Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

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1 Los nombres de profesión en el Diccionario de María Moliner y en otros repertorios lexicográficos María Martínez-Atienza de Dios Universidad de Córdoba. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Ciencias del Lenguaje. Córdoba. España [email protected] Names of profession in María Moliner's Dictionary and in other lexicographical repertories Fecha de recepción:21.01.2021 / Fecha de aceptación:11.06.2021 Tonos Digital, 41, 2021 (II) RESUMEN: A partir de la hipótesis de la presencia de ideología en las obras lexicográficas (Etnolexicografía), analizamos en este trabajo los nombres de profesión en un corpus constituido por seis diccionarios, cuatro de ellos corresponden a distintas ediciones del Diccionario académico, a los que sumamos el Diccionario de uso de María Moliner y la obra de Martín Alonso (1975). Estudiamos, en la primera parte, el contexto político-social de España previo y contemporáneo a la publicación de las obras, con el objetivo de comprobar en el análisis posterior su manifestación en el corpus. Al estudiar las entradas de las obras, nos centramos en el hiperónimo en las definiciones de tipo aristotélico, en la aparición de lemas exclusivamente en masculino y en la presencia de entradas en femenino y la definición que ofrecen. Comprobamos que la obra de María Moliner manifiesta, con relación al resto, un adelanto a su tiempo.

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Los nombres de profesión en el Diccionario de María Moliner y

en otros repertorios lexicográficos

María Martínez-Atienza de Dios

Universidad de Córdoba. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento

de Ciencias del Lenguaje. Córdoba. España

[email protected]

Names of profession in María Moliner's Dictionary and in other

lexicographical repertories

Fecha de recepción:21.01.2021 / Fecha de aceptación:11.06.2021

Tonos Digital, 41, 2021 (II)

RESUMEN:

A partir de la hipótesis de la presencia de ideología en las obras

lexicográficas (Etnolexicografía), analizamos en este trabajo los nombres de

profesión en un corpus constituido por seis diccionarios, cuatro de ellos

corresponden a distintas ediciones del Diccionario académico, a los que

sumamos el Diccionario de uso de María Moliner y la obra de Martín Alonso

(1975). Estudiamos, en la primera parte, el contexto político-social de

España previo y contemporáneo a la publicación de las obras, con el

objetivo de comprobar en el análisis posterior su manifestación en el

corpus. Al estudiar las entradas de las obras, nos centramos en el

hiperónimo en las definiciones de tipo aristotélico, en la aparición de lemas

exclusivamente en masculino y en la presencia de entradas en femenino y

la definición que ofrecen. Comprobamos que la obra de María Moliner

manifiesta, con relación al resto, un adelanto a su tiempo.

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Palabras clave: ideología; contexto político-social; diccionarios; nombres

de profesión; María Moliner.

ABSTRACT:

Based on the hypothesis of the presence of ideology in lexicographical

works (Ethnolexicography), we analyze in this work the names of profession

in a corpus made up of six dictionaries, four of them correspond to different

editions of the Academic Dictionary, to which we add the Diccionario de uso

by María Moliner and the one of Martín Alonso (1975). In the first part, we

study the political-social context of Spain prior and contemporary to the

publication of the works, with the aim of verifying its manifestation in the

corpus in the subsequent analysis. When studying the entries of the works,

we focus on the hyperonym in the Aristotelian-type definitions, on the

appearance of word exclusively in masculine and on the presence of entries

in feminine and the definition they offer. We verify that the work of María

Moliner shows, in relation to the rest, an advance to her time.

Keywords: ideology; political-social context; dictionaries; names of

profession; María Moliner.

1. HIPÓTESIS DE TRABAJO, METODOLOGÍA Y OBJETIVOS

Partimos de la hipótesis de que la ideología, los valores y las

costumbres de una determinada sociedad se reflejan en los diccionarios, lo

que nos lleva a hablar de Etnolexicografía, término que, como señala Calero

Vaquera (2010: 34), fue acuñado por Pérez Hernández (2000: 59) para

referirse a la disciplina que analiza la presencia de ideología en las obras

lexicográficas. En palabras del autor, la Etnolexicografía o

Socioetnolexicografía

[Es el] acercamiento que pretende respaldar la idea de que los diccionarios, más que puros instrumentos de descripción aséptica y

objetiva de las lenguas, son textos que ofrecen una particular e ideológica visión del mundo y de la historia, cultura y sociedad de los hombres.

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Esta disciplina, a su vez, forma parte de la Glotopolítica, término

propuesto por Guespin y Marcellesi (1986) para referirse a aquellos hechos

del lenguaje en los que la acción de la sociedad adquiere una dimensión

política. Ilustran su definición con algunos ejemplos, como el hecho de que

un cierto texto pueda ser objeto de análisis en la escuela, así como la crítica

de la sociedad hacia uno u otro uso de la lengua por parte de los hablantes.

Entre los especialistas ha habido discrepancia acerca de la

conveniencia o no de la presencia de ideología en los diccionarios (Calero

Vaquera, 2010: 32-34). Así pues, Casares (1992), entre otros, defiende la

necesaria neutralidad, mientras que autoras como Forgas (2001) asumen

que la ideología del lexicógrafo está presente en sus obras de manera

inevitable. Aunque no es en absoluto desdeñable la aspiración de Casares

(1992), lo cierto es que encontramos numerosas manifestaciones de la

ideología de los autores de los diccionarios en sus obras, así como

manifestaciones de la ideología imperante en la sociedad del momento ─no

obstante, menos en obras recientes respecto a otras publicadas hace

siglos─, como, por otro lado, ha sido estudiado para las obras académicas

por Rodríguez Barcia (2005) y que, en nuestro caso, hemos analizado en

otros corpus (Martínez-Atienza, 2019 y 2020).

