Los Obreros Sin Trabajo y Los Jornales Insuficientes - Pildain

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DOS GRAVES Y URGENTES PROBLEMAS DE JUSTICIA LOS OBREROS SIN TRABAJO LOS JORNALES INSUFICIENTES Por EL EXCMO. Y RVDMO. SR. 0. ANTONIO PILOAIN Y ZAPIAIN OBISPO DE CANARIAS >o<y>ooooo<x>&ooo<>:)oc>yxxx>oooo<x>c<><x^

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Carta Pastoral de Mons. Pildain sobre los obreros sin trabajo.

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DOS GRAVES Y URGENTES PROBLEMAS

DE JUSTICIA

LOS OBREROS SIN TRABAJO

LOS JORNALES INSUFICIENTES

Por EL EXCMO. Y RVDMO. SR.

0. ANTONIO PILOAIN Y ZAPIAIN

OBISPO DE CANARIAS

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UN LLAMAMIENTO

lia persistencia, en ocasiones^ angastíosajineate agravada, del trágico problema del paro lobrero, so­bre todo, nos impele a la publicac^ión de lia preisenite Carta Pastoral, escrita el año pasado^ y reproduc­ción a su vez, en gran parte, de las conferencias que^ primero en nuestra Santa Iglesia Catedral y má;^ tarde en el Puerto de la Luz, vinimos ^^mdo.

Es demasiado desgaxradioT el incesante desfile de diocesanos nuestros que son víctimas de una de las más injustas, inhumainas y desesperante núb&-lias que puedan caer sobre seres humainios, para qwa nn obispo puedia dejar de apelar a todob los medios a su alcance, a fin de consegiiir que procuren el n*^ «asarlo remedJb cuantos tienen el inaplazable deber de aportarlo.

Oom o acaba de dedr la acreffitad» redsfet KAZON Y F E : "cuando por fas o por nefa» se ve una nación metida ea. guema^ (no se cuentan los mi­llones. Puefe, ¿por qué para obms de paz y elevacióiu social no nos. haremos la misma cuenta", cuando, cow mo ahora, se t rata de obra« de gravísinra. y, en ex-íremo, apremiaoite necesidad ?,Porqae también "es lia guerra". "Pero. la guerra pacífica contra te, mfeeria".

Las Palmas de Gran CMiaria, a 15 de Mayo , de 1944,

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CABTA PASTORAL

DOS GRAVES Y URGENTES PROBLE^^AS

DE JUSTICIA

LOS OBREROS SIN TRABAJO

LOS JORNALES INSUFICIENTES

VENERABLES HERMANOS Y AMADÍSIMOS HIJOS MÍOS:

LA GRACIA Y LA PAZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEAN CON VOSOTROS: Ya no podíamos más. Ni nutBtro corazón de Obispo, ni "ta enorme responsaJbiliclad de nuestro cargo nos permiten coatinuar por más tiempo, no diíé callados—que, gradan a Dios, no lo hemos estado hasta ahora—, pero ni siquiena el proseguir sin afrontar por escrito y con toda nuestra, autoridad episcopal los gravísimos problemas sociales., que traen sumidos en espantosas tra­gedias a millares de hijcg nuestros. •

Problemas de desnudez, de enfermedad, de hambre, de igno­rancia, de inmo¡ralidad: problemas todos ellos qucí, muchas veces, tie­nen por lúgubre fondo común los dog angustiosos problemas de los que, con la gracia de Dios, vamos a trataír en esta Carta Pastoral, que, en gran parte, no vai a ser sino el eco gráfico de ^a» Conferemciias. so­bre Doctrina social católica que dimos el año pasado cu Nuestra Santa

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Igksia Catedral y de las que hemos dado, este mismo año, «n d Puerto de te Luz; el prob'cjna del paro olíírero y ©I de los jornales insufitóentes.

Nieeesídad de ahoráia estos probl^ims

Existen, hoy día, en esta Nuestra Diócesis, parroquias en las que hay más de cincuenta, y más de, ochenta y más de cien obreros en pa­ro total.

y, 'al "mismo tiempo^ y en proporciones bien lamentables, en algu­nas de ellas, obreros en paro forzoso parcial. ,

Y si de jomailes haiblamos... Jornales se dan todavía, en muchísi. mos casos, que estájn muy lejos de ser el salario que la justicia y la Iglesia de consuno reclaman: el "salario que asegure la existencia de la familia y sea, tal que .haga iposiMe a los padres cCI cumplüniento de su deber niaituial de criar una prdle sanamcaite aJimerntadaí y ves­tida; que, como uno de los postulados o exigencias ftmdamentales da la concordia, Boeial, acaba de ¡proclamaír una vez máig Su Santidad el' Papa CiU su discurso del; último día de Pentecostés.

Precisamentle y a propósito del plausdbki rasgo dei Excmo. Se­ñor Grobemador Oivil de esta Provincia), que acoirdó sufragar los gas­tos da desempeño de papeMas del Monte d© Piedad, correspondientes a efeotoe, de uso personal emipeñados, y comprendidos entre dos y quin­ce pesetas, hab'iaba un pariódico de esta Capital de las "numerosaB fa­milias que necesitan semanalmente comp-Citar con empeños del cibjetbs de uso personal el déficit que arrastrajn susí presupuestos famJíiares. Nada mág angustioso—^añadía'—que tsag, colas de empeñadbinas, que se pueden contemplar las vísperas dü mercado^ paii^ dejar pdgnorada s sá­banas, toallas, trajes y otras prendías necesarias para) el) más decente traiiscurrir da la exfettenda. |y de lag que tienen que desprendeirse para espumialr xm cocido o impirovisar un potaje".

Í3ntre la,s mujeres que forman en esas angustiosas filias, ¡cuantísi-ma^ que son precisamente esposas de obreros víctimas de jormaleg in­suficientes o del pairo forzoso!

Problemag mtxmí^m---^í 4? los joriii 'eg insuficáentes y el del pa-

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ro obrero—que penen un exponente común, de los mág dolarcsos pa­ra wx corazón ^iscopai\

Y íB el que se ve obligado a contempla'r cada vez que sale a la ca­lle, cuiaindo entre los niñosi que a, ibaiidadag afluj^n a besarle el anillo, observa A no pocog que ixasen. imp^tsas en sus ra-ritas lánguidas y sus ojos t r i s t e , las buellas del ¡hambre.

CcmprALderéis que, átate probltemag de esta monta, 0í Obispo ng pnelde menos de levantar Su voz de Padre.

Y no con ánimo fle exasperairlos m <Je acibararlos ciertamcíitle.

Precaxiciones iaíaspensiables

Y es dOilQroso que los Obispos, cuando aibordaanos esitos probkttnas, nos vpamos obliígadog a adoptar y a consignar precauócnes de sesta índole.

Y sin embargo es ello indispe!n£able. Porque nuttca faltan, qui'eni^ se ñguraln ver en este género de en­

señanzas" episcopaies, exdtadones de las masas o exaceilbación del c<Mo ^ ciases, cuando HOH ciabalmitónta lo cantrario, cumplimiento de su misión divina por parte de quimies tienen "ante losi ojos de la án-teügíp-cia y ante el impulso del corazlóia "ih doctrina de juBÜdia-, eqm-dad, amor, recíproca consideradón y convivencia inculcadas por la ley de Ddps y por la voz de la Iglesia", einfaciadás y proiyectadas sobre esos problcinae cuya sducáón es necesaria, "si se quiene que la, socie­dad bo se vea sacudida de tiempo en tiempo por turbios fermentos'y convulsiones peligrosas, sino que se apacigüe ly progrese, en 'la armo­nía', en la paz y en el mutuo amor", ein frases deti mismo Papa.

Oon lo que dldho se está qui3( nada tan [iejos de nuestno ájndmo co­mo el afrontar estos temas con unten/dones de faaoei" una labor me­ramente negativa, y mucho menoas demoledora o demagógica. Al con-trairio.

No. por af ám de crítica, samo de coIiaboracióH

Somos los primeros en asentar a las aseveraciones perfeictamente aplicables a Ete.pañ)a> de uno de los más cUitos y eminentes políticos extranjeros cont©m,poráneos, cuando, en uno de sus últimos dlscmsos habla de fias dificultade(gi enormes eon que tienen que !liabérsela5,los

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gobieniantae.en estos moinentos; los obstáculos poütácoe y económi­cos que a cada instante tienen que vmcerse; los disgiustos, las dis­cusiones, los riesgos que coiTe todo en esta hora en qu'í todo parece haber sido sometido a reAdislán—-promesae y tratados, intereses y amistades, fronteras .y soberanías-^; en esta hora en que la angus­tia da ?3. humanidad, que no jpuede vivir sin sólidos puntaies de cer­tidumbre moral, se iha unido -por doquier >a las insuflcieiícias econó­micas, hijas de la guenra o de su recelo.

Somos i<^ .primeroBi, sobre todo, en tributar nuestro elogio, como lo hace eSi Papa y sirviéndonos de sus mismas auguistas paiM>raB, "a esa pacífica ooncordia de ánimos, e invitamio© y ttxihcirtámog paternalmen­te a perseverar en ella oon firmeza y dignidad" "a los trabajadores y trabajadoras, que oansíienibn^ de su gran respoíasabIMidad en el bien común, sienten ly pandieram el deber de ¡no agravar el peso de las cix-traordiíaaffiías dificultades que oprim?).! a log pueblos presenitando ciar mopojsamente y oon_ movimientos descotosiderados sug rrivindicacio-. nes íin estos momentos de uaiiversaies e imperiosa^ necesidades, sino qUJe peraisten en el t¡ra!baj.o y perseveran «a él con disciplina y ca'-ma, pnocuraaido ujx apoyo iaicistímuElbl» a la tranquilidad y ai provecho de todos en Ja oonviveaicia social".

Nada por tanto más ajeno a Nuestro ánimo que e í afán de'some­ter al escalpelo de una crítica niorlbiosa So. labor del Estado o de í i ^ gobernantes, en tstos taa difíciles momentos.

No. NucBtro afán eg cabalmente el opuesto. Es el anihelo de aportar nuestra desde fiuego modestísima,, cooperación a lia labor so­cial que en pro de las clases trabajadoras está desarrollando el Es­tado Español.

Anhelo que responde a la convicciión arraigadísima de que todas osas medidas sociales en pro de íias clasesg. proletarias fructiñcarán espléndidas y ubérrimas^ si empieza por darse la solución que. la jus­ticia reclama a los dog' gravísimos problemas que esta Carta Pasto­ral enfoca^ así como habrán de resultar a todas íluoes iiuauñcientos, cuando no absolutamente ineficaces, si todo^ los hombres de buena voluntad no conjugamos nuestros esfucírzois para empezar por dar a aqpiellos problemas su justa e inaplazable solución.

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Porque ¿quG ventaja puede ¡reportar cíl subsidio tsxmBs.r—ípongá-moso por ejemplo—a wa. obrero re cien casado que sea- esclavo de uno de esos justamente denominados "jornales d© bamlbre", o a un obre­ro cargado de hijos menor-o, pero víctima del paro obrero?

En camb-O, dóteseles a todos de trabajo^ y désete a oadá cual el sa r r io quería justicia y la Iglesia reclaiman de acuerdo y no sólo rsalizarán toda su razón de ser "jog subsidios, s'iuo que, a mayor bi^ie»-tar y abtíndaiwSa de cada obrero^ serán meincg ncioesairios y menos costosos los qucí hoy día se ve obligado a aportar la sociedad con tan laudable como tantas vdces poco agradecido esfuerzo,

DlVerEias actuación^ estata>l«s

Porque^ en esto de "as aetuacioneg estatiaüCiS en d Qampo social, sucede que^ a vec;6, los Estados se extralimitan, como cuando, en vez d!e proteg'er lag' asooiaciones profesionales qucí, en uso die SU de-reaho, forman los eiudadancs", las absorben y dmtiruyen, ctu cuyo caso, justo es oponerse y resistir a ta'es actuaciones, por la sencilla, razón de qucf "es injusto y al mismo tiempo de grande perjuicio y pertui-bación del recto orden social, avocar a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidad; B menorea e inferiores". (Pío XI).

Pero existen en cambio otras actuaciones estatales cm las que los Estados se preocupan de adoptar su legislaeióin a los sanos princi­pios de la justicia social cin materia de tanta inlpoítanoia, llegan­do a', formular toda una magnífica serie de leyes y decretos que. lue­go no surten efcicto por ía resistencia, más o menos consciente, más, o menos activa, pero desde luego, innegablemente injusta, qué c»-cuentra en los subditos, que sei niegan a secundarlas y las esquivan despreocupadamente, creyendo que nada atañen a su eoncienda y que pueden hacerlo sin rcisponsaibüidad alguna ante ía Moral.

Por ello hemog creído neC6Sá,rió recapitular también tes principios que, en este,<»rden, han de regular la actuación de los Estados según la doctrina católica, creyendo con ello, no solamente cumplir ^n gra­vísimo deber de' nuestro piagisterio é|>iscopal, ¡sino contribuir, m

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cuaato esté de nuestra parte, a que la legislación, tamtas veces ejem­plar do, nuestro Estada Español en materia social, no quede reduci­da a letra muerta o medio aSfi^ada en un ambiente impreparado o pasivo cuando no hostil, y -no cáertamicnte por oulpa die -a Iglesia.

Porque "la Igiesia, pOr lo que ai ella toca, os diremos oon León XIII, en ningún tiempo y en ninguna majiera consentirá que se eche de mcinos su ación, y será la ayuda que preste tanto mayor cuanto ma­yor sea la libertad de acción, que ise le deje, y esto, entiéndanlo par-tieularmcEite aqueUos cuyo deber íes imxax por tí¡ bien público. Apli­quen pues todas las fuerzas de su ánimo y toda su industria los sa­grados, ministros, y precediéndolos vosotros, Veaerables Hermanos, —dice dirigiéndose a lo^ ¡Obispos—^no cdsen de inculcar a los homibres de todas clases lag enseñanzas de vida í^omadas del Evange'io".

Es lo que, por nuestra parte, intciatamos en estas páglíiflB

Amticii^kaüimos a una objeción.

Pero, ante todo, creemos que no será inútil salir al paso de una objeeióín que pudieía formulársenos. La objeción es la siguien­te. ExpongámosTla en toda su crudeza,.

"Y ¿quien es el Obispo paria! metease «n estas coSas? Los proble­mas apuntados lo son de índole económiico social que aifcañen al J e ­tado. ¿ A título de qué van a inmáscuiíBe en ellos 'la Iglesia o el Otoáspo ?"

¿A qué títu"o? Pues a títu'o precisamente de Iglesia y de Obispo.

..Porqucí la Iglesia—^y vamos a decirlo con palabras deí Asesor Na­cional de Cuestiones MQra'''es de Auxiílo Social—"la Iglesia, como de-poBitaria e intérprete de la Ley Moral, tiene el derecho y el deber de urgir a los Estados y a las conciencias de los individuos la virtud moral de la justicia en todas 'as i-e^aciones humanas. Por esta razón, cae dentro de la órbita de su competecicia el juzgar y urgir oportuna e ino]X)irtunE.m:e!nte el cumplimiento de la Ley Moral, lo mismo en el campo indávidual que en cfl orden socia^l

El derecho d>e lia Igleisía^ a intervenir em estas cuétsitóo-nes, en frases ele León XIII.

"Animosos y con derecho plenamente Nuestro—escritoía el Pontí-

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- f - =^.,:.::z.:.:^

.fica de la "Rerum Novanun"—entradnos a tratar de esta materia, porque cuestión es ésta a la cual no se hallaxá solución ninguna aceptable si no se acude a la Religión y a la Ig'esia.

Y como la, guarda de la Religión y la administración de la potes­tad de la Iglcisia a Nos principalieimamente incum.l>e, con razón, si calláramos se juzgaría que faf/tábamos a. nuesitro deber.

Verdad es que cuestión tan grave dentianda lia cooperación y es-fuerísos de oíros, es a saber, de los príncipes y cabezas de los Bsta-dos, de los amos y de los irioos, y hasta de los mismos proleltarios, de cuya suerta se trata; .pero, sin duda alguna,, afirmamos que serán va­nos ciiantos esfuerzos hagan los hombres si d^atienden a la Iglesia.

Porque la Igtesia es Ja que del Evangelio saca, doctrinas tales, que bastan o a dirimir completamente esta contienda, o por lo menos, a qlÉtarlie toda aspereza y hacerla, así más suave; ella es la que traba­ja, no sólo en instruir ei ejntendiimiento, sino en regir con sus precep­tos la vida y las costumlbres de itodos y cada uno de tos hom,bres; ella, la -que con muchag utilí^mas instituciones promueve el mejora­miento de la siltuaÁón, die los proletarios; ella, la que qiáejre y pide que se aunen log pensamientos y las fuerzas de todas lias clases, para poner remedio, el imejor que sea posible, a las necesidades de ios obreros; y para conseguénlo, oreo que se deben anplear, Siunque con peso y medida, las kyeg mismas y la autoridad del Estado."

El derecho de I» I g l e ^ a iintervemír en esta» cuestio­nes, en frasfis de Pío XI

Por eso Pió XI, siguáendo tos pasos de León XHl, afirma ea. la se­gunda, parte de su Hticicüca "Quadragessimo Anno" "el derecho y deber que Nos incumbe de juzgan cpn autoridad suprema estas cues­tiones sociales y econiómicas. Es cierto que a la Iglesia no sé le en­comendó el oficio de encaminar a los ¡hombres a tina felicidad sola­mente caduca y perecedera, sino a (¡la eterna; más aún: la Iglesia juz­ga que no le eg. permitido sin razón siifiaiente mezclarse! en esos ne­gocios temporaltes.

iMas renunciair aideirecho dado por Dios de intervenir con su autp-Tidad no en las cosas técnicajs, paia las que no tiene medios propor*

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oloimdos ni misi6n ajignma, sino en todo aquiello que toca a la mafai,. de óingúa modo lo pucide hacer. En lo que a est» se refiere, tanto el ordea social cuanto el csrden eoonómico están sometskios a Nues­tro supremo juicio, pues Dio^ Nos confió el dcpósdto de -¡a verdad y el gravísimo encargo de publicar toda la Ley Moral e áinterpretarla y a,un urgiría oportuea e inoportunam.ente".

"Añádase, eon el Asesor títado, que en los tiempos mcíiem% sé ha lahEíádo coptra fia Iglesia de Cristo la acusación eafiumniceía de que está inelimadia de parte daí capital y de los capitá .isbas, en coatra de los deiredhos del trabajo y de tes maaag traibajadcrais. No ha basta-' do «la misma Kistonla de la. Iglesia a través de estos veinte sig'os— hMioria llena de canquistas sociales ganaldas por Ella en favor de los humii'dcfi—, nii las Encíclicas sociales puWücadas por los úi;:imos Ro-maníis 'PontíficícB, para airrancar del corazón de las masas la soímbra pemlcloaa de esta acusación. Y la explicación está en que la Iglesia ordena y urgcí el cnm.plimienito de los postuados de la jiMicia social, ,pero ha habido, y aún hay, algunos hombres de apellido ca .i5'lco y de corazón pagano que, consciente o incoaiscientement'), se hacen sordos ante las enseñanzas y normas sociales d© la Igl'esLa católica,. Eínérgi-ca y c'aramente denuncia Pío XI esta realidad lamentable y da esta expiiicaeión cuando-dice en su "Quadrag''(SSimo Anno"; "Hay, ade­más, quienes abusan de la religión y se cubren con su nombre en sus exacciono injustas para defenderse de las redamaciones completa­mente justas de los obreros. No cesaremos nunca de condenar seme­jante conducta; c(SOS homibreig son la causa de que la Iglesi'a inmere­cidamente, haya podii-do tener la apariencia y ser acusada de inci-narse de parte de log nilcos, sin conmovcirse ante lag necesidades y estrecheces de quieiaes se ciiiconitraban como desheredados de' su par­te de bienestar cKi esta vida".

La, fuerza de estos argumentos—comcluiye con razón el Asesor Na-a'onal de Auxilio Social a qiácu citamos—iprrueba nítidamente el de-recikio y el deber que asisten a 'la Ig'esia para intervenir con plena au­toridad en quc( se hagan ejecutivos log derechos y deberes de la, jus­ticia Social",

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El tfereclío de la I g t e ^ a intervenir en estas cuesíió-jies, en frases de Pío Xn .

Es lo que, resumiendo en síntesis magistral la doetrina de sus augusbog predecesores, cKponía el Pontiifioe reinante, en su Decurso eonmemoratiivo de -.a gran Encídicá Social de León XIQ:

"Movido—decía Pío Xn—¡por la convicción profunda de que la Igle;--sja tiene no sólo el dereobo, sino el deber, de'prOnunólar su autori­zada pa)laibra cin lag cuestiones sodaíes, dirigió León X m al mundo' su mensaje. No es que pretendiese éj establecer normas <i'® carácter puiramenté práctico, casi diríamos téc¡aico, de la coajstitucip.n isocial; porque eaibía bien y era para él evidente—y nuestro predeczgor, de santa memioria Pío XI, lo declaró hace un' decenio en su' Eridc ¿ca' conmemoimtiva, "Quadra/gesalmo Anno"—qué la Iglesia no se atribuye' tal misión.

