Los Fundadores de La Ciencia Del Derecho Internacional

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1.- LOS FUNDADORES DE LA CIENCIA DEL DERECHO INTERNACIONAL El desarrollo alcanzado en la Baja Edad Media cristiana por las doctrinas de los romanistas, canonistas y teólogos acerca del jus gentium, elbellum justum y el jus humanae societatis, nos parece idóneo para considerar más relativa la atribución de un papel fundacional a los clásicos españoles del Derecho de gentes. Conviene rehuir posturas tajantes para afirmar la importancia histórica que les corresponde, y hablar de los “fundadores” de esta disciplina en los siglos XVI y XVII. En España, la reflexión teológica y jurídica amplió su perspectiva, desembocando en una teoría de la comunidad internacional y de su orden jurídico, referido tanto a la paz como a la guerra. Los “clásicos españoles de Derecho de gentes” sometieron los problemas de la sociedad internacional a un riguroso análisis. La mayoría pertenecía a diversas órdenes religiosas. Pueden clasificarse según tres corrientes principales. Dos están asociadas respectivamente a la Orden dominica, donde destacan Francisco de Vitoria y Domingo Soto, y a la Compañía de Jesús, cuyos máximos representantes fueron Luis de Molina y Francisco Suárez. En ellos predomina el punto de vista de la teología moral y el Derecho natural. La tercera corriente está representada por los juristas, eclesiásticos o seglares, entre los que hay que señalar a Fernando Vázquez de Menchaca.

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1.- LOS FUNDADORES DE LA CIENCIA DEL DERECHO INTERNACIONAL

El desarrollo alcanzado en la Baja Edad Media cristiana por las doctrinas de los

romanistas, canonistas y teólogos acerca del jus gentium, elbellum justum y

el jus humanae societatis, nos parece idóneo para considerar más relativa la

atribución de un papel fundacional a los clásicos españoles del Derecho de

gentes. Conviene rehuir posturas tajantes para afirmar la importancia histórica

que les corresponde, y hablar de los “fundadores” de esta disciplina en los

siglos XVI y XVII.

En España, la reflexión teológica y jurídica amplió su perspectiva,

desembocando en una teoría de la comunidad internacional y de su orden

jurídico, referido tanto a la paz como a la guerra.

Los “clásicos españoles de Derecho de gentes” sometieron los problemas de la

sociedad internacional a un riguroso análisis. La mayoría pertenecía a diversas

órdenes religiosas. Pueden clasificarse según tres corrientes principales. Dos

están asociadas respectivamente a la Orden dominica, donde destacan

Francisco de Vitoria y Domingo Soto, y a la Compañía de Jesús, cuyos

máximos representantes fueron Luis de Molina y Francisco Suárez. En ellos

predomina el punto de vista de la teología moral y el Derecho natural. La

tercera corriente está representada por los juristas, eclesiásticos o seglares,

entre los que hay que señalar a Fernando Vázquez de Menchaca.

Vitoria.- sostenía que la comunidad internacional está basada en el Derecho

natural, al igual que el Estado. La legitimidad del poder es independiente de un

título religioso. La Iglesia, por el contrario, es de Derecho divino positivo. El

poder eclesiástico, en menos del Papa, se ejerce única y directamente sobre

los bautizados. La comunidad internacional resulta de la sociabilidad inherente

a la naturaleza humana, que se extiende al conjunto del género humano, que

denomina el orbis; subraya el carácter de persona moral del orbis, forma un

solo cuerpo político. Existe, entre todos los pueblos un derecho natural de

sociedad y de comunicación, al que no pueden sustraerse sin un motivo válido.

La comunidad internacional es así el resultado de la sociabilidad natural del

hombre, de alcance universal. Su vínculo es el Derecho de gentes, que concibe

en un doble sentido: de un lado, como derecho universal del género humano,

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en la tradición romana; de otro, como un derecho de los pueblos en cuanto

tales en sus relaciones recíprocas. Aportó una primera definición del derecho

de gentes como “Derecho entre las gentes”, en definitiva, como derecho

internacional.

