía el porqué

del rechazo. Su ignorancia y falta de educación no le permitían percatarse de que el ámbito en el

que hoy se encontraba (provincia) era totalmente diferente al rural donde se desarrolló. La

sociedad urbana exige normas que deben cumplirse y al estar en ella, éstas no puede pasar

desapercibidas. Sus tías lo sabían, pero era tarea difícil educar a Reinerie.

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Después de muchos trabajos arduos y gracias al empeño de la joven —que al fin

empezaba a comprender su situación— logran convertirla en toda una señorita de sociedad:

“Hacendosa, ensayó las recetas culinarias más exquisitas; deshiló manteles; marcó sabanas.

Distinguida, pirograbó maderas y pintó acuarelas. Desenvuelta, aplicaba con oportunidad las

fórmulas de la conversación.” (45)

Pero el hecho de aprender todo estos requerimientos no le valió la oportunidad que ella

tanto anhelaba: formar parte de una sociedad en la que no encajaba y por la cual fue cruelmente

rechazada y marginada. Reinerie, cansada de luchar para enfrentar los desprecios, se da por

vencida y emprende la retirada, sola, desquiciada.

De esta manera se puede observar cómo la sociedad es implacable con la protagonista,

quien totalmente inocente de su futuro empieza una vida en un lugar donde no tenía cabida. Su

ruptura con las normas impuestas, al llegar a provincia, no se le perdonó nunca, aún siendo del

conocimiento de todos las circunstancias que la llevaron ahí. Ni el propio esfuerzo de esta

jovencita le valió para merecer el mérito de ser aceptada por una sociedad que, lejos de valorarla

y acogerla, únicamente la llevó a la locura y la amarga soledad.

A diferencia de las otras narraciones, que son desarrolladas en un espacio provinciano

(Comitán, Chiapas), el cuento “Domingo” nos presenta el ambiente moderno y un poco más

liberal de la ciudad de México, donde la transgresión de las normas sociales no implica tan

abiertamente el rechazo y la marginación de la mujer, pero ésta todavía sigue siendo víctima de

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la infelicidad y la soledad, por someterse, por distintas razones, a las exigencias del “otro”,

llámese individuo o sociedad.

De esta manera tenemos a Edith, la protagonista de la narración. A diferencia de las

protagonistas anteriores, ella era una mujer casada. Desdichada, pero con el respaldo y la garantía

que daba el serlo. En el umbral de su matrimonio con Carlos existía el amor, pero conforme

pasaba el tiempo éste fue convirtiéndose en rutina: ella aceptaba dócilmente los designios de él

para llevar una convivencia sana. La sumisión y docilidad ante Carlos servían como máscaras

que Edith utilizaba en su rol de esposa, pero al estar al lado de Rafael y en los momentos que

dedicaba a la pintura, recobraba su autenticidad y se despojaba de . Así el personaje encuentra la

manera de tomarse un respiro, de ser ella misma, de disfrutar de lo que le gusta sin tener la

obligación de atender a su esposo, los hijos o el hogar. Ahora a Carlos y Edith los unen otros

vínculos que no son necesariamente amor: “Los hijos, las propiedades en común, hasta la manera

especial de tomar una taza de chocolate antes de dormir.”(24) Por todos estos aspectos, para ellos

era imposible terminar con su relación.

Ante esta situación de monotonía, Edith le da un giro a su vida aceptando el amor

prohibido de Rafael. Aquí se resalta cómo el personaje se libera de prejuicios sociales y morales

dándose un tiempo de placer. Al asumir una actitud de independencia la protagonista es ella

misma sólo por breves lapsos.

Pero el placer le dura poco debido a que Rafael fue quien se aleja de ella. Ante este

desplante le queda como paliativo la pintura donde se siente plena y recuerda su pasión pasada:

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“Después de todo a Rafael le debía el descubrimiento de su propio cuerpo, sepultado bajo largos

años de rutina conyugal, y la revelación de esa otra forma de existencia que era la pintura”(27)

La relación con Rafael y la pintura son formas de darle sentido a su vida

momentáneamente, ya que Edith reconoce que, no obstante, existen altas y bajas. La vida vuelve

a ser igual, un caminar sin sentido donde todo vuelve a donde empezó: “la vida es más bien

monótona” (43) Lo importante es que la mujer tome, aunque sólo en breves lapsos, las riendas

de su vida.

