Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

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Capítulo I

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina: teoría e historia

Uno de los problemas más importantes del análisis territorial, urbano y regional, radica en la manera de establecer, en un periodo histórico dado, las conexiones existentes entre las estructuras económicas, sociales, culturales y políticas, y las formas de distribución de la población sobre ni territorio, y de configuración de las estructuras físicas que soportan a la población y a sus actividades.

En este texto, se aborda esta temática en dos niveles distintos de abstrac­ción: en primer lugar, en el ámbito teórico, poniendo el acento en la esfera de lo económico, es decir, en la relación entre acumulación de capital y estruc- lura territorial; y en segundo lugar, en un ensayo de interpretación general de i Mías relaciones en las sociedades latinoamericanas, desde la conquista espa- i ii )l;i, hasta inicios de los noventa del siglo xx, cuando se escribió este ensayo.

A pesar de la llamada "crisis de los paradigmas teóricos" en las cien­cias sociales, producida en gran medida por los cambios socioeconómicos i ><'.urridos en las últimas tres décadas, y el intento neoliberal de imponer una concepción única del mundo, estamos convencidos de que los plan­teamientos aquí incluidos siguen manteniendo su utilidad.

I II MENTOS TEÓRICOS PARA LA INTERPRETACIÓN: LAS ONDAS LARGASI >1 I DESARROLLO CAPITALISTA Y LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL1

r.n el periodo histórico durante el cual un modo de producción es domi­nante en una formación económico-social concreta, el desarrollo de las

11 » versión inicial de esta parte del texto, fue publicada en 1989, con el título "Acumulación tli’ i /i|iii.al y estructura territorial en América Latina", en Mario Lungo Uclés [comp.], 1989, Lo iii luinii: teoría y métodos, San José, Costa Rica, Editorial Universitaria Centroamericana.

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contradicciones estructurales propias de la totalidad social,3 de su inserción en una totalidad mayor, o de sus partes constitutivas (estructuras o instan­cias, elementos, procesos, etcétera], y las formas concretas de su resolu­ción, determinan cambios coyunturales y/o estructurales que modifican la estructura, los procesos y las contradicciones de las partes y la totalidad. No existen, por tanto, formaciones sociales ni modos de producción está­ticos, aun en los casos en los que sus características estructurales tienden a darles una estabilidad, aparente o real, durante largos periodos, como ocurrió con la comunidad primitiva o el modo de producción asiático (Marx y Hobsbawm [1857-1858] 1971],

Son esas modificaciones las que determinan, al interior de las grandes etapas históricas diferenciadas por la dominancia de distintos modos de producción, la existencia de diversos periodos históricos de duración media, nos permiten diferenciarlos científicamente y dan las claves esenciales para su análisis. Estos periodos históricos pueden ser múltiples, y no correspon­dientes en el tiempo y el territorio, según la naturaleza y las contradiccio­nes particulares de la parte, proceso, instancia o totalidad parcial (en la combinación de totalidades parciales que forma una totalidad superior], en razón de su desarrollo desigual y combinado.3

La organización territorial, del sistema de soportes materiales de la for­mación social (ssm]4 y de sus partes constitutivas, como expresión, soporte y parte activa necesaria de las estructuras sociales, manifiesta estas modi­ficaciones, pero lo hace acumulativamente y a ritmos diferentes, desigua­les, normalmente más lentos que los de las estructuras sociales y sus elementos y procesos fundamentales. Por ello, sus periodos de histori­cidad son distintos, y sus cambios no son ni inmediatos, ni evidentes, ni analizables en relación con los movimientos coyunturales y los perio­dos cortos, sino con respecto a los procesos estructurales, en los periodos largos de la historia en los que se producen las mutaciones fundamen­tales de las formaciones sociales.

2 Nos referimos a la inserción de cada formación económico-social concreta en el sistema capitalista mundial, como totalidad compleja superior y, desde el triunfo de la Revolución bolchevique rusa hasta su derrumbe a finales de la década de los ochenta del siglo xx, en el ámbito contradictorio de las relaciones entre el mundo capitalista y el entonces llamado "cam­po socialista".

