Los hombres obscuros - Nicomedes Guzman

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<<'LOS HOMBRES OBSCUROS,

Nicomedes Guzmdn public6 en 1938 un cua- derno de poemas titulado "La ceniza y el suel'o", obra que, a pesar de sir brevedad y de las influen- cias que la animaban, constituyo una novedoca noticia lirica y reveld a una personalidad audaz y fuerte.

"Los hombre; obscures" viene a confirmar la personalidad del joven autor, no ) a en el res- tringido campo lirico sino en el amplio horizonte de la novela.

Hombre que ha vivido entre proletarios- prole- tario CI niismc---, Nicomedes Guzmdn nos trae en Cste su segundo libro, el mensaje angustioso y esperanzado del pueblo.

El conventillo santiaguino-que es el conventi- Ilo americano---nunca ha sido llevado a la novela con la hondura, la honradez y I I virilidad que tal tarea merece y exige. Quienes s e han aventurado i n el tema, lo han hecho por mer0 afhn literario v esttrico. Ahora encuentra en Nicomedes Guz- rndn un intCrprete fiel, audaz, desprejuiciado y profundo.

Y Ediciones "Yunqiie", al realizar el esfuerzo de la presente publicacion, se congratula de incot po- rar a nuestras letras una obra intrinseca y autCn- ticariiente proletaria, y de identificarse en inten- cion con el espiritu del novelista, esto e., serbir a1 pueblo y a su causa, no por"snobismo" estt'lpido, como en I O F tienipos que corremos es comirn,ad- vertir, sino bajo el impulso de la nece\idad y d e itn alto :entimiento solidario.

E D I C I O N E S " Y U N Q U E " Santiago de Chile - 1939

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Los hombres obscuros

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E8 propied6dr Inscripat6n H.0 6868

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10s I IOMBRES M O V E L A

Pr6logo de Jacobo Danke partada de AIha6

SEOUNDA mcgoN

EDICIQNES YUNQUE IHPRENTA I I S E R V A

Rosas 2986 . SANTIAGO DE CHILE

1939

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Del autor:

LA CENIZA Y EL SUEfiO, poemas (1938):

LOS HOMBRES OBSCUROS, novela.

En preparaci6n:

LAS MANOS RUDAS, novela.

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Nioomedea anaman, esorltor del pReblo

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Hacer !a biograffa de un contempcrAnec es como ceiiirle 10s pasos, como anticiparse a 61 mismo en sus propias determinaciones; en pocaspalabras, como mezclarse en el te' rreno puramente personal e Intimo que per- tenece a cada cual. Cuando se revelan 10s hechos pasados de una personalidad que to- dav iaes t i luchando contra el demonio de su evoluciBn,-cada dia nos trae cierta suma de superacim-, se le construye un espeso muro en la mitad del camino. Se le retrata, se le diseca, se le constrifie, y ya nadie igno- rarii que Areas p e d e abarcar en el futuro el biografiado, cBmo se abocarii a las batallas del mundo, en qu6 forma darA de si 10s dul- ces o 10s Acidos frutos de su espiritu.

No vamos .a trazar la biografia de Nico- medes GuzmAn, escritor del pueblo, rural, diriamos mejor, por cuanto su existencia discurre en 10s polvorientos y brillantes ex-

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10 NICOMEDES ff UZMAN

tramuros de la ciudad. El que quiera aso- niarse a 10s limites de su corazbn, que lea <LOR hombres obscurosn, pedazo de reali- dad arrancada a iirones de la tremenda rea- lidad chilena que se cierne sobre el pueblo- explotaci6n, hambre, miseria, promiscuidad, crimen, prost i tucih, vicio--, y que est& sirviendo de levadura para el amasamiento de m&s humanos tiempos. Que lea este libro y que entonces diga, como nosotros: .He sostznido un doloroso coloquio con la ver- dads.

La novela de Guzmjn golpea de frente, recto, como un pilgil sabio y diestro. El ca- zador de delectaciones meramente estkticas, saldrA defraudado de ella, y el retbrico, y el crftico, y el mojigato, y el sacr i s th , y e burguPs perfumado y engominado-todos es tos especimenes de una cultura que agoniza. Nicomedes ha acometido !a labor desde una posici6n donde hay mucho que perder, per0 donde, t a m b i h , el escritor se siente rodeado por la viril camaraderia de 10s que, como 61, han sabido desp;eciar la impunidad y que- mar !as naves. Confeccionada con la mate- ria prima de la sinceridad y la observaci6n directa, clinica, implacable, mordaz, CLOS hombres obscurxn se une a1 grupo de las

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LOB HOMBRE8 OBSCUROB 11

novelas genuinamente chilenas que han vis- to la luz bajo la general indiferencia de: p6blico. Nicomedes GuzmAn comprende cuAl es el destino que le aguarda a su novela, y sonrie. Tiene toda la pasta de 10s hombres preparados para 10s largos combates con la negaci6n y Ia estulticia.

Sin embargo, me atrevo a vaticinarle, en este nuevo y formidable periodo de desper. tar social que se inicia en Chile, la mayor de las satisfacciones que es dable desear: verse leido por muchos de aquellos a quie. nes est& dedicado su libro. Y ojal& no tar- de en cumplirse mi pronbstico, pues el triunfo de un camarada como Nicomedes GuzmAn, serA la corroboracibn de la fe que hemos puesto en 61 cuantos nos complace- mos en llamarnos sus amigos.

JACOB0 DANKE.

Visperas de la liberacibn, afio de 1938.

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Los hombres obscures

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"Yo dig0 a un arte con testiculos",

JACOB0 DANKE, La estrella roja

"....si el escritor quiere que el pueblo le oiga y tome en cuenta sus palabras, debe encarar su vida y sus problemas con oios implacables, con palabras firmes como el acero. Que las tiradas sentimentales y las fra- ses de efecto queden para 10s oradores, o para 10s ac- tores, para esos tnercaderes que viven del trueque de fuegos de bengala por aplausos".

ERNEST0 MONTENEGRO, El escritor y el pueblo.

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A mi padre, heladero ambulante, y a mi madre, obrera domestics.

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Mi subarrendadora se llama Ilortensia. 8u marido ea un carnicero tan goydo como ella, y de bigotes afilados que le dan cierto aspecto de italiano. Ambos forman una buena pareja. Su prole es numerosa: cinco retofios ya crecidos, vivaces y palomillas; ademds, una guagua veni- da a la zaga, despu6s de varios afios estCriles. Ahf, en sus tres cuartos de pieza, viven estas sencillas gentes. El otro cuarto lo ocupo yo, libre de la curiosidad de mis vecinos mediante u n ligero tabique de sacos empapela- dos con hojas de diarios.

En la noche, de vuelta de una cafeteria' cualquiera, me acuesto y pienso largamente acerca de cosas que em- botan mi carebro. A veces, me pongo a recordar las pier- nas que vi durante el dfa, y me complazco contemplando herxnosas pantorrillas, llenas de tentaci6n con sus tenues y celestes venitas y con 10s rubios vellos aplastados bajo la transparencia de las medias. Los hilos del pensamiento y del recuerdo se ovillan en la penumbra de mi cuarto, alumbrado por la luz misdrrima de un cab0 de vela. AI- guna polilla revolotea sobre la llama, proyectando su sombra movible en el techo mosqueado y moteado de blanco por 10s capullos de las arafias, y en las paredes tapizadas de papeles impresos. Un olor a humedad, a ra. t&n, a cosas antiguas llena mi cuarto.

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28 XTGOMEDES GOir;X.PW

X e eutretengo en observar !os giros y revoluciones de la polilla y s u sombra. De pronto se quema las alas y cae aleteando en la palmatoria chorreada de esperma. Este percance ocurrido a la polilla me sugiere pensamien- tos que merodean alrededor del liombre, la vida y la rnuerte. Miis tarde, apago 19 luz, AI lado, todos duermen. Se oyen ronquidos. Pienso, entonces, en infinidad de mu- jeres, Muslos apretados y blancos, que descubren Ia opu- iencia suave y crespa del sexo, se sucederi en mi imagi. naci6n, tentando las manos del deseo.

Mi cerebro desmadeja, despuds, el recuerdo del alber- gue, que fuC mi hogar de varios meses. El albergue, con sus hombres y rnujeres, con sus chiquillos y sus quiltros. Con toda su miseria palpitante, su dolor mordiente. Mise- ria. Dolor. Desencanto. Tragedia. A travds de! tiempo transcurrido, s u sombra es como una garra que se me

. hincara en medio del pecho. El albergue. bodega de mi. quinas humanas sin uso. Piojos gordos y bien nutridos, rubicundos come burgueses, y chinches asquerosas me rondan bajo el crdneo.

De pronto me sobresalta el llanto de la guagua de dofia Hortensia. Llora a gritos desesperayios No hag duda de que le dtiele la cguatita,. 1,as mas de ias noche.4 le sucede lo mlsmo, Se enciende Iuz. Suenan pasos de pies descalzos. Don Alfonso, el marido, refunfufia entre dorrnido, revolcdndose e n la cama. Ruido de loza. Una cuchara cae SI suelo. Despuds, algo que se revuelvz en una taza. La seiiora Hortensia, con seguridad, le prepara agaita de apio a su guagua. La sombra de mi subarrenda- dora se proyecta en el techo, gi!igar.te J msvible, que

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~ LOG PTOMBREG OBBC'IPRO8 22 I

I brbndose en 10s Bngulos de la pared Pasa un rato. La guagua da tregua a s u Ilanto, gimoteando a intervalos. El agua que le da la madre le bace gorgoritos en la gargan- ta. La criatura tose 311 vecina le canta dulcemente.

aKace tuto guagua que viene la vaca a comerte el poto. '

psrque tiene cacaro ... El canto es blando y suave. Yo pienss en la madre

que no conoc!. La imaginacibn me ofrenda un rostro de mujer formado por la amalgama de todos 10s rostros de tnadre que he conocido. La ternura de dos claros ojos se me tacia entera en las pupilas.

cDuermete, nifiiitas ...

La guagua se ha dormido. Y yo, carno ella, lentrt- . mente me encamino hacia cl suefio, mientras la voz de

dofia aortensia VB acallandose, hasta que, a1 f in , persiste 3610 la mlisica, entonada quedarnet:te, con la garganta, a boca cerrada.

> *

Ciertamente que hay serec, insignificantes que tien- den a elevnrse. El conventillo, extitico en su actitud de viejo en cuclillas y de cara acongojada, en la imposilaili- dad de elevarse, se entretiene, por las mafianas, cuanda el air. sereno io ayuda, en alcanzar el cielo con 10s azu- tosos brazos de humo qrie alargan 10s cafiones renegri-

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dos de sus cocinas, A d , mediante el humo, bien puede decirse que el conventiilo se yergue hasta el cielo, que trepa basta el maravilloso pats de ias estrellas,

En la serenidad de estas niaiiazlas, cuando salgo a la- varme sobre la piieta del patio, me regocijo en le con.

*templacion de 10s humos azulosos, enfilando en Io alto, largos y esbeltos, corno espiritus de alucinados en busca de 10s astros ausentes o a la caza de alguna divinidarl.

A nadie le preocupa este bello detalle de la vida del conventillo: las mujeres madrugadoras trajinan de su cuarto a la cocina, de la cocina a su cuarto, en 10s pre- parativos del miserable desayuno; a l g h chiquillo, en otra pileta, se remoja las legaiias; alguna chica triste, en- vuelta en un afioso chal desflecado, las crenchas en de- sorden, echa 10s pasos hacia el almacen de la esquIna, tras una compra; o una vieja temblona sale a aguaitar a1 panadero, seguida por un quiltro flaco y tidoso. de lentos movimientos. A nadie le preocupa este deta!le. Sin embargo, aqui esboy yo y mi imaginsci6n, devanan- *

do la madeja cotidiana.

mino por lavarme definitivamente, El frio brib6n de la maiiana me da u n aletazs. Y ter-

Tan, tan, tan .. La campana de la parroquia cerca. na desnuda sobre la brisa s u claro sex0 de sonidos, des- pertmdo 10s deseos en el coraz6n de 10s cregentes. Y es que h6y es maiinna de domirrgo.

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LOB HOBIBREB OBBCUROS 25

Estoy a punto de encaminarme a la Vega, cuando llega una seiiora en mi busca. Es Cristina Blanco quien requiere mis servicios. Esta mujer es una de las tantas habitantes del conventillo, madre de tres hijos y cobra. dora de tranvfas. S u marido, Carlos Gonziilez, tarnbikn consume s u vida sirviendo a la Compafiia de Traccion corn0 maquinista. Es u n hombre espaldudo, alto, de ro$- tro cacaraiiado por la viruela, Pertenece a1 cuerpo di- rectivo del Sindicato de Tranviarios J actlia, adem&, en el Secretariado de la Seccional del Partido Socialista, correspondiente a la comuna. Ambos trabajan, en tanto la hija mayor, una muchacha de doce ailos, flaca y enc!enque, atiende la casa. La -seiiora Cristina, lo con- trario de s u marido. es fisicarnente menuda, fragil. la cara como entristecida por una constante e incomprensible congoja. Mientras lustro sus gastados J torcidos zapatos, compadezco sus piernas, cubiertas de vArices, que amp- nazan reventar cerca de 10s tobillos.

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Luego QOY tranqueando a mi trabajo. El sol llena ya la calle con la estridencia amarilla d e s u risa. Una ve- terana se encamina a misa llevando d e la mano a dos rapaces parchados y descalzos, Un hombre harapiento disputa con 10s petros, mientras escarba en 10s tarros de desperdicios diseminados por la acera. Las acacias, pro- picias al parto de 10s brotes, esperan sin inquietud el es- tupendo milagro de la estaci6n. Y la calle, con siis altos y bajos, se me ocurre que se contrae como u n reptil, des. perez6ndose bajo la alegre, callosa y cordial caricia del sol.

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2c . SI OOhfEDES Q U Z M A N

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El conventillo, mirado asi, a primera vista, da la im- presion de u n ser ext6tico, dentro del cual le vida se agi- tara con una calma y serenidad de oc6ano en reposo. S i n embargo, no es dificil imponerse de la distinta realidad que aqui bulle.

En primer lugar, se dijera que, imitando a 10s chi- quillos, la iniseria jugara a las bolitas, a1 trompo D al vo- lantin con la humanidad de este pequefio mundo proleta- rio. El hambre, por consiguiente, no anda ausente, y se pasea por m i s de alg6n cuarto. haciendo chascar por lo.; vientres su fusta de gamonal. Fuera de esto, surgen mu- chos inconvenientes que, como peflascatos, quiebran de- finitivamente la frhgil visi6n de calma reflejada en la re- tina de la imaginaci6n.

Si el odio tiene en el conventillo una verdadera ex- presibn, Csta converge, desde todas las . a h a s , hacia dofia Auristela, la mayordoma. DorIa Auristela es una gorda morbosa, rica en ademanes, presta a las palabras rebus- cadas y meticulosr corn0 s610 ella puede serlo. Pero, est0 es lo de menos; doiia Auristela es una especie de fiera ceprichosa e jndomable. Amiga de c’iertas autoridades, 110

considera circunstancias ni atiende al sentido humano, cuando se propone desalojar a 10s arrendatarios. A me- nudo el barrio es testigo de s u impiedad; y la tierra suelta de la cd le se ha habituado al gusto amargo de las ligri- mas y el aire ha hecho duros sus timpanos para recibir et duro golpe de las injurias, toda vez que una familia es expulsada por atrasarse en sus pagos. Dofia Auristela se siente orgullosa y se contonea como una pnva imperial,

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LO8 JIOMERES ORSCUROS . ' 27

porque don Andrds, el propietario, un burguds de tongo, bast6n y puro, le da la mano cuando la visita, a fin de recibir la renta de la propiedad. De paso, puede decirsa que dojia Auristela tiene una hija que, si bien es herrnosa, posee mucho del amaneramiento y de la meticulosidad de su madre. En cierta ocssibn, la mayordoma lleg6 a1 extrema de hacer desalojar por medio de 10s carabine- ras, a dos ancianas, una de 10s cuales estaba agonizante y hubo de ser recogida por una vecina caritatira.

ETace largo tiempo que dofia Auristela tiene a SII

cargo el conventillo. Su marido, u n italiano de pPrfidos instintos, antiguo mayordomo, fu8 ssesinado por un rii- f i i n , a quien, por moroso, arrojara sus cachivaches a la calk, descerrajando la puerta de su pieza, mientras 41 se encontraba ausente. Desde la muerte de si1 marido, o de su &hombre*, como ella abn lo llama, dofia Auristela hace pesar su arbitraria y aquda politica de mayordoma.

-iA estos rotos --dice- hay que tratarlos asi, a trompadas! ... iDe lo contrario, se la pttan a una! ... iSerC mujer, per0 a q d mando yo! .... iQu6 se habr&n figurado rstos facincrosos! ...

A 10s chiquillos les est6 prohibido jugar en el patio. Y por mucha consideracih las lavanderas pueden tender alambres para colgar ropa. Pretende, s e g h se dice, con- vertir el conventillo en una *.cite decenter. Pern, mate- rialrnente,' ninguii adelanto se divisa. Y don Andrds se embolsa 10s pesos, muy satisfecho de la polltica que, en beneficio de sus intereses, despliega la mayordoma, como la cosa mas acertada y huniana que en el rnundo pueda existir.

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El conventillo est6 habitado por gente de la mas baja condici6n social: obreros, peones, mozos, costureras que se amanecen pedaleando, lavanderas que consurnen su vida curvadas sobre la artesa, rateros y putas; una de Ins piezas la ocupan dos rnaricones que realizan por las noches fiestas y bailoteos, a 10s que acuden aamigosw indecentes y sinverguenzas; estas reuciones terrninan con boches que congestionan al vecindario y que requieren la intervencibn de 10s hombres, quienes ponen a raya a 10s degenerados. Sin embargo, la magordoma no desa- hucia a estos arrehdatarios, porque rpagan tan puntual- mente,.

He dicho que si del odio hay una exprt'si6n en el conventillo, Csta converge, desde todas las almas, hacia la magordoma. No quiere decir esto que entre 10s arrenda. tarios no rnedien sentimientos divergentes. No. Se tren- zan, a menudo,, en rencillas cuyos resultados se definen con la aparici6n de dos o m4s carcbineros, que arrean-con el culpable o con todos 10s peleadores y , muchas veces, hasta con 10s curiosos. Las rnujeres se disgustan por nimiedades. Y 10s hombres, que, por las tardes, regresan cansados de la faena, abatidos por las rudas jornadas qembotados por unos tragos de Lino, se topan, a1 entrar a su cuarto, con las qdejas de la mujer. Ocurre a veces que no hacen caso. Pero. por lo cornfin, atratan de arreglar las cosasI. De este modo, es el hombre el que se perjudica casi siempre. En otras ocasiones, mo- lestos por las majaderias, terminan por golpear a la hem- bra, en rnedio de la algarabia de 10s chiquillos.

Esto, mientras en alguno de 10s cuartos, media do.

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co.; HO:;BRES OBSCUROS I!,

cena de inocentes, ut!a esposa o una madre, se retuer- ceri de hambre, en tanto el duedo de casa corretea por las calles, de fiibrica en fdbrica, de obra en obra, en busca de trabajo, o simplemente se emborracha, brio- dando por la salud de 10s amigos J -iparadoja!- por el triunfo de la Revolucidn, masturbindose el esplritu con suedos de mejores dlas para el proletariado.

A d gira, aceza, late, puja y se retuerce la vida de este pequefio unirerso proletario,

:3 - % *

Constantemente se realizan en la pieza de Carlos Conzlilez reuniones de obreros tranviarios, a fin\ de cam. biar ideas sobre 10s destinos del gremio. Cuando esto sucede, se pueden oir frente a su puerta las acaloradas discusiones que sostienen, Abi con seguridad se gestan y adquieren forma 10s proyectos que habrin de discu- tirse en la8 sesiones del Sindicato. Hasta la mnjer de Gonzalez interviene. La acornpailera B!anco*, como la ilaman, levanta su voz entre 10s roncos discursos mss. ccrlinos, aca tando o proponiendo.

Y es bien ficil imaginarse aquella pieza estrecha Ilena de voces y aire viciado, sin mds ventilacion que la que proporciolia el pequeiio tragaluz sin vidrios; aque- iia pieza enjalbegada de carboro, adornada con uti re. trato de Lenin y otro de Kerabarren unas cuantas oleo- grafias baratas; aquella pieza en que se aprietan lascamas iiisdrrirnas, sobre las que duermen, pese a la bulla, 10s chiquillos; J es bien fdcil imaginbrsela, asf, llena de horn. bres uniformados, ocupando sil'as alrededor de la mesa Q sentados a1 Lode de !as fechos.

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El olor de la pohreza debe yolotear sobre el airc viciado, olor a pobreza ndble y a miseria abrazada a 10s hombres y a las cosas lo mismo que un cilicio en el que el egoisrn~ de la vida ayivara sus negios fuegos de a ma rgu r a

Trns de Gonzhlez y otros hombres, como Arturo Robles y el suplernentern Alonso, conocidos apenas de . vista y por meras referenaias, todo el poblado del con- ventillo, se confunde en la vulgaridad, se abigarra en la rutina, se enhebra fatalmente, sin pizca de dife- rencias, al rodar de la vida indolente.

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Esta rnaiiana me he quedado dorinido. Y salgo un poco mas tarde. A1 cerrar la puerta del cuarto, mis ojos topan con una joven baja, de trenzas enrolladas en dos pequedos moiios sobre la nuca. Nunca la habia visto. Es u n bello ejernp!ar de hembra. Nuestras miradas se enciientran. Y hasta parece que ella me sonrie. El instinto se me alborota. Me entran deseos de seguirla. Pero, me reprimo. Sus caderas ondulan ante mis ojos dvidos.

Tres dtas han acontecido desde que la encontrara. Ayer a1 tiempo le toc6 remolienda y zandungueo por 10s tpjados haciendo sonar sus claros zapatos de agua, Como siempre que el tiempo viene de fiesta, no trabaje, En mi cuarto me lo pas6 remendando unas tiras-como remendando a 10s propios minutos-y hojeando las pd- ginas de a l g h libro. Apenas sali las veces qne el recla- rno del estomako me pus0 dulce la bocn.

Tres dlas han acontecido. No la he vuelto a ver , siinque en mis atrasos deliberados en las maiianas, espt-- raba encontrarla Ahora, mientras me \isto, me he pre- guntado repetidas vecesque es lo que persiga con el deses de avistarla. P me he reldo de mi mismo a1 tocar mis ropajes enrejecidos;

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Esta tarde, mientras el crepdsculo toca en lo alto el caramillo de las primeras estrellas, una mujer ha venido en mi busca. Es una mujer baja, de ojos profundos y de trenzas enrolladas sobre la iruca.

-Queria que me ' lustrara 10s zapatos, jovea..

LPuede? ... -1C6mo no! ...- exclalno hruscamente desconcer-

tado, no me explico por qu6. Vuelvo adentro de mi cuarto, Los pensamientos se

me apilan en el cerebro. Enciendo la vela. Tom0 el cajchi. Y me aparezco otra vez en el umbral. Ella espera. Sus pupitas brillan, puras y tiernas, a la luz proletaria de la vela. La diestra me tiembla al vaciar la tinta en el tiesto. Sientras-Ia lustro, 10s minutos se me alargan como si fue- ran de elistico y una mano misteriosa J malintenciona- da 10s estirara. Reparo en una rotura que tiene el cuero de uno de sus zapatos. Una de las medias tiene idos al- gunos de sus puntos. Algo me gira y me zumba en la cabeza.

Cuando termino de lustrar el prirnero d e 10s zapa- tos, alzo la vista, ella sonrie.Cornienzo a lustrar el otro, Hacfa tiempo que no se lustraba. El cuero esta ajado p rasmiJado. Hay bastante barro adherido al borde de la suela. El ruedo de su pollera tiene un ligero desgarlbo, I 2 pantorrilla es bien hecha. Mi imaginaci6n juega, mano- sedndo unos suaves y apretados muslss. Mujeres desnw das se trenzan en mi cerebro.

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LO8 HOMBRES OBSCTJpos 33

De improvise, ella se pone a toser. Tosido debil C o m O aplastado por una planta de cansancio. Se ahoga la tos con ]as manos. ?vfk ojos debeii ser interrogatives, Pues, cuando la tos se acalla, ella me dice dulcemente, sacando el paiiuelo:

-No es nada ... Estoy un poco resfiiada ... Se limpia la boca. -Ah...- digo. E n seguida termino. Ella sonrie. Toda la suavidad

de sus pupilas se me vacia en su sonrisa. QUS facciones, enfocadas desde el suelo por la l u z proletaria de la vela, tiene un relieve que se me ocurre musical.

Me alorga u n aveintem. Titubeo. Per0 luego lo rrcibo. La moneda me comrinica el calor de s u mano.

-Gracias... --Qracias a osted ... Hasta luego .. , La ve3 alejarse entre la sombra ya froitdosa. En mi

sangre parece que algo rechiriara. Y bnen rat0 a6n me quedo escrutando, como si de tin instante a otro esperara el milagro de su reaparicion. Los pasos presurosos de un chiquillo, sonando en las baldosas gastadas del pasadizo, me distraen. Recojo 10s ~ t i l e s . Ne tiro en el lecho. Toda- via tengo 1as pupilas llenas de su .- figura.

AI lado, la guagua de mi subarreiidadora est6 110. rando. LOS chiquillos se pelean en medio de u n bullicio salvaje. Me exaspet-0. Pasa un rato. E n 10s tres cuartos de pjeza de &s vecinos 10s chiquillos no ceSan de chillar. Pelesndose, hacen tsmbalear el tabique que limits n ~ e s - tras habitaciones, iDiablos de chiquillos! Salgo. He ol\'ida- do mi sombrero y vuetvo por 61. Las piernas me arrastran

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34 NICOMEDES GUZITIAN

a caminar. Pero. me resisto. Y me quedo afirmado contra la pared, junto a1 port6n del conventillo, El cerebro me pesa.,En el pecho siento una ruda opres ih , Bajo la noclie, unos cuantos muchachos juegan, lanzando gritos estriden- tes. Por all& voces de niiias cantan:

u j , Q u ~ queria su sedorla? ... tnandan, dirun, dirun, dan ...*.

De cuadra en cuadra, las ampolletas eldctricas sc encienden, haciendo girar sus rr-flejos. El port6n de un negocio azota la noche con un largo fustazo de luz. La brisa flirtea con 10s pelos de mi barba. Un ebrio pasa hamboleandose.

-Buena nocha, compaiiero, hip...-me saluda. --Salud. ..-digo. Me llaman la atenci6n unos pasos que avanzan por

el pasadizo. Dos rnujeres. Una tose. Es ella. La miro ale- jarse con cierta indiferencia. Sin embargo, de pronto, estoy tentado de seguirla. &A d6nde ir6? La imaginacibn me dibuja a un hombre en espera, cuadras mPs adelante. La veo separarse de su compafiera y cogerse del brazo del hombre. Me encono de nuevo. Reprimo el deseo de echarme tras de sus pasos. Tiro 10s pensamientos en el cerebro.

