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EL DERRUMBE DEL SOCIALISMO REALMENTE EXISTENTE. Los signos precursores aparecidos en Europa del Este a partir de 1986, particularmente en Hungría y en Polonia, se fueron ampliando en los años siguientes para desembocar en un punto de imposible retorno en 1989. Dos siglos después de la Revolución Francesa, los pueblos del Este hacían a su vez su revolución. En todas partes la dictadura comunista - su "Antiguo Régimen"- se desmoronaba ante la presión de las multitudes, con una rapidez que los observadores más optimistas jamás habrían osado imaginar. UN ENTORNO FAVORABLE AL CAMBIO Ya es posible adelantar algunas explicaciones en cuanto al origen de la brusca aceleración de la Historia a la que acabamos de asistir. Es evidente, en primer lugar, que la llegada al poder de Mikhail Gorbachov y la rápida evolución de los acontecimientos en la URSS, han influido decididamente en el destino de los pueblos de Europa del Este y en el comportamiento de sus dirigentes. El despertar de las nacionalidades, primero en el Cáucaso (armenios, georgianos, azerbaijanos), luego en las repúblicas bálticas (lituanos, letones, estonios), el deseo abiertamente proclamado de algunas de ellas de acceder a la independencia sin que el Ejército Rojo aplastara el movimiento en un baño de sangre, la lenta liberalización de la información en la Unión Soviética, todo ello ha contribuido a despertar una inmensa esperanza en los que tomaron la valiente iniciativa de reclamar el cambio. Los "disidentes" de Europa del Este no podían más que aplaudir las manifestaciones de los armenios y de los bálticos. No podían más que felicitarse por la actitud absolutamente nueva de los dirigentes soviéticos 1

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EL DERRUMBE DEL SOCIALISMO REALMENTE EXISTENTE.

Los signos precursores aparecidos en Europa del Este a partir de 1986, particularmente en Hungría y en Polonia, se fueron ampliando en los años siguientes para desembocar en un punto de imposible retorno en 1989. Dos siglos después de la Revolución Francesa, los pueblos del Este hacían a su vez su revolución. En todas partes la dictadura comunista -su "Antiguo Régimen"- se desmoronaba ante la presión de las multitudes, con una rapidez que los observadores más optimistas jamás habrían osado imaginar.

UN ENTORNO FAVORABLE AL CAMBIOYa es posible adelantar algunas explicaciones en cuanto al origen de la brusca aceleración de la Historia a la que acabamos de asistir. Es evidente, en primer lugar, que la llegada al poder de Mikhail Gorbachov y la rápida evolución de los acontecimientos en la URSS, han influido decididamente en el destino de los pueblos de Europa del Este y en el comportamiento de sus dirigentes. El despertar de las nacionalidades, primero en el Cáucaso (armenios, georgianos, azerbaijanos), luego en las repúblicas bálticas (lituanos, letones, estonios), el deseo abiertamente proclamado de algunas de ellas de acceder a la independencia sin que el Ejército Rojo aplastara el movimiento en un baño de sangre, la lenta liberalización de la información en la Unión Soviética, todo ello ha contribuido a despertar una inmensa esperanza en los que tomaron la valiente iniciativa de reclamar el cambio. Los "disidentes" de Europa del Este no podían más que aplaudir las manifestaciones de los armenios y de los bálticos. No podían más que felicitarse por la actitud absolutamente nueva de los dirigentes soviéticos que, en nombre de la Perestroika y de la Glasnost, toleraban así, en sus propios territorios, un cuestionamiento cada día más audaz. Además, el retiro de las tropas soviéticas de Afganistán (que apenas disimulaba su fracaso militar), la voluntad muchas veces reafirmada por Gorbachov de renunciar definitivamente a la doctrina Breshnev y a toda intervención en los asuntos internos de otro Estado, eran otros tantos síntomas alentadores para los que aspiraban a devolver a sus países la independencia perdida desde 1945. Es cierto también que las sucesivas entrevistas de Gorbachov con los dirigentes norteamericanos, el presidente Reagan primero, luego su sucesor George Bush, daban un nuevo significado a la palabra "distensión", lo que permitía suponer que en adelante la URSS renunciaría a intervenir militarmente en los asuntos internos de un Estado soberano, pues, de hacerlo, inevitablemente se cuestionaría esa "distensión".

A estas explicaciones de orden puramente político se añade el peso de la crisis económica, presente en todos los países de Europa del Este, incluida la Unión Soviética. Para Gorbachov, la cooperación económica

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con el mundo occidental es indispensable.En consecuencia, los gobiernos que, por necesidad o por voluntad

deliberada, habían comenzado ya tímidamente un proceso de reformas económicas acompañado por medidas de liberalización política, ya no corrían el riesgo de ser llamados al orden por el Kremlin. Pero toda medida de liberalización contenía intrínsecamente el riesgo de cuestionar el conjunto del sistema como, por otra parte, lo deseaban los opositores. Las elecciones casi "libres" que tuvieron lugar en la Unión Soviética el 26 de marzo de 1989, implicaban la posibilidad de organizar consultas análogas en los "países hermanos".

LOS CAMBIOS EN EL ORDEN: POLONIA Y HUNGRÍA

Los gobiernos polaco y húngaro, que en 1988 habían sido los prime-ros en encarar el proceso de reformas radicales, fueron, consciente o inconscientemente, los verdaderos promotores de ese aire de rebelión que agitó al Este a partir del verano de 1989.

Polonia: reformas políticas con repercusiónTodo comenzó en efecto en Polonia que, en 1980-1981, ofreció al

mundo la imagen original de un país oficialmente socialista en el que los trabajadores rechazaban el sistema establecido y formaban su propia organización, el movimiento Solidaridad, por iniciativa de uno de los suyos, Lech Walesa. Después de intentar en vano acallar a Solidaridad, el poder polaco se decidió finalmente a tratar con ese sindicato libre. La "mesa redonda" prometida como resultado de las entrevistas entre Kiszcak y Walesa se abrió en efecto el 6 de febrero de 1989, después de una sucesión de períodos de tensión debido a la multiplicación de los movimientos de huelga que todos, incluso Walesa, intentaban detener, seguidos de períodos de calma que despertaban nuevas esperanzas. Las discusiones de la "mesa redonda" se prolongaron hasta el 5 de abril, fecha de la firma de un acuerdo global entre el poder y Solidaridad. Aun antes de la firma del acuerdo final, ya se sabía que el pluralismo político y sindical sería oficializado. El nuevo Primer Ministro, Mieczyslaw Rakowski (más liberal que su predecesor Zbigniew Messner, separado en setiembre de 1988), reconocía la rápida evolución de las cosas.

El acuerdo del 5 de abril de 1989 marca un giro decisivo no sólo para Polonia sino también para todo el grupo socialista. Prevé en primer lugar el restablecimiento del pluralismo sindical (es decir la legalización de Solidaridad, incluida su rama rural, y de la Asociación Independiente de Estudiantes). Estipula igualmente una organización total de las instituciones. A la cabeza del país habrá en adelante un presidente de la República, verdadero jefe del Estado, que dispondrá de importantes poderes, elegido por seis años por el Parlamento. El

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poder legislativo será ejercido por un Parlamento formado por dos Cámaras elegidas por sufragio universal: una Dieta de cuatrocientos sesenta diputados y un Senado de cien miembros que puede vetar los proyectos de ley votados por la Dieta. En tal caso, la dieta deberá pronunciarse en segunda instancia, por mayoría de dos tercios, para que su proyecto sea definitivamente adoptado. El acuerdo se refería también al plan de reformas económicas que la oposición se comprometía a apoyar.

Luego de la nueva legalización de Solidaridad y de los demás sindicatos disueltos después del 13 de diciembre de 1981, la apertura política del acuerdo del 5 de abril se tradujo en la organización de las primeras elecciones libres desde 1945. Esas elecciones del 4 y del 18 de junio fueron un éxito para la oposición agrupada en torno de Solidaridad.