Por este motivo, en nuestro trabajo vamos a estudiar, en primer

lugar, el contexto político-social de España previo y contemporáneo a la

publicación de las obras que analizamos. Esta manifestación ideológica la

vamos a explorar en dos diccionarios que se publicaron en el mismo

período, a saber: la 19ª edición del Diccionario de la lengua española de la

Real Academia, de 1970, y el Diccionario de uso del español de María

Moliner, de 1966. Partimos de la hipótesis de que en ambas obras se verá

reflejada la ideología del momento, sin embargo, María Moliner manifestará

el intento por visibilizar a la mujer y por evitar los estereotipos.1 En una

1 La lexicógrafa reconoce en la “Presentación” de su obra que ha partido del Diccionario

académico:

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segunda parte de nuestro análisis, estableceremos un contraste con otro

diccionario publicado también en esos años: el Diccionario del español

moderno de Martín Alonso, en particular con la 5ª edición, de 1975.

Asimismo, contrastaremos con otras ediciones del Diccionario académico, a

saber: la de 1984 (20ª), la de 1992 (21ª) y la 4ª edición del Diccionario

manual e ilustrado, de 1989.2 Los datos completos de estas obras figuran

en el apartado de referencias bibliográficas, concretamente entre las

fuentes primarias.

Para hacer este análisis, nos hemos concentrado en las entradas de

las obras relativas a los nombres de profesión. En particular, hemos

analizado: 1) El hiperónimo seleccionado por los autores en las definiciones

de tipo aristotélico; 2) La aparición de los lemas exclusivamente en género

masculino; y 3) La presencia de entradas lexicográficas con el lema en

femenino y el tipo de definición que ofrecen. Una vez analizados estos datos

en DLE (1970) y en MOL (1966), hemos seleccionado algunas de las

entradas para establecer el contraste con los otros cuatro diccionarios que

constituyen nuestro corpus. Con ello pretendemos conocer, por un lado, la

evolución en este ámbito de las profesiones por parte de la Academia y, por

otro, descubrir si María Moliner se adelantó a su tiempo en cuanto a que a

través de su discurso con los nombres de profesión pretendió reflejar una

visión igualitaria entre el hombre y la mujer en lo relativo al acceso al

ámbito laboral, en particular, para aquellas profesiones que requerían una

formación académica que durante muchos años le estuvo limitada a las

mujeres.

Así pues, especificamos a continuación los objetivos de nuestro

trabajo:

Un diccionario es siempre deudor de información a innumerables obras, particularmente

diccionarios, ya existentes. Este […] se basa fundamentalmente en el ‘Diccionario de la Lengua

española’ de la Real Academia Española […], seguido paso a paso en la redacción de los

artículos, si bien refundiendo y reorganizando las acepciones (p. XXXIII).

2 A lo largo de nuestro trabajo, nos referiremos a estas obras por medio de las siguientes siglas

(seguimos el orden de la presentación que acabamos de realizar): DLE (1970), MOL (1966), ALO (1975),

DLE (1984), DLE (1992) y DMI (1989).

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• Estudiar el contexto político-social en España en las últimas

décadas del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX

• Conocer las posibilidades de acceso a la educación por parte de las

mujeres durante este período y comprobar si hubo una evolución

al respecto desde los primeros años estudiados hasta los últimos

• Analizar el tratamiento de los nombres de profesión en la 19ª

edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia,

de 1970, y en la 1ª del Diccionario de uso del español de María

Moliner, de 1966

• Contrastar la información de ambos diccionarios relativa a los

nombres de profesión para conocer si hay diferencias entre ellos

en cuanto a la igualdad entre el hombre y la mujer en el ámbito

laboral

• Establecer un contraste en algunas entradas de nombres de

profesión entre los dos diccionarios citados y los otros cuatro

mencionados arriba: el de Martín Alonso y los tres de la Academia.

2. LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES EN ESPAÑA (SIGLOS XIX Y 1ª

MITAD DEL XX)

Conocer la historia de la educación de las mujeres en nuestro país es

determinante para entender la presencia o ausencia de las formas

femeninas de nombres de profesión en los diccionarios de la lengua, así

como los tipos de definiciones que se presentan en cada entrada. Este será,

pues, el objetivo del presente apartado.

Hasta llegar a la situación actual, la educación femenina ha tenido

que superar numerosos obstáculos basados, principalmente, en considerar a

la mujer en desigualdad de derechos educativos respecto al hombre.

Revisaremos estas etapas desde la segunda década del siglo XIX, cuando se

manifiestan cambios decisivos que mostrarán una realidad ya innegable.

Un destacado avance se consiguió con la promulgación de la Ley de

Instrucción Pública de 1857, conocida como Ley Moyano, que supuso un

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paso decisivo en la educación de las mujeres: implantó la enseñanza

obligatoria para niños y niñas entre 6 y 9 años, además de la gratuidad

para la enseñanza primaria. A ello se une el compromiso que adquiría el

gobierno de crear escuelas normales destinadas a la formación de maestras

(Del Amo del Amo, 2009: 11).

Otros logros importantes en la segunda década del siglo XIX fueron la

creación en 1869 del Ateneo Artístico y Literario de Señoras, entre cuyos

miembros de junta figuraba Concepción Arenal. Además, en 1870 los

krausistas crearon la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, y años

después se impartieron cursos de Archiveras y Bibliotecarias y Corte y

Confección, lo que sin duda supuso un importante avance en la formación

femenina (Mangini, 2001: 36).

Pocas décadas después, otro de los hitos de esta historia de la

educación lo supuso la Real Orden de 11 de junio de 1888, que reconocía el

derecho de las mujeres a estudiar en la universidad, si bien aún con

limitaciones, puesto que era necesario pedir permiso a un superior (Flecha,

1996). Para García Lastra (2010: 359), esta ley supuso una respuesta a la

demanda creada una década antes, cuando varias mujeres solicitaron

matricularse en la universidad. Al respecto destaca la autora a Mª Elena

Maseras, que en el curso 1872-1873 pidió ingresar en la titulación de

Medicina en la Universidad de Barcelona, para lo que tuvo que pedir

permiso a Amadeo I de Saboya, monarca de España en esos años. Junto a

ella, otras mujeres lograron entrar en la Universidad, tras lo que se prohibió

su ingreso desde el curso 1882-1883 hasta el curso 1888-1889, cuando se

promulga la mencionada ley de 1888.

