Los Cristeros Del Volcán de Colima (fragmento).

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LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA Spectator. LIBRO PRIMERO Se desata el huracán Capítulo primero En la costa del Pacífico EL ESTADO DE COLIMA Colima, el teatro de los hechos de que se va a hablar, cuna de confesores y mártires, es uno de los más pequeños Estados de la República mexicana. Está colocado en el occidente, bañado por las aguas del mar Pacífico. Su clima generalmente es cálido, mas no en extremo, teniendo, sin embargo, regiones de un fresco agradabilísimo y aun de un frío intenso; pues su altura es completamente desigual en las diversas regiones y, así, mientras gran parte del Estado se compone de floridos valles, la otra está formada por altas montañas cubiertas de laureles, encinos y pinares, y cuyas altas cimas tocan los cielos. Al norte del Estado está el majestuoso coloso del occidente de México -el Volcán de Colima- cuyas bases están revestidas con frondosísimos bosques, en tiempo del Movimiento Cristero casi vírgenes, y cuyo cono gigantesco está formado por arenas, cenizas y peñascos fundidos.

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Fragmento del libro "Los Cristeros del Volcán de Colima", escrito por el P. Enrique de Jesús Ochoa, testigo de lo narrado, bajo el seudónimo de Spectator. Narra la historia de la persecución religiosa en el estado mexicano de Colima.

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LOS CRISTEROS DEL VOLCN DE COLIMASpectator.

LIBRO PRIMEROSe desata el huracn

Captulo primeroEn la costa del Pacfico

EL ESTADO DE COLIMAColima, el teatro de los hechos de que se va a hablar, cuna de confesores y mrtires, es uno de los ms pequeos Estados de la Repblica mexicana. Est colocado en el occidente, baado por las aguas del mar Pacfico.Su clima generalmente es clido, mas no en extremo, teniendo, sin embargo, regiones de un fresco agradabilsimo y aun de un fro intenso; pues su altura es completamente desigual en las diversas regiones y, as, mientras gran parte del Estado se compone de floridos valles, la otra est formada por altas montaas cubiertas de laureles, encinos y pinares, y cuyas altas cimas tocan los cielos.Al norte del Estado est el majestuoso coloso del occidente de Mxico -el Volcn de Colima- cuyas bases estn revestidas con frondossimos bosques, en tiempo delMovimiento Cristerocasi vrgenes, y cuyo cono gigantesco est formado por arenas, cenizas y peascos fundidos.Los valles colimenses estn cubiertos de palmeras que mece suavemente una aura perfumada y tibia. Hay grandes bosques de cafeteros y platanares, y extensos y hermossimos maizales cada vez que llega el temporal de lluvias, cuyo verde oscuro forma un bello y armnico cuadro con el verde luminoso de los arrozales y caaverales que no escasean.Los panoramas de aquella tierra-dice el escritor Dr. Miguel Galindo-tienen algo particular, algo propio que no se encuentra en otras partes: la luz es el factor general de la belleza y del encanto de aquella regin. Basta contemplar sus crepsculos y compararlos con los de otras partes para ver la diferencia. Las nubes sangrientas del ocaso en Colima no presentan propiamente el color de sangre, porque les sobra brillo: su rojo es brillante, como el rojo del metal bruido. Lo mismo pasa con los otros colores: el zafiro de los volcanes, la plata de sus cumbres, la esmeralda de sus campos y los rubes y topacios de sus florestas, presentan una luminosidad digna del canto de los poetas y de la admiracin de todos.

LA CIUDAD DE LAS PALMERASEn la actualidad, el nmero de los habitantes del Estado de Colima, segn el censo ltimo de 1960, es de 157,338, y el de Colima -su capital-, de 50,751.En los aos de que en esta narracin histrica se habla, debido a mil calamidades que nos azotaron, entre ellas la falta de garantas, no slo con relacin a la industria y al trabajo, sino aun a la propia vida, distaban mucho de llegar a 100,000 los habitantes del Estado, de los cuales, apenas si la tercera parte viva en Colima, su capital.Sus casas generalmente son bajas, de un solo piso, mas siempre sonrientes, bien ventiladas; casi todas tienen su patio interior con sus arbustos frutales y sus flores y, en gran nmero de ellas, sus esbeltas y gigantescas palmeras, de donde ha venido a Colima el bello nombre deCiudad de la Palmeras.Las fachadas de las casas son limpias y pintadas con colores claros. No hay en Colima callejones torcidos, estrechos y sucios. Sus habitantes, por efecto del clima, son generalmente de color plido, pero son vivaces, al par que francos y sencillos.Esta hermosa cualidad ha ido disminuyendo con los aos. Los antiguos hijos de Colima eran de una caracterstica bondad; hospitalarios, sencillos. y de muy cristiana honradez. Hoy, las nuevas generaciones han perdido mucho de aquella sencillez y bondad; sin embargo, todava se conservan numerosas familias en donde padres e hijos guardan, con toda integridad, el depsito santo de aquel espritu de antao.El pueblo, an hoy, en su generalidad, es muy cristiano: al sacerdote se le ve con reverencia: los nios y los viejos se quitan atentos el sombrero cuando lo ven pasar, y todos, tanto las mujeres como los hombres, al saludarlo, besan generalmente su mano. Este espritu religioso, en donde se encuentra an puro y frvido, es en los hijos de las rancheras de las faldas del volcn; all se encuentra una fe, una piedad y una sencillez de vida, inmejorables.El entonces Obispo de la Dicesis, el Excmo. yRevmo. Sr. Dr. D. Jos Amador Velasco, era un anciano venerable, el mayor de edad -por aquellos das- del Episcopado Mexicano; nativo de Villa de Purificacin, de la misma Dicesis de Calima, humilde y recto como todos los antiguos cristianos colimenses; rectitud heroica que brill con magnitud de sol en medio de la persecucin sectaria. Fue el Cuarto Obispo de Colima, Dicesis que fue erigida por su Santidad Len XIII, el 11 de diciembre de 1881.

Captulo segundoLa hora dolorosa

LAS PRIMERAS RACHAS DE LA BORRASCADescrito ya a grandes rasgos el lugar de la escena, llegamos al momento en que el cielo se cubre de nubarrones y las primeras rachas de un viento huracanado, inmediatas precursoras de la borrasca, azotan aquel pueblo.Era la segunda mitad del ao de 1925; la campana de los tiempos tocaba en Mxico a persecucin y martirio. Calles -nuevo Nern- estaba ya en el poder, ilegalmente, contra la voluntad de la Nacin, pues mano oculta lo haba elevado y lo sostena: las sectas masnicas y judas del mundo estaban a su lado y el poder material ms poderoso de la tierra: laCasa Blancale brindaba su proteccin.El perseguidor -Plutarco Elas Calles- haba ya fracasado en su proyecto de separar a Mxico de la unidad catlica, no obstante que, parroquia por parroquia, se haba hecho propaganda cismtica, ofreciendo abundante recompensa y lucrativos sueldos a aquellos sacerdotes que, desconociendo la Autoridad del Romano Pontfice, se adhiriesen a la nueva iglesia que l quera fundar; mas contra todas las necias esperanzas de los enemigos, la empresa fall completamente. Era pues preciso que el perseguidor recurriese a otro medio: a la cruel, sanguinaria y abierta persecucin contra la Iglesia, con el fin de destruirla. Ya el cielo mexicano estaba cubierto de nubes negras y todo anunciaba una fuerte, tremenda y larga tempestad.Siguiendo las consignas de la masonera, no slo nacional sino internacional, la Iglesia de Cristo en Mxico habra de ser estrangulada y destruida. Para eso se le sujetara, primero, como esclava al gobierno impo del Rgimen de la Revolucin y se le ultrajara y pervertira, y no faltaron malos mexicanos que secundaron estas consignas.Los tiempos eran psimos y, si de las filas de los creyentes, por una parte, a la hora de la borrasca, surgieron los paladines de la libertad, los hroes y los confesores de Cristo, por la otra hubo muchas deserciones: muchos por la conveniencia, por conservar el empleo, por la ventaja material, se aliaron con los perversos y aun apostataron de su fe.Fue tan tremendo aquel huracn de odio contra Cristo y su Iglesia, que aun varones tenidos por hombres de fe ilustrada y fuerte, fueron derribados vilmente. Aun losCedros del Lbano-como dice la Escritura-, esto es, aquellos que por su cultura y su anterior actuacin cristiana, eran tenidos por inconmovibles, supieron, en aquellos das de negra tormenta, lo que es caer en el despeadero, en la sima horrenda en donde no brilla la luz de Cristo y hierven las pasiones y el odio al cielo. Y as en Colima, aliados a la masonera e instrumentos de ella, se destacaron no slo el gobernador que estaba al frente de la campaa impa, sino los miembros de la Legislatura Local, empleados y multitud de secuaces, que se convirtieron en enemigos de la Iglesia. A muchos, aos ms tarde, perdon Dios y los condujo de nuevo a l.La suerte estaba echada por parte de los malos:Aplastar a Cristo, as como Voltaire haba dado la consigna al principiar estos movimientos de revoluciones anticristianas, all, desde las filas de la masonera francesa.Empezaron las violencias y atropellos, ya aqu, ya all: los sacerdotes extranjeros fueron expulsados de la Nacin, los colegios catlicos clausurados y aun los nios de los asilos y orfanatorios catlicos fueron arrojados a la calle. En muchos seminarios los alumnos eran golpeados y puestos en prisin; hospitales y dems casas de beneficencia, obispados y curatos, seminarios y cuanto edificio suponan los perseguidores que fuese propiedad eclesistica, era inmediatamente confiscado: stos eran slo los preludios de la reglamentacin que se meditaba para esclavizar a la Iglesia.

TRAS DE LAS FLORES DE UNA INFANCIA Y JUVENTUD CRISTIANASA Colima tocaba tambin, como es fcil suponer, recibir su parte en estos primeros latigazos del tirano. Era a la sazn gobernador del Estado, Francisco Solrzano Bjar, joven abogado, que si bien era originario de Colima, de abolengo y antecedentes cristianos, se haba convertido en enemigo; perteneca a las filas masnicas y, por obra de los directores de la persecucin, haba sido impuesto como gobernador en Colima con el fin de que secundara, lo mejor posible, la campaa infame contra la Iglesia Catlica.Francisco Solrzano Bjar fue el azote de su patria chica. Empez a arrebatar edificios; arroj a los seminaristas de su colegio; a las religiosas Adoratrices de su casa; se apoder del Obispado, de la casa de losCaballeros de Coln, del Asilo de nios, del Orfanatorio del Sagrado Corazn y de cuanta propiedad saba o supona que fuese de alguna institucin catlica y, sin orden al menos escrita, de l o de cualquier otra autoridad, competente o no, en que se dispusiera la desocupacin y entrega, mandaba al comandante de la polica, J. Guadalupe Rivas, o al Profesor Aniceto Castellanos, los cuales, protegidos por la gendarmera, ordenaban, no ya la desocupacin de los edificios, sino la salida inmediata de sus dueos, pues no se concedan muchas veces ni cinco minutos de espera, ni se permita sacar nada, aunque fuese de propiedad rigurosamente individual. As, el Ilmo. Mons. Vicario General de la Dicesis, Francisco Anaya, tuvo que salir sin su sombrero, cuando fue incautado el Palacio Episcopal.

LOS MUCHACHOS DE LAA. C. J. M.Durante estos tiempos aciagos de Solrzano Bjar como gobernador de Colima, cuando la impiedad masnica pretenda dar el asalto final sobre la Iglesia, para esclavizarla, estrangularla y destruirla, olvidando -insensatos- que en vano se lucha contra Dios, haba en Colima un grupo de valientes: los jvenes de laA. C. J. M. (Asociacin Catlica de la Juventud Mexicana), quienes en su aguerrido semanarioLa Reconquista, defendan la verdad y la justicia en contra de todos los abusos y avances de la impiedad.LaA. C. J. M. haba sido fundada en Colima en la primavera del ao de 1917. Su fundador ilustre, de verdadera cepa de apstol, fue Luis Beltrn y Mendoza, que an persevera al pie del can, en las filas primeras de laAccin Catlica Nacional, despus de ms de 8 lustros de muy ardua y apostlica brega.El primer presidente regional de laA. C. J. M. en Colima haba sido Hctor Pons Hurtado. Con l, formaron el Primer Comit Regional: J. Flix Ramrez y Jimnez, Emeterio C. Covarrubias, Francisco Rueda y Zamora, Andrs Schmidt, J. Concepcin Fuentes, Agustn Rueda, Alberto Macedo, Eduardo Pons y Enrique de Jess Ochoa, jvenes todos de aquella poca.Su primer Asistente Ecco., que supo imprimirle viril y fervorosa vida, fue el entonces catedrtico del Seminario Conciliar de Colima, Pbro. Don Manuel Silva Crdenas.

