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JOSE MARIA IRABURU Los Evangelios son verdaderos e históricos Del blog Reforma o apostasía (238-239, 243, 245-248) en www.infocatolica.com (2013) Fundación GRATIS DATE Apartado 2154 – 31080 Pamplona ISBN 84-87903-89-4, DL NA 718-2014 Gráficas Lizarra, S. L., Ctra. de Tafalla, km. 1 – 31132 Villatuerta, Navarra

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1José María Iraburu

JOSE MARIA IRABURU

Los Evangelios sonverdaderos e históricos

Del blog Reforma o apostasía (238-239, 243, 245-248)en www.infocatolica.com (2013)

Fundación GRATIS DATEApartado 2154 – 31080 Pamplona

ISBN 84-87903-89-4, DL NA 718-2014Gráficas Lizarra, S. L., Ctra. de Tafalla, km. 1 – 31132 Villatuerta, Navarra

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2 Los Evangelios son verdaderos e históricos

Algunos avisosEn el diario digital www.infocatolica.com mi blog Reforma o

apostasía ha reunido ya un gran número de artículos, más de250. Algunos lectores han sugerido en sus comentarios que fue-ran publicados en forma de libro; pero esto sólo es posible si sehace en varios textos, cada uno de los cuales reúna una seriehomogénea de artículos. En la Fundación GRATIS DATE hemospublicado ya cinco: –Reforma o apostasía, –Mala doctrina, –Gracia y libertad, –Católicos y política y –La Cruz gloriosa.

Añadimos ahora este cuaderno, Los Evangelios son verdade-ros e históricos, que contiene la serie de artículos que titulé en miblog Notas bíblicas, publicados entre el 30-IX y el 25-XI de 2013.Conservan las imágenes que acompañan los textos en la web. Elnúmero entre paréntesis que aparece al inicio de cada capítulo(238), por ejemplo, indica el número del artículo en el blog.

La exégesis católica se ha visto invadida en los últimos 50 o70 años por la crítica histórica y hermenéutica del protestantis-mo liberal y del modernismo «católico». Es decir, se ha visto enbuena parte arrasada. En el presente estudio he tratado simple-mente de reafirmar la doctrina católica de siempre, la que el Vati-cano II no se avergonzó de enseñar sobre la veracidad y lahistoricidad de los Evangelios, sin encogerse frente a tantosexegetas y teólogos católicos que las negaban. No es fácil tarea.Deus me adjuvet!

JMI

Concilio Vaticano II:«La santa Madre Iglesia ha defendido siempre y en todas partes,

con firmeza y máxima constancia, que los cuatro Evangelios, cuyahistoricidad afirma sin dudar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijode Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente parala eterna salvación de los mismos hasta el día de la Ascensión [cf.Hch 1,1-2]… Los autores sagrados… nos transmitieron datos au-ténticos y genuinos acerca de Jesús» (constitución dogmática DeiVerbum 19).

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3José María Iraburu

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1. Cómo está el patioen la exégesis moderna

–Comienza una serie, ay Señor, que pue-de tener tres o treinta artículos…

–Abandono confiado en la Providencia di-vina. No hay otra.

Algunas enseñanzas del ConcilioVaticano II sobre los Evangelios vana ser el comienzo de estas Notas bíbli-cas:

«La santa Madre Iglesia ha defendidosiempre y en todas partes, con firmeza ymáxima constancia, que los cuatro Evan-gelios, cuya historicidad afirma sin du-dar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijode Dios, viviendo entre los hombres, hizoy enseñó realmente para la eterna salva-ción de los mismos hasta el día de la as-censión [cita literal de Hch 1,1-2]… Losautores sagrados… nos transmitieron da-tos auténticos y genuinos acerca de Je-sús» (constitución dogmática Dei Verbum19).

El Evangelio es Palabra de Dios; portanto, la inspiración divina impide quelos hagiógrafos falseen la historicidadde los dichos y hechos que refieren.Ésta es la fe que expresamos los fieles alescuchar el Evangelio: «Palabra deDios». Y profesamos esa fe católica conla misma firmeza cuando nos ha sidoproclamado el Evangelio de las biena-venturanzas o la transfiguración de Je-sús en el monte o la resurrección de Lá-zaro o la escena de Cristo andando so-bre las aguas. Es «Palabra de Dios». Ycreemos en ella, en su inerrancia so-bre-humana. No nos engaña.

1. «En la composición de los Libros Sa-grados, Dios se valió de hombres elegidos,que usaban de todas sus facultades y talen-tos; de este modo, obrando Dios en ellosy por ellos, como verdaderos autores, pu-sieron por escrito todo y sólo lo que Diosquería. [Por tanto] Como todo lo que afir-man los hagiógrafos, o autores inspirados,lo afirma el Espíritu Santo, se sigue quelos Libros Sagrados enseñan sólidamen-te, fielmente y sin error la verdad que Dioshizo consignar en dichos libros para salva-ción nuestra» (11). Los Evangelios, pues,

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dicen siempre la verdad de los dichos yhechos de Jesús; y será preciso interpre-tar qué es lo que quieren decir.

2. «Dios habla en la Escritura por mediode hombres y en lenguaje humano; por lotanto, el intérprete de la Escritura, paraconocer lo que Dios quiso comunicarnos,debe estudiar con atención lo que los au-tores querían decir y lo que Dios queríadar a conocer con dichas palabras. El in-térprete indagará lo que el autor sagradodice e intenta decir, según su tiempo y cul-tura, por medio de los géneros literariospropios de la época» (12).

Estos principios superan todo fun-damentalismo ingenuo. Si alguno afir-ma como verdad formalmente reveladaque la Creación del mundo se hizo exac-tamente en «seis días»; o si dice que Je-sús puso como condición para ser discí-pulo suyo «odiar al padre y a la madre»,o cosas semejantes, incurre en un locofundamentalismo literalista, del que ensu momento trataremos. Pero en esteartículo me ocuparé más bien del extre-mo opuesto: de quienes niegan más omenos la historicidad de las Escrituras.Dice el Concilio:

«La revelación se realiza por obrasy palabras intrínsecamente ligadas.Las obras que Dios realiza en la histo-ria de la salvación manifiestan y con-firman la doctrina y las realidades quelas palabras significan; a su vez, laspalabras proclaman las obras y explicansu misterio» (Dei Verbum 2). Con la gra-cia divina, la fe del cristiano se enciendecreyendo en la veracidad de una serie deacontecimientos históricos –palabras yobras de Jesús–, que de suyo son con-tingentes: pudieron suceder o no suce-der. Pero la fe los recibe como ciertos,fiándose del testimonio de los apósto-les y evangelistas (ex auditu). La fe, por

tanto, no se fundamenta en argumenta-ciones racionales lógicas («los ángulosde un triángulo suman 180 grados»), sinoen un conjunto de «acontecimientos» –palabras y acciones– por los que Dios seha revelado, alcanzando en Cristo suepifanía total. Por tanto, quien no creeen los acontecimientos históricos testi-ficados por los apóstoles y evangelistasno tiene la fe cristiana. En el mejor delos casos participará precariamente delcristianismo a la luz de un fideismo sinfundamento histórico.

Baste de momento con estas enseñan-zas del Vaticano II. Y veamos ya conalgunos ejemplos de autores españolesel status quæstionis, o dicho en lenguavulgar, «cómo está el patio». La incre-dulidad sobre la historicidad de los Evan-gelios, iniciada en la exégesis del protes-tantismo liberal, ha ido afectando enmayor o menor grado a una gran partede los exegetas y teólogos católicos.

* * *–El doctor Felipe Fernández Ramos

(León 1927-), profesor de Sagrada Es-critura en León, docente también enBurgos y Salamanca, autor de varios li-bros, se encargó del evangelio de Juanen el Comentario al Nuevo Testamento(Casa de la Biblia-Edit. Atenas-PPC,Madrid 1995). Conviene recordar que elcuarto Evangelio fue especialmente cues-tionado por los autores modernistas. Poreso San Pío X confirmó las reproba-ciones que el Santo Oficio, en el decretoLamentabili (1907), hizo de las siguien-tes proposiciones :

«Las narraciones de Juan no son pro-piamente historia, sino una contemplaciónmística del Evangelio. Los discursos con-tenidos en su Evangelio son meditaciones

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teológicas acerca del misterio de la salud,destituidas de verdad histórica (16). Elcuarto Evangelio exageró los milagros, nosólo para que aparecieran más extraordi-narios, sino también para que resultaranmás aptos para significar la obra y la glo-ria del Verbo Encarnado» (17; Dz 3416-3417).

Los milagros, efectivamente, tienengran importancia en el Evangelio deSan Juan. El evangelista narra unas po-cas escenas de la vida de Jesús, pero lohace con mucho detalle, a veces con unaminuciosidad notarial (por ejemplo, enla resurrección de Lázaro). Y en estasescenas evangélicas las palabras más in-creíbles y los hechos milagrosos se ilu-minan entre sí. Así, por ejemplo, Jesússe dice «pan vivo bajado del cielo», «ver-dadera comida», después de multiplicarlos panes (Jn 6); se confiesa «luz delmundo», tras dar la vista a un ciego denacimiento (9); se proclama «resurrec-ción y vida de los hombres», después deresucitar a Lázaro, un muerto de cuatrodías (11). Esta relación entre palabras ysignos ha sido siempre muy subrayadapor los exegetas (por ejemplo, en la fa-mosa obra de Charles Harold Dodd, Theinterpretation of the Fourth Gospel;University Press, Cambridge 1953). Por

el contrario, el profesor Fernández Ra-mos entiende que los milagros de Jesúsno han de entenderse en San Juan comohechos históricos. Dicho en otras pala-bras, no acontecieron: no fueron, pues,milagros. Y que por tanto su valor y sen-tido en el Evangelio está únicamente enel mensaje que sus relatos transmiten.

Jesús camina sobre las aguas. «Encuanto a la historicidad, el hecho es másteológico que histórico [traduzco: ese esmás significa que el relato es teológico,pero no es histórico]. Esto significa quela marcha sobre las aguas no tuvo lugar dela forma que nos narran los evangelios» [nide ninguna otra forma, claro] (288).

Resurrección de Lázaro. Se trata de«una parábola en acción… De cualquierforma, debe quedar claro que la validez delsigno y de su contenido no se ven cuestio-nados por su historicidad» [o para ser másexactos, por su no-historicidad]. «El últi-mo de los signos narrados [en el cuartoEvangelio]… debía ser un cuadro de excep-cional belleza y atracción. El evangelistaha logrado su objetivo. Nos ha ofrecido unaudiovisual tan cautivador… Quedarse enla materialidad del hecho significaría elempobrecimiento radical del mismo»(303-304). [El hecho mismo, pues, la re-surrección histórica de Lázaro, es lo demenos; lo que importa es su significación.

Aunque en realidad es muy difícilexplicar la significación que pue-da tener un hecho que no ha acon-tecido].

La resurrección de Jesús «esun acontecimiento que escapa alcontrol humano; rompe el modode lo estrictamente histórico y sesitúa en el plano de lo suprahis-tórico; no pueden aducirse prue-bas que nos lleven a la evidenciaracional». Los cuatro evangelis-tas narran la resurrección de di-versas maneras: «¿quién de los

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cuatro tiene la razón? Todos y ninguno.Todos porque los cuatro afirman que la re-surrección de Jesús es aceptable única-mente desde la revelación sobrenatural…Ninguno, porque las cosas no ocurrieronasí. Estamos en el mundo de la representa-ción» (329). [Catecismo: «es imposible in-terpretar la Resurrección de Cristo fueradel orden físico, y no reconocerla comoun hecho histórico», 643; el sepulcro va-cío y «la realidad de los encuentros conlos Apóstoles» lo demuestran, 647)

Las apariciones de Jesús. En ellas ex-plica misterios del Reino a los discípulos,come con ellos, Tomás toca sus llagas, etc.Pero el profesor Fernández afirma que tam-poco esos supuestos acontecimientos su-cedieron tal como se describen en las na-rraciones evangélicas. «El contacto físicocon el Resucitado no pudo darse. Sería unaantinomia. Como tampoco es posible queél realice otras acciones corporales que leson atribuidas, como comer, pasear, pre-parar la comida a la orilla del lago de Gene-saret, ofrecer los agujeros de las manos ydel costado para ser tocados… Este tipode acciones o manifestaciones perteneceal terreno literario y es meramente funcio-nal; se recurre a él para destacar la identi-dad del Resucitado, del Cristo de la fe, conel Crucificado, con el Jesús de la histo-ria» (330). [Los hechos aludidos, esos que«no pudieron» darse, fueron reales: Cate-cismo (645). Pero el Autor, por el contra-rio, afirma que el ciclo pascual de esteevangelio –y el de los otros, se entiende–carece de historicidad].

La pesca milagrosa. «La aparición delResucitado es presentada sobre el anda-miaje de una pesca milagrosa» (331).

El profesor Fernández Ramos, se-gún vemos, rechaza la objetividad his-tórica del Evangelio en los hechos mi-lagrosos –al menos en un buen númerode ellos–, tal como aparecen narradospor San Juan, y se entiende, por los otrosevangelistas. Ahora bien, si tal exégesis

es verdadera, es decir, si los hechos mi-lagrosos de Jesús han de ser entendidosno partiendo de su objetividad históricacomo acontecimientos, de la que care-cen, sino mirando sólo su mensaje, en-tonces también las palabras de Cristoque leemos en los Evangelios podrán serentendidas en un sentido puramente sim-bólico y alegórico, no real. Se quiebraasí el principio que el Vaticano II enseñaen relación a la «historia de la salvación»:«La revelación se realiza por obras ypalabras [de Dios] intrínsecamente liga-das» (DV 21). Si se niega la historicidadde las obras, por el mismo precio se nie-ga la historicidad de las palabras. Y nosquedamos sin Evangelio.

Es decir, palabras formidables como:«mi cuerpo es verdadera comida», «yo soyanterior a Abraham», «nadie llega al Padresi no es por mí», «yo soy el camino, la ver-dad y la vida», etc.: habrán de entenderseno en su significación directa, sino másbien como grandes metáforas. Es decir, loque cuentan los apóstoles y evangelistasque Cristo dijo e hizo no es ya roca firmeen la que pueda fundamentarse la fe de laIglesia.

Jesús afirma que sus palabras provie-nen del Padre, y alega: «creedme […], almenos, creed por las obras» [milagros]que hago (cf. Jn 14,10-11). ¿Pero si no secree en sus obras, cómo podrá darse cré-dito a sus palabras?

* * *–El doctor Olegario González de

Cardedal, nacido en un pueblo de Ávila(1934-), ha sido profesor de la Universi-dad Pontificia de Salamanca, miembrode la Comisión Teológica Internacional,autor de numerosos libros de teología, ydistinguido por el Premio Ratzinger. A élse encomendó elaborar el manual deCristología de la colección Sapientia

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fidei, promovida por la ConferenciaEpiscopal Española (BAC, manuales, nº24, Madrid 2001, 601 pgs.). Ya hice uncrítica bastante extensa de esta obra envarios artículos de este mismo blog (51-52). Me limitaré ahora, muy brevemen-te, a mostrar un par de ejemplos –po-drían ponerse muchos más– que mues-tran en el Autor, a mi entender, una con-sideración muy deficiente sobre lahistoricidad de los Evangelios. Pongo al-gún ejemplo

En relación a su muerte, Cristo, du-rante su vida pública, según testifican losevangelistas, manifiesta una clara con-ciencia de que será violenta, como la detodos los profetas enviados por Dios aIsrael. La entiende desde el principiocomo el cumplimiento de un plan divi-no, anunciado numerosas veces por losprofetas y los salmos. El hecho de queactúe a veces como un kamikaze, mues-tra que desde el principio se ve a sí mis-mo como «un condenado a muerte».Anuncia tres veces, al menos, con espe-cial seriedad su pasión: «les hablaba cla-ramente». Y sus anuncios de la Pasióncumplen sobradamente los «criterios dehistoricidad» que la exégesis crítica másexigente estima como fiables, concreta-mente el «criterio de testimonio múlti-ple» y el «criterio de dificultad». Esoscriterios se cumplen perfectamente en lostres relatos: 1º) Mc 8,31-33; Mt 16,21-23; Lc 9,22; 2º) Mc 9,30-32; Mt 17,22-23; Lc 9,43-45; y 3º) Mc 10,32-34; Mt20,17-19; Lc 18,31-34). Aparta a Simóncon palabras durísimas cuando se resis-te a aceptar esos anuncios de la Cruz.«Era necesario que el Mesías padecie-ra» y diera así cumplimiento a lo anun-ciado por Moisés y todos los profetas»(Lc 24,26-27). Va Jesús a la muerte li-bremente: nadie le quita la vida contra

su voluntad. Es él quien entrega su vida,al dejarse matar. Olegario, por el con-trario, muestra la relación de Jesús consu propia muerte en forma sumamentediferente.

Escribe: «Esa muerte no fue [… ] undesignio de Dios». Menos todavía ha deentenderse «como inherente a la misiónque tenía que realizar en el mundo» […]«Su muerte fue resultado de unas liberta-des y decisiones humanas en largo proce-so de gestación, que le permitieron a élpercibirla como posible, columbrarlacomo inevitable, aceptarla como condi-ción de su fidelidad ante las actitudes queiban tomando los hombres ante él y, final-mente, integrarla como expresión supre-ma de su condición de mensajero del Rei-no» (Cristología 94-95). ¿Por qué Olega-rio presenta así el proceso mental experi-mentado por Jesús ante la expectativa desu muerte? No hay fuente alguna que fun-damente su versión. Es una pura exigenciade su ideología cristológica. ¿Daremoscrédito a lo que cuenta Mateo, que viviócon Jesús esos tres años, y que cuenta loque vió y oyó, o preferimos creer lo quenos cuenta Olegario?

Jesucristo, después de su Resurrec-ción, según refieron los Evangelios de-talladamente, se apareció con frecuen-cia a sus discípulos. Y conocemos bienlas palabras y obras que realizó ante ellosantes de ascender al cielo. Emaús, Mag-dalena, Pedro y Juan, apariciones a losOnce, comida con ellos, incredulidad deTomás, testimonio de los guardas roma-nos, pesca milagrosa en el lago, cita yaparición en un monte de Galilea, anun-cio de su última venida en la Parusía,envío final de los Apóstoles a todas lasnaciones, Ascensión a los cielos. Son to-dos estos pasos, cuidadosamente referi-dos por los evangelistas, acontecimien-tos históricos, cumplidos en cierto día ylugar. Así lo ha creído siempre la Iglesia

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y hoy nos lo asegura el Catecismo (645).Pero todos ellos son negados por la crí-tica exegética liberal, y también por elprofesor Olegario, que «al parecer» lahace suya.

Una vez resucitado Cristo, nos dice, seinicia una situación escatológica inefablepara la palabra humana. «Expresar tales rea-lidades es casi imposible a nuestro lengua-je que piensa con categorías de tiempo ylugar, porque lo escatológico es justamentelo que viene de más allá y, transiendo estetiempo y lugar, va más allá de ellos. Lo “es-catológico” pertenece a la nueva creación[…] Hay que pensarlo para nosotros y, sinembargo, no como nosotros somos; connuestras categorías espacio-temporales,pero transcendiéndolas siempre». Lamuerte de Jesús es, pues, «lo último posi-ble desde el hombre ante Dios». Y su resu-rrección, «lo último posible desde Diosante el hombre. Esa significación escatoló-gica y esa significación universal, tanto dela muerte como de la resurrección de Je-sús, es lo que quieren explicitar estos artí-culos [últimos] del Credo. No son hechosnuevos, que haya que fijar en un lugar yen un tiempo»… «No hay por tanto nue-vos episodios o fases en el destino de Je-sús, que predicó, murió y resucitó. Carecede sentido plantear las cuestiones de tiem-po y de lugar, preguntando cuándo subió alos cielos y cuándo bajó a los infiernos, lomismo que calcularlos con topografías ycronologías, tanto antiguas como moder-nas» (171-173).

Estas palabras de Olegario –en las que,como otras veces, no es fácil estar segu-ro de lo que dice, y menos aún de loque quiere decir–, afirman lo mismo quemás toscamente dice el profesor Fernán-dez Ramos: los acontecimientos postpas-cuales narrados por los evangelistas «nopudieron» darse, y por tanto «no suce-dieron» tal como ellos los refieren –nide ningún otro modo, por supuesto–.

Queda, pues, negada la historicidaddel ciclo evangélico pascual. ¿En quésentido cree este teólogo en la historici-dad de los Evangelios?… La Iglesia, porel contrario, piensa y declara que el Evan-gelio transmite «datos auténticos y ge-nuinos acerca de Jesús» (DV 19). Portanto, los hechos evangélicos narrados«pudieron realizarse», porque verdade-ramente «se realizaron», como lo testi-monian los evangelistas. De facto adposse valet illatio. La palabra de loshagiógrafos es la Palabra de Dios. Y laTradición cristiana ha hablado siemprede la Resurrección, de las Apariciones,de la Ascensión como de «acontecimien-to históricos» testimoniados por apósto-les y evangelistas, con expresiones «topo-gráficas y cronológicas» claramente di-ferenciadas. Pero Olegario estima, contantísimos otros hoy, que los relatos evan-gélicos de los hechos postpascuales sonexpresiones necesariamente inexactas,que sólo mentalidades primitivas –fun-damentalistas– pueden entender comorelatos históricos.

¿Y cree este doctor que con sus riza-das explicaciones hace más inteligible elmisterio de la fe? ¿Quién va a entender alpredicador que afirma la significación ver-dadera de unos relatos postpascuales, si almismo tiempo ha de advertir que los he-chos relatados no han acontecido histó-ricamente? El hombre de antes y el de aho-ra, el creyente y el incrédulo, entienden in-comparablemente mejor el lenguaje tradi-cional del Catecismo, que afirma con todaclaridad la historicidad de aquellos hechossalvíficos, cumplidos por Cristo en el tiem-po que va de su Resurrección a su Ascen-sión (n. 659). Eso sí, la Iglesia habla de «elcarácter velado de la gloria del Resucita-do durante este tiempo […] Esto indica unadiferencia de manifestación entre la glo-

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ria de Cristo resucitado y la de Cristo exal-tado a la derecha del Padre. El aconteci-miento a la vez histórico y transcendentede la Ascensión marca la transición de unaa otra» (n. 660). Con un ejemplo, que seme ocurre. El apóstol Juan, con sus com-pañeros, come amistosamente con Jesúsresucitado, antes de su ascensión; perodespués de ésta, cuando en Patmos se leaparece el Cristo glorioso, es tal la impre-sión que le produce, que, según él cuenta,«así que le vi, caí a sus pies como muerto»(Ap 1,17). ¿Diferencia, no?

Todos los acontecimientos históricospostpascuales de Jesús narrados por elEvangelio acontecen en lugares y tiem-pos determinados. No serían históricosen otro caso. Y aquellos hechos que nohan tenido ninguna connotación «topo-gráfica y cronológica» no han existidojamás. Carecen, por tanto, de significa-ción alguna. No habría, pues, por quéincluirlos en el Credo. Pero están inclui-dos en el Credo que venimos confesan-do en la Iglesia desde casi veinte siglos.Lex orandi, lex credendi. Afirmamos enel Credo hechos históricos reales.

* * *–El licenciado José Antonio Pagola

(Añorga, Guipúzcoa, 1937), es sacerdo-te, profesor y autor, entre otras muchasobras, de Jesús. Aproximación históri-ca (PPC, Madrid septiembre 2007, 542páginas - 10ª ed. 2013, 574 pgs.). Ya heescrito sobre esta obra varios artículosde este blog (76-79 y 228-231). La con-clusión de mi último artículo dice: «Pa-gola niega la historicidad de la mayorparte de los dichos y hechos de Jesúsreferidos en los Evangelios. Acabaría élmucho antes si señalara en concreto cuá-les son en el Evangelio, a su juicio, laspalabras y hechos de Jesús que pode-

mos realmente calificar de históricos.Quizá –no es posible calcularlo con exac-titud– concediera historicidad a una dé-cima parte, probablemente menos, de lostextos evangélicos». Cito como ejemploalgunas páginas de su Jesús por la 4ª edi-ción.

Los Evangelios de la infancia de Jesús«más que relatos de carácter biográfico soncomposiciones cristianas elaboradas a laluz de la fe en Cristo resucitado» (39). «Je-sús vivió un período de búsqueda antes deencontrarse con el Bautista» (63). En elJordán, con el Bautista, se producirá «la“conversión” de Jesús… Para Jesús [¡alos 30 años de edad!] es un momento deci-sivo, pues significa un giro total en su vida»(73-74) [Sin este encuentro con Juan, ¡quéhubiera sido de Jesús!… Y de nosotros.]La vocación de los apóstoles «son histo-rias estilizadas siguiendo el esquema lite-rario de la llamada del profeta Elías a Eli-seo» (280). Los «relatos no describen lascuraciones de Jesús tal y como acontecie-ron exactamente; la repetición de ciertosdetalles nos sugiere cómo era recordadopor los primeros cristianos» (166). Lucasdice que acompañaban a Jesús varias mu-jeres (8,3), pero es «probablemente unacreación de este evangelista que anticipala conversión de esas “mujeres distingui-das” de las que hablará en Hechos de losApóstoles (17,4-12» (215). «Las noticiasde Marcos y de Juan, que presentan a losfariseos buscando la muerte de Jesús, noson creíbles históricamente» (338). Encuanto al lavado de piés en la última Cena,«la escena es probablemente una creacióndel evangelista, pero recoge de manera ad-mirable el pensamiento de Jesús [algo esalgo]» (368). «El terrible grito del “cruci-fícalo” es una deplorable dramatización in-geniada en las comunidades cristianas con-tra los judíos de la sinagoga… Estos rela-tos fantasiosos e irreales [¡de los Evan-gelios!] alimentaron contra el pueblo ju-dío la terrible acusación de “deicidio”; un

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arma letal que ha generado el antijudaísmoy ha provocado la persecución antisemita»(388-389). [Cuánto daño puede hacernosleer el Evangelio, creyendo en su histo-ricidad…]

En cuanto a los relatos de la Pasión, «esanoche no hubo una sesión oficial del Sa-nedrín» (378). Jesús fue condenado porblasfemo: «estamos ante una escena quedifícilmente puede ser histórica. Jesús noes condenado por nada de eso» (379). Na-rran los Evangelios la comparecencia deJesús ante Caifás y a las burlas sufridas enel Pretorio: «probablemente, tal como es-tán descritas, ninguna de estas escenas gozade rigor histórico» (393). María y variasmujeres con San Juan permanecen junto ala Cruz: «el hecho es poco probable»(404). Las siete palabras del Crucificado:«probablemente las primeras generacionescristianas no sabían con exactitud las pala-bras que Jesús pudo haber murmurado du-rante su agonía. Nadie estuvo tan cercacomo para recogerlas» (404). «Crossan veen estos textos [Isaías 53,12; Salmo 22,17]el origen de la escena narrada por los evan-gelios» (398). «Los primeros cristianosechan mano de los diversos modelos paraexplicar de alguna manera la “locura” de lacrucifixión. Lo presentan como un “sacri-ficio de expiación”, una “alianza nueva”entre Dios y los hombres sellada con lasangre de Jesús… [Pero] Jesús, por su par-te, no aparece tratando de influir en Dioscon su sufrimiento para obtener de él unaactitud más benevolente hacia el mundo. Anadie se le ha ocurrido decir algo pareci-do en las primeras comunidades cristianas»(442-443).

