Los primeros y los ultimos, Memorias del General Adolf Galland.

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Memorias de Adolf Galland, General y Piloto de Caza de La Luftwaffe, que acumulo 104 derribos durante la 2ªG.M. Edición española de 1955.

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    GENERAL ADOLF GALLAND

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    MEMORIAS /

    "LOS PRIMEROS Y LOS UL TIMOS" PRLOGO A LA EDI CIN ES PA OLA

    DEL GENERAL FRANCISCO FERNNDEZ-LONGORIA

    Jefe del Estado Mayor del Aire

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    EDITORIAL A lJ R - BAflCELONA'

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    PROPIEDAD LITERARIA RESERVADA

    T TULO DE LA. OBRA ORIGINAL

    .DIE EflSTEN UND DIE LETZTEN

    ..Traducido ID la fueru Area Ar(!:cotinl, bajo la lupeni.ilI del IUlor coa quien col,hor el capitn O, Dlniel Pedro Aubone.

    NilllpJD capitulo do ule libro podr' .er r.prodll r: ido. en ninguna rorml , .in permi l o por etilo dll edilOr

    PRIMERA EDICiN

    C OPt' Rl C l/l , 19 55 PR1NTED IN SP.41N

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    PROLOGO

    pon EL GENERAL FERNANDEZ-LONGORIA, JEFE ()':L ESTADO lIIAYOR DEL AIRE

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    La Guerra ~lundial lJ. ha producido una abundante literatura, en forma de memorias, relatos de campaas e historias particulares y generales, que permiten estudiarla en sus ms diversos aspectos, algunas de cuyas obras ms destacadas han sido ya publicadas en Espaa. Ahora la aparicin de las Memorias del Ceneral Calland, brinda al lector espal'ol el conocimiento de una de las facetas ms interesantes ~T de mayor valor histrico de la pasada conHagracin mundial: la guerl'a area vista desde el lado alemn, y ms particu-larmente la accin de las fuerzas de caza alemanas y el desarrollo dI::: la lucha en el aire, tal como fu observado desde los puestos di-rectivos de la defensa area de Alemania.

    A quienes siguieron la marcha de la guerra a travs de los par-te~ de operaciones y de los )-elatos de prensa, la personalidad del autor les es sobradamente conocida, pues su nombre figur repeti-das veces en los comunicados del Mando Supremo alemn. Para quienes no tienen ese conocimiento del General Calland, diremos que se trata de un excepcional piloto de caza, que inici su larga serie de victorias areas luchando hrillantemente como voluntario de la magnfica Legin Cndor en nuestra Guerra de Liberacin contra el comunismo, y que en la Guerra Mundial figur, junto a hombres como Moelders, Marseille, Oesau y Nowodny, entre los ases de la caza alemana que deri"ibaron en combate ms de cien aviones enemigos. A los treinta aos de edad, tras haber ganado las m:s preciadas condecoraciones al valor, fu ascendido a General de 1a Luftwaffe )' nombrado Inspector General de la Aviacin de Caza, desde cuyo puesto dirigi la actuacin de la caza alemana durante ms de tres aos, hasta que a principios de 1945 fu relevado a cau-sa de su disconformidad con las ideas del Alto Mando. Entonces volvi, con ('1 grado ele Teniente Genera1, a lmhar en el aire. pilo-

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    4 GENERAL AllOLF CALLANIl

    tando uno de 10.\ primeros aviones a reaccin , hasta 'luc fu herido por ltima vez en combat .. areo, das antes el" terminar la guerra

    A lo largo del libro el lcctor scguiri, cou crc('icute inters la j fulminante cari'em del Genera l Calland , con

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    6 i negado a su trmino. Pero es ya indudable que el empleo de las ;~ GENERAL AOOLF GALLAND armas de destruccin en masa ha de hacer cambiar el carcter de j ~ la guerra y las ideas ltimamente vigentes sobre su conducci6n, " en medida aun mayor que la aparicin del poder areo hizo cambiar el carcter y las doctrinas de la antigua guerra de superficie.

    Se ha consumado la transformacin, que estaba en marcha, de la guerra de ejrcitos en guerra total. La accin de las armas atmi-cas, especialmente las termonucleares, sobi'e un nmero relativa-mente reducido de objetivos bien seleccionados en el interior de cualquier pas, debe inevitablemente llegar a producir efectos ani-quiladores en su capacidad l;>lica, a causa de la desarticulacin del mecanismo director del Estado y la destruccin de sus principales llcleos vitales y econmicos, y es forzoso admitir la posibilidad de que la guerra quede virtualmente decidida, incluso en das o se-manas. exclusivamente por esos medios.

    Por consiguiente , la cuestin absolutamente primordial que hoy plantea la guerra es la de llevar a cabo ataques atmicos y termt)-nucleares sobre los centros vitales del pas enemigo e impedir que ste J1egue a realizados sobre el pas propio. T,)clos los dems pro-blemas pasan a sel' de orden secundado.

    En tanto el avin sea el medjo ms adecuado, sino el exclusivo, para poner en ejecucin la nueva estrategia atmica, la ofensiva area ha de ser considerada como la accin ahsolutamente prin-cipal de la guerra. La defensa atea indirecta y directa, nica for-ma de accin frente a ]a ofensiva nuclear enemiga, le sigue inme-diatamente en importancia.

    En el estado actual de ]a cuestin. la ofensiva tiene grandes ven-tajas Puede decirse sin ninguna exageracin que la defensa contra la moderna aviacin de bombardeo atmico es el problema ms rduo y vital que jams se ha planteado a los Mandos militares responsables de la preparacin de la gueri'a. No se trata ya, comr> en la pasada contienda mundial, de rechazar los ataques de gran-des masas de bombarderos, sino de impedir que un pequeo n' mero de aviones que vuelan a mil kilmetros hora, por encima o al lmite del alcance de In artillera antiarea, logren llegar a sus oh-jetivos y lanzar ulIa bomba cuyo poder destl'llctor es uccenas de .

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    I PROLOGO

    mayor que el acumulado en los ms devastadores ataques de sobre Alemania. En rigor, para conseguir tal cosa, todo

    "''''''n enemigo que aparezca en el horizonte debera ser intercepta-. Como en el estado actual de los armamentos sto es imposible,

    resulta que la nica defensa realmente eficaz est en la di!\uasi6n. La mejor defensa area es una poderosa aviacin de bombardeo

    , atmico. Pero ni aun la posesin de esta fuerza ofensiva de represalias

    releva de la necesidad de disponer de una defensa area anloga a la de la pasada guerra, a base de aviacin de caza, para el caso de que la disuasin no surta sus efectos. Por el contrario, esta de-

    . fensa tiene que ser hoy mlS completa y numerosa que antes y ha ! .de estar perfectamente organizada y lista para entrar instantnea-o

    mente en accin y funcionar con absoluta exactitud, desde el mo-mento mismo de la iniciacin del ataque enemigo.

    Se ha especulado mucho sobre si las armas atmicas sern o no empleadas. Cabe imaginat que no lleguen a serlo en una guerra en-tre las grandes potencias mundiales o que tengan una utilizacin limitada, con fines exclusivamente tcticos. Pero esta hiptesis es de todo Junto improbable, pues jams se dej de usar sin restric-cin un arma realmente decisiva. Hay que hacerse a la idea de que si hay Guerra Mundial III las armas de destruccin en masa sern empleadas sin limitacin con fines estratgicos.

    Debe esperarse una primera fase. que girar en torno del ata-que areo atmico y la defensa area, ]a cual virtualmente decidir la guerra. Durante esa fase, se luchar enconadamente en el aire, poniendo a contribucin todos los posibles recursos tcticos y tc-nicos. Y ser preciso acudir a la experiencia de la Guerra Mun-dial II para deducir doctrinas y procedimientos de combate, y evi-tar errores, que en la guerra nuclear sern irreparables.

    En este aspecto, las 'Memorias del General Galland ofrecen mul-titud de enseanzas y sugerencias, de indudable valor y actualidad.

    Madrid, 1955.

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    CAPTULO PRIMERO . f. .. ~ . ! QUIERO SERAl'lADOR.. . ;,~

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    Cuando por primera vez pude pilotar un aeroplano - un apara- -. 0:)/ to sin motor - contaba diecisiete aos de edad. Un largo camino, '" ~o y quiz el mlls significativo que me ha tocado vivir, precedi a aquel " ;,, instante. No hay actividad en que sea ms cierto el viejo adagio de . r~ lJue los dioses ponen al trajn como condicin del xito, que en el ,~, vuelo sin motor. Los fracasos, inevitables en su ejercicio, cuestan ;:,: torrentes de sudor, pues si despus de pacientes trabajos de taller :~; que pueden significar meses o aos, le llega al novicio el tumo de ;~: empuar la palanca de mando en el producto de su labor y desvelos, " . ~ en el mejor de los casos slo vuela contados segundos En el peor .. ' ,. destroza el aparato, y son precisas semanas o meses de reparaciones

    . ~ que, a veces, se ven aliviadas por el wncurso de ayudantes diligen-tes y desinteresados. '~'

    Esto ocurri a los diez aos del final de la primera Guerra Mun- ,': ;/ dial. En Versalles ~e prohibi a Alemania el vuelo a motor, medida :'$ que no acert jams a comprender. Es verdad que el avin se haba e'). convertido en arma de guerra y por ello se consider medida pru- '1{ dente prohibir su empleo a los vencidos. Despus de la segunda Gue-- ,'~ na Mundial se procedi con mavor criterio, ya que tambin se pro' :.'( hibi la aviacin sin motor. Pero, el vehculo motorizado terrestre )l'. no se ha perfeccionado tamhin como poderosa arma guerrera en las .A divisiones motorizadas? Y la infantera? No estn de acuerdo to- .~~; dos los expertos militares del mundo en pechado de las disposiciones de Versalles .

    Pmhibicin insensata, y peligrosa, he calificado aquella prohibi-cin, no slo de insensata, sino de peligrosa. Esto ltimo porque el joven vuelo a vela alemn se desarroll en una atmsfera de inhibi-ciones nacionales. El pensamiento contra viento y marea. influa en cuanto emprendan los aficionados el vuelo sin motor. Se consi-deraba la prohihicin como arbitrariedad contra lo que era deber nacional rebelarse . Quien rompiera aquellas cadenas contara de alltemand con el respaldo incondicional de la juventud alemana.

    Faltaba mucho an en ese entonces para tal liberacin. A co-mienzos de 1928, aparecieron los primeros volovelistas en las inme-diaciones de mi ciudad natal, Westerholt, en Westfalia, Mi padre era administrador del Condado de Westerholt, cargo este heredita-rio por ms de 200 aos, ya que en 1742 se instal all el primer Galland 'luc lleg a Alemilnia en calidad dc hugonote. Fue en la cs-

  • MEMORIAS 11 '

    " cuela pblica de Westerholt donde viv m'is primeros aos de esco-lar. para pasar luego, con la ayuda de Dios y de los vecinos ~e banco, a cursar la enseanza secundaria. Mi inters se concentraba en la fsica, la tcnica, y las ciencias naturales y el deporte. Desgra- .' ciadamente, mis profesores atribuan mucha mayor importancia al ' griego, al latn y a un cmulo de materias que no pude menos que , considerar como imposiciones insoportables y carentes de sentido.