EL PERIODICOLA RECONQUISTACuando Francisco Solrzano Bjar, aos ms tarde fue gobernador de Colima, el presidente regional de laA. C. J. M., era Dionisio Eduardo Ochoa, joven de 25 aos de edad que por aquellos das trabajaba en las oficinas de la Tesorera del Estado y que, a la vez, era el director del valiente semanarioLa Reconquista.Los muchachos deLa Reconquista~ ms de una vez merecieron, por su actitud noble y gallarda, no slo el respaldo de Colima, decidido y ardiente, sino aun la aprobacin, bendicin y elogio del Metropolitano, el Excmo. Sr. Arzobispo de Guadalajara, don Francisco Orozco y Jimnez, gloria del Episcopado Nacional, a quien justamente ha dado en llamarse Franciscoel Grande.El valiente semanario fue perseguido. Eran tiempos de arbitrariedades anticonstitucionales: los muchachos papeleros que lo vendan, con mucha frecuencia eran golpeados y aun llevados a la inspeccin de polica, despus de robarles su peridico; pero en contra de todo viento y marea el peridico se segua vendiendo clandestinamente. El pueblo lo esperaba, lo buscaba anhelante y el tiraje hubo de multiplicarse, a medida que se le persegua.

AFRONTANDO LA LUCHAUn da el gobernador Lic. Francisco Solrzano Bjar decidido a acabar con la voz viril de aquel peridico catlico, llam a Dionisio Eduardo Ochoa a su despach. Ochoa se present inmediatamente.-Mire usted,Nicho-as le llamaban-, vea que no obstante su credo y sentimientos religiosos que lo hacen enemigo del rgimen, nosotros lo hemos respetado y le tenemos cario; mas una cosa es su credo interno y sus propios sentimientos en los cuales nadie tiene que meterse y otra es la actitud externa y pblica de sus creencias y no vamos a permitir ms que Ud. siga perteneciendo a agrupaciones enemigas del Rgimen Revolucionario, como es laA. C. J. M., de la cual es Ud. presidente, y sea director de un peridico que continuamente nos ataca, y a la vez est trabajando con nosotros en una oficina de gobierno. Por lo cual, o deja Ud.La Reconquistay laA. C. J. M., que ninguna utilidad econmica le producen, o pone su renuncia a su empleo de la Tesorera. Si en cambio, Ud., pensando mejor, se decide a abandonar laA. C. J. M., y el peridico, nosotros lo mejoraremos y lo ascenderemos en su empleo, teniendo menos trabajo y mejores utilidades.-Yo no trabajo en la direccin deLa Reconquista-contest resuelto Ochoa-, ni pertenezco a laA. C. J. M. por utilidad econmica. Es cierto que soy pobre; pero el dinero no compra mis convicciones. Yo trabajo enLa Reconquistay pertenezco a laA. C. J. M., porque soy catlico consciente y creo un deber mo trabajar cuanto pueda, en favor de la justicia y la verdad. Por eso, ni renunciar a la direccin deLa Reconquista, ni a la presidencia de laA. C. J. M., ni tampoco a mi trabajo en la oficina de la Tesorera del Estado; pues yo creo no haber faltado a mis deberes. Si Uds. quieren correrme, est bien; pero tengan la bondad de exponer en el oficio en que se me cesen los motivos de mi separacin.Y Dionisio Eduardo Ochoa fue separado de su empleo; mas en ello estuvo la mano de Dios, pues ni le falt el trabajo, y s tuvo ms facilidades para el apostolado, para luchar por el Reinado de Cristo, que era el ideal de su corazn.Y el peridicoLa Reconquistase segua imprimiendo y se segua vendiendo con profusin crecientes. Un da -era cerca del Carnaval del 1925- el Prof. J. Concepcin Fuentes, que era del Cuerpo de Redaccin del peridico catlico tan odiado y perseguido, fue cesado en su empleo -era Director del Asilo de Nios- por crersele autor de un artculo bien cortado en contra de tanta inmoralidad y perversidad del rgimen imperante. En realidad, J. Concepcin Fuentes no era el autor del artculo: el autor haba sido el mismo Dionisio Eduardo Ochoa; pero, llamado a juicio el Profesor Fuentes no se disculp; reconoci ser del cuerpo de redaccin deLa Reconquistay, con relacin al artculo en cuestin, ni neg ni afirm nada, aceptando que se le quitase su empleo. Dionisio Eduardo Ochoa, en cambio, urdi un medio y lo puso en prctica: se estaba preparando en aquellos das, por jvenes colimenses, la representacin del dramaMarianelaque dos das ms tarde se llevara a la escena en elTeatro Hidalgo, en favor de una obra de asistencia pblica, en que las Autoridades Civiles tenan grande empeo. Dionisio Eduardo tena el principal papel de los varones, y sin l sera casi imposible que la fiesta dramtico-musical se llevase a cabo, pues ya no era factible que se le pudiese substituir por la premura del tiempo. Al reflexionar esto se present con hombra a los hombres del rgimen:-Uds. han quitado injustamente su empleo al Prof. J. Concepcin Fuentes que es miembro de laA. C. J. M., como yo, y quiero pedirles que lo restituyan en su puesto.Y como encontrase resistencia, amenaz diciendo:-Pues si no se le restituye inmediatamente, no habr fiesta en elTeatro Hidalgo: conmigo no se cuenta.Los interesados, despus de procurar hacerlo cambiar de resolucin, fingiendo no alarmarse, dijeron que buscaran un sustituto. Y Dionisio, remachando ms el clavo, sabiendo que no estaba solo y que habra quien lo respaldase, dice:-Pero si yo no represento mi papel, tampoco la Srita. M. Mercedes Hernndez representar el suyo, y ella de ninguna manera se puede sustituir. Ella har causa comn con nosotros, porque es de los crculos catlicos de seoritas.Y movidos todos los recursos, todas las influencias, Merceditas Hernndez -La Marianelade la pieza dramtica- se supo mantener firme y el Prof. J. Concepcin Fuentes fue restituido a su empleo.

YLA RECONQUISTAADELANTEY la persecucin contra el semanario virilLa Reconquistase encon ms an: un da -30 de noviembre de 1925- Dionisio Eduardo Ochoa fue llevado a la prisin por su decidida actuacin cristiana. En la crcel fue entregado a una turba soez y ebria pagada por los tiranos. Lo llenaron de injurias, lo estrujaron y golpearon cuanto fue posible, hasta arrojarlo a un tambo de agua y de inmundicia. El placer de los tiranos no dur mucho, pues movidas influencias que no era posible desatender, Dionisio Eduardo tuvo que ser puesto en libertad; pero se tram su muerte para el primer momento oportuno; pues la actitud franca de ese muchacho debera ser vencida hacindolo desaparecer, ya que no haba otro recurso. Sabido esto, de una manera clara y sin ninguna duda, Dionisio Eduardo Ochoa tuvo que salir de la ciudad al da siguiente.No con esto qued callada la voz de la prensa: permanecieron en la brecha, sucesores de l, Francisco y Luis Rueda y Zamora, compaeros de lucha de Dionisio Eduardo y de menor edad que l, los cuales asumieron la Direccin deLa Reconquistay continuaron luchando arduamente, pues los tiempos fueron hacindose cada da peores y las dificultades se fueron multiplicando da a da.

POLTICA NEGRAVino el mes de diciembre de ese mismo ao 1925. Las ridculas exigencias del gobernador Lic. Francisco Solrzano Bjar aumentaban. Un da se le ocurri reglamentar, como si fuese l el cura o el sacristn, el toque de las campanas: orden que no podan excederse los repiques o llamadas de ms de cuarenta segundos y estableci la correspondiente sancin penal. Sera posible acatar tan ridcula disposicin? Claro se vea que aquello no era ordenado sino para dar motivo a continuas vejaciones contra los sacerdotes encargados de los templos. El Gobierno Eclesistico opt entonces por abstenerse absolutamente del uso de las campanas: el da 8, fiesta de la Inmaculada, quedaron mudos y silenciosos los campanarios, y as lleg la fiesta de la Reina de la Patria, Santa Mara de Guadalupe; ms tarde la fiesta del Nacimiento del Nio Dios, y la alegra de laNoche Buenase troc en honda tristeza que oprima las almas; las alegres notas de los cantos de Navidad se ahogaban en la garganta y casi no acertaban a salir de los labios.Lleg el ao de 1926. La persecucin segua aumentando en todo el pas: la opresin y la tirana, las ridculas y fanticas invenciones de los gobernadores se multiplicaban da a da. Los catlicos, a su vez, se enfervorizaban siempre ms; los templos estaban ms concurridos; todos oraban de rodillas con mucho fervor y la frecuencia de Sacramentos se haba multiplicado.

ACTITUD VALIENTELos jvenes de laA. C. J. M., en medio de mil dificultades, no dejaban de celebrar sus sesiones, ya aqu, ya all, ya en la casa de su Asistente Eclesistico -ya por aquellos das el Padre D. Enrique de Jess Ochoa-, ya en la de un socio, ya en la de otro, para no llamar mucho la atencin de los enemigos y porque, adems, todos los edificios dedicados a instituciones catlicas estaban ya en manos del perseguidor. El presidente Regional -sucesor de Dionisio Eduardo Ochoa- era J. Trinidad Castro. Una noche, la del martes de la primera semana de marzo, momentos despus de terminada la sesin de estudio, fueron tomados presos colectivamente todos losacejotaemerosdel Primer Grupo, inclusive su presidente J. Trinidad Castro. Por media calle y en medio de un piquete de policas, qu iban con su propio comandante J. Guadalupe Rivas, fueron conducidos a la prisin, acusados de rebelda contra el gobierno.Cuatro o cinco das estuvieron presos, al fin de los cuales, comprobada su inocencia, debido sobre todo a gestiones de Jos Llerenas Silva, que era amigo del gobernador Bjar, tuvieron que ser puestos en libertad. Mas la prisin no acobard a los fuertes; pues de ah salieron con ms bros y ms slidas resoluciones. Entre estos primeros encarcelados gloriosos por la Causa de Cristo, se cuentan, entre otros, Jos N. Prez, Sebastin Cueva, Antonio C. Vargas, Gregorio Torres, Salvador Zamora, Luis Gmez y Jos Ray Navarro. De ah en adelante, los muchachos de laA. C. J. M., continuaron siendo encarcelados frecuentemente, ya uno, ya otro, ya por ste, ya por aquel otro motivo, mas siempre por el nombre de Cristo, por la causa mil veces bendita de Jesucristo Rey.

