Los Proscritos y Los Desterrados (2) - La Tormenta de La Bruja - James Clemens

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segundo libro de el libro de la bruja, magnifica entrega de literatura de fantasía con suspenso, que no solo es para chicos sino también para grandes.

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James Clemens

La tormenta de la bruja

James ClemensLA TORMENTA DE LA BRUJA

2 lOS PROSCRITOS Y LOS DESTERRADOSPara mis incondicionales ms acrrimos, mis hermanas y hermanos (y s, los voy a indicar todos): Cheryl, Doug, Laurie, Chuck, Bill y Carrie.ndice

6Argumento

7PREFACIO

10PROSCRIPTUM AL PREFACIO

15LIBRO PRIMERO. CAMINOS SINIESTROS

16Captulo 1

31Captulo 2

46Captulo 3

56Captulo 4

70Captulo 5

80Captulo 6

94Captulo 7

107Captulo 8

118Captulo 9

132Captulo 10

145LIBRO SEGUNDO. MARES Y BRUMAS

146Captulo 11

166Captulo 12

183Captulo 13

199LIBRO TERCERO. SHADOWBROOK

200Captulo 14

215Captulo 15

234Captulo 16

255Captulo 17

274Captulo 18

290Captulo 19

313Captulo 20

330LIBRO CUARTO. EL RUGIDO DEL DRAGN

331Captulo 21

349Captulo 22

369Captulo 23

385Captulo 24

399LIBRO QUINTO. LA BRUJA DE LOS PANTANOS

400Captulo 25

413Captulo 26

433Captulo 27

459Captulo 28

479Captulo 29

497Captulo 30

505Agradecimientos

Argumento

Elena luce la marca de la bruja en la mano, una mancha de color carmes que implica la posesin de un poder sobrecogedor. Y slo una mujer que controle la magia de la sangre ser capaz de enfrentarse a los secuaces del Seor de las Tinieblas.

Pero Elena todava no domina por completo sus poderes. Protegida por un guerrero sin edad y unabanda de renegados, parte en busca de una ciudad perdida en la que, segn las profecas, se encuentra un libro que contiene la clave para derrotar al Seor de las Tinieblas.Sy-wen, una joven perteneciente a un clan que habita en el ocano y que est en contacto con los terribles dragones marinos, posee otra clase de poder.

PREFACIODe Salazar Mut, escritor y dramaturgo[Nota: a continuacin se transcriben las palabras exactas escritas en la vigilia de la ejecucin de Salazar Mut, acusado por crmenes contra el Estado.]Lo primero y lo ms importante es que soy escritor.Y es precisamente porque lo soy, que estoy convencido de que las palabras deberan escribirse siempre con sangre. Slo as sera posible escoger con cautela aquello que se escribe. Quin osara entonces desperdiciar esa cantidad limitada de fluido vital en ligerezas y en cuentos? Si las palabras brotaran del corazn de cada cual, acaso no seran siempre el reflejo de la verdad intrnseca de aquella persona?As pues, aunque embadurno el pergamino con tinta barata que se adhiere a l como las babas en la garganta de un moribundo, quiero imaginar que lo que mancha estas hojas es mi propia sangre. Segn cmo se mire, esta afirmacin resulta cierta; desde mi celda oigo al verdugo afilar sus instrumentos en la piedra con un ruido que hiende el aire con una cuchilla tan afilada como los filos que golpea. Cuando yo termine de escribir, l me abrir las entraas para que todos puedan ver en ellas lo que los dioses escribieron en mi interior. Me convertir en un libro abierto. As pues, adems de ser el prefacio de la siguiente traduccin de los Manuscritos Kelvish, estas palabras sern tambin el prefacio del tomo abierto en que se convertir mi cadver en cuanto amanezca.En esta vigilia me veo forzado a relatar mi historia para que Delli, mi amada esposa, muera rpidamente bajo el filo del hacha en lugar de sufrir y debatirse bajo la Piedra de la Justicia. Escribo para que ella pueda morir en paz. No obstante, como ya dije antes, tengo que ser fiel a mis ltimas palabras. He de admitir que aunque la muerte de mi esposa no dependiera de esta accin, habra escrito igualmente este prefacio.De hecho, la escritura no slo es mi don... sino tambin mi vida.La literatura no slo me ha proporcionado pan para mis hijos y un techo para mi familia, tambin me ha alimentado el alma. Las palabras me han mantenido con vida. Las palabras han sido mi corazn. Cmo renunciar una ltima vez a contar una historia? Aunque sta represente mi propia condena, es preciso que os la d a conocer para as preveniros de las maravillas que los Manuscritos entraan.S que tengo que ser un ejemplo para vosotros, estudiantes que deseis ser Acadmicos de la Nacin. Que mi muerte sea, pues, el testimonio de la perversin y condena que subyace en el texto de los Manuscritos.As sea.He aqu mi historia.En los oscuros callejones de la ciudad de Gelph, conoc por casualidad a un comerciante del mercado negro que me ofreci algo prohibido. El hombre apestaba a confites sabrosos y a cerveza amarga. Al principio logr zafarme de l. Pero, sin duda, aquel canalla logr leerme el alma y me hizo una oferta que no supe rechazar: estudiar detenidamente las palabras prohibidas de otros tiempos. Me ofreci un ejemplar de los Manuscritos que mantena oculto bajo la piel desollada de un fantico muerto. Como escritor, ya haba odo rumores de la existencia de estos textos, y supe que sera preciso pagar un precio muy alto por la oportunidad de leer las palabras que contenan. No estaba errado: el ejemplar que me dio aquel hombre de dientes podridos me ha salido muy caro.Pas cuatro das y cuatro noches sin dormir, leyendo el texto a la luz de las velas. Tema que alguien me interrumpiera y me arrancara el libro de las manos, as que no me detuve hasta el final. Aunque la barba lleg a cubrirme las mejillas no cej hasta llegar a las ltimas palabras con la vista ya cansada.El primer Manuscrito me pareci tan inocuo que no entend por qu se haba prohibido. Me indign que una obra tan inocente estuviera prohibida; sin embargo, cuando llegu al ltimo Manuscrito lo comprend todo por fin. Entonces comprend el motivo por el cual los Manuscritos se mantenan ocultos. Aquello no slo me indign: esa injusticia me hizo enfurecer. Entonces, envalentonado por el poder de las palabras de los Manuscritos, decid dar a conocer la historia al pueblo.As que trac un plan.Se me ocurri convertir los Manuscritos en una obra de teatro, cambiar unos cuantos nombres y lugares, tergiversar un poco la historia, y as transmitir su poder encantador. Sin embargo, un miembro del reparto me traicion, y en la noche del estreno de mi obra fui arrestado junto con mi compaa y el pblico que aguardaba para ver la funcin.De las doscientas personas apresadas aquella noche slo quedamos mi esposa y yo... pero los gritos de dolor de los dems todava retumban en mi cabeza. Durante los cinco inviernos que llevo encarcelado, he vertido tantas lgrimas que tengo siempre la lengua seca. Incluso al escribir ahora estas palabras, las lgrimas ya empapan la tinta hmeda, que se desparrama en borrones negros por el pergamino.Sin embargo, a pesar del dolor que la lectura de los Manuscritos ha ocasionado a mi familia y a muchas otras, no me arrepiento. Las palabras de los Manuscritos me cambiaron. Ahora s la verdad! Y ni siquiera el filo del verdugo lograr arrebatarme jams ese conocimiento. Morir con las ltimas palabras de los Manuscritos en los labios y morir feliz.Como escritor, siempre he credo que las palabras albergan cierta magia. Sin embargo, ahora, despus de leer los Manuscritos, comprendo el poder que puede llegar a tener una palabra escrita.Las palabras pueden convertirse en la sangre de la gente.

PROSCRIPTUM AL PREFACIOPor Jirrob Sordun, profesor de Estudios UniversitariosSed bienvenidos de nuevo a los Manuscritos.Seguramente, os preguntaris por qu hemos dedicado las primeras pginas de este texto a las ltimas palabras de un blasfemo. Como bien sabis, Salazar Mut muri ejecutado pblicamente por decapitacin lenta en la prisin de New Welk, en Sant Sibaro, a la maana siguiente de escribir el prefacio.Estimados estudiantes, que su muerte sea la primera leccin que aprendis antes de proseguir con el estudio de los Manuscritos.Habis credo las palabras de Mut? Creis que las palabras pueden convertirse en la sangre de un pueblo? Es posible que las palabras alberguen algn poder arcano? Si es as, no os avergoncis: Salazar Mut era un gran escritor.Pero que os sirva de leccin: desconfiad siempre de las palabras.Mut estaba sumido en el engao, afectado por la debilidad mental que provoca la lectura no guiada de los Manuscritos.Su muerte debe ser la leccin, no sus palabras. Ellas no lograron salvarle la vida.As pues, antes de que abris la primera pgina de este segundo tomo, es preciso que conozcis la siguiente verdad y que la aprendis de memoria recitndola cien veces antes de que se ponga el sol:Las palabras no tienen poder, los Manuscritos no tienen poder, slo el Consejo tiene poder.

As empez el mundo: ungido con fuego y acosado por el batir de las alas de los dragones.Al otro lado de mi ventana, el sol del invierno se dispone a sumergirse en el azul del Gran Ocano Occidental. El cielo no luce con el brillo rosado de la primavera, sino que ms bien es un revoltijo amoratado de tonos purpreos, rojos y amarillos. Estoy sentado ante mi escritorio y aguardo, como he hecho cada noche desde que el pasado ao finalizara la primera parte de la historia de esa mujer. En el transcurso de las ltimas cien noches, he visto crecer y menguar la luna varias veces desde este mismo sitio, con la pluma clavada en el pergamino, incapaz de escribir.Por qu? Por qu retraso la continuacin de su historia? S que es el nico modo de librarme del maldito hechizo de la bruja. Slo si escribo su verdadera historia podr liberarme de l y morir al fin. Acaso me retraso en un intento inconsciente por prolongar mi existencia interminable? Prefiero tal vez vivir uno, dos o incluso tres siglos ms?Nada de eso. El tiempo se encarga de hacer aicos las ilusiones que uno se hace sobre s mismo. Al igual que el agua que fluye por un derrumbadero abre un canal cada vez ms profundo, el paso de los aos ha logrado desgastar una a una las capas de mi autoengafio. Esto es lo nico bueno que este maldito tiempo interminable me ha dado: mi corazn es capaz de verlo todo con claridad.No. Tantos das y noches de pginas en blanco no se deben a un deseo de proseguir con mi vida; en realidad slo son producto del horror, del miedo paralizante que siento ante lo que me dispongo a escribir a continuacin. Son unos sucesos que ni siquiera la ptina del tiempo logra borrar.S que ahora debo contar la historia de aquel viaje siniestro, de aquel camino oscurecido por la sombra negra de la bruja. Pero temo volcar esta historia en papel: escribir los hechos no slo me exige revelar los horrores de aquel camino y enfrentarme directamente a ellos; al posar la tinta en el papel, la leyenda se volver ms real y lo que ahora slo es un recuerdo adquirir sustancia y forma.Pero no me queda otra alternativa...As pues, mientras los das luminosos y las puestas de sol rosadas de la primavera y el verano se desvanecen a mis espaldas, encuentro en las brisas glidas y los cielos amoratados del invierno el valor para escribir de nuevo. Esta estacin me permite proseguir con su historia.No es la misma que la del comienzo del viaje.Escuchad... os los chasquidos del hielo al romperse en los pasos de las montaas mientras la primavera se libera por fin del abrazo del invierno en las cimas de la Dentellada y se abre paso por los valles? Od los lamentos y los quejidos de los hielos: son como truenos que anuncian el inicio del viaje.Y como todos los viajes, propicios o funestos, ste tambin se iniciar con un paso...