Ése es el principio de una nueva vida; en esta narración el personaje propone a la mujer

vivir su esencia, no obstante lo haga mediante el simulacro, y tenga que seguir sufriendo la

soledad e infelicidad: “Aunque el arte de fingir sea una de las vías alternas como escape para la

mujer, no soluciona el problema principal de sus protagonistas, la soledad, aunque las libera de

otras lacras, derivadas del patrón omnipresente Amo/Esclavo.” (Gil Iriarte 102)

Edith rompe con las normas sociales y morales tratando de encontrarle un sentido a su

vida basada en un matrimonio monótono. La sociedad burguesa no la reprime y condena, como

en las narraciones anteriores, pero paradójicamente es el propio destino el que la condena a la

perpetua soledad no por haber faltado a la moral, sino por el simple hecho de ser una mujer.

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B. La aceptación de la condición femenina.

Los personajes de Los convidados de agosto y Álbum de familia pugnan por omitir del

pensamiento femenino las palabras pasividad, sumisión, abnegación, silencio. Buscan hacer

conciencia en la mujer sobre el estado opresivo en que se encuentra y denuncian con sus

actitudes a aquellas “que limitan sus vidas y no luchan por transformar su cotidianidad que, en

algunos casos, resulta opresiva. Muchas se conforman con su situación y la aceptan en forma

pasiva, sin buscar nuevos horizontes.” (Schwartz 63)

El conformismo, la displicencia, llevan a la mujer a un estado de soledad, de

lamentación; a una vida sin sentido donde uno de los pocos paliativos existentes puede ser la

muerte, que aboliría todo sufrimiento terrenal.

Las mujeres que aparecen en estas narraciones desarrollan sus acciones en un ambiente

totalmente hostil, rechazadas y limitadas por la sociedad; algunas son conscientes de ello, sin

embargo prefieren permanecer tranquilamente y no tener algún enfrentamiento con esa sociedad

que las conduce por el camino de la marginación.

En estas condiciones encontramos a Ester de “Los convidados de agosto” quien

permanece en la soledad debido a su soltería, pero lejos de tener esperanzas y luchar contra ese

estigma solamente encuentra resignación. Su lógica y realismo le advierten que, tanto a ella

como a su hermana Emelina, el tiempo se les pasó y deben asumir una postura digna para no dar

pauta a que la gente las señale: “Es un año, más, ¿verdad? Uno más, sobre muchos otros. Treinta

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y cinco, yo llevo bien la cuenta. Es triste ponerse a competir con las jovencitas. La gente se

burla.”(76)

En el estado en que Ester permanece no le interesa buscar su felicidad o una aceptación

social, prefiere permanecer al margen para no dar indicios a murmuraciones de la gente. Su vida

monótona transcurre entre los cuidados a su anciana madre y su trabajo tan desagradable, otro

tormento al cual permanece atada, pero del cual no puede prescindir por ser el único sustento para

su familia.

Atenta y servicial como es, la única recompensa que Ester obtiene es trabajos y más

trabajos, permanecer al pendiente de todo: casa, servidumbre, madre, etc. nunca recibe estímulo o

elogio alguno: sus halagos son los murmullos de su madre. Es por eso envidia “los pequeños

placeres que disfrutaba Emelina: las plantas, el canario, su amistad con Concha, sus paseos” (72)

Ester solamente observa con tristeza cómo la vida sigue su curso sin esperar ya nada de ella.

En contraparte tenemos a un personaje que anhelaba vivir, ser nuevamente feliz, porque lo

había perdido todo: ella es Romelia de “El viudo Román”. Su vida da un cambio trascendental en

esta historia: imprescindible y amada para sus seres queridos durante su infancia, la muerte

trágica e inesperada de su hermano Rafael le produce la total hostilidad e indiferencia de esas

personas que tanto la ensalzaron. Sus propios padres, obsesionados por la pérdida de su hijo

varón, olvidan la existencia de su pequeña hija abandonándola, convirtiéndola en cualquier objeto

más de su casa.

