Los Funerales de Atahualpa

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Los FuNERALES DE ATAHUALPA 1 Roberto Mir6 Quesada LA REALJDAD es Ia resultante - Ia condensaci6n- de multiples instancias, y aprehenderla significa tomar en cuenta todo el abanico que se nos ofrece. Las instancias se privilegian segun el interes del investigador, pero hay niveles de Ia realidad que son privilegiados per se, como el Estado y el arte, porque en ellos se condensan y se dispersan como en ningun otro nivel todas las estructuras que configuran una determinada realidad. El inconsciente -que esta al inicio del ser huma- no- se va operativizando a traves de Ia ideologia, con lo cual nace Ia necesidad de simbolizar aquello que el in- consciente no deja expresarse. Es en el simbolo, pues -y el arte es una manera de simbolizar- que Ia censura se decanta, permitiendonos percibir aquello que Ia ideo- ;ogia no permite expresar. Si el arte es el pasivo reflejo de su epoca o Ia expresi6n de necesidades espirituales, es ya una discusi6n bizantina. El arte es producto de su epoca, pero tambien su trascendencia, de ahi que una obra de arte nos permita entender una coyuntura de rnanera muy explicita: lo inconsciente y lo ideol6gico se '1ai1 unido para comunicamos, a traves de un simbolo, 1 Publicado originalmente en El Caballo Rojo. 107

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Analisis del cuadro pinado en los años 1860.1880 por Montero

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Roberto Mir6 Quesada

LA REALJDAD es Ia resultante -Ia condensaci6n- de multiples instancias, y aprehenderla significa tomar en cuenta todo el abanico que se nos ofrece. Las instancias se privilegian segun el interes del investigador, pero hay niveles de Ia realidad que son privilegiados per se, como el Estado y el arte, porque en ellos se condensan y se dispersan como en ningun otro nivel todas las estructuras que configuran una determinada realidad.

El inconsciente -que esta al inicio del ser huma­no- se va operativizando a traves de Ia ideologia, con lo cual nace Ia necesidad de simbolizar aquello que el in­consciente no deja expresarse. Es en el simbolo, pues -y el arte es una manera de simbolizar- que Ia censura se decanta, permitiendonos percibir aquello que Ia ideo­;ogia no permite expresar. Si el arte es el pasivo reflejo de su epoca o Ia expresi6n de necesidades espirituales, es ya una discusi6n bizantina. El arte es producto de su epoca, pero tambien su trascendencia, de ahi que una obra de arte nos permita entender una coyuntura de rnanera muy explicita: lo inconsciente y lo ideol6gico se '1ai1 unido para comunicamos, a traves de un simbolo,

1 Publicado originalmente en El Caballo Rojo.

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aquello que una epoca piensa de si misma; es decir, tambien lo que no dice de si misma. Por eso, situar una obra de arte en el tiempo es tambien situar ese tiempo que se expresa en Ia obra de arte. Aprehender un cuadro como Los Funerales de Atahualpa, de Luis Montero, es sumergir dicha pintura en Ia epoca que Ia propici6 para, a traves de los simbolos del cuadro, entender mejor aquella epoca. El servicio es, pues, doble: si no es posible el entendimiento cabal de una obra de arte si no Ia referimos a Ia coyuntura que le dio vida, tampoco es posible aprehender en toda su riqueza una coyuntura si no tomamos en cuenta el arte que produjo.

El periodo que va desde fines de Ia decada de 1840 hasta mediados de Ia decada de 1860 -periodo en que se pinta el cuadro- se caracteriza por el intento de organizaci6n de una burguesia nacional a partir del boom del salitre y del guano, via Ia recomposici6n de Ia deuda intema. Es decir, hay una bonanza econ6mica -que luego Basadre reconocera como falaz- y Ia aparici6n del embri6n de una burguesia nacional.

En el plano ideol6gico, Ia discusi6n se polariza entre liberales y conservadores; los primeros fuertemente influenciados por las ideas de Ia Revoluci6n Francesa, mientras los segundos seguian defendiendo el legado espanol. Los resultados de estas discusiones son las Constituciones y los C6digos del periodo, que muestran una amalgama de ambas posiciones, incongruentes en muchos aspectos, liberates y conservadoras a medias, casi amorfas.