El sepulcro vacío: «se trata de un relatotardío… Todo parece indicar que no des-empeñó una función significativa en el na-cimiento de la fe en Cristo resucitado»(429). El lugar primero de las mujeres enlos relatos sobre el Resucitado parece du-doso: «no es fácil decir algo con seguri-dad» (231). «Los relatos evangélicos so-

bre las “apariciones” de Jesús resucitadopueden crear en nosotros cierta confu-sión» debido a su verismo realista: pero«no son relatos biográficos», «son “cate-quesis” deliciosas que»… (417). «La “as-censión” es una composición literaria ima-ginada por Lucas con una intenciónteológica muy clara» (428-9). [Vaticano II:lo que Jesús «hizo y enseñó realmente…hasta el día de la ascensión» (DV 19)].

La historicidad de una gran parte delos dichos y hechos de Jesús narradospor los evangelistas es negada por Pago-la con una notable facilidad, como unoque aparta con la mano las migas de unmantel: sin ningún problema, seguro deno hallar resistencia alguna. Ya la Comi-sión Episcopal española para la Doctrinade la Fe lo advertía en la Nota sobre sulibro Jesús, aproximación histórica (18-VI-2008):

1. b) «Desconfianza en la historicidadde los Evangelios [lo de desconfianza esun eufemismo del actual lenguaje eclesiás-tico]. Son frecuentes [casi continuas] en ellibro las referencias al carácter no histó-rico de muchas de las escenas evangéli-cas». c) «Aproximación a la historia des-de presupuestos ideológicos. La recons-trucción histórica realizada por el Autoralterna datos supuestamente históricos conrecreaciones literarias [suyas] inspira-das en la mentalidad actual… Los rela-tos evangélicos son adaptaciones poste-riores cuando desmienten la propia tesis[del Autor]; son históricos cuando con-cuerdan con ella».

* * *Aquellos biblistas y teólogos católicos,

que ignoran ampliamente en sus exége-sis la Tradición y el Magisterio, se atie-nen más bien a la exégesis que natu-ralistas y protestantes liberales han pro-movido desde mediados del XIX hasta

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nuestros días. Su originalidad mayor está,como en el caso de los modernistas, enque afirman hoy en el campo católico loque algunos sectores protestantes ense-ñaban hace ya mucho tiempo. Sin em-bargo, de forma injustificable, sus obrasse difunden ampliamente, a través de laseditoriales y librerías católicas, ocasio-nando ya muy pocos sobresaltos y refu-taciones, de tal modo que sus plantea-mientos se vienen enseñando en muchosSeminarios y Facultades, predicacionesy catequesis. No se les ha de creer. Másaún, se les debe combatir abiertamen-te, según la exhortación del Apóstol:«combate los buenos combates de la fe»(1Tim 6,12). Comenzaron con la SolaScriptura, y llegaron a la Sine Scriptura,porque la vaciaron completamente, sus-tituyendo la Palabra divina por palabrashumanas.

Con sus lamentables arbitrariedadesideológicas desprestigian a un tiempo laSagrada Escritura y los métodos elabo-rados modernamente para estudiarla einterpretarla, haciéndolos sospechosos,cuando en realidad los principales de ellos,aunque no estuvieran formulados en for-ma sistemática, han sido aplicados siem-pre en la Iglesia, como por ejemplo, porSan Jerónimo. Esos métodos, que dan fru-tos excelentes aplicados a la luz de la fe,puestos, por el contrario, al servicio de unaideología y abandonados a sí mismos, danfrutos venenosos. Sus exegetas son capa-ces de contarle los pelos a un conejo, y deno distinguir después un toro de una vaca.El Señor diría esto mismo con otras pala-bras, también fuertemente irónicas: «fil-tran un mosquito y se tragan un camello»(Mt 23,24). Son una plaga.

La Iglesia funda siempre su doctrinade la fe en el testimonio de los Após-toles y Evangelistas. Ellos aseguran converdad e insistencia que dan testimonio

de lo que han «visto y oído». San Juan,por ejemplo: «el que lo vio da testimo-nio, y su testimonio es verdadero: él sabeque dice verdad para que vosotroscreáis» (Jn 19,35; cf. Jn 1Jn 1,1-3; cf.Hch 4,20; 5,32; Catecismo 515). Nues-tra fe católica es apostólica, porque sefundamenta en la palabra de los envia-dos por Cristo a evangelizar. Y ellos nosaseguran: «no nos fundábamos en fábu-las fantasiosas cuando os dimos a cono-cer el poder y la venida de nuestro Se-ñor Jesucristo, sino en que habíamos sidotestigos oculares de su grandeza» (2Pe1,16).

Post post.–Las termitas son isópteros(isoptera del griego isos, «igual» y pteron,«ala»: «alas iguales»). Suelen llamarse hor-migas blancas, por su semejanza con lashormigas. Su nombre científico se refiereal hecho de que las termitas adultas pre-sentan dos pares de alas iguales. Son in-sectos sociales que construyen termiterosy que se alimentan de la celulosa conteni-da en la madera y sus derivados, como elpapel, en donde viven en simbiosis. Su ac-ción prolongada puede llegar a causardesde dentro la ruina total de libros, mue-bles o incluso de edificios.

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2. La exégesis protestante liberal

–Estos antecedentes explican «cómoestá el patio», el tema de su artículo ante-rior.

–Me asombra a veces la lucidez de algu-nos discernimientos suyos, conociendo yosu nivel intelectual.

Una degradación de la exégesis enel mundo protestante era previsible,una vez asentado por Lutero el principiodel libre examen de las Escrituras. Peroesa degradación se agravó de forma ex-trema en el siglo XIX, cuando la exége-sis se vió dominada por el pensamientofilosófico y teológico iniciado en el sigloXVIII, en el marco de la Ilustración. Fueentonces cuando la Sagrada Escrituradejó de ser sagrada para aquellos exege-tas que la comenzaron a corroer desdedentro como termitas. Y es que la Escri-tura no puede mantenerse separada de

la Tradición y el Magisterio: los tres for-man un triángulo equilátero, en el quecada lado sostiene a los otros dos (Vat.II, DV 10). Nunca pensó Lutero que de-jando sola a la Escritura, sola Scriptura,acabaría el luteranismo sine Scriptura,y lo mismo las otras antiguas confesio-nes de la Reforma: es decir, al borde dela extinción.

Los límites del blog me obligan a sin-tetizar al máximo la gran complejidad delos sistemas de pensamiento que lleva-ron al liberalismo exegético y teológicodel XIX, primero en el campo protes-tante y después en el modernismo naci-do en el campo católico. Pero aunquesea en forma precariamente simplifica-dora, esa síntesis previa conviene seña-larla.

En todo caso, podemos decir que to-dos los autores y sistemas de esa épocatienden a dar al pensamiento personalla primacía sobre la realidad objetiva.Es, pues, en este tiempo cuando el con-cepto mismo de la verdad, como ade-

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cuación de la mente a la realidad (adæ-quatio intellectus ad rem), sufre una in-versión total de incalculables consecuen-cias. Incalculables entonces: ahora lasconocemos en la cultura presente. Vin-cularé esta síntesis a unos pocos Auto-res, primero del área protestante, y en elsiguiente artículo del área modernista.

Kant, Emmanuel (Königsberg 1724-1804), educado en una secta pietista pro-testante, sin salir nunca del territorio deKönigsberg, dedicado a la filosofía comoprofesor de lógica y metafísica, y sin serpropiamente teólogo, viene a ser quizáel inspirador principal de la revoluciónteológica del XIX. Pretende liberar alhombre del estado infantil de su razón,que apoya siempre su ejercicio en datosexteriores, como la religión. Advierte, sinembargo, que la razón puede llegar a co-nocer su pensamiento, el fenómeno, porno la realidad, el ser en sí. La verdad kan-tiana es la conformidad del pensamientoconsigo mismo. Después de sus dos li-bros sobre la La Crítica de la razón,pura y práctica, publicó La religión den-tro de los límites de la sola razón (1793).En esta obra se halla una de las raícesprincipales de la exégesis desmitologiza-dora del Nuevo Testamento, y especial-mente de los Evangelios.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich(Stuttgart 1770-1831), partiendo de Kant,elabora una nueva filosofía, afirmandoel cambio progresivo universal y perma-nente. Como ya había enseñado Herá-clito, el ser propiamente no es: todo esun puro cambio. Lo racional es lo real ylo real es lo racional. La historia es nece-sariamente progresiva, de tal modo quetodo lo que procede de otra cosa es ne-cesariamente superior a ella: todo lo an-terior es inferior. Y el proceso dialéctico

es capaz de superar las contradiccionesdel progreso en tres fases que se alter-nan siempre: tesis-antítesis-síntesis. Diosno existe antes que el hombre, sino quees el fruto del pensamiento de éste. Elpanteísmo ateo de Hegel señala, pues,un Deus in fieri, siempre en potencia, queaún no lo es y que jamás llegará a serlo.La religión hegeliana es pura intelectua-lidad panteísta, que se mantiene integra-da en la filosofía y superada por ésta.

Es de notar que todos los filósofos dela Ilustración germánica –Kant, Fichte,Schelling, Hegel, Nietzsche, Feuerbach,Marx– atacan la religión, combatiendo laidea de un Dios transcendente. La Revela-ción cristiana es mero producto de la ima-ginación de los creyentes. Y es evidenteque, de un modo u otro, toda la exégesis yteología liberal, protestante o modernista,tiene su origen principal en estos autores,al menos en el ambiente mental creado porellos.

La exégesis racionalista crítica, exi-gida por la filosofía y la teología libe-ral, se inicia a comienzos del siglo XIXy combate directamente todo lo que acer-ca de la Sagrada Escritura había sido pro-fesado hasta entonces tanto por la fe ca-tólica como por la creencia luterana. Losfilósofos de la Aufklärung ya dejaronestablecido firmemente que Dios era unamera proyección de la mente humana, yque los Evangelios eran un conjunto derelatos inaceptables en lo que referíande Jesús y especialmente de sus preten-didos milagros. El principio racional na-turalista es inexorable: todo lo que se afir-me por encima o por fuera de las leyesnaturales no ha existido, «no pudo ser».Pueden ellos admitir –hasta ahí alcanzasu tolerancia– que algunos acepten y to-men como camino de su vida el Evange-lio; pero siempre que reconozcan que en

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él todo es puro símbolo, expresionesmetafóricas y relatos míticos.

No hay, lógicamente, unanimidadentre los exegetas críticos liberales, perosí es cierto que parten todos más o me-nos de unas premisas filosóficas seme-jantes y tienen una oriantación común.Incluso es relativamente frecuente queentre unos y otros tengan combates po-lémicos en ocasiones muy fuertes. Re-cordaré algunos nombres más significa-tivos.

Reimarus, Hermann Samuel (1694-1768) inició a mediados del XVIII lo quepodríamos llamar la búsqueda del Jesúshistórico. Según él no fue Jesús un Me-sías transcendente y salvador universal,sino un predicador profético-político, queno consiguió atraer al pueblo y que fueajusticiado. La obra de Reimarus se ade-lantó a su tiempo y tuvo un efecto muyreducido. No dejó discípulos, y solamen-te una parte de las 4.000 páginas de susescritos fue publicada después de sumuerte por Lessing. En esa obra póstu-ma se comprueba que Reimarus no creíani en milagros, ni enla divinidad de Cris-to, y que para él losEvangelios eran so-lamente un conjun-to de relatos inven-tados por los discí-pulos de Jesús ypuestos por escritomuy tardíamente.Escribe:

«Hasta treinta osesenta años des-pués de la muerte deJesús no se comen-zó a escribir un re-lato de sus milagros:y esto se hizo en una

lengua que los judíos no conocían. Y todoesto ocurría en un tiempo en que […] vi-vían ya muy pocos de los que habían cono-cido a Jesús. Nada, por tanto, más fácil paralos autores de los evangelios que inventartantos milagros como quisieron, sin mie-do a que sus escritos fuesen refutados».

Lessing, Gotthold Ephraim (1729-1781) es uno de los principales escrito-res alemanes de la Ilustración, y junto asus dramas y ensayos, trató también detemas filosófico-religiosos. En el mundoprotestante fue uno de los primeros endudar de la veracidad de la Biblia, y pro-pugnaba un «Cristianismo de la Razón»,ajeno a revelaciones divinas y sobrenatu-ralidades, lo que le atrajo numerosas crí-ticas.

Strauss, David Friedrich (1808-1874), que estudió para ser pastor, fuealumno de Schleiermacher, Friedrich(1768-1834), iniciador de la teología dela experiencia, que entendía la fe antetodo como un sentimiento. Pero se vióinfluido sobre todo por Baur, FerdinandChristian (1792-1860), fundador de laescuela de Tubinga, a quien siguió en

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1825. Siendo Strauss profesor en el se-minario luterano de Tubinga, escribiómuy joven la Vida de Jesús (1835), quequizá en el ámbito protestante, especial-mente en el luterano, fue el libro que másprofundamente marcó la exégesis con lasclaves del racionalismo crítico. En él que-da claramente contrapuestos el Jesús his-tórico y el Cristo de la fe.

Los Evangelios no son literatura histó-rica, sino mitos creados por una comuni-dad cristiana, que evoluciona su idea enconstante progreso, y que son puestos porescrito muy tardíamente, hacia fines delsiglo II. Un conjunto numeroso de relatoslegendarios vienen a enterrar definitiva-mente los hechos históricos ciertos. Losdogmas no son verdades reveladas porDios, sino generadas en una historia de lascomunidades cristianas, que debe ser es-tudiada simplemente por el método histó-rico y crítico. El Jesús de Strauss, con elescrito Sobre la religión: discursos a laspersonas cultivadas entre sus detracto-res (1799) de Schleiermacher, fueron dosobras de gran influjo, que suprimen toda labase histórica de la fe cristiana, reducien-do los Credos a puros mitos ideológicosen permanente evolución.

Este miticismo exegético fue apoyadoen Alemania por Ritschl, Albrecht(1822-1889). En Francia halló un grandifusor en Renan, Joseph Ernest (1823-1892), filólogo e historiador del raciona-lismo liberal. Su obra La vida de Jesús(1863) tuvo un influjo muy notable enlos medios cultos de su época. Tambiénfue importante el influjo de Sabatier,Louis-Auguste (1839-1901), teólogocalvinista: Esbozo de una filosofía de lareligión según la psicología y la histo-ria (1897). Quiso reconciliar en sus es-tudios la ciencia y la fe cristiana, pero sefue alejando de ésta cada vez más, aun-que siempre vió el cristianismo como el

culmen de la historia de las religiones.Los dogmas cristianos, sin embargo, enla evolución imparable de la religión, sehacen obsoletos, pierden su significación,y quedan reducidos a fórmulas vacías.

Harnack, Adolf von (1851-1939),teólogo luterano, reacciona en contra dela tendencia mitológica de la exágesis yde la teología, y partiendo de premisasracionalistas y positivistas, pretende pu-rificar de dogmas el Evangelio estudián-dolo simplemente por el método históri-co-crítico. Los dogmas, ya desde el si-glo II, van construyéndose según el es-píritu griego sobre el suelo de Evangelio,llegando a ocultarlo. La recuperación delverdadero cristianismo exige una deshele-nización del cristianismo, centrándolo enel Reino, la paternidad de Dios, la digni-dad del hombre y el mandamiento delamor.

Bultmann, Rudolf (1884-1976), teó-logo protestante, rechaza como fuenteshistóricas los Evangelios, aceptando lascríticas exegéticas liberales de autoresprecedentes. Para él todo o casi todo enel Evangelio es creación de la comuni-dad cristiana primitiva. Por eso, recono-ciendo la imposibilidad de llegar al Jesúshistórico, se centra en el Cristo de la fe,pero de una fe que rechaza totalmente ladogmatización helenizante del cristianis-mo, iniciada ya muy pronto en la Iglesia.Bultmann afirma la necesidad, en primerlugar, de una reinterpretación total delEvangelio, que exige una desmitologi-zación plena de ellos, eliminando de suspáginas todos los aspectos sobrenatura-les. Y al mismo tiempo es preciso libe-rarlos de la sujeción a los dogmas de laIglesia, reinterpretándolos en una claveexistencialista, que el Autor asume enbuena parte de la filosofía de Heidegger.

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Las tesis bultmannianas alcanzaron enla primera mitad del siglo XX una ciertaprimacía en el mundo de la exégesis y dela teología protestante. E incluso a partirde mediados del siglo pasado, llegaron ainfluir, hasta el día de hoy, en una buenaparte de los exegetas y teólogos católi-cos. La posición de Bultmann, como lade la mayoría de los autores protestan-tes, aunque todos ellos por diversos ca-minos teóricos, lleva necesariamente aun fideismo cristiano, que destruyecríticamente la historicidad de los Evan-gelios, y al mismo tiempo asume acrítica-mente el pensamiento predominante dela época, en el caso de Bultmann, la an-tropología heideggeriana. Y así es comose llega al horror máximo: la palabrahumana silencia la Palabra divina re-velada, la oculta y la sustituye.

El liberalismo protestante encuen-tra ya a comienzos del siglo XX críti-cos notables en su propio mundo. Au-tores como el suizo Barth, Karl (1886-1968) o como el alsaciano Schweitzer,Albert (1875-1965), entre otros varios,rompen con esas orientaciones exegéticasy teológicas ampliamente imperantes enel siglo XIX.

Schweitzer afirma que el gran interésmostrado hasta entonces por la historia deJesús y de los Evangelios, en los principa-les autores protestantes o agnósticos, ibadirigido a un fin muy preciso: «la investi-gación histórica sobre la vida de Jesús nonació de un interés puramente histórico,sino que más bien buscaba en el Jesús dela historia una ayuda en la lucha contrael dogma, por liberarse del dogma» (In-vestigaciones sobre la vida de Jesús,EDICEP, Valencia 1990,

Los criterios principales del protes-tantismo liberal en la exégesis ya loshe ido señalando al exponer el pensa-

miento de varios autores más significati-vos. Sus exegetas, más o menos, no to-dos en el mismo grado y modo, por su-puesto, todos piensan y enseñan segúnlos seis criterios que siguen:

1.–Una pésima filosofía está en la raízde las exégesis liberales protestantes; seala de Kant, Hegel, Heidegger u otros au-tores: todos ajenos al realismo metafísi-co de la filosofía verdadera. Los princi-pios que fundamentan la arbitrariedadfalsa de la exégesis protestante liberal noson científicos –el método histórico-crí-tico y otras vías igualmente legítimas deinvestigación hermenéutica de la Biblia–,sino filosóficos. Establecen como crite-rios una teoría del conocimiento, unametafísica, una antropología que son fal-sos.

2.–Mitos, leyendas, creaciones de tra-diciones populares constituyen la tramaconstante de los Evangelios. No puedehallarse en ellos información histórica,aunque a veces lo aparenten, sino rela-tos que expresan doctrinas e ideales, ilu-siones e invenciones devocionales.

3.–No es Dios el autor principal delos Evangelios, sino los hagiógrafos hu-manos y las comunidades cristianas enlas que viven, sujetas, como todo lo mun-dano, a una inexorable evolución conti-nua. Los conceptos de inspiración y deinerrancia quedan, pues, ya sin validezreal.

4.–Lo sobrenatural no puede introdu-cirse y actuar en lo natural, cuyo mun-do está herméticamente cerrado en símismo. Los milagros, las apariciones deCristo resucitado, etc. no fueron reales ehistóricas, porque, simplemente, «no pu-dieron darse». Y lo que no puede ser esimposible. Punto.

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5.–Los Evangelios y demás textos neo-testamentarios fueron escritos tardía-mente. No son relatos directos de testi-gos presenciales de ciertos hechos, sinocomposiciones literarias publicadas bas-tante tiempo después de los mismos he-chos referidos, cuando ya apenas que-dan testigos que pudieran desmentir losrelatos.

6.–La exégesis bíblica, para ser cientí-fica, ha de limitarse a los métodos analí-ticos naturales: filología, géneros litera-rios, exámenes críticos de historicidad,etc., dejando a un lado por principio todareferencia a la Tradición cristiana exe-gética y al Magisterio apostólico; más aún,prescindiendo totalmente de la fe.

Bastan estos seis principios, aunquehay más, para caracterizar las coordena-das mentales que enmarcan la exégesis,y consiguientemente la teología, del pro-testantismo liberal. Estos criterios, porotra parte, vienen a ser los mismos en elmodernismo nacido en el campo de laIglesia Católica, como veremos, Dios me-diante, en el próximo artículo.

Post post.–En algunas Iglesias localesson muchos los católicos, sobre todo en-tre los sacerdotes, religiosos y laicos másilustrados, que se ven afectados por la men-talidad protestante liberal descrita, comopuede apreciarse en Seminarios y Faculta-des, homilías y catequesis. Y si no se locreen, vean ustedes «cómo está el patio»(238). La alternativa es única: reforma oapostasía.

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18 Los Evangelios son verdaderos e históricos

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3. La exégesis modernistaEncíclica Providentissimus

–Más de lo mismo...–No. Ya pasamos del protestantismo li-

beral al modernismo.

–El modernismo tiene antecedentesmúltiples, como ocurre con todos losgrandes movimientos históricos. Y asícomo no podemos entender nada del pre-sente si no conocemos sus antecedentes

del pasado, tampoco podemos conocerlos acontecimientos del pasado si igno-ramos su historia precedente. Señalo,pues, muy brevemente algunos hechosque preparan el surgimiento a fines delsiglo XIX del modernismo en campo ca-tólico.

El liberalismo del siglo XIX, en su ex-presión protestante, que ya vimos; Kant,Hegel, Baur, Strauss (239), y en sus deri-vaciones católicas, por ejemplo, la del sa-cerdote Hugues-Félicité de Lamennais(1782-1854, apologista de la Iglesia, quemurió fuera de ella). El evolucionismo deCharles Darwin (1809-1882), que en Elorigen de las especies (1859) explica enclave evolucionista el origen del hombre.

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19José María Iraburu

La encíclica de Pío IX Quanta cura(1864), acompañada del Syllabus, que con-dena en 80 proposiciones los errores desu tiempo, muchos de los cuales integranel modernismo. El racionalismo relativistade la Escuela Superior de Teología, crea-da en París (1878). Es notable que ya en1881 Henri Xabier Perin (1815-1905),profesor de la universidad católica de Lo-vaina, en su obra Le Modernisme dansl’Église d’après les lettres inédites de La-mennais (París 1881), describe muy tem-pranamente el modernismo; lo entiendecomo un intento de «eliminar a Dios detoda la vida social». Muchas de las doctri-nas reprobadas por Pío IX, o éstas que ve-remos en seguida señaladas en la Pro-videntissimus, serán más explícitamentedenunciadas por San Pío X como «erroresdel modernismo» tanto en el decreto delSanto Oficio Lamentabili (1907), comoen la encíclica Pascendi (1907).

–El protestantismo liberal y el mo-dernismo católico son primos herma-nos. Se desarrollan casi al mismo tiem-po, y su raíces filosóficas vienen a serlas mismas. Kant niega la posibilidad deconocer la realidad en sí misma, y en-tiende la verdad no como una adecua-ción de la mente a la realidad, sino comola conformidad del espíritu consigo mis-mo. Hegel lleva al extremo los plantea-mientos kantianos, estableciendo un pan-teísmo evolucionista, según el cual Diosno preexiste al hombre, sino que es elfruto del pensamiento de éste. No exis-te, pues, un Dios transcendente. La Re-velación cristiana y la religión que fun-damenta no son sino una creación pro-gresiva de los creyentes.

Pues bien, toda la filosofía, la exégesisy la teología liberal, sea protestante o mo-dernista, tiene su origen en estos auto-res y en otros que les son próximos: siem-pre se desarrolla dentro de un idealismo

fundamental, en el que el pensamientoprevalece sobre la realidad. En el casodel modernismo, surgido entre los cató-licos en la segunda mitad del siglo XIX ycomienzos del XX, conviene señalartambién el notable influjo del evolucio-nismo bergsoniano.

Bergson, Henry (1859-1940), nace enParís en una familia judía. Tuvo Bergsonintención de convertirse al catolicismo,pero renunció a ello por no separarse delos judíos, entonces perseguidos. Sus dosobras fundamentales son La evolucióncreadora (1907) y Las dos fuentes de lamoral y de la religión (1932). Su filoso-fía depende de Kant, Spencer, Darwin,entre otros, al mismo tiempo que pre-tende explicar la evolución biológica dis-tanciándose del racionalismo kantiano ydel materialismo darwiniano. El absolu-to, la realidad, es el puro cambio. El serno es, todo es puro cambio. La realidaddel universo es la vida misma, abierta,imprevisible, que el impulso vital va de-sarrollando en creaciones sucesivas. Laevolución creadora es la clave fundamen-tal del universo, y ese impulso vital po-tentísimo y creador puede definirse comoDios.

«Dios es vida incesante, acción, liber-tad. La creación, así concebida, ya no esun misterio, la experimentamos en noso-tros mismos desde que actuamos libre-mente… Ya no hay que hacer intervenir unafuerza misteriosa. Hay que desarraigar elprejuicio de que el acto creador se da enbloque en la esencia divina. Un Dios asídefinido no ha hecho absolutamente nada».

Es preciso negar conceptos tan estáti-cos como substancia y como causa, puesel principio del movimiento vital absolu-to puede integrar el principio de contra-dicción, sin ajustarse a la lógica. El mi-lagro, entendido como momentánea de-

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rogación de leyes naturales, es impensa-ble en este marco de pensamiento, queexcluye del mundo la substancia, la cau-salidad, la permanencia de un orden na-tural. El dogma tampoco es posible enestas coordenadas mentales de la evolu-ción creadora: los dogmas sólo puedenentenderse como fabulaciones produci-das por la imaginación emotiva de loscreyentes, siempre abierta a desarrolloso incluso cambios imprevisibles. No po-dría ser de otro modo, ya que el absolu-to real es incognoscible por la razón –Kant al fondo–, aunque sí es conocidopor una facultad profunda del hombre:la intuición, la emoción creadora, la ima-ginación, la conciencia… Facultad ver-daderamente misteriosa, que ni siquieraLe Roy, más elocuente, nos explica enforma inteligible.