A partir de todo estos sucesos Romelia intenta salir adelante por méritos propios, analiza

el entorno que la rodea, conoce las normas sociales por las que se rigen y busca la manera de

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actuar para encontrar de nuevo lo que había perdido y tanto anhelaba recuperar: el amor. Sabía

que ese amor lo podía encontrar en un hombre que le brindara protección y cubriera esos vacíos

tan dolorosos generados durante su infancia. También para ella era muy importante que esa

persona le otorgara fortuna y un rango que le proporcionara un lugar respetable en la sociedad.

Estos aspectos que Romelia buscaba en un hombre, solamente los podía ver realizados a través

del matrimonio, debido a que este ofrece todo lo que una mujer puede desear: amor, rango,

respeto.

Para Romelia “Un hombre como don arlos reunía, en el grado sumo de excelencia, las

condiciones requeridas y agregaba a ellas un prestigio más: el de habérsele considerado

inconquistable.” (155) De esta manera, el solo hecho que él mandara pedir su mano fue una

sorpresa enormemente agradable. Al concertar las nupcias ambas partes (don Carlos y el padre de

Romelia) llegan a un acuerdo sin tomar en cuenta el parecer de la novia, así ella se somete a los

designios de su padre sin intervención alguna porque “la mujer que quiere casarse por amor, pese

a las consideraciones de su casta, lanza en realidad, y pese a la ley, un desafío a la

sociedad.”(Chabaud 131) No obstante la situación de que el matrimonio fuera impuesto por su

padre, para Romelia era de su conveniencia debido a que suponía que “cuando un hombre no

ama a una mujer no se casa con ella” (163) por lo tanto, ella se regocija al conocer la decisión de

su padre.

Así con un futuro más perfilado, se dispone a ser la mejor de las esposas: cada actitud,

cada movimiento estaba predeterminado para no cometer alguna imprudencia que pudiera

molestar a su futuro marido, don Carlos, y así toda ella resultara agradable.

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Inútiles fueron los planes e ilusiones que Romelia fraguó para su matrimonio: nada

impidió que don Carlos la devolviera con su familia después de la boda. Humillada, avergonzada

y cruelmente acusada de una gran infamia: su falta de virginidad. Y no sólo eso, la acusación se

agrava cuando su hermana Blanca, por deducciones que ella misma hizo de los acontecimientos,

afirma que la falta de virginidad de Romelia se debe a que mantuvo relaciones incestuosas con su

hermano Rafael: “… ¿Ya no te acuerdas de tu propio hermano, de Rafael? ¿Ya olvidaste que

dormían juntos en la misma cama? ¿O crees que estábamos ciegos y sordos para no darnos cuenta

de lo que sucedía? (180) Ante estas acusaciones Romelia profiere únicamente una débil protesta;

después, ni sus lágrimas ni sus argumentos son tomados en cuenta por don Rafael, su padre,

quien prefiere dar crédito a don Carlos.

Romelia, dócil a los designios de su padre, se encierra en su habitación de la que, quizás,

no volverá a salir jamás. Ella, ilusoriamente una gran señora, hoy se encuentra de nuevo en la

soledad tan temida reviviendo los desprecios de su infancia y todo de lo que, ella creía, se había

liberado. Ahora no tiene los privilegios de la mujer casada ni pertenece al “gremio de las mujeres

que nunca dicen „yo quiero‟ o „yo no quiero‟ sino que siempre dan un rodeo, alrededor de un

hombre, para llegar al fin de sus propósitos.” (l66)

Esta joven “quien se queda reducida al ostracismo y la marginación, sin poder rehacer su

vida” (Schwartz 131) no será aceptada por algún hombre, no será agradable ante la sociedad por

el desprestigio de don Carlos quien la utilizó únicamente como instrumento para su venganza. A

partir de este acontecimiento, la vida de Romelia ya no tiene el mismo sentido, ni ella cuenta con

fuerzas para enfrentarla.

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Siguiendo con los personajes de estas narraciones, tenemos a la señora Justina del cuento

“ abecita blanca”, quien tuvo un matrimonio estable gracias a que aprendió a ser sumisa y

prudente; ante todo ella guardaba silencio y cedía a los deseos de su esposo Juan Carlos. Esta

sumisión al esposo se iba transmitiendo de generación en generación, de madres a hijas como nos

dice Jacqueline Chabaud:

El pasado es la enseñanza de los modelos vivos: los hijos aprenden de su padre y

de los demás hombres del grupo familiar las técnicas de pesca, de la caza, del

cultivo, mientras que las hijas aprenden de su madre y de las demás mujeres a

cuidar a los recién nacidos, cocinar, manejar los aperos en el campo y la aguja en

la casa. (Chabaud 79)