La campana de la parroquia llama a la novena, Del interior del conventillo viene un olor a hum0 y a grasa quemada. La caballeriza del fondo larga hasta aca sus mosquitos y el hedor del guano en fermento. Desde lejos, como un incienso para el ofdo, viene un canto de chi- gnillas proletarias:

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LOB HOMBRES OBSCUROS 35

*Hay u n phjaro verde puesto en la esquina esperando que pase la golondrinan ... Largo a andar. En uno de mis bolsillos, dos o trrs

monedas pierden su reposo a1 jugueteo inconsciente de mi diestra. Luego he de estar ante una mesa, sorbienda mi caf4. Bajo un poste de luz, u n evangilico grita y ges- ticula, transmitiendo a l a palabra del Sebor. a un escaso pitblico. Y a lo lejos, como un pafiuelo musical batido en lonbananza, el cor0 de las futuras rnadres proletarias:

aYo no lo quiero verde porque es muy triste, yo lo quiero calado para que pinten ... iOh, arrabal, pueblo mio, de tu entrafia scirdida, del

fondo gris de 'tu aparente impasibilidad, y o si! que un rnundo de- luz viene naciendo!

I

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Acabo de entregar unos zapatos que me encarga- ron iustrar. Y camino desde el fondo del conventillo ha- cia mi cuarto, sorteando las pozas de lavaza. En el inte- rior de las cockas, algUnRS mujeres atizan el fuego o ma. nipulean sobre fas ollas. Las llamas dan a su rostro UQ vago tinte de sangre. Desde una de las piezas escapan, abordando 10s oidos, el rasgueo de una guitarra, la voz de una mujer y 10s zapateos, palmoteos y vivas de una cueca.

La remoliehda es en la piezs del maestro Evariato Rubio, un hornbret6n de cincuenta afios, cordial y amigo d e las fiestas. Tuve ocasi6n d e conocerlo una noche en casa de mi vecina Hortensia. Justamrnte al pasar frente a la pieza enfiesrada, sale el maestro Evaristo barnboleindose y medio canturreando una tonada,

+Eh, eh, amigo!.:. Me sale al encuetitro y me coge de 10s homhros

con sus recias inanazas. -Oiga, amigo, tsabe?, estoy celebrando mi santo

con tamboreo y giiifa ... Hay victrola pa' 10s que que- ran bailar agarraos. ..

Larga una carcajada estrwendosa, 010s a vino y cebolfa, y me invita:

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LO\: IIOMERES OCSCUROS 37

--Pase, amigo ... i I h t B reguena la fiestoca, oiga! ... No es por que lo diga el mistno santo,.. /rase! ...

Vuelve a carcajear. SC que me convida como ha- bria convidado a cualquier vecino que en este momento hubiera pasado. Acudo a varios argumentos a fin de eludir la invitacitin. Pero, el hombre me compromete con palabras en que el sentimiento de amistad, tan comtin . en 10s borrachos, vive igual que u n arquero lanaando s u s fiechas.

--;Ya, Fa, maestro. lo acotiipafio! ... - mc veo en la obligacitin de decir.

-iEso es de hombre! ... jGracias, gracirrs, com- pafiero! ...

Xe estrecha la mano. SUS pupilas ticnen u n agudo fulgor de alegria.

- Gracias compafipro-repite--, 10s amigos acom- paiian a 10s amigos en el dia de su:..ono...ono _. pchi ... 110 puedo decir ... : de su santo, y’esth! ... -

Rio. --;Pero, oiga!-se coloca la mano a modo de porta-

voz y me cuchichea:-jEsp6reme u n poquito, quz voy por ahi a hacer una diligencia ... Hip ..

Suelta otra carcajada ruidosa, y se va habiando incoherencias hasta u n o de 10s excusados.

Rio una vez mbs, sin ganaa. El zapateo de la cue- ca hace temb!ar las murailas. Vibra la guitarra. La voz de la cantora es Clara y entonada. Tamboreos, viyas, vo- ces de hombres y mujeres arrancan por el tragaluz sin vidrios, en un rabozo de hhlito alcoh6lico. Aprovecharia

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33 XICOXEDE8 GUZMAN

de buena gana la ausencia del maestro Eraristo para es- currirme. Per0 pienso que no seria correcto. Por lo de- mds, 61 ya vuelve. Su corpachdn se mueve entre la sombra como un gran pontdn abriindose paso en medio de la noche marina,

I -iYa me tiene de guelta, vamos adentro! ... Me pasa el brazo por sobre el cogote y me arras-

tra en su andar irnpreciso. Da un empuj6n a la puerta, que se abre hasta atrls , con estrepito. Un ebrio aparece sobsndose la cabeza desgreiiada.

-;Casi me matastes, gallo! ... Un cor0 de risas rompe s u acorde. La cueca termi-

-A este amigo lo encontre ajuera por casualidri ... na. Evaristo me presenta:

Y como yo quiero tener muchos amigos aquf ahora, 1 0 . hice entrar ... Se 10s presento, compafieros ...

Estrecho una docena de manos callosas. Palmo. teos cordiales de borrachos retumban por mi espalda. En seguida doy la mano a las mujeres. De pronto la advier. to a ella, AI estirarme la diestra, me mira fijamente, des- concertante.

-A sus 6rdenes ... In6s ... El apeltido no lo oigo. Me basta su nombre: In&.

Y lo repito mentalmente, hasta perder el sentido de la palabra. Sin embargo, prevalece su m6sica, sigue sonan- do en mis oidos el aria que debe haber sido antes de ser nombre.

Alguien me pasa un vas0 de vino: -Tome, sesor, por el santo y la gtiena amistd ...

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LO9 HOMBRES ORSCUROS 39

Y como dudo en beberlo, agrega: -i rome, no mds, sefiot! ... Si bien no le hace, mal

tarnpoco le v’hacer ... Bebo el va5o hasta el concho. Gracias ... Me ofrece asiento. -Gracias .. La presencia de ella me desaplorna. Siento sus grana

des y suaves ojos negros sobre mi. De buena gana me marcharia; sin embargo. el Bnimo se me repone: la mayoria de estos hombres DO me supera en vertimenta.

El rasgueo de u n a cueca empieza. -;Ya, nidos, a la canchal ..- insinGa un hombre. -Algunos pafiuelos sucios y arrugados saltan de 10s

bolsillos. Algunas jbvenes se levantan, invitadas por 10s hombres. La guitarrista empieza a cantar:

,

crDehajo de un limon verde donde el agua no corria, entreguC mi corazttn a quien no lo merecias.. .

-6EI corazttn seria? ...-g rita alguien, con nlegre sorna.

Sentado e n un piso, junto a la cantora, nn hombre goipetea COG 10s nudillos la caja de la guitarra. Los pies han echado a moverse. Los que no bailan, tamborean. El maestro Evaristo, ari-ellenado en su poltrona, ayuda a1 tamboreo, animando el baile con gritos estridentes, De pronto vocea:

-iViva mi santol... -iJ’iva! ...

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El bullicio atruena la pequefia pieza Los borrachos gesticillan y dicen requiebros a las mujeres.

Miro 10s recortes de revistas, negreados por las moscas, y 10s tarjereros y santos que adornan las pare- des. Entre un retrato a1 carb6n de 10s duedos de casa y una estampa de la Virgen del Carmen, hay un recorte que representa a tE l Tani, eo guardia de bonreo.

LOS escasos muebles han sido arriqeonados para dar amplitud a1 cuarto. El ~ n i c o catre ha sido desarma- do, y 10s colchones yacen tirados por el suelo.

Observo a In&: charla con s u vecina. Me prodlice rabia el hecho de que se encuentre en este sitio, a pesar de que se muestra muy recatada y no baila. Hace un rato vacilaba entre irme o no, Pues bien, ahora, decididamen- te, me quedo. Y me alegro de encontrarme aqui, irnagi- nando que I n & se pueda emborrachar, como j a estan dos de las mujeres, o que algun hombre *le falte el respeto,,

cLim6n maduro ... HBcele 'un carifiito con disimuio ... Naranjas y limones, 10s corazonesp ...

La'cueca termina, Un hombre reparte vasos cho- rreantes entre 10s bailarines y demas asistentes. Las mujeres borrachas chacotean. Agarrones. Kisas beodas. Cafmjadas estupidas. Rostros agitados. Palabrss g o . seras,

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F

Un colorin de ojos ya velados por el alcohol, ofrece tin vaso a In&. Ella lo rechaza; y , no obstat,te, a instan- cias de su padre. un viejo que ya casi no se tiene en pie. tiene que bebkrselo. Siento deseos de abofetear a1 vicjo y af color~n.

Luego, cuando empieza la otra cueca, Tnes tienr que salir a bailar.

GrDicen que -la% penas matan, yo d i p n o nistan na; que si las penas mataran y o me habria muerto yar ...

In&, asediada por el coiorin, mueve 10s lairs con

torpeza. Lns nervios me comen Los gritos y 10s gestoq de 10s concurrentes me parecen extravagantes y ridieu ~

10s. Salta a 10s ojos el color vivo de alguna enapua. Se divisa alguna cinta regordeta de musio.

-4Y ust6, amigo, no hi la? ... Jun to a mi est i cI maestro Evsristo. Su corpaclitin

se inece en la borrachera. -No, maestro, no bailo .. NO SC ... -1 Ah! ... iPero, oiga, ustk parece triste! ... H i p ..

$($ut$ le pasa? ... jAMgrese! ... iEstos moinentos son. pa'reir, pa'cantar. pa'meter bulla, carajo! ... GolpBe en In silla, patie, avive In cueca! ... iQU6 mierda, aqui bay que alegrarse!. . .

Me palmote8. Me remece. Su buen humor es como si me contagiara. Oolpeo con 10s pies, y palmoteo.

-jAsi, compnilero! ... mi me gusta qlle l a gel1t-e que viene a mi caw se alegrc! ...

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Trae dos copas lienas. Las bebemos de u n trago. -iEsa es cueca,_ carajo, esa es cueca! ... jn’o hay

co:m el baile nuestro, no habiencio mierda! ... ;Viva ni i

snnto, viva mi Fanto! .. Uoa alegrla loca remeee el Bnimo del maestro Eva-

risto. Me recibe la copa, Y zapateando a1 son d e la musi- ca, cuidando de no caerse, se va a su poltrona.

El canto y el guifarreo acaban. E1 colorinse desha- ce en atenciones para con ‘hies. Los tragos hacen gorgo. ritear las gargantac. Olor R nkohol. a sudor, a mujeres, a *regla,.

La observo a OIIii. El coloriii no parece m u y dis- puesto a dejarla. Ella estA molesta. Mis nervios se exai-

Llegan la inujer de Evaristo y su hijo, trayendo tin

chuico de vino casi a la rrastra. Evaristo pellizca a la hembra y la besuquea en la earn 5’ en el CQpte, mor- dihdola .

--;Si tardas un tantito mss, perritn, 10s nifios se

La tnujer chilla, eludiendo las caricias. -iYa, pus, hombre. y a esta giieno!..

Se destapa el chuico. La fiesta sigue. IJegan tnm- bidn dos milicos frescos y dicharacheros, arnigos del san- to, que escogen para bailar a l a s hembras borrachas Ti. bran las nalgas y las tetas de las mujeres en 10s 7apa- teos. La chispa de la alegria, aventada por el afcohol, e< cada vez mAs viva. La cantora, ronca ya. entona:

tan. iImbtkil!

niueren de .sew! ... - l e dice.

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- . - . , . . . ~ ,. . .

1.0s IIOhITiRES ,Ol?dCT.?ROP 4 3 _I__

gun nezrito con si1 Ilanto trata de v.ol\ erme loca ; el Ilanto no es por mi, per0 si lo es por otraw ...

A1 travCs de la luz de la iampara, relucen Ins iito- tnos de polro que 10s zapateos levantan. El colorin no deja de importunar a In&. Me torno otro trago. La espo- sa de Evaristo, vencida por las pocas copas que se ha

- bebido, se abandona sobre 10s colchones, dejando a la vista las l ips cebosas y 10s muslos qruesos y fofos. El chiquillo se echa a dortnir junto a ella.

Se toca itn rato la victrola. Pero, se impone de tluevo el baiie eriollo con sus paseos, vueltas IJ z a p a t a c . Luego, la cantora echa a l aire una tonada:

ctCuando dos se quieren bien y se estiman por u n carte*, i,cuil ileva el mayor dolor?: ?,el que queda o el que paite?r.

Evaristo sf pone sentimental y se larga a Ilorar con tremendos sollozos, que estremecen si1 cuerpo, en 19

p l t r o n a ,

*.El q t e parte, va pensando en las legrias del camino: el que queda, siispirando, con u n dolor de continuos ... ~

El bordoneo evocador de la guitarra p el sentido sentimental d e la letra. desdoblan el esplritu poniendn

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44

en jiieco m6ltiples sugereticias de acendrada envergadu. ra clirlena.

*

aCuando l legj t u pnrtida, jp9r quC no iiegd mi muerte? iC.%tmo podre v iv i r yo , ausentc de ti y s in vertc ..*.

'

Iiimensas IAgrimas corren por el rostro carnoso g iampifio del maestro Evnristo, haciendo imaginnr a 1111

pobre le6n acorrziado

-iEh, compaclrito, compadrito? >,que le pasa?, i,pw q u t Iiora? ...

Evaristo se refriega 10s ojos, --Lror qu6 llora, compadrito? ... iQu6 le pasa 7...

El hombret6n mira a1 compadre por entre 10s la- g ri mon ts.

-jAh, compadrito--exclama, sollozando--, puchn Ir, pena que me da cuando una guitarra y una mujer echan a1 aire una ton& de mi tirrra!... iPucha, se me taconea el pecho de cosas viejas! ...

-jPero no Ilore, compadrito, no ve que hay gente aquf !. . .

no llorar, compadrito! ... iParece que algo se me kace tira adentro! .. ;Corn0 endiiga el tiem- PO.... iMenos mal que alas* quean lrigrimas pa'llorar 10s recuerdos!. .. Hip ...

sAqui terminan 10s versos verde pezon de zapallo ....*

I

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LOY HGUBRE8 OR8CUR08 45

Evaristo enjuga sus lagrimas. Las arcadas le cogen el cogote y se pone a romitar.

(El que tieiie el atiemple~ lejos, necesita u n buen caballo:, ...

La tonada concluye. Aplausos frendticos se apre- tujan erl la pieza. *Sobre la misma,, salta otra cueca. Y Evaristo, animado por 10s concurrentes, sale a bailfir con 10s ojos llorosos y limpijndose la saliva que le cuel- ga de 10s labios.

Uno de 10s milicos, entusiasmado con una de las horrachas, sale, arrastrandala, poco menos, al patio. El colorin ya me estB sacando de quicio. Presiento que le voy a apegar,.

De improviso, dofia Auristela, la mayordoma, hace su aparicidn en la puerta medio abierka. Con toda si1

gruesa figura plantada en el umbral, mueve SLIS brazes como aspas, y p i t a :

-iYa, pues, maestro, ya est6 guzno! ... iSon lss dose ya, pare la remoliendal..

--iQuC carajo! ... Evaristo se le encara, barnbolerindme. Auristela sigue: -iPare la bulla, don, la demds gente necesita dor-

-jQu6 se figura, seiiora, por la puta! ... iYo pago

Los ojos de la gorda chispean. -iLos demas t a m b i h pagan, pues, y tampoco

mid.. .

mi pieza y nadie me viene a joder, nadie, carajo! ...

queren que 10s jodan! ...

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46 NICOMEDES GUZBlAN

--1Qu6, mierda, yo pago mi plata y nadie me viene con porquerias! ... iV&yase! .._ iVdyase, mierda! ...

Sigue el carnbio de palabras. Evaristo se enardere y se le quiere echar encima; per0 lo sujetan, Doiia Au- ristela se va, amenazando con 10s carabineros.

'La fiesta sigae. ('omenzamcs a entendernos con

Inds. Yaunque D O SB bailar, en uno de 10s bailes me adelanto a1 colorin, y la invito. El muchacho hipa de ra. bia. Yo estoy dispuesto a todo. Fe me ocurre,que el co- lo rh va a provocarme. Mas. despechado. se echa en una silla y se pone a roncar.

Algunos empiezan a retirarse. Decid imos irnos tambikn.

Cuando me clispongo a apridar a Ines R Ievantar a s u padre, que duerme como trompo. completamente bo- rracho, el maestro Evaristo sorprende a1 otro milico so- bajeando los muslos desnudos de su mujer.

Suena un golpe dado en plena cars del milico- -iQuC te figurai, mierda! ... ;Toma mi mujer no es

pu ta! . .. Se arma la contienda. Las mujeres gritan y se afe-

rran a 10s hombres. El milico coge una botella. Dos hom. bres 10,dominan y lo atracan contra la pared. Pero se suelta J se echa de Duevo svbre Evaristo. La sangte salta de ]as narices del hombronazo. Las mujeres no dejan de chillar. In&, inconscientemente, se aprieta a mi. A la aigarabia se acoplan 10s alaridos de la mujer de Eva- risto, que despierta y pone el grito en el cielo, a1 ver a su hombre ensangrentado.

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m s ROJIERES OEBCUROR a; ______- - --

A tiempo llegan 10s carabineros, en cuga husca sa.

-jQLtC pasa aqui! ... Invaden la pieza, y pcscan al milico y a EvariTto. -iEste carajo estaba fregando a mi mujer! ... La hembra, llorosa y solicita, limpia de sangre el

-iVan 10s dos a la (‘omisaria! ...- dice u n o de 10s

-i Po no, mierdas, por que!,..-alega Evntisto. - ;No se lo Ileven! ...- cclama la mujer. - iNo tiene por qut , carabinero! ..-intercedeti al-

-iEra el milico el que estaba fregando!.., -iSi, el milico tiene la culpa! ... Pero, toda objeci6n es t i demas ya, Uno de 10s a-

rabineros ha reconocido en Evaristo a tin antiguo camn- rada :

-iPero, vaga, hombre, Evaristo, si eres tJ1 ... iLo que son las cosas! ...

Se ahrazan, riendo. - i J k Ia que nos vinimos a encontrar, viejo! ... Todos celebran el encuentro. Carcajndas. Kecuerdos,

Se Ilenan y se vacian 10s vasos. Doda Auristela, por primera vez quizb. corn-

prende que hace de titere en una puerta, y sc va rezon- gando.

thnte eentonadosv, arra5trando el milico.

lid la mayordoma.

rostro del maestro.

carabineros.

gunos asistenres.

I,ue,ao, 10s carabineros tambiCn se marchan, haq-

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-jEn el regimiento te aarreglarih, carajo! ... La cantora duerme. Los concurrentes las endilgan,

poco a poco, In& y yo, soiteniendo al viejo casi dormi- do, aalimos lentamente,

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r-

IV

La luz se estB despidiendo como sin deseos. Al- gunas estrellas apuntan ya por el ala oriente del cielo. Una parvada de chiquillos corretea, chuteando una pelota he- cha de medias viejas. Los gritos se desgranan en la bri- sa lo mismo que espigas maduras. Uqas pequeduelas, tomadas de la mano, hacen rueda alrededor de otra que, en el centro, canta:

*Yo soy la viudita del Conde Laurel, que quiero casarme y no hallo con quienm ...

De pronto la chiquilleria deja sus juegos para ro- dear a una pareja de perros que copulan, acezantes, en medio de la calle.

perros pega- dosb!...-grita uno de 10s chiquillos, hwiendo sedas a otros compafieros distantes.

Una vieja, escoba en niano, se abre paso y trata de apartar a 10s animaluchos gimoteantes, entre 10s chi- llidos y las risas de 10s chicos. Hombres y mujeres, de lejos, tambikn rien. Alguna madre llama a su hijo para evitarle el e spec thdo , El organillo, que nunca falta a esta hora, endulza el aire con sus notas, Arriba, las estre- llas m i s ausentes deben captar sus melodias.

-iVengan, cabros, aqui. hay udos

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jAh, suburblo, dentro trigo, patece que el corazon curtido e inmenso del pueblo se remozaral [Por tus venas sinuosas yo presiento que la vida viene alzando u n so- berbio y grandioso canto de trigales y martillos.1

d. . Un ruido de carreras precipitadas por el pasadizo,

me hace salir. Dos iniijeres y unos cuantos chiqi~illos cn- rren hacia la calle. Un miwtiactio grita, afiiera:

-iEh, aqui han tajeado a iinof ... Voy a la callc. La noche se agazapa en Ins puertas.

Me abro paso entre un grupo hurnano olor a prieblo. a sudor, a trabajo. A la luz miserable de una vela goteante de esperma que una mujer tiene en su diestra, pupde verse a1 hombre muerto, A s u ladof,~scril.:ieadose a travds de las ropas, se apozs u n a sangre espesa. La luz de la vela le da a su prilido rostro un matiz espectral. For 10s labios entreabiertos le asoma la punta de una lengua bianquizca. El sombrero, entierrado, yace junto a SLI cn- beza, Xlguien se atreve a urgar en el ctierpo, dejanrlo a1 descubierto la herida. Un olor a coinida vinagre llena el olfato. La herida le atraviesa medio estbmago, entreabier- ta como la b&a de u n monstruo y sucin de residuos de cn- - mida a rn2dio digerir, moteados de sangre gelatinosa, El hombre que descubti6 la herida, la tapa rdpidamente, hn- rrorizado. Una mujer, impresionada, solloza. Lns comen- tarios se desmadejan:

-El que lo mat6 era un hombre chico, en camiseta ... --Serfs panadero.. . Son bravazor; pa'ln exchills PS

tos panaderos ... Ida tragedia coge el Rnimo de 10s euriosoc. Lo. co-

mentarins cobran cuerpo. Se rliscute la identidad de1

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rnnerto. f3e dice que era panadero. Que vivia cuadras m4s 3116. Alguien agrega que era viiido y que tenia siete chi- q u i 1 Io s.

-1Era bien castizo el hombrecito, entoncrs! ...- c o - nienta otro, aventurando una ssnrisa.

Algunos carcajcan, Lali bpiniones se contradicen. Se abre pnso a un carabinero. El representante de la au- toridad mira nl muerto, En seguida se aparta de1 grupo y se pone a tocar el pito, Los tristes pitazos rrptan cotno Irigrirnas por las mejillas de la noche. Desde lejos contes- tan. Se oye galopar. Golpeteo de cascos. Y luego, a1 trote de sus cabalgaduras. llagan otros dos hombres uni- formados. Ruido de espolines y de sabies contra ias diiras botas. Uno le artebata la vela a la rnujer que la sostiene. Observa ai muerto. A1 alumbrarle el rostro, un chorrito de estearina cae y se desliza, solidificrindoqe, por la cara del cadiver. Los otros tamhien obsetvan. Uno le levan- t a la carnisa.

-;No fuf: tiacia! ... --oomenta irhnicamente a la vista de la salvaje cortadura, largando una risilla canallezca e inhumana.

Se le registran 10s bolsillos. Papeles gastados. Un trozo de chfiamo. Migas de pan. Cigarrillos. Pero, nada que le identifique.

-6Qui6n le desabrochh la camisa a1 cadrirer? ... -indage u n o de 10s carabineros.

Las iniradas delatan a1 liombre que lo hi70. El t i em bl a.

--;Yo j u i sifior! ...- confiesa humildemente. -1Tenis que it. cietenido. carajo! ... --;Tu6 por pura ciiriosidri, mi sefior carahinern! . _ I

-

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j.- . ,., . . . . . , .. .

52 NICOMEDES GUZMAN

j y o no tengo na'que ver con la muerte! ... --so no importa ... iPa hablaris con el j uez! ... -Gueno, siiior ... A1 pobre ya se le sa'tan las Idgrimas. Uno de Ins

guardias amarra de una de las mucecas al infeliz y se lo lleva junto a las cabalgaduras, que cocean inquietas. El otro le devuelve la vela a la mujer y habla con voz de potentado, sobindose las manos:

--;Vamos a ver! ... iQuien estaba presente cuando mataron a &tea...

Un silencio hermetic0 le responde. El sargento se exaspera, Se rasca una oreja.

-iQue se han figurado!.. iComo es posible que nadie haya visto algol ...

Silencio. El sargento, impaciente, se lleva las manos a las

--Si alguien se digna. que tape el cadhver de al-

Efectfla algunas ragas en una libreta. Y ya se reti-

+Per0 si es m'hijito! ... Una viejecilla seca y trdmula se precipita sobre el

-!Si es m'hijito: me lo mataron, me lo mataron!.:. LOS guardadores' del orden, esperac. La gente se

emociona. La yela chorrea 10s dedos de la mujer que la sostiene. La anciana no deja de clamar, aferrada al m ti erto .

caderas. Se disponen a irse.

guna manera, mientras llega el juez ... ran, cuando un grito desgarrador 10s detiene:

/

eadiver y se abraza a 61, sin cesar de gritar:

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fX% HOMBRES OBSCOROA 53

-iPor quC matarnn a m'uijito, Selior! .. ;Par quh! ... La escena hace ilorar a las mujeres- Los sollozos de

las hernbras se clavan como pufiales en rnedio del senti- rniento de 10s hombres. Una guagua gimotea. Los ca. raqineros se empedan, ahora, en retirar a la ancia- na del cadaver. Parece que desde el fondo de sus aiios la viejecita extralera toda la fuerza de su juventud para oponerles resistencia. Y cuando logran apartaria" implorante y rabiosa como una hembra que la privaran de su cachorro, podemos vet nuevamente el rostro de la victrma: humedo de Ihgrimas, su palidez brilla a la luz penumbrosa y parpadeante de la vela.

Uno de !os parpa 11,s se ic ha rntreabierto, mos- trando una ~mppifa sin brillo. La anciana atklla'de dolor e ~cnpotencia. Los corazones se estremecen.

-[No me separen de mi hijito!..' iN0, no, no! Le da un ataque. Se queda tiesa en 10s brazoq de

ilfgunas mujeres que se esfuerzan por mantenerla en pie. - Traen una silla y la acomodan. El moiio se le ha deshe-

tho a la infeliz, desparrrtmhdosele en albos y hermosos haces. Por entre 10s labios se le escurre u n a leve espurna. Entre sus dedos, se adhieren cohgulos de sangre.

-iEs un ataque a1 corazdn, pobrecital ... Una mujer se sorbe 10s mocos. -@ta es aguita d'Crer! ... Traten de darle ... -A ver, a ver ...j Aiguien que le tire el dedo del

Una le corta un mechon de canas p, encendleu-

Ei sargeata dice:

corazon I. .. . dolo en Ia vela, se lo atraca a la rtarlz.

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-iHabrd que esperar que tvueiva* para interrogar- la! ... Sigan atendidndola, mientras que voy a cotise- guir que el juez venga luego ....

9e retira en cornpailia det subalterno con que vino. EI sargento se larga al galope y el otro se va a I tranco de la hestia, lievando al detenido.

El carabinero que se ha quedado trata de am- pliar el circulo. Una rifaga apaga la vela. Algunos de 10s curiosos se desconciertan.