LIBRO PRIMEROCAMINOS SINIESTROS

Captulo 1Elena sali de la cueva, apartando a un lado el trozo de piel que colgaba en la entrada y que guardaba el calor de las hogueras matutinas del pueblo de las montaas. A pesar de que ya haca una luna que haba llegado la primavera, a esas alturas las primeras horas de la maana todava traan consigo bocanadas glidas procedentes de las cumbres. En el exterior de las cuevas, el aire era vivificante, ola a abeto y a amapolas silvestres de las Tierras Altas. Aquella maana, la brisa, ms clida, auguraba ya la proximidad del verano.Con un suspiro, Elena levant la capucha de su chaqueta de lana verde y levant la vista hacia las montaas. Estaban todava cubiertas de nieve y parecan inclinadas sobre ella, amenazando con desplomarse mientras el estrpito de cientos de cascadas, procedente de los torrentes causados por el deshielo, atronaba por el valle. Tras un largo invierno en el cual el agua y el tiempo parecan haberse congelado para siempre, el deshielo de la primavera era como un nacimiento.Al avanzar un paso con una sonrisa en los labios, Elena resbal con el taln en una placa de hielo oscura, un recordatorio de que el invierno todava no haba abandonado por completo las Tierras Altas.Elena se ayud con las manos con poca fortuna y fue a caer de espaldas sobre el camino de piedra.A sus espaldas oy el crujido de la cortina de piel en la piedra; Erril apart el protector de la entrada y se acerc para ayudarla.Cuidado! No te rompas el cuello antes de abandonar la Dentellada! exclam tendindole una mano. Te has hecho dao?No, estoy bien. Elena, con el rostro tan acalorado que hubiera podido fundir el hielo que tena en las posaderas, no quiso coger su mano, y se levant trabajosamente. No vi... he resbalado.Suspir y apart la vista de aquella mirada grave y escrutadora. Enmarcados por unas cejas oscuras, los ojos grises de Erril parecan examinarla continuamente, como si juzgaran cada uno de sus movimientos. Por qu daba la impresin de que Erril era el nico que se daba cuenta cuando ella se quemaba el dedo con una llama o se cortaba un dedo con un saliente de roca que no haba visto? En un intento por recobrar la dignidad perdida, Elena se restreg la palma de la mano en los pantalones grises que llevaba, pero lo nico que encontr ah fue una mancha hmeda en el trasero.Los dems hace tiempo que esperan coment Erril tras adelantarla mientras se encaminaban hacia los trescientos escalones que conducan al paso donde los otros compaeros estaban reunidos. Seguro que incluso el lobo ya ha regresado.Aprovechando su aspecto de lobo, Fardale haba partido al amanecer para examinar las pistas que conducan a los valles lejanos. Entretanto, Neelahn y Meric se haban encargado de herrar los caballos y preparar el carromato, mientras Tolchuk y Mogweed cargaban y hacan acopio de las provisiones. Slo Kral continuaba atrs, despidindose de su clan de las montaas.Para cruzar el paso con la cada de la noche dijo Erril mientras ascenda, tenemos que irnos pronto. As que mejor que te concentres ms en el camino y menos en las nubes.Como si fuera una burla a lo que acababa de decir, un trozo de hielo traicion el paso de Erril. El caballero extendi su nico brazo con destreza y tuvo que saltar dos escalones para conservar el equilibrio. A continuacin, se volvi hacia ella con una expresin sombra.Ir con cuidado por donde piso asever Elena mientras bajaba lentamente la vista al suelo, incapaz de disimular su sonrisa.Erril mascull algo en voz baja y prosigui hacia adelante.Ambos ascendieron los restantes escalones con cuidado y en silencio. Elena se dijo que el pensamiento de ambos giraba en torno a lo mismo: el camino que se abra ante ellos, el largo trecho que los aguardaba a travs de las tierras de Alasea para alcanzar la ciudad perdida de Aloa Glen. En algn lugar de aquella ciudad sumergida se encontraba el Diario Ensangrentado, que Erril haba escondido siglos atrs y del que se deca que contena la clave para la salvacin de las tierras frente a la corrupcin del Seor de Gulgotha. La cuestin era si ellos, un grupo de viajeros procedentes de tierras distintas y con motivos diferentes para emprender aquel camino, lograran llegar hasta all.En el transcurso de las ltimas semanas, ajetreadas por los preparativos, los planes y el acopio de vveres, cada uno de los miembros del grupo haba sentido una mezcla de alivio por estar por fin en camino y de temor ante la perspectiva de abandonar la seguridad de aquellos pasos helados. Un silencio denso, como aquel en el que estaban sumidos, pesaba sobre los hombros de todos excepto de...Eeo!El grito a sus espaldas detuvo a Erril y a Elena cuando ya estaban a punto de enfilar la pista. Elena se volvi y vio cmo Kral haca pasar su enorme cuerpo por lo que a lo lejos pareca una estrecha abertura en el lejano precipicio de granito. Les haca seas con uno de sus enormes brazos del tamao de un tronco, mientras su voz se precipitaba como un trueno a travs del can.Esperad! Voy con vosotros.Con la espalda inclinada por una bolsa pesada, subi por la escalera avanzando tres escalones a cada paso. Elena contuvo el aliento y pestae. Le sorprenda mucho que la gente de las montaas no se rompiera el cuello ms a menudo en aquellos caminos helados. Kral pareca ajeno a los escalones resbaladizos y apoyaba con firmeza los pies en cada escaln. Elena se pregunt si era la suerte o la habilidad lo que impeda que aquel hombretn sufriera una cada mortal.Al poco tiempo los alcanz.Un da magnfico para partir! anunci Kral con voz firme y no resentida por el suave aire de la montaa. Pareca ser el nico miembro del grupo despreocupado con respecto al viaje que emprendan. Conforme se haba ido aproximando el da de la partida, el grupo se haba vuelto silencioso, mientras que Kral haba adquirido nuevos bros y se mostraba ilusionado: revisaba una y otra vez las provisiones, afilaba las urnas, arreglaba los cascos de los caballos, meda el deshielo y se afanaba por satisfacer cualquier necesidad que tuvieran para la marcha.Al ver la amplia sonrisa de Kral al acercarse hacia ellos por la escalera, Elena le pregunt lo que ms le inquietaba:No parece que te entristezca abandonar tu hogar. No sientes un poco de pena por tener que partir?Kral pas una mano por la espesa barba negra mientras su expresin adquira un aspecto divertido.Para nuestro pueblo, la primavera es el tiempo de la Dispersin. Ahora que los pasos del invierno ya estn abiertos, nuestras gentes se dispersan en Hogueras y se dirigen hacia las rutas comerciales. El clan no volver a reunirse hasta finales de otoo. De hecho, no tenemos un lugar que consideremos nuestro hogar; para nosotros, nuestro hogar se encuentra ah donde sentimos las rocas bajo las botas y el corazn en el pecho.Hizo un ademn con la cabeza en direccin al camino, indicando que continuaran la marcha pero Erril no se movi.Kral, t dices siempre la verdad, igual que tu gente, pero hay muchas cosas que callas. Desde su posicin elevada en la escalera labrada, Erril clav la mirada en los ojos del hombre las montaas. Creo saber lo que alimenta ese deseo apresurado que tienes para que nos vayamos.Veamos, hombre de los llanos, y, qu es, segn t? Kral frunci el entrecejo levemente mientras la alegra que llevaba prendida en los labios se converta en un mohn.Cuando nos conocimos en la taberna de Winterfell repuso Erril, hablaste de un presagio que auguraba calamidades para tu pueblo con mi llegada. Kral apart la mirada. Pareca concentrado en el hielo roto que cubra la escalera. Erril prosigui: No es el viaje lo que te alegra el corazn, es simplemente el alivio al ver que me alejo de tus gentes y que tu clan todava sobrevive.Tus palabras me avergenzan musit Kral, mirando hacia la piedra fra.No lo pretenda. Adems, ste no es el motivo por el cual te he hecho parar aqu.Y entonces para qu? pregunt Kral con amargura.Para agradecerte una cosa. Erril se acerc al hombre de las montaas y lo cogi por el hombro mientras los ojos de Kral se abran con sorpresa. Ya te he dado las gracias por tu proteccin y por curarme del veneno de los goblins, pero jams te he agradecido el riesgo que tu tribu corri al acogerme. T conocas la profeca y, aun as, me aceptaste en tu hogar.No tienes nada que agradecernos balbuce Kral. No tenamos otra opcin. Nos debemos a la Roca y no nos amedrentamos ante nuestro deber o su carga proftica.Aun as, estoy en deuda contigo. Erril apret por ltima vez el hombro de Kral y se volvi para reemprender la ascensin hacia el Paso de los Espritus. Tambin la gente del llano sabe qu es el honor.Elena sigui a Erril, no sin antes advertir una mirada de respeto en los ojos del hombre de las montaas.A medida que ascendan hacia el paso, Erril empez a cojear ligeramente sobre su pierna derecha; era evidente que el ejercicio afectaba el hueso que el otoo anterior haba sufrido el ataque del goblin. El veneno de la daga haba convertido al caballero Standi, el hombre de las llanuras, en una figura esculida. A pesar de que haba recuperado la musculatura y la forma fsica, todava persistan las huellas de las heridas, en especial, al hacer ejercicio. Erril no era el nico miembro herido del grupo. En el transcurso de su primer enfrentamiento con el Seor de las Tinieblas, todos haban sufrido daos, si bien stos no siempre eran visibles. A cuntas otras batallas tendran que enfrentarse antes de que el grupo llegara a la ciudad perdida?Erril lleg a lo alto del camino y se detuvo. Tena la mirada clavada en el paso abierto.Todava pienso que el plan es una temeridad murmur.Elena y Kral se le acercaron.El Paso de los Espritus se extenda frente a ellos con su forma serpenteante y sus suaves cuestas. La primavera haba alcanzado por fin las Tierras Altas. Las plantas de azafrn crecan en salpicaduras de azul y blanco y, en los bordes del paso, haba incluso flores que se esforzaban por destacar entre las manchas de nieve persistente, como si la propia primavera estuviera intentando sacudirse las espaldas del manto del invierno. Adems de las flores, el paso estaba lleno de vida. En la linde de un bosque de abedules se vean los flancos rojos de una manada de ciervos que avanzaba lentamente por el paso. En lo alto, un cuervo que volaba en crculos profiri un chillido y se precipit contra el mar verde de la pradera; luego volvi a alzar el vuelo con algo pequeo y de piel roja que se retorca bajo sus talones.Los ojos de Erril no estaban para eso.Mirad el carromato dijo. Parece una puta barata de taberna: pintado de colorines y adornado con campanas para atraer la atencin de la gente.Junto a un pequeo riachuelo que se agitaba entre murmullos por las rocas mohosas, Elena vio un grupo de caballos atados junto a un enorme carromato cubierto. Los lados de madera del carro estaban pintados de naranja intenso mientras que la capa de lona, tensada sobre un armazn hecho con madera de arbolillos de arce doblados, era de color azul adornado con estrellas blancas pintadas a mano. De los lados pendan cencerros, cada uno de los cuales estaba pintado con un color distinto.Tiene algo que me gusta coment Kral junto a Elena.Erril se acerc con el entrecejo fruncido a los caballos inquietos y a la gente que aguardaba junto a ellos.Debera haberme llevado yo solo a Elena. As toda esta locura no habra sido necesaria.Eso ya se decidi en su momento. Lo votamos repuso Kral. Excepto Meric, el elfo, que no quera participar en este viaje, t eras el nico que quera disolver el grupo.Somos demasiados. Un grupo ms pequeo se mueve con ms agilidad y pasa ms inadvertido.Es posible, pero si llamas la atencin del enemigo, necesitars los poderes y las habilidades de todos para alejar a la nia del Corazn Oscuro. No slo tenemos que protegerla de ladrones y maleantes.Esos argumentos ya los he odo antes.Elena tena casi que correr para mantenerse junto a los dos corpulentos hombres.To Bol nos aconsej que nos mantuviramos unidos dijo resoplando.Ya lo s, Elena respondi Erril, aminorando un poco el paso para que ella pudiera seguirlos. No pretendo desacreditar a tu to. Era un hombre muy valiente. Pero las profecas que l intent descifrar resultan muy difciles de interpretar. Podra haberse equivocado.Pero no fue as replic la nia con firmeza. El corazn le deca que era verdaderamente importante mantener el grupo unido. En parte, es posible que esa sensacin se debiera a que ya haba perdido a toda su familia: los padres haban muerto quemados por culpa de ella; su ta y su to, degollados por las bestias de Gulgotha, y su hermano Joach haba sido arrebatado de su lado por artes de magia negra. Tantas prdidas habran resultado insuperables sin la ayuda inestimable de quienes ahora la rodeaban. Las seis lunas que llevaban juntos haban convertido aquel grupo en su segunda familia, y el vnculo con ella no era de sangre, sino de lucha. Por eso detestaba la idea de ver dividida aquella familia.Tenemos que permanecer juntos.As lo haremos afirm Erril. Sin embargo, en su voz asom una sombra de duda.Es un buen plan arguy Kral y, sealando el carro pintado de colores brillantes aadi: ste es nuestro distintivo. Al viajar como una pequea compaa circense, una de tantas que pueblan los caminos en primavera y verano, nos mantendremos ocultos a la vista de todos. Mientras los que nos buscan escudriarn los caminos secundarios, nosotros viajaremos con el rostro al descubierto, haciendo ruido y dejndonos ver. Eso no slo mantendr a distancia las miradas indiscretas, sino que tambin nos permitir ganar algunas monedas y oro para comprar provisiones. Para m, es un buen plan.S respondi Erril con sarcasmo. Y pensar que las gentes de las montaas slo decs la verdad...Kral hizo una mueca y dio un golpecito amistoso en el hombro de Erril.Vaya! Ya veo que esta temporada entre los clanes te ha hecho un hombre un poco ms sabio.Como ya estaban cerca del carro, el vozarrn de Kral atrajo la atencin de los dems, que se encargaban de los preparativos de ltima hora. Neelahn, que estaba ensillando un caballo ruano, levant la mirada. Alz una mano para saludar pero, al ver a Elena, se qued petrificada. Parpade varias veces, tir al suelo el cepillo que tena en la otra mano y se acerc a ellos.Mientras se acercaba, Neelahn se limpi una mancha de barro de la mejilla y dijo:Madre Dulcsima, Erril, qu le has hecho a esta pobre nia? Su pelo!Entonces Elena se dio cuenta de lo que ocurra y se llev una mano a su cabello cortado. Donde antes lucan unos rizos largos de color castao rojizo que le llegaban a los hombros, ahora haba slo una mata desigual de pelo que apenas le tapaba las orejas. Adems, su cabello ya no era rojizo: ahora estaba teido de negro para asemejarse al pelo de Erril.Creo que, si queremos esconder a Elena en este circo de locos respondi Erril, no hay un modo mejor que ocultando a la mismsima nia No os parece? As pues... os presento a mi hijo.

