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1 LOS LUGARES DE LA BASURA Sujetos y residuos en un barrio del conurbano bonaerense Luciano Martín Mantiñán Directora: Dra. Silvia Grinberg Co-directora: Dra. María Graciela Rodríguez (Tesina para obtener el título de Licenciado en Antropología Social y Cultural. Carrera de Antropología. Escuela de Humanidades / Instituto de Altos Estudios Sociales. UNSAM) Julio de 2013

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LOS LUGARES DE LA BASURA

Sujetos y residuos en un barrio del conurbano bonaerense

Luciano Martín Mantiñán

Directora: Dra. Silvia Grinberg

Co-directora: Dra. María Graciela Rodríguez

(Tesina para obtener el título de Licenciado en Antropología Social y Cultural. Carrera de

Antropología. Escuela de Humanidades / Instituto de Altos Estudios Sociales. UNSAM)

Julio de 2013

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LOS LUGARES DE LA BASURA

SUJETOS Y RESIDUOS EN UN BARRIO DEL CONURBANO BONAERENSE

Luciano Martín Mantiñán

Fecha: 31 de julio de 2013

Dr. Hugo E. Ratier Dra. Valeria Hernández Mg. Patricia Diez

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Resumen

En la investigación que dio origen a esta tesina me propuse analizar los vínculos que los

habitantes de un barrio del Partido de General San Martín, caracterizado por una situación de

extrema pobreza urbana y degradación ambiental, establecen cotidianamente con la basura.

Específicamente esta tesina procura describir las dinámicas que adquiere la basura en la vida del

barrio, los modos en que ésta se hace presente, las diversas formas en que es utilizada, cómo es

pensada y narrada, y qué contradicciones y posturas encontradas genera en este contexto social.

La cuestión de la basura se expresa de una forma compleja al interior del barrio, ya que esta

puede ser significada y experienciada tanto como una fuente de enfermedades, como un recurso

para satisfacer necesidades básicas de subsistencia. Estas constituyen algunas formas claras,

contradictorias, pero también complementarias en que esta cuestión puede ser comprendida en

dicho espacio urbano. La problemática de la basura en este barrio, por tanto, implica una cuestión

compleja que atraviesa y es atravesada tanto por la temática ambiental como por la social,

entendiendo ambas dimensiones como indisociables y profundamente interrelacionadas. A las

diversas relaciones que se producen diariamente entre los sujetos y los residuos, llamo en esta

investigación “los lugares de la basura”. Esta tesina se fundamenta en el trabajo de campo

etnográfico que entre los años 2009 y 2012 realicé en el barrio en cuestión.

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INDICE GENERAL

Introducción……………………………………………………………….……………………...6

Antecedentes……………………………………………………………………………...11

Capítulo I. La pobreza en la ciudad. Problematización histórica y social del caso……………..19

Capítulo II. Aproximación a Barrio Reconquista…………………………………………….....28

Capítulo III. Los lugares de la basura…………………………………………………………...39

Capítulo IV. Vivir en la basura. La basura como paisaje….…………………………………....44

Capítulo V. Vivir de la basura. La basura como recurso….…………………………………….56

La basura como comida..…………………………………………………………………65

La basura como mercancía……………………………………………………………….71

Conclusiones……………………………………………………………………………………..78

Bibliografía………………………………………………………………………………………85

Bibliografía Utilizada…………………………………………………………………….85

Bibliografía Consultada…………………………………………………………………..88

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Agradecimientos

A los hombres, mujeres y chicos del barrio Reconquista

A mi familia y amigos

A Yael, por sus comentarios y compañía

A Vivi, por sus correcciones

A Silvia, con quien comenzamos a pensar

–y lo seguimos haciendo- “los lugares de la basura”

A María Graciela, que me acompañó y orientó

con sus comentarios y pensamientos

A Marta y Rubén por todo

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Introducción

A lo largo de las últimas décadas la preocupación por la “cuestión ambiental” fue

adquiriendo una relevancia cada vez mayor, atravesando debates tanto de la agenda pública como

de la investigación académica. La contaminación, la degradación ambiental, conjuntamente con

la gentrificación y la segmentación/fragmentación urbana, son cuestiones que se fueron

desarrollando conjuntamente con los procesos de modernización, mundialización y globalización.

El crecimiento acelerado de la vida urbana y los procesos de metropolización selectiva (Prevot

Schapira, 2001), especialmente en las periferias del mundo globalizado, han resultado entre otras

cosas en una combinación de la pobreza urbana con la degradación ambiental.

En este sentido, los efectos nocivos que la actividad humana viene generando sobre el

medio ambiente, la constante expansión demográfica y espacial de las metrópolis, así como el

crecimiento del desempleo y la pauperización de las condiciones de vida de gran parte de la

población que caracterizó el fin de siglo anterior, han dado lugar a dos procesos diferenciados

pero al mismo tiempo relacionables de nuestro tiempo. Por un lado, el surgimiento en masa de

zonas urbanas hiperdegradadas (Davis, 2007)1; por otro, el cirujeo2 como una forma de

sobrevivencia para los sujetos que carecen de otros medios, constituye un fenómeno social que en

las últimas décadas ha alcanzado una profusión sin precedentes (Paiva, 2006). La investigación

presentada en esta tesina se propuso reconstruir y analizar los diferentes vínculos y relaciones que

los habitantes de un barrio del partido de General San Martín -que aquí será llamado

1 Áreas urbanas generadas a partir de la autogestión en zonas devaluadas de la ciudad que carecen de prácticamente toda clase de infraestructura y cobertura social oficial (Davis, 2007). 2 “En Argentina se denomina ‘ciruja’ a la persona que sobrevive a partir de lo que extrae de las bolsas de residuos. Dada la fuerte repercusión que tuvo la problemática a partir de la crisis económica y social que se acrecentó en Argentina desde diciembre 2001, los medios masivos comenzaron a utilizar el término ‘cartoneros’ para nombrar a estas personas” (Paiva, 2006: 189). A los fines de este trabajo ambos términos serán utilizados indistintamente.

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Reconquista3-, caracterizado por una situación de extrema pobreza urbana y degradación

ambiental, establecen cotidianamente con la basura4.

En un sentido general y entendiendo a la basura en esta dualidad de problema ambiental y

medio de vida, este trabajo busca a través de la reflexión antropológica comprender estas

relaciones que se establecen entre los sujetos y la basura como una cuestión compleja, que

atraviesa y es atravesada tanto por la temática ambiental como la social. Sostengo por tanto, y a

través del desarrollo de este trabajo intentaré explicitar, que esta complejidad debe ser

considerada en toda su dimensión a la hora de pensar proyectos y políticas que procuren mejorar

las condiciones de vida en estos espacios, así como políticas públicas relacionadas con la gestión

y el circuito de los desechos urbanos.

Como objetivo específico me interesó describir las dinámicas que adquiere la basura en la

vida del barrio, los modos en que ésta se hace presente, las diversas formas en que es utilizada,

cómo es pensada y narrada, y qué contradicciones y posturas encontradas genera en este contexto

urbano. Propongo a lo largo de esta tesina que la basura constituye un elemento central en la

cotidianidad del barrio, es parte insoslayable de su historia y su paisaje, de la misma manera que

lo expresan los relatos y prácticas de sus habitantes. La basura como problema de contaminación

y una necesidad de remediación5 ambiental, como recurso y fuente de subsistencia, pero también

de lucha y resistencia, son algunas de las formas en que estas relaciones cristalizan. A este

entramado de yuxtaposiciones que resulta de las presencias e intersecciones de, y entre, sujetos y

basura, llamo aquí “Los lugares de la basura”. Cada una de estas diversas relaciones que se

presentan entre sujetos y basura, si bien no se dan de forma diferenciada en la vida diaria, a los

fines analíticos de esta tesina merecerá una atención particular y discriminada.

La perspectiva de análisis adoptada por un lado enfatiza el contexto histórico y social

como ineludible para comprender esos “lugares de la basura”. Ello porque entiendo a los

3 Los nombres de lugares y personas en los que se basa este trabajo han sido modificados a los fines de preservar su confidencialidad. 4 Sostengo que el mismo término de “basura”, a lo largo de este trabajo, debe ser puesto en cuestión, debido a las utilidades que ésta puede llegar a adquirir en determinados contextos sociales, entrando así en contradicción con su propia definición. La utilización del término por tanto sirve solo a los fines de simplificar la escritura. 5 Me refiero al término como remoción de contaminación o contaminantes que afectan a un medio para la preservación del mismo y la salud de la vida humana.

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procesos a los que estas relaciones hacen alusión, no como un aspecto de una supuesta “cultura

de la pobreza” (Lewis, 1983), donde estas prácticas se articularían a partir de una lógica interna y

autónoma con independencia del contexto social mayor en el cual se inscriben, como una suerte

de simple “reacción” o “adaptación” a dicho contexto urbano particular. Más bien considero que

estos sujetos librados en gran medida a su propia suerte (Grinberg, 2008), insertos en esta

situación que se manifiesta en extrema pobreza, desarrollan diferentes vínculos con la basura que

la sociedad produce para, de esta manera, afrontar y sobrevivir a esta misma condición, condición

por otra parte generada y reproducida en la dinámica social de la ciudad. Es decir que no

podemos comprender las conexiones que los hombres y mujeres de Reconquista establecen con la

basura, si no los entendemos dentro de una formación histórica y social por la cual y en la cual se

encuentran en los “márgenes”, tanto espaciales como sociales. Márgenes que implican

precariedad en sus formas de insertarse tanto en el mercado de consumo, como de producción en

la economía dominante (Lomnitz, 1975).

Considero que una forma de acercamiento comprensiva a estos procesos y dinámicas es

tomar como referencia la posición de los sujetos implicados en dichas relaciones. Los vínculos

que se generan y producen diariamente entre los sujetos y la basura, implican prácticas y

procesos sobre los que me interesa reflexionar, y comprometen, entre otras cosas, cuestiones que

refieren a la construcción subjetiva de “identidad”, a la dimensión moral, al prejuicio, la

vergüenza, o a la mera discriminación. A través de esta exposición intentaré recuperar ciertas

dimensiones que se relacionan con el entramado de significaciones que permean el “mundo

social” de los vecinos del barrio (Geertz, 1992).

Para acercarme a este último objetivo me basé en relatos obtenidos a través de entrevistas

y conversaciones informales, participación en reuniones, acompañamiento en proyectos barriales,

así como en observaciones realizadas tanto en las calles del barrio, como en algunas instituciones

y organizaciones de Reconquista. Central para la personal inserción en esta temática y su

desarrollo hasta la actualidad ha sido mi participación en el Centro de Estudios de Pedagogías

Contemporáneas6. En rigor, la basura como eje de interrogación es resultado de una primera

6 Equipo dirigido por la Dra. Silvia Grimberg con sede en la Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín.

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etapa de la investigación que desde el año 2006 este equipo desarrolla en escuelas de la zona. A

través del relato audiovisual producido por adolescentes en el marco de un taller de video

documental que se realiza en una de dichas escuelas, es que se ha realizado el primer

acercamiento a esas diversas y también contradictorias maneras en que se presenta la basura en la

vida de los jóvenes y del barrio7. A partir de esta perspectiva de análisis intenté hacer confluir

dialógicamente los modos en los que estos procesos sociales son vividos, producidos y

reproducidos, tamizados, experienciados, pensados y narrados por los sujetos, en el marco de una

situación social particular demarcada por la propia vivencia de estas relaciones hacia el interior

de dicho barrio.

Cabe destacar que esta investigación no se centró en el estudio de los sujetos implicados

en estos procesos y dinámicas en cuanto individuos particulares, sino en las diferentes relaciones

que éstos, enmarcados en esta situación de extrema pobreza urbana y degradación ambiental,

establecen cotidianamente con la basura. Como supo escribir Geertz (1992, 33): “Los

antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios…); estudian en aldeas”, y lo que

pretendí estudiar son estas relaciones que posibilitan y en cierta medida condicionan un tipo de

sobrevivencia urbana, las cuales también presentan dimensiones problemáticas no circunscriptas

al caso específico estudiado por mí sino que más bien pueden comprenderse como “comunes”

con otros contextos urbanos de similares características. Si bien es cierto que barrio Reconquista

puede presentar sus particularidades.

Por otra parte, he focalizado mi mirada y análisis en estas relaciones hacia dentro de los

límites del barrio. Mi interés está puesto en cómo se articulan estas relaciones al interior del

propio espacio de Reconquista. Es una obviedad que la vida de sus habitantes no se circunscribe

al territorio demarcado por sus fronteras. En el caso de quienes viven a costa de la actividad del

cartoneo, quienes diariamente “salen” del barrio para recuperar materiales desechados, esto es

7 Cabe señalar que el taller audiovisual –como parte del proyecto de investigación- se realiza una vez por semana durante el horario escolar y participan docentes de la institución educativa local junto con cineastas, investigadores y estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín. La propuesta del taller audiovisual consiste en que sean los propios estudiantes de la escuela quienes seleccionen los temas que desean filmar para la producción de un video documental sobre su vida cotidiana. Así fue que la cuestión de la basura, el cirujeo y la “contaminación” del barrio emergió para el análisis. La primera producción en este marco fue el video documental Re Copada (2009), realizado conjuntamente por el Centro de Estudios de Pedagogías Contemporáneas y una escuela secundaria de la zona.

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también muy evidente. Sin embargo en esta investigación no he seguido a los sujetos en sus

periplos cotidianos hacia “afuera” de éste. Entiendo que dichas relaciones implican y hablan de

una interpenetración profunda y continua con el “afuera”, sin la cual serían incomprensibles e

inconcebibles. A pesar de esto, centrar mi estudio dentro del propio barrio me permitió observar y

reflexionar acerca de algunas cuestiones sociales, que están hondamente implicadas en estas

dinámicas que atraviesan la basura, y que adquieren características particulares hacia el interior

de este espacio. Espacio dentro del cual los residuos urbanos constituyen tanto un recurso vital

como un problema ambiental8, por lo que se presenta como un problema atravesado por

conflictos y perspectivas encontradas.

Considero como hipótesis central de trabajo que la complejidad de la problemática de la

basura hacia el interior de un barrio como Reconquista, señala que ambas dimensiones –lo social

y lo ambiental- son difícilmente disociables en su cotidianidad, y esta relación profunda se

manifiesta en las formas en que se presenta y se “vive” la basura en el mencionado contexto

urbano.

8 Cabe manecionar que la problemática ambiental no siempre es acusada o está presente en los relatos de los vecinos como tal, o como una cuestión central de las necesidades o reclamos del barrio, si bien es cierto que suele aparecer en casi todas las conversaciones que pude mantener con ellos. A veces he tenido la sensación de que mi sola presencia condicionaba en parte a hablar sobre el tema. Aunque también debo decir que esto me parece lógico en un contexto urbano signado por tan profundas necesidades de diverso tipo, donde la cuestión ambiental es sólo una problemática más del barrio. También es cierto, y concordando en este punto con Auyero y Swistun (2008), que la experiencia de la contaminación ambiental está permeada de sentires, acciones y discursos encontrados, propios y ajenos, todos los cuales se articulan en la cotidianidad de la vida en espacios como Reconquista, y resultan en una experiencia de la contaminación “difusa”, “confusa” o por lo menos no muy clara hacia el interior del barrio.

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Antecedentes

El rastreo bibliográfico en relación al tema de esta investigación se realizó en dos

direcciones. Por un lado se indagaron trabajos relacionados con la existencia de basurales y la

gestión de la basura, así como investigaciones centradas en “barrios- basurales” que dan cuenta

de la problemática ambiental concentrada en dichos contextos urbanos. Por otro, se buscaron

trabajos referidos al fenómeno del cirujeo o cartoneo. En ambos casos la búsqueda estuvo

orientada especialmente –pero no exclusivamente- a lo producido en nuestro país y en América

Latina. Es importante mencionar que la cuestión ambiental ligada a este tipo de barrios adquiere

cada vez más relevancia, dada la particular lógica de urbanismo y poblamiento que caracteriza

históricamente estos espacios.

Un trabajo que se puede mencionar en la primera línea de análisis es el de Davis (2007).

La escala del trabajo es global, ya que trata el problema del surgimiento y desarrollo de lo que

llama “áreas hiperdegradadas” a lo ancho del mundo. Estas serían áreas urbanas caracterizadas

por el hacinamiento de sujetos, sin acceso a ninguna o casi ninguna clase de servicios estatales y

vinculadas en la mayoría de los casos a serios problemas ambientales. En el desarrollo del tema

expone las causas del origen de estos espacios, se pregunta por los procesos sociales e históricos

que desencadenaron esta “urbanidad” que se ubica en las antípodas de lo que la idea moderna de

ciudad prometía en su nacimiento. Estos espacios lejos de representar anomalías en la ciudad, por

su generalización a gran escala y crecimiento a lo largo de las últimas décadas, deben

comprenderse como partes constitutivas de las grandes ciudades de la actualidad, es decir

profundamente implicadas con los procesos y lógicas propias que se refieren al desarrollo de los

centros urbanos de nuestro tiempo.

En lo referido al problema ambiental en barrios afectados por la presencia de basura y

contaminación en contextos urbanos, un trabajo central es el de Auyero y Swistun (2008). Como

sus autores manifiestan, su objetivo fue realizar un trabajo etnográfico que dé cuenta de cómo

experimentan los vecinos de una “villa miseria” el problema de contaminación que padecen en

ella. Al respecto sostienen que la experiencia de la contaminación ambiental es un producto

socialmente construido, a partir de vivencias, voces y discursos diversos, incluso opuestos. Por

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otro lado y más allá de esta cuestión que adscriben a un plano más “subjetivo”, procuran también

dar cuenta de la contaminación “objetiva” que sufre la zona y por tanto los habitantes del lugar.

En esta línea de trabajos también se puede citar la investigación de Shammah (2009),

donde el foco está puesto en los actores sociales que intervienen en la gestión de los residuos

sólidos urbanos y el rol que éstos cumplen en la creación y el desarrollo de basurales a cielo

abierto. La investigación analiza la cuestión dentro del marco de procesos sociales vividos en

nuestro país, complejizando el problema de la gestión de la basura y los basurales en la ciudad.

En este trabajo se profundiza el problema de los basurales como una fuente de contaminación y

afecciones a la salud de las poblaciones cercanas, vinculándose a la cuestión de derechos

ciudadanos de sus habitantes.

Otro autor central como antecedente es Suárez (1998), quien se propone caracterizar las

distintas formas que fue adquiriendo la gestión de los residuos sólidos en la Ciudad de Buenos

Aires desde una perspectiva histórica. Suárez destaca que cada modalidad de gestión de residuos

estuvo ligada a una política urbana determinada para cada momento histórico. De esta manera el

autor sistematiza cuatro períodos diferenciados: un primer momento donde la basura se arrojaba

en espacios fuera de la ciudad o en sus espacios intersticiales como zanjas, pozos, etc.; en un

segundo momento priman los vaciaderos en los bordes de la ciudad; en el tercer momento se

intensifica la incineración de la basura como forma de reducir su volumen y evitar las

enfermedades que se desprenden de su presencia y acumulación; en cuarto lugar y a mediados de

la década del 70` del siglo anterior aparecen los rellenos sanitarios.

Por su parte Guillermo (2004) desarrolla desde una perspectiva histórica y arqueológica el

proceso de descarte de basura realizado en Buenos Aires. Analiza cómo este proceso en dicho

ámbito urbano generó diferentes lugares para la disposición de residuos –calles, fondo de casas,

pozos específicos para ese uso, zanjones y riberas de ríos, terrenos inundables, vaciaderos

transitorios y depósitos (quemas) definitivos, los rellenos sanitarios- exponiendo las

características de cada uno de ellos a partir de vestigios materiales, en un intento por lograr

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comprender el funcionamiento de dichos espacios en el contexto general de la ciudad a lo largo

de su historia.

Particularmente estos trabajos resultan relevantes en cuanto a la información que ofrecen

para comprender lo que llamo la “espacialización” de la basura en la ciudad. Es decir cómo a lo

largo de la historia se van “produciendo” los espacios destinados a recibir la basura urbana.