-i&u8, que pasa! ... iQud pase? ... --&ut5 ocurre, sefiores ... Una mujer pisa sobre la sangre coagulada y al darse

cuenta de ello, suelta un alarido J hoye espantada. Sal- ta una carcajada.

--Seria mejor que sc fueran ... Aqui no hay nada que hacer ... -irisiniia el carabinero.

A la anciana la han metido en un cuarto cercano. En la puerta se apilan las rnujeres p 10s chiquillos. La luz que se escurre hacia afuera pintarrajea de cobre sus rostros. Junto con otros curiosos, opto por retirarme. M e encamino hacia una cafeteria. Tengo el cerebro embotado. Mi espiritu se oprime bajo no s6 qu6 pesadez extrafis. Ideas ins6litas se me enredan en la cabeza, perdiendo su sentido. Algo helado me serpentea por la nuca. Me so- bresalta el gemido de un perro, ai que le he pisado la cola.

Quando regreso, todavia hay gente agrupada que co- menta el hecho, pes: a que se han llevado ya el cadiver y a la anciana. Se me acerca Arturo Robles. Hablamos acerca del asesinata. En el sitio de la traggdia se egrupd

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hombres y mujeres. Del conventillo viene un crepitar de lefios. Por 10s resquicios de las oocinas se vislumbran bandereos de llamas. Un caldero junto a una puerta, chis- pea, destacando, teuuemente, a su resplandor, la figitra de una mujer.

Las gentes entran y salcn. Aderrtro/crepitan tos le- nos, Alglin perro aulla. Una hembra qne sale se persigna. Brinca una brisa helada que encarruja et cuera del cogo- te. poniendo en guardia los Yellas. Blandamentt una voz se nos arrima a 10s ofdm:

. canto la Pampa la tierra triste, reproba tierra de maldicibn, que de yerdores jamds se visle ni. en io mhs bello de la estaeionw..,

Sobre el hiio de la melodia, la -tristeza, la meianca- Ira, el dolor y la angustia muesttan ai sentimiento su toss tro enjuto y desvalido.

A lo lejos, el grito de un vendedor nocturna ea como otro cantar.

rEn dande e) agua nunca gorges; en donde nunca la flar creci6, ni del arroya que serpentea el sristzlino bullir se o y 6 ~ ,.

Me sobresalto de improviso: unm pasos menudos resuenan conventillo afuera. Presiento que es In&. Pero, no, ea la madre de ltobles que viene a encontrarlo

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*Atlo tras afio por 10s salares del desolado Tamarugal, lentos, cruzando, van por millares 10s tristes parias del capital, ...

-Salia a encontrarte, hijo ... Hace rato que te es- pero ...- dice la seiiora a Robles.

iYa voy, madre!,..- Y estirzindome la mano:- Bueno, compa6ero. lo dejo, hasta lueguito ...

A largos traricos echa :hacia adentro. Becibn me

doy cuenta de que es In& qnien sopla el brasero en el interior. La vislumbre de las chispas, destaca sus formas tenuemente.

NSudor anlargo su sieii brotando, Ilanto sus ojos, sangre sus pies, 10s infeiices van acopiando mmtones de uro para el burg:ids* ...

Recuerdo que esta canci6n la entonaba una tisica, alld en el allergue. Era una pobre muchacha tisica la que la entonaba, mientras despiojtiba a tin pequeflo, sostenidndole la caheza entre las piernas endebles,

Una guagua llora. Un perro aulla. Un hombre YO-

cifera en uno de 10s cuartos. Es lnCs la que sopla el brasero en el interior. La noche tiembla sobre el barrio,

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Octubre dirige decididamente el concierto de las fiojas nuevas en 10s brazos retorcidos de las acacias. Por 10s alambres telefhicos. en 10s qne se mecen es- queletos de volantines, e1 viento d e la primavera zumba y canta.

Desde hace dias, todas las noches. In& me man- da sus zspatos para que se 10s lustre. Sus viejos zapa- tos que me estoy acosbumbrando a querer. Anoche se me ocurrio remendarle una rasgadura a uno de ellos. Hoy viene Inks a agradecerme:

-Ayer se molesto, Pablo ... Gracias ... i Asi q u i h no se lustra con usted! ...

-Se hace lo que se puede, Inesita, sobre todo si se trata de usted ...

La galanterla n o le hace a ella ningiln efecto. 1’0,. en camhio, debo enrojecer. Me desconcierto. Sin embargo, e n el fondo, siento satisfaccidn por el hecho de que no le haya exnocionado la vulgaridad que aca- bo de pronunciar.

--No veo el por quc ... --me contesta simple 3’ friamente.

No digo nada. Ella siieita de pronto una carca- jada graciosa y s in intencibn, per0 que se me murre d r burla. Tose repetidas veces. Saca el pafiuelo,

Me dispongo a Iustrarla. Comienzo el trabsjo. Ida

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tniro mris de una vez. Me sonrie. Mi rostr'o se abre e n una sonrisa forznda, grotesca qu iz& Etl el cerebro sc me acumulan 10s pensamientos sin sentido alguno. El chasquido de las eacobillas se me hace majadero. E n la cslle 10s chiqliillos gritan. Q-argantas claras de nirias entonan:

<Bay que tener nifias bonitas, derrufin ... de r u f i n ...

I. Rag que tener nifias boaitas, tralal8 ... la ... la...*

Ingenua alegria de animalilios humanos, golpeados por la miseria, per0 fntegros en su clara inocencia.

Por las arterias del suburbio, la sangre mrre a to- rrentes, depurando el ambiente.

Terrnino de lustrar a Ines. F'rente a mi la tengo ahora, condensada en s u luminosa sonrisa. Me serenn. Ella tose. De pronto me dar, ganas de acercarla a mi y acallarle la tosen mi pecho. Wos hablamos. Me alarga una moneda que y o me niego a recibirle, pero que tengo que coger a1 fin ante sus insisrencias. El sentimiecto 1iie

sube a la garganta en p ~ l a b r a s que 110 puedo decir, Ella se va.

,

--iHasta luego! ... --iEnCs.. ' -?e detiene. Se vuelce. hfe mira tristemente. NO

puedo decide nada, Sin embargo le sue!ro mis senti- mientos por 10s ojos. Sus pupilas m e respondon. EstAn humedas, El tiempo se ha detenido. sosteniendo n u e s

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LOS HOMBRES OBSCTJROS

tros alientos. Mas, de repente su rostro se hace terco; da media vuelta y se va.

La alcanzo. -iIn&.. .! No hag nadie en el pasadizo. La t-,es6 larga-

mente, profundamente. -i DBjeme! ... IDCjeme! ...- gime con una dulzura

que delata € 1 goce que abrasa las venas de su came y (le su espiritu.

Rruscamente se separa de mis tyazos y huye ha- cia adentro. hfis ojos escarmenan la sombra. Momen- tanearnente la luz de una cocina la alumbra. Siento corn0 si la perdiera por toda Ia eternidad.

A1 entrar a1 cuarto, tropiezo con el cajbn lustra- der, Ma echo en el jergon. Transcurre u n rato largo, en el que siento como si me disgregara. Per0 la sangre me corre a torrentes por las arterias y tnis pulmones se hin- c]Ian para recibir el aire del cuarto, que, aunque vicia. do, me sabe a tin cordial wno y vigoroso. Un rat611 roe en un rinc6n.

a le encasqueto el sombrero y salgo. En la callc me encuentro con Victor illonso, el supfementero.

-LO convido a la sesi6n inaugural de la Alianza de rrrabajadores...-me dice, haciendo sonar el ronco hip.

t'ro de su voz.-EstarA muy intec'esante ...

-iIn&!. . .

L a sangre me corre a torrentrs por las artcnaq.

AI camerada Alonso le faltrtn las do3 piernas. ,Cc las hizo pedazos on un choque, cuando f u i maquinista

-No, camarada, ahora'no ...

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de tranvias. Ahora vende diarios. 'I'iene un puesto en una esquina central.

-iSer& para otra ocas ih , compa8ero; algun dia tendri que decidirse a acompaftarnosf ... iHasta la vis- ta! ...

-Hasta luego, camarada ... Pienso que, en realidad, debeiia ingresar a alguria

institucibn politica obrera. Sobre todo ahora que la san- gre me corre a torrentes por las arterias y 10s pulrnoqes se me ensanchan. Pero, 110 me decido: el recuerdo de In& me llena la cabeza.

Cuando vuelvo, todavia hay llamas que alumbran ]as cocinas. Una chica sopla un brasero. en el que ca- Iientan algunas planchas.'A la l u z de la vela, a pesar de - lo avanzarlo de la hora, una hembra lava. Desde u n cuarto viene el rumor de una mhquina de coser. En uno de 10s cuertos del fondo, una mujer chilla bajo 10s gol- pes del marido. El aire apesta a guano podrido. Pero, el el olor del hierro caliente es como un golpe de vidit en mi olfato. Los gatos se aman en 10s tejttdos, maullando.

Mis vecinos se acuestan. Echado en el iecho 10s cledos de mi imaginacih hacen realidad, momentsnea- mente, multitud de cosas bellas en mi cabeza. En el te- cho, las moscas se inquietan, haciendo ruido de colme- nar. Siento c6mo orina la sefiora Hortensia. Los orines arrancan sonidos de paridereta a1 fondo de la baclnica. La limpara de mi, vecinos se apaga. Suena la voz de u n tortillero en la calle. Luego, el somier de mis vecinos se da a crujir ritmicamente. Dofia Hortensia giine. Don Alfonso aceza. Lzs venas me culebrean Me atormen.

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LO8 HOMLRES OBSCUROS 61

to con la cisi6n de un hombre y una mujer, abrazados en brutal meneo. Mi sangre a611a por una hembra. Pienso en In&. ICarajo!.

.r. 6 0

De madrugada, despierto. Es decir, me despierta el rezongo de una voz.

+Ay, Seiior, ahora si que me muero yo; ahora si que me muero yo! ...

Me refriego 10s ojos, Tiendo el ofdo. La yoz se vuelve 2 repetir, acompadada ahora de u n tosido seco y obstinado:

-iAhora si que me muero yo, ay, Sebor! ... Me pregunto quidn s e d J q u e le pasar4 a1 hombre

que se lamenta de tal inanera. Indudablemente, la voz es de un borracho. Se siente justamente al lado de mi puerta.

-iAhora si que me muero yo, ap, Fefior! ... Los tosidos acoplados a las lamentsciones, no mer-

-iAhora sf que me muero yo, Sefior. ay, Sebor! ... icarajoi Me lanzo del camastro, El frio me reme-

- i Q u i h puta estard jodiendo a esta hora! ... Don Alfonso tarnbih se levatrta. -iAhora si que me muera yo! Tiritando, asomo la cabeza a l pasadizo. La amane-

cida. vacilante, hace cabrillear sus dedos de luz, A la cla- ridad recien parikndose, veo ~i u n hombre tirado junto a mi puerta. Arrollado en el suelo, temblando y gesticu- lando, no deja de clamar y de toser:

” man. Pasa un rato. Trato de dormir, Me aburro.

ce. Don Alfonso, al lado, alega entre dientes:

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-iAhora s l que me muero yo, ay, Sedor! .... -iEh, compabero, iquC le pasa? ... ('om0 si no oyera, continba sus lamentaciones. Don

-dQuQ pasa? -No sB, aquf est& este hombre, quejhndose ... Est4

borracho, por lo visto ... La facha de don Alfonso es para la risa: el panta-

Ion a medio poner, el palet6 sobrepuesto, las tiras de 10s coleoncillos le cuelgan por encima de 10s zapatos desa- brochados; sobre la cabeza trae un bonete de lana.

-Vamos a ver... iOiga, amigof BquC tiene? ._ Su voz es seca. Agarra a1 borracho por ios horn-

bros y lo remece. El hombre lo mira attrnito. A la luz livida del alba, diviso su rostro de idiota. Don Alfonso lo vuelve a remecer, El rostro del hombre se contrae en un gesto de terror, Por fin habla:

-jAy, patroncito, no me mate! ... iNo me mate, por Dios ...

-iNo tenga cuidado, si no le hago nada! ... Q:!iero saber qu6 tiene, qu6 le duele, a ver si puedo remediar sus dolencias.. . .

Aifooso llega por el patio, a medio vestir.

E1 borracho baja la cabeza como si meditara. -jQUi*hubo, amigo, hable, pues, LquC le pasa? ... -6QuC me. pasa? ...-p regunta extraiiado el borra.

cbo. -lBah, qu8 me pasa!-concluyP entre carcajadas re- ticentes.-Ja, ja ... ;QuC me pasa! ...

-Sf, amigc ... que le pasa? ... i A d6nde vive? ... -,& u6 ... quC me pasa! ... Ja, j a , ja ... iD6nde,

dcinde vivo! ... Ja , ja ...

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LO3 HOMBRES ORSCUROS 03

-;,&UP, tiene, arnigo? .. iPor que se rfe? ... A Q U ~ le pasa? ...

-A mi, a mi ... no me pasa nada dsabe? ... nadita me pasa ...- le hace seaas a don Alfonso para que se acerque, y continGa:- A mt, compaiiero, no me pasa na- da ... nada ... isabe? ... Per0 me do, me rio, ja, ja, ja... me rfo de la vida ... ja, ja, ja ... si, de la puta vida ..., de esta boliga.. .

Nos echamos a reir. El borracho asume una acti- tud trdgica. Luego, baja la cabeza y se pone a gemir como un perro, balanceando el cuerpo.

-iHabrPse visto!. . .- conimta don Aifonso.--l s e rie de 1,a kida! ... ;Pero, porque este ciirao de carajo se ria de la vida nosotros no nos vamos a entumirl... dNo le parece? ...

-Ad creo ...- contesto, zamarreado por el frfo mad rugador.

-lEh, compafiero, parese; se esta entumiendo aqui! ... iVayase a s u casa, su mujer lo espera! ...

Las miradas perplejas del borracho se cuelgan de las orejas de don Alfonso.

-2E h? ... i M i rnujer me espera? ... J a , ja, ja ... iQu6 me va a esperar! iMe bot6 pa'dormir con el o t rd ... Ja, ja, ja.. .-de el ebrio con amargura.

Don Alfonso inueve la cabeza. Buen rat0 est i tratando de convencerlo de que se vaya. h a m que la paciencia se le agota y lo pone de pie a la fuerza. PO lo ayudo. El borrscho es pesado J cuesta mantenerlo en pie.

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64 NICOMEDES GUZMAN

-130 me mate, patroncito, por Dios, no me ma- te!...-ruega otra vez, esforzhdose por echarse a1 suelo.

- 1 % no lo matamos, hombre, pero vayase! ... --jPatroncito, por todos 10s santos, no m'e matej ... -Si no lo matamos, hombre ... ACuintas veces le

digo? ... iPero, no joda m i s , por la puta, y vayase! Don Alfonso termina por aburrirse, Yo tambidn

me impaciento. El frio nos claveteaE1 cuero. A un tiem- PO largamos a1 hombre, que cae como sac0 de plo. mo a1 suelo,

-1 kbdci l ! ... Dejdmoslo que se entuma por gue. vbn!..

El golpe parece que trajera a la realidad a1 hom- bre, pues, se esfuerza por levantatse.

-De veras ... Tengo que irme ...- refunfunas- Ten-go que irme ... Je, je ...

'Lo ayudamos. Se refriega 10s ojos. -Tengo que irme ... Je , je je ... Echa a1 aire otra cacajada, que es como una car-

cajada de tonto. Y se pone a caminar, apoyindose en la pared, Su paso es indeciso como la I U Z de la arnaneci- da. Luego, tambaledndose sale a la calle. A6n le oinios reir largamente. Don Alfonso, riendo tambien, J tiri- tando, comenta:

--Un horracbo sirve pa'joder, no mds .... -Parece que lo bot6 la hembrs a1 pobre ...- digo,

-No le <haria* como Dios manda .. iC6mo bus- por hahlar algo.

cci a otro p'acostarse! ...- rie mi vecino.

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LOS HOMBRES OBSCUROS 65

Me encojo de hombros. Don Alfonso se marcha. Las tiras de 10s calzoncillos le arrastran por el suelo. Las piernas de sus pantalones semejan un par de acor- deones.

Atranco la puerta y me echo de un salto a la cama, Se oye el golpe de la puerta que acaba de ce- rrar don Alfonso. El catre gime al recibir su cuerpo grandote. Cuchicheo de voces.

Por el tragaluz, la madrugada bace ternblar sus dedos claros. Los primeros dtomos de luz se escurren ha- cia el cuarto. Por sobre la ciudad a6n dormida y bajo as ultimas y ateridas estrenas, 10s gallos bargueses p proletarios, como hermanos, zurcen las distancias con las tigujas sonoras de sus cantos.

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VI

Los cerrojos de la noche estan echados. El Rrra- bal y su chato caserio, se amodorran bajo la rnar.0 tibia de las estrellas.

Digo: -Cosas hay poco m e l m que veladas para 10s

hombres,.. La amistad, por ejemplo, la verdadera amis- tad tiene entre nosotros esta suerte ... Yo he venido ex- perimentando est0 a menudo.. Por esto mismo puedo apreciar mejor t u arnistad.. IQUC buepa eres, Inks! ...

Juego con sus cabellos sueltos. Ella me coge una de las solapas del pa!et6. La

brisa aceza entre la hojambre. Sus pupiizs, en la som- bra, sus grandes y cilidas pupilas, son dulces como uvas.

-Una es como es, Pablo ... Me alegro de que me en- cuentres buena ... CrCeme, me haces feliz .. Yo no mer atreveria a decir lo que soy.. . La bondad es tan .. tan ... no sk como decirte ... Depende del modo de pensar d e las gentes _. De la manera de sentir ... iSe puede ser buena de tantas manerasl .. iFijate. mientras te parezco buena a ti, soy mala para mis hermanas. para mi pa- dre. para todas las gentes! ... Yero me basta ser buena para t i . . .

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LO8 BOMBRES OBSCUROB 67

Apoya la barbilla en mi pecho, mirandome. La

-iMi pequeiia! ... , Oprime su cabeza en nii pecho, se aprieta a UI

. beso.

pecho, como si quisiera hundirse en 61. Tose. Se oye el bocinazo d e u n autom6vil. Un tranvfa corre al bor- de de la noche inquieta, El suburbio ronca, palpitan- do como un gran coraz6n angustiado.

Pasan hombres y mujeres curiosos, Alguna puerta sacude sobre la vereda nna alfombra de luz Por alla, alg6n bar deporta a la calle la voz chicharreante de un altoparlante.

Acaricio sus manos. Mis manos obreras de macho acarician y go7an del contact0 de esas inanos obreras de mujer. La noche nos coge J nos entibia 10s deseos. Ls ioquietud nos corre por la sangre. i Q U 6 suavidad de musgo la de sus pupilas! La beso en las mejillas, en la boca, en las pequefias orejas.

-iNo, Pablo, ahi no! ... - IInds! . . -Debo irme ... -Tan luego ... -Sf, tan lnego ... Busco de nuebo sus orejas, con 10s labios. -No seas malo ... Dtjame ... Me voy ... La beso con calor en la boca, Sus labios arden.

Beso tambikn sus mancs, sus manos bajo cuya obrera suavidad la ternura hace sentir sns corazones,

--Basta luego, mi peqnefia ...

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a8 NICOMEDES QUZMAN

Uaminamos juntos algunos pasos. Nos separamos, En mis venas, la vida pulsa sus mhs jocundas guita- rras.

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VI1

Esta noche, mientras me bebo una taza de caf6, en- tra en el negocio en que me rncuentro Arturo Robles acornpafiado de Carlos Gonzaiez, el obreyo tranviario’ Desde afuera m e reconocen y Ievantan el pufio en selial de saludo Se allegan a mi mesa.

- S a1 u d , corn pa fie ro . . . -Salud... Uiia rnuchacha se acerca. Robles pide dos car&

iiuros. IIablan de cosas sin interis. Alterno a mementos- La cafeteria se encuentra muy poco concurrida. B a y unos pocos trabajadores y dos prostitutas que rien con estridentes y morbosas carcajadas.

E1 Lire est& azul de hurno, y pesa en las narices at respirarlo. Del techo cuelpan telarafias tiesas. de hoilln- La muctiacha vuelve con dos tams que despiden vaha- radas de vapor blanquecino y aromtitico. Los hombres cornienzaii a beber en silencio.

De pronto, Robles larga una pregunta: -2Y q u i se dice por el Sindicato, compaiiero? ... -Hay noticias de que la Coinpaflia aceptard un plie-

go de aumento que presentarnos. No es mucho lo que se hace que digamos. $'era, q u e diahlos, algo es algo!

-Y el Partido LquB tal snda en la Comuna? --No est6 mal. pero podria cstar mejnr. Falta COO-

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. " . . I .. ,. .. . , ., .. . . ..

Peracidn. En la citrectivn 4e trabaja mucho; pero, las base? no responden.

--Corn0 siempre, camamcia. Le fd ta a nuestra gen- Le mucho sentido de solidaridad.

--En realidad, amigo Robles ... I? esto se puede apreciar mejor en el Sindicato. Todos demuestran mu- chs entusiasmo y acatan todos 10s acuerdos, Pero, en el mornento dado, no responden. La apatia vente a la gent?.

-FuC justamente la falta de volunrad y la lnerc!a de mts camxradas lo que nte ale16 a mi de la lucha, compafiiero. La actitud negativa que asumian 10s com- pafieros [rente a problemnc de gran importancia y SLI

irresponsabilrdad misma, me cansaron, me desmoralizaron. . --Y. es Icigico, carnararta. A mi me pasa lo mismo.

C r k m e , a veces, estoy a punto de claudicar, So10 mi profunda consiccion socialista me salva, Ademds, el de- sist irme significaria una actitud contrarevolucronaria, y 70, por sobre todo, me S B revolucionario. Pero, e n el

'fondo, no crea que guardo niuchas esperanzas respecto porvenir de mi Partido, Todo el trabajo de la gen.

verdaderamente entiisiasta se pierde frente a la apatia de 10s demas ..

-En este sentido, 'le repito que estoy completamen- te desalentado. Los hombres del pueblo, compafiero, parece que estamos condenados a v iv i r eternamente una Vida de iniserias y de humillaciones por In simpleza de: que, reconozchtnoslo, no somas capaces de responder a nuestras propias aspiraciones Vea usted. eamarada. des- pi14s d e todo lo que trabajf, no me queda sins la satis-

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rJos HOMBRES OBSCUROS 71

faccidn de' la lucha. Las expericncias son duras y lo des- pedazan a uno. Las inquietudes sociales del aiio veinte, me cogieron en la Universidad, Perdf doa afios de estu. dios, descuidindolos por mis actividades revolucionarias. $*Que saqud? Nada. Es decir. perdf la ayuda que me Brestaba la Liga Yrotectora de Estudiantes Pobres yg luegc, junto con otros compafieros, me despidieron de la CTn i vers i da d .

Calla u n nioinento Robles, Sorbe unas bocanndas de caf6 y continda:

-Yo recuerdo, compaiieros, esas grandiosas jorna. das del aiio veinte. Reuniones aqui, mitines allti. Recuerdo a ese gran muchacho que se liam6 Doniinw Gdmet Rojas verdadero hombre y verdadero revolucionario, pronun- ciando admirables y eferoescentes discursos ante las mul- titudes proletarias eonmovidas. El misrnct Q6mez Rojas, que la ainjusta justicia~ encarcel6 y maltrat6 hasta enlo. quecerlo y matarlo ... tY por q u i h se sacnf ic6~ ... Por 61 misino prolatariado fa'to de cornprension, responsahili- dad y hornbria que, acaso, tenga hoy para el un recuxdo. Sinceramente, 30 estirno que es in6til el sacrificio de mu- chos cornpafleros. ..

-iTn6til no, compatiero! ._ -le interrumpe Gonzalez. -iAlgo se obtiene, camarada Roblesf ... 9u manera de pen - sar lo pone a usted en un margen completamente con. trarevolucionario .. .

-Sin tener inteociones de serlo, p e d e ser que resul- te un contra revolacionario. Pero. ante la verdad, hay que doblegarse, compadero ... La Rcvolucibn, fa verdadera

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Kevolucibn se hace por ]as rakes, y en mi concepto, la idiosincracia proletaria es una raiz vital que tiene que depurarse en cada una de sus fibras. Por el momento, m e parece que reconocer nuestros defectos y errores, y traba. jar por salvarlos, es Fa haccr algo por el triunfo de la Meroluci6n.

Toma otros sort~or; de caf& Carraspea. Yo partn migas de pan con las uEas sobre Is, mesa. El local comien- za a Ilenarse. Se oyen palahras gruesas, y carcajadas.

-Usted-prosigue Robles - me decia hace poco que alga se obtiene del sacrificio de 10s conipaiieros. Nadie va a discutirlo. Y, sin embargo, Gque resultarfa ese aalgou cornparado coil lo que seria posible obteqer si 10s traba- jadores se unieran en una sola masa que, consciente de su responsabi!idad, se decidiera, dc una vez por todas, a hacer respetar sus derechos Erente a la casta privilegiada?,. Yo, m5s de una vez he pensado que nuestro obrero rccla- ma derechos mAs por sugesticjn que porque haya llegado a la conclusion de que cs rnerecedor a ellos, o porque despuC4 de meditar se haya convencido de que su situa- si6n dent ro de la sociedad no debe $er, precisamente, la de la bestla. Si el pueblo se detuiiera a pensar como es dehido acerca de su situacidn, si pusiera su conciencia a1 ,cervicro de la realtdad, se haria, ineludiblemente, solida- 1 io de SLIS aspiraciones, y lucharia hasta lograrlx. Pero, !?or el momento, m e parece que e.co no es posihle. El Ti.

oio lo vence y ei priehlo est6 corn0 coa?denado a hundirse cada y e z :uAs. -

--;Exae;era listed, cornpaitern! ...- alega G0nz:ilca; - E! vicio n o es tanto como para venccr al pueblo. Lo q w

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I 3 - LCS IiOM’nRES OBSCTJR88 -

mds bien lo incapacita es la-falta de cultura. Si el pueblo se cultivara, resurgiria tal como nosotros sofiamos. Unas pacas de las rn6ltiples ramas de la cultura en conocimiento de nuestros camaradas, darfan coma fruto ese sentido de refleccih, de cornprendcin y de responsabilidad que usted atuilla reci4n; lo capacitarian para desempefiarse como es debido en la’ vida, le crearfan criterio propio, y el proleta. riado se convertirh en un solo hombre que, con decisi6n y energfa, ascenderia a1 sitio que hiimansmente dehe ocn- par rlentrn de la r j o c i ~ d ~ ( f .