Es, en cambio, a no dudarlo, eonípetencia de .'ía Iglesia allí'diondí; el orden social se aproxütía y llega a tocar 01 campo moral, juzgar si lias basies de un ordíin social exBstente están de acuerdo con el orden inmutable que Dios, Cíiadcir y Redenitor, ¡ha promulgado por med'-O del derecho natural y. de la rjivelación: dobie manifestación a' que se refiere Deón XIII en su eiicíoHéa. Y con razón.

Porque los dictáunenes del áernzbo na,tufal y lag verdadies de la revelación nacen por diversa vía, como dos arroyos de agua no con­trarios, sino concordes, de la mfema, fu;fite divina; y porque la Ig e-sia, guartiiana del orden scfeirenatural cristiano, a1 que convergen na-' turaleza y gracia, tijeiiie que formar las comoirincsas, aun' la dé aque-' líos que están llamados a buscar solucione^ para los pirüblenüaS-y de­beres impuestos por la vida socdaH.

Dci la forma, dada a la sociedad;, conforme o lio a *•»» leyes divinas,' depende y se insiin&a también el biien o el mal ea las almas', es'dedr," el que lo» hombres, llamiaidos todos a seir vivificados poi* la greeolá de Jesucristo, len log trances del curso de !a vida «terrena respiren el -sa,-' no y vital alcmto de la verdad y de la virtud, o'el' bacilo m&rboso-mudhas veces mortall del error y de la depravación. Ant© taíeis coifei--deraciones y previalones'j'¿ cóm&-.pO(kía, stBf'fidto a Iglesia, Madíé-tan amcjrosa y solicita del folen de-siís hijos, permanecer ihdifereiitc.,-ea-'

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pectadora de BUS peligros, callar o fingir que no ve. coradidoues socia­les quíí, a safcilendas ó jio, tocen difícül a prácticamente imposib'e una conducta de vida, cristiana, guiada por los preceptos del Sumo Legis-ladcír?"

.' Por derecho y por deber d© Iiunija,mdad

Y si todavía quedase a'|gui.(a que, rachazaiido tan convóncentes razones y autorizadMmctei testimion!io&, se empeñase en continuar preguntand'> que con qué títido íntervicpien Ig 'esia y Obispos en cuestiones como la del i)aro tíbrero, !ha,bríamcs de responderle, que a titulo dci humanidad, aun en ©i supuesto de que no tuviesen otro alguno.

Y para, que tenga, no diremos que mág objetividad, pero si más ga­rantía extema de impardalidad nuestra respuesta, vamog a darla en It^ térmiiiMJS nüsmoB en que la dalba un insLgne coinferencianite ex­tranjero, aaitfirior a la guerra.

Indudable!—v&im. a decdx—que las convulsiones terribles que sufre el mundo lo sota también, aunque no exclusivamente, de índo­le económica. Libre, ;por taaito, a log economistas que dls'outan, a los polítitoos que discurran, a los publcMas que diserten sobre la baja de valores, la elevación de la tasa de descuento o el desequEi-brio entre la ¡producción y el cotasumo: libre a ellog el ir subrayan­do las simKpLdades d© la üSnea que rnaarca, de mes en mes, sobre sus gráficos, la curva ascendente o descendente del número de mulares de qutntial^ de trigo que se queman en la Arg^tina: los millares de toneladas del maíz que se destinan a caiilbón en el Canaidá y los millones de sacos de café que se arrojan al mar en el Braal... Pero I>or encüma de ¡todas esas páginab técnicas^ y a través de todas esas cifras estadísticas, la Iglesia está viendo más, algo que vale incom­parablemente más, y eg los milloneig y millones de hombres sin tra­bajo, oflcáalmente inscritíM en Tas listap de paro de caxia una de t&s naciones; la Iglesia está viendo a muchedumbires de seres humamos debaMéndosie im|K>teates entre 3la misem y el hmnlre, después de hiaber agotado suB últámos recursos, después de haber enupeñado has­ta BUs muébLea.

Mudbeduimbres dé hogares apatgados: muchedumSxres de casas vacían en la^ que flota ma<;abra la pregunta de 8í, al día slguieate,

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t endrá elí mendrugo indisipenSEMe para no morir y conitiHuaír arras­trando esqueléticos su agonía. •

Y mieiiitras que, de todas partes, sube hacia el cMo tormentoso el soodo damor de todas esas angustias y de todas estas desgarra­doras miserias, ¿se querría que la Iglesia permaneciese muda:, se querría que la Iglesia asistiese impasiMe al desastre, sin alzar su voz y sin intentar un gesto con que tratar de colaborar con los obli­gados/ a remediar tamaña miseria, cojutentándose con señalar el cie­lo á esos desgraciados, con los que tan diura se muestra hoy día la tierra? -

' • • í La Ig l ^a no puede desentemaerse de éso

No. La Iglesia no puede haaar eso. La Igleeda no puede, en manera alguna, desentenderse ddH hecho de que en una parroquia haya docenas y docenas, y en una diócesis .centenares "y centenares de hombres que carecen de todo, hasta de la ¡posibilidad de gianar-se honradameínte, con idl sudor de su fresnte, el pan de cada día.

y este es ¡precisamente el caso de nnestra Diócesis. Que ¿qué significa esoTQue se pongan en el caso cada uno de

lOs padres de familia que esto tean; que s© pongan sinceramente la mano soibre su pecho de hombres que tienen mujer e hijos, y que me digan si cabe, para un padre honrado, tragiedia mas honda que la de siaJIir cada mjañama de su casa, no a pedir una tarjeta para un banquete, ni un billete 'para luna excursión, sino un puesto de ipeón, de cargadcr, o de picapedrero, trabajo, en suma, con que poder man­tener a los suyos, para, despiuési de pasar el día de .puerta en puerta, recibiejado mág deapredios y negativa® que un mendigo de oficio o un vago de profesión, verSe obligado ,a voíver 9. su hogar con el corazón henchido de penas y sus manos vacías, sin una pese­ta en los boTisillos oon que comprar upos pobres pañlales al niño que antes de mucho espera, sin un pedazo de jabón coooi que su mujer pueda lavar los pingajos que le cuelgian, s jin nada oon que cofaso-lar a sus hijo» que se han acostado hacinados Sobre un jergón sá» sábainaS, pidiendo, taH vez, un poct> de gofio o im pedazo de pan.

Bastaría que se diese un sólo oaso de estos—y no paa hipotéti­cos iprecásamente esos a qucí estamos aludiendo—, para que la, Igle­sia alzase su voz anguettiada con eí clamor más henchido d« dere-

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cha con que pueda hacerlo cuafquiera madre en pro del más desva­lido de sus hijos ¿y habrá nadie que pretenda que permanezca in-sen^tolé esa, Iglesia, y mudos fios Obispos que somos • laz represen-tanteis d® la misma?-

¿Pero €S que, y a estas alturas, puede haber todavía alguien que aún no se haya dado cuenta d© las r:J>ercusiones y complica­ciones que eaas íiragedia.s tienen en todos los órdenes, desde el fa­miliar y ©1 maral hasta el mismo orden ínt'ernaconal?

"El lema, "tengo compasión- de la mucihedumtore"—'le diríamos con palabras del Papa,, a quien tal Asara—es para N03 una consigna sa­grada, inviolaWe, válida y acutíladora en todlos los tiempos y en to­das las :^tua,cionesi humanas, como ara la divisa de Jesús; y la Iglcf-sla renegaría de sí misma, dejando de ser madre, si se hiclpe ¡scrda a ios gritos angustiosos y filiales que todas 'as clases de la humani­dad h a c a llegar a sus oídos".

Fieles, por Nuegfctía parte, a este espíritu de ia Igjlesia, ramos a abordar los dog graves prob emas apuntados, empezando per el trá­gicamente angustioso del paro obrero. •

LOS OBKEBOS SIN TRABAJO

"^EneV Cuadro d i la miseria.--^ecía un escritor—no hay nada más odioso, ni que más subleve ¡"la eoncicinoia humana que el hecho de un hombre que necesita trabajo para ¡utíhar con el harntre, y que no lo encuentra por más quo lo busque".

Nada, en efecto, más odlioso, ni más desamparado. ¡iCuan ipoccs son—lo decimos por experiencia ya antigua—^los que ooncedcin a es­te tremendo prciblema?a importancia que tiene;!

¡Cuan pocas son,*a,un entre las más sensibles a la compasión y al infortunio, fa^ personas que se dan -cuenta de la, tragedia íntima que lleva contíinuiamentcen s.u allma eli obrero parado! ¿Qué digo tra­gedia? De la interminable serie de tristísimas tragei^as qu© sci des­abollan dé oonitíriuo en el dcrolado hdgar de ese pobre hombre "sin trabajo y sin-^imal, ^* • ' *

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mmmmiSM^m'mníKBmÉm - l a - -

Bepcrcutóones eai el orden familiar.

Sobre la mesa en que escribimos estas líncBs tenemos el fichero de'famSáag de los tubarctilosoB pobres de la ciudad.

Ea varias ocasiones, y por diveirsos motivos, os hemíg dado a co­nocer algmias de esa,s fiehas verdadei^mente desgarradoraa.

Pues bien: cotejando Isg fichas entre sí, coíegimos que, en una gran mayoría de lias familias en las .que aparece uno de sus miem­bros atacado por la terrible enfermedad, el terreno pitaba, ya pre­parado por el ambieate de desnutrición y miseria en que yace la fami'ia cuyo padre es víctima del pairo.

DestaquemcB aquí unag cuantas fichas de esas Indicando—^por elementales razones de delicadeza—con simples taiciaJles K» nom­bres y apellidos de los padres de que se trata.

Padre: Madre:

Hijos: » m

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M. O. B.-T. A. G. Cairme'n Rosaura Pino ' Juan ' Pedro José ' Octavio '

Tuberculosa; Pino

Padre: Madre: Hijos:

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J. M. B. L. C. C. Pino Domingo Carmen Enoaimacáón Pablo Juajía

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de 40 años —• sin trabajo " 39 " " 19 " " 15 " ' 14 " ' 9 " ' 7 " ' 3 " ' 1 "

» * »

de 52 años — sin trabajo " 45, " " 20 " " 17 " " 16 " " 13 " " 11 " " 8 " .

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" Vicente de 6 años Tuberculoso©: Pino y Domingo.

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Padre: Ma<ire:

Hijos j »

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D. R. G. S. S. B.

Georgína Frantísco Vioente Emilia Dionisio Dolores

de 42 años ' j »

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Tuberculosa: la makJre.

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— sin trabajo.

Padre: Madre: Hijos:

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S. G. C. de 40 C. G, D. " 36 Juan " 13 Antonio " 12 Jorge " 7 Sebastián " 6 Carmen " 4

Tuberculoso: Antonio.

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- sin trabaja

Padre: Madre: Hijos:

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J. D. S. P, D. P. José Juan Justo Comeláo Luis Felipe

Tuberculí»»©: José.

de 52 " 48 " 17 " 13 " 11 " 8 " 5

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- sin trabajo,

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Padre: Madre: Hijos:

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M. P. J. S. Carmen María Juana Manuel

H. M.

Magdalena

de 43 " 38 " 19 " l é " 9 " ' 6 " 4

años -)» í »

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- sin tral •7

Tuberculosa,: Carmen,

Padre: Madre: Hijos:

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A, E. J. M. Juana Edita José Soledad Antonio Teresa

P. C.

de 52 años — t>

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36 " 9 " 7 " 5 " 4 " • 2 " 2 meses

sin trabajo

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Tuberculos30: la madre y Soledad.

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Son fichas estas, como recordaréis, a las que dimos lectura en la, primera de nuestsrsg Conferencias de la' Catedral sofera cil pajro; fichas que hemos querido reproducirías aquí porque suponemos ks ha de agradiar el verlas consignadas por escrito a los que, al i^conocerse alu­didos al haberlas oídia en la misma Catedral o a través de la Radio, nos demostraron luego su gratitud, ¡profundamente conmavitios.

Lo triste e© que nuestro fichero en este punto, lejos d€í disminuir, ha ido acrecentándose con nuevas fichas, igualmente díimost'rativas de nuestro aserto.

Véamse, por vía de muestra, algunas de las que han; venido a su­marse a lias anteriores, durante eH; último meg de Mayo.

Paidre: N. J. S. de 36 años — sin trabajo. / Madre: F. M. S. " 31 " — " " ..

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Hijos: 11 ,

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Nicolág José Ramón Francisco Norberto

Tu¡bereu''oso: Ni

Padre: Madre: Hijos:

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M. G. R. C. P. G. Carmen Silverla Müfgniol

Segundo Manuela

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33 14 12 10

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TubercuIoBa: La, madra

Padre: Madre: Hijos:

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S. B. B P. A. S. Ana Pino

Alida María Hortensia Carlos Gloria

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>» Tubercu'bsa: Pino.

Padre: Madre: Hijos:

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J. S. M. M. M. Carmen Ignacio Francisco Pino Juan Antonia Manuel

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57 50 24 22 21 17 14 12 •7

años 11

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11

11

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años — En paro 11

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años —sin trabajo.

1 1 '

* * *

años —sin trabajo.

Tuberculoso: Ignacio.

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— 1 7 —

Padre: D. M. O. da 43 años —sin trabajo. Madre, M. S. N. " 38 " Hijos: Domingo " 18 "

MatUde " 15 " Manuela " 10 "

" Encarnacióu " 8 " Antonia » 7 "

Tuberculoso: Dominigo.

Padre: Madre: Hijos:

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F. V. R. A. G. B. Cresceneia' José FrancóBco Ignado Gonzalo

de 36 años —sin traifflio. " 37 " " 30 •' " Py '

" f. ' » -1 •' -

" 2 -•

Tuberculosa: la madre. Es áe advertir que estas fichas nuevas que acabamos de consigj

nar corresipondeiu excluslvamentci a dos de las parroquia^ de la Oa-pital y que en ella hay veinte x>anrioquias más.

¿Os dais cuenta d«l húmero dc< fichas análogas que ello supone?, ¿ Nos pciTcatamos bien, ly a fondo, del abismo, de amarguras y

de miserias que coda xma, de esos fichas entraña?

Y nada dig&jnos cuaindo la vietíma de la enfermedad cruel es el propio padre de familia. Entonces la amargura reviiste carácter de tragedia de la que pueden dar una idea esos obrero®, padres de familia, caingadoreg de carga del muelle que cuando yacen cjn Su lecho, víctimas de la tuberculosas, y van que van s terminar los noventa diías de lictencia al caJbo de los cualí^s se les retíala el socorro pecunia,rio, son capaices dci presentarse angustiados a suplicaír, de sro-dlUas, que sfe les dé de alta y se les admita de nuevo aT tralbajo, dispuestos como están a 'haccarlo, aunque tengan que vomátar pedazos de pulmón sfobre el muelle de carga, porque ^ dejar de ha-

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^- .^18-^

cerlo y continuar en casa supoaie el morirse edlog de hamíjre y de-• lar a mi mujer y a sus hijos •d^uudos y tem pan,

Otra« tragedias intiinaa

Y aun sin llegair a eso& extremoe de muerte, j qué tragedlas de amarguras tan hondas las que ee viven en los hogares sin írairajo!

Escuchad si nó, una de tantaB, referidas por un escritor in^gíie. Era una familia obrera compuesta del padre, la madre y «Q ni­

ño apenas destetado. El padire iba; al fbaUer y ¡allí ganaba isu jornal La madre, muy buena costurera, cosía. En tiemjpo normal podían vivir. Empero sobrevino el paro obrero, y lleg6 un día en que se aoaíbaroai todas sus pequeñas economíais.

El piadre iba por las calkis ofreciéndose a trabajar, pero en va­no... la madre, por su parte, trabajaba,., cuando lo tenía... y no obstante, eran las diez de la mañaiía, y la pobre, nñrando sus ma-

" nos, se afligía al .pensar que todos <sm recursos estaban reducidos a la miserable perra gorda que en ellas tenía... que su marido iba a llegar y que el día aniterior habían comido lag últimas patatas... To­mó pues una hoja de papel, escribió en ella, temblando, la cuenta de una factuna que le debían, y encomendándose a Üioe, se fué...

"Que n<y recuerda haber enviado a i>e<Mr su cuenita", fué la res­puesta, que le dieron en la puerta de la casa a que llamó.

La pobre mujer ahogó un sollozo... voiViÓ la espaMa, oootno fue­ra de sí, y se marchó. Ckm su última perra compró un ipamecillo para qucj el niño lo comiera; después, cuando hubo comido el pe­queño, le besó, apaisionadaménte como una loca, humedecieiido su ca­rita cota las lágrianias que derramaba, y serenándose un poco, espe­ró a que volviera su maiido.

Abrazó a au eSjposo y le dijo lo que pasaba... Luego, sacó de su dedo el ainffio nupciai de oro que él había regalado el día de su

• matrimiorúo, lo tomó, lo besó y, con el corazón acongojado, se mar­chó a empeñarlo.

Aquel día, aü menos, pudieron comer. Pero ¿qué pasaría, por aquellos dos corazones mientras estaban oomiendo?... ¿no lo sentís vosotros?

* * » Ah 8i pudiesem hablar las venta/nillas de log Mcait^ de Kedad

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•19 —

y el suelo de las Cajas de Préstamos! ¡qué ée lágrirnaa toa amor^ gas y urentes las que sobre ellas derraman cada día tantas mialdareis y esposas de obreros siti tíratejo, culando, para, alimentar a sus pe-queñuelos, se ven obügaidas -a empeñar el primer día, su anillo de boda, luego, un reloj; después un armario o una cómoda; más tar­de, su m^xám. de K)ser; fiiniedm'eínite, las sábaiias, teig eülas, las ca­nias... toiáo, poiu poder comer! ,, .

« » «

Aásmás; éS .paro obrero-^como decía im escritor—tíeñe Boliirie la familia una acción dfeolvente. I>astniye <¡fl ritmo norsnai de la váda.

Cuando el padre trabaja, cumple el papel' de isoeitenedar de lá fanMüia y tóente respetado gu derecho a la domsideración y reveren­cia de los suyos. Cuakdo pierde s.u empleo, cuando todos sus es-fueraos por emconérar trabajo resultan inútiles, nota como que va perdiendo autorfiriiad y esita ,pérclj)da de autoridaid del padre es vmo de los faetores que más influyen en la misdla educación del ¡nifiüo.

Al desastroso efecto de la, forzaJdtei ocíios idad del padre hay que añadir el del tralbajo de la miadre. Muy a menudo, cuando el hom­bre'se queda sin toaba jo, su mujer busca un empILeo. iSe trata ca^ sianpre de empleos mal retribuidos y en Jiora^ en las que necesita esltar en su casa pana el ouldaido de sus MjoB. De ahí el que éstols entren a engrosiar las trist>fj lilas de esos iHfUdhachos callejeros, ine­ducados, insolentes, vicióse©, candidatos al Reformaitorio o a la Pri­sión Provincial.

Los obreroSs en paro parcial.

Y a todo esto, sólo nos hemos referido hasta ahora, a Obreros que se hallan' en paro forzoso total. Existe la injusta costumbre de no denominar parado sino aX víctima de ese paro absoluto. Pero ¿es que no ea también parp el paro parcáal? ¿O es que ereemom que al obrero le basta, con comer un par de días por semama, o no cae­mos en la' cuenta de los desgarrones d© una familia ©n la que él .pa­dre no tiene por semana sino tan solo dos o tres dfeis die jornal?

* * »

Em. un dSa de Jueveg Santo. Hacíamios las visitas de Monuanen-tos. Al BBüir de un» de ellas, se nos ajcerca un rapazuelo, y s© Iba,

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después de habermos besado reapetuosameate el ajillo, cTjando, de , pronto, se vuelve,'y desabrochándose ei viejo chaquetón que lé cu--bría, y mostrándoaicB su pocho desnudo: "Señor Obispo, Nos úxe, mire cómo estoy. Si pudiera <Jarme una camisilla..." Lo hago,ve­nir a Palacio, y nDientras se la prepai"an, empiezo a pregxHitarle. Resultaído. Padre, madre y once hermaaos; el mayor de quince años. El padre^ bamiziadoa:, co» dos días de^ trabajo a la semana-y-dlez pesetas por jornal Le pegunto , entre otras coiSiaB, que es lo que el dSa abteriior habían comidió. Reapuesta. Infusión de agua de nogal con gofio, por la mañana. Infusión de agua de nogal com go­fio al mediodía. Y la mfenm infusión de agua de nogal con gofio para cenar. En aqueUa casa no había, ni podía haber otra cosa. Ni siqíúera Un trodto de jabón con que podes' lavanse la® manos y la r o p a . . , . • i . , 1 . , • •

Se fué. La camMlla debió servir de pregón. Parque, a las dos horas, haibía a ¡'ia puerta del PaJateio Elpiscopal ^todo un enjamíbre de rapaces y rapa^aas. Aprovechamos la ocasaón para gcsmeterleis.a in­terrogatorio individual que, debidamente comprobado, fuese a au­mentar luego las fichas de nuestro fichero. , .