Dedujo de la naturaleza de la comunidad internacional; el Derecho de gentes

forma parte del Derecho natural; pero la voluntad humana da lugar a un

Derecho de gentes positivo, teniendo el orbis la potestad de dictar “leyes justas

y que convienen a todos”.

En el Derecho de la guerra, retoma la doctrina cristiana tradicional de la guerra

justa y la desarrolla. Mantiene sus tres condiciones clásicas: causa justa

suficiente, autoridad legítima y recta intención.

Su teología le permite “secularizar” la comunidad internacional al situar,

el orbis religiosamente neutral. Tras Vitoria, la escolástica española de la

época, no hizo sino trasladar al terreno del Derecho de gentes la distinción -que

ya estableciera Santo Tomás de Aquino- entre los ámbitos de lo natural y de lo

sobrenatural.

Suárez.- Su aportación a la doctrina del Derecho de gentes se dirige a la

noción de comunidad internacional, existe una subordinación del bien común

nacional al universal.

Dio un paso decisivo en la elaboración del concepto moderno de Derecho de

gentes, gracias a una distinción que marca un verdadero giro en la materia.

Existe un doble Derecho de gentes: primero, “el Derecho que todos los pueblos

y todas las naciones deben mantener entre ellos”; en segundo lugar, “el

Derecho que cada ciudad o reino observa en su interior”; es el primero el que

constituye el Derecho de gentes.

Con Gentili encontramos los elementos de una doctrina del Derecho de gentes

que sobrepasa los límites del Derecho de la guerra. Escribió un De jure belli,

pero fue precedido por un tratado sobre el Derecho de embajada.

precursor de una consideración histórica del Derecho de gentes, aunque la

mayor parte de sus referencias corresponden a la Antigüedad clásica. Su

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concepto de jus gentium, lo identifica con el Derecho natural o con una parte

del “Derecho divino” y lo concibe como el Derecho universal tradicional.

Con relación al derecho diplomático,es partidario de la inmunidad de los

embajadores, aunque la delimita. Resalta el carácter público de la guerra, y

señala que la justicia no modifica los derechos de los beligerantes. La guerra

deberá realizarse con humanidad.

Consagra el tercer libro de su De jure belli a los tratados de paz. vinculan a los

sucesores y los pueblos de las partes contratantes, y el hecho de haberlos

suscrito con el apremio de una derrota, no autoriza a denunciarlos. Contienen

la cláusula tácita de ser obligatorios en tanto que las condiciones permanezcan

inalteradas. Aplica a los terceros Estados la doctrina de la guerra justa,

obligándoles a ayudar al Estado que hubiera sido objeto de una agresión. Por

otro lado, preconiza el arbitraje internacional.

Grocio, conocido como el “prodigio de Holanda”, el primero en ofrecer una

exposición de conjunto del Derecho de gentes: De jure belli ac pacis,  su

principal obra. Fue precedida por un tratado sobre el Derecho de presa (De jure

predae)

El Derecho natural es un conjunto de principios absolutos que el propio Dios no

podría alterar. Al conocimiento a priori del Derecho natural por el razonamiento

añade un conocimiento a posteriori mediante la opinión común de los pueblos

civilizados.

Es un teórico del Derecho de gentes. No mantiene tan claramente la distinción

entre el Derecho de gentes como jus inter gentes y el jus gentium tradicional.

Destaca plenamente una distinción la del Derecho de gentes naturaly el

Derecho de gentes voluntario o positivo. Un principio esncial del Derecho de

gentes voluntario es la fidelidad a los compromisos aceptados (pacta sunt

servanda). Hace de la buena fe un principio fundamental del Derecho de

gentes, que debe mantenerse ante el enemigo en toda circunstancia.

Contribuyo a una humanización del Derecho de la guerra.