Le Roy, Édouard (1870-1954) ), cató-lico, alumno de Bergon y sucesor suyo enel Colegio de Francia, escribe: «Adentré-monos un poco más en los repliegues re-cónditos de las almas. Nos encontramosen esas regiones de crepúsculo y de sueñodonde se elabora el yo, de donde brota lamarea que se encuentra en nuestro interior,en la intimidad tibia y secreta de las tinie-blas fecundas donde se estremece nuestravida naciente. Las distinciones han desapa-recido. La palabra ya no vale. Se oyen bro-tar misteriosamente las fuentes de la con-ciencia» (???). Este autor delirante dicetambién que el absurdo es el mismo fondode toda la realidad del universo: «¿Qué esel cambio sino una sucesión perpetua decosas contradictorias que se funden… enlas profundidades supralógicas?» (???). Loque sigue se entiende bien: «¿Hay verda-des eternas y necesarias? Es dudoso. Axio-mas y categorías, formas del entendimientoo de la sensibilidad: todo eso cambia y evo-luciona; el espíritu humano es plástico ypuede cambiar sus deseos más íntimos».

O sea que «no es dudoso»: no hay verda-des eternas y necesarias.

Los escritos de Teilhard de Chardin(1881-1955), de los que ya traté (27),muestran una tonalidad semejante a losde este mundo mental que pasa del rea-lismo al idealismo. Unos y otros autoresestán más cerca de la literatura que de lafilosofía o de la teología. Conviene re-cordar que Bergson fue presidente de laComisión Intelectual de la Sociedad deNaciones, y recibió el premio Nobel «deliteratura» en 1928. Los dos datos sonsignificativos.

Blondel, Maurice (1861-1949), tam-bién católico, con su personal filosofía (LaAcción, 1893), confunde el orden naturaly el sobrenatural, pretendiendo unir elinmanentismo con la religión cristiana so-brenatural, en un empeño absolutamenteimposible: «Hay una noción que el pensa-miento moderno, con una susceptibilidadcelosa, considera como la condición mis-ma de la filosofía: es la noción de inma-nencia, es decir, que nada puede entrar enel hombre que no salga de él y no corres-ponda, de alguna forma, a una necesidad deexpansión [Kant al fondo]. Ni como hechohistórico, ni como enseñanza tradicional,ni como obligación impuesta desde fuera,no hay para él verdad que cuente y precep-to admisible que no sea, de alguna manera,autónomo y autóctono». La fe no es, pues,la aceptación de una verdad comunicada poruna autoridad exterior, sino, más bien, laexpresión de un sentimiento interior reli-gioso. El apostolado misionero, por su-puesto, es superfluo, no tiene sentido.

Laberthonnière, Lucien (1860-1932),sacerdote católico del Oratorio, fue unode sus principales discípulos. Rechazandolos dogmas y todo sistema cerrado de ver-dades, él también se une a los filósofosmodernos que, como decía, «reclaman unaverdad que tenga la característica de serinmanente, es decir, que puedan encontrar

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en sí mismos». Por tanto, es necesario quelas doctrinas inmanentistas y la autonomíadel espíritu humano se apliquen también enel campo de la fe.

Parece increíble que la basura deestas filosofías modernas atrajera a nopocos católicos, influyendo sobre todoen los más ilustrados; y es más increíbleaún que todavía perdure su influjo en nopocos. Apenas se alcanza a comprenderque un cristiano vivo en la fe, por la queparticipa de la sabiduría de Dios, seavulnerable a filosofías tan aberrantes. Merecuerda el caso de un Nicolás Malebran-che (1638-1715), sacerdote oratoriano,elaborador de uno de los engendros filo-sóficos más impresentables, como fue elocasionalismo.

Es fácil ver que los innumerables erro-res de los modernistas proceden funda-mentalmente de las pésimas filosofíasde Kant, Hegel y Bergson. La aplica-ción que hacen los modernistas de talesprincipios filosóficos causan en la exé-gesis y la teología de antes y de ahoraverdaderos estragos. Lo comprobaremosmás exactamente fijándonos sólo enLoisy, su principal representante.

Loisy, Alfred (1857-1940) entra muyjoven en el Seminario de Châlons, abo-rrece la escolástica, se acerca al libera-lismo de Lamennais, y yacuando es ordenado sacer-dote (1879) está afectadopor grandes dudas en la fe.En el Instituto Católico deParís se especializa en cul-tura oriental. Conoce a Er-nest Renan, que en esosaños destruía en el Colegiode Francia las Escrituras sa-gradas; a Louis Duchesne,a Laberthonnière, al barón

católico Von Hügel. Es iniciado en elkantismo, y piensa que la filosofía críti-ca ha destruido los fundamentos racio-nales de la fe, sobre todo en la idea deun Dios personal. La verdad, la Iglesia,todo evoluciona. Si los cristianos no si-guen la dinámica de la evolución, que-dan sin vida, más aún, caen en el error.Por eso Loisy confiesa su propósito fun-damental: «nuestra actitud religiosa estáregida por el único deseo de ser uno conlos cristianos y católicos que viven enarmonía con el espíritu de los tiempos».

Logra Loisy en el Instituto Católico lacátedra de hebreo (1882) y la de Anti-guo Testamento (1889). Es destituído desu cátedra por exigencia de los Obisposfranceses (1893). Ejerce en Neuilly co-mo capellán y profesor de religión, ypublica numerosas obras, casi todas so-bre temas bíblicos, siempre en la líneade la exégesis protestante liberal; entreellas destaca El Evangelio y la Iglesia(1902). Cuando fue excomulgado (1908),hacía ya muchos años que había perdi-do la fe, y así lo reconoce en Cosas delpasado (1912). Consigue la cátedra deHistoria de las Religiones en en el Cole-gio de Francia, y con gran ánimo, dignode mejor causa, intenta relanzar nada me-nos que la «religión de la humanidad»

de Augusto Comte. Actual-mente, Hans Küng o Leo-nardo Boff han tenido unaderivación semejante. Todaslas obras de Loisy fueron in-cluidas en el Índice (1932).

Sus tesis principales yalas hemos conocido al re-cordar a autores comoStrauss, y a otros más recien-tes o incluso actuales. Nomerece la pena que nos alar-

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22 Los Evangelios son verdaderos e históricos

guemos en describirlas. Los relatos evan-gélicos no son Palabra inspirada por Dios,sino creaciones de las comunidades cris-tianas primeras. La historicidad de losEvangelios se queda casi en nada; no sonmás que ideologizaciones devocionales.Uno es el Jesús histórico, otro el Cristode la fe. El Jesús primero no tiene inten-ción alguna de fundar una Iglesia. Losdogmas, por el mero hecho de presen-tarse inmutables, son falsos. Etc. Puesbien, junto a ésos y a otros muchos erro-res graves, están siempre operantes enLoisy, como raíces, las filosofías idea-listas ya aludidas. El desarrollo evoluti-vo y el principio vital creador –Bergsony Blondel– fueron la principal herramien-ta mental empleada por Loisy para des-truir los Evangelios y la fe católica. Eneste sentido, hay que reconocer que enalgunos aspectos el modernismo «cató-lico» va más allá de ciertas versiones delprotestantismo radical. En el modernis-mo todo es devorado por el impulso evo-lutivo, de tal modo que las palabras tra-dicionales de la fe, aunque se manten-gan a veces, cambian totalmente de sen-tido.

Loisy: «La tradición sinóptica revela untrabajo de idealización progresiva, de in-terpretación simbólica y dogmática». «Unatradición que, como la que tiene por obje-to los milagros de Jesús, es inevitable-mente legendaria… Dios no intervieneen la historia». «La idea común de la Re-velación es una mera niñería». «Mi ar-gumentación contra Harnack implica unacrítica de las fuentes evangélicas, más ra-dical en varios puntos que la del teólogoprotestante; y, por otro lado, mi defensa dela Iglesia romana [frente a él] implicabaasimismo el abandono de las tesis absolu-tas que profesa la teología escolástica[Trento, Vaticano I] respecto de la institu-ción formal por Cristo de la Iglesia y de

sus sacramentos, la inmutabilidad de losdogmas y la naturaleza de la autoridadeclesiástica… Insinué, discreta pero real-mente, la [necesidad de] una reforma esen-cial de la exégesis bíblica, de toda la teolo-gía y aún del catolicismo en general» (¡-!).

Fiel al ignorantismo de Kant, que nie-ga la posibilidad de conocer la realidaden sí misma (el Jesús histórico, incog-noscible), pasa Loisy al egologismo idea-lista (al Cristo de la fe, el idealizado porla comunidad primitiva). Y no tienen nin-gún problema en reconciliar los contra-rios, Jesús/Cristo, en el impulso evoluti-vo de la Iglesia y de los dogmas… Berg-son se atreve a emplear en algún escritola expresión «panteísmo ortodoxo». Pa-recería una boutade, pero los eclesiásti-cos modernistas siguieron, como Loisy,esa orientación. Rechazando la verdadinmutable de los dogmas, no llegan en elcamino de la fe más allá de un conoci-miento (?) sentimental de Dios, al estilode Schleiermacher, o de un pensamientoevolutivo, relativista, simbolista, siemprecambiante e incierto. Y en este sentidoentienden que el dogmatismo de la fecatólica es un obstáculo para el desa-rrollo intelectual de la humanidad.

Éstos vienen a ser los pensamientos –más bien habría que decir las «pensa-ciones»–, que expresa Le Roy, contempo-ráneo de Loisy y discípulo de Bergson:«Creemos que la verdad es vida y, por lotanto, movimiento y crecimiento antes quetérmino. Todo sistema, desde que lo ce-rramos y lo erigimos así en absoluto, seconvierte en error. La verdad, en cuantobien del hombre, no es más inmutable queel hombre mismo. Evoluciona con él, enél y por él; y eso no impide que sea la ver-dad para él; es más, sólo lo es con esta con-dición».

George Tyrrel (1861-1909), de fami-lia calvinista, se convirtió al catolicismo

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(1879) y entró en la Compañíade Jesús, donde fue ordenadosacerdote (1891). Muy pronto(1905), adhiriéndose al moder-nismo, manifestó en sus escri-tos, que fueron numerosos, lafalsedad de los dogmas católi-cos inmutables, porque no seadaptaban al pensamiento evo-lutivo de la historia. Así comoel judaísmo pasó a la Iglesia,ésta debía ahora dar paso a nue-vas formas de religiosidad. Tyrrel fue sus-pendido a divinis, la Compañía de Jesúslo expulsó, y la Santa Sede le privó de lossacramentos (1907).

* * *León XIII, en la encíclica Providen-

tissimus Deus, sobre los estudios bíbli-cos (1893), impugna las exégesis de losprotestantes liberales y de los que poresos años, en el campo católico, comen-zaban a ser llamados modernistas, aun-que no usa el término. Unos y otros, par-tiendo de premisas filosóficas semejan-tes y de críticas análogas, destruían lasSagradas Escrituras. El Papa analiza loserrores exegéticos y teológicos de su tiem-po, y lo hace muy pronto, si tenemos encuenta las fechas de los autores que, dehecho, son combatidos por ella, aunqueno los nombre: Kant (+1804), Hegel(+1831), Scheleiermacher (+1834), Baur(+1860), Strauss (+1874), Harnack(1851-1939), Bergson (1859-1940),Blondel (1861-1949: La Acción, 1893),) Laberthonnière (1860-1932), Loisy(1857-1940: destituido de su cátedra,1893). En buena parte, esta gran encí-clica se basa en la obra La Biblia y laCiencia (1891) del dominico CeferinoGonzález (1831-1894), cardenal y arzo-bispo de Sevilla, notable filósofo, teólo-go e historiador.

(21) «Como antiguamentehubo que habérselas con los[protestantes luteranos] que,apoyándose en su juicio parti-cular…, afirmaban que la Es-critura era la única fuente derevelación y el juez supremo dela fe [libre examen - sola Scrip-tura], así ahora nuestros princi-pales adversarios son los ra-cionalistas, que, hijos y here-deros, por decirlo así, de aqué-

llos, y fundándose igualmente en su propiaopinión, rechazan abiertamente aun aque-llos restos de fe cristiana recibidos de suspadres. Ellos niegan, en efecto, toda di-vina revelación o inspiración; niegan laSagrada Escritura; proclaman que todasestas cosas no son sino invenciones y ar-tificios de los hombres; miran a los librossantos, no como el relato fiel de aconte-cimientos reales, sino como fábulas inep-tas y falsas historias. A sus ojos no hanexistido profecías, sino predicciones for-jadas después de haber ocurrido los he-chos, o presentimientos explicables porcausas naturales; para ellos no existen mi-lagros verdaderamente dignos de estenombre, manifestaciones de la omnipoten-cia divina, sino hechos asombrosos, en nin-gún modo superiores a las fuerzas de lanaturaleza, o bien ilusiones y mitos; losevangelios y los escritos de los apóstoleshan de ser atribuidos a otros autores».

Exhorta León XIII al Episcopado aque a tan graves errores modernistas«se oponga la doctrina antigua y verda-dera que la Iglesia ha recibido de Cristopor medio de los apóstoles, y surjan há-biles defensores de la Sagrada Escritu-ra para este duro combate» (23), queexige el dominio de las mismas armasmetodológicas usadas por los adversa-rios.

(29) En los libros de la Sagrada Escritu-ra, «por obra del Espíritu Santo, se ocultagran número de verdades que sobrepu-

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jan en mucho la fuerza y la penetraciónde la razón humana…, de manera quenadie puede sin guía penetrar en ellos.Dios lo ha querido así (ésta es la opiniónde los Santos Padres) para que los hom-bres los estudien con más atención y cui-dado, …y para que ellos comprendan so-bre todo que Dios ha dado a la Iglesialas Escrituras a fin de que la tengan porguía y maestra en la lectura e interpreta-ción de sus palabras. [Ya los Padres, Trento,el Vaticano I han enseñado que] “en las co-sas de fe y costumbres que se refieren a laedificación de la doctrina cristiana ha deser tenido por verdadero sentido de laEscritura Sagrada aquel que tuvo y tie-ne la santa madre Iglesia, a la cual co-rresponde juzgar del verdadero sentido einterpretación de las Santas Escrituras; y,por lo tanto, que a nadie es lícito interpre-tar dicha Sagrada Escritura contra tal sen-tido o contra el consentimiento unánimede los Padres” [Vat. I]».

Escritura, Tradición y Magis-terio se exigen y potencian mu-tuamente: son inseparables.Toda contradicción entre ellosproduce necesariamente el error(cf. Vat. II, Dei Verbum 10). Diosayuda al Magisterio apostólico,guiándolo hacia la verdad com-pleta (Jn 16,13), con la luz queda a los santos, a los teólogos yescrituristas y a su pueblo santo.Por eso el Papa Léon XIII, asícomo promueve una renovaciónde los estudios filosóficos yteológicos, impulsa también elcultivo de todos los estudiosbíblicos: lenguas orientales, filo-logía, exégesis, análisis históricos,arqueología, etc. (24-40).

(40) «Importa también, por lamisma razón, que los susodichosprofesores de Sagrada Escritura seinstruyan y ejerciten más en la

ciencia de la verdadera crítica; porque,desgraciadamente, y con gran daño para lareligión, se ha introducido un sistema quese adorna con el nombre respetable de“alta crítica”, y según el cual el origen,la integridad y la autoridad de todo li-bro deben ser establecidos solamenteatendiendo a lo que ellos llaman razo-nes internas. Por el contrario, es eviden-te que, cuando se trata de una cuestión his-tórica, como es el origen y conservaciónde una obra cualquiera, los testimonioshistóricos tienen más valor que todos losdemás y deben ser buscados y examinadoscon el máximo interés; las razones inter-nas, por el contrario, la mayoría de las ve-ces no merecen la pena de ser invocadassino, a lo más, como confirmación. Deotro modo, surgirán graves inconvenientes:los enemigos de la religión atacarán la au-tenticidad de los libros sagrados…; estegénero de “alta crítica” que preconizan con-ducirá en definitiva a que cada uno en la

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interpretación se atenga a sus gustos y asus prejuicios. De este modo, la luz quese busca en las Escrituras no se hallará…Y como la mayor parte están imbuidosen las máximas de una vana filosofía ydel racionalismo, no temerán descartarde los sagrados libros las profecías, losmilagros y todos los demás hechos quetraspasen el orden natural».

La inspiración divina que asiste alos hagiógrafos al escribir las Escritu-ras excluye todo error, pues hace queDios sea el Autor principal de esos tex-tos sagrados, y los autores inspirados,causas instrumentales, que, con la mar-ca propia de su cultura, personalidad,temperamento y lenguaje, escriben todoy solo lo que Dios les inspira.

(45) «…puede suceder que el sentidoverdadero de algunas frases [de las Escri-turas] continúe dudoso; para determinarlo,las reglas de la interpretación serán degran auxilio [por eso, porque el Papa así locree, promueve los estudios bíblicos]; perolo que de ninguna manera puede hacersees limitar la inspiración a solas algunaspartes de las Escrituras o conceder queel autor sagrado haya cometido error…En efecto, los libros que la Iglesia ha reci-bido como sagrados y canónicos, todos eíntegramente, en todas sus partes, hansido escritos bajo la inspiración del Es-píritu Santo; y está tan lejos de la divinainspiración el admitir error, que ella por símisma no solamente lo excluye en abso-luto, sino que lo excluye y rechaza con lamisma necesidad con que es necesarioque Dios, Verdad suma, no sea autor deningún error».

(46) «Tal es la antigua y constante creen-cia de la Iglesia definida solemnemente porlos concilios de Florencia y de Trento,confirmada por fin y más expresamentedeclarada en el concilio Vaticano [I], quedio este decreto absoluto: “Los libros delAntiguo y del Nuevo Testamento, ínte-

gros, con todas sus partes, como se des-criben en el decreto del mismo concilio[de Trento] y se contienen en la antiguaversión latina Vulgata, deben ser recibi-dos por sagrados y canónicos. La Iglesialos tiene por sagrados y canónicos, no por-que, habiendo sido escritos por la sola in-dustria humana, hayan sido después apro-bados por su autoridad, ni sólo porque con-tengan la revelación sin error, sino porque,habiendo sido escritos por inspiracióndel Espíritu Santo, tienen a Dios por au-tor” (Vat. I). Por lo cual nada importa queel Espíritu Santo se haya servido de hom-bres como de instrumentos para escribir,como si a estos escritores inspirados, yaque no al autor principal, se les pudierahaber deslizado algún error. Porque Él losexcitó y movió con su influjo sobrenaturalpara que escribieran, y de tal manera losasistió mientras escribían, que ellos con-cibieran rectamente todo y sólo lo que Élquería, y lo quisieran fielmente escribir,y lo expresaran aptamente con verdad in-falible. De otra manera, Él no sería elautor de toda la Sagrada Escritura».

León XIII señala en la Providenti-ssimus que los autores de los grandeserrores de su tiempo en exégesis y teolo-gía «la mayor parte están imbuidos enlas máximas de una vana filosofía y delracionalismo» (40). Sin embargo, noanaliza en su encíclica las nefastas filo-sofías aludidas. Ésa será la tarea que SanPío X cumplirá a la perfección pocosaños después en su encíclica Pascendi(1907). En ella, como veremos en elpróximo artículo, Dios mediante, expo-ne la más completa sistematización delmodernismo que hasta hoy se ha logra-do, analizando sobre todos sus raíces fi-losóficas.

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4. El modernismo. La Pascendiy el modernismo actual

–O sea que el modernismo pervive.–Sus representantes principales están ya

muy viejos. Pero todavía el modernismoes como las termitas en no pocas Iglesiaslocales.

–El siglo XIX es un hervidero deerrores contra la fe católica. León XIII,como ya vimos (243) publica la encícli-ca Providentissimus; sobre los estudiosbíblicos (1893), saliendo al paso de uncúmulo de errores contra la Sagrada Es-critura y los dogmas de la Iglesia. En ellaseñala que la raíz de todos esos erroresestá en los principios de «una vana filo-sofía y del racionalismo» (40); pero ape-nas entra a describir y combatir esosprincipios. Son los que ya mencioné enanteriores artículos (239 y 243). Pero losresumo ahora.

Kant (+1804) niega el realismo y se en-cierra en un idealismo ignorantista y ego-lógico. Fichte (1814), Schelling (+1854)y Hegel (+1831) pretenden, cada uno a su

modo, sujetar por un idealismo trans-cendental la religión a una filosofía subje-tiva. Schleiermacher (+1889), irracionaly fideísta, es kantiano: la fe es puro senti-miento. La experiencia religiosa sustituyea la razón, y elimina al mismo tiempo laRevelación exterior y la fe teologal.Sabatier (+1901), en su «Esbozo de unafilosofía de la religión» (1879), estableceel primado de la experiencia religiosa sub-jetiva sobre la razón y la fe objetiva. Berg-son (+1941), en clave evolucionista, en-tiende también la religión como una ínti-ma experiencia de la conciencia. Y en lamisma línea Blondel (+1949), inmanen-tista, confundiendo el orden natural y el so-brenatural, con su impulso vital creador,entiende la verdad como «adequatio rei etvitæ» (adecuación de la realidad y la vida),y no como «adequatio rei et intellectus»(de la realidad y la inteligencia).

La Iglesia del XIX combate incesan-temente contra éstos y otros erroresmodernos. Todas estas filosofías no-rea-listas, sino idealistas, dan al pensamien-to una primacía decisiva sobre una reali-dad de la que sólo puede conocerse elfenómeno, y coinciden en una aversióncerrada contra la filosofía realista cris-tiana, y su tradición aristotélico-tomista.Todo hace pensar que el Occidente cris-tiano, en buena parte, se ha vuelto loco:es un enfermo mental.

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La Iglesia condena el liberalismo deLamennais (+1834), el fideísmo de Bau-tain (1840), el racionalismo de Hermes(1835) y de Günter (1857), el ontolo-gismo de Gioberti (1861). Y Pío X reprue-ba los errores modernos en la encíclicaQuanta cura y en el Syllabus (1864). Tam-bién el Concilio Vaticano I (1869-1870)frena esta oleada de errores que destruyenla Revelación, el orden sobrenatural, elMagisterio de la Iglesia, la capacidad de larazón para conocer, la fe como virtud deconocimiento sobrenatural, la validez in-mutable de los dogmas, la infalibilidad per-sonal del Papa. Pero continúa propagán-dose en Europa aquella locura del pensa-miento religioso iniciada a comienzos delXVI por el libre examen de Lutero: Renan(+1892), el modernismo de Loisy (+1940).León XIII, como vimos, publica la encícli-ca Providentissimus (1893), e instituye laPontificia Comisión Bíblica (1902). Otrospersonajes históricos, como Karl Marx(1818-1883) y Sigmund Freud (1856-1939), se unen a los enemigos de la Igle-sia, y extienden su influjo en magnitudesenormes.

Notemos, sin embargo, que en elfragor de estos combates tan grandesy persistentes, la Iglesia del siglo XIXsigue pujante en vocaciones sacerdo-tales y religiosas; la práctica religiosa yla cultura general se mantiene en las fa-milias cristianas; es muy importante larenovación de los estudios filosóficos,teológicos y bíblicos; y bien puede de-cirse que el siglo XIX es, con los prime-ros siglos y el XVI, el siglo de las misio-nes. El Evangelio, tan terriblemente com-batido por filósofos y apóstatas de todoslos pelajes en un Occidente descristiani-zado en muchos de sus intelectuales, sedifunde y arraiga en numerosas nacio-nes paganas.

–El modernismo, como conjunto detodos los errores y herejías, es sinuo-

samente multiforme. Aborreciendo elmodernismo los conceptos precisos, yevitando toda exposición sistemática –por principio evolucionista, anti-escolás-tico, por impulso vitalista y sentimental,y por tanto irracional, y también por as-tuta cautela–, se expresa en formas aveces más literarias que filosóficas, y sintemor alguno a la contra-dicción, sabeconfesar simultáneamente la ortodoxia yla más pésima heterodoxia, cambiandoen una evolución consciente y oculta elsignificado de las palabras. Todo estohace que sea sumamente difícil comba-tirlo. Más aún cuando está empeñado enpermanecer disimulado y activo dentrode la Iglesia.

Tampoco el modernismo se organizasocialmente, como hace notar Sabatier:«El modernismo no es ni un partido ni unaescuela: es una orientación [un espíritu].Sería algo muy delicado querer indicar lossignos característicos por los que se re-conoce a sus adherentes. ¡Son tan distin-tos unos de otros! Junto al exegeta, el his-toriador y el sabio, se ve al puro y simpledemócrata. Al lado del poeta está el humil-de sacerdote obrero. Junto al obispo sehalla el simple seminarista. Y, no obstante,a pesar de todas esas diferencias de situa-ción, de preocupaciones y de vocación, sereconocen entre sí. En ningún lugar hay lis-tas hechas o alguna señal de adhesión: y,sin embargo, se adivinan y se acercan en-tre sí, y forman un solo corazón y una solaalma».

–El Papa San Pío X combate contrael modernismo con la fuerza del Es-píritu Santo (1835-1914). Es el primerPapa canonizado desde San Pío V(+1572). No habiendo tenido una for-mación académica especialmente nota-ble, muestra en el tiempo de su pontifi-cado (1903-1914) una lucidez intelectualdifícilmente superable. San Pío X cree

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firmísimamente en la fe católica, que élejercita al modo divino, es decir, segúnlos dones intelectuales del Espíritu San-to –ciencia, consejo, entendimiento, sa-biduría–; él cree en el poder real de co-nocimiento que tiene la razón, con elrealismo propio del sentido común; creeen los Evangelios, y en su historicidade inerrancia, que por la inspiración,proceden del Autor divino. De él dice elCardenal Mercier:

«Si al nacer Lutero o Calvino, la Iglesiahubiera contado con pontífices del templede Pío X ¿habría logrado la Reforma apar-tar de Roma a un tercio de la Europa cris-tiana? Pío X salvó a la cristiandad delpeligro inmenso del modernismo, es de-cir, no de una herejía, sino de todas lasherejías a la vez». Y lo hizo sobre todopor el decreto Lamentabili del Santo Ofi-cio y por las enseñanzas y normas de la en-cíclica Pascendi; sobre los errores de losmodernistas.

–El decreto Lamentabili (1907, Dz3401-3467), ante el auge del modernis-mo, no combatido al detalle por la Provi-dentissimus en el plano filosófico, se vioprecedido en el año 2003, cuando dos teó-logos presentaron al Cardenal Richard,arzobispo de París, un elenco de treintay tres proposiciones erróneas, extraídasde los escritos de Loisy. En ese mismoaños sus obras fueron incluidas en el In-dice.

La finalidad del decreto es la mismaque la del Syllabus de Pío IX (1864):defender al pueblo cristiano de los in-numerables errores que iban invadien-do Facultades teológicas, Seminarios,parroquias, librerías religiosas. ElLamentabili contiene sesenta y cincoproposiciones, de las cuales cincuentaproceden de textos de Loisy y el restode Tyrrel y Le Roy.