He aquí el tenor de una da eljos. Interrogada: una rapazu'ela de ocho años.

Padre: L. S. T. —parado. - , Madre: C. A.

Hijos Luisa de -8 años " Consixelo " 6 " .' " Emelina " 3 " " Um " 1 "

¿Dónde coméis?—en casa die mi abuelo. ¿Qué familia tiene tu abuelo?—^Mi abuc-(!a y seis hijos. ¿Y dónde trabaja?—En la carga negra. LoB obrero^ Ide la carga negra son, como se sabe, obreros en

paro p9jr<áal. Y, caibalmente, acababan de informamos de fuente autorózadla. Los obraros de la canga negra; habían tenido, en el mes

, anterior al caiso, 120 pescíag por toda entrada. ¿OB dais ctienta ele los abismos de miseria que encierra el ho­

gar de uno de esog obreros víctimas del paro, a,uinque sea sólo par­cial?

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Pero votvamos a los obreros en paro total.

Eeperciíaioiiies patológicas.

Sería interesantísimo que Icls se|ío!res médicos conitkmasen las observaciones iniciadas par el eminente neurp'ogo español Doctor Va llejo Nájera qnc[ .basado en ellas, ha, llegado a determinar Ja existen­cia ly jsmtoanatología de una neurosis especial, que él denomina la "neuiTCBis dei^paro".

Los aquejados de cata, neurosis son siempre varones, dasadog y eon hijos. Todos ellos, obrerog sin trabajo.

"La neurosis de paro—dice el citado Doctor—^se inicia cuando se han agotado log pocos ahorros dei obrero y dejan de percibirse los sooorros oficiales o procaicntes de una mutual. La representación mental de Ja angustiosa e inminente núBeria se ha adquirido durante las largas esperas cci la coi'a de lag ofleln% de colocación, oyendo re ­ferir a otros compañeros el calvario que sufren. 'Esi vano busca co­locación, y si halla trabajo eg ipoír pocos días, y los ingresos son in-sufieieintes paira mantener a la famlia. Al futuro neurósico de paro le repugna la mendicidad, afanándose en buscar mediios para vivir, aunque sea dedicado a oñcios da inferior categoría al qu© hasta en­tonces ha profesado.

Durante Jas interminables e infructuosas peregrinacianes c(n bus­ca de trabajo no se aparta de la mente dcil paro el cuadro doloroso que ha dejado en casa: los hijogí hambrientos ly ateridos; la mujer flaca, agotada, al borde da la, desesperación. La representación mental obsesionante aparece máfe ní|tida duirante los insomnios, cada vez más intensos y pertinaces. Falta entonces cá reposo, que en parte re­para las energías gastadas durante ^ día, energías ya dieibüitadas por mía nutrición insuficicinte, y nuestro sujeto, que ha dormido mal, se levanta malhumorado, con dolor de cabeza, cansado.

Paulatinamente se pierden &s fuerzas, el sueño y cll aipetito; so­brevienen ciefaleaS' y iraquialgias, y un estado de irritabilidad, deter­minado por variadas dolencia,s/iy por la imposibilidad de salvar los obstáculos que se oponen a regular su situación. Entonces se sientfe en­fermo, sin fuerzas para trabajar: nueva angjustia agregada a lag que sufre".

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- á á -

Sobreviene la representadón mental de la HÚseria, refcsrzada por caaversadomes, por. la, busca mútil de trabajo, por el cuadro do­loroso que le ofeece su cjasa. La im¡aginad.áii, es una tuirbina incooi-tenible de pireocupadioiaes; aio es posible, por tanto, el reposo; laa energías se deibqli'tan, cadia vez más, por la falta de mtttiidón sufi­ciente y toüo es malhumor, ejaiisaiicio^nsioaimi», üirritabiWad... La alimentadón insuficiente, por f 3!"% de medios, conjugada, con la do-presión afectiva, .proveniebte de la inutiJiidad del esfuerzo en buseeur trabajo y jdel pensamiento ocailstente em el hiambre de su mujefr y de sus Mjos, ha .producido la enfermedad.

"Refleja la prensa diaiia,'—¡añadía- el másmo Doctor—parte de los infinitos pavorosos dramas que surgen de la falta d© lo necesario i>a-ra atender a la subsástenida, pues ¡la Hamada crisis económica es la máscara qucí disfraza el hambre qvte amenaza al mundOj y si el pro­blema no iha. isalido a Jla superficie, débese a que el egjoisnio ándividual impide que participemos en di dolor del prójimo. Muchos tsoa los en­fermos que pasan por las consultas gratuitas afeefcog de ¡neuirosis de paro,-sin que el médico .ahonde! en el drama sentimental de los q. s

' por parecerles neurósicos vulgares despide con una receta, escrita que no pueden adquirir".

¿Ckiínis©cuc|p(Cias? Nosotros hemos conoddo, én esta IMóee^, a más de un padre de famiHa a quien esta "neurosig del paro" sumió, primero, en la demencia y luego, en el cementerio. AM quedan sus viudas y sus huérfanos para atestiguarlo.'

# » »

Pues si taltós repercusiones tieine éste en organismos vancxnilea equilibrados y normales, que son cabalmente las víctimas de la laeu-rosis especial a que nos referim<«, (los deísequáüibrado» y anonmalea suelea refugiarse en el TOOÍO y en el crimen), ayudadme a senttir las que tendrá en las mujeres y «n los niños.

Que os lo digan esas madres, esposas de parados, a quienes la desnutrición les deja, sin leche con que poder amamantar a stis pe-queñuelos.

Señora, 1© diioe el roédico al que te presenta su chiquitín famé-lico y enfermucho; a este niño debe darle leche ihaiternizadíl pcH>

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qU6 Si no, a6 muere. Pregunta cuanto vale. Siete pesetas él bote. Ea su oasa hace meses que no enstau im real. ¿ Oom.preiidéis la, tra­gedia, madres que ésto leáis?

Que os lo digan esas madres mártires, cuyo marlMo quiera Dio©, que no teingaig que expáiar algún día; que os lo digan sus hljitos, vic­timas de la desnutrición y candidiaítoiS al linfatismo, a la. aaaemia, al raquitisano, a te, tuberculosis...

. ¡Oh ino, hijos mic«, no! No tiene, derecho a llajnairse crÓBtíana una sociedad en cuyo Beno exis(;a urna sola madare que, por desnu­trida y faméflica, se vea únpotente para amamaatar a su há^. No tiene derecho a llaínarse cristiana una sociedad eia la que haya un solo niño, que, por no tener nada con que desayunarse cada maña­na, tenga que esperar, desmayándose, hasta el mediodía, para po­der ingerir la p±tnena euchíarada de sopa^ o el primer bocado de pan.

En el seno de nuestras sociedades hay cenitenanas-y cénitéaiares de madres..como esas; millaaies y iniUares de júñog así. ¡Y se lla­man cristiamas, y cultas, y civilizadas, con dvilizaición la más refe-nada del sá^ XX!

Otras c(iinseoue¡acias griavisiina^. r

No queremos deitenemos en exponw las útras reipercusiioinés y consecuencias espantosas del paro, no sólo en el orddn isocSal y po­lítico, sino hasta éa el másmo orden reüLgioéo y morajl.

Nunca oomo a la lívájda, luz espectral del hambre ipnc^ectaria por el paro, hemos podido ahondar (toda la profundidad que enci©rra¡a aquellai» dos frases de Santo Tíoanás que, a algunas, pudieron pare­cer absurdas, o cuando menos paradógicas, "fame morieug, potius est pascenduB quam docendus".

y aquella otra maglstratarente engastada por León XHI: "A una sociedad! bicía constituid toca tamlbién suminMrar; los

bienes oórporales y externos "cuyo uso es mecesario pajea, el ejerdcio de la virtud".

y aqueUa aidmotaición de Pió XI oondienando "la negligentía de quienes descuidan la supresión o reforma del'.eaitado de cosas <ju®

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llewMi a los pueblos a Ja esjasperacióQ y prepara el camatao a te. re-voluoióia y ruina tíe Üa ao^áedaid"; pajofumcla verdaxi que t aa genial­mente supo exsponer y demostrar nuestro gra^i Batees^ no memos i n ^ -ne coano sodj&logo, que como apól'o'g'ista y filósofo.

¡Qué do rebeliones, en. efecto, e inmoralidades e indiferaicias e impiedades y hasta apoBtasíQs no está incuteindo a küaiúo Oa tétrica iacuíbadora del paro obrero!

¡Qué experiencias taa dolorosas la^ que, a diario, vcvagea los párrocos y los misioneros que, no contentos con admirar y pregonar la Izbor aidimlrabOie que desarrollan coja los que haata elloe -vieínen, se cuidan de llevar la cuenta de las muchedumbrieis entormes que de ellos se alejaa!

¡Y qué doloridos testimoinias y lúgubre datos lo¡g que Nos, por muestra parte, pudiéraínoB aportar" a la cuenta!

Pero no queremos hacerlo, y no to queremos hacer porque tene­mos empeño en subrayar, bien claíro, que la solución urgeaiite al pa­ro e¡3 cuestión que deibe llevanse a, cabo, no tanto por temor la revo-ludones, o por afán de captarse simpaitías para nuestra causa,, cuan­to .porque constituye, en sí.miSmó, un terminarnte y gravísimo de­ber de justicia, sodal, euya infracción por parie de los individuos, las sociedades; y los estados, castiga Dio» con los inás espanto­sos castágCB soci'alles que sea dable imagilia.rc

¿Prueb^? Liá que eslamos palpando, hoy como nunca.

Lia guerra suitimi, castigo del paro.

Eoitaanos aisilBiíáeindo a la hecatombe bélica más expensa y más espautoBamente demoledora, que, en siis flias', haya conocido la hu-matoidad. Imponeniles montañas de esicombroB en las ciudades más opuflenitas, ejércitos ingeutes, monstruosas maquináis de guerra hosf-pitales' ünnumerables, mállarea de prisioneros, millones de cajdáveres, ráfagas de plomo, expilosicíneg de bombas de millares de kilos, es­pantosos incendios, tempestades de metralla, hundimientos de fábri­cas, evaporadóin Üe millcbes, ríos de sangre, catásitrofes de magni­tudes cuales eP. mundo no las eonocáera ni se las imaginara jamás.

Algunos palíiticog y sociólogos, mejor dicho, afgunos curanderos de la política y de la sociología, pues vienen a sea- en BocioT'ogia y

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en .política, loque los cniaittderxís en medicinia que HJO alcanzan a ver más allá de log gíntoanas de las enfermedaides,; sin. tener ini idea de los bacilos generiaáttreB y de 'la patogenia.de.las inistna^, estáh ean-peñadop en no ver en la acitual hórrida, contiend'a, sino la lucha a muerte entre dos hegemonías comerciales, polítieais o raciales.

Los que la estudia a a través del maravilloso micpasicopio de la Teotogia de la Historia, ven en la actual guerra desencadenada por loe hombres mismios, sordos a los • e'asnores de, la ley divina, el es­pantoso castigo impuesto por la Justicia de Dicg a esta humainidad coneiüeadora de sus precepijoe, a causa de tres crímenes piincipal-meate. La apost'asía de los Estados. La imnoralidad de las nacioncis. La injusiticia y falta de caridadi con los pebres. iCon los ¡pobres sin medicinas, sin vestidos, sin. recursos, sin trabajo siquiera oon que po­der ganarse diaiiamente su jorna\

Bn el año de 1929 había, al rededor de diez millones de para­dos en el mundo. Bn 1930 se djclb ó la cifra, y -ea 1932 continuaiba el aumento. Había ¡ más de treinta millones de obreros sin tlalhajo en el mxmdo civilizado!

Treinta millones de obreros parados, con sug mujeres' hambrien­tas, con sius hogares apagados, con sus c a ^ s vacias, con isus hi­jos famélicios, desnutridos pretuberculosoS, iraquiticoB.

- Treinta millones de parados, es decir,—-y teniendo en cuenta las esiposaBí e hijos que de ellos dependen—^más de cien millones de seres humanos que ni se alimentan ni se visten, ni se educan como de-fecfi, víctimas del hcirrendo paro total.

Angustiosos llamaimientos del Papa

Y fué entonces cuando, desde las afJturas -vaticanas resonó en el orbe todb y en todas sus naciones 'a voz sialemne del Vicario de Jesucristo.

"Una; nueva calamidad—decía—amenaza y veja ya, a la grey

que se Nos ha, confiado y aflige más duramente a Ca porción más

débil y, con amor mág especial amada por Nos; ilos niños, la mu-

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^ M -

chediuobre de los proletEOTm, los obraos y todos aquellos, a quienes no sdfcffian medios de vida;.

Ncj3 referíinos a las estrechec% taa a^igustfosas y a la crias económitía que pesan sobre ibodos los pueblos y que, en todos loe imílses emjyujaii a muclios Irada un javoroSo y cretíeate pafo en el tiraba jo.

AM coMeniiplainios reducMog a la inercia y comslguienitememte a ia Djayor ^pobreza, juntainaente cota sus hijos, a un oonsMei^ble nú­mero de intachables oSjrenoB que no deseoin otra cosa sino ganarse honradaiment<j( él pan que, según, el tfívino mandato, piden a Dios 'to­dos los días.

Sus gemidipa Nos tocan tíl corazón y, mondos de una misnaa compasián, Nos Uevan a repetir aquella, queja que dé^ainte de un concurso 'de gentes hamlbrientas, brotó del amantísimo CJorazón del Maesfiro: "Me dá compa ióln esta muchedtunbre". .

La inA tadióin no ¡podía ser más solemne.

"Pero más profimdamente Nog conmueve — coaitinuaba didendo el Papa—esa otra muchedinnbre de niños cfue pidiendo pan, ^n que haya quien se lo dé, hato, de iSiopoKíar, sin cu'ipa suya el peso de las tristísimas circunisÉalnicias actuales, y comisumMos por la mjls&iáa, mi­ran marchitarse la aClegría propia de su edad. Siendo además de temcir que esta pSaga del paro forzoso se ivaiyía ágravanda hasta el pimto de que 3Q no remedliada escasez de 1% familias indigenites— Dios nio Jo penmSta—Jas precipüte en el abismo de la desesperiacióin".

"Tlodo esto pondera tembloroso el coraiZÓn deJ Padire de todos y, por lo mistaio; á semejanza de Nuestrojs PredecesoreB, alzando nuestra voz encarecidamenite, exhortamios a todos cuantos abrigan Sentümientos de fé y de caridiad crisillana, y endarezaanoai Nuestra invitación a mover en todos una piadoea empresa de axudlio y de amor." .

# * * ' . • • '

l a ínviitación del Papa fué atendida por muchMumbres de ca­tólicos y por no pocos de tos que, sin tener la dicha de serlo, eran, sin embargo, hombres de corazón.

Eñ eambiio, los Estados... ; j

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Mientras los unos se hadan loB sordos, los ótroB respondían con algunos ^fuerzog psr^upuestBXlos, insuficiraites, pene de pronto, para i eolveir él anal; e inssignificaaitea, desde luego, en propordón a, sus enormes recursos finandeiios.

» « *

Y como, etotre taaito, el paro obrero jSaa. cundiendo, el Papa Se creyó oMigado a renovar de nuevo el llaínamaento, pero en tono más severo, y enitireverado con la profética ametaaza' de BonabríoB y terrMes acontecáamettitos.

"La caíMad de Ckisto—decía—Nos movió a invitar con la Bn-eíclica "Nova impendet" a todos Iba liijo^ de la Iglesia Gastó 4ca, y aun ¡a todos los hom'bíres de corazón, a juntarse ein sansta •Qnuzada de amor y de síooorro en razón de aliviar de alguna manera lag te­rribles consecuendias de ilía crisis económica con que lucha, el géne­ro hransaio."

"Pero la indigencia ha ido creciendo, el número de los parados en cajsi todas las naciones, ha aumenttado, y de eso se aprovechan los pQirtüdoBi subversivos para* sus propagandas: por donde el orden público ca,da día ge ve mas amenazado, y el peligro del terror de la anarquía se abate siempre más gravemente sobre Ca sociedad".

"En taJ estado de oosaia, la misma caridad de Cristo Nos esti­mula a dirigiasoos otra vez a vosoitros. Venerables Hermanos, a vues­tros fieles y a todo e& miundo, para exhortiarlos a ¡todos a que sie unan y opongan, con todas sus fuierzpis, a los malíes que oprimen a ía husmianidad entera y a los aún .peores que üia amena^zan".

Hubo de nuevo beneméritos esfuerzos aMados. Pero &a.^S(mó', las grandes emipresas anónimas, industriales y financieras, de. tan enoirme potemcia económica... y loa Estados modemoBi, potentados tan extraordinariamenite poderosos... oontinuaron herméticamente sor. dos los unos y aportando, malhumorados, los otros auxilios eco-námpoos que a aTigunos, en su sordidez, se lee amitojaban ingentes, pero que no dejabaín de sier evidentemente mezquinos, dada la mag­nitud del problema, por una, paite, y, por otra, C(a plétora de es­pléndidas ecato-esafii y finanzas floredentes en las diversais na;dones

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que tenían planteado m su salsmo sano el trágico probieam cuya solu--ción pedía angust^'ado el Papa.

Y como eü' llaanamieínto papal corntimuaba res&nando por boca, de los 'Obüapos, recordando la urgenite necesidad de remediar el paro a Estadosi y patentadtos, llegó éli momento en que, si no con palabras, con la, sorda voz de los hechos, más elocuente y eñoaz qiue fa de las palaboBS, hulbieron de respondisr al Papa que los llamaba al cumpli­miento de su deber: "pues aiosotros no lo podemos remodlLar; nos­otros m podemos dar más de lo que damoíS, ni podemos hacer más de lo que hacemos".

Y les dejó Dios de su miauo...

Conque ¿no podéis dar cnás? ¿NI podíais hacear más? Pues ahora vais a ver vosotros y va a, ver el mundo entero si "o podíais.

Y les dejó Diois de su malao, y permitió que. elloss nrisnios en­cendiesen Ca horrenda guerra mundial.

Y - a h í les tenéis a esosi Estados, a esos mJsmog Esta­dos que añiles se declaraban impotentes para próporeJioaar tralhajo a Hos' parados, ajií los tenéis frenéticoB, anhelanites, alocados, de ­rrochando cada m:^ mileg de millones, cuya milésima, parte hu­biese sido suficiente para rcísdíverj en su totalidad, el iparo obrero.

Mas de ochocientos mü mlUonciS de duros llevaban ya invertidos en la guerra los diversos Esibadog. beligerantes a fines dei laño 1942, según la evaluación d!ci conjunito publÍGada per el Ministerio de Co­mercio de uno de ellos.

Y teomo eisos millóin'e^ los extraen lo« Estados de .aS arcas y bolsillos de tíos ciudadanos, ahí les tehéig a los que ¡no querían dar antes para jornal de los pobres ni una pa{rte de sius intereses, ahí les teméis ahora, for2ados a enibregar para metralla sus intereses, sua capdtalles y hasita sus propios hijos, arraneados al regazo de sius maidres para morir acribillados a balazos... mientras crujetn y se arruinan y se despTJamain y sie huindein casas, empresas, litnduBtrialg y naolOnea.. esas ¡naciones a las quci, a lo mejor,, hubiese Dios M-bra'do de caer vicítimaBí de esta hecatombe, si atentas |a, la voz del Papa, hubiiesiein destinado al remedio ddl paro Ca millonésima parte de lo que estáki derroqhando ahora para bombas, metralla y ca­ñones.

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i Hijas míos! ¡Hijos míos los que, aca^o, vivís alegres v despreo­cupados sin ouidanoB de las taligedias quse el pairo proyecta sdbre tantos hogares 'de esi'.a misma Djióceslis ¡nuestra ,¿no peoisals ien que Dios puede castigliraios, ootmo ha castigado a ftantas otras gentes? ¿no tatnMa-B ante fia, idea de que, el día menos (pensado, pueda ver­se cruzado de meftiíilla ¡nuestro cielo, reducidas a escoímbroisi vues­tras casas, y convertidos en icementerios nuestros campos, y vucBtrog estajiqu^ de agua eu rojos estanqueai de sangre?

ProcMedi por aanor

Pero no: no queremos que procedáis pop móviles de miedo. Pro­ceded por móvíes de iam.or.

¿ÍNo se 06 acongoja el alma arate el cuadro de tantos mcTles de hogaiPes somlbiríoB a ctayas poííres madres mo fies cabe ni siquiera la fugaz ilusióii dci los días d© reparto por cartilla, porque, paira ellas, todos ellcg tienen el macabro y monótono amargor dtí días sin car­tilla, sin reparto, sin luz y sin jornal?