Captulo terceroLa lucha declarada

SE DESATA LA TEMPESTADLos enemigos haban desarrollado la primera parte de su satnico plan. Llegaba ya el momento de aplicar el rigor sectario para imponer a los sacerdotes la obligacin de registrarse y de limitar su nmero; pero antes de que esto fuese comn para toda la Nacin, haba que ensayar aquella medida sectaria, en una u otra provincia, y Colima fue una de las escogidas.Se trataba de hacer ceder uno por uno a los seores Obispos Mexicanos, obligndolos, por el rigor de la fuerza, a que sometieran, al despotismo sectario del Rgimen imperante, la Iglesia a ellos confiada, como preparacin para sujetarla despus, en plan nacional, por medio de leyes persecutorias generales.Y Colima era de lo ms a propsito a la impiedad enemiga para conseguir -creyeron cndidos los perseguidores- un completo triunfo local: lo apartado de la regin, la pequeez del Estado, la atrevida altanera del entonces gobernador Lic. Solrzano Bjar y el servilismo de todos los que lo rodeaban, inclusive muncipes y diputados, as como, por el lado opuesto, la ancianidad, humildad y continuas enfermedades del egregio y santo Obispo a quien el Cielo nos haba dado para los das de tormenta y de epopeya, el Excmo. Sr. Velasco, y la escasez y modestia del clero de Colima, auguraban al tirano que ocupaba la Presidencia de la Repblica -Plutarco Elas Calles- una pronta e incondicional sumisin de la Iglesia de Colima, al gobierno impo de la Revolucin.Fue esta la razn por la cual se apretaron contra el pueblo catlico de Colima las cadenas a que se pretendi sujetarnos antes de que esto sucediese en los dems Estados de la Repblica. Y el 24 de febrero de ese ao, 1926, la Legislatura Local expidi el Decreto, limitando a slo 20, para todo el Estado, el nmero de los sacerdotes y exigiendo su registro en las oficinas municipales, y suboleta de licenciarespectiva, como condicin para que pudieran ejercer su ministerio. Y el 24 de marzo el Gobernador Solrzano Bjar lo public, dando diez das de plazo para que principiara a regir esta ley de 'dependencia y sujecin, de la Iglesia al Estado.Cosa semejante se haca en esos das en Michoacn, que impidi el culto desde luego, y el Ilmo. Sr. Obispo de Huejutla, Monseor Manrquez y Zrate, era conducido prisionero a Pachuca, por haber lanzado su inmortalMiente el Seor Presidente de la Repblica, en la celebrrima Carta Pastoral conocida en todo el orbe catlico.Qu hicieron el Excmo. Seor Velasco, Obispo de Colima, y su clero?Ante todo, recurrir a Cristo, el Rey Divino, fuente, nica de luz y fortaleza.

SE RECURRE A LOS REMEDIOSYa all, en tiempo del cisma que Calles procuraba, clero y pueblo colimenses haban dado un preclaro ejemplo de unin y fe. Jams se haban visto ms unidos entre s los sacerdotes y catlicos, como en esos momentos de angustia general, y as como entonces, se recurri de nuevo a la oracin en comn y se organiz un retiro sacerdotal al cual asistieron desde el ms anciano hasta el ms joven de nuestros sacerdotes.Y en la capillita de la Milagrosa, anexa por el lado sur, al Templo Parroquial del Sagrario, en Hora Santa privada, celebrada a puerta cerrada, ante la Santa Custodia colocada sobre la mesa del pequeo altar lateral, se reuni todo el V. Clero de la ciudad, encabezado por el entonces Ilmo. Sr. Vicario Gral. de la Dicesis Mons. don Francisco Anaya y por su no menos egregio y dignsimo Secretario el Padre D. J. Jess Ursa.Y despus de haber orado, una vez terminada la Hora Santa y dada la bendicin con el Smo. Sacramento, al afrontar el problema tremendo, se concedi el uso de la palabra a cuantos lo desearon, desde al ms anciano y venerable, hasta al ms joven de los Sacerdotes ... Y llevados por el Espritu de Dios; por lo que Cristo mismo tena enseado en su Evangelio; por lo que los mismos Santos Apstoles haban practicado, cuando prefirieron ser encarcelados y azotados y muertos, antes que poner en manos del Gobierno Judaico la misin que de Cristo tenan de predicar su Nombre y de salvar las almas, y por lo que la Iglesia misma tiene enseado en su Cdigo Cannico, acordaron, ponindose en manos de Dios, mejor sufrir privaciones, hambres, pobrezas y destierros, crceles y aun la misma muerte, antes que acatar las leyes anticannicas de la entonces Legislatura Local y del gobernador Lic. Solrzano Bjar, antes que claudicar, poniendo a la Iglesia de Dios en manos del Estado, supeditada a l, como cualquiera otra actividad civil dependiente del Gobierno.

ELNON POSSUMUSDEL CLERO DE COLIMAFue entonces cuando el Venerable clero, encabezado por Mons. Francisco Anaya y el Padre Don J. Jess Ursa, en cuerpo colegiado y con gesto de sublime herosmo, se present a su anciano Obispo para decirle:Estamos todos dispuestos a sufrir y aun a morir si es necesario, antes que claudicar; estamos prontos a echar sobre nosotros la ira de los hombres, antes que entregar en manos impas los Derechos de Dios y de las almas. Ser Vuestra Seora Ilma. Quien, iluminado por Dios, acuerde lo conducente; pero contar, ayudndonos Dios, con todo su clero.Y fue tambin cuando, Obispo y Sacerdotes colimenses, en viril documento, manifestaron que no podan ser traidores a Cristo poniendo en manos de los hombres de la Revolucin impa a su Santa Iglesia.He aqu el documento del Excmo. Seor Obispo:Colima, 10 de marzo de 1926.Sres. Gobernador y Diputados.Ciudad.Aunque mi carcter Sagrado de Obispo de Colima no est reconocido por las leyes que nos rigen, tengo ante la Santa Iglesia y ante mi conciencia la estricta obligacin de dirigirme a esa H. Cmara y a ese Poder Ejecutivo, para manifestarles mi absoluta inconformidad con el decreto expedido el 24 del pasado febrero, en el cual se reduce el ya escaso nmero de sacerdotes que ejercen su ministerio en el Estado.Al dirigirme en esta forma a ustedes declar que no me anima un espritu sistemtico de oposicin a las leyes, sino que me hallo inspirado solamente en el deber sacratsimo que tengo de salir a la defensa de los derechos de la Iglesia, vulnerados por la ley de referencia.Delante de Dios y de todos mis amados diocesanos declaro tambin: que antes quiero ser juzgado con dureza por aquellos que sobre este delicadsimo asunto han provocado mi actitud, que aparecer lleno de oprobio y de vergenza en el tribunal del Juez Divino, y merecer la reprobacin del Supremo Jerarca de la Iglesia.Alentado con nobles y elevadas miras, y para dar cumplimiento a mis deberes de Prelado de esta Dicesis de Colima, reitero a ustedes de la manera ms formal, mi inconformidad con el decreto por el cual la Autoridad Civil del Estado de Colima se permite legislar sobre el Gobierno Ecco. de mi Dicesis, reduciendo a 20 el nmero de sacerdotes que puedan desempear las funciones del santo ministerio dentro de los lmites del Estado.Sin otro particular a qu referirme, de ustedes, su afmo. y atto. y S. S.Jos Amador Velazco, Obispo de Colima.

LA DESATINADA CONTESTACION DEL GOBIERNOEl Gobierno del Estado, el mismo da dio la siguiente contestacin:Sr. Don Jos Amador Velasco, Obispo de Colima.Presente.Al dar a usted respuesta a su comunicacin relativa, fechada hoy, le manifiesto que la Ley que determina el nmero de sacerdotes de cada culto que deben de ejercer en el Estado, fue expedida por mandato del artculo 130 de la Constitucin General de la Repblica, y en consecuencia su observancia es obligatoria para todos, aun para los que forman parte del llamadoestado eclesistico, que tienen obligacin de acatar las leyes del pas.Protesto a usted mi atenta consideracin.Sufragio Efectivo - No Reeleccin.Colima, 10 de marzo de 1926.El Gob. Cons. Interino.Fco. Solrzano Bjar.El Srio. del Gob.Carlos Vjar.En los' mismos das, el peridicoEl Liberal, publicado por la masonera de Colima, acusaba de rebelde al Clero Colimense.

HABLA EL V. CLEROAl oficio del Gobernador Bjar, los sacerdotes colimenses contestaron inmediatamente, en un manifiesto que se hizo pblico en todo el Estado, firmando todos ellos. Fue escrito por la pluma vigorosa del Pbro. Don Jess Ursa. He aqu sus principales prrafos:Catlicos de Colima:Los Sacerdotes que subscribimos, en nombre propio y de todos los Sacerdotes de la Dicesis, nos adherimos a nuestro Ilmo. Prelado y hacemos nuestras todas y cada una de sus palabras.

INCULPACIN CALUMNIOSACatlicos:Despus de cumplir con el deber urgente de manifestar nuestra adhesin al Prelado, nos vamos a permitir defendernos de un cargo grave que se nos hace. Se nos tacha de subversivos, rebeldes y sistemticos opositores de las leyes. Rechazamos esa inculpacin. Nosotros respetamos las leyes, nosotros enseamos el respeto a la ley, el Clero de todas las pocas cristianas ense a los polticos la naturaleza, la esencia y aun el nombre de las leyes. El sacerdote cogi la mano del inculto poltico medioeval y le hizo escribir en sus cdigos esta palabra: Ley.Conocedores del Evangelio, hemos dado al Csar lo que es del Csar y hemos enseado con el Apstol San Pablo el respeto a los poderes de la tierra. Pero queremos tambin que a Dios se d lo que le pertenece. No podemos permitir que el Csar arrebate a Dios lo que es de Dios. No queremos engaarnos a nosotros mismos y a sabiendas confundir las cosas. No son lo mismo Dios y el Csar, no son lo mismo la Iglesia y el Estado, ni tampoco significan lo mismo ley y vejacin. El pan se llama pan, el vino se llama vino, y no podemos confundir el uno con el otro.CONDICIONES NECESARIAS PARA QUE UNA LEY SEA VERDADERA.El Pueblo Soberano que es soberanamente catlico opine y juzgue por s mismo, nosotros simplemente exponemos una doctrina sabidsima y elemental.Cualquiera persona que entienda una jota de Derecho sabe: que una ley para que pueda llamarse as debe ser justa, til, conveniente y expedida por autoridad competente. Ahora se pregunta la ley que limita a veinte los sacerdotes del Estado, fue expedida por autoridad competente? ... Para que el pueblo juzgue con acierto, hacemos estas otras preguntas: un zapatero es autoridad competente en alfarera o herrera? Puede un cirujano enmendar la plana a los astrnomos? Es autoridad competente, entiende algo de la direccin de las conciencias y de negocios eclesisticos un Gobierno civil? ... Conteste el buen sentido popular.Otra pregunta: Una autoridad que es incompetente porque se ha metido en asuntos que estn fuera de su jurisdiccin, podr dar leyes tiles, convenientes y justas en materia que no entiende? ... Conteste el buen juicio popular, bien puede hacerlo, pues trtase de pedazos de sentido comn que le exponemos.Otra pregunta: Viniendo al caso, la ley que reduce a veinte los sacerdotes del Estado, es verdadera ley? Tiene los requisitos esenciales numerados arriba? Conteste el pueblo, est en su derecho.Otra pregunta: Cmo se llama una ley que no es til, ni conveniente, ni justa, ni expedida por autoridad competente? ...Y aquel que resiste a una ley de esta naturaleza merecer ser llamado rebelde? ... No!Catlicos colimenses: Para nuestros hermanos engaados que se han convertido en gratuitos enemigos de la Iglesia, slo pedimos oraciones. Basta de odios y venganzas.Catlicos: Nosotros rechazamos con anticipacin el dictado de rebeldes. No, no somos rebeldes, Vive Dios! Somos simplemente sacerdotes catlicos oprimidos, que no quieren ser apstatas, que rechazan el baldn y el oprobio de Iscariotes.VIVA CRISTO REY!Vicario General, Pbro.Francisco Anaya.Secretario de la Mitra, Pbro.J. Jess Ursa.Cannigo, Pbro.J. Jess Carrillo.Cannigo, Pbro.Jorge Inda.Cannigo, H. Pbro.Alberto Ursa.Cannigo, H. Pbro.Luis T. Uribe-Pbro.Cipriano Melndez.Prrocos:De San Felipe de Jess, Pbro.Bernardino Sevilla.De La Merced, Pbro.Manuel Snchez Ahumada.De Almoloyan, Pbro.Tiburcio Aguilar.De Tecomn, Pbro.Jos Mara Arregun.De Manzanillo, Pbro.Leandro Arias.De Comala, Pbro.Jos A. Carrillo.De San Jernimo, Pbro.Ignacio Ramos.De Coquimatln, Pbro.Donaciano Murgua.Presbteros:Miguel M. de la Mora.Pedro Zamora Carbajal.Enrique de Jess Ochoa.Jos Mara Cleofas Corona.Mariano de J. Ahumada.Emeterio C. Covarrubias.Cripiniano Sandoval.Tiburcio Hernndez.Victoriano Santilln.Salvador Saucedo.Ricardo Silva Morales.Gregario Ramrez.Juan Rodrguez.Juan B. AIvarado.Julin Cafuentes.Lorenzo Jimnez.Pablo Ursa.Margarita Valera.Santiago V. Chvez.Y Obispo y Sacerdotes todos, sin excepcin, fueron procesados...por rebeldes.Entonces aconteci una cosa singular: todos, como reos, deban ser llamados a juicio, individualmente y segn el orden en que se haba firmado el manifiesto; mas a aquellos labios sacerdotales los dot el Seor de elocuencia tal, que los perseguidores se quedaban confundidos y las declaraciones de los primeros bastaron para que el tirano desistiera y las citas se suspendieron por ser algo contraproducente a los perseguidores de la Fe, que no soportaban se les estuviese diariamente echando en cara su perversidad y su traicin a la Religin de Cristo.