Erril observ cmo se arremolinaban todos alrededor de Elena.En aquel nutrido grupo, el tamao de Tolchuk resaltaba como una loca en medio de una corriente. El ogro, que pesaba el doble que el hombre de las montaas, no se acerc demasiado; pareca darse cuenta de que su enorme talla todava inquietaba a la nia. A pesar del aspecto desagradable del ogro, de piel spera, dientes afilados y un tamao enorme, Erril senta un gran respeto y admiracin por su tranquilidad o inteligencia. Durante las discusiones acaloradas acerca de los planes de viaje, fueron precisamente las palabras juiciosas de Tolchuk las que haban logrado al fin convencer a Erril de llevarlo a cabo.Por el contrario, agazapado a la sombra del ogro, estaba Mogweed. Para Erril aquel mutante era un interrogante. Tena la forma de un hombre delgado, de pelo pardusco y movimientos nerviosos; apenas deca nada y, cuando lo haca, su voz era tan baja que apenas se le oa. Sin embargo, por muy poca cosa que aquel ser pareciera por sus ademanes y su modo de hablar, a Erril le pareca extrao y poco fiable. Precisamente en ese instante en que Mogweed contemplaba a Elena y apartaba luego la vista a unos pasos de ella, a Erril le pareci un pjaro hambriento escudriando a un gusano que se retorca. Tuvo la impresin de ver la mente de Mogweed dando vueltas a pensamientos y planes que jams deca en voz alta.Meric, en cambio, vestido con su habitual camisola blanca de lino y los pantalones bombachos de color verde, jams se morda la lengua. El esbelto elfo de cabellos plateados se inclin sobre Elena y extendi un dedo para levantarle la barbilla. Sin embargo, las palabras iban dirigidas a Erril.Cmo te has atrevido a tocarla? No tienes ningn derecho a arruinar de este modo la belleza de nuestra lnea monrquica.Era preciso respondi Erril con frialdad. Es posible que este disfraz haga que esta preciosa lnea monrquica tuya siga con vida.Y qu hay de su marca? pregunt Meric tras soltar la barbilla de Elena, mirando fijamente a Erril. Luego seal la mano de Elena, all donde las sombras de color rub se agitaban en lentos remolinos. Cmo vas a ocultar este brillo de bruja?Mi hijo se ganar el sustento en el circo acarreando bultos y barriendo. Y para esas tareas necesita un par de guantes de trabajo.Tras decir eso, Erril dio un golpe en su cinturn, del que colgaba un par de guantes sencillos de piel.Pretendes que un miembro de la realeza de los elfos barra y acarree basura? La piel blanca de Meric se ensombreci. Creo que ya la has arruinado bastante con ese ridculo corte de cabello.Para entonces, el rostro de Elena estaba tan enrojecido como su mano de color de rub. Meric se arrodill junto a la nia.Escucha, Elena, no tienes por qu hacer todo esto. Eres la ltima descendiente de la lnea monrquica del rey de los elfos. Por tus venas fluye la sangre de dinastas perdidas. No debes olvidar jams tus derechos de nacimiento. Le tom la mano y aadi: Abandona esta aventura intil y regresa conmigo hacia los veleros y los mares de tu verdadero hogar.Las tierras de Alasea son mi hogar respondi ella mientras se soltaba la mano. Es posible que sea la descendiente de un rey remoto de tu pueblo, pero tambin soy hija de estas tierras y no voy a dejarlas ahora a merced del Seor de Gulgotha. Eres libre de partir, si lo deseas, y regresar a tu hogar, pero yo me quedar aqu.Meric se incorpor.Sabes que no puedo regresar si no es contigo. Adems, mi madre, la reina, no tolerara que sufrieras el menor dao. As pues, si insistes en esta bsqueda sin sentido, estar a tu lado para ayudarte.Aquel hombre agotaba a Erril.

La chica est a mi cargo dijo por fin, tirando por el hombro a Elena. No necesita para nada de tu proteccin.S, ya he visto cmo la proteges. El delgado elfo lanz una mirada desdeosa a Erril y luego seal el paso. Basta con mirar el carro en el que te propones llevarla. Si fuera por ti, ella viajara como un vagabundo.Internamente Erril se avergonz de or aquellas palabras y reconocer en ellas las quejas que antes haba proclamado. No le gust nada or la misma opinin de los labios del elfo.No es un mal plan musit mientras se daba cuenta de que estaba contradiciendo sus palabras anteriores. He viajado durante siglos como malabarista para ganarme la vida. Esta sencillez puede mantener oculta a la chica.Pero mrale los cabellos se lament Meric. Era realmente necesario?Antes de que nadie pudiera replicar, Tolchuk intervino con su voz cavernosa, semejante al castaeteo de las rocas, y dijo sin ms:El pelo crece.Kral gru divertido y se volvi a Neelahn, que se encontraba a su lado.Bueno, muchacha, parece que est decidido. Ahora que Elena va disfrazada, creo que vas a ser la nica mujer de la compaa... Naturalmente, si te sientes algo excluida, podemos poner una peluca al ogro y decir que es la novia de Mogweed.La diminuta mujer ninfa se apart la larga cabellera rubia del rostro.No creo que sea necesario. Y ahora, si todos habis terminado de mirar a la pobre nia, tal vez sera buena idea terminar de enganchar los caballos al carro y ponernos en marcha.Neelahn tiene razn convino Erril, volviendo la espalda al elfo. Los pasos que ahora estn hmedos por la noche sern hielo y...Mirad! exclam Elena, sealando a sus espaldas.En lo alto del paso vieron un enorme lobo negro que corra por la pradera hacia ellos, como una sombra oscura en la hierba.Ya era hora, Fardale! murmur Mogweed para s. Erril percibi el fastidio en la voz del hombre y presinti que haba muchas cosas no dichas entre esos dos hermanos mutantes.El lobo se acerc majestuoso a Mogweed con la lengua colgndole a un lado de la boca. Fardale clav los ojos de color de mbar, brillantes con la luz del sol, en los de su hermano. Tras resoplar unas cuantas veces, el lobo inclin levemente la cabeza y rompi el contacto; a continuacin, se acerc al riachuelo cercano para beber.Bueno pregunt Kral a Mogweed, qu dice tu perro?Pero antes de que Mogweed pudiera responder, Elena reprendi al hombre de las montaas diciendo en voz baja:No es un perro. No deberas llamarlo as.Chica, slo est bromeando repuso Erril mientras se acercaba a Kral y a Mogweed. A ver, qu ha descubierto tu hermano sobre el estado de los pasos?Dice que muchos de los caminos estn bloqueados por rpidos explic Mogweed tras apartarse un poco de Erril y colocarse ms cerca del ogro. No se puede pasar por ellos. El camino que est ms al norte est despejado, pero presenta unas pocas corrientes de agua.Bien asinti Erril. Entonces tenemos una salida al valle y a las llanuras.Slo que... Mogweed pareca querer replegarse en s mismo.Qu pasa, hombre?Dice que el camino... no huele bien.Qu quiere decir con eso? Elena se acerc a ellos con la mirada preocupada.Erril se frot la frente para eliminar una punzada que senta en las sienes desde la dura ascensin hasta ah.S, qu quiere decir con eso? insisti con tono spero.No est claro. Es algo... algo respondi Mogweed, contemplando las flores rotas bajo sus botas. Luego agit la cabeza.Tolchuk se movi y se aclar la garganta.El lobo habla con imgenes intent explicar. La mitad silura de mi sangre tambin ha logrado captar algunas imgenes de Fardale: Un lobo de pelo erizado. Un camino vaco que huele a carroa podrida.Qu puede significar eso? pregunt Elena con temor.Nos avisa que el camino est abierto, pero que hay algo que, como lobo, no le parece normal. Nos est advirtiendo que tenemos que ser precavidos.En el silencio que sigui, Fardale volvi del riachuelo y se sent junto a Elena, acariciando suavemente la mano con el hocico hmedo. Ella lo acarici despreocupadamente detrs de la oreja mientras el animal se sentaba sobre las patas traseras.Al verlo, Erril record la insistencia de la chica en no tratar a Fardale como un perro, pero no dijo nada. La intimidad compartida entre el lobo y la nia pareci serenar la creciente preocupacin en el rostro de ella; Erril se dijo que esa jovencita precisaba todo el valor posible para el viaje que se les avecinaba.En marcha dijo Erril, pero tened los ojos y los odos en guardia.Mientras los dems estaban atareados con los ltimos preparativos, Mogweed remoloneaba al final del carro. l tena tambin otros quehaceres. En el pequeo grupo de gentes de Kral que se haba reunido para despedirlos distingui a la arpa de espaldas curvadas. Tras hacer un gesto con la cabeza a la anciana, se encamin al lado en sombras del carromato. Baraj tres monedas en la palma de la mano y luego se coloc una en el bolsillo. Con dos bastara.Oy que los dems del grupo se intercambiaban rdenes. Estaban ocupados. Perfecto. Poco despus oy la respiracin sibilante de la anciana mujer de las montaas, que se diriga pesadamente al socaire del carromato. Mogweed se mordi el labio inferior mientras se lamentaba por tener que depender de otra persona. Sin embargo, lo que le haba pedido a aquella vieja arpa era algo que l no poda hacer solo. Juguete con las monedas y stas tintinearon. Era una suerte que unas monedas brillantes hicieran que otras manos se encargaran de las tareas que uno no poda hacer por s mismo.La anciana mujer de pelo cano, apoyada en una rama curvada de nogal pulido, avanz tambalendose en las sombras junto a Mogweed. Sin duda, en el pasado la mujer haba sido ms alta que el mutante, pero el tiempo le haba encorvado la espalda con tal crueldad que ahora tena que abrir los ojos hacia arriba para mirar directamente a Mogweed a la cara. Con los ojos de color granito escudri en silencio al mutante. Con la misma fiereza con que el paso de innumerables inviernos le haba envejecido el cuerpo a la mujer, l sinti que sta tena un corazn de hielo tan duro como la nieve eterna sobre las cimas venteadas.De pronto, Mogweed se arrepinti de haberse procurado un cmplice para esa tarea.Apart la mirada de aquellos ojos ptreos y se aclar la garganta.Conseguiste... lo que te ped?Ella lo mir, permaneci callada unos segundos, asinti lentamente y hurg en los pliegues de su maltrecho manto de piel de zorro.Las gentes de las montaas somos comerciantes, no? respondi con una risotada gutural. Sac una bolsa pequea de piel curada de cabra y se la acerc. Pero en el momento en que l iba a tomarla, la mujer la retir.Qu vas a hacer con eso? pregunt ella.l ya tena la respuesta preparada para esa pregunta.Es slo un recuerdo dijo Mogweed con el mayor candor que le fue posible.La arpa frunci la mirada al orlo.Eres astuto susurr. Tal vez demasiado para tu propio bien.No entiendo lo que...Ella le escupi en las botas.Apestas a mentira.Mogweed retrocedi. Aquella mujer sera capaz de acusarlo? Sin darse cuenta apenas puso la mano izquierda en la empuadura de una daga que llevaba en la cintura.Sin embargo, no soy yo quien tiene que juzgar tu suerte y un trato es un trato dijo, tirndole la bolsa llena. La Roca se encargar de juzgar tu vala y de labrar tu camino.Mogweed, sorprendido, quiso asir la bolsa, pero la revolvi torpemente en los dedos hasta que la retuvo con l pecho. Incapaz de articular palabra, introdujo la mano en que sostena las dos monedas en el bolsillo para sacar la tercera. Tena la impresin de que deba ser generoso al pagar a esa vieja arpa.Por las molestias musit por fin, ofrecindole todas las monedas con la mano abierta.De repente la vieja arpa arremeti con su bastn de nogal y le golpe la mano, tirando las tres monedas al suelo.Slo la plata limpiar mis odos de tus mentiras.Mogweed se frot la mano herida y rpidamente sac una moneda de plata que llevaba en su monedero. Mientras se la entregaba miraba el bastn con recelo.La moneda desapareci entre los pliegues de la tnica de la mujer. Ella se volvi con un gruido, pero antes pronunci una ltima advertencia.Mucho cuidado con cuanto compres con mentiras, zorro astuto. Podras descubrir que la recompensa no merece el precio que has pagado por ella.Dicho esto, sali de las sombras del carro a la luz del sol y desapareci por un lado.No merece el precio pagado? Mogweed abri la bolsa de piel de cabra y mir su contenido. El rostro se le ilumin con un gesto de satisfaccin. La recompensa vala cualquier precio.En el interior oscuro haba varios de los mechones cortados del pelo castao rojizo de Elena.La prueba de una bruja.