-Mny de acuerdo, mi a m i p . Pero. vamoc a la esen- cia de ias cosas. gPor qu6 no se cuIt iv& el pueblo como wria de desex?. Simplemente porque el vicio io ha embrutecido. Le Acivterto que bablo e n thrminos gcne- rales, lo que da lugar a excepcionec. Es iustarnente a cstas excepciones a las que debe cl pneblo eI no estnr completamente derrotado. A nuesti o obrero le interesa

. de sobremanera !a satisfacci6n d e SUB vicios, el akohol intis que nada. Sr emborracha, sacrifica su salaria R

inanos del cantinero, todo en desmedro de s i mitmo, d e si1 familia y, !o que es mris, de la claw a que pert e 1’1 ere I

-]No exagere, corn pahero! ...- -argiin.lenta Gotizrilw --or favor, no exagere ... Es claro que el obrem s t o r m a , tnmamos, dirt, eunqire no soy viciasv. Sin embargn. convengamos en que su situacidn misma, la desolackh

que vive, el ambiente miserable en que -e c h a r m . Ila ski existencia, son alicientes miis que sutkcientes pa- ra que busque ratos de alegria y o!t;ido ; Q u i din . hi$. . .

.

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74 NICOMEDES GUZlliAN

-iQud conveagamos! iVaya, carnarads! iNo, no varnos a convenir! ... Es claro que el atragom, en cierto modo, procura alegria. aA que desconocerl??. Pero, est6 claro tambiPn que el hombre con embotarse nada consigue ni rernedia. Fupongarnos, sin embargo, justifi. cada SU acritud. Digame usted, des de hombre, es de ser racional, es de humano el que alguien, por conseguir la disipaci6n de s u amargura se entregiie a1 alcohol, mlentras su familia en un cuartucho conventillero pade- ce las consecuencas. viviendo una angustia que en tales circunstancia no tiene raz6n de ser?. Porque, la verdad es que el olvido que ese hombre busca, y su alegrid, valen hasta el hamhre de la miijer, de la m d r e o de los hijos. Pongamonos en la realidad, mi amigo. 6No es eqro una cobardia, t in egofsmo sin nombre, una ahe- rraci6n que n i en las bestias se observa?. tPor quC ece hombre en vez de lirnosnear olcido en una copa. no re- flecciona un poco acerca del origen de su situscion? Analizando \as cosas con el mi s simple criteria, con un poco (le setitido comiln, se llega a conclusioncs claras. Y 61, de este modo, descubrirfa el por que de s~ situacicin. Pero, para nuestro pueblo lo m i s impor- tante es el vicio, y todo queda a1 vargen con tal de satisfacerlo. Ahora, despuks del alcohol, tiene usted Ias carreras... Va usted 10s dias festivos a 10s hipcidromos Y 10s enctientra repletos de gente que, e11 s11 mayoria, e5 de nuestra clase. Yo, compaiieros, reconozco que sop u n deaepcionado. Pero, catorce afios de lucha y ex- periencias son bastantes. No dudo de que el vicio pier. d e Is conciencia del trabajfldor, iY, hombres! cosa C U -

_I

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LOS HOMBRES OBSCUROS ~ 76 -

riosa... eQuiknes son 10s que ganan a merced del vicio de nuestros camaradas? iDe quiches son las grandes vi- iias y 10s hip6dromos? El pueblo, compaiieros, que habla, que perora, que clama, que insulta a PUS explotadores, no es capa2 d e comprender c6mo el salario miserable quese le paga va a parar, mediante sus vicios, a manos burgue- sas. El mismo salario que, por muy miserable que fuere, podria contribuir a un poco de bienestar para 10s suyos. Falta comprensi6n, falta cabeza. El proletariado vive cie- go. . .

- i I h ahi justainente en d6ndc se impondria la cul- tara! ...

-iCIaro, precisamente, camaradn! Per0 lo Iamenta- ble es que no existe en el pueblo u n sentido cultural. Us- ted lo puede observar: gran parte de 10s padres s6I0 se preocppa de que el hijo est6 en condiciones de trabajar para que vaya con el a engrosar la legion de 10s expiota- (10s. Quando lo natural serla que, ya que u n padre no tuvo 10s rnedios para cultivarse, ayude al hijo para qiie lo supere ...

--;Pew, compagero, usted sabe que *la necesidad tiene cara de hereje, I. ..

--Si, de veras, la cuesti6n economica lo Anda C L ~ I -

bromando todo. S i n embargo, cuando hay voltrntad, ias posibilidades lo cogen a uno del brazo, Es cuestirin de es- fuerzo p constancia. Y por supuesto que hay que de- jar a trasmano el deseo de olvidarse de la crudeza de la

Robles se bebe e1 ultimo sorbo de cafe. El pan suyo ha quedado intacto. La t a m de Gonzdlen hace rato

’ vida mediante el trago. ’

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' 9, NiC@GXX,B G ~ J Z % ~ A ; ~

qae quedo v a c h Las migas de pan qee hag sohre la mesa se'hacen cada vez mRs pequefias bajo la ociosa per- tinacia de mis uiias.

El m q u m i s t a se encoge de homhros, se saeua, y h a kla:

-Rs cierto, comprtfiero, Y cs lamentable, ya que a cirlttira de nuestro pueblo es u n gran problema que nezesta una soluci6n rripida. Una campaiia enCrgica y vztlierite en el sentido de levantar culturalmente, en lo fi.

sic0 y en lo inteiectual, a la presente genrrasidn de 21-

60s proletarios, rediindaria en e1 mejoramimto e en FLJ el p r o p s o de RUeStr;l clase a corto plazo.

---En realidad. ei problema de la cultlira drntro dr fas clases asalariadas es un problema vital y de gran tras. cendencia ... 1' si en la huena voluntad de 10s padres est5 contrihulr a $11 soluci6n. &a, fatalmente, deberd ser w- suelta p"r i.1 Qobierno ... Pero, esta visto que a cierto- Gobiernos les interesa de qobretnanera mantener a1 p i c - hlo en la ignorancia y , ftara'beneficio de una minorla prl- vilegiada, tienden a propagar el obscurantisnio en el i ) i i ta -

610 ... El problema culturnl, como muchos problemas que atagen r? nuestta clase, serd resuelto s6!0 For tin gobier. no progresista y constructivo, esto es, revolucionano..

este sentido ...

~--- __ - - -

-Nuestro Partido tiene grange5 proyeccion,. -4 en

--Todo Partido revoiucionario dehe tst1erlr.s.. El rostro de Kohles estA sombrio. Las ideas recieri

intercambiadas, me giran ztirnhando como abejorros er, la caheza El local est% repleto. La< voces se pelean en el a ~ r c . Z_as r i w q gotppan ios f icparos . Suenan 1 % ~ t ~ m ~ v

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r,os HOMBRES OBSCUROS 77

las cucharas. El barullo ahoga nuestro silencio. Un chiquillo harapienbo, de tierrasa cabellera, se

nos acerca. Por las ventanillas de las narices, le aso- man dos gusanns de mocos. S u diestra fiaca y socia se estira implorante.

-jCabalJeros. una limosnit&! Gonzrilez le alcanza el pan que dej6 Robles. Este

le insin6a que se suene. E1 chico se pasa una de las mangas del viejo y ancho palet6 por las narices, y, en seguida, el dorso de la mano, sorbiendo. Da las gracias tristemente. Robles mueve la cabeza.

Las prostitutas han logrado conquistar a dos ato. rrantes y se van con eilos, chillando alegremente. Gon- zhIez enciende u n cigarrillo.

-Eueno, vamos andando ... Robles se levanta. Pagamos. Y luego vamos tran-

queando calleja abajo. I J i i matrimonio de vagabundos, fktido a vino, nos aborda para pedirnos unas monedas. La mujer se queja, mientras el hombre dice que les falta para pagar el alolamiento. No hacemos caso: el oior a licor es mug elocnenre.

La noche canta. El cielo cuelga sus farolas at61ti- tas. Nuestros pasos tienen sonoridad errabuneta de ma- tracas activas. Balanceindose en la puerta de u n bar, ut1 borracho gesticula y vocifera:

-jA mi me robaron mi re16.. ; pero corn0 y o s o y cornu- nista, voy a robar otro re161 ...

Robles, moviendo la cabezn, larga una risills sola. pndn, y dice:

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-jMiren que lindura! ... ?,Ban visto ustedes manera m i s estupenda de wprestigiar, una doctrina? Yo, aun- que no pertenezco al Partido, sigo simpatimndo can 10s

principios comunistas., y abomino de quienes tergiversnn su noble sentido. Yean ustedes a ese imb6cil; SI estu- viera en SRS cabales, les aseguro que 10 patearia. jEst8pi- do! iY pensar que ese representa a ki mayoria! ...

Ni Gonzilez ni yo comentamos; per0 adentto algo nos come. Por nuestros cerebros pasan procesiones de jmdgenes. El tiempo transcurre a la par que nuestros pa- ~ 0 s . El tiempo sobre cuya cabeza de viejo arriero las boras se petrifican. El caserio chato se acurruca en la falda de la noche.

De pronto nuestro conventillo es t i junto a noso-

Nos despedimos. La obscuridad ve!a 109 cuerpos que largan hacia adentro. Ya estoy en mi/cuarto. Un olor a subterrineo me hurguetea IRS narices. Me pongo a reirle a la obscuridad. Sin duda, si alglin niflo me sor- prendiera riendo a d , se asustaria. Me acuesto y me d i p :

tras.

-iBuenas nochas, Pablo! ... Pero, no alcanzo a contestarm?, porquc ya me he

dorm i d 0.

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VI11 .

Las sombras se apdotonan en la celie, buscando el hueco de las puertas, en hutda de las agujas de l ux que paren las ampolletas. Las acacias floridas llenan el air: de bna fragancia hondn, grata y evocadora. Cerca hay tin

canto de niiios. t

-;Si, es necesario que nos separemos! ... Las palabras de I n & son amargas. Sns pechos tie.

nen sobresaltos de paloma. mis manos embetunadas aca- rician sus manos.

-iNo es posiblel-digo. -iSe hace duro resistir a ias malas lenguas, Pablo! -6Pero quC pueden importarnos las malas lengua-s?

iNosotros sornos nosotros! A114 lae malas lenguas con su pa 1 .&re r ia,

-Las mujeres dependemos en mucho del equC di- ran,. i Mis hermanas ..., mi padre! ... is;, Pahlo, debemos t erminar! . . .

In& tose. ;QuB claridad de ojos en la sombra! -No sacariamos t?ada, TnBs ...i No teneinos por que

separarnos! iYa te Io digo! ;Nosotros somos iinsotrea!

La terniira y el emp:ije del instinto se mani. fiestnn en mis manos y en mis labios. Ella se deja acari. ciar El silencio se mece sobre el cor0 de nifios, La fra-

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gancia de las acacias invade In sangre corn0 el contact0 tihio de Inks .

Pasa u n largo momento. llis nervios no estbn quie- tos, Beso con fuerza a la mujer, con calientes besos que me nacen del sexo. Y ella, con voz tan profunda, como nacida desu entraria pura de hembra, dice, npnyando si1 cnbeza en mi peaho:

--;De veras, no tenemos por qu6 alejarnos! .. Una cordial ternura hace acto de presencia en su

voz. Yo pienso en el ruido de dos gotas de rocio al cho- carse.. Sus ojos estrin prmtos a alumbrar algunas lai- gt imas,

* 1'

En verdad, la gente habla. Ida maledicencia t r j e alrededor nuestro las suposiciones mds extremistas, que, de boca en boca. adquiereii caracteres de realidad, For 13s tardes, a1 trasponer el portbn del conventillo, 14s dos o tres mujeres que nunca faltan alli detenidas, se me que- dan mirando, y se dan a intercambiar cnchicheos desca- rados. Las hermanas de In&, cuyos ofdos han dado-cam a todas las habladurtas, blanden armas contra la mlJCha- clia. El decir de las comadres es como si ies proporcio- nara un !dtigo de apretadas trenzas para atormentarla. Ayer una de ellas, deliberadarnente, v i n o a liistrarse con- inigo. No tard6 mucbo en dar a conocer el vetdadero ob- jetivo de tan inusitado requerimiento de m;s servicios:

- Oiga, joven ... Por ahi andan hablando mal de !a TnCs por ciilpa suya ... Quiero que sepa que de mi her-

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LOS HOMBRES OBSCUROS 81

rnana no se viene a refr u n cualquiera. Si andan en algo, estarfa bueno qne la cortaran.. .

La rabia me anud6 1as palabras en la garganta. Sin embargo, pude proferirle: , '

-jVayai Yo s6 perfectamente lo que hago! Cierto que soy amigo de Inks... Per0 setfa bueno que cerrara 10s oidos a 10s comentarios y abriera niQs 10s ojos ...

Me qued6 mirando unos instantes. $us ojos eran dos brasas vivas. Mordidndose, me arroj6 una moneda y se ale- j6, sin dejarme terminar el trabajo. Esta mafiana, a1 salir, volvi a encontrarla. Sus pupilas se me clavaron como dos dardos a1 rojo. La mirC apenas. Y ech6 a cami- nar calleja arriba. Lejos, sonaba la campanilla del carre- t6n basurero. Los perros encarbaban en 10s desperdicios de 10s tarros y cajones desparramados por la acera.

,

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El verano clistribuyc su rnanifiesto en las mejillas teisas de las primeras ceiezas. De pronto, larga por las calles a 10s vendedores de duraznos, inelones y sandias. Las campanillas de 10s carritos heladeros afilan cn el aire sus voces ngudas, mientras golondrinas nuevas se ejerci- t a n por encinia de 10s tejados. Las acacias, en constante pereza, se adormecen bajo una gama de poivo.

Durante el dia, el suburbia ace7a lo rnismo que u n bruto agotado, azaeteado por el catlsat~cio de las siestas interminables. E610 en las tardes, a le hora en que el sol exhibe por sobre 10s cerros del poniente la girnnasia es- tupenda de sus colores, cl suburbio da tregua ~t su ace- zar y se ba5a en la frescura que, corn0 mensajera de las montarias distantes, viene anidarse por ac6, junto con la bajada de las primeras soinbras. Luego, se diria que las estrellas terrniiiaran de ventear lo.; inalos humores que el sol t6rrido del dia acumula en el ambiente, a1 contacto con la tierra Bspera de 18s calles y las pozas de lavaza y aguas p6tridas que cubren lo.; patios de 10s ccnventiilos.

Asf, e l suburbio, da la inijresi6n de liherarse, de abrir 10s brazos y fortalecerse, ruando la noche baja. Adernas, de tarde en tarde. suele pasar u n a regadora miiilicipal, refrescando l a s calles con st1 claro abanico de ayiia. La tierra sedienta, ya satisfecha, pone entonces de inanifies:o s u solidaridad para con 10s hombres, regalhn- d o ' o ~ con un grato aroma de potreros recien regados.

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Arrapiezos descaizos, tiriiltntos y desnutridos juegan y griian en las calles.

. .>

El conrentiilo tiene, desde hace una wm;lna , noe- vos habitants. Son cesantes del norte §e dice qLte, estando en Sailtiago, fueron llevados ai Sur, pretextando hacerlos colonos, a fin de evitar la exhibicih de sit miseria en las calles de la capital, Eu Temuco fueron abandonados; y , despues de alg6n tiempo, se volvieron a pie. Con ellos ha venido u n araucano medio ciego, afioso y abatido.

ruegos, consiguieron que doi'ia Auristela les arrendara 10s restos de una mediagua existente en el fondo del conventillo. Con latas mohosas y sacos, han construido un cierro, dentro del c u d tien- den sus jergones y trripos, 9 limitan s u vivienda, ampa- rados del sermo nocturno por I R S dos o tres planchas de zinc que en ese sitio habian. Es gente drd ida , vestida de harapos 37 de piojos, sin parentesco comLin, ssivo una de las mgjeres, a quien llaman la agringa pobre,, que viene acompafiada de si1 hijo.

En el dla, algunos salen a limosnear. Cofiopsn, el araucano, se vale de si1 trntrncn para ganar en el centro de la ciudad alguiias monedas. Acompafiado de un chiquillo paliducho J encogido, de manos comidas por 10s granos, y que Lisa u n gorro de lana hasta las orejas, sale por las mafianas, con el largo instrumento a la rastra, para regresar a! atardecer..

Un viejecillo llamado Jose Maria afila cuchillos y tbjrras a cambio de pan, platos de comida J cigarros Es

Tras grandes larnentos

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84 NTCOMEDES GURMAN

iin macho que hace tiempo perdi6 sus arrestos, de ojiilos hundidos bajos las legaiias.

--(En sus tiempos, fuC un activo luchador social), Carraspee y escupe ai aire a cada rato. Paciente- mente se sienta a1 sol, sin importarle lo mucho que. quema, y se entrega a s u trabajo. Los chiquillos del - conventillo le rodean para observarlo en slt tarea, que realiza con la ayuda de un trozo de molejbn. Maiianas enteras estan 10s rapaces junto a 61, y se codean cuando el viejo, cortsndo las hilachas y desgarrones de sus propios harapos, prueba 10s instrumentos que afila.

La agringa pobren tambien trabaja, Pinta letreros, de rez zn vez, para 10s negocios del barrio. Sobre pape- les y cartones ejecuta letras desproporcionadas 9 figuras de rotitos y.carabineros, grotescos e indecentes, Mucho de lo que gana lo dedica a quemarse la garganta y !as triphs con aguardiente. Cuando esta borracha, se le des- pierta el sex0 y coquetea con 10s vecinos, invithndolos a1 lecho, en presencia de sus propias mnjeres, que la retan J’ la apnteann . R a d , su hijo, es un desvergonzado que zan- p-anea todo el dia y s e nutre a expensas de 10s limosneros. A1 atardecer, R a ~ l sale, y vuelve despuhs de mediano- the, zigzagueando y entonando obscenas canciones Otras veces, convidado por 10s maricones, se encierra con OF, y les galla algunos pesos

IAa noche reune en s u covacha a casi toda esta gcnte derrotada y miserable. Encienden una fogata y catientan el agua para pieparar la uchoca,. Pvlientras charlan, Cofiopbn toca la trutruca. Los tristes aires del instrumento eobrecogen el Animo de 10s vecinos y ponen

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P‘

tenso? 105 ncrT;ios del conventitlo, Las riotas rcsbalan por el aire corn0 Iagrimas de irnpotencia de una raza q u e muere. El dolor del pueblo rechina 10s dientes. Por las venas de la angustia, la sangrc se hace espesa. Jose hla- ria, el viejo afilador, hace memoria de Reczbarren, de quien fuC camarada en sus tiempos de lucha. Habla de la actuacidn del inmenso Mer, en cl norte. Habla con fervor de sus campafias. De ELI gesto. De su voz, que despertahn 10s anbelos dormidos en el- pecho rudo d e 10s trabajadores. De su palabra encendida, llena de antorchas reivindicadoras, fiorida de esperanzas y de cantos que hacian vibrar las cuerdas humanas en sun hurnnno deseo de echarse a correr a1 encuentro de Ix rerdadern vida.

- ;QuC hombre carajo! . -exciarna’el viejo con una VGZ que parece una (tspera campana.--Uno se sentfa mds hombre aprethdole la mano, palabra! ... Dicen que se qiiltci In vida; pues, yo dirfa que se la qiiitaron ... iCa? tii , la R.?volticicin perdio tambiPn rniicho de vida.

Larga an esci~po a1 aiie. ‘ La triitruca, sopiada por el ataucano, no cesn hablnr

coil $11 angustiosn voz que s610 el alma comprende: -Tru, t ru , t ru ... Tru, t r u , tru.. . Una hembra, preparnrido el caf6 en un tarro ahu-

mado, suspira: -iAy. Dies! .. Un tucrtn le clava y hace girsr su unico ojn, con

encono. Dice: --;&UC Dios, carajo, qoi. Dim1 ... ;$hnde est5 Bios,

poi la puta, dbnde!? ... Uno. loche lo que luche, se e q t i

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ES NICOXEbEB GUZMAN

toda la I d a fregando ... lLos ricos tienen Dios porqtie tienen plata! ...

-.-.-.PI___

-iQue Dios io perdonet ... -1 Je, je, je !.,- -Tru, tru, tru ... Tru. tru, mi..,

La trutruca, en 10s labios de araucano, ilora cotno una hembra sin macho. iY parece que es la vida la que Ilorase por la sangre que sus venas pierden con la Re. voluci6n que se de ja! ...

* 8 s

De vuelta a mi cuarto, a1 doblar una esquina, diviso a In& acompaflada del colorin. E1 mismo colorin de fa fiesta del maestro Evaristo. El muchacho va muy junto a ella. convershdore entre risas y gesticulaciones.

Un tigre comienza a rzlgirrne en el pecho. En la gargnnta se me hace un nudo, Entran juntos a1 conven- tilio. Me cuelo en mi cuarto. Me dan g a m s de patear las mugres que hay en Bi. Tiro el caj6n. t a s ideas se me atropdlan eo la cabesa.

(iVes, hombre?, esto tenia que suceder. Elfa te en. gafla. El colorin hasta se acostara con ella. Ah, jcarajo!)

Me siento un hombre diminuto. Pero, a1 mismo tiem- PO me sQ una inmensa bestia movida pot tos resurtes del instinto. El hombre de las cavernas me tranqiiea por la sangre, Me meso 10s cabeiios. Me muerdo. Me estravjn entre un hosque de absurdas imggenes.,

A una hora propicia salgo. Estop dispuesto a pre- guntarle a In& en qu6 sitio olsid6 la honestidad. y it gri. tarle:

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1.0s HOZIBRES OBSCUROS 87

-iPutaf .. Espero. Cuando viene, la vnluntad n o busca L I I ~ sit in

himdo para dejacse caer. No me atrevo a nada. Inks tiene un digno aspecto de ohrera y no se le p e d e encontrar fa menor traza de ramera. Comienza a pesarme la faciii- dad con que me deje vencer por la irnaginaci6n.

In& advierte mi nerviasidad. Y no me reaisto a desnudarle mis sentimientos.

-iTontCno, Gpor qu6 pensaste asi?, ... XIira. encon- tr6 a ese joven en la otra esquina; venia a visitar a1 maestro Evaristo y quiso acompafiarme ... ~ 2 u B ibra a hacer?. . .

-;No me gusta qne andes con nadie! ...- dig0 tercamente.

-jNQ tienes por qui? desconfiar de mi ..., Yablo!... iHe sirio sincera coctigo, me he dado a cnnocer ente- ra a ti ... iT6 sabes, Pablo! ...

-;Inks! --;Tengo derecho a que me comprendas, Pa-

Le nacen dos lagrimas. - iTn Bs!. .. Se aprieta a mf. -iPablo, necesito que m e comprendas! ... Me da 10s labios. -iQUC tierna eres, mi pequeea! ... ;Cri.emc, me

pesa haber pensado ad! ... iMe siento un mi~erabk!..~- d i p .

En el fcrndo de mi ser, la dudn me come, sin embargo.

hlo! ... En mi caso, otra se disgustaria.

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-i TO TI t I 1 1 0 ' . . . --;Mi peqnefia! .. -iMe gusta tu voz, Pnblo, cuando nie dtces as1 !. . . LOS labios se buscan. Yo no dudo, Kespiro el aire

de la noohe con ansias de hombre o de montafia. Justa- mente esta tarde ha pasado la regadora miinicipal y u n oIor profundo a barbechos llovidos, una Bspera fragancia a tierra predada recorre la entrafia de1 ambiente. Ten. go la sensaci6n de emptzar recith a vivir. Siento la vicia como una tonada grandiosa. P repito:

+Mi pequeiia! ...- con mi espiritii y con mi sexo, Nos apretarnos. Sus pupilas tienen una suavidad

trdmula, -i In&! ... Lsus pechos, aprimidos conti a mi pecho, tiemblnn.

S u temblor y la palpitacion toda de su cuerpo, me encr- ifan. Un trope1 de deseas se me echs a galopar pnr las venas.

- iInBs! ... Nuestros cuerpos, por eircima de la? ropaB, fiindcn

--- iAy, ag, no me apretes ad! ... Sus gemidos y su ruego alientan m'i instinto. Bus-

+No, no, Pablo, no seas malo, dCjame,d6jame! ... $e pone a toser con vehemencia. La snelto brirsca-

meiite. La tos le tortura el pecho y la garganta coma una terrible garra felina. La confiici6n me .Rrrasa el Animo. L u e p la acaricio dulc~rnente:

s u calor.

co a6n sus Iabiosy 10s muerdo.

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LO13 HOMBRES OBSCUROR 89

-]Mi nena! ... -iEres malo! ...- me reprocha, cuando puede

Sientoquc SP reproche me enternece; la miro a

-iPerd6name! .. Ella reclina la caheza en mi hombro. La tos le

asalta de nuevo la garghnta. iTos canalla! Se aprieta la boca con un paiiuelo. Y cuando el malestar acaba, sobre la blancura del pafluelo podemos ver bien la mancha: sangre.

No hablamos. Una mirada suya se me aduernie en 10s ojos. Acojo s u mirada corn0 acogeria el llanto de una estrella en las pupiias. La noche canta. Y me pareceque nos estamos yendo ientarnente, como un grito que se muriera.

hablar.

10s ojos.

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--.->-->---- -I__

S

HOY el conventillo est& de duelo. Alguien ha muer. to. Ese alguien fu6 el maestro Nercedes. Hombre buenazo era el maestro Mercedes. Muy amigo, eso si, por tlesgra- cia, del atrago,. Era un zapatero sexagenario. Chico y rubicundo. S u rostro, no obstante la vejez, trascendfa 30 SB que aire de juventud. Tenia una nariz chata y re- donda que daba gaiias de apretar como un timbre. Ai- guien le dijo nn dfa: anarjz de ombligo,, y desde enton- ces 10s chiquillos se dieron a Ilamarle: ataita nariz de ombligo,. Sobre s u natiz cabalgaban unos lentrs tan vie- jos como 61, de cristales .empaiiados, tras 10s CUR-

les IOS ojos vivaces y joviales tenian u n a mirada q u e e r a la expresi6n vital de su cpracter n'unca nad:c vi6 enojado a1 buenazo del maestro Mercedes. Los dias sBba- &,a1 anochecer,lo esperaban lcs chiquillos del conventillo en el port6n mismo para recoger, cuando Ilegara, 10s acincos* y wdieces, que 61 les tiraba ,a la chufia)). En- tonces, el viejo, sin excepcih alguna, venia borracho, n o

picado*, como 10s demis d i w Balancetindose, arquea- (13s las piernas, largaba sus carcajadas ebrias ante la chi- quilleria hecha ovillo eu el pasadizo, tratando de coger ]as monedag catdas. 9 e metia las manos rugosas en 10s bolsillos del harapiento y lustroso palet6, y reia a gran bnca. Los bigotes le temblaban, J entre 10s labios podian sdvertirse las encias descoloridas, de cuya orfendad la

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r--- - I

LOS HOMBRES OBSCTJROS 91

liberabnn apenas unos cuantos raigones mohosos, Una r e z que 10s chiquillos se levantaban, entierrados y des- gregadcs, el maestro Mercedes se ponia serio. De un so10 vistaso se daba cuenta de quienes jiabibn quedado sin coger. Mas de alg6n pequeiio lloraba. Entonces el viejo se hurgaba 10s bolsillos, sacaba otras monedas y las repartia a aqu6llos. Despues, cuando todas las caras in- fantiles, rodehndolo, estaban llenas ~ de risa, 61 se ponfa a carcajear de nuevo con una satisfacci6n gigante de bo. rracho, sacindose el sombrero, en cuyo interior trala dul- tes y golosinas. Se echaba a1 suelo, afirmaha la espalda contra la pared, estiraba las piernas, dejando a la vista las c a h s de 10s calcetines, que, recogidas, mostraban la velluda desnudez de las canillas, y se daba a reparbir las golosinas que traia L O 3 chiquillos se sentaban junto a 61 y comenzaban a chuparlas con fruicidn, f%acit.n- do ruido de beso a1 paladear. Y el buen \iejo, movien. do la cabeza y exhibiendo la desgreilada blancura de sus canas, refa. M A S tarde, con voz estropajosa, se largaba a re. lahar un cueato, poniendo en juego toda la acci6n de sus manos y de SLI rostro. LOJ chiquillos, chupando 10s dul- ces, le oian embelesadns.