3Sobre la ley del desarrollo desigual y combinado, ver Trotsky, Novack y Moreno, 1977.4 Sobre el concepto descriptivo del sistema de soportes materiales de la formación social, ver

Pradilla, 1994: cap. I. 4.

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Sólo el tránsito violento o revolucionario, la transición rápida de un.... do de producción a otro, puede determinar cambios fundamentales enImi estructuras físico-territoriales en periodos relativamente muy cortos. l'.Mir hecho es evidente en la organización territorial en el capitalismo en /i.rneral y en particular, en su desarrollo tardío5 en América Latina.

III análisis del desarrollo histórico del capitalismo mundial, en los paí- ni'H dominantes y en los latinoamericanos, como generalidad o particulari­dad, arroja como resultado la presencia periódica y recurrente de las cri­áis,11 como explosión violenta de las contradicciones internas de la acumulación de capital en el corto plazo, ondas cortas, que se expresan en la sobreacumulación de capital y la sobreproducción de mercancías y, si­multáneamente, como una de sus más drásticas mediatizaciones o "solu- ('ioríes" temporales.7 En las ondas cortas, se suceden la recesión y la expan­sión de la economía, en particular de la producción agraria e industrial y el miercambio mercantil, determinadas por las fluctuaciones periódicas de la lasa de ganancia.

Al mismo tiempo, se observa que la combinación de las sucesivas on­das cortas y sus características particulares, dan lugar a periodos u ondas largas en las que dominan las tendencias expansivas o las recesivas.

Según Mandel:

... las ondas largas de signo expansivo son periodos en los que las fuer­zas que operan contra la tendencia a la caída de la tasa media de ganan­cia actúan con fuerza y de forma sincronizada. Las ondas largas de signo depresivo son periodos en los que las fuerzas que operan contra la tenden­cia a la caída de la tasa de ganancia son más escasas, más débiles y están claramente menos sincronizadas. El hecho de que esto se produzca en ciertos puntos de inflexión sólo puede explicarse a la luz de un análisis histórico concreto de un periodo dado del desarrollo capitalista que condu­ce a un punto de inflexión (Mandel [1980] 1986: 13],... estas "ondas largas" no se manifiestan en forma mecánica, sino que funcionan a través de la articulación de los "ciclos básicos". En una fase de expansión, los periodos de auge cíclico serán más largos y más intensos,

5 En el sentido dado al término por Salomón Kalmanovitz [1983], que difiere del concep­to de capitalismo tardío elaborado por Mandel ([1972] 1979].

6 Esta conceptualización fue propuesta, en su vertiente marxista, por León Trotsky ([1923] 1977] y desarrollada por Ernest Mandel ([1972] 1979: cap. IV; y [1980] 1986],

7 Ver la recopilación de Pedro López Díaz, 1986, y la explicación de Ernest Mandel [1962] 1969: 1 .1 , cap. XI].

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y las crisis cíclicas de sobreproducción serán más cortas y superficiales. Inversamente, en las fases de la onda larga en las que la tendencia al es­tancamiento prevalece, los periodos de auge serán menos febriles y más breves, mientras que los periodos de crisis cíclicas de sobreproducción serán, por contraste, más largos y profundos (Mandel [1972] 1979: 119].

El capitalismo unificó la historia universal, generalizó las relaciones capitalistas de producción a escala mundial, combinó y articuló las diferen­tes formaciones sociales a través del mercado mundial de mercancías y capitales. En la fase imperialista, el capitalismo eslabonó los ciclos de la acumulación de capital (auge y receso] mediante la exportación de capital agrario, industrial, bancario y financiero de los países avanzados a los atra­sados (semicoloniales]; dio lugar al desarrollo posterior de las empresas transnacionales; y en las últimas décadas, a la internacionalización de los procesos productivos, una de cuyas manifestaciones es la industria de ensamblaje o maquila.

El llamado "campo socialista", a pesar de la autonomía, especificidad y di­ferenciación estructural de sus procesos de transición, no escapó a estas rela­ciones mundiales y fue sujeto de sus determinaciones y contradicciones.

