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    Los talleres literariosLiliana Heker

    Ms all de su posible eficacia, no hay duda de que (al menos por loexuberante de su propagacin) los talleres literarios constituyen un fenmeno

    en la vida cultural argentina de los ltimos quince aos. obre todo, en la vida

    cultural de !uenos "ires, donde, en la actualidad, funcionan ms de cincuenta

    talleres de literatura. "ntes de ver si hay algo realmente homog#neo detrs de ese

    nombre $taller literario$ ambiguo y un tanto misterioso, y de discutir su

    sentido $si lo tiene$ y alguno de sus procedimientos, ensayar# una%ustificacin histrica de este suceso, tan profuso como intempestivo.

    El momento histricoin duda, como hechos aislados, han existido algunos talleres literarios en la d#cada del

    sesenta y en la primera mitad de los setenta. &ederico 'eiter, n#s *alino+, oger '-a,

    la ociedad "rgentina de scritores, entre otros, registran experiencias de taller en ese

    per-odo. /e cualquier modo $gen#ricamente desdeados por los escritores %venes y

    por buena parte de la literatura argentina$ solo a duras penas se lospuede vincular con

    el fenmeno multitudinario que ocurrir-a aos despu#s.

    0ay, s-, un antecedente que exige ser mencionado1 por su originalidad, por la diversidad

    de los escritores que intervinieron, por la hermosa locura de quien lo organi, y porque

    seguramente hio lo suyo para que muchos de nosotros emperamos a sospechar queun taller pod-a no ser delenable.

    "cerca de ese acontecimiento escribi sidoro !laisten1 2'ero este asunto de los talleres

    literarios no es tan nuevo como se cree. 0abr-a que remontarse al ao 3456. 7o s# por

    qu# incierto destino yo di clases en un nstituto de 8#cnica literaria, en una casona de la

    calle 9iamonte. :o dirig-a el doctor odolfo ;arcavallo, que es poeta y entomlogo.

    9en-an seoras gordas y chicos con talento. :as seoras gordas eran insoportables y

    deb-an ser echadas. :os chicos con talento no ten-an un peso y hab-a que becarlos.

    /espu#s, como la plata de los cursos no alcanaba para pagar el alquiler, ;arcavallo,

    que amaba a los animales, invent los cursos paralelos de taxidermia para solventar los

    gastos. /e modo que uno entraba al bao y ve-a una cosa larga y flaca, color verde

    ilusin, serpenteando en la baera1 era la v-bora esperando que los alumnos laembalsamaran.

    "ll-, entre petreles y nades, entre lechuas y castores, se suicid el mono imn. e

    mat bebi#ndose, por error, un preparado qu-mico para detectar vinchucas, que hab-a

    inventado el director. l mono imn se hab-a sacado fotos en braos de todos los

    escritores.< (sidoro !lastein,Anticonferencias, ditorial mec#, 34=>).

    n realidad, el ao no fue 3456, sino 345?, y la aclaracin no es trivial. n 3455 hab-a

    ocurrido el golpe militar del general @uan ;arlos Angan-aB la represin cultural era la

    ms fero que hab-amos conocido hasta entonces los de nuestras generacionesB el

    #xodo, la censura y la autocensura hab-an atenuado notoriamente los fulgores del

    principio de los sesenta. n ese pramo, el doctor odolfo ;arcavallo $cient-fico,

    investigador, especialista en el mal de ;hagas, lector apasionado y un hombre

    excepcional$decidi inventar, en el nstituto "rgentino de ;iencias, que #l dirig-a, un

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    taller mltiple, en el que tuve la suerte de participar, y en el que tambi#n dieron clases,

    entre otros, @orge :uis !orges, rnesto abato, ;onrado 7al# oxlo, ;arlos

    *astronardi, "belardo ;astillo, 0umberto ;onstantini, *arta :ynch, /almiro en,

    0aroldo ;onti, @orge *asciangioli, "gust-n ;uani y !ernardo Cordon. :os alumnos

    pod-an asistir a las clases de los distintos creadores, discutir y comparar t#cnicas y

    concepciones literarias. l mono imn, un tit- oscuro y reflexivo, nos amansaba con suecuanimidad. :loramos su muerte como la de un amigo querido.

    in duda, esta experiencia tuvo bastante que ver con la expansin de los talleres que

    suceder-a aos ms tarde. 'ero la verdadera ran histrica de esa expansin hay que

    rastrearla en un hecho de muy distinta -ndole1 concretamente, en la ferocidad de la

    dictadura militar, luego del golpe de 34?5.