El decreto condena en primer lugar laemancipación de la exégesis respecto delMagisterio apostólico (1-8): una exégesisque ignora totalmente el Magisterio nece-sariamente viene a ser errónea. Sigue conla afirmación de la inspiración y la ine-rrancia de la Sagrada Escritura (9-19) ycon la exposición auténtica de la Revela-ción y los dogmas (20-26), especialmen-te aquellos que confiesan a Cristo (27-38),los sacramentos (39-51), la Iglesia (52-57) y la inmutabilidad de las verdadesreligiosas (58-65). La última proposiciónrechaza como en síntesis todas las ante-riores: «El catolicismo actual no puedeconciliarse con la verdadera ciencia, si nose transforma en un cristianismo no dog-mático, es decir, en protestantismo am-plio y liberal» (65). Afirmar, pues, queprotestantismo liberal y modernismo sonhermanos es una verdad evidente. Desta-co algunas proposiciones:

(9) Son ignorantes los que «creen queDios es verdaderamente autor de la Sagra-da Escritura». (14) «En muchas narracio-nes, los evangelistas no refirieron tanto loque es verdad, cuanto lo que creyeron másprovechoso para los lectores, aunque fue-ra falso».

(20) «La revelación no pudo ser otracosa que la conciencia adquirida por elhombre de su relación para con Dios». (23)«Puede existir y de hecho existe oposiciónentre los hechos que se cuentan en la Sa-grada Escritura y los dogmas de la Iglesiaque en ellos se apoyan».

(29) «El Cristo que presenta la historiaes muy inferior al Cristo que es objeto dela fe». (35) «Cristo no tuvo siempre con-ciencia de su dignidad mesiánica». (36)«La resurrección del Salvador no es pro-piamente un hecho de orden histórico, sinoun hecho […] que la conciencia cristianaderivó paulatinamente de otros hechos».(38) «La doctrina sobre la muerte expia-toria de Cristo no es evangélica».

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(52) «Fue ajeno a la mente de Cristoconstituir la Iglesia como sociedad quehabía de durar siglos». (56) El primado dela Iglesia Romana se formó «no por orde-nación de la divina Providencia, sino porcircunstancias meramente políticas».

(58) «La verdad no es más inmutable queel hombre mismo, pues se desenvuelve conél, en él y por él».

Como sabemos, todos estos errores,señalados y condenados hace cien años,están hoy muy vigentes en la Iglesia, has-ta el punto en que en no pocas Iglesiaslocales de Occidente son más profesa-dos que los dogmas de la fe católica.

–La encíclica Pascendi (8-IX-1907,Dz 3475-3500), vino a ser respecto aldecreto Lamentabili lo mismo que laencíclica Quanta cura en relación al Sy-llabus (1864): un desarrollo amplio y ar-gumentado de una lista escueta de pro-posiciones condenadas. La principal vir-tud de esta encíclica está en haber dadoformulación precisa y sistemática a unconjunto informe, deliberadamente os-curo, confuso y equívoco, de las graví-

simas herejías del modernismo. Ad-viertela encíclica en su inicio que «cada mo-dernista presenta y reúne en sí mismouna variedad de personajes… el filóso-fo, el creyente, el apologista, el refor-mador», etc.

–El filósofo modernista es agnóstico-ignorantista, pues «la razón humana estárigurosamente encerrada en el círculo delos fenómenos» (4). Por el principio de lainmanencia, la verdad, la revelación, «nopuede buscarse fuera del hombre, sino ensu interior», y «la fe reside en un senti-miento íntimo engendrado por la indigen-cia de lo divino» (5).

–El creyente modernista sabe que la for-mulación del fenómeno necesita «una cier-ta transfiguración del fenómeno», que a suvez implica «una como desfiguración» (7).La religiosidad es pues un «puro desarro-llo del sentimiento religioso» (8). Y el sen-timiento, elaborado por la inteligencia so-bre él, forma «el dogma» (9).

–La teología modernista enseña que losdogmas son «símbolos, imágenes de la ver-dad, y que, por tanto, han de acomodarse alsentimiento religioso», que es cambiante

(10). «No sólo puede de-senvolverse y cambiar eldogma, sino que debe».Deben los dogmas evo-lucionar y cambiar si«han de ser vitales y hande vivir la vida misma delsentimiento religioso»(11). Por otra parte, de-ben tenerse «por verda-deras todas las religio-nes», pues el sentimentoreligioso es común, aun-que diverso, en todos lospueblos (13).

–El exegeta moder-nista entiende que losLibros sagrados son«una colección de expe-

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riencias [religiosas], no de las que están alalcance de cualquiera, sino de las extraor-dinarias e insignes, que suceden en todareligión» (21). Dios habla por ellos al cre-yente, pero sólo «por la inmanencia y per-manencia vital» (21). La Biblia es, pues,«una obra humana compuesta por los hom-bres para los hombres» (21). «Si se en-cuentra algo que conste de dos elementos,uno divino y otro humano, lo humano vayaa la historia, lo divino a la fe. De aquí laconocida división [del protestantismo li-beral y de los modernistas] del Cristo his-tórico y el Cristo de la fe» (28).

–El reformador modernista propugnacambios profundos en la filosofía, que hade acomodarse «a la filosofía moderna, laúnica verdadera y la única que correspon-de a nuestros tiempos» (37). La evoluciónes un principio vital inexorable y univer-sal. «Si, pues, no queremos que el dogma,la Iglesia, el culto sagrado, los libros quereverenciamos como santos, y aún la mis-ma fe, languidezcan con el frío de la muer-te, deben sujetarse a la leyes de la evolu-ción» (25). Tomando la filosofía modernacomo fundamento, es como ha de «reno-varse la teología». Y el mismo criterio hade aplicarse a dogmas, catequesis, cultosagrado, régimen de la Iglesia, doctrinamoral, vida sacerdotal, en la que debesuprimirse el celibato obligatorio (37).«La Iglesia nace de la colectividad de lasconciencias [de los discípulos de Cristo],y de igual manera la autoridad [en ella] pro-cede vitalmente de la misma Iglesia», node institución divina (22). Consecuente-mente, como «el magisterio nace de lasconciencias individuales, depende de lasmismas conciencias y, por lo tanto, debesometerse a las formas populares» (24).

Todo esto muestra claramente queel modernismo es «un conjunto detodas las herejías» (38), pues todas ycada una de las verdades de la fe católi-ca, aunque se conserven de palabra confórmulas deliberadamente ambiguas, que-

dan falsificadas –por el agnosticismo, –por el egologismo idealista, –por el inma-nentismo sentimental, vitalista y expe-riencial, –y por el evolucionismo; princi-pios filosóficos que, realmente, hacen delos modernistas unos verdaderos enfer-mos mentales: cristianos que al perderla fe, han perdido la razón, y se hansuicidado intelectual y moralmente. Co-mo era previsible: corruptio optimipessima.

En la Pascendi indica en su últimaparte las causas y tácticas del moder-nismo, declarando contra éste una gue-rra total.

–Entre las causas del modernismo se-ñala el Papa como principal «la perversiónde la inteligencia», la basura filosófica, enotras palabras; a la que se añaden «la cu-riosidad y el orgullo», que describe consuma precisión. Los Obispos deben «re-sistir a hombres tan orgullosos, ocupán-dolos en los oficios más oscuros e insig-nificantes, para que tengan menos facultadde dañar» (41). A esos dos vicios agregatambién como causa la ignorancia: «quie-ren pasar por doctores de la Iglesia», y re-formarlo todo, mientras que desconocenlas maravillas de la filosofía y de la teolo-gía coherentes con las verdades católicas(42).

–Sus tácticas son a un tiempo obscurasy patentes. Ridiculizan y desconocen «elmétodo escolástico de filosofar, la auto-ridad de los Padres y la tradición, el Ma-gisterio eclesiástico». Y «es tanta su acti-vidad y tan incansable su trabajo, que daverdadera tristeza ver cómo se consumencon intención de arruinar la Iglesia» (42).«Para hacer despreciable y odiosa a la mís-tica Esposa de Cristo, que es la luz verda-dera, los hijos de las tinieblas acostumbranatacarla en público con absurdas calumnias,y llamarla enemiga de la luz y del progre-so de las ciencias». Y atacan también, ló-gicamente, «con extremada malevolencia

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y rencor a los varones católicos que luchanvalerosamente por la Iglesia… les acusande ignorancia y terquedad… y procuranquitarles eficacia oponiéndoles la conju-ración del silencio». Si condena la Iglesiala obra de alguno de sus autores, «no sólolo alaban en público, sino que llegan a tri-butarle casi la veneración de mártir de laverdad» (43). Merece la pena leer comple-tos estos números de la encíclica (41-44),tanto por la descripción exacta de la ac-ción de los modernistas, como para reco-nocer que siguen actuando del mismomodo en los tiempos de la Iglesia que hoyvivimos.

También el Romano Pontífice dis-pone los remedios adecuados a la gra-ve epidemia modernista, siguiendo enello el ejemplo de las grandes Reformasque se han producido en la historia de laIglesia, como, la gregoriana o la triden-tina. A grandes males, grandes remedios.

Exige el Papa en la encíclica que seaoperativa la vigilancia sobre la ortodo-xia, esa vigilancia que los Obispos espe-cialmente, en conciencia y con autoridad,deben ejercitar; como también párrocos,profesores, superiores de las familias re-ligiosas: todos ellos no pueden permane-cer callados e inermes (45). Han de teneren cuenta que los modernistas emplean «lanovedad de los vocablos» (54) para di-fundir engañosamente sus doctrinas [PíoXII insistirá en esta cuestión: Humanægeneris 11]. Manda sanear los estudioseclesiásticos, comenzando por la filoso-fía, purificándola de los sistemas filosófi-cos absurdos de moda, y afirmándola en elrealismo de la tradición filosófica cristia-na, bajo la guía de Santo Tomás de Aquino,pues apartarse de él, «en especial en lascuestiones metafísicas, nunca dejará de serun gran perjuicio» (46). Da normas muyconcretas y positivas sobre la elección derectores y profesores de seminarios y fa-cultades, mandando al mismo tiempo «des-tituir a los que descubierta o encubierta-

mente favorecen el modernismo» (49).Presta también atención especial a la dis-ciplina que debe seguirse en la Iglesia tan-to en las editoriales católicas como en laslibrerías y revistas (50-53). Dispone que«en cada diócesis» se establezcan comisio-nes doctrinales, integradas por hombresde probada fe católica (54).

En el motu proprio Præstantia Scrip-turæ (18-XI-1907), «con el fin de repri-mir los espíritus cada día más audacesde los modernistas», que resisten el de-creto Lamentabili y la Pascendi, con-mina el Papa sobre ellos la excomunión(Dz 3503 actual da el texto muy abre-viado; ver Dz antiguo 2113-2114).

–Los modernistas, aunque persistienen sus errores, son conscientes de suderrota. Se dan cuenta de que los re-medios ordenados por el Papa San PíoX serán capaces, como lo fueron, de aca-bar con sus intentos de deformar la Igle-sia en dogmas, jerarquía, filosofía, teo-logía, sacramentos, moral, aceptación delmundo, etc. Mantienen, sin embargo, sudecisión de permanecer dentro de la Igle-sia, para deformarla desde dentro.

Poco después de la Pascendi, los mo-dernistas publican en forma anónima unProgramma dei modernisti (Turín, XI-1907), en el que confirman la inconci-liabilidad de la filosofía moderna, la ver-dadera, con la doctrina y tradición de laIglesia. Y una vez más, como en la crisisjansenista, rechazan en su escrito estascondenaciones doctrinales del Magiste-rio apostólico, alegando que no expre-san fielmente sus doctrinas, y que las fal-sean para condenarlas. Conviene, sin em-bargo, recordar que el apóstata Loisy –ya fuera de la Iglesia, y sin temor a susreprobaciones– confesaba poco más tar-de:

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«La encíclica de Pío X fue impuesta porlas circunstancias. El Pontífice dijo la ver-dad al declarar que no podía guardarsilencio sin traicionar del depósito de ladoctrina tradicional. Al punto al que hanllegado las cosas, su silencio habría sidouna enorme concesión, el reconocimien-to implícito del principio fundamental delmodernismo: la posibilidad, la necesidady la legitimidad de una evolución en lamanera de entender los dogmas eclesiás-ticos, incluidos los de la infalibilidad yautoridad pontificia, así como las condi-ciones de ejercicio de esa autoridad… Laencíclica Pascendi no es más que laexpresion total, inevitablemente lógica, dela enseñanza recibida en la Iglesia desdefines del siglo XIII». O más exactamente,desde el siglo I.

–El Juramento antimodernista, co-mo la Pascendi, viene exigido poco des-pués de la encíclica por las circunstan-cias. Tres años después de ella, promul-

ga Pío X el motu proprio Sacrorum an-tistitum (1-IX-1910: Dz 3537-3556), enel que se formula el Juramento antimo-dernista, que enumera y afirma una trasotra todas las verdades fundamentales dela fe negadas por los modernistas: poderde la razón, naturaleza intelectual de lafe, Revelación externa, milagros y pro-fecías, institución de la Iglesia, inmu-tabilidad del sentido de los dogmas, etc.Todos los clérigos con cura de almas, ycon especial solemnidad aquellos que hande dedicarse al gobierno pastoral o a ladocencia, están obligados a profesar yfirmar el juramento antimodernista. Desu texto destaco un par de proposicionesfundamentales.

–…«profeso que la fe no es un senti-miento ciego de la religión que brota delos escondrijos de la subconciencia… sinoun verdadero asentimiento del entendi-miento a la verdad recibida de fuera por eloído», mediante el ministerio apostólico.– «Repruebo el error de quienes afirmanque la fe propuesta por la Iglesia puederepugnar a la historia, y que los dogmascatólicos, en el sentido en que ahora sonentendidos, no pueden conciliarse con losmás exactos orígenes de la religión cris-tiana»… «como si fuera lícito al historia-dor sostener lo que contradice la fe del cre-yente». Uno es el Jesús histórico y otromuy distinto el Cristo de la fe, idealizadopor las primeras comunidades cristianas ydescrito en los Evangelios.

–El modernismo, ciertamente, siguevivo dentro de la Iglesia actual. Esverdad que durante varios decenios laacción inteligente y fuerte promovida enla Iglesia por San Pío X debilita grande-mente su vigencia pública, dejándolainerme y soterrada. Pero Pío XII, me-dio siglo después, en la encíclica Humanigeneris; sobre las falsas opiniones con-tra los fundamentos de la doctrina ca-

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tólica (1950), se ve forzado a renovar elcombate de San Pío X, esta vez contrala «teología nueva», que viene a ser unneomodernismo. Y en los años siguien-tes se produce en la Iglesia una ciertapaz en la ortodoxia y la ortopraxis, hastael punto que en 1967, después del Con-cilio Vaticano II, deja de ser obligatoriala profesión del juramento antimoder-nista.

Sin embargo, amparándose en el lla-mado «espíritu del Concilio», y abrién-dose más y más, por un falso ecume-nismo, al protestantismo liberal, en nopocas Iglesias locales de hoy las doctri-nas modernistas, especialmente en la exé-gesis –que condiciona directamente lateología–, prevalecen sobre la fe católi-ca.

Los católicos que actualmente, porpura gracia de Dios, mantienen la or-todoxia y la ortopraxis de la Iglesia,reúnen las siguientes notas:

1.–Conocen la doctrina de los moder-nistas, porque el Magisterio apostólicola ha descrito y condenado en numero-sos documentos. Son, pues, cons-cientesde que los modernistas, dentro de la Igle-sia católica, son realmente protestantesliberales, que quieren transformar la Igle-sia desde dentro.

2.–Saben a ciencia cierta que el mo-dernismo en ciertas regiones de la Igle-sia católica está vigente, y hace gran-des estragos en la fe y en la moral, enla liturgia y en la disciplina eclesial,creando así en ellas una situación seme-jante a la que San Pío X combatió haceunos cien años.

No hacen, pues, ningún juicio temera-rio cuando estiman que son modernistasaquellos autores actuales que incurrenen todos o al menos en muchos de los

errores claramente precisados hace unsiglo por el Magisterio apostólico. Sonevidentemente modernistas todos aque-llos que en su exégesis ignoran hoy elMagisterio y la Tradición; que niegan lahistoricidad de los Evangelios, y consi-guientemente su inspiración divina y suinerrancia; que afirman una Revelación in-manente, no exterior y procedente de unDios que habla a los hombres por los pro-fetas, apóstoles y evangelistas; que presen-tan un Jesús histórico inconciliable con elCristo de la fe; que niegan la concienciamesiánica y divina de Cristo; que no reco-nocen la historicidad real de sus milagros;que rechazan el sentido inmutable de losdogmas; que ven la Iglesia, el Primado ro-mano, el Episcopado y los sacramentoscomo instituciones meramente humanas,ajenas a la intención de Cristo; que nocreen en la Iglesia como sacramento uni-versal de salvación, sino que la igualan conlas otras religiones; que contradicen alMagisterio apostólico en graves cuestio-nes: sacerdocio ministerial, naturaleza sa-crificial y expiatoria de la Misa, aborto, sa-cerdocio femenino, divorcio, eutanasia,homosexualidad, etc.; que estiman, en fin,que «la verdad no es más inmutable que elhombre mismo, pues se desenvuelve conél, en él y por él» (Lamentabili 58); y queexigen, consecuentemente, que la Iglesiase transforme «en un cristianismo no dog-mático, es decir, en un protestantismo am-plio y liberal» (ib. 65).

(Nota.–No creo que merezca la pena ha-blar hoy de neomodernistas: quienes loson, merecen ser llamados simplementemodernistas. Lo mismo que lo luteranosde hoy, aunque en cinco siglos hayan evo-lucionado, y mucho, en sus doctrinas, noson llamados neoluteranos. Tampoco con-viene calificarlos sólo por alguno de suserrores; por ejemplo, decir que son arria-nos: siendo modernistas son arrianos,pelagianos, etc., pues profesan más o me-nos «un conjunto de todas las herejías»;Pascendi 38).

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3.–Siguen creyendo que la Iglesia ca-tólica ha sido, ES y será siempre «lacolumna y el fundamento de la verdad»(1Tim 3,9), de tal modo que «resistenfirmes en la fe» (1Pe 5,9) y se mantie-nen en la paz, en la esperanza e incluso«en la alegría» (Flp 4,4; 1Tes 5,16).

4.–Saben con la certeza de la fe que«todo colabora al bien de los que amana Dios» (Rm 8,28). Y por eso no se es-candalizan de la Providencia divina, quecausa bienes y permite males en la exactamedida señalada por su sabiduría mise-ricordiosa. No están, pues, perplejos ni

desanimados, y tampoco tristes, teme-rosos y amargados.

5.–Confían absolutamente en la Igle-sia Católica, una, santa, apostólica yromana –en esta Iglesia, la actual: nohay otra–, pues Cristo, su fiel Esposo,la guarda y la guía. Él ha recibido «todopoder en el cielo y en la tierra» (Mt28,18), y con potencia irresistible «vivey reina –vive y reina, efectivamente, díaa día– con el Padre, en la unidad del Es-píritu Santo, por los siglos de los siglos.Amén».

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5. Dios, autor de la Escritura,inspira a los hagiógrafos

–O sea que el copyright es del Señor.–Bueno, es una manera modelna de de-

cirlo.–La Constitución dogmática Dei

Verbum del Concilio Vaticano II afir-ma que «las verdades reveladas por Dios,que se contienen y manifiestan en la Sa-grada Escritura, se consignaron por ins-piración del Espíritu Santo. La santa Ma-dre Iglesia, según la fe apostólica, tienepor santos y canónicos los libros enterosdel Antiguo y Nuevo Testamento con to-das sus partes, porque, escritos bajo lainspiración del Espíritu Santo, tienen aDios como autor y como tales se le hanentregado a la misma Iglesia. Pero en la

redacción de los libros sagrados, Dioseligió a hombres, que utilizó usando desus propias facultades y medios, de for-ma que obrando El en ellos y por ellos,escribieron, como verdaderos autores,todo y sólo lo que El quería» (11).

Y concretando más: «la Iglesia siemprey en todas partes ha defendido y defiendeque los cuatro Evangelios tienen origenapostólico. Pues lo que los Apóstoles pre-dicaron por mandato de Jesucristo, des-pués, bajo la inspiración del Espíritu San-to, ellos mismos y otros varones apostóli-cos [los evangelistas] nos lo transmitieronpor escrito, como fundamento de la fe, esdecir, el Evangelio en sus cuatro redaccio-nes, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan»(18). Qué bueno sería que todos los escri-turistas católicas creyeran en estas decla-raciones del Vaticano II. Pero vamos porpartes.

Dios «habló por los profetas», y asílo confesamos en el Credo. En efecto,los judíos veneran las Escrituras, y lastienen por sagradas. El profeta es cons-

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ciente de que Dios habla por él: «vinosobre mí la palabra de Yahvé, diciéndo-me» (Jer 1,11 et passim). Y el puebloentiende que es el mismo Dios, «orácu-lo de Yahvé», quien les habla por mediode hombres elegidos: «¿Quién como no-sotros ha oído la voz del Dios vivo?»(Dt 4,8).

Dice el rey David: «el espíritu de Yahavéhabla por mí, y su palabra está en mis la-bios» (2Sam 23,2); y el mismo Jesucristolo confirma: «David, inspirado por el Es-píritu Santo, dijo» (Mc 12,36). Y Yahvé ase-gura a Isaías: «el espíritu mío está sobreti; y las palabras que yo pongo en tu bocano faltarán de ella [Sión] jamás» (Is 59,21).«Baruc escribió en un volumen, dictándo-le Jeremías, todas las palabras que Yahvéle había dicho» (Jer 36,4). El cumplimien-to histórico confirmará que realmente esDios quien habla por el profeta: «Jeremías,yo velaré sobre mis palabras para cumplir-las» (1,12).

Los apóstoles de Cristo veneran las Es-crituras antiguas, y refiriéndose a ellas,afirman que «toda la Escritura está divina-mente inspirada» (2Tim 3,16). «Bien ha-bló el Espíritu Santo por el profeta Isaías anuestros padres», dice San Pablo (Hch28,25). «La profecía no ha sido proferidaen los tiempos pasados por humana volun-tad, antes bien, movidos por el EspírituSanto, los hombres hablaron de Dios» (2Pe1,21). «Dios ha hablado por boca de sussantos profetas desde el principio del mun-do» (Hch 3,21). Los Evangelios, muy es-pecialmente el de San Mateo, citarán confrecuencia los textos del A. T. como Pala-bra de Dios. Y el más citado será en el N.T. el libro de los Salmos.

Dios habló por Jesucristo y por susapóstoles y evangelistas. «Muchas ve-ces y en muchas maneras habló Dios enotro tiempo a nuestros padres por minis-terio de los profetas. Ültimamente, enestos días, nos habló por su Hijo», el

Verbo de Dios encarnado (Hb 1,1). Diosentrega a los hombres la plenitud de suPalabra eterna, encarnada en Jesús;«porque en darnos, como nos dio, a suHijo –que es una Palabra suya, que notiene otra–, todo nos lo habló junto y deuna vez en esta sola Palabra, y no tienemás que decir» (San Juan de la Cruz, 1Su-bida 2,22,3).

Y Cristo-Palabra, ascendido a los cie-los, sigue hablando por sus apóstoles yevangelistas hasta el fin de los tiempos:es Él «quien nos habla desde el cielo»(Heb 12,25). Lo sabemos ciertamenteporque Él mismo así lo afirmó: «el que avosotros oye, a mí me oye» (Lc 10,16).Y este misterio de gracia se realiza muyespecialmente en la Liturgia de la Pala-bra: «en la Liturgia Dios habla a su pue-blo; Cristo sigue anunciando el evange-lio» (Vat. II, SC 7). Notemos que si unapersona halla en la palabra el vehículoprincipal para comunicar su espíritu aotra, es proceso es un reflejo de la reve-lación divina, en la que el Padre, pormedio de su Palabra, Jesucristo, nos co-munica su Espíritu Santo. De tal modoque ahora «no solo de pan [ni siquieradel eucarístico] vive el hombre, sino detoda palabra que sale de la boca de Dios»(Mt 4,4; cf. Dt 8,3).

«En los Libros sagrados, el Padre queestá en los cielos se dirige con amor a sushijos y habla con ellos; y hay tal fuerza yeficacia en la Palabra de Dios, que consti-tuye el sustento y vigor de la Iglesia, la fir-meza de fe para sus hijos, el alimento delalma, la fuente pura y perenne de la vidaespiritual» (Vat. II, Dei Verbum 21). Al fi-nal de las lecturas bíblicas, decimos contoda verdad: «Palabra de Dios».

Los primeros cristianos creen que elNuevo Testamento continúa la Revela-ción divina iniciada en el Antiguo: es

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Palabra de Dios, todo él es Sagrada Es-critura. En ella Dios se revela en Cristoal mundo plenamente. Y de este modolos cristianos estamos realmente «edifi-cados sobre el fundamento de los após-toles y de los profetas» (Ef 2,20). Dios,inspirándoles por el Espíritu Santo, ha-bla a través de unos y de otros.

Señalando San Pedro que algunas cartasde su «querido hermano Pablo» son difíci-les, prevé que serán atacadas por hombresperversos, «no menos que las demás Es-crituras» (2Pe 3,15-16). Y San ClementeRomano (+101) reconoce también las car-tas de San Pablo a los Corintos como Pa-labras divinas: «a la verdad, divinamenteinspirado, escribió» (1Clem 47,3). Los Pa-dres antiguos, cuando citan libros del Nue-vo Testamento, dicen con frecuencia «co-mo está escrito», fórmula que en el A.T. seentendía siempre como texto «inspiradopor Dios». Así pues, apóstoles y evange-listas son considerados por las comuni-dades cristianas como los profetas delN.T.: hombres que hablan y escriben inspi-rados por Dios: el mismo Dios habla porellos. Y los propios apóstoles son cons-cientes de esta realidad grandiosa: «ince-santemente damos gracias a Dios porqueal oír la palabra de Dios que os predica-mos la acogisteis no como palabra de hom-bre, sino como palabra de Dios, como enverdad es, y que obra eficazmente en vo-sotros, los que creéis» (1Tes 2,13). «No-sotros actuamos como enviados de Cris-to, y es como si Dios mismo exhortara pormedio de nosotros» (2Cor 5,20).

Los Padres antiguos confiesan una mis-ma fe en las Escrituras antiguas y y en lasnuevas. San Ireneo (120-202): «las Escri-turas son perfectas, pues han sido proferi-das por el Verbo de Dios y por su Espíri-tu» (Adversus haereses 2,41). Teófilo deAntioquía (+412), escribiendo a Autólico,dice que «las afirmaciones de los profetassobre la justicia y las de los Evangeliosestán en armonía, porque sus autores eran

todos nacidos del Espíritu y hablaban porel Espíritu de Dios» (3,12).