En el entramado oscuro de las ramas de los robles, el silencio se haba apoderado del bosquecillo. No se oa el canto de ningn pjaro; ningn insecto zumbaba. Virani aguz el odo. Desnuda, con la piel de un color ms suave que el de la luz de la luna, cubierta slo por los mechones de su oscuro cabello negro, permaneca arrodillada junto al tocn podrido de un abeto que tena los lados chamuscados por incendios antiguos. Contuvo el aliento. El ms leve ruido destruira el hechizo.Sus hijas haban hecho un buen trabajo. A un kilmetro y medio de aquel claro no quedaba nada con vida. Desde donde se encontraba poda ver el suelo cubierto con los pequeos cuerpos inertes de los animales del bosque: ardillas, pjaros de todo tipo, incluso haba un gamo con el cuello retorcido por el veneno. Virani, satisfecha, inclin la cabeza para prepararse.Delante de ella, sobre la madera carcomida del tocn, tena un cuenco del tamao de la palma de la mano, hecho de piedra de ebonstone. El cuenco refulga con un color ms negro que la mejor obsidiana, y unas venas del cuarzo de plata surcaban su superficie oscura como un rayo de medianoche. Pas un dedo por encima del borde.Ah haba riqueza, y en el cuenco, poder.Se hizo un corte en el dedo pulgar con una daga de hueso y luego ech unas gotas de sangre en el cuenco. Estas cayeron como mercurio en el fondo del cuenco y luego desaparecieron. La piedra siempre quera ms.Entretanto empez a recitar las palabras que le haban enseado; conforme lo haca, la lengua de Virani se iba enfriando con cada slaba. No se detuvo, porque eso hubiera significado su muerte y se forz a continuar moviendo la lengua. Por suerte aquella letana era breve. Mientras las lgrimas se le colaban entre los prpados firmemente apretados, logr pronunciar por fin la ltima palabra con los labios azulados y glidos.En cuanto termin, volvi a sentarse sobre los talones y se acerc el pulgar a la boca, lamiendo cuidadosamente el corte. En aquella boca helada, la sangre pareca fuego.Haba llegado el momento ms difcil del hechizo: la espera.Mientras se chupaba el dedo herido, sus hijas haban notado su desespero y se haban acercado con precaucin. Virani dej que le treparan por las piernas y que se acurrucaran all donde haban visto la luz. Una de las hijas, especialmente preocupada, lleg a encaramrsele por el estmago y le frotaba suavemente un pezn con las patas peludas. No hizo caso de aquella jovencita y no le dio importancia a aquel mpetu.Se concentr en el rito. Acaso se haba equivocado? Y si pona algo ms de sangre?Entonces, sbitamente, unas llamas oscuras emergieron del cuenco de ebonstone, vacilantes por encima del cuenco como cientos de lenguas de serpiente.Fuego oscuro.Vira ni susurr el nombre de aquellas llamas con los labios todava amoratados por el fro. Aquel fuego no proporcionaba calor. De hecho, el claro pequeo se volvi ms fro con esa presencia. Mientras que el fuego normal arroja luz en la oscuridad, aquella llama absorba la luz del sol del atardecer, que se colaba entre las ramas tendidas sobre su cabeza. El bosque se volvi lbrego mientras una niebla de oscuridad fra iba surgiendo entre aquellas llamas.La hija que tena en el pecho, asustada por el brillo del fuego oscuro, le mordi el pecho, pero Virani no atendi a aquel dolor. Fuera o no venenosa, la mordedura de una araa era slo un pequeo incordio, comparada con la amenaza que se agazapaba tras las llamas oscuras.Inclin la cabeza ante el tocn.Maestro, tu sierva te aguarda.Las llamas crecieron. La oscuridad engull el cuenco y el tocn. Un grito apagado retumb entre las llamas. Incluso aquel susurro de dolor la hizo estremecer. Virani reconoci en l el canto de los dragones del Blackhall. Hubo un tiempo en que su propia voz se haba unido a aquel coro mientras se debata entre los torturados. Y as se hubiera quedado de no haber sido porque el Corazn Oscuro la haba encontrado agradable a la vista, la haba escogido como recipiente de su poder y la haba ungido con la Horda.Virani levant la mano hacia el sitio donde el propio Seor de las Tinieblas la haba tocado esa ltima noche. Ahora tena un nico mechn blanco en el pelo oscuro, que resaltaba igual que una serpiente albina entre races negras. Mientras se acariciaba aquel nico mechn blanco, unas imgenes acudieron a sus ojos: unos colmillos amarillos, unas garras desgarradoras, el aleteo de unas alas membranosas. Apart los dedos del cabello.A veces es mejor no evocar algunos recuerdos.Entonces una voz se elev entre las llamas, una voz que envenen su nimo. Al igual que un perro golpeado teme la mano de su amo, Virani no pudo contenerse la orina y se ensuci mientras inclinaba todava ms su cabeza. Los huesos le temblaban con cada palabra.Ests preparada? pregunt el Seor de las Tinieblas.S, mi amo.Bes el suelo sucio por su incontinencia. Sus hijas se apartaron de su lado: esas araas se escondan debajo de las hojas y de los cadveres. Incluso aquel pequeo grupo de la Horda reconoca la voz de su padre.Tu regin est segura?S, mi amo. Mis hijas controlan todo el paso. Si la bruja pasa por este camino, la Horda me alertar. Yo estar preparada.Conoces tu deber?Ella asinti manchndose el rostro en el barro.Tienen que morir todos.

Captulo 2Elena cerr los ojos y dej que el movimiento del caballo la meciera. Los msculos de las piernas respondan a los movimientos y los vaivenes de su montura con familiaridad; la lnea divisoria entre animal y jinete se converta en simple ritmo.