¡Qué contraste! Mumnura todo el mundo y todos protestan y ge ibdignaii y pidea que lajsi aiutoridades intervengan immediiaitameii-te, cuando amanece un día en que, por no haber llegado eH barco que se esperaba, o por lo que sea, faltan-en 'las Itiendas eí gofio, el paJa o las patatas... Y ¡cuan pacos son los que caen en ía, cuenta" de que díias como ese son todos los días del año para el infeliz pa-" rado; días sliln paplajs, sin pala, siin gofio, sin nada,—sin flada que no sea una limosnas-precisamente ^porque no tiene en sus miamos nada con que poderlos comiprar.

¿Qué hacer para remediarlo? Por de próinfo, aiportar- cada cvjal log recursos de urgencia quo

pueda en dinero^ en víveres, o en medicinas, para aÉ'vpar a las po­bres víctímagí del .paro, (mientras éste no se resuelva y, al propio i tiempo, afíTontar.rápida, denodada, urgenitean'Wite, la edl'ución.

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¿Qaé solodón?

Hablemos con plena sinceridad. Nos proponemos publicar, Dios mediante, otra Carta, Pastoral ea. laque con libertad apostólica fcratfcamos del iíravísteo deber de socorrer a í'iog pobres que, en «s-tps tan graves mamenftos, pesia, sobre itantos, y que muchos, desgra-ciadíam'ente, no eumrplen como deben. Va ¡a ser un nuevo toque d0 atención a vuestra •rairádad.

"Nos refeeteiios—digámoslo con paSiabras de Ko XI—a esa «tri-dad "paciente y benigna" que evita ¡toda apariencia de proteoción ^vdleeedora y toda oStentadón; esa carMad que, desde los comien-zps del!) clrfel'ianismo^ ganó para Cristo a loB más pobres entoe los ppbres, a los esclavos; y damoB fljasi giiacóas a todos aquellos que en las obras de beioeñcencia, desde fas catoferencáaB de San "Vicente de Raúl, haslia lias graaides y redíenftes instituciones de asiisitenciila so-c^l, haln ejercitado y ejerdfban lias obras de mJserioowiia oorporall y. ef^ptoltual".

"Pero la caridad—añadiremos con el mismo Papa—nunca será verdadera caíridiad, si no tólene siempre en cuemta la juntada. La ca­ridad no debe <sonsidepajrBe como una sustitudóin 4e Sos deberes de j^ticia que injuistamenite dejan de cumplirse. Ni el obrero tíeme ne­cedad de recibir como Imosna, lo que Se oarresponde por juisfticla; qí puede pretender nadie eximirse, con pequeñas dádivas de miseri­cordia, de los grandes deberes impuestos por la justicia".

Añadamos con fa ruda franqueza con que debe hablar el Obis­po en ocaslottiieía como ésta que el problema del paro obrero es \m problema de justicia: de los mág graves problemas de justicia sodal y no puede resolverse, por tanto, ni con los bonOg de laa Coiiferen-ci as ni (Con los Coros del "Banco de los Potor^". Como que ni Jlas Con­ferencias ni el "Banco die los Pobres" fueron fundadloia para qu«i con limosnas resolviesen problema^ que exigw una solución de jnstíc^ por parte de quienes están a ello IneüudibitemeJite obligados.

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Y ocHno de lo» bcmos y de los coros, y faablaifdb con idéntica li­bertad y derecho ejáscoi^es, hemos de decir de tog coiniediores de to­das cílaises: que prfestají prciciosos auxíMos de urgencia, en circunstan­cias singu&rmente aprernáantes, habáéndoee hecho justamente acree­dores a las bendiciones de la Iglesia. Es ello evidlaote. Pero evidente tamibién al propio tiempo, que, coa ellos, no Se resuelve effl problema del i«ro.

la. solución tiene que ser otra. Y solución verdad—^no haUo de pa/iativos—^no puede darse ano ulna. Proporcionar trabajo a los parados con el que puedan ganarse un jornal suficiente para, ^ y para !os suyos.

Trafeajo. Pero ¿quién Imbrá de propordionáiBelo?

¿La Iglesia?

Nimca oooio aa estos días angusíáosois, ¡en log que nosi toca ver tan de cerca la mSiserla dieaoTiada y hambri^ita de ¡tlantíBdmios hijos nuestros, hemos llegaldo !a mialdecir efl crimen, aio soló de saicriuegió, sino de lesa humanidad que oomettiió eil. Estado Español al perpetrar el, en frase del imsigine Menéndez y Pelayo, latrocinio Mmemsio de la desamortazación.

Ah! si da IgTiesáa es*uvJiese en ¡pose^ón de los Menes q ue, domo patrimonio el más legitámo dql mundo poBefe, y que se los airrebata-ron, no se verían losi pobres y 5 ^ obreros en geneiral, en la situa­ción en que se encuentran hoy. .

Porque oontinuarfain siendio Oíos felices usuf^nuctuarioig de las tüe-rrag que, mientras fueron proplediad de la IgHesia, se las arrendaba por una renta o un censo *an in-ágnlficaintes icomó Eos de un cele­mín anuaiT dé trigo o db cebada; hasita que vinieron los goMemos sedicentes anticlericalcis y demócxaitasi, a despojarles inicuamente de ellos para malvendérseTtós a los ricos por un puñado de peisetaa en papel depreciado, dejando sumidos en la miseria ia log que ¿ozo. sámente los venían disfrutando, como colonia de la Iglesdia.

» » »

De esa Iglesia que, lo mismo que de sus arrendaitarioB y coló-

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moe labradores, ciiidaJja de km obreroa manuales y, cuado veía que habían memester de trabajo oaa que ganarse el jornal de caida día, no .contenta con rc,partir, eakSa año, millareB de f a n e ^ s de toríigo —^además de canoaB^ abrigos, medidnas, icaimie y regalos <pára. tos enfermos—-cxmay fio iáékston lo® ObóspoB de esta Diócesis D. Barío-lomé Jiménez García Rabadán, y D. Lucas Conejero, y D. Pedro Dávii'la, y D. Juan» Iteanciiao Gullléüi, y D. Fray Juan Bautista Sér-r vera, y tantos otros, se lanosa, intrépida y gozosa a h a c ^ conduc­ciones de aguas y a erig'ir hospitales, y a abrir caminos y á construir puentes y edificar emaltas, convebtos, iglesáas y eatedrafes, teañen-do como ñn primordial el de iionrar a Dios, peora inteníando al pro­pio tiempo, proporcionar trabajo a dos obreros, de tal suerte que to­dos, desde los ntaeístros de üos divcjrsos oficios, hasta lo^ peones, tuviesen doade trabajar y ganarse dignamentp su sustento inidivi-

dual y fam'iliar. ,, - . * * »

••• - i *

¡Oh si esittvleran en msanios de "a Iglesia sus bienes de antes! ¡Ceta cuanto ardor se lan^xía a empleaiíos em. obras que proporcio­nasen a SUS hijos trabajo, jomaU y bienestar!

Pferio hoy que privada inicuamente de BU patrimonio por lá in­saciable codicia, y desenfrenadas rapiñas de EstadoD riaicog y lanti-clericaTesi, carece en BÍ misma hasl:a de los medios más élemesitales ciofn que poder alimentar a sus ministros y atender a las mág ur­g e n t e e impresciindib''esi necesidades del culto divino en sus templos ¿ qué recurso le queda con qucj atender a las neces^idades aprtemian-tísimas de sius hijos en paro forzoso, que piden anhe^anites trabajo Con que poder ganarse Bu pan? Uno tan sólr ' --•• .

.. - Un nuevo Seminarlo

El de extender su maho supTíicante de Madre y de Reina—que no deja. de. eterlo por pobre—-como fa extendemos Nosotros, hijos míos, .pa;ra pediros las primeras pesetas con üas que poder inidar, en plan de afecto pateraaTi para miu©~tro8 parados y de ejemp'o alec­cionador para todos, una cíbra que, aparte de su necesidad vitaT. pa­ra la diócesis, lleva en jiuestra mente' la; finalidad de contribuir, bien que en una parte pequeñtsáma, a dar trabajo a fips obreros que se

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«ncu«i!itran sin él. Nos referiinos a la construcción de un Nuevo Seminario Diocesano, q ue ©n nuestra mente, quiere ser, al' propio tieanipo, un gran. Seminario MMoaial.

Se trata, de tma dhra de no pequeñas proporciones ni dé esca­sa duiación. Pero, aun cuando contáscanos ya con lo que toda.vía esta­mos muy C'ejos de tener en nuestras manos, eg evidente que sólo po­dría emplearse en aquella, un número de obreros desgraciadamente-insignificante, para poder aibsorber Q1 paro que, en Nuestra Ditócesis,. no puede menos da pr:iOcuipar hondamente a todo el que lleve en ^u

. alma sentimientos, no digamos ¡ya de cristianismo sino aun de slmpler • . humamidad.

Urge pues acudir a ¡recursos y niedios mág potentes y eficaces que los -casii nu' los y problemátioos de que la Iglesia dispone hoy;

¿A qué medios? A los que tienen en sus manos los pudientes-y el Estado.

El piroblemia d!el paix> obrero es un problema de justicSia.

Per<3, antes, es menester que dejemos bien asentado un punto, y es el de que el problema del paro obrero es un prob'éma dal justicia. Como que se trata dci « n a cuestión eñ la que el obrero parado tiene deretíhids irrenundables y perfectamente definidos. Magistralmentei ha .señalado S. S. el Papa -Pío x n la raíz jurídica de qui eisos deredhos arrancan en este sintétáco y profundo párrafo del referido Discurso conmiemorativo de la "Reruim Nóvarum". »

"Lia "Rerum Novafuirñ,"—dáce—ensciña que dos son las propiedade» del trabajo humano, que es ^personal y necesaírio.

Bg perenal porqué se Ikiva a cabo con e'l ejercicio de las fuerzas particulares del honubrie; necesario, porque sin él jio se puedicj conse­guir lo indispensab'e para la vida, cuyo mantenimiento es' deber na-tiuBl, grave e individual.

AI deiber personal del traibajo, impuesto por la naturaleza, corres­ponde y sigue el derecho natural de cada individuo, a hacer del tra­bajo el medio, para proveer a la vida propia y de los hijos; tan ex-tensajneinte sa ordena a Ea conservación del hombre el imperio de lia naturaleza.

Pero notad, que este deber y su correspondiente derecho al traba-

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jo lo impone y lo coiicede ¿1 individuo &x piimera instaiKáa la natu­raleza y sao la sodiedad, como si' oí hOmlwe <ao fuese otra cosa que simpie siervo o fxmeionanlo de la comimidacl".

El derecho al tn^baja

Nunca sabrccnios agradecer 3o tóstante a Nuestro Santíaimo Padre el Papa la rotunda gallardía con qucí, en este pasaje, ha admitido y definido y consagrado el tan asendereado "derecho al trabajo". No

. ciertamente para entendido en el sentido en que lo entendieirm la Ile-Toi'ución Francesa' del 48, lo que sería una utopík, pero mucho menos para explicado en cC sentido en que venía haciéndolo cierto tímido y bien.'haUado ultraconservadurlsmo posterior. Porque si lo primero constituía tina utopía-, lo segundo venía a ser un sarcasmo. .

Porquq decidnos si oa'be sarcasmo más sangiriento que aseverarle pomposamenta que "tiene derecho al trahajo, en cuanto-significa el derecho' a buscarse .una ocupación útü' en que emplearse y con que ganarse honradamente, la vida", al infeliz parado que vuelve deses­perado a su hogar hambniento, después de haberse pasado e! «día 11a-mandp inútilmente a la puerta da todos los patronos; de todas las empresas, de todas las bolsas de trabajo y de todas las oficinas de colocación. • ' •

No. El derecho al trabajo reconocido y proclamado "por ÍII Papa-no puede tener ese sentido. El desecho ai trabajo incluye—^digámos-io en frases del insigna sociólogo D. Miguel Sancho Izquierdo "no só lo el derecho a trabajar, es decir, a emplear su actividad sobre un ob-jetcfpara produeiir una riqucíza y poder s_ustentar su vida con l a par­te de esa riqueza que a él—al obrero—\<Q corresponde, sin» el derei-cho a que sc< l'e proporcione ese objie!to,.a que se le dé tna.bajo al que no tiene otro medio de vida que el ejeircicio de su actividad.

No importa no haiya sido reconocido en Daclaraclones de derechos que comenzaron por no reconocer el Derecho fundamental a la vida; quizás, por considerarlo inneceísario. Pues Taien, en este derecho evi­dente a la vida se fundamenta el derecho al trabajo de quien no tiBna otro medio paria vivir, ya que limitar su derecho a poder ejercitar sa actividad sin que alcance su pretensión (derecho subjetivo) a que se le facilite matíria sobre-qué ejercitarlo, materia de que él carece, se-

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, ría wak burla. Sería como decirle al que se muere <ie liamfcire que na-dáe üici priva del derecho a ejfercátar sus muelas y su aparato diges­tivo". ' ' ' •

PiQr eso el Papa ha coíisigiiado el "derecho al trabajo" como una. coBsecu'eneia del "deber. personaJ díil trabajo, impuesto por la natu­raleza (porque sin él no se puede comseguir lo indispcinsable para la vida), al que corresponde y sigue el deirucho natural de cada indivi­duo a hacer del trabajo el medi® para proveer a la vida propia y da los Mjos". -

Luego si cada individuo tien© éi derecho natural a hacer del t r a ­bajo el medio para proveer a la vida, y mantener la vida es un de­ber natural, grave e individual, sigúese lógieamentct que para todo individuo necesitado, su derecho al trabajo no puede cGnsistir'íai un derecho incoaicreto, irreajizab'ie y quimérico, sino que n^ menester que al mismo corresponda el correlativo deber, por parte d:i otiros^ a pro-poreioiaarle el trabajo con que pueda ganarse un jornal.

¿Sobre quienes recae el fleber de procurar trabajo ?

Es evidí-pte qu'e "eli deber y el derecho de organización diel tnaibajo , de un pueblo pertenece, ante todo a los inmediatos interesados: pa­tronos y obreros".

Pero si "por eiiTciinstancias especiales y extraordinarias", cuatis lo son sm duda las presentes, nopuedcm cxmípíir ellos con su cometido, en. este caso, eli deber de procurar trabajo a los obireros oorrcispcKn-•diente al derecho. qu« estos tienen al mismo, correspotnde taxativa­mente a IQ3 ricos y al Estado.

La Iglesia lo tiene exfiresamcmte.reconocido y consignado.

Sobre los ricos, en primer término

, Son terminantes las frases dcd Papa Pío XI en 'a Encíclica "Qua-dragesimo Anno".

"Tam,poco las rentas del patrimoriió quedan en absoluto a merced -del librq áirbiüio del hombre; eS' decir, las que no ''e son necesarias para la sustentacióin decorosa y conveniente de, la vida. •>

Al contrarío, la Sagrada Escritura y los Saoitos Padres constante-.

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mente detí'aran. con. clárfeimias palabras qua log ricos,están gravíffl-mamenite obligados por el precepto de ejercitar la limosna, la benefi­cencia y la magmificencia". ' •

Subrayemos «a primer lugar ¿[ue el deber de lo^ ricos de ejercitar 3a magnlftceaicia lo coloca el Papa en vm. gra4o de obligación gravísi­ma, no menor al gravísimo que, segúa la 3. Escrituiía y los BS. Pa ­dres constantemente detdaram, tienen de practicar la limosna y la be ­neficencia.

¿En qué consiste, aquella? Sigamos oyendo al Papa. "El que canplea grande^ oantidades en oteas que proporcáanaii

mayonoportuíiidad de tiubajo, com tal que ®e trate de obras verdade­ramente útiles, practica de una maaena magnifiéa y muy acomodatí^ a fas necesidades de nuestros tiempos la virtud de la magnificencia, como se colige sacando feg consecuencias de los principios puesto» por e1i Doctor AJigélieo.

Es decir, que el empleo de grandes cantidades de din'tro en'obras útiles que propordojien mayor oportunidad da trabajo a los obreros, eobre todo en las necesidades de nuestros tiempos, es lo qud co^^ti-

y tuye precis.am.ent6 la magnificencia, esa, magnificcaicia a la. que los r i ­cos están gravishnamente obligados, en frase del mismo Papa.

l^g indudable que, al redactar ad Pontífice las frases que estamos comentando, tepía ante sí—como dicen autorizadísimos intérprates de la encíclica—el terriWe espeotácuib del paa-o creador de la misc!-ria que, si no es combatido áino por lag limosnas o las subvenciones bcoiéficas, absorbe sumas que, por, una parte, no resuelven e', proble­ma, y por otra, lejos de tener sobre el beneficiario una acción eícva-'dora ly moralizádora, corre el riesgo de habituarle a una pasividad y y a una inercia degradantes.

Por eso el Papa enfocaba l'a solución del problema del paro a t ra ­vés de la magniacencia, advirtiendo a ios ricos que están a ella gra-vísimam«tite obligados.

Deberes de las clas«s pudiente»

No cabe duda de que son ellas las que principalmente ban de r e ­solver ei terrible problema del paro, y que es a ella^ a quienes toóa.

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acaso la paxte principal de la grandísima responsabiliiddd que él l ie-wa consigo.

Porque Dios, al creaí los ijieiies inateriales y poner-'Os al servicio flcíl hombre determiaó que distribución y admimstra,ción estuviesen di-

"versamente ¡repartidas, para mayor utilidad y beneficio de la misma sociedad. Pero de ninguna manera liara que unas claseg sa aprove-«cbSiran casi exclusivamente de las riquezas, mientrasg las obras que-^ b a a condenadlas a una ¡perpetua © irrenüediable indigencia. Quiso,

e n efecto, la Providencia e infinita sabiduría de Dios ^ ^ aquellos que poseen la paxte mayor de los ibienies de la tierra, sepan admlnistirar-l o s de tal majiera que se bedefitíen d© ellos los demág individuos det :ia sociedad, ya que el recto uso de aquedlos es un medio necesaoio'pa-ara el cumplimiento del deber de' cada unoi, al que están obligados to­sidos sin excepción. .. •

E s por tarfto obUgación gravísima de las clases pudientes el dar •trabajo aibundante y bien retribuido a aquellas, otras clases de la so­ciedad que sólo mediante él pueden llegar legítimamente a la pose-ssión de aquella cantidad del bienes materiales necesaria para el des-íenvcdvimiento de su vida y consecución del fin que Diog les señaló.

No han de olvidar jamás los favorecidos da la fortuna, que el ¡saeratísimo derecho a la vida, esencáalmeníte vinculado a la natura­leza humana, y al que nadie pueda, ni aún voluntariamente renun-fciar, se identifica prácticamente- para muchos individuos con el de­recho al trabajo. Y que privarles injustamente de ese derecho es atentar directamente contra la misma vida de quienes no tienen ctro :inedio do sustentarla. ,

ESsto es lo que quería inculcalr saibiasaiente León XTTT, cuando, al ha-l>lar 'del trabajo pone entre sus propiedades fundamcíntalesla de que .«s neioe&aiio y personal. Y i>ocos males puedan venir Bobíé la sode-•«dad como los" gravísimos que se siguen de la falta de-traba jo para los -•que han de; encontrar en él el sustento propio y el de.su familia.

De estos graveg práncipios de la ética cristiana, se deducen con-isecuoncias prácticas n© menos graves que importa mucho sean teni­das en cuenta en la organización y desarrollo de la vida económica ^ e la sociedad.

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„ y - - IgnorfwiC5Ía de la dtoctrina social católica.;

Pero la i^wr^Jicia,, de la doctrina cristiana, no digamos ya de la ciencia teoJógiea,que en tantísJBCtas clasiBs sociales existe hoy día, es t a *

. eryyrme,. y, cuando se. trata de Üa doctrina: social católica, inviste ta--les cagcacteres de crasa, supána. y amaüfaibética, que no suele tener, nada de ejctraño quo haya quienes cafiñquen de socialistas a los pres-; bíteros y hasta' a los mismos obispos cuando les oyen disertar scibre es-í tas cuestiones, y precisainesatei en el monüento en que las están enfCH cando ¡a la„ luz de la más pura y autorÍ2a.da doctrina pontificia.

A fin de que ninguno de vosotros^ amados Hijos míos, caiga cst-la tentación de adoptar actitud mental tan. poco airosa, vais a permi­tir que recapituremos alguno^ da lOg • puntos fundamentales de la-doctrina católica en este asunto, expooñéndolos con palabras textua— íes de los mismog Romanos PoláñceB. '

Siete pontos funáamentaleg qu» alganos no querrían admitir;

1:"—"Punto fundamental de la cuestián social eg que los bien^^í creados por Dios para todos los ¡hombres afluyan, equitativamente se todos, según 1% princiipios de la justicia y de la caridad... Dios, qua-provee a tedo con consejos de supreona bondad, ha establecido <ju& para el ejencicio d© las virtudes y para motivo de mérito existan m . . €Ü mundo ricog y pobres,"pero no quiere que algunos tengan r ique­zas exageradas y otros se encuentren en tal estrechez, que les falt&. lo necesario para la vida". (PÍQ XII).