--Esters y estera, pa sembrar peras .. Esteras, y esteritas pa sembrar peritas ._ Esteras J esterones, pa sembrar orejones ... Gueno ... Gueno ...- carraspeaba, co- mo pujando, y s u voz paria e! cuento, de a poco.

Los chiquillos celebraban a m i s no poder. Algunaa veces, dejando inconcluso el cuento, se quedaba dormida ah i misrno y dos vecinos tenian que arrastrarlo a s u cuar- to. En otras, se levaataba, daba a 10s mocosos les 6ltrmos

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I . " ._ .. . _ ._ . . .

caramelos, y barnboleindose, se iba conrentillo adentro, se metia en una de las casetas de 10s excusados, y, senta- do sobre la .taza., con 10s pantalonesabajo, se estaba horasenteras, tafiendo sobre las tablas y cantando ver- sos revueitos:

U N O me tires a1 ala. carabinero, porque soy avecilia de primer vuelos ... CSefiores, les contar6

c6mo enamoran 10s guasos: se suben a una lomita y tiran un peiisscazo, ...

fiice un barco y me embarquh! ... cDel cuesco de una cirguela

E11 muchas ocasiones se acordabrr de su mujcr muerta y lloraba como un niiio, compadeei6ndose a sf mismo:

--yPobre hlercedes! ... j Pobre Mercedcs!.. . Hasta que se dorrnia y Labia que llevarlo a su

cuarto. Bueno ... Eso era ciiaitdo vivia el maestro Merce-

des. Ahora est& muerto. Y todos estdn tristes. Algunos chiquillos lloran sin saber por que. Aht, encirna de la mesa, de espaldas, tieso, eetd el buen viejo, dormido se- rcnameote. Fa6 un ataque al corazcin el que se lo Ilerci, 86!0 en la tarde, una vecina que se co16 a s u pieza se di6 cuenta de su muerte. LOS habitantes del conven- till0 han desfilado todos ante su cadbver. La luz de las vela3 le lame el rostro, tiiiindoselo de amarillo. Sohre el

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velador, yacen sus anteojos. Ya nunca mhs montarin sobre Is nariz recionda y chata del buenazo del maestro Merced es.

En la, noche,. el cuarto se llena de gente. Y el vie- jo, sereno, parece que sonriera, acariciado por el suave rumor del rosario que rezan Ias mujeres.

1 * * De madrugada, cuando todavfa, a1 mirar hacia

arriba, muchas estrellas buscan cobija en nuestras pupi- his y 10s g a h ensayan sus claras agujas a traves de las distancias, sale el cortejo llevindose a1 maestro Mer- cedes.

Calle arriba. Bajo la lividez de las primeras luces del dia, larga el cortejo. Los pasos producen un rumor que es Como el rumor quedo de la tristeza. Van hombres y rnujeres: 10s d e ac!dante llevan el atal.id; 10s de atris, flores marchitas y algunas coronas de papel.

La madrugsda es como una inrnensa florque se shriera. Como el sfmholo de una ntieva vida que viniera a1 encuentro de Ins hombres. Y all& bajo SLIS pdtalos lnojados por el rocio de las ultimas estrellas, bajo la sin- fonia discorde de 10s gallos ciudadanos, se va el maestro Nsrredes

;Adi6s, b u m yiejo; hasta ia vista!

La gente continha hablando. Sin embargo, desen- tendiendonos de las habladurlas, nos dejarnos llevar por nuestros sentimientns.

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La noche nos encuentra en una esquin’a cualquiera. Mis manos emprenden la aventura de coger sus peclios, por encima de las ropas. Pechos de suave doreza, en 105

que la vida corre presurosa, como a1 encuentro de un prw letario del futuro.

-13’0, no, ddjame, por favor! ... Nuestros alientos se abrazan. Yo insisto. Y motdidw

dola, dejo trotar mis instintos soidos y ciegos n clrnlquie- ra sensaci6n agena. (iAh, In&, hembra mfa!).

-jPor favor, por favor, E’ablo, sudtarne, d&jnr-ri-, eq uieres?!. ..

Uti horraclto que pasa, carcajra: -1Kso es de hombre! ... Ln ahandono. Unos impetus satvajes me empujan

hacia aquel estbpido. Quiqiera golpenrlo. Hecerio perla. %os. Intento correr tras el. In&: soliozantc, me lo iinpitfe:

-iXo, no, d6jalo!-.. Me reprimo, Ella suspira. -iTe pones malo, Yablo! i N o comprendes que

esto me hace mal? Eajo la cabeza. Me muerdo. Crispo 10s pufios. E n

mi sangre, en rnis huesos, liasta en las vertebras mis- mas de mi espiritu se retuerce una energh que precisa consumirse.

-iInds, perdoname; no puedo doniinilrmel iCrCemr, no s6 Io que hago! ...

-is!, te comprendo! Pero es cecesario evirnr esto. Debemos sEpararnos. No es posib!e seguir a d ..

-~NO p e d e serl ... - -

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95 -- LOS HOMBRES ORt3CUROfi ___--

--;Si, puede ser: basta que lo queramos!.. Esto es demasiado para mi .. TU sabes ad6nde llegartamos ... Y no es posible .. T L ~ sabes que n o estop bien ... Pero, no creas que te condeno ...

-;Si me coiidenaras, tendrfas raz6n! -iNo, Pablo, yo eocuentro tan humano esto! Pern,

me bace mal Nn debemos atormentarnos; es necesario que nos separemos ...

-LY estarias conforine con la sepsracion? ... -iGonforme! /No debias preguntiirmelol Creo que

es necesario, simplemente .. ----;Times razltn! Tomo sus manos y las besri. - iJnGs, qu6 Inujer ere%! Rila tose. Nuestras pupilas se clavan en el desga-

rro de sangre. 1 , ~ arnargura me arafia adentro. iMe iar- garia H Ilorar, lo mismo que u n perro sin amo!

-iNena! .. -,T6 vrs que es necesario! ... iT6 sabes, Pablo! ...

La beso una vez m i s en las manos, sobre la suavi-

-[Basta iuego! ... Me qiredo como un muerto bajo la noche inquieta

y pestzfirante. N;, sB por quP, pienso con dolor en las rameras del suburbio.

iXdids! ...

dad callosa de sus pnlmas trabajadoras,

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XI

La nooheecha sus aldabas. Las nueve. Suena la campana de la iglesia anunciando la salida de la novena.

Las diez. A1 conventillo entrain borrachos y hombres oFscu-

ros, confundidos con la noche. Inclinadas sobre sendas artesas, a la luz parpadeante de las velas, dos vecinas la. van.. Las manos encarrujadas por el agua y el desman- che se activan refregando las piezas de ropa. La iavaza espumca Resaltan en una camisa de seda dos finas iui- ciales. La luz d e las velas matiza el rostro d e las muje- res. destacando en punta 10s p6muIo9 y la nariz. Carnes cnjutas. Pupilas tristes. Crenchas doblegadas so. bre la frente. Labios apergaminados.

E n las cocinas cercanas crepitan 10s Icfios. Un hurno espeso se esparce por el aire. Entran botrachos canturreando o habl6ndose a si mismo. AI fondo a e oye vociferar a la Qrioga Pobre que, s in duda, ha behido inis de la cuenta,

Una de las xnujeres suspira, alisdndose 10s pdos flojos. Coge u n *pano higibnicon de un mont6n que tie- ne a1 borde de la artesa, y se pone a desangrarlo.

--iMuy cansada, vecina?-pegunta la otrn. - i'!, algo! Le he <pegado, todo el dia Meros

-Por suerte a mi no me sali6 rnucha ropa. mxl que estn es lo Stirno.

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97 r m HOMBRES OBSCUROS

-i Una suerte, vecinita! A rnf me ha iigadom este dltimo tiempo..,

- A d 10 he visto. AY le han arreglado alga si. quiera?

-jQue esperanza! iNi mediol Cuando le pregunte a la patrona si me podia pagar un poco mAs por el 811-

mento de la ropa, me dijo que tenia otra mojer que podia lavarle por lo mismo, iEI paic obliga, vecinaf iTuve yue resignarrne! ikQu6 Be v’hacer?!

-iDe reras!... A mi me pasaria lo mismo ... - Y tiodavla m’echan mRs ropa esta semana.

Y apurada, de *Ilspam... Los patrones se van pasado mafiana a ViEa.

-A gastar plata. -6A quC vafi a i r , sino a gastar demis? -A!zo d’eso q3i.l gastan debfan regalarlos a

nosotras. -iIfAs que a elfos 10s serviria Pero, jcualquier

dia, vecina! Pa’regalo, 10s pobres tenirnos bastante con Ias ropas que ellos ya no usan. ;Ellos no saben na’ de esto! No se friegan como 10s pobres ... La vida es de rma pa’ellos.

-De veras ... -&tar& de Dios que ellos gocen y 10s pobres 10s

jodarnos. Seencoge de hombres. Y sus labios tienen un

gesto resignado. En el C U a r t o , que queda a su =paIda, se ope un

golpe seco y el llanto desconsoiatlo de una Wagua. La mujer corre a1 interior, seguida de ComPafiera. La-

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98 BICOXEDES GUZMAN

mentaciones. Dulces palabtas de consuelo. Zalamerias Pasan 10s minutos. Alguuos versos de una c a n c i h de cuna, La guagua calla.

Las dos mujes vuelven. -Ni a 10s chiquillos se puede atender como es

debido por este maldito lavao. Gualquier dia se ,me le mata.

Bunde sus manos en la lavaza. Las Iigrirnas, afio. rando en sus pestarias, reflejan, en rniniatura, la Ilaina nerviosa de la vela.

-jCada dfa m8s esclatizi una!-continlia-. i Y ni esperanza, . de dejar de lavar! El hombre se frieqa traba- jando y si una no lo ayuda, el hambre 10s come. ;No SC que2 hacer, Dios mio!

-1Aguantar no mfis, vecina!- P'aguantar naci-

-jSf, claro, aguantar, Sedor, mientras otros hotan mos 10s pobres.

a manos Ilenas la plata!

-iLa vida es asf, vecinitn! jIIay que ponerle el

-dY pa' que sirve la vida asi? Los que se matan

-jPor Dios, no diga esas cosas, vecinal

- i i todavi-2 Ilenfindose cada vez mds de cliiqui- 110s iinal iParece que Jacinto ya me plant6 ao t roa ! Este mes no me lleg6 la i~cuesti6nP ..

Iiombro! Pa' sufrir caimos en este mundo.

tienen raz6n

-6Por quB no lo aborta, Yecina? ...

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LOS HOMBRES OBSCUROS 99

---Gabortar?... ,jMatarloP ... iNi n e io d i p ! .. iC6- rno si yo no bubiera visto a1 guagiiito que bot6 mi co- madre Zulema! iChiquitito, una mano de sangre apenas, se moifa como un grandel iDaban deseos de Ilorar, ve- I

cina, por Diosito! iCasi me ataquC!.

--.La suerte que yo no tendre mas chiquillos ... i No s d a capaz tarnpoco de b3trirlos! iEs un crimen! ;Que culpa tienen 10s pobrecitos! iUna suerte que me ha jan sacado 10s ovarios! ...

-2Enccentra suert e eso, vecina? DeTpu6s de todo, 10s cbiqiiillos son una alegria pa'una ... jSi la vida juera f&4, yo me sentiria feliz de parir hartns chiquillos!. . Pero, asi como va la vida, hasta pesa parir. iLa r ida la endurece a una! ..

-Victor dice qiie c6ic, la Rzvoluci6n ha r i linda In vi& del pobre.

-iTanto que se habla de sew*! ... Yo ni sC lo que sea,..

-1,a Revoluci6:i quiere decir mejor vida pa'l po- bre ... Trabajo bien pagado ... Buenas casas... ;Es necesa- rio hacer algo por la Revoluci6n, vecina _..

-kEso es? . Pch ... Desde que tengo us0 de raz6n 111e la gente pobre espera una rnejor vida ... Y nada, n at1 a . . .

-~LR RevoIuci6n se haee de a poco! .. Mi compa. aero e s uno de las que trabaja por ella.-. Lee, estudia por la Revoluci6n en todos sus ratos desocupados ... 1,uclla por el bienestar de 10s trabnjadores ... Asi sin piernas como usted lo ve... A veces se amanece leyen-

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NICOMEDE8 GUZMAN

do ..., cuando no en reuniones y conferencias, por ah!, con 10s compaiieros ...

-1Ojalti esternos viva pa' cuando llegue el bienes- tar! ...

-iHay que tener confianza y fe, vecinira! ... >'a Ile- gar& el dia; mientras tanto, ponihdole el hombio a la vida,las mujeres ayndamos a la Revoluci6n ...i Pacienciai ...

El camarada Alonso hace su aparici6n. Viene sil. vando La Internacional. Trae un rnonton de revistas.

-2Qu6 hay, mujer? ... Todavia lavando. deb? ... -iYa lo ves, todaria! -6Terminas luego? -Ya no rntis... Me queda que enjuagar estos tra-

-i Ah! ... AWay algo quC coiner? -En la cocina hay charquicdn y cafd ... Alonso entra a1 cuarto. Vuelve con una cuchara en

la rnsno. E n la cocina se le oye comer. La cuchara suena contra la olla. La mujer, entregada a1 lavado, tiene mira- d-,s furtivas para el hombre, c u p chata figura se destaca Ievernente en la cocina, a la luz de1 fuego.

-iDa gusto s u marido, veoina Yolanda! ..-excla- ma s u cornpaiiera.,i'I'an llano, tan sin exigencias que es !.. .

-iSiempre ha sido as!! - dice la otra con orgtillo- isimple corno usted lo ve! ... 1C6rno que es revolucio- nario! ..

Una vez inis sus pupilas se encaminan al interior de la cocina, donde el hombre raspa la olla. Sus ojos brillan a la luz de la vela, exaltados por una pura p vigo- rosa ternura de hembra.

-_-- 100

pos solamente.

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r m HOMBRES OBSCUROS 101

-iTodos 10s h o m b r s debfan de ser asi! ... -jY si usted lo viera, vecinita; si usted lo viera

cuando le habla a 10s compaderos! ... Se agranda ... icon que calor J fuerza hablal ...

-iMuy fregb sera la vida; pero se debe vivir con- tenta con u n hombre ad!... ;Por eso usted tiene confian- za y fe! ...

-iAh, mi Vfctor es un hombre puro! ... iLa RWO. luci6n necesita de hombres como PI !...

* :>

Han acontecido tres largos clias. Trrs largos dias comr) el tormento que me agarrota. ;,Es que la tranquiii- dad n o es digna de 10s hombres? ~ E s que uno estk conde- nado R vivir crucificado de inquietudes? Como enormes, perros famkiicos que aullasen a u n a noche eterna p tr6gi- ca, se han echa3o sohre mis sentiinientos las horas de estos dins. !’ yo, si-rple y pobre hombre, como si aul!ase a mi propio tor nento o a ir,i propio fantasmba, he r e nqi i i a la borda de mi conciencia, vacilando bajo’ 10s fustasos (le la pesadumbre.

(63’0 comprendlas que era nccesario reprimirte? iA6n te queda niucho que aprender, pobre nibo! Ja, ja. ;Cual- quiera dirfa que la ‘i ida no te ha ensefiado su silabario! jMi- ra, Pablo, camarada, acuerdate que In T ida no 1 olverri a enseiiarte su silabario.!).

Me muerdo. Me rneso 10s cabellos. Salgo a la calle, Aliento la esperanza de avistar n

1116s. Una fetidez de guano en iermento me hiere las nh-

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rices. En el port6n del canventillo algunos hombres char- Ian. Me topo con Arturo R ( hie<.

--;Salud, compalierol ... -isdud! ... -,-jQuB hay?,. Lo noto inquieto ... --1Qu6 ha de haber sino lo que desde hacia tiempo

-iC6ino as]! .. -Ya yerd ... Pancho Barraza, un camarada del Par-

tido Comunista, organiz6 una huelga, creo que en el gre. mio de zapateros, para hacer eco a la huelga de 10s fetro- viarios. Y como yo h i militante y soy amigo suyo, me tienen echado el ojo y creen que tainbikn ando metido en el asunto. jPerros del drablo! IToy en la madana me him avisar Earraza. El pa est& detenido. De repente me Ile- van. Hombre, perdone que le encargtie a mi madre. N o est4 demris que le haga este eiicargo, por si acaso.

esperaba! .. Me tieiien metido en un enredo politico.

Robles habla con una nerviosidad ins6lita. -Lo siento, camarnda ...- le dig0 sinceramentc-.

iPierda ciiidado, 1 7 0 me a\eritlrB con su madre, si algo ocurie! ..

Adeutro. me a r d e u n enc,ono puntiagudo. -Gracias, coinpabero ... Aparte de Gonzdlez, s61o

en listed confio .. Peio, con Gonzilez no puedo contar, porque parece quz tambi6n la huelga tranviaria es inevi- table . Ei estard atareado _. L a situaci6n se est6 toroan- do tuibia ..

-1Zecuerdo que algo oi ests tarde ... -jCualquiera cosa que ocurra en este sentido, com-

pafiero, e.i bgica! ... La ceguera y el egoislno burguds

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103 -._

LO9 HOMBRES OBSCUROfS

tienen la culpa y son 10s respcns:!bles .. El poco espiritu humano de la clase privilegiada a!ienta hacia iin movi- miento revolucionario en grande ... Las huelgas de cx- rhcter general como la que empieza son el preambulo ...

-iPero, compaiiero, no hay derecho a que se per- siga a presuntos cabecillas sin estar ciertos de s u inter- vencih! ...

- ihs cosas se estilan a i i , aquil iEs 16siima que la justicia, llena cada vez de majores aberrariones no se preocupe de esto! La verdad es que la justicip se desvia cads vez m8s de su verdadero cauce. iY n o e s esto para animarlo a uno? ... La causa del pueblo nos llama, y ~ i , por dive! sas consideraciones, uno desoye el llamado, son ]as inismas uautoridades, las que nos estiinulan a obede- cer al grito que alienta en uno' iEn este case, es la rebe- Iidn del hombre la q!ie sioboliza la jnstieia! i lr el dia ]le.

en que ni prejuicics ni sentirnentalismos se jnterpon. gan a !a fuerza de esta rebelidn que es la verdadera jnstiein! ;Ail. camarada, si no fuera por mi madrel ..

Adentro, algo me sollama corno el resquemor dc antiquisimas cderas. De improviso, pienso en In&. Ida conciencia me clavetea. h e g o , pienso en la madre de 1:otles.

-jBueno, compariero, hasta la vista! ... i No olui- de a mi madre, por si acaso! ...

Me qnedo devanaiido un tumulto (le pensarnientos divergentes. Ines me inquieta de sobremanera. Echo a andar, inconscientemente.

La noche, a horcajadas sobre el suburbio, es conio uqa hembra impaciente a la espera del macho. Lns es-

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trellas vivaces sonrien a1 barrio proletario. Me sorprencio caminando. Me 'dejo llevar por mis piernas hacia cual- quiera parte. Mis paios resuenan en el empedratlo de la vereda. LRS ampolletas distantes dan una l ecc ih de luz 'a las sombras.

* .r * Vuelto a mi cuarto, encicndo luz y me siento a1

horde del lecho. Tomo de encitna del velador tres libros que Robles me facilitara dias atras. Leo 10s nombres de sus autores: Huxley, Lawrence, Baldomero Lillo. Me decido por el primero: tContrepunton. Trato de entender lo q i i ~ leo: u n homhre se despide de s u mujer. Pero, sobre la lectura misma, vive In&. Eii realidad, pienso, quiz& fu6 mejor que todo terminara. Tiro el libro a1 acaso sobre e1 leclio. Me recuesto. Una mariposa revolotea alrededor de la vela. De repente, cae aleteando. En la palmatoria sc empefia, desespersda e indtilmente, por emprender de liuevo el ruelo. Luego, deja de aletear:ha muerto. iTn6s no est6 bien! Ha3 mariposas que no se quernan nunca las alas Sf, ciaro. Me sorprendo diciendo:

-Si, si, si ..-en voz alta. En las cuecas, medito, repiten tnuchas r ems el

r g i s . J a , ja. Uti raton roe sin descanso en un rinc6n. Si, es cicrto, hay muchas mariposas que no alcanean a que- inarse las alas. Madana empezare a leer el *Contrapunto ( de Euxley. No est& lejano el dia en que reviente uuna grander. Y sera 16gico. Han pasado tres dias. No he visto a In i s . Las 1 1 anos de i i i imaginncih acaricim sus tibias carney.

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HOMBRES OBBCUROS 1G5

Peg0 mis rniradas en la pared. Me ernpeso en leer alounos de 10s titulos de 19s noticias impresas en las hojas que ernpapelan la rabecera de mi lecho. Se me hace difl- cil, dada la posicicin en que me encuentro. aNoticias po- liticas,. aCr6nica rojaB. SUn hombre que muere apufia- leado por su propio bermanoa.

Deletreo buen rato. Miro un dibujo que representa u n pie alado. Cerca, hay un grupo de chiquillos alrede. dor de una tina de bafio. Mas alli, una mujer semi des- nuda. mostrando 10s pechos redondos y erguidos. iAh, morder esas tetas! jInts, pnr qu6 no est& conmigol (iAh, pero SI estas aquil iMaravillosa mujer! iNo llores! iAcuts- tate aqui, j u n t o B mi! iDtjame tocartet iPero, no llores!

iDiablo de imaginacion y de deseo! El instinto me ruge, desgarrkndome las venas. Me siento en la carna. Me muerdo. iEh. carambal Los ojos me arden. Las sie- nes me palpitan, Los dientes me rechinan. Los nervios se me contraen. Las penas me serpentean. Siento un ham- bre salvaje de mujer. IAh. morder unos labios carnosos, palpar. apretar un cuerpo de hembra caliente!

En el tabique del frente, la luz varilante de la vela rtzcorta mi sornbra. Lns cabellos desgrefiados me dan un aspect0 salvaje. Me levanto. Mi sombrtr se yergue tam- bign, simulthneamente, y se quiebra de la cintura en el horde terminal del tabique. 81 lado, mi8 vecinas recien se acuestan. Los chiquillos roncan ya. Don Alonso se ase- gura de si, en realidad, 10s chicos duermen, h m a n d o a

10s m a y o r s por sus nombres.

seas tonta! ~Acudstatet 131, aquf, aqui ...!)

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106 XICOMEDES GUZMAN

Me impaciento, Tonlo el libro nuevamente. Trato

--Crac... Crac ... Crac ... El somier de mis vecinos be dri a crugir. Los cuer-

pos se revueican. Cuckicheos. Qemidos. Chasquido de came golpeade.

Y e quedo miranda cabrillear las letras del libro. Se me ocurre que, de impIovIso, cobran vida. Las veo dan- zar como mujeres desnudas, que provocan, abriendo y cerrando 10s muslos. iAh , bellas e iilcitantes mujeres dan- zando a1 ritmo caliente de n ~ i sangref

Desde el interior del con\entillo, me llega una voz tibia:

de leer. No entiendo nada.

tAunque te quiebres la vida, aunque te muerda el dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni u n favor,.,.

iDiablo de mujer! CPor que canta? laretina! Mi ce- rebro se obstina en repetir 10s versos: crno esperes nunca una ayudap ...

Apago !a luz y me tiendo de :nuevo en el lecho, Los pensaniientos me giran en el cerebro igual que remo-

linos de fuego. Un dolor molesto, majadero, me manosea la nuca.

ctCuando est& secas las pilas de todos 10s timbres que YOS apretisw .._

iDiablo de mujer! El tiempo tranquea. El somier de mis vecinos ya no cruge. AI borde de la lejania, co-

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LO8 HOMBRES OBSCUROR 107

rre un tren, como un recuerdo lejano y triste, atormen- tando la noche de alaridos. Por el horizonte de mis phr- pados huye una jauria de mujeres con 10s vientres des- pedazados.

No puedo mds. Salgo. I,a pequeiia Hebeca no ha traido a nadie esta noche a su cuarto, Y me recibe con su habitual y triste alegria abierta en el rostro en forma de sonrisz, que es dulce y tersa a fuerza de orfandad.

-iAl fin vienes, chiquillol ... Atraca la puerta y se desnuda. S u nene es una pe.

quefia y morena porci6n de vida que respira quedamente en el misrno miserable lecho en que nos acostamos.

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X I 1

Las siete y media. La madana se llena de gritos de fabricas.

Me estoy levantando, cuardo golpean a mi puerta. Son dos recios golpes sin piedad para la madera carcomida. Abro. Y me encuentro con un rostro flaw, de higotes, de ojos mong6licos. Es el rostro de un ngente. Detris suyo hay dos carabineros chatos y fornidos.

-Andamos buscando a u n tal Ariuro Robles. > a - bemos que por estos lados vive...

A1 hablar, le hrilla u n diente de oro. Ni siquiera ha saludado. Esto n o me importa. Pero, su brusca manera de inquirir medio me irrita; medio me desconcierta, Una mujer rechoncha y harapienta q u e pasa curioseando, salta precipibadamente, antes de que yo le conteste:

-;Si, si, mi caballvo. Robles vive en la pieza nueve!. . .

-Bien... El agente echa a caminar hacia adentro. Los ca-

rabineros le siguen como dos perros falderos. Tras ellos, riendo satisfechisima, entra la mujer, segura. mente con la intenci6n de presenciar el fin que tendrd Qsto que tan oportunamente le ha dado ocasi6n para intervenir. YO, en cambio, deseando darle satisfac. ci6n a mi rabia, le miro las nalgas fofas a la mu. jer, y pienso en lo bien que le sentarfan abf m a s cuantas patadas, por bruta. [Que tendrfa que meterse

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F

r>os HOMBRES OBSCUROS f 09

ella' Luego, pienso que de todos modos habrian ubicado a Robles. iY disculpo a la mujer!