Entre los trabajos centrados en la segunda cuestión –los estudios sobre el cartoneo- cabe

mencionar los de Vergara (2006, 2007a, 2007b), quien analiza la cuestión desde una perspectiva

marxista, destacando cómo la lógica de expropiación de energía y fuerzas de trabajo propia del

sistema capitalista sigue operando en estos contextos de exclusión, ya que es a costa de la

situación de empobrecimiento y necesidad en que viven los sujetos como se recupera materia

prima aún útil para la industria. La propia corporalidad de los cartoneros se transforma en

mercancía en ese proceso de desgaste de energías que constituye la recuperación, clasificación y

venta de los materiales obtenidos. De esta manera la autora logra entender a los sujetos

implicados en la recuperación de residuos y dichas prácticas no como algo marginal o residual,

sino como una parte integral y definida dentro de la dinámica socio-económica urbana de nuestra

sociedad. Mi propio planteo de la cuestión también procura analizar este fenómeno desde un

punto de vista relacional, es decir dentro del marco de las relaciones socio-económicas,

considerando que no se pueden comprender los vínculos que los habitantes de un barrio

establecen con la basura sin atender al contexto social e histórico dentro del cual se inscriben sus

vidas. Por mi parte considero relevante complementar esta perspectiva con un análisis que

articule estas relaciones socio-económicas con el universo significativo de los propios habitantes

del barrio.

En esta misma línea de análisis, Schamber (2006, 2008) propone una revisión del

concepto de "cartonero", e intenta hacer una distinción en la que diferencia la significación de

esta palabra de un uso “corriente” -aquel que relaciona el término con vagabundo o sin techo-

otorgándole entonces el reconocimiento de una actividad productiva. Por otra parte se ocupa de

realizar una descripción de los sujetos que se dedican a esta actividad a través de un análisis que

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sitúa al cartonero como parte de un "engranaje productivo", que contribuye con su trabajo como

materia prima al "circuito del reciclaje". De esta manera se explican las vinculaciones existentes

entre los eslabones de la cadena productiva que genera la basura: cartoneros, depósitos e

industrias. Así, frente a una autonomía relativa del trabajo cartonero aparece una interconexión

profunda que condiciona esta actividad dentro de un circuito, en el cual el ciruja ocupa el último

eslabón.

Cabe destacar los trabajos de Gorbán (2006, 2011). En el primero la autora se centra en

los cartoneros que desde sus barrios, en la periferia urbana, viajaban9 en el llamado “tren blanco”

para realizar su trabajo en la Capital Federal. El análisis se realiza sobre las significaciones

sociales construidas por los propios actores acerca de los espacios que articulan las mencionadas

prácticas cartoneras: la calle, el barrio y el tren. En el segundo trabajo Gorbán, intenta “reponer”

la actividad del cartoneo dentro del marco de “lo posible” para los sectores urbanos

empobrecidos, entendiéndola como un recurso de vida o una alternativa más a su disposición en

un contexto dado.

Alvarez (2011) es otro de los autores que trabaja la recuperación de basura pero desde una

perspectiva que atiende más a la situación política que la rodea. Se focaliza en la idea de conflicto

que se genera entre los diferentes actores involucrados en la cuestión de la basura urbana y su

reciclado. Dentro de este espectro su análisis se concentra en las plantas sociales operadas por

organizaciones barriales que fueron el resultado de una sucesión de conflictos entre “quemeros”

(cirujas) y policías en el predio del CEAMSE. Así, el autor menciona que la relación con los

cirujas fue pasando progresivamente del enfrentamiento, a la negociación y la construcción

política, donde la puesta en marcha de estas plantas sociales de cogestión estatal y barrial

constituye una experiencia sin precedentes en lo referido a la basura. Sin embargo para el autor el

conflicto no queda dirimido con esta iniciativa, ya que el Estado mantiene una estrategia mixta

que consiste, por un lado, en mantener el dispositivo del enterramiento de la basura –lo que

perjudica el medio ambiente pero significa una reducción de costos para las empresas privadas- y

9 El “Tren Blanco” ya no funciona. Fue un servicio de ferrocarril “especial” vigente desde el año 2000 hasta el 2007 implementado por la empresa TBA, cuyo trayecto unía la Capital Federal con José León Suárez y estaba destinado al transporte de los cartoneros y sus carretas.

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por otro, permite y participa de la formación de emprendimientos sociales que posibilitan atenuar

la situación conflictiva entre los actores y constituyen una política ambiental de avanzada.

Perelman (2010) por su parte analiza, desde un dispositivo etnográfico y el análisis de

documentos, la forma en que los cartoneros se apropian del espacio urbano en el centro de la

ciudad, como también la forma en que le hacen frente a los estereotipos sociales que los

estigmatizan ante el resto de la sociedad. De esta manera da cuenta de los usos y estrategias que

elaboran los cartoneros para enfrentar y convivir con la diferencia social que se expresa en los

estigmas. En otros de sus artículos (2008, 2012) se plantea el objetivo de presentar una

descripción de las maneras en que se realiza la recolección informal de residuos en la ciudad de

Buenos Aires en la actualidad, centrándose en la figura del ciruja e intentando abordar los modos

en que la actividad es vivida por dicho sujeto. Para poder dar cuenta de esto plantea una

aproximación al proceso de construcción social del cirujeo, los modos en que esta actividad fue

conceptualizada, como así también a las trayectorias de vida de las personas implicadas en él. Si

bien este trabajo es interesante desde el punto de vista de la construcción subjetiva del cartonero,

mi planteo intenta vincular esta construcción con los modos de habitar el propio espacio del

barrio.

Un trabajo que desarrolla ambas cuestiones –cartoneo y basurales- es el de Paiva (2006),

acercándose aún más a mi propia línea de investigación. El objetivo del artículo es analizar

retomando a Suárez (1998) las distintas etapas históricas de la gestión de los residuos sólidos

urbanos en la ciudad de Buenos Aires desde su fundación hasta fines del siglo XX, para indagar

además sobre el origen y las transformaciones en la recolección informal de basura como práctica

de supervivencia. La hipótesis que sostiene en dicha investigación es que a mediados de la

década de 1990 aparecen nuevas modalidades de recolección informal, tal como las cooperativas

de recuperadores y nuevos modos de cirujeo que no existían en etapas anteriores, y que son el

producto de las crisis sociales y económicas concentradas en dicho período. Lo que el artículo

prácticamente no aborda es el problema de la contaminación que acarrean los basurales para la

vida de los habitantes de los barrios cercanos.

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Suárez en otro de sus trabajos (2001), se centra en los actores formales e informales de la

gestión urbana de los residuos sólidos y en las características del cirujeo en los municipios de

Malvinas Argentinas y José C. Paz, ubicados ambos en el Conurbano Bonaerense.

Ahora bien retomando a Davis (2007), si lo propio de las ciudades de nuestro tiempo es

entre otras cosas la producción de áreas urbanas hiperdegradadas, esto es focos urbanos de

extrema pobreza y contaminación ambiental, debida tanto a la presencia de acumulaciones

masivas de basura y desechos domiciliarios e industriales como a la irregularidad de los servicios

públicos, las preguntas que orientan esta tesina son: ¿cómo se relacionan espacialmente basura y

pobreza? ¿Cuáles son los vínculos –de los cuales el cartoneo siendo central no constituye el

único- que teniendo como marco esta espacialización los sujetos establecen con la basura en una

villa miseria del conurbano Bonaerense?

Para dar cuenta de la investigación realizada y distinguir las dimensiones encontradas en

el trabajo de campo, he organizado la presentación de esta tesina en cinco capítulos que se

detallan a continuación:

En el primer capítulo se ahonda el proceso del desarrollo de las villas miserias en Buenos

Aires cuya aparición se remonta a principios del siglo XX. Explicaré cómo poco después el

proyecto industrializador del país que cobra vigencia en la primera mitad del siglo pasado y que

se acentúa con el correr de los años, provoca un crecimiento demográfico sin precedentes en la

ciudad de Buenos Aires producto de la intensa migración rural. Esta migración sobrepasa la

capacidad de vivienda y trabajo que la ciudad en desarrollo brindaba, lo que se traduce en un

proceso de expansión y reproducción de los barrios periféricos que se ve drástica y especialmente

potenciado a partir de las últimas décadas del siglo XX. Esto es a causa de las sucesivas crisis

económicas y las políticas neoliberales que afectaron profundamente a los sectores más

vulnerables de nuestra sociedad.

El capítulo segundo se propone analizar con más detalle cómo estos procesos históricos y

situaciones sociales descriptas en el capítulo anterior conmovieron de forma específica al partido

de General San Martín, partido del conurbano donde tiene lugar este estudio. En particular se

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indagará en la relación entre estos factores y el surgimiento y desarrollo del barrio donde se

realizó esta investigación. En este capítulo por tanto propongo una descripción de algunas

particularidades acerca del origen, el crecimiento y la fisonomía propia del barrio Reconquista.

El tercer capítulo está planteado como una articulación entre los dos primeros capítulos,

más históricos y contextuales y los dos finales, donde se desarrolla propiamente el tema de esta

tesina. En primer lugar aquí se propone de forma introductoria el seguimiento histórico de la

gestión y tratamiento de la basura, así como el proceso de instalación de basurales en la Ciudad y

Provincia de Buenos Aires. Se introduce la cuestión del cirujeo como una práctica urbana que

permitirá sobrevivir a grupos de sujetos cada vez más numerosos. Hacia el final del capítulo me

propongo relacionar la creación de basurales y la formación de villas sobre ellos o en terrenos

aledaños, como resultado de un doble proceso de espacialización periférica: la espacialización de

la basura y la pobreza en el contexto urbano. Esto a los efectos de comprender esos espacios

“marginales” como lugares complejos de relación entre basura y pobreza en la ciudad. En este

sentido este capítulo constituye la base sobre la cual se profundizarán los lugares de la basura

analizados en el barrio Reconquista.

En los últimos dos capítulos propongo la reconstrucción etnográfica de lo que aquí se

llama “los lugares de la basura” en el barrio de Reconquista. Esta reconstrucción busca dar cuenta

de la experiencia que los vecinos del barrio construyen en torno a la basura, experiencia que

atraviesa las corporalidades y el imaginario, los vínculos sociales, las conexiones con el “afuera”

del barrio, la relación con los mismos materiales desechados y la propia sobrevivencia.

Esta reconstrucción se presenta discriminada en la figura de niveles o capas. En el

capítulo cuarto se desarrolla una de estas relaciones que se establecen en Reconquista entre los

vecinos y la basura, basura que en su cotidianidad se presenta como el paisaje propio del barrio.

En este capítulo se busca comprender la presencia constante de la basura como parte cotidiana de

la “escenografía” y las vivencias diarias del vecindario. En esta línea se propone que la basura

constituye una cuestión por demás compleja, ya que por un lado se presenta en forma de material

de construcción de la propia vivienda de los habitantes y por otro, como un problema concreto de

degradación ambiental.

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En el quinto y último capítulo desarrollaré otro de esos “lugares” que una gran cantidad de

los vecinos del barrio establecen cotidianamente con la basura: la basura como un recurso de

subsistencia. Son dos los ámbitos que los vecinos de Reconquista frecuentan en este sentido. Hay

quienes van a cartonear a la “quema” –basural dentro de las instalaciones del CEAMSE donde va

a parar la gran mayoría de los desechos de la ciudad y el conurbano bonaerense- y quienes van a

Capital u otros centros urbanos. Estos constituyen espacios bien diferenciados, así como es

diferenciada la dinámica propia del cartoneo que se realiza en cada uno de estos contextos. No

obstante hay ciertas significaciones comunes y otras distintas asociadas a ellos, cuestiones que

expondré a lo largo del capítulo diferenciando dos posibles utilizaciones de la basura: la basura

como comida y la basura como un recurso para generar un ingreso económico.

Finalmente en las conclusiones planteo una síntesis de lo expuesto a lo largo de la tesina,

buscando construir un sentido analítico acerca de la experiencia de la basura en un barrio como

Reconquista. Una experiencia que como ya se mencionó, está cruzada por diversas relaciones y

vínculos que se establecen entre los vecinos y los residuos urbanos en la cotidianidad de la vida

barrial. Para finalizar propongo nuevas reflexiones y puntas de análisis que podrían desprenderse

o continuar a partir de la investigación hasta aquí realizada.

Page 19: Los lugares de la basura : sujetos y residuos en un barrio ...

19

Capítulo 1

La pobreza en la ciudad. Problematización histórica y social

del caso.

¿Cuántos años tienen? ¿Cómo son? ¿Quiénes viven en ellas? El hombre de la ciudad no siempre las conoce, pasa atemorizado

ante esa acumulación de chapas y maderas cuya impresión de desorden le molesta. Maldice su suerte si le toca vivir al lado de una. Observa con temor

el ir y venir de los hombres que las habitan hacia el trabajo, la intrusión de sus mujeres en los comercios del barrio, la travesura descalza de sus enjambres de niños.

Ratier, Villeros y villas miseria.

Los espacios urbanos que conocemos como “villa miseria”10 se remontan a las primeras

décadas del siglo XX. Las villas miserias, o más simplemente “villas”, son espacios ocupados de

forma espontánea por individuos o grupos familiares que, a falta de recursos, son desplazados

hacia allí por una situación económica y social desfavorable. Espacios marcados por la falta de

planeamiento urbano de todo tipo, por la “ilegalidad” de la posesión de la tierra y por la

sobrevivencia en gran medida dependiente de los propios medios en los márgenes del mercado.

Siguiendo a Ratier (1985) su aparición se debió al quiebre en los términos del intercambio

–exportación de materias primas, importación de manufacturas- que tanto habían favorecido el

desarrollo del país en épocas anteriores. Las crisis económicas que se sucedieron a partir de ese

momento golpearon a los sectores más desfavorecidos del medio rural generando desempleo e

inestabilidad. Esta situación va a sumarse a una realidad prácticamente histórica de nuestro

campo: las condiciones precarias de trabajo y contratación a las que eran sometidos sus

habitantes por terratenientes, ingenios y otras empresas rurales. Por otra parte, el mismo quiebre

en el intercambio internacional mencionado tendrá como consecuencia la primera expansión de la

industria nacional, que buscará sustituir las importaciones que se habían vuelto más caras y en

algunos casos inaccesibles. Las ciudades más grandes del país -con Buenos Aires como caso

arquetípico y más notable- empiezan a crecer y se transforman en el foco de las esperanzas de los

10 Término según Ratier (1985) acuñado por el periodista Bernardo Verbitsky.

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grupos de personas expulsados del campo cada vez de forma más creciente. La villa nace así

como una extensión de la ciudad, cercana a las posiblemente únicas fuentes de trabajo para esa

población empobrecida y desplazada del interior.

Este proceso iniciado en las primeras décadas del siglo XX es llamado por Romero (1986)

“explosión urbana”, haciendo referencia al movimiento demográfico migratorio que desde zonas

rurales y pequeñas ciudades del interior, hizo crecer desmesuradamente las principales ciudades

de Latinoamérica, entre ellas Buenos Aires. Sin embargo, la promesa de trabajo e integración que

encarnaba la ciudad sobrepasó la realidad y en los mismos márgenes de su periferia comenzaron

a crecer y consolidarse asentamientos y villas de emergencia, caracterizados por la precariedad de

sus construcciones, que en la mayoría de los casos levantaban sus mismos ocupantes,

asentamientos a los que no llegaba prácticamente ninguna clase de cobertura social ni servicios

públicos (Svampa, 2002).

Así, la fisonomía de la ciudad se vio profundamente modificada por la explosión urbana,

transformándose en un espacio en el que convivían el desarrollo urbano con el desempleo y la

miseria (Romero, 1986). De esta manera irrumpe en la ciudad más que en cualquier otro

momento anterior en su historia, un contingente de personas que subsiste bajo la sombra de ésta,

que aprende a sobrevivir a través de diferentes prácticas que le permiten proveerse, de forma

deficiente y precaria claro está, las necesidades más básicas de subsistencia, como son vivienda,

comida y vestimenta.

Fue llamativo el espectáculo de todo lo que se pudo crear con los desperdicios sin valor de la sociedad industrial, de todo lo que pudo obtenerse con una mínima capacidad adquisitiva, de todo lo que se le pudo arrancar a las sociedades de consumo… Casi se inventó una cultura material de los desperdicios: Casas, muebles, utensilios, todo salió de lo que les sobraba a otros. Y en ese marco se constituyeron familias, se criaron niños y crecieron adolescentes, confrontando lo que les faltaba con lo que les sobraba a otros, o peor aún, a ese mundo indefinido de los productos industriales que dejaba en los vaciaderos de basura bolsas de nylon, pedazos de madera, chapas inservibles, latas diversas, trapos o prendas de vestir, y hasta sobras de alimentos, que podían llegar a ser suculentas si provenían de restaurantes de lujo (Romero, 1986: 376).

Más tarde, a partir de la década del ‘40 del siglo pasado, en la Argentina se impone un

modelo que recibió el nombre de nacional- popular, el cual se basó en dos pilares fundamentales:

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21

el hincapié en las industrias de sustitución de importaciones y una política, aunque limitada,

redistributiva en muchos aspectos sociales, lo que se traduce en mejores condiciones de vida para

sectores de la población antes relegados (Torre y Pastoriza, 2002). Esto motivó aún más la rápida

y creciente ocupación y ensanchamiento de la periferia de Buenos Aires. El crecimiento y

desarrollo de la ciudad permitió la integración de vastos sectores populares, en gran medida

provenientes del interior, que se asentaban en los nuevos espacios suburbanos de forma masiva y

continua. Durante este período la villa se convirtió en el destino transitorio, en un “primer paso”

de quienes creían haber iniciado con el arribo a la ciudad un camino de ascenso social. Creencia

en muchos casos justificada ya que de este período datan los primeros grandes programas de

promoción social y creación de viviendas y barrios destinados a sectores populares y obreros

(Ratier, 1985).

Sin embargo la situación se va a ver drásticamente agravada a partir de la década del ´70,

cuando las villas comienzan a crecer a un ritmo tan constante como traumático, en tanto en este

período espacios que estaban “vacíos”, y constituían bañados, totorales, terrenos escasamente

poblados, se transformaron en espacios densamente poblados (Curutchet, Grinberg, Gutiérrez,

2012). Esto se debió a que las situaciones de pobreza ya presentes en la ciudad fueron

profundamente agravadas con las crisis socio-económicas que se avienen en América Latina a

partir de las décadas finales del siglo.

A pesar del estancamiento y la recesión económica que estas crisis implicaron, la ciudad

seguía creciendo: “el motor de esta <urbanización generalizada> se encuentra en la reproducción

de la pobreza y no en la reproducción del empleo” (Davis, 2007: 30). Si las primeras villas de la

ciudad estaban íntimamente relacionadas con la industrialización por sustitución de

importaciones, en este nuevo contexto se relacionan profundamente con la desindustrialización y

las políticas de ajuste estructural (Auyero y Swistun, 2008). Una de sus razones fue que las

ciudades continuaron absorbiendo los resultados de la profunda crisis del medio rural, actuando

como un foco de atracción para los contingentes de esperanzados migrantes del campo que

buscaron con su radicación en el contexto urbano -aunque sea en sus zonas periféricas

devaluadas- un mayor o posible acceso a alguna fuente de subsistencia (Davis, 2007).

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A partir de ese momento los procesos que cada vez cobran más peso en el escenario

económico nacional serán el estancamiento económico, el ajuste estructural, la desinversión y la

desindustrialización. Siguiendo a Auyero (2001), la tasa de desempleo en la Argentina pasará de

un 5% en 1974 a un 18,6% en 1995, y a partir del “Plan de Convertibilidad” en 1991, crecerá un

200% hasta la publicación de su trabajo, siendo el conurbano bonaerense la zona más afectada

por los fenómenos de desindustrialización y su consecuente desempleo. Las villas se convierten

así en el destino final de las crecientes “legiones de pobres” y se constituyen, en el contexto de

las décadas finales del siglo anterior, como “espacios repletos de privaciones acumuladas donde

las esperanzas de movilidad social ascendente (…) han prácticamente desaparecido” (Auyero y

Swistun, 2008: 44).