2."—^Todo hombre, por ser viviente dotado de razón, tiene efecti-, vamente el derecho natuTal y fundamental de usar do los biesnes ma-

terla^tes de la tierra, quediaado; eso sí, a la voluaitadí huimania y a las. formas jurídicas de los pueblos el regular más particul'armente la a c ­tuación práctica._E&te derecho individual no puede suprimirse en mo— ido alguno, ni aun por otros dctrecíhos ciertos y psudficos sobre los bie­nes materialeB". (Pió XII).

3.°-^—"Sustentar la vida es deber común a todos y a cada uno, y faW ta r a este díiber es un crimen. De aquí necesariamente nace el d e -írecho de procurarse aqüellagí cosas que son menester paj-a sustentaír

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l a vida y estaS cosas no las hallan los hombres sino gasianuJo vea. jor-' -jí&l con su trabajo". (León XDI).

4."—"Ley es Bantísima de la naturaleza q.ue el padre de familia de -Tje defender, alimentar y atender con todo-género de cuidados a los 'hijos que engendró, y adquiriiCes ^ prepararles los medios con que ¡honradamente puedan en la peügrosa carrera.de la yidia díifenderse •de la desgracia. Y esto no lo pueden hacer sino poseyeaido bienes •productivos que puedan en herencia transmitir a sus hijos". (Leión

:xin). • 5.°—"La muchedumbre enomne de proletaiios por unaparte , y los

«normes reicursos de uinos cuanto^ ricog por otra, son argumentos pe­rentorios de que las riquezas multipüeadas tan abundantemente en ;nuestra época, están mal rcípartidas e injustamente apüeaáas a las •diversas clases... Dése pues a cada cual la parte de íbienes que le co-Treisponde, y hágase que la distribución de los 'bienes creados vuelva a conformarse con las normas del bien común o d©- la juticia social;: porque cualquiera persona sensata ve cuan grave daño trae consigo la actual distribución de biemes por el enorme contraste entre unos -jpocos riquísimos y ios ianumeraibles pobres". (Ko XI). . '

6.°-—"En efecto, ademág de la justicia conmutativa, existe la jusr- ' ticia social, que impone tamibién dajberes a los que ni patronos ni obreros se pueden sustlnaer. Y precisamente es propio de la justicia social cfl B x i ^ de los individuos cuainto es necesario al bien común,. "Y no se provee al ¡bien de toda la sociedad si no se da a cada parte -y a cada miembro, eg decir a los homijires dotados de la dignidad de •l>ersona, cuanto necesitan para cumplir sus funciones sociales... Por '«so, no ee puede dlécir que se ihaya satisfecho a la justicia social, sí los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el dé 'sus fami­lias con un salario proporcionado a ete fin". (Pío XI^.

7.°—Añadamos a esos seis puntos el anteriormente citado yexpues--to de que "lag relatas del patrimonio no quedlan a merced del libre ar-í>itrio del hombre, es decir, las cosas que no ' le son necesarias para l a sustentación decorosa (y conveniente de la vida^ sino que_, al con­trar io , la Sagrada Escritura y los Santos Padres constantemente der-«laran con darisimas palabras que los ñcog están gravísúnamente ¿Hígados por el precepto de eijercitar la limosna, la beneficencia X

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la magnificencia, que la ejercita el que emplea graEdcs cantidades eitj: obras que proporcionan mayor oportunidad de trabajo". (Pío XI).

Oinco consecuencias t r a n s o ^ d ^ t á l é s que moches se obstinan en rechazar^

y ahora, concentrad vuestra atención, porque de todos estos pun­tos fundamentales de la doctrina católica, expuesta, como lo halaeís: •visto con las palabras mismas d© Oos Papas, fluyen lógicamente las^ siguientes transcendentales consecuencias, de inmediata y cándente-aplicación : . .

1."—EB mi debejr gravísimo de justicia social para lag clases pu­dientes, capitalistas^ el dar trabajo Buficiente y biím retribuido a--aqueUas oirás elaseg de la sociedad que tienen "el dcrecTio de procu­rarse aquellas cosas que,son menaster para eusteaitar la vida, y'qu'e^ los pobres no lag hallan sino ganando un joiraial con su trabajo".

No olviden que el pobre más pobr© no és uai animal al que sel le-despacha pr<jpinándo'e un par de raciones, sino que c^ un hombre y que "nadie puede impunemente violar la dig-nidad dcü hombre, de la.

• que el mismo Dios disponcí.con gran reverencia,". • 2." consecuencia. Es totalmente opuesto a la justicia social el qua

patronos y empresas^ fundándose en que el negocio no rinide log es— p'iéndidoB beneficios de otrag épocas, sobre todo si rinde los suficien­tes para cubrir gastos y algo más, dejen en la caUe sumidosi en la: miseria o reducidos a la mitad de jornales por semana, y medio muer— tos dé hambre, a ¡honrados obreros ly empleados, sobre todo si soa.

. padres de» fanúiia.

3.' consecuencia. Es asimismo opuesto a la justicia social, máx i ­me en tiempos de paro obrero tan pavorosos como el actual, el que; patronos y eimiíresas a los que la explotación del negocio leg rinda lo suficiente para que puedíin sw varones log trabajadores que ne ­cesitan, emplecB sistemáticamente mu/jeres con la fina''ídad única, de­tener una mano de obra loás barata quai la del varón, dándose de eses modo el'contrasentido social d« que estén trabajando una madre o» ixna herñíaaa con jornales inferiores a los ya de sí exiguos del v a -íüón, mientras el hermano o «a marido yacen tendidos en la oalle^. víctimas del paro forzdzo, y sometidos a todas lag lamentables conse—

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«cuencias famüiaíes, morales y socidles qm el paro, obrero suele or i ­ginar .

4.' consecueada. Es asimismo totaCimeate oipuesto a la jíisiticia so-•cial—además de constituir en si mismo gravísima infraiceión de man--diamientog fundamentales *de la Ley de Dios—el hacer trabajar al 3)ersonaI m ios domingos y demás días de fiesta, mi verdadera, ne­cesidad. Observad que 700 personas que trajbajen durante el domin-

;go suponen 700 jornales, que podían servir de jornal diario ¡a 100 •obreros más que se encuentran parado^ con sus mujereg ñamibrientas ,-y sus hijos famélicos y desnudos.

5.* consecuencia. Es, finalmente, total y absolutamente opuesto a la justicia social el que, sobre todo en tiempos de paro forzoso co­mo el presente y fundándose <m, que atravesamos momentos de cri-.-¿is ecoriómieas, que impiden sacar ai trabajo ten provecho igual al que rendirían tía tiemipos más favorables, se paralicen, por esa sola •causa, grandes capitales, de cualquier clase que ellog ?sean, ¡y que, cta vez de emplearles para la producción del nuevas riquezas y fomento «del trabajo, permanezcan avarajnente inmóviles y estancadios, sia «ontribuir ni en forma de limosna, ni ^n forma de Iheneñcencia, ni •en la, do* magnificencia a resolver la. e^ipantcsa miseria de millares de pcíTSonas que se encuentran en estado de grave y no pocag veces, •extrema'necesidad. ' ' .

Tan graves, apremiaintes e ineludibles son los imperativos de la justicia social que pesan sobre los lieos, i!¡os capitalistas^ l'OS pudientes.

El deber del Estad»

Pero sí, con suicida inconiscienoia y' egoísmo homic'da, se obstinan '•EiStcB ein negar trabajo lai quiJenes irt«mediablemente necesitan de él l)ara sustentar su vida^ deber es del Elstado eí proouráirselo.

La doctrina ipantifioia, én este pumto, no puede s i r má,s terminante, Hé aquí las patebras de Pió XI en su célebre Encí^clioai contra el

•«omiuni'Smo: "El Estado debe pcm lr todo cuidado ea crtear aquellas •coffidád'ones materiales de vida, sin las que nó puede subsistir una so­ciedad ordenada, y em procurar trabajo^ tí^pedabneíite a los padres <de familia y a -la juveatud". * • •

"Para e&to, induzca a las clases ricas a que, por la urgente "neee^-

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— 4 S — . • •

•dad ideJ bien común, tomen sobre si aquella^ cargas sin iag Olíales la. sodfidad totímana no puede salvarse, ni ellas podrían hallair salvacióa",

"Pero las providencáas que toma éL Datado a este ñ» debcja, ser tíj^ les que lleguen 'ef'etcüvajneaite hasta, logí que de hecho tienen los m a ­yores capitales y los van aumentando oomtínuamtentB con grave daño de 3K^ dianas".

Las fraseg del Papa no pueden ser m má^ graves, ni más transcen-dentaies.

Notigd, en primer término, el toque de atención que dirige tánbo a t Estado cuanto a las clases ricas, referente a que e^ men^ter quei to, . men soibre sí la ¡soluciión del conflicto, so pcma d«e que se hujida Ja so~ dedad, ¡y ellos con ellai.

Observad, al pnopio tiempo, que la advertencia del Papa, cuando set-d'-rige a las okises pudientes, reviste acqntos de conminación. .

De conminación, sí; porque no es posible admitir que una, sociedad,, en <^e el paro y el'desamparo ciindaín-^qon el carácter de irremediab'es, pueda ser ni só'idia! ni duradera. ¡"Cuántos descarrío^ y rebeliones y violencias se incuban ^ el alnbiraitcr de la miseiraa, sobre todo cuand»-es inmerecáda é injusta! Conminación análoiga a aqucüla otra, tan gra-^ vcj del mismo Papa en otra de sius Eiicíelicas que hemos citado más-arriba: "Mayor coaidenación mereóeía aún la negligencia de quien es-descuidan la supresión o reforma de este estado de ocisas, que lleva. a los pueblos a íiai exasperación y prepatia el camino a la revolución y ruina de la sociedad".

¿A quiénes debe procurar trabajo el Estado? ' El Papa lo con'Signa con entera claridad. "El Estado debe poner todo cuidado... en procuraír trabajo, especval-

m.ente a 4os padres da familia y a la juventud" dice en el texto r e ­ferido.

El Estado debe procurar trabaj»^ a los pad!rés de familia.

• Son, en efecto, los padres, dei famü'ia los que llevan sq^re sus hom-

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— 4 3 — • _

•foros €l peso principal de lias cargas sociales, y los <iue, más que nadie, tienen él dereoho innegable de poder emplear sxis fuerzas ly su traba-Jo en el sostenimiento de los hijos y de la esposa, que, dedicada a los quehaceres domésticos, no pueide darse con regularidad y sin perjui->cio de la misma familia, a las tareas que la apartan sistemátiícamente •del hogar.

No pueden ser más enérgicas a eiSte propósito las frases de la. "Quadragésimo Anno". "Es un crimen—dice—^abusar de la edad ia-fantil y de la debilidad de la mujer. En casa prúneipaimente o én sus alrededores, las madres de familia pu€(cLeii dedicarse a sus faenas sin dejar las atencübnes del hogar. Pero es gravísimo abuso, y con todo «empeño ha, de ser ^íürpado el que la madre, a causa de la escasez del salario del padre, se vea obligada a ejercitar un arte lucrativo, dejan­do abandonados en la casa sus peculiares cuidados y quehaceres^ y so­bre todo la educación d.e los niños pequeños".

Pues si el Papa califica de abuso gravísimo, digno dd ser extirpa­do con todo empeño el que, a causa de la insuficienctá del jornal delj ¡padre, se vea la madre oblgada a traibajar fuera dfel hogar, decidnos con qu€) calificación merece ser execrado y con que radical energía «xtirpado el abuso d© que lo que a la madre le obligue a lanzarse a. buscar trabajo fuera de su hogar no sea la escasez del' jornal de su marido sino el qu© éste no pueda, laportar al hogar su jornal diario, por ser una de las tristes víctimas del trágiico paro obrero.

La primera condición para que la institución sagrada de la fami­lia pueda subsistir en. una sociedad debidamente orgamzada es que aquella pueda contar, con seguridad, siquiera con lo más elemental para su propio sostenimiento y para el cuiidado y la educaci)án de sus niños.

Y esta seguridad no podrá tenerla, nunca si cfl Estado no se preocu-jja, en los momentos de crisis sobre tiodo, de procurar trabajo al) jefe de familia, de la misma miañara, por lo menos, con que se preocupa de exigirle el cumpflmiento de otrog deberes sociales.

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ÍA. l i tado debe procnm^t trabajo a la jofento^.

Y ccímo a los padres de familia, el Estado debe taxahjén, según, «ffl Papa, procurar trabajo a la juventud.

i b indudafcDej qu© la juventud, a la q ue el Papa se refiere en esta pasaje, es la masculina.. Son loa jóvenes a quienes con especial cuida­do -debe procurárseles trabajo como antídoto de la otíosidad^ madre; de todos los vicios sEenapre, pero, sotore todo^ en la edad en quef irrum­pen más fogosas las paáonos.

Son ellos los que se encuentriam precisamente en esa edad en la que-Í!a mayoría de ellos, por disposición sacratísima del Creadoef, bam dfe--piensar en la formación de un nuevo hoigar.

Nadie ignora las gravéis consecuencias de todo género que tj^e pa- • ra la sociedad ^ liedho qise tantos y tantos jóvenes se vean sistemá-tifcament^ paivados de la posibilidad de constituiíse ese su nuevo fao--gar ante la perspectfitva de no poder sostenerlo por falta de traSíajo^. siendo eUo lína d« las causas lameaatabilíBimas no sólo de Ha enorme KSCU-

jSñipclón de las cítetiuaabr^, sino además de la aterradora disminudión de la natalidad en las nadoneS; Idjal gravísimo que ha llefrado reden-tífnaite a aiguAa de ellas, '^gún confesión autari^disima, de vna de sus liianbr^ más preclaros, a un grave e inminente rlesi^ dd d^^)aii— ééa.

« » « ¿Qué decir por lo t^ito. Venerables Hermanos, de las normas por

las qu0 se impide, sistemáticam^ate, el aüceso al! trabajo a' jóvenes-bien desarrollados y capacitatdos, &nico sostén de su familia en oca­siones, por el sólo iiedh-o de no baber cumplido deteirminado número de • años?

Sin detrimento die Sbs paidres die ÉiaxAliSk

Y a la inversa, ¿qué dedr dei otras normas por las que, en el afán de proporcionar trabajo a toda una clase de jóvenes, se Uegase a pri-vair de él a padres del familia, cargados de Hjos, que no disipanen de-otros medios ni recursos para siubsisür?

¿No habéis observado que, tratándose de padres de familia, un.

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padre úe fenülia desposcado del trabajo sin éí quie no puede conseguir lio indisipensable piara la vida, es ua liombre que, al reducirlo al para forzoso, queda condenado de golpe^ con su mujer y sus liijos, al liaim,-bref itotal, por cuanto al privarle de trabajo se le priva no siólo del jar , nal sino basta del' subsidio familiar?

Y, pretísaanente, "el Estado debe .poner todo cuidado en procurar trabajo, especialmoute a los padres de familia y a l a juventud'V pero a los padrcB de familia en piimer término, como es natural.

¿Poíirá privac de Si a los que necesitan del mismo para, poder vivir?

Porque "notad que d deber y sa correspondieute derecho al t r a ­bajo lo impone y lo concede iaJl individuo en primera! instaucia la natu­raleza y no la sociedad, comió gi «íl ¡hambre no fuese otra cosa que a m ­pie siervo o funcionario de la comunidad". Así ha haiblaido el Paira»

Cómo bia áe procurar trabajo ti Estaúia

•/"Kene el Estado, para conseguirlo, tantos medios en su maao! Fijémonos por vía de ejemplos, en dos tam indireptog y| lejanos, aü

parecer, como esos a que hemos aludido hace poco, ¿ No os ihabeijs p u ^ t o a pensar que objigiandp a las empresas a con­

ceder a sus obreros el descanso debido en ios díag, de fiesta, ge haríat muchas V€|e^ pcsiMe el empleo de un mayor número de trabajadoires en las mlsmlas?

Baste la coníáderadón que acabamos de hacer sobre que el ¡traba­jo que realiszaai el domingo setectentos obrero®, sería siuñ<áente para que la misma empresa tuviese trabajando durante toda la semana a cien obreros más, y quei podiía con ello propoiídonar sustento a otras tanta» familias, ¡hundidas ©n la miseria a consecuencia del paro.

HB decir, que haciendo cumplir como Dios manda la ley de.li desean-so dominical a todo el mmido, nadüe .perdexia niada, porque el Obrero quif tiene colocación gana su jooaial aim ©n domingo y sin trabajar en él, por ejemplar disposición legal del Estado Español. Y en cambio él no Impedir el trabajo sia necesidad en los días de Fiesta, implica, adfemás de dar al mtmdo un escandaloso ejemplo de laicismo práctico, el dejar en la miseria a centenares de familias en ,paro forzoso que, da otra suer­te podrían tener diariamante trabajo y jornaL

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Impidiendo que ías empresas se sirvan de mujeres piara el trabajo.

Otro medio también jmdirecto, pero no m.enos eficaz para la solu­ción del paro obrero, medio qaa él Estado nene asimismo en su mano, sería el de impedir faexoraiblemeiate €Íli que patronos y empresas a los que el negocio linda, lo sufieicínte para que puedan emplear en sus tra­bajos a varones, se sirvan sistfemátócajment'e para ello de mujeres, sin tjtra mira que üa de dbtener un üuero mayor, por cuanto empiezan por conceder siempre al t r a t e jo de la mujer una retribución inferior a la d.€JÍ varón.

¿ Será necesario que, insis tamos mucho para que se eche de ver la flagrante injusticia socáal qucj entraña esta manera de proceder?

• I Prescindamos de momentos de extrema necesidad para las nado-nes, en los qua estas Se ven mutíhas vec^ obligadas a sustituir por el trabajo de las mujeres el qu« los hombres no pueden realizar.

Prescin<iam.os de casos particuJares como esos en que m hace indis, pensable propomáonar trabajo a alguna viuda o ailgunas huérfanas que sin él se verían hundidagí en la miseria. Ateng'ámonos a lo igeneral. ¿Quién no ve las desastrosas cons©cuen<áas y hasta la profunda sul>-versión familiar y social que acarrea la' sus'tituciión en el trabajo ddl varón por la mujer?

' Eíjémoíaos simplemente en el aumeinto de parados: porque en tiem­pos de paro, cada mujer empleada en trabajo por ima emprejea, es un Üombre desplazado deU trabajo pOr la misma y un parado más en la. sociedad.

Esto sin contar para nada lo que, es todavía mucho más 'grave des­de todos los puntos de vista: que tailes consecuencias van siempre acompañadas de una corrupción de costumibrcjs, lamentable fruto de esa permanencia en centros da traibajo de jlóvenes alejadas de toda vigilan­cia maternal, tan necesaria en esos años y rodeadas de «nornaes peH-g!ros, ya por la índole del trabajo, lya por las circunstancias de hora, lugar, personas y ambicpite en que se desarrolla.

"El ánimo se horroriza—escribía el Papa Pío XI—^ai ponderar los

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gravíslniics pieügrog a que está expufiisto <tii. las fábricas uaod'eriiiais el pudor de las doncellas y demás ¡mujeres". ,

¿Será mcte^ajíb iasiistár etí, que tan graves consideaiaicisones. no se pueden poeipQaer en manera alguna al bien partioülar de Tina emipre-aa, que puedj( veraummtado ¡elcaipfitufto•fe sus Ingreso^ por elífácil re­curso de emple&.r mujeres en Hugar de los hombres? ¿Podrá la so­ciedad, sin pireoeuparseí, .permitir que se trastorne tan fundamientalmen-te él arden, n a t u r a establecido i)or Xñxts al oonstitujrla?

¿Podrá el Esíiádo oomünuar permáitíiendo un proceder^ cuya extir-paxáón contribuiría; a inesolver en parte un problema tam angustAoso co-mo este diel paro obrero?- ' .

Induciendo a las e'ases ricas a que cumplan con sus deberes

He ahí pues dog, medioB indiTectos que el Estado ptíedici poner en p:áctica para solu-dosiQa-, siquiera en ,parte el tremando problema del paro.

Pero no basta. Lia justiciar—y la Iglessáa iatérprete fiel de la misma —ríe ifíJdgen más.

M Estado para piroicurar trabajo "induzca a Isg clases ¡ricag—conti­núa, didendo el Papa—a que, por la urgente necesidad del bien común, tomen sobre sí ajqueUa^ cangas e&a. las .cuales la saciedad bumana no puede Baavarse ni ellas podrían iiiallar salvación". •

He aM la misión del Estado, exipresamente determinada por éj Pa­pa, inducir a las clases tricas a que cumplain con siu deber, ,a que tomen sobre sí la carga tan impericBa como ineludible de Bolucionar el tre-míindo proMema.

Inducirlas a ello no aherrojándolas, no esclavizándolas, ni media­tizándolas porque "efectiviaínente sería anttoaturtal hacer alarde de un poder civil que, o pcts la sobreabunda,ncia de cargas o por exceEivas in-gerendas inmediataH, hiciese no falsa sino vana la propiedad privada"; mucho menos considerándolas como a ímemigas, (gimo al contrario, ani-mandola^ a esíejblecer, continuar o amipliar las empresas o explotacio­nes que mág les agradaren, tója sea con la exención de impuestos, ora con !a faícültaidón de materiales o con subvenciones tispecdales en pro-porciiin direcite, con éí número de nujnrog, obreros que en aquellas em-' plearen.