2.1. Las primeras décadas del siglo XX: la edad de plata

Se conoce como edad de plata el primer tercio del siglo XX debido a

los diversos cambios en favor de los derechos laborales y sociales que se

produjeron en un país aún escasamente industrializado. En primer lugar,

durante estos años del siglo XX, se promulgaron una serie de leyes que

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contribuyeron a regular los derechos de las mujeres trabajadoras, a saber

(Capel Martínez, 1986: 88):

Real Orden de 2 de septiembre de 1910 por la que el Ministro

de Instrucción Pública y Bellas Artes declara el libre acceso de la mujer al ejercicio de cuantas profesiones tengan relación con el ministerio siempre que posea el título académico exigido.

Estatuto de Funcionarios Públicos de 1918. En su base segunda, último párrafo se establece: La mujer podrá servir al Estado

en todas las clases de la categoría de Auxiliar […] Su ingreso se verificará siempre previos los mismos requisitos de aptitud exigidos a los varones.

Ley de 8 de enero de 1907 por la que “No se permitirá el trabajo a las mujeres durante un plazo de cuatro a seis semanas

posteriores al alumbramiento.”

No obstante, si nos fijamos en los datos de la actividad laboral de las

mujeres a principios de este siglo, observamos que en 1900 solo el 14,5%

del total de mujeres en edad laboral desarrolla actividades remuneradas, a

menudo del servicio doméstico, de la agricultura o de la industria textil

(Capel Martínez, 1990: 753).

Otro importante avance lo supuso la Real Orden de 8 de marzo de

1910, que derogaba la citada Real Orden de 11 de junio de 1888 por la que

era necesario que las mujeres pidieran permiso para matricularse en los

centros de enseñanza oficial; con esta nueva Orden se reconocía el derecho

a matricularse libremente. Además, gracias a la que se promulgó el 2 de

septiembre de 1910, se permitió ejercer las profesiones para las que los

títulos universitarios cualificaban a las mujeres, pues hasta este momento

se había negado el valor profesional de sus títulos; así pues, fue posible el

acceso a oposiciones y concursos en igualdad de condiciones respecto a los

hombres. No obstante, a pesar del importante avance que constituyó esta

Real Orden, mientras que en el curso 1909-1910 estaban escolarizados el

52,9% de los niños y el 47,1% de las niñas, en el curso 1935-1936 el

aumento fue solo hasta el 53,7% en el caso de los primeros y hasta el

51,3% para las segundas (Ballarín Domingo, 2001: 88 y 90).

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Dentro de esta edad de plata hemos de destacar el nacimiento en

1915 de la Residencia de Señoritas, inspirada por la Institución Libre de

Enseñanza (ILE), que fue el primer centro oficial que se creaba en España

para fomentar la educación de la mujer; su directora fue María de Maeztu:

Como en la Residencia de Estudiantes, en la de Señoritas las

residentes, además de con los servicios de alojamiento, contaban con un laboratorio en el que hacer sus prácticas, con una nutrida

biblioteca en la que apoyarse para sus estudios y con un programa de clases, conferencias, conciertos o lecturas poéticas orientado a ampliar su formación (CSIC, 2016).

En ella residieron destacadas mujeres como Zenobia Camprubí,

Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Clara Campoamor o María Martínez

Sierra. Todas ellas, y las que no nombramos aquí, constituyeron “la

vanguardia de un modelo de mujer profesional e independiente que todavía

resultaba exótico en la sociedad de su época” (CSIC, 2016).

Durante estos años, así como posteriormente en el franquismo, el

magisterio fue una de las profesiones más comunes que ejercieron las

mujeres. En concreto, en los últimos años veinte y primeros años treinta,

varias ejercieron su trabajo como profesoras universitarias. En el caso de

Emilia Pardo Bazán, en 1916 se convirtió en la primera mujer catedrática

del país tras lograr la correspondiente plaza en la Universidad Central de

Madrid (García Lastra, 2010: 361).

Además, una mujer que desempeñó un papel fundamental durante

estos años en el avance de los derechos femeninos fue Carmen de Burgos,

profesora de la Escuela Normal Central y defensora de la mujer a través de

sus columnas en la prensa. En 1921 fundó la Cruzada de Mujeres Españolas

y solicitó en el Congreso el voto femenino en las elecciones generales

(Ballarín Domingo, 2001: 102).

Por otra parte, si nos adentramos en los años de la II República

(1931-1939), la educación tuvo un papel fundamental. Como explica Del

Amo del Amo (2009: 15 y 16):

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Al plan masivo de creación de escuelas y de construcciones escolares emprendido por el Ministerio de Instrucción Pública, se

sumó la atención social a la infancia […] La acción del gobierno durante el bienio republicano-socialista favoreció la educación femenina. Se igualó la matrícula de niñas y niños y algunas figuras

ilustres, como Rosa Sensat, dignificaron los conocimientos femeninos.

Además, se produjeron varios cambios en la política que tuvieron una

importante repercusión social, como la Constitución de 1931, que reconocía

la ausencia de distinción de sexos para ocupar puestos de trabajo, a lo que

se une la defensa de la igualdad entre el hombre y la mujer en el

matrimonio o la obligación por parte del Estado de proteger la maternidad.

Un importante logro fue el derecho al voto de las mujeres, que había

sido reclamado por la mencionada Cruzada liderada por Carmen de Burgos

y que se alcanzó el 1 de octubre de 1931, 10 años más tarde de su

solicitud.

Por lo que respecta a la actividad laboral de las mujeres, estaba

concentrada principalmente en el sector servicios (44%), en la industria,

sobre todo la textil (32%), y en el sector primario (24%) (Ballarín Domingo,

2001: 105).