LA VOZ DEL LAICADO CATLICOY el Excmo. Seor Obispo y los Sacerdotes colimenses no estuvieron solos. Inmediatamente se levant la voz del laicado catlico, en un bien cortado manifiesto, exponiendo lo improcedente de la actitud del gobernador Solrzano Bjar y de la Legislatura. He aqu el documento:MANIFIESTOAl Pueblo Colimense:Los suscritos que amamos con todo el corazn este pedazo de la Patria -el Estado de Colima-, como mexicanos que deseamos vivamente la paz social y el engrandecimiento de nuestra nacin; y sobre todo, como catlicos que hemos jurado fidelidad a las banderas de Jesucristo Nuestro Seor,CONSIDERANDO:1. Que el decreto nmero 126, expedido por la Legislatura en funciones, en el cual se establece que el nmero mximo de ministros de cada culto religioso en el Estado ser de veinte, y se faculta al Ejecutivo para sealar cuntos ministros pueden ejercer en cada municipio y expedir el reglamento para la observancia del decreto y el reglamento de Cultos expedido por el Gobernador el da 24 de marzo del presente ao, no tienen otra finalidad que perseguir la Religin Catlica profesada por la casi totalidad del Pueblo Colimense, verdad que advierte desde luego todo el que est dotado de sentido comn, puesto que:a) no existe ningn motivo que haga necesaria o til para el bien comn la ley y reglamentacin dichasb) mientras a las otras religiones se les concede mayor nmero de ministros que los que necesitan dado su pequeo nmero de adeptos, a la Catlica se le quitan muchos que son indispensables y,c) ni siquiera puede invocarse el deseo de cumplir las leyes porque las Legislaturas de los Estados estn facultadas, pero no obligadas, por la Constitucin General, para determinar el nmero mximo de ministros en cada entidad federativa y, adems, la ley y reglamento expedidos por las autoridades del Estado atacan en muchos puntos la Constitucin general vigente, como despus se dir;2. Que es antisocial una reglamentacin que,1 acrecienta el distanciamiento entre la sociedad y las autoridades, cuya funcin principal es promover el bien comn,2 que hace imposible el acercamiento del gobierno y el pueblo para laborar de comn acuerdo en la obra grandiosa de la reconstruccin nacional,3 que provocar el xodo de las familias profundamente religiosas que buscarn en otros lugares la verdadera libertad religiosa de que gozan los pueblos cultos y carecen en su propia tierra, y finalmente,4 que hiere profundamente los sentimientos religiosos del pueblo, sin que de ello resulte utilidad para nadie y s un grande descontento y malestar;3. Que el decreto y reglamento dichos se oponen a la Constitucin General que establece la plena libertad de cultos dentro de los templos, considera a los ministros como personas que ejercen una profesin y prohbe el impedir a alguna persona que se dedique a la profesin que quiera, siendo lcita, toda vez que, reduciendo el nmero de sacerdotes se limita el culto forzosamente y no se permite a todos ejercer la profesin de su agrado; y si es cierto que el Art. 130 faculta a las Legislaturas de los Estados para fijar el mximum de ministros, tambin es forzoso admitir que: o la Constitucin se contradice y entonces deber resolverse el conflicto del modo ms favorable a la libertad popular o las legislaturas locales debern normarse por el criterio del Sr. Obispo (nico que conoce a fondo las necesidades religiosas locales) cuando l juzgue necesario un mayor nmero de ministros. Y adems, se oponen al mismo artculo 130 porque l autoriza nicamente para sealar el nmero mximo de ministros, sin pasar a disponer cmo han de distribuirse en el territorio del Estado, sin sealar penas para los infractores, cosas reconocidas recientemente por la Legislatura de Jalisco, manda tener en cuenta las necesidades regionales, lo que se olvid completamente, bastando para probarlo el hecho de autorizar el mismo nmero de ministros para cada religin, siendo tan distinto el nmero de fieles que cada una de ellas cuenta en el Estado;MANIFESTAMOS nuestra absoluta inconformidad con el decreto 126 y con el Reglamento de Cultos por considerarlos antilegales, antisociales y sobre todo anticristianos.Nos adherimos en todo a nuestro Obispo y a nuestros Sacerdotes, queremos participar de sus penas, no rehusamos el sacrificio por amor de Jesucristo Seor Nuestro y lucharemos, aunque pacfica, enrgica y constantemente, por conseguir que reine en nuestra Patria la verdadera y santa libertad religiosa.Colima, marzo de 1926.Tefilo Pizano.J. Trinidad Castro.Salvador Barrda.Luis G. Snchez.Francisco Gallardo.Ignacio Parra.Agustn Santana.Salvador J. Grageda.F. Santana Cueva.Jos Gmez.Benigno Naranjo.Ramn Trejo.Donaciano Terrones.Ral F. Crdenas.Luis de la Mora.Jos L. Aguilar.Sabino Villa.Jos M. Ahumada.J. Jess Landn.Daniel Inda.Eusebio Gallardo.Filomeno Silva.Ricardo M. Bazn G.Apolonio Snchez.Martn Zamora Gonzlez.Pedro Radillo.Toms de la Mora.Julio Snchez Z.Juan Vargas Vz.J. Jss Preciado.Miguel Castro.FranCisco Carbajal.Ignacio Snchez M.Marciano Torres.Manuel Hernndez.Benedicto J. M. Romero.Jos J. Lobato y S.Antonio C. Vargas.Jos N. Prez.Luis G. Gmez.Salvador Bazn.Candelario B. Cisneros.Jos M. Gonzlez.Rafael Borjas Vzquez.Jos Cervantes.Dionisio Eduardo Ochoa.Francisco Santana D.

ANTE EL JUZGADO DE DISTRITOY los diez das dados por los perseguidores de la Iglesia como plazo, corran con vertiginosa rapidez. Dada la pblica maldad de ellos, no haba ninguna humana esperanza. Probse no obstante el nico medio legal que estaba al alcance de la Jerarqua Catlica Diocesana: el recurso a la Justicia Federal y se pidi amparo al Juez de Distrito.Y lo que no se niega ni aun a los grandes criminales, a saber la suspensin del acto, se neg aqu, no obstante la defensa brillante que hizo el Lic. Don Silvestre Arias, del foro de Guadalajara, quien magistralmente encomi la obra de la Iglesia en Colima a travs de los aos, por medio de sus Sacerdotes; lo que el Sacerdote necesita trabajar para llenar sus distintos cometidos y cmo, en lugar de entorpecerse esta obra civilizadora, debera respaldarse y protegerse. Por otra parte -expona el abogado Defensor- la Legislatura Local y el Gobernador de Colima haban obrado anticonstitucionalmente y por lo tanto el decreto en cuestin era nulo, puesto que la ley autorizaba a las Legislaturas de los Estados -no las obligaba- a reglamentar el nmero de los Ministros del Culto, pero segn las necesidades de los propios Estados. Y, aqu en Colima, las necesidades de la entidad, pediran aumento, conforme l demostraba, y de ninguna manera disminucin.El Ministerio Pblico lo desempeaba el Lic. Fernando Villarello, que azuz impa y audazmente a consumar la obra, a ir adelante -deca l con cinismo pasmante-,contra el enemigo de la cultura, de la civilizacin y de la paz, que es el Clero de la Iglesia Catlica.Y el Juez de Distrito, Sr. Lic. Everardo Ramos, hombre tambin al servicio del Rgimen impo imperante, fall en contra del infortunado pueblo colimenselibre y soberano. De esta suerte los atropellos de la Legislatura Local y del Gobernador fueron respaldados en pantomima de juicio por laJusticia Federal.

EL SOLEMNE PLEBISCITOA medida que corran los diez das que el seor gobernador Solrzano Bjar haba dado para que entrara en vigor el decreto de limitacin del nmero de los Sacerdotes que haba ocasionado el conflicto, oraba el pueblo fiel con fervor ms intenso y aun los nios -decamos- multiplicaban sus actos de desagravio y sus penitencias, suplicando el auxilio del cielo.Y, con la oracin y la penitencia, muy bien entendieron los creyentes que haba necesidad de aunar todos los recursos legales que en su mano estuviesen para obtener la libertad y se dieron a organizar, para el lunes de pascua -5 de abril en ese ao- una gigantesca manifestacin del pueblo para protestar frente a Palacio y ante el Gobernador y miembros de la Legislatura del Estado, por la actitud que, azuzados por la Masonera y como instrumentos de ella, estaban tomando, no slo en contra de los derechos de la Iglesia, sino del mismo pueblo que ellos representaban y de quien ejercan el mandato, pidiendo la revocacin del Decreto que ocasionaba malestar en todas las clases' sociales.Ya la vspera, en el domingo de Resurreccin, las damas ms distinguidas de la Sociedad se dieron prisa para organizar al pueblo, y el pueblo, electrizado, correspondi al llamado con prontitud y valenta.Quin convendr que tome la palabra, en nombre de Colima, para hablar a estos perversos que se han convertido en enemigos del pueblo?Y se pens en la Srita. Mara del Refugio Morales, distinguida y simptica poetisa colimense. Las seoritas Leonor Barreto y Mara Espinosa fueron las encargadas de ir a entrevistarla.Y la distinguida poetisa, con corazn de herona, no obstante que previ desde luego la magnitud de su cometido, acept con unssonoro la invitacin.-S, ir. Cuenten conmigo.Amaneci el lunes de Pascua. De casa en casa, de boca en boca, corra el anuncio de la gran manifestacin para pedir, para exigir que se diese odo al pueblo, que se respetasen sus sentimientos y su voluntad; que se derogase el Decreto que an, en aquel da, no entraba en vigor. Y pobres y ricos, de la ciudad y an de los pueblos y poblados circunvecinos, todos se aprestaron con decisin.Y la gran muchedumbre de pueblo que se haba estado reuniendo en el Jardn Nez desde las primeras horas del da principi a desfilar. Por todas las calles corran las gentes en grupos ms o menos numerosos, para reunirse a la manifestacin, con una espontaneidad nunca vista. Hombres y mujeres, ancianos y nios, damas de la aristocracia y mujeres del pueblo vibraban al unsono.Primero se dirigieron al hotel Carabanchel, ubicado en esos das en la actual calle de 5 de Mayo, No. 36, en donde estaba hospedado un Delegado de la Federacin que se deca enviado a Colima para estudiar los acalorados problemas de la Entidad. Todava en esos das se crea en la justicia y en la honorabilidad derepresentantesydelegados, esperndose que, vencidos por los argumentos que habran de exponerse y por tan gallarda actitud del pueblo, intervendran para que se lograse lo que Colima exiga.Frente al hotel, sobre una mesa que de all mismo se sac, tomaron la palabra la poetisa Mara del Refugio Morales y don Margarito Villalobos. La muchedumbre llenaba materialmente, en masa compacta, toda la calle, de muro a muro y, a lo largo, en muchas cuadras. Con vibrante verbo se expuso al Delegado recin venido la indignacin de Colima por aquel atropello a sus sentimientos ms queridos, y se peda su intervencin para que se hiciese justicia al pueblo.El Delegado escuch con atencin y se disculp diciendo que el gobernador Solrzano Bjar estaba dispuesto -que se lo haba asegurado a l- a atender la voluntad de los colimenses, y aun a renunciar al Gobierno del Estado si palpaba que no era hombre grato.Y creyendo las palabras del hombre que menta desde el balcn del hotel, optimistas y presurosos, se dirigieron todos apretadamente, a lo largo de ms de cuatro cuadras, al Jardn de la Libertad, hasta frente al Palacio de Gobierno para hablar al Gobernador.