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Advirüéndoles al propio tiemipo, como lo haca el Papa, que es aíjaoia-tamente indispensable que tomen sobre.sí la soludión del conffict» so­peña de que perezcan ellag y da soetediad ,iparqi% no es poeiib'© adtaútir. que una. socisridiad en la qiue el pano y el ctesaapparo de mitea <i6 f amila^ cunden y se prolongan, no desemboque en una revolución sangrienta cuyas primera^ -víctimas .serían lai^ clases adineradas. *

Lcg avisos de Has Encíclicas en oste punto revisten ei tono die trer m:ndas profedas tsommanatarias.

Mt^rvftaxSón directa del l istad»

¿Qué a pesar de elia® y de'todas las invítacianes del ÍEfetado, i<tó Ilaanados a resolver el piroblema se obstinan m: haceo" oidoB de mercader a todo, sin otro ajfáji que el de ise aumentaindo su capltaü. oom ios sa-majndcs de su reauta libré, miieaxtras la gran masa-de los obrero^ pa­rados se mudne de hambre ? . ., •

Pues es el momento caí que ei litado—después de cumplir fiel-mcfnte con lo que la justicia, social y la misma justicia dSstriibutiva le exigen, a saber, qucí no invierta con preferencia una sola, jpeseta d© sus presupuestos eii atenciones menos urgentes, men<^ graves o menos nei-cesarlas qug otras, ¡enfocando siempre la necesidad, 'la (gravedad y la xirgencia desde el pimto de vista único de la protección y fonaento del público bienestaír,-—<fe el m.omento en que, süi titubeos ni cTiaudicaciones, y, mediante los justos y propordionados impuestos, extraiga de las e*-jas o bancos en que se depositan aquellas rcintaS libres, (esto es, las que no les son neceBiarias a sus depositantes panm la sustentación decoro­sa y conveniente de ía vida,) cuanto es menesteir para que no quede un solo obrero que no teni^, o trabajo suficientemente remunerado, o> un subsidio d© paro digno de este nombre, (aunqu-a siempre es incom­parablemente preferible lo primero).

> Fidiaera vmón faadamental

Y ello entre otras, por dos jrazones principales: Primera, par­que "la protección o custodia, del púbilácoi.bietttootar—como deda l«óii Xin—^es no sólo la ley suiprütma, sino el fin único, la, razón total de la Bobciranía, que ejercen los que gobiernan. Y deben proteger a los vxúi-viduogí o partes de la sociedad, porque la filosofía, igualmoate que la fé cristiana convienen cía que te, adminást'ración de la cosa pública está,

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por su mataraleza, ordenadla, no a l a utUiÜaid da üps que la ejercen^ si-:x¡o a," la de aquellos sobre qui¡en.6s se ejerce".

"Pero d- iye Büeooaás tenearse en cuenta otra cosa que va más ai fon-¿ o de la cuestí|6n y es •^ta... que son los prcf-tetarios oon el mismo de-3?6chio qué Jios ricos y por BU naturaleza, ciudadanos, es decir, pajites Trerdaderas y vivas de quie, mediante las familias, se compone el cucsv po social, ipor n» añadir que en toda ciudlad es la suiya la clasa sin com-panaición la más ninnerosa. Pues como sea absurdísimo cuidar de una 3)arte d© ios ciudadaaos y descuidar otra,, sígnese que de¡be la a u t m -•dad públca tener cuidado conveniente del biensistar y provechos de l a clase protetairia,; de lo contrario violará, la justicia, que manda da r SI cada uno su deratího". . , ,

Más aún: "a una bien constituida sociedad toca también sumiiHS-t rar los bienes coippoirialeg y externos, "cuyo uso e^ necéslairio para el -eijeroiicio de la virtud". Ahora bien: para íla producción de estos bie-3ies no hay nada más eficaz ni mág necesario que el trabajo de los pro-letlairios yla emipléen éstos su haibilidad y sus-manos en los. campos, y a «fi. los talleres. Aun más: ^ en esta parte su fuerza ¡y su eficatáa tan­ta, que con grandísima verdad se puede decir que la, riqueza de loa pueblos no la totee sino el tirabajo d5( log obreros". '

"Exige, pues, la equidad que la autoridad, pública tenga, cuidado del proletario, haciendo que I?! toque afeo de lo que aporta él laila co­m ú n utildad, que con casa en que morar,'vestido con que cubrirse y proteodón con que d:f"enderse -de quien atenté a su bien, pueda con menos dificultades soportar lai vida".

No olvidando munca que "sustentar la vida e^ d€toer común a to -•dos y a, cada ^xao y faltar a ese déb!(r es un crimieü'; que dfe faiquí ne-cesariaanentie nace el deneclw» de prooiirarSe aquellas cosas qu* SOB rneu n^steír pai» sustentar la vlála y que estas oosag no las bailan los po­bres sino ganando un jcnmiaa con su trabajo".

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"Det>e paes la autcaidad jpúlh'cca proveer que a cada uño se l e , guarde su derecho, evitando y castigando toda violaícióai de la justicia, . Mas aún: en el proteger los dercphos de ax>s partáculares, détoese t e ­

ner cuenta principiatoiiente con log de te. clase ínfima y pobre). Porque-- !a clase de los rícog se defieaad:! por sus profpios medios y neceisita me­

nos de ^<& tutela púMlca; mas el poibre pueblo, falto de ¡riqucfzas qu¡a te aseguren, está paculiarmifate coáñadb a la defen^ del Estado. Por tanto, el Estado debe abrazar con cuidado y px)videada peculiares a los aBalaniados, que forman parte de la clase pobre en gcaieiral". »

He ahí pues Ea primera razón fundaioental, expuesta cop. frases l i­terales de la Encíclica, "Eerum Novaruía".

SeguDÍla razón pnimordial de candente actaalidadE

Es IB que exponía Nuestro Santísimo Padrccei "Papa en su alocu-«ión radiofónica de 1." de Junio de 1941, "Todo hombre .por ser vivien­te dotado de razón— decía el Papa,—^tiene efectivamentcí el derecho Bajturaa y fundamental de uisatr de los' biemes m.aterial'ei3 de: la tierra,! quedando, eso sí, a la voluntad humana y a. las formas jurídicag de los pueblos éi rciguíar más particuiarm'einte las actuaciones práotiosB. Este dejiedho indllvidual no puede suprimirse en modo alguno TA aun por otros derechos oientoia y' pacíficos sofct'e los bicoes materiales".

Comentando estas augustas palsíbras^—^qué jtastamente califioaba de fortfeáimas—fescribía el insigne Eoiciólogo P. Joaquín Aaplazu, S.'J.:

"Existe para el sentado cristiano una limitación de', uso de los bie­nes materlaies: de, maneraj que el pobre—^no solamente el que &e halla

. en extrema indigencia—, el pobre que queriiendo no puede trabajar y,. por lo mismo no puede lkivar«una vida humana, tiene derecho al uso de los bienes mateiriak® que neo^iita; "derecho que no puede suprimirse por otros derechos e'ertos y piacíflcog sofoire IJOB biiienes materiales'*; es dedr , por eil hecho de la propiedad individual. Esta es la doctrina pon­tificia enérgica^ dará, texaÜva. Distingan los juristas si '..es place el carácter de este dereioho por parte del poibre, pero no discutan ni em-jpeñezcan la obligación dtl rico, que está tí'aira. «

La ooncluBión co que no hay por qul tachar de nuevo un plan Bevel lidge, .cuaiido su contenido, en uaa « otra forma, lo e^dge el esipíritu cristiano y el málsmo "d^seo- de Dios de qu;i los bienes creadOg pcir El para todos los hombre^ lleguen con equidad a todos, según %s' prJici-

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piois de la, jusiticia'y caridad". La ocmclTisiófti quc el- Pontífice aqui.iip pane^ pero que el leotoir con

•entera vazón. puede deducir, es que soeiediaid en la cual vive» mendig% y pobrísimos sin un alivio por paxte disi lots bienes de ios ricos, w es so­ciedad criistiana ni está, cristianamente organizada.

El EJstado se preocupa mág o menos de la miseria Haicaindo para ali­viarla de la sociedad log b ien^ néieesattios .Tiene pleno dereolio a ello. ¿No cumple -la sociedad siu cometido? Venga el Estado y lo haga", lo-^nando las providencias y apelando a las medidas que fuereí menester. Pero con dos condiciones, ' • '

Primera cond:clón: la de que se imponga» sobre todo, a los más ricos,

"Laa providencies qw* tome el Etetedo a ese fin deben ser tales que —como lo dice la Encic'iica "Plvini Redemptoriis" en el pasaje que ve-mimos. exponíendo-^Ueguria efectivamente hasta los que ¿k¡ heeíio tie-3ien en sus manos los m'ayoreg capitaleg ¡y los van aumeBtando contí-:nuamente con grave daño de les demás".

Sería un escandaloso crimen de lesa justicia dlistributiva ni que esas providencias y exacciones no llegaren efectivamente a los más ricos, •o no llegasen en la medida requerida pOr esa mlEma justicia distribu­tiva que exige de ellos—^y es cosa que sucíle olvidarse con harta fre-•cuenoia—TUO sólo una tasa mayor que la uniformemente unitaria, sino, supcirior. aim a la simplemente proporcional.

Porque^ cómo escribe en otro Qugar el mismo ilustre sociólogo labo-xa citado, ¿ acaso, "representa el mismo sacrificio dar un 2 por 100 a •quien tiene 25.000 pesetas de renta, que dar el mismo 2 por í 00 a quien tiene l.OOOOOO de pesetas, casi 3.000 pesetas al día? El primero, dan­do un 2 por 100,'daría 500 pesetas; eil segundo,. 2Í0.000; peino a¡li pri­mero le quedarían para el año 24.500; al segundo, ¡980.000!... Por •eso, para quien sólo tiene una peseta, valen más ciaco céntimos, que 10 pesetas para quien tiene 200; y que 100, para quien tiene 20.000; ¡yi que 50.000, paj-a quiem tiene l.OOO.OOO; y así sucesivamente,a .pesa^ d e «Cir 1^ cantidad propoireionalmente la misma."

¿Qué, detír por tanto, si las taaas y exacciones no se ap^íioasen a los más ricos, ni siquiera en la misma cantidad proporcional?

El mayor desprestigio en que pudiera caer un EJstado sería el que al imponer exaiocioii^ con la^ qiie poder atender a laj solución del ia-

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giaitei -prcMema. del paro, se le viese a él que "Ebre de todo partidis-ano y tenácndo como único fin ei bien oemún, deíbeiía esfcair erigido en itófoerano y su$>reiino áirbitro de las ambicMies y coaicuípi&ceiicías de "'os hombres" se le viese, repetímos, daxidira.r ájate "'logí que de heqljo tie-nea en su» naamos los mayores caipitales y les van aumentando coatí.-miaanente eon graveí daño de, los dfemás", en vigorosas fraseg de;

PíoXI. • . , Segnnda 9<radkión esencfeblr la de que no esoasidaJice ocen dí^pil&rros e iminoraLiáades,.

"El Estado mismo—ocHitinüa dcieaido el Papa—accrdándoise de sus respomsaMlidades delante de Dios y de. la sociedad sirva de ejempío a todos los demás con una, prudente y sobria, admipístración. Hoy^ más que nunca, lá gravísima cr"gis mundial exige,que los qué dispongan de fondos enormes, fruto del trabajo y del sudor de milloneg de o'uda-danos, tengan si£m.pre ante -Cg ojos únicamente el bien común y procu­ren, promoverlo lo más posible. También log funcionarios del Estado y todos log empleados eumplam por obligatíón de conciencia'sus deberes; cím fidcüidad y desinterés, siguiendo los luminosos éjemp'os antiguog y reeifentes de hombres insignes que en un trabajo sin descanso sácrl-ñesa^oa toda su vida pe«" cj bien de ia patria. Y en el comercio de los pueblos entre sí procúrense apartar solícitamente aqucilos' impedi-m.entoB artificiales de la vida económica que brotan de'.'eentlmi'ento de desconfianza y de odio, acordándose de que todos los pueblos de la tic-: ma forman una úm'ca familia de Dios."

Oravísimas pa-labrag en verdad, y dignas de muy 3:iria meditacíóit por parte de aquellos que tienen a su caiigo la admin'stración de la riqueza púb'lica y de ilos Mentes que son "fruto de . trabajo y del sudor de millones de ciudadanos". ,

. ' Los gobernantes, en efecto, al elaborar los presupuestos-estatales y distribuir los millones destinados a Cos mismos, deben bacerlo, no ginados por sus mayores o menores simpatías ideológicas o partidistas,. ni por su mayor o menor afinidad con cieltos organismos, sino aten-

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Menáo esítílusivaiineiKte a lag mayores o menores necesidades, enfoca-«feís éstas únicaanente dcpd%el punto de vista diel bien común, es decir de la protección e incrciménto d^i público Tjienestar, ley siíprenaa, fin-único y raaón total de la soberanía que ejercen lOg quü gobiernan.

Más aún. , El Estado, que sost-ene con enormes dispendios y recargados pre­

supuestos un tan conisideraible número de funcionar-Os y de empleados,. úébe exigirles rigurosamente, no tan, sólo el cumplimiento exacto y fiel de todas sus cibligaoiones, en virtuid die "la justicia conmutativa, s i -nOj además, el ejeanplo áe una sobria y prudentci administra,ción, que no-les permita servir de elementos de provocación desmoralizadora en me­dio de ama sociedad que, manteniéndoles a ellos, se viera enema con­denada a verles derrochar las riquezas que le extraen en íüjos y des-pilfarros, mientras o udadanOg dé; esa misma sociedad se mueren de-haarabre en miserables tugurios, o se arruinan física y moralmente en una mi'seií^, inferior a la de las exigencias humanas más elementales.

Esto aunque no entarase en lag estrechas normas de la justicia con­mutativa, entraría de lleno en lag no menos aagradas e invicdables de-fe. justíííia distributiva y social. .

. Por eso decía uno de los mág célebres jefes de uno de los más po-t«it£is EMasdos de nuestro si-glo,- que um funcionario inmoral en la ad-nainiistracián de o-ertos cargos públiocs es tan criminal como un traidor-&x el ejército y.más crimánal que un asesino de :ia cialle: porque éste a. fin de cuentas, quita la vida a un hombre, m'enttag los funcionarios inmoraks asesinan por asfixia a millares ;de ciudadanos indefensos e toocentes. •

Una g^-llarda fra^e deE Fuero del Trabajo,

Y notaid que aunque "el deber y su icorreepondiente derecho al t ra­bajo lo impone y lo Concede al indivldiuo en primera instancia la na­turaleza y no la sociedad" y aunque, por lo mismo, ."el deber y el de_ rocho de organizar el trabajó del pueblo iiertietiece ante todo a Icg in­mediatos Interesados, patronoB y obreros, si éstos no cumplen con su. deber o si por rfnieunstancóas especiales y extraordinaria^ no puedcm

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^laceí'ío, % deber del Estado intervcmiir en el campo del trabajo y en «u división y distó'bución, según la, formfk y medida que lo reqiiiera el Men común" y, por lo tanto, no sólo amirsionar el paro ofcírero sioo xesolverlo.

Es en este sentido ^ i duda en el que ea Estado Españoi? ha con^g-tiado én sn Puciro del Trabajo a^ueUa. su tan gallarda como rotunda frase: "Todos los es.pañol%. tienen derecbo al trabajo y eg deber pri-:Baordial del Elstado ¡cil procurárselo".

i Puode hacesrlo de tacitas maneras, cuando no ¡resultan '"as ya di­chas!

Por ejemplo: ¿no existen, acaso, «n log presupuestoiS de íós 'Es­tados, eapitulos entiorcs con millones y millones consignados para fi­nes menos urgentes, menos graves, o cuando menos, menos verdade-ramcítite necesarios que el de proportíonar un jornal a milljares de (áu-•dadanos que por fa.'ita de trafcajo se mueren de hambre ?

¿Qué Piio hairían los Estados y a que mediog no apelan, cuando ven amenazado cm su independencia un sSlo pa¡lmo de suelo del terri­torio p¿^trio? • ' • - •

¿Y no han de merecerles por lo menos idéntico afán el bienestar y la vida 'misma de miliares de familias, pedazos vivos y entrañas -vi­vientes y fecunda,s de Ha patria misma?

¿ Qué menos ha de procurarles 'el Estado, a fuer de patriota, sino la, realización del "derecho que tienen a procurairse aquellas cosas que son menester para, sustentar la vida y' las cuales no lag ¡hallan sino ganando un jornal con su trabajo, cuando los inmediatos intciresados no pueden procuirár©elo ?

¿Y cómo ha de procurársalo? Por de pronto, no aplicando con pref¿'encia ios millones pr^esu-

puestarios a problemas y necegida,dcis que sean menos atínetedores a ser atendidos en tanta jueticia.

¿Cómo ha de procurárselo? . En circunatanicias tan aprenniantes como las presentes, y si 1<^ iit-

mediatos interesados no pu'edm ihacerlo, poniendo todos los medías que están a su allcance, aun aquellos que en circunstanci% nanmale» no serían obligatorios ni sci le podrían exigir.

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I I

LOS JOBNAPL.ES INSUnOIENTES

Lo primero que por lo tanto es menester procurar a todog log obre­ros es tra,T3ajo, a ña de que todos puedan oon éli ganarse Siquiera e l ootídtiano jornal. ^ , |

Peno no basita.un jornal cualquiera. Hay que darle al obrero una r e - | muneradón suflciente. La doetriina de la Iglesia en ciste punto no puede- | ser más terminaiiite. I

' El jornal snfioiente según León x n i 8

Cual ínnegalble principio moral corría por gran parte del' muudo el | aserto de que todo jornal, por el mero hecho de haber sido übremeai- | te contratado entre patrono y obrero^ «ra ya un jornal justo. |

Como un héroe fulminó el Papa León XUI el rayo de su condena- | don contra ese primiordiial (postulado dcfl viejo liberaJfsmo económico^ | que, condenado y todo, culebrea y" se impone todavía en las oficinas d e i •no pocas empresa^ agrícolas e. industriales en nuestros mismos días. |

He aquí con qué rotunda energía' lo refutaba el gran Pontífice r g "sustentar la vida, es deber común a todos y a cada uno, y faltar a este-ddber es im crimen. De aquí necesaitía'mente nace el derecho de procu, rarse aquellas cosas que son menester para sustrotar la vida, y estas cosas ,no lag hallan ffos pobres sino ganando un jornal con su trabajo. Luego, aun coraecidiendo que el obrero y su amo iilhremente csonvienea en algo y particularmente en la cantidad del salario, queda, sin em­bargo^ siempre una cosa que dimanaj de la justicia natural, y que e» de más pesa y anterior a üa: libre voluntad de los que hacen el contra­to, y^ps ésta que el salario no debe ser insuficiiente para, la sustentia<-dóffl de un obren» que sea, frugal y de buenas costumbres. 'Y si acae­ciere alguna vez que el obrero, obligado por Ha necesidad o movido del miedo del un nilal mayor, aceptase una condición más dura, y aimque no

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lo qmsieípa., la tuviere qioe accipt^r jpor impcxnérsera ¡albsolutamente eí amoí) el contraíista, sería éso haioerle violen-cía, y contra estla váolcmcia leeüama la justícia".'

La doatritta dat Pontífiíce es «oattindeate. el jornal que i&I, ^patrono •otorga tí.'eae que ser, en justida, suficieaite i^ra. tía stastentaeión del obrero que lo íredfoas.

Pero 6 suficiente tan solo para la BUBtentación personal del jnlsmo obrero, o suficiente asimismo j ^ r a el sostenimieato de su familia ?

Otros textos baiy en ?la miama Encíclica que parecen indi<»r cla­ramente ^ t o último.

• Estudiemos el texto citado a 'la l uz de otros de 'a misma Endclica. Iiey es sajntísimaí de ""a naturale2a.—afirma—-quq delja el paiíre de fa­milia defender, alimentar y con todo género de cuidado» atender a los

, MjOs que eng- Ridró^ y de la .misma njaturaiteza se deduce que a log 1» jos, los cualesi, ciu oleirto modo, reproducen y perpetúan la persona del padre, deibe éste adquirirles y preparar''ies los medúos «on <qm honradameatci puedan ien la peligrosa carrera de la vida defenderse de la desgracia."

Si pues el obrero, por lay de naturaleza, debe sristentarBie no sólo a sí, sino tam.bién a sus hijos, y si por otra parte', como Fo afirma A propio Pontífice em la mJisma Encíclíea, "feg ceibas que sosi memester pa­ra sustentaír la vida, no las hallan iog pobres sino ganiaado un jornal •con su tralbajo", parece deducinse liogí'camsnte que el salario debido al obrero debe ^jr suñd'-ente no só"o.para su propia susitentadóci siniQ' también para la de lo^ Mjog quíi Dios le dio.