Por otro lado, durante los primeros años de la II República se

defendió y promovió la coeducación. Así en 1931 los Institutos de segunda

enseñanza femeninos pasaron a ser mixtos y en las Escuelas Normales se

estableció la coeducación, aunque no llegó a promulgarse un decreto similar

para la enseñanza primaria. Estas medidas no contaron con el beneplácito

de la Iglesia católica, que a menudo las criticó (Ballarín Domingo, 2001:

106). En este período de la II República “aparecen las primeras profesoras

de bachillerato, inspectoras de educación, profesoras contratadas por la

Universidad…” (Del Amo del Amo, 2009: 16).

Concluimos este apartado con los datos que, a partir de los Anuarios

Estadísticos de España, presenta Capel Martínez (1986: 473) (cuadro 1)

respecto a las cifras de las alumnas universitarias en el curso 1927-1928,

distribuidas en distintas Facultades.

CUADRO 1:

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Total de alumnas Porcentaje respecto al alumnado de

la carrera

Ciencias 395 6.3%

Derecho 71 0.6%

Farmacia 596 17.6%

Filosofía y Letras 441 9.6%

Medicina 166 1.3%

Alumnas universitarias en el curso 1927-1928

2.2. La situación educativa a partir de 1939

Los avances que se habían alcanzado experimentaron un retroceso a

partir de 1939,3 cuando se inicia el régimen franquista, que ensalzaba el

papel de la mujer como madre y esposa. Durante este período, hubo

diversas etapas, que evolucionaron desde un escaso desarrollo social y

económico del país en las primeras décadas (que sufría las consecuencias

de una guerra civil), hasta un crecimiento mayor en las décadas de los

sesenta y setenta, si bien los principios ideológicos se mantuvieron durante

todo el período.

En estos años se funda la Sección Femenina, que era una sección del

partido único Falange Española de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-

Sindicalista), bajo la dirección de Pilar Primo de Rivera, cuyo objetivo era la

formación de las mujeres.

En el ámbito civil, se suprimieron el divorcio y el matrimonio no

eclesiástico, además de que el aborto fue penalizado. Se ensalzó el papel de

la mujer como madre y esposa, de modo que se entendía que la familia y el

ámbito doméstico eran los espacios ideales para su desarrollo. Por otra

parte, la coeducación, promovida en el período anterior, se prohibió por ser

considerada contraria a la moral y a la pedagogía, de modo que se

promulgó la escuela segregada, que incluía asignaturas específicas para las

3 Incluso con anterioridad, ya que en 1938 el Fuero del Trabajo, promulgado en zona nacional, determinaba que la mujer solo podía ejercer la profesión de maestra o de enfermera (Calero Vaquera, 2012: 83).

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niñas, como la “ciencia doméstica”, que fomentaba la educación en su papel

de futuras madres y esposas (García Lastra, Calvo Salvador y Susinos Rada,

2008: 34).

El 22 de junio de 1961 se promulgó la Ley sobre derechos políticos,

profesionales y laborales de la mujer, que supuso un avance, a pesar de

que “seguiría vetando el ejercicio de las carreras de armas, judicatura,

magistratura o fiscalía y manteniendo importantes desigualdades”.

García de León (1994: 84), que ha estudiado el número de mujeres

que cursaban estudios universitarios en España entre 1940 y 1989,

proporciona las siguientes cifras (cuadro 2), a través de las cuales podemos

constatar que hasta la segunda mitad de los años ochenta no se ha llegado

a igualar el número de mujeres y de hombres universitarios; en las dos

primeras décadas del franquismo, las mujeres no llegaban al 20% del total

del alumnado.

CUADRO 2:

Fechas 1940-45 1946-50 1951-55 1956-60 1967-68 1986-87 1988-89

Nº de

mujeres

5032 6275 8660 11932 34677 452400 513441

Porcentaje

de

mujeres

13%

13,5%

15,5%

19%

30%

50,1%

50%

Datos sobre las mujeres universitarias en España desde 1940 hasta 1989

Así pues, con este breve recorrido hemos podido comprobar las

diferencias en el acceso a la educación en España entre el hombre y la

mujer durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, lo que se reflejaba en

el ámbito laboral, puesto que determinadas profesiones se caracterizaban

por una presencia exclusiva o prácticamente exclusiva de hombres. A lo

largo de las décadas se ha experimentado una evolución hacia la igualdad

en los derechos y oportunidades por parte de ambos sexos, si bien hemos

podido observar que incluso a finales de la década de los sesenta del siglo

XX –los años de publicación de las dos obras principales que constituyen

nuestro corpus– el porcentaje de mujeres universitarias era solo el 30%.

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A partir de aquí, analizaremos la manifestación de estas

circunstancias sociales en los diccionarios que constituyen nuestro corpus.

3. DLE (1970), MOL (1966) Y LOS NOMBRES DE PROFESIÓN

Para seleccionar los nombres de profesión que analizamos en este

trabajo, el criterio aplicado ha sido que las profesiones implicadas

requirieran una formación académica, de modo que ello nos permitiera

conocer el reflejo en las obras lexicográficas para aquellas profesiones que

durante años les estuvieron limitadas a las mujeres o cuyo acceso resultaba

más difícil, tal y como hemos estudiado en la primera parte de este trabajo.

A ello hemos añadido otras profesiones como peluquero/a o sastre/a, con el

objetivo de que, al mismo tiempo, pudiéramos establecer el contraste con

otras que no implicaban necesariamente una formación.

Antes de comenzar el análisis del corpus y con el objetivo de contar

con la información necesaria, haremos en este apartado unas breves

consideraciones sobre el sexismo lingüístico y sobre el uso del masculino

genérico.

Hablamos de sexismo lingüístico cuando a través del lenguaje se

concede un tratamiento distinto a los hombres y a las mujeres. Al respecto,

cabe preguntarse si la lengua es o no es sexista; nosotros defendemos que

no lo es, pero sí pueden serlo los comportamientos de sus hablantes.