En estas condiciones, el análisis de las ondas cortas y largas del desarro­llo capitalista en un país, debe realizarse en función de sus relaciones dialécticas con las de los demás países, en especial los hegemónicos, y de su integración en el capitalismo a escala mundial. Sin embargo, el desarro­llo desigual en el tiempo, el territorio y las estructuras de las formaciones sociales capitalistas, y la relación contradictoria entre sus procesos y de­terminaciones internas y externas (Kalmanovitz, 1983: cap. I], han dado lugar a desigualdades de naturaleza cualitativa y cuantitativa, y asincronías en las ondas cortas y aun en las ondas largas del desarrollo capitalista entre países o regiones. Tal es el caso de la asincronía de la entrada del capitalismo mundial a una onda larga recesiva a fines de los setenta, mien­tras en Latinoamérica se mantenía la expansión hasta 1981, como lo seña­la Bortz [1985], hecho que detallaremos más adelante.

Para Mandel, apoyándose en Marx, los factores determinantes de la evolución de la tasa media de ganancia, que regula los ciclos cortos y largos de la economía, son: a] las fluctuaciones de la composición orgánica de capital (coc]; b] las de la tasa de plusvalía¡ y c] las de la tasa de circulación del ca­pital. Por ejemplo, un incremento de la tasa de plusvalía, una fuerte desace-

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li ración de la tasa de incremento de la composición orgánl capital, una aceleración de la circulación del capital, una combinaciónrios de estos Indures o de todos ellos, pueden provocar un ascensoco de la tasa media de ganancia (Mandel [1980] 1986: 12; y [1972] 19/3).

I jas relaciones entre estos procesos, la organizaciórtorial y la es- iructura y características del sistema de soportes materie la formación social (ssm], son múltiples, pero no se localizan única y emente en el nivel de las condiciones generales: se anudan e interacton las causas untes señaladas del movimiento de la tasa de ganancia.

La naturaleza es la fuente inmediata de todas las m¿ brutas, inor- gánicas u orgánicas, necesarias para la agricultura y la iria. El descu­brimiento de nuevos yacimientos de minerales o la puei explotación de nuevas áreas forestales o agrícolas, territorialmenalizadas, con magnitudes específicas y condiciones particulares de fad o distintas calidades de las materias, que dan lugar a rentas difefes del suelo, pueden desembocar inicialmente en incrementos de lay la masa de ganancias en los países o regiones donde se ubican, yreducciones significativas del valor de las materias primas en los } de origen y el mercado mundial y, por este camino, redundar en uja de la com­posición orgánica del capital en las ramas y países coiores, y una elevación de la tasa de plusvalía, pero conducir a una ebn de la com­posición orgánica en los países y sectores productoreás tarde, a la caída de la tasa de ganancia. Se trata de una dialéctica dictoria.

Un ejemplo lo constituye el boom de los precios de>leo de 1973- 1981, y de la acumulación capitalista en los países expofis, que refor­zó las tendencias recesivas en los países importadoresisterior crack de esos precios, al entrar masivamente en explotación n yacimientos y provocarse la sobreproducción, produjo la inversión situación en unos y otros países.

El agotamiento de las reservas o la entrada al me de materias primas extraídas o producidas en tierras menos fértilon recursos de menor calidad relativa, por el contrario, pueden edr a la eleva­ción de las rentas absolutas del suelo, de los precios de l.erias primas y de la composición orgánica del capital para los comprac

Uno y otros procesos actúan sobre la distribución rial de la po­blación, del capital, del empleo, la producción y la activconómica en