Y sin embargo no todogí los icomenitaristas y sociólogos convenían en ello. Ha,sta que vino Pío XI a r'OOlver rotunda, taxativamente ía cueistián. / ' '

El jornal suficiente, según Pío XI

Y en efecto: recordando y reafirmando los luminosos principios de León XHI, rceordó y reafirmó, aJl propiio Cempo^ Pío XI en su Encíclica "renuemorativa de la, d©. su antecesotr, lo que León X m , y tos te^óilo-gos que enseñaron, guiado^ por el magisterio y autoridad de te, Iglesia, babían dicho mág o menos clai%m:inte.

"Así oomio en el dominio,—-escribía Pío XI—así en el trabajo, IMTÍH-

•Cipalmente cuando se trata del trabajo contratado, cTaaro es que deba

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, «OMSideararse además del aBpeato personal o individiiai, el aEipecto so-í ial .

De este doWe aspecto, intrínseco por naturaleza, al trabajo ünmano^ feroiam consecuencias gravíamaB, por las cuaks deben regirBe y deter-snitsarse los salarios.

En prLmier lugar, hay ique d¡ar aJ oteero uma reinuneración que sea fiofic^eate para su pnoiñía susteEitaciáa y la d© su fami.Eia".

Tal iasevciraicián, aun con toda, su rotundidad tajante, no pudo cau-fiar sorpresa a quienes habíaai Mdo su otra Encíclica sobre el Matri­monio Cristiano.

"Hajy que. tacaba jar en primer término y con todo empeño—decía en la "Casti Conniubói"—^a fiai d© que la sociedad civil, como sabiamen­te dispuso Nuestro preicedecesor León XIII, establezca un régimen ecpnómioo y social en el q,ue üos padres de familia puedan gaíiar y granjearse lo neocsariio para alimentarse a sí mistmos, a la es.posa y a 'CB hijos, siegún, su clase y condición: "pues el que traibajia merece su. teconapctnsa". Negar ésta o disminuirla más de lo debido es grande in­justicia y, según las Sagradas Elscrituras, un grandísimo pecado; como tampoco es Oícito establecer salarios ten mezquinos que, atendidas las íircunstencias^ no sean suficientes p<ara aumentar a la familia".

Por eso, abundando en esog mismos conceptos aseveraba en l a ' *Quadragesimo Anno":

"Ha dfe .ponerse todo esfuerzo en que log padres de familia-irecilban ' «na remuileración suficientementa amplia pkra que puedan atender , convenientemente a las necesidad!© domésticas ord'inarias. Si las cir-cunstancias presente^ de ia vida no siemprcí permiten hacerlo así, pide la jiistioia socM que cuanto antes se introduzcan tales reformas, que a cuaüquier obnero adulto se le asegure ese salario".

Y ocffraba esta parte de la EncídMca, destinada a demostrar cómo-la determinación práctioa del saf alio deibe responder a las tres fimda-mentales esjigíinjcias de la siusteintaicc'iáln del obrero y de su famü'ia, de la situación de la empresa y de la necesidad dei Hen común,* con las fáguientcis frases.

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"La justicia, sotíal demanda que eom el ocanún gentír y querer, ea cuaato es posible, Cos Baiaii^ se regulen, de jímaiesra que Jos mág pue-ttan emplear su trabajo y obtener tos bieneg convemeates para el i5o»-ienimiento de la vida. -

Y añadía; más abajo: "estos bienes debssa ser snficieaitemieíQte aJwm-•daiates para satisflajcer ¡lias nece^dad^ y comodidades lionesta», ly ele»-T-ar a los hombz'es a aqueüa condición de vida' mág feliz, que adniinis-tra,da iprudentemente, no sólo no impide la virtud, sino.que lá favo­rece cin graa. manerV.

El jornal soflciente según PH> X n

Y es nrecisam'^nte de esta consideración del bien comtin—como se •eiseribía poco ha en el "Oaservatore Eomano"—en la que se encuentran V concentran las finalidades últimas del pensamiento y de. la dírecti-••'3L social cristiana, dé donde los horizontes de la. justa remuneración, del trabajo van dilatándose hasta esa visión panorámica fetal de Pío xn, que encuadrando las deficiencias advertidas y resentidas die las clases trabajadoras, en el amplio majrco da flagí dolorosas, condiciones del mundo ooaitemíporáneo, y subraya.ndo opmplaeido la dignidad ina­lienable y perfectiva de lia: personaHidad que entraña el traibajo huma-no, repite, con denodado valor, el prindiHo que ya en la Encíclica "Sesr" tum laetítiaé", dirigida a ííos obispos de log Estados Unidlos de Nor-leaméiíica, calificaba de punto fundamental! de la cuestión social, a sa­ber, cil de "la indestructible exigencia de que ios bienes creados por Diog para todos los hombres lleguen equitativamente a todos, según, los principios de la juBiticla y de Ea caridad".

Postu^ido fundamental de la cuestión social del que el Palpa hace •derivar el derecho individual sobre el uso de dichos bienes, formula­do con la gallarda fcataleza que supone el siguiente paisaje ya citado: ^Todo homibre ipor ser vivieSite dotado de razón, tiene el derecho natu­ral y fundamental de usar de ios bienes materíaleg de la tienra,, que­dando, eso sí, a la voluntad humana y a lai» formas jurídicas de los pueblos éi regular más particularmente la acbuación práctica. Es te derecho individual no puede suprimirse en modo alguno, ni aun por ájtros derechos ciertos y pacíficos sobre log bienes miateríaies".

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Derecho primordial que con jugada con el otro fundamental asimis­mo y f ormídado con no mienor gallardía por eli másmo Papa al consa­grar "el derecho natural de cada.individuo a hacer del trabajo el me-i üü) para proveer a la vi<^ ipropia, y de ÍOS hijos", y habida cuenta a l panopio tiempo de la dignidad' y nobleza, moral del trabajo, dan origen, a.esos ipostulados fundamentales de Ja concordia social que el Pontí­fice acaiba de piroclamar en los siguientes t'éirmiaos en su discurso a los 20.000 obreros que le fueron a visitar el día de Pentecostés: "uta •sa­lario que asegure la existencia de la familia y sea tal que haga/ pos-ble a los padres el cumpllinlieinto de s.u deber natural de criar «31a prole; S'araamente alimentada y vestidia; una habitación digna de personas humanas, la posibilidad de procurar a los hijos ima suflcierfte instÉruc-ción y una educación conveniente, la, de mirar y adoptar providencias pagra los tiempos de estirechez, enfermedad ly vejez".

Unas cuantaiS preguntas , interesaaites,

Dejemos a la discusión de moralistas y socióloigos el si esa remime. lación o salario familiar suficiente que ha de recibir el obrero ha de-ser absoluto o lef^ativ.o, directo o indirecto, individual o colectivo. Un algo hay por d!e pronto en la doctrinia pontificia, qusí es cierto, diáfano,, incuestionable, y es que "hay que dar aJl obrero una remuneración que sea Buñcicnte para su propia sustentación y :a de su familia" y que "negarla ésta o disminuirla más de lo <|eibidio es grave injusticia". De­jemos también a la discusión de ^os teólogos el dekinninar si la justicia a que aquí se refiere el Papa es la justida conmutativa o la social, por-quci i]|0 innegable es ser de justitía. el que el obrero se le de uña remu­neración suficiente, un salario.que, por lo menos, haga posible a los pa­dres el eumpilimiento de su deber natural do criar una prole sanamente-alimentada y vestida, y permítanmenos unas cuantas preguntas, y soa las siguientís:

1.*—^Dado el precio que ailcanzan. (hoy las subsistencias más indispen.. sables, y el que han alcanzado 3 os vestidos, el calzado y demás, ¿ m jus-t<>, es decir, suficiente para atendeír a las necesidades del trabajador y de su famf ia, el jornal que se viene pagando a, la mayoría de los obre»-

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— 60— -- • I I - . . I - . — ^ — . . — — • ^ . — . . — ^ — ^ - I • ,1 ,.l . . ^ , „ . , _ • I • • - I I — . — I I I • • . — • MI • » »l •• . - I I l ~ I II I . ^

roe, aun con la añadidtcca de los sitbsidlcis faaniliares? 2.*—^¿Pueden 1% empr^as y pa¡trcBios, ma. ¡anrumarse, atanentar l a

•cuantía ác< los jornales ¡en iproporción al alza de las subsisteacáap? 3.*—¿Hace el Estado lo que está de su ;parte i>ara regular el preci»

de estas últámas? 4.*— ¿O Sion tal vez algtmos de los organismos creados a, este fia

po!r ei Estado los que contribuyen preciBa,míaite a encarecerlas?^ 5.*— Y volviendo a cimpifésas W patronos que son im inmediata­

mente llamados a dar jo rna la sufi<áentes: ¿es que verd^íirameiite no pueden? ¿o es que avaramente no quieren?

Porque puede suceder, en oeaisiones, que los que loás airadajmeínte protestan contra la suibida de los Balarios, proclamando que lo que s e ampoae es la baja de las subsistencias y no eill ailza de los jornales, sean .prcioisamente algunos de I05 que ^ t á n vendiendo a ípred% má» altos y remuneradores que nunca sus productos agrícolas o indus^ tríales.

En cuyo caso sería indispensable! que los t'a'es se diesen-a misdi* l a r seriamente en si no serán' de log acreedores a las

Seyerísjmas aseveraciones .de Leóin XBK

Por que-no pueden ser mág severas: "Entre los prinieipaleB, deiberes-'de los amos—dice-—ei principal, es dar a cada uno lo quo eg justo. Sa­bido es que pa,rá detérminajr la mcidida justa del salario, diébense te-

•ner presente^ muchos puntos de vista; pero, en geneiral, deben acoirdar-.se los ricos y los amos que oprimen en prpveoho propio & log, indigente» y menesterosos, qu© toinar oíasión de Jiá pobreza ajena paa^ mayores lucros, c|a contra derecho diviao.y humaino. Y el defraudar a uno ádL salario que se le debe es un gran crimen que c iama aJ ckiió ven-

'•ganza: "Mira.d que el jornal que defraudasteis a los tratoajadbres d a ­ma', y el ci'iamor de ellos suena en los oidog del Señor de los ejércitos".

y fué tal^ como escribe uno da los ilustres sociólogos arates catados, el empeño diel gian Pontífice en recalcar esta vpirdad, que, con ooasióa de una peregrinación obrcira francesa a Romja, bizo aicuñar una' meda-

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l i a con la sigadeaite inscrlpcióii, que «g todo un.smiibolo y todo un pK>-:graima: Mei»es operationiiii clamat in ¡áures Dom-tal. (Los s^arios «broros están clamando a Icg oídos del Señor. Jac. 5,4.)

Y en aqiiel miisnio tiénapo en que la doctrina, de la intervención del lEstado ena un mito, exágía León XTTT que el listado interviniera: "Si pues, se hubieira hiecliq o amenazara hacerse algún daño ai bien de la ««touinidiad o da aügunag de las claseg socáalles, y tafil daño no pu«üeEa •de otro modo remediarse o evitiarse, menester es que 'ÜG salga al ea-(cuentro la púbMca/ autoridad".

T los que entonces fueron moralistas y juristas canónicos d e suma autoridad, LenmJfeuhi, Pesdh, Cathrein, ©n aquellos folletos en •<jue ocoáenitafaañ "as doetrinagí jurídicas crisitianag, acerc^. d!e la inter--vcnción del Estado, ponJaln, como, ejemiplo típico en qu© el Estado de-

' Tbía intervenir, el caso de que no se cumplieran los leyes dé justicia ea .íil salario mínimo".

Y ¿cómo c!S, sin emlbiargo que, hoy, en esta época que se caracteriza •pcir el omnímotio initervenciocisimo por parte del Estado hay sin em-l>argo tantos y tantísimos obrercg que reciben unos jprnales, que soa abi<írfam«nite insuficientes .para atender a las más elementales necesi-ídades de Oa .vida?

Dos son IQS capítulos que suelen aducirse en afanes de justifica­ción: la situación de las empresas y la crisis «conómiea de la guerra. ^Examinémoslos.

Primer motilo que sae:e iovocarse: la sitoación d& la empresa.

JEs indiscutible desde luego que, coníio dios la "Quadragesimo An-mo", para determiaiiar la cuantía del salario deban .tenerse asimismio presentes las condiciones de la empresa y del empresario: "Sería in­justo—dice—.pedir salarios desmedidos qucí la empresa, sin grave ruina propiía y consiguientemente de "os bbrjops, no pudiera soipciritar. Pero no debe |pep.utarse causa legíitima para dismiuuir a los obreros ei sa­lario, la ganancia menor debida a negligencia, pereda o descuido &a. -atender al ppogres» técnico y económico.-Mas si-las emparesas Tnisaní»--

.310 tienen enitradas suficientes paa:a ipoder paigar a log obreros un sala-

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3ÍO equitíttlYo, porquero se vendprimidas por c¿rg% krjusta©' o Se vea •obügaüas a vínder sus prodiuctós a /precicg "métiores de íó justo; qute- -mes de tal suerte las aprimen, reos son de grave delito, ¡ya que .poívaii de su' justa remunafaidén a log otoreros que'se ven .cWigadiOg poor la. Tiecesidaxi a aceptar un salario Inferior al justo.

TodOQ^ obreros y directores, se esfuercen con unión de fuerzas y voluntades, en superar los'dbstáculog y la^ dificultades, y la autoiidad. pública' no debe n-c'garles su prudente intervención en ot ra tan salva-d<Sra. Mas si fel caso hubiera llega.do al oxtiremo^ entonces habrá que de ­liberar si puede continuar la empresa o si hay que atender a los obre­ros en alguna otra forma." |

* * * . • I

Todo esto, dicho se está, que en la hipótesis en que la empreea-. no- | rinda-, lo s.uficicnte para poder pagar un salario equitativo a los, obre- ^

'; o TOS. ' i

Ah! pero si lo que tiene realidad es l¡a. Mpótee's contraria: si el. | negocio está rindiendo ai patrono o a la empresa pingües ganancias,, | espléndidos dividendos; mág aun, si se 'os está rindiendo precisaanenter | con ocasión da las circunstancias extraordinairias de la carestía de la. | vida, que son cabalmente las <iue convierten log que, en otras, norma- | les, pudiciran ser justos jornales, en m'lserabilísimos salario^ que n o i dají para vivir... sim,u''tanear estOg salariog de miseria con aquellas es— | pléndidas ganancias es cometter una de las mág flagrantes injusticias. | qucí puedan cometerse a los ojos de los hombres y a los sevetrisimos es ® inexorables de Dios Nuestros Señor.

Segunda excusa que Suele aducirse í: , la crisis económica de la guena.

El segundo motivo que suele invocarse como explicación justi&ca-, tiva del bajo nivel a, que se tiene sometido el jcima"; del obrero es-. el de la espantosa guerra a cuyos efectos económicos no .pueden Sus­traerse, no ya las naoioncB beligerantes, sino ni siquiera las que; por­to misericordia de Dios, se ven fuera del radio de su vorágine eam-gtlenta. _ ' » .

Ea t&les eircmisitanclas—S€i dáce— log gobiernos no tienen más r e - ,

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anedio que OTdena,r ei tope de log jornales, so pena de provocar la ia-rflaa'ión y oon ella e!I alza del coste de la vida.

Bello ¡razonaimiento, en efecto, si los gobiernos al propio tiemapo <iue él tope o estabilización áe los jomiales consiguiesen eficazanen-±e la establiizaeión efectiva, de todos los precl«s y de todOs los sueldos.

Parque pretend:r que cuando log; predios de las sutosisteneiais suben basta el punto da que loa propio® Estados se ven obligados a elevar los ^sueldog de muchos de sus funcionarios y aun el dé clases enteras, se 311'antengah, sin embargo, rígidamentn inmóvlleB los jornales, es algo -cuya compatibilidad con la'. juEticia'diatributiva, y aun con la misma, Justicia conmutatiya, no creemos que-haya nadie que lo pueda demos­t ra r .

"No es posible—afirmaba no ha mucho uno dci los máximos y más -potentes Jefes de Eístado quc' hay hoy en el naundo—^no e.3 posible pe-4ii,r a los trabajadores que.aicripten ta estabiKación de los malarios, si los preciOa de todo lo que visten y todo lo que comen aumentan, rápi-mente,' como sería imposible; mantener fijos log precios de las cosas si la tasa de les salarios continuase en un ininterrumpido movimieinto ascensionaV.

Cottno tamipoeo, en frase de un sociólogo modcimo, la estabilización «de-la tasa de log salaries puede equivaler a ima cristalización do ^-^ remuneración de,! trabajo, durante todo el connoto béhco, porque hay -exigencias fundaméntalas de la vida que son también válidas en tiem­po de guerra, y una de ellas eg, la de que no es iiisto que el valor dei salario sea abiertamente inferior ar; costo de las suteistencias indispcjo-sables para, el manitenimicnto de l a vida.

¿Porqué hemos haiMad»?

Y henos ya al término de esta excesivamente larga Carta Pastoral* ¿Por qué la hemos escrito? Por el afán de ver realizado .en nosotros lo que para sí anhelaba el

^ a n Apóstol cuando exclamaba: "que "jos hombres nos eonsidcjren co-' ano ministros de Cristo".

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. ' Mmistrcte de Cristo^ es decir, ihomb2«es que haHesi csomo Cristo, quí aetúen como,Cristo, que ostenten cm sus personas las característlcaí de Críato que ya siglos antes de su aparición sobre la tierra quiso sei aíiunciado al mundo taxativa y repetidamente cual el Mesías que:

"defenderá a log pobres del puciblo, -salvará a los hijos de los pobres, y atetirá,al opresor" "y librará aj pobre del poderoso, al pobre qu€Í no tiene quien le ayude, y ules redimirá de injusticias y atircpellos".

Pues que los hombr^ nos consideren como ministrog de ese Cristel defensor y amparador de !os pobres oprimidos, vejados y deBampa-| radoB, a fin de que vuelvan a ía Iglesia "esa,s inmensas multitudes d&i oljreros quo, exacerbados por no haber sido comprendidos o tratados| con la dignidad a que tenían derecho, Ee han alejado ds Dios", y queS vuelvan convencidos por nuestras palabras y nuestro ejemipfb de queS "la Iglesia es una tierna Madre para todos aquellos que trabajan y su-l

* - i treta, y que jamás ha faltado ná faltará a su isagrado deber miastemol de defender a sus hijos". Por eiso hemos hablado. • , • I

Pero aunque nuestras palabras fuesen comp'eta<m£nte ineficaces;;5 aunque nuestros esfuerzos fuesen absolutamente baldíos; más a ú n ; | aunque nos acarreasen sinsabores^ odios y persecuciones sin cuento,|_ hablaríamos y contínuaríamos hablando todavía. |

Porque son de justicia tos problemas planfeíados; es justicia l o | que pedimos para resolverlos, y "usque ad mortem certa pro justitía""'* •"por la justicia, lucha hastia la muerte", nos dice nuestro Wos y fíeñor én su l ibro del Eclesiástico. .

Por eso hemos hablado. Y lo hemos hecho afrontando a la luz do la. doctrina, de los Papas, dos de lOs iñág graves y urgentes prabledíias que.se hallen plantciados, y aun no resueltos, en el «arapo social.

Y es quo como decía el Paspa Pío XI, "para dar a la acción social. xmia encada naayor, es muy necesario acometer Í 1 eistudio de los 'pro-btemas sociales a- la luz de ^a doctrina de la Iglesia y difundir sus en -

•señanza,s bajo le .dirección de la Aútciridad de Dfios constituida en-la.. Iglesia misma. Si eü níodo de proceder de algunos Católicos ha-dejada»

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que desear 6n el campo eioonómlicG-social, ello se debe con. frecueóeia a que no ban ccaiocido sufiídeatemienite ni meditado ]as enseiñanzas de los, Smncra PiontíficeB en la, materia. Por esto % Bumamcmlte neoesario que en todas las clases de la sociedad se promueva una más intensa, for macióii, BocM correspondienite al diverso gratíoi de cultuiiai intelectual, y se porocure cota todaí solicitad e indnjüsitiiía la más ampUa ¡^nsSója dei b s ensefianülas de la Iglesia aun entre la clase «biiera. Etoníneinse las menteg con lía Begtixa; luz de la dtototrina, católi'ca, (muévansa las voluin-tadea lai seguirla; y faplcarlia como noirima de una -víéa, recta, ¡poír el cimipMmlento ooncienzudo de lOg múltii(pl€(s deberá sodates. Y así se evitalá. esa incoheireincia y díscoatlnuidad cin la viéa, cristiana, de üla que varias veceg Nos hcanos lamenitíaJdo ,y que hace que aOígunos, mientras son apareintemiente fieleg aj cumpMmieintb de sus deberes religiosos, luego en el campo del trabajo^ o en •!& industria, oi de te, profesión, o en el comerdo, o en el' empleo, por un deplorable diesdoblami€into de conciencia, llevan una vida demasiado disconforme oon Has claras nor­mas de la justicia, y de la caridad orisiSanas, dando así grave escánda­lo a los dléfoües y ofreciendo a los míalos fácil pretexto ipara deaacre-ditar a la Iglesia misma,"

Por eso iiemos hablado.