Estamos, por tanto, de acuerdo con García Meseguer (1994: §8.2), quien

afirma:

El sexismo no radica en la lengua sino en la mentalidad,

consciente o inconsciente, del hablante o del oyente, fruto de la mentalidad social en la que el uno, el otro, o ambos a la vez, se

desenvuelven. Para el caso del español, no hay sexismo en la lengua sino en el habla, pudiendo tratarse de sexismo del hablante o de sexismo del oyente. Hay sexismo lingüístico en el hablante cuando

este utiliza expresiones que, debido a su forma y no a su contenido, resultan discriminatorias por razón de sexo. Hay sexismo en el oyente

cuando este no percibe el sexismo del hablante, o cuando interpreta de forma sexista expresiones que no son sexistas.

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Respecto al uso genérico del masculino, la pregunta es si puede

incluir también al femenino. No lo consideran así Lledó Cunill (1992) ni

Calero Vaquera (2003), a diferencia de la opinión distinta de Bosque (2012)

y de los académicos y académicas que firmaron el correspondiente

documento.

En lo que se refiere de modo particular al tema que aquí nos ocupa, a

saber, los nombres de profesiones, en la misma línea manifestada arriba

por García Meseguer se pronuncia Lledó Cunill (2002: 49), para quien el

rechazo a feminizar nombres de profesión no reside en la lengua, sino en

las actitudes de sus hablantes:

Las resistencias a feminizar una profesión o cargo nunca se sostienen en argumentos estrictamente lingüísticos, porque las

resistencias no vienen de la lengua, las lenguas suelen ser amplias y generosas, dúctiles y maleables, hábiles y en perpetuo tránsito; las

trabas son ideológicas; […] tienen que ver concretamente con la resistencia a admitir que las mujeres ejercen cargos que algunas personas (y Academias) preferirían ver ocupadas en exclusiva por

hombres; y si no consiguen mantener apartadas a las mujeres de estos lugares, esperan (e intentan exigir) no “mancillar” ciertos

cargos con una expresión femenina y “elevar” aunque sea lingüísticamente, a categoría de hombres a las mujeres que, a su entender, los usurpan. La lengua tiene un valor simbólico enorme, lo

que no se nombra o no existe o se le está dando carácter excepcional, no hace falta tener un sentido muy agudo de la lengua

para darse cuenta de ello […]

Así pues, consideramos que el rechazo al uso femenino en

determinados nombres de profesión ha estado relacionado con motivos

extralingüísticos, en buena parte con las limitaciones que encontraban las

mujeres para el acceso a numerosas profesiones.

A partir de aquí, analizaremos en los siguientes subapartados los

nombres de profesión teniendo en cuenta tres criterios formales, a los que

nos hemos referido en el apartado primero de este trabajo: 1) La elección

del hiperónimo; 2) La aparición de los lemas exclusivamente en género

masculino; y 3) Las acepciones para las formas en femenino que indican

que es la cónyuge de aquel que ejerce una profesión.

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3.1. El que/Hombre/Persona que: la elección del hiperónimo en los

diccionarios. La aparición de los lemas exclusivamente en género

masculino

En las definiciones de tipo aristotélico, el hiperónimo que constituye

el núcleo de la definición nos proporciona una información decisiva desde el

punto de vista ideológico (Rodríguez Barcia, 2005), como ya hemos

demostrado en trabajos anteriores (Martínez-Atienza, 2019 y 2020). En las

entradas que vamos a analizar, relativas a los nombres de profesión,

veremos que el lexicógrafo/a opta bien por un término que engloba tanto al

hombre como a la mujer (Persona que), bien por un término que, aunque

pueda ser discutible que la excluya, desde luego no contribuye a

visibilizarla, como El que u Hombre que. Analizaremos, pues, en este

apartado, los hiperónimos seleccionados en varios sustantivos de profesión

en los dos diccionarios de nuestro corpus. Asimismo, atenderemos a la

elección del lema exclusivamente en la forma masculina o en ambos

géneros.

DLE (1970) define arquitecto/ta como “El que profesa o ejerce la

arquitectura”, frente a MOL (1966), que opta por “Persona que tiene como

profesión la arquitectura”. Algo similar encontramos en economista, del que

afirma DLE (1970): “Dícese del que suele escribir sobre materias de

economía política y del instruido en esta ciencia”, mientras que MOL (1966)

opta por “Persona entendida en economía política o que se dedica a ella”.

También en DLE (1970) encontramos farmacéutico/ca como “El que profesa

la farmacia o el que la ejerce”, a diferencia de MOL (1966), que define

“Persona que tiene la carrera de farmacia o que está al frente de una

farmacia”. Asimismo, filósofo/fa y físico/ca los define DLE (1970),

respectivamente, como “El que estudia, profesa o sabe la filosofía” y “El que

profesa la física”, mientras que MOL (1966) opta de nuevo por el

hiperónimo “Persona”: “Persona que se dedica a la filosofía” y “Persona que

se dedica al estudio de la física”, respectivamente.

Más significativa es la entrada para ingeniero, ya que DLE (1970),

además de definir como “El que profesa la ingeniería” donde Moliner vuelve

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a utilizar el hiperónimo “Persona”, no incluye la forma femenina, a

diferencia de la lexicógrafa, que recoge como lemas ingeniero/a.

En la entrada maestro/tra, hasta la 11ª acepción DLE (1970) no llega

a la definición como sustantivo de profesión: “El que enseña una ciencia,

arte u oficio o tiene título para hacerlo”, pues en la primera lo que

encontramos es “Dícese de la obra de relevante mérito entre las de su

clase”, a diferencia de MOL (1966), que sitúa esta acepción en primer lugar

y opta por: “En sentido amplio, persona que enseña cualquier cosa,

generalmente con respecto a quien recibe la enseñanza”. Sin embargo, la

diferencia entre ambas obras no reside solo en el orden de las acepciones,

sino en que en DLE (1970) encontramos una entrada específica para

maestra y aquí sí se refiere en la primera acepción a la profesión: “Mujer

que enseña un arte, oficio o labor”, cercana a la acepción 11ª que veíamos

arriba. MOL (1966), sin embargo, recoge una entrada para maestra, pero

indica “Véase maestro/a”, por lo que reenvía al lector a la entrada con los

lemas en ambos géneros. Recordemos que, como estudiábamos en la

primera parte, durante varios años la profesión de maestra fue una de las

salidas profesionales más frecuentes para las mujeres, y que incluso el

Fuero del Trabajo de 1938, que se promulgó en la zona nacional, había

determinado que, junto a la de enfermera, eran las únicas profesiones que

podían ejercer (Calero Vaquera, 2012: 83). Esto aparece reflejado de modo

claro en DLE (1970), sin embargo, MOL (1966) recoge la entrada maestra,

pero remite a la que incluye los lemas en masculino y en femenino y, con

ello, el lector solo encuentra en su obra una definición igualitaria para

ambos sexos.