La Iglesia cree con fe dogmática queel Autor principal de los libros sagra-do es el mismo Dios. El Vaticano I(1870) enseña como dogma que los li-bros de la Biblia «la Iglesia los tiene porsagrados y canónicos, no porque com-puestos por sola industria humana, ha-yan sido luego aprobados por ella; ni so-lamente porque contengan la revelaciónsin error; sino porque escritos por inspi-ración del Espíritu Santo, tienen a Diospor autor, y como tales han sido entre-gados a la misma Iglesia» (Dz 3006; cf.canon 4: 3029). Y cuando León XIII, ensu encíclica Providentissimus (1893), ci-ta esa declaración dogmática, añade: «ElEspíritu Santo tomó a los hombres comoinstrumento para escribir… Fué Él mis-mo quien, por sobrenatural virtud, de talmodo les asistió mientras escribían, querectamente habían de concebir en sumente, y fielmente habían de querer con-signar y aptamente con infalible verdadexpresar todo aquello y sólo aquello queÉl mismo las mandara: en otro caso, nosería Él autor de toda la Escritura sagra-da» (Dz 3293). Es la doctrina reiteradapor el Vaticano II, citada al principio deeste artículo (DV 11).

Pío XII, en la encíclica Divino afflan-te Spiritu (1943), explica más a fondola naturaleza de la inspiración bíblica,es decir, de la co-laboración entre Dios,Autor principal, y el hagiógrafo, autorinstrumental por la inspiración divina. Yaludiendo al progreso de los estudios bí-blicos, que en su tiempo habían supera-do en buena medida la multi-herejía mo-dernista, dice:

«Parece digno de peculiar mención quelos teólogos católicos, siguiendo la doc-trina de los Santos Padres, y principalmen-

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te del Angélico y Común Doctor [Santo To-más de Aquino], han explorado y propues-to la naturaleza y los efectos de la inspira-ción bíblica mejor y más perfectamenteque como solía hacerse en los siglos pre-téritos. Porque, partiendo del principio deque el escritor sagrado al componer el li-bro es órgano o instrumento del EspírituSanto, con la circunstancia de ser vivo ydotado de razón, rectamente observan queél, bajo el influjo de la divina moción, detal manera usa de sus facultades y fuerza,que fácilmente puedan todos colegir dellibro nacido de su acción “la índole propiade cada uno y, por así decirlo, sus singula-res caracteres y trazos” (Benedicto XV,enc. Spiritus Paraclitus 1920)» (21).

Rige aquí de algún modo el principio dela encarnación del Verbo divino, como yaalgún autor medieval había señalado. Y asílo explica Pío XII: «Ya lo advirtió el Doc-tor Angélico: “en la Escritura, las cosasdivinas se nos dan al modo que suelen usarlos hombres” (Comm. ad Hebr. 1,4). Por-que así como el Verbo sustancial de Diosse hizo semejante a los hombres en todaslas cosas, excepto en el pecado, así tam-bién las palabras de Dios expresadas enlenguas humanas, se hicieron semejan-tes en todo al humano lenguaje, exceptoen el error» (24). Por eso el exegeta cató-lico debe «indagar qué es lo que la formade decir o el género literario empleadopor el hagiógrafo contribuye para la ver-dadera y genuina interpretación» de sustextos (25).

No es, pues, el hagiógrafo, bajo la ac-ción de Dios, un instrumento inerte, me-ramente pasivo –como una máquina deescribir, tecleada por Dios–, sino huma-no, consciente y activo, con su perso-nal mentalidad, lenguaje y capacidad ex-presiva. Tener bien en cuenta esta reali-dad beneficia el trabajo exegético en va-rios aspectos: 1.–exige mejorar el cono-cimiento de lenguas, géneros literarios,historia, arqueología y, en general, del

mundo mental propio del autor humanosagrado; 2.–mejora así la interpretaciónde lo que el hagiógrafo quiere decir, omás aún, de lo que Dios quiere decirnosen la Escritura con su co-laboración; 3.–elimina el error de torpes literalismosfundamentalistas.

Benedicto XVI, en la exhortación post-sinodal Verbum Domini (30-IX-2010),siguiendo muy de cerca la enseñanza delVaticano II, expone en un gran marcoteológico la misteriosa Autoría divina delas Escrituras sagradas y la inspiracióndivina de los hagiógrafos.

«La novedad de la revelación bíblica con-siste en que Dios se da a conocer en eldiálogo que desea tener con nosotros.“Dios invisible, movido de amor, habla alos hombres como amigos, trata con ellospara invitarlos y recibirlos en su compa-ñía” (Vat. II, DV 2)». «La misma Creación,el liber naturæ, forma parte esencial de estasinfonía a varias voces en que se expresael único Verbo. De modo semejante, con-

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fesamos que Dios ha comunicado su Pala-bra en la historia de la salvación, ha deja-do oír su voz en ella; con la potencia de suEspíritu, “habló por los profetas” (Credo)»(7). San Juan nos revela en el prólogo desu Evangelio, en relación con el Logos di-vino, que «por medio de la Palabra se hizotodo, y sin ella no se hizo nada de lo que seha hecho (Jn 1,3)» (8). Ahora, en la pleni-tud de los tiempos, «“Dios ha cumplido supalabra y la ha abreviado” (Is 10,23; Rm9,28). El Hijo mismo es la Palabra. La Pa-labra eterna se ha hecho pequeña, tan pe-queña como para estar en un pesebre. Aho-ra la Palabra no sólo se puede oír, no sólotiene una voz, sino que tiene un rostro quepodemos ver: Jesús de Nazaret» (12).

–Es el Padre quien nos habla en Cris-to. «Jesús escucha su voz y la obedece contodo su ser. Él conoce al Padre y cumplesu palabra (Jn 8,55); nos cuenta las cosasdel Padre (12,50): “yo les he comunicadolas palabras que tú me diste” (17,8). Laeconomía de la Revelación tiene su co-mienzo y origen en Dios Padre… Es Élquien da “a conocer la gloria de Dios, re-flejada en Cristo” (2Cor 4,6; cf. Mt 16,17;Lc 9,29)» (20). –Es el Hijo quien nos ha-bla, Él es «la Palabra definitiva de Dios;Él es “el primero y el último” (Ap 1,17).Él es la Palabra [divina] única y definitivaentregada a la humanidad» (14). –Es el Es-píritu Santo el que nos habla en Cristo:«el Espíritu Santo enseñará a los discípu-los y les recordará todo lo que Cristo hadicho (Jn 14,26), Él los llevará a la Verdadcompleta (16,13). El mismo Espíritu queactúa en la encarnación del Verbo en elseno de la Virgen María… es el mismo Es-píritu que inspira a los autores de las Sa-gradas Escrituras» (15).

Los escritores de los libros sagrados,los profetas, apóstoles y evangelistas –¡y no las primeras comunidades creyen-tes!–, bajo la inspiración personal delEspíritu Santo, son los verdaderos au-tores de los textos bíblicos, y concreta-

mente de los cuatro Evangelios. Con-viene reafirmar esta verdad de fe, quesiempre ha sido enseñada por los Padres,y reiterada en Trento, en el Vaticano I yen el II, porque la escuela exegé-tica quepromueve «la historia de las formas»(Formgeschichte), en referencia a losEvangelios, concretamente, de tal modoenfatiza el influjo de las comunidadesprimitivas, que desvanece a veces la ins-piración personal de los hagiógrafos, vi-niendo a dar en una especie ilusoria deinspiración colectiva de las comunida-des cristianas primeras.

En esta escuela de la historia de lasformas, originada en el campo del pro-testantismo liberal, y encabezada por bi-blistas como Martin Dibelius (1883-1947) y Rudolf Bultmann (1884-1976),aunque se siga una orientación común,hay evidentemente exposiciones de muydiversas tendencias, también entre losautores católicos, unas aceptables y otrasreprobables.

La Pontificia Comisión Bíblica, enel documento De historica evangelio-rum veritate (1964), da sobre esta graví-sima cuestión orientaciones muy preci-sas. Y al mismo tiempo que autoriza yrecomienda a los exegetas católicos apli-car en su labor el método de la historiade las formas, les advierte que deben ha-cerlo con cautela, partiendo de premisasfilosóficas verdaderas, y manteniendo ladebida fidelidad a la Tradición católicade los Padres y al Magisterio apostólico.De hecho venía aplicándose el métodono pocas veces en el campo católico se-gún los principios del protestantismo li-beral y del modernismo. Y como biensabemos, también hoy, desprestigiandoel método, se le da con frecuencia unuso pésimo.

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40 Los Evangelios son verdaderos e históricos

Hago notar que este documento, rati-ficado por Pablo VI, tiene todavía valormagisterial. Por iniciativa del mismoPapa, en el Motu propio Sedula cura (27-VI-1971), se cambió más tarde la natu-raleza de la PCB, al ser integrada no yapor Cardenales, sino simplemente por ex-pertos biblistas, en conexión con la Con-gregación de la Fe. Pues bien, en el pá-rrafo primero de este documento se de-clara el motivo circunstancial de su com-posición: «se vienen difundiendo mu-chos escritos en los que se pone enduda la verdad de los dichos y de loshechos contenidos en los Evangelios».Y esto ha movido a la PCB a exponer loque sigue:

«1. El exegeta católico, bajo la guía delmagisterio eclesiástico, se aprovecha detodos los resultados obtenidos en los exe-getas que le han precedido, especialmen-te de los santos Padres y de los doctoresde la Iglesia, acerca del entendimiento deltexto sagrado, y se dedica a proseguir suobra. A fin de iluminar con luz plena la pe-renne verdad y autoridad de los Evangelios,siguiendo fielmente las normas de la her-menéutica racional y católica, estará aten-to a servirse de los nuevos medios de laexégesis, especialmente de aquellos queofrece el método histórico universalmen-te considerado. Este método estudia cui-dadosamente las fuentes, define su natura-leza y valor, sirviéndose de la crítica tex-tual, de la crítica literaria y del conoci-miento del lenguaje… [Aquí cita las reco-mendaciones, que ya he citado, hechas porPío XII sobre los géneros literarios yotros medios exegéticos en la encíclica Di-vino afflante Spiritu].

«En suma, el exegeta se aprovecharáde todos los medios que le sirvan para pe-netrar más a fondo en la índole de los tes-timonios evangélicos, en la vida religiosade la primitiva comunidad cristiana, en elsentido y valor de la tradición apostólica.

Cuando sea conveniente, será lícito que elexegeta examine los eventuales elemen-tos positivos del “método de la historiade las formas” para conseguir debidamen-te una más profunda inteligencia de losevangelios. Lo hará, sin embargo con cau-tela, porque frecuentemente el métodoaludido está conectado con principios fi-losóficos y teológicos inadmisibles, quevician no raramente tanto el mismo méto-do, como las conclusiones en materia li-teraria.

De hecho, algunos autores de este mé-todo, movidos por prejuicios racionalis-tas, se niegan a reconocer la existenciadel orden sobrenatural y de la interven-ción de un Dios personal en el mundo,acontecido mediante la revelación propia-mente dicha, y también rechazan la posibi-lidad y la existencia de los milagros y delas profecías. Otros parten de una falsanoción de la fe, como si ésta no tuviera encuenta la verdad histórica, o inclusocomo si fuera incompatible con ella. Otrosniegan a priori el valor histórico y la ín-dole de los documentos de la revelación.Otros, en fin, dan poca importancia a laautoridad de los apóstoles en cuanto tes-tigos de Jesucristo, y también a la autori-dad de su oficio e influjo en la comunidadprimitiva, y exageran el poder creativo dedicha comunidad. Todas estas cosas nosólo son contrarias a la doctrina católica,sino que también están faltas de fundamen-to científico y se salen de los rectos prin-cipios del método histórico». Este docu-mento, estas líneas, da una buena síntesisde los principales errores en exégesis delprotestantismo liberal y del modernismo.

Los modernistas antiguos y actua-les falsifican los Evangelios, negandoprácticamente su inspiración divina,e incurriendo en todos y cada uno de loserrores que la Autoridad apostólica hadenunciado, concretamente al aplicar «lahistoria de las formas» en modos incon-ciliables con la tradición exegética de la

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Iglesia y con la doctrina católica de la fe.Los lectores de este artículo, sin necesi-dad de acudir a bibliotecas especializa-das, pueden comprobarlo consultandosimplemente otros artículos publicadosen este mismo blog, por ejemplo, (238)Notas bíblicas –1. Cómo está el patio olas críticas que dediqué al libro Jesús.Aproximación histórica del profesor JoséAntonio Pagola (76-79) y (228-231).

En los textos aludidos los evangelios dela infancia de Jesús son creaciones litera-rias de la comunidad cristiana postpascual.Jesús es un «buscador de Dios», que cam-bia radicalmente su pensamiento y sus pla-nes al conocer al Bautista. En ningún mo-mento manifiesta pretensión alguna de serDios. Jesús, en su ministerio público, nuncapiensa en fundar una Iglesia, distinta de Is-rael, y organizada jerárquicamente. En lascomunidades de discípulos de Jesús todosson exactamente iguales: ninguno tieneautoridad sobre los otros. Pertenece a laIglesia aquel que se compromete en la pro-moción de un mundo mejor. La ex-comu-nión es ajena a la verdadera Iglesia. Cuan-to mejor vive la gente, mejor se realiza enel mundo el reino de Dios. No es de Jesúsla idea de que Dios debe ser honrado y glo-rificado por los hombres. El perdón queda Jesús a los pecadores es incondicional,no exige nada a cambio. La fe y la verdadhistórica de Jesús, de sus palabras y he-chos, sobre todo de sus milagros, se con-tradicen muchas veces. En realidad no sonsobrenaturales las acciones de sanación deenfermos, ni ha de creerse que la expul-sión de demonios fuera real en los presun-tos posesos. La pasión de Cristo no fueexpiatoria, ni cumplió un plan providentede Dios. La última Cena no fue pascual, nofue institución de la Eucaristía. Jesús notenía de sí mismo una conciencia de vícti-ma sacrificial expiatoria para la salvaciónde la humanidad. Casi todo el ciclo evan-gélico de la Pasión carece de historicidad,y lo mismo ha de decirse del ciclo poste-

rior a la Resurrección. El Señor no se apa-reció realmente a los discípulos, ni «pudo»hacerse visible, hablar y comer con ellos.Su Ascensión a los cielos, por supuesto,no es un acontecimiento histórico, narra-do por testigos oculares, sino «una com-posición literaria imaginada [únicamente]por Lucas»… ¿Cómo habremos de califi-car todas estas patrañas exegéticas, fielesa las doctrinas del modernismo, y contra-rias a las enseñanzas de la Iglesia católicade todos los tiempos?… ¿Qué tienen quever con el uso intelectualmente honrado delos antiguos y modernos métodos de laexégesis?…

«Nos toman por memos», como de-cía el Padre Castellani, hablando de Teil-hard de Chardin. Los escrituristas queignoran en su exégesis, y que inclusocontra-dicen lo que los mismos Evan-gelios dicen, y resisten abiertamente laTradición exegética de los Padres y lasenseñanzas y avisos del Magisterio apos-tólico, caen en errores gravísimos, quefalsifican a Cristo, a los Evangelios, a laIglesia, a la vida cristiana. En su tareaexegética y teológica, concretamente so-bre los Evangelios, se alejan años luz delas enseñanzas de la fe católica, concre-tamente del Concilio Vaticano II. Recuer-den, si no, ustedes los textos conciliaresque he ido citando en este mismo artícu-lo acerca del ministerio de los hagiógra-fos, en los que Dios mismo, «obrandoen ellos y por ellos», es el Autor princi-pal de sus escritos, siendo ellos, bajo lainspiración del Espíritu Santo, verdade-ros autores, que según su mentalidad,lenguaje y carácter personal, escriben delos hechos y de las palabras de Jesús«todo y sólo» lo que Dios les ha movidoa escribir en una asistencia de gracia es-pecialísima. Ésta es la verdadera fe ca-tólica.

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6. Los Evangelios sonverdaderos e históricos –1

–Ahora va a resultar que lo que dicen ycuentan los Evangelios es verdad de ver-dad.

–Eso es lo que la Iglesia siempre ha creí-do y sigue creyendo.

–La Sagrada Escritura es la prime-ra en afirmar la veracidad y la histori-cidad auténtica de sí misma. Ella can-ta siempre la majestad y la belleza de laPalabra divina escrita, y a veces antespredicada: «Oráculo. Palabra del Señorpara Israel. Oráculo del Señor que des-plegó el cielo, cimentó la tierra y formóel espíritu del hombre dentro de él» (Zac

12,1). El judío piadoso reconoce en losLibros sagrados su luz, su roca, su fuer-za, su camino:

Continuamente en la Biblia se reflejaesta veneración suprema por los textos dela Escritura: «las palabras del Señor sonpalabras auténticas, como plata limpia deganga, refinada siete veces» (Sal 11,7). ElSalmo 118, el más largo del Salterio, ala-ba en todos sus versículos al Señor por eldon inefable de su palabra y de sus manda-tos: «me consumo ansiando tu salvación, yespero en tu palabra… Tu Palabra, Señor,es eterna, más estable que el cielo… Lám-para es tu palabra para mis pasos, luz en misendero… El compendio de tu palabra esla verdad, y tus justos juicios son eternos».

La misma devoción a la Escritura se daentre los cristianos. El Maestro les ha ase-gurado: «las palabras que yo os he habladoson espíritu y son vida» (Jn 6,63). «El cie-lo y la tierra pasarán, pero mis palabras nopasarán» (Mt 24,35). Y los fieles respon-den: «tú tienes palabras de vida eterna» (Jn

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6,68). El hombre adámico, sin la luz de lafe, permanece «en tinieblas y sombras demuerte» (Lc 1,79); pero Cristo, «luz delmundo», por obra del Espíritu Santo y porla predicación de los Apóstoles le encien-de en la llama de la luz verdadera: «en me-dio de esta generación perversa y adúltera,aparecéis vosotros como antorchas en elmundo, que llevan en alto la Palabra de lavida» (Flp 2,15-16).

Los Apóstoles y evangelistas tienen con-ciencia de que su predicación y sus escri-tos son sagrados, inmutables como lo esDios, porque son Palabra divina: «Si al-guno os predica otro evangelio distinto delque habéis recibido, sea anatema» (Gál 1,9).«Yo [Juan] atestiguo a todo el que escuchamis palabras de la profecía de este libroque, si alguno añade a estas cosas, Diosañadirá sobre él las plagas escritas en estelibro. Y si alguno quita de las palabras dellibro de esta profecía, quitará Dios su par-te del árbol de la vida y de la ciudad santa,que están escritas en este libro» (Ap 22,18-19).

–La Liturgia cristiana venera la Pa-labra divina, y de ella vive. En las cele-braciones solemnes de la Eucaristía, elambón (Cristo-palabra) y el altar (Cris-to-pan de vida) reciben signos semejan-tes de honor y devoción: luces, inclina-ciones, incienso, flores, cantos. El SeñorJesucristo, desde el Padre, nos vivifica ynos comunica su Espíritu tanto cuando nos«habla» como cuando se entrega a noso-tros como «pan vivo bajado del cielo»;ya que «no sólo de pan vive el hombre,sino de toda palabra que sale de la bocade Dios» ( )…

«La Iglesia siempre ha venerado laSagrada Escritura, como lo ha hecho conel Cuerpo de Cristo, pues sobre todo enla sagrada Liturgia, nunca ha cesado de to-mar y repartir a los fieles el pan de vidaque ofrece la mesa de la palabra de Dios ydel cuerpo de Cristo» (Vat. II, Dei Verbum

21). Los Evangeliarios han sido siempre,en el culto y en el uso de los fieles que al-canzaban a tenerlos, libros sumamente pre-ciosos, expresando así en su belleza quetodas sus páginas son sagradas: son «Pala-bra de Dios». Y la Liturgia siempre ha sidoconsciente de que «el justo vive de la fe»(Rm 1,17); «la fe es por la predicación, yla predicación por la palabra de Cristo»(10,17). «Palabra del Señor».

Los Padres antiguos veneraban lasSagradas Escrituras, con certeza totalde su verdad, porque en sus textos es-cuchaban y leían al mismo Dios. Cual-quiera que conozca un poco la literaturapatrística advierte en seguida que sus tex-tos suelen abundar continuamente en ci-tas bíblicas, entrelazando unas con otras,de tal modo que en cualquier página delos Padres hallamos una o dos docenasde frases de la sagrada Escritura. Y esque vivían de ella, la llevaban en el cora-zón, y eso se comprueba en sus escri-tos, pues «de la abundancia del corazónhabla la boca» (Lc 6,45). Por no alar-garme, citaré sólo dos testimonios.

Orígenes: «Los evangelistas no mientenni incurren en error» (In Jn. 6,34). SanJerónimo: «“Estudiad las Escrituras”…Cristo es el poder de Dios y la sabiduríade Dios, y el que no conoce las Escriturasno conoce el poder de Dios ni su sabidu-ría; de ahí se sigue que ignorar las Escri-turas es ignorar a Cristo» (Com. a Isaías1,2).

–El arrasamiento modernista de laSagrada Escritura nos recuerda el sal-mo de la Viña devastada. «Sacaste unavid de Egipto, expulsaste a los gentiles,y la trasplantaste». Disipaste, Señor, lastinieblas de las naciones, iluminándolascon la luz del Evangelio, y plantando laVid de la Iglesia. Y ahora… «¿por quéhas derribado su cerca para que la sa-queen los viandantes, la pisoteen los ja-

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balíes y se la coman las ali-mañas?» (Sal 79). La pro-fanación de las Escrituras,especialmente del Evange-lio, realizada por la exége-sis protestante liberal y porel modernismo católico,puede considerarse comoel mayor mal sufrido porla Iglesia en su historia,pues esa falsificación totaldel Evangelio es «el con-junto de todas las here-jías», y ha logrado difun-dirse entre muchos católi-cos como si fuera una ver-sión científica y modernade la verdad auténtica de Cristo. Protes-tantes liberales y modernistas pueden serconsiderados como una manada que in-vade un jardín precioso, pisoteando, de-vastando y ensuciando todo. «Estáis muyequivocados» (Mc 12,27). «Estáis equi-vocados, porque no entendéis las Escri-turas ni el poder de Dios» (Mt 22,29).Mienten en todo lo que dicen. Y la resis-tencia que hallan hoy en la Iglesia es muydébil. Pueden difundir impunemente des-de sus católicas cátedras y sus católicaslibrerías errores enormes:

Jesús, probablemente, nació de José y deMaría. Siendo un «buscador» de Dios, suencuentro con el Bautista cambió radical-mente su vida. Él nunca pensó en fundaruna Iglesia distinta de Israel, y menos comouna institución jerarquizada. Los Evange-lios fueron escritos muy posteriormente alos hechos que narran. Por eso sus rela-tos, las palabras y las acciones que atribu-yen a Jesús, no tienen valor histórico, sinoque expresan la fe de las comunidades cris-tianas primeras. Los milagros de Jesús, susgrande signos, por ejemplo, la multiplica-ción de los panes, la sanación del ciego denacimiento, la resurrección de Lázaro, la

tempestad calmada, no son propiamenteacontecimientos reales, sino relatos sim-bólicos que la comunidad cristiana em-pleaba para expresar su fe en la grandezade Cristo, en su fuerza benéfica y en sudominio sobre el mal. El Jesús históricono tenía conciencia de su mesianidad, nise presentó como Dios, ni preconocía sumuerte, ni la entendía como un sacrificioexpiatorio en el que se cumplían las anti-guas profecías. Tampoco pretendía la glo-rificación de Dios en el mundo, sino acre-centar en éste la justicia, el amor y la feli-cidad. Hay, pues, numerosas y grandes di-ferencias entre el Jesús de la historia y elCristo de la fe de la Iglesia. Todo el cicloevangélico de la infancia de Jesús, en Ma-teo y Lucas, carece de fiabilidad histórica.Y lo mismo ha de decirse de los relatos enque se dan detalles de la última Cena, de laPasión en el Calvario, de la Resurreccióny de las apariciones de Jesús resucitado asus discípulos: todos carecen de histo-ricidad. La escena de la Asunción del Se-ñor a los cielos, concretamente, es una in-vención del evangelista Lucas. Pero todoesto no debe alarmarnos, pues, como es-cribe un exegeta católico, al leer el Evan-gelio, «quedarse en la materialidad del he-cho es empobrecer radicalmente la signi-

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ficación del mismo». (Nota.–¿Sabría algu-no explicarme qué significación puede te-ner un hecho no acontecido realmente?).

Todo este cúmulo de herejías ha idoinfectando en mayor o menor medidala mentalidad de no pocas Iglesias lo-cales católicas, causando la apostasíamás brusca y amplia de la historia de laIglesia. Esas herejías, primeramente for-muladas en círculos intelectuales míni-mos, ya en esas Iglesias se han generali-zado en Seminarios, Facultades, Novi-ciados, parroquias, catequesis, publica-ciones, librerías y revistas católicas. Lanegación de la verdad del Evangelio,iniciada en la Ilustración del siglo XVIIIy desarrollada por minorías intelectualesdel protestantismo liberal y del moder-nismo católico en el XIX –como ya des-cribimos en artículos anteriores (239),(243) y (245)–, ha logrado afectar a unabuena parte del pueblo cristiano. Creoque puede decirse, si vale la expresión,que está de moda entre muchos católi-cos no creer en los Evangelios. El feli-grés que un domingo acude a una Misaparroquial tiene muchas posibilidades deescuchar cómo el sacerdote, aunque sealerdo y no erudito, niega en la homilía larealidad histórica de lo que él mismo«proclama» leyendo el Evangelio.

–El Magisterio apostólico, por elcontrario, ha reafirmado con frecuen-cia la veracidad e historicidad de losEvangelios, partiendo siempre de quees Dios el Autor principal de todas lassagradas Escrituras. Y ha reprobado ladoctrina de quienes, ya desde los comien-zos del siglo XIX, niegan o ponen enduda esa veracidad histórica.

–León XIII, en la ProvidentissimusDeus (1893) afirma que siendo todos loslibros sagrados íntegramente inspirados

por el Espíritu Santo, están exentos deerror, pues «es necesario que Dios, Ver-dad suma, no sea autor de ningún error»(45). Si es que lo hubiera, «Él no seríael autor de toda la Sagrada Escritura»(46).

«Todos los Padres y Doctores estabanpersuadidos de que las divinas Letras, ta-les cuales salieron de manos de los hagió-grafos, eran inmunes de todo error… [yeran] unánimes en afirmar que dichos li-bros, en su totalidad y cada una de sus par-tes, procedía por igual de la inspiracióndivina, y que el mismo Dios, hablando porlos autores sagrados, nada podía decir aje-no a la verdad» (48). Pío XII, en la Divinaafflante Spiritu (1943), cita y asume estamisma doctrina (1-3).