Llevaban prcticamente todo el da cabalgando y, aun as, el grupo haba avanzado poco en el paso. El andar pesado y rechinante del carromato los obligaba a una marcha no ms rpida que un paseo gil a pie. Adems, por si no haba ya motivos suficientes para ir despacio, tuvieron que cruzar algunos arroyos crecidos con mucho cuidado porque las corrientes rpidas resultaban traicioneras tanto para las ruedas como para los cascos.Aunque los dems se lamentaban del avance lento del grupo, a Elena no le importaba; se senta feliz de volver a montar su propio caballo. Su pequea yegua, Mist, era lo nico de su hogar que haba logrado sobrevivir a los estragos del otoo pasado. Ahora, mientras galopaba, le pareca que aquellos horribles sucesos eran slo ecos de una pesadilla. Con un poco de esfuerzo, poda imaginarse que estaba cruzando las tierras y los campos de su valle natal, tal vez para ir de excursin a la colina Baldy Nob y hacer una comida en el campo. Acarici con la mano la crin oscura de la yegua y le pein el pelo spero con dedos temblorosos. Una sonrisa leve le levant las comisuras de los labios. Por un instante le pareci notar en el fuerte olor del sudor de Mist el aroma de su hogar.Chiquita, sera mejor que cabalgaras con los ojos abiertos le advirti Erril. Su voz cansada por el viaje hizo aicos los recuerdos del hogar de Elena.La muchacha se irgui en su silla y abri los ojos. Su camino estaba surcado por filas de abedules y abetos. Elena vio delante de ella la parte trasera del carromato, que avanzaba pesadamente por el terreno irregular.Mist sigue a los otros. No se despista murmur Elena.Erril espole su montura, un enorme caballo de los riscos blanco cuya piel se confunda perfectamente con el hielo y las nieves de las cumbres. El hombre, miembro de la familia Standi y hombre de los llanos, se coloc junto a ella. Iba ataviado con unas botas negras que le llegaban hasta las rodillas y un abrigo de montar marrn oscuro. Aunque una cinta de piel roja le mantena el cabello apartado de su severo rostro, los vientos del paso haban logrado soltarle algunos mechones, que ondeaban como banderas a su espalda. l y su montura se acercaron majestuosos a la pequea yegua gris y su jinete.Has practicado un poco estos das? pregunt en voz baja con los ojos brillantes por la luz del atardecer.Ella apart la vista y clav los ojos en el borrn de su silla de montar.Un poquito.Erril le haba enseado los pocos trucos que conoca acerca del control y el manejo simple de la magia. Shorkan, el hermano de Erril, haba sido un mago portentoso antes de sacrificarse para crear el Diario Ensangrentado. Durante los aos que Erril pas junto a Shorkan haba aprendido un poco de aquellas artes arcanas.El hombre de los llanos suspir y tendi una mano para agarrar las riendas de la chica mientras controlaba su propio caballo con leves movimientos de talones y piernas.Mira, Elena, entiendo que no te guste utilizar el poder que tienes

No. Te equivocas. La chica se quit el guante de la mano derecha y le mostr la mancha de color rojo. Ya he aceptado esta responsabilidad y no le tengo miedo. Elena acerc los dedos hacia la mueca de Erril y, como supuso que pasara, l evit el contacto. Sois t y los dems quienes temen el poder.Ella levant el rostro, pero Erril no la mir a los ojos.No es que... empez a decir.Elena levant su mano de color rojo para que l no continuara. Era preciso decir aquello.Me he dado cuenta de que todos intentis no mirar prosigui, que evitis que os toque. Temo ms ese miedo que a la magia.Lo siento, Elena, pero tienes que entenderlo. Hace muchos siglos que no haba nadie con la seal de la Rosa, y muchos ms de que la ostentaba una mujer.De todos modos, acaso no veis la chica que hay detrs de la Rosa? Volvi a colocarse el guante. Soy ms que una mancha en una mano.Cuando levant la vista, se encontr con los ojos de Erril que la escrutaban con una expresin pensativa; el rictus severo habitual en su rostro se dulcific.Bien dicho, Elena admiti. Es posible que haya mirado demasiado a la bruja y no tanto... a la mujer.Tal vez debieras tenernos en cuenta a ambas repuso Elena con una seal de agradecimiento. Sospecho que este viaje nos va a poner a prueba a ambas.Erril no respondi, pero acerc la mano y le apret la rodilla.Durante estas seis lunas entre las gentes de Kral has crecido mucho. Ms de lo que crea.Ser el aire de las montaas respondi ella con una sonrisa tmida.l le dio una palmadita en la pierna y le ofreci una de sus escasas sonrisas. Algo en lo ms profundo de su ser la conmovi; algo la roz ms que la mano en la rodilla. Una mezcla de alivio y arrepentimiento la inund cuando l apart su mano y se alej.Erril llev lentamente su caballo a un lado y Elena espole con suavidad los flancos de Mist para acercarla al carromato que se alejaba. Elena suspir. De repente, el camino hacia Aloa Glen no le pareci tan largo.Al frente, oy el estrpito de unos cascos cerca del carromato y eso le llam la atencin. Meric se acercaba montado en una briosa potra ruana. El elfo pareca flotar por encima de su montura mientras se acercaba. El cabello plateado de Meric, atado en su cola habitual, se levantaba sobre la espalda, igual que la cola del caballo. l y su potra se apresuraron hacia ellos.Qu ocurre? pregunt Erril.Meric no le hizo ni caso y, antes de contestar, inclin su cabeza ante Elena.Kral ha ordenado hacer un alto. Ha visto algo raro. Dice que nos reunamos con l.Qu ha encontrado? Elena apret con fuerza las riendas.No lo s respondi Meric mientras negaba con la cabeza. Dice que jams ha visto algo parecido en estas cumbres y pasos.Elena se acord del mensaje del lobo: El camino huele mal. Levant una mano para abrigarse mejor el cuello con su chaqueta de montar. Erril ya tena la mano en la empuadura de su espada.Vamos dijo.Meric dio la vuelta con el caballo y se puso delante. En cuanto hubieron pasado el carromato abigarrado, Elena observ que Neelahn y Mogweed ya no estaban en la parte delantera. Mir en el interior del vehculo. Estaba vaco. Al parecer, Tolchuk haba ido tambin hacia adelante.Meric avanz por el camino, que estaba apenas marcado. Tras doblar un recodo, la ruta se desvaneca en una pendiente pronunciada. Los dems estaban arremolinados en lo alto y escudriaban los terrenos que se abran abajo. Elena y sus compaeros descabalgaron y se unieron al grupo.Kral dijo Erril al acercarse al hombre de las montaas, qu has encontrado?Este se limit a sealar hacia abajo con uno de sus gruesos brazos.Elena se coloc junto a Neelahn. La ninfa estaba preocupada. Delante de ellos el camino descenda bruscamente en fuertes altibajos hasta alcanzar un bosque, el cual, como el atardecer quedaba detrs de ellos, permaneca sumido en las sombras. Los troncos torcidos y doblados de los rboles de ah abajo, fundamentalmente robles negros y arces rojos, suponan un cambio notable con respecto a la posicin erguida y majestuosa de los abetos y abedules de las tierras ms altas.Ese bosque tiene aspecto de enfermo susurr Neelahn, que pareca ensimismada, como si escuchara con algo ms que el odo.Qu cosa crece en las ramas de los rboles? pregunt Mogweed.Elena tambin lo vio. De casi todas las ramas pendan unos filamentos hechos con hilos de telaraa que se mecan y ondeaban como musgos fantasmales. Algunos formaban grupos espesos y otros se prolongaban enlazados entre s de forma que alcanzaban una longitud mayor que la altura de los rboles.Qu es eso? inquiri Mogweed directamente a Neelahn, la experta del grupo en lo referente a bosques.Sin embargo, obtuvo la respuesta de Tolchuk, cuyos ojos de color mbar refulgan bajo la luz mortecina.Parecen telaraas.La voz de Mogweed se volvi aguda.Y cmo...? Qu podra causarlas?Elena respondi esa pregunta.Las araas.Neelahn se acerc al roble solitario para obtener respuestas. El anciano rbol se ergua como un centinela cerca de la linde del bosque oscuro, separado de sus compaeros, que estaban cubiertos de telaraas. Slo sus ramas, salpicadas de yemas verdes, rozaban suavemente las de los dems rboles. Ciertamente ah ocurra algo siniestro.Neelahn exclam Erril. Aguarda!Ella no le hizo caso pero levant una mano para pedir silencio al hombre de los llanos y darle a entender que haba odo su advertencia. Entretanto, los dems estaban intentando que el carromato sorteara los altibajos y alcanzara el interior de aquel bosque extrao por donde el camino prosegua. Neelahn oa sus gritos al darse rdenes unos a otros. Slo Erril y Elena la haban seguido al acercarse rpidamente a la linde del bosque.Como ninfa impregnada de la magia elemental de la raz y de la marga, senta los bosques como su propia responsabilidad. Neelahn no poda permanecer quieta mientras aquel bosque antiguo sufra. Tena que saber quin o qu haba atacado el espritu del lugar y vengarlo.Se acerc cuidadosamente hacia el roble anciano, procurando no aplastar las bellotas que haban cado junto a la base de su tronco nudoso. Sera contraproducente ofender a aquel anciano del bosque, sobre todo cuando necesitaba obtener respuestas a lo que estaba ocurriendo.Aquel roble solitario, doblado por el paso del tiempo, con la corteza negra pulida por dcadas de hielos invernales y quemaduras de verano, suscitaba admiracin. Sus ramas creaban un dosel enmaraado en lo alto, que pareca expresar la rabia del anciano rbol por lo que les haba ocurrido a sus hermanos de raz. Sin embargo, ni siquiera aquel superviviente robusto haba escapado del ataque corrupto. Neelahn distingui varias protuberancias callosas, del tamao de un meln, que brotaban como furnculos amarillos en el tronco. Tenan un aspecto parecido al de las agallas parsitas de los avisperos, pero jams haba visto ningunas tan crecidas.Neelahn extendi con cuidado un dedo para tocar la corteza del anciano, al tiempo que mantena la mano bien apartada de uno de aquellos tumores que creca en lo alto. Cerr los ojos, inclin la cabeza y abri su corazn.Despierta y escchame, anciano. Te pido consejo.Aguard en espera de un indicio que significara que haba sido escuchada. Algunos rboles viejos quedaban sumidos en sueos y no les gustaba abandonar el calilo comn del bosque donde residan. Pero se no era el caso de aquel anciano: no se oa ningn canto en el bosque, ni haba msica en el claro en que se elevaba el rbol.Todo el bosque permaneci callado a su llamada.Neelahn se estremeci. Slo haba habido otro bosque tan muerto como aqul, Lokaihera, el suyo, despus de que la Roya lo destruyera por completo.Neelahn dijo Elena a sus espaldas con una voz que pareca provenir de muy lejos. Ests llorando. Qu ocurre?El bosque... no est enfermo. Neelahn tena la voz rota. Est muerto. Envenenado. Como mi hogar.Cmo puede ser? pregunt Erril. Mira, los rboles todava tienen brotes. Parecen estar bien.No. El espritu de un rbol canta desde el momento en que germina hasta que muere. Mir a Erril y a Elena mientras acariciaba con respeto el tronco fro de aquel anciano. No oigo ningn canto musit. Todos los espritus han desaparecido.Pero todava hay brotes en los rboles insisti Erril.Es para despistar. Algo ha eliminado los espritus verdaderos y se ha apropiado de los rboles. Lo que tenemos delante no es un bosque, es algo distinto.Elena se acerc a Erril.Quin es capaz de hacer algo as? pregunt con los ojos muy abiertos.Yo no... Neelahn se puso en guardia de repente. Tal vez fuera producto de su imaginacin o de su deseo, pero por un momento sinti un roce familiar: un hormigueo detrs de las orejas, un repique leve, como el que hace el viento al pasar entre cristales. No quera albergar esperanzas vanas pero senta que l, anegado en venenos, la llamaba. El anciano todava estaba con vida y sufra mucho.Neelahn? pregunt Elena con cautela.Sssh. Est muy dbil. Neelahn se volvi de espaldas a sus dos compaeros de expresin preocupada y apoy las dos palmas de las manos en el tronco nudoso del roble.Ven a m, anciano rez. Deja que mi canto te d fuerzas.Suavemente empez a cantar en su interior una meloda que haba aprendido de pequea. El espritu del rbol se le acerc, dubitativo, como si tuviera miedo. Neelahn se abri paso. Mira mi luz y no tengas miedo. Entonces su canto se uni al de ella, al principio como un suspiro y luego con fervor. Haca tiempo que aquel rbol no haba hablado con otro de su especie. Su cantar la envolvi como el abrazo de un amigo perdido desde haca mucho tiempo. No obstante, Neelahn senta que la fuerza abandonaba esos brazos antao fuertes. A pesar de la belleza y la perfeccin de aquel canto profundo, que slo se alcanza con el paso de muchos inviernos, el canto del rbol se apagaba con cada nota. El anciano estaba empleando todo el espritu que le quedaba para acercarse a ella.Neelahn no iba a consentir que aquel esfuerzo fuera en vano.Se uni al canto de dolor y prdida del viejo roble a la vez que le suplicaba: Anciano, dime qu les ha ocurrido a quienes compartan las races contigo. Tenemos que saberlo.El anciano sigui cantando, pero su voz se debilitaba rpidamente. Slo una palabra lleg con claridad a los odos de la ninfa: Horda. Qu poda significar eso?Desorientada, Neelahn solicit una descripcin ms clara, pero no la obtuvo. El desfalleca. Intent susurrarle cantos de curacin y esperanza, pero fue en vano. El espritu del viejo roble muri mientras ella le cantaba junto al corazn.Apoy la frente en el tronco del rbol. Que la Madre Dulcsima te proteja, rez. Sin embargo, cuando el anciano roble se precipitaba ya hacia su desaparicin, logr enviarle un ltimo suspiro a Neelahn, la cual, estremecida y asustada por aquel ltimo mensaje, apart las manos de la corteza. No! Eso, no! Las lgrimas le anegaron los ojos.Qu ocurre? pregunt Elena.Neelahn se esforz en volver a emplear el lenguaje normal y en utilizar la lengua. Qu simple y aburrido era el lenguaje normal comparado con el susurro mltiple de su pueblo! Sacudi la cabeza, todava aturdida por el mensaje del rbol.Tenemos que...Atrs!Erril tom a Neelahn por el hombro y la apart del roble con brusquedad. Todava balancendose para conservar el equilibrio, Neelahn se volvi para ver qu haba asustado al caballero de los llanos. Tuvo que taparse la boca para ocultar su expresin de repugnancia. Tras la muerte del rbol, las agallas amarillas ahora se estremecan y se agitaban en el cuerpo muerto del roble con un zumbido letal y amenazador.Atrs, atrs... orden Erril intilmente.