    :a d#cada del sesenta y los principios de los setenta constituyen un per-odo

    particularmente propicio para la creacin y para la discusin de ideolog-as y est#ticas.

    evistas y grupos literarios surgen con una potencia y una prepotencia inusuales,

    polemian entre s- y con escritores de otras generacionesB toda idea y todo texto escrito

    parecen tener un sentido y merecer que se los defienda o se los vilipendie

    fervorosamente. 'or otra parte, las editoriales argentinas empiean a sospechar que laliteratura y, en particular, la literatura argentina, puede ser un buen negocio. :os

    escritores, aun los ms %venes y desconocidos, tienen dnde publicar. sta doble

    circunstancia1 que la literatura apareca con un sentido, y que los escritores puedan

    publicar, acelera procesos, hace que ciertos talentos dispersos, que tal veen otras condiciones habr-an permanecido largamente indefinidos u ocultos,

    prematuramente se definan y tengan existencia real.

    l caf# ha hecho lo suyo en esta aceleracin. n efecto, era habitual en los aos sesenta,

    y a principios de los setenta, que los grupos de escritores $sobre todo los %venes$ se

    reunieran en los caf#s, casi siempre nucleados por una revista literaria y leyeran y

    discutieran apasionadamente sus textos, de acuerdo a un criterio est#tico y a un sentido

    ya asignado a la literatura. ;ualquier desconocido con sueos literarios ven-a al caf#,

    le-a su cuento o su poema, y participaba de una discusin encarniada y multitudinaria

    acerca de lo le-doB esto implicaba una confrontacin y un est-muloB el que escrib-a no

    estaba solo. 'or otra parte, ninguno de nosotros cre-a que el destino de su literatura ser-a

    un ca%n de escritorioB le-amos a los otros nuestros poemas, correg-amos nuestros

    cuentos, porque la publicacin del primer libro era, para nosotros, una posibilidad real,

    no un mero delirio %uvenil.

    D bien. 8odo este movimiento (este clima propicio para la creacin) fue aniquilado de

    ra- con el golpe militar de 34?5. 'ara poner un e%emplo de comprensin rpida1 era

    altamente probable que quince %venes, reunidos en un caf# y discutiendo a los gritos,

    fueran literalmente borrados de la realidad por las fueras policiales y parapoliciales,antes de haber conseguido explicar que lo que estaban discutiendo era la eficacia de un

    ad%etivo.

    'ienso que, sobre todo, en este hecho $un horror ms entre los innumerables horrores

    de ese per-odo$ puede rastrearse el origen $o al menos la multiplicada necesidad$

    de los talleres.

    0ay que tener en cuenta que las revistas literarias hab-an reducido considerablemente

    su alcance, las editoriales chicas fueron barridas por la situacin econmica, las

    editoriales grandes se dedicaron sobre todo a importar best-sellers, la gente, entre tanta

    desaparicin y tanta muerte, no parec-a encontrarle mucho sentido al acto de leer. n

    cuanto a los escritores que quedaron en el pa-s, la imposibilidad o la falta de deseo de

    reunirse o de publicar, los convirti en islas, en condenados al exilio de su propia

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    habitacin. 'ero si estos escritores ten-an, al menos, cierta confirmacin para seguir

    traba%ando $la publicacin anterior de un texto, la certea de haber compartido su

    experiencia con otros, o, al menos, el recuerdo de haberle asignado alguna ve un

    sentido a la literatura$ los nuevos, los que nunca hab-an publicado ni se hab-an

    vinculado (o slo lo hab-an hecho precariamente) con el mundo de la literatura,

    navegaban en una nebulosa, totalmente solitarios y desorientadosB si exist-an sus paresen alguna parte, no los conoc-an ni sab-an cmo conectarse con ellos, y la realidad no

    les proporcionaba ningn sentido para el acto de escribir.