Estos procesos que se acentúan con el correr de los años y que harán pico en la década del

‘90 e inicios de este siglo, implicaron entre otros aspectos una transformación en la forma en que

el Estado se hará presente en la sociedad; para donde quiera que se mire, “el Estado es menos

integrador, menos redistribuidor, menos prometedor” (Prévöt Schapira, 2001: 36). Las formas de

asistencia estatal en todo el mencionado período más que en cualquier otro, se caracterizarán por

su descentralización, por su localización y sobre todo por un carácter compensatorio, ya que

buscan mitigar los efectos de la extrema pobreza provocada por las crisis y la liberalización

creciente de la economía, sin abordar los problemas sociales de forma estructural.

El Estado en la lógica del neoliberalismo lejos de retirarse, abandona una forma de

gobierno del espacio para que otra entre en juego. Para Grinberg (2008) implica una

transformación del Estado y de las prácticas y lógicas de gobierno, donde la responsabilidad

individual pasó a ser el eje de nuestras sociedades. Esta lógica respondió a un nuevo modo que

asume la biopolítica (Foucault, 2007), en el que del hacer vivir se habría pasado al dejar vivir,

donde pareciera que el estado ya no aseguraba la protección de la vida (Grinberg, 2009). Esta

traslación de responsabilidades se terminó manifestando de forma más clara en los espacios

signados por la extrema pobreza y la miseria urbana, donde la lógica de la planificación urbana y

el acceso a la “ciudad” en forma de servicios públicos, integración social y trabajo formal estuvo

prácticamente inexistente. Aquí, más que en cualquier otro contexto, fueron los sujetos, las

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23

propias comunidades, quienes debieron hacerse cargo en gran medida de la gestión del espacio

urbano.

Datos del período neoliberal inscriptos en esta lógica son, no solo la falta de inversión en

infraestructura pública que respondiera al veloz crecimiento urbano, sino también una

degradación constante de los sistemas públicos de salud y de educación, así como de las políticas

públicas de vivienda cuya inversión a inicios de la década del ‘90 cae un 33% con respecto a la

de la década del ‘80 (Auyero, 2001; Lo Vuolo y Barbeito, 1993). Estos procesos constituyen

algunas de las bases sobre las que se asentará “la producción en masa de áreas urbanas

hiperdegradadas” (Davis, 2007: 31). Se trata de una urbanización realizada a partir de la propia

agencia de los sujetos que a falta de otros medios, levantan sus propias viviendas en los cordones

periféricos que sucesivamente se anexan al núcleo de la ciudad o en zonas devaluadas en su

propio interior, careciendo de toda clase de servicios públicos y desarrollando todo tipo de

empleos informales para asegurarse la subsistencia.

Según Davis (2007) la mayor parte del crecimiento poblacional urbano de este mismo

período a nivel mundial se desarrolla “en el Tercer Mundo y ha sido absorbido por las

comunidades hiperdegradadas de la periferia urbana” ya existentes (2007: 57). Por su parte, la

situación de crecimiento desproporcionado del desempleo en ese período coincide con un auge

sin precedentes del trabajo informal y precario (Cieza y Beyreuther, 1996). De la misma manera,

las prácticas de cirujeo que se verán notablemente potenciadas en la década del ’90 constituyen

una clara consecuencia de estos procesos sociales (Paiva, 2006; Gorbán, 2006).

En este marco de transformaciones sociales que se expresaron de modos dramáticos en la

década del 90´ y principios del siglo XXI, se ven insertos los individuos que por doquier son

arrojados ante el implacable recrudecimiento de la lógica neoliberal. Ahora bien, la pobreza no

constituye un fenómeno que en un determinado momento “aparece” en la ciudad. La pobreza es

parte constitutiva de ésta, por lo menos en los términos de la ciudad industrial moderna, ya que

ésta motoriza –y en buena medida se puede considerar que es indispensable para su desarrollo- la

proliferación en los centros urbanos de una población potencialmente obrera, población que

terminará desbordando los límites de lo previsto provocando hacinamiento, miseria y epidemias

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desde sus propios orígenes (Foucault, 1999). Para fines de siglo XX se trata de una población que

ya difícilmente podrá integrarse de forma concreta y satisfactoria al sistema productivo de la

sociedad debido a las situaciones crecientes de precarización laboral y desempleo (Merklen,

2005). Para Foucault (1999) lo que sucede en ese contexto de finales de siglo XX, obedece más

que a una aparición, a una reconfiguración de la pobreza que implica particularidades específicas

al interior de la ciudad.

Las crecientes situaciones de empobrecimiento, desigualdad y fragmentación social citadas,

afectaron de manera particularmente dramática a los sectores de la población socio-

económicamente más vulnerable a los embates de dichos procesos, y una de las particularidades

de esta reconfiguración de la pobreza implicó transformaciones territoriales que se caracterizaron

por el surgimiento de nuevos, y el ensanchamiento de viejos, asentamientos y villas miserias.

Resultado y reproductor de la creciente desigualdad social (Auyero y Swistun, 2008) la profusión

de estos enclaves y su generalización a escala mundial en muchas grandes ciudades lleva a

considerar que los conceptos de “marginal” o “periférico” para referirse a ellos deberían ser

cuestionados y problematizados (Davis, 2007). La pobreza es una parte constitutiva de la ciudad

moderna, o por lo menos una realidad bien definida de ésta. Se podría considerar que las zonas

urbanas hiperdegradadas también lo sean, en el caso de las ciudades que se configuran hacia fines

del último siglo. En este sentido, nuestro país está inscripto dentro de un fenómeno cuyas

dimensiones deben considerarse a escala global, aunque cada espacio pueda adquirir

características específicas relacionadas con una historia y un contexto social particular.

Así pues, las ciudades del futuro se encuentran lejos del cristal y del acero con que las imaginaban generaciones anteriores de urbanistas: la realidad nos presenta un panorama de ladrillo sin coser, paja, plástico reutilizado, bloques de cemento y tablones de madera. En lugar de ciudades de luz elevándose hacia el cielo, la mayor parte del mundo urbano del siglo XXI se mueve en la miseria, rodeado de contaminación, desechos y podredumbre. (Davis, 2007: 3)

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Imágenes de Reconquista: una de sus calles principales.

Casas y parte de la ribera del “zanjón”.

Las ciudades modernas se presentan como un todo heterogéneo que nuclea espacios muy

disímiles. Zonas céntricas, barrios de grandes edificios, barrios residenciales, barrios privados,

barrios de “clase media” en toda su gama, barrios obreros y una gran cantidad de zonas urbanas

hiperdegradadas. Sin embargo, estos espacios no se presentan en la dinámica social diaria de la

ciudad como autónomos o incomunicados. Todo lo contrario, tanto el propio desarrollo de las

ciudades como las trayectorias de los sujetos que viven del cartoneo o cirujeo, hacen evidente que

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aquella dinámica social excede los límites territoriales con que comúnmente fijamos los espacios,

que la ciudad lejos de reducirse a “centro” y “periferia”, “urbano” y “marginal” como categorías

estáticas, debe considerarse en términos más complejos, relacionales y dinámicos. El margen y la

periferia remiten a algo sin lo cual no tendrían sentido, es decir a un espacio o la región central de

un cuerpo, y viceversa, no hay centralidad sin la idea de margen u orilla.

Las villas miserias constituyen en términos generales espacios geográficamente marginales

con respecto al espacio central de la ciudad, al mercado de trabajo y al consumo de bienes y

servicios urbanos, pero no por esto deja de constituir un espacio social urbano definido dentro del

conjunto de la ciudad. La propia ciudad constituye una totalidad problemática donde diversas

unidades sociales –sujetos y espacios- coexisten y se relacionan íntimamente (Hannerz, 1993). En

su interior, estas unidades se definen por las relaciones que los vinculan en la trama social urbana

(Foucault, 1967), posibilitando y reproduciendo incluso su propia existencia a partir de procesos

históricos y sociales específicos de dicho desarrollo.

En este capítulo presenté de forma sintética cuales fueron los procesos sociales que

promovieron el surgimiento y desarrollo de las llamadas “villas miserias”, buscando comprender

a la pobreza urbana como una parte constitutiva del propio devenir de las ciudades modernas.

Ciudades que deben comprenderse como un todo de partes heterogéneas. Ahora bien, teniendo en

cuenta este marco de relaciones sociales profundas que se establecen entre los sujetos y los

espacios al interior de la ciudad, en el siguiente capítulo interesa analizar cómo estos procesos

sociales e históricos hasta aquí analizados en una escala más global se desarrollaron en el Partido

de General San Martín en el Conurbano Bonaerense. Se hará foco especialmente en cómo estos

procesos incidieron en el surgimiento y desarrollo del barrio Reconquista, y cómo afectan en la

actualidad la vida de los sujetos en su interior.

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Vecinos y casas del barrio Reconquista.

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Capítulo 2

Aproximación a Barrio Reconquista

Reconquista es un barrio lindo. A veces se pone feo porque hay mucha basura. En el fondo, donde se encuentra el zanjón, el agua es sucia y contaminada.

Hay animales, como perros, gatos, caballos y hasta chanchos. Las personas viven de lo poco que sacan del famoso Cinturón.

Y de ahí sacan mercadería y cosas para vender, como el plástico de botella o nylon.

Marcos, Peligro. Reconquista. Cuentos de la villa.

En el capítulo anterior describí cómo el proyecto industrializador del país que cobra

vigencia en la primera mitad del siglo pasado y que se acentúa con el correr de los años, provoca

un crecimiento demográfico sin precedentes en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, esta

“explosión urbana” se produce en gran medida sin una correspondiente inversión en

infraestructura de parte estatal. Así las villas miserias, cuya aparición se remonta a principios del

siglo XX, comienzan un proceso de expansión y reproducción que se ve drásticamente

potenciado a partir de las últimas décadas de dicho siglo, a causa de las sucesivas crisis

económicas y las políticas neoliberales que afectan profundamente a los sectores más vulnerables

de nuestra sociedad. El caso argentino es uno más, en un proceso a escala mundial que parece

indicar que las zonas urbanas hiperdegradadas conforman una parte constitutiva de gran parte de

las ciudades de nuestra época.

En este capítulo me propongo analizar cómo estos procesos históricos y situaciones

sociales conmovieron de forma específica al Partido de General San Martín. En particular me

interesa indagar acerca de cómo se relacionan estos factores con el surgimiento y desarrollo del

barrio donde se realizó esta investigación. En este sentido, importa aquí describir algunas

particularidades acerca del origen, el crecimiento y la fisonomía propia de barrio Reconquista.

El Partido de General San Martín, municipio del área metropolitana en el que tuvo lugar

este estudio, es un claro ejemplo de las trasformaciones territoriales y sociales referidas en el

capítulo anterior. Fundado en 1856 como una localidad agrícola ganadera, se convierte en ciudad

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29

con el crecimiento de Buenos Aires y el avance del modelo industrial capitalista en el país. Con

el tiempo, San Martín se transformó en ciudad dormitorio de quienes trabajaban en la Capital

Federal, y vivienda de los que vivían en alguna de las localidades del Partido, trabajando en las

pequeñas y medianas industrias de la zona que se instalaron después de la Segunda Guerra

Mundial. Este hecho histórico fue privando al país de materias primas e insumos, lo que motivó

el desarrollo industrial de la zona. Con el tiempo y debido a este desarrollo, se llamó a San

Martín “capital de la industria”.

En resumen, podríamos decir que la historia de San Martín nos pone frente a la historia de un país que conoció el desarrollo de una clase obrera ligada al trabajo industrial de fines de los años 40; que soñó y alcanzó el ascenso social a través de sus hijos o de ellos mismos. Trabajadores campesinos o inmigrantes que llegaban en busca de un empleo estable en las numerosas fábricas que comenzaban a funcionar. (Gorbán, 2006: 5) Estas industrias en las últimas décadas del siglo XX sufrieron los procesos de deterioro y

abandono producto de las políticas de estado neoliberales descriptas anteriormente. Este proceso

de desindustrialización condujo inevitablemente al desempleo y la pauperización de grandes

estratos de la población del Partido. A los antiguos barrios obreros, ahora en proceso de

precarización paulatina, se le sumaron así más asentamientos y villas, las cuales crecieron, en

tamaño y cantidad de habitantes, de modo exorbitante y constante a partir de este período.

Este trabajo es el producto de un estudio de caso centrado en un barrio que llamaré

Reconquista por estar ubicado sobre la cuenca hidrográfica homónima. Por sus características

físicas y sociales, este barrio es lo que se considera una “villa miseria”, entendiendo por villa

miseria la expresión territorial del crecimiento de la marginalidad y extrema pobreza urbana

(Grinberg, 2009). El surgimiento y crecimiento de Barrio Reconquista se encuentra

estrechamente ligado a los procesos históricos y sociales mencionados.

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30

En relación con la vivienda, un estudio realizado en Reconquista basado en 204

encuestas11, arrojó los siguientes resultados a la pregunta por la antigüedad del hogar de la

familia encuestada, representando el eje vertical la cantidad de casos:

Como puede observarse en el gráfico, el primer pico significativo de crecimiento del barrio

se produce a inicios de la década del ‘80, el segundo a comienzos de la década del ‘90, luego la

tendencia declina, pero mantiene una regularidad de crecimiento superior a la registrada para toda

la década del ‘60, produciéndose un último pico en los años iniciales del 2000. Si bien aún cabe

la pregunta –que por otro lado excede los límites de esta tesina- de por qué el barrio merma en

crecimiento hacia mediados de la primera década de este siglo, los datos aportados por la

encuesta coinciden con lo mencionado sobre el crecimiento de las villas miserias en las últimas

décadas y en particular en la década del ‘90. En consonancia con el bajo crecimiento del barrio en

la última década, Grimson señala:

El crecimiento económico de la Argentina con tasas elevadas desde 2003 implicó la creación de puestos de trabajo y la reducción significativa de la desocupación. Desde los picos de porcentajes de pobres e indigentes de 2001-2002 también se produjo una reducción, aunque

11 “Informe sobre el acceso y consumo de energía en barrios del conurbano bonaerense”, Convenio UNSAM- Fundación Bariloche (2011).

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31

no se retornó en ninguno de los casos a los indicadores previos a la década del noventa, por no aludir a los previos a la dictadura militar (2009: 20).

Por su lado, Davis señala que “la mayor parte de las megaáreas urbanas hiperdegradadas se

han desarrollado a partir de la década de 1960” (2007: 46) y que una de las principales razones

para este desarrollo lo constituye la proximidad a las fuentes de trabajo y producción, o por lo

menos ésta sería una razón suficiente. Más allá de las razones y la diversidad de situaciones que

pueden actuar en cada contexto local, el resultado final exhibe cierta regularidad: “…una mezcla

de costes elevados, ausencia de servicios municipales y falta de seguridad de la propiedad” (Ibid.:

47). Cabe mencionar en lo referido al origen, que las villas como Reconquista no tienen fecha de

fundación y en general -y a pesar de su desarrollo y expansión- es poco lo que se conoce de estos

espacios de relegación urbana (Auyero, 2001; Auyero y Swistun, 2008).

No existen datos catastrales u oficiales confiables, dado que los organismos públicos

censan y registran los asentamientos cuando, precisamente, son un hecho, e incluso allí, en

muchos casos no hay censos de ningún tipo que arrojen datos fiables sobre las villas. Y

Reconquista no es una excepción. Los relatos recogidos sobre el origen del barrio son asimismo

poco precisos y generales. Luisa, comentó: “Acá vive gente, ya desde los ‘50”; y Carla: “Yo me

vine en el ‘85, pero todo lo que es el fondo… esto explotó a mediados de los noventa, y después

también” (Luisa y Carla, vecinas de Reconquista).

Lo que sí es claro es que Reconquista surge, retomando el concepto de Davis, como una

zona urbana hiperdegradada. La lógica urbanizadora que Foucault encontraba como rectora en la

creación y disposición de la ciudad moderna, basada en la idea de la salubridad del medio

ambiente, con especial control de la calidad del agua y del aire, es decir el eje articulador de la

“limpieza” del espacio urbano (Foucault, 1999), está completamente ausente en barrios como

Reconquista. Ni grandes avenidas que sirvan como corredores de aire, ni preservación del agua

para consumo del contacto con posibles contaminantes de todo tipo, incluidos los cloacales. Gran

parte de lo que hoy es el barrio, sobre todo la que constituye según los vecinos la parte del

“fondo”, es decir “de la calle Reconquista para abajo”, se construyó sobre lo que hace solo

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algunas décadas eran espacios verdes deshabitados, que de a poco fueron cubriéndose con

“pisos” de basura para hacerlos habitables.

Hoy lo que se ve es un espacio densamente poblado, con casas de construcción muy

precaria en la gran mayoría de los casos, que se amontonan a lo largo de estrechos pasillos y que

llegan hasta los límites de un arroyo (llamado “zanjón” por los vecinos, oficialmente el Canal

Suárez- afluente del río Reconquista-) que por allí transita. Del otro lado del mencionado zanjón

también se pueden ver casillas, que corresponden al último período de crecimiento del

asentamiento. Cuando uno traspasa el límite de las viviendas en dirección al río Reconquista, no

hace falta hacer demasiado camino para encontrarse con los bañados con que los vecinos más

entrados en edad recuerdan toda la zona, y uno puede imaginarse parte del paisaje con el que los

primeros pobladores del barrio se habrían encontrado.

Si bien es cierto que los recuerdos suelen embellecerse, en los relatos de algunos vecinos

también se da cuenta del cambio físico de la zona:

Ese canal… cuando yo tenía 10 años nosotros caminábamos por la vía, íbamos hasta ahí y el agua era cristalina, porque donde está ahora todo Reconquista era un totoral. Imaginate, yo tengo 53, nosotros íbamos en el 65, 66. Eso era todo un totoral. (Ricardo, vecino de Reconquista. Fuente: video documental Re-copada).

El tema es que acá tiran cualquier cosa. Los árboles se están secando. Cuando nosotros vinimos acá los árboles esos tenían otro color, tenían otra textura, eran más tupidos. Ahora con el tiempo se están deteriorando. (Luis, vecino de Reconquista).

Antes acá veníamos cuando éramos chicos a cazar ranas y pescar. Esto cambio muchísimo. (Raúl, de Reconquista).

Toda la zona cercana al zanjón es bastante más baja en comparación con el sector más

próximo a la Avenida Brigadier Juan Manuel de Rosas, lo que favorece su inundación. Salvo

unas pocas principales al inicio de Reconquista, todas las calles son de tierra por lo que la lluvia

las vuelve penosamente transitables. Las casas se fueron levantando sobre capas de basura que les

sirvieron de cimiento, ya que durante mucho tiempo la zona fue un basural, y aún hoy funcionan

como un basural clandestino algunos sectores del barrio, en especial ambas riberas del zanjón.

Debido a que muchas calles se formaron y se siguieron levantando cuando ya estaban algunas

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construcciones hechas en un intento por evitar las inundaciones o desbordes del zanjón, se

pueden ver ventanas a escasos centímetros del piso pertenecientes a casas que fueron “quedando

bajas”. Esto es solo otra de las consecuencias de la “urbanización” precaria y tardía de la zona.

Con respecto al antiguo basural que ocupara el espacio donde hoy se levanta el barrio,

Ernesto contaba:

Para el lado del barrio antes era la quema, y después se cruzaron para este lado (Ernesto, vecino de Reconquista).

El caso de Reconquista, en este sentido, reproduce una constante para este tipo de

urbanizaciones, las cuales se realizan muy generalmente (con algunas pocas excepciones como la

“villa 31” en la Ciudad de Buenos Aires) sobre terrenos poco valuados, que no generan renta

alguna o en muchos casos exentos de reclamos de propiedad sobre ellos (Stillwagon, 1998 citado

en Davis, 2007). Estos espacios florecen muy generalmente en zonas inundables en la ribera de

los ríos, alejados de los centros urbanos, sobre pantanos rellenados con escombros y basura, o en

espacios expuestos al contacto intenso y directo con agentes contaminantes.

En muchos casos y a partir de diferentes situaciones, los barrios como Reconquista pueden

recibir una “urbanización” oficial por parte de alguna instancia gubernamental, aunque esta sea

bastante posterior a su creación y precaria en sus características. Un vecino comentaba acerca del

asfaltado reciente de una calle:

Hace poco la Municipalidad hizo una calle, acceso para la ambulancia, los patrulleros y todo lo demás. Fue bueno (Aníbal, vecino de Reconquista).