Un aspecto importante de la doctrina grociana del Derecho de gentes es la

defensa del principio de la libertad de los mares, surgida de la conquista de

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espacios oceánicos por el hombre. Afirma un Derecho natural de comunicación

y de sociedad a escala humana. El océano no podía ser reivindicado en

exclusiva por un Estado, siendo de uso común. La alta mar no es susceptible

de ser ocupada.

2.- EL DERECHO INTERNACIONAL DE LA PAZ DE WESTFALIA AL

CONGRESO DE VIENA

El proceso de desintegración de la Respublica cristiana alcanzó su culminación

con la Paz de Westfalia, que puso fin a la guerra de los Treinta Años

Todos los territorios del Sacro Imperio veían cómo se les reconocía una

autonomía que les permitía concertar alianzas con Estados extranjeros a

condición de que no se dirigiesen contra el Imperio, lo que les convertía en

semi-soberanos. La Francia católica y la Suecia protestante, victoriosas,

garantizaban la paz.

confirmó, en el plano internacional, la igualdad confesional entre el catolicismo

y el luteranismo, y la extendió al calvinismo. No estableció, una libertad

religiosa plena: los súbditos debían adherirse a la religión del príncipe,

disponiendo los disidentes del derecho a emigrar.

Ha sido la base del “Derecho público europeo”. Fue el punto de partida de toda

una serie de tratados posteriores. Un principio de ordenación de este mundo de

Estados fue el principio de equilibrio de fuerzas, en el que Italia fue el primer

escenario. Ésta se extendería después a la gran política europea, hasta el

reconocimiento expreso del principio como tal en el Tratado de paz entre Gran

Bretaña y España, suscrito en Utrecht. Pero se trataba de un principio que no

podía asegurar por sí solo un orden internacional estable. Su práctica era

facilitada por un sentimiento de intereses comunes frente a los de las restantes

partes del mundo, fundado sobre la realidad de una densa red de relaciones

entre los Estados de Europa.

la legitimidad se inclinó oportunamente ante la efectividad de las situaciones

establecidas. La guerra era una institución del Derecho de gentes, considerado

por lo demás como el instrumento de adaptación del Derecho a las cambiantes

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circunstancias del medio internacional. El papel de la efectividad permanecerá

como una constante en el Derecho internacional hasta nuestra época.

La primera alteración del sistema de Estados europeo tuvo lugar a partir de la

secesión de las colonias inglesas de América, que tras haber proclamado su

independencia y gozado del apoyo de Francia, España y los Países Bajos,

fueron reconocidas como Estado independiente por la metrópoli por el Tratado

de París. Con ella triunfaba el principio del derecho de los pueblos a disponer

de sí mismos.

Una característica del Derecho de gentes del sistema europeo de Estados es la

generalización de las representaciones diplomáticas permanentes a partir del

siglo XVI. Con ello se intensificó la actividad política internacional.

La gran cantidad de sujetos de Derecho de gentes tras la Paz de Westfalia tuvo

por consecuencia que las desigualdades eran demasiado llamativas. La

invocación a la Divinidad permanece en vigor.

El Derecho de la guerra había registrado un endurecimiento durante la guerra

de los Treinta Años. Pero más adelante se percibe una tendencia a la

humanización de la guerra que se acentúa en el siglo de las Luces y se

manifiesta a lo largo de las “guerras de gabinete”, que tratan de mantener el

equilibrio sin destruir al enemigo..

Tras el segundo asedio de Viena comienza el lento reflujo del poder de la

Puerta en Europa Central. Una serie de tratados reflejan las vicisitudes de la

“reconquista”, que finalmente se saldó en la Paz de Belgrado entre el Imperio y

Turquía. Con posteridad, Rusia se convirtió en el agente más activo. Francia

proseguía su política favorable a la Puerta, que le aseguraba una posición

privilegiada.