En el caso de pedagogo, vemos una diferencia similar a las

anteriores, puesto que DLE (1970) define en la primera acepción: “En casas

principales, el que instruye o educa niños, ayo”, mientras que MOL (1966)

recoge: “1. Ayo. 2. Educador. Persona que se dedica a la educación y

enseñanza de niños o a la pedagogía”. Además, la lexicógrafa advierte

sobre la exclusión del diccionario académico: “El DRAE no incluye femenino;

pero en la acepción 2 es usado”.

Page 16: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

16

También en matemático/ca, en médico y en químico/ca las

diferencias en cuanto al hiperónimo son similares en ambos diccionarios:

DLE (1970) define, respectivamente: “El que sabe o profesa las

matemáticas”, “El que se halla legalmente autorizado para profesar o

ejercer la medicina” y “El que profesa la química”, sin embargo, en MOL

(1966) encontramos: “Persona que se dedica a estudios matemáticos”,

“Persona que tiene título oficial para curar las enfermedades” y “Persona

que se dedica al estudio de la química o a trabajos químicos”. En el caso de

médico, no obstante, DLE incluye una entrada para médica, pero define:

“Mujer que se halla legalmente autorizada para profesar y ejercer la

medicina. 2. Mujer del médico.”

Otras entradas con una distribución similar de los hiperónimos son las

correspondientes a presidente, procurador/ra, psicólogo, economista,

farmacéutico/ca, geómetra, lexicógrafo, lexicólogo, tapicero y zoólogo.

Estos son los lemas que figuran en DLE (1970). En MOL (1966), sin

embargo, encontramos ambos géneros para los casos siguientes:

presidente/a, procurador/a, psicólogo/a, lexicógrafo/a, lexicólogo/a,

tapicero/a y zoólogo/a. En el cuadro 3 se reflejan las diferencias en las

entradas de una y otra obra.

CUADRO 3:

Page 17: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

17

DLE (1970) MOL (1966)

Presidente El que preside Persona que preside

Procurador/ra El que en virtud de poder o facultad de

otro ejecuta en su nombre una cosa

Persona que, con poder de otra,

ejecuta en su nombre una cosa

Psicólogo El que profesa la psicología o tiene en

ella especiales conocimientos

Se aplica a la persona sagaz para

conocer la psicología, reacciones

afectivas, etc., de las personas

Economista Dícese del que suele escribir sobre

materias de economía política y del

instruido en esta ciencia

Persona entendida en economía

política o que se dedica a ella

Geómetra El que profesa la geometría o en ella

tiene especiales conocimientos

Persona que se dedica a la geometría

Lexicógrafo Colector de todos los vocablos que han

de entrar en un léxico. 2. El versado en

lexicografía

Persona que se dedica a la

lexicografía

Lexicólogo El versado en lexicología Persona que se dedica a la lexicología

Tapicero Oficial que teje tapices o los adereza y

compone

Persona que teje tapices

Zoólogo El que profesa la zoología o en ella tiene

especiales conocimientos

Persona que se dedica a la zoología

Entradas del DLE (1970) y MOL (1966)

Además de los casos citados, MOL (1966) incluye los lemas en ambos

géneros donde solo aparecen en DLE (1970) en masculino para los

siguientes términos: filólogo, fisiólogo y geógrafo. En estas tres entradas,

encontramos en MOL (1966): “Derivados de significado deducible del de

filología, fisiología, geografía”, respectivamente.

Comprobamos, pues, que en todas estas profesiones que implican

una formación académica ─a excepción de presidente/a y de tapicero─ MOL

(1966) selecciona un hiperónimo claramente inclusivo, ya que en ninguno

de estos casos opta por un masculino genérico, a diferencia de lo que

comprobamos en las mismas entradas de DLE (1970). Junto a ello, hemos

observado que la lexicógrafa recoge los lemas en femenino y en masculino

Page 18: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

18

siempre que existan ambas formas (no en el caso de economista o

geómetra).4

3.2. La acepción Mujer de para el femenino

Cuando encontramos en los diccionarios las correspondientes formas

femeninas de los nombres de profesión, a menudo no se refieren a la mujer

que ejerce un determinado trabajo, sino a la que es cónyuge de quien sí lo

ejerce, lo que demuestra las diferencias sociales existentes entre ambos

sexos, sobre todo si tenemos en cuenta que en ningún caso sucede lo

contrario, esto es, que la forma masculina se defina como “Marido de”.

Hemos contrastado al respecto MOL (1966) y DLE (1970) y encontramos

que el primero a menudo excluye esta acepción. Observemos:

DLE (1970) recoge una entrada para abogada y en la segunda

acepción define “Mujer del abogado”. Frente a ello, MOL (1966) presenta en

la misma entrada las formas masculina y femenina, abogado/a, pero no

incluye la acepción “Mujer de”. Más significativa resulta la entrada de

catedrática, que también aparece en DLE (1970) y cuya segunda acepción

es “Mujer del catedrático”, precedida de la 1ª: “Mujer que desempeña una

cátedra”. En MOL (1966) figura catedrático/a y afirma al respecto la

lexicógrafa: “Admitida por la R. A. la forma femenina, se considera

incorrecto el empleo de la masculina con el artículo femenino”, esto es, el

empleo de “la catedrático”; nuevamente, no recoge la acepción “Mujer de”.