Después de vacilar largo tiempo, el general Jaruzelski presentó su candidatura a la presidencia de la República. Fue elegido el 19 de julio, pero por muy poca diferencia. El nuevo presidente recibió de inmediato un telegrama de felicitación de Lech Walesa. Faltaba formar el nuevo gabinete. Jaruzelski se inclinaba por un gobierno de coalición, pues "es muy importante lograr la cooperación de todas nuestras fuerzas", mientras que para Walesa, "sólo un gobierno de Solidaridad estaría en condiciones de convencer a h nación del carácter irreversible de la liberación política en Polonia, y de la necesidad absoluta de reformas económicas". El gobierno de Rakowski, acusado de "mala gestión" por la oposición, continuó ocupándose de los asuntos corrientes hasta el 31 de julio. Después del fracaso del intento del general Kiszczak para formar gobierno, la situación pareció complicarse con el recrudecimiento de la agitación social debida a los primeros efectos de la liberación de precios, que provocó una fuerte alza de los productos alimenticios. Tanto el poder como también WaJesa, trataron de calmar el descontento popular. Para resolver la crisis gubernamental, Solidaridad se volvió hacia los pequeños partidos aliados del POUP, con el objeto de constituir un gobierno de coalición bajo la dirección de uno de los suyos. Quedaba entendido que algunos puestos clave serían confiados a comunistas. Sobre esa base, el 24 de agosto la Dieta dio su investidura a Tadeusz Mazowiecki, uno de los consejeros de Walesa y elemento moderador en el seno de Solidaridad. Polonia era así el primer país del Este en ser dirigido por un gobierno presidido por una personalidad no comunista. Se trataba ahora de abocarse al problema mayor del país, la crisis económica. Todo el mundo estaba de acuerdo en adoptar un programa radical de saneamiento económico sobre ia base de la introducción de una verdadera economía de mercado, de la lucha

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contra la inflación mediante una política presupuestaria rigurosa y de la drástica disminución de las subvenciones a las industrias desfallecientes (con el riesgo de desocupación que ello podía implicar). Restaba hacer aceptar al país ese plan de austeridad. Era un punto sumamente delicado pues, evidentemente, los primeros resultados positivos de tal plan no serían inmediatos. La ayuda financiera prometida y acordada por la CEE y por los Estados Unidos en ocasión de la visita del presidente Bush a principios de julio, no era más que un balón de oxígeno para una economía en quiebra. Todo dependía entonces del grado de madurez política de la población. La satisfacción del amor propio nacional con el reconocimiento oficial por los soviéticos de su responsabilidaden la masacre de Katyn, algunas iniciativas políticas simbólicas como el voto por la Dieta del 19 de diciembre de 1989 de enmiendas constitucionales restableciendo el nombre de "República de Polonia", con supresión de los calificativos de "socialista" y "popular", así como el restablecimiento del antiguo escudo dominado por la corona, ¿serían suficientes para que la población aceptara los efectos de una política rigurosa? Pero, por su parte, el POUP parecía querer seguir el ejemplo húngaro. El Comité Central, reunido el 6 de enero de 1990, discutió un proyecto que preveía la disolución del Partido y su reemplazo por uno nuevo no comunista, que podría llamarse "Partido Socialdemócrata" o "Partido Laborista". La suspensión voluntaria delPOUP tenía que ser ratificada por el XI Congreso anunciado por el Primer Secretario Rakowski para el 27 de enero de 1990. El programa del nuevo partido, presentado al Comité Central, hada un balance desastroso de la acción anterior del POUP. Por cierto, la crisis es palpable. Ella condiciona tolo el futuro de la experiencia en curso. Ahora bien, el año 1990 se abrió sobre un clima de tensión social. Los obreros están descontentos, aun cuando sepan que los astilleros navales de Gdansk no serán cerrados como se les había dejado entender precedentemente. Las manifestaciones contra la carestía de la vida se multiplican. Los campesinos están decepcionados por el regreso a las leyes del mercado, que pueden hacerles perder substanciales ventajas. Las anunciadas medidas de privatización inquietan a los que piensan que se traducirán en despidos. Se presentan muchas dificultades para el nuevo equipo gubernamental y para su credibilidad.

Hungría, o la "reforma tranquila"A diferencia de lo que pasó en Polonia, Hungría prosiguió sin

pausa, en calma y serenidad, su marcha hacia la democracia. La reforma realizada con constancia y prudencia por el gobierno de Miklos Neinclh, con el apoyo del ala reformadora del Partido

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conducida por Imre Posgay, logró sin enfrentamientos hacer de Hungría un Estado de derecho asentado sobre bases democráticas. La reforma "oficial" está acompañada de una reforma "espontánea". Ha sido puesta en práctica en todo el país con tanta más facilidad por cuanto el Parlamento levantó, el 11 de enero de 1989, todos los obstáculos que trababan el ejercicio de la libertad de asociación y de manifestación. La primera gran manifestación masiva autorizada se desarrolló en Budapest el 15 de marzo siguiente, en ocasión de la conmemoración de la Revolución de 1848. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, el 15 de marzo volvía a ser una Fiesta oficial. En esa oportunidad, decenas de miles de manifestantes recorrieron las calles de la capital, enarbolando los colores nacionales.

En realidad, desde el verano de 1988, las asociaciones y agrupaciones de toda clase, políticas, religiosas, culturales, ecologistas, pacifistas, se multiplicaron al lado de los movimientos de oposición mejor estructurados, parecidos desde 1980, tales como el Forum Democrático, la Unión de Jóvenes Demócratas o la Unión de Demócratas Libres. Los partidos políticos de la ex coalición de 1945, el Partido Socialdemócrata, el Partido Nacional Campesino, el Partido Independiente de los Pequeños Propietarios, se reconstituían junto a nuevas formaciones políticas como el Partido Demócrata Cristiano. Del mismo modo, reaparecían la Orden de Malta, las organizaciones de Scouts, el Regnum Marianum. La prensa se había liberado espontáneamente de la autocensura. En todas partes, en los escaparates de las librerías y en los kioscos, podían verse los libros anteriormente prohibidos, así como una profusión de nuevos diarios literarios o políticos. Con el tácito acuerdo de las autoridades, el antiguo escudo dominado por la corona de San Esteban reapareció en la bandera nacional, aun en ocasión de ceremonias oficiales. El archiduque Otto de Habsburgo, hijo del último emperador-rey (jefe de la familia Habsburgo que el poder comunista consideraba como el símbolo de la opresión feudal) era recibido por el Parlamento y por las más altas autoridades del Estado. Otto concedía entrevistas a la televisión, cuya influencia era tanto más importante por cuanto el archiduque se expresaba perfectamente en húngaro. Más aún, cuando se produjo el deceso de la emperatriz-reina Zita, hubo en Budapest, el 3 de abril de 1989 -dos días después de los funerales en Viena- una ceremonia oficial en la iglesia de la Coronación de Buda, en presencia del archiduque Otto y de su familia, pero también del jefe del gobierno Miklos Nemeth. Todo parecía desarrollarse como si el poder tratara de canalizar a los opositores políticos hacia la posibilidad de recurrir a ellos en caso de tener que solucionarse una situación critica. Es verdad también que algunos partidos políticos como el Demócrata Cristiano y

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el de los Pequeños Propietarios, pensaban seriamente en la candidatura de Otto de Habsburgo, a la presidencia de la República. Para Imre Boross, uno de los jefes del Partido de los Pequeños Propietarios, "Otto de Habsburgo podría ser la persona más indicada para obtener el consenso nacional".

El poder, por su parte, deseaba integrar la reforma dentro del marco de la tradición nacional.