–San Pío X, en la encíclica Pascendi(1907), explica por qué y cómo el mo-dernismo, partiendo de gravísimos erro-res filosóficos, rechaza la historicidad delos Evangelios.

En la exégesis de la Escritura «entra enescena el filósofo, y manda al historiadorque ordene sus estudios conforme a lo queprescriben los preceptos y leyes de la evo-lución» (30). Así pues, «está claro cuál esel método de los modernistas en la cues-tión histórica. Precede el filósofo; sigueel historiador; luego ya vienen la críticainterna y la crítica textual… Es evidenteque semejante crítica no es una crítica cual-quiera, sino que con razón se la llama ag-nóstica, inmanentista, evolucionista; dedonde se deduce que el que la profesa yusa [en la exégesis de las Escrituras], pro-fesa los errores implícitos en ella, y con-tradice la doctrina católica» (32). El co-nocimiento, dicen, no va más allá de losfenómenos, pues no alcanza la realidad, siésta existe; no puede aceptar tampoco lu-ces externas que no sean inmanentes al pro-pio conocimiento humano; y por otra par-te, al aplicar estos principios a la Escritu-ra, «es necesario admitir la evolución vi-

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tal de los Libros Sagrados, que nace deldesenvolvimiento [evolutivo] de la fe y essiempre paralela a ella» (31).

–Pablo VI afirma con gran fuerza Laverdad histórica de los Evangelios en laInstrucción de la Pontificia ComisiónBíblica De historica evangeliorumveritate (21-IV-1964), por él impulsaday ratificada. Y reafirma esta fe católicaen un tiempo difícil de la Iglesia, en elque el modernismo va levantando denuevo la cabeza en graves cuestiones,concretamente en la exégesis bíblica.Como se dice al comienzo de la Instruc-ción, «se van difundiendo muchos es-critos en los que se pone en duda laverdad de los dichos y hechos conteni-dos en los Evangelios. Por esta causa,la Pontificia comisión para los estudiosbíblicos, cumpliendo la tarea que elSumo Pontífice le confía, ha estimadoconveniente exponer e inculcar», etc.

Más aún: la Instrucción se publica enun momento extremadamente conflictivodel Vaticano II (abril 1964), cuando la dis-cusión del esquema sobre la Biblia, el se-gundo de los temas tratados en el Conci-lio, parece estar en un callejón sin salida.El esquema ha sido distribuido en julio de

1962, y tanto en las discusiones concilia-res de noviembre como en su votación fi-nal exploratoria (1.368 en contra, 822 fa-vorables) se pone de manifiesto el contras-te de dos tendencias difícilmente armo-nizables. Juan XXIII, aunque el rechazo noalcanza los dos tercios reglamentarios, re-tira el esquema, y encarga a una Comisiónpresidida por los Cardenales Ottaviani yBea la reelaboración del texto, que es dis-tribuido en abril de1963. Miles de obser-vaciones escritas aconsejan una nuevareelaboración del esquema, que finalmen-te Pablo VI envía a los Padres conciliaresen julio de 1964.

Es evidente, pues, conociendo la cir-cunstancia, que la Instrucción de Pablo VI,De historica evangeliorum veritate (abril1964), fue para algunos una intromisiónintolerable del Papa en el Concilio, parainclinar decisivamente la balanza en el sen-tido ortodoxo. Y efectivamente, gracias aDios, consiguió que la Constitución dog-mática Dei Verbum mantuviera las grandesverdades de la fe en la Sagrada Escritura.Se logra así finalmente, por obra del Espí-ritu Santo, el acuerdo común de los Padres,que parecía imposible, cuando en noviem-bre se celebra su debate en el Concilio:2.344 votos favorables y 6 en contra.(Nota.–La memoria de Pablo VI debe ser

honrada por los siglos, aunque sólosea por su intervención en laLumen gentium sobre la colegia-lidad episcopal; su defensa de losEvangelios, De historica evange-liorum veritate –que será seguidapor la Dei Verbum–; su reafir-mación de la verdad del matrimo-nio, Humanæ vitæ; de la Eucaris-tía, Mysterium fidei; del celibatoen la Iglesia latina, Sacerdotaliscoelibatus).

Esta Instrucción de la PCB(1964), después de señalar queson muchos los errores difundi-dos en el campo de la exégesis,

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recuerda en el número (1) al exegeta ca-tólico su deber de sujetarse a «la guíadel Magisterio eclesiástico, y de apro-vechar los resultados obtenidos por losexegetas católicos precedentes, especial-mente por los santos Padres y doctoresde la Iglesia». Vuelve a autorizar los mé-todos modernos, que se unen a los tradi-cionales para el mejor conocimiento dela Palabra divina escrita; concretamente«el método de la historia de las formas».Si bien, en este último, habrá de proce-der «con cautela, porque frecuentemen-te dicho método está unido a principiosfilosóficos y teológicos inadmisibles, quevician no raramente sea el mismo méto-do, sea las conclusiones en materia lite-raria». Describe las desviaciones racio-nalistas de aquellos estudios bíblicos queniegan la historicidad de los textos sa-grados y cierran la exégesis a todo lo so-brenatural, concretamente a las profe-cías y los milagros, conduciendo así auna fe falsificada. Señala también queesas erróneas exégesis «dan poca impor-tancia a la autoridad de los apóstolesen cuanto testigos de Jesucristo, y tam-bién a la autoridad de su oficio e influjoen la comunidad primitiva, y exageranel poder creativo de dicha comunidad».Sigue a estas advertencias negativas unaclara afirmación positiva de la veraci-dad histórica del Evangelio, que se de-sarrolló «en tres estadios» (2). Resumoel texto, y subrayo algunas palabras.

[1] –«Cristo Señor elige a sus discípu-los, que le siguieron desde el principio(Lc 1,2; Hch 1,21-22), vieron sus obras,oyeron sus palabras, y así llegaron a estaren situación de ser testigos de su vida y desu enseñanza (Lc 24,48; Jn 15,27; Hch 1,8;10,39; 13,31). El Señor, al exponer verbal-mente su enseñanza, seguía las formas depensamiento y expresión entonces usua-

les, adaptándose así a la mentalidad de losoyentes, y procurando también que cuantoél enseñaba se imprimiera firmemente ensu mente y pudiese ser recordado con fa-cilidad por los discípulos. Éstos entendie-ron bien los milagros y los otros sucesosde la vida de Jesús como realizados y dis-puestos con el fin de mover a la fe en Cris-to, y para hacerles abrazar con la fe el men-saje de la salvación.

[2] –«Los apóstoles anunciaron antetodo la muerte y la resurrección del Se-ñor, dando testimonio de Jesús (Lc24,44-48; Hch 2,32; 3,15; 5,30-32), y re-ferían de él con fidelidad episodios desu vida y sus palabras (Hch 10,36-41).Después que Jesús resucitó de entre losmuertos y de que su divinidad se manifes-tó de modo claro (Hch 2,36; Jn 20,28), lafe no sólo no les hizo olvidar la memoriade los acontecimientos, sino que la con-firmó, puesto que su fe se fundaba enaquello que Jesús había hecho y ense-ñado (Hch 2,22; 10,37-39). A causa delculto, con el que después los discípuloshonraban a Jesús como Señor e Hijo deDios, no se verificó una transformación deél en una persona “mítica”, ni se produjouna deformación de su enseñanza. Es in-negable, pues, que los apóstoles comuni-caron a sus oyentes todo cuanto Jesús real-mente había dicho y obrado con aquella in-teligencia plena de la que gozaban ahora (Jn2,22; 12,16; 11,51-52; 14,26; 16,12-13;7,39), después de los gloriosos sucesos deCristo y de la iluminación del Espíritu dela verdad.

«Y así como Jesús mismo después de suresurrección “les interpretó” (Lc 24,27)las palabras del A.T. y las suyas propias (Lc24,44-45; Hch 1,3), así también ellos ex-plicaron sus hechos y palabras según lasexigencias del auditorio. “Constantes en elministerio de la palabra” (Hch 6,4), predi-caron empleando modos de expresiónadaptados a su finalidad específica y a lamentalidad de sus oyentes, ya que habían

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de dirigirse «a griegos y a bárbaros, a sa-bios y a ignorantes” (Rm 1,14). Y en supredicación al anunciar a Cristo, emplea-ron modos diversos: catequesis, narracio-nes, testimonios, himnos, doxologías, ora-ciones y otras formas literarias semejan-tes, que aparecen en las Sagradas Escritu-ras y estaban en uso entre los hombres desu tiempo.

[3] –«Esta instrucción primitiva, hechaal principio oralmente, y después por es-crito –pues de hecho, pronto fueron mu-chos los que procuraron “componer un re-lato de los hechos” (Lc 1,1) referentes alSeñor Jesús–, fue consignada por los au-tores sagrados en los cuatro evangelios,con el método que correspondía al fin quecada uno se proponía, para el bien de la Igle-sia… Entre todo el material de que dispo-nían, los hagiógrafos eligieron concreta-mente aquello que se adaptaba más a lascondiciones diferentes de los fieles y alfin que se proponían… Dependiendo elsentido de un enunciado del contexto,cuando los evangelistas refieren los dichosy los hechos del Salvador, presentan con-textos diversos, mirando siempre la utili-dad de los lectores. Por eso el exegeta in-vestiga cuál era la intención del evangelis-ta [la intención redaccional] al exponer undicho o un hecho de un cierto modo o enun cierto contexto». En todo caso, es pre-ciso que los exegetas «no olviden que losapóstoles predicaron la Buena Noticia lle-nos del Espíritu Santo, y que los evange-lios fueron escritos bajo la inspiración delEspíritu Santo, que preservaba a los auto-res de todo error».

De la Instrucción presente quiero des-tacar algunas enseñanzas doctrinales deespecial importancia, que pasaron di-rectamente a la Dei Verbum. Y recorde-mos que los documentos de la ComisiónBíblica todavía en 1964 tenían valormagisterial. 1.–Se están difundiendomuchos errores en el campo de la exé-gesis. 2.–El exegeta católica debe en su

labor aceptar la guía de los Padres, doc-tores de la Iglesia y del Magisterio apos-tólico. 3.––La historia de las formas esun método válido, pero exige cautela ensu aplicación, pues frecuentemente estáunido a principios filosóficos y teológicosinadmisibles. 4.–Los Evangelios estánescritos por «hombres elegidos» por Diospara que sean testigos fide-dignos de loshechos y dichos de Jesús, no por las co-munidades cristianas posteriores. 5.–Losmilagros fueron realizados por Cristo parasuscitar y confirma la fe de los discípu-los. 6.–La fe y la experiencia del cultono disminuye en los hagiógrafos de nin-gún modo la capacidad de dar en losEvangelios, con absoluta veracidad ehistoricidad, la verdad de lo que ellos vie-ron y oyeron de Jesús, sino que contri-buyen a iluminar más su sentido. 7.–Lapredicación oral comenzó a hacerse es-crita «pronto» (mox, subito) (cf. Lc 1,1),no a los cuarenta, cincuenta o más añosde la vida pública de Jesús.

–La Constitución dogmática Dei Ver-bum del sagrado Concilio EcuménicoVaticano II (18-XI-1965), teniendo sinduda muy en cuenta la Instrucción alu-dida, afirmó con toda precisión la vera-cidad y la historicidad de los cuatro Evan-gelios, tanto en las palabras dichas porJesús como en los hechos, a veces mila-grosos, que realizó en su vida. Los Após-toles y evangelistas fueron en sus escri-tos testigos fidelísimos que, asistidos in-faliblemente por el Espíritu Santo, trans-mitieron para todos los siglos la vida, laspalabras, los hechos, la muerte y la re-surrección de nuestro Señor y SalvadorJesucristo.

«Dios se valió de hombres elegidos, queusaban de sus facultades y talentos», paraescribir los Evangelios; «de este modo,obrando Dios en ellos y por ellos, como

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verdaderos autores, pusieron por escritotodo y sólo lo que Dios quería. Como todolo que afirman los hagiógrafos, o autoresinspirados, lo afirma el Espíritu Santo, sesigue que los Libros sagrados enseñan fir-memente, fielmente y sin error la verdadque Dios hizo consignar en dichos librospara salvación nuestra» (Dei Verbum 11).

De esa fe procede que «la santa madreIglesia ha mantenido y mantiene con fir-meza y máxima constancia que los cua-tro Evangelios, cuya historicidad afirmasin dudar, narran fielmente lo que Jesús,el Hijo de Dios, viviendo entre los hom-bres, hizo y enseñó realmente hasta el díade la ascensión (Hch 1,1-2)». Por tanto,«los autores sagrados que compusieron loscuatro Evangelios… nos transmitierondatos auténticos y genuinos acerca de Je-

sús. Sacándolo de su memoria o del testi-monio de los que “asistieron desde el prin-cipio y fueron ministros de la palabra”, loescribieron para que conozcamos la “ver-dad” de lo que nos enseñaban (Lc 1,2-4)»(19).

Doctrinas tan claras del Concilio Va-ticano II hacían esperar una reafir-mación de la ortodoxia en el campo dela exégesis católica; pero, por el con-trario, la exégesis modernista resurgiócon fuerza poco tiempo después, logran-do en los años siguientes una difusión yuna preeminencia abrumadoras en lasIglesias locales de Occidente más ilus-tradas. Ése será, Dios mediante, el temadel próximo artículo.

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7. Los Evangelios sonverdaderos e históricos –y 2

–Va usted convenciéndome de que losEvangelios afirman con veracidad históri-ca lo que Jesús habló y obró.

–Pues ándese con cuidado y prepárese,porque seguro que le van calificar de fun-damentalista.

–El resurgimiento del modernismoen la exégesis se fue produciendo ace-leradamente después del Concilio, enplena contradicción con las enseñan-zas conciliares. La Constitución dogmá-tica Dei Verbum confiesa con toda fir-meza y claridad la fe de la Iglesia. Perodurante medio siglo estamos padeciendo

el escándalo de muchos exegetas católi-cos que, muchas veces de forma impu-ne, enseñan justamente lo contrario deesa Constitución conciliar. Bástenos re-cordar a los autores que cité en el artícu-lo (238) Notas bíblicas. –1. Cómo estáel patio. Allí comprobamos cómo el pro-fesor Felipe Fernández Ramos, profe-sor en León, Burgos y Salamanca, en-cargado del evangelio de San Juan en elComentario al Nuevo Testamento (Casade la Biblia-Ed. Atenas-PPC, Madrid1995), niega la veracidad histórica de losgrandes milagros, uno tras otro, sobrelos cuales se estructura el cuarto Evan-gelio, destruyéndolo así completamente.Ya hace de eso casi dos decenios, y queyo sepa, no ha sido objeto de impugna-ciones teológicas ni de sanciones canó-nicas. Eso muestra que la exégesis moder-nista ya no produce hoy alarma socialen el pueblo cristiano. Ni en no pocos de

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sus Pastores… Las tesis modernistaspueden parecer a algunos un tanto atre-vidas, pero en todo caso tolerables. Esdecir, han prevalecido en bastantes Igle-sias locales.

El «apostolado» de la incredulidaden el Evangelio prosigue. También enaquel artículo pudimos comprobar cómoel profesor José Antonio Pagola, en suobra Jesús. Aproximación histórica(PPC, Madrid 2013, 10ª ed.), al aproxi-marse a la figura histórica de Jesús, unay otra vez niega la verdad y la historicidadde gran parte de los dichos y los hechosnarrados y testimoniados por los Apósto-les y Evangelistas. Viene a ser como unejemplo perfecto de lo que es una exé-gesis contraria a la tradición católica y,concretamente, al Concilio Vaticano II.

Recordaré solamente, por no multipli-car los ejemplos, cómo niega Pagola laveracidad histórica de las aparicionesde Cristo Resucitado a sus discípulos,reduciéndolas a meras «experiencias» es-pirituales íntimas. Y no se contenta connegar las apariciones, sino que se pre-ocupa incluso por convencer a los cató-licos, pobres ignorantes, de que tales re-latos evangélicos carecen de veracidadhistórica, y no fueron hechos realmenteacontecidos.

«Los relatos evangélicos sobre las“apariciones” pueden crear en nosotroscierta confusión. Según los evangelistas,Jesús puede ser visto y tocado, puede co-mer, subir al cielo hasta quedar ocultadopor una nube» (429). Pero no, no nos de-jemos engañar por el verismo de esos re-latos: «no pretenden [los evangelistas]ofrecernos información para que podamosreconstruir los hechos tal como sucedie-ron, a partir del tercer día después de lacrucifixión. Son “catequesis” deliciosasque evocan las primeras experiencias para

ahondar más en la fe en Cristo resucitado»(429, en nota). No hay, pues, propiamenteapariciones del Resucitado, sino que másbien ha de hablarse de «primeras experien-cias» que los cristianos tienen de Jesúsdespués de su muerte, cuando lo captan ín-timamente como viviente.

Por otra parte, «el esquema de Lucaslimitando las manifestaciones del resu-citado a cuarenta días es meramente con-vencional» (433, nota). «En algún momen-to caen en la cuenta de que Dios les estárevelando al crucificado lleno de vida. Nolo habían podido captar así con anteriori-dad. Es ahora cuando lo están “viendo” real-mente, en toda su “gloria” de resucitado»(435). «En una época relativamente tardía,cuando los cristianos llevan ya cuarenta ocincuenta años viviendo de la fe en Cris-to resucitado, nos encontramos con unosrelatos llenos de encanto que evocan losprimeros “encuentros” de los discípuloscon Jesús resucitado» (437). «Hemos deaprender a leer correctamente estos tex-tos viendo en esas escenas tan gráficasno descripciones concretas sobre lo ocu-rrido, sino procedimientos narrativos quetratan de evocar, de alguna manera, la ex-periencia de Cristo resucitado» (438,nota)…

Advierto, al paso, que como en este casode las apariciones, son innumerables lasveces que Pagola niega en su libro la vera-cidad e historicidad de los Evangelios. Unúltimo broche de oro: «La “ascensión” esuna composición literaria imaginada porLucas con una intención teológica muy cla-ra» (441, nota). Que no les engañe a uste-des el evangelista: no vayan a creer que su-cedió históricamente el hecho que él tes-timonia como realmente acontecido.

Según esta «aproximación histórica»a Jesús, ha de entenderse que los encuen-tros y diálogos que tuvo el Resucitadocon los de Emaús, con María Magdale-na, con los Doce en diversas ocasiones,

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comiendo incluso con ellos, las tres pre-guntas a Pedro, la confirmación de suPrimado apostólico, el desayuno junto allago, son siempre creaciones literarias ycatequéticas, compuestas por quienes «lle-van ya cuarenta o cincuenta años vivien-do de la fe en Cristo resucitado». No traen,pues, el testimonio personal de Apósto-les y evangelistas, lo que ellos «vieron yoyeron»; y por tanto no nos suministrandatos válidos para fundamentar una ob-jetiva «aproximación histórica» a Jesús.

Menos aún podrán estimarse válidosotros testimonios sobre Jesús dados porhombres muy próximos a Él o a los Após-toles, como un San Pablo (+67), un Cle-mente Romano (+101) o un Ignacio deAntioquía (+107), porque al ser hombresde fe, y al haber realizado sus inteligen-cias con los años una transformación delsentimiento de la fe, formulándolo en dog-mas precisos, vienen a dar en un Cristo dela fe muy diferente del Jesús histórico. Noestán ya, por tanto, en con-diciones de suministrar unainformación veraz y real-mente histórica de Jesús…Habla, por el contrario, Pa-gola de El testimonio neu-tral de los escritores ro-manos de la época (513).El testimonio suyo es neu-tral [sic], porque no tienenla fe religiosa en Cristo.(Lo que hay que oir… Yaguantar).

Estas aberraciones exe-géticas están hoy tan difun-didas –el Jesús de Pagolava por la 10ª edición–, queya ni siquiera producenescándalo y reaccionesfuertes de biblistas, teólo-gos y Pastores de la Igle-sia. Casi todas las libre-rías religiosas, también las

diocesanas, se prestan sin problemas adifundir estos graves errores.

* * *–La credibilidad de los testigos del

Evangelio es máxima. Pedro: «noso-tros no podemos dejar de decir lo quehemos visto y oído» (Hch 4,20). «Nonos fundábamos en fábulas fantasiosascuando os dimos a conocer el poder y lavenida de nuestro Señor Jesucristo, sinoen que habíamos sido testigos ocularesde su grandeza» (2Pe 1,16). «Nosotrossomos testigos de todo lo que hizo [Je-sús] en la tierra de los judíos y en Jeru-salén», y ya resucitado, no se manifestóa todos, «sino a los testigos designadospor Dios: a nosotros, que hemos comidoy bebido con él después de su resurrec-ción de entre los muertos» (Hch 10,39-41; cf. Lc 24,36-43).

Juan: «Lo que existía desde el princi-pio, lo que hemos oído, lo que hemos vis-

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to con nuestros propios ojos, lo que con-templamos y palparon nuestras manosacerca del Verbo de la vida… Eso que he-mos visto y oído os lo anunciamos, paraque estéis en comunión con nosotros» (1Jn1,1-3).

Lucas: «puesto que muchos han em-prendido la tarea de componer un relatode los hechos que se han cumplido entrenosotros, como nos los trasmitieron losque fueron desde el principio testigos ocu-lares y servidores de la palabra, también yohe resuelto escribírtelos por su orden, ilus-tre Teófilo, después de investigarlo tododiligentemente desde el principio, para queconozcas la solidez de las enseñanzas quehas recibido» (Lc 1,1-3). Asegura, pues, quesu intención es escribir una «narración»(diégesis) con toda «exactitud» (akribos) y«solidez» (asfáleia). Y declara la mismaintención de escrupulosa historicidad alcomienzo de los Hechos de los Apóstoles(1,1-3). No hay razón alguna para poner enduda su palabra.

Por el contrario, la crítica histórica delliberalismo protestante y modernista dapor supuesto que en el tiempo de la com-posición de los Evangelios no había enlos relatos de la historia un sentido au-téntico de la veracidad. Pero ese presu-puesto es falso. Es cierto que hubo his-toriadores antiguos, como Heródoto(484-425 a.C.) que en sus relatos histó-ricos sacrifican con frecuencia la reali-dad de los hechos a lo maravilloso. Peroen modo alguno es ésta la actitud de loshagiógrafos evangélicos. Luciano de Sa-mosata (+181) expone en su breve tra-tado Historia verdadera las normas quehan de observarse al escribir la historia,y afirma que «la única tarea del historia-dor consiste en relatar los hechos tal comosucedieron (hos eprachthe eipein, n.39);y añade: «esto... es lo característico dela historia: sólo se debe dar culto a laverdad». Ésta fue la actitud que apósto-

les y evangelistas, siempre asistidos porel Espíritu Santo, guardaron cuidadosa-mente en sus escritos.

Los Evangelios nos comunican lamisma predicación de los Apóstoles:son la expresión escrita del Evangeliopredicado por ellos oralmente, y dan portanto testimonio fidelísimo de lo que Je-sús enseñó y obró, y de lo que ellos vie-ron y oyeron. Ésa es la fe de la Iglesia.Nuestra fe se fundamenta en los Evan-gelios, en la predicación apostólica . Ycuando creemos en los Evangelios, cree-mos en el testimonio que dieron de Je-sús «hombres elegidos» (DV 11), losApóstoles y Evangelistas, en cuanto tes-tigos fidelísimos de cuanto «Jesús, elHijo de Dios, viviendo entre los hom-bres, hizo y enseñó realmete hasta el díade la ascensión» (19). Por tanto, «la fe espor la predicación, y la predicación [apos-tólica] es por la palabra de Cristo» (Rm10,17).

Los Evangelios, con absoluta veraci-dad, nos transmiten la misma predica-ción de los Apóstoles, oral primero, ymuy pronto puesta por escrito. Nuestrafe no se fundamenta, pues, en lo que«las comunidades cristianas primitivas»creyeron y expresaron bastantes añosdespués, como si la inspiración perso-nal de Apóstoles y Evangelistas vinieraa ser sustituida por una inspiración co-lectiva de dichas comunidades.

Pareciera que desafina la Pontificia Co-misión Bíblica (La interpretación de laBiblia en la Iglesia, 1993) cuando escri-be en un párrafo –en un párrafo: la instruc-ción es larguísima, y dice otras muchascosas distintas-–: «Dado que la SagradaEscritura ha salido a la luz sobre la basede un consenso de las comunidades cre-yentes, que han reconocido en su texto laexpresión de la fe revelada», etc. (in fine:

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3. Algunas conclusiones). La base de lasEscrituras no es el consenso receptivo delas comunidades cristianas: es la mismaPalabra de Dios que, por la predicaciónoral y escrita de los Apóstoles y evange-listas, revela a las comunidades cristianasel misterio de Cristo, suscitando en ellasla fe. Como años antes decía la PontificiaComisión Bíblica (La verdad histórica delos Evangelios, 1964), algunos «tienen enpoco la autoridad de los apóstoles en sustestimonios sobre Jesucristo, y en cuantoa su ministerio y su influjo en la comuni-dad primitiva, exagerando el poder creativode dicha comunidad». Por el contrario, enel prefacio Iº de los Apóstoles, damos gra-cias a Dios: porque «quieres que [la Igle-sia] tenga siempre por guía la palabra deaquellos mismos pastores, a quien tu Hijodio la misión de anunciar el Evangelio».

–La credibilidad de los Códices evan-gélicos es máxima. Los textos de los Evan-gelios son auténticos, se han conservadoprodigiosamente exactos. Pío XII, en laDivino afflante Spiritu (1943), dice quelas objeciones que en tiempos de LeónXIII «suscitaron los críticos ajenos a laIglesia o también hostiles a ella contra laautenticidad, antigüedad, integridad yfidelidad histórica de los libros sagra-dos, hoy se han eliminado y resuelto»,gracias a los avances de los estudios bí-blicos (27).

La autenticidad textual de los Evange-lios es absolutamente excepcional, puestienen unas garantías que, tanto por su an-tigüedad, como por el gran número de frag-mentos o códices, es mucho mayor que lade los libros de la antigüedad clásica. Eltiempo transcurrido entre Aristóteles (-322 a. Cto.) y la aparición más antigua desus textos es de 1400 años; de Tácito (-120 a. Cto.), 1340 años; de Polibio (-118a. Cto.), 1067 años. Las obras íntegras deCicerón, César, Horacio, Virgilio, Ovidio,no se conocían antes del siglo VIII, aun-

que sí fragmentos. Por el contrario, exis-ten 78 códices completos de los Evange-lios entre los siglos IV y VI. La perfecta ynumerosa conservación de los textos evan-gélicos es única en la historia literaria deOccidente.

–La fecha de composición de losEvangelios es muy temprana. Se escri-bieron pocos años después de los hechosque relatan, cuando todavía vivían mu-chos contemporáneos de Jesús que ha-bían oído sus predicaciones y visto susmilagros. Ellos hubieran podido desmen-tir los dichos y hechos de Jesús, espe-cialmente los milagros, relatados por losevangelistas.