Las relaciones que los europeos anudaron con estas sociedades dieron lugar a

un Derecho de gentes que es el reflejo de una sociedad natural con intereses

solidarios. Los tratados concluidos con los príncipes locales del Sur y el

Sudeste asiáticos son ejemplos de este Derecho. En cuanto a la apreciación de

la influencia que pudo ejercer sobre el Derecho de gentes europeo esta red de

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acuerdos interestatales, puede hablarse de un “Derecho público de Europa y

Asia” en tanto que extensión del Derecho público europeo.

3.- LA DOCTRINA POSTGROCIANA

La fe de Grocio en la existencia de un Derecho de gentes encontró una réplica

vigorosa: el escepticismo de Hobbes al respecto. Es notable que Hobbes haya

sido el primero en reservar tal designación a las normas que rigen las

relaciones entre Estados. Pero ese Derecho es puramente natural. Los Estados

viven en estado de naturaleza. Ahora bien, para Hobbes, el Derecho natural,

propio del estado de naturaleza, no es más que una moral que no dispone de la

coerción que sólo el Derecho positivo puede asegurar.

En la línea de Hobbes, Spinoza subraya también que, viviendo las sociedades

políticas en estado de naturaleza, el derecho de cada una se extiende hasta

donde llega su fuerza.

Después de Grocio, puede agruparse a los internacionalistas en tres grandes

corrientes de pensamiento, según que mantengan la síntesis grociana entre el

Derecho natural y el Derecho positivo o que se atengan a uno u otro. La

primera de estas dos últimas corrientes se denomina “iusnaturalista”, y la

segunda “positivista”. Los miembros de las diversas tendencias tienen en

común la relegación de la doctrina de la guerra justa a un segundo plano, así

como compartir en general una concepción no discriminatoria de la guerra.

Además, la mayoría de estos juristas es protestante.

En cuanto a los autores que se atienen al Derecho positivo, hay que destacar

a tres:

Zouche.- Su obra más importante, Juris et judicii fecialis, sive, juris inter

gentes, et quaestionum eodem explicatio puede considerarse el primer manual

propiamente dicho de Derecho internacional público. En un primer momento

destaca el carácter interestatal del Derecho de gentes, evitando el término

tradicional por el que se designaba, se refiere al Derecho fecial. Subraya el

carácter intersocietario del Derecho de gentes y lo convierte en “Derecho entre

las gentes”. Recurre a una distinción entre el Derecho y el procedimiento y

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también hay que decir que no sólo abarca el conjunto del Derecho de gentes,

sino también reserva al Derecho de la paz mayor espacio que al de la guerra.

Bynkershoek.- Para él, el Derecho de gentes es un Derecho interestatal, y

funda su postura en la costumbre de las naciones y el Derecho romano. Una

aportación duradera a la doctrina del Derecho internacional es su teoría del mar

territorial. Su De dominio maris concluye en la libertad de los océanos,

partiendo ante todo de un análisis de los hechos. El De foro legatorum se

ocupa de la inmunidad de los agentes diplomáticos y de los soberanos. El caso

que está en el origen de la obra trataba de la inmunidad de la jurisdicción civil.

Moser.- Inicia una teoría de la experiencia pura en Derecho de gentes. Sus

obras también tienen por objeto el Derecho público del Imperio y sus

principados. No intenta averiguar lo que los Estados “deben” hacer, sino lo que

“hacen”. La práctica de los Estados es la única fuente de conocimiento del

Derecho de gentes; el jurista extraerá de ahí las normas a posteriori. Distinguía

el Derecho de gentes como tal de las normas de Derecho interno sobre

relaciones internacionales.

Con relación al Derecho Natural destaca Pufendorf, que acentuó su proceso

de secularización, al igual que la del Derecho de gentes y rompió los lazos que

le unían con la tradición escolástica. En cuanto al Derecho de gentes, lo

concibe como un Derecho interestatal.