Todos retrocedieron precipitadamente.De repente, igual que si fueran frutos maduros, las agallas se abrieron y un torrente de araas rojas se abri paso en aquellas llagas rotas, desparramndose por el tronco y las ramas. El rbol, convertido ahora en un nido de la podredumbre ms siniestra, apestaba a carne podrida. Al cabo de un instante, miles de araas se precipitaban con sus hilos de seda en el aire del crepsculo.Madre de los cielos, qu horror es ste?! maldijo Erril.Neelahn ya conoca la respuesta.Es la Horda.Las araas amortajaron el rbol en sus redes. Los bichos crecan cada vez ms: sus cuerpos diminutos se hinchaban como ampollas rellenas de sangre y las patas negras crecan y engordaban. Su aspecto era tan horripilante que no dejaba lugar a dudas de si su mordedura era venenosa.Q... qu podemos hacer? quiso saber Elena. No podemos atravesar este bosque.S, s podemos asegur Neelahn con una voz tan temible como aquellas araas. Record la ltima nota que el roble anciano haba entonado. Con ella le haba pedido algo totalmente opuesto al espritu de una ninfa, una deslealtad que atentaba contra su propio mundo; en ese instante Neelahn se dio cuenta de la imperiosa necesidad de tomar aquella medida.Cmo? Qu propones? pregunt Erril.La ninfa cerr los ojos y evoc la imagen que haba recibido del tanto fnebre del roble: unas llamas engullendo la madera y las hojas.Tendremos que abrirnos camino con fuego. La voz se le ensombreci mientras juraba venganza.Elena se mordi el labio inferior y dobl la mano derecha mientras examinaba su mancha de color rub bajo la luz de las primeras horas del anochecer. El sol ya se haba puesto detrs de los picos de la Dentellada y slo quedaba una luz mortecina y oscura en la linde de aquel bosque enfermo.Se hallaba en la parte trasera del carromato y nadie le haca caso. Los dems estaban demasiado enfrascados en discutir los planes del da siguiente. Slo haban logrado ponerse de acuerdo en un asunto: no enfrentarse al bosque durante la noche. De hecho, haban decidido acampar lejos de all y montar guardias de dos personas.Mientras los dems discutan, slo Mist estaba de pie junto a Elena, en la parte trasera del carro, con el hocico metido en su bolsa de comida. Con gesto ausente, la muchacha pasaba con la mano izquierda un cepillo por la crin de la yegua para quitarle las zarzas y desenredarla,. Sin embargo, aquella tarea no estaba resultando muy efectiva porque tena su atencin ms centrada en los torbellinos rojos de sangre y negros de magia que se agitaban en la mano derecha.Se concentr en la mancha de color rub, a la vez que recordaba las rdenes de Erril. Tena que limitarse a que la magia se manifestase, no deba liberarla. Elena tom aire y tranquiliz el ritmo del corazn. Tena que aprender a controlar su magia porque presenta que el da siguiente pondra a prueba su capacidad. Con los prpados casi cerrados, Elena dese que las yemas de los dedos se le calentaran. Entonces comprob, aunque slo fue parcialmente consciente de ello, que las uas de la mano derecha empezaban a brillar con un suave color rosado.A continuacin, tena que emplear un poco ms de magia.Elena aument su deseo hasta una intensidad que la asust un poco. Sinti la llamada de su magia descontrolada y el canto seductor de poder. Percibi aquella msica silenciosa, que ahora ya conoca gracias a las prcticas que haba hecho con Erril.Elena no poda negar que una parte de ella, la mitad de su espritu de bruja, se senta atrada por aquellos susurros. En lugar de negarse aquel deseo, atendi su llamada. Erril le haba enseado que no aceptar esos deseos slo hara que su mitad de bruja adquiriera poder y control sobre su propia voluntad, con lo cual la bruja se apoderara de la mujer.Ella no iba a tolerarlo! Era Elena Morinstal y demasiada gente haba dado su vida por ella. No poda dejar de lado sus orgenes para abandonarse a los cantos de sirena del poder. Era preciso no dejarse atrapar por la llamada de la magia.Abri la mano. Las puntas de los dedos se iluminaron, las sinti calientes y quedaron blancas, sin color. Elena se permiti una sonrisa de satisfaccin. Bastaba un chasquido de sus dedos para que su magia descontrolada saliera de ella y se desbocara por el mundo. Sin embargo, se dijo, si haca eso, sera la mujer y no la bruja la que manejara a su voluntad aquella magia.Apret firmemente el puo, sinti toda la energa en l y luego abri la mano. La magia chisporroteaba en llamaradas por la palma y el dorso de la mano.De repente una voz se elev detrs de ella:Qu ests haciendo?Con la sorpresa, la magia de Elena brill ms, como un ascua atizada por una llama. Se forz a apagarla, pero antes el brillo la deslumbr, como si la castigara por no permitirle mostrarse al mundo. Tuvo que esperar unos instantes hasta distinguir la delgada figura del mutante, que estaba detrs de ella.Mogweed? Elena se enfund la mano, ya apagada, en el guante.Parece que ests enfundando una espada dijo Mogweed con una sonrisa.Perdona, qu dices?Ests ocultando el arma respondi l, sealndole la mano enguantada. Una espada envainada parece inofensiva, incluso bonita, pero luego se desenvaina y se muestra el filo mortal. Los ojos de Mogweed brillaban con intensidad bajo la luz mortecina. Tu magia se parece a una espada.Es posible. Pero las espadas resultan ms fciles de manejar repuso ella con timidez, por lo menos no intentan clavarse en la gente por s solas.Todo requiere su prctica, pequea. Una espada es tan letal como la habilidad de quien la blande.Sin embargo, incluso un nio es capaz de matar por accidente con una espada.Bien cierto. Mogweed le tom la almohaza. Deja que te ayude.A continuacin empez a peinar la crin de Mist con ms diligencia que Elena.Ya lo har yo repuso la nia. Sin embargo, Elena se dio cuenta de que Mist estaba disfrutando con las atenciones del mutante. De todos modos, claro est, el trozo de raz dulce curada que ste le haba ofrecido antes al caballo obr maravillas para congraciar al animal con ese hombre.Vamos, vamos! la rega. Me gusta hacerlo. Los caballos necesitan un poco de amabilidad despus de un largo da de marcha. Contempl a la nia con esos ojos extraos y de pupila rasgada. Pero, basta de caballos. En realidad he venido por si queras compaa. Parecas muy sola aqu atrs. Por qu no ests con los dems?Nadie pareca tener inters alguno por mis ideas sobre maana.Mmmm..., eso me suena. l le sonri. Yo tambin me mantengo en un segundo plano. Me temo que no entiendo por completo el proceder de los humanos. Los silura somos un pueblo aislado que vivimos en las profundidades de los Altos Occidentales, alejados de los hombres, excepto por el contacto espordico con cazadores o tramperos. No me siento cmodo con otra gente... Al hablar baj la voz. Daba la impresin de que las lgrimas estaban a punto de escaprsele... Especialmente tan lejos de mi hogar.Elena tom un cepillo y empez a limpiar los flancos de Mist.S cmo te sientes murmur. Una punzada de dolor la tom por sorpresa. Mientras limpiaba a Mist, una msica suave se elev por el aire procedente del campamento; Neelahn estaba tocando el lad. Las notas solitarias se mecan por el aire, como el agradable calor de la hoguera del campamento, extendindose no slo en la noche sino tambin en el interior de Elena. Erril le haba dicho una vez que el lad de Neelahn contena el espritu antiguo del hogar perdido de la ninfa. Mientras escuchaba aquel sonido melanclico, Elena supo que era cierto. Los acordes hablaban de hogares y amigos perdidos y aquello la afect profundamente. Ella haba perdido gran parte de su hogar: la madre, el padre, una ta y un to. Tena la esperanza de que su hermano Joach, que le haba sido arrebatado por el mago negro en las calles de Winterfell, todava estuviera con vida en algn lugar de Alasea. En secreto anhelaba reencontrar a su hermano en el transcurso de aquel largo viaje.Joach susurr junto al flanco de Mist, prometiste que estaras a mi lado. Confo en esa promesa.Decas algo? pregunt Mogweed, levantando la cabeza cerca de la cola de Mist.No, lo siento. Estaba recordando... respondi Elena con las mejillas enrojecidas.Los recuerdos del hogar siempre son una extraa mezcla de dolor y alegra... afirm Mogweed.S. Es cierto.Elena baj la cabeza para ocultar las lgrimas que amenazaban con salir. Aquel mutante siempre le haba parecido bastante fro: siempre iba solo, apenas hablaba y escudriaba a todos con ojos fruncidos y recelosos. Tal vez por fin comprenda a aquel hombre. Pens que probablemente ellos dos no eran tan distintos.Ambos continuaron peinando a Mist en silencio, ensimismados. Sin que l se diera cuenta, Elena lo vio esbozar una ligera sonrisa. Se figur que el pensamiento del mutante, como el suyo, estaba sumido en recuerdos agridulces del hogar y la familia perdidos. Al poco tiempo de peinar en silencio, el pelo de Mist reluca bajo la luz dbil del atardecer.Se alejaron un poco de la yegua para ver el resultado de su tarea.As est mejor dijo Elena. Gracias.No, soy yo quien est agradecido por permitirme ayudarte. Me ha gustado poder hablar con alguien que comparte mis sentimientos.De repente Mogweed levant una mano y se palp el chaleco de cuero. Detuvo los dedos en un bolsillo interior y extrajo algo.Toma. Un regalo anunci. Es slo un pequeo recuerdo.Elena se acerc para ver lo que l le ofreca con la palma abierta.Es una bellota.S, estaba cerca de aquel roble enorme.Pero... por qu tu...? Bueno, a qu viene...?Ya s que no es un gran regalo. Yo soy un coleccionista. Lo que para unos es basura, para otros es un tesoro. O la historia de Neelahn cuando dijo que este bosque est muerto. Me sent mal y recog esta bellota para plantarla en otro lugar, lejos de esta podredumbre, para dar al bosque la oportunidad de revivir algn da. Mogweed hizo el ademn de ir a retirar la mano. Lo siento, he sido un estpido por ofrecrtela.No, no. Ella le tom la mano entre las suyas y le quit la bellota. La agarr en el puo y la apret contra el pecho. Es un detalle muy bonito y delicado. Muchas gracias, Mogweed. Guardar tu regalo como un tesoro.Pens que como ambos hemos perdido nuestro hogar, bueno, que tal vez, por lo menos, podremos devolverle el suyo a alguien. Su voz se rompi cuando dijo las ltimas palabras. En cierto modo, quiz reencontremos as un poco del nuestro...Esta vez Elena no ocult su rostro. Una nica lgrima le recorri la mejilla. Quera que Mogweed viera cunto le haban emocionado sus palabras.Al principio, l se sorprendi al ver su emocin; luego inclin la cabeza, como si estuviera incmodo, o se sintiera culpable.Lo siento... No crea que...No, Mogweed. Ella le tom por el hombro. Por un instante, le pareci que l se estremeca al notar su contacto, como si, de repente, no quisiera estar ah. Ella le apret el hombro.Antes de que ella pudiera decir algo, una voz son a sus espaldas.Elena, no deberas estar ya en cama? Era Erril. Maana ser un da peligroso y quiero que ests bien descansada.La chica apart la mano del hombro de Mogweed y se gir hacia el hombre de los llanos.Slo estaba peinando a Mist.Erril no le hizo caso.Mogweed, t no ests en la primera guardia?, no deberas estar ya con Kral?Ya me iba respondi sumiso, pasando muy cerca de Elena.Mantn la vista atenta! exclam Erril a sus espaldas, en un tono de voz que era ms una acusacin que una orden.Cuando Erril se volvi, Elena frunci el entrecejo.No tienes por qu ser tan duro con l dijo. No es un guerrero, slo es un vagabundo, como yo misma.Erril lanz un resoplido.Conozco la gente en cuanto la veo. Ese es un gandul. Siempre opta por la va ms fcil.Elena coloc de mala gana los cepillos y almohazas en el carromato y verti el cubo de agua de la yegua mojando ligeramente a Erril.S, no cabe duda de que eres un gran observador de los sentimientos de las personas.Mientras se diriga con grandes pisadas a la zona de los sacos, palp con los dedos el bulto que sobresala en el bolsillo. Aquella bellota era la prueba de que las apariencias engaan. Pareca pequea y dbil, pero en el interior esconda toda la energa para convertirse en un roble poderoso.Erril era incapaz de ver esas cosas, ni en Mogweed, ni en ella misma.Oy al caballero mascullando a sus espaldas.