Con respecto a la población del barrio, nos encontramos con carencia de datos oficiales.

Según lo dicho por los vecinos ni siquiera del último censo nacional del 2010 se podrían esperar

datos fiables: “Los censistas no se metieron en los pasillos, solamente pasaban por la calle

Central” (Graciela, vecina de Reconquista); “Los pibes tenían miedo de meterse en los pasillos,

yo tuve que salir para que me censen” (Cristina, de Reconquista). Algunos vecinos se animaron a

aproximar posibles cantidades: “…y deben ser unas cinco mil familias” (León, ex vecino de

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Reconquista); “Yo creo que debemos andar en unas quince mil personas” (Carlos, de

Reconquista).

Las periferias urbanas, esos extraños limbos donde ciudades <ruralizadas> se transforman en campos <urbanizados>, son unas grandes desconocidas para sus propios gobiernos. (Davis, 2007: 67).

Estado de una calle luego de la lluvia.

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El “zanjón”.

Vivir en un basural tiene su alto costo. Las villas están íntimamente relacionadas con

condiciones de vida insalubres (Stillwaggon, 1998 citado en Auyero y Swistun, 2008; Curutchet

et al, 2012). Expuestos a importantes focos de contaminación de diverso tipo, una de las

cuestiones más acuciantes es que los vecinos de Reconquista no cuentan con un sistema de

asistencia médica cercano y eficiente. A este respecto, bastan solo un par de ejemplos: el Centro

de Atención Primaria de Salud12, ubicado dentro de Reconquista, solo atiende por la mañana; los

días jueves directamente no atiende; tienen un sillón de odontología pero no un odontólogo

permanente; un doctor va “ad honorem” y el otro, el último año estuvo “seis meses sin cobrar”; el

anterior había renunciado por la falta de pago de sueldos. Por su parte, los vecinos y uno de los

médicos de la salita mencionan una larga lista de enfermedades y dolencias que asocian a las

altas cantidades de basura reinantes: enfermedades respiratorias, parasitosis, forúnculos en la piel,

diarreas y hasta graves quemaduras causadas al entrar en contacto con ciertos residuos que

camiones descargan a los costados del barrio.

12 Extensión de un hospital de la zona dependiente del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

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36

Ricardo, uno de los doctores del mencionado centro de salud, comentaba:

En la salita llegan muchos casos de diarrea de origen infeccioso que se sospecha que puedan tener relación con el agua, pero es imposible tener la certeza en la mayoría de los casos. Por otra parte hemos mandado chicos para hacer examen sobre la cantidad de plomo en sangre, lo que pasa es que son exámenes costosos y hay que ver dónde se pueden hacer de forma gratuita porque hacerlos de forma privada es muy costoso, pero algunos se han mandado y los resultados no son buenos. También hay otras patologías relacionadas con el agua aparte de las infecciones intestinales y son los parásitos. En este caso es mucho más fácil determinar el origen porque uno ve el parásito. En el barrio la parasitosis más frecuente es la llamada ascariasis. El áscaris es un parasito largo que parece una lombriz, que a menudo suele ser bastante riesgoso y está directamente relacionado con el consumo de agua contaminada sumado al problema de los desagües cloacales, que al fluir por zanjas abiertas donde a menudo el agua se estanca, es un caldo de cultivo para muchas cosas incluidos los parásitos. (Ricardo, doctor del Centro de Atención Primaria de Salud de Reconquista). En cuanto al estado ambiental del área en que está ubicado el barrio hay una ausencia casi

total de datos oficiales relevantes y detallados.

El Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios reconoce en este

sentido que…

La cuenca del Reconquista es la segunda más contaminada del país. En su gran mayoría posee una baja cobertura de redes colectoras cloacales, evacuando, en la gran mayoría de los casos, los residuos líquidos domiciliarios mediante cámaras sépticas y pozos absorbentes contaminando el acuífero. Este sistema requiere el frecuente vaciado de las cámaras sépticas mediante camiones atmosféricos, los cuales descargan, muchas veces, en lugares no autorizados que se encuentran cerca de arroyos o del río Reconquista. Como consecuencia de ello, se observan aspectos negativos como son: el riesgo sanitario de la población expuesta, el alto grado de contaminación del subsuelo y la contaminación de las aguas superficiales. 13

Al mismo tiempo, menciona que los municipios que componen la cuenca presentan un

déficit del 57,2 % en materia de cobertura de agua potable por red pública.

En cuanto a las aguas del Río Reconquista y sus afluentes, esta fuente expresa que éstas son

contaminadas por las actividades que se desarrollan en el área de influencia de toda la cuenca, y

están relacionadas a: 1- la descarga de efluentes cloacales que provienen mayormente de los

vuelcos de los camiones atmosféricos en zonas no permitidas y de los excedentes de líquidos

cloacales que no son tratados en las plantas depuradoras; 2- las descargas de residuos industriales

en el río y sus afluentes; 3- la alta presencia de residuos sólidos y semisólidos en toda el área.

13 http://www.minplan.gov.ar/notas/1340-saneamiento-la-cuenca-del-rio-reconquista

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Finalmente el mismo informe menciona que:

Uno de los factores que acentúa las circunstancias negativas y acrecienta las dificultades de los pobladores, es el de los recurrentes desbordes del río y el consecuente anegamiento, frecuente y persistente en extensas zonas, provocado tanto por lluvias como por mareas meteorológicas (las sudestadas). Tal vez la fuente de datos más completa –y ya desactualizada- sobre el estado del Río

Reconquista sea el “Informe especial cuenca del Río Reconquista” del año 200714.

Este informe afirma que las principales causas de la contaminación del agua del río son: 1-

la presencia de residuos de sustancias de uso agropecuario; 2- los efluentes industriales; 3- los

efluentes y residuos domiciliarios.

Por otra parte menciona que los agentes contaminantes presentes en el río Reconquista se

encuentran por lo general por encima de los límites establecidos por la Organización Mundial de

la Salud, además de exceder los valores permitidos según la normativa de nuestro país. Entre las

sustancias potencialmente tóxicas según el informe se encuentran: nitratos y nitritos, arsénico,

cadmio, cromo, cobre, plomo, zinc15, agroquímicos y pesticidas, bifenilos policlorados,

cianobacterias y escherichia coli. La presencia de estos componentes en el agua del río y sus

afluentes constituye un verdadero riesgo ambiental para las poblaciones habitantes –actuales y

futuras- de las áreas cercanas, pudiendo ser absorbidos por el organismo a través de la inhalación,

la ingesta o el contacto. Los efectos pueden ser carcinogénicos (que produce cáncer),

mutagénicos (que modifican la información genética produciendo mutaciones, también

relacionados con la aparición de tumores cancerígenos), teratogénicos (malformaciones

anatómicas, anomalías del desarrollo, deficiencias funcionales), embriotóxicos (sustancias

nocivas para los embriones en diversos sentidos). A esta situación, el informe agrega además la

presencia de basurales no controlados con su aporte de contaminación bacteriana y las

consiguientes enfermedades de transmisión hídrica como la parasitosis, diarrea y hepatitis.

14 Elaborado por el Defensor del Pueblo de la Nación, Fundación Ambiente y Recursos Naturales, Fundación Protigre y Cuenca del Plata, Cáritas Diocesana de San Isidro, Asamblea del Delta y Río de la Plata, Fundación Metropolitana, Museo Argentino de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de General Sarmiento, Universidad Nacional de Luján, Universidad Nacional de La Plata y la Universidad de Morón. 15 Las principales industrias que pueden generar residuos de metales pesados en el caso del Río Reconquista y sus afluentes son siderurgia, fundiciones, curtiembres, celulosa, papel, textiles, equipos electrónicos y eléctricos (Marbán et al, 1999).

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El Partido de General San Martín se encuentra ubicado en el tramo inferior del Río

Reconquista, el cual recibe las mayores descargas de contaminación a partir de su tramo medio.

Antes de ingresar a San Martín el río vuelve a recibir una importante carga de contaminantes

tanto de origen industrial como domiciliario dejando la calidad de sus aguas gravemente

deteriorada (Nader, 2009).

En el caso de barrio Reconquista, este se encuentra delimitado en dos de sus lados por

cursos de agua afluentes del Río Reconquista (el Canal Suárez –llamado por los vecinos “el

zanjón”- y el “zanjón chico”) cuyos trayectos se encuentran a solo unos metros de las viviendas.

Las lluvias suelen provocar el desborde de sus aguas ingresando estas a las calles y hogares del

barrio, permitiendo el contacto directo con los agentes contaminantes.

En suma, en este capítulo me propuse realizar una descripción de algunas particularidades

del barrio donde se realizó esta investigación, analizando cómo los procesos históricos y sociales

mencionados en el capítulo anterior afectaron en forma particular al Partido de General San

Martín, y cómo este contexto se relaciona con la aparición y desarrollo de barrio Reconquista. En

este sentido introduje la problemática ambiental que desde sus propios orígenes vive el barrio al

constituirse sobre lo que fuera un basural a cielo abierto. Lejos de haber superado esta cuestión en

la actualidad Reconquista aún acusa una gran problemática ambiental. La basura que ingresa al

barrio –y que en gran medida allí se queda- de diferentes maneras, es solo una de las formas en

que esta problemática se expresa. Hacia el final del capítulo me pareció oportuno hacer una breve

mención de algunos datos existentes referidos a la temática ambiental en toda el área de la cuenca

del rio Reconquista.

En el siguiente capítulo me centraré en un análisis sobre el tratamiento y la espacialización

de la basura a lo largo de la historia de Buenos Aires, la aparición del cirujeo como forma de

subsistencia y la configuración de los enclaves de la pobreza urbana en la misma periferia donde

quedará destinada finalmente la basura de la ciudad.

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Capítulo 3

Los lugares de la basura

No vivimos en un espacio homogéneo y vacío, sino, por el contrario, en un espacio cargado por completo de cualidades, un espacio tal vez también poblado de fantasmas (…)

es un espacio ligero, etéreo, transparente, o bien es un espacio oscuro, rocoso, atestado:

es un espacio de altura, un espacio de cumbres, o es un espacio de abajo, un espacio del lodo, es un espacio que puede correr como el agua viva o es un espacio que puede estar fijo,

coagulando como la piedra o el cristal. Foucault, Los espacios otros.

En el capítulo anterior realicé una presentación general del barrio Reconquista, focalizando

en cómo los procesos históricos y sociales vivenciados a lo largo del siglo pasado se relacionan

con el origen y desarrollo del barrio dentro del Partido de General San Martín, Partido

íntimamente asociado al primer desarrollo industrial del país. También se ha realizado una

primera presentación de la fisonomía de Reconquista, destacando algunos de sus aspectos

específicos -por otro lado características habituales de este tipo de espacios urbanos-.

En el presente capítulo me interesa rastrear en primer lugar el desarrollo del tratamiento de

la basura y los basurales en la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, así como también la

aparición del cirujeo como una práctica que permitirá sobrevivir a grupos de sujetos cada vez más

numerosos. En un segundo momento del capítulo me propongo relacionar el establecimiento de

basurales y la formación de villas sobre ellos o aledañas, intentando comprender estos espacios

como lugares complejos de basura y pobreza en la ciudad.

En los orígenes de Buenos Aires, los lugares preferenciales para depositar como destino

final la basura fueron los campos baldíos y las zanjas periféricas en un intento por preservar

limpias las calles de la ciudad (Prignano, 1998). Los residuos de toda la época colonial estaban

constituidos por yuyos, maderas, pajas, restos de animales, piezas de hierro, y demás desechos

domésticos y de construcción, salvo en casos de epidemia, donde a lo mencionado se sumaban

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los muertos con sus pertenencias (Paiva, 2007). Otra modalidad para desechar la basura era

enterrarla en pozos ubicados en los fondos o a los costados de las viviendas (Guillermo, 2004).

A medida que crecía la ciudad –y sus desechos-, los baldíos que tradicionalmente

funcionaron como basurales fueron ocupándose con construcciones de vivienda o parques. Hacia

mediados del siglo XIX comienzan a funcionar las “quemas” en la ciudad, depósitos de basura

emplazados en grandes terrenos en donde luego de separar lo reutilizable, se procedía a la

incineración de todos los desechos sobrantes. Ya para ese período comenzará a utilizarse el

material carbonizado proveniente de las quemas como relleno de espacios anegados y pantanos

(Paiva, 2007; Guillermo, 2004). Así, el crecimiento de la Ciudad de Buenos Aires fue

produciendo un desplazamiento hacia sus márgenes de los espacios de depositación y tratamiento

de la basura, a falta de otros espacios libres y sobre todo intentando controlar las epidemias de

fiebre amarilla, peste, cólera y viruela que se producen en la ciudad hasta los inicios del siglo XX

(Guillermo, 2004).

Para fines del siglo XIX e inicios del siglo pasado aparecen los primeros relatos que dan

cuenta del surgimiento en los alrededores de estos espacios, de pequeñas poblaciones que

sobrevivían de lo que podían recuperar de las quemas. Paiva cita un fragmento de la revista

Caras y Caretas del año 1899 que da cuenta de este fenómeno:

Visitamos los contornos de la quema... Más de tres mil almas viven de las basuras, asilo generoso de la pobreza inútil: pero aquella es una pobreza que no conoce el hambre ni siente el frío, porque la basura provee opíparamente a todas las necesidades, aportando hasta los elementos para fabricar las casas, hechas con latas de kerosene rellenas de tierra apiladas en filas superpuestas... (Bernádez 1899:2)

Con el tiempo se cuestionó por motivos higiénicos el funcionamiento de las quemas y se

propusieron proyectos como la construcción de usinas para tratar por cremación total la basura de

la ciudad. Sin embargo, estos proyectos pocas veces pudieron concretarse en soluciones

abarcadoras y reales para el problema de la basura, por lo que los basurales a cielo abierto

siguieron funcionando y la recolección informal incluso continuó extendiéndose por la ciudad

(Prignano, 1998).

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En 1977 se crea el CEAMSE “Cinturón Ecológico Área Metropolitana del Estado”,

empresa estatal interjurisdiccional de los gobiernos de la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires. Con esta medida el gobierno militar buscaba unificar el sistema de

recolección de los residuos sólidos urbanos, tanto domiciliarios como industriales asimilables a

los domiciliarios, y su disposición final, correspondiendo al CEAMSE esta última función y a los

municipios la primera. La técnica empleada para la disposición sería la creación de rellenos

sanitarios en zonas baldías, que sirvieran para la construcción de espacios verdes que integrarían

el “Cinturón Ecológico”. Esta disposición se proponía abarcar globalmente el problema

ambiental asociado a los residuos urbanos, eliminando el smog urbano proveniente de las

quemas, erradicando de la ciudad los basurales a cielo abierto, y prohibiendo el cirujeo que

fomentaba la cercanía de estos lugares (Paiva, 2007; Shammah, 2009; Alvarez, 2011).

En general, los rellenos se ubicaron a cierta distancia de los asentamientos poblacionales,

pero con el tiempo “lo que ocurrió fue que la trama urbana se fue acercando a las zonas de

relleno, hasta quedar contigua a éstos” (Alvarez, 2011: 11). El avance de las impugnaciones

socioambientales por parte de las poblaciones cercanas a la presencia de los rellenos no se hizo

esperar y con el correr de los años se multiplicaron a tal punto que algunos rellenos debieron

cerrarse, volviendo la propia cuestión de su localización cada vez más problemática.

Uno de los rellenos sanitarios del CEAMSE que llegó a constituirse es el llamado Norte III,

ubicado a poca distancia de barrio Reconquista. A diferencia de la generalidad de los otros casos,

el relleno ubicado en José León Suárez no despertó ninguna impugnación vecinal significativa

(Shammah, 2009; Alvarez, 2011).

El relleno Norte III es el único con un contingente masivo de cientos de quemeros que diariamente concurren a recolectar al basural. Esta actividad, sumada a la de las plantas de separación que emplean otras 600 personas, hace que en el lugar, la relación con la basura no sea de rechazo, sino de aceptación (Alvarez, 2011: 13).

Más allá de la presencia de la planta del CEAMSE, el propio espacio del barrio, como se

adelantó, constituye uno de los basurales a cielo abierto que debieron erradicarse.

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Pared de Reconquista

Así, el tratamiento de la basura -y la consistencia de esta- fue cambiando a lo largo de la

historia de la ciudad. También fueron cambiando los sitios destinados a su depósito. En este

sentido se puede apreciar un proceso de expulsión de la basura de los centros urbanos, alejándola

cada vez más, considerándola con razón, un foco de contaminación y fuente de diversas

afecciones a la salud. Pero al mismo tiempo tiene lugar otro proceso, el de la concentración de la

pobreza y la miseria urbana en las mismas periferias de la ciudad donde se deposita la basura.

Es decir, existe un fenómeno de espacialziación urbana que consiste en una

espacialización de la basura coincidente con una espacialización de la pobreza en la ciudad. Es

difícil comprender si una antecede a la otra o son dos procesos simultáneos: la basura se expulsa

de la ciudad, por considerarse justamente basura, algo desechable e inservible, al mismo tiempo

que peligro contaminante, hacia zonas baldías periféricas. Y al mismo tiempo, la pobreza

“expulsada” en gran medida del campo y también de la ciudad se asienta en las mismas zonas

baldías periféricas, cercanas a las posibles fuentes de trabajo que ofrece la ciudad, y en todo caso,

más cercanas a la siempre posible actividad de cirujeo para sobrevivir:

Pero la principal función que cumplen las fronteras urbanas en el Tercer Mundo es la de vertederos humanos. En algunos casos, la basura urbana y los emigrantes no deseados acaban juntos en infames vertederos… (Davis, 2007: 69).

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Estas villas, barrios basurales, representan “el último escalón de la jerarquía espacial

urbana” (Auyero y Swistun, 2008: 44), y desde la génesis propia y posterior desarrollo de estos

espacios como basural y como barrio, la cuestión ambiental y la cuestión social se nos presentan

como indisociables y profundamente implicadas. Espacios que constituyen a la vez un problema

de contaminación y un problema de pobreza en estrecha relación con los procesos históricos y

sociales de la ciudad de la que forman parte.

La situación de “desamparo” y necesidad establece el primer vínculo entre los sujetos y la

basura en un contexto espacial determinado que son los barrios- basurales o las villas cercanas a

basurales a cielo abierto. Sobre la situación de necesidad debida a los procesos de

empobrecimiento y desempleo paulatino de los estratos más vulnerables de la población a lo

largo del último siglo, me he ocupado en los dos primeros capítulos. En este, me ha interesado

destacar lo que llamo especialidad coincidente entre basura y pobreza urbana. En el siguiente

capítulo y continuando con la cuestión del espacio, presentaré lo que trato analíticamente como el

primer lugar de la basura, que aparece a primera vista al ingresar al barrio Reconquista. El que se

presenta como el propio espacio en el sentido más físico del barrio: la basura como paisaje.

Galpón de residuos recuperados.

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Capítulo 4

Vivir en la basura. La basura como paisaje

Es posible que nada diferencie más a los hombres y a las épocas

que el distinto grado de conocimiento que tienen de la miseria (…) Nietzsche, La Gaya Ciencia.

En el capítulo anterior a través de la reconstrucción de la historia del tratamiento de la

basura y la configuración de los basurales en la ciudad, me propuse reflexionar acerca de la

espacialidad coincidente, en lo que se conformaría como la periferia de la ciudad, de la extrema

pobreza urbana en forma de villas miseria y las zonas finalmente destinadas al acopio de la

mayor parte de los desechos de la ciudad. Considero que esta situación espacial está

profundamente relacionada e implicada con el desarrollo de los vínculos que los habitantes del

barrio Reconquista establecen cotidianamente con la basura.