    De las propiedade~ administradas por mi padre, formaba parte tambin Borkenberge, unos brezales rojipardos, suavemente ondula-dos, situados al este de la va frrea de Haltern a Mnster, en los confines septentrionales del Ruhr, de cuya monotona melanclica y pintoresca se levantan cadenas de colinas y alturas carentes de ve-getacin. mayor, por obra y gracia de un incendio de bosques.

    All, entre el vVaustberg, el Ranhen Hang y el Steinberg, haban instalado su primer campamento los volovelistas del club de planea-dores de Gelsenkirchen. Fue en ese campo donde pude, por primera vez, contemplar cmo se elevaba ligeramente, en apariencia sin peso propio, un planeador lanzado al aire por el personal de despe-gue. Esa fue la meta a la que consagr desde entonces todas mis

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    energlas. La participacin en los con(;ursos organizados por el club de Gel-

    senkirchen, conjuntamente con la Escuela Municipal de Artes y Ofi-cios, dependa para los aspirantes . de ]a autorizacin de sus padres y maestros. Se tema seguramente, y no sin cierta justificacin, que ir admisill afectara mi desempeo en las aulas, de por si nada sen-sacional. No obstante, triunf al convencer a mis progenitores y maestros.

    Finalmente, mi padre complement su consentimiento regalndo-me una motocicleta liviana, con la que poda recorrer dos veces por semana, ida y vuelta, los treinta kilmetros a Ge1senkirchen, para participar en los cursos tericos y prcticos. Todo aquello me" re-portaba grandes satisfacciones, pues ya de nio, con la tradicional caja de c( Meccanon, senta verdadera pasin por los hobbiesll ma-nuales. Entre los productos de mis esfuerzos se contaban ya entonces modelos de aviones con v sin moto)' , y ahora se me presentaba, por fin, la oportunidad dc adqllirir a fondo touas las lIociones y habili-

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    12 GENERAL ADOLF GALLAND

    dades prcticas de la artesana, los fundamentos de la aerodinmIca y de la meteorologa, as como todos los dems conocimientos indis-pensables para la prctica del volovelismo.

    No haba fin de semana que no lo pasramos en Borkenberge. Como es natural, los principiantes no podamos soar con volar en alguno de esos pjaros, construidos con infinitos (>sfllerzos y sacri-ficios. Se nos confiaba la tarea de devolver los planeadores a la cima de la ladera despus do

  • MEMORIAS

    ,. go como despedida por un arco. Empuo desesperadamente la pa:-:: ': . lanca de mando, pero antes de que pueda experimentar la glotiosa~ . v an desconocida sensacin de haberme librado a la gravitacin det : " \. -.

    la tierra, el planeador se dirige raudamente al suelo, como por me-' .... dio de un ascensor. Evidentemente haba "llamado demasiado. El velero se estremece por el violento impacto, pero afortunadamente no sufre desperfectos mayores. Todo el dao se reduce a unos ten- V"""

    :.t sores rotos. Y ya aparece el instructor para agradarme con un par .,. de palabras poco amables.

    La prxima tentativa tuvo un desenlace ms afortunado, lo que no bast para librarme de muchas arras reprimendas del instructor. Siempre sentir gratitud bacia ese hombre, apellidado Ismer y cono- . .'

  • MEMnrAS 15 ('iable que se me prometiera obsequiarme con un planeador que po-da elegir segn mis prefer~ncias en cualquier fbrica. Esto consti-tua el cumplimiento del sueo ms osado que hasta entonces haba abrigado.

    Me decid por el Grunau-Baby, que an hoyes construido y em-pleado en todas las partes del mundo. Mientras se hallaba en cons-truccin en Silesia, me dediqu con mis camaradas de Westerholt a la fabricacin de un remolque para el transporte de dicho planea-dor, segn diseos propios .

    . Terminamos el vehculo exactamente en el trmino previsto, tras haber invertido en l centenares de horas de trabajo y todo el di-nero que logramos economizar o conseguir. An hoy me maravilla el idealismo que entonces demostramos todos nosotros, y ante todo el de mis desinteresados ayudantes. Finalmente alcanzarnos la meta. El 15 de febrero arrib por ferrocarril el tan ansiado Grunau-Baby; mi Grunau-Baby. Ya el 12 de febrero haban finalizado en el Gimna-sio Hjndenbmg los eX3menes de bachillerato de los 24 candidatos . existentes. En el t:ertificado de promocin que el director me entreg solemnemente, figuraba, en el rengln ccrll'ofesin a desempear. la anotacin : uGalland quiere ser aviadol"ll.

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    LAS COSAS SE PONEN SERTAS

    Poco antes de que acabarse el bachillerato mi padre me llev a pasear, cosa que desde mucho tiempo atrs no haba hecho. De nio le haba acompaado muchas veces, y fue l quien me dej en he-rencia el amor a la naturaleza y la aficin a la caza y me instruy sobre ella. Bajo su vigilancia cac a los siete aos de edad mi prime-ra liebre, hecho lo cual me dio a fumar la primera pipa, con resul-tados deplorables para mis pantalones. "Slo as es posible educar a verdaderos cazadores JJ, acostumbraba a decir mi padre.

    Aquel paseo en comn tena un motivo especial. Si un padre invita a su hijo adolescente a acompaarlo en solitarias caminatas, su accin siempre tiene relacin con alguna cuestin de importancia. As sucedi aquel da. Bastante inesperadamente me plante la pre-gunta: ((Dime hijo, ya has meditado acerca de lo que va a ser de ti? Qu profesin piensas abrazar?)) Por mi parte, lo haba medi-tado. Dicho con mayor precisin: para m aquel asunto estaba deci-dido. No titllbet' un instante en darle mi respuesta: "Quiero ser aviadorll.

    No me haca ilusiones acerca de la reaccin de mi padre. Bien saba que l no senta ni remotamente tanto entusiasmo por la avia-cin como yo. Jams haba opuesto dificultades a mi aficin; por el contrario, me haba m"udado una \' otra vez. Pero mi pasin aero-

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    nutica en cierto modo haba estado bajo su direccin, encaminada por senderos razonables, para que no sufrieran demasiado otros me-nesteres que l consideraba ms importantes. Sobre todo saba yo que no tena simpata por la aviacin como medio de ganarse el pan. Las perspectiva:.; que en aquel tiempo se ofrecan en Alemania a un

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    18 CENERAL ADOLF CALLAND

    aviador profesional, eran en efedo iJll'initamente pequeas. Millares de aspinmtes formaban fila a la espera de alguno dI! los contados

    pucsto~ de piloto (]ue poda ofrecer la LlIfthansa. Por entonces volar era en mi pas un arte mal retribuido.

    Por otra parte, el antor de mis das vea en la profesin de avia-dor un cierto parentesco con el oficio de chfer de taxi o el de maquinista ferroviario, modos de ganarse la vida que consideraba perfectamente honorables, pero que no poda admitir como mxima ambicin de su hijo, As me lo dijo sin rodeos. Recalc que no de-senba ejercer ninguna presin sobre m, que poda elegir la profesin por la cual sintiera verdadera vocacin. Consideraba sin embargo un deber recordarme las exigencias de la vida prctica, a la cual de-hia incorporarme en breve. Si as lo deseaba, poda abrazar una ca-rrera acadmica. Por fortuna estaba en situacin de poder ofrecer a sus hijos una buena pl'eparacin en cualquiCl- profesin que eli-gieran .

    "Entonces permteme que sea aviador,., le ped. Y mi padre con-sinti: "Si lo has pensado detenidamente, hijo mo ... " Desde aquel instante, por encima del natural sent'imiento de cario y devocin que el hijo debe al padre, siento por el mo una inmensa gratitud, pues lo que yo me proponia en las condiciones ele aquella poca era en realidad bastante falto de sentido y poco prometedor. Pero l se-guramente conoca a su hijo lo suficiente para saber que su aficin no era un simple capricho pasajero, sino q11e con ella iba aparejada la conciencia de una firme voluntad.

    No transcurri mucho tiempo sin que tuviera oportunidad de de-mostrarlo. Cuando solicit mi ingreso en la escuela de aviacin de lneas areas Braunschweig, me encontr con ms de 4.000 rivales para slo 20 plazas a distribuir, En estas cifras se reflejaba no sola-mente el enorme entusiasmo de la juventud alemana de aquellos das por la aviacin, sino tamhin los efectos de la terrible desocu-pacin que en el ao 1922 lleg a su culminacin en Alemania. Seis millones de hombres sin trabajo gravitaban como una pesadilla sobre la economa nacional. IlIterminables filas de grises siluetas miserables se apretujaban nnte las oficinas muni

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    20 CENERAJ. ADOLF GALLANll

    pude mantelJer en el airr. breves instantes. Al da siguiente logr Ull vuelo de 17 minutos y otro de 22.

    Era aquella la mquina adecuada para superar el recOI'd local, 10 que significaba que deba mantenerme en el aire ms ele 47 minutos. Que lo lograra dependa del viento. Este primeramente se mostr ad-verso; pero luego, un sbado, el 27 de febrero de 1932, una fuerte corriente Nordeste nos sac entusiasmados fuera de nuestros camas-tros de paja, a pesar del tremendo frio que haca. Aun en medio de la obscuridad llevamos el planeador al Rauher Hang, altura que des-de haca tiempo habamos bautizado con el nombre de .Monte del Calvario . Densos torbellinos de nieve impedan toda visin. Tiri-tando de fro me sent frente a la palanca de mando. Luego, la visi-hilidad aument y di la voz de mando, siendo lanzado en medio oe aquella sopa. espesa, fra y lechosa. El semblante, las gafas y el planeador se cubrieron al instante de una capa ele hielo. Pero no importa mientras prosjga el viento. Desgraciadamente disminuy y el Grunau-Baby volvj a a.ccntnrsc con agudo chirrido sohre el bre-zal congelado.

    Mi equipo de despegue se aceren muy lentamente, y no es extra-o que semejante tiempo le quite el entusiasmo. Bajo constantes im-properios y para entrar en calor volvimos a remolcar el Grunau -Baby, bastante pesado, a la cima de la loma. A las llueve e) viento vuelve .1 acentuarse. Preparo todo para el despegue. Me hago sujetar con mayor cuidado que el habitual. Uno de los compaeros formula una amenaza: le i Si esta vez no permaneces arriba m{,s de una hora, te quedas sin sopa de guisantes al medioda 1 ..

    A las 9.25 horas el Baby salta hacia el espacio. La corriente " a~,cendente es angosta, pero el planeador se conduce debidamente v sube en constantes Cllrva~ cerradas. Ya estoy a cien metros por el~cima de la loma. Abajo lns compael'Os improvisan danzas de jbilo. Media hora despus, el viento contina soplando en forma ideal des-de el Nordeste.

    Viraje agudo - ms agudo an sobre el plano - vuelta hacia la corriente ascensional!

    Cuidado! El viento barre poderosamente la cumbre. Un fuerte ~ ,.

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    MEMORIAS 21

    remolino intenta atraer m'i pjaro hacia abajo. Pierde altura, es sacu-dido cruelmente v ... vuelve a ascender.

    Nuevo viraje.' Otra vez a cien kilmetros por hora hacia la pen-diente. Transcurren 40 minutos. El cronmetro contina Sil pacfico tictac. Desde el suelo me hacen seales. Ya s lo que se me qulere indicar: siete minutos ms v babr un record. 1 Es cosa de aguantar!'