En cuanto a los autores que se atienen a la síntesis del Derecho Natural y

Positivo, destacan:

Rachel.- Refiere el Derecho natural a la voluntad divina, viendo en él el modelo

para juzgar el Derecho de gentes, en particular para evaluar la justicia de las

causas de la guerra y determinar la manera de conducirla. Sin embargo, lo

distingue del Derecho de gentes, que para él es un derecho interestatal, siendo

sus fuentes la costumbre y los tratados. La doctrina de la guerra justa cae fuera

del Derecho de gentes positivo, y depende de la conciencia. Sostiene que los

tratados o convenios engendran no solamente un derecho subjetivo, sino

también un derecho objetivo coercitivo.

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Wolff.- Ve como fin de la ley natural la promoción de la seguridad y el

perfeccionamiento de los individuos y las naciones, así como la ayuda mutua

de unos y otras para alcanzarlos. Teórico de los derechos naturales “innatos” al

hombre, extiende su validez a los pueblos y naciones, que se integran en una

comunidad universal que denomina civitas maxima, expresión de acento

estoico. Distingue también un Derecho de gentes “necesario”, propio del estado

de naturaleza, de un Derecho de gentes “voluntario”, que emana de la civitas

maxima. Extrae las normas de una deducción lógica a partir de principios

generales, más que de una elaboración de los hechos de la práctica

internacional.

Vattel.- Destacó el peso de la soberanía en las relaciones entre Estados, que

llega a debilitar el fundamento objetivo del Derecho de gentes.

Von Martens.- Aun cuando existe en la primacía del Derecho positivo, el

Derecho natural pervive como una referencia axiológica de éste. El Derecho de

gentes, fundado en el Derecho natural, reconoce derechos fundamentales a los

Estados y se configura como Derecho de gentes positivo general siempre que

esté en condiciones de asegurar su respeto por la fuerza. Sólo el Derecho

natural puede aspirar a la universalidad. El aspecto en el que se aproxima más

a la corriente positivista parece ser la distinción entre el Derecho de gentes y el

Derecho interno referido a las relaciones internacionales, el “Derecho público

externo”

4.- EL DERECHO INTERNACIONAL DEL CONGRESO DE VIENA A LA

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El Congreso de Viena (1814-1815) tuvo el mérito de instaurar un estado de

cosas relativamente estable en Europa, donde no se produciría ninguna guerra

general durante un siglo. Los principales actores fueron Austria, España,

Francia, Gran Bretaña, Portugal, Prusia y Suecia.

El Acta final desarrolló los gérmenes de un Derecho fluvial internacional,

estableciendo la libre navegación de los ríos que separasen o atravesaran

varios Estados. Sin embargo, se trataba de principios que requerirían normas

convencionales ulteriores. Las necesidades de utilización racional de estas vías

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de comunicación dieron lugar, con las comisiones fluviales creadas a este fin, a

la constitución de las primeras organizaciones internacionales.

El Congreso de Viena elaboró una Declaración de las potencias sobre la

abolición de la trata de esclavos negros. Fue desarrollada a lo largo de los

siglos XIX y XX por una serie de convenios que dieron prueba de la tenacidad

de la esclavitud. El Congreso aprobó un reglamento relativo a la categoría de

los agentes diplomáticos.

El espíritu del Congreso estuvo marcado por el principio de legitimidad, que

explica que Francia pudiera conservar sus fronteras de 1792. Sin embargo, la

legitimidad hubo de tener en cuenta las exigencias del equilibrio de las

potencias. El Tratado de la Santa Alianza pretendió erigirlo en pauta general de

la política europea, apoyándolo en vagas bases cristianas.

Más efectiva que la Santa Alianza fue la “cuádruple alianza”. Ésta, convertida

en la “quíntuple alianza”, fue la base del “Concierto de Europa”. Este Concierto

de los Cinco no se modificará más que con la unificación de Italia y de

Alemania. El Concierto europeo constituyó una especie de gobierno

internacional.