EL JARDNDE LA LIBERTADCuando los manifestantes llegaban, ya haba en las cuatro entradas del jardn, camiones llenos de soldados armados. Principiaba a oler mal! Sobre las azoteas de Palacio la polica tomaba sus puestos. En los balcones haba tambin policas y civiles armados y aun los mismos Diputados, autores del infausto decreto.La multitud, algo desorientada por aquel aparato imprevisto de fuerza bruta, penetr en la plaza e invadi los jardines, con sus callecitas y sus prados y aun los portales.La voz sonora de Mara del Refugio Morales, trocada en esos momentos en directora y cabeza de aquella inmensa muchedumbre, se impuso en la multitud, y la decisin, entereza y gallarda colimenses lucieron con brillantez, as como luca sobre la ciudad un brillante y candente sol de primavera.Las mujeres vestan sus trajes claros y vistosos; y sombrillas blancas y de colores, multiplicadas en la muchedumbre, en manos de las damas colimenses, bullan sobre aquella multitud ferviente, dando al jardn de la Libertad un elegante y pintado aspecto de la ms popular de las fiestas.De pie, sobre la banqueta del jardn, Cuca Morales, con intrepidez de herona, principi su discurso, mientras todo un pueblo, en unnime plebiscito, respaldaba su gesto gallardo.Y Solrzano Bjar -el gobernador- sali al balcn central de Palacio, rodeado de la camarilla de sus ms adictos. Por muy breves momentos escuch con visible nerviosidad, y luego, golpeando con ambas manos el barandal de hierro, principi a gritar colrico contra el pueblo:-Mis rdenes se cumplirn, pese a quien pese y sabr hacerme respetar: Ni el clero, ni el pueblo, ni nadie, sabrn doblegar mi voluntad.As dijo con altanera.Una ola de indignacin surgi de la muchedumbre y principiaron los gritos del pueblo que fueron contestados por los hombres que ocupaban el Palacio, con gesto arrogante y altanero. J. Guadalupe Rivas -el comandante de la Polica- recibi instrucciones de disparar sobre la muchedumbre indefensa. La mayor parte de los gendarmes -aseguraban los manifestantes despus- disparaban tan slo al viento. En cambio, muchos diputados y empleados que ocupaban los balcones, principiaron a descargar infamemente sus pistolas sobre el pueblo. Del balcn central en donde Solrzano Bjar diriga aquel atentado monstruoso se disparaba con saa sobre Cuca Morales y las personas que de inmediato la acompaaban. Muchos de los manifestantes afirmaban entonces y siguen afirmando todava, que el mismo Gobernador, con muestras de extremado coraje, dispar varias veces su pistola sobre Cuca Morales y su grupo.Por fortuna, dada la nerviosidad y la rabia que agitaba no slo al gobernador, sino a todos aquellos hombres, ninguna bala hizo blanco en la egregia seorita. Manuel Snchez Silva, uno de los ms adictos a Solrzano Bjar y que haba estado all en el balcn, al lado de l, desde el principio, queriendo poner a salvo la vida de ste, temiendo alguna bala del pueblo ultrajado, le cogi del brazo y le meti, mientras sus secuaces continuaban disparando sobre la multitud que, en desorden, agitacin y entre gritos de encendida y muy justa indignacin, abandonaba el jardn para ponerse a salvo.All, a unos pocos pasos de Cuca Morales cay un anciano. Cuca y sus compaeras pretendieron auxiliarlo, pero fue imposible. Hubo escenas tremendas de dolor en aquella confusin. Ni el anciano ni ninguna de las dems vctimas que luego aparecieron tendidas en su sangre sobre el empedrado de la calle y sobre los prados del jardn, fueron recogidos por los familiares o amigos. Hubo de abandonrseles en las convulsiones y el estertor de su agona. Las bocacalles fueron cerradas por los soldados y no se abrieron sino hasta que el campo haba sido levantado.De esta suerte el Jardn de la Libertad fue consagrado como tal con la sangre de las primeras vctimas que, implorando libertad, fueron acribilladas por el gobernador Solrzano Bjar.

DE LA PRIMERA SANGRE, LAS PRIMERAS FLORESEl 24 de marzo -habamos dicho- el gobernador Lic. Francisco Solrzano Bjar haba publicado el decreto que ocasion el conflicto, dando diez das de plazo para que principiase a obligar. Ese 24 de marzo, en ese ao, fue jueves de la Semana de Pasin, vspera, por tanto, de la Semana Santa que se convirti en semana de lgrimas, de penitencia, de intensa, de intenssima oracin, como jams se haba tenido. El pueblo haca oracin en los templos y en las casas. En multitud de hogares se oraba an en las altas horas de la noche, en hora santa cotidiana, de las 11 a las 12, en expiacin de tanto pecado y odio y suplicando el triunfo y libertad de la Iglesia y la conversin de los enemigos. Multitud de fieles, aun nios, ayunaban todos los das. As se preparaba, en los planes divinos, la rehabilitacin y resurreccin de muchos de los que se haban convertido en enemigos de la Iglesia.El culto solemne de expiacin de esos 10 das, se reparti entre los diversos templos de la ciudad: hoy en uno, al da siguiente en otro. All se daba cita todo el clero, y los fieles de la ciudad llenaban el recinto santo, los atrios y las calles circunvecinas, llorando y rezando.Nunca haba habido, en la historia de los aos cristianos de Colima, una misin predicada con ms xito. Eran ros de gente los que acudan sin cesar al templo; millares de personas comulgaban todos los das. Aun aquellos que por aos se haban retirado de la vida cristiana, lo hacan entonces con fervor y lgrimas y el grito deViva Cristo Rey!, grito de dolor y de esperanza, de angustia y de protesta, sala de aquellos pechos oprimidos por tanta pena.

EL LTIMO DA DE CULTO PBLICOY por no entregar los derechos de Dios en manos de la impiedad organizada en Rgimen Revolucionario, por no traicionar a Cristo y a su Iglesia, despus de la apostlica resolucin del Excmo. Seor Velasco, el culto pblico hubo, de suspenderse en Colima el da 7 de abril, mircoles de la semana de Pascua. Era el ao 1926.Losaleluyasde la Resurreccin, unidos a las lgrimas de todo un pueblo, fueron la ofrenda de Colima al Cristo triunfador a quien nunca la impiedad podr vencer.Tambin en las catacumbas de Roma, all hace casi veinte siglos, cuando la persecucin de Nern, los primitivos cristianos en sus himnos cantaban el tradicionalaleluya, exclamacin de triunfo y de victoria. En el Circo Romano lo cantaban los mrtires de entonces, porque la Iglesia de Cristo jams muere: lleva en s misma la inmortalidad y el triunfo. Aun baada de lgrimas en los aos: de cruz y martirio, canta sualeluya. Los mrtires siempre triunfan, Cristo nunca muere.Y qu bien el pueblo creyente entenda y senta que al fin y a la postre no podra triunfar la impiedad! As, aun en canciones populares, que hasta en las crceles se cantaban por los que por la causa de Cristo principiaban a ser detenidos, lo expresaba la fe Cristiana:Y el ms satnico de los clerfobos,jefe vandlico de la legin,dijo colrico, si bien que tmidoal pueblo vctima de su furor:o cumplen dciles las leyes flgidasde la librrima Revolucino salen dciles, cual parias dbilesde aquesta nsula en que mando yo.Oh Historia, breles tus ureas pginas:vern los Csares con su podercaer en tomos, mientras los Mrtirescon palmas flgidas saben vencer!(Msica deEn Noche Lbrega)EL LTIMO ACTO DE CULTO PBLICOEl ltimo acto de culto pblico consisti en una Hora Santa de desagravio que tuvo lugar en la Catedral Colimense, de las 11 a las 12 del da, seguida de la celebracin de la Santa Misa, en la cual haba de consumirse el Sagrado Depsito. De ah en adelante ya la Sgda. Eucarista no podra estar en los templos. Tendra que principiar para Colima el tiempo de las catacumbas y de sus mrtires, as como en Roma, durante los tres primeros siglos de la era cristiana, bajo el imperio de sus Csares.La multitud en ese da no slo llenaba la Catedral, sino sus atrios, y aun la calle de Madero, por su costado norte y, por su frente, el jardn de la Libertad, regado, dos das haca, con la sangre de los catlicos colimenses que all haban muerto, ametrallados por Solrzano Bjar y sus incondicionales, cuando en actitud gallarda, se haban presentado a reclamar libertad.En el presbiterio, luciendo en lo alto, se encontraba un grupo de jvenes de laA. C. J. M. con la Bandera de su Comit Regional. Hacindole guardia, estaban Dionisio Eduardo Ochoa, Antonio C. Vargas, J. Trinidad Castro, Toms de la Mora y otros de los que despus se destacaran como paladines de los derechos de un pueblo mrtir. Estaban tambin la bandera de la Adoracin Nocturna, la de la Confederacin de Obreros Catlicos y otros estandartes ms.Todos los pechos, inflamados de amor, protestaban fidelidad a Cristo; en todos los ojos haba lgrimas de emocin; todas las miradas se dirigan a la Santa Custodia en donde, por vez ltima, se adoraba a Jesucristo.Los cnticos de amor y fe resonaban en las amplias bvedas:T reinars, este es el gritoque ardiente exhala nuestra fe.T reinars, oh Rey bendito;pues t dijiste: REINAR,Reine Jess por siempre;reine su Corazn,en nuestra Patria, en nuestro suelo,que es de Mara la nacin!

POBRE PUEBLO HURFANOLleg la Comunin. Un Sacerdote baj la Santa Hostia de la Custodia, pues era necesario consumir la Santa Eucarista. Luego las lmparas fueron apagadas. Entonces, s, no hubo manera de contener las lgrimas. La multitud lloraba con gran dolor. Yo vi rendirse en el pavimento, en medio de la consternacin general, las banderas de laA. C. J. M. y dems agrupaciones catlicas, en los ms solemnes instantes: era la protesta muda, pero elocuentsima, nacida como de inspiracin en aquellos momentos, de fidelidad a Cristo y de que por l se ira aun a la muerte. Yo vi los ojos de aquellos muchachos -futuros mrtires de Cristo Rey- preados de lgrimas que en silencio corran una tras otra como gruesas perlas sobre sus viriles rostros.Los sentimientos del alma cada uno de los fieles de aquella multitud, los expresaba a voz en cuello: unos lloraban en voz alta; otros impetraban misericordia y perdn. Se lamentaba la ausencia de Jess; se lamentaba la suerte futura: Qu haremos sin ti, Jess? Qu harn nuestros hijos? Ven, Seor, ven, ten compasin de este pueblo que es tuyo! T eres el Rey! T, el triunfador! Ven y triunfa! Vence a tus enemigos! Ven, Seor, y no te tardes!Y desde aquel momento, suspendido el culto pblico, el pueblo fiel qued hurfano. El templo sin sus sacerdotes, el altar con sus lmparas apagadas, mudos los campanarios y el Sagrario desnudo y abierto. Y juntas vecinales, segn dispona el Gobierno de la Revolucin, se hicieron cargo de los templos.

LAS MAGDALENAS ARREPENTIDASCuadros semejantes hubo esa maana del Mircoles de Pascua en todas las parroquias y lugares del Estado; en algunas partes hubo circunstancias singulares. En Comala, municipio al norte de la ciudad de Colima, despus de consumido ya el Divino Sacramento, el pueblo permaneci en el templo para resguardarlo de las manos sacrlegas. Un grupo de mujeres de mala vida aparece entonces en escena: lloraban a voz en cuello y a gritos confesaban su vida de deshonor y miseria.Somos mujeres malas, decan; pero amamos a Cristo y hoy daremos por El nuestra vida y l nos perdonar. Slo muriendo nosotras, podrn los enemigos apoderarse del Templo.Y se apostaron en sus puertas, en defensa del templo y del altar: Era Magdalena, la amante Magdalena que, baada en lgrimas, supo estar al pie de la Cruz.