Del mismo modo, el gobierno hizo un gesto de considerable alcance al rehabilitar a los combatientes de 1956. El símbolo de la ex "contrarrevolución' de 1956, Imre Nagy, condenado a muerte y ejecutado el 16 de junio de 1958, fue oficialmente rehabilitado, pues "las acusaciones carecían de fundamento, las normas de la Corte de Justicia estaban seriamente violadas". El veredicto no tenía bases sólidas, pues "no hubo investigación seria y suficiente".

En el Partido, se realizaba una febril actividad para poner en práctica la renovación esperada por numerosos militantes. El 24 de junio, el Comité Central establecía una nueva estructura en la cúpula, con la creación de una dirección colegiada de cuatro miembros presidida por Rezso Nyers, asistido por dos reformadores, Imre Pozsgay y el Primer Ministro Nemeth, siendo el cuarto Karoly Grosz, secretario general del PSOH, que desde entonces aparecía como "conservador". El Comité Central anunció la reunión de un Congreso extraordinario del Partido para el 6 de octubre siguiente. Poco después de esa reunión, Miklos Nemeth, ante un periodista de Le Figuro (30 de junio de 1989) insistía en el carácter irreversible de las reformas en curso. Aunque la reforma en la Unión Soviética se bloqueara, "ello no podría bloquear la de Hungría. En Hungría ya no puede hacerse otra cosa". Sin embargo, la reforma podía ser fatal para el poder comunista. En efecto, en el verano de 1989 se realizaron elecciones "libres" en cuatro circunscripciones, el 22 de julio en Gódólló. El candidato independiente, el pastor Rosrik, miembro del Forum Democrático, se impuso con casi el 70% de los votos. En las otras tres circunscripciones, los candidatos de la oposición iban ampliamente a la cabeza en la primera vuelta. Pero a causa del elevado número de abstenciones, hubo que proceder a una segunda vuelta de escrutinio. Fueron elegidos los tres opositores. Ese fracaso electoral del Partido Comunista no modificó en nada la evolución en curso. El XIV Congreso del PSOH (6-10 de octubre) fue el congreso de la reforma. El 7 de octubre, mil cincuenta y nueve delegados sobre mil doscientos cincuenta y seis votaban la disolución del Partido Socialista Obrero Húngaro y su reemplazo por un Partido Socialista Húngaro (PSH): .Sólo ciento cincuenta y nueve delegados votaron en contra y treinta y ocho se abstuvieron. Para Reso Nyers, "la creación de ese

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nuevo Partido implica una ruptura definitiva con la dictadura del proletariado y su ideología. Eleva a la democracia y a la libertad de expresión al rango de ley para el Partido". El 9 de octubre, Rezso Nyers era electo presidente del PSH por mil sesenta y cinco votos sobre mil doscientos cincuenta y seis votantes. El nuevo Partido estaba no obstante dividido en una corriente reformadora mayoritaria representada por Pozsgay, una "centrista" que lideraba Nyers y una "comunista reformadora" alrededor de Karoly Grosz y Janos Berecz. La corriente animada por Grosz pronto se estructuró en un movimiento político independiente que, en diciembre de 1989, reunió al "verdadero" XIV Congreso, en el que participaron Grosz, Berecz y el viejo militante socialista Gyórgy Marosan. Para Grosz, los nuevos dirigentes del PSH estaban destruyendo el socialismo. Algunos militan-tes "comunistas ortodoxos", ampliamente minoritarios, se agruparon a su vez en el seno de una "Sociedad Janos Radar", con el objeto de luchar contra "cualquier renacimiento del fascismo en Hungría". Empero, los ex adherentes del PSOH que deseaban continuar militando en la izquierda se unieron principalmente al nuevo Partido Socialista.

Después del Congreso, el Parlamento húngaro procedió a una reelaboración total de la Constitución de 1949. El 18 de octubre, por trescientos treinta y tres votos contra cinco y ocho abstenciones, se adoptó un centenar de enmiendas. El país ya no era "República Popular" sino solamente la "República de Hungría": un Estado de derecho que reconocía "a la vez los valores de la democracia burguesa y los del socialismo democrático", así como el multipartidismo. El Consejo de Presidencia fue remplazado por un presidente de la República, jefe del Estado. Ese cargo sería ocupado provisionalmente por el presidente de la Asamblea Nacional. Mediante elecciones libres se constituiría una nueva Asamblea que habría de organizar el nuevo régimen. El 23 de octubre de 1989, treinta y tres años exactamente después del comienzo de la Revolución de 1956, el presidente Szürós proclamó solemnemente el nacimiento de la "República de Hungría" desde lo alto de las escalinatas del Parlamento, en presencia de una considerable multitud. Luego de una petición firmada por doscientos seis mil ciudadanos, uno de los movimientos de oposición, la Unión de Demócratas Libres, obtuvo del Parlamento que se organizara un referéndum para saber si las elecciones presidenciales debían realizarse de inmediato y por sufragio directo, o bien si había que elegir primeramente un nuevo Parlamento que designara a su vez al futuro presidente. Esta última opción era la que preconizaba la oposición. El referéndum tuvo lugar el 26 de noviembre y dio una ligera mayoría (50,1%) a la opción sostenida por la Unión de

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Demócratas Libres. Más de cuarenta y cinco electores se abstuvieron, como lo había recomen dado el Foram Democrático. El resultado de las elecciones demostraba a las claras que los ex comunistas, convertidos en "socialistas", eran minoría en el país. Las elecciones legislativas fueron previstas para la primavera de 1990 y serían seguidas por las elecciones presidenciales. Así lo decidieron los participantes de una "mesa redonda" entre el poder y la oposición.

La política exterior de Hungría no escapó del viento de reformas que afectó la vida política del país. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Gyula Horn (que en abril de 1989 remplazó a Peier Varkonyi) resultó ser el hombre de los cambios. En relación con los otros países del Este, Hungría se singularizó ante todo por restablecer relaciones diplomáticas con el Estado de Israel en septiembre de 1989 (lo mismo hizo Polonia simultáneamente) y por entablar negociaciones económicas y políticas con Corea del Sur. En diciembre de 1989, hasta se recibió en Budapest la visita oficial del presidente surcoreano. Por otra parte, Hungría tomó distancias con el Pacto de Varsovia. Después de la partida, en abril, de diez mil de los sesenta y cinco mil soviéticos acantonados en Hungría, la prensa y los dirigentes húngaros se refirieron en varias oportunidades a la posibilidad de una neutralización del país. Actitud tanto más importante de destacar por cuanto se acompaña de relaciones cada vez más estrechas con la vecina Austria que, desde 1955, gracias a su estatuto de neutralidad, constituye en Europa central un verdadero "puente" entre los países del Oeste y el grupo socialista. En este sentido, la medida más importante (y la más cargada de consecuencias para todos los países del Este) fue la decisión del gobierno de desmantelar la "cortina de hierro". Separaba a Hungría de Austria en unos trescientos cincuenta kilómetros. Los trabajos de desmantelamiento comenzaron el 3 de mayo de 1989 en Hegyeshalom, el puesto fronterizo más frecuentado entre los dos países. El 21 de junio siguiente, en ocasión de un encuentro informal en la frontera, Gyula Hora y su colega austríaco Alois Mock, procedieron con sus propias manos y ante los objetivos de los fotógrafos al corte simbólico de los alambrados de púas.

La nueva Hungría se vuelve decididamente hacia Occidente. Ya Grosz, en 1988, había multiplicado los contactos con los países de la CEE. Sus sucesores continuaron y acentuaron esa política. La visita del presidente norteamericano Bush, desde el 11 hasta el 13 de julio, provocó una ola de entusiasmo, aun cuando la ayuda económica concedida fuese juzgada decepcionante, lo que refuerza en gran medida la orientación hacia la Europa de los Doce. El 16 de noviembre, las autoridades húngaras presentaron en Estrasburgo una solicitud oficial de adhesión al Consejo de Europa, mientras que en

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enero de 1990, en ocasión de un Consejo del CAEM en Sofía, Hungría no ocultaba su intención de reclamar una modificación total de la organización y un reagrupamiento de los países "reformadores", Hungría, Polonia y Checoslovaquia.