Y ahora qu tiene esta niita?Nada, respondi ella para s misma, nada de nada.Erril estaba de pie vuelto de espaldas a las hogueras del campamento. A lo lejos, la luz de las llamas lama la linde del bosque, pero el calor apenas llegaba al lugar donde se encontraba. Hasta entonces, las criaturas de la Horda parecan haberse contentado con mantenerse dentro del bosque muerto. No obstante, sera poco inteligente por su parte bajar la guardia. Detrs de Erril, la zona donde estaban los sacos de dormir se encontraba rodeada por un crculo protector de pequeas hogueras dispuestas para evitar el ataque de alguna araa merodeadora. Erril, que se hallaba inmediatamente detrs de aquel crculo, llevaba un abrigo de piel de gamuza con el cuello forrado que lo protega del fro de la madrugada mientras estaba de guardia. La maana pareca una promesa falsa a la vista de aquella noche sin luna. Incluso las estrellas eran slo susurros que atravesaban la fina neblina de nubes que se haba formado con la cada de la noche.Escudri el bosque mientras intentaba penetrar en sus misterios. Al atardecer, sus compaeros haban estado discutiendo el mejor modo de cruzar el bosque. Rpidamente haban visto que dar la vuelta no era una opcin posible. Segn el lobo, los dems caminos estaban inundados por el deshielo. Adems, acaso se poda afirmar con rotundidad que no estaban tambin afectados por esa plaga? No, era preciso que se arriesgaran a atravesar el bosque. Aun as, la duda atravesaba las venas de Erril como si fuera hielo. Al fin y al cabo, era responsable de aquella nia.Tenemos que ir hacia adelante coment de repente Tolchuk, que estaba a su lado. Pareca haberle ledo el pensamiento. El ogro, como una piedra, permaneca en guardia tan quieto que Erril casi se haba olvidado de su presencia.Lo s admiti Erril, agradecido de poder expresar en voz alta lo que le preocupaba. La cuestin es saber si hacemos lo correcto. Siempre podemos regresar a donde se encuentran las gentes de Kral y esperar a que los dems pasos sean accesibles.No. Este es camino correcto.La certeza en la voz del ogro sorprendi a Erril.Cmo puedes estar tan seguro?Tolchuk irgui su enorme cuerpo y las articulaciones le crujieron como si fueran arbolitos al romperse. Con la luz de la hoguera, Erril vio cmo el ogro abra la bolsa que llevaba en el muslo y sacaba un objeto de gran tamao y de color rojo intenso, que brillaba como una brasa encendida entre las garras de Tolchuk. Erril conoca aquella piedra, a la que el ogro llamaba Corazn. Era un trozo de piedra de corazn extrada de la profundidad de las tierras de los ogros.Erril ya haba visto esa piedra preciosa en otras ocasiones, pero jams tan brillante como entonces. Aquel brillo le atraa la mirada; era un fulgor suave que penetraba profundamente en su interior. Sin darse cuenta, Erril baj la voz a la vez que intentaba entender lo que el ogro quera decirle con ese gesto.Qu significa el... mmm... Corazn?Tolchuk no dijo nada y volvi a adoptar el aspecto de una piedra. Slo el aliento blanco que le sala por la nariz a causa del aire fro indicaba que todava estaba vivo. Finalmente habl.Erril, te digo algo que no he dicho a nadie.De qu se trata?Hace mucho tiempo, uno de mis ancestros, el Perjuro, traicionaba a nuestra tierra del modo ms horrible. Como castigo, la tierra lanza una maldicin contra nuestra gente.El ogro baj la cabeza, avergonzado, con la espalda doblada por la pena.Erril nunca haba visto antes al ogro tan afectado. Se sinti incmodo y volvi la vista hacia el extremo del bosque, aunque saba que no poda obviar tan fcilmente el sufrimiento de su compaero.Qu hizo ese Perjuro vuestro? pregunt Erril en medio del silencio.Nadie lo sabe. Tolchuk levant la piedra brillante. Pero es nuestra maldicin. Esta piedra retiene los espritus de los muertos de nuestro clan hasta que pueden viajar al otro mundo. Pero nuestra tierra alberg una semilla podrida, un gusano negro llamado Calamidad, en el corazn de esta piedra. Y l engulle nuestros espritus en lugar de dejar que ellos viajen al ms all.Erril torci el gesto. Sin duda, era una historia horrible.Yo es el descendiente de ese Perjuro y est condenado por mi sangre mezclada a no tener descendencia jams. La profeca dice que slo yo puede librar de esta maldicin a los espritus de mi gente y destruir la Calamidad.Erril volvi a mirar la piedra del corazn, intentando ver ms all de su fulgor y distinguir el gusano negro del interior. No vio lo que el ogro describa.Esa Calamidad... cmo vas a destruirla?Tengo que descubrir lo que el Perjuro hizo y corregirlo.Tolchuk volvi a colocar aquel cristal enorme en su regazo.Crea que nadie saba lo que ese ancestro tuyo haba hecho.Es cierto. Pero el Corazn me sirve de baliza. Me gua hacia donde tengo que ir.Erril pens en lo que acababa de or y empez a comprender.La luz...?Me obliga a seguir adelante. Me conduce hacia donde tengo que ir. Primero, hacia los mutantes, luego hacia la nia. En cuanto me reun con todos vosotros, oscureci y qued tranquila. Por eso s que tenemos que estar juntos. Pero con el deshielo de la nieve, empez a llamarme de nuevo, y su insistencia era cada da peor. Ahora me apremia para que contine y para ello me atenaza el corazn. No podemos retrasarnos.Erril se qued mirando la piedra en silencio durante unos instantes.Te creo dijo por fin. Entonces volvi el rostro hacia el bosque siniestro.A pesar de que las palabras del ogro lo reafirmaron en su decisin de tomar ese camino, no lograron eliminar el temor que senta en su interior. Con piedra o sin ella, una profeca no iba a protegerlos de la mordedura de una araa.Pero, Tolchuk, de verdad ests seguro del poder de tu piedra?El ogro, a modo de respuesta, levant la piedra del corazn hacia el bosque oscuro. La gema se ilumin hasta alcanzar el mismo fulgor que las llamas de la hoguera.No queda otro camino. Es preciso que atravesemos el bosque de las araas.