    sta es la ran, o una de las dos raones, de que los talleres se hayan multiplicado. :a

    otra es tal ve menos l-rica, pero inapelable1 la crisis econmica, entre otros argentinos,

    tambi#n hab-a afectado a los intelectuales. 7o slo eso. :a represin hio que muchos

    escritores, que ten-an ctedras, o traba%aban en relacin de dependencia, o colaboraban

    con los medios period-sticos que ahora le cerraban las puertas, perdieran su fuente de

    ingresos y tuvieran que ingenirselas de alguna manera para sobrevivir. (0ay que

    reconocer que en eso, en inventar medios de sobrevivencia, los argentinos $y no slo

    los intelectuales$ somos maestros.) s la con%uncin de estas dos necesidades

    (necesidad de los nuevos posibles creadores de nuclearse y hablar de un tema en comnBnecesidad de los intelectuales de sobrevivir econmicamente sin contaminarse con el

    sistema) la que instala las condiciones favorables para que los talleres se reproducan.

    0ace falta aclarar que no se trat slo de talleres de literaturaB las p#simas condiciones

    en que se traba%aba en la Eniversidad, los temas prohibidos, lo lastimoso de casi todo

    aprendia%e pblico, hicieron que se organiaran numerosos cursos paralelos $

    generalmente dictados en casas particulares$ acerca de los temas ms diversos.

    antiago Covadloff llam acertadamente a este fenmeno generaliado 2cultura de

    catacumbas

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    Sentidos y sinsentidos del taller literario"nte todo, cabe preguntarse1 Gqu# se entiende realmente por un taller literarioH :a

    variedad de coordinadores sin duda impide un criterio unificador1 profesores de

    literatura, escritores de trayectoria diversa, cr-ticos, lectores agudos, personas de

    procedencia ignota. n cuanto a los grupos, los hay de la tercera edad, de adolescentes,

    de personas deseosas de aprender a leer a !orges o a co, de seoras que ya han criadosus hi%os y ahora han decidido realiar una tarea creativa, de seores empresarios que

    siempre han sospechado que llevaban un libro en el coran y ahora $consideran$ se

    pueden dar el lu%o de parirlo. n lo que hace a los m#todos, pueden llegar a extremos

    casi fantsticos1 audiovisuales, catrticos, de creacin colectiva1 %uro que una ve vi

    anunciado un taller que promet-a ensear a escribir un cuento mediante el tallado.

    ;onfieso que no me anim# a averiguar el tallado de qu#.

    7o voy a cuestionar la existencia de estos talleres. " esta altura de mi vida, pienso que

    si a una seora o a un seor les hace felices leer a otros un cuento o un poema, o aun

    tallar esos textos en corcho o baquelita, mientras comen torta o toman mate, nadie les

    puede discutir su derecho a hacerlo.

    n cuanto al nombre de estos actos, si a falta de otro me%or se los llama talleres

    literarios, nadie ha de morir por eso.

    'ero considero necesario aclarar que, cuando me interrogo acerca de la posible eficacia

    de un taller y de m#todos posibles, lo que intento responderme es si es posible ensear a

    otro a escribir, y a qu# otro, y de qu# manera. 9ale decir, estoy proponiendo como

    ob%etivo hipot#tico del taller la formacin de escritores, y me pregunto si ese ob%etivo

    puede cumplirse.

    D b-en. ;reo, ante todo, que nadie puede ensear a otro a escribir. *s estrictamente,

    creo que no se puede ensear a nadie a ser escritor. :o que tambi#n creo es que todo

    escritor, por caminos comple%os y diversos, aprende a ser dueo de sus palabras,

    descubre las posibilidades del lengua%e y las trampas de la sintaxis. ntuitiva oracionalmente, acaba sabiendo que escribir.

    2$"hora voy a matarte$ di%o

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    las palabras, eso parte slo de m- y no requiere de m- una bsqueda ni da traba%o. l

    problema es1 de qu# manera consigo que aquello que es nebulosamente significativo

    o intenso en mi interior lo sea tambi#n a la lu de las palabras.