    46. 47 v 48 minutos. i Hurra, el viejo record de Borkenberge ya no existe I Parto en dos una tableta de chocolate v arrojo una mitad a los compaileros , qlle en su alegra improvisan un espectculo de locos.

    El viento se torna arrachado. Hay mucho quehacer. Ya ha trans-currido una hora: tengo asegurada mi racin de sopa de guisantes. All ahajo agitan shanas v frazadas.

    Completo dos horas. He hecho 3'20 virajes. El cable de mando de los alerones ele mi nuevo planeador se ha estirado de tal manera que su pilotaje es cada vez ms difcil. Si algu.1O de los cables de mando salta de uno de los muchos rodillos. p\lecle ocurrir un accidente . Con pena me decido a aterrizar. Vuelvo a volar a escasa altura sobre el lugar y .grito a mis c:rmaradas: ti i Venid a casa, aterrizo! 11

    Luego el patn \'lleh-e a asentarse sohre el suelo, que slgu.e en-durecido por el hielo. El cronmetro seala 2 horas, 6 minutos, 5 se-!;Imelas. He c.

  • CJ\PTULO 1I1

    DEL VOLOVELISMO AL VUELO CON MOTOR ~ .... ~ o,_ .... ~~~

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    No puedo recordar sino con melancola aquella poca, distante . ~1 ya ms de veinte aos. No porque luego le sucedieran las faenas mi- , ~ litares y la guerm, el derrumbamiento y el campo de prisioneros, la .'. ';, calumnia y la lejana de la patria y del terruo, sino porque entonces ' arda en los corazones de nosotros . los jvenes, el fuego puro de un entusiasmo totalmente desinteresado . Volar era en aquellos das, si

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    se contempla desde un punto de vista objetivo y material, una em-presa carente de sentido. Como profesin estaba al alcance de una nfima parte 'de la juventud. Nadie cntre nosotros pensaba seriamen-te en una aviacin militar. Los premios ofrecidos en los festivales y concursos eran de naturaleza puramente :-;mblica. El profesor Geor-g, quien ahora ac:ta como hombre de ciencia en la Argentina, lo expres cierta vez con hermosas palabras, cuando me toc recibir de sus manos, en 1933, el primer premio en el certamen de vuelo sin motor de Borkenberge. No tena - dijo - riquezas que repartir, pe-ro la juventud alemana no volab3. para ser retribuida con dinero, sirio porque una misin interior, un llamamiento intimo le induca a ello. Este idealismo - concluy el profesor - haba capacitado a los vo-

    .. . lovelistas alemanes para sus proezas, reconocidas en todo el mundo. .' En el sentido material nada tenamos que esperar de la aviacin.

    Todo lo contrario; cada cntimo que era posible ahorrar o conseguir era sacrificado por la causa. En Alemania, contrariamente a todos los dems pases, el vuelo sin motor no poda contar con subvenciones oficiales de ninguna especie. Y adems es un deporte caro. Los pla-neadores, los equipos adicionales, su transporte a los lugares de con-curso y las instalaciones en los campos de adiestramiento, importan

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    24 GENEUAL ADOI.F CALLAN)

    sumas muy grandes , por lo menos en relacin a los recursos de los aficionados. Los que se reunan para hacer prcticas en las laderas elel Roehn en las dunas de Rossiten o en Borkenberge, no eran hijos de millonarios. Solamente un 25 pOI' lO(I de los miembros del Club de Gelsenkirchen, al que pertenec primeramente, eran estudiantes. El 75 por 100 restante estaba formado por artesanos, obreros o em-pleados. Se reunian para un gran fin, al que sacrificaban su tiempo, sus fuerzas y su dinero. Y ese fin era simplemente volar .

    Fue de ese idealismo de la juventud alemana del que elllacional-socialismo extrajo sus energas. As como ms tarde la juventud re-unida en las ligas patri()ticas se disolvi en las formaciones del par-tido. tambin la juventud aviadora alemana se injert automtica-mente en la Luftwaffc, discretamente enmascarada en sus comien-zos, en 1933; '! en las formaciones aeronuticas para militantes dd partido, voluntariamente, sin imposiciones, con espontneo entusias-mo por algo que consideraba bueno y justo.

    En aquellos aos felices nuestro idealismo deportivo era culera-mente puro. Cuando despus del bautismo de mi .. Strolch" me des-ped de mis compaiieros, present que aquel adis era una profunda incisin en mi vida. Con Borkenberge, donde haba derramallo tan-tas gotas de sudor y consumido tantas energas, donde por primera vez haba experimentado la felicidad de volar, donde sent las pri-meras desazones causadas por los fracasos y las propias insuficiencias y donde logr tambin los primeros xitos, dejaba una parte de mi ser. Hoy se me antoja en su genuina intensida'd, un pl'aso perdido.

    En Braunschweig los alumnos estaban sometidos a una disciplina rigurosa. Se nos exiga mucho, tanto en el terreno prctico como en el terico. Por supuesto disponamos, a raz de nuestra experiencia en el volovelismo, de cierta base de conocimientos aeronuticos. Sin embargo, entre el vuelo a vela y el de motor existe una . diferencia se-mejante a la que separa el bateo a vela de la motonave. Afortunada-mente, en ese verano logr aprobar los primeros exmenes y adqui-rir el llamado brevet 1'-1.

    Constantcmente penda. sobre nosotros una cspede de espada de . Damocles; el temor de ser relevados. Quien no responda plenamen: te a las exigcncias phll1tcadas, estaba expuesto a ser cnviado a su

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  • T-.IEMORIAS 25

    casa con cincuenta marcos en el bolsillo y vituallas para el viaje. Millares de otros jvenes esperan ingresar en su lugar, y para la ma-

    yoria de nosotros la baja equivala a la desocupacin. No es de extraar que, bajo tales auspicios, mi primer acddente

    que caus leves averas al tren dc aterrizaie de un Albatros L-IOl, .. me provocara la mayor inquietud. Mi situacin se torn ms crtica

    cuando posteriormente, guiando una escuadrilla de aviones Klemm , de inst'uccin, dos de stos se embistieron con tal violencia que uno . de los pilotos tuvo que abandonar su aparato, y el segundo a duras

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    MEl\IORI .... S '27

    desenganchado el cable de remolque del automvil, entr en un tirabuzn que slo tuvo fin donde se unen el cielo v la tierra. Hubo un choque bastante violento contra esta ltima' y sal del asunto con una ligera conmocin cerebral v leves heridas en la cara. Tuve que permanecer unos das en posicin horizontal, pero esto no impidi que pudiera participar luego ell el mismo certamen y ganar el segundo premio con mi "Strolchn, enfrentado a competidores muy ' capaces.

    Otro accidente que sufr el ao siguiente no tuvo un desenlace tan benigno. El volovelista y constructor de aviones berlins, doc-tor Meyer, despeg con un planeador de gran perfonnance, el "M-Hn, en un intento de arrebatarme el record establecido con mi (Stl'olch .. en Borkenberge. En el ltimo da del certamen las condiciones at-mosfricas eran psimas y toda tentativa de levantar vuelo consti-tua una locura. Pero Meyer vino remolcado por un avin desde Gel-:lenkirchen y se coloc sobre la ladera del Rauhen Hang. Mis compa-eros insistan en que no deba permitir que nos despojara del re-wrd sin, por lo menos, haber intentado impedirlo. Muy contraria-mente a mis propias convicciones me hice remolcar y durante me-dia hora lealic conjuntamente con el doctor Meyer un viraje tras otro sobre la poca propicia falda sur de la altura, maniobrando en un espacio limitadsimo, donde mi competidor se condujo con extrema caballerosidad. Una tormenta tremenda sacuda nuestros planeado-res, de manera que apenas podanios avanzar contra ella. Era ver-daderamente una locura. Repentinamente se apodet de m el pre-sentimiento de que aquello no terminara bien. No acostumbro a otorgar mayor importancia a tales voces interiores pero, ciertamente, jams las sent con tanta claridad e insistencia como aquel da.

    Por lo pronto interrump decididamente el vuelo y aterric~ Mis compaeros no se mostraban de acuerdo ni mucho menos. Entre nos-otros las crticas solau ser muy francas y se oyeron, entonces~ pa-labras mordaces. Mientras an discutamos y yo explicaba mis apren-siones acerca del riesgo que implicaba la continuacin del vuelo bajo tales condiciones, sucedi la desgracia. El planeador de Meyer se deshizo en el aire y su piloto cav vertiql.lmente entre los restos

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    28 GENEnAL AIX)LF GALLAl':1)

    sn mando del mismo. Sent muy dolorosamente la muerte de cste ~ camarada.

    Posteriormente, slo rara vez pude visitar Borkenberge, pues mi , adiestramiento profesional absorha tirnicamente mi tiempo. Resolv ' cntonces llevar mi ((Strolchu a Braunschwcig, donde en relteradas , oportunidades lo present en remolque. Mi especialidad consista en ' el despegue remolcado por automvil, que poda ejercitarse desde , la calzada de cualquier carretera sin {u'boles que permitiera al coche ' desarrollar una velocidad de 70 a 80 kilmetros por hora, prctIca , que en aquel tiempo era nueva y me gustaba sobremanera. En cuan- . to a la polica, no comparta mi entusiasmo, pues opinaba y segura- ; mente no sin cierta justificacin, que las calles tienen por objeto .~, l_rincipal facilitar el trnsito de los vehculos terrestres y termin por ~ ((cortarme" las alas. '

    En aquella poca me SIrvi de mucho el remolque que mis com-paeros de Westerholt haban construido conmigo con tanta dili-gencia y desinters. Poco despus logr jncluso hacerme, como adi-tamento indispensable, de un pequeio automvil j adquisicin que financi por medios muy simples aunque no precisamente rectos. Mi padre deba girar mensualmente 350 marcos a la escuela, como participacin en los costos de adiestramiento, suma de la cual se me entregaban 50 marcos para gastos menores . Un buen da en que se resolvi prescindir del aporte paternal, consegu convencer a la se-crctari~ administrativa de la Institucin, de que no cliviara la comu- 1, nieacin de tan grata nueva y me entregara el dinero que el autor 1 de mis das segua girando religiosamente. De todos modos - me 1 dije para tranquilizar mi conciencia - aquellos marcos , como el giro mensual que reciba mi hermano, el estudiante, formaban :narte pre- j! establecida del presupuesto patel'no. Por otra parte, no dilapidaba ese dinero, pues lo inverta en algo de valor permanente, precisamen- 'J te en pagar aquel cochecito con el cual me present un da ante la I puerta de la casa paterna. ?vli padre, naturalmente, no sala de su ]

    asoml)J'(~ y quiso saher cmo haha pagado el vehculo, a lo que ~ rcspOlHh respetuosamente: nCon el dinero que la escuela mc entre- ~

    ,~ahan. Resultado: comentarios lamlatoros sohl'e mi espritu de cco- '1 Iloma. Aos dCSpllt:s, lleg el da qnc revel la verdad del asunto a 1 i

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  • MEMORIA S 29

    padre. quien me calific de granuja y termin por admitir que en mi lugar habra hecho lo mismo. A unos 30 kilmetros de Braunschweig haha, junto al llamado

    (silla del pastor), un paraje de condiciones favorable!> . para el volovelismo, Salzgitter, en el cual un pequeo grupo de j-

    venes entusiastas realizaban sus primeros ensayos, como nosotros lo habamos hecho en Borkenberge. Ilasta entonce!> no hablan lo-grado ms que saltos de pocos segundos de duracin. Mi uStrolchll en cambio alcanz primeramente 70 minutos, luego ms de dos horas y finalmente un vuelo de m:ls ele cinco horas, que en aquel tiempo caus sensacin entre los deportistas alemanes. Salzgitter ob-tuvo. como anttriormente BOl'kenberge. el reconocimiento oficial como campo nacional de vuelo sin motor. ~1ucho tiempo segu ac-tmndo all, en mis horas libres, en calidad de instructor. An hoy recibo en la lejana Argentina cartas ele mis compaeros de aquellos das.