En los capítulos siguientes presento la reconstrucción etnográfica de lo que llamé “Los

lugares de la basura” diferenciada en niveles o capas. En el capítulo que a continuación se

desarrolla me propongo indagar acerca de uno de éstos vínculos que se establecen en Reconquista

entre los vecinos y la basura, basura que en su cotidianidad se presenta como el paisaje propio del

barrio. La basura como paisaje implica reconocer la presencia constante de la basura como parte

cotidiana de las escenografías y las vivencias diarias del vecindario. Como se verá en este

capítulo, ésta es una dimensión compleja de la basura, ya que por un lado se presenta en forma de

material de construcción de la propia vivienda y por otro, como un problema latente de

degradación ambiental.

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El siguiente relato –que utilizo como introducción a la cuestión de “la basura como

paisaje”- fue escrito por un chico del barrio y publicado en una antología literaria en el marco de

un proyecto realizado por la escuela local.

Por Héctor.

En el barrio de Reconquista hay mala vida, o mejor dicho, se vive mal. Es cierto que vivir al frente de un zanjón lleno de basura no es lo mejor. Tampoco es lo mejor vivir en el barro o en las calles de tierra. En este barrio hay casas limpias y lindas, con dueños limpios, y en otras partes hay casas feas y roñosas, con dueños que son una barbaridad de lo sucios que son. Lo cierto es que hay una escuela humilde para la gente que también lo es. En esta escuela hay comedor y merendero. Las maestras cobran un pobre salario para tratar de dar su mejor enseñanza, como en las escuelas privadas, para que los chicos el día de mañana tengan un hermoso bienestar y no un oscuro camino, y seguro ustedes ya saben a qué me refiero. La mayoría de la gente tiene un bienestar muy bajo, y la otra parte vive bien, quizás no tan bien como los que viven en la capital o por esos lados. La gente muy humilde cirujea o busca para comer en un lugar llamado de dos formas: “La Quema” o “El Cinturón”. Esa gente se somete a hacer lo que la policía quiere, como callarse, no empujarse, y esperar un largo rato. Si no obedecen, son corridos a los balazos, tengan o no tengan algo que ver con algún lío. Esta villa tiene casas de cartón grueso, y con chapas agujereadas. También las hacen de madera muy fina. Cada vez que llueve, para que no les entre agua, le ponen nylon y arriba piedras, para que no se vuele. Lo que yo espero es que esta villa sea más mirada por la gente del exterior, que dejen de ocuparse de la gente que habita la capital o esos barrios urbanos.

(“Cómo se vive”, en Reconquista. Cuentos de la Villa)

Construido sobre un basural, Reconquista aún acusa esta problemática en sus alrededores

y en todas sus calles. La presencia del CEAMSE, con sus camiones cargados de basura, sus

plantas de reciclaje, las montañas de desperdicios, el olor desagradable, todo esto se cierne como

uno de los horizontes del barrio. Horizonte que comienza unos cien metros más allá del “final”

del barrio en dirección al Río Reconquista. Al ingresar al barrio se puede percibir claramente que

la basura es parte constitutiva de éste, de sus calles, de sus casas, de los espacios de

esparcimiento y juego, de su escuela, de todo.

La basura se hace cada vez más presente, en esquinas, en pasajes, formando montañas que

luego serán quemadas por algún vecino despidiendo humo negro y olor desagradable en un

intento por “limpiar la calle”, -como me dijera Luis, un vecino del barrio- o aprovechar algún

elemento para recuperar y vender: “…después saco el alambre de los cables” (Santiago, de

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Reconquista). La basura también simplemente puede apilarse sin cesar en sitios del barrio

“legitimados” para ese uso, sectores del barrio donde en particular se produce la acumulación de

basura, como es el caso de los costados de las fábricas ubicadas dentro de Reconquista, algunas

de sus esquinas y el sector del “fondo” que limita con el zanjón. Las maltrechas zanjas para los

efluentes fecales y domiciliarios que atraviesan prácticamente todo el barrio suman su cuota de

basura y contaminación a las calles.

Al avanzar hacia el interior del barrio las construcciones de las viviendas se vuelven

claramente más precarias. Las calles se achican y se tornan todavía más irregulares. Aparecen de

a poco los “pasillos”16 característicos de las villas miserias. Todo en descenso, porque

promediando el barrio se entra en una bajada que desemboca finalmente en el zanjón, el basural

por excelencia de todo el barrio. Basura de todo tipo puede encontrarse en sus riberas y en el

curso de agua mismo. Aquí, los autos quemados y desmantelados pueden contarse por decenas.

Por otra parte, las industrias instaladas dentro del barrio y en las cercanías generan

proporciones importantes de desechos. En este sentido Davis menciona que “la periferia también

atrae una corriente de industrias contaminantes, tóxicas y frecuentemente ilegales que buscan la

oscura permisividad que ofrecen estas zonas” (2007: 68). Buena parte de los residuos sólidos

generados por las diferentes industrias es reutilizada en gran medida para la construcción de

extensiones en las viviendas o para la construcción íntegra de éstas. Un galponcito precario, un

techo de cortes de chapas superpuestas, una división de espacios hecha de materiales reciclados,

una cortina improvisada, una baranda de alambres y maderas que marcan el límite del patio de

una casa y el comienzo de la calle. Sobre todo en el fondo del barrio, las casillas de chapa y

madera abundan y se hacen mayoría:

Mirá, todo esto que ves acá lo levanté yo con mis propias manos. Nadie me dio nada. Esto era todo un basural, pero había basura de todo tipo eh. Me puse a juntar chapas y maderas y levanté este lugar. Mirá lo que es ahora… (Juan, vecino de Reconquista, mostrándome su casa).

16 Pasajes angostos y de trayectorias irregulares que atraviesan las villas enfrentando las casillas y que son producto de la urbanización autogestionada y precaria del espacio.

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Tanto en el relato de Juan como en el de Héctor que da inicio a este capítulo, la basura

ocupa un lugar importante a la hora de describir el barrio y la vida cotidiana en Reconquista.

Héctor menciona el “zanjón lleno de basura”, “vivir en el barro”, “casas roñosas y gente sucia”, y

da cuenta de la presencia de la “quema” y del cirujeo como una forma de vida para la gente “muy

humilde”. También habla de cómo son las viviendas y de qué elementos están hechas. En estos

casos, la basura que se presenta como el paisaje del barrio adquiere una doble dimensión

compleja, como un problema del lugar, presente en su geografía, un problema a ser tratado, pero

del cual simultáneamente pueden obtenerse beneficios a través de los materiales desechados en

otros contextos sociales. Materiales aún útiles para la construcción de diversos tipos y fines.

Esta es la primera utilización de la basura a la que se puede hacer mención. A falta de

ladrillos suficientes y materiales de construcción propios de los centros urbanos, todo puede ser

utilizado –chapas, cortes de madera, nylon, fierros, cables… en fin prácticamente cualquier

recurso- para satisfacer una necesidad esencial: la vivienda propia. De esta forma las casas

armadas de “basura” -sobre un terreno rellenado con basura- contribuyen a la imperante presencia

de la problemática de la basura en el barrio. Esto se ve potenciado a causa de continuar

funcionando el propio barrio en muchos de sus espacios como un basural clandestino en la

actualidad, tanto para los vecinos de Reconquista que no cuentan con un sistema de recolección

oficial eficiente, como para las industrias ubicadas dentro y fuera del barrio.

Después de la calle Yrigoyen no había nada para abajo, era un estero que se rellenaba con basura, y donde está ahora la maderera había un saladero de cueros… (Erica, de Reconquista).

También hay relatos producidos en un tono que oscila entre la confidencia y la

preocupación, acerca de los desechos que llegan a descargarse en algunos sectores del barrio:

Es sabido que acá se tiraron tachos con cosas tóxicas, más que nada en el fondo. (Carlos, vecino de Reconquista).

El otro día Vero trajo unas botellitas de gaseosa con algo parecido a arena viste, entonces todos le empezaron a gritar ‘no la toques’, y no sabes, era como una arena que hasta deformaba el plástico de la botella. Ella las había encontrado en el fondo, al lado de las vías, no sé si eso es terreno del CEAMSE o de los trenes… (Graciela, vecina de Reconquista).

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Sin lugar a dudas la cara más preocupante de la basura en el barrio para los propios vecinos

es la que constituye la imponente contaminación ambiental. Es la otra cara de la basura como

paisaje, la basura como peligro y fuente de enfermedades, es decir en su sentido más degradante.

Este segundo nivel de análisis que se refiere al habitar de la gente conviviendo con y en medio de

la basura se hace más intenso en varios sectores del barrio. Al llegar al zanjón en particular, la

impresión que se tiene es la de ingresar a un verdadero basural, que en definitiva es lo que es, un

basural clandestino a cielo abierto.

El zanjón es uno de los tantos arroyos que tiene la zona metropolitana de Buenos Aires y

que transporta cloacas y desechos industriales de la ciudad. De forma que, por un lado, el arroyo

al llegar a la villa arrastra la contaminación de buena parte de la ciudad, y al llegar al barrio es el

lugar en el que se tira la mayor parte de la basura que se genera en su interior y en las cercanías.

Algunos vecinos comentan que a veces es común ver el agua del zanjón “teñida de colores” y de

hecho en algunas visitas al barrio yo he presenciado el agua del zanjón teñida de color rojo, lo

que es producto de las descargas industriales. La basura en Reconquista se acumula y se acumula,

y todo el sector cercano a la presencia del zanjón asume el imaginario y la realidad de ser la más

trágica representación de lo que más aterra a los vecinos. El que sigue es uno de los tantos relatos

que a este respecto puedo mencionar:

Acá vienen y tiran los perros muertos… de todo… un par de veces sacaron un par de muertos de acá, del agua (Santiago, 16 años, vecino del barrio).

Es cierto que la contaminación concreta y objetiva del barrio en muchos casos se tiñe del

imaginario –y sin desmerecer en nada cuanto puedan estar basados en algún hecho real o no- que

puede brindar la excesiva presencia de basura, el saberse en peligro constante, las necesidades

apremiantes, las afecciones a la salud de grandes y chicos, sentimientos de desamparo y

abandono, los discursos cruzados de cuantos se pronuncian sobre la situación ambiental de

Reconquista o barrios de similares características -incluyendo a los propios vecinos- entre otros

posible factores. Todo esto termina generando una “experiencia” de la contaminación compleja y

difusa entre los habitantes del barrio (Auyero y Swistun, 2008). El tema de la muerte asociado a

la figura del zanjón y el “fondo” del barrio es recurrente en los relatos:

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Acá podés encontrar hasta muertos. En el zanjón siempre hay gente que dice que se encontraron cuerpos (Ricardo, vecino de Reconquista).

Yo vi que tiraban bolsas con cosas grandes y bolsas rojas viste, las de hospital, esos son cuerpos que anda a saber de donde los traen (Estela, vecina de Reconquista).

Los chicos del barrio también a su modo dan cuenta del imaginario sombrío y peligroso que

rodea la zona del zanjón. Más allá de tratarse de un cuento, es decir una narración literaria que

puede estar dotada de fantasía o ficción, resulta relevante que la literatura de los chicos refiera al

zanjón como el lugar aterrador por excelencia del barrio. Cito todo el cuento porque el final, tal

vez un poco imprevisible de la historia, menciona la presencia de los coches quemados que

abundan en las riberas y en el agua del zanjón:

Hace muchos años atrás, en el barrio Reconquista se comentaba que en el costado del zanjón vivía una bruja con un hombre lobo, que se convertía en cada luna llena y lo tenían que atar con cadenas. La bruja era tan mala que lo desataba y el hombre lobo se comía los corazones de las personas. La bruja organizaba bailes y encerraba a la gente para que él se los comiera. Una noche, un grupo de gente se reunió para matar al hombre lobo. Lo pudieron atrapar y le dieron un balazo con una bala de plata. El hombre lobo murió. Después corrieron a la bruja. La quemaron viva y todos vivieron felices y contentos, pero traían coches robados cada dos por tres (Paula. La bruja y el hombre lobo. En “Reconquista. Cuentos de la villa”).

Más allá de los aspectos fantasiosos de este relato, es significativo que grandes y chicos

asignen al zanjón el imaginario de ser “la peor” parte del barrio, su cara más preocupante, donde

termina el “fondo” del barrio. Pero la cuestión de la contaminación en Reconquista excede el

marco de lo imaginario y se expresa en realidades bien concretas y cotidianas.

El problema de la basura que se acumula en el barrio se ve agravado por la ausencia de un

sistema de recolección de residuos eficiente por parte del Estado, ya que el existente es precario y

lleno de falencias. A pocas cuadras de ingresar al barrio, sobre la esquina de una de las dos

canchitas de futbol de Reconquista, hay un contenedor de volquete. Hasta allí llega un camión

recolector de basura que también circula irregularmente por las iniciales y principales calles del

barrio. Dada la extensión de Reconquista y la estrechez y profusión de sus calles y pasillos, unos

carros tirados a caballo –manejados por vecinos contratados por la Municipalidad- son los

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encargados de recolectar la basura de los habitantes de los pasillos del barrio, por mucho la gran

mayoría de los vecinos, para llevarla hasta el contenedor. Según los vecinos en cualquier punto

de todo este circuito se pueden producir las deficiencias en el sistema:

Por acá andan los carros, pero pasan los días que quieren… y por allá no entran… pasan por las cuadras que quieren (Mirta, vecina de Reconquista).

El tema es que el camión no viene muchas veces y la basura se termina juntando en la canchita (Carlos, vecino de Reconquista).

Los vecinos de acá tiran la basura ahí en el zanjón, porque es más fácil hacer eso, porque nadie viene a buscarles la basura (Ariel, vecino de Reconquista).

El Río Reconquista, como se dijo, es considerado el segundo río más contaminado del país,

portador de altas concentraciones de diferentes componentes tóxicos para la salud humana. La

fuente principal de contaminación la constituyen papeleras, curtiembres, metalúrgicas y

tintorerías industriales que vierten sus residuos en el agua sin tratamiento alguno o con

tratamientos deficientes. Otro aporte nocivo le corresponde a los efluentes cloacales y aguas

servidas provenientes de descargas domiciliarias que llegan al río a través de los colectores

pluviales (Curutchet et al, 2012).

En el caso de barrio Reconquista los efluentes cloacales, con potencial presencia de

microorganismos patógenos, circulan entre las casas por colectores a cielo abierto que a causa de

las lluvias suelen desbordarse hacia las calles y viviendas. Por estas mismas zanjas por las que

discurre la materia fecal también lo hacen, en grandes tramos, las mangueras de plástico

quebradizo que de forma precaria transportan el agua “potable” desde los caños de la red oficial -

que termina en la primera calle del barrio- hasta los domicilios particulares del resto y de la gran

mayoría de sus habitantes. Este sistema, aunque precario y peligroso, logra satisfacer una

necesidad básica de la gente de Reconquista: el acceso al agua. Sin embargo, ante la desconfianza

por la calidad del agua por fallas en las conexiones de las mangueras y cortes en las mismas,

muchos vecinos manifiestan que compran botellones de agua para consumo, utilizando el agua de

las canillas para otro tipo de usos.

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En una recorrida por el barrio uno de los chicos de Reconquista portaba la cámara de

filmación17. Se encontraba filmando “la contaminación del zanjón”. Al ver luego lo grabado se

observa que el muchacho deja de filmar la mugre y los autos quemados del zanjón, está filmando

una nena jugando. Una nena jugando en medio de la basura y allí se detiene el camarógrafo. ¿Qué

se manifiesta en este simple hecho? Tal vez algo nos transmita de forma consciente o

inconsciente este chico: el zanjón está lleno de basura y probablemente demasiado contaminado,

pero es parte del paisaje del barrio, el que está tal vez a media cuadra de su casa o frente a ella.

Una imagen tan común a sus ojos, que de costumbre tal vez pierda gravedad en la cotidianidad de

su vida, o en todo caso se asume que allí se vive y se vivirá pagando el alto precio que la

contaminación imponga contra su voluntad. Pero en otras situaciones la basura adquiere una

dimensión problemática en la percepción de sus vecinos.

Otra imagen filmada por un muchacho del barrio muestra esta escena: un chico saltando y

jugando sobre las piedras que cruzan el zanjón a modo de improvisado puente. Cuando

Guillermo, otro de los chicos del barrio, ve la imagen grabada señala: “eso está mal, es

peligroso”. Sin embargo, no deja de ser una escena más, algo cotidiano, en el paisaje de

Reconquista. Paisaje sobre el cual los vecinos construyen su propia experiencia y en diversas

situaciones reflexionan.

Una chica de la escuela que estaba con sus compañeros filmando la ribera del zanjón,

comentó:

Está bueno, porque estamos mostrando lo que hay en Reconquista, estamos mostrando algo… como algo escondido, que nadie, ningún gobierno, nada se hizo cargo de eso. Que no existe, porque para la gente con plata es como que Reconquista no existe, como que es un basural donde vivimos nosotros, y no es así porque ahí nos criamos. (Nair, adolescente de Reconquista. Fuente: documental Re-copada).

17 Debe entenderse en el marco de la realización del taller de video documental ya referido en las páginas 7 y 8 de la Introducción.

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Del relato anterior pueden desprenderse varios puntos de análisis, pero quisiera por el

momento sólo detenerme en lo mencionado en las últimas líneas: la cuestión de haber sido criado

–muchas veces nacido- y vivir en un espacio físico que es un basural al mismo tiempo que el

paisaje donde discurre la mayor parte de la vida de sus vecinos.

Reconquista, uno de los lugares de la basura en la periferia del noroeste urbano, nuclea

todos los elementos propios de un área urbana hiperdegradada: ocupación informal del espacio,

alta densidad poblacional, extrema pobreza, descargas industriales y cloacales clandestinas, a lo

que se suma la presencia del relleno sanitario más grande de la región metropolitana y los

múltiples basurales irregulares en su interior (Curutchet et al, 2012).

La basura como paisaje en Reconquista, es la basura que simplemente está en el barrio pero

que “nadie” trajo, sino que principalmente ingresó a través de diferentes modos, y en segundo

lugar es la basura que producen los vecinos en su vida cotidiana y que considerando el aspecto

del barrio -y concordando con lo relatado por los vecinos-, se puede afirmar que solo es retirada

irregularmente por el servicio de recolección oficial. Mucha de esta basura puede llegar a ser

utilizada como material de construcción de la propia vivienda, otra gran cantidad simplemente

queda allí, y buena parte de ella constituye un problema ambiental grave para la salud de sus

habitantes.

Yo tuve mi hijo que tuvo problemas de plomo, le encontraron plomo en la sangre. Estuvo muy, pero muy mal. Eso es por los tachos tóxicos… Esos tanques siempre estuvieron y uno no sabe de qué se trata, porque vienen y vienen, y después se van y vuelven a aparecer… (Raquel, Fuente: video documental Re-copada)

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Imágenes de Reconquista. En la inferior se ve uno de los carros encargados de recolectar la basura del interior y “fondo” del barrio.

La mención por parte de los vecinos de los tachos tóxicos enterrados en el barrio es

recurrente. Incluso hay algunas referencias de que tanto en la década del ’80 como en la de los

´90 (Curutchet et al, 2012), algunos de estos tachos fueron desenterrados y trasladados hacia otro

lugar donde supuestamente serían tratados sus contenidos. Sin embargo al hablar de dichos

tachos con los vecinos, éstos suelen decir que saben que aún existen en el barrio algunos

enterrados pero siempre están “más allá”, “un par de cuadras más para abajo”, “allá en el fondo”,

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y cuando uno se acerca a donde se hallarían finalmente, los vecinos del lugar los vuelven a ubicar

aún “más allá”, en un nuevo horizonte del barrio. Esto sucedió hasta que al fin un vecino luego de

indagar en varias visitas sobre los tachos, manifestó en forma de pregunta la razón por la que

posiblemente jamás se puedan ubicar dichos tachos:

¿Pero y qué pasa si los encuentran acá? –Habla de su casa- ¿qué van a hacer? ¿A mi me van a echar de mi casa? (Ángel, vecino de Reconquista).

Podemos preguntarnos por qué alguien acepta vivir así. Una de las posibles respuestas la brinda Ratier:

Quien vive en la ciudad, quien nació en una clínica, fue a la escuela primaria y luego a la secundaria, consiguió un empleo y un sueldo, llega a su casa y prende con naturalidad la luz eléctrica, abre la canilla y se lava con agua abundante, cocina en un artefacto a gas y, por sobre todo, come todos los días, tiene que hacer un gran esfuerzo de imaginación para pensar en otras condiciones. Y un mayor esfuerzo, quizá, para concebir que alguien considere que su vida ha mejorado en el ámbito sórdido de la villa miseria (Ratier, 1985: 58).