La brecha en la "cortina de hierro" pronto desembocó en un fenómeno inesperado. Miles de alemanes del Este, deseosos de establecerse en la RFA, pasaron como "turistas" a Hungría, y luego de esas curiosas "vacaciones" no quisieron regresar a su país. Algunos intentaron pasar a Austria a través de la frontera, ahora permeable. Otros se refugiaron en la embajada de la RFA en Budapest, luego en campamentos de albergue dispuestos por las asociaciones caritativas húngaras. Las autoridades oficiales, disgustadas momentáneamente por esa situación (un acuerdo con la RDA preveía en efecto que Hungría debía devolver a las autoridades de Alemania del Este a aquellos de sus ciudadanos que intentaran pasar a Austria), finalmente decidieron dejar que los refugiados saliesen del país. En la noche del 10 al 11 de septiembre, la frontera austro-húngara se abrió para miles de refugiados. Ese gesto fue saludado calurosamente por las autoridades de Bonn. El canciller Kóhl declaró de inmediato que Hungría había tomado "una decisión que es un testimonio de humanidad y de solidaridad europea". Su ministro de Relaciones Exteriores, Genscher, hacía saber que la República Federal no olvidaría lo que Hungría había hecho "de una manera autónoma y por propia autoridad".

El gesto humanitario del gobierno húngaro acercaba un poco más a Hungría ai mundo occidental, pero iba a tener consecuencias fatales para el régimen de la RDA.

LAS MASAS AL ASALTO DEL PODER. BERLÍN, PRAGA, SOFÍA

A la inversa de lo ocurrido en Polonia y en Hungría (donde opositores y dirigentes, de común acuerdo, mediante gestiones paralelas y episódicamente convergentes habían realizado el cambio) en la RDA, en Checoslovaquia y en Bulgaria, fueron las manifestaciones populares pacíficas las que lograron, sin derramamiento de sangre, hacer retroceder al poder e imponer la reforma.

La caída de Honecker el fin del "muro de Berlín"Desde el principio, los dirigentes de la RDA manifestaron su

preocupación, y hasta su hostilidad, hacia los cambios en curso en Polonia y en Hungría. Para ellos, la RDA debía ser el bastión del socialismo ante la anarquía. La línea "dura" era de rigor en Berlín Oriental. Empero, los jóvenes alemanes del Este soportaban cada vez

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más difícilmente el control omnipresente del Estado y del Partido en toda la vida cultural y artística. Poco a poco, los lugares de culto de los protestantes se convirtieron en centros de reunión donde los opositores al régimen tomaron la costumbre de encontrarse para discutir el futuro del país. Tal era el caso de la iglesia de Getsemaní, en Berlín. Es cierto que la Iglesia reformada no había vacilado en el pasado en tomar partido en favor de todos los perseguidos por el régimen. El anuncio de la destrucción de la "cortina de hierro" entre Hungría y Austria incitó a miles de alemanes del Este a aprovechar esa oportunidad para pasar al Oeste. Las autoridades de la RDA reaccionaron cerrando sus fronteras con Checoslovaquia, lugar cíe tránsito indispensable para quien pretendiera pasar al Oeste por Hungría, Por su parte, a pedido de la RDA, los guardias fronterizos checoslovacos cerraron la frontera de su país con Hungría. Al tomarse esas medidas, los candidatos a la emigración de Alemania del Este que se encontraban en Checoslovaquia, quedaron bloqueados allí. Fueron a refugiarse a la embajada de la RFA en Praga, lo que planteó serios problemas de alojamiento. Otros prefirieron probar suerte pasando por Polonia y se presentaron en la embajada de la RFA en Varsovia. El gobierno de Alemania del Este, presionado por la opinión internacional y preocupado en no comprometer sus relaciones económicas con la RFA, aceptó finalmente el tránsito de trenes especiales a través de su territorio, fletados exclusivamente para los refugiados interesados en establecerse en la RFA. El 1a y el 3 de octubre, esos trenes, provenientes de Varsovia y de Praga, transportaron así cerca de veinte mil refugiados. Durante el tránsito de esos convoyes por territorio de la RDA, en varias estaciones, particularmente en Leipzig, gente deseosa de emigrar intentó en vano detenerlos para unirse a los felices pasajeros.

La situación se presentaba particularmente explosiva cuando Mikhail Gorbachov llegó a la RDA para participar en Berlín de las ceremonias del cuadragésimo aniversario de la fundación de la República Democrática Alemana. Después del desfile militar del 6 de octubre presidido por Erich Honecker, en cuya primera fila marchaban representantes de los "países hermanos" y Mikhail Gorbachov, rodeado por Milos Jakes y por el general Jaruzelski, tuvieron lugar prolongadas conversaciones entre los dirigentes de Alemania del Este y el jefe del Partido soviético. Al mismo tiempo, en Berlín y en las principales ciudades de la RDA, sobre todo en Leipzig, miles de manifestantes se congregaban en las calles para expresar su hostilidad a Honecker, al grito de "¡Gorby!", "¡Libertad!". En la tarde del 6 de octubre, Gorbachov tomaba la palabra en el Palacio de la República ante los militantes y los dirigentes del Partido de la RDA.

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Hizo alusión a las dificultades encontradas por sus huéspedes: "La RDA, como cualquier otro país, tiene problemas de evolución que requieren ser analizados y solucionados." Añadió que había que tener en cuenta "el proceso general de modernización y de renovación que se desarrolla actualmente en todo el grupo socialista... La elección de las formas de evolución es una decisión soberana de cada pueblo...". Visiblemente, Honecker no parecía impresionado por esas observaciones. Se produjo una multiplicación de las manifestaciones populares, agrupando cada vez multitudes más y más numerosas, más y más decididas, que lo hicieron dar marcha atrás. En Leipzig -como ocurría todos los lunes desde principios de septiembre- el lunes 6 de octubre se realizó una manifestación de más de cien mil personas que reclamaban libertad de prensa, elecciones libres, derecho de viajar hacia Occidente. Esa manifestación fue la más importante en toda la historia de la RDA desde la rebelión de Berlín del Este el 17 de junio de 1953. En los siguientes días, tuvieron lugar en Berlín manifestaciones similares, sin que la policía interviniese. El 18 de octubre de 1989, el pueblo lograba su primera victoria: Erich Honecker abandonaba todas sus funciones al frente del Estado, del Partido y del ejército. Fue remplazado de inmediato en la dirección del Partido por su segundo, Egon Krentz, tenido por "conservador". Este nombramiento, considerado como una provocación, lejos de apaciguar los ánimos dio mayor impulso a la protesta. El 23, luego el 30, las manifestaciones de los lunes por la tarde reunieron en Leipzig a más de trescientos mil partipantes, jóvenes y menos jóvenes, codo a codo. Lo mismo ocurrió en Berlín. En todas partes, la multitud reclamaba el alejamiento de Krentz, la disolución de la policía política (STASI) y la abolición del monopolio político del Partido Comunista. Las manifestaciones cotidianas alcanzaron su punto culminante en Berlín el 4 de noviembre. Más de un millón de alemanes del Este provenientes de todas las regiones, exigieron la aplicación de verdaderas reformas. Mientras tanto, Egon Krentz viajó a Moscú a entrevistarse con Gorbachov. A su regreso, el Comité Central, reunido los días 7 y 8 de noviembre, anunció la dimisión del gobierno dirigido por Willy Stoph y la de todos los miembros del Buró político. Se nombró jefe del gobierno al responsable del Partido en la ciudad de Dresde, Hans Modrow, un reformador, mientras que Krenz seguía al frente del Partido. Para calmar los ánimos, el gobierno anunció inmediatamente la apertura de la frontera con la RFA a partir del 9 de noviembre. Ese día, en medio de un entusiasmo delirante caía el "muro de la vergüenza". Miles de alemanes se precipitaron hacia Berlín Oeste. El 11 y el 12 de noviembre, dos millones de alemanes del Este conocieron la parte hasta entonces vedada de Berlín: fueron tres millones el fin de