De esta manera la Señora Justina también fue advertida por su madre de que el

matrimonio no era del todo agradable “y que la virtud suprema que había de practicar si quería

merecer la palma del martirio (ya que a la virginidad se había renunciado automáticamente al

tomar el estado de casada) era la virtud de la prudencia y la señora Justina entendió por prudencia

el silencio, el asentamiento, la sumisión.”(53)

Aquí se nos muestra como las mujeres en estas narraciones no tienen derecho a expresar

sus sentimientos, deseos ni anhelos. Deben guardar absoluto silencio sin pedir nada a cambio:

La devaluación permanente de lo femenino es asumida por las propias mujeres que

se tornan incapaces de liberarse de las formulaciones del patriarcado, por miedo a

41

la exclusión social. La mujer que emprenda la revolución cultural será repudiada,

la mujer que cuestiona queda automáticamente fuera del abrigo social. (Gil 206)

Principalmente debe callar si el esposo proporciona lo necesario para el sustento a la

familia y le dé el lugar de “esposa legítima”, así hasta una infidelidad puede ser ignorada, como

le sucedió a la protagonista.

El recato y la decencia son las virtudes más valoradas en una mujer. Doña Justina no

podía objetar algo en desacuerdo sin que su marido la reprendiera pretextando cualquier cosa:

La Señora Justina estaba sola la mayor parte del día con las muchachas ya

encarriladas en una oficina muy decente y con el marido sabe Dios dónde. Metido

en problemas, seguro. Pero de eso más valía no hablar porque Juan Carlos se

irritaba cuando su mujer no entendía lo que le estaba diciendo. (56)

En este ámbito de soledad y total hostilidad ella se refugia en su hijo varón: Luisito. Todo

el amor que posee lo inclina hacia él quien, en realidad, es el único que le interesa, argumentando

que sus otras dos hijas, Lupe y Carmela, podían arreglárselas más fácilmente por el hecho de ser

mujeres. Para el pensamiento de la época el hijo varón era sumamente importante, porque de él

dependían las generaciones futuras.

La Señora Justina cumplió dignamente los requerimientos para ser una buena esposa:

siguió normas morales y sociales, fue fiel a los lineamientos del matrimonio, crió con constancia

y dedicación a sus hijos… pero todo esto no bastó para tener una vida plena. Su sometimiento a

42

los designios de Juan Carlos no le permitió reflexionar, encontrarse con ella misma y conocer sus

propias inquietudes.

Después, la muerte de su esposo le abre las puertas de su libertad, más no de su felicidad.

La soledad que ella experimenta desde su matrimonio sigue haciendo acto de presencia en su

vida. Con edad avanzada, sus hijos la relegan y la excluyen, a todos les estorba. Hasta el propio

Luisito en quien cifró sus esperanzas se libera de ella independizándose para vivir en la

homosexualidad. Aún cuando vive con su hija Lupe, ella la desdeña absolutamente; Carmela y

sus hijos no la frecuentan, todos se han alejado de ella para someterla a la más cruel de las

torturas y de la cual nunca podrá liberarse: la soledad. A la señora Justina “le habría gustado que

la rodearan los nietos, los hijos, como en las estampas antiguas. Pero eso era como una especie de

sueño y la realidad era que nadie la visitaba (…)” (62)

Claramente podemos observar cómo la mujer, aun siguiendo fielmente los patrones

impuestos, no goza de una vida plena, satisfactoria. Las ataduras que impiden su realización están

presentes en todas las etapas de su vida negándole la dicha de ser realmente una persona íntegra.