Desde 1818 hasta1914, se reunió una veintena de congresos y conferencias de

importancia. El objetivo que se perseguía fue la oposición a los movimientos

liberales y nacionales, pero esta presión no pudo sostenerse.

Amplios sectores de poblaciones expresaron sus aspiraciones liberales y

nacionales con una fuerza creciente frente al legitimismo dinástico de la Santa

Alianza. Así se afirmó, como principio rector de la vida internacional, el principio

de las nacionalidades, que afirma que todo pueblo unido por la lengua y por

una civilización común tiene derecho a la independencia y a la unidad política.

Desde la perspectiva jurídica internacional, ha desempeñado un papel

revolucionario y ha modificado profundamente el mapa de Europa central y

oriental.

la revolución industrial y la de las comunicaciones están en el origen de una

intensificación creciente de las relaciones humanas en todos los ámbitos, lo

que no podía dejar de repercutir en las relaciones internacionales. Ello se

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tradujo en un incesante crecimiento del Derecho internacional, que afectó a

nuevos sectores de la vida social.

El Derecho del mar conoció una amplia reglamentación. La Conferencia

marítima internacional de Washington de 1889 fijó normas sobre las señales

marítimas, las condiciones de navegabilidad de los buques, el salvamento de

náufragos, etc.

El auge de los ferrocarriles durante el siglo XIX dio lugar a las dos

Convenciones de Berna de 15 de mayo de 1886, referidas respectivamente a la

anchura de los raíles y a la colocación de precintos en los vagones.

Una importancia particular reviste el Derecho internacional concerniente a la

transmisión de noticias, favorecida por el desarrollo postal, telegráfico y

telefónico. Aquí las necesidades surgidas de la estrecha interdependencia

existente entre todos los países, dieron lugar, tras las comisiones fluviales, a

nuevas organizaciones internacionales, que son las uniones denominadas

administrativas.

5.- LA DOCTRINA EN EL SIGLO XIX

El desarrollo de las instituciones internacionales a lo largo del siglo XIX y hasta

la Primera Guerra Mundial explica el florecimiento de la Doctrina, cada vez más

autónoma y profesionalizada, en el ámbito de las ciencias jurídicas. La

preponderancia del positivismo jurídico a partir de los años 30 suprimirá entre

sus defensores el vínculo que le unía al Derecho natural. Sin embargo, la

tradición iusnaturalista o consideración filosófica del Derecho internacional no

cesó por ello y continuó ejerciendo una gran influencia. En este punto hay que

mencionar a Hegel, que fue el impulso más destacado. Considera al Derecho

internacional como un “Derecho estatal externo”. Siendo el Estado la más

elevada encarnación del Espíritu objetivo, no puede someterse más que a su

propia voluntad en tanto que ésta se coordina con la de los demás Estados. De

ahí resulta un Derecho internacional frágil.

Los autores que se proclaman seguidores de Hegel, entre los que destacan

Adolf Lasson, John Austin, James Lorimer y Taparelli, negaron la naturaleza

jurídica del Derecho internacional.

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El abandono del latín por parte de los juristas, da lugar a una creciente

diversificación nacional y lingüística de la doctrina del Derecho internacional.

6.-DE LA PRIMERA A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

la de 1914 a 1918 desbarató las previsiones de los que la desencadenaron. El

Imperio de los zares sucumbió ante el impacto de la Revolución de Octubre,

que ponía en tela de juicio el orden económico y social en su conjunto. La

aparición de un sistema comunista en el inmenso espacio imperial ruso será

uno de los hechos más preñados en consecuencias también en Derecho

internacional. La Conferencia de la Paz de París (1919-1920) elaboró los

tratados que pusieron fin a la guerra. El primero y más importante fue el de

Versalles.