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semana siguiente.El 17 de noviembre se formaba el gobierno de Modrow. Junto a

los diecisiete miembros del SED, once representantes de pequeñas formaciones aliadas a él obtenían una cartera. Sin embargo la crisis no estaba conjurada. Permanecían la viejas estructuras. El 20 de noviembre, la manifestación del lunes en Leipzig reunió una vez más a doscientas mil personas que reclamaban el retiro de Krentz, elecciones libres, y también la reunificación de Alemania. Los cambios iniciados en la RDA se convertían así en un problema internacional que ponía en dificultades tanto a los soviéticos como a los países occidentales, en primer lugar a los países de la CEE, uno de cuyos miembros más directamente afectados era la RFA. El 28 de noviembre, en Bonn, el canciller Kóhl proponía al Bundestag un plan de diez puntos con miras a la creación de "estructuras confederadas", preludio de una ulterior reunificación tanto en el Este como en el Oeste. En la RDA, los slogans en favor de la reunificación de la "patria alemana" eran cada vez más numerosos en las concentraciones populares, a despecho de la categórica negativa de los nuevos dirigentes a encararla, y de la hostilidad manifiesta de algunos grupos de oposición como la Izquierda Unida y los Verdes.

El 3 de diciembre, el Comité Central y el Buró político del SED anunciaban su disolución. Tres días más tarde Egon Krentz abandonaba la dirección del Partido. El 9 de diciembre, un abogado considerado como simpatizante de los "reformadores", Gregor Gysi, io remplazaba en el Secretariado General de un Partido al que, una semana antes, el Parlamento le había retirado el papel dirigente al admitir el multipartidismo. Al término de una "mesa redonda" que reunió a todos los partidos políticos (es decir el SED y las formaciones que lo apoyaban) y a los representantes de los movimientos de oposición, se anunció que se realizarían elecciones libres el 6 de mayo de 1990 para designar un nuevo Parlamento. Empero, aquí la situación era mucho menos clara que en Polonia y que en Hungría, En primer lugar, el Partido Comunista no deponía las armas. Podía contar con el apoyo de sus antiguos militantes enarbolando ante ellos la amenaza del peligro fascista representado por los slogans nacionalistas aparecidos en las últimas manifestaciones. Pero tampoco nada impedía suponer que provocadores al servicio del SED los hubiesen lanzado a propósito. Por otra parte, el Partido seguía controlando casi todo el aparato del Estado y podía apoyarse en los miembros de la STASI, oficialmente disuelta el 19 de diciembre y en curso de desmantelamiento, pero que el gobierno trataba de reconstituir con otro nombre. La población, por su parte, era consciente de que el poder comunista no se rendía y de que nada

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estaba ganado todavía. Algunos dirigentes occidentales dieron su caución al gobierno de Modrow. Entre ellos, el canciller Kóhl fue a entrevistarse con él en Dresde los días 19 y 20 de diciembre, logrando conquistar la simpatía del pueblo alemán del Este. Luego le siguió el presidente Mitterrand, primer jefe de Estado occidental en efectuar una visita oficial a la RDA. A pesar de todo ello, la opinión pública en la RDA no tenía ninguna confianza en sus nuevos dirigentes. Para los alemanes del Este, aparte de la posibilidad de viajar libremente a la RFA, en el fondo nada había cambiado. Las manifestaciones, menos numerosas a fines de diciembre, se reanudaron en los primeros días de enero de 1990. Por su parte, la oposición, muy dividida, tomó conciencia de su debilidad. Sus principales componentes, surgidos en general espontáneamente en las grandes manifestaciones del otoño, estaban todavía mal estructurados. Todos los movimientos de oposición concordaban en querer construir una democracia pluralista que garantizara las libertades fundamentales, pero fuera de toda coalición con los comunistas. Donde aparecían las diferencias, era en el problema de la reunificación de Alemania. Algunos, como los Verdes y la Izquierda Unida, preconizaban el mantenimiento de un Estado alemán del Este independiente y soberano. Otros, por el contrario, como el Despertar Democrático del pastor Eppelmann, eran favorables a una reunificación por etapas de ambos Estados alemanes. En cuanto al Neues Forum, se mantenía discreto al respecto. Junto a esos movimientos disidentes, los partidos aliados del SED trataron de quitarse la etiqueta de su molesto socio y de recuperar una autonomía creíble con ayuda de sus homólogos y homónimos de la RFA.

Influyó ampliamente en los acontecimientos en Checoslovaquia, pues ambos países son vecinos directos, regularmente visitados por turistas checoslovacos, aunque después de 1988 las autoridades de Praga hayan intentado poner trabas a los viajes turísticos hacia ese país, considerados "sospechosos". Por otra parte, hay que señalar también que, en la propia Checoslovaquia, los diversos movimientos opositores mantuvieron constantemente la llama de la resistencia, organizando manifestaciones con todo los riesgos que ello implicaba, difundiendo panfletos, haciendo peticiones. El poder comunista checo, representado por Gustav Husak, jefe del Estado, y por Milos Jakes, secretario general del Partido, artesano de la "normalización", hasta principios del año 1989 logró contener el desarrollo creciente de la oposición. La represión violenta fue hasta entonces la única respuesta a las aspiraciones populares. El año 1989 había comenzado con una primera ola de protestas que se inició el 15 de enero y terminó el 20. Los estudiantes y los jóvenes, por iniciativa de la oposición, deseaban honrar la memoria del estudiante Jan Palach. Este, en 1969, se había

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inmolado en el fuego para protestar contra la entrada a Checoslovaquia de las tropas del Pacto de Varsovia. Durante esas jornadas se detuvo a varios cientos de manifestantes, entre ellos a uno de los jefes de la oposición, el dramaturgo Vaclav Havel. El 21 de febrero siguiente, Havel era condenado a 9 meses de prisión por "incitación a cometer un acto ilegal" y por "obstaculizar la acción de los agentes de la fuerza pública". Esta condena provocó una ola de protestas. En la misma Checoslovaquia, varios centenares de científicos dirigieron al Primer Ministro Adamec una carta protestando contra la "actitud absolutamente excesiva" de la represión policial y reclamando el comienzo de un "diálogo abierto" entre el poder y la oposición. En el extranjero, mientras el presidente Mitterrand participaba su "inquietud" al presidente Husak, la mayoría de los delegados a la Conferencia sobre la Seguridad de la Cooperación en Europa manifestaban públicamente su indignación. Vaclav Havel fue finalmente liberado en mayo. Sin embargo, la oposición no depuso las armas. A fines del mes de junio sometió a los dirigentes del país un petitorio firmado por mil ochocientos escritores, artistas y universitarios -entre ellos Havel- y por los principales dirigentes de la Caria 77. Los firmantes reclamaban la liberación de todos los presos políticos, el derecho de asociación, el fin de las persecuciones contra los opositores, el levantamiento de "todas las trabas a la aparición de nuevos movimientos cívicos, de sindicatos independientes, de uniones y de asociaciones", la libertad de expresión y el fin de la censura, el respeto a "las legítimas reivindicaciones de todos los creyentes", la defensa del medio ambiente, la apertura de "un libre debate tanto sobre los anos '50 como sobre la Primavera de Praga, la invasión del país por cinco Estados del Pacto de Varsovia y la normalización*. La oposición deseaba visiblemente el diálogo. Era igualmente el resultado de la toma de posición del cardenal Tomasek. En nombre de la Iglesia católica, el prelado se manifestaba dispuesto a desempeñar un papel de "mediador entre dirigentes y opositores" en un mensaje de fecha 4 de agosto. A esa voluntad de diálogo de la oposición, el gobierno replicó haciendo detener a cierto número de opositores la víspera del aniversario de los acontecimientos del 21 de agosto de 1968, mientras que ponía en guardia a la población sobre cualquier intento de manifestación en esa ocasión. Ello no impidió que se congregaran varios miles de personas en la plaza Wenceslao, en el centro de Praga, lugar tradicional de encuentro de los opositores, a pesar de un impresionante dispositivo policial. Se arrestó a trescientos setenta y seis manifestantes, cincuenta de los cuales eran extranjeros, polacos de Solidaridad y húngaros, miembros de grupos de oposición. Se corearon slogans tales como "¡Viva la libertad!", "¡Viva Havel!",