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general, que a su vez, determinan la estructuración físico-territorial. La magnitud y las características de la inversión de capital, constante o varia­ble, fijo, individual o social, en la producción de nuevos soportes materiales, particularmente de condiciones generales de la producción y el intercambio, de la reproducción de la fuerza de trabajo [Pradilla, 1984: caps. II y III), o la mo­dificación generalizada del sistema de soportes materiales preexistente, necesarios para la puesta en explotación o la reproducción simple o amplia­da del capital, modifican, elevando la composición orgánica del capital y la

tasa de ganancia regional o nacional.La penetración, expansión o transformación del capitalismo en la agri­

cultura, determinadas por la necesidad de asegurar un flujo constante y creciente de materias primas industriales y de bienes salario para los tra­bajadores, de la mejor calidad y al menor precio posible, permiten la reduc­ción del valor de las materias primas y de la fuerza de trabajo. Dependien­do de la magnitud relativa de estas variaciones, la composición orgánica del capital en la industria disminuirá si es mayor la baja de las materias primas,o aumentará si es a favor de los bienes salario. Al mismo tiempo, la baja de los productos alimenticios puede dar lugar al incremento de la plusvalía relativa y, por este camino, actuar sobre la tasa de ganancia.

Si, como es el caso, la disminución del valor de las materias primas se obtiene mediante el incremento del capital constante, fijo o circulante, in­cluyendo la inversión en las condiciones generales de la producción, la circu­lación y el intercambio [cgp, ceijy las condiciones generales de reproducción de la fuerza de trabajo (cgrft), por la introducción de nuevas maquinarias e insumos, que incrementan la coc, la caída de la tasa de ganancia en la agri­cultura será la condición de su elevación en la industria.

Por otra parte, la penetración capitalista en el agro, sobredeterminada por el curso expansivo del ciclo corto y la onda larga, la expropiación o pauperización del campesinado parcelario que la acompañan, y la intro­ducción de nuevos y más productivos medios de producción, son los de­terminantes fundamentales de la expulsión de campesinos hacia las ciuda­des, la urbanización [Kalmanovitz, 1978; Pradilla, 1981],

Este desplazamiento ha producido la saturación del mercado de traba­jo urbano y la conformación de un ejército industrial de reserva de gran magnitud en nuestro continente. Este ejército, ahora como en el periodo histórico analizado por Marx, permite el mantenimiento de salarios reales

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y/o relativos cada vez más bajos o que crecen menos que la productivi­dad, y por este camino, da lugar al incremento de la tasa de plusvalía. Pero eleva la composición orgánica del capital en la industria, si coincide con la repo­sición o transformación del capital constante fijo (Pradilla, 1987: cap. IV). Las migraciones campo-ciudad modifican permanentemente la estructura física cuantitativa y, por la transformación de la cantidad en calidad, la cualitativa, de los puntos de origen y. sobre todo, de destino. Es decir, cambia las estruc­turas territoriales y del sistema de soportes materiales en su conjunto.

La reproducción ampliada del capital fijo, que eleva la coc y presiona hacia la baja a la tasa media de ganancia, toma dos formas distintas: el mejoramiento cualitativo y la expansión cuantitativa de los medios de pro­ducción y la escala técnica productiva preexistentes; o la renovación a fondo del proceso productivo mediante cambios tecnológicos radicales, sobre todo en los medios de producción, y la expansión sustancial de la escala técnica (Mandel [1972] 1979: 109).

La reproducción simple o ampliada de la producción industrial, la in­dustrialización, y su correlato la del intercambio mercantil y monetario, efectuadas en los centros urbanos preexistentes para apropiarse de las ventajas de aglomeración de compradores, o que genera ella misma concen­tración urbana (Pradilla, 1984: cap. IV), elevan la coc local o global. Esta elevación presiona a la baja de la tasa de ganancia y desencadena endóge­namente las tendencias a la recesión en el plazo corto o largo.

Estos son los determinantes del proceso de urbanización y de sus contra­dicciones fundamentales, al modificar la situación del mercado de trabajo urbano, las condiciones de subsistencia del ejército industrial de reserva, las magnitudes y calidades de la demanda de materias primas al campo, y sus propios procesos de reproducción capitalista y la magnitud de la su­perpoblación relativa generada y expulsada hacia las ciudades (Meek, 1973; Kalmanovitz, 1983: cap. III; Pradilla, 1981 y 1987: cap. 4). La urbani­zación está determinada cuantitativamente por las características de las (indas cortas y largas del desarrollo capitalista que expresan el curso de la producción y la economía en su conjunto.