    En el otoIo de 1932 me dirig a Schlcissheim, cerca de Munich, para participar en un curso ncrohMico. Con el tonneall, el looping, el vuelo invertido y en picado y la barrera, penetrham05 en un sec-tor completamente nuevo de la aviacin, que ha5ta entonces nos ha-ha estado vedado a los volovelistas.

    Poco despus fui a Warnemucnde, para recibir instruccin en la aviacin naval. Aparte de la diferencia entre babor y estribor, tuvi-mos que asimilar mucha teora sobre aquel asunto acutico, cosa que yo consideraba molesta aunque posteriormente me fue de provecho una parte de lo aprendido, especialmente lo relacionado con el arte de la navegacin. No obsta ello para que llasta el da de hoy siga siendo incapaz de distinguir por su distintivos de rango a un capitn de cor.beta de otro de fragata. l\:le alegr cuando aquel chapoteo en el agua, al que nunca puele verle mayores atractivos, termin para m antes de lo previsto.

    Se me llam de nuevo a Schleissheim. All me incorpor a un grnpo especial, cuya finalidad fui entreviendo con el andar del tiem-po. ~ramos solamente cinco los aviadores civiles que 10 integnlbamos y no se nos dio explicacin alguna, ni se pidi nuestro asentimiento. De todos modos no lo hubiramos escatimado, pues ahora dispo-

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    namos de mquinas mejores y tenamos oportunidad de cosas enteramente nuevas. En realidad se trataba de lIlla en regla de aviacin de caza, con vuelos en formacin y todo dems; lo nico que faltaban eran las armas. Por nuestra parte tbamos encantados. Entre los partcipantes imperaba un tono dial de camaradera, si bien los jvenes oficiales licenciados de Weh"macht que haba entre ellos, y que constituan la mayora, nos tenan muy en cuenta.

    Mientras tanto el Tercer Reich se haba transformado en una realidad. El entusiasmo nacional se encresp en grandes oleadas. Presentamos que la aviacin alemana recibira en adelante un Tn._ .... midable impulso, pues el ms ntimo confidente y uno de los l.:Vla- su considera- hle ((desplazamiento,), esta impresin se disip al breve rato, anula- : da por otra: la de que all. hablaba un aviador verdaderamente apa- : sionado.

    Nuestro interlocutor se refiri a las dificultades d~ la instl1lccin que hasta entonces habamos recibido y a las cadenas que Versalles .

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    MEMORIAS

    impuesto a ]a aviacin alemana y que ahora deban ser rotas. prescindira en adelante del transitorio y ultrasecreto adiestra-

    de pilotos alemanes en las bases areas rusas. El Fhrer -- tena en Mussolini un poderoso amigo, y la vinculacin

    ambos era no slo ideal, sino que posea tambin un valor prlictlCO tangible. Se nos brindara ahora la ocasin de participar en

    curso en aviones de caza en la Real Aeronutica Italiana, cuyo prestigio haba logrado gran auge bajo la direccin del Mariscal . Balbo. Por supuesto, este asunto deba ser considerado como el ms secreto de los secretos y tambin ser realizado bajo el ms severo .tamouf]age ll , para no exponer a ambas naciones a complicaciones internacionales. Por otra parte, Italia perteneca an a la Entente.

    Nosotros ardamos de entusiasmo. En julio hicimos nuestro equi-paje y, disfrazados hasta ]0 irreconocible, nos dirigimos por ferroca-rril desde Francfort hasta el Sur de Italia. Otro grupo estaba desti-

    . nado a Udine, en el Norte de la pennsula. A partir de la frontera, en el Brennero, se nos hizo pasar por tiroleses del sur, reclutados para el servicio mj}itar.

    Cuando arribamos a Bari nos esperaban mnibus con chapas ci--.:iles que pretendan ocultar su condicin de vehculos militares, en Jos que nos llevaron a GrotagHe, un aeropuerto de dirigibles que databa de la primera Guerra Mundial. Durante el camino, en medio de un apartado monte de olivos, los conductores detuvieron los ve-hculos, substituyeron las chapas civiles por otras militares y des-aparecieron conjuntamente con nuestros acompaantes italianos. Entre e1los, me haba llamado particularmente la atencin un hom-bre menudo y esmirriado, con una barbita a lo Balbo, negra como

    . el carbn. Al cabo de un rato volvieron. Se haban convertido en Oficiales de la Real Aeronutica Italiana y el de la barbita en punta se nos present como Coronel, Comandante de los cursos y de la Base.

    Al llegar a Grotaglie, almorzamos, y en nuestros nuevos aloja-mientos se nos proveyeron uniformes de ((avierill del Duce. Fue una sensacin extraa la que me asalt entonces, el encontrarme repenti-

    . uamente, en calidad de recluta, en un cuartel extranjero. (,Todo esto

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    GF:NEIlAL AllOI.F CALT.ANIl

    - me dije in mente - huhieras podido tenerlo con maror comodi~. dad en el lB de Infantera ~n Paderborn.

    Pronto comenzamos a maldecir el camol/flage que se nos impo. na y no escatimamos por cierto las malas palabras, con la esperan-o za que nuestros instructores italianos las entendieran tan poco como: nosotros comprendamos sus voces de mando. Al recibir la orden de ~ krompere le rige! - ( i romper filas!) - segn los reglamentos ~ militares italianos, debamos gritar a voz en cuello u Viva il R I ; 1 nuestros mentores jams atinaron a comprender porqu hacamos su.~ ceder a esos vtores cierta palabra muy substanciosa, en boga en 1051 cuarteles alemanes y smgida del centro mismo del corazn. Este adi-) tamento verbal no estaba dirigido en modo alguno contra el rey: Vctor Manuel, hacia quien no abrigbamos ninguna hostilidad. La exclamacin era simplemente expresin de nuestro descontento ca- lectivo ante la organizacin no precisamente ejemplar de los cursos, y tambin ante una disciplina militar que nos desagradaba, de todo . Jo cual no hacamos responsables a los italianos, sino a Goering.

    Evidentemente, haba algun error de interpretacin. En Grota- : glie pareca existir la impresin de que los visitantes ramos novi-dos absolutos, bebs de la aviacin, y se nos imparti al respecto un CUrSO que comenz con lo ms elemental. En realidad poseamos una instruccin que seguramente no era deficiente y, en consecuen-cia, Jo nico que nos interesaba all eran los aparatos nlodernos de caza y el adiestramiento pdctico de tiro areo. Para qu poda ser-virnos los aviones de instruccin? Queramos volar en aquello que nos haba hablado Goering, los cazas m:\s veloces del mundo. Resul-taba evidente que, el entonces General, no haba realizado el acuer-do con Balbo con suficiente detalle, lo que haba dado lugar a inter-pretaciones errneas.

    Por aquel tiempo, un piloto italiano haba establecido un rec01'd mundial de vuelo invertido, ]0 que cli() Jugar a un lgico orgullo. Nosotros, los "principiantes n , no nos impresionamos mayormente por ello y, cuando me toc el turno de hacer vuelo acrobtico, invert mi ((Bredan y me puse a volar tranquilamente ida y vuelta y ms idas' y vueltas, enlTe Grotaglie y Tarento. Los italianos me observaban con disglt.~to , que se transform en manifiesta inquietud cuando su-

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    pel' la Inedia hora de vuelo, por lo que, transcurridos otros 10 mi-nutos, se me orden que aterrizara, de una manera imposible de des-atender.

    Paulatinamente se disiparon los errores acerca de nuestro verda-dero grado de 1nstruccin y se nos pas al adiestramiento de com-bate. Las prcticas de tiro: areo nos gustaban sobremanera, pero eran temidas, con razn, por el personal del polgono. Tirbamos sobre globos que un soldado haca ascender sujetos por cordeles, desde el extremo de una zanja Nosotros lo acechbamos constantemente y considerbamos una proeza deportiva reventar los aerstatos casi en sus propias manos . El servicio en el polgono de tiro, constitua para aquellos soldados, siempre que anduvieran pOl' allt los ((tirole-ses del Sur, la ms desagradable de las tareas.

    Un buen da finaliz el curso, al cual sucedi una licencia de dos :,emanas, que me brindo la ocasin de conocer Npoles, Capri, Roma y Miln Las impresiones inolvidables que reun durante aquella ex-cursin, apenas fueron turbadas ocasionalmente por algunos episo-dios ingratos que provoc el bendito disfraz. Por ejemplo, en Roma tuve la mala suerte de atraer la atencin de un carabinierin, mien-tras estaba ensimismado en la contemplacin de un edificio histrico. No s por qu, pero el buen hombre me dirigi In palabra, y mi res-puesta no pareci satisfacerle del todo, pues pidi mis papeles. Estos profundizaron an ms su desconfianza y me orden acompaarle a la comisara. Protest con energa, pero sin xito, pues me encerraron durante una hora . Hast el

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    CENEn .. \!. AOOLF GALLANL>

    Terminado el tl'imestre de reclutas, fuimos trasladados a la Aca- " demia Militar de Dresde, donde, mientras terminbamos nuestra instruccin bsica, se nos someti a un curso de tctica area. Lo que se enseaha - v no slo medido en las exigencias actuales _ . era muy elemental. Los conceptos tcticos de entonces descansa- . han am exclusivamente sobre las experiencias de la primera Gue- .,

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    rra Mundial cuando la aviacin 110 era ms que una arma auxiliar ' ; del ejrcito. Esta falta de evolucin en el aspecto areo militar era .! producto de la inexistencia de una Fuerza Area en la Alemania :1 ~ffillia~. j

    No obstante, nos proporcionaba cierta satisfaccin la posibili-dad de ejercitar nuestras ambiciones aeron'llIticas en el aerdrom() de Dresde con algunos aparatos de instruccin. Los oficiales de control e instructores gustaban de ser columpiados por nosotros. Nada aprendimos al complacerlos, pero en cambio, logramos apun-talar nuestra posicin ante ellos.

    Entonces se prodUjo el "putscll de Roehm (junio de 1934). Con anterioridad, desde la terminacin de la primera Guerra Mundial, se haba hablado continuamente y en todas partes. del desarme. La Alemania vencida fue uno de los pocos pases que lo haba cum-plido efectivamente. Se hallaba con su pequeo ejrcito de cien mil hombres en ",edio de un mundo no desarmado precisamente. Cuan-do Hitler vio rechazadas sus repetidas proposiciones de desarme, decret la separacin de Alemania de la Conferencia y 'de la Liga de las Naciones en el otoo de 1933. Resultaba previsible que a partir de entonces tratara de apoderarse sin consultas previas de lo que, hasta ese momento, se 'Ie haba negado. y as sucedi, Co-menz con el establecimiento de la soberana militar y, al efecto, en 1935 fue reimplantado en Alemania el servicio militar obligatorio.