Captulo cuartoLa actitud del pueblo

EL FERVOR DE LOS FIELESLa ciudad manifest, con fe intrpida, su dolor y su duelo. De los marcos de las puertas en todo Colima -menos en los hogares de los empleados de Gobierno y de los masones- colgaban moos negros y las puertas estaban entrecerradas. Callaron las msicas y los cantares del pueblo, y principi, con unanimidad preciosa, una vida de piedad, recogimiento, oracin y penitencia, como si se tratase de un largo y piadosoviernes Santode las pocas de ms fe de los siglos ya pasados.Todos los catlicos seguan haciendo penitencia. Una inmensa mayora ayunaba diariamente y suprima el uso de la carne, envigiliano interrumpida. Aun los niitos ayunaban y, en el Santuario del Sagrado Corazn de Jess, con los bracitos en cruz y coronas de espinas en sus cabecitas, llevados por la Madre Rosa, religiosa Adoratriz, cantaban diariamente el SalmoMiserereque la Iglesia usa en sus das de dolor para impetrar el perdn de Dios.En los templos solitarios, sin Eucarista y sin Sacerdote, en torno de la Cruz, se reuna diariamente el pueblo a gemir su orfandad y entonar cnticos de penitencia. El pavimento quedaba, da a da, regado con las lgrimas de los fieles. Se vean llegar grandes grupos de madres de familia que cotidianamente recitaban el Santo Viacrucis. Cmo lloraban a lgrima viva y cmo geman en alta voz la ausencia de su Dios, la suerte propia y la de sus hijos!Mas el remedio de tanto mal no estaba nicamente en llorar y gemir; haba que poner algunos medios humanos y as lo comprendi el pueblo, as lo comprendimos todos, as lo vio, lo palp, laLiga Defensora de la Libertad Religiosa.LALIGA NACIONAL DEFENSORA DE LA LIBERTAD RELIGIOSAEsta institucin cvica,La Liga, que desde marzo de 1925 se haba constituido en coordinadora y encauzadora del movimiento de defensa contra los tiranos y que haca tiempo estaba funcionando en Colima, lleg entonces al apogeo de su desarrollo.Los hroes que aparecieron con ms gallarda, fueron los muchachos de laA. C. J. M. Ellos, las seoritas organizadas y el grupo de Damas Catlicas fueron los apstoles ms fervientes y decididos de laLiga. El jefe fue un varn meritsimo, miembro de laOrden de los Caballeros de Coln, don Tefilo Pizano, que acarrendose sufrimientos y penas mil, supo ser, por aquellos das, el jefe cvico de un pueblo que, en defensa de su libertad, alcanz la meta del herosmo y forj su epopeya. El jefe local de la ciudad, subordinado a l, fue siempre un muchacho de laA. C. J. M. Primeramente haba sido Miguel Anguiano Mrquez; pero ste, en unin de un compaero suyo, J. Jess Cuevas, haba sido tomado preso, a bordo del ferrocarril y conducido a Ciudad Guzmn, Jal. Fue sustituido entonces por Antonio C. Vargas.Gloria a estos dos -el seor Pizano y el joven Vargas-, all en el seno de Dios a donde volaron: D. Tefilo Pizano muri despus de la epopeya cristera, despus de tiempos largos que fueron martirio de incomprensin, pobrezas y abandonos, pero para la eternidad, gloriosos. Antonio C. Vargas muri en los tiempos mismos de la lucha por la defensa de la libertad, por Cristo y por la Patria.De esta suerte se organiz el pueblo -en laLiga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa- maravillosamente y se intensific la propaganda impresa que alentase continuamente a los creyentes en medio de la persecucin; que no los dejase desmayar y que preparase el espritu de los catlicos militantes hasta los extremos que las embestidas brutales del tirano lo exigiesen.Efecto de esa organizacin fue aquel cuadro sublime de fe heroica que present entonces el pueblo de Colima.EL BOYCOTOracin + luto + boycot = victoria, decan los innumerables billetitos que en todas partes circulaban; billetitos que sin saber los perseguidores, ni a qu hora, ni cmo se fijaban, aparecan pegados en todas partes: en las esquinas de las calles, en las puertas y ventanas de las casas, en los postes de la luz, en los rboles de los jardines, en los coches y tranvas, en el palacio de Gobierno.Un pequeo peridico tituladoAccin Popular, rgano de laLigaen Colima, impreso y repartido clandestinamente, unificaba la accin colectiva del pueblo colimense. Toda esta propaganda se haca en medio de muchos peligros y burlando la extremada vigilancia de los enemigos. Un solo folleto de propaganda catlica era causa suficiente para que aquel que lo trajera fuese conducido a la prisin y all injuriado y golpeado por los esbirros del gobernador Solrzano Bjar. As los muchachos de laA. C. J. M. continuamente eran arrestados; pero esto no atemorizaba a ninguno y la propaganda continuaba cada vez con mayor entusiasmo. En la ciudad, gracias a la organizacin, las hojas volantes, peridicos o folletos se repartan simultneamente en menos de diez, de quince minutos, y cuando los gendarmes queran impedirlo, todo estaba ya concluido, la ciudad estaba ya inundada con la propaganda. A los pueblos y aldeas la propaganda impresa se mandaba en el fondo de los cajones o canastas de fruta.Tambin, entre la propaganda, con el fin de levantar y enardecer los nimos, y conjurar el abatimiento, hacanse circular entre los catlicos y en especial entre los hroes de aquella jornada, algunas canciones muy significativas, que se cantaban con los sones ms en boga, con mucho entusiasmo y vida. Va a continuacin una de las que se hicieron en ese tiempo ms populares en Colima:BOYCOT(Meloda deMorir por tu amor)Ir a la inspeccin,Qu dicha ha de ser,En medio de cuicos salvajesQue casi nos quieren comer.Y luego llegarAnte el Inspector,Que pone la caraDe nagual, de tetun, de tejn.Cantad, cantad, cantad, cantad,Que al cabo la crcel no come.Red, red, red, red,Que libres nos dan si son hombres.Boycot, boycot, boycot, boycot,Palabra que encierra un misterio;Su nombre es sacrosanto,Porque el miedo servil nos quit.Lanzarse al boycotSin un alfiler...Al grito de gloria y de triunfoQue dice:Viva Cristo Rey!Gritar con pasin,Volver a gritar.A cada descargaCon que intentan el grito acallar.Cantad, cantad, cantad, cantad,Que al cabo mi Cristo no muere;Red, red, red, red,Que al cabo con El nadie puede.Boycot, boycot, boycot, boycot,Aunque los tiranos relinchen.Que sepan y entiendanQue son libres los hijos de Dios.Tomar el fusil,Contra una mujerEs cosa que no hacen los cafresY aqu s lo saben hacer.Llevarla a prisin,Su sexo insultar,Eso no sucedeSino en tierras que manda un tetun.Cantad, cantad, cantad, cantad,Que al cabo la crcel no come.Red, red, red, red,En medio de los tecolotes.Boycot, boycot, boycot, boycot,As cantaremos alegres,En calles y plazas,En palacios y hasta en la prisin.DISCIPLINA DE UN PUEBLOEl pueblo perseveraba en el ayuno y la penitencia; las seoras vestan, en su mayora, traje negro; todos caminbamos a pie, sin hacer uso ni de automviles, ni de tranvas; el servicio de luz elctrica se redujo a lo ms indispensable; no se compraba en los comercios sino lo estrictamente necesario; nada de paseos y diversiones; los teatros y cines estaban desiertos y, en el templo solitario, continuaban los catlicos llorando su orfandad y entonando cnticos de penitencia.Para no dejar abandonado al pueblo sin instruccin religiosa, adems de las innumerables hojas volantes que a diario se repartan, entre las cuales ocupaba el primer lugar un peridico pequeo tituladoEl Misionero del Hogar, de carcter doctrinal escrito por el entonces joven Sacerdote D. Enrique de Jess Ochoa, se fundaron en casi todas las manzanas de la ciudad pequeos centros clandestinos de catecismo. Estaban stos bajo la direccin del Gobierno Eclesistico, quien ech mano, principalmente, de las seoritas de los crculos catlicos de estudio, afines a laA. C. J. M., para tan necesaria y laudable empresa. Hubo, sin embargo, tambin aqu, algunos de los muchachos de laA. C. J. M., que trabajaron con tesn, entre los cuales se contaba a Toms de la Mora, mrtir poco ms tarde, quien era el brazo derecho del mismo Sacerdote Ochoa encargado de aquella organizacin catequstica.Tambin en los pueblos persever el entusiasmo por defender su perseguida fe. De todos ellos afluan a la Capital del Estado sendas protestas contra los tiranos, calzadas por innumerables firmas. Entre todos se distingui el pequeo pueblo de San Jernimo, Col., de donde sali la primera protesta en la cual se lanzaba, adems, la idea del Boycot, que todos los dems pueblos del Estado acogieron con grande entusiasmo.Y as como en sus escritos manifestaban los catlicos de San Jernimo, Col., decisin y entereza cristianas, tambin lo manifestaban en sus obras.EN LAS BARBAS DE LOS POLICASMuchas veces quisieron los servidores del tirano llevarse preso al Prroco de San Jernimo don Ignacio Ramos; mas el pueblo nunca lo permiti. Siempre los fieles estaban alerta: una o dos campanadas de contrasea significaban que haba peligro, que algo malo ocurra y todos dejaban sus trabajos, las casas se cerraban y se corra a la defensa de su Sacerdote.En cierta ocasi6n un grueso piquete de soldados se present a las puertas de la casa parroquial en busca del Prroco; pero el pueblo en masa se amotin al momento; aun nios de cuatro aos llevaban sus sombreritos llenos de piedras, para luchar contra los perseguidores en caso de que quisieran llevarse a su Pastor; el capitn, jefe de la escolta, opt entonces por la paz y regres a la capital del Estado sin atreverse a ejecutar la comisin que llevaba.Y as como eran luchadores, eran fervientes: se haca penitencia pblica, se lloraba diariamente, all en aquel templo helado y sin sagrario; aun los nios ayunaban y, de la mano de sus padres o hermanos mayores, descalzos y con coronas de espinas, salan de sus casas y atravesaban el poblado hasta llegar al templo.En otra ocasin, por esta su misma actitud gallarda, fueron a dar a la crcel muchas de las seoritas de las principales familias de all. En la prisin no hicieron otra cosa que cantar y rezar; ya cantaban sus canciones populares del boycot, ya alabanzas, ya rezaban todas unidas y en voz alta el Santo Rosario con la letana cantada, o lanzaban el intrpido grito deViva Cristo Rey!Los enemigos ardan de rabia que desahogaban con insultos y palabras tabernarias; mas ellas perseveraban en su misma actitud.