San Pedro (+64-67), cuando en seguidade Pentecostés predica a los judíos, em-plea este mismo argumento apologético:«varones israelitas, escuchad estas pala-bras: Jesús de Nazaret, varón acreditado porDios entre vosotros con milagros, prodi-gios y señales que Dios hizo por él en me-dio de vosotros, como vosotros mismossabéis» (Hch 2,22). «Vosotros sabéis loacontecido en toda Judea, comenzando porGalilea, después del bautismo predicadopor Juan; esto es, cómo Jesús de Nazaret»,etc (10,37-39). San Pablo, ante el reyAgripa y el procurador Festo, arguye en suproceso: «todo esto no se ha realizado enun rincón» (26,26). Y cuando muere(+67), deja un amplio conjunto de escri-tos, en los que se confiesa ya con toda ple-nitud el misterio de Cristo. El exegeta an-glicano Robinson, del que luego hablaré,estima que «la totalidad de la literaturaexistente de Pablo (sin olvidar que tan tem-prano como en 2Tes 3,17 él alude a “todasmis cartas”) parece caer dentro de un pe-ríodo de nueve años», los años 50-58(1Tes, 2 Tes, 1Cor, 1Tim, 2Cor, Gál, Rom,Tito, Flp, Flm, Col, Ef, 2Tim). Son, pues,escritos muy próximos a los dichos y he-chos de Cristo, que el Apóstol testifica yexplica teológicamente.

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Protestantes liberales y modernistas an-tiguos y actuales, por el contrario, aun-que acepten la autenticidad textual delos Evangelios, han procurado siempreretrasar todo lo posible la fecha de lacomposición de los Evangelios y demáslibros del Nuevo Testamento, para queno pudiera haber contemporáneos deJesús que rechazaran las palabras y lasobras milagrosas que los evangelista leatribuían; y para dar tiempo así a queestos libros no fueran escritos por unostestigos que narran «lo que han visto yoído», sino más bien por las «comuni-dades cristianas» posteriores, que segúnellos obraron una transformación delverdadero Jesús histórico en el Cristode la fe.

La datación de los Evangelios en los18 primeros siglos de cristianismo esobjeto de una convicción común: han sidoescritos por los Apóstoles o por varonesapostólicos muy próximos a ellos, nomucho después de Pentocostés y de laprimera predicación oral del Evangelio.Son, pues, escritos cuando ciertamentetodavía eran muchos los contemporáneosvivos de Jesús.

–A principios del siglo XIX, y aún antes,aquellos estudios histórico-críticos que serealizaron bajo el influjo de las filosofíasidealistas y racionalistas de la Ilustración–otros no–, asignaron a los Evangelios fe-chas de composición muy tardías, en el si-glo II, y quizá en su segunda mitad. De estemodo vino a negarse o a ponerse en dudasu historicidad. Eran libros que no fueronescritos por Apóstoles y evangelistas, sinocompuestos en forma de leyendas y rela-tos míticos por la creatividad entusiasta delas comunidades cristianas primitivas.

–En el siglo XX, el progreso de las in-vestigaciones bíblicas histórico-críticasobligó a indicar dataciones más tempranas,aunque no llegaran a aceptar la visión tra-

dicional. A mediados de ese siglo la mayo-ría de los biblistas databa así la composi-ción de los Evangelios: Marcos hacia el 70,Mateo y Lucas hacia el 80-90, y Juan entorno al 95.

–En los últimos decenios se ha dadouna notable recuperación de la visióntradicional. Desde campos diversos deinvestigación –filológica, exegética, papi-rológica, etc.–, en forma convergente, seha producido un acercamiento o un regre-so integral a las tesis de la antigua tradi-ción cristiana. Fue notable en este proce-so la publicación en 1976 del libroRedating the New Testament (Re-fechan-do el Nuevo Testamento) del teólogo in-glés y obispo anglicano John A. T. Robin-son. En ese libro, siguiendo un método his-tórico, sostiene el autor que todo el Nue-vo Testamento fue escrito antes del 70,año de la destrucción de Jerusalén y de suTemplo por parte de los romanos. Esa des-trucción no es mencionada en ningún tex-to del NT como un hecho pasado, ni es des-crita con sus detalles históricos propios, apesar de que se trata de un hecho de máxi-ma importancia en la historia de Israel, yaque puso fin a la práctica de la religión ju-día tal como era entonces. Si los Evange-lios hubieran sido escritos después del año70, y las profecías de Jesús sobre la des-trucción de Jerusalén fueran posteriores alevento, no se explicaría por qué en estecaso los evangelistas no señalaron, comoen otros casos, que las profecías de Jesússe habían cumplido.

Es de notar que siendo Robinson un teó-logo ultra-liberal (Honest to God, 1963),tuvo la honradez y el coraje de superar susprejuicios propios, y los del gremio deexegetas próximo a él, acerca del temaimportantísimo de la datación del NuevoTestamento. Supo recuperar lúcidamentelas observaciones hechas por estudiososanteriores a él, y llegó a formar un argu-mento nuevo y convincente en favor de ladatación temprana. (Cf. Daniel Iglesias, Lafecha del Nuevo Testamento según Ro-

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binson (por Jean Carmignac) [1978], dosartículos).

También en esta cuestión ha de ser espe-cialmente recordado Jean Carmignac, sa-cerdote católico francés y gran exegeta,especialista indiscutido en los manuscri-tos del Mar Muerto. En 1984 publicó sulibro El nacimiento de los Evangeliossinópticos, que resume los resultados deveinte años de estudio de estos tres Evan-gelios. Todas sus conclusiones favorecenfuertemente la tesis tradicional sobre laredacción temprana de los Evangelios.Utilizando un método principalmente filo-lógico, con algunos apoyos históricos,Carmignac muestra que los Evangelios deMateo y Marcos y las fuentes utilizadas porLucas fueron redactados originalmente enuna lengua semítica (más probablementeel hebreo que el arameo). Su estudio, ba-sado principalmente en los semitismos delos Evangelios sinópticos, tiende a reva-lorizar algunos datos proporcionados porla más antigua tradición cristiana: el Após-tol Mateo escribió un Evangelio en hebreo;Marcos puso por escrito en el Evangelioque lleva su nombre la predicación delApóstol Pedro; etc. (Cf. Daniel Iglesias, Elnacimiento de los Evangelios sinópticos(2007), según Carmignac).

* * *–El fundamentalismo literalista es

una falsa exégesis, siempre denunciadapor la Iglesia. Un torpe literalismo hacedecir a Dios lo que no quiere decirnos.Cuando algunos han incurrido en él, hanllevado a conflictos falsos entre razón yfe, entre ciencia y Escrituras. Una inter-pretación fundamentalista de las Escri-turas afirmará que la víbora mata con lalengua (Job 20,16), considerará que elmurciélago y la liebre son rumiantes (Lev11,5; Dt 14,7), o que el grano de mosta-za, ciertamente –es palabra del Señor–es el menor de las simientes (Mt 13,32).

San Agustín enseña en el año 393: «elEspíritu Santo, que hablaba por medio delos hagiógrafos, no quiso enseñar a loshombres cosas que no tienen utilidad al-guna para la salud eterna» (De Genesi adlitteram). Y en el 398: « el Señor no pro-metió el Espíritu Santo para instruirnossobre el curso del sol y de la luna. El que-ría hacer cristianos y no matemáticos» (Deactis cum Felice manichaeo). Santo Tomásadvierte que «Moisés, hablando a un pue-blo rudo, se acomodaba a su cortedad, yasí les hablaba de las cosas tal como éstasaparecían a los sentidos» (STh I, 68,3). Yafirmaba en general que «la Escritura seadapta al lenguaje de los hombres incul-tos» (In Job, 26). La Pontificia ComisiónBíblica, en su nota La verdad histórica delos Evangelios (1964), recuerda que en laenseñanza de Pío XII (Divino afflanteSpiritu, 1943) se «enuncia una regla ge-neral de hermenéutica, válida para la inter-pretación de los libros tanto del Antiguocomo del Nuevo Testamento, según la cuallos hagiógrafos emplearon los modos depensar y de escribir de sus contemporá-neos» (1).

Benedicto XVI, en la exhortación post-sinodal Verbum Domini (30-IX-2010, n.44), señala que «el “literalismo” propug-nado por la lectura fundamentalista, repre-senta en realidad una traición tanto al sen-tido literal como espiritual, y abre el ca-mino a instrumentalizaciones antiecle-siales de las mismas Escrituras… “Recha-zando tener en cuenta el carácter históri-co de la revelación bíblica, se vuelve inca-paz de aceptar plenamente la verdad de lamisma Encarnación… Por eso tiende a tra-tar el texto bíblico como si hubiera sidodictado palabra por palabra por el Espíritu,y no llega a reconocer que la Palabra deDios ha sido formulada en un lenguaje yuna fraseología condicionadas por una uotra época determinada” (PCB, La inter-pretación de la Biblia en la Iglesia, 15-IV-1993)» (44).

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Los liberales protestantes y moder-nistas, de su parte, calumnian a la Igle-sia católica, tachándola de «funda-mentalista» y «literalista» en su exége-sis, como si ésta fuera torpemente acrí-tica. Y su actitud es coherente con susprincipios, pues ellos niegan la veraci-dad histórica del Evangelio; estiman queson relatos creados por las comunidadesprimeras creyentes, lenguajes simbólicosusados para expresar la grandeza de Cris-to, etc. Ellos no creen en la realidad delos milagros de Jesús. No reconocen lahistoricidad real de sus palabras y obras,tal como son relatadas por los evangelis-tas. Y consecuentemente, como los ca-tólicos creemos en la veracidad históri-ca de los Evangelios, nos acusan defundamentalistas. Pero es una falsedad.

Nosotros creemos que la Virgen Maríaconcibió a Jesús por obra del Espíritu San-to, porque así lo afirman los evangelistasMateo y Lucas, y así lo entiende y confie-sa la Iglesia. Creemos en la presencia ver-dadera y real de Cristo en la Eucaristía,porque así lo afirmó el mismo Cristo:«esto es mi cuerpo», y así lo entiende yprofesa la Iglesia. Creemos que Jesús an-duvo sobre las aguas, porque así lo afirmanlos Evangelios, y así lo entiende la Iglesiaen su tradición de veinte siglos. Creemosque Jesús hizo muchos milagros, y que sonhistóricos todos los milagros narrados enel Evangelio.

Y esto no es fundamentalismo litera-lista; es simplemente la fe católica, porla que creemos que «la revelación se rea-liza por obras y palabras intrínsecamen-te ligadas: las obras que Dios realiza enla historia de la salvación manifiestan yconfirman la doctrina y las realidades quelas palabras significan; y a su vez laspalabras proclaman las obras y expli-can su misterio» (Vat. II, Dei Verbum2). Las obras portentosas (resucitar a

un muerto) y la veracidad histórica delas palabras increíbles («yo soy la resu-rrección y la vida») se iluminan y con-firman mutuamente. Si negamos la ve-racidad histórica de las obras de Jesús,queda desvirtuada la veracidad históricade sus palabras. Y nosotros creemos enlas palabras y en las obras de Jesús, talcomo las refieren los Evangelios.

Nosotros, más aún, creemos en 1.-lahistoricidad de los milagros de Cristo.Y creemos también en 2.-la historicidadde los Evangelios de la infancia. Con-vendrá que exponga y justifique las doscuestiones.

* * *1.–Los católicos creemos en la histo-

ricidad de los milagros de Jesús. Cree-mos con certeza que Jesús hizo muchosmilagros. Los evangelistas los describeny atestiguan en muchas ocasiones (Mt4,3); San Pedro afirma que fueron mu-chos: «como vosotros mismos sabéis»(Hch 2,22); San Juan dice que no ca-brían en el mundo los libros necesariospara contarlos todos (Jn 21,25; cf. 20,30).Hasta sus enemigos lo reconocen: «¿quéhacemos, que este hombre hace muchosmilagros?» (Jn 11,47). Lo mismo cree-mos los católicos, los ortodoxos y losprotestantes evangélicos. Pero los pro-testantes liberales y los mo-dernistas ca-tólicos [círculos cuadrados], dando másfe a la palabra de Kant y de los filósofosilustrados que a la Palabra divina, lo nie-gan. Voy a analizar, como ejemplo, laveracidad histórica, muchas veces nega-da, de un milagro concreto:

–Jesús anduvo sobre las aguas. Comoya vimos al describir (238) Cómo está elpatio, en el Comentario al Nuevo Testa-mento, se niega la historicidad de estaescena evangélica (pg.288). Se nos dice

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que«en cuanto a la historicidad, el hecho

es más teológico que histórico [inefableafirmación]. Esto significa que la marchasobre las aguas no tuvo lugar de la formaque nos narran los evangelios». Un hechode Jesús, un milagro, que no tuvo lugar dela forma que nos narra el Evangelio es unhecho no acontecido: ni en la forma narra-da por el evangelista, ni en ningún otromodo. Es un no-hecho. Y los hechos nosucedidos no tienen significación alguna.Por otra parte, los hechos teológicos noexisten. Los hechos son siempre aconte-cimientos históricos, sucedidos. Estamos,pues, en la ambigüedad congénita de unpuro pensamiento ideológico, que no esconforme ni con la razón ni con la fe.

Tres Evangelios afirman que Jesús an-duvo sobre las aguas: San Mateo (14,22-23), San Marcos (6,45-52) y San Juan(6,16-21). Analizo brevemente los textosy su exégesis propia.

–Mateo. La barca de Pedro navega muyalejada de la orilla, y el mar enfurecido lapone en peligro. Es de noche, «en la cuartavigilia», entre las 3 y las 6 horas. «Jesúsvino hacia ellos caminando sobre el mar»,lo que solamente es posible para Yahvé(Job 9,8; Hab 3,15; Sal 76,20; Is 43,16; Sab14,1-4). Los discípulos, «al ver» a Jesúscaminando sobre las aguas, dicen que «esun fantasma», y «por el miedo dan gritos»de espanto. Jesús los tranquiliza con pala-bras que le identifican con Yahvé: «Yo soy,no temáis». Todos se postraron ante Él yconfiesan: «verdaderamente tú eres el Hijode Dios».

–Marcos. La barca en «la cuarta vigilia»está ya en medio del mar, y el viento escontrario. «Al verle caminar sobre el mar,creyeron que era un fantasma y se pusie-ron a gritar, pues todos le vieron y se asus-taron», sin haberle reconocido. Como enMateo, la escena se produce «en seguida»de la multiplicación de los panes. Y con-

viene señalar que en esta fase de la vidapública de Jesús necesitaban los discípu-los estos milagros. «Subió con ellos a labarca y cesó el viento. Ellos estaban en elcolmo del estupor, pues no habían com-prendido lo de los panes, porque tenían lamente embotada».

–Juan. Es ya «noche cerrada», se hanalejado mucho de la orilla, el viento soplafuerte y el lago se va encrespando. «Ven aJesús, que se acerca a la barca, caminandosobre el mar, y se asustaron». No lo reco-nocen, y él se identifica: «Yo soy; no te-máis». Este «Yo soy» del cuarto evangelioexpresa una soberanía absoluta, un poderilimitado, que solo Yahvé posee sobre todolo creado, también sobre las aguas del mar.El mar, en su movimiento continuo, pode-roso, amenazante, significa muchas vecesen la Biblia el caos, la fuerza del Maligno(Is 57,20; Jer 5,22; Jud 1,13). De el marsurge la Bestia que, potenciada por el Dra-gón infernal, seduce y domina el mundo(Apoc 13,1). Cuando vuelva finalmenteCristo, y establezca un cielo nuevo y unatierra nueva, «el mar ya no existirá» (21,1):ya no habrá sitio para el mal… Y los discí-pulos «vieron a Jesús que caminaba sobreel mar y se acercaba a la barca».

La historicidad de la escena es cier-ta. Es cierta porque lo afirma «el Evan-gelio, la palabra [de Dios], el mensaje dela verdad» (Col 1,5). Pero muchos otrosargumentos pueden ayudar a creer en esemilagro. Se cumplen perfectamente eneste hecho los criterios de historicidadexigidos por la crítica: múltiple fuente,varios textos que convergen en la mismanarración; discontinuidad, es un datoque no puede tener su origen en la men-talidad religiosa de la época; conformi-dad, varios testigos afirman la veracidaddel hecho; explicación necesaria: no tie-ne sentido narrar sin fundamento real unsuceso que es humanamente increíble, y

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que además da una imagen paupérrimade los Apóstoles.

–Los testimonios son múltiples y con-cordantes. –El hombre Jesús, caminandosobre las aguas, significa para el monoteís-mo judío: «sólo Yahavé puede hacer esto».–Los apóstoles representan un papel la-mentable: no reconocen a Jesús, creen verun fantasma, se llenan de pánico, dan gri-tos descontrolados, no entienden nada.Nunca un cronista se hubiera atrevido acontar una escena semejante de los Após-toles, tan venerados, si no fuera un hechoverdaderamente histórico. Hubiera descri-to solamente el gozo y entusiasmo de losdiscípulos al ver al Señor. –La salida denoche en la barca y la brusca tempestad sonepisodios connaturales a la vida de los dis-cípulos y de la región. –En el curso delministerio público de Jesús, la escena seproduce en la transición entre la predica-ción del Reino y la revelación crecienteque hace Jesús de su identidad personal. –Si la Iglesia hubiera inventado el suceso,habría tenido más cuidado en poner de

acuerdo a los relatores en algunospequeños detalles discordantes.

Los católicos creemos queJesús caminó sobre las aguasdel mar. El acontecimiento eshistórico. El paso de Dios entrelos hombres es en Cristo nor-malmente humilde y sencillo, yotras veces fascinans et tremen-dum. Como debe ser, para dar anuestra fe un fundamento razo-nable. El Señor domina sobretoda la creación, también sobreel poder oscuro y maligno delmar enfurecido. Los milagros,como éste, son hechos que losApóstoles y evangelistas testifi-can porque «los han visto yoído»; son hechos que hacen denuestra fe un rationabile obse-

quium (Rm 12,1); son hechos narradospor los Apóstoles y evangelistas porquequieren que así como ellos confirmaronsu fe al verlos, también nosotros crezca-mos en la fe al oirlos, fiándonos del tes-timonio apostólico de su narración.“Bienaventurados aquellos que sin vercreyeron” (Jn 20,29).

* * *2.–Nosotros creemos en la histo-

ricidad de los Evangelios de la Infanciade Jesús. Son Palabra de Dios. No soninvenciones de los evangelistas Mateo yLucas, sino textos escritos «obrando Diosen ellos y por ellos» (Dei Verbum 11).Tampoco son composiciones literarias dela comunidad primitiva, que idealiza unainfancia de Jesús no conocida, imaginan-do unas escenas maravillosas y edifican-tes. La veracidad histórica de estos re-latos ha sido siempre creída por la Igle-sia de Oriente y Occidente. Solamentees negada a partir del siglo XIX por los

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protestantes liberales y los modernistascatólicos, convencidos por un a priorifilosófico de que no puede haber incur-siones de lo sobrenatural en el curso na-tural de la historia humana.

Todas las antiguas «Vidas de Jesús»,escritas por escrituristas, teólogos o au-tores espirituales, siempre se han inicia-do en Nazaret, con el anuncio del Ángela María, etc. Como en cualquier normalbiografía profana, el biógrafo inicia suobra informando de cuanto ha podidosaber del nacimiento, fecha, lugar, pa-dres, etc. del biografiado. Así lo hizoTaciano (+180), y así se hizo siempreen la historia de la Iglesia. En el siglopasado, por ejemplo, Ferdinand Prat, S.J. (1857-1938) comienza en Nazaret lagran obra con la que culmina su voca-ción de exegeta, Jésus-Christ. Sa Vie,sa Doctrine, son Oeuvre (Beauchesne,París 1938). Y del mismo modo proce-

den otros notables autores católicos de lasmodernas Vidas de Cristo (Grandmaison,Ricciotti, Mauriac, Willam, Vilariño, Sal-guero, etc.).

Pero después del Vaticano II, y unavez más sin tener su causa en el Conci-lio, se impone como lo único «acadé-micamente correcto» comenzar las bio-grafías de Jesús a partir del Bautismoen el Jordán, como si nada cierto pudie-ra decirse de los primeros treinta añosde su vida; es decir, como si los Evange-lios de la infancia no tuvieran veraci-dad histórica alguna. Se inician, pues, lasVidas de Jesús en el Jordán, hablandode un sujeto desconocido que allí fue, ydel que no sabemos nada… Formidablevictoria de la exégesis liberal protestantey modernista sobre la católica. Y en ésasllevamos medio siglo.

Es gravísimo. Eliminando los Evange-lios de la infancia, se suprime la Anun-

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ciación del Señor, el arcángel Gabriel, laLlena-de-gracia, el fiat de la Esclava delSeñor, la encarnación virginal del Verbodivino en María «por obra del Espíritu San-to», José, Zacarías, Isabel, el Ave María,el Benedictus, el Magnificat y el Nuncdimittis, la Visitación de María, la Nativi-dad de Juan Bautista, la Natividad de Je-sús, la Presentación en el Templo, la ma-tanza de los Inocentes, la Epifanía, los Re-yes magos, la huída a Egipto… Todo quedaarchivado en una gran caja que se baja altrastero, donde existe como si no existie-se, ya que se trata de «composiciones cris-tianas» postpascuales, inútiles para un his-toriador que estudie científicamente a Je-sús, pues no suministran datos históricosfiables.

Es gravísimo. De este modo se eliminael fundamento bíblico de la fe cristiana ensu mismo centro: creo en Jesucristo, elUnigénito de Dios, que «nació por obra delEspíritu Santo de María virgen». Esa ver-dad de la fe dogmática, ese Credo, no essino la expresión literal de unos Evange-lios, los Evangelios de la infancia, histó-ricamente veraces (Mt 1,20; Lc 1,34-35).El Catecismo de la Iglesia, libre de la ti-ranía académica vigente, cree en lahistoricidad de esos relatos (496-498).

Vamos regresando a creer en losEvangelios. Por pura gracia de Dios va-mos librándonos de la mentira y recupe-rando la verdad. En referencia concreta-mente a los Evangelios de la infancia,citaré aquí dos casos notables.

1. René Laurentin (1917-). Este teó-logo especializado en mariología es autorde Les Évangiles de l’Enfance du Christ.Vérité de Noël au-delà des mythes (Des-clée, París 1982).

«Me he pasado medio siglo estudiandolos Evangelios de la infancia (Mt 1-2 y Lc1-2, y el resto). Siempre he entrevisto lariqueza de estos Evangelios, nutridos detodo el A. T. … Y, sin embargo, seguía yo

seducido por la actitud iconoclasta cultu-ral del ambiente, una actitud procedente delracionalismo liberal: estos primeros capí-tulos eran leyendas tardías, theologumena,es decir, relatos ficticios fabricados paraexpresar ideas teológicas entrañables a loscreyentes, se repetía. Mis primeros traba-jos, que manifestaban la riqueza bíblica deestos Evangelios, consiguieron una ampliaestima en el mundo exegético a escala ecu-ménica. Caracterizaba yo estos Evangelioscomo midrashim. De ahí se inducía que yolos tenía por fábulas, lo que se ponía en miactivo de progresista. De hecho, yo no meatrevía demasiado a plantear el problemade la historicidad, ampliamente puesto enduda… Fue en 1980 cuando me atreví aabordar el estudio específicamente histó-rico de estos Evangelios. Con él se disipa-ron las dudas nocivas… Este retorno a laevidencia ha sido un perjuicio para mi re-putación. Me encontré etiquetado de fun-damentalista: como autor a desaconse-jar». Después de innumerables viajes y ca-minatas, Laurentin descubrió el Mediterrá-neo: las narraciones del Evangelio son ver-daderas, son históricas. Bendigamos alSeñor que le abrió los ojos del alma.

2. Joseph Ratzinger (1927-). Cuan-do hace pocos años, siendo ya Papa,publica en dos volúmenes su gran bio-grafía Jesús de Nazaret, I.-Desde el Bau-tismo a la Transfiguración y II.-Desdela entrada en Jerusalén hasta la Resu-rrección (2007 y 2011), es de suponerque en su mayor parte el estudio lo ten-dría ya más o menos preparado desdesus años de vida de teólogo (Münster,Tubinga, Ratisbona), en un marco aca-démico en el que era impensable escribiruna vida de Jesús comenzando porNazaret: la inicia, no faltaba más, en elJordán. Sin embargo, seguidamente pu-blica La infancia de Jesús (2012), ad-virtiendo en el prólogo que «no se tratade un tercer volumen, sino de algo así

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como una antesala a los dos volúmenesprecedentes sobre la figura y el mensajede Jesús de Nazaret». Y en esta precio-sa obra manifiesta su fe en la veracidadhistórica de los Evangelios de la infan-cia de Jesús (abrevio a veces el texto, ylos subrayados son míos).

–Evangelio de San Lucas (1-2). «Se haintentado entender las propiedades de es-tos dos capítulos, Lucas 1-2, a partir de unantiguo género literario judío, y se hablade un “midrash haggádico”, es decir, unainterpretación de la Escritura mediantenarraciones. La semejanza literaria es in-negable. Y, sin embargo, está claro que elrelato lucano de la infancia no se sitúa enel judaísmo antiguo, sino precisamente enel cristianismo antiguo.

«Pero este relato es algo más: en él sedescribe una historia que explica la Es-critura y, viceversa, aquello que la Escri-tura ha querido decir en muchos lugares,sólo se hace visible ahora, por medio deesta nueva historia. Es una narración quenace en su totalidad de la Palabra, pero queda precisamente a la Palabra ese pleno sig-nificado suyo que antes no era aún reco-nocible. La historia que narra aquí no essimplemente una ilustración de las palabrasantiguas, sino la realidad que aquellas pa-labras estaban esperando» y anunciando(Planeta 2012, pg. 22).

–Evangelio de San Mateo (1-2). Rat-zinger-Benedicto XVI, con suma lucidezexegética y espiritual, va analizando todoslos relatos del evangelista sobre la infan-cia de Jesús. Y, por ejemplo, examinandoel relato de la adoración de los Reyes Ma-gos, escribe: «¿Es verdaderamente histo-ria acaecida, o es sólo una meditación teo-lógica expresada en forma de historias?[…] Jean Danielou llega a la convicción deque se trata de acontecimientos históricos,cuyo significado ha sido teológicamenteinterpretado por la comunidad judeo-cris-tiana y por Mateo.

«Por decirlo de manera sencilla: ésta estambién mi convicción. Pero hemos deconstatar que en el curso de los últimoscincuenta años se ha producido un cambiode opinión en la apreciación de la histo-ricidad, que no se basa en nuevos conoci-mientos de la historia, sino en una actituddiferente ante la Sagrada Escritura y almensaje cristiano en su conjunto. Mien-tras que Gerhard Delling, en el cuarto vo-lumen del Theologisches Wörterbuch zumNeuen Testamente (1942), consideraba aúnla historicidad del relato sobre los Magosasegurada de manera convincente por la in-vestigación histórica, ahora incluso exe-getas de orientación claramente eclesial,como Nellessen o Rudolf Ernst Pesch, soncontrarios a la historicidad, o por lo me-nos dejan abierta la cuestión.