El ordenamiento legal del pais muestra muy bien Ia realidad que pretende legislar: un pais no definido, con una minoria foranea distinta y hasta opuesta a Ia gran mayoria de Ia poblaci6n; un ordenamiento legal que no l''i l'tll<'ramente liberal ni enteramente conservador, y qu ''" ullhn,, lnstancia no tiene mucho que ver con I

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realidad que se pretende ordenar. Es decir, casi una ficci6n. Y es en este marco que surge el embri6n de una clase burguesa con un proyecto politico ambiguo.

Uno de los temas centrales de las discusiones entre liberates y conservadores era el concemiente al indio. Para los conservadores, el nuevo Peru debia construlrse a partir del legado espanol. Para los liberates, el nuevo Peru deberia construirse teniendo las ideas de Ia Revoluci6n Francesa como guia. Si bien los liberales defendian los derechos indigenas, esta defensa era sobre todo patemalista y lirica. AI igual que los conservadores, los liberales no pretendian una revalorizaci6n del legado cultural indigena, sino tan s6lo que las !eyes conserva­doras no agudizaran Ia explotaci6n de Ia poblaci6n india.

Es decir, que tanto liberales como conservadores veian lo indigena como carente de significaci6n cultural: era a partir de los legados culturales frances o espanol que debia construirse el nuevo Peru.

II

Desde esta perspectiva se ve claramente por que Mon­tero pinta los funerales y no Ia apoteosis de Atahualpa.

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Cualquiera fuese el proyecto ideol6gico que cobrara vigencia -liberal o conservador- ~I pasado indigena deb@ ser enterrado. Por eso Montero pinta los funerales del ultimo Inca, el entierro de aquel personaje con el cual el Imperio llega a su fin. La clase que en ese momenta ~ene aJ poder debe r~mponer Ia hiSforia, buscar sus raices y lo hace -con respecto a lo indigena- de una doble manera: primero lo reconoce para luego negarlo, ente­rrarlo. A diferencia de los conservadores -que simplemente niegan lo indigena- los liberates burgueses deberfm ad­mitirlo aunque s6lo sea para desecharlo despues. Para Ia nueva clase social emergente, lo indigena esta de al­guna manera presente; no esta enterrado, sino que hay

\ que enterrarlo. Y en este entierro de lo indigena, el Inca esta todavia presente y a Ia vista; muerto, pero in situ.

En el cuadro mismo, el (mico personaje indio masculino es el Inca, que esta muerto. Los demas per­sonajes indigenas son todos femeninos. Aqui Ia carga ideol6gica es muy clara: el Inca presenta rasgos fisicos indigenas, mientras las mujeres son mas bien campesinas italianas. El Inca es mostrado con ropajes indigenas, mientras las mujeres estan vestidas segun una moda imaginaria, mas bien post-renacentista. Es decir, el unico ~rsonaje indio verosimil es un muerto; el resto de

t 'indigenas' presentes___gn el cuadro son cualguier cosa

. ~enos indios -salvo una de las mujeres, que luce una lliclla (esto podria estar demostrando que a pesar del control ideol6gico inconsciente, ese mismo inconsciente le juega una mala pasada a Montero: lo indigena real no esta muerto, sino que existe en toda su plenitud vivencial en una mujer, capaz de reproducirse).

En contraposici6n a Ia ficci6n indigena, lo es­paflol esta perfectamente delineado: los civiles y sacerdotes que aparecen en Ia pintura son inconfundiblemente espafloles, o europeos occidentales. Es decir, lo espanol es claro y definido, y esta de pie -todos los espanolcs estan parados yen actitud arrogante-, mientras lo indigen es ficticio, ambiguo, muerto, y esta arrastrandose, caido, yacente.