Captulo 3Elena se coloc bien el pao hmedo que le tapaba la nariz y la boca. Le daba fro en las mejillas. Se revolvi en la silla de montar sobre Mist, no se senta capaz de encontrar su propio ritmo.Parecemos una banda de ladrones, no crees? dijo Kral al pasar a caballo por su lado. Elena imagin la sonrisa amplia que esconda el hombre de las montaas bajo su antifaz humedecido. Los dems compaeros llevaban atuendos similares para protegerse del humo al que iban a enfrentarse. Iban ataviados con tnicas con capucha para mantener la ceniza y las araas lejos del pelo y la cara.Elena dio la razn a Kral con un gesto de cabeza. En cierto modo parecan un grupo de asalto.Delante de ella vio que una enorme columna de humo tea ya el cielo azul de la maana. Proceda de una hoguera enorme que Erril, Neelahn y Meric haban encendido al amanecer. Se elevaba a un tiro de piedra de la linde del bosque, muy cerca de donde comenzaba el camino hacia su interior.Sigui el rastro del humo en el cielo azul mientras se preguntaba por qu todos sus viajes empezaban siempre con fuego. Record el incendio en el campo que haba supuesto el inicio de todos los horrores queda haba vivido.Elena avanz lentamente hacia el fuego y el humo acompaada por el hombre de las montaas. El carromato iba detrs; el leve taido de sus campanillas contrastaba con el espantoso bosque que iban a bordear.A pesar de que el sol de la maana haba eliminado casi por completo la neblina del amanecer, el bosque pareca sumido todava en las sombras de la noche. Varios hilos colgantes de telaraa, muchos cargados con los cuerpos rojos de sus autoras, haban alcanzado la linde del bosque y se ondulaban en direccin a ellos. Se mantuvieron alejados de aquellas hebras pegajosas y se encaminaron directamente hacia la hoguera.Detrs de ellos, Mogweed conduca el carromato que llevaba a Fardale y a Tolchuk. Erril haba insistido en que nadie deba cruzar aquel camino a pie porque el riesgo de sufrir una mordedura de araa era demasiado alto. Incluso haban cubierto las patas de los caballos con tiras de cuero.Elena se volvi para mirar los dos caballos de los riscos con sus arreos que tiraban del carromato. Sinti pena por ellos. Erril haba intentado convencer a Elena para que fuera en el vehculo con el ogro y con el lobo.Bajo la lona del carromato irs ms segura haba argido. Pero ella se negaba a dejar a Mist atada detrs del carromato. Atada por una cuerda e incapaz de moverse por s misma, la yegua habra sido una presa fcil para aquella plaga de insectos. No poda permitirlo. Fuera o no peligroso, ella quera ir montada en su caballo.Hola! voce Kral a Erril al acercarse. Elena tena la vista clavada delante. Si levantis ms el fuego bram el hombre de las montaas, nos obligaris a retroceder hasta las cuevas de mi clan.Erril levant su nica mano para indicarle que lo haba odo, pero mantuvo la cabeza inclinada junto al elfo de cabellos de plata. El hombre de los llanos tena la mano y la cara sucias de tizne y ceniza.Meric hizo un vehemente gesto negativo a algo que Erril le haba dicho. Incluso a distancia, Elena pudo ver el enfado en los ojos azules del elfo.Ajena a aquella disputa, Neelahn estaba entre la hoguera y el bosque, oculta con la tnica y el antifaz y con los hombros apretados contra las orejas. Tena la mirada clavada en el bosque y los ojos hmedos por algo ms que el hedor del humo. La ninfa se llev su mano sucia a la mejilla y se sec una lgrima, con lo que le qued un borrn oscuro de ceniza bajo un ojo.Cuando se detuvo el tintineo y el traqueteo del carromato conducido por Mogweed, lograron por fin atraer la atencin de los tres encargados de provocar el incendio. Erril se levant y se acerc hacia ellos, seguido de Meric y Neelahn.Estamos listos anunci Erril, contemplando a Elena sobre Mist. En su mirada haba una mezcla de enojo y preocupacin. Volvi el rostro hacia los dems, que ya estaban reunidos. Hay antorchas encendidas en el borde de la hoguera. Los que vamos a caballo tenemos que llevar una cada uno. En cuanto hayamos montado de nuevo nos dispersaremos a cada uno de los lados de la entrada del camino. Seal con la mano los puntos donde quera que cada uno se colocara. A continuacin, a mi seal, nos abriremos paso quemando este maldito bosque.Todos asintieron con la cabeza y, excepto los que estaban en el carromato, se acercaron a la hoguera. Erril pos la mano sobre la rodilla de Elena cuando sta se dispona a desmontar.T te quedas junto al carromato. Esto no es para ti.Elena apart la mano del hombre de las llanuras.No repuso ella con voz resuelta y salt del lomo del caballo. S es para m. De hecho, todo esto es para m. Entiendo la necesidad de preservar mi magia hasta que yo tenga ms formacin, pero si tenemos que quemar un bosque, mi mano tambin debe tener su antorcha. No puedo quedarme de brazos cruzados.El rostro de Erril se ensombreci.Es verdad que todo este viaje es para ti, Elena. Pero quemar un bosque no lo es. Si creemos en la profeca, t eres nuestra ltima esperanza contra Gulgotha. Me parece, chiquilla, que no tienes derecho a arriesgar...Primero, ya me estoy cansando de que me llames chiquilla. Ya hace tiempo que tuve la primera regla. Hizo un gesto para mecerse los cabellos pero entonces se dio cuenta, demasiado tarde, de que sus mechones ya no estaban. Baj la cabeza con el rostro sonrojado. Y segundo, si soy yo quien tiene que salvar estas tierras, entonces tengo que aprender a hacer frente a las adversidades. No puedo mantenerme oculta ni ser protegida como si fuera un beb. Durante este viaje tendr que endurecer mi corazn con acero templado. Como me has enseado, slo el fuego ms caliente es capaz de forjar el acero ms fuerte.Erril se qued mirndola boquiabierto. Los dems se haban quedado quietos contemplndolos, aunque ahora algunos desviaban la mirada.No voy a abandonar mi responsabilidad en este caso dijo por fin Elena con las manos en forma de puos. Voy a enfrentarme al fuego.Erril neg con la cabeza, aunque muy levemente.Est bien admiti en voz alta; sin embargo, cuando Elena iba a [jasar delante de l, la par y le puso una mano en el hombro. Pero te quedars cerca de m susurr con tono feroz. Las lecciones aprendidas no resultan de provecho a quienes mueren.Elena asinti y se dirigi hacia la hoguera. Los dems ya haban tomado teas encendidas. Ella asi un tocn de madera muerta que sobresala de la hoguera y lo retir con el borde encendido.Erril hizo lo mismo.A los caballos! grit a todos.Elena y los dems volvieron a montar. Al principio, Mist se asust al ver el fuego, pero con unas pocas palabras tranquilizadoras Elena logr calmar a la yegua y montar. Acerc a Mist al caballo blanco de Erril. El hombre de los llanos sostena en alto su antorcha mientras guiaba a su caballo con las piernas.De repente, se levant una brisa del valle inferior que llev el humo y la ceniza de la antorcha de Erril contra Elena.Erril se volvi sobre su silla y mir a Meric.Ests seguro de que podrs hacerlo?El elfo lo mir con enojo.Ya me has preguntado esto cientos de veces. Mi respuesta es la misma.S insisti Erril, y tambin nos has dicho cientos de veces que no ests del todo decidido a emprender este viaje. Nuestra suerte depende de tus habilidades de elfo, Meric. Si no eres capaz de dominar estos vientos y mantener el fuego alejado de nosotros, no nos quedar ms remedio que retirarnos.S cul es mi deber. He dado mi palabra de caballero elfo de que desviar el fuego hacia el corazn de este bosque podrido. Mis vientos no me fallarn.Los dos hombres se miraron con frialdad durante unos instantes. Elena advirti que Erril odiaba depender de otra persona. Tras siglos viajando solo por los caminos de Alasea, el hombre de las llanuras no saba confiar en otro brazo que no fuera el suyo. Elena coloc a Mist entre los dos hombres.Meric no nos fallar dijo, sealando con la cabeza al elfo. Conoce mis deseos y no eludir su deber.Meric inclin la cabeza.Veo que la sabidura del rey de los elfos no ha quedado empaada tras generaciones de seres ordinarios.Kral voce desde donde se hallaba con los caballos junto a Neelahn. En su puo enorme llevaba tres teas.En cuanto dejis de calentaros las mandbulas, recordad que tenemos un incendio por hacer.Erril levant su antorcha y espole su caballo para que se dirigiera hacia el bosque. Elena lo sigui, con Meric detrs. Los tres se encaminaron hacia la parte izquierda, mientras Neelahn y Kral trotaron hacia el otro lado.Qu animales tan repulsivos! exclam Meric cuando Erril detuvo el grupo frente al bosque.Para Elena esas palabras eran demasiado suaves. Del enramado del bosque colgaba un amasijo enredado de telaraas, que pendan como guirnaldas de sangre coagulada de una herida abierta. Los cuerpos rojos y gordos de las araas, sueltos o en grupos de actividad frentica, reforzaban tambin la impresin de que los rboles estaban sangrando.No son seres naturales dijo Meric. Apestan a podredumbre.Naturales o no afirm Erril apuntando con su antorcha el entramado de telaraas que oscilaba hacia ellos, un buen fuego elimina todo tipo de podredumbre.Acto seguido, acerc su antorcha a la masa de telaraas. La llama trep por el tejido y el fuego se propag por las hebras entre chisporroteos y bufidos. Unas araas atrapadas por las llamas y con el cuerpo encendido intentaron huir. Algunas extendieron el fuego a las telaraas vecinas, y otras estallaron y reventaron por el veneno de su cuerpo. Aquel lquido custico corroa toda madera y corteza que tocara.Erril grit y su voz reson por todo el valle.Ya! Encended!Luego tir su antorcha al bosque.Elena lanz la suya hacia donde Erril haba apuntado. Meric hizo que su potra se moviera unos pocos pasos y tir la tea hacia las profundidades del bosque. La madera muerta que se haba ido acumulando engull con avidez el fuego de las antorchas.Otra vez! grit Erril.Elena y los dems volvieron a la hoguera para recoger otras antorchas. Repitieron el ataque contra el bosque de forma que crearon nuevos focos de fuego y ampliaron el ancho del frente del incendio.Tras cuatro viajes hasta el frente del bosque, tuvieron que detenerse. Las llamas eran demasiado altas y calientes para acercarse.Erril los reuni a todos. Entretanto, Elena no poda apartar los ojos de las llamas que laman el cielo. El fuego crepitaba y estallaba igual que la risa ahogada de un animal depredador. Qu haban hecho?Elena coloc a Mist junto al caballo de Neelahn. La diminuta mujer estaba sentada en la silla en actitud ausente. Tampoco poda apartar la vista del fuego. La luz de las llamas se reflejaba en sus ojos.No... no tenamos ms remedio murmur Neelahn mientras tenda una de sus diminutas manos hacia Elena.Elena no dijo nada y le tom de la mano; nada de lo que pudiera decir lograra consolarla.S que el bosque est muerto prosigui Neelahn... y estoy contenta de que el fuego destruya a la Horda que destruy este bosque orgulloso. Pero aun as... bueno.Entretanto, Tolchuk se haba acercado a ellas. Tena los ojos de color mbar brillantes. Sin duda, su fino odo le haba permitido or las palabras de Neelahn.Los espritus del rbol ya no est aqu. Son libres. No es justo que estos bichos coman sus cadveres. Es un honor para los muertos poder enviar las cenizas de nuevo al cielo y a la tierra. Con el camino quemado, la vida puede empezar otra vez.Las palabras de Tolchuk estremecieron a Neelahn.Vida verde de fuego rojo dijo en voz baja.Qu es eso? pregunt Elena.Neelahn suspir, neg con la cabeza y apart la mano de la de Elena.Tolchuk tiene razn. El ltimo de nuestros mayores profetiz que el bosque de mi hogar slo podra revivir con el fuego. Ya moribundo dijo: Vida verde de fuego rojo. Neelahn se sec las lgrimas y extendi un brazo hacia el fuego. Este fuego no destruye, en realidad es la primera llama de una nueva vida.Entonces Erril llam a sus compaeros y atrajo de nuevo su atencin.El incendio ya es suficientemente grande. Ahora es el momento de echar a andar. Preparaos para marchar y estad dispuestos. Tenemos que seguir de cerca el avance del fuego. Se volvi hacia Meric. Ests preparado?Siempre lo estoy.Meric hizo girar su potra con las riendas y la apart un poco del grupo, dirigindose hacia el borde del fuego.En cuanto estuvo apartado del grupo, Meric calm a su caballo e inclin la cabeza con los brazos firmemente apretados contra el pecho. Al principio no pas nada. Elena vio que el caballo de Erril se revolva sobre las patas, como si percibiera la inquietud de su jinete. Lo que iba a ocurrir a continuacin era clave para el xito de su plan.Mientras aguardaban, todos se miraban entre s. Slo Meric permaneca sentado y tranquilo sobre su caballo con la cabeza inclinada.A continuacin, un silbido agudo retumb desde los picos, como el grito cortante de un halcn cuando est de caza. Elena contuvo el aliento. Al principio sinti slo un simple cambio en la direccin del viento. De repente, el humo que hasta el momento se haba dirigido contra ellos desapareci, apartado por un aire fresco procedente de las cumbres.Entonces ocurri.De pronto, de tal modo que todos los miembros del grupo tuvieron que esforzarse por mantener tranquilos a sus caballos, una rfaga de aire descendi, envolvi al grupo y penetr en el violento frente del fuego. Las llamas se elevaron hacia el cielo, como en un intento por acabar con el viento, pero la rfaga aument su vigor.Elena se dobl sobre Mist para ofrecer la mnima resistencia posible a aquella ventada. Detrs, las campanillas del carromato repicaban con furia, y la cubierta se agitaba entre chasquidos bajo la ferocidad del viento. Los silbidos de las rfagas apenas le permitieron or a Erril cuando pidi que todos se prepararan.Pronto el fuego empez a apartarse del viento y a calar en las profundidades del bosque, mientras abra un paso amplio a travs de l. El viento, al ver ganada la batalla, se calm un poco, pero continu soplando desde las altas cumbres, obligando al fuego a penetrar en la maleza. El plan era quemar una franja del bosque suficientemente amplia para contener el avance de las araas a ambos lados del camino. Sin embargo, no podan retrasarse mucho.Adelante! atron Erril. No os separis!Meric, que avanzaba delante de ellos, se ech atrs la capucha. La luz del fuego en retirada le iluminaba el rostro, que brillaba en xtasis. Se volvi hacia Er