«Ante esta situación, es digna de aten-ción la toma de posición, cuidadosamenteponderada, de Klaus Berger [1940-] en sucomentario de 2011 al Nuevo Testamento[Kommentar zum Neuen Testament, Gü-tersloherVerlagshaus 2011, 1051 pgs.]:“Aun en el caso de un único testimonio…hay que suponer, mientras no haya prue-ba en contra, que los evangelistas no pre-tenden engañar a sus lectores, sino na-rrarles los hechos históricos… Rechazarpor mera sospecha la historicidad de estanarración va más allá de toda competen-cia imaginable de los historiadores” (pg.20).

«No puedo por menos que concordarcon esta afirmación. Los dos capítulos delrelato de la infancia en Mateo no son unameditación expresada en forma de histo-ria, sino lo contrario: Mateo nos relata lahistoria verdadera, que ha sido meditadateológicamente, y de este modo nos ayudaa comprender más a fondo el misterio deJesús» (ib. 123-124).

Dios ayude a todos los católicos a creeren los Evangelios según la fe católica,es decir, creyendo firmemente en su vera-cidad histórica. Los liberales protestan-

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tes y modernistas estiman que los Evan-gelios nos traen preciosas meditacionesteológicas expresadas en forma de histo-rias. Los católicos, los ortodoxos y losprotestantes evangélicos creemos, por elcontrario, que los Evangelios son unosrelatos históricos, que unen profundasmeditaciones teológicas a los hechos quenarran, para mejor revelar el misterio deCristo.

«La santa Madre Iglesia ha defendidosiempre y en todas partes, con firmeza ymáxima constancia, que los cuatro Evan-gelios, cuya historicidad afirma sin du-dar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijode Dios, viviendo entre los hombres, hizoy enseñó realmente para la eterna salva-ción de los mismos hasta el día de la as-censión… Los autores sagrados… nostransmitieron datos auténticos y genui-nos acerca de Jesús» (Dei Verbum 19).

Termino estas Notas bíblicas recor-dando a los cristianos modernistas la ex-hortación de la Iglesia católica en el co-mienzo de la Cuaresma, en el Miércolesde Ceniza:

«Arrepentíos, y creed en el Evangelio».

Post post.–¿Y no va a tratar usted dela interpretación de los Evangelios? –No, no voy a tratar. La interpretación delEvangelio y de todas las Escrituras sagra-das ha de realizarse según normas ya esta-blecidas desde antiguo, y aún más desarro-lladas en los muy elaborados y eficacesmétodos modernos de hermenéutica. Perono está en la interpretación el centro delproblema. Mi estudio se ha centrado en laveracidad histórica de los Evangelios,pues el reconocimiento de esa veracidadha de estar en la base de cualquier laborinterpretativa de los exegetas. No mereceen absoluto la pena entrar en cuestiones deinterpretación de textos con aquellos pro-testantes o modernistas que no creen enla veracidad histórica de los Evangelios.Por el contrario, entre quienes creen en suhistoricidad, puede haber diferencias de in-terpretación –las ha habido siempre y lashay, al menos en algunos textos más difi-ciles–; pero esas diferencias nunca afec-tan a la substancia del mensaje revelado.La cuestión más grave y decisiva es si secree o no en la historicidad de los Evange-lios. O dicho, con perdón, más claramen-te: la cuestión central está en si se cree ono en el Evangelio.

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APÉNDICE

Los milagros de Jesússegún Walter Kasper

«La exégesis católica –he dicho en lapágina 2, en los Avisos– se ha visto in-vadida en los últimos 50 o 70 años porla crítica histórica y hermenéutica delprotestantismo liberal y del modernis-mo católico». Y en las páginas siguien-tes pudimos comprobarlo en varios au-tores. Añado finalmente otro ejemplo, laobra Jesús, el Cristo, de Walter Kasper(Jesús der Christus, 1974, 332 pgs.),obra traducida a muchas lenguas. La ci-taré aquí en su edición española, Jesús,el Cristo (Ed. Sígueme, Salamanca2002, 11ª ed., 446 pgs.) De esta obra,quizá la más difundida de Kasper, mefijaré solamente en el capítulo 6º, Losmilagros de Jesús. Pero, lógicamente,la exégesis que él practica en ese capítu-lo es la misma que aplica a toda la obra.Los subrayados que siguen son míos.

1.– La mayor parte de los milagrosreferidos en los Evangelios no son his-tóricos. Son relatos compuestos litera-riamente por las primeras generacionescristianas para expresar su fe en Cristo.

«La investigación histórico-crítica de la tra-dición sobre los milagros conduce, en primer lu-gar a una triple conclusión:

1. «Desde el punto de vista de la crítica litera-ria se constata la tendencia a acentuar, engran-decer y multiplicar los milagros... Con ello sereduce muy esencialmente el material [fidedig-no] de los relatos de milagros (150-151).

2. «Los relatos neotestamentarios sobre mila-gros se redactan de forma parecida y con ayu-da de motivos, que conocemos también en larestante literatura de la antigüedad. [Alude a«numerosos paralelismos» con narraciones rabí-nicas y helenísticas]. O sea, que se tiene la im-presión de que el Nuevo Testamento aplica aJesús motivos extracristianos para resaltar sugrandeza y su poder... (151).

3. «Por la historia de las formas se ve que al-gunos relatos milagrosos son proyecciones deexperiencias pascuales introducidas en la vidaterrena de Jesús o presentaciones edelantadasdel Cristo exaltado... Se advierte que los mila-gros naturales son un añadido secundario a latradición primitiva. [Se refiere a los portentossobre la naturaleza: como calmar la tempestad,multiplicar los panes, andar sobre el mar, etc.]

«De todo esto se deduce que tenemos queconsiderar como legendarios muchos relatosmilagrosos de los evangelios... Tales relatos mi-lagrosos no-históricos son expresiones de la fesobre el significado salvador de la persona ymensaje de Jesús» (150-152). «No es necesa-rio considerar históricos, con cierta probabilidad,a los llamados portentos de la naturaleza (153)...

«Con todo, sería falso deducir de esta tesisque no hay absolutamente acción alguna mila-grosa de Jesús con garantía histórica. Lo acer-tado es lo contrario» (152).

2.– Los milagros no son acciones quesuperan el orden natural.

«¿Qué es en realidad tal milagro, qué ocurreen él? Tradicionalmente se entiende el milagrocomo un acontecimiento perceptible que trans--ciende las posibilidades naturales, que es cau-sado por la omnipotencia de Dios quebrantan-do o, al menos, eludiendo las causalidades na-turales, y que confirma, por tanto, la palabra re-veladora... Si se examina más a fondo, se ve queesta idea de milagro es una fórmula vacía»(154).

3.– Dios jamás actúa en su omnipo-tencia alterando el orden de la creación.

«A Dios no se le puede colocar jamás enlugar de una causalidad intramundana. Si seencontrara en el mismo nivel de las causas in-

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tramundanas, ya no sería Dios sino un ídolo. SiDios ha de seguir siendo Dios, sus milagros hayque considerarlos también como obra de causassegundas creadas... Un milagro así [así entendi-do, como una intervención del Omnipotente den-tro del orden creado, superando sus leyes natu-rales] forzaría a la fe y suprimiría la libre deci-sión» (154-155).

4.– El hombre no tiene una posibili-dad real de conocer algo como «mila-groso».

«Esos milagros sólo se constatarían claramen-te si se conocieran plenamente y de verdadtodas las leyes naturales y se contemplaran to-talmente en cada caso particular. Sólo así po-dríamos probar exactamente que un suceso de-terminado ha de considerarse causado inme-diatamente por Dios» (154). [Pero eso, obvia-mente, es imposible.]

5.– Los milagros no tienen propia-mente un valor apologético, es decir,no son motivos razonables de credibi-lidad, sino que presuponen la fe.

«Éstas y otras dificultades han llevado a losteólogos a prescindir más o menos del conceptode milagro de tipo apologético, volviendo a susentido originariamente bíblico» (155). «Si aldecir “milagro” no se quiere decir “algo” vincu-lado a la realidad con la que el hombre se lastiene que ver, entonces cabe preguntarse si la feen los milagros no es, en definitiva, mera ideolo-gía» (156). «Las ciencias naturales parten meto-dológicamente de la seguridad absoluta de quetodo acontecimiento se debe a unas leyes... Demodo que, desde el punto de vista de las cien-cias naturales, no queda hueco alguno para mila-gros en el sentido de acontecimientos no causa-dos intramundanamente y, por tanto, no de-terminables en principio. Si con todo, se intentaunir el milagro con la carencia fáctica de explica-ción de ciertos acontecimientos, como a vecesocurre, esto supone batirse siempre en retiradaante el conocimiento de las ciencias naturales queprogresa sin cesar y perder toda credibilidad enla predicación y la teología» (157). «Sólo en lafe el milagro se experimenta como acción deDios. Por tanto, no fuerza la fe. El milagro másbien la pide y la confirma» (160)... «Esto exclu-

ye la idea de que los milagros son portentos tanexorbitantes que sencillamente “derriban”, “atro-pellan” al hombre y lo hacen caer sobre sus ro-dillas. De eso modo los milagros, absurdamente,no llevarían precisamente a la fe, que por esen-cia no se puede probar, sino que la harían impo-sible»... «El conocimiento y reconocimiento delos milagros como milagros, es decir, como obrasde Dios, presupone la fe» (164).

* * *La refutación de la exégesis de Kasper

ya está hecha en las páginas preceden-tes de este breve estudio, al considerarla exégesis del protestantismo liberal ydel modernismo. Pero respondo breve-mente a las cinco cuestiones referidas.

Ad primum.–Si la mayoría de los mi-lagros carece de historicidad, eso signi-fica que los Evangelios carecen en sumayor parte de historicidad, pues enellos se narran milagros muy frecuente-mente. En los 666 versículos del Evan-gelio de San Marcos, por ejemplo, 209(un 31%) refieren milagros; y si nos fija-mos en los diez primeros capítulos, son209 de 425 (un 47%). Los Evangelios,como es obvio, se componen principal-mente de palabras y milagros de Jesús,y los milagros verifican la verdad de laspalabras; por ejemplo, «yo soy la luz delmundo» son palabras increíbles que lacuración de un ciego de nacimiento hacecreíbles (Jn 9). Si se niega la historicidadde los milagros, alegando que son rela-tos de los creyentes en Jesús, se niegantambién del mismo modo las palabrasde Jesús, que por las mismas razones noserían históricas, sino expresivas sólo dela fe de los cristianos. Pero una exégesistal es inconciliable con la fe de la Iglesiaen las Escrituras, claramente confesadapor el Concilio Vaticano II (cf. por ejem-plo, Dei Verbum 19).

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Ad secundum.–Los milagros superanlas leyes que gobiernan la creación. Siun muerto de cuatro días, como Lázaro,que ya huele mal, vuelve a la vida por lapalabra de Jesús (Jn 11), eso –por mu-cho que progresen la ciencias naturales–implica ciertamente una alteración mo-mentánea del orden natural permanente.Sólo es posible negar esa alteración, sise niega el milagro mismo. Ya vimos quea partir del siglo XVIII el racionalismodeclara imposible el milagro. Ahora bien,negando los milagros, concretamente losmilagros sobre la naturaleza, se sigue elaxioma racionalista y se abandona la feen los Evangelios.

Santo Tomás: «En los milagros pueden consi-derarse dos cosas. Primero, lo que sucede, quees ciertamente algo que excede la potencia o fa-cultad de la naturaleza, y en este sentido los mi-lagros se llaman obras de poder. Segundo, aque-llo para lo que se hacen los milagros, es decir,para manifestar algo sobrenatural, y en este sen-tido se llaman comunmente signos; y por su ca-rácter excepcional, portentos y prodigios» (Sum-ma Thlg II-II,178, a.1 ad 3m).

E. Dhanis: «El milagro es un prodigio que,aconteciendo en la naturaleza e insertado en uncontexto religioso, está divinamente sustraído alas leyes de la naturaleza y es dirigido por Diosal hombre como un signo de un orden de gracia»(Qu’est-ce qu’un miracle? «Gregorianum» 40,1959, 202).

René Latourelle: «El Dios del antiguo testa-mento es un Dios omnipotente que crea, dominael universo y a los pueblos, escoge, salva, esta-blece alianza. ¿Cómo, entonces, podía Jesúshacerse identificar como Dios-entre-nosotros,es decir entre los judíos de su tiempo, a no serpor medio de signos de poder?... Nos olvida-mos muchas veces de que los signos de credi-bilidad que atestiguan el origen divino del cris-tianismo, que constataba la encíclica “Qui plu-ribus” de 1846, no existían en tiempos de Jesús:la vida de Jesús y su resurrección, el cumplimientode las Escrituras, el testimonio de los santos y delos mártires [cristianos], la actividad multisecular

de la Iglesia. Para medir justamente la importan-cia [y la necesidad] de los milagros de Jesús hayque “situarlos” en el kairós Jesús y “situarse” enel corazón de la mentalidad judía de la época...Sus milagros, en este sentido, son obras de po-der, pero al servicio del amor; son siempre obrasdel Omnipotente que exorciza, cura, resucita,pero por amor... Son manifestaciones del Amoromnipotente» (Milagros de Jesús y teología delmilagro, Sígueme, Salamanca 1990, pg. 30).

Ad tertium et quartum.–Es posible queDios actúe milagros en el mundo, y queéstos sean conocidos por los hombrescon certeza (Vaticano I: Dz 3034). Dehecho, Cristo obró milagros, y los hizoen gran número. Ahora bien, de facto adposse valet illatio. Dios actúa en las cau-sas segundas, dándoles causar unos efec-tos que están fuera de su potencia. Yesta acción de Dios intramundana llegaa su plenitud en el Verbo encarnado: «Através de sus gestos, sus milagros y suspalabras, se ha revelado que “en él resi-de toda la plenitud de la Divinidad cor-poralmente” (Col 2,9). Su humanidadaparece así como el “sacramento”, es de-cir, el signo y el instrumento de su divi-nidad y de la salvación que trae consigo:lo que había de visible en su vida terrenaconduce al misterio invisible de su filia-ción divina y de su misión redentora»(Catecismo 515). Por expresarlo de al-gún modo: la misma voz que dice «há-gase la luz», y la luz se hizo, es la quedice, «Lázaro, sal fuera», y el muertovuelve a la vida.

Los Evangelios aseguran con frecuen-cia que Jesús hizo «muchos milagros»,como en páginas anteriores, refutandoa los modernistas, ya lo comprobamos(cf. Catecismo 547). Por eso, limitarsea decir que «sería falso deducir de estatesis que no hay absolutamente acciónalguna milagrosa de Jesús con garantíahistórica» (Kasper, 152) es una miseria,

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67José María Iraburu

que contradice abiertamente la SagradaEscritura, pues niega la veracidad e histo-ricidad de los Evangelios.

Vaticano I: «Si alguno dijere que no puededarse ningún milagro y que, por tanto, todaslas narraciones sobre ellos, aun las contenidasen la Sagrada Escritura, hay que relegarlas entrelas fábulas o mitos, o que los milagros no pue-den nunca ser conocidos con certeza... seaanatema» (Dz 3034).

Ad quintum.–Los milagros dan a larazón humana «motivos de credibili-dad», y suscitan en ella, con la ayudade la gracia, la fe. Así lo creyeron losApóstoles desde el principio: «Varonesisraelitas... Jesús de Nazaret, ese hom-bre al que Dios ha acreditado entre vo-sotros con los milagros, prodigios y sig-nos que Dios realizó por Él en medio devosotros, como vosotros mismos sabéis»(Hch 2,2). Y así lo ha enseñado siemprela Iglesia (Vaticano I, Dz 3009-3010; cf.Pío IX, 1846, enc. Qui pluribus, Dz2779; Pío XII, 1950, enc. Humani gene-ris, Dz 3876; Catecismo 156). Y ésa esla doctrina del Vaticano II: Cristo «apo-yó y confirmó su predicación con mila-gros para suscitar y confirmar la fe delos oyentes (ut fidem auditorum excitaretatque comprobaret), pero no para ejer-cer coacción sobre ellos» (Dignitatis hu-manæ 11; cf. Dei Verbum 4).

No tiene, pues, sentido afirmar que los mila-gros, en cuanto motivos razonables de credibili-dad, serían un «atropello» para el hombre, obli-gándolo a la fe. Si la realidad histórica de losmilagros y su fuerza apologética fuera contra lalibertad del hombre, 1) la fe no sería libre ni me-ritoria; 2) no sería necesario el auxilio de la gra-cia para llegar a la fe, y 3) todos los testigos delmilagro vendrían necesariamente a ser creyen-tes. Es falso, por tanto, afirmar que un milagroque altera obviamente el orden natural «fuerza»al hombre a creer. De hecho, «muchos que vie-ron lo que había hecho [por ejemplo, Jesús alresucitar a Lázaro] creyeron en él» (Jn 11,45).

Pero otros, por el contrario, fueron a contarlo alos fariseos, que se reunieron en consejo con lossacerdotes principales, y «desde aquel día to-maron la resolución de matarlo» (11,53).

La negación del valor apologético delos milagros tiene dos raíces fundamen-tales, aparentemente contradictorias:

–El racionalismo. Desde comienzos del si-glo XVIII algunos filósofos niegan los mila-gros, y por supuesto su valor apologético: losconsideran ridículos, repugnantes para la razón(Pierre Bayle). El determinismo que impera en elmundo creado los hace simplemente imposibles(Spinoza, Voltaire, Hume). El exegeta protestanteRudolf Bultmann (1884-1976), heredero del ra-cionalismo del XVIII y del XIX, considera quelos milagros de Evangelio son mitos, relatos le-gendarios, sin realidad histórica alguna. Ésa fuetambién la línea del modernismo.

–El irracionalismo. El protestantismo lute-rano es fideista desde el principio, y aborre-ciendo la razón, niega necesariamente el va-lor apologético de los milagros. Si la razón espara Lutero «la ramera del diablo», tendrá querechazar los «preambula fidei», que ayudan a larazón para que la fe sea un «obsequium rationa-bile» (Rm 12,1). Entre los católicos actuales, laexégesis tan frecuentemente desviada, como lade Kasper, es más bien racionalista y bultman-niana.

* * *Walter Kasper (Alemania, 1933- ), sa-

cerdote (1957), doctor en teología porTubinga, profesor en Münster y despuésen Tubinga, publica numerosas obras, en-tre ellas Jesús der Christus (1974, 332pgs.), que se traduce a muchas lenguasdurante varios decenios (Jesús, el Cristo,Ed. Sígueme, Salamanca 2012, 13ª ed.).Obispo de Rottenburg-Stuttgar (1989),fue constituído Presidente del Consejo Pon-tificio de la Unidad de los Cristianos (2001-2010) y creado Cardenal (2001). Ha reci-bido una veintena de doctorados honoriscausa.

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68 Los Evangelios son verdaderos e históricos

Un curriculum vitæ tan brillante comoel de este eminente eclesiástico explica,aunque sólo sea un ejemplo concreto,las muchas contradicciones inexplicablesque hubo y hay entre las doctrinas delConcilio Vaticano II –por ejemplo, so-bre la veracidad e historicidad de losEvangelios– y las enseñanzas que, sien-do abiertamente contrarias, han logradopredominar en no pocas Iglesias localesdel postConcilio, hasta ser en ellas lasmás comunes en la mayoría de teólo-gos, párrocos y catequistas.

Índice

Algunos avisos, 2

–1. Cómo está el patio (238), 3Algunas enseñanzas del Concilio Va-

ticano II sobre los Evangelios. -ElEvangelio es Palabra de Dios; por tanto,la inspiración divina impide que loshagiógrafos falseen la historicidad de losdichos y hechos que refieren. -La Re-velación se realiza por obras y palabrasintrínsecamente ligadas. -El doctor FelipeFernández Ramos niega la objetividadhistórica de los milagros del Evangeliode San Juan. -El doctor Olegario Gonzá-lez de Cardedal. -Cristo durante su vidapública. -Niega la historicidad del cicloevangélico pascual. -El licenciado JoséAntonio Pagola anula la historicidad deuna gran parte de los dichos y hechosde Jesús narrados por los Evangelios.

–2. Protestantismo liberal (239), 12Una degradación de la exégesis en el

mundo protestante, libre examen, eraprevisible. -Kant . -Hegel . -La exégesisracionalista libertal se inicia a comienzosdel siglo XIX. -Reimarus. -Lessing. -Strauss. -Harnack. -Bultmann. Los cri-terios principales del protestantismo libe-ral en la exégesis.

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–3. El modernismo -1. La encíclica«Providentissimus» (243), 18

El modernismo tiene antecedentesmúltiples. -El protestantismo liberal y elmodernismo católico son primos her-manos. -Bergson. -Le Roy. -Blondel. -Laberthonnière. -Loisy. -Tesis principalesdel modernismo católico. -León XIII yla encíclica «Providentissimus». -Es-critura, Tradición y Magisterio han de irsiempre unidos. -La inspiración divinaasiste a los hagiógrafos.

–4. El modernismo -2. La «Pascen-di» y el modernismo actual (245), 26

El siglo XIX es un hervidero de errorescontra la fe católica, y la Iglesia los com-bate incesantemente. -El modernismocomo conjunto de todos los errores yherejías. -El decreto «Lamentabili». -Laencíclica «Pascendi». -Causas del mo-dernismo y sus remedios. -Los moder-nistas de esa época son conscientes desu derrota. -El Juramento antimoder-nista. -El modernismo sigue vivo dentrodela Iglesia actual. -Notas principales delos católicos que mantienen hoy la orto-doxia y la ortopraxis.

–5. Dios, autor de la Escritura, ins-pira a los hagiógrafos (246), 35

La Constitución Dogmática «Dei Ver-bum» del Concilio Vaticano II. -Dios«habló por los profetas». -Dios hablópor Jesucristo y por sus apóstoles y evan-gelistas. -Los primeros cristianos creenque el NT continúa la revelación del AT:es Palabra de Dios. -La Iglesia cree confe dogmática que Dios es el autor prin-cipal de los libros sagrados. -Pío XII y

la encíclica «Divino afflante Spiritu». -Benedicto XVI y la exhortación «VerbumDomini». -La Pontificia Comisión Bíbli-ca y la instrucción «De historica evange-liorum veritate». -Los modernistas anti-guos y actuales niegan prácticamente lainspiración divina de los Evangelios.

–6. Verdad e historicidad de los Evan-gelios. 1 (247), 42

La Sagrada Escritura es la primera enafirmar la veracidad e historicidad de símisma. -La Liturgia cristiana venera laPalabra divina. -Los Santos Padres vene-ran las Sagradas Escrituras como Palabrade Dios. -El arrasamiento modernista dela Sagrada Escritura y el salmo dela Viñadevastada. -El Magisterio apostólico mo-derno ha reafirmado con frecuencia laveracidad e historicidad de los Evange-lios: León XIII, S. Pío X, Pablo VI y lainstrucción «De historica evangeliorumveritate». -La Constitución Dogmática«Dei Verbum» del Concilio Vaticano II.

–7. Verdad e historicidad de los Evan-gelios. y 2 (248), 50

El modernismo se alzó de nuevo des-pués del Vaticano II.- El apostolado dela incredulidad en el Evangelio crece másy más. -Prof. Fernandez Ramos y mila-gros Evangelio de S. Juan. -Prof. Pagolay negación historicidad de Evangelios,ej., apariciones postpascuales de Cristo.-La credibilidad de los testigos del Evan-gelio es máxima: comunican la mismapredicación de los Apóstoles. -La credibi-lidad de los códices evangélicos es máxi-ma. -Le fecha de composición de losEvangelios es muy temprana. -Dataciónde los Evangelios a través de la historia.-El fundamentalismo literalista es un gran

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70 Los Evangelios son verdaderos e históricos

error. -Liberales protestantes y modernis-tas acusan de fundamentalista a la Iglesiacatólica. -Los católicos creemos en losmilagros de Jesús; ej. anduvo sobre lasaguas. -Creemos en los Evangelios de laInfancia: Laurentin, Ratzinger-Bene-dicto XVI. -Arrepentíos y creen en elEvangelio.

APÉNDICE

Los milagros de Jesús según WalterKasper, 64

1.- La mayor parte de los milagros delos Evangelios no son históricos. 2.- Losmilagros no son acciones que superan elorden natural. 3.- Dios jamás actúa ensu omnipotencia alterando el orden de lacreación. 4.- El hombre no tiene posibi-lidad real de conocer algo como mila-groso. 5.- Los milagros no tienen pro-piamente un valor apologético, es decir,no son motivos razonables de credibili-dad para suscitar y confirmar la fe, sinoque la presuponen.

–Refutación de estas tesis.

Índice, 68

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71José María Iraburu

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–El siervo de Dios don José Rivera Ramírez (1925-1991),sacerdote, fue miembro fundador de la Fundación GRATISDATE. El 21 de octubre de 2000 se clausuró en Toledo suProceso de Canonización, que actualmente prosigue en Roma.La Fundación JOSE RIVERA ha recogido y transcrito todossus escritos personales, y ha publicado hasta ahora una partede ellos en 23 Cuadernos.

–Obras publicadas: 1- José Rivera. In memoriam. 2-José Rivera. Testimonios (I) (agotado). 3- La Teología (2ªed.). 4- El Espíritu Santo (4ª ed.). 5- La Eucaristía (2ª ed.). 6-La caridad (3ª ed., con textos añadidos). 7- Meditaciones so-bre Ezequiel. 8- El Adviento (agotado; ver 18). 9- Meditacio-nes sobre Jeremías. 10- La Cuaresma (3ª ed.). 11- Medita-ciones sobre los Hechos de los Apóstoles (2ª ed.). 12- Cartas(I) (2ª ed.). 13- Semana Santa (2ª ed.). 14- Meditacionessobre el Evangelio de San Marcos (2ª ed.). 15- La vida seglar(2ª ed.). 16- La mediocridad (2ª ed.). 17- Cartas (II) (2ª ed.).18- Adviento, Navidad (2ª ed.). 19- Jesucristo (2ª ed.). 20-Poemas. 21-Cuaderno de Apertura del Proceso Diocesano.22-Cuaderno de Clausura del Proceso Diocesano. 23-Textosproféticos (I). 24-Textos proféticos (II). 25- 50 aniversario dela Ordenación Sacerdotal del Siervo de Dios José RiveraRamírez. 26- Fecundidad. 27- José Rivera. Testimonios (II).28- De la muerte y la vida. 29- La Iglesia. 30- La Belleza y laVerdad.

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