Apuro en vestirme. El conventillo todo se ha im- puesto en u n segundo del hecho. Algunas hembras aso- man las cabezas desgreiiadas por las puertas. Inetantes mAs, y Robles sale, amafrado pnr ambas mudecas, como el mhs temible de 10s delincuentes, seguido por una turba cuchicheante de mujeres chasconas y a medio vestir, que arrastran sobre el empedrado 10s zapatos agonizantes. Vienen tambi6n chiquillos desarrapados y quiltros flaco F JT tiiiosos. Un perro motudo se atreve a ladrarle a uno de 10s pacos; y tiene que huh , auliando, a1 feroz golpe de SLI bota.

Robles camina cabizbajo. Algunas mechas se le caen sobre la frente. A1 pasar junto a mi puerta, se esfuer- za por sonreir.

-iYalud, camnrada; le encargo a mi rnadref S u e ojos se enturhian de impotencia y de rabia.

El agtnte reprirne una soi.risa irhnica, Los pacos van muy seriotes. Solo yo comprendo 10s sentimientos que Robles esconde, No atino a pensar en nada. Las ideas se me pasman en el cerebro. I A h , carajo, las cosas que ocu- rren!

E1 grupo sale conventillo afuera. Las mujeres se quedan en el porton. Los chiquillos siguen. Y una porcion de perros echa tras ellos. Otros se quedan junto a las amas, dhndose vuelta y olihndose 10s trastes. Alguno monta y se m m e a sobre el compafiero.

Antes de irme a1 trabajo, voy a alentar a la madre de Robles, La buena sefiora estti apenadfsima, Sin cmhar-

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110 XICOMEDES GUZMA N

go, no sin esfuerzo, reprime su dolor. Sus ojos estdn hu- medecidos y las manas le tiemblan. SLI rostro tiene el color destefiido de la cera.

-iNo debian habdrselo llevadol ...- exclama con amargura-. iNo, Pablo, no; 61 no se metia en nada ya, en nada! ...

--;No se preocupe, seiiora; saldri luego! ...; No t ime por qu6 temerf ... J’a se comprobari todo.,.-le dig0 con la intenci6n de consolarla.

-iPero, que no salga pronto es lo de menos! ...- aiiade-. Lo peor es que la manera c6mo se ha proce- dido con 61, lo rebelarh de nuevo. iy pensar que me ha costado tanto disuadirlo de sus prop6sitos revoluciona- rios! iYo, de verdad, estoy de acuerdo con la nobleza de esos prop6sitos; pero, me desespera el perjuicio que acn- rrean a todos 10s que 10s sostienen! ... iHay injusticia! ... iYo he sufrido tanto por esto! ...

Se pasa la diestra por 10s ojos, incapaces de con- tener ya las Iigrimas, Soiloza como una pequefia. Desde un marco, s u esposo, muerto hace ya muchos aass, la obuerva, erguido dentro de un pulcro uniforme militar; J

sus pupilas parece que se enternecieran. Yo me siento inciinado a acercarme a la sefiora Leonor y besar sus ojoe llenos de Iigrirnas.

* L L

Pasan dos dfas, La huelga general cobra cuerpo. Y poco a poco, todos 10s gremios obreros se van ple- gando a ella. Los Lnimos se alteran. Las calles se ven concurridas por hombres que discuten y se agitan. Pi-

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LO8 HOMBRES OBSCUROB 111

quetes de lanceros y carabineros recorren las calles. Banderolas chilenas sonrien en el extremo de las lanzas.

P o r la Alameda, 10s representantes de la autoridad act6an, diepersando a 10s grupos que se wngregan. Hay imprecaciones en contra de la ajusticias. Los pacos y milicos se enardecen y hacen pechar 10s caballos. Caen uno, dos, Ores hombres. Por alia. una serie de disparss hiende e1 aire.

--Pum... Pum ... Pu rn... Sombras de hombres que se derrnmban. Harapos

ensangrentados. Tierra que chupa la vida de Ins prole- tarios caidos en la sangre que 10s cuerpos fluyen.

Sobre la ciudad se cierne un Viento de inquietud. S e desparrama un hdlito de rebelib. El ambiente metro- politano se conmueve. Se agita. Tiembla paseido por una fuerza avasalladora que corre por las calles como por gruesas arterias. El tiempo pone en juego SES recios in~sculos, Las horas se alucinan ed la espe-anza del t r i u n fo .

S:n' embargo, no obstante el carPcter general de la huelga, algunos tranvias hacen su recorrido como de costumbre, dirigidos por obrefos desleales que nunca faltan. M U C ~ O S son manejados por aserruchos,; y e.1 todos pueden verse, sobre las plataformas, piquetes de soldados, armados de carabinas. Por alia, lejos, una fabri. ca silba. Y no pocos son 10s traidores que acuden y Be dan a1 trabsjo,

Los nacistas criollos explotan la huelga a su modo. Voceindo, lanzando irnproperios, provocando, se despa- rranan par iae calles. Se arraan rellertas. Paios. Pefias-

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112 NICOMEDES GUZll IaN

cazos. Disparos. Balance: uno, dos muertos. Varios heri- dos. Y !os provocadores que se escurren como saban. dijas.

Carlos Gonzzilez, igual que Rc)bles, ha sido detcni. do por la ac tuac ih que le ha cabido en la seria actitud asumida por el gremio de tranviarios, Lo tomaron ayer, junto cotl otros dirigentes, a1 salir del local del Sindicato. A raiz de la cletencibn de Barraza, Robles, Qonzilez y otros dirigentes obreros, 10s adiarios de ordens ban pro- porcionado al pttblico noticias de Bsas que s6lo cllos acostumbran dar. A grandes caracteres piieden leerse 10s titulos: g Disociadores de reconocida actuacih se ha lo- grado detener.. aApura la necesidad de que las autori- dades torn en tnedidas contra estos indiciduos indesea- blesa. cEl cpeligro rojos SP cierne sohre le RepGblica; es necesario que el gobierno tome medidas tendientes a detenerlo.. S610 dos peri6dicos de izquierda abogan por 10s hombres detenidos y clarnan por Ias libertades de- rnocraticas.

Yo, que conozco a Robles y a Gonzzilez, me rnucr-

-

do de rabia e impotencia ante la rios, y celebro la viril actitud de de publicidnd.

* * I

La Huelga sigue SLI curso.

emoralb de ciertos dia- 10s 6rganos opositores

Sin embargo, 10s gre- inios est6n imposibilitados para congregarse y tomar acuerdos, dado que las autoridades impiden cualquiern reunidn. De esta manera, en general, 10s dnimos van de- clinando. Los diarios falderos, en tanto, se aprovechan

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LO9 HOMBRES OESCUHOS 113

de la manera de proceder de las autoridades y hacen su ulabor., tergiversando l a s cosas y dando a la realidad in- terpretaciones que van e n desmedro del movirniento; acu- san de desleales a 10s dirigentes proletarios y, despuds de una serie de considerariones. invitan al trabajo a 10s obreros. Los patrones, mientras est0 ocurre, invariable- mente, siguen bebidndose sus cotidianos e imprescindi- bles aperitivos, se llenan el est6mago y se palpan el vientre eon satisfacci6n, infiexibles en su indolencia de quienes, respaldados por las autoridades, tienen la segu- ridad de veticer.

Los pliegos de peticiones no se consideran. Y entre el deslizarse de 10s accntecimientos, el hainbre baila ya en el interior de 10s cuartos conventilleros, unas lujurio- sas cuecas. iEchale, mi alma!. Y el tiempo tranquea. Mientras la esperanza se retuerce. Se crispa. Se agota.

DespuBs, pasados unos cuantos dfas, 10s obreros postran sus residuos de dnimo. V ya 10s tenemas una ma- fiana camino del taller. De la fiibrica. De la obra. Igual. Lo mismo. Sin haber conquistado nada. Sin haber obte- nido tiada, despuds de mds de una semana de plra , apar- te del hambre que agarr6 a la familia decididamente.

Y asi, camino de la faena, 10s horpbres obscuros son Ins mismos de siempre. Cansinos. Taciturnos. Bajo las apariencias, sin embargo, en el fondo de s-r, en el v6rtice del sentimiento, la carcoma del odio gana un tramo mbs. Y desde e1 almagris de la miseria, no obs- tanre, la vida viene avawando a1 ritmo del mds gran- dioso himno c6smico. Bajo el desaliento, 10s sentidos dol hc-i-bre $e ptepatan para gozar del maflana rrarn- villoso. Las guitarras del mundo purificaii s ~ s venas para ser 11 6s ciaras, entonces ...

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XI11

Esta mafiana, a1 salir, encuentro a Til&.

-1Buenos dias! ... S u voz transparente y dulce, tiembla. Sus ojos

tienen un brillo en el que se manifiesta la m$s profunda de las emociones,

-iBuenos dfas, Inesita! ... La miro detenidarnente. Ella baja 10s parpados.

Pasa. Cojo la visi6p de su cuello moreno bajo las tren- zas enrrolladas. Su cuerpo. S u paso. Sus faldas, plegAn- dose a 10s muslos firrnes. Me estremezco de una sensa- ci6n extraba.

Una vez en la calle, la aIcanzo. -iInBs! ... Abandona su mano a1 calor de mi mano. No deci-

mos nada. Uaminamos en silencio, el espfritn recogido bajo la cobija cordial de 13 emoci6n. El camarada sol, sobre la calle,.se despereza.

Cuaitdo henios de separarnos, ella alza 10s ojos. Los tiene hhrnedos.

-iIn&, no es posible seguir as!: vehmonos ...- digo.

Me acaricia con las pupilas tibias. -i$i, Pablo. veiimonos! ...- exclama ella con voz

anlielante,

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LOY HONBRES. OBSCUROS 115

La garganta le palpita, --GCuAndo?... AEsta noche? ... -is[, espCrame esta noche! ...- responde sostenien-

Nuestras manos son como dos almas o como dos

La veo irse. De allti, caminando, vuelve la cabeza. Recibo corn0 una canci6n la sonrisa que me ofrenda. MAS adelante, la tos la coge. Se detiene. Se oye el sirenazo de una fdbrica. Son las siete y media, Y o , no se por quC asociaci6n satfrica de ideas, pienso en un amo que llama a sus perros, que han arrancado adelante. Ella echa a andar de nuevo. Aprieta el paso. Va atrasada.

do el aliento.

* sexos en comuni6n.

* * Q

Todo sigue como antes. Esta noche viene Ilorosa. Icquiero. Me habla, zo-

llozando: -iMis hermar:as, Pablo! ... iNo s6 qu6 hacer! ...; No

sabes c u h t o a e costo salir ahora! ... Mi padre las ayuda a molestarme ... Anoche me quiso pegar... Venia borra- cho y me amenaz6 ... Dijo que me Vigilaria ...

Mis dedos se crispan. -iSi me fuera posible sacarte de tu casa! ... -;No pienses en eso! ... Bien sabes que no es po-

sible por el momento ... Ademis, creo que nada reme- diarkmos. iCrdeme, me siento mal! ...

-iAh, Ids , si yo pudiera! ... -iNo sB, Pablo, tengo presentimientos terribles! ...

Por las noches no daermo ... ;Imagine tantas cosas ra-

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I ie NICO MEDES G L'ZYAN

ras! ... iEs terrible! ... iPerdona que te diga todo esto! ... -iTe comprendo, nena!,.. -iTG eres lo linico que tengo,'Pablo; necesito co-

-iDimelo todo!. -1No puedo explicnt te! ... iPero, cr6e.i e, no tengo

miedo, no, no; mris bien pena, Pablo! ... Se aprieta a mi. Sus palabras me desgarran el sen-

timiento. Algo trrigico parece que se me hubiera des. colgado hasta el alma. Luego, una ternura infinita me da una sensaci6n de alivio y de contento.

-iC6mo te comprendo, mi pequeiia! ... iTrata de desviar esos pensamie ntop! ... Tli estarrls bien, ligerito ... Verris un medico particular ... El Seguro no atiende bien ... INO te dejes estar; yo te ayudark de algiina ma- nerd ...

-;No, Pablo, gracias, no te lo permitiria! ... iPero sl, sl, claro que me pondre buena! ...

Se empefia por sonreir, La beso en 10s ojos.

rn u n i ca rm e! . .

-1TEso es, nenita, debes ponerte buenal... rEs nece- sario!.. .

Sonrfe, duke y vagamente. Tose. Se aprieta a mi. La scaricio. Ella se deja.

Doy con sus pechos. El deseo comienza a morder, me. Los pccbos le tiemblan. SII palpitacidn, entre mis n-anos, es como si azotara el potro de mi instinto. Se las aprieto. Ella se deja. La sangre me arde. La abrazo. Ella se deja. Su cuerpo, entre mis braaos, se re- tuerce de anhelos. La bee0 en la boca. En el cuello, En

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LOS HOMBEES OBSCUROB 117 ~~ ~

10s pequefios 16bulos de las orejas. El instinto me domi- na poniendo rigidas cada una de mis cdulas. Ella gime.

--iIn&! ... No habla, Gime apeaas. Su gernido es COMO una

mano que pulsara :nis nervios. Mis dedos temblorosos recorren su cuerpo, apretando las carnes. Mis labios ar- den sobre sus labiot.. iLe rasgaria Ias ropasj

- i In&! ... No soy yo el que habla. Es el instinto. El llsmado de1

macho. La voz impetuosa del sexo. El grito del sexo, E1 clamor del sexo. El aullido del sexo, M A S a h : el alarido ascentral del universo, emergiendo en un hombre.

Uis manos, gvidas, no est6n quietas. -jTn&, vamos a alguna parte! ... iTienes que ser

Ella reacciona. -ipr’o, no, Pablo, dkjame, no no! ...- clama. Agita PUS manos, golpeindome. E1 pecho me hace

sonido de tambor. Yo insisto. Sieiito un ansia bestial de que responda a la voz que le ha hablado, que le ha gri- tado, que le ha aullado por mi garganta.

no! _ _ 10s labios. Ella, la cabeza doblegada, solloza:

malo tambih! ... iSi indo, malo! ...

dejando obrar libremente B la conciencia.

mia! ...

-iNo, no, ddjame, por favor; 110 puede ser, 110

La dejo a1 fin. Crispo 10s pufios. Me hago sangrar

-iFui mala, Pablo, no debi dejarme! ... iY t~ eres

- iSi, Inesita, perdhame!.. .-dig0 serenindome 9

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118 NICOMEDES GUZ MAX

Tomaria a In&, sin embargo. iY c6mo la acaricia- ria! En mi sangre, el deseo despechado tasca. se revuel- ca. Ella solloza. Sus manos se retuercen, rasguiiandose.

-~Ckilmate, Inesita!. . . Ella sonrie con tristeza, Me da la boca. A sus labios

se han deslizado las lagrimas. EstAn salobres. Y queman. -iFui mala, Pablo, Gno es cierto?! ... -iNo, In&, qu6 ocurrencia! Mala, ipor qu63 GQu6

de malo puede haber en esto? iEs siiriplemente natural! -jOjali no sea malo! ... iNo debi haberme dejado!

iNo s6 qu6 me pas61 iYo tengo la culpa: ful mala!

-iNo, Inesita, ya te lo digo: no es malo! ... lTti rnisrna dijiste una vez que te parecia tan humano esto! ... No te preocupes; cAlmate! ..

Sonrie. Tose. S u diestra convida de su obrera sua- vidad a mi rostro. Sus pupilas hbmedas, tienen un brillo alucinado.

-;De reras, Pablo, no puede ser malo esto! ... Una serenidad de aguas quietas aflora en nuestras

pupilas. Nuestros sentimientos se coiisoiidan bajo uif mismo regocijo sin sombras.

-;No es malo esto, no puede ser malo! ...- exclama arin con voz ausente.

Y yo,como un eco: -iNo, no es malo! ... Luego, casi gozosos, caminamos. Un hombre pasa

cantando a media voz:

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F

LOS HOMBRES OBSCUROS 119

ala tierra s e d un parako de toda la humanidads __.

Allti, lejos, un vendedor nocturno descorcha la no- che con el tirabuz6n de su pregdn. Las ampolletas pes- tefiean. La vida se anuncia en la brisa Ty en nuestras almas,

aAgrup6monos todos en la lucha final y se alcen 10s pueblos con valor por la Icternacional, ...

r

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x x v

Esta tarde el conventillo se connineve por un acon- tecimiento tragico: un cami6n bencinero ha hecho peda- zos contra la esquina en que tenia su puesto, a Victor Alonso, el suplementero revolucionario.

Los veciiios se apretujan en el cuarto que fu8 su hogar. YolPnda, la eaposa, yace atacada sobre uno de 10s lechos. Dos mujeres la atienden. Los chiquillos ma- yores lloran juitto a la cama. Los dos mas pequefios jue- gan, indiferentes a la tragedia, haciendo pompas de jab6n cerca de una artesa.

Algunos hombres se ponen de acuerdo y se dirigen a la Morgue a ver modo de conseguir la entrega del cadaver.

iLa Revolucibn ha perdido a uno de sus eficaces constructorf s!

+ + *

A pesar de 10s triniites no fite posib!e obtener la entrega del cuerpo de Alknso. Se le vel6 en la Norgue. Le hicieron honor varios partidos de Izquierda 3, espe- cialmente, la Alianza Unica de Trab.ijadores, de la cual fu6 uno de 10s organizadores,

b

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Lo; HOXBRES OBSCUROS 121

* * * El abogado de la A. U, T ,de acuerdo con la viuda de

Alonso, entab16 juicio en contra de la American Oil Com- pany a fin de ohtener una indemnizacidn por la muerte del suplementero. Pero fu6 inlitil, pues, el fallo favore- cio a la empresa petrolera. El abogado de la compafifa consigni6 el fallo favorable a sus defendidos, arguyendo a un detalle que s u colega contrario no habia tomado en cuenta: el permiso que Alonso tenia para vender peri6- dicos estipulaba que estaba autorizado para ejercer la venta en una determinada esquina de las cuatro que for - man el cruce de calles; y habibdose dernolido esa es - quina, el suplementero, sin la previa autorizacion munici- pal, habia trasladado el puesto a la esyuina contraria9 donde fu6 atropellado. Estaba, pues, violando las dispo- sicionzs municipales, Y el niotivo es bastante para que el juicio se dc! por terminado y se archive. Estando las cautoridadess de por medio, no hubo nada qud hacer.

* * $ Pasan quince dias. Y ni Robles ni Gonzilez salen

alin en libertad. E n Investigaciones se Ies mantiene inco- municados, como a todos 10s deteiiidos a raiz de la pasa- da huelga. La madre de Robles se encuentra desolada. Siempre que voy a verla, Ilora. La sefiora tiene, a veces, enkrgicos arranques ccndenando el proceder de la cjusti

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122 NICONEDES GGZXAX

cia*. Si las autoridades la oyeran. segurarnente iria a ha- cerle compaiiia a los detenidos.

El Sindicato de Tranviarios, por s u parte, y median. te su abogado, est& tramitando la libertad de Gonz6lez. La senora Gristina estd impasible. En cnanto ces6 la huelga, volvi6 a1 trabajo, La situaci6n de SU esposo apa- rentemente 110 la preocupa. Sin embargo, ahora que a l - canzo a su cuarto para saber si ha obtenido alguna noti- cia del maquinista, la sorprendo enjugdndos: 10s ojos:.

En tanto, el conventillo vive su vida obxura e intrascendente.

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X V

Los dias pasan. Y aunque muctio de nosotros va queditndose enredado entre sus pasos bien acompasados, todavia prevaiecemos con la inquietud y el tormento a cuestas, a la espectativa de sensaciones y aconteci- mientos.

Los dlas pasan. El hombre, en tanto, se dobla y Re desdobla. Se trenza y se destrenza. Se integra J se desgarra. iHe aqui la vida!

In& ha de llegar luego. E n el aire, la tarde w destiiie. El ambiente se viste de gritos de chiquillos. Los ojos puestos en la esquina por donde ella ha de apare cer, observo con inquietud, La espera me desasosiega El finimo alterado me obliga a pssearme. Es como si 10s

segundos se fueran qiiedatido aplastados en mi ir y venir. 140s momentos se me hacen infinitos. iEh. Inis, a qr:6 hora Ilegas!

Silenciosamente la noche se deja caer. Me muerdo- La nerviosidad me hace temblar. IAh, Inesita, ven Iiiego' Las sombras aletean en el anibiente. En lo alto del c;e!o sereno, otean Ias primeras estrelias. 1Y no Ilegas. In&+! TranseBntes apresurados van y vienen. Carretones tira dos por cabal'ejos acezantes atruenan, de VPZ en vez. la cal:e. Los negocios encienden sus luces, echzndo sobrc !as

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LO9 HOVBRES OBSCUROS 124

aceras anchas franjas amariilas, De pie en una de las es- quinas, una prostituta rnira con ojos suplicantes a 10s transeintes. 8u vientre es como una oferta frutal que lla, ma a1 deseo por 10s ojos. Mi imaginaci6n pone a Inks junto a la ramera. Ella es mds pequefia, mds humil- de y n o obstante, mas atrayente. (iEh, Pablo, te pones tonto]). Trato de desviar el tumulto de pensamientos que me asaltan como insectos exaltados. .(iEres un idiota, Pa- blo!). :Ah, Inks, tardas demasiado!

Pienso que ella no vendri. Se me allegan a1 Animo m a s ansias terribles de destruir. iElla ya no viene; se arrepintid! &Para quk aceptaste venir. entonces, Inks? Me nace una rabia tremenda en su contra, La inquietud se me hace nudo dego adentro del pwho. (;In& ya no vie- ne: es demasiado tarde!). Pin embargo, espero. Acaso hsya tenido que trabajar de sobretiempo. (jEh, hsmbre, vCte, I n k s ya no rienel).

Uii transelinte me da un codazo casual al pasar. Me dan ganas de correr t r a s Cl y hacerlo tiras. Pero, \'eo a In& que aparece entre un grupo de gente. EI coraz6n me da un vuelco. Una ola helada me corre por todo et cuerpo. (iAl fin vienes, Inesita!). iBah, pero, carajo, no es ella, no es ella! La mujer que, de lejos, se le parecia, es una muchacha sin ninglin atractivo. Sal- tarfa lo mismo que un chivato y me gozarfa turn- bando a toda la gente. dQu6 derecho tiene una mu- jer de parecerse a otra, de lejos? iCarajo! (iEh, camara- da, serdnate! iAndate, ella ya no viene!). En uno de mis bolslllos, suenan algunas monedas. En el recuerdo, se

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NICOMEDES GUZMAN 125 I me caen difusas imtigenes de otro tiernpo. All& en el I fondo mio, la nifiez corretea a caza de lagartigas. Una I

fragancia espesa de peurn?s en brote llena el Bmbito de mi corazdn. O!or de vida pura, sin complicacio;les. La I vieja tfa muele trigo tostado o pela mote. Bella vida que es como una sortija que luclera el recuerdo. iAh, pequeiio Pablo de entotices, den d6nde te cobijas?!

(iAndate, hombre, I n & ya n o viene?), Los minutos tranqueIn con una calma desesperante. Hundido en una sensaci6n de aletargamiento, me afirmo contra un poste. Niro un m o n t h d e piedras, sin verlo. Un desfile de i d g e n e s hace en mi cabeza un rumorfo de torrentc distante.

iAh, st, claro, 10s torrentes son bulliciosos J bra. vos! Una vez un hombre se cay6 a un torrente. Yo lo vi. iBah, per0 no, no era un hombre: era un tronco de Brbol! Ja, ja. Los torrentes se parecen a 10s truenos. &Qui& dice lo contrario? Los pajaros se asustan y arrancan de 10s truenos. Y las viejas rezan. i Ah, las vie. jAs! ARan visto alguna vez a una vieja efilando un cuchi. ]To? Los gatos vienen corriendo. Pero, se van a1 momento, porque no ven la carne. J a , ja.

--;Publo!... Una voz suena en mi oldo. Voz suave. Tierna.

Tr6mula. - -j In&! ...

Le tnmo la diestra y se la aprieto. -j Desesperaba ya de que vinieras!.., La €rente se me hiela. El Animo parece que se rnc

va a derrumbar definitisamentz. El coraz6n me sa!tn

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126 LO6 HOMBRES OBSCUROS

como un endemoiiado. Ella no habla. Me mira tan s610. Humildeinente. Tristemente. Dulcemente.

-iVamos, nena! ... -i Vamos! ... iQu6 temblor de vooes! Ella se coge de uno de inis

brazos. Caminamos. Et1 mano, apretando mi brazo, me comunica su nerviosidad. Ella toda est6 dominada por una inquietud ins6lita. Vuelve la cabeza a cada momento. Con voz casi dormida me insintla:

-;No nos vayan a ver, Pablol ... L a miro. -IN0 tengaa cuidado! ...- le digo tercamente. Diria que no soy yo el que hablo. Mi voz es

-;No vamos, mejor, Pablo; nos pueden ver! ... -iNo, no nosvet6 nadiel Una saliva duke me llena la boca. Una angustia

extraiia se me ovilla en el pecho. Pietiso: d o debia- mos ir,.

La calle se va haciendo cada vez mis sombria. Las ampolletas esthn mAs distantes. All6 un letrero ilu- minado, como un indice sentencioso, nos dice nuestro destino: Hotel *La Marina,. iNo debiamos i r ! aPiezas para pasajeros,. iDeberiamos volvernos! Mas, una fuerza irnpetuosa me arrastra. In6s clama:

agria y dura. Me invade un desaliento de hielo.

+No, no, Pablo! ... Se cuelga de mi brazo casi. -iNo, no, por favor, no, Pablo! ... Ya estamos frente a la puerta. Los vidrios esme-

rilados de la mampara se iluminan tenuemente a la d6bil

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Fuz venida del interior. (iEh, hombre, iqu8 vas a hacer?, devu6lrete!). Dos sentirnientos gigantes pugnan en mi. Entre ellos, yo me ernpequeiiezco. Y desearia desapare. cer, reventacme.

-j??Q, no, Pablodqud vamos a hacer?l ... -iYa, PUPS, entremos! ... LH agarro del brazo. -jYa, entremosI..,-insisto tereamente. Se resiste. Tiemb!a. A l g ~ n ~ s hombres, de L I ~ grupo

que pasa, nos Henan IOU oidos m:on groserfas. Carcajean. ildio t as, imbCciles1

-iNo, no, por favor, alora no! ...- suplica eiia. No oigo s u s6plica. Toco el timbre. -iNo, no, Pab!o, por favor! ... D e adentro, una voz grita: --;Entre, pues! ... El picaporte grufie como un perro. Icds, perdida la

esperanza de que me desista, me sigue resigriada, dis- puesta ya. Subimos. La escala gime bajo nuestros pasos. El desaliento me agarra Otra vez por ias solapas del Animo.

--Buenas noches ... -Buenas nocbes ... ZQuere pieza? ... In& doblega la cabeza. Ante nosotros hay una mu-

jer chica y adiposa. De uno de sus btazos, como de una percha. cuelga un pafio d e tocuyo.