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"¡Viva Polonia!", mientras la policía cargaba brutalmente.La evolución de los acontecimientos en Hungría, juntamente con

el problema de los refugiados de Alemania del Este, incitó al poder a dar muestras de mayor firmeza. Se hacían los preparativos para festejar el septuagésimo primer aniversario de la Independencia. Algunos días antes de la fecha fijada para la ceremonia, la policía efectuó procedimientos en los medios opositores. Fue así como el 25 de octubre, Vaclav Havel fue nuevamente detenido y hospitalizado por la fuerza. Los movimientos de oposición convocaron al pueblo a una manifestación. El 28 de octubre, más de diez mil personas invadieron la plaza Wenceslao reclamando libertad y pidiendo la dimisión de Jakes, jefe del Partido.

Los acontecimientos que se desarrollaban en los países vecinos acelerarían violentamente la evolución del proceso checoslovaco. La apertura de las fronteras en la RDA el 9 de noviembre, incitó al gobierno de Praga a hacer un gesto en igual sentido. El 14 de noviembre el Primer Ministro Adamec anunció el fin del sistema de autorizaciones de salida para viajes a Occidente y la agilización de los trámites para el otorgamiento de pasaportes. Por su parte, los opositores, alentados por los éxitos obtenidos por el pueblo en la RDA, multiplicaron las manifestaciones en Praga y en Bratislava. El 17 de noviembre, la brutal represión de una manifestación de treinta mil personas en las calles de Praga, movilizó a la opinión pública contra el régimen. Por iniciativa del Forum Cívico, que reunía a todos los componentes de la oposición, a partir del 19 de noviembre se realizaron cada tres días manifestaciones que congregaban crecientes multitudes. El viejo líder de 1968, Alejandro Dubcek, y el joven jefe de la oposición de 1989, Vaclav Havel, tomaban la palabra. Havel, sobre todo, era quien recogía los aplausos de la multitud. ¡No tenía tras de sí un pasado de comunista! Presionado por el pueblo, el Buró Político del Partido dimitió en pleno el 24 de noviembre. Karel Urbanik remplazó a Milos Jakes a la cabeza del Partido. Mientras tranto, Adamec se había puesto en contacto con el Forum Cívico con miras a una eventual participación de personalidades no comunistas en su gobierno. La renovación de la dirección del Partido no arregló las cosas. Las monstruosas manifestaciones del 25 y del 26 de noviembre fueron seguidas el 27 por una huelga general de dos horas, acatada en todo el país por millones de trabajadores.

Finalmente fue el Parlamento el que tomó la primera medida susceptible de calmar al pueblo. Por unanimidad, los diputados decidieron el 29 de noviembre abolir el papel dirigente del Partido Comunista. Ello implicaba el reconocimiento del multipartidismo en Checoslovaquia. Se efectuaron nuevos contactos entre Adame c y el

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Forum Cívico para formar otro gabinete más representativo. El rechazo de las propuestas del poder, juzgadas insuficientes, provocó el 7 de diciembre la dimisión de Adamec y la designación del eslovaco "reformador" Marian Caifa para remplazarlo. El 10 de diciembre prestaba juramento ante el presidente Husak un gabinete de "en-tendimiento nacional" formado en su mayoría por no comunistas. Fue el último acto político de Husak. Esa misma tarde renunciaba. El nuevo gobierno anunció inmediatamente dos medidas largamente esperadas por la población: el desmantelamieato de la "cortina de hierro" con Austria y la disolución de la policía política. El triunfo del pueblo era casi total. Sólo restaba designar al nuevo presidente de la República. El Partido Comunista (que acababa de modificar sus estructuras nombrando a Adamec a su cabeza), optaba por una elección por sufragio universal. Pero luego de acaloradas discusiones con la oposición, se decidió que el próximo presidente fuera elegido por el Parlamento. Entonces se precipitaron los acontecimientos. El 28 de diciembre, Alejandro Dubcek fue elegido presidente del Parlamento, cargo esencialmente honorífico. Pero al día siguiente se elegía por unanimidad a Vaclav Havel presidente de la República. El, el intelectual tantas veces perseguido por los comunistas, se convertía en el primer presidente no comunista de Checoslovaquia desde 1948.

BULGARIABulgaria constituye el último ejemplo de un país del Este en el que

el poder establecido retrocedió ante las manifestaciones populares y sin derramamiento de sangre. Con excepción de algunos cambios menores dentro de los organismos dirigentes del Partido y del Estado (y del aliento dado a la prensa por el propio presidente Jivkov para realizar una "crítica constructiva"), el hálito de la Perestroika no había soplado aún de manera significativa en el país. Sin embargo, las reformas económicas realizadas en 1987-1988 comenzaban a dar frutos. Las empresas del Estado disponían ya de una autonomía más amplia y eran incitadas a estimular el celo de su personal mediante el otorgamiento de premios. En enero de 1989, se hizo posible la apertura a los capitales extranjeros gracias a un decreto que autorizaba la creación de "sociedades mixtas".

Sin embargo, en política, todo quedaba por hacer. La situación estaba bloqueada. Más aún, a mediados de enero de 1989, el poder había hecho detener a varios miembros de La Asociación Independiente de Defensa de los Derechos Humanos por propalar "falsas informaciones destinadas a minar la Confianza en las autoridades gubernamentales". Pero las transformaciones en curso en Polonia y en Hungría no dejaban indiferentes a los medios inte-lectuales y a los jóvenes, deseosos de reformas políticas. Diversos

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movimientos de oposición, formados en la clandestinidad en la década del agruparon en una Unión de las Fuerzas Democráticas, verdadero partido la oposición. Lo dirigían el profesor Celio Gelev y el sociólogo Petko Simeonov. Para alejar a la opinión pública de los problemas de reforma política, el gobierno jugó la carta del nacionalismo búlgaro y acentuó las medidas ya en curso desde hacía algunos años tendientes a eliminar a ¡a minoría de origen turco. Como consecuencia de los violentos incidentes que opusieron en mayo de 1989 a las fuerzas del orden con manifestantes turcos -entre los cuales hubo muchos muertos- el poder decidió la expulsión de la minoría turca, a pesar de las protestas del gobierno de Angola. Esta "distracción" no arregló las cosas y cada vez más búlgaros tomaban conciencia del estancamiento del régimen. Todos aspiraban a reformas análogas a las realizadas en otros países del Este. En septiembre y en octubre tuvieron lugar varías manifestaciones en Sofía. El presidente Jivkov se dio cuenta entonces de que había que hacer algunas concesiones. Declaró el 28 de octubre que era partidario de "una reestructuración de la sociedad". La medida tenía que acompañarse con el pluralismo político. Anunció que la adopción de esa nueva política sería examinada en el próximo Congreso del Partido, fijado para fines de 1990 y no en abril de 1991 como se había previsto originalmente. Esas concesiones tardías (cuya aplicación se postergaba), lejos de calmar los ánimos, acentuaron la presión popular. En Sofía se realizaron nuevas manifestaciones por iniciativa de la oposición. Finalmente, Todor Jivkov dimitió el 10 de noviembre de 1989. El Comité Central lo remplazó inmediatamente al frente del Partido y del Estado por el ministro de Relaciones Exteriores Petar Mladenov, considerado como un reformista moderado.