Las condiciones generales de la producción, la circulación y el intercambio (<¡op, c e i), son parte esencial, en cualquiera de las dos variantes, de la reproducción capitalista a escala social. La ampliación o mejoramiento progresivo de las vías de comunicación (carreteras, vías férreas, aeropuer­

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tos, puertos marítimos, canales navegables), de los medios de transporte (automotor, ferroviario, marítimo, aéreo), de las comunicaciones (correos, telégrafos, teléfonos fijos o móviles, comunicación inalámbrica y electróni­ca), de la producción y las redes de distribución de energía eléctrica, agua potable, drenaje, hidráulica, etcétera, elevan la composición orgánica del capital (coc) a escala social y presionan para bajar la tasa media de ganan­cia. En el mismo sentido actúan la transformación tecnológica radical de los medios preexistentes o la introducción de nuevos medios (telefonía digital y celular, cibernetización de la información, comunicaciones por satélite, energía nuclear), indispensables para la reproducción ampliada del capital fijo a escala social, en la agricultura, la industria, el comercio o las finanzas; para la reducción del tiempo y el costo de circulación mercan­til y monetaria; y para el incremento de la plusvalía relativa por la vía del

crecimiento de la productividad.En las ondas largas expansivas, crece sin cesar la masa de condiciones

generales de la producción, consumo e intercambio, en manos privadas o públicas, la cual incrementa la productividad, acelera el ritmo de circulación de las mercancías y el capital, pero se agudiza la contradicción entre la elevación de la coc y la caída tendencial de la tasa de ganancia. En las fases recesivas, disminuye el ritmo de expansión o cambio de las condiciones señaladas, hasta llegar a su estancamiento, y se reduce así y se inmoviliza la tasa de crecimiento de la coc. Se genera por esta vía una contratendencia a la caída de la tasa de ganancia. Una nueva fase expansiva podría encon­trarse con fuertes límites al incremento de la productividad y la plusvalía relativa, derivados del atraso de las condiciones mencionadas, los cuales imponen una inversión masiva que puede repetir el ciclo contradictorio.

Las condiciones generales de producción, consumo e intercambio, constitu­yen el esqueleto estructurador del sistema de soportes materiales y de la organización territorial. Su presencia forma parte de la penetración y el de­sarrollo del capitalismo en la agricultura y es factor de la recomposición del territorio rural y del surgimiento de asentamientos residenciales para el pro­letariado agrario, o de centros de comercialización de medios de produc­

ción y productos agropecuarios.La creación de las cgp, i y c, simultánea a la instalación de unidades

minero-extractivas o industriales, determinadas éstas por la localización territorial de las materias brutas o primas, genera aglomeración urbana. Su

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concentración y centralización en las ciudades preexistentes a la industriali­zación, y la reproducción acumulativa de estas condiciones, inherente a la lógica concentracionista y centralizadora localizada de la producción indus­trial y el intercambio mercantil, o su penetración en el territorio aún no ocu­pado entre centros urbanos o nudos de transporte, determinan el surgimien­to, expansión o, en su opuesto, la contracción o desaparición de procesos de ocupación o transformación de los asentamientos humanos existentes.

El ritmo y el signo de estos procesos están directamente determinados por las ondas largas, expansivas o recesivas, de la economía y de la acción estatal o privada. Las condiciones generales de la reproducción de la pobla­ción, sobre todo las de la fuerza de trabajo, son subsidiarias y, con frecuencia en América Latina, apéndices subordinados y marginales de las condiciones generales de la acumulación con las cuales forman una unidad física y, apa­rentemente, económico-social: agua potable, drenaje, energía eléctrica, viali­dad; o bien, su creación depende de la magnitud de los salarios indirectos o diferidos, o de los adelantos de capital variable entregados por el capital al I ‘.stado, en función de las condiciones vigentes en la acumulación en el lar­go plazo, en las ondas largas, en particular de la magnitud y las tendencias de la tasa y la masa de ganancias obtenidas por el capital.