-Si, pieza ...- asiento, como un eco, Caminatnos por una galeria. El piso se queja. I n &

se aferra a mi brazo, Tras unos vidrios, un par de ojos curiosos atisba. Riaas contenidas. Olor a comida. A cosas

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viejas. A p e r c h . A orines de gato. La mujer se detiene. Abre una puerta y enciende luz. Su mano se me tirnde para recibir e1 pago. >lira con indoleticia a In&. E e Iiace entrega de un pequefio pado de tocuyo, que me dan ga- nas de tirade a la caia Nos deja ~ 0 ~ 0 s . 1116s titubea. En- tramos Cierro la puerta.

--,In&! .. Ella llora. Sus ojos rnojados svplicarl. -iMo Ilores, mi pequefia! ... -;No debimos haber venido! ... -iQu8 quieres linda, tenia que ocurrir! .. Le arrimo una silla. Ella se sienta. Tiro el sombrero

sobre un mueble. M i r o el cuarto con desgario. Un relador. Un ropero. Un le&. ~Vejez, miseriafiDa ascn!Miro 10s cua- dros que cuelgan de las paredes: dos mujeres desnudas, d e sonrosadas carnes y de rubios sexos, se bafian; un hombre observa, con ojos lascivos, relamiendose, tras 10s vistllos corridos de la ventana; ach, encuadrado en otro marco, un pcrro lanudo con una perdiz en el hocico; otro %des- nudo. Otor a humedad, A jab6n harato. Me aeerco a la ventana. Abajo, en la calle, gente an6nirna transita. For encima de 10s tejados, se retuercen las nerviaciones obs- curas de la noche. Estoy cogido por un desaliento inexplicable. ,$?or quC traje aqui a In&? No debi hacer- lo. Sin embargo, la realidad es Bsta.

Inks llora siempre. Los pechos le saltan al ritmo d e 10s sollozos. Me inunda una piedad infinita. (iInCs perd6- name!). Me allego a ella y la beso. Grandes lhgrimas ruedan por sus mejillas.

i

1

--iTnesita, no llores! ...

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XICOJIEDES GUZMAN 129

La levanto y la acaricio. -jNo, no, Pablo, dbjame! ... La abandono. Apago la luz. Busco asiento en e ]

borde del lecho. Pienso en la infinidad de seres, que, gi- miendo, se habrdn revolcado sobre estas ropas. Los S O .

110~0s de In& me sobrecogen el sentimiento. Podrfa de. cirle: iPAmonos! Pero, no, es imposible vencer la fuerz a superior que me domina.

En el cuarto vecino, un somier cruje. Se oyen gemi- dos de mujer. Voces eiitrecortadas atraviesan la puerta de comunicaci6n clausurada. La sangre comienza a arderme. Las mujeres desnudas del cuadro adquieren vida bajo cl sortilegio de mi iniaginaci6n. Asisto a un mitin de ideas /ascivas, que se organiza en mi cerebro. Los gemidos de la mujer, en el cuarto vecino, se hacen cada vez m8s apre. surados Rompe en pequeiios gritos. Esto me enerya. El deseo me liace vencer 10s escrlipulos. Me acerco decidi- damente a Intis.

.--jNo llores mas, Iiiesita! ... La levanto. Ella se aprieta a mi. Se deja acariciar. - iVhonos , vamonos! ...- dice dulcernente. -iNoI .. i P o r quti te arrepientes? ... iEstabas tan

-iNo debemos hacerlo, Pablo, no, no, viimonw,

Parece que las palabras fueran pufia’es que le nit-

-iEs necesario que nos quedemos! Mis manos recorren EU cuerpo.

dispuesta! ._.

dmonos, por favor! ...

cieran del pecho con desgarros de alma.

-i Ay! ... jAyl ...

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133 LO3 IIOMBRES OEPCUROS

La tomo en peso y la abandon0 en el lecho. --;No, no, Pablo, dbjatne, no lo hagatnos, no lo

Lagarnos! ... Xis msnos se e t ~ c i ~ t n t r a l ~ ya palpando la suaridad,

el calor y la dureza virgen de sus pequefios pechos. La beso en las orejas, en el cuello,

- i B y , ay, a)-! ... iDBjarnP, P O puede ser, dojjarce, i’ablo? ... iKo lo hagas. no lo hagas? ..

Luci:a en el primer nio*ner,tn, Sucgo, se deja y se me abandona etitera, gimieado.

--iIn&! _. c

El instinto me ruge. Un estil2te de filego me ronipe

- iAy, Pablo, no lo hagas, ag, dAjame! .._ Una de sus ptendas se rasga. Palpo s u cuerpo de-

-iAy, dtjame, ay. ay! ... ;No seas malo! ... No cesa de gemir. No cesa de rogar con IWZ dormi-

z’a de entrega. Entre sus muslos entreabiertas. toda la 1 ida se concentra. .En realidad, debiainos irnos , pienso. Pero, no, es imposible ahora qub la naturaleza nos envuel- E e con s u canto viril, salvaje, estupendo. Consu canto que t:ene de todas las voces cbrnlcas.

-iAy, me duele, ay, d6jame, d6jarne .. no seas ma. ~

irto ... ay, ay! ... -iInBs! .. . -iAy, Pablo, malitol .. 1,ejanamente se o-e un rnido de agua al Caei en 1111

t ;sto. En la calle, un auto bocir,ea.

iioi cada pow. Ella tiemblz, se iettierce. gimc.

jicioso. Su blando vientre. Sus duros m u s h

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P

Me ;eranto. Enciendo luz. Te33:io. la caibeza COMO

desvanecida. Blor a hembra. A rnaclio El espejo me en- trrga a 10s ojos el ridiculo de mi propia irnrlgen. Mechas cafdas sobre id kente, Ojos rnedio encapotados, Me aga- i'ro la cabeaa. h!e meso ios cabellos. B U ~ C Q arietlto. Ida conciencia me agnijonea. La angustia me apiieta la p r - ganta. Un s0!1370 de I n i s me hacc voiver el tosiro. Yti cuerpo t r e m ~ l a bajo las ropas del lecho. 1,as trenzas weltas se le tienden sobre la altnohada. Se me alejan :. F pensanientos. Me convierto enteto en terfiura para scercarme a ella.

-j Inis!... Abre 10s ojos cercados por p2-o;undas ojerm, h i t e -

ve la cabesa, Y larga. a llorar con una amargirra qt t me sollama el alma.

- i In&, perddname. hesit:.! .. . Aun entre el lianto ella se esfirerza For darrne u ~ a

sofitisa. -1 Q.4 adorable eres! ...- digo-. ~Qiiieres ves-

--iSf, apaga la IuzI ... Hago girar el interruptcr. P mietitras efla se vis .

te, me lnvo y me peino en la obscuiidad. Despu&s, voy hacia la ventam. En la calie, la muchedumbre pasa. La t ida callejera sigue viviendo. C o n t i n ~ a s u vaivdn altcr- r.ndo y bulliLioso. Un acontecilvlicnto mhs en la vidn ck

:ir:e?. . .

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un hombre y una mujer es un detalle que no la toca, q u e no la altera. Observo un cardenal que crece en una oI!a vieja, colgada por fuera de la ventana. Las hojas y l a s flores, en contra de la luz de una ampolleta, transparen- tan 10s mfs claros matices del rojo y del verde.

-iYi quieres, eociende la luz! ... Es InPs quien habla. En el interior de cada una

de sus palabras se me ocurre que toca un acorde6n de tristeza. El cuarto se trajea de luz. I R ~ S vestida ya, est6 seritada en e1 borde de la cama. LIora silenciosarnente.

La beso en is frente. En 10s phrpados mojados. Se

-jNo llores mis, mi pequeiia! ... -iPablo, no me dejes nucca! ... - 1Quh ocurrencia, linda! ... (iAb, como le djjera lo que en esios momentos

experimento! i Y 0 me arrancaria a girones est0 que se me anuda dentro del pecho para que supiera de mi senti- mientol Pero, no puedo. Nuestras mBs grandes emocio- lies siempre quedan inhditas. Las palabras n o t e n d r h nunca la inmensidad capaz de contenerlas. Y estarnos condenados, las mfs de las veces, a soportar dentro d e nosotros la angustia de no poder manifestarlas).

-1No llores, preciosa! ... iCornprendo que tengas pena! .. iPero, dime una cosa: Ete pesa esto?! ...

Ella levanta el rostro. Sus pupilas se purifican. Me mira tiernamente, con una ternura que le arranca nue- vas Ifgrimas, Me besa. Y habla, bajando las pupilas emo- cionadas :

-iInBs! ._

abraza a mi y deja correr su pena sobre mi pecho.

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LOS HOMBRES OBSCUROS 133

--;No, Pablo, no me pesard nunca, cunca! ... iHe sido tug a, s610 tuy a! ...

Vuelve a mirarme, furtivamente. Y se pone a jugar distraidamente con 10s flecos de la colcha. Sus palabras vibran en mf lo mismo que notas arrancadas de un ins- trumeato maravilloso.

--;In&, eres inmensa! ...- digo. Juntos, somos una sola e intensa emoci6n. -$e nos hace tarde. PabloI ... Va bacia el peinador. Se lava y se enrrolla las

trenzas. En sus mejillas retoza un leve tinte sonrosadn. -;In&, qu6 mujer erest... Ella de. Apoya su cabeza en mi pecho. Escucha. -iC6m0 siento latir tu corazon! ..- exclama,

-iMi pequebaf ... !Que tierna e inmensa eres!.-. Ella rfe. La felicidad cabrillea a1 borde de sus dul-

-iMe hacen dado tus barbas1 ...- dice alegremente . -Las castigaremos ...- digo, riendo y besindo!a. --jNo, Pablo! ... Me gusta sentirlas en mi rostro...

iQuiero mucho a tus barbas1 ... iMe siento feliz! ... Apega s u cabecita a mi cuello, restregAndola contr:!

61: Luego, me mira. Por sus inejil!as corren lagrimas de alegria.

Nos besanios. Ella se coge de uno de mis brazas. Tranqueamos por la ga’eria crujiente. Tras 10s vidrios. de nuevo 10s ojos que escrutan. Cuchicheos. Pasos trar de nosotros. Bajamos. La -escala gime. En la calle, I2

CrBerne, Pablo, me fundiria en ti! ...

ces ojos, Junta su rostro a mi rostro.

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134 NIGOMEDES GUZMAN

brisa nocturna, fresca y alegre, se nos mete por 10s poros Inks mira hacia 10s lados, temerosa. Una pareja se cuela por la puerta qve acabamx de abandonar. El movimien- to callejero se ha adormecido. Apenas tranquean algnnos transe6ntes dispersos. Un borracho orina junto a un poste. entonando una cueca. A lo lejos, sf: oye rechinar un tranvfa dando vuelta una curva. Tras u;la puerta, la- dra furiosamente un perro. Desviamos 10s paaos por una calie mas solitaria.

Me ensirnismo por un instante. -iPablo, Zen q u i piensas? ... Me regocija la pregunta de In&. -iPensaba en la chiquilla que eras hace poco y en

la miijer que ahora eres!.. Los ptirpados me ocultan sus pupilas, Se aprieta

mcis a mi brazo. La siento temblar. En seguida, sin mi- rarme, quedamente, como si revelara inconscientemente LID pensamiento, dice con fervor:

-iQuB inmenso y bello es esto, Pahlo! ... iQui6nes lo creen malo? ... iYo parece que ahora sintiera mcis la vida! ...

Sus palabras nie emocionan. Xfuy juntos seguimos caminando, contando y guardando avaramente las mone- das denuestra emoci6n. De repente. un acceso de tos la remece entera. Me apresuro a alargarle mi paiiaelo- Y cuando todo pasa, ahi est& el trozo de lienzo, osten, tando el desgarro de sangre. La pena nos vela el regocijo. De nuevo la acera se doblega a nuestras pisadas, La amargura pone un silencio desgarrador en nuestras gar-

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LOS HOMBRES OBSCUROS . 135

gantas. Ella tose uaa vez mds. Suspira. A la distancia, el silencio de la noche es herido por el bocinazo de un auto. mbvil.

Arriba, el cielo nos tiende su mano ancha y cordial de estFeIlas, su recia mano de verdadero camarada. Y por 10s ojos sentimos SE contact0 suave y rudo a1 misrno tiempo, lo sentimos como una bendici6n armoniosa del universo.

Y seguimos, tristes y contentos, como caminacdo hacia adentro de nosotras mismos.

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XVI

Y todo sigue coin0 antes, a1 recoldo-eso st - de una intimidad J confianza que hasta aqnells noche no hubo entre nosotros. Tacitamente nos regocijamos de ha- ber salvado lo que por un biempo constituy6 para msom tros una inquietud y una tortura,

Aunque las malas lenguas no dan tregua a su pa- labrerfa, y aunque alrededor nuestro se erean historias inverosimiles, hemos aprendido a encastiliarnos dentro de nosotros mismos, y, distantes de prejuicios, ya no ea u n lecho de hotel el que se ofrece a nuestro goce uii pobre jerg6n se hace blando, a veces para recibir el duke y cPlido cuerpo de In&.

Sin embargo, cIaramente lo VOY advirtiendo, el!a s:: agrava. S6 que se eEmera en ocultarme la realidad de su estado, pues, nunca me habla de su mal. No obstan- te, la tos que con tan obstinada frecuencia la martiriza, y su aspect0 mismo, la delatan. y bastan para q u e yo comprenda, y mds todavia, sienta c6mo se desgarra su vida. Por mi parte, me abstengo de inquerirle. Si lo hi- ciera, serfa aumentar quiz5 la angustia que, no dudo, echa rakes en su a h a .

A pesar de todo, In& sigue trabajando. (jAh, compaiiera!).

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LO5 HOMBRES OBSCUROS 137

* * *

Ayer ocurri6 en el conventillo aigo que nos librari por un tiempo de andar entre 10s dientes y raigones de las comadres: Ra61. el hijo de la Gririga Pobre, f u e sorprendido en un almacdn, robando. Los carabineros que le persegufan, lo vieron escurrirse conventillo adea- tro. Pero, aunque registraron toda la propiedad, no fu6 posible encontrarlo. Sin embargo, mas tarde, ya entrada la noche, una vecina que quiso utilizar uno d e 10s excu- sados, no pndo abrir Is puertade la caseta. Sinti6 rui- do adentro y yemidos de mujer. Fu6 en busca dei marido e hicieroii saltar la aldaba interior. Adentro estafw R a d con Estela, la hija de la maybrdoma. La chi se amarraba 10s calzones sollozando. El muchacho arre- meti6 a golpes con el hombre que 10s descubri6. En se- guida trat6 de huir; pero fud apresado por otros veci- nos. Dofia Auristela, a1 saber la noticia, pus0 el grito e7 el cielo. Livida de rabia, se lanz6 a manotazos c3ntra la hija,

-iPuta, puts!...-le gritaba.

Cuando vinieron 10s carabineros a llevarse a Rai'd. la mayordoma se empeiio en que se llevaran tambidn a Estela.

iMiren que encerrarse en el excusado con este do, con este ladrdn de mierda! ...

-1LlCvense a esta chancha, ll6vense a es

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13R NICOMEDES G U Z M A l

La chiquilla, llorando a moco tendido, se resistla. Entre el llanto, le aui!6 a la rrcadre:

+Ah, seilora, ahora soy chancha, ahora soy pu- ta! ... Pero, cuando me obligaba a acostarme con el viejo AndrQ, con ese viejo hediando y baboso, entonces, no era chancha, no era putat ...I Mala madre! ...

Los carabiceros se la llevaron junto con Ralil. Pue- ron indtiles sus lamentos. Las comadres estaban per- plejas.

-iAsi era la cosa, ino?! ... -jQ& mtis que acabronab podla ser esta vieja del

diablo! ... MAS tarde, ya serena, doiia Auristela fu6 a la Corni-

saria en busca de la hija. De vuelta, amhas se encerraron a llorar en su departamento.

* * * La suerte de Yolanda, la viuda de AIonso, va de

malen peor.Ultilnamrnte se le muri6 el menor de 10s

bijos. -1Estti amitim de perro! ...- dicen las vecinas. La desgracia, la miseria y el harnbre la azotan des-

piadadamente. El trabajo no le da lo suficiente, a pesar de que ha conseguido nuevos larados. Se sacrifica lavan- do hasta tarde de la noche y la salida del sol la encuen. tra inclinada ya sobre la artesa, refregando g escobillan- do. Est& flaca y ojerosa. Los chiquillos mayores, de cu- ya educaci6n tanto se preocupaba Alonso, no irtin este abo a la escnela. Yolanda, mediante la ayuda de a l p

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LOE HOMBRES OBSCUROB 139

nos de sus patrones, espera c~loc*arlos por ahi, de mozos o aprendices. .

Y * *

Los pr-esos.por causa de la pasada h-tielga ban Sa- lido re::ien en libertad. Robles y Gonzhlez vienen aniqui- lados.

E n su cuarto, Robles. me muestra las huel!as que le dejaron en el cuerpo las flagelaciones de que le, hicie- ron , vfctima a fin de que confesara .su intervenci6n en el moviiniento y diera a conocer 10s planes de ecierto golpe de estadow que preparaba una corganizacion se- creta,.

*-iY eI pobre Barraza esth peor, compa?iero! ete- guramente ha llegado a echarse a la cama: no estaba bueno para otra cosa. icometen con uno les barbarida. des que menos se pueda irnaginarl-me dice Hobles-. iPor supuesto, compaiiero, que el Rgolpe de, estado, era pampliriaf Es un metodo para sacar emetitiras yerdad,, Pero, comp%fiero, menos mal que estas experiencias le sirven a uno de aliento. Esta vez, nada tuve que per en el movimiento. En uno pr6ximo. si. La actitud erbitraria que asume ia jnsticia en nueetra contra es decisiva -mu. chas veces iCr6ame, YO no querla meterme en naEa pa! isobie todo me preocupaba mi madre! ;Por ella quizi he buscgdo el pretext0 de la ignorantia, el vicio y !a des- lealtad proletarias, a fin de evadirme de una causa .que me llama, gritando en nii propia sangre! iDes4e ahomno! !E&ry dispuesto ,a echar afuera todo sentimeahijmio, .

*

.

~

!

+

:

. *

I

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140 NICOMEDES GUZMAN .

que con ello nada se consigue! Usted lo ve. jEn adelan- te, Rarraza, Gonzllez y todos aquellos que luchen since. ra y honradarnente por la causa del pueblo, me tendrdtr a su lado! Porque, la verdad es que, sea como sea, igno- rante o cu!to, vicioso o 110 vicioso, el pueblo necesitz reivindicarse! El pueblo es una inmensa fuerza rnovida, mds que nada, por la intuicidn y el instinto. Sus defec- tos se deben a su incultura. La intuicidn y el instioto del pueblo bien encauzados, educados, guiados hacia un pla- no superior por la cultura, lo poiidran en situaci6n de demostrar el valor que guarda en si, el magnifico fil6n que constituye 10s estratos de su ser. El paeblo es una potencia creadora, oprimida por 10s prejuicbs, el egois- mo y la iuconsciencia de una sociedad corrompida. La clase aha, en carnbio, culta, dotada de todos 10s medks y posihilidades, llena de aberraciones y vicios aeonsaien- h*, es una fuerza ficticia, es un motor caduco soste- nido por el. dinero, es un trerncndo gusano q u e agoniza. El porvenir d e ' l a humanidad nace de abajo como todo ... Sube del pueblo, crece del pueblo;,con la vita- lidad de1 vegetal desarrollado en una tierra, Tirgen ... Y el pueblo mismo es una tierra virgen, una vigorosa tierra, llena de pechos y metales para forjar el porvenir ...

Alguien empuja la puerta. Robley *e intrrrnmpe. SU madre entra. La seiiora est6 radiante. La viielta del hijo le ilumina el rostro, Prefiero salir.

-Hasta luego, camarada...

Robles me estrecha la diestra que le estiro. La buena Seiiora me despide con una sonrisa maternal,

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L O B HOMBRES OBSCUROS L4i

En cuanto a GonzAlt z, ha vuelto enardecido. '0: bn- dolo hablar delante de sus camaradas, la sexiora Oristina tietnbla y opta por retirarse. Los chiqui!los, sin lograr comprender, lo miran curiosos y se intercambian sonrisas, encontrarido divertido el Animo endiablado de s u padre.

. Justsmente tengo ocas%n de verb, cuando habla en contra de la Compadfa por haherlo despedido. Tiem- bla y se muerde. Estamos juntos al porthn del conventillo, sobre cuyas tablas carcomidas el ex-tranviario da poten- Oes puiietazos,

- iNo es una canallada? iVeinte alios de servicio, carajo, y lo botan a uno como P un perro, por el delito de reclamar derechos que a todos 10s trabajadores nos co- rresponden! ... 6No es U I ~ R canallada? ... iNo i l e la gana- rAn 10s carajos! iHabrsin de devolverme mi trabajo 10s

gringos rnaricones! * * x

Desde hace alglin tiempo, las lavancieras vieneri siendo victimas de robos. Las piezas d2 ropa des- aparecen como por encanto de 16s alarnbres, apenas se descuidan. Yolanda. ha sido una de las mis perjndica- das. Algunos de sus patrones le han quitado 10s lava- dos, imagingndose que es ella la que se queda con las prendas y se hace la robada,

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WIGOMEDES GUZMAT __ __- 142

Lasituacicjn de la viuda se torna cada vez mas trigica. El hambre arrecia. Desesperada deja su eprofesitina y r.e dedica a vender frutas por las cal!es. Cuando, agobiada por el peso del canasto, pasa por el frente del conventillo, las vecinas salen a contemplaria. Algunas le compran. Y ella sigue su camino, pregonando ddbiherrte. AI prin- cipio, el negocio no va mal. Pern, pronto Yolanda ern- pieza a desesperar de nuevo: le queda m u c h venta para el dfa siguiente p el exiguo capital se va perdiendo con le fruta que se pudre.

Para colmo, hoy dia, 10s carabineros la detuvieron por ejercer la venta sin tener el permiso municipal y *

estar desprovista del certificado de sanidad.

Robles, igual que GonzA!ez, ha sido despedido de su trabajo. A1 asistir a la Notaria en que se desempefia- ba, encontrd en su escritorio a un reemplazanre, El jefe le dijo que ya no se le necesitaba. Se 12 pago el desahu- cio y lo desgacharon.

Sin embargo, Robles se perjudica poco, porque, ayudado por Barraza, que ya se encuentra repuesto, lo- gra colocarse en una fundicion Atiora, por las tardes, se le re llegar sucio y sudoroso, pero lleno de un coaten- to grande.

-jMe he topado con mi ambientel...-le he ofdo exc1amar.- {Me cargeba el pufietero trabajo de la ofi- ci n a!. . .

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LO8 HOMBRES OBSCUR08 143

Quien lo vea, tendra que reconoeer-que es uil hom- bre alentado por una nueva y vigorosa fuerza,

* * *

Yolanda tietie que sacrificar 10s restos de su mise- rable capital para cancelar la multa a que la condenan por infracci6n a las ordenanzas municipales y sanitarias. Por el camino, de vuelta del juzgado, vende el canasto. Llega a1 conventillo sombrfa y descompcesta. Trae va- rios paquetes. Las vecinar, extrafiadas, afinan el olfato para apreciar mejor el rico olor de la comida que pre.. para. Los chiquillos comen frutas y pasteles a sus anchas.

Polalida trata d e mostrarse alegre. Pero, tras de su alegria forzada, se dirfa que una sombra se mueve Una trdgica sombra que interpreta U R destino de fan- tasmas.

Tarde de la noche, el matrinionio que ocupa la pieza vecina a la de Yolanda, se despiertp. A sus ofdos llegan ruidos extraiios, Bombre y mujer se Ievantan. Salen. Los ruidos se originan en el cuarto de la viuda de Alonso. La puerta cede a1 rudo empuje del hombre. En- cuentran a la viuda en el suelo, retorcidndose, con el cue. 110 cortado. La sangre le silba, escurridndosele del tajo. La navaja yace tiracla a un lado. Lcs chiquillos, todos degollados, est& tendidos en uno de 10s lechos. La veci- na se desmaya lanzando un alarido salvaje. La noticia se propaga, El cuarto de la viuda se llena en un santiamh (!e honbres y mujeres a medio vestir. Pies descalzo..

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144 NICOMEDES GUZMAN -

callosos y deformes, formaa cfrculo alrededor del cuerpo erangue de la viuda.

* * *

La Gringa Pobre ha sido Ilevada por la poiicfa. Una veoina la sorprendi6 descolgando ropa de uno de 10s alanibres y echandola apresuradarnente en un saco. Antes de que vinicran 10s carabincros, fu6 golpeada por varias mujeres hasta hacerla pedir. prrd6n. Robaba la ropa y salia a venderla casi regatada, o la empefiaba. En- tre las tiras, se le encontr6 un sinnlimero ,de boletos de agencia.

* * * In& empeora. Ha dPjado de ir a1 trabajo. Los

desgarros de sangre son mas conthuos y la tos no la abaadona. El dolor a la espalda la obliga a caminar medio agachada. Ya n o me oculta nada. Adelgaza de dfa en dia. Y tose ... Tos seca, cansada ...

Ando desaoncertado. Robles ha prometido Ilevar- me a trabajar a la fun4icid.n apenas se presente una. va- cante. $e ha conquistado cierto prestigio entre 10s jefes, de modo que, presentdndose la ocas ih , le se r i ficil curnplir su promesa.

Biexi es cierto que la esperanza de una mejor si- tuaci6n y la posibilidad de ayudar COMO deseo a In&, deslien un poco la preocopaci6n que para mi constitoye su enfermedad. Sin embargo, me desconcierto, Y el de-

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LOS HOMBRES OBSCUROS 145

s h i m 0 se goza, de vez en cuando, relajando 10s nervios de mi sentimiento.

Ciertamente que no soy por el momento mds que un pobre hombre que lustra. Un hombre, pienso a h a , que le saca a 10s zapatos el lustre que no ha logrado sa- carle a la vida.

(;Ah, In&, cornpadera, si yo pudiera ayudarte!) ...

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r - ------a r - -

x v 1-1

Silecciosamente el otofio regresa. I' tranqueando por las callejas, se da a desgarrar 10s vestidos desteiiidos de Ias acacias. Sobre las cosas cae como una llovizna de tristeza. P 10s hombres del suburbio parece que se ago- biaran bajo el peso de un inaudito cansancio.

Los dias nacen envueltos en densas inantas de ne. b:ina. V 10s acontecimientos que conmueven la vida del arrabal, van quedbndose olvidados tras la sombra de un fatalism0 casi doloroso.

A d , el conventillo contrae su hosamenta dentro de sus sebosos harapos. \i bajo el cuero rugoso de 10s aiios su alma es C O I ~ O si se estremeciera, conrnovida por las - noticias que el invirrno 1,- remite en las frias esqnelas de las brisas otoiiales.

Alguien podrfa decir qge el conventilio llora por las maiianas, cuando la niebla, condensada en 10s aleros, se precipita a la tierra en pesadas gotas que son io mismo que Iagrimas. Alguien podrla decir esto. Pero, no lo dice nadie.

Enel primer riento que ha pasado hacia el norte, lasgolondrinas ban montsdo. I' se han ido, corn0 em- barcando en un convoy de ausencia.