Para alguien desplazado, tal vez demasiado acostumbrado a padecer desgracias de todo

tipo, y que, aunque fuese en una villa, hoy tiene un techo donde dormir y quizá sea éste el único

bien que pueda heredar a su familia, hasta la terrible posibilidad de vivir sobre tachos con

contenidos tóxicos puede pasar a un segundo plano. A pesar de la contaminación y los frecuentes

y diversos problemas de salud, sus vecinos “viven”, y la vivienda es una necesidad de su

presente.

Ángel volvió a recordar lo que no deberíamos olvidar al pensar en Reconquista: no

podemos pensar el problema ambiental del barrio sin considerar su compleja problemática social,

es decir la situación de extrema pobreza, la ausencia de servicios públicos regulares, y la

necesidad de muchos de sus habitantes de tener que recurrir al cartoneo –recuperar desechos-

para satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia.

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Calle “Costanera” que separa la última hilera de casas –margen izquierdo- del inicio del “zanjón” luego de un pequeño terraplén construido como defensa contra los desbordes del mismo –margen derecho-.

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Capítulo 5

Vivir de la basura. La basura como recurso.

Enfrente mismo de nosotros, en el arroyo, estaba plantado un pobre hombre de unos cuarenta años, de faz cansada y barba canosa; llevaba de la mano a un niño, y con el otro brazo sostenía a una criatura

débil para andar todavía. Hacía de niñera, y sacaba a sus hijos a tomar el aire del anochecer. Todos harapientos (…) Los ojos del padre decían: «¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! ¡Parece como si todo el oro

del mísero mundo se hubiera colocado en esas paredes!» Los ojos del niño: «¡Qué hermoso!, ¡qué

hermoso!; ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!»… Baudelaire, Los ojos de los pobres.

En Reconquista como ya se dijo, la basura se presenta de diversas formas. Las escenas de la

basura se repiten y se multiplican en la mirada: hombres quemando montañas de desechos; una

carreta con un par de muchachos arriba cargada de materiales recuperados; unos chicos que

interrumpen su partido de futbol porque la pelota se les fue al zanjón y con un palo intentan

interceptarla para no meterse en el agua “podrida” a sacarla; los hombres y mujeres que a la tarde

empiezan a salir “a Capital”18 y que llegarán probablemente pasada la medianoche con lo que al

final de la jornada allí puedan encontrar; una anciana sentada a la puerta de su casa clasificando

los materiales “cartoneados” el día anterior; la pared de una casita hecha de chapa y la pared de

otra empapelada con la propaganda del programa de cable de un historiador; etc. No todo, por

supuesto, en Reconquista, remite a la basura, pero ésta mantiene y reafirma en las prácticas

cotidianas una insoslayable presencia que se traduce en diferentes formas con las que los vecinos

entran en relación con ella.

En el capítulo anterior expuse lo que considero a los fines analíticos un primer lugar de la

basura en el barrio: la basura como paisaje. Ese sentido de la basura a su vez implica dos

dimensiones posibles, por un lado la primera utilización de la basura que se presenta a quien

ingresa al barrio por primera vez, es decir, la utilización de materiales desechados inicialmente

para rellenar –y hacer “edificable”- el propio terreno de baja cota e inundable y luego para la

construcción de la propia vivienda con lo cual satisfacer una de las necesidades básicas de 18 Fórmula utilizada por muchos cartoneros de Reconquista para referirse a la actividad de cartonear en el Centro de San Martín o Capital Federal.

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subsistencia19. Por otro lado, la basura como paisaje también se expresa en otra experiencia

mucho más dramática de la basura en el barrio, cimentada en la contaminación ambiental

derivada de levantarse el mismo barrio sobre el propio espacio en que funcionaran -y aún lo

siguen haciendo por lo menos en muchos de sus sectores- basurales clandestinos a cielo abierto,

como por la proximidad de uno de los ríos más contaminados del país, la cercanía de una planta

del CEAMSE y un servicio de recolección de residuos municipal precario y deficiente entre otros

factores ya mencionados anteriormente.

En este capítulo me interesa tratar otra relación que los vecinos del barrio establecen con la

basura: la basura como un recurso de vida. Son dos los ámbitos que los vecinos de Reconquista

frecuentan en este sentido20. Hay quienes van a la quema y quienes van a Capital u otros centros

urbanos. Estos constituyen espacios bien diferenciados como así también es diferenciada la

dinámica propia del cartoneo que se realiza en ambos contextos. Por su parte hay ciertas

significaciones comunes y distintas asociadas a ellos. Sobre estas cuestiones me explayaré en las

siguientes páginas diferenciando dos posibles utilizaciones de la basura: La basura como comida

y la basura como un recurso para generar un ingreso económico.

En el cuento ya citado “Cómo se vive”, Héctor describe su barrio. Nos cuenta cómo vive su

gente y habla de la basura presente, más que presente, omnipresente, del barro, de la tierra y del

zanjón. Habla de la gente, que es humilde como su escuela. “La gente muy humilde” cirujea o

busca comida entre los “desperdicios” de la ciudad, en las zonas más céntricas de San Martín

algunos, en los barrios de la Ciudad de Buenos Aires la gran mayoría. Una ciudad cercana y

lejana a la vez, de la cual Reconquista, como otras villas y asentamientos, forma parte como un

patio trasero, casi invisible. Una ciudad que no los mira, o por lo menos no los mira como Héctor

entiende que debería hacerlo, y por ello su reclamo: “lo que yo espero es que esta villa sea más

mirada por la gente del exterior…”. Pero Los ojos de los pobres sí miran la ciudad. La miran

19 En ese sentido por supuesto que la basura también representa un recurso, pero un recurso que a través de su reutilización participa y refuerza la presencia de la basura como paisaje predominante del barrio. En todo caso su análisis también podría haberse tratado en el presente capítulo y su inclusión en el anterior remite sobre todo a cuestiones de forma y desarrollo de la presentación de esta investigación. 20 En el espacio del propio barrio no se encuentra basura que pueda llegar a ser reutilizable en cantidades relevantes, por lo que el cirujeo en Reconquista raramente se práctica. Lo que puede mencionarse es la quema de cables u otros materiales con la intención de recuperar algunos elementos como el cobre para su venta, pero esta actividad suele complementarse con otras prácticas cartoneras realizadas fuera del barrio para asegurarse la subsistencia.

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porque para sobrevivir en sus condiciones actuales la necesitan. El barrio Reconquista,

desarrollado como una prolongación más del sostenido crecimiento en degradé de la ciudad con

sus fronteras más o menos imperceptibles, pero siempre significativas (Grimson, 2009) mira

hacia la ciudad. Ésta es el lugar del trabajo y de la oportunidad, de lo posible, aunque solo fuera

para cartonear. En general, los cartoneros de barrio Reconquista en lugar de decir: “fui a

cartonear”, dicen “fui a Capital”.

La basura que la sociedad desecha es el recurso con el que gran parte de los hombres y

mujeres de las villas cuentan para comer, para vestirse, y para insertarse, aunque sea de la forma

más informal posible, en el mercado productivo, es decir para satisfacer sus necesidades más

básicas de subsistencia.21 Es preciso comprender estas prácticas en el marco de una dinámica y

estructura social determinada, donde individuos posicionados desfavorablemente en la escala

social urbana improvisan soluciones que se inscriben en el marco de lo cotidiano de sus vidas. En

la necesidad de todo, las prácticas cartoneras cobran valor y adquieren toda su lógica. Los

habitantes del barrio Reconquista son sujetos que frente a las necesidades de todo tipo, y a partir

de un escenario social determinado de desigualdad social, improvisan recursos, formas, prácticas,

como, quizás, uno de los únicos medios posibles para sobrevivir dentro de una sociedad que se

les presenta indiferente. Este “último recurso” -en palabras de muchos cartoneros- remite a

diferentes relaciones y vínculos que establecen estos sujetos con la basura que la sociedad

produce.

En este sentido, Gorbán (2011) discute el sentido de este “ultimo recurso”. Al mismo

tiempo que da cuenta de que esta fórmula es frecuentemente utilizada por los propios cartoneros,

señala cómo, en algunos relatos, los sujetos mencionan que prefirieron cartonear antes que

realizar otros trabajos que consideraron más indignantes ya sea por la propia naturaleza de las

actividades como por la escasa remuneración económica que percibían por ellas. En esta línea –y

apoyándose teóricamente en Bourdieu (2006)- menciona que el cartoneo es una opción más,

21 El ya mencionado estudio referido a la cuestión de la antigüedad de las viviendas del barrio, señala que un 47,4% de las personas del barrio relevadas por la encuesta mencionaron ser empleados u obreros. Mientras que las categorías de “desocupados”, “otras actividades”, “changas” y “cartoneros” sumaban un total de 33%. Un 18,2% afirmaron ser trabajadores “por cuenta propia”. A partir de mi experiencia de campo creo que es muy posible que un cartonero interrogado por un extraño sobre su ocupación responda afirmativamente a la opción “por cuenta propia”, por un cierto sentido de prejuicio o vergüenza.

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elegida dentro de un repertorio de otras actividades posibles. Si bien considero que esta línea de

análisis puede resultar fructífera para reflexionar sobre el fenómeno del cartoneo -ya que es cierto

que el cartoneo puede presentarse como una opción, dentro de un acotado espectro de

actividades, para algunos de los habitantes de un barrio como Reconquista-, también es cierto que

las opciones de trabajo formal, regular y aceptablemente remunerado son más bien escasas en

estos contextos. En este sentido la misma autora también señala sobre todo en un trabajo anterior

que el crecimiento del cartoneo en el conurbano se encuentra estrechamente ligado al paulatino

crecimiento del desempleo y la precarización laboral que se desencadena hacia las últimas

décadas del siglo pasado:

Refiriéndose a la localidad de José León Suárez menciona:

Hoy esta localidad nos muestra una de las caras de lo que dejaron tras de sí más de 20 años de liberalismo. La pobreza, el desempleo, fábricas cerradas, grandes edificios abandonados, son parte de la fisonomía de este rincón de la provincia que aparece como espejo de tantos otros. (Gorbán, 2006: 5)

Y hablando de los habitantes de sus villas escribe:

Para los vecinos de estos barrios pobres y precarios, el desempleo es una constante, y frente a eso, la recolección informal y el cirujeo constituyen una de las pocas fuentes de supervivencia. (Gorbán, 2006: 5)

Tal vez en el caso de los cartoneros que se dirigen a Capital y donde lo buscado

básicamente son materiales útiles para ser reciclados y vendidos posteriormente –cartoneros a

menudo organizados en cooperativas que son el centro de la investigación de Gorbán- pueda

entenderse mejor el cuestionamiento de la categoría empleada por los propios cartoneros de

“último recurso”. Pero considero que por lo menos para quienes se dirigen a la quema a buscar

principalmente qué llevarse a la boca, es necesario mantener latente dicha fórmula, no solo como

un enunciado problemático inscripto en relaciones concretas de desigualdad social, sino también

como una expresión literal y recurrente de lo sujetos, que implica significaciones específicas con

respecto tanto a la propia situación social en que están inscriptos como a la misma actividad del

cartoneo.

En este sentido podemos considerar al cartoneo siguiendo a los sujetos como un “último

recurso” que nace de necesidades concretas de subsistencia, pero es cierto que no todo sujeto

necesitado resuelve cartonear para sanear dicha necesidad.

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En este sentido me pregunto ¿en qué medida el haber nacido o vivido durante muchos años

en contacto o rodeado de basura es un factor contextual que posibilita e impulsa el desarrollo de

estas prácticas? La espacialidad de los barrios basureros, de las villas miserias, en este sentido es

muy relevante, ya que estos favorecen la experiencia diaria y cercana de la basura. Los sujetos

que no viven en este entorno construyen un imaginario con respecto a la basura, donde esta

constituye un desperdicio, un desecho que se saca a la calle para que un camión se lleve a un

basurero. Esto permite y favorece una sensación de asco (Álvarez, 2010) asociada a la basura,

mientras que los vecinos de los basurales construyen otro imaginario, se aprovechen directamente

de ella o no.

Sin caer en un determinismo espacial, el vivir rodeados de basura inevitablemente cambia

su representación con respecto a ella, porque ella, entre otras cosas, es parte de su paisaje

cotidiano. La sensación de asco ya no necesariamente articula esta relación y menos aún para

quienes encuentran en ella un recurso vital. Tal vez las fórmulas de “ir a Capital” e incluso

“último recurso” sirvan para los cartoneros, entre otras posibles cosas, para establecer

mediaciones con aquello que “socialmente” constituye algo “asqueroso”, que es la basura. Tal

vez sean fórmulas que “dignifiquen socialmente” su actividad, una forma de explicarse a ellos y

sobre todo a quienes no nos dedicamos al cartoneo, su manipulación de la basura como una forma

de supervivencia.

Así discutían dos chicos:

Nadia: De onda te lo digo, ojalá que nunca, nunca en tu vida tengas que venir acá. Porque vos quedas re mal diciendo todo lo que estás diciendo…

Martín: ¿Por qué?

Nadia: Porque quedás re mal.

Martín: ¿Por qué, a ver? ¿Porque digo que nunca… ni en pedo voy a bajar a buscar comida de la basura? tomatela…

Nadia: Porque algún día, algún día, tu vieja o tu viejo se van a quedar sin trabajo, o Dios no quiera y se van a terminar muriendo, y vos vas a tener que venir acá. (Martín y Nadia, 13 años. Fuente: Video Re-copada)

Otro joven del barrio comentaba:

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Pienso que está mal, pero bueno… está mal, pero a veces hay gente pobre que no tiene otras opciones, nada más. (Marcos, Fuente: Video Re- copada). Álvarez (2010) señala que los hombres y mujeres que tratan la basura han superado la

barrera que impone el asco. Este autor sostiene que con su actividad, el “recuperador” de

desechos contrapone al asco que podría sentir cualquier persona “común” al manipular

desperdicios, su necesidad y dignidad, y de esta manera “crea” valor allí donde supuestamente no

podría existir ningún valor. En algo descartado por la sociedad, inútil, inservible, encuentra el

cartonero en cambio lo útil, lo redituable y la “dignidad” de un trabajo. Esta es su práctica de

subsistencia. La forma de vida que no les quedó otra que aceptar -como suelen manifestar las

personas que se dedican a ella- o una forma de vida por muchos ya conocida, ya practicada, la

cual saben que por lo menos puede garantizarles la existencia del día a día.

La “espacialidad” mencionada más arriba por sí misma no termina de explicar la

posibilidad de vivir de la basura. También hace falta cierto conocimiento, cierta astucia, saber

aprovechar ocasiones favorables, contextos propicios, saber qué se puede cartonear y qué no,

cómo y cuándo, en definitiva cierto bagaje de disposiciones y aptitudes que llamaré

analíticamente “conocimiento”. Esto podría relacionarse con la formulación del “sentido

práctico” de Bourdieu (1991). En dicha formulación la realidad social es el producto de sujetos

socializados que aplican en la práctica diaria principios de organización construidos y adquiridos

en el devenir de sus experiencias de vida situadas espacial e históricamente. La teoría práctica

Bourdieana se construye en torno del concepto central de habitus que supone la existencia de un

agente social constreñido en su acción por esquemas de percepción, sentimiento y acción

heredados, sin que ello implique dentro de este marco incapacidad de novedad y creatividad.

Pero el “conocimiento” de los cartoneros va un poco más allá. A lo largo de generaciones el

cartoneo se constituyó en un saber “casi de oficio”, o un saber “profesional”, donde se producen

transmisiones intersubjetivas de los saberes que permiten vivir de esta actividad. En Reconquista,

numerosos cartoneros actuales, son hijos y nietos de cartoneros. Muchos desde chicos vieron o

tuvieron incluso que acompañar a sus padres a cartonear –tal como muchos chicos lo hacen

ahora-, y esa experiencia y saber forma parte del repertorio práctico y “profesional” con el cual

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cuentan a la hora de desarrollar dicha actividad. Todos los mencionados son los elementos y

aspectos que aquí agrupo bajo la categoría de “conocimiento”:

Si no sabes, no sacas nada. Yo un par de veces fui al Cinturón (CEAMSE), pero no saqué nada. Ahora si sabés cartonear te podes hacer 100 pesos por día (José, de Reconquista).

El vidrio se está pagando poco ahora, lo que más conviene es cartonear papel o cartón ahora (Susana, de Reconquista).

El conocimiento es central para saber “ganar” en una situación social donde solo estaba

previsto perder. Sacar provecho de la basura implica una tarea sumamente racional y

clasificatoria, y sobre todo una habilidad. En una situación de desigualdad social y de carencias

materiales de todo tipo, los cartoneros aprenden a exprimir este último recurso que les permite

sobrevivir a esta misma condición.

Para introducir el análisis de estas relaciones me parece relevante remitir como marco

teórico a la categoría de “táctica” que de Certeau (1996) utiliza en su libro “La invención de lo

cotidiano”.

En este sentido el autor mencionado diferencia y contrapone dos lógicas, la “estrategia” y la

“táctica”. La primera, construida desde “el poder”, la segunda desde “el no poder”. La estrategia

nace de una posición en una relación de fuerzas ventajosa, la ejecuta un sujeto de “voluntad” y

“poder”, esto le permite a la estrategia poseer un “lugar propio”, un lugar a partir del cual se

puede salir y producir la disciplina, en el sentido de imponer formas estructurantes del mundo

social. En cambio, la táctica, está determinada por la ausencia de un lugar propio, es más, la

táctica se desarrolla y solo es posible a partir de un lugar que le es ajeno al sujeto que la realiza,

el lugar del “otro”. Es la acción de quien no tiene poder, que solo existe en el espacio propio de

quien tiene poder, “debe actuar con el terreno que le impone y organiza la ley de una fuerza

extraña”, “la táctica es un arte del débil” (1996: 43). La táctica está caracterizada por la astucia e

implica ausencia de poder, y al aprovechar favorablemente un momento y una situación, busca

sacar provecho del lugar de poder que le es ajeno.

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En primer lugar “la ausencia de un lugar propio” se puede entender en dos dimensiones. En

una dimensión espacial, podemos hacer referencia a la gran cantidad de sujetos que viajan a la

Capital o a la quema diariamente a cartonear. Se sale del espacio “propio” del barrio y se ingresa

en los espacios “otros”, los barrios céntricos de la ciudad o en el depósito de una empresa, que es

donde se produce o está localizado en grandes cantidades aquello que puede llegar a ser

beneficioso para los cartoneros. En otra dimensión, reutilizan, resignifican, le dan valor, a lo que

no fue producido por “ellos”, sino más bien por “otros” y que luego fue desechado como basura

por estos otros. Es decir que se crea allí donde se es un extranjero en doble sentido, un extraño,

para hacer propio algo que en principio no lo era, y que sólo lo es, en la medida que se utiliza el

espacio de “otro” y se aprovechan sus desperdicios.

Como en las tácticas de de Certeau, los sujetos “aprovechan una situación”, es un “último

recurso”, sí, tal vez no se pueda entender de otra forma el buscar qué comer en la basura, pero

incluso allí, los hombres, mujeres y chicos que se dirigen a “Capital” o a la quema, ponen en

juego su “astucia” en un momento y un espacio determinado para tener así alguna oportunidad de

ganancia e incluso algo que llevarse a la boca. Ellos inventan las ocasiones para ganar, algo,

poco, para ganar lo que se pueda, en un lugar que no estaba determinado, desde el poder, para

“ganar”, ni para “tener”. Estas prácticas se fundamentan en “la decisión misma, acto y manera de

‘aprovechar’ la ocasión” (1996: 50). Estos sujetos, sujetos de acción, ante la necesidad supieron

crear y recrear formas a través de las cuales sobrellevar y sobrevivir a su difícil situación.