Captulo quintoLa cubierta insidia

EL VENERABLE ELEAZAREntre tanto, mientras en el Estado de Colima, en atencin a las leyes locales, no haba ya culto pblico y el pan de cada da estaba ya amasado con amargas lgrimas; en Jalisco -el Estado vecino-, y casi en toda la Repblica, el culto continuaba an, con ms o menos regularidad; pues todava no haba llegado el momento oportuno que el tirano esperaba para hacer pesar, sobre toda la Nacin, los procedimientos ms radicales, como se estaban empleando en Colima.Y entonces principi, por parte de los malos, una poltica artera, sucia y diablica, para hacer claudicar al anciano, egregio Obispo de Colima y a su Clero, obligndolos a reanudar el culto pblico, aceptando la ley. La ley impa de la reglamentacin de cultos, segn sus tenebrosas maquinaciones, tendra que acatarse para esclavizar a la Iglesia, hacindola sierva del Estado; pero, al mismo tiempo, la suspensin del culto no convena a sus planes, pues los nimos cada vez se iban caldeando y la tensin de las almas cada da se vigorizaba ms.Y as se iniciaron las malignas promesas que el Gobernador principi a hacer, valindose de un grupo de comerciantes que de buena fe se prestaron a mediar. Y las proposiciones perversas del Gobernador y de la Masonera eran:que se reanudase el culto; que la ley quedara sin derogarse; pero que no tendra cumplimiento y todo se reducira a mera frmula y a una sujecin tan slo aparente.Y conocindolos, quin iba a creerles?Quin garantizaba que iba a ser simple frmula?Y aunque no se pusiese en vigor la ley no iba esto a aparecer ante el pueblo fiel de la Dicesis y ante todos los dems pueblos cristianos, como una desleal claudicacin? Y el nuevo santo Eleazar, como aquel anciano del tiempo sublime de los Macabeos, despus de una nueva reunin plena sacerdotal, en que todos renovaron su adhesin al Prelado, contest, en un viril documento que es todo un monumento, reafirmando su posicin y dando las gracias a los mediadores, levantando as su frente de mrtir para esperar todo lo que Dios permitiera.RESPUESTA DIGNA A INDIGNAS PROVOCACIONESEl Documento histrico helo aqu:Colima, 23 de abril de 1926.Sres. Comerciantes D. Daniel Inda, D. Andrs Garca y D. Tiburcio Santana.Ciudad.Me refiero a su Comunicacin fechada el 20 de los corrientes, dirigida al M. I. Sr. Vicario D. Francisco Anaya.Considerando, primero: que en la comunicacin suscrita por ustedes falta una base firme y slida para un arreglo satisfactorio de la cuestin religiosa; porque el Sr. Gobernador no la autoriza con su firma y puede en cualquier da desconocerla.Considerando, en segundo lugar: que ese avenimiento propuesto por ustedes sera demasiado provisional y en cualquier da el Sr. Gobernador se escudara con la Legislatura para modificarlo, como puede fundadamente presumirse.Considerando, tercero: que ya por los anteriores considerandos, como porque est pendiente el juicio de amparo que interpusimos y que indudablemente nos ser adverso, dada la actitud hostil del Juez de Distrito que al negar arbitrariamente la suspensin del acto, se convirti en causa principal del actual malestar pblico, nos sentiremos sin cesar con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas.Considerando, cuarto: que la palpitante cuestin religiosa pide urgentemente, no simples componendas, sino un arreglo que deje claramente a salvo los Sagrados Cnones.Considerando, quinto: que la resistencia popular, sorda pero efectiva, a la Ley del 24 de febrero y a su reglamentacin es palpable y bien reconocida por el Gobernador.Considerando, sexto: que el artculo 130 en la parte relativa al asunto de que se trata, no es imperativo, sino potestativo y que bien pueden por lo mismo, el Gobernador y la Legislatura dar gusto al pueblo derogando la ley del 24 de febrero.Manifiesto a ustedes que el V. Clero, en junta plena verificada ayer, resolvi por unanimidad: que se den a ustedes las gracias expresivas por las generosas y laudables gestiones que han hecho para la solucin de la candente cuestin religiosa. Que lo nico que podemos aceptar en conciencia es la derogacin del decreto.Y que ustedes, si gustan, pueden extremar su generosidad, interponiendo en lo particular ante el Gobernador su valimiento amistoso, para que l, a su vez, medite los anteriores considerandos e influya poderosamente en la Legislatura, para que derogue el decreto.As, como por encanto, desaparecer la angustia terrible que est ahogando al pueblo catlico de Colima.Dios guarde a ustedes muchos aos.J. Jess Ursa, Srio.

LA POLTICA MS SUCIAY no termin aqu la poltica artera de los hombres que llevaban en sus manos las riendas del Gobierno de Colima, ms an cuando aconteci que en el Estado de Michoacn, en donde de igual manera que en Colima se haba suspendido el culto por la limitacin de Sacerdotes impuesta por el Estado, se haba logrado prevalecer contra el Excelentsimo Prelado de aquella Arquidicesis Mons. Ruiz y Flores, quien reanud el Culto pblico, bajo promesas verbales de que la ley no se aplicara.Entonces la Masonera en Colima cobr alas y bros y se principi a atacar de la manera ms sangrienta al Excmo. Sr. Obispo Velasco y a su Clero, acusndoloso de estupidez-decan-toda vez que un Obispo verdaderamente sabio y santo, como era Mons. Ruiz y Flores, Arzobispo de Morelia, no haba tenido inconveniente en aceptar las proposiciones del Gobierno, o de mala fe.A todos estos ataques, el Gobierno Eclesistico de Colima contest en documento que se hizo pblico el 28 de mayo. Helo tambin aqu:A LOS CATLICOS DE COLIMAEstado que guarda la cuestin religiosa.Con motivo de la reanudacin del culto en Morelia, el peridico impoEl Liberalque los masones editan semanariamente en esta ciudad, en su nmero del domingo pasado, nos llena de injurias, nos hace responsables de que en Colima no haya culto y pretende aplastarnos con los sucesos de Michoacn.Aunque ya se han dado al pueblo copiosas instrucciones y nada tenemos que temer de las personas sensatas, vamos a rechazar brevemente los gratuitos cargos que nos hace el peridico aludido, para prevenir el escndalo de los dbiles, y luego daremos a conocer el verdadero estado de la cuestin religiosa en Colima.Las injurias deEl Liberal. Los ultrajes deEl Liberalnos tienen sin cuidado: est en su puesto. La mentira, la calumnia, y la injuria son las nicas armas que pueden esgrimir los perseguidores de la Iglesia, es decir, los enemigos de la verdad y de la justicia, los verdaderos conculcadores de la Ley, los asesinos de todas las libertades. Los que escriben enEl Liberalestn en su papel: las causas malas no pueden defenderse con razones... Que injurien; pues en el insulto se halla su especialidad.Y qu contraste! MientrasEl Liberalnos insulta, muchos IImos. Obispos, especialmente el Metropolitano, y muchsimos sacerdotes de distintas dicesis han felicitado calurosamente, por su actitud gallarda, al humilde, perseguido y vejado clero colimense. Qu valen las injurias deEl Liberal, comparadas con tales loores y homenajes?El Liberalnos hace personalmente responsables.El Liberalsupone dos cosas: una, que la generalidad del clero colimense quiere someterse al decreto opresor y anticonstitucional del 24 de fbrero. Otra, que nosotroscacicalmentele imponemos nuestra frrea voluntad, e impedimos que los seores sacerdotes acaten la ley de referencia. Alto all, seorLiberal. Lo primero es una sangrienta injuria al Venerable Clero, que nunca ha pensado en someterse. Olvida usted que todos, sin excepcin, firmaron una viril protesta, precisamente contra el decreto?Lo segundo es un error. Nada de caciquismos, al contrario, la cordialidad ms perfecta. Usted, seorLiberal, se equivoca al suponernos divididos. Jams haba habido entre el Clero tanta caridad y tanta unin como en estas horas de prueba. Todos, con esa fraternidad, con esa unin estrecha, podemos prometer a usted que iremos ms all.El Liberalpretende aplastarnos con los sucesos de Michoacn. De la reanudacin del culto en Michoacn, nada sabemos oficialmente. Ignoramos las bases del arreglo, si lo hubo. Y mientras no conozcamos estas bases, debemos abstenemos de toda crtica; no podemos censurar, ni alabar la conducta del Ilmo. Sr. Arzobispo Ruiz y Flores.Pero de cualquier manera que haya sucedido, sepa el ignorantsimoLiberalque una Dicesis no es norma de las otras, sino que todas tienen una sola norma: El Cdigo de la Iglesia.Suponemos con fundamento que el Ilmo. Sr. Ruiz y Flores obr correctamente, que no claudic, que defendi virilmente los sagrados derechos de la Iglesia; pero si desgraciadamente no hubiera sucedido as (lo cual no admitimos), no es responsable ante nosotros, tiene su superior jerrquico, el Romano Pontfice, a quien dar cuenta de sus actos.Para queEl Liberalse ilustre y no ande por los cerros de beda, sepa que el canon 1260 a la letra dice:Los ministros de la Iglesia, en el ejercicio del culto, nicamente deben depender de los superiores eclesisticos.Luego, seorLiberal, cualquier hecho, cualquier arreglo en que de alguna manera la Iglesia o los que la dirigen queden supeditados a otras autoridades, es un arreglo anticannico y abominable, porque entonces, los ministros del culto no dependen nicamente de los superiores eclesisticos. Comprendi usted?Si alLiberalpareciere corta esta razn, le recomendamos la lectura de dos documentos que ya conoce toda Colima:La ltima Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Mexicano, y el magnfico estudio procedente de Durango que adopt e hizo propio el Ilmo. Sr. Velasco...Colima, a 28 de mayo de 1926.Francisco Anaya, Vic. General.J. Jess Ursa, Sro.

NEGRA LABOR DE ZAPAY personalmente se dieron los hombres del nefando Rgimen a socavar la hasta entonces inquebrantable firmeza del venerable y dignsimo Seor Velazco que el cielo haba dado a Colima como Obispo para que fuese el piloto de su Iglesia azotada por furioso vendaval, y lograron, de entre las filas del Clero Colimense, convencer a un pequeo grupo -dos o tres- de sus ms distinguidos sacerdotes, de queera necesario ceder, como haba cedido el Seor Arzobispo de Michoacn.Y se logr que estos eclesisticosconvencidostrabajaran al Excmo. Sr. Obispo Velasco para hacerlo desistir. Estos Sacerdotes, es cierto, obraban de buena fe; pero su labor era ya el punto inmediato a la meta que el doloso perseguidor se propona: la claudicacin del egregio Obispo de Colima.Y tanto trabajaron -ms an que se uni a ellos la influencia del Sr. Lic. D. Enrique de la Madrid ex-gobernador de Colima, muy estimado y querido del Excmo. Sr. Velasco-, que hubo un momento en que el Prelado, con ceo apesadumbrado, creyendo que en realidad el camino por seguir, menos lleno de dolores y males para las almas a l confiadas, era el de aceptar la reglamentacin nefanda, entrando en componendas con el enemigo, se inclinaba ya hacia esta resolucin, aunque un poco titubeante.-Que venga el Padre Secretario -dijo.Pero se haba orado tanto, se haba ya trabajado y sufrido tanto, que la Providencia de Dios acudi en aquel momento crucial: Colima, la Dicesis Mrtir, no habra de claudicar.Y propiamente en aquel momento se presenta ante el anciano Obispo su ilustre y nunca bien alabado Secretario, el egregio Padre don J. Jess Ursa.-Te mand buscar -dice el Excmo. Seor Obispo.-A las rdenes de V. Seora Ilma. -dice el Padre Secretario.-Mira, tal vez sea conveniente volver atrs. Tal vez no haya otro recurso.-Seor -dice el Padre don Jess Ursa-, pero antes de una determinacin definitiva, le ruego que lea este documento precioso que le traigo: es una carta del Arzobispo de Durango el Seor Gonzlez y Valencia.-El Seor Gonzlez y Valencia! -repuso el anciano Obispo Seor Velasco, recordando la grandeza de aquella alma de verdadera gallarda apostlica.Y la carta era una ferviente felicitacin por el espectculo excelso que Obispo y Clero de Colima estaban dando no slo a Mxico sino al mundo entero, al estarse sosteniendo en pie, ante el Rgimen impo, sin traicionar a la Iglesia, sin entregar en manos de los enemigos los derechos sacrosantos de Cristo; ms glorioso y excelso -continuaba el Excmo. Sr. Gonzlez y Valencia-, cuando ya, desgraciadamente, dada por una parte la debilidad humana y por otra la falacia atroz de los enemigos, principiaban las claudicaciones en otras dicesis. Y peda las oraciones y bendiciones del Obispo mrtir de Colima, para que Durango siguiera su noble ejemplo de grandeza.El anciano santo Obispo Seor Velasco sinti volver a la luz, a la vida, al camino firme y recto del deber apostlico, aunque estuviese sembrado de dolores. Sus ojos brillaron como iluminados por Dios.- Sabes? -dice a su Padre Secretario-. Aqu est la mano de Dios. Ni un paso atrs, nada de claudicaciones! No seremos nosotros los primeros Sacerdotes de Cristo que por El y por su Iglesia hayamos de sufrir! Adelante! Y que venga lo que Dios quiera! Al fin y al cabo, ms que esto merecemos por nuestros pecados! -As concluy el santo Obispo.