Analizando el cuento “Receta de cocina” encontramos a una mujer recién casada

que, mediante un monólogo interno, relata episodios de su vida mientras cocina un pedazo de

carne y eso le permite abrir paso a otros recuerdos más. Esta mujer, cuya diluida vida se

manifiesta hasta en la omisión del propio nombre, empieza por analizar su existencia ¿en realidad

quien es ella?:

43

[…] Yo no soy el sueño que sueña, que sueña, que sueña; yo no soy el reflejo de

una imagen de cristal; a mí no me aniquila la cerrazón de una conciencia o de toda

conciencia posible. Yo continúo viviendo con una vida densa, viscosa, turbia,

aunque el que está a mi lado y el remoto me ignoren, me olviden, me pospongan,

me abandonen, me desamen. (10)

La protagonista cuestiona, interiormente, la idea existente acerca de la mujer como un ser

carente de pensamiento, manipulada y sin vida propia. No obstante esa vida sea incompleta,

vacía, la mujer puede optar por ser alguien, y superar todos esos complejos. Así ella desahoga

sus sentimientos reprimidos debido a la insuficiente oportunidad de diálogo con su marido. En

estas condiciones debe guardar las apariencias y ser una esposa sumisa, obediente, como todas

las mujeres respetables de su entorno.

Se reconoce inexperta en algunas tareas del hogar y ya descontenta con el rol de ama de

casa que se le asignó, aprovecha la ocasión para hacer un reproche: su lugar únicamente está en la

cocina, ella no es digna de otro lugar. A pesar de carecer de la mínima idea del arte culinario,

debe atenerse a los deseos y mandatos de su esposo como toda “abnegada mujercita mexicana”.

Con marcada ironía le agradece a él el hecho de que la haya desposado y que la tenga allí

encerrada: “Gracias por haberme abierto la jaula de una rutina estéril para cerrarme la jaula de

otra rutina que, según todos los propósitos y las posibilidades, ha de ser fecunda.”(12)

A pesar de que le desagradan las órdenes y las responsabilidades que se le atribuyen

“tareas de una criada” ella debe permanecer en silencio, con protestas internas. Escudriñando su

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vida de esta manera, aparecen imágenes mentales en forma de película, donde el papel que le

hubiera gustado representar dista bastante de la realidad a la que está circunscrita: mujer sola,

rica, libre, disfrutando los placeres de la vida.

Al final, el personaje discierne que tiene dos opciones para elegir: ser en su matrimonio

la que impone, valerse por méritos propios y no sucumbir ante su enemigo (marido) o ser

simplemente una mujer tradicional como muchas otras, sumisa, abnegada e inconforme con su

situación:

Yo seré, de hoy en adelante, lo que elija en este momento. Seductoramente

aturdida, profundamente reservada, hipócrita. Yo impondré desde el principio, y

con un poco de impertinencia, las reglas del juego. (…) Si asumo la otra actitud, si

soy el caso típico, la femineidad que solicita indulgencia para sus errores, la

balanza se inclinara a favor de mi antagonista (…) (21)

No obstante, ninguna de las dos opciones cubren sus expectativas: no desea ser sumisa

pero tampoco imponente. Su deseo es, simplemente, ser ella misma, “auténtica”, y no dejarse

llevar por cánones establecidos. Sabe que esto le traería dificultades con su esposo, con el cual

ella tiene un gran compromiso realizado ante el altar y que no puede deshacer.

Como conclusión determina que tiene que aceptar su condición de esposa, seguir

asumiendo una actitud con la que nunca estará de acuerdo, pero de la que depende para llevar una

vida tranquila y apacible.

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Aquí claramente podemos observar cómo este personaje se adentra en un estado de

autoconciencia, analizando su vida y rompiendo ese sopor en el que permanecían las demás

mujeres de este relato. Si bien es cierto las conclusiones a las que llega la protagonista no son

muy alentadoras para el pensamiento femenino, es un buen principio el que la mujer reconozca su

existencia, que se sienta viva y con deseos de ser valorada.

C. Motivos de transgresión a las normas sociales y sus consecuencias.

Como hemos visto en los apartados anteriores, la mujer ha vivido en un mundo hostil donde la

represión, la marginalidad y la soledad son las únicas alternativas en las que puede ser

socialmente aceptada.

Por diferentes circunstancias tiene que adaptarse a las formas de vida que le han sido

impuestas por el otro llámese sociedad, familia, varón, etc. Cada movimiento, pensamiento,

actitudes están determinados por normas exteriores a ellas, creadas por hombres y en beneficio

de ellos mismos: “Estas normas no son neutrales, no se ciernen a igual distancia de los opuestos

sexos, sino que pertenecen íntegras a la masculinidad.”(Simmel 81)

