Los Maestros Ocultos. (Relato Corto Esotérico)_Michael A. Galascio Sánchez

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La final, la idea de que existe una Presencia en el Universo. Una Presencia “justa”. Es capaz de helar el alma de cualquier hombre. Por que, ser justo significa que no hay matices, no hay justificaciones, ni alegatos, sino que aunque uno sea esencialmente un buen hombre, caritativo, honesto, humilde y otras tantas cualidades, si hace una sola cosa, que vaya en contra de la Ley Universal, pagará por ella

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Los Maestros Ocultos. (Relato Corto Esotérico) Fecha Lunes, 18 agosto a las 18:00:00

Tema Opinión

Opinión

Michael A. Galascio Sánchez (*)

• La final, la idea de que existe una Presencia en el Universo. Una Presencia “justa”. Es capaz de helar el alma de cualquier hombre. Por que, ser justo significa que no hay matices, no hay justificaciones, ni alegatos, sino que aunque uno sea esencialmente un buen hombre, caritativo, honesto, humilde y otras tantas cualidades, si hace una sola cosa, que vaya en contra de la Ley Universal, pagará por ella

Había recibido una llamada de mi entrañable amigo Acmed, invitándome a Egipto. En el pasado había visitado el país físicamente, aunque hay muchas formas de viajar, más rápidas y seguras. La idea no me gustaba, debido a la incertidumbre reinante en esa parte del globo. Sin embargo, se trataba de una iniciación que se ofrece cada siete años. En mi caso, desde el ochenta, con mis altos y bajos, a veces muy bajos, he estado siguiendo esa senda, aunque sólo hubiera

asistido a Heliópolis durante los tres días de rigor y bajo una turbulencia política de mucho cuidado.

Esta vez la reunión sería en Egipto y consciente de que la mayoría de los que asistieron en aquella ocasión, están en otro plano, tengo la obligación junto con mis nuevos compañeros, de mantener viva estas enseñanzas en Occidente. Es fascinante cómo ellos siguen trabajando independientemente de las condiciones que les rodean. Ni la política, ni la economía, ni el clima les afecta. Ellos mismos lo reconocen, al decir, “nosotros no somos de éste mundo”. Por supuesto, que no hay nada místico en esto, ya lo decía la locución latina “Occulos Avent et non videbunt”, refiriéndose, no a la ceguera física sino intelectual.

Al llegar en el vuelo chárter, cortesía de un amigo árabe conocido como “el Asirio”, que vive en Alemania, nos reunimos, los doce miembros que recibirían iniciación. ¡Tenía sentido! Según los árabes, Horus, “El sol” caminaba a través del cielo en doce pasos o por los doce peldaños. Por éste motivo, se le sigue rindiendo culto a Horus en tiempos modernos, convirtiéndolo en “Hours”, en inglés, significando en español, “Horas”. De ahí, las doce horas del día. Por esto, no debe extrañarnos escuchar los doce apóstoles, los doce signos del zodíaco, los doce meses del año, los doce peldaños de los alquimistas y podría seguir con ejemplos similares hasta el anochecer. Hay que comprender el mundo en que vivimos. Es un universo plagado de símbolos, que la mayoría no advierte y que deforma la realidad con la intención de que nadie

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conozca la verdad, pues de hacerlo, sería libre. “A ti”, dijo el árabe, “un líder de occidente, Thomas Jefferson decía “ningún país y grupo puede ser libre e ignorante a la vez”. “O se es libre o estúpido e ignorante”. Tenía razón, pero en nuestro “mundo”, la gente está muy cómoda. Nadie quiere conocer la verdad.