Observemos que la lexicógrafa llamaba la atención sobre la incorrección al

usar una forma masculina con el determinante en femenino, con lo que

hacía una reivindicación del sustantivo en femenino y con ello quizás de

esta profesión para las mujeres. Recordemos que, de acuerdo con lo

estudiado, en los años en que se publican estas dos obras, eran escasas en

4 Si bien a través de estas diferencias comprobamos el cuidado en MOL (1966) por un uso no

excluyente para el femenino de los nombres de profesión, también encontramos, aunque en escasas

ocasiones, otras entradas en las que el lema aparece exclusivamente en masculino, como en carpintero y

en antropólogo.

Page 19: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

19

España las catedráticas, si bien todavía en la actualidad no han llegado a

igualarse las cifras entre ambos sexos.

Un caso similar al de abogada lo encontramos en concejala: DLE

(1970) presenta como primera acepción “Mujer del concejal”, mientras que

MOL (1966) recoge en la misma entrada las formas en masculino y en

femenino, concejal/a, y la definición “Miembro del concejo o ayuntamiento”.

DLE (1970) presenta la entrada doctor/ra y en la quinta y sexta

acepción define, respectivamente: “Mujer del doctor” y “Mujer del médico”,

acepción excluida en MOL, quien también recoge las formas en femenino y

en masculino. Además, en la tercera acepción incluye “Título que da la

Iglesia a algunos santos notables por su sabiduría: La doctora de Ávila”,

donde comprobamos que para ilustrarlo recurre a una mujer.

También en peluquero/ra recoge DLE (1970) en la tercera acepción

“Mujer del peluquero”, excluida en MOL (1966), aunque también aparecen

aquí las formas femenina y masculina.

Nuevamente DLE (1970) presenta una entrada para presidenta y en

la segunda acepción define “Mujer del presidente”, mientras que en MOL

(1966) encontramos las formas femenina y masculina en la misma entrada,

pero no aparece esta acepción. Por último, DLE (1970) incluye sastra y

define “Mujer del sastre”, también excluida en MOL (1966), que, además,

en la entrada sastra remite a sastre, como hacía en la entrada maestra.

Constatamos, pues, que MOL (1966), frente a DLE (1970), opta por

excluir la acepción para la forma femenina que indica que la mujer es

cónyuge de quien ejerce la profesión, y define los términos con

independencia de que sea esta ejercida por un hombre o por una mujer.

4. DLE (1970), MOL (1966) Y EL CONTRASTE CON OTROS

DICCIONARIOS

Dedicaremos este apartado al contraste de algunos de los nombres

de profesión que hemos analizado en DLE (1970) y en MOL (1966) con

obras lexicográficas de la Real Academia publicadas en fechas posteriores a

la citada y a las que ya nos hemos referido en el primer apartado de este

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20

trabajo, así como con la quinta edición del Diccionario del español moderno

de Martín Alonso, publicado en Madrid por la editorial Aguilar en 1975 (la

primera edición es de 1960). Con ello, nuestro objetivo es comprobar si la

mirada inclusiva que manifiesta María Moliner en su obra de 1966, tal y

como hemos estudiado, sigue siendo moderna incluso más de dos décadas

después.

Para realizar nuestro análisis, partimos del cuadro 4, en el que

recogemos las entradas que vamos a contrastar en los seis diccionarios a

los que nos hemos referido. En cada caso, hemos incluido la información

que resulta relevante para nuestro objeto de estudio, de ahí que, de

algunas entradas, recojamos solo una o dos de las acepciones, que

aparecen precedidas por la correspondiente numeración.

CUADRO 4:

Page 21: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

21

DLE (1970) DLE (1984) DMI (1989) DLE (1992) MOL (1966) ALO

(1975)

Maestra Mujer que enseña un arte, oficio o labor. 2. Mujer que enseña a

las niñas en una

escuela o colegio. 3. Mujer del maestro

Mujer que enseña un arte, oficio o labor. 2. Mujer que enseña a las niñas en una

escuela o colegio. 3. Mujer del maestro

Mujer que enseña un

arte, oficio o labor. 2.

Mujer que enseña a

las niñas en una escuela o colegio. 3.

Mujer del maestro

Mujer que enseña una ciencia, un arte o un oficio, o

tiene título para

hacerlo. 2. Mujer que enseña a

las niñas en una escuela o colegio. 3. Mujer que enseña en

un centro de enseñanza primaria. 4. Mujer del maestro

Véase maestro/a y

en esta entrada: En

sentido amplio,

persona que enseña

cualquier cosa

generalmente con respecto

a quien recibe la

enseñanza.

Mujer que enseña o dirige un taller. 2. La que

enseña en la escuela.

3. Mujer del

maestro.

Doctor, ra 5. Mujer del doctor. 6. Mujer del médico

5. Mujer del doctor. 6. Mujer del médico

5. Mujer del doctor. 6. Mujer del médico

5. Mujer del doctor. 6. Mujer del médico

Acepción excluida

5. Mujer del doctor. 6. Mujer

del médico

Peluquero, a 3. Mujer del peluquero

3. Mujer del peluquero

3. Mujer del peluquero

3. Mujer del peluquero

Acepción excluida

Incluye peluquera: Mujer del peluquero

Presidenta 2. Mujer del presidente

2. Mujer del presidente

2. Mujer del presidente

4. Mujer del presidente

Recoge entrada

presidente/a. Acepción “Mujer del

presidente” excluida

2. Mujer del

presidente

Sastra 1. Mujer del sastre

1. Mujer del sastre

1. Mujer del sastre

1. Mujer del sastre

Acepción excluida

1. Mujer del

sastre

Concejala 1. Mujer del concejal

Incluye concejal/la

y en 2. Mujer del concejal

2. Mujer del concejal

Incluye concejal/la y en 2. Mujer del concejal

Acepción excluida

1. Mujer del

concejal

Selección de entradas en los seis diccionarios del corpus

Podemos comprobar que tanto en DLE (1970) como en ALO (1975),

DLE (1984), (1992) y en DMI (1989), figuran las entradas en femenino para

maestra, presidenta y sastra, a diferencia de MOL (1966), donde en la

misma entrada recoge el término en femenino y en masculino. En todas

encontramos la acepción como cónyuge de aquel que realiza la

correspondiente profesión, que en ningún caso figura en MOL (1966). Entre

una y otra edición de DLE podemos encontrar cambios en el orden, como en

presidenta, donde la acepción “Mujer del presidente”, que aparece en

Page 22: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

22

segundo lugar en DLE (1970), (1984) y DMI (1989), pasa a situarse en

cuarto lugar en DLE (1992). No deja de sorprender, desde luego, que una

edición como esta última, cercana al siglo XXI, siga recogiendo dicha

acepción, cuyo uso en esos años ya no era, desde luego, habitual.