El hombre es quien impone, ordena y manda, por lo tanto, es de rigor que estas normas

sean cumplidas fielmente; de manera opuesta las consecuencias son inmediatas y obvias a los

ojos de todos. La mujer al aceptar y someterse a esas normas impuestas llega a un estado de

inferioridad donde carece de identidad propia, puesto que, como subordinada, debe servir y

honrar tanto a su señor como a las leyes que él ha impuesto. Esto ha dado cabida a la lucha que

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surge en defensa de la mujer y sus derechos porque “lo mismo que el hombre, la mujer es un ser

humano; al igual que éste, tiene el derecho de desarrollar sus facultades, todas sus facultades; de

elegir su vida; de ejercer todas las actividades, todas las responsabilidades propias de la dignidad

humana” (Chabaud 20)

Los personajes de Rosario Castellanos manifiestan en estas narraciones que la vida de la

mujer debe ser satisfactoria, que no pueden dejarse vencer por un mundo androcentrista que lo

único que le produce son la soledad y el dolor. Estos aspectos son retomados en estas dos obras

narrativas Los convidados de agosto y Álbum de familia, donde se nos presenta a una diversidad

de mujeres de clase media insertas en diversas situaciones y circunstancias; algunas luchan

fehacientemente por obtener la aceptación social transgrediendo las normas establecidas, otras

prefieren mantenerse al margen de toda rebeldía respetando y acatando lo impuesto.

En Los convidados de agosto los personajes femeninos intentan salir de ese espacio

limitado en que se encuentran y toman, por breves momentos, el gobierno de su vida. Sin

embargo factores externos a ellas impiden que logren continuar con ese momento de realización

tan anhelado:

Estos personajes viven en las páginas de esta escritora un leve momento de

autenticidad, en cuanto se deciden a protagonizar una pequeña subversión

doméstica, sin embargo la fuerza del consenso social y de los prejuicios de clase

media provinciana, […], abortan todo intento de autodeterminación por parte de

las protagonistas femeninas. (Gil Iriarte 99).

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Algunos personajes desafían las normas sociales, por distintos motivos y de manera

diferente, pero siempre enfrentando a ese monstruo dominante llamado sociedad que tarde o

temprano las lleva a una inmensa soledad que, a su vez, les produce una tristeza infinita.

En Álbum de familia las figuras femeninas presentan una evolución en su forma de

enfrentar la vida: analizan su entorno, su mundo, presentan cuestionamientos internos acerca de

lo que implica el ser mujer; existe una toma de conciencia acerca de sus limitaciones así como de

las posibilidades de llevar una vida diferente; al final se inclinan por tomar parte en ese ámbito

restrictivo fingiendo adaptación, refugiándose en su interioridad la cual les permite ser ellas sin

necesidad de exteriorizarse.

En ambos cuentos se presenta la situación de la mujer a través de dos tipos de personajes:

la soltera y la casada. El matrimonio-maternidad era, en esa época, la única alternativa de la

mujer para ser aceptada socialmente, la dotaba de una jerarquía debido a que se encontraba bajo

la protección del varón y era éste quien tenía autoridad necesaria para tomar todo tipo de

decisiones, incluyendo los propios intereses de las mujeres. Por lo tanto: “Si sólo mediante el

matrimonio-maternidad puede la mujer alcanzar una cierta realización, es obvio que la soltería

per se coloca en situación humillante.” (Fiscal 52) Las mujeres que se encontraban en este estado

eran cruelmente marginadas, ignoradas; por esto ellas emprendían una vida de claustro donde la

soledad era su única compañía. La mayoría de ellas resignadas a su condición de soltería

actuaban con pasividad y paciencia recibiendo de la vida únicamente lo que su entorno le

ofrecía. Es en estas narraciones donde podemos escuchar la voz de la mujer a través de los

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personajes y se impugna para que la mujer deje de lado la paciencia y pasividad y luche por ser

partícipe de su entorno social.

Dentro de esta categoría encontramos a Emelina y Gertrudis quienes infringen las leyes

conductuales de la sociedad para ir en busca de un sentido a su vida, algo nuevo que rompa con

la monotonía en que se encuentran. La diferencia entre ambas radica en que Emelina es una

mujer madura, provinciana, de familia muy decente, que actúa contra su destino pensando que

no todo está perdido porque aún existen esperanzas de salir de ese inframundo.

Gertrudis, por su parte, no pertenece a ninguna familia de renombre, es soltera, pero

joven aún; decide aventurarse sin analizar mucho su situación, únicamente quiere salir del tedio

en que se encuentra, debido a que su vida estaba muy limitada por su padre y por la monotonía de

un trabajo poco deseable.