El primer reto asumido por los aliados vencedores tras la firma de los tratados

de paz, poner en marcha un sistema de seguridad colectiva. La creación, en la

Ginebra neutral, de la Sociedad de Naciones (SdN) fue la respuesta. La SdN,

cuyos órganos principales eran la Asamblea y el Consejo, poseía la

personalidad jurídica internacional. Un tratado colectivo autónomo estableció

en La Haya el Tribunal Permanente de Justicia Internacional. esta nueva

organización no pudo satisfacer el papel de “garantizar la paz y la seguridad”

que le fue asignado.

Por su estructura y por el principio de la unanimidad, la SdN no disponía de los

medios de sus fines. Desde antes del fin de las hostilidades en el frente

occidental se inició el establecimiento de regímenes políticos cuya naturaleza

les convertía en hostiles por definición hacia el estado de cosas creado por los

Tratados de 1919-1920.

El advenimiento del bolchevismo en Rusia, del fascismo en Italia y del

nacionalsocialismo en Alemania, abrió un foso difícil de rellenar frente a las

democracias occidentales. La crisis económica que castigó a Europa a partir de

1931 hería el resto.

En La Conferencia de la Paz en París el principio de las nacionalidades conoció

alteraciones por razones políticas. los nuevos Estados, o aquellos cuyo

territorio se había acrecentado, incluían minorías. La preocupación por la

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protección de estas minorías es uno de los rasgos del Derecho internacional de

Versalles. Sin embargo, la protección de minorías fue a menudo fuente de

tensiones, en particular, en los casos de minorías con apoyo de un Estado

vecino, y ello tanto más cuanto que éste fuese poderoso. El papel

desempeñado por las cuestiones de minorías en la génesis de las dos guerras

mundiales logró que, tras la segunda, se pusiera el acento en la protección de

los derechos humanos.

La Sociedad de Naciones perdió su razón de ser al desencadenarse la

Segunda Guerra Mundial.

La primera posguerra vio el principio de lo que en adelante se denominará la

descolonización. Comenzó en el seno del Imperio británico con la creación de

los dominios, que a partir del tratado que reconocía a Irlanda como Estado

libre, se llamaría la Commonwealth.

Una institución particular de la SdN fue el régimen de mandatos aplicado a las

colonias de los Estados vencidos, particularmente, a los territorios del Cercano

Oriente que hubiesen pertenecido al Imperio otomano.

Un aspecto en el que la SdN ejerció una actividad efectiva es el que se refiere

a las medidas humanitarias. Una de las más notables consistió en dotar a los

refugiados de un “pasaporte”, documentación que con frecuencia no podían

adquirir. Se luchó entre otras cosas contra la trata de blancas y niños, la

esclavitud, las publicaciones obscenas y el tráfico de estupefacientes.

7.- LA DOCTRINA EN LOS AÑOS VEINTE Y TREINTA

Los grandes cambios acontecidos en la sociedad internacional tras la Primera

Guerra Mundial no podían quedar sin reflejo en la doctrina, la cual se vio

realzada porque el artículo 38.1b del Estatuto del Tribunal Permanente de

Justicia Internacional, incluye entre las fuentes a aplicar, “la doctrina de los

publicistas más cualificados de las diversas naciones, como medio auxiliar de

determinación de las reglas de Derecho”.

Los internacionalistas de esta época se dividen en seguidores de la doctrina

occidental de un lado, y de la doctrina soviética de otro.

Doctrina occidental:

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Anders Vilhelm Lundstedt, Karl Olivecrona, Félix Somlò, Walter

Burckhardt.

Dionisio Anzilotti, Hans Kelsen.

Georges Scelle, León Duguit, Hugo Krabbe, Nicolas Politis.

Yves de La Brière, Maurice Hauriou, Georges Renard, Joseph T. Delos,

entre otros.

Doctrina soviética:

El período de entreguerras representa su etapa de formación. Consideraba al

Derecho internacional como un simple derecho “de transición” y “de

compromiso” entre el mundo soviético y un mundo capitalista con los días

contados. Esta concepción es formulada por dos autores: E.A. Korovin y E.B.

Pashukanis.