La socialización de las fuerzas productivas y de la producción, el esla­bonamiento de las cadenas productivas y del intercambio, el acortamiento de los ciclos de circulación mercantil y monetaria y de rotación del capital, la propagación de la tecnología en las empresas agropecuarias, industria- l< :s, comerciales y bancarias, con conocidas relaciones con la intensidad y la productividad del trabajo, la magnitud y las tendencias de las tasas de plusvalía y de ganancia, tienen a las condiciones generales como sus me­dios; forman parte activa, por tanto, de las llamadas economías de aglome­ración, que no son más que el efecto de la socialización objetiva de la producción sobre la tasa y la masa de ganancia, cuyas tendencias deter­minan la sucesión de las ondas largas recesivas y expansivas.

La concentración y la centralización de las condiciones generales, particu­larmente de las que suministran materias primas o auxiliares (energéticos y agua), las comunicaciones y los transportes, de los medios de circulación mercantil y monetaria, y la acumulación urbana de los trabajadores que venden fuerza de trabajo y compran bienes de subsistencia al capital, jun­io e.( in la concentración territorial de la producción industrial, en su unidad

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contradictoria, constituyen la esencia de las ciudades capitalistas. Ellas actúan como fuerzas positivas para reducir el tiempo de circulación mer­cantil y de rotación del capital, incompatibles con la dispersión territorial.

Discrepamos de quienes consideran que las dimensiones y el creci­miento de las ciudades en los países capitalistas, en particular en América Latina, se han revertido en contra de la acumulación de capital; que lo que fueron economías de escala o de aglomeración, se han transformado en de­seconomías y que las ciudades ya no pueden asegurar adecuadamente el desarrollo capitalista (Pradilla, 1984: cap. V]. La aparición de las desecono­mías de aglomeración es real, y tiene grandes costos para los empresarios -y también para la población-, pero el capital ha construido alternativas para mitigarlas o en su caso, transferirlas a la sociedad, socializando sus

costos pero manteniendo privados-los beneficios.Las posibles o reales deseconomías, manifestación de las contradiccio­

nes esenciales a la ciudad capitalista, cualquiera que sea el grado de su crecimiento, han sido en parte transferidas a toda la sociedad mediante la acción urbana del Estado. Esta acción, financiada a título de "gasto social", con los tributos de todos sus integrantes y el capital, ha gestado nuevas formas de organización territorial y del ssm, que resuelven, temporal y parcialmente, sus necesidades aunque tengan ya los gérmenes de las mis­

mas o de nuevas contradicciones.De hecho, el crecimiento urbano ha venido acompañado por la homo-

geneización del territorio mediante la creación y/o articulación de sistemas de condiciones generales de producción, circulación e intercambio como parte del proceso llamado de "conurbación" o formación de "metrópolis". Este proceso hace que sea cada vez más indiferente en qué lugares se localicen las actividades económicas en amplias regiones o sistemas urba­nos, donde tienden a igualarse las posibilidades de apropiación de los valores de uso y las ventajas para las empresas, gracias a la densidad cuantitativa y el mejoramiento de las condiciones creadas por el Estado o

las empresas privadas.Simultáneamente, las empresas capitalistas se han desplazado hacia

ciudades "medias" donde esas contradicciones no han alcanzado un nivel agudo, reproduciéndose en ellas los procesos concentradores, justificando el apoyo masivo del Estado y la socialización de sus costos, bajo el discur­so ideológico de la "descentralización". Esta forma de organización territo-

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riiil en América Latina es, como veremos posteriormente, específica de I última parte de la onda larga expansiva qua se prolonga hasta mediados d> la década de los años setenta del siglo xx.