En el caso particular de maestra, vemos que las distintas ediciones de

la Academia, aunque incluyan la entrada maestro, también la recogen en

femenino, reflejando una de las profesiones más ejercitadas durante esas

décadas por las mujeres entre aquellas que requerían estudios. Recordemos

que, como hemos visto en la primera parte de este trabajo, con la propia

Ley Moyano de 1957 el gobierno se comprometió a la creación de escuelas

normales para la formación de maestras. No obstante, María Moliner

prefiere recoger en la misma entrada los lemas en femenino y en

masculino, manifestando con ello que era una profesión más de aquellas

que podían desempeñar las personas, con independencia del sexo. A ello

hemos de unir que en todos los diccionarios académicos figura la acepción

como cónyuge del maestro, que tampoco aparece en MOL (1966) y que,

nuevamente, sorprende en las ediciones de los años 1984, 1989 y 1992,

cuando ya no solía utilizarse. Por otro lado, en ALO (1975) encontramos una

información muy cercana a la académica: también recoge estos tres lemas

en femenino con la correspondiente acepción “Mujer de”. Incluso lo vemos

en concejala, que el autor recoge con el lema en femenino. Aquí hay

variación entre las distintas ediciones de la RAE, ya que DLE (1970) y

(1989) la presentan en femenino con la 1ª y 2ª acepción, respectivamente,

de cónyuge de quien ejerce la profesión, mientras que DLE (1984) y

(1992), si bien recogen esta acepción, incluyen en la misma entrada las

formas en femenino y en masculino. Nuevamente, en MOL (1966) ni

encontramos esta acepción ni el lema en femenino.

Por otro lado, en la entrada doctor/ra en las distintas ediciones

académicas aparece una información idéntica en las acepciones 5ª y 6ª,

referidas a la mujer que está casada con quien ejerce la correspondiente

profesión. Esta misma información y orden aparece también en ALO (1975).

Vuelve a suceder lo mismo en la entrada peluquero/a, con la diferencia de

que en ALO (1975) aparece la entrada en femenino y la acepción relativa al

Page 23: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

23

cónyuge figura en primer lugar. Nuevamente en MOL (1966) está excluida

esta acepción, de modo que nos informa de la profesión indicada por los

lemas con independencia del sexo de la persona que la ejerce. Con ello, una

vez más, la lexicógrafa manifiesta, por un lado, un rechazo hacia la

referencia a la mujer por la profesión del cónyuge y, por otro lado, un

adelanto a su tiempo, o a lo que, gracias a la evolución educativa de la que

hemos hablado en la primera parte de este trabajo, ya era la realidad en

numerosos casos de la sociedad española de esos momentos.

5. CONCLUSIONES

María Moliner reconoce en la Presentación de su obra que es deudora

de otros diccionarios, en particular del académico. Sin embargo, mediante

el análisis contrastivo que hemos realizado entre la obra de la lexicógrafa y

la 19ª edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia en

lo que respecta a los nombres de profesión, comprobamos que son

numerosos los contrastes, lo que nos permite concluir que la autora procuró

que en las definiciones no quedara excluida la mujer, sino que fuera vista

en igualdad respecto al hombre en cuanto a las oportunidades laborales. Su

obra se publica en un momento de la historia de España en que se han

logrado avances educativos para la mujer tras varias décadas en que las

posibilidades de acceso a la educación y, en consecuencia, al mundo laboral

para aquellas profesiones que exigían una determinada formación eran

reducidas en comparación con las que tenía el hombre.

En el análisis, hemos visto, en particular, las diferencias en la

elección del hiperónimo respecto a DLE (1970): en lugar de recurrir al uso

genérico “El que”, prefiere la fórmula “Persona que”. Además, hemos

comprobado la atención a los lemas en ambos géneros en varios casos en

que la obra académica solo recoge el masculino. Por otra parte, no suele

incluir entradas con el lema exclusivamente en femenino, como maestra,

optando por igualar a ambos sexos en el desarrollo de esta profesión al

recoger la definición bajo los lemas en masculino y en femenino. Por otro

lado, la autora excluye la acepción de acuerdo con la cual se utiliza el

Page 24: Los nombres de profesión en el Diccionario de María ...

24

sustantivo en femenino para indicar que la mujer es cónyuge de aquel que

realiza una determinada profesión.

En la segunda parte de nuestro análisis, hemos contrastado varias de

las entradas analizadas previamente con otras cuatro obras lexicográficas,

tres de ellas académicas y la cuarta de Martín Alonso (1975). Hemos podido

constatar que, aun habiendo sido publicadas dos o tres décadas después de

la obra de María Moliner, no suponen una evolución hacia la inclusión de la

mujer, lo que no deja de resultar sorprendente, teniendo en cuenta que, en

el caso de la 21ª edición, publicada en 1992, la situación laboral en España

sin duda había mejorado en gran medida. Sin embargo, en estas cuatro

obras encontramos una información muy cercana a la recogida en DLE

(1970).

Hemos prestado especial atención a aquellos nombres de profesión

para cuyo ejercicio era necesaria una formación académica, puesto que en

esos ámbitos se habían experimentado mayores cambios, desde la

restricción del acceso a los estudios por parte de las mujeres, pasando por

la limitación de los títulos para ejercer la profesión, hasta lograr la justa

igualdad entre ambos sexos.

Así pues, podemos concluir que María Moliner se adelantó a su

tiempo, publicando una obra que varias décadas después seguiría

resultando novedosa.

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