    "h- est el real problema literario, aquel cuyas infinitas resoluciones s- requieren una

    bsqueda y dan traba%o. !ien. :o que modestamente quiero decir es que algunos

    secretos de ese traba%o y esa bsqueda son comunicables.:a creacin literaria, ya se sabe, es un acto individual, perfectamente solitario. 'ero

    ocurre que %ugarse uno a s- mismo con ecuanimidad, sobre todo al principio, no es

    tarea fcilB el exceso o la carencia de autocr-tica suelen dar resultados igualmente

    lamentables. l escritor principiante, sobre todo (para quien no existe el lector y que ni

    siquiera est seguro de que su obra mereca ese lector), suele oscilar entre la arrogancia

    ilimitada y el deseo de quemar todos sus papeles. sto tambi#n, por cierto, le pasa al

    escritor con experiencia, pero al menos en su caso algo $Gel ser visto por los otros

    como escritorH, Gel estar confirmado por la mirada de los otrosH$, algo le sostiene.

    ;uando no es as-, la soledad puede ser insoportable, o altamente corrosiva. 'odr-a

    aventurarse que, en esos casos, el taller acta al menos como referencia, ya que vincula

    a un escritor con sus pares y le amortigua la soledad.

    Para quin es el taller;reo que, por una cuestin de carcter, no todo escritor soporta $o necesita una

    experiencia grupal, lo que en s- no es un m#rito ni un dem#rito. 8ambi#n creo que

    ciertos escritores no toleran $aunque lo necesiten$ el %uicio de los otros, lo que a

    veces atenta contra la literatura. 7i a unos ni a otros les servir la experiencia de taller.

    n cuanto a los otros, creo que, si de lo que se trata es de un taller de escritores $

    in#ditos, en formacin, inseguros de s- mismos, o como quiera llamrselos, pero

    escritores al fin si de eso se trata, ese taller slo puede estar coordinado por otro escritor.

    n nuestro pa-s hay sin duda talleres excelentes que coordinan investigadores de laliteraturaB es el caso de 7icols !ratosevich, o de *aite "lvaradoB pero pienso que,

    %ustamente, apuntan ms a desentraar los mecanismos de la escritura que a apuntalar

    un proceso creador. u ob%etivo, en ltima instancia, es ms cient-fico que literario. n

    cuanto a los escritores que coordinan talleres, sin duda el espectro es variado1 "belardo

    ;astillo, sidoro !laisten, /almiro en, nrique *edina, @os# 'ablo &einmann,

    ylvia parraguirre, @uan @os# 0ernnde, Jloria 'ampillo, 0#ctor :astra, *empo

    Jiardinelli, usana ilvestre, ;arlos /maso *art-ne, entre los narradoresB rene

    Jruss, /iana !ellessi, "rturo ;arrera, :enidas :amborghini, *ar-a del ;armen

    ;olombo, usana 9illalba, entre los poetas. 7o hay ms que revisar las obras y las

    concepciones de unos y otros para concluir que aquello que tienen para transmitir, y la

    manera de transmitirlo, necesariamente han de diferir. 7o es mi propsito hacer unavaloracin. ;reo, s-, que la diversidad es saludable, ya que permite una eleccin a quien

    est dispuesto a asistir a un taller.

    /i%e hace un momento que slo desde la creacin, y no desde la teor-a, se puede

    coordinar un taller de narradores o de poetas. n efecto, la experiencia me ha mostrado

    que todo texto en formacin propone un problema exclusivamente creativo. :a an#cdota

    aquella de *airena en su clase de etrica y 'o#tica tal ve lo ilustrar1 2$eor '#re

    $dice *airena$, salga usted a la piarra y escriba1 K:os eventos consuetudinarios que

    acontecen en la raK. l alumno escribe lo que se le dicta. $9aya usted poniendo eso en

    lengua%e po#tico. l alumno, despu#s de meditar, escribe1 K:o que pasa en la calleK, y

    *airena responde1 K7o est malK.

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    estaba malB o encontrarse con el alumno que acaba de leer 2:os eventos

    consuetudinarios...< y tener que descubrir uno mismo que lo que all- estaba haciendo

    falta era1 2:o que pasa en la calle