El escritor romano, Petronio, creó la siguiente máxima: “Mundus vult decipi, ergo decipiatur”: “el mundo quiere ser engañado, pues engañémosle.” Las personas que dominan el mundo utilizan términos, emblemas y símbolos, cuyo significado la mayoría no conoce. Nos están diciendo algo, pero la gente no se entera. No han hecho sus deberes. Después de ese recibimiento, nos llevaron hacia una especie de templo. Una casa enorme, con una cúpula que simulaba una aljama, aunque nada tenía que ver. Su techo era extremadamente alto, las paredes blancas y los muebles, eran sólo los esenciales para quienes albergaba. Había doce habitaciones y una gran sala de reuniones, en cuyo centro tenía una enorme mesa rustica de acacia, sillas de la misma madera y cojines de recubiertos de seda morada. En el centro de la mesa se podía ver un gran jarrón de plata con agua fresca y doce vasos del mismo metal alrededor. Cada uno con un símbolo distinto. Todo estaba pensado, al igual que los sucesos que vivimos en la actualidad. Cada asistente fue a las modestas habitaciones asignadas para prepararse. Allí nos cambiamos para utilizar túnicas blancas y sandalias típicas de la tierra y unos turbantes que rememoran de alguna manera el maná, como realmente era. A la doce del medio día, nos sentamos en silencio durante unos minutos. Sin oraciones, sin formulas, ni otras formas de meditación, ni modos de cambiar la vibración que nos rodea, sino que nos quedamos intentando percibir la presencia divina, sintonizar con eso que está por encima de las religiones y los gurús que afirman conocer a “Dios”. ¡De pronto! Un miembro como en trance, rompió el silencio diciendo: “Desde el comienzo de los tiempos, la base de todas religiones es la lucha entre la luz y la oscuridad.” “Entre la iluminación de la inteligencia y la comprensión y la ignorancia perversa que sume en la esclavitud al Ser”.

Todos nos quedamos escuchando cómo se manifestaba el verbo y tocaba nuestros corazones. Acto seguido, Ishmael dijo, “Si en un circulo dibujamos 360 puntos, cada uno representando un grado, para completar los 360º, si contamos hasta 90º desde cualquier punto y trazamos una línea horizontal y luego nuevamente hacemos la misma operación, tendremos una cruz perfecta”. “Por esta razón, en todas las iglesias existen estas cruces. Significa la muerte del sol en la cruz ).” Me llamó mucho la atención esa observación. ¡DeΩastrológica ( pronto! Me sentía en contacto con una fuerza tan terrible que sólo puedo compararla con una tormenta cuando, de pronto, cae y un rayo sacude nuestro cuerpo con pavor. Esta sensación tan intensa, me hacía perder la respiración y caí en trance, sintiéndome débil, con sudores fríos y sangrando levemente por la nariz y la boca. Fue en ese momento en que disfruté de unas facultades intelectuales fuera de éste mundo. En ese trance, vi una especie de nube donde había un tribunal de tres, y el hombre del centro, alto, blanco, de pelo rubio canoso y ojos azules, me tocó la frente con su dedo anular y una luz cegadora inundó mi cerebro. “Ahora eres nuestro y estarás bajo nuestra protección”. ¡De repente!, comprendí algo que llevaba tiempo tratando de explicar. Vi a dos cristianos de la iglesia primitiva: Uno dibujaba un semicírculo abierto en la arena y el otro dibujaba uno similar encima para hacer un pez. Una vez identificados, comenzaron a hablar y llegaron a la conclusión de que la “Era de

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Piscis” duraría 2150 años, pero nadie sabrá cuando será el final, ya que no saben cuándo fue su comienzo. “Por eso vosotros habéis de estar preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del hombre”. “No temáis, no será el fin del mundo físico, sino como lo conocemos”. Entrarán en la “Era de Acuario”.

Rápidamente, ¡luz y estruendo! Inundaron los predios para recordarle al hombre su fragilidad. No importa su condición, su intelecto, su rango, ni nada de lo que tenga en éste mundo, puede ser arrancado del mismo sin más. Y así, como si se tratase de una película fueron reveladas cosas del Avesta y visiones del mundo inferior.

La final, la idea de que existe una Presencia en el Universo. Una Presencia “justa”. Es capaz de helar el alma de cualquier hombre. Por que, ser justo significa que no hay matices, no hay justificaciones, ni alegatos, sino que aunque uno sea esencialmente un buen hombre, caritativo, honesto, humilde y otras tantas cualidades, si hace una sola cosa, que vaya en contra de la Ley Universal, pagará por ella. Aunque algunos digan que “no existe ni el bien ni el mal, sólo una conciencia tomando decisiones”. Las leyes universales, crean en ellas o no, nos afectan igual, pues la ignorancia no exime de responsabilidad. “Si una persona se cae de un edificio, sea pecador o no, se estampará en el suelo igualmente”. Y así, sucede con el resto de leyes universales, que cada cuál, debe aprender por sí mismo. A no ser, que tenga la capacidad de ver. Por eso, hasta en los textos bíblicos dice: “al que tiene se dará para que más tenga y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”

Al finalizar, éste viaje, nos despedimos, no sin antes estudiar el antiguo manuscrito de la “Biblioteca de Alejandría”, custodiado por la hermandad desde que fuera saqueada bajo el reinado de Teodosio.

(*) Licenciado en Ciencias Políticas, doctorando en Psicología de la Salud y Clínica