    El .putsch . de Roehm, que se produjo durante mi estancia en el Colegio Militar, suscit poca agitacin en nuestro acantonamien-to. Entre los oficiales hubo animados comentarios, pero aquello pa reca ser en primer trmino una cuestin interna de' partido naco-nnlsocialista . que no nos interesaha mayormen te. Poco despus faa " lIeci el prcsidlltc YOll lIilldcrhurg y la totalid",l tle la 'vVchrmacht prest .iuramento de fidelidad il Auolfo Hitler.

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    MEMoln"s

    En otoo se nos ascendi a alfreces. Luego, en grandes ejercicios el campo de maniobras de Grafenwohr experimentamos otra vez rt~~~~~~t~lo~s~z~p:~esares y las alegras - particularmente los primeros - que !I al servicio en infantera. Posteriormente nos presenta-mos a los exmenes de fin de curso, que duraron quince das , Ha-bamos llegado a la meta : nuestro ingreso como oficiales. El primero de octubre de 1934 se nos entreg el despacho de tenientes y, a una bulliciosa fiesta, sigui la baja del ejrcito. i Adis, queridos salta-montes! i Siento por ustedes el mayor de los respetos, pero jams os estimar tanto como en aquella hora, cuando pude regresar a mi querida aviacin I

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  • CAPTULO V

    ,NO APTO P.1Rt\ EL VUELO.

    El ejrcito nos haba dado de baja, pero la Fuerza Area, en la que debamos actuar, no exista aln ofcialmente.

    Mi primer destino me condlljo a Schlessheim, donde en la ex-filial de la escuela de aviacin comercial, estaba en proceso de or-ganizacin la primera escuela alemana de aviacin de caza, con ca-rcter secreto. De antemano me haba decidido por eiarma de caza, por ser sta la que me\, corresponda a mis ambiciones. Nuestros co-nocimientos de aviacin, un tanto herrumbrados durante la perma-nencia en la infantera, seran ahora refrescados y perfeccionados en un curso de caza de dos meses v medio de duracin. Al mismo tiem-po se nos examinara con vistas a nuestra calificacin como instruc-tores, pues all deba ser adiestrado, en medida creciente, todo el personal .ioven de caza perteneciente a la Luftwaffe.

    Aquello no dej de despertar mis sospechas, pues me pareca poco prometedora la perspectiva de hacerme mala sangre toda la vida en-seJando a volar a los aspirantes de caza. Lo que nos atraa a todos eran las primeras unidades areas cuya organizacin se entrevea y, por mi parte, consegu probar claramente mi ineptitud como ins-tructor.

    En febrero de H);35 hubo excitacin en Schlcissheim cuando Goer-ing anunci su visita para illSpeccionarnos. Todo sucedi a pedir de boca; luego de la inspeccin nos dirigi un discurso en el castillo de MiUenhem, en el cual nOs ofreci una visin retrospectiva muy con-vincente del desarrollo del arma area en los ltimos dos aos. Lo que se haba hecho en ese lapso era digno de admiracin. Prctica-mente de la nada haua surgido. si hien an rodeado por el sccrc-

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    42 CENl!:H.\L AOOLF GALL.\ND -~ .~

    to, el gran ncleo de la futura Luftwaffe. En aquella ocasin, Goer- 4 ing nos indic tambin que la poca del ocultamiento v los secre-tos haba pasado. .

    Nos trajo tambin como muestra un ejemplar del uniforme que en breve luciramos, y el capitn Holle, del viejo regi", icnto de caza "Richthofen, fue el maniqu en la exposicin.

    Por primera vez en la historia de la Wehrmacht habra soldados uniformados con cnello y corbata, innovacin scnsacional que inme-diatamente suscit la rea(;cin cOJ18iguicnte en los camaradas: del Ejrcito, que desde entonces nos llamaron "soldados de cOlhata".

    El velo dej de existir en maria de 1935, cuando la Luftwaffc se present ante la mirada asomhrada del mundo corno un monumento recin descubierto. Por supuesto, la opinin pblica internacional ha-ba obtenido ya alguna informacin de lo (jUC se preparaba ; ello no obstaba para que fuera grande la sorpresa gcnoral. Exactamentc como en ocasin de la separacin de Alemania de la Liga de las Nacio-nes, la reaccin fue violenta, pero en la misma Alemania no la pmo. cibimos casi.

    En marzo de 1935 se materializ mi tenazmente perseguido pro-psito de ser destinad0 a una de las unidades ele caza en formacin. Surga entonces en la regin de Berln, como primera nnidad de la Luftwaffe, el nuevo regimiento de caza Richthofen, (jue para dis-tinguirl,) de su antecesor de la guerra mundial llevaba e! nmero 2. Su primer grupo haba sido formado en Doeberitz, al oeste de la ca-pital, y alH fui destinado. Luego, nos dedicamos a la organizacin de! grupo n, de guarnicin en ]ueterbog-Damm, al sur de Berln, adon-de me traslad con el personal asignado al mismo. No faltaba tra-hajo, por cierto; todo se encontraba an en sus comienzos. Los alo-jatnientos, caminos e instalaciones terrcstres estaban todava il medio terminar. Para gran alegra nuestra, nos entregaron 1as prhneras mquinas del nuevo tipo Heinkel 51, mientras el grupo 1, en Doebe-ritz, debi conformarsc con la m{lS anticuada, el Arado 65.

    Tenamos muchas visitas, entre elIa;; personajes neronuticos de jerarqua, la mayora de los clIalcs, luego de no habcr tcnido en la mano una palanca de J:l:lando durante quillce alos, se esforzaban se~ rialncntc por rcstahIcccr ~II capacidad de Vlldo. Gocr illg: ('ra infle

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    MEMORIAS

    a este respecto y exiga que sus generales y jefes no se limita-ran a desempear sus tareas desde la oficina, sino que tambin vo-laran activamente como pilotos.

    Recuerdo a este respecto una conversacin tan amena como ins-tructiva que por aquel entonces mantuvieron el Director General del Personal de la Luftwaffe, General Kastner, y mi ulterior Jefe en el grupo de caza Bernhurg, coronel Bruno Loerzer, amigo personal de Coering. quien vea ascender a oficiales ms modernos que l, por-que demostraban m," entusiasmo por el vuelo. Como ambos hahan tenido el mismo grado en la aviacin alemana de la primera Guerra Mundial. Loerzer se consider autorizado para oponer reparos a la poltica de personal dispuesta por el general, quien obstrua su as-censo. Kastner respondi a aquellos reproches con objeciones bien meditadas: "Usted , querido Loerzer -le dijo - debe imaginarse el cuerpo de oficiales de la Luftwaffe como una gran pirmide; sus-tentada en su base inferior por la cuanta numrica de los tenientes. Sobre ellos, en nmen> considerablemente menor, estn los capita-nes. Sobre stos a su vez se levanta un reducido nmero de mayores y por encima de elJos una pequea seleccin de coroneles, a la que entre otros pertenece usted como uno de los ms importantes pilares, estimado Loerzer. Un puado de generales forma finalmente la cs-pide de la pirmide, y en la punta est" nuestro venerado general Goering .

    Loerzer escuch es ta exposicin CO II algn desagrado: "No, no, amigo - dijo en Su tajante tonalidad berlinesa - . A m se me anto-ja que el cuerpo de oficiales de la Luftwaffe es ms bien compara-ble a una botella de champaa" Venve Cliquot. . Si a sta se la agi-ta tan furiosamente como el Director General . de Personal lo hace con nuestra fuerza area, en el interior se forman violentas tensiones y ebulliciones. En semejantes condiciones fsicas, tales fuerzas tien-den hacia arriba. Pues bien, ah arriba hay un corcho gordo que re-siste a su expansin. ,.; Y sabe quin es ese corcho? Pues, . es usted! Creo que no dcjaha de tener razn en su comparacin, la que yo ha-rla cxtt'nsiva a la direccin de 'as densas rmnas fine formaban la Luftwaffc. En efecto, sin qllcrer desmerecer a a'lnclos '1"e, hahien-do actuado en la primera Guerra Mnll ,liaL ocupan ahora los puestos

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    ns importantes de la Fuerza Area en formacill, es necesario re-conocer que no supieron ver las posibilidades de la A vlacin en el oo 19134, ni la .~ necesidades planteadas por la rapidez de su desarro-llo tcnico y tctIco.

    En Jueterborg-Damm, me dediqu con particular alegra al vue-lo acrobtico y mi comandante me permita entrenarme intensamen-te para festivales y concursos. Haba preparado especialmente un FlJcke-Wulff-Stieglitz con. carburador para vuelo invertido, con el cual sola ofrecer exhibiciones de vuelo acrohtico a poca altura. Siempre se presentaban a estas demostraciones buen nmero de es-pectadores y tambin camaradas. stos en calidad de crticos.

    Con la ,"abeza en el ]JI/nel de instrumentos.

    Sucedi un hermoso da de octuhre de 19:35. Haha hecho refor-mar el timn de profundidad de mi Stieglitz. para mejorar sus con-[liciones para el vuelo invertido v facilitar su entrada en barrena. Tedo march maravillo,amente. Desceml en barrena desde una al-tura que hasta entonces haha sido suficiente para terminar exacta-mente sobre el suelo despus de la tercera vuelta del aparato. Aque-lla vez. las barrenas elel "Stieglitz" fueron tan r:.pidas que tras la segunda vuelta abrigu dudas acerca ele la ,onvcniencia de esperar la tercera. A Jnis esfuerzos po.- dominar la m:lquina, rC'ipondi sta con pereza desacostumbrada. Ya haba comenzado a restablecer la misma, pero desgraciadamente el sucio estaba a una altura 100 me-tros menor que la conveniente. Resultado: un accidente. ~fe sacaron del aparato totalmente destrozado, en cuyo panel de instl"Umentos t"na incrustada la cabeza, v me llevaron al I""pital de Juetcrbog. QlIiz debo la vi(hl a la casual circunstanCl;\ de qlte prccismneutc se hallaban en aquel nosocomio dos clebres autoridades mdicas de Berln, que cumplan all su instruccin militar y se ocuparon de m con cOlluwvcdora solicituu.

    A los tres meses ,le hospital mis diversas fracturas craneanas es-taban relativamente curadas. En cuanto a la cara, haba ~ufrido dcs-fj~uracioncs tales que incluso vicjos amigos apenas podan recono-cerme. 1',Ii nari>o haha atlqlliritlo por ruplura ,le hllesll nasal una

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  • MEMORiAS 4l

    forma extrnilu, pero m,ls preocupaciones me causaba mi ojo izquier-do, cuyo poder visual haba sufrido disminucin por lesiones causa-das pOl" trozos y partculas de vidrio. El resultado del examen m-dico final fue: No apto para el vuelo! El comandante-mdico me indic que haba salido del accidente con mucha suerte y que de-ba felicitarme ante semejante ocasin de renunciar de una vez para siempre a las aventuras aeronuticas.

    Debo recordar con gratitud a mi Jefe, quien supo interpretar lo que semejante decisin significaba para un aviador apasionado; sim-plemente, hizo desaparecer los informes sobre la investigacin bajo un montn de expedientes. Volv a volar y me sent feliz.