Para superar la onda larga recesiva, iniciada en los países dominante del capitalismo a principios de los años setenta, las burguesías y los es indos han impulsado, a nombre del ajuste neoliberal, estas medidas: a) 1j reducción del salario real en sus dos componentes: directo e indirecto /i) la sustitución creciente de capital variable (trabajadores) por capita constante fijo (robots, computadoras, máquinas de control numérico, ta lleres flexibles automatizados, etcétera) y el consecuente incremento dflo productividad y la intensidad del trabajo; c) la reducción forzada de precio de las materias primas en el mercado mundial y la sustitución de las de origen agrícola por las de origen industrial, particularmente petro químicas; d) la mayor transnacionalización de la economía: e) la reduc ción de la intervención del capitalista colectivo ideal, el Estado, y la priva- ii/,ación creciente de sus actividades, en particular en la industria básice y las cgp, c e i; í) la reorganización de los procesos productivos a escala mundial: se integra a los países semiindustrializados (Mandel, 1986b) y i»; los conviene en maquiladores (ensambladores) y exportadores de par­les o manufacturas para utilizar su mano de obra barata, las mejores condiciones de explotación de los trabajadores locales y materias primasV auxiliares (los valores de uso de ciertas cgp) a bajos precios relativos; H) la aceleración del ritmo de obsolescencia de los productos,- y h) la aper- lura comercial total, consistente en la imposición de las manufacturas provenientes de los países imperialistas, a los mercados internos de los países semicoloniales, para evacuar hacia éstos los excedentes de pro­ducción de aquéllos.

La combinación de todas estas medidas, que actúan contradictoria­mente sobre las determinaciones fundamentales ya señaladas de la evolu­ción de la tasa de ganancia, pretende revertir la tendencia a la baja de éstaV abrir un nuevo curso ascendente de la economía capitalista mundial y de hus polos hegemónicos.

Independientemente de que se logre o no este objetivo, la relación con la organización territorial y la reestructuración global del ssm es bastante clara. Lo es tanto por sus características y relaciones nacionales o regiona­les como por ciertas condiciones internacionales, de acuerdo con la inser­

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ción de cada país en lo que se ha denominado la "nueva división internacio­nal del trabajo", entendida como el redespliegue de las empresas transnacionales orientadas a la exportación de partes o productos hacia los países imperialistas, en puertos o ciudades fronterizas con los países de mayor grado de desarrollo, o en "ciudades medias" ubicadas a corta distancia de nodos de comunicación cerca de las fronteras, para reducir costos de transporte y, sobre todo, acelerar la rotación de mercancías (medios de consumo final o intermedio productivo] y de capitales; y obte­ner mejores condiciones generales (sobre todo comunicaciones y trans­portes], exigidas por las transnacionales y otorgadas por ios estados recep­tores en las nuevas implantaciones, etcétera. La reestructuración supone la subordinación del territorio a las exigencias de la superación de la onda

larga recesiva, en 1989 aun en curso a escala mundial. •La irrupción del Japón en la lucha por la hegemonía en el capitalismo

mundial -un aspecto geoeconómico de la crisis- tiende a modificar las re­laciones territoriales en un sistema de soportes materiales mundializado: incrementa el papel de la Cuenca del Pacífico y de las áreas y los centros urbanos latinoamericanos orientados hacia esa parte del planeta, lo que constituye una nueva determinación externa de la organización territorial

de la región latinoamericana.En este mismo plano, tenemos que incluir procesos regionales seme­

jantes: la formación de un territorio supranacional articulado en la frontera entre Estados Unidos y México, los efectos territoriales del proceso de in­tegración entre Argentina y Brasil y otros de menor significación.

La teoría y el método de análisis de las ondas largas del desarrollo capi­talista, y su aplicación creativa a la interpretación de los procesos territo­riales concretos e históricamente fechados, adquiere en estas condiciones,

una particular importancia.Mandel señala claramente que el ámbito de las determinaciones de las

ondas del desarrollo capitalista no se limita a la estructura económica o a la política económica estatal y sus procesos, ni ahora ni en ningún momen­to de la historia pasada (Mandel [1980] 1986: cap. 2). El paso de una onda larga expansiva a una recesiva, podría caracterizarse como el resultado del desarrollo de las contradicciones internas de la acumulación capitalista, ubicadas en el terreno de la lucha de clases, en su nivel nacional e interna­cional: la expansión conduce inevitablemente a la recesión.