El nuevo dirigente de Bulgaria, Mladenov, anunció inmediatamente el establecimiento de una política de "reestructuración única y exclusivamente en el marco del socialismo, en nombre del socialismo y en la vía del socialismo". Sin embargo, se anunciaron algunas medidas liberales, restableciendo la libertad de asociación y de manifestación. Los opositores organizaron el 18 de noviembre una manifestación que congregó en Sofía a más de cincuen-ta mil personas que reclamaban elecciones libres y pluralismo político. Esta manifestación fue seguida de muchas más que reunieron a multitudes cada vez más importantes. El 10 de diciembre, ¡el número de manifestantes llegó a cien mil! Un plenario del Comité Central convocado de urgencia, cedió a las reivindicaciones populares. El 11 de diciembre anunció la organización de elecciones libres para mayo de 1990 y decidió excluir del Partido a Todor Jivkov. El poder comunista cedía ante la presión popular.

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Empero, al anunciar el 29 de diciembre el restablecimiento de la minoría turca en la plenitud de sus derechos, el Comité Central esperaba suscitar una reacción nacionalista antiturca por parte de los búlgaros. Esto pondría en dificultades a la oposición y permitiría eventualmente que el poder retomara t n sus manos la conducción exclusiva de los asuntos de Estado con el pretexto de restablecer la paz civil. En efecto, a comienzos de enero de 1990, tuvieron lugar en el Noreste y en el Sudeste del país violentos enfrentamientos entre búlgaros puros y búlgaros de origen turco. Frente aese resurgimiento del nacionalismo búlgaro, la oposición se mostró inquieta por el futuro de la política de liberalización. No vaciló en denunciar las provocaciones del poder como causa de los enfrentamientos entre etnias. El anuncio de un Congreso extraordinario del Partido para el 30 de enero no calmó las inquietudes. Se reanudaron las manifestaciones. El 14 de enero,miles de búlgaros recorrieron las calles de Sofía en favor de verdaderas reformas. Haciéndoles eco, la Asamblea Nacional, al día siguiente mismo, votó una ley poniendo fin al monopolio político del Partido Comunista. Bulgaria se orient-aba por el camino seguido por los demás países "reformadores".

LA TRAGEDIA RUMANADe todos los países del Este -excepción hecha sin embargo de

Albania- Rumania era sin duda donde el comunismo adquiría el aspecto más tiránico, en el marco de un sistema de poder absolutista en provecho de un hombre, Nicolae Ceaucescu y de su clan.

Pese al funcionamiento aparentemente muy eficaz del sistema represivo, la población soportaba cada vez menos ese régimen simbolizado a sus ojos por la penuria y el terror. La aceleración de la aplicación del "programa de sistematización del territorio", decidida por el Parlamento el 17 de abril de 1989, y la destrucción de miles de aldeas que ello significaba, aumentó todavía más el descontento de todo el campesinado, particularmente en Transilvania, donde las aldeas pobladas por minorías nacionales eran las primeras afectadas. Los considerables gastos provocados por la "modernización" de Bucarest eran objeto de amargas críticas, sin que nadie se atreviese a formularlas públicamente en razón del clima de delación que reinaba en el país. La dura represión de los motines de Brasov, en noviembre de 1987, incitaba a la prudencia a quien pretendiera organizar una acción colectiva de protesta. Sólo algunos disidentes del interior, particularmente valientes (pero relativamente "protegidos" en la medida en que la prensa internacional daba cuenta de su acción), se

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atrevían a hablar. El caso de Doina Cornea era típico. Otros intelectuales adoptaron una línea de conducta análoga.

En el propio seno del Partido Comunista rumano, algunos de sus altos dirigentes habían tomado distancia de Ceaucescu. En marzo de 1989, seis ex altos funcionarios del Estado dirigieron a la prensa occidental una "carta abierta" denunciando los desastrosos efectos de la política seguida por el Conducator. En el extranjero, la imagen de Nicolás Ceaucescu se deterioraba singularmente. Luego del viaje de Gorbachov a Bucarest en mayo de 1987, las relaciones con la URSS empeoraron con rapidez. Lo mismo ocurría con Hungría, habitualmente tachada de irredentista y de nacionales agravamiento de la situación de las minorías húngaras y alemanas de Transilvania desde 1987. Ello provocó el comienzo de un éxodo masivo hacia Hungría. Los primeros verdaderos incidentes empezaron el 6 de octubre de 1989 en Arad, ciudad donde la comunidad húngara (más o menos la cuarta parte de la población) tenía la costumbre de conmemorar ese día a los "trece mártires de Arad", trece generales húngaros ejecutados el 6 de octubre de 1849 tras el fracaso de la revolución de 1848. Por temor a manifestaciones, la Securitate y el ejército habían ocupado la ciudad, mientras que la frontera con Hungría, muy cercana, había sido cerrada. Los que trataron de hacer una manifestación fueron brutalmente dispersados por las fuerzas del orden. En los últimos días de octubre, estallaron nuevos incidentes en Timisoara, ciudad con una numerosa comunidad húngara y alemana. Un pastor húngaro, Laszlo Tókes, fue agredido por hombres enmascarados que lo molieron a golpes. Todo hace pensar que se trataba de agentes de la Securitate. El pastor Tókes había adquirido la mala costumbre de denunciar públicamente los abusos de las autoridades y no vacilaba en reprochar a sus superiores su pasividad y docilidad ante el poder. Ese molesto sacerdote (al que su obispo, Laszlo Papp quería transferir a una parroquia rural porque violaba "a la vez las leyes de la Iglesia y del Estado") fue el detonante que provocó la explosión, primero en Transilvania, luego en el resto de Rumania. Cuando el 16 de diciembre la policía quiso detenerlo, sus fieles se tur-naron alrededor de su domicilio para protegerlo, enfrentando a la policía. Rápidamente se les unieron miles de habitantes de la ciudad. Al día siguiente eran más de diez mil manifestándose por el centro, atacando los edificios públicos, la sede del Partido, quemando retratos de Ceaucescu. Lado a lado, húngaros, rumanos y alemanes gritaban su odio al régimen. Comenzaba la revolución, la represión fue sangrienta. Los tanques del ejército y las unidades especiales de la Securitate hicieron fuego contra la multitud. El balance fue terrible, varios centenares de muertos y aún más heridos, numerosos arrestos. Ese

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mismo día, por solidaridad, se efectuaron manifestaciones en Arad, Gradea, Curtici, Cluj, Brasov, Sibiu, Tirgu-Mures. En todas partes las fuerzas del orden dispararon contra la gente. Los medios oficiales de comunicación rumanos sólo hicieron alusión a los acontecimientos el 20 de diciembre. No hablaban más que de la partida de Ceaucescu en una visita oficial a Irán (18-20 de diciembre). Sin embargo, !as manifestaciones proseguían en Timisoara, en particular el 20. Miles de personas protestaron contra la prohibición de enterrar los cuerpos de las víctimas de la represión. Ese día la población rumana se enteró oficialmente por un discurso de Ceaucescu, vuelto precipitadamente de Irán, de que el ejército había intervenido en Timisoara "respondiendo a los ataques de grupos de marginados y de fascistas y antinacionales". En realidad, en esos momentos, la ciudad de Timisoara se encontraba en manos de los revoltosos, ¡pero a qué precio!.