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El cuadro esta dividido en el centro por una gran columna: a Ia derecha esta el mundo espaflol, vertical; a Ia izquierda el mundo indigena, horizontal. Alrededor de Ia columna y del Inca se agrupan los sacerdotes cat6licos, rodeando el cuerpo yacente, mientras los conquistadores permanecen un tanto apartados, casi como observadores. Hay incluso un ~ol que esta d~ y mira en sentido opuesto a Ia escena. Hay que recordar que Montero era liberal, y una de las caracteristicas de los liberates era su anticlericalismo. La Iglesia era conside­rada el peor legado espanol, Ia causa de todos los males. No es tanto Ia presencia espanola lo que se cuestionaba, sino el poder distorsionador de Ia Iglesia. Esta actitud se transparenta muy claramente en el cuadro de Montero; son los sacerdotes quienes secuestran al Inca, quienes ofrecen un parachoque a Ia arremetida indlgena que pugna por llegar hasta su senor: son los sacerdotes los que de alguna manera reprimen. Frente a los sacerdotes, los conquistadores aparecen dignos, arrogantes, serenos, alejados de Ia represi6n que ejercen los sacerdotes contra Ia poblaci6n india, sin intervenir directamente en ese barullo que parecen desaprobar. Comparese, por ejem­plo, Ia mirada del sacerdote que aparece en primer plano, con Ia cabeza gacha y Ia mirada torva, con Ia actitud del conquistador que aparece igualmente en primer plano, de gran dignidad y serenidad.

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El mundo espaflol -representado por los sacerdotes- y el mundo indlgena -representado por las mujeres- no se tocan: hay un espacio vaclo entre Ia mujer suplicante de Ia lliclla y el sacerdote que Ia detiene con un gesto de Ia mano. Sin embargo, este vado esta unido, puenteado, por una india calda que se arrastra. Ambos mundos no >stan, pues, totalmente separados; hay una ligaz6n: Ia raza indlgena, en su expresi6n mas denigrada, ha logrado pcnetrar el mundo espai'lol.

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El contexte indigena del cuadro es femenino, pasivo, suplicante, frustrado -pues no alcanza su prop6sito de llegar hasta el inca- ademas de ficticio, pues esas mujeres son una irreconocible alegoria de lo indigena. El contexte espanol, por el contrario, es claro, definido, ordenado -frente al tumulto desordenado que presentan las indias-, erguido, perfectamente reconocible como espanol. Es, ademas, un mundo viril y digno. Lo unico viril indigena esta muerto y secuestrado.

Es interesante constatar que Ia nueva clase social que emerge y que necesita reordenar Ia historia para afirmarse ideol6gicamente, lo haga mirando el pasado indigena. El primer cuadro de su tiempo sobre nuestra historia no se inspira en escenas de Ia independencia, o anteriores o posteriores a Ia invasi6n espanola, sino en el momenta mismo del encuentro de ambas culturas, que significa el triunfo de lo espanol sobre lo indigena, como claramente lo muestra el cuadro. Hay, 2ues, que enterrar lo indigena, que ya esta muerto. Pero el Jibe­~ co~ Ia hgura yacente derlnCa es digna, serena, aillentica en su apariencia fisica, y no tiene los brazos cruzados sobre el pecho, a Ia usanza cristiana; es lo indigena puro, magnifico, pero que ya esta muerto. i,Pero esta realmente muerto? Pareciera que no. El extrema izquierdo del cuadro nos da a entender que hay una multitud indigena pugnando por entrar. Mientras el extrema derecho esta cerrado por el altar -Ia ideologia cristiana como limite-, el izquierdo presenta una lumi­nosidad que viene de fuera del cuadro -de fuera de Ia historia burguesa-; es decir, el mundo burgues espanol enmarcado dentro del cuadro es amenazado desde fuera por algo que podemos deducir que es, pero que no podemos ver. Frente a esa amenaza impredecible que viene de fuera, el legado occidental mas digno -los tres espanoles del extrema derecho- parecen casi desprote gidos. En medio de todo, hay una protesta contra los mNodos de Ia colonizaci6n espanola, que los liberales, dc•, dc• hi('qo no percibian como una invasi6n. Pero hay 1111 k n:utn on lcl<'nl i'l que se viabiliza a traves de Espana

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y que es precise rescatar. Lo que los liberales critican en los conservadores es su defensa cerrada del oscu­rantismo espanol que se encama en el clero, no el espiritu espanol mismo, como este cuadro demuestra. La Revoluci6n Francesa les aport6 el anticlericalismo que necesitaban para modemizar el pais, pero no los inmuniz6 contra el 'buen conquistador'.