Considerando que en general el lugar propio –aunque en la mayoría de los casos sin títulos

de propiedad de ningún tipo- de los cartoneros, es una casilla en la villa miseria, son dos los

principales espacios “otros” donde los sujetos de Reconquista se dirigen para realizar estas

prácticas: la Capital (y otros centros urbanos) y la quema o cinturón. En estos ámbitos se busca lo

que pueda servir para vender, reciclar y luego vender, y llegado el caso también comer. Cada uno

de ellos como se verá constituyen espacios bien diferenciados. Físicamente y formalmente son

muy diferentes. El primero está constituido por calles de los centros urbanos y en general deben

realizarse largos desplazamientos durante varias horas para lograr hacer una buena jornada. El

segundo está constituido por montañas de basura apiladas en un entorno relativamente próximo

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en el mismo predio del CEAMSE, y su acceso y la duración de la actividad están regulados por

esta misma empresa.

Pero la distinción entre ambos espacios involucra otros aspectos. En términos generales se

puede afirmar que hoy quienes van a “Capital” están nucleados en torno a organizaciones, que

son el producto de la gestión y la “lucha” de cartoneros “antiguos” del barrio, organizaciones

cuyos inicios datan de la última década. Lo que se busca en este ámbito es material para ser

reciclado y vendido, o directamente vendido. Por su parte, y de nuevo por regla general –no

exclusiva-, quienes van a la quema trabajan de forma más individual y si bien se busca todo

aquello que pueda significar alguna utilidad, se destaca en este ámbito la búsqueda de comida. De

esto se desprenden también diferentes significaciones sociales que se asocian a cada contexto

mencionado, como también otras que son comunes. En los siguientes apartados describo ciertas

dinámicas propias de cada uno, así como reflexiono acerca de dichas significaciones.

Pintura en una pared de Reconquista: un cartonero y un camión del CEAMSE.

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La basura como comida.

La práctica del cirujeo como forma de vida para muchos habitantes de barrios precarios y

pobres en sitios de quema o depósitos de basura comienza a ser registrada en Buenos Aires hacia

fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Se trataba de la práctica de dirigirse a las zonas

donde se depositaban las montañas de basura que la ciudad producía para buscar entre los

desperdicios -con la paciencia y la meticulosidad de un cirujano (Paiva, 2006)- lo que pudiera ser

aún aprovechado y reutilizado. Así, el cirujeo no constituye un invento reciente sino que tiene

una historia de por lo menos poco más de un siglo en la ciudad, más allá de las particularidades y

significaciones que a lo largo del tiempo pueda adquirir para propios y extraños dicha actividad

en los diferentes contextos. De hecho ninguna de las formas concretas de utilizar la basura tal vez

sean nuevas, sino más bien, como dice de Certeau, “las tácticas presentan continuidades y

permanencias” (1996: 50), pero éstas se renuevan, siempre, cada vez, las situaciones son nuevas

día a día, y sobre ellas los sujetos sin poder -o tal vez con el solo poder de su acción y su astucia-

improvisan, las reactualizan y las reinterpretan.

En Reconquista cirujear en la quema adquiere matices que me interesa relevar. Cuando

hablan de quema, los vecinos ya no se refieren a los espacios fiscales en las afueras de los centros

urbanos donde se amontonaba la basura. Hoy la quema refiere a los depósitos ubicados dentro de

las instalaciones de la planta del CEAMSE, llamada Norte III –donde llega casi la totalidad de la

basura de la Ciudad y conurbano bonaerense- que se encuentra solo a una distancia equivalente a

un par de cuadras del propio barrio. Esto, entre otras cosas, significa la total regulación de la

actividad por parte de la empresa:

Se levantan, desayunan y mientras que esperan que sean las 15:00 hs, se entretienen escuchando un poco de música para ir a la quema. Salen lo antes posible para poder llegar temprano a la fila y entrar. Se puede entrar desde las 17:00 hs hasta las 19:00 hs. Esa gente se siente bien al saber que sus hijos tienen que comer todos los días, se los ve bien y contentos. Empujan sus carretas con mucho entusiasmo porque traen su carreta bien cargada de comida con lo que le pueden dar a comer a sus hijos. Llegan a traer: alfajores, golosinas, carne, mercadería, etc. Algunas personas venden las mercaderías o a veces las dejan y se agarran algo para su familia. Algunos vamos en bicicleta y otros caminando… También hay embarazadas y ancianas que las dejamos pasar primero. (Camila, 14 años, de Reconquista. Fuente: Video documental Re-copada).

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Si bien se trata de un relato dotado de una reflexión autoral sobre la cuestión me parece

relevante la forma en que se narran las situaciones. Estas refieren a los preparativos y momentos

previos a dirigirse hacia la quema; refieren a la basura como fuente de alimento y en ese sentido

todo lo que se puede llegar a conseguir en dicho espacio; habla de la venta de otras cosas

recuperadas, y todo, por más extraordinaria que nos pueda parecer la escena, con una mezcla de

sencillez y amenidad que nos habla de lo cotidiano, de la vida de de todos los días de los cirujas

de Reconquista. Por otra parte, el relato comienza y se desarrolla en tercera persona, salvo en la

anteúltima frase donde el sujeto pasa a ser la primera persona del plural. Esto, junto con otras

experiencias de campo, donde los relatores hablan de cómo se busca comida en la basura, pero

sin implicarse salvo raras veces de forma directa, refieren a cierto estigma y sensación de

vergüenza para hablar abiertamente del tema, cuestiones sobre las que volveré más adelante.

Como último detalle de la anterior cita, cabe mencionarse la mirada de tinte romántico que

impregna toda la escena, tal vez reivindicando una forma de vida ante las necesidades impuestas

por una sociedad desigual.

Me gustaría recordar también un pasaje del cuento de Héctor que refiere a la dinámica y

ciertas “regulaciones” que funcionan al interior del depósito del CEAMSE:

La gente muy humilde cirujea o busca para comer en un lugar llamado de dos formas: “La Quema” ó “El Cinturón”. Esa gente se somete a hacer lo que la policía quiere, como callarse, no empujarse, y esperar un largo rato. Si no obedecen, son corridos a los balazos, tengan ó no tengan algo que ver con algún lío (Héctor, Cómo se vive. En: Reconquista. Cuentos de la villa).

Otro vecino, “dignificando” la actividad del cirujeo ante otras realidades sociales,

mencionaba con respecto al CEAMSE:

No, no está mal que esté porque es una salida. Está bien que esté. Está mal lo de esos dos chicos que estaban en la moto… ¿vos no los viste lo que estaban haciendo los pibitos de la moto? Eso está mal. Los pibitos que van al quiosco y compran poxirán ¿entendés? Eso está mal, eso está terrible. No está mal que esté el cinturón porque es una salida. (César, vecino de Reconquista. Fuente: Video documental Re-copada).

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Así, la práctica de la recuperación de basura, en este contexto de pobreza aceptada y

dignificada, se contrapone a otras realidades presentes en el barrio, como la droga en este caso,

pero también la delincuencia. Estas problemáticas obviamente no son exclusivas de este tipo de

barrios, pero a través del ideario social de estigma creado sobre las villas, terminan en gran

medida anclándose en la propia percepción que del lugar tienen sus habitantes. Y en parte

considero que es esa misma superación del asco de la que habla Álvarez (2010), la que les

permite interactuar con la basura de una forma tan resuelta, la que también suma su cuota de

estigmatización de los sujetos frente al resto de la sociedad. El asco que la sociedad siente por la

basura -por lo que se la saca a la calle para que un camión se la lleve lejos, con su feo aspecto y

olor- se proyecta sobre las personas que husmean en esos desperdicios y que los reutilizan de

diversas formas, inclusive para comer. De esta manera, según analiza Álvarez, estas personas

quedan “marcadas” por las mismas propiedades que se le atribuyen a la basura.

Álvarez menciona, asimismo, que esta discriminación es vivida por las personas implicadas

en la recuperación de desperdicios con un cierto sentimiento de vergüenza, y que esto conlleva a

no revelar fácilmente la condición de ciruja. Tal vez el caso extremo lo representen quienes

sobreviven comiendo lo que el resto de la sociedad tira como basura. Porque tal vez también sea

imposible no sentir vergüenza ante esta clase de realidades. Una vergüenza que podría tener dos

caras. Por un lado la vergüenza de sentirse parte de una sociedad que inventa, permite y

reproduce el contexto para que esto exista. Por otro, una vergüenza más individual, que interpela

a los sujetos en lo más íntimo, porque seguramente a nadie le podría ser indiferente estar en esa

situación y tener que vérselas con la basura de los demás para alimentarse a sí mismo y a su

familia. Estas situaciones hacen que el “lugar” de la basura como comida sea uno de los más

difíciles de narrar, visualizar y tratar.

La quema es por excelencia el lugar de la basura como comida o como bien de uso, aunque

también en este espacio se puedan encontrar bienes vendibles. Es por esto que la quema está

asociada a la peor pobreza, a la falta total de otro tipo de ingresos o recursos de supervivencias.

Estaría mal si cierra eso, no, si cierra el cinturón, porque la gente después no va a tener para comer, la gente que no tiene trabajo. (Camila, estudiante de Reconquista. Fuente: Video Re-copada)

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Bueno, nosotras vamos a grabar el cinturón donde va toda la gente. Tiran carne, o a veces tiran golosinas… (Rocío, de Reconquista. Fuente: Video Re-copada)

De toda la zona relativamente cercana a las instalaciones del CEAMSE -minada de

asentamientos y villas que corren paralelas al Río Reconquista y sus afluentes- llegan cirujas a

pie o con carros para buscar en la quema una oportunidad de vida: “ahí va gente de todos lados”

(Romina, de Reconquista). Álvarez calcula en aproximadamente 700 el promedio de las personas

que día a día ingresan a las instalaciones del CEAMSE para revolver la basura acumulada como

montañas (2011).

Ir al CEAMSE, por las características ya mencionadas, implica también un modo de

segregación espacial que se inscribe en los propios habitantes del barrio. Los hombres, mujeres,

chicos y chicas que van a la quema salen alrededor de las tres de la tarde del barrio para volver

cerca de las nueve de la noche. Según lo relatado por vecinos del lugar, muchos de ellos

cartoneros y cirujas, estas personas no son las mismas que van a cartonear habitualmente a

Capital. Según también lo relatado en varias ocasiones solo un grupo de quienes van a Capital,

van a la quema los días sábados.

No somos los mimos. Los que vamos a Capital vamos a Capital y no a la quema, y los que van a la quema lo mismo, no van a Capital (Norma, de Reconquista)

Nosotros no vamos al Cinturón, algunos capaz van los sábados nomás (Jorge, de Reconquista).

Como ya se mencionó, si bien se puede llegar a encontrar “de todo”, en los relatos que

aluden a la quema la “basura” se presenta fundamentalmente como comida. Y según el propio

estigma presente en el barrio quienes van a este lugar son “los del fondo” del barrio, es decir el

sector al que se le atribuye la mayor pobreza y precariedad de la zona. Es la parte más reciente

del barrio. Las construcciones de las viviendas se vuelven claramente más precarias con respecto

a las viviendas de las calles iniciales del barrio. Las calles se achican y se tornan todavía más

irregulares. Los pasillos se multiplican hasta los límites del zanjón.

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Es el espacio que ocupan sobre todo los “recién llegados”, los habitantes más nuevos de la

villa, pero también muchos jóvenes que al dejar la casa familiar -sobre todo al hacer pareja y/o

tener un hijo- ven en el fondo la oportunidad más viable de hacerse de un hogar. Otras

situaciones, más allá de ésta, se suman para observar que el barrio presenta gran movilidad en

este sentido. Varios relatos mencionan como una persona que vivía “en el fondo” se mudó hacia

“adelante” y viceversa. Sin embargo la referencia al “fondo” o “adelante” del barrio es recurrente

en cualquier tipo de charlas con los vecinos. Así el barrio, una vez dentro de él y sobre todo para

sus habitantes, no se presenta como un espacio homogéneo.

Si bien la gente del barrio es consciente de la movilidad y de los lazos que se establecen en

la cotidianeidad entre los sujetos de ambos “sectores”, el estigma social de miseria, delincuencia

y violencia que la sociedad mayor hace recaer sobre la villa, es reproducido por los primeros –los

de “adelante”- al referirse al espacio ocupado por los segundos –los del “fondo”-. Existe en esos

relatos un nosotros y un ellos, por ejemplo:

Los de UNICEF estaban interesados en nosotros que vamos a Capital y en los que van al CEAMSE. (Raquel, cartonera de Reconquista).

Allá en el fondo es más peligroso, acá no tanto (Sergio, de Reconquista).

Acá estamos bien dentro de todo. Mi mamá vive en el fondo, ahí es mucho peor (Susana, de Reconquista).

Por otra parte y como se verá más adelante en contraposición con el general de los

cartoneros que van a Capital, entre quienes van a la quema se percibe una cierta impronta

individual. Aquí cada uno se arregla con lo que puede conseguir para sí, aunque en muchas

ocasiones se trabaje acompañado con algún familiar, sobre todo en el caso de quienes asisten con

carros. Desde que los policías dan la orden de paso y los cartoneros comienzan a correr los tres o

cuatro kilómetros que los separan aún de las montañas de basura para llegar lo más pronto

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posible y poder asegurarse lo que se encuentre de más valor, en todo el proceso prevalece un

sentido de trabajo más bien individual22.

La quema, lugar de pobreza y oportunidades:

Yo tengo dos sobrinos que viven en el fondo de Reconquista y entraron a trabajar el otro día, uno en una fundición en San Martín y el otro entró en una fábrica de canillas. Tres meses. Terminaron los tres meses de prueba y se quedaron sin trabajo, entonces ¿qué hacen? van al cinturón, y van y rescatan lo que pueden para vivir. (Ramón, vecino de Reconquista. Fuente: Video Re-copada)

Ese es mi viejo, no sabía que lo habían filmado23. El labura recolectando la basura de Reconquista. Antes no tenía trabajo y no teníamos para comer. Íbamos a ‘la quema’… Una vez fui y busqué una caja de alfajores Terrabusi, no sabés, estaban perfectos. Los comimos con amigas. Otro día, mi viejo trajo un costillar, mi mamá lo lavó y comimos un rico asado. Ahora con el trabajo que tiene estamos mejor… Igual yo voy a la quema, a veces. (Romina, 13 años, de Reconquista)

Cartonero de Reconquista.

22 Para profundizar en algunas particularidades que presenta la actividad del cartoneo en la quema se recomienda ver Álvarez, 2011. 23 El comentario debe entenderse en el marco del desarrollo del taller de video documental ya referido en las páginas 7 y 8 de la Introducción.

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La Basura como mercancía.

Como ya se adelantó la quema no es el único lugar a donde los cartoneros de Reconquista

se dirigen para ganarse la vida. Muchos de ellos se dirigen a centros urbanos entre los que priman

los barrios más céntricos de Capital Federal. Si en la quema el lugar preferencial de la basura es

como fuente de alimento directo, entre los grupos de cartoneros que van hacia estos otros

espacios prima la basura, por lo menos en términos generales, en su valor de mercancía directa

para la venta o reciclaje para la posterior venta, y la actividad adquiere matices que hablan de una

práctica más colectiva y organizada que la anterior.

Entonces para los sujetos de Reconquista que van a “Capital” y otros centros urbanos, el

lugar central de la basura es el que significa como material para ser recogido, clasificado y luego

vendido. Aquí lo propio es recorrer las calles en busca de la basura proveniente de fábricas,

negocios, restaurantes, casas y edificios. En muchos casos se visita gente ya “conocida” que

regularmente prepara ropas u otros bienes para cartoneros también conocidos por aquellos con los

cuales se creó cierto vínculo de “ayuda social”.

Refiriéndose al inicio de su actividad como cartonera una vecina contaba:

Era el 99´ o 98´… Entonces él (su marido) se quedó sin trabajo, y ahí una chica amiga mía que vivía al lado me dice: -Vení Norma… vamos a capital-. Ella iba con los chicos, y… -Bueno- le digo -vamos. Y empezamos a ir. Después mi marido… era como que le daba vergüenza ir a Capital… (Norma, vecina del barrio)

El marido de la mujer, que había tenido algunos empleos formales antes de quedarse sin

trabajo, según Norma sentía vergüenza al comenzar la actividad del cirujeo. A la pregunta de si a

ella también le daba vergüenza responde:

No, no es que a mí me daba vergüenza, yo no tenía vergüenza. Pero a él sí. Decía: -como voy a… - decía: -Esos negros de mierda… - y yo le dije: -viste como se da vuelta la tortilla, ahora nos toca jugar de este lado-. (Norma, vecina del barrio)

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Sin embargo, esa forma de mencionar la actividad del cartoneo, “ir a Capital”, que ya se

mencionó, no sólo se repite varias veces en su relato sino que es bastante usual escucharlo en el

de otras personas que también cartonean, puede interpretarse como un subyacente sentimiento de

vergüenza, o por lo menos un cierto temor a la incomprensión por parte de quién es ajeno a esa

realidad. Esto debido a que la vergüenza como tal es un producto social que se crea a partir de

relaciones, valores e implicancias sociales y culturales determinadas, nace a partir de que somos

conscientes de la mirada de los otros en un determinado contexto que aprueba o desaprueba lo

que hacemos. La vergüenza no se trata de un sentimiento por lo que concretamente uno hace,

sino de un sentimiento que nace a partir de cómo sé que voy a ser mirado por los otros -y tal vez

incluso por mí mismo- en un contexto social determinado. El marido de Norma parece graficar la

mirada social avergonzante: “Esos negros de mierda…”, hasta que en un momento, como dice

ella, se dio vuelta la tortilla y se sintió foco de la misma mirada.

Más allá de su vergüenza inicial, según contaba Norma, su marido con el tiempo llegaría a

ser uno de los principales delegados del “Tren Blanco”. Este era un servicio ferroviario que

funcionó desde el año 2000 hasta fines del año 2007. Surgió a partir de las quejas de los pasajeros

habituales del servicio que tenía en concesión la empresa TBA para el recorrido Capital Federal-

José León Suárez. El problema era que los cartoneros viajaban no solo en los furgones sino que, a

causa de su creciente número, también lo hacían en el resto de los vagones en los espacios libres

de asientos que dan a las puertas de ingreso y salida del tren. Y no solo viajaban ellos sino

también sus carros vacíos o con mercadería según de qué hora se tratara.

Mirá lo pidió un señor de acá, del fondo. A todo esto nosotros no habíamos empezado ni a ir a capital y ellos firmaron pidiendo el tren blanco. Y bueno antes de que saliera el tren blanco, se viajaba en el tren común, en el que iba la gente. Y ese era el problema, de que la gente se quejaba de que por ahí la carreta a uno lo chocaba o lo rozaba, viste, y entonces ese era el problema. O nos mandaban en un tren vacío de pasajeros para que metamos todas las carretas. Y ahí se organizaron y se puso el tren blanco. TBA les dio el tren y después falleció este señor, lo atropelló una camioneta o un auto acá en la esquina cuando venía con la carreta, y el señor ahí murió. Y bueno con mi marido, para no perderlo (el tren blanco) empezaron a levantarlo. Y entonces pusieron que en cada furgón de tren tenía que haber dos delegados. (Norma, vecina del barrio).

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Así, la iniciativa del Tren Blanco, aparece como un hito del primer momento en este

proceso de organización y lucha de los cartoneros. A raíz de diferentes problemas que se fueron

suscitando el Tren Blanco ya no funciona, pero una de las principales cooperativas que trabaja

actualmente hoy en el barrio y que nuclea en su gran mayoría a los cartoneros que viajan a

Capital, conserva el nombre de Tren Blanco. No obstante la capacidad de organización que

empieza a movilizar a estos sujetos no se limita a la realización concreta de las prácticas

cartoneras, sino que estas mismas prácticas comienzan a estructurar los tiempos y los demás

aspectos de su vida, y dicha organización se extiende para cubrir también estas áreas. De esto da

cuenta por ejemplo la creación de una guardería municipal dentro del barrio donde los hijos de

los cartoneros que van a Capital se quedan hasta las 23 horas, horario en que sus padres están

volviendo al barrio:

Y después fue que viajaban chicos también y eso fue el problema del riesgo de que los chicos se caigan del tren… que se llevaban todos los chicos arriba del tren. Y ahí nos organizamos para pedir la guardería acá. (Norma, vecina del barrio).