Ambas mujeres desean salir de esa situación, ser libres, por ello deciden dar ese cambio

radical en su vida. Emelina conoce con precedencia las consecuencias que pudiera ocasionar su

conducta, lo percibió en otras chicas que procedieron de manera similar. Gertrudis presupone que

en un ambiente rural desintegrado, su manera de actuar pasaría inadvertida. En ambos casos el

final no es feliz y tanto una como la otra quedarán en la soledad: Emelina marginada y

cruelmente humillada; Gertrudis despreciada y con un futuro incierto, si bien asume una actitud

tranquila y relajada, es debido a que desconoce lo que en adelante será su vida. Tanto el destino

como la sociedad fueron implacables con estas dos mujeres, cuyo único objetivo era vivir de una

forma en que ellas se sintieran mejor.

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La transgresión presentada en Reinerie es muy diferente a la de los dos personajes

anteriores debido a que, siendo ella el fruto de la unión de Germán Trujillo con una india,

desconoce la gran diferencia de entornos y las exigencias que se tenían en las urbes. Las normas

sociales establecidas en la ciudad estaban bien delimitadas, es por esto, al llegar Reinerie y

quebrantarlas inconscientemente, como respuesta se presenta el rechazo por parte de los demás.

Su inocencia, al inicio de la narración, no le permite percatarse del peligro que la amenaza.

No obstante el empeño que puso para ser una mujer nueva, el ámbito social no le perdona

haber quebrantado sus cánones. Totalmente derrotada, abatida y de nuevo inmersa en sus

actitudes primitivas, prefiere emprender la retirada, alejarse por completo de ese mundo

sepulcral.

Estos personajes tienen que enfrentar, por parte de la sociedad en la que viven, el rechazo,

la marginación. No se les concede la oportunidad de una vida mejor, de ser escuchadas y tomadas

en cuenta. Sus errores, si así se le puede nombrar, son cubiertos con la sombra de la soledad, el

abandono y sobretodo la infelicidad que las acompañará el resto de sus vidas.

Un personaje que dentro del matrimonio ha podido ser ella misma, pero sólo por breves

momentos es Edith quien lleva una vida perteneciente a la sociedad burguesa, delimitada por su

condición de esposa y madre.

De una forma monótona su matrimonio va cayendo en la rutina y con ello en la

infelicidad. Es aquí cuando se le presenta la oportunidad de salir de esa monotonía y quebranta su

imagen de mujer sumisa. Atrevida se entrega a la pasión que le ofrece Rafael, deseosa de sentirse

valorada se quita la máscara que la cubría los demás días de la semana.

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Esta transgresión de Edith no se percibe por todas las personas, quienes únicamente

pueden observar en ella una mujer entregada a su matrimonio. Ella necesita valerse de ciertas

artimañas para lograr parte de su realización como mujer y ocultar sus manifestaciones contra lo

impuesto: “Este juego de duplicidades se produce por el deseo de las protagonistas de conquistar

una identidad sin tener que resquebrajar el orden patriarcal que las limita.” (Gil Iriarte 103) Así

al lado de su esposo Carlos es la perfecta casada: complaciente, sumisa, entregada a las tareas

domésticas, etc.; sin embargo, también dedica el tiempo necesario para su felicidad fuera de ese

escenario y, aunque es una felicidad incompleta, la disfruta plenamente.

La sociedad burguesa en que las mujeres permanecen es abierta y liberal, se habla del

divorcio, del aborto, relaciones homosexuales, etc. de esta manera Edith acepta la infidelidad de

Carlos e incluso tiene amistad con su propia rival en amores, pero su propia infidelidad la

mantiene oculta.

Concluyendo, cada mujer presentada intenta ir más allá de los límites; nada las detiene al

iniciar su marcha, pero todo se opone a ellas y a sus decisiones. Independientemente de los

recursos y las técnicas utilizadas, obtienen el mismo resultado que las mujeres sumisas sometidas

a los modelos tradicionales: el rechazo, la soledad y por ende, la infelicidad. De una o de otra

manera las mujeres representadas en estas obras seguían permaneciendo al margen, invisible, sin

voz y sin la manera de expresar sus sentimientos.