    Mientras tanto la Luftwaffe creca segm la ley de la divisin celular. Del grupo Doeberitz haba surgido el grupo Jueterbog-Damm, el cual a su vez estableci en la primavera de 1936 el grupo Bernburg, y del que posteriormente saldra el grupo Aibling. En Bern-burg se me nombr oficial de intendencia y al mismo tiempo se me encomend la direccin del taller de la base, con lo cual se brind un campo de accin tan vasto como lleno de responsabilidades. Dis-ponamos de un presupuesto de varios millones de marcos pam la organizacin y funcionamiento de las instalaciones tcnicas.

    Bemburg poco nos ofreca fuera oel servicio, pero compensaba la falta de otras distracciones, las excelentes oportunidades que las inmediaciones y nuestra misma base ofrecan para la caza menor. Me dediqu tambin, con entusiasmo, al tiro al platillo y al poco tiempo figuraba en la primera categora de este deporte en Alema-nia, por lo cual frecuentemente fui delegado por el Ministerio de Aeronutica para participar en competiciones en diversos lugares del Reich. Con el andar de los aos gan a tiros ms de medio cen-tenar de copas de plata y frascos de cristal. En un campeonato mun-dial nuestro equipo conquist laureles tales, que nos dieron entra-das de honor para los Juegos Olmpicos de Berln.

    En aquellos das, verano de 1936, cuando centenares de miles de visitantes de todo el mundo afluan a Berln, Alemania alcanz quiz el pinculo de su vertiginosa resurreccin. Los Juegos y cuan-to les rodean, eran una obra maestra de organizacin. Alemania se mostraba a los huspedes en sus aspectos m{ls brillantes. Con la so-

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    46 GENERAL ADOLF CALLANO

    berana haba recobrado tambin 1a seguridad propia indispensa-ble para presentarlle como anfitrin generoso. Entre las diferente!! competiciones se realizaron desfiles de unidades de las tres Fuerzas integrantes de la Wehrmacht. El espritu de satisfaccin y opti-mismo de los habitantes de la Nacin pareca desarrollarse en co-mn con el sincero reconocimiento de los extranjeros, formando una atmsfera de honesta comprensin mutua. Si entonces hubiera sido posible detenet la fatalidad que habra de arrastrar a Alemania r '" Pero a parti.r de aquel instante de culminacin su curva volvi a declinar, en mi opinin, como se comba la trayectoria de un proyec-til, para finalizar inexorablemente en el impacto y la explosin.

    Balizamiento de obstculos.

    Tambin mi destino amenazaba mfrir IIn cambio ' abrupto tra~ una hermosa licencia de verano en la costa del Bltico. Faltaban das para completar el ao transcurrido desde mi ltimo accidente, cuando realic un vuelo de ensavo con un Arado 68. Al lado del aerdromo de Bernburg, pasaba una carretera festoneada de rboles. Al instalar el campo se haba previsto en forma tpicamente alema-na, que aquellos rboles habran de crecer considerablemente en los veinte o treinta aos siguientes. Consiguientemente, se haban colo-cado unos mstiles de balizamiento de obstculos que duplicaban en altura a los rboles en aquel momento, Uno de aquellos artefac-tos me fue fatal. Mi motor tosa lamentablemente cuando me apro-ximaba para aterrizar. Encandilado por el sol, no alcanc a ver el maldito mstil. El balizamiento de obstculos se constituv en obs-tculo a su vez y me mand violentamente al suelo. Unos de los planos de la mquina qued limpiamente arrancado y el resto del avin por completo retorcido. Nuevamente fue mi cabeza la que absorbi la mayor parte del impacto. No perd los sentidos inme-diatamente, pero estaba encerrado sin remedio en los restos de mi aparato y la sangre me corra por la cara. Dos individuos se apro-ximaron corriendo y pude oir que uno de ellos deca al otro: i Mi-ra. Le salen los sesos del CrlllleO; 11 Y perd el conocimiento.

    Afortunadamente lo suceclido no era trm grave como pareca.

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    MEMORIAS 47

    " Un ('ablo temor me haha pasado sobre la cabeza y abierto el cas-co de vuelo v buena parte del cuero cabelludo. Volv a salir del

    . trance con u,;a conmocin cerebral, unas cuantas heridas cortantes en la cabeza v la cara v un astillamiento en la pierna.

    Las come~uencias ';'a yores del suceso se produjeron en el hos-pital, en el' que deb permanecer varias semanas. Haban pedido mi expediente personal, lo que permiti comprobar que haca un ao justo haba sufrido un accidente grave, a causa del cual se me ha-ha declarado no apto para el vuelo. Mi Jefe tuvo dificultades, pues se quera saber cmo era posihle que a una persona de visin dis-minuida se le permita pilotar una avin. i Inexcusable negligencia v severa investigacin del caso! Amenaza de formar un tribunal

    ~le guerra. Mi carrera de aviador pareca llegar a su fin. Pero yo estaba decidido a no dejar de intentar nada que pudiera

    evitar esa situacin. Cont para ello con la simpata y ayuda de superiores comprensivos y compaeros dispuestos, y no vacil en recurrir a una treta . Comenc por asegurar a los mdicos que mi capaddad visual era perfecta y que la pequea afe~cin que en aquella oportunidad sufr, haba desaparecido por completo. Se me

    re~pondi en tOllO amenazador que eso lo determinara el examen a practicar prximamente n

    Fue en Magdeburgo donde tuve que someterme a la inquisicin facultativa. Yo saba 'lue el corazn y los riones estaban en buen estado, pero me constaha tamIJin que no aconteca lo mismo con mi ojo izquierdo. En la crnea tena incrustadas partculas de vi-drio que no era posible ocultar ni extraer por arte ele magia . Se trataba pues de pmhar que poda ver perfectamente a pesar de ese pequeo detalle.

    El examen general transcurri sin inconvenientes pero, finalmen-te, lleg el momento de la prueba de la vista. Me vendaron el de-recho y se me orden leer las letras y los nmeros del tablero. Re-cit las primeras hileras sin la menor duda. En las prximas fui un poco m,s lento, peto de todos modos las le sin errores, hasta el

    '. ltimo rengln. Los mdicos se miraban asombrados unos a otros . iOtra vez! - orden el comandante mdico -. i Pero en sentido inverso! \qn tamhi(n la ('osa march debidamente . II um - in-

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    dic re[Jcxil'amcnle a'I1Jcl hombre, del que depencla mi futuro-. ;, Esto no le cama dificultades? "i Ninguna dificultad, seal'> Qu haba sucedido? Simp]cmcntc que yo haba aprendiuo anteriormen-te de memoria, de arriba abajo y viceversa , en scmanas de laborioso estudio todo lo que contena aquel tablero, "11\ 'as leyendas un huen amigo me haha prop()rdonaclo en secreto

  • CAPTllLo VI

    1..1 LEGrON CONDOR

    La hoguera europea, que ms tarde habra de inflamar al mun-do entero, comenz a arder con sus primeras chispas en el Sudoes-te del continente. Mosc, siempre interesado en calentar el guiso de la revolucin mundial sobre los rescoldos del descontento polti-co y social, sopl fuertemente en ese fuego en ciernes y al breve tiempo Espafa entera estaba en llamas. En julio de 1936 estall la guerra civil espalola.

    En el afo 19'31 fue abolida la monarqua y Alfonso XIII opt por el exilio. Bajo S\1 reinado el general Primo de Rivera haha man-tenido una especie de dictadura parlamentaria modetada. Su hijo don Jos Antonio haba fundado en esa poca la Falange, movimien-to nacional dirigido hacia las reformas sociales que, al igual que en Italia y Alemania, al poco tiempo reuna una gran parte de la ju-ventud. En Espaa , pas en el cual siempre haba existido un pro-fundo abismo entre la clase pobre y rica, el malestar social haba asumido, a causa de la crisis econmica mundial de la primera treintena de nuestro siglo, proporciones insoportables.

    Con el advenimiento de la Repblica, el comunismo haba apro-vechado ]a situacin crm su caracterstica habilidad, provocando huelgas y todo gnero de conmociones polticas sangrientas que sa-cudan a 1a nacin como una fiehre maligna, hahiendo alcnllzado, asimismo, enorme intlllcncia sohre 0.1 gobierno.

    Los jefes nacionalistas - entrE; ellos dos Jos Antonio Primo d(' Rivera -' colmaban las drceles. Fue entonces, el 13 de julio (le 1936, cuando las fuerzas de la Polica gubernamental asesinaron en Ma-drid al poltico nacionalista Calvo Sotelo, 10 que constituv la chis-4

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    pa pata el levantamiento, al cual el Ejrcito ~e nclhiri con algunas unidades. Sin embargo, la situacin al principio no pareca muy pro-picia. La mayor parte del sector del ejrcito que apoyaba 1a causa nacionalista, se hanaba m:ls alU de Gibraltar, en el Marruecos es-paol, donde haba asumido su mando el general Francisco Franco, quien a la sazn contaba cuarenta y tres aos de edad. l hubiera tJodido asegurar prontamente ]a victoria de los nacionalistas que luchaban en la pennsula, angustiosamente acosados, pero las vas de comunicacin martimas estaban bajo el dominio de la marina republicana. Por otro lado, Madrid, Barcelona y la mayor parte del territorio nacional se hallaba firmemente en poder del gobierno. Los nacionalistas se defendan en el Sur, el Noroeste y en algunos pun-tos de apoyo del jnt~rior. Hitler y Mussolini decidieron acudir en lIIxilio de Franco. Fue fundada la te Hisman, empresa de transportes areos que se dedic a llevar tropas franquistas del frica del Norte al territorio peninsular, en aparatos J\I-52, pilotados por aviadores alemanes. Fue este el primer puente areoJl que, como el de Ber-ln, contribuy a desbaratar las tentativas bolcheviques de hacer pie por la violencia en la Europa Occidental. Gracias a l, Franco, ya en los primeros me~es de la guerra civil, logr consolidar la posicin de los nacionalistas. En el Oeste fue tomado Badajoz, y en el Norte Irn y San Sebastin. El Alczar de Toledo, que bajo el mando oel general Moscard haba resistido heroicamente a una enorme su-perioridad numrica enemiga, fue librado del cerco. Comenz la mal'eha sobre Madrid. En noviemhre las tropas de Franco alcan-zaron los suburbios occidentales, con ]0 que dio comienzo un ase-dio de 28 meses de duracin. Mientras tanto en el campo republi-caino la situacin degeneraba cada vez m[ls hacia un rgimen de : terror bolchevique. Don Jos Antonio Prime, de Rivera fue asesi- ; nado en la prisin de Alicante y su destino compartido por mi.llares : de espaoles nacionalistas que hahan cado en manos de los repu- : hlicanos, entre ellos 40 obispos. La CPU dirigida por comisarios . soviticos sembraba el terror por doquier.

    Tal era ]a situacin de Espmn al finnlizar 1936 y comienzos de 1937, cuando en la Luftwaffe percibimos los pi'imeros rumores so". hre la Legin CndoL Nadie saba que las unidades de voluntarios

  • MEMORI .... S

    alemanes cn Espaa llevaba aquel nombre y toelos ignoraban su poder numrico y la ndole de su misin. nicamente nos llamaba la atencin quc uno u otro de los camaradas desapareca repentina-mente sin dejar huella,l. Aproximadamente al cabo de medio ao sola presentarse repentinamente de regreso, con la faz bronceada v, ostentando excelente humor, compraba un automvil nuevo y ~rraba luego a SllS amigos ntimos, con el compromiso del ms es-tricto secreto, cosas muy interesantes de Espaa, elonde el prximo conflicto mundial era ensayado en miniatura.