Fue entonces cuando comenzaron de manera casi simultánea la segunda y la tercera fase del proceso que desembocaría en la caída de Ceaucescu. En Bucarest, donde las autoridades temían el contagio revolucionario, se había establecido un importante dispositivo de seguridad. El jueves 21 de diciembre, Ceaucescu organizó una manifestación oficial de apoyo. Congregó a unas cien mil personas en la plaza de la República. La mayoría eran militantes del Partido y de la "Guardia Patriótica", organización de masa, que servía generalmente como "máquina de aplaudir" en las reuniones de ese tipo. Muy pronto el discurso de Ceaucescu fue interrumpido por los gritos hostiles de la multitud "¡Abajo Ceaucescu! iTimisoara! ¡Libertad!". Esto incitó a la televisión rumana a cortar bruscamente la transmisión del acto. La insurrección había ganado así la capital y se extendía a las ciudades del este del país, a lassy y a Constanza. En Timisoara, donde había comenzado todo, la población era dueña de la ciudad a despecho de la brutal reacción de la Securitate.

El movimiento revolucionario, empezado en Bucarest el 21 de diciembre, de hecho se dividió en dos. Por un lado, la multitud congregada en todo el centro de la ciudad la emprendía contra todos los símbolos del régimen. Las fuerzas del orden no vacilaban en lanzar contra ella a sus tanques o en arrojar granadas desde los helicópteros, causando numerosas víctimas. Pese a todo, la multitud permanecía en su lugar, aumentada constantemente por los recién llegados. Toda la noche se combatió en las calles de Bucarest. AI día siguiente, parte de los manifestantes se lanzaron al asalto del edificio de la televisión y lo ocuparon. Esa televisión, ahora "libre", permitió así que el mundo entero siguiera en directo, hora a hora, la marcha de los acontecimientos.

Por otro lado, en esa misma jornada del 22 de diciembre, se supo

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que Ceaucescu y su mujer habían abandonado el poder, que habían partido de su palacio en helicóptero para refugiarse en el extranjero. Su fuga terminó rápidamente. Reconocidos, fueron detenidos por militares adeptos a la revolución. Ese mismo día surgió el Consejo del Frente de Salvación Nacional (CFSN), que se arrogó la dirección del país. Mientras tanto, el ejército, traumatizado por el suicidio del ministro de Defensa, Vasile Milea, apoyaba a los nuevos dirigentes. Ese ejército, de unos doscientos mil hombres mal equipados y poco entrenados (en su mayoría conscriptos) tenía a su frente a la Securitate, guardia pretoriana del régimen, formada por cuarenta mil hombres bien equipados, bien armados, y en su mayoría fieles a Ceaucescu. Después de la dimisión del gobierno, el único poder "legal" de Facto era el CFSN, compuesto por treinta y siete miembros, algunos de los cuales, en un momento u otro de su carrera, habían servido, y a veces con empeño, al régimen. Tal era el caso del presidente del CFSN, Ion Iliescu, ex secretario del Comité Central del Partido; de Corneliu Manescu, ministro de Relaciones Exteriores desde 1961 hasta 1972 y luego embajador en París desde 1977 hasta 1982; de Dimitru Vazilu, ex representante de Rumania en la UN. Junto a ellos se encontraban también algunos grandes nombres de la literatura, como el poeta Mircea Dinescu o el escritor Aurel-Dragos Munteanu. Había igualmente disidentes célebres como el pastor Trókes y Doina Cornea. Mientras que el CFSN tomaba las primeras medidas de urgencia y se orga nizaba la ayuda internacional, en Bucarest y en las principales ciudades se seguía combatiendo. El ejército intentaba como mejor podía, poner fin a los actos "terroristas" de los irreductibles de la Securitate. Sólo la víspera del año nuevo volvió verdaderamente la cabía al país.

El nuevo gobierno se apresuró a anunciar, el 25 de diciembre por la tarde, que Nicolás Ceaucescu y su mujer Elena habían sido condenados a muerte por una jurisprudencia de excepción. Se los ejecutó luego de un proceso expeditivo, algunas de cuyas secuencias, singularmente truncadas, fue ron presentadas a los telespectadores del mundo entero el 26 y el 27 de diciembre. Extraño proceso que dejaba a oscuras muchos aspectos de la política de Ceaucescu, a la que habían colaborado, al menos pasivamente, los que lo juzgaban. El 26 de diciembre, el CFSN nombró un nuevo gobierno, presidido por Petre Román (un universitario cuyo padre había hecho una brillante carrera a la sombra de Ceaucescu). El ministro de Defensa era el general Nicolae Militaru (condenado a muerte por la "justicia" de Ceaucescu y luego indultado a pedido de los soviéticos). El ministro de Relaciones Exteriores era Sergiu Celac. El escritor disidente Aurel-Dragos Mun-teanu fue nombrado al frente del Servicio de Radio-Televisión. Para

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satisfacer las reivindicaciones de la opinión pública, el gobierno anunció cierto número de medidas: la creación de tribunales de excepción para juzgar a los autores de actos "terroristas", la derogación del "plan de sistematización del territorio", el respeto de los derechos de las minorías nacionales y la organización de elecciones libres en abril de 1990 sobre la base del multipartidismo. Estas medidas fueron completadas con el anuncio de la abolición de la pena de muerte, el restablecimiento de la libertad de prensa, la restitución a los campesinos de parte de las tierras colectivizadas, la instauración de la semana de cinco días a partir de marzo de 1990 (en lugar de seis días, y hasta siete, a fines del gobierno de Ceaucescu), la supresión de las restricciones a la calefacción, la electricidad y los combustibles y un mejor abastecimiento.

Sin embargo, pronto se creó un clima de desconfianza entre los que, a riesgo de sus vidas, habían contribuido a la victoria de la revolución y entre los que, ubicados en puestos clave del nuevo poder, trataban de limitar sus efectos. Para muchos rumanos, los principales responsables del CFSN eran comunistas, cómplices durante mucho tiempo de Ceaucescu. Los "disidentes" del CFSN fueron más y más marginados por el trío Iliescu-Manescu-Roman.

Los estudiantes, los jóvenes, la multitud, que habían combatido por la libertad, estaban preocupados por su revolución. Lo hacían saber ruidosamente en ocasión de las manifestaciones cotidianas en que participaban. Los viejos partidos políticos tradicionales, el Nacional Campesino, el Liberal, denunciaban la influencia demasiado grande de los comunistas en el nuevo gobierno. Para calmar a las multitudes, Iliescu anunció el 12 de enero la puesta "fuera de la ley" del Partido Comunista, medida abandonada tres días mis tarde. Los rumanos serían consultados sobre este problema por referéndum así como sobre la supresión de la pena de muerte. Ese clima de incertidumbre y de total desorganización no contribuía a calmar los ánimos. A comienzos de 1990, subsistían los problemas. La paz civil era precaria. Por algunos centenares de agentes de la Securitate arrestados, había todavía otros miles en libertad y protegidos contra los "arreglos de cuentas". Después de los primeros días de euforia de libertad recuperada, el pueblo quedó enfrentado a las dificultades de la vida cotidiana, aunque los comercios estuviesen mejor provistos que antes. Todos temían haber sido burlados por lo que, después de todo, no fue más que un simple "golpe de Estado" militar ocurrido antes de lo programado por sus organizadores porque, en Timisoara, una imprevista rebelión popular precipitó los acontecimientos.

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ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE

1. ENUMERA Y ANALIZA LAS CAUSAS DE LA DESAPARICIÓN DEL SOCIALISMO.

2. DESCRIBE EL PROCESO EN POLONIA QUE TERMINÓ CON EL SOCIALISMO.

3. EXPLICA EL PAPEL DE LA IGLESIA CATÓLICA EN POLONIA.

4. ¿CUÁL ES LA SITUACIÓN DE POLONIA DESPUÉS DEL SOCIALISMO.

5. DESCRIBE Y ANALIZA EL PROCESO HISTÓRICO DEL SOCIALISMO EN HUNGRÍA Y LAS FORMAS QUE SE ADOPTARON PARA LA CAIDA DEL SISTEMA SOCIALISTA.

6. ¿CUÁL FUE LA SITUACIÓN DE HUNGRÍA A LA CAIDA DEL SOCIALISMO?.

7.

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