A partir de las 5 de la tarde aproximadamente los cartoneros comienzan a viajar a Capital.

Ellos viajan en general en el tren, desde la estación de José León Suárez, en pequeños grupos,

luego de cargar sus carretas en los camiones que las llevarán hasta Capital:

…acá de Reconquista salen tres camiones que llevan las carretas, uno chiquito que va a Carranza y dos que van a Colegiales. Entonces salimos de acá de la plaza. (Margarita, vecina del barrio).

La organización se extiende también al terreno de la confrontación que en diferentes

oportunidades y con diferentes actores deben afrontar, porque según una cartonera “siempre hay

problemas”. Por ejemplo, a causa de un conflicto con la policía por motivo de dónde podían

cargar y descargar las carretas de los camiones, Norma cuenta:

Entonces voy yo y les digo: -qué pasa, si estos pibes no andan robando, no andan bardeando, ustedes no tienen por qué ir a molestarlos, o ustedes quieren que ellos salgan a robar. Entonces por ese lado los corrés. (Norma, vecina de Reconquista)

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A partir de un problema suscitado con las primeras trabajadoras municipales de la

guardería que de penitencia ponían a comer a los chicos de los cartoneros en el baño, Beatriz, una

vecina, dice:

…a la directora le digo: -hacela la reunión, pero vamos a hacer una cosa, yo te tiro todas las carretas acá en la puerta del jardín, te traigo todas las carretas, te traigo un canal de televisión y yo voy a hablar de todo lo que les hacen a los chicos acá. Creo que vos no sabés lo que yo sé- le digo-. (Beatriz, vecina del barrio)

Cuando estos cartoneros llegan alrededor de medianoche de Capital retiran a sus hijos de la

guardería y una vez concluido así el día de trabajo, cada uno se dirige con su carro y lo que pudo

obtener a su casa. El paso que sigue es la clasificación de todo lo obtenido. Algunos realizan esta

actividad de noche, una vez en casa, otros al día siguiente, a la mañana o a la tarde, antes de salir

a cumplir una nueva jornada de trabajo. La clasificación consiste en la separación según la

consistencia de los materiales juntados, la acumulación de todo en algún sector de la casa, y

finalmente la venta de la mayor parte de lo obtenido en depósitos de materiales, en especial en los

ubicados en el mismo barrio:

Sí, cada uno se lleva el carro a su casa y… algunos clasifican a la noche y otros al otro día. Y ponés el plástico por un lado, el diario por el otro, el papel blanco por el otro, el cartón por otro lado. (Norma, de Reconquista)

Cada uno vende… acá hay un depósito, allá al fondo hay otro, son tres depósitos que hay acá, que te compran todo para reciclar. La mayoría venden los sábados, hay otros que cada 15 días o un mes y hay otros que lo venden en el día. Ahora lo que queremos es un galpón, un galpón grande porque llevamos los carros a las casas y no hay lugar, a veces no tenés lugar. En cambio si tenés un galpón grande, vos clasificás, lo pesás y te van anotando por día, y si esto lo querés cobrar por día o los sábados. Y entonces por eso queremos conseguir un galpón. (Margarita, vecina del barrio Reconquista)

La acumulación de este tipo de materiales en las casas se considera un problema entonces

por la falta de espacio y también porque “por el cartón a veces se juntan las ratas”. A la diferencia

entre los días de venta de lo obtenido se debe entonces que el material se acumule en grandes

pilas en las casas. La gran mayoría de estos cartoneros vende su material los sábados o cada

quince días o incluso por mes “para que sea más… lo que juntan” (Norma, de Reconquista). El

interés en juntar más, para luego vender más y sacar mejor provecho del trabajo, convive con la

percepción problemática que provoca la acumulación de la basura en las casas. Sobre todo para

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los vecinos del barrio que no se dedican al cartoneo, esta acumulación de materiales es muy mal

vista y criticada:

Mirá lo que es eso, yo no lo puedo creer. Mirá lo que son esas montañas de basura. Con los vecinos tendríamos que hacer algo para que eso se termine. (Marta, de Reconquista, señalando una esquina frente a su casa)

Ahí juntan de todo, es un desastre, está lleno de ratas y yo tengo hijos chiquitos… (Analía, de Reconquista)

Los materiales acumulados en las casas de cartoneros y depósitos del barrio adquieren así

contradictorias miradas y significaciones. Para algunos son mercadería a ser vendida y reciclada,

para otros una cuota más de basura indeseable que se suma a la presencia abrumadora de

desechos en el barrio.

Si bien la venta concreta a los depósitos es una actividad individual, hoy día los cartoneros

que trabajan así organizados parecen mantener y reafirmar en sus relatos un sentimiento de

compañerismo que se manifiesta en actividades y aspiraciones concretas donde no se presentan

como sujetos aislados peleando contra su situación de marginalidad, sino que por el contrario,

establecen vínculos de solidaridad que son reforzados diariamente a través de diferentes prácticas

y situaciones (Merklen, 1997). La palabra “compañero/a” enunciativamente se repite

asiduamente, y esta solidaridad y organización parece incluso extenderse no solo hacia el futuro,

sino también hacia otros grupos posibles de cartoneros que no necesariamente pertenecen al

barrio de Reconquista. Así Norma, refiriéndose a un galpón, nos comenta:

Y yo había visto uno (galpón) por Colegiales, quiero pedir la prensa, para prensar todo y vender por mayor. Porque allá poner planta recicladora no podemos porque está el CEAMSE también ahí, entre Colegiales y Carranza. Hay un lugar ahí por Colegiales, por donde nosotros paramos, es un lugar chiquito, que se podría arreglar bien y poner la máquina prensadora y vender lo que se va prensando, pero están nuestros carros y después otros que traen esos carretones grandes y ellos también podrían vender ahí. (Romina, vecina)

Otro aspecto que merece la pena mencionar aunque sea brevemente referido a la basura en

Reconquista, es el constituido por las cooperativas de reciclaje en las que trabajan ex cirujas de la

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quema, y que funcionan dentro del predio perteneciente al CEAMSE24. Se trata de plantas de tipo

industrial que se dedican a recuperar materiales a partir de los desechos urbanos donde trabajan

vecinos de Reconquista y de otros barrios aledaños a las instalaciones de dicha empresa y son el

fruto de conflictos –que abarcan abundantes hechos de represión incluida la muerte de un

quemero- y negociaciones entre organizaciones barriales y de cartoneros por un lado y el Estado

a través de las autoridades del CEAMSE por el otro.

Si bien esta línea de indagación emerge como interesante y rica para ser explorada, los

límites de esta tesina obligan a mantenerla como un futuro proyecto de análisis. Para profundizar

en este aspecto de la basura recomiendo la lectura de Álvarez (2011).

En este último capítulo quise abordar la relación que los vecinos del barrio establecen con

la basura en cuanto ésta constituye un medio de vida. En este sentido muchos habitantes de

Reconquista salen del espacio del barrio para realizar las prácticas de cartoneo y se dirigen hacia

dos destinos diferentes: algunos van a la quema -referencia a las montañas de basura ubicadas en

las inmediaciones del CEAMSE-, otros se dirigen a la Capital y otros centros urbanos. Cada uno

de estos espacios brinda y adquiere particularidades específicas, que se expresan en varios

aspectos: qué es lo que prioritariamente se busca; quiénes van hacia un lugar y hacia el otro; qué

modalidades, reglas y usos definen el cartoneo en cada ámbito; cómo se significan al interior del

barrio estás prácticas; y que contradicciones genera la acumulación de basura en el barrio. Por

otra parte a las nociones de “necesidad” y “espacialidad”, agregué la de “conocimiento” como un

tercer vector relevante parte analizar y comprender la posibilidad del cartoneo en Reconquista.

24 Álvarez menciona que se trata de nueve plantas en las que trabajan un total de seiscientas personas y este emprendimiento constituye una experiencia de cogestión social/ estatal única en materia de basura (Álvarez, 2011).

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Cartonera de Reconquista.

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CONCLUSIONES

“¡No soporto a esa gente con los ojos abiertos como platos! ¿No puedes decirle al encargado del café que los eche de ahí?”

Baudelaire. Los ojos de los pobres.

El proceso de desarrollo de la ciudad moderna implicó como una de sus características

específicas, la generación de focos de pobreza urbana constituidos por sujetos que a lo largo de

dicho proceso, fueron quedando confinados a los propios márgenes del desarrollo y en muchos

casos directamente a las zonas de exclusión del mismo. Así la pobreza como un padecimiento

crónico e innato del urbanismo moderno se convirtió en un fenómeno visible, palpable e

innegable de la ciudad. Pero no solo la pobreza “aparecía” en la ciudad, también lo hacía la

basura que los habitantes cada vez más numerosos –y también cada vez más consumidores de

nuevas manufacturas- producían en su vida diaria.

Con ambos “problemas” –la pobreza y la basura- se implementó una misma solución: un

proceso de periferización y expulsión progresiva de los espacios centrales de la ciudad. De esta

manera comenzó una invisibilización de la pobreza y de la basura urbana. Como menciona

Foucault (1999) la “limpieza” y la “purificación” del espacio urbano, requirió excluir de éste todo

lo que atente contra su “tranquilidad”, su “modernidad” y “salubridad”, se trate esto de desechos

o de pobres. A consecuencia de esto se fue conformando una “espacialidad coincidente”: la

pobreza y la basura por regla general ocupan los mismos espacios marginales de la ciudad, sus

cordones más externos, bajo la forma de un urbanismo muy contrastante con el de los espacios

más céntricos.

Esta espacialidad coincidente es el producto de dos procesos históricos y sociales

paralelos, pero coherentes, y su expresión más acabada la constituyen las llamadas por Davis

(2007) zonas “hiperdegradadas”, nuestras “villas miserias”. Espacios negados del trazado urbano,

relegados a los lindes distantes de la ciudad. Las villas como Reconquista están retiradas, su lugar

es cerca de los arroyos, al lado o en el mismo territorio de los basurales, algunas detrás de muros,

otras bajo autopistas y muchas sobre terrenos inundables, cercanos a los ríos, rellenados con pisos

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de basura para hacerlos construibles y habitables. Así las villas fueron y son invisibilizadas, en el

sentido de que solo son visibles para los agentes de algunas políticas públicas, para los

trabajadores docentes o médicos que puedan cumplir allí sus tareas y obviamente para sus

habitantes y tal vez algunos vecinos cercanos. Por lo demás estas son zonas “invisibles” de la

ciudad, de difícil acceso y no propuestas en el recorrido urbano del resto de la sociedad.

Como en el cuento de Baudelaire, “los ojos de los pobres” miran la ciudad, la necesitan.

La población desplazada de las zonas rurales del interior del país, la de más allá de las fronteras

de nuestra nación, y los contingentes de pobres otrora habitantes del centro de la ciudad –luego

periferizados- todos ellos creyeron en el proyecto urbanizador, en el desarrollo y el progreso

social, industrial, modernizador de la ciudad. Pero la mirada no fue correspondida, la ciudad se

construyó y se pensó de espaldas a las villas y en muchos sentidos lo sigue haciendo.

A esta invisibilización, si se quiere de forma más “material”, la acompaña otra, que podría

pensarse como una invisibilización “imaginaria” y que es el producto –y también en gran medida

el productor en un movimiento de retroalimentación- de la visión desfigurada, tergiversada o por

lo menos “borrosa” que buena parte de la sociedad proyecta sobre las villas. Es común escuchar

hablar de las villas o tratar su realidad a través de los principales medios de comunicación cuando

se habla de delincuencia, de droga, de enfermedades, el crimen, la falta de educación y cultura, o

lugar de “culturas menores”, tanto que se termina casi naturalizando la relación entre la villa y los

“problemas sociales”.

Más allá de la presencia de las villas en todo el conurbano -incluyendo obviamente a San

Martín- y del auge que sufrieron a partir de las últimas décadas del siglo XX, la villa casi

solamente es visible para convertirla en el reducto de todos los males sociales, en el lugar de

todos los miedos sociales. Es el lugar inquietante de la ciudad por naturaleza. Si no es por

motivos laborales o tal vez familiares no es común que alguien “de afuera” ingrese a la villa.

Tampoco se la atraviesa como se atraviesan otros barrios, para ir hacia otro lugar, ya sea porque

detrás de la villa no hay nada, o hay un río, y si hay algo se la bordea, pero difícilmente se la

cruce.

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Mural en Reconquista.

Más allá de la realidad de las villas, cruda y extendida realidad en las ciudades, se sigue

pensando casi como algo “anormal”, algo que “está mal”, algo no urbano, como si en la villa se

terminara la ciudad o la sociedad -si bien es cierto que a la villa no entran o entran en forma

irregular o clandestina la gran mayoría de los servicios y derechos ciudadanos-. Esas definiciones

e imágenes que se construyen socialmente sobre la pobreza y sobre los barrios pobres de la

ciudad parecerían esconder antes que mostrar aquello que no queremos llegar a ser, esconde el

miedo abyecto de las sociedades actuales. Que no es otra cosa que la reactualización del

sentimiento de miedo y angustia que desde siempre generó la pobreza en el corazón de las

ciudades modernas (Foucault, 1999).

La villa y su miseria expresa de forma latente el miedo a carecer (Deleuze y Guattari 1995),

miedo a carecer que deviene en miedo siquiera a estar cerca de esos espacios donde se carece de

casi todo. El miedo abyecto es la contracara de la sociedad narcisista y consumista de la que

formamos parte (Grinberg, 2009). El miedo y el rechazo permean la mirada social sobre la villa y

sus habitantes. En la respuesta del personaje femenino de Baudelaire resuena esa mirada social

sobre los lugares como Reconquista.

Pero la villa no es solo el lugar de la pobreza, es también el lugar de la basura. Es todo lo

que no queremos ser y no queremos ver como sujetos y como sociedad. La miseria urbana queda

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circunscripta a ciertas zonas, indeseables, marginales, donde la pobreza se entremezcla y se

confunde con la cara más visible y patente de la degradación ambiental, son los “teatros de miedo

y muerte” de Wacquant (2001: 232). Son barrios instalados sobre o al lado de basurales, de lo que

desechamos, de lo que consideramos no útil, desperdicios, y muchos de sus vecinos viven a costa

de esos desechos.

Para nadie es una novedad el hecho de que en nuestro país haya personas que subsisten de

recuperar residuos urbanos. Cuando ingresé a estudiar a barrio Reconquista tenía esa certeza.

Cuando los jóvenes de la escuela que participan del taller documental trajeron a debate el tema de

la “contaminación” del barrio, también me pareció lógico: vivir rodeados y encima de basura

seguramente debe despertar cierta “sensibilidad ambiental”. Lo que no sabía en ese momento era

el juego de dinámicas, categorías sociales y procesos de territorialización que se articulaban en

torno a la cuestión de la basura.

Esta es tan significativa en Reconquista, desde que se habita sobre ella, se construye con

ella, se vive de ella y se la señala como fuente de enfermedad, que la basura permea el mundo

social, de forma congruente a veces, de forma contradictoria muchas otras. Para quienes no viven

de la recuperación de desechos la basura es un problema a remediar, es parte de un paisaje no

querido. Para quienes sobreviven a partir de ella es algo deseado, motivo de dedicación y

conocimiento. Tal vez desde otro ámbito social pueda pensarse como un “mal necesario”, tal vez

los recuperadores repitan esa fórmula, pero lo cierto es que en Reconquista, como en muchos

otros lugares de similares características, la basura es fuente de vida, es posibilidad, materia de

lucha y organización barrial.

Las prácticas de cartoneo se ensamblan en el marco de una dinámica y estructura social

determinada, donde individuos -incluso tercera generación- posicionados fuera del mercado de

empleo formal, procuran y desarrollan alternativas que se inscriben en el marco más cotidiano de

sus vidas. Alejados del circuito formal de la economía, conformando lo que en términos de Castel

(1997) constituyen los supernumerarios, las prácticas cartoneras cobran valor y adquieren todo su

peso. Como señalé anteriormente, la agencia y creatividad caracteriza gran parte de las decisiones

que se toman a diario a los efectos de conseguir alternativas que den respuesta en esa situación de

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vulnerabilidad social. Así el cartoneo, tanto el que se realiza por la ciudad como el que se hace

dentro de la quema, se dirime entre el último recurso y la agencia necesaria de cuando se está

librado a la propia suerte (Grinberg, 2008). Frente a las necesidades de todo tipo los cirujas y

cartoneros improvisaron e improvisan recursos (de Certeau, 1996), formas, prácticas, como

búsqueda de medios posibles para sobrevivir dentro de una sociedad desigual y en gran medida

indiferente.

Como mencioné en los antecedentes, algunas investigaciones se han dedicado a explorar

la actividad de cartoneo. Entre éstas, unas de las más significativas son las de Gorbán, que busca

reconstruir la vida de los cartoneros “saliendo” de las villas, viajando a capital, y los sentidos

construidos por los actores sobre los espacios que articulan la cotidianidad de su práctica

recuperadora. Por mi parte me interesó focalizar en el “entorno”, en los vínculos trazados y

sentidos espaciales, en los paisajes afectivos de la vida en-con-contra la basura dentro del propio

barrio.

La dinámica de la basura en un barrio como Reconquista adquiere especificidades. Mi

propio acercamiento al problema me llevó a considerar la “espacialidad”, la “necesidad” y el

“conocimiento” como vectores relevantes a partir de los cuales desgranar de forma introductoria

el entramado de relaciones y vínculos que se articulan entre sujetos y desechos dentro de los

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límites del propio barrio, y a poder comprender que la cuestión ambiental es indisociable de lo

social y viceversa. Que no se puede comprender la basura en este contexto sin atender a la

pobreza de sus habitantes y el recorrido histórico de la propia pobreza en la ciudad. De la misma

manera que no se puede comprender la pobreza en el marco de las ciudades modernas sin reparar

en el recorrido y las vicisitudes de la basura urbana.

Una posible forma de continuar esta investigación sería profundizar en los sentidos aquí

iniciados. Tanto la categoría de “necesidad”, como la de “conocimiento” y “espacialidad”,

brindan horizontes vastos para recorrer. En relación con la basura algunos han sido más

trabajados por otros autores y otros no tanto. Un aporte relevante en este sentido podría surgir de

la reconstrucción de varias “historias de vida” de cartoneros antiguos y nuevos, lo que permitiría

acercarnos entre otras cosas a la significación de la propia historia en torno de la actividad

cartonera y los procesos de subjetivación relacionados con la basura.

Por lo demás, quedan otras preguntas por hacerse y líneas de reflexión que podrían

desprenderse de lo hasta aquí analizado: ¿Qué lugar ocupa la actividad de recuperación de

residuos al momento de pensar en el estigma social que recae sobre los cartoneros, sobre aquellos

que manipulan y comen de lo que buena parte de la sociedad desecha como basura? ¿Cómo se

resisten y resignifican los estigmas puertas adentro de la recuperación? ¿En qué consistieron y

cuál fue el resultado de las políticas gestadas por el Estado u organizaciones no gubernamentales

para resolver los problemas “ambientales” del barrio, sin atender a sus problemas “sociales”?

¿Cómo se reinventan en la actualidad algunas modalidades de cartoneo –plantas de reciclaje,

cooperativas- a partir de las transformaciones políticas y sociales de los últimos tiempos y qué

papel cumplen en los procesos de subjetivación con respecto al cirujeo “tradicional”? En este

aspecto Álvarez (2011) constituye un claro referente ya que su trabajo profundiza en las

negociaciones respecto del establecimiento de las plantas sociales de reciclaje como un novedoso

emprendimiento público- privado.

La temática de la basura urbana y los residuos sólidos –tanto como su producción

concreta incesante-, lejos de agotarse, probablemente se convierta cada vez más en una cuestión

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urgente conforme pasen los años. Los estudios posibles centrados en ella a partir de diferentes

actores y situaciones sociales podrían ser también inagotables.

Los vecinos del barrio Reconquista son sujetos urbanos que en un solo día pueden

atravesar los umbrales de la invisibilidad hacia la visibilidad, y de nuevo a la invisibilidad. En sus

relatos encontré temores a no ser comprendidos, sinsabores y resignaciones, pero también

reclamos por ser oídos, mirados, respetados y comprendidos.

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