    Un buen ela se me orden presentarme en el comanelo 'vVIl,. es-pecial de la Legin Cndor.

    Los familiares de los voluntatios deban dirigirse por carta a Max Winkler si deseaban permanecer. en comunicacin epistolar con ellos y la correspondencia ele los combatientes, enviada desde Espa-a, llegaba por va oficial a la central de Berln donde, en sobres sin membrete, era franqueada con sellos de correo alemanes y en-viada a la direccim indicada. Figuraba como remitente .1\

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    ME~10RIA.S

    otro de caza (J -88) Y un escuaqrn de observacin reforzado (A-88). , A stos se agregaban tres regimientos de artillera y unidades de co-

    municaciones, as como comisiones para dictar cursos especiales al Ejrcito y la r ... tarina de Guerra nacionalistas. Lucamos un unifor-me similar al espai'iol, de tela color pardo oliva, con. sus mismos dis-tintivos jerrquicos, Los voluntarios alemanes fuimos alistados en la Legin con el grado inmediato superior al que tenamos en la Luftwaffe; as yo, como teniente primero alemn, tena las tres es-trellas del capitn espailoL

    El grupo de caza al que fui destinado estaba situado entonces en Vitoria, en el frente Norte. Tena la tarca de apoyar la ofensiva de primavera ele Franco contra la franja costera vasca, entre San Scbastin y Gijn, quc se hallaba en manos de los rojos. La posesin de aqueJ territorio, en el cual esbll situados los nicos yacimientos de carbn y de mineral de hierro de Espmla, habra de ser decisi-va para el desenlace de la guerra .

    En los primeros meses de su intervencin. los bombarderos Cn-dor haban recibido orden de destruir un puente carretero por el cual los rojos transportaban sus tropas y grandes cantidades de ma-terial de guerra, a la tenazmente defendida ciudad industrial y por-tuaria (je Bilbao. El ataque se verific bajo malas condiciones de vi-sibilidad. con aparatos de puntera primitivos. Al disiparse las co-lumnas de humo de las bombas arrojadas por las escuadrillas, se

    . comproh que el puente haba quedado indemne, pero que en cam-bio una localidad situada a su lado, haba sufrido considerables da-os. Tamhin habia sido destruido material de guerra enemigo, pero en conjunto la accin poda considerarse como un fracaso, tanto ms cuanto el objetivo de nuestras operaciones consista en lograr la destruccin del enemigo, respetando especialmente a la poblacin civil. Se haba logrado lo contrario en el ataque al puente de la carretera de Guernica y precisamente entonces, en el instante de mi

    .' llegada a Espaa, esto el'a motivo de abatimiento en las filas de la legin.

    Los legionarios 110 gustaban hahlar de Guernica. En cambio el bando contrario ]0 hizo hasta por los codos y los rojos extrajeron de .aquel infortunado suceso considerable heneficio propagandstico. En

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    54 CEN EnAL ADOLF CALLAN ))

    realiuad, no era dudad abierta ni tampoco fue destruida. Simple-mente fue uno de Jos innumerables errores que, posteriormente, du- '. nmte la segunda Guerra Mundial, cometieron tamhin ambos ban-dos. An hoy, tras Rottcrdam, Varsovia, Hamburgo, Kcssel, Rothcn-burgo y Berln, incluso, despus de los horrores de Dresde, Guer-nica sigue ejerciendo funciones de fantasma avivador del resenti-miento antialemn.

    Un largo y agobiauor viaje en ferrocarril u travs de las regiones norteas de Espaa me llev a Vitoria, mi punto de destino. Segu-ramente mi semblante no reflejaba entusiasmo cuando, luego de ha-berme presentado al comandallte del grupo J -88, recib la orden de hacerme cargo ue la compaa de servicios tcnicos.

    ~fa estaba acantonada a mucha uistancia del grupo, en Avila, ciudad medieval situada en la meseta castellana al Noroeste de Ma-drid. vila est rodeada por un macizo muro, coronado por 86 grue- ; sas torres de defensa. En su interior hay callejuelas, sombreadas plazas con aljibes bajo altas palmeras, iglesias, monasterios y pala-cios de estilo morisco. Aquella atmsfera exticamente hermosa, ofre-ca un fondo pintoresco, acaparador de innumerables motivos fo-togrficos. Una beldad de ojos ardientes con su gran peineta y mano tilla de encaje, algn horrico peqllci'io y sufrido bajo el bulto cnor-me de su carga, o un moro de rojo fez y amplios bombacholles , que 'mostraba tras su amplia sonrisa la hIancul'a inlllaclllada de su den-tadura.

    Bajo el infinito ciclo azul de vila ~c podan soporlar los pesares de la vida. La compaa estaba instalad~t cn un vic jo t:onvento, en CIlVO~ umbros corredores \.:wciformcs, \'cnerablcs hermanos haban

    or~do en silencio a travs de un millar de aos. Nuestros anfitriones religiosos nos recibieron, como la totalidad de la poblacin espao la , con la mayor cordialidad. Hasta los niiios gritaban jubilosos " i Aiemanes 1), cuando nos advertan 011 las calles. En los cafs y bares, muehas veces no Ileg.bamos l pagar el caf o la cerveza, por haherlo hecho ya algn parroquiano desconocido. Aprendimos las primeras palabras en castellano y, con un amable ,, S, s. claro!", causbamos la impresin de un excelente entendimiento idiomtico.

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    MEMORIAS

    La principal ventaja ele mi nuevo cargo consista en que yo era' mi propio jefe.

    Las tareas de la compaa de :-;crvidos tcnicos eran, cntre otras, realizar inspecciones parciales y generales del material de vuelo, montar y probar los aviones que llegaban de Alemania, proveer re-puestos y reparar vehculos automotores.

    Las escuadras de bombardeo de la Legin, originariamente es-. tuvieron equipadas con aparatos Ju-52 y los de caza con He-51, pero

    por entonces las eseuac1rillus 1 y n del grupo de caza, recibieron los Me-109, que haban demostrado su superioridad sobre los mejores competidores extranjeros en la exhbiein aeronutica de Zurich. Erj cuanto a los bombarderos, posteriormente fueron empleados tam-bin los He~n1 y Do-17 aparte de los }u-52.

    La lahor tcnica relacionada con mi compaa me satisfaca. pero resultaba extenuante, En los das libres, frecuentemente me diriga al Parador de Gredas, un hotel de rnontalla situado a unos 60 ki1m~tros, en un paraje maravilloso , donde disfrutaba de la hermosa vista de las cimas nevadas de las sierras; por aadidura, abundaban all las tru-chas de ro ~' 110 faltaban excelentes vinos .

    CAPTULO VII

    /I.TAQUES RASANTES CONTRA LOS nOJOS

    En los primeros da~ de junio de 19:17, las excelentes Brigadas na-varras del General Franco, perforaron el "cinturn de hierrol) de Bil-hao. La Legin Cndor tuvo una participacin considerahle en este xito. La ciudad cay el 16 de junio y la situacin se torn dc~favorable para los rojos. Si Franco consegua arrollar las posiciones enemi-gas en la costa de Vizea:'a, tendr.a la espalda lihre para dirigirse con todas sus fuerzas sobre Madrid y Barcelona. Esto era para Franco tan-to ms importante, cuanto que no poda contar con el reconocimien-tu de su Gobierno por las potencias extranjeras, mientras aquellas

    do~ ciudades no se hallasen en su poder. Vale decir que en el Norte de la pennsula, la lucha haba adquirido una importancia capital.

    Consiguientemente, el General Miaja, Comandante en Jefe mjo en la zona de Madrid, se decidi a iniciar una ofensiva para aliviar la presin en el Norte, empet1ando panl ello poderosas fuerzas . Cer-ca de Brunete )ogr una irrupcin o{Jerativa y por la brecha volc fuertes reservas. La situacin se tornaba crtica y para m lleg la gran ocasin (le aquella guerra. Como otras veces, cuando las ('osas estuvieran difciles para el lado nadonal, la Legin Cndor tuvo que intervenir como "dotacin de bomberosn. Las unidades fueron tras-ladadas a Villa del Prado, cerca de la zona de irrupcin, para brin-dar alivio a los nacionales. Aquel punto distaba solamente 60 kil-metros de Avil. en lnea recta. Y entonces, siempre y en todos los casos que mis obligaciones al frente de la compaa lo permitieron, vol con las unidades de combate, realizando mis primeras i11cursio-nes con la escuadrilla del teniente primero Harder.

    Por primera vez en mi vida entraba en combate. Los rojo5 ha-

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    han acumulauo en su zona de irrupcin una cantidad extraordina-ria de bateras antiareas. Los bombarderos Ju-52 de la Legin, len-tos y pesados, nicamente hubieran podido SC l' empIcados a costa de prdidas gravsimas. Fue as como Hanler recibi la orden de acallar la artillera encmiga con Jos He 51, por medio de ataques vigorosos antes y durante la incursi,'}U de los IJOmbanleros. Aquello fue para m un bautismo de fuego fant:lStico. Perdimos all al te-niente Reuter, un combatiente de primer orden. Nuestras mquinas eran perforadas por d fuego enem igo, pero, no obstante, c.:onsegui mos despejar el camino para los }u-52. Cuando stos hubieron des-cargado sus bOInbas, los nacionalistas tomaron por asalto las posi ciones enemigas. La ofensiva republicana de Brunete pau]atinamcn te se de5moron y Franco pudo ocuparse nuevamente de su propia ofensiva en el Norte. Las formaciones de caza de la Legin fueron trasladadas de n"evo al frente Norte. a lIen'enl de Pisuerga, una pequea ciudad sitllada a 1I110S 100 kilmetros al S"deste de San-tander.

    Despus de mis primeros vuelos operativos. nada poda slljehir-me a mi pacfica compaa de vila. Ya no abrigaba la preocupacin de que la guerra terminara antes de que percibiera suficiente olor a , plvora. Las luchas eran duras y largas. Los medios de comuni-caciu, las particularidades del pas y la mcntalidad de los espaIloles daban Jugar a largos inten"alos entrc las grandes ofensivas, como tambin entre las ficciones menores. Aquello -ya. lo sabamos en tonces - durara mucho tiempo. Pero los voluntarios alemanc') co mnmente ramos relevados al cabo de un periodo de seis a diez meses y para m ya haba transcun'lo casi la mitad de ('se plazo .

    Por ti .. e .. comba/e.

    Por fin obtuve la satisfaccin a lnis c.:tlllstall lcs solil:ituuc!:i. Se me encomend el mando de la escuadrilla 1I1 del grupo J -88. que por

    ~IJ mascota llevaba la dCIlOminite;,'Hl de I.Haf" ~tit'kcyJl. micutras las otras CSl:uuclri1las de l grupo , hajo el IIlalldo dI! los t"cnil'lItcs pri- . meros Luct:loW y St.:hlichl"iug, ludan a su vez, t.:OJl)O mascotas, marab y un sombrt.:ro de copa . Segn las varialllf:s de la s','[ uaCIClD,'

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    MEUO}\I.-\S 59

    a nuestro grupo de caza se le encomendaban indistintamente tareas de combate areo , o de ataque a blancos terrestres que efectubamos con formaciones cn vuelo rasante. La diferenciacin neta entre la aviacin de caza \' la de ataque se desarroll a base de las experien-cias reunidas eH la guerra cspaliola, y esa evolucin comenz preci-samente cuando me hice cargo del tercer escuadrn del grupo J -88. nicamente mi escuadrn sigui con los viejos He-51, mientras los otros dos fueron reequipados con aparatos Me-l09.