IV

La critica de arte forma parte del proceso artistico mis­mo, aunque esa participaci6n sea a posteriori, y por eso mismo demuestre Ia vigencia del arte como factor expli­cative. Un analisis dialectico de una obra de arte debe incorporar al analisis mismo dentro de esa dialectica. Es decir, Ia aprehensi6n de Ia realidad no se agota en Ia dilucidaci6n del dato, sino en Ia reflexi6n sobre el acto mismo de Ia aprehensi6n . i,Por que nos interesa hoy en dia una pintura realizada hace mas de cien anos? La historia nunca esta definitivamente escrita y ello se debe a que cada epoca y cada generaci6n posee ojos distintos. Nuestra mirada hacia atras es siempre interesada; nos detenemos ahi donde mas nos duele, tratando de encontrar Ia explicaci6n que nos ayude en nuestro presente an­gustiado. La cultura indigena de nuestro pais esta en Ia base misma de nuestra realidad; cualquier proyecto politico de los que hubieron y de los que habrtm, no podra dejarla de !ado. Y aun cuando no Ia nombra es porque Ia esta nombrando a gritos. Los liberales de mediados del siglo pasado no encontraron mejor soluci6n a su supervivencia que enterrar lo indigena, aunque revistieron los funerales de cierta dignidad. Los liberales de nuestros dias se c•nfrentan nuevamente a los avatares de su supervivencia, p.\ra lo cual deberan volver a enterrar -una vez mas en 1.1 historia del Peru- lo indigena; s6lo que esta vez ya no 111 •nen tiempo de disimulos.

Hasta donde Ia historia tiene memoria, este pais l1;1 conocido de manera ininterrumpida una resistencia

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indigena que se ha expresado de mil maneras. En los dias que corren, hay evidencias de una nueva y grande revuelta. Mirar nuevamente Los Funerales de Atahualpa equivale ~ pin tar unos nuevos funerales; pero Ia manera de mirar los primeros determinara Ia forma de pintar los segundos. Quienes no sean capaces de trascender Ia explicitez del simbolo ideol6gico, seguirtm aferrados a Ia vana ilusi6n de enterrar una vez mas a! Inca; quienes por el contrario sean capaces de mirar el cuadro de Montero con ojos inconformes, podran pintar unos nuevos funerales donde las coordenadas de Ia pintura sean subvertidas.

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Margenes Encuentro y debate. A.fto VI, NQ 10/11, octubre de 1993

Comite Editorial Maruja Barrig, Gustavo Buntinx, Humberto Campod6nico, Rey­naldo Ledgard, Nelson Manrique, Gonzalo Portocarrero, Oscar Ugarteche.

Miembro fundador Alberto Rores GaUndo (1949-1990)

Colaboradores Rafael Drinot (Londres), Michael Lowy (Paris), Rorencia Mallon (Wisconsin), Fernando Martinez (La Habana), Joan Martinez Alier (Barcelona), Rodrigo Montoya, Liisa North (f oronto), Deborah Poole (New York), Gerardo Renique (New York), Guillermo Ro­chabrun, Yves Saint-Geours (Paris), Verena Stokke (Barcelona), Ernst T ugenhadt (Berlin)

Edicion:

Digitacion: lmpresion:

Maruja Martinez

· Gaby Quispe T area Asociaci6n Grafica Educativa Psje. Maria AuxiUadora 156-164- Brena Telfs. 248104-241582

Correspondencia: SUR Casa de Estudios del Socialismo Apartado 14-0098. Lima, Peru

Av. Arenales 1080, Of. 404, Lima 11 T elef. 72-4224

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