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LOS ROMBRES OBBCUROS 147

Inis se agrava. Ahora, primer dia que concurro a mi nuevo trabajo en la fundicion, ella ha guardado cama. Me agarra una sensaci6n de hundirme en un tacfo sin fin.

* * *

De improviso, haciendo esta vez su secuaz a1 d6- bil veterano que es el otofio, la epidemia del tifus, c o n 0 en otras Bpocas, se introduce en la ciudad, precediendo a Ja muerte en un saqueo de vidas. El arrabal se alai- ma entero. L a inquietud pesca 10s Bnimos. Luego, el Go- bierno toma cartas en la campaiia profiI8xtica. Y ala pe. rrera,, el carro de la Direcci6n de Sanidad, se larga a gritar por el suburlio, igual que un pzijaro de mal aguero. Las paredes se llenan de affiches ilustrados con piojos gigantescos p repugnantes. El edificio del Regi- miento Cazadores se habilita para hospital. La poca ex- periencia d21 personal de Sanidad hace llegar hastz all& a gente s6lo atacada de grippe o males ligeros, que, a1 con. tact0 con 10s tifosos, 8e contamina y alas endilga,. El cielo de 10s pobres aumentz considerahlemente su poblaci6n.

El exantema'tico es como m a korda fascista. aesencadenando sus instintos devastadores sobre el su- burbio. Hombres, mujeres y niiios van doblegindose bajo su garra negra. La vida se agazapa en las puertas com- Satiendo heroicamente a1 inrasor. Ufi vierit0 tragic0 CO-

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143 NICOiMEDE8 GUZMAR

rre por el smburbio. La ciudad tiembla. Los cesantes y trabajadores callejeros, lirnpios o no, son arreados en pifios por 10s carabineros hacia 10s baCos pQblicos. A mu- chos 10s apelanw. Lcs ‘oancc s de las plazas y paseos desa. parecen.

* * *

El conventillo ha sacrifir-ado ya su primera victima a la epidernia. Roy dial ai amanecer, muri6 doiia Auris- tela, la mayordoma. El conventillo todo se encuentra acongojado por el hecho. Hay en las almas un sentimien- to angustioso. El odio se desvalece en 10s espiritus, fren- te a la muerte. Y, cautelosamente, venciendo el temor del contagio, las vecinas y comadres se allegan a1 depar- tamento que ocupaba la que fu6 la mayordoma, y pro- digan ante SZI cadaver mhs de alguiia lzigrirna.

Olor a tragedia, To-do contribuye, hasta la Cpoca rnisma. a ceiiir 10s corazones de dolor y de angustia. En- &re tanto, tla perreraw grita por !as calles suburbanas, batienzo su bandera, que es como emblema filibustero, y brinca sobre 10s empedrados disparejos, sembrando el pinico entre las gentes.

En una semana, han muerto siete personas en el conventillo. Ayer, juntos, fallecieron un hombre J una mnjer, Han dejado en la orfandad a un pequeiio de dos aiios. Una vecina cuenta que, cuando penetr6 a1 cuarto

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para dar la medicina a 10s enferrnos, encontr6 a1 chico sobre la cama, hurgandc con 10s dedos en las narires de la madre rnuerta, riendo inocentetncntc.

La epidemia continiaa s u labor dsvastadora. 'I" y a no es posiblc desvestir a 10s espfritus de s u t6riica de angustis,

- * * J F

Ia6s sigue mal. No puedo vcrla. S610 Sa buena vo- luntad de la sedora Hortensm, mi subarrendadora, me propcrciona la satisfaecih de estar ai corrientc de tiri

vida. -iSuFre tantola pobrecita! il.a tos no la deja? ...

iDelantito de-mi bot6 una bocarada de sangre! ... iY estd tan flaca la pobrecita: se est i constimiendo? ...

Las palabras de la seiiora Hortensia ponen en mi interior ailgo como un prendimiento que n o acierto a de- k i r ; pero, que me hunde e n una clesolaciSn de ruinosa casa abandonada.

Q b *

Hoy dia *la perrerawvino al conventillo y arreii con todos sus habitantes, salvo 10s pocos que se encontraban fueaa. Arrearon, tambidn, con todos ios gergones y cobi- jss. jInCs no se librd iCana:iasI Me muerdo y Horo bacia adentro un feroz llanto de impotencia. Equivocando su mal, hicieron venir una ambulancia y se la llevaron, sin ofr 10s ruegos de sus hermanas, Despues, ciertos de la

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equivocaci6n, J no habieodo caina en un liospital propicio a su enfermedad;la devolvieron a su cuarto del conven- tiilo ;Canallas!

-iEs getrte inl?u.nana &a de ala perrera,, Pa. blo! ...- me dice la seiiora IIortensia--. iFigbrese, hasta la rpelaronm a la pobrecita! ... fY est6 tan grave, por Dio- sito! ...

--i&u8, carajo, dpelaron a Inks? ... iPe1aron a Ilds? ...

-jLo que oye, Pablo! ... Siento como uti abisnio se abriera ante mi. Parece

que voy a reventar. Me siento un volchn pronto a des- pedazarme. iAh, canalias, habfa de agarrarlos! jNo les bas- ta con acortar, por incornpetencia, una vida, sino que se deshumanizan comstiendo actos indignos, poco menos que de barbarie! iAh, leyes hunianas de la vida, den qu6 resquicio se humillan a la injusticia?! iCarajo, para quC somos itonibmsl

* * *

A todas IRS miijeres y chiquiIios que lIev6 ala pe. rrera,, les cortaron el pelo de raia, dcspu6 de obligarlos a baiiarse. Las ropas de cama las devolvieron todas inanchadas, quemadas y hediondas a desinfectantea. S610 aquellas mujeres que se encontraban fuera cuando vino e1 carro de la Direcci6n de Sanidad, se Iibrhron de la veja. ci6n. La seflora Hortensia, como otras, se felicita de ha- be r estado ausente con sus chiquiflos, y laments la des- g x & a de las otras vecinas. Dofia Cristina, 12 mujer de

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LO8 ROMBBES OBSCUROB 151

Gonzilez, se encontrltba trabajando; pero, 10s chiquilios fueron todos arreados en el pifio, y ahora las cabezas le blanqueari, En el conventillo puede verse a las mu. jeres con la cabeza envuelta en un trapo para ocuitar 10s crrineoe segados. Se las oye protestar sin reservas Algunas, t i0 cesan a6n de Ilorar.

Los hombres se juntan al anochecer, de vuelta de la jornada, y descargan su indignaci6n. voceando y ges- ticulando con rabia salvaje:

-iHijos de put”, por que no mandan pelnr a SLI

ag uel a! -iPor qnb no friegtln a1 duefio, por la crestal Robles ancla sombrio, l ivido. Se inuerde p sus ojos

brillan de ir;, y odio. iTarnbi6n 1c= h a n cortado las canas a su madre! De pronto a611a:

-iAh, 10s perrosI iVejan al pueblo, porque es el pueblo! iNo importan las humillaciones! i#orque uno est i an la porqueria tiene que hundirse en la porquerfa?! ire, carajo, no! ;8n ie todo S O ~ O S hurnanos! iy coino huma- nos debemos ir a la lucha por nuestra integridad de honl. bres! ..

-iEso es, camaradas, debemos hacer la Revolu- ci6nl ... @51o la Reroluci6n noslibrara de estas porqueriad iLas antoridades son una pura mierdz!

-iQu8 Revolucidn ni perro musrto! iAi dueiio lo pescaria yo pa caparlo! .

Carcajadas. -iY q u i h habla de Itevoluci6n, por la put%? iPri.

mer0 tenimos que amarrarlos bien 10s pantalones! iTAa RP- voIucion se hace con 10s panta!ones firms! ..

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-1Eso es, compafiero, con 10s pantalones firmm y

-1Y con la cabeza deppejada! ...- arguye olro. Hasta un carabinero, que ocupa la pieza que arren-

daba Yolanda, alega, enarbolando loa puiios: -iLoS tibusos, carajo, 10s abusos! iTiene que re-

ventar una grande! ;Asi aomo va, este es un pais de mierda!

El est6 reciin casado. Le llevaron a la hembra, que se encontraba enciuta, la obligaron a baiiarse y !a traje- ron sin cabellos. Las ropas de carna, todas nuevas, se las han devuelto manchadas y f6tidas. De vuelta, la rnujer abort6 la masa sanguinolenta del que seria su hijo.

iLos corazones sacuden de tierra sus viejos odios p 10s pulsan como gigantes y sonoras guitarras!

(En el alma de 10s hombres obscuros, la vida nue- va se gesta).

AI fondo del conventillo, bajo la mediagua, el vie- jo araucano etsaya en su- trutruca una rn6sica monocor- de y ripida, cuyas notas son como un clamor o como una protesta. En ella parece que la raza levantara 10s pllfios airados sobre una luminosa lontanmza de trigos.

10s cocos bien llevados! ...

El tifus ha cogido a la madre de Rob!es. El much%- ciio ancia desesperado, La pobre sesora, en su lecho, se agita g delira,

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LOR HOMBRES OBSC%ROS 153

* * *

Esta tarde, entre un grupo de lustradores, 10s CB-

rabiaeros me toman en la Alameda para lfevarme a 10s bafIos del Cszadores. Me resisto:

-iYa estoy baiiado!.,. !No hay derecho, mi cabo! .. .

-lA ver, rnuestra el certificado! -iNo he utilizado l o b ttafios pitblicoq- d i p , -1Tienes que ir zntonces! (91, Pablo, tienes que ir, t 6 sabes que lo que dice

La rabia me caldea el pecho. TJn chiquillo, pataleando, cliilla: -1Wo quero qne me lleven estos pacos de m i w -

XJna t-uujer que vende p!iitanos mris alld, actirk y

-iEs mi hijo! iNo se lo Ileven, carahineritas, est$,

-iEso n o quiere decir nada, seliora: no tiant- certi-

la cautoridadw time que SW, iAnda, hombre!).

da! ... jMami, mami! ...

rucga:

Iimpio, Gno Io ven?!

ficado de bafio!. .. quk importa?! El nifio esta limpio.

-i Mny limpio estarh; pero, tenimos que Ilevarlol El otro carabiner0 larga a la mujer una prcgunta: -jY ustttd, seiiora, que alega tanto, dtiene su cera

tifieado?

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La inujer tiembla. Su rostro palidece. -;No, no, seiior, no Io tengo; pero, no me ilrven,

por favor! ... No muy lejos, varios sefiores preaencinn la e~cenil,

p sonrien irhicamente. -181, sefiora, tiene que ir; tenimo: orden! iVamos

andando! La pobre hembra Ilora. Vuelve por el canasto con

la verrta. Y echa tras de itosotros. El chiquillo se le ape- ga ii las faldas, solloaando. El Cluh de la Uni6n nos ve pasar. Y parece que carcajeara. Los lustrosos atitom6vi- les nos burlan con sus clrixones.

Un compaiiero de oficio me sopla a1 oido: -iArranquemos, ob ! .. iDe all6 no salimos! ... TLns

meten una inyeccidn y 10s vamos ai diablo! ... 1-4 mi pa- dre se Io lleraron con grippe, y ni muerto lo vimos! ...

-:No seas leso; es la primera vez! ;Una segrrnda no nos Ilevan!

- jilrranquemos, oh! ... iLos van a fregar! ... -iAIlB veremos! -iNo seas maricbn, Andale! ... iSi no, me arranco

solo! .. Espera un momento propicio y trata de huh. §in

embargo, es sorprendido, y una palniada en pleno rostro, lo clo'olega, aparentemente. En s u interior, la sangre liierve: las rojas burbujas se le trepan ai rostro. Los ins- tintos se revuelven. %us ojos arrojan el odia en groesns

calientes Idgrimas.

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LOS HOMBRES OBBCUROS 156

De vuclta del Cazadores, traigo en 10s bolsiilos un papelucho que certifica que he sido bafiado y que rnis ropas han sido ctdssinsectizadasB. Yo no si5 qu6 clase de iasectos le sacaron a mis rop.is.

* * *

AI llegar a1 conventillo, una de las vecinas me dice que la arrbulancia de la Direcci6n de Sanidad vino ti Ile- varse a la madre cir Rcilties. Entro al cuarto desolado por el hecho.

De pronto, cuando me dispongo a salir en busca de Arturo, golpean a mi puerta. Abro. Es la hermana de Jn&, aquhlla que me hizo la advertencia. La muchacha viene llorosa y acezante. Un presentimiento terrible me ]>ace temblar. Un piBo de pensamientos galopa por mi cerebro.

-i Joven, joven, I n & se 90s muere! ...- exclama casi sin aiientos.--jVaya, por favor, ha preguntado mncho por usted! ...

Ua sudor heladome retoza por el cuerpo. En la inconsciente carrera, apenas siento el contacto de ]as sue. )as de mis zapatos contra las piedras del patio. Sin sa* bzr cdmo, me encuentro junto a s u fecho. iPero, y a es tarde, demasiado tarde para despedirla! Blanca, inm6, i!,

, con 10s ojos abiertos, corn0 conteniendo en ellos a todo el infinito, se d i rh que sonrie. Profundas ojeras le cercan 10s ojos. En la cabeza tiene u n trapo blanco. envuelto a modo de turbante, que le cubre todo el c r h e o sin cabe-

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156 XICOMEDEB GUZMAR

110s. Los bordes de la sibana estdn manchados de san- gre. Olor a medicinas.

.*

Junto a ella me quedo por un tiempo que no pue- do-precisar. Entretan to, me parece acompaiiarla por sen- das ignoradas. Veo su rostro flaco y sin vida empacado por el agua turbia que me brota de 10s ojos. Y es como si me aferrara a !os segundos que huyen, en nn deseo ferviente de eternizarme en ella mediante esta despedida sin fin. Nada s6 de m i ahora. 86!0 sB de nosotros. El re- cuerdo llama a mi cerebro claras imagelies pasadas, ipero, la realidad estd aquf, abierta como una flor de pea sadilla!

Alguien me toca el hombro. Es el padre de Inis. El viejo llora y mueve la cabeza, desesperado. Las ker- manas, a1 pie de la cama, sollozan. Algunas vecinas que rodean el lecho, no reprimen las Idgrimas, que corren en abundancia por siis rostros flacos, curtidns por las vigi- lias, In miseria y la maternidad. Alguien me n i r a con piedad. Beso las mejillas he:adas de mi majer muerta. To- dos mi8 sentidos la acornpanan. 6Es posib!e? (Si, Pahlo, ella se ha acabado). ;Ah, mi pequeea, mi neria querid;., q u i buena eras!

En la cabeza, algo me gira, El tiernpo camina. Mis oidos sienten sn voz. Mi cuerpo recuerda el contact0 ti- bio y enervante de sn cuerpo. El tiempo canlina. iPe- ro, qu6 me importa a mi! iQue caminen todos 10s tiempos imaginables, que caminen, que bailen, que brin- quen, que se derrurnben sobre mi cabeza y me la hasti-

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LOS HOMBRES OBSCUROS 157

llen! ... iTn&! iMi pequeiia! Luego, siento querer el dolor de su muerte. Y me postro ante este dolor como ante la dulzura de sus pupilas, como ante la luz de su espiritu, como ante toda s u integridad de hembra sencilla y pura. Acaricio sus mejillas de hie!o. La beso. Nadie musita una scla palabra. Solamente las moscas e n el techo anuncian la vida, haciendo sonar obstinadamente sus alas.

Salgo. Sobre el patio, la noche levanta sus estnpen- dos puiios, callosos de estrellas, El suburbio tiembla. Echo 10s pasos hacia mi cuarto. Tirado sobre el lecho me pongo a Horar sordamente, ageno a mi mismo. IIasta que, sobre las ropns, me duermo. -

Cuando despierto, la frente m e arde. Una vaga sen- saci6n de lo ocurrido me flcta en el cerebro. Sin em- bar&, de pronto, la certidumbre exacta d e todo, me arranca deseos de aullar, Si, de aullar lo mismo que un perro acosado de fantasmas. (Ah, camaradas perros, den- me su garganta para aullar.). Concentro mis miradas en la sombra, corn0 si con ello fuera a descargar mi de-

De improviso, siptito sobre mi rostro el temblor de una mano tibia. Junto al lecho, I n & sonde, lo mismo que una constelacicin surgida de entre nubes. Mis oidos se deleitan y mi espiritu se guarda la m6sica de su voz:

-iNo, Pablo, no me pesarEi nunca! ... iHe sido tuya, s610 tuya! ...

Largo rato la contemplo sintiendo la irradiacidn tibia de s u presencia. Despub, nada.

. sesperaci6n.

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Por la cal!e, corre un coche. Sucrian 10s cascos de 10s caballejos sobre el empedrado disparejo. En alguna parte, aremuelen,. Se oyen apagados tarnbcreos.'A la dis- tancia, un tren larga un alarido. E' una deqolaci6n incon- mensurable y una tristeia de vegetales en otofio se m e echa a rodar por el anima. Parece que la noche intro. dujera por el tragaliiz un rumor de legendarios rems...

* s: :::

Uno. Dos. Tres, Cuatro diaa. TamSidn ha rnuerto la madre de Robies. El dolor escarmena el espiritu de Arturo. Las fibras de sus sentimientos se retuercen, desgarrindose.

Esta tarde vamos a reclamar el cadaver a1 dep6si. to del hospital en que se encontraba. (Por rnilagro n o fu6 llevada a1 Cazadores). Robles muestra la autorizacion mddica, y un hombre pequeiio y torvo, con cara de ver- dugo, nos hace entrar a una sala, contra cnyos zocalos, de pie, o yaciendo sobre largos rnesones, se alinean 10s cadd- veres retobados. Un olor a carne en descomposicidn rasca las narices. Aigunos de 10s cadiveres asoman las ca- bezas desgrefiadas o calvas, e.? gelid0 y rnacabro gesto. Los hay pelando 10s dientes y con 10s ojos desmensura- &mente abiertos, en expresi6n de pavor. Uno hay con la lengua afuera y 10s labios llenos de purulencias. Asl 10s ha pescado la muerte.

Entrelos retobos de uno de 10s m e s o n s , hay 10s restos de una mgjer. EstA sin ropas, las piernas separa. das. El cufrpo ensangrentado, muestra desde el cuello

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r- LO8 HOMBRES OBSCUROP, 159

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mismo hasta el sex0 peludo y entreabierto, el tajo de la autopsia, cosido a la diabla.

El hombre pequefio y torvo iios indica un cuerpo retobado en un paduelo de rebozo.

-Aqui esti.-.-dice friamente. El cadaver de la sefiora Leonor tiene descubierta

la cabeza. S u rostro es de un piilido transparente. Nos quedamos extbticos frente al cadaver. Luego, Robles se acerca, y sollozando, con tremendos y desgarradores so- I ~ O Z O S , roza su rostro desesperadamente contra aquel ros- tro amado.

-i Madre! ... No dice intis. Pero, es bastante: clamor de desarn-

paro, sordo e in6til .clamor que oprime, que crispa, que desgarra. Una sensaci6n de desranecimiento se desliza por mi Animo. Los dientes crujen. El cerehro gira. E1 do- lor clavetea cada una de las c6lulas del espiritu.

Cuando traen el atalid, nos dedicamos a encajonar- la. Luego, la Ilevarnos 8 velar.

* * * Despuds de 10s funerales, a 10s que asistamos, adea

mAs de Robles, Gonzalez y yo, Arturo abandona el tra- bajo por varios dias. Gasta el tizmpo en recorrer calles y md.; calles como u n enagmado. AI atardecer se le ve entrar a1 conventillo y encerrarse hermkticamente en su cuarto. Dasados aigunos dias, vuelve a la fundici6n.

Ests tarde volvemos juntos, E s t i sereno. Le oigo hablar con unci6n de s u madre. Pienso en Inks. Desea-

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ria hab!arle tambikn de ella. Pero, calio. Y sieuto dentro de mi s u presencia liviana J tibia, como u n siinbolo.

El arruhal coiriieiiza 2 vivir s u vida crepuscular. La griteria iriizntii hace calzar saiidalias de jubiio ai am- biente. Unas chiquillas cantan:

aVamos jugando a1 hilo de 01'3, y a1 hilo 'e plata tambien,: que me ha dicho una sedora que bellaa hijas tenhiss ...

Las acacias ya desnudas, ponen cierta desolaci6n en el paisaje suburbano. Los ojos parece que pugnaran por llenarse de lagrimas. Mas, aquf e s t h 10s oidos cap- tando el bullicio de las larvas proletarias, en el que no ca- ben tristezas.

AM, un piano callejero toca. Arriba, el cielo otoiial lo imita, rompiendo en notas brillantes por cada uno de sus poros.

AI llegar a1 port6n de nuestro conventillo, encontra- mos a Carlos GoniAlez. El hombre esta radiante: lo hari restituido a su trabajo, despues de muchos trhmites.

-iBien sabia yo que 10s gringos carajos no me la ganarian! ...- comenta, riendo,

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X V l I I

Los d;as pasan La epidemia sigue. Pero, el pimi- co entre las gentes no lo chusa ahora la epidemia propia- mente, sic10 *la perrera, y el Cazadores. El recinto mili- tar devora hombres y mujeres. Los arrabales se diezman. Las ca!les centrales se despueblan de desocupados y por. dioseros. La nida se revuelc?, tasca, ruje de impotencia, Uno de 10s cementarios rolnpe su lindero norte. En las nucvas tunibas, las existencias proletarias se reducen solo H una CI'LIZ y a UII nombre.

* * * Hoy a1 rrgreriar, me espera una sorpresa ea la

diestra de la sefiora Hortensia.

-iVaya, una carta! La abro. Es breve. Por 10s rasgos, adivino qui6n

es s u remitente.

Pablo: No ha faltado alguien que te haya divisado en Csa y me lo ha-

ya comunicado. Es doloroso para mi saber a quC labor humillante te dedicas y el estado miserable en que vives. No quiero que conti- nfie; en esa situaci6n. Con 10s conocimientos apricolas que alcan-

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. _ . . _ . I . .-.

zaste a obtener, t e sera fhcil colaborar conmigo en el fundo. Comu- nicarne que decides.

Te saluda, tu padre,

Teodoro G . de la H,

Villa Alegre, Mayo 7 de 193 .

Una ola de r a b i a me trota por todo el c u e r p o . .

Estoy a p u n t o de despedazar la esquela. Sin e m b a r g o me domino. Y me decido a r e s p o n d e r :

Sefior Teodoro de G . de la ff. Hacia mucho tiempo que una palabra no me sonaba tan hue-

ca como esa que figura al final de si1 carta: apadrea. Seria poco honrado no declarhrselo. Quiero ser honrado tambiin al decirle que no tengo inter& en acompaiiar en sus ''IaboreS" a quien, en mhs de una triste ocasibn, me di6 "muestras tan elocsentes" de sus "senti- mientos paternales".

Ademhs, no quiero ensombrecer con mi presencia la tranqui- la vida de su esposa y "hermanas". Serfa una crueldad de parte de su "hijo de ocasion" y del "hermano plebeyo" el ir a arnargarlas en la burguesa paz carnpesina de que gozan.

No se duela tanto, pue.., serioi. Sepa Ud. que dos afios.de duro trabajo en el norte, un ario en un albergue y esta miserable vida de conventillo enseiian a1 hombre rnuchas w s a s que debian saber 10s hombres de su casta, iTengo por delante una bella y noble obra que realizar'

Me resta agradecerle, como ya le agredeci personalrnente en "aquella oportunidad", el poco de cultura que iu "bondad" me pro- porcionb. Ahora, me s e r l muy irtil.

Lo saluda,

Pablo Acevedo.

Santiago, Mayo 9 de 93

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LQS HOMBRES QB8CUROS 163

* * * Losdias pasan. Robles se ha impuesto deque se

le vigila. A donde vaya, un agente lo sigue disimulada- mente.

Caminanios de vuelta del trabajo. Cae una fiva v Perbinaz Iluvia. Lascalles se adormecen en el rqazo de uua teve bruma.

-1Es mejor que no andemos jnntos, aompafiero! iL0 pueden cornprometer en un cas0 dado! ... iDe estos Perros n o hay que fiarse!

! A insinuaci6n de Robles, me da ocasi6n para ma- nifestarme, obedeciendo a1 sentimiento que, desde hace tiempo, pugna en mi por alumbrarse:

- ZMe da igual, camdrada! iSoy uno de las filas obreras, y en todo momento estar6 con usted y con todos 10s que luchen por el pueblo!

El rostro de Robles. por primera vez desde la muer- te de s u madre, da vida a una sonrisa. Estrecha mi dies- tra sucia. Y se rozan 10s callos que el trabajo ha florecid do en nuestras pa’mas.

-!Ad m e gusta, camaradal-exclama--. jSi u s t d hubiera esperado poseer una cultura s6lida, como una vez me dijo, para entrar a actuar entre nosotros, no 10 habrla hecho nunca, y habrla faltado a una causa que le necesita ! j Ha hecho bien en decidirse, compa?lero!

-iFrancamente, mi amigo, desde hace tiempo de- bfa yo encontrarme actuando co.? ustedes! Cree que el

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164 NTCOMEDES GUZMAN

hctnbre del pueblo tiene trazada su lfnea de conducta en la lucha social, desde la cuna misrna. El sentimiento de clase es como una cuerda del itistinto en cada individuo y bajo su influencia vibramos p anhelamos. Per0 falta a veces la experiencia que habr4 de encararnos definitiva- mente con la realidad. Falta el momento preciso en que la vida alcance d e tal manera las fibras humanas, que el hombre se encuentre desnudo ante si mismo ....

La tierna lluvia cae, salpicando nuestras ropas. La tierra de la calle exhala un olor profnndo a campo.

-;Eso es, compaiiero! El problema es ese: llegar a1 hombre, encontrar a1 hombre. Solo mediante este hallazgo, el s6r obedece a su insrinto con honradez y con virilidad. i'rengo mucha fe en usted, cainarada! iNuestra causa le necesitaba! ... P usted responderi.,

-1Har6 lo que pueda, compadero! ... ;Estoy dis- puesto y tengo fe! ...

--;Iremos a1 triunfo! ... -iSi, triunfaremos! . . . LB tierna lluvia cae. Las acacias desnuctas se estre-

mecen. De la tierra se levanta u n profundo olor a campo. Y ec el aire, parece que existieran campanas, claras cam- panas de esperariza que repiten nuestras voces: iEl triun- fo! ... iEl triunfo! ...

FIN

Santiago de Chile, primavera de 1937. otoiio de 1938.

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Es,? segundn eciicih de kL3: Lombres ot)scuros, fu6 t ? minadn el clla 23 de DicieL;ibre de 1939, en 10s

Talieres de la ::Imp;-enta JTinerva,, calle Xosas 2986, Santiago de Chile. Intewinieron en

su coniposicih 10s camaradas: Lo- renzo SepSllveda y Aiberto Diaz;

en SLI iwpresi6n, Albert0 Lagos (edidor); y en

SLI er7cun+ernaci6n, R( c l c t c O ~ a s c p e ~ .