    La principal tarea de los Mc-109 era el eombate con los cazas Curtiss y Rata. que se presentaba a su vez en nmero creciente, ya como caa escolta o en caza libre. Los 1 ... le-l09 demostraron su absoluta superioridad y lograron grandes xitos. El teniente prime-ro Harder tena cnloJl[:es en su haber el mayor nmero de aviones enemigos derriba,los ; posteriormente hahra de ser superado por ~ioelders.

    Los He-51 cn cambio eran netamcnte inferiores a los Curtiss y Rata,. tanto en velocidad como en ai"mamento, maniobra y capaci-(lad de elevacin. es decir, casi todas las condiciones que determi-nan la calidad de un avi.n de caza, En tal situacin debamos elu-dir, dentro de lo posible, los encuentros con cazas enemigos y dedi-carnos en cambio a atacar los blancos terrestres. Desde el punto de vista de un piloto de caza. el ser relegado as es muy lamentable. (Tnicamenle en el (;om hate areo cs donde un piloto de caza puede mostrar toda su fibra . No,sotros. en una especie de autoirona ama-ble, 110S calificbamos "cazas de trocha angosta.

    No obstante, no siempre ei'a posible eludir los encuenu'os eon los Curtss y los Ratas Y cuando se producan. las cosas se ponan serias . Cierta vez que habamos atacado a una columna en marcha cerca del aerdromo republicano de Llancs. advertimos, demasiado tarde . quc los Curtiss despegaban; abalanzndosc sobre nosotros. lo-graron dispersar por completo mi foi"macin En vez de establecer el acostumhrado crculo de defcnsa, cada cual trat de ponerse a salvo en los vall,,, dc la Illeseta montaliosa asturiana. Por supuesto, aquello no poda terminar hicn. Mientras yo mismo era amenazado por dos Curtiss 'lue tena pegados a mi cola, vi C01110 de lIna de las

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    montaas ascenda la espesa columna dc humo negro reveladora de la cada de un aparato.

    Sent una gran furia cuando la escuadrilla estuvo de regreso en el aerdromo. Naturalmente no esthamos todos. Reun a los pilo-tos para decirles cuatro frases con todo el rigor ele estilo. Mientras estaba en medio de ese desahogo aterriz uno de Jos desaparecidos, el teniente Neumann. Su llegada no pudo interrumpir mi torrente de improperios. Por el contrario, cuando solicit permiso para infor-mar, mi malhumor estaH elel todo. Aquello - dije - era una por-quera sin nombre y de manera alguna deba repetirse en el futu-ro. El teniente Neumanll, trat de ntcri'umpirme, pero sin resul-tado. Finalmente, cuando se aplac mi rabia; pudo informarme que haba derribado un Cmtiss. Era el mismo cn~;a columna de humo :\70 haba visto desde el aire y que haba tomado por uno de los nues-tros. Su victoria fue confinnada sin dejar Jugar a dudas .

    Los aviadores de ataque llevbamos un "considerable alivio a la jnfantera espaola y gozbamos de gran simpata entre ella. Nos Hamahan ((cadenas o /Ctrabajadores y desarrollbamos operaciones areas de apoyo a los infantes hostilizando los movimientos del ad-versario en su retaguardia, atacando sus posiciones de artillera. im-pidiendo el aporte Je reservas y ahogando en sus comienzos todo contraataque; o sea algunas de las tareas que comprenden los tr-minos Ilapoyo directo)) e ((interdiccin, que actualmente se usan en el mando de fuerzas areas tilcticas. Con el tiempo, los ataques en vuelo rasante se convirtieron en requisito previo indispensable ele toda operacin, por parte de los nacionales.

    Los rojos no disponan nada equivalente a la aviacin de ataque do la Legin. Por supuesto, el ejrcito sovitico deriv muchas en-seanzas de las experiencias que tuvo ocasin de recoger en Espaa al combatir contra nosotros y, posteriormente, desarroll aquella arma especial en una medida tal, que los veteranos alemanes de la segunda Guerra Mundial tienen cosas muy serias que relatar al res-pecto. La artillera antiarea roja no cobr mucha significacin en Espaa, excepcin hecha de algunas concentraciones, tales como las de Brunete y Teruel. Hacia el final de las hostilidades realizaron se-

    MEMORIAS 61

    ros esfuerzos para neutralizar con cazas v artillera los demoledores ataques de nuestras formaciones en vuelo rasante.

    Nuestro armamento y eCJ.uipo eran en aquel tiempo relativamen-te poco aptos para atacar blancos terrestres. Volbamos sin aparatos de radio, que se consideraban n lujo superfluo, ya que por loge-neral no funcionaban debidamente. Realizbamos solamente nave-gacin observada y conducamos las formaciones por medio de se-ales. Nuestro He-51 poda cargar como Jmlximo seis bombas de fragmentacin de 10 kilos cada una. Estaha armado adems con dos ametralladoras cuyos dispositivos de carga y disparo eran mecnicos y deban ser recargadas manualmente despus de cada rfaga de fuC'go . Al hacerlo. el piloto con harta frecuencia se lastimaba los nu-d;lJos en cualquiera de los obstculos que se le oponan en. el inte-rior del estrecho puesto de pilotaje, en el que imperaba un calor in-creble. Por este motivo en das calurosos solamos volar ataviados solamente con un taparrabos y cuando regresbamos de las incursio-ne.!>, transpirados. rnanchados de aceite y ennegrecidos por el humo de la plvora, parecamos ms estibadof-es de carbn que verdade-

    ro~ pilotos.

    Contra lns dinamiteros (!~tllrianos.

    Constantemente nos preocupbamos por el mejoramiento tcni-co v tctico de nuestra arma. Recuerclo , por ejemplo, que en los ataques que librbamos contra las posiciones montaesas de Oviedo, ensayamos por primera vez algo as como el bombardeo lIen alfom-bran que habra de emplearse en la segunda Guerra Mundial. Debo observar al respecto, que aquel intento era insignificante si se com-para con el que los aliados realizaron y denominaron as posterior-mente .

    Los dinamiteros)), segn se llamaba a los mineros asturiano!; que integrahan la mayora de las tropas rojas en Oviedo, eran ar-tistas consumados como zapadotes. Con las mismas herramientas que anteriormente utilizaban para su labor pacfica, haban creado, en las salvajes anfractuosidades de aquellas sierras_ verdaderas obras maestras de fortificaciones, trincheras, casamatas y nidos de ame-

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    tralJadora~. Una altllra ddendida por ~cmcjante sistema de posicio-nes y una tropa decidida, podan llegar a ser inexpugnables para 'los medios que en aquel tiempo se dispona. Visto desde el aire, aquello se asemejaba a los ornamentos con los que se suelen adornar las cajas de muertos, y por este motivo, les dimos el nombre de "posi-ciones de tapa de atilUd . Incluso nosotros, los aviadores de, ataque, poco podamos contra ellas. Si atacbamos, los rojos se echaban a tierra y nuestras bombas, arrojadas una a una y al IIzar, e~taJ1ahan sin causar mayores efectos.

    Esto nos sugiri la idea de intentar lanzamientos en m'asa. Nos acercbamos a las posiciones desde atr~, por entre los precii?icio~, en formacin cerrada y a escasa altura, 'i atacbamos la cima en vuelo rasante. A una seal dada, lanzbamos las bombas a un mismo tiempo y aquellos regueros producan efectos concentrados. Deno-minamos aquello "bombardeo en alfombra del hombre pobre . de-bido a que, an as, era relativo el dao qlle podamos causar con tan pequea carga de bombas.

    Tambin inventaron mis mednicos una especie de bomba Na-palm rudimentaria. Montaron ~obre \In recipiente lleno de gasolina o de una mezcla de sta con aceite usado de motores, unll bomba in-cendiaria y otra de fragmentadn, que tras el impacto incendiaban y desparramaban el contenido. Aquellos artefactos eran muy rudi-mentarios, pero no dejamn ele smtir sus efectos. Paso a paso fuimos reuniendo experiencia; practieamos por iniciativa propia tocio gne-ro de mejoras y enviamos voluminosos informes a Berln.

    El 25 de agosto cay Santander tras largos y encarnizados com-bates. en los cuales se distingllieron especialmente la IV y V Bri-gada Navarra. Nos trasladamos a Llanes, la base ms curiosa desde la cual haya volado nunca. Estaba situada sobte una meseta, cuya ladera norte caa abruptamente sobre las aguas profundamente azu-les del Golfo de Vizcaya. Las tres faldas restantes poco tenan que envidiarle en lo violento del declive, de manera que aquello era como si despegramos desde la azotea de un enonne rescacielos junto al mar. Los estrechos lmites del aerdromo estaban guarne-cidos por slidos cercos de alamhi'e tejido para evitar posihles cadas

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    MEMORIAS

    aviones. El conjunto era f\imilnr n llnn cancha de tenis de gran tamao.

    Aparte de su pintoresca belleza - a un lado la amplia visin sobre el Golfo de Vizcaya azul y al otm el escarpado paisaje monta-s asturiano, que se extendia hasta los picos de Emopa cubiertos de nieve - Llanes nos ofreca la ventaja de su proximidad inmedia-ta al frente. Desde all realizbamos hasta siete incursiones en un solo da. Tenamos que abastecernos de combustible cada dos sa-lidas, de modo que en situaciones crtica.s o cuando mediaban oh-jetivos particularmente importantes, nos aprovisionbamo~ con los motores en marcha.

    En Llanes se registr cierta vez un episodio tragicmico. La es-cuadrilla haba cumplido una misin difcil y la crtica subsiguiente, que era presidida por el Jefe del Grupo, se prolong un tanto. Ad-vert entonces que uno de los pilotos se mostraba ms y ms intran-quilo y especialmente me llam la atencin que se llevara las manos repentinamente a la parte posterior de sus pantalones. Apenas hubo terminado la crtica se adelant: "El suboficial primero Otte solici-ta permiso para retirarse". POI' mi parte estaba un poco enojado. .Por qu? - le pregunt -. Acaso tiene llenos los pantalone,s? -,~, mi Teniente Primero... i Impacto en l ... !" El suboficial pri-mero Otte ,tuvo que pasar unos das boca abajo en la enfermela,

    A pesar ele la clesesperada y muy hbil resistencia del enemigo, las tropas de Navarra y los Requets, de actuacin no menos bri-llante, se apoderaron ele una posicin tras otra y el 21 de octubre ele 1937 tomaron por asalto a Gijn, el ltimo baluarte rojo en el Norte La "cuenca del Ruhr espaola se hallaba ya en manos de Franco, quien controlaba a la sazn 35 de las 50 ciudades de pro-vincia de la pennsula.

    Como toelo lo que habamos contribuido a conquistar desde el aire, contemplamos entonces tambin a Gijn desde la superficie . All los restos de las fuerzas enemigas haban estado comprimidos en un espacio estrechsimo. Cayeron en manos ele los nacionales grandes cantidacles de material de guerra y mi parte del hotn con-sisti en un Old~mobile . 'lue ostentaha an la insignia de un Gene-ral republicano. En aquellas po~icione~ tan ferozmente di~pl1tadas y

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