SE VA ADELANTE EN LA INSIDIA:SE RECURRE AL ARZOBISPO DE GUADALAJARATodava ms; cuando se vio que la constancia del Obispo y Clero de Colima, no haba sido vencida por ningn medio humano, porque no haban valido, ni las amenazas, ni la burla, ni la calumnia, ni la diablica astucia, entonces se recurri a un medio indirecto: el recurso al Metropolitano -el Excmo. Sr. Arzobispo de Guadalajara Mons. Francisco Orozco y Jimnez- para que l, con carcter de Superior eclesistico, presionara al Obispo y Clero de Colima: De esta suerte, un da, comisionados por el Gobernador Lic. Francisco Solrzano Bjar, se presentaron ante el egregio Arzobispo de la metrpoli tapata dos personajes de representacin: D. Juan Gamba, espaol, Gerente del Banco Nacional, y el Sr. Solano, espaol tambin, a pedir que se hiciera presin sobre Colima y se redujese la actitud tenaz de su Obispo y Clero. Mas el Iltre. Metropolitano no slo se excus de intervenir, sino que elogi con energa la actitud del catlico pueblo mrtir de Colima, cuyo Obispo y Clero eran dignos de tod encomio.-Yo, por mi parte -fueron palabras del Iltre. Arzobispo-- pido a Dios que cuando me llegue la ocasin, sepa guardar la gallarda actitud del Sr. Obispo de Colima.Y los dos distinguidos enviados de Solrzano Bjar hubieron de despedirse, fracasados del todo.

DOS ILUSTRES CONFESORES DE LA FEEn esos das, cuando el Lic. Solrzano Bjar recurri al ltimo medio que l y los suyos excogitaron para hacer claudicar al Excmo. Sr. Obispo Velasco, acudiendo al Metropolitano Mons. Francisco Orozco y Jimnez, con el propsito tonto de que l lo obligara a rendirse, el Ilmo. Sr. Obispo de Colima no estaba ya en la capital del Estado, sino en Tonila, bella poblacin colocada en las faldas orientales del Volcn de fuego, ya en jurisdiccin civil de Jalisco y, por tanto, fuera de la rbita de accin del Gobernador Solrzano Bjar; pero perteneciente a la Dicesis de Colima. Desde all segua el Venerable Obispo rigindola. All continuaba an el culto pblico con todo su esplendor y, dada la corta distancia entre la capital y Tonila, distancia que no pasa de 36 kilmetros, se formaba un verdadero ro de gentes que, a pie o en coches, afluan a Tonila de las diversas partes del Estado oprimido, sobre todo los domingos y viernes primeros de cada mes.Entre tanto, en la capital del Estado, permanecan el Vicario General Mons. don Francisco Anaya y el Padre Secretario don J. Jess Ursa. Estos dos ameritadsimos Sacerdotes fueron en aquellos amargos das, algo ms que el brazo derecho del anciano obispo; ellos se enfrentaban personalmente a los tiranos para defender los derechos de la Iglesia; ellos recibieron en su propio rostro el escupitajo de horribles injurias de los enemigos; ellos, en los momentos ms angustiosos, cuando por las circunstancias no haba tiempo y manera de acudir al Prelado, reunan a su Clero en sesin plena para deliberar; pedan opiniones y se mostraban siempre con tan heroica valenta, que el ms descorazonado senta luego nimo y vigor.

Captulo sextoMultitudes peregrinas

EN BUSCA DE JESSAs, en medio de tantas y tan grandes dificultades, pasaron los meses de abril y mayo. Vino junio, el mes del Sagrado Corazn de Jess, y su Novenario y Fiesta. En Colima no haba un Sagrario en pblico, no obstante que, en privado, donde los fieles no lo saban, completamente en oculto, s se guardaba el Smo. Sacramento para llevarlo por vitico, afrontando mil peligros, a los enfermos graves. En la atencin de los enfermos se distingui por su celo y atrevida caridad pastoral, el Padre don Tiburcio Hernndez, Vicario del Templo de Ntra. Seora de la Salud. Los fieles de todo Colima reciban servicios suyos. Pero el Corazn vivo de Jess no lata en ninguno de los tabernculos de los templos y, sin embargo la fe de aquel pueblo hurfano, el amor al dulcsimo Jess ausente se haba agigantado y era preciso ir en busca de l. El piadossimo pueblo de Colima, no poda vivir sin l.A Tonila, pues, en donde haba todava culto pblico, fueron los fieles a desahogar los sentimientos de su alma, a celebrar las fiestas del Corazn Divino de Jess Rey. Los das del novenario se distribuyeron entre los principales pueblos del Estado mrtir. Todos los das iban, en compacta peregrinacin, los habitantes de la parroquia, pueblo o ciudad a que tocaba el turno; en los caminos, el ro de gente no se interrumpa, ya en caballos o asnos y aun a pie, segn las posibilidades de cada uno.El simptico pueblo de Tonila rebosaba de gente de fuera que iba a adorar, a bendecir, a desagraviar a Jess, a recibirle en su pecho, a estrecharle en el Corazn, quiz por ltima vez.Gran nmero de los sacerdotes de Colima estaba all en Tonila para atender a los centenares y aun a millares de cotidianos peregrinos. Hubo ocasin en que todo el da se estuvo confesando, en seis o siete confesionarios a la vez, y la multitud, deseosa de acercarse al sacramento de la Penitencia, no se agotaba. Hubo noches en que los sacerdotes estuvieron confesando sin interrupcin, desde la Hora Santa del da anterior, hasta la Misa del siguiente, y aun as, muchsimos hombres quedaban sin poder recibir los Sacramentos.Cada peregrinacin celebraba, al mismo tiempo, en el da en que le tocaba su turno, la fiesta del Sagrado Corazn de Jess y la Procesin del Corpus, que no haba sido posible celebrar en su propio Octavario. Era en esos momentos cuando el fervor y el dolor rebosaban de los corazones; todas las gargantas se anudaban, los ojos se llenaban de lgrimas y se oan los entrecortados y reprimidos sollozos.El da de la Fiesta del Sagrado Corazn, la solemnidad toc a los sacerdotes del Estado. All, a los pies de Jess, se dieron cita todos ellos, jvenes y ancianos; iban a dar gracias por el favor de la fortaleza que hasta entonces les haba dado el Seor; iban a pedir nueva luz y fortaleza para seguir, en medio del tremendo huracn que azotaba a la Patria, fieles a Cristo, leales a su Iglesia, aunque tuviese que llegarse al martirio.

LOS ALUMNOS DEL SEMINARIOEl da 27, aunque ya fuera del novenario y fiesta del Sagrado Corazn, toc a los jvenes seminaristas, pues ese da era segundo aniversario de su consagracin solemne al Sagrado Corazn de Jess y de la entronizacin de l, el Rey Divino en aquel Seminario, que habra de ser jardn de mrtires. Ya el Rey Sacramentado no sera llevado en procesin triunfal por los engalanados corredores del Plantel, pues ste estaba en poder de los tiranos y, adems, esto no hubiera sido posible, dada la suspensin del culto dentro del Estado de Colima; pero los fervientes colegiales iran a buscarle, traspasaran los lmites del Estado, para ir a jurarle fidelidad y amor, en el pueblecito vecino de Tonila, Estado de Jalisco.En peregrinacin de desagravio y penitencia salieron a pie en la maana del 26. Poco antes del medioda, los jvenes haban recorrido aquel empinado camino de ms de 30 kilmetros y estaban en Tonila; llevaban encendido el rostro por la fatiga y el sol, cubiertos de polvo y jadeantes, pero contentos, satisfechos. La tarde la pasaron en retiro espiritual. El siguiente da fue de regocijo y fiesta. Jess en el Altar, expuesto pblicamente, bendijo a aquellos muchachos que iban a rendirle, ante su trono, nueva y ferviente protesta de amor. Y el himno del Seminario reson, caldeando ms los corazones:Reina, Jess, que sea tu Seminariohorno radiante del Divino Amor.Si el mundo enfurecido es tu adversario,te juramos amar con santo ardor.Reina, Jess, tu Corazn heridoinspire nuestras almas con su luz,y entonces nuestro pecho, enardecido,slo tuyo ser, Seor Jess.El fuego de tu Santa Eucaristanuestras almas encienda y queme ya;acurdate, Seor, dijiste un da:mi Corazn Sagrado reinar.Asienta tu reinado, no receles,aqu en tu Seminario, oh Rey de Amor.Te juramos, Seor, el serte fieles;no habr de entre nosotros un traidor.Reina, Jess, juramos defenderte,tan slo tuya nuestra vida es.Destronado, Seor, no hemos de verte:primero moriremos a tus pies.

SERVA EOS IN NOMINE TUOUna bellsima escultura del Corazn de Jess -que an existe en aquel templo parroquial- estaba en un pequeo altar cubierto de flores y luces, cerca de la barandilla del comulgatorio, al lado del Evangelio. La escultura representa a Jess orando y bendiciendo: su rostro un poco levantado, sus manos de igual manera y sus hermosos ojos fijos en el cielo. Cmo traa ese cuadro la representacin de aquel otro hermossimo de la vida de Jess, cuando, en la Ultima Cena, rodeado de sus discpulos, los hijitos amados de su Corazn, les anuncia horrible borrasca, tiempos angustiossimos muy distintos de aquellos que haban pasado en aquel divino Colegio, a la sombra de l, el Maestro sin igual, y luego los bendice con inefable ternura:Padre Santo, conserva en tu nombre a estos que me has dado ... Cuando estaba con ellos, yo los conservaba en tu Nombre ... No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal(San Juan 17, 11-15). As tambin ahora, aquellos jvenes estaban por ltima vez agrupados alrededor del Maestro; la tempestad arreciaba por momentos, la fuerza del huracn tena que azotar muy rudamente a aquel escogido grupo del Seor; muchos de aqullos, ms del diez por ciento, tendran que dar su vida en testimonio de la Realeza de Cristo. Y el Cristo divino est en medio de ellos, sus manos extendidas los bendicen, su rostro est levantado al cielo, Jess est orando, sus hermossimos ojos revelan amargura y amor:Padre mo-parece decir-,el mundo odia a stos, porque son mos. Padre mo, el huracn arrecia, la persecucin se recrudece por instantes, te pido por stos, no que los libres del rigor de la borrasca, no que los saques del mundo, sino que los guardes del mal.Servaeos in Nomine tuo-. Gurdalos en tu Nombre.Aquel da se celebr el solemne ofertorio en el que el pequeo Seminario de Colima, hizo el holocausto de s mismo, al Corazn Divino de Cristo Rey. Este Rey divino acept la oblacin...? Porque aquel seminario fue un seminario mrtir: ninguno en la Repblica Mexicana, dio tantas vctimas al Seor.

Captulo sptimoElnon possumusdel episcopado nacional

LA LEY CALLESEntre tanto, en toda la nacin la situacin se agravaba da a da.Plutarco Elas Calles -el tirano- expeda con fecha 14 de junio de ese ao 1926 su famosaLey-Callesque reglamentaba el culto en toda la Nacin y cuya transgresin, considerada como de los ms grandes delitos, tendra que ser castigada con fuertes penas que se incluan en el Cdigo Penal. Esta ley, que determin el momento crtico del conflicto nacional, entrara en vigor el 31 de julio de ese mismo ao.La impiedad crey, sin vacilacin alguna, que asista a los funerales del Catolicismo en Mxico; la Revolucin Mexicana, con altanero orgullo, presuma, ante toda la maldad de la tierra, haber sido capaz -ya ellos lo crean as- de estrangular a la Iglesia de Cristo. Finalmente la consigna masnica de Voltaire deaplastar a Cristo, la crean una realidad en Mxico.Al dictar laLey-Calles, la Iglesia quedaba en un dilema: o aceptaba aquella ley y se someta a los designios de la Revolucin Mexicana y entonces sera sierva del Estado, y el Rgimen Revolucionario la arrancara de la obediencia del Sumo Pontfice, la estrangulara y la reducira a una Iglesia nacional cismtica, sueo dorado acariciado de muy largo tiempo en Mxico por las logias masnicas, o, en caso de que la Ley no se aceptase, as como en Colima no se