Nolumus offemdere divStes

"Nolumus vero offendere divltes^ qui volumuB, si fieii potest, siainare omnes. No queremos sin embargo, ofender a los rJoos, ya que desea­mos, si puede hacersa^ sanar a todos" añadiremos looia él gran obispo San Ambrosio.

Si l€B exigimos esfuerzos y cargas, que estén convencidos de que isou cargas "sin las que ni Ja socáiediald humana puede salvarse ni ellos mismos pueden haUar salvación".

Y que ao se dejen engañar y adormecer por la, calma exterior. Porqu€i, como dice Nuestro Siaiatílsimo Padre ei Papa, a pesar de que

se observa hoy caima, al menic^ aparente en el ejércibo inmenso de los obreros, de Ids asalariados, de Doi dependientes^ en ese vasto y siempre creciente miundo del Üralbajo, en donde un día, surgieron mo-vimientog y violentos oonflicitots, njb pior eso hemos de suponer resueltos fodiOB los eñom eB ¡problemas en él existentes.

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M contrario: "si se eoHsidera el pariente, con sus necesidades bé-Sifeas, oomo un daífeo de li€ieho, esta tranqeilMad se podrá llammir exigmi-cia íieceearía y fund&aia; ^ o si se mira. ^ süiiaGÍÓH aatual desde- el pimbo de viste de la justicia, d4 ua legítám» ly rc<gulado moviiBáeiito otoper , la teaaquaidajd ao es Hiás qa© aparéate hasta que n» se- efeteo-^ tal ña.

Movida ^empre por motivos religiosos, la Iglesia condeaió l©s va­rios sisbesnas d%l soeialisaKunarxista, y- k« condena también hoy, pies es d^earr sayo y díreebo peraiaaíenée \á pres^var a los htsaaferes de camenites e InflaietteiaB que poce» a ri^g®-ga salvación etfíaia. Pero la IgleMa no- p-nédt! jgxtoimr o dejar de ver que el .oforero, en su ^fuarzo por mejorar su eooíSciátt, tff«4pie?¡a con ua eierU) mecanismo que, le­jos de estar confotrms con la natnrateza, pt^oa con éí oiráen estable­cido por Dios y cOn fei fin qxtB ES ha señaladlo a log *áen^ teiírenoa Por-falso®, eondem ja*» y peMgrosoa que iltólyan sido|y sean los «anat-nos que se han seguida, ¿qiaén sofere todo sieedo sacerrdfií)© o cris­tiano, podíríla pesmaneefep sordo al guio- que se eleva de 3ÍQ profundo, y que en el anundb de un Daos justo, invoca jusiáoa y es^jírítu de fra­ternidad? Sería «n sí'lencio culpaM<í e injustíficable ante DÍOB y con­trario aj sentimiento iluminado del apástok," F Or esa hepios habiado.

Los problemas sociales y las reyoluCltoiies GravisSiuas advertencias de los I^pas.

Sni embargo, no todos Ijog llamiad!0|s a colaibonar con ia Iglfeísáa en es*ai magna empresa, ise prestaax siempre f ádlmenta a' ella. Y no por maüa vduntaíd, en algunos ca,so6, sino por el temor de qua eamípajñas de este tipo puedan tener en las masas repercusiones densaigógicas o aíevolucionarias.

Cuando oaibalmente la verdad m la contraíia, a saber, que él dejar inErtendidos © irresueltos los proíbliemaB; sedales es !b que pMecisa, e toídefeetiMemente suele aciarrear las revoludoDieis demaigógioas, de-rrumlbadoiras die Ws instltuoioíies cistatalles, ^xioaémcaB y sociaies,.

I4a!s aármacáoines d© los I%tp% en esite puntp no pueden ser más «con-íaadentes.

*»#

Ya Lcl&n XOI m 1 "Síervm NovUiniift" ft^t^rttla. p e ^ la pHo^e*

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-ét-

éaá privada «oatufániáa «M rfepartíáa y nó se -distribuyen más confonané a eíJuMod. tos ¡bienes, entcmces frente "a una <áase .podetiosíeima, por-qiía es rákUiídlma, que icoimio; tíenei en isu mamo ella, soSa todas lafe em­presas prodaicibcBía y tctdo el comemo, ataiae a BÍ paina Su .papoiáa utili­dad y provcíclio todos los maaiantiafl^ de riqueza y tiene no esoaSo po-der aun en. la rnüsma'administración de las cosas públicas"^ frente a esa dase hay y haitará otra que <js "la muchedumbre pobre y débil, cOn. 'el ánimo llagado y pcpoimfeo siempre a amortinairse".

* * »

"lAy del que o'tvide—exclamaba por su parto Nuestro 'Santísimo Padre, el Papa actual, en su úi€imo discurso de Pentecostés—ay del qua olvide quie una verdadera sociedad n£«áo(nai-iocSiiye la justicia so-<*ial y exilia una, equitativo; y conveniente pairjtócipación de todos e» los Meía% del ipaisi Porque de lOftiso modo ,ya veis que llal nación a^baría por ser misa, ficción sraitámenfcaS, un pretexto desvaaiadío, encubridor de ^íupoe particulares fiaira sustraerse á los saerifieios indispensableB sd se quieire cons6,guir et equilibrio {y Ja tranquaHdlaid púMica. Y enton-ceg 3dve!rtiiía% cómo al failbaír al concepto de sociedad nacional kt n.o- ' We^ que Dios le ha otorgado, lag rivalidades y luidhasi initestamas se ' convertlríaai en una temátóe amenaza para todos".

Y íwtine xmú y otao P<»iltífice, tí P a ^ Pío 30t wpetia los másmios avisos de maasma, paíofétlca, ccammmMmB., insistente.

" ^ oon vígtfry fflm dilaiGiioaies niOTse'en^«nide-tí llevar a la-pifádtiea (el <qaM tes riqueza® acumuaiadiaa f©a manos de log ricos, «e distribuyan con bastamite profusión entre los obreros), es inútil pensar que ípue-diain defenderse, eficasnente el orden público, la paz y la tranquilidad de la soiciedad humana cíonitra los promovedoires de la revolución", decía en la "Quadragesimo Anno".

""El' aatógno tfiatffldíQa' ttyftca, (ha dfe istMo Ae engallan lal la hmnani-dad con fafeuceSíPaJálbriis. Por cea 'ea el cumo de los agios s© ham ido eiltíxidiendo anas a «íbras la& ©ffiívulsiones bassta Hegar á lia; revoiucióa íde TkueatKis dias, deeencad^iíaiáa ya, o ameaaaanifce piede decirse en

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•- — • ' • • . ' - — g § — . ' • • • .

todas ¡parteis, y que supeira én ajnjpliifcuid! y víoJieiida a ciiaiiito se Itegó á (exüperÉmenitair «em las .precedienitieg ipersecHciaiies oooitea la Ig l e^ . Ptoei-blc^ enfccpofe están en peligro de caer de ffuevo &. una barbarie peor que ac|,u€lla en que aún yacía la mayor parbe del mundlo ai aparecer el Redentor", escribía éu la "Divial Redem.pitoris"i

« * *

"iNo bE itando IKJS subsidios poivadois, toda a, la. autoridad pública suplir los medios de que oareóea flos.paritLculares eñ negocio de tanta importeauáa paasa eO: biciu públiQo como ^ el que üaB familias y log cjón-jmgea se eaicuentrea en la, ooniiÉcíó'ii que coovieiiie ¿ il¡a matuíaléza' liu-¡tnana". •

"Porquei— y oomo escaifoía ei mismo Sumo Pontífice en Sa "CJasti Gonnubii"—M las feanilas, sobre todo numerosas, carecen de dlomi-cjMo convenieníte; si el -rarÓB. no puede procurarse trabajo y aümein-toS; si Ictó aatócuiliOfe de primeía neoegidad no pueden comprarse ^xio a precios esagesrados; si te madre, oon gran deitrímento dé'la "vidia' do­méstica, se ve preitísaiiM a gamiarse el Hustentd eon su piriopjio tirabajo;

, Si a éstas les faltan, en los ordáaiia¡rÍQ¡9 y aun extrax>rd5narioB trabajos d© ük mateimidad, Hoisi aJimenilioB y medicdnag convenientes, «!' médico expeirto, etc.', todos entendemos cuánto se deprimían iog ánimos de los cónpxgeB, qué difídl se les Ihaga. la convivencia doméstica y elt cumpli­miento de los mandamientos det Dios; y'tem.bién a qué gTa,ve riesgo se ©íqpoingan la tnanquJMdiad públitaa y Sja salud y la vida de la misma so­ciedad civil, si llqgan esto^ hombres a tal grado die desesperación que, no teniendo qa,da que perder, crean que podrán recobráafljo todo con una violenta' perturbación social", advertía conminatoriamente ea la ."Caisti Ctonnubü". • • ' •

¡, ,. ! ; ; ' ! : Elocuentísimos pkemios i • •' •"•: : ; • :' . I' ; • , ; ^ • •' ••'",'; ,"" [ , dd Sr. Obíspo deASaicIrM.

En pámaEos elocuentísimos, com,o.sitiyos, SB bada' feco de estas en­señanzas ponitiLaciía Nuestro Venerado y amadísimo Herm'ano y aaiti-guo Prelado, el texcmo. iSir. Obispo de Madrídl-AJcalá, D. LeiópoMp ÍEJijo y Garay, cuando en "ia última SemiaaDa social Española exolamialba: "Mudio se cWna por ©1 orden, siocial'y todo es poco; porque é¡: orden la pa;5, lal tnanquildad, ia 'armonía- de los qiue con-y ven es el úmiioo

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f-- r - i r - - - - n ' , , - - n i . ir T .- ' „ „ • , i i r i - •- n n i " M I . . I - I ', ..fri^'-fim

anQilJteiteí en que piuede prosiyerar la sodedad y lOgtñíc el bien de BHS miembros. Por eso todo cuanto se clame contra el dceotráen socM és poco. Y desiOiPdea sOclal; tó el aitraco: desorden social la ¡huelga injusta revolutíionaaia; desorden social es el dominio de los pisbofteros esí ¡píe-

• na caUe. JuHfco es damar comitra todo eso, exigár que ge loa panicie Men la socieda,d ipialra evitar esios dtesárdenes; ¡pero no hay qu© mirar ©I orden social icon, un criterio restringido |y !pa¡rciál, ni, mucho menos, egoísta. DecPüme: ¿no es tamtáén desiordan social, 'gonaYfadmo desorden y desoriganización siocial, el que haya tantas y tan­tas famlMas sumidad en la loás negra miseria? ¿No es grave de­sorden y desorganizaidón socáal' el que haya mujereB, andanOB, y iriiños sin hogar, dtomíeindo en los solkrea, cuiando se lo consienten? ¿Nio es •gravísima desorigaíilzíatoián social lel que en el, seno de una stí'd.edad cristiana e hidaliga (¡quien lo duda!) como es la nuestra, haya peirso-nas que desfallezcan de inedia.y hiasta, se mu©r^ d© Mo y da ham­bre? i Aii! OrdiKi sodal, si, pero íntegro y íttnpezaindo poír el fundamen. to, no pea* lo que, o eg esporádico, o mera consecuencia dfei mág ginaves desórdenes.

SI es.06 menesterosos son holgazanes hamipescois, desorganizada es­tá la| sociedad que les permitei icampar libremente por sug vías; pero si son obreros parados, desorganiziada está la sociedaíd que no los atiende y remedia. ¡Orden sodLal! CJamemjos por él; pero íntegro; represión para el rebelde que lo perturba: pem tamlbién reimedio para todos esog pobres, paiTa todlos esos memesterosios que no sacan tal vez provecho ai jguno d© vivir en sociedad: que acaso nci saJben que' hay quien vela' por él ardan social vnás que toando los enideriran en un calabozo", '

tinas palaferas de vMetttO de D, Seveaibio AiaiHir.

y que no saiga nadie con é. oonsalbddo tópico de que "aquí los bol-chfevCkjue Son pocos y no ofrecen peligro", porque ese tlápico quedó literalmente tróiturado por las íflarividentes y previsoras palaibrag que él por tantos títuXog eminente sociólogo T>. Severino Aznajr profería en la másma Semana Socáal,

"Sí; así piensan muchos—decía'—Ix® bo'káieviqueB. son pocos; pero ¿es seguro que son pocos? ¿Emn rdaitivamenta muiq.h<® más en Rusia.

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•ia "vi%>gm ¡ók m tt€Vol4iéi&? "E^^ ^msiá^ óuqü-esafe tusas qi» áfesra ^ n cost i im^s, y e*c» "pn^dpes qtte gajoan su vidia condueiOTao tm " t e ^ " , o de portseiioe en <ttíi IioM, ¿aM> tcíi<ii4an tma ¡parecida, ©óófianza

M Papa m> Imee poütíca^ y pitra ^ demstre que en -esta lii<áclica deíaiaclial, iio rfecomlendia jpaitáíacrs jx^íitáoos, BÍAO ire&aína^s sOdales. Aqtiéllog ^ a éstas áiapfaai BStétlé©. Qa© triímfén magBíñcqg y potcortes ftartídñs jpolStiic®^ 1(% ife atíeetra p(re<fflee«l6a, 4os ¡más l i í i í ^ y necesa-íiító; p t ro si 33931 in^smáksaiea sil (programa. •boSa. «sa st feiíMSsa social qiie tel Pajía jíSíieí ^ fió ifeoearaai que se ii&®ain lag refaranÉ^ sociales qiue iiqooailení^ qtie ^<m pátHájáos «jae <sa^eñ^ satüíieQ los eapMtus y que las ñoaimñs que piesérfbe se ajpliquen., q«e teo«e hagan flus&coiíB; no isérsasP8C& ípsem ^e haya wrden y ¡paa y la revoliadón setó íaibai. E«vo-MKaóa, "ííó | )oMsa, Binto sodai, ^ iá. qae no heíaios conodáa más -que vagüB {írelaálñs y ayaa.'zad&s tíi^iíoisas, ibastoatea, sin cváyargo, .por díggiíaidá, psm llevar el desconcierto y e í e^)a3tO a mtiehas clases so»-*M£t8-." • •• 1 1

. . • • • .4' 'a; . i - i: i • « « « , ' ,

\. •' i ' ', - ^ í '. Ésto lo decaa d Sr/Azinar enOctliibre d© 1933. ^ ' ' ¿Cuántos pudierooi creer que 'aqueüo Iba, a tener tan pronto y ho­

rrendo cumiplimienitió? Y no es' lo más triste el que esa pagina de 'vidente adquiriera l a

sangrienta realización que con horror -hemos todos contemplado, sino el que esa misma página> pueda volver a realizarse, con id.ÉnticO|s ca­racteres ©1 día iMenos pensado.

Porque oonvenzámonos de una vez; miaatragf no se leS de^olu<ión a proHemas de tan honda justícia y desgarradora realidad "coao eñ. a^él pfel-o 'Éferfeíi&, % teVOlüéión, represadla de momento por la fuerza, so €e^borda,fá^«iés aSroUadora que nunca de nuevo, y serán mferos qui­méricos ensueñoB todos los intentos y jactancias de ¡paz,

' " f Kaevfts frastes del Papa

'Udómo vamos 4 tener pa^^-os diremos en í-rasieg tejstuaJes de nuestro Jerarca Siiipreíno—si a tantos hotmlbrcs, A nmchos cientos d© miüarra, les faltk' irstajo tíel qtíe no sólo puedím vivir honestaniiente como partíiCiulaireS, «¡no desaínoülai:' sus -múltiples faerziajS y ejer<dí¡ar ila®

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-tL-

aptiiudes con que la naturaleza, el estudio y el arte humano 'IcS hsa dotado del modio necesario y decoroso al homibr© libre?

¿ y quién no ve que de estas circunstancias de la vida, surgen ín-contabiies multitudis, a quienes el miserable estado maiteñal y la ab-yección eapiñtuai—que t aa agriauoeafce contrastan con la® delicias de quienes viven en el despilfarro y no se cuidan de ayudar a los indigati-tes—^les convierten en fád'l presa para los que insinúan |y alientan doc­trinas corruptoras, engañando las inteligencias con un mentido tinte de verdad?"

"Por eso la Tg'íesia—como decía eñ otra ocasl'Ón el mismo Papa— la Iglesia, cuya mano materna tantea con.ansioso desvelo el pulso fe­bril de te. •humaiiMad de nuestros días; la Iglesia, cuya pupila perspi­caz descubro necesidades, dolores y aspiraciones que a otros ¿e les ocultan; la Iglesia, cuyo oMo ausculta en la» confldi^icias de los cora­zones esos abismos de amargura en que están .sumida^, las almas de los que se creen víctimas de conscieintes o Inconscientes injusticias; í<a Iglesia—diecimos—^ve coa palmasria daiCdad y secunda con celo in­cansable el imperioso deber de aquellai "redemptio proletarioafum" que se inició ya en la cueva de Belén, y dte la cual nuestro gran Predece­sor habló con tan i'Jumlnada ¡y: apostóf ca sabiduría,"

El sapi'^ni» Ittterés: la salv^udóat de Tm aíma»

Y sin eni¡b0irg!o, no ^ el miedo a 1% Havolución demoledora lo que predsamenfca impele a la iglesia Si afrontar teti gallardamente los más aarduos problemias sodalies y a proponer y propijgn^ y reclamar Su justa soltKión.

"La I g l e ^ de Cristo Kjomo decía Pío XI—^nada tBmíe por sí, pucB está ©dificadia sobre la piedra inconmovible; y táen saíbe que las pueirtas del infierno no parevaleicseráii contim ella; tiene además, en su mano la prueba quct la experienciíai de tantos sigilos propoirdiona: de las itempesitadeg más víofemtas iha salido sáeamprfe más fuerte y corona­da de nuevos triunfos. Peno su matoimo coirazón no puede míenos «de oomnoverse anteólos males sin cuento, que cetas tempestiades aca-lireiarían a málesi de homibres, y sobre todo aMe Jos gravísimos daños espirituales que de aM refiátaríaa |y Uevaríjan. a laf ruSaa ta«tas a t aa s redimidas por Ija ^ipigre de Cristo." ~ ¡,

P c B ^ "^fOod em. laiieaanenite^ se feapr^^iniato con las peptívaM.-

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dones, ealaimidlacljefi y ruinas teinpoara3ieis. Y ¿qué eg todo esito, mirán­dolo con ojos cristóatios ooono es razón, comparado ocm la, ruina «fe las almas? Sin emibairigo, se puede dttír sin temeridad que lag condicloneg de la vida social y eoonámica san taüfes, que una gra¡a parte de los hom-•bres encuentra las mayoores dlficul!tad<!(S para aitender a iQ único nfece-Bario, a, la salvación eteraa".

¿t»o habéfs oído? "£»§ comidiciones de la vida smáal y eoonónikia son tales que on» gran parte de k*s, hombi*W entíüeaitra Sas mayores di­ficultades para atender a lo único meoesario', a la salvacióín eteiiiia".

¿'Compirenderéis aihiora que 3o(g ÜKjmbres soibre quienes pesa ía tre­menda resipansaibiltíad dio las almas trabajemos con toda la nuesa-ra en realzar los desaoe de ía, Santa Iglesia que, ccano Ib ha dicho por foo-' ca de siue Papas, "para los oibreros expresameate quiere y coia todas sus fuerza» procura que salgan d© su nxiséirrimo estado y que sd-ioancen suerte n>ejor" ?

"Pastores y EKafeínsoaies detaninnumeraibles ovejas heonos sido cons-tituídos por el Piíncipe de los Paistoares, qu« las iredáimió oom Su Saa-gre, y no podemos cOntemiplar sin lágrimas en los ojos tan inmetti^ dfisgra&ia; más aún, 'eonsicáeottes éá ofido ipastbiriai e ímpulsaidos por la soücitud paterna meditamos continuamente cómo podremos ajiíi-darlas, rfecunítendo también al incamsaWe empeño de quienes por justi- ' da o por caridad se interesan ,por ellas". Son .palabras pontifiídas.

¿Qué menos podemos ihacer asfimjsmo cuantos, por razón de num-tro cargo, tenemos el gravílstoo. deber de velar sobre las almas, como quienes heniiOs de dar cuenta dse eUas, un día, anlt'e el tribunal de Dios?

¿Será mucho pediros, amadnei HlBjos mios, que, lejos dfe opootier re­sistencias o paj^'^idad^, coopetréís á nluestros lafanes que son los de los Papas, y correspondáis a nuestros llamamientos, cuantos os pre-ciál' dtíl igjorioso título dé hijos de Dios, Padre de todo», y nmembros de la Iglesia Santa de Jesucristo?

Escuchad la voz de vuestra condencia y respondedme con la ma­no sobre el corazón. : . .

+ AmmflO, Obispo de Canarias.

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I lUPBBNTA DEL OBISPADO.