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En cambio, el tránsito de la onda larga recesiva a la expansiva no surge de las mismas determinaciones internas, ni está asegurado. Este viraje supone un movimiento sustancial y relativamente brusco de las contraten- dencias a la caída de la tasa de ganancia. Tiene como base fundamental y salida última para el capital el debilitamiento extremo, la desorganización más o menos prolongada o la derrota brutal del movimiento obrero, con el l'in de imponer nuevas y más agudas condiciones de explotación: reduc­ción drástica del valor de la fuerza de trabajo y su expresión salarial; recu­peración burguesa de una parte significativa de las conquistas obreras en las condiciones de vida y trabajo; imposición de los cambios tecnológicos que suponen el reemplazo de fuerza de trabajo por máquinas; reorganiza­ción del proceso de trabajo para disminuir su control por el trabajador colectivo; pérdida del poder logrado por las expresiones políticas, refor­mistas o revolucionarias, de la clase trabajadora, para que las de la burgue­sía local o internacional puedan establecer nuevos esquemas de domina­ción y control de clase y de reestructuración del Estado, llegando incluso a regímenes autoritarios o abiertamente dictatoriales.

A nivel de las relaciones entre países imperialistas y semicoloniales, se produce una reorganización de la hegemonía mundial, con el propósito de imponer, por ejemplo: la reducción drástica de los precios de materias primas; el manejo expedito de las masas de trabajadores inmigrantes; la apertura de los mercados locales a las mercancías de los países desarro­llados, mientras se mantiene el proteccionismo de éstos contra las expor­taciones de los países atrasados; la libertad de los centros neurálgicos del capital financiero para entrar o salir de los mercados locales de capital; la imposición de sus condiciones y su dominio político-ideológico para gene­ralizar y unlversalizar su concepción del mundo y el Estado: el neolibera- lismo en el momento actual.

El análisis de los diferentes regímenes políticos y los gobiernos y de su inserción en el campo político imperialista, así como de la correlación de fuerzas, objetiva y subjetiva, entre las clases sociales (las organizaciones políticas y de masas, sus programas y sus luchas concretas, incluidas las manifestaciones territoriales de unas y otras], nos permite interpretar la relación entre lo político y lo económico y pre-figurar las tendencias del desarrollo capitalista. Nos permite, asimismo, establecer el campo comple­jo de las determinaciones de las políticas territoriales del Estado, los efec­

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tos de éstas y de los procesos económico-sociales en el corto plazo, y las tendencias estructurales a largo plazo, la naturaleza de las reivindicaciones de las clases en pugna que hacen referencia a la organización territorial y a la estructuración, contradicciones y funcionamiento del sistema de so­portes materiales y sus elementos dominantes: las ciudades.

Esbozo histórico de la estructuración

DEL TERRITORIO EN AMÉRICA LATINA8

La interpretación de los procesos históricos es uno de los instrumentos del análisis de las estructuras y los procesos actuales. Esto es válido también para nuestro campo de estudio: la estructuración territorial, regional y urbana. En esta sección, intentamos un esbozo preliminar de interpreta­ción de los procesos históricos (económicos, sociales y políticos) que han determinado la configuración de las estructuras territoriales del subconti-

nente latinoamericano, a lo largo del desarrollo capitalista.Para ello, nos apoyamos en la teoría de las ondas largas del desarrollo

capitalista (esbozada en el apartado anterior), utilizando la periodización histórica de las fases concretas elaborada por Ernest Mandel ([1972] 1979 y [1980] 1986); y ponemos a prueba las derivaciones que hemos realizado para la interpretación de la estructuración territorial (Pradilla, 1989a, inte­grado en este texto). Es necesario señalar que una interpretación acabada de este largo proceso requiere de un trabajo teórico, interpretativo e histó­rico mucho mayor del que sustenta este ensayo, el cual tendrá que ser realizado en el futuro; para prepararlo, sometemos estas notas a la prueba

enriquecedora de la crítica. ,

Acumulación originaria de capital, formación de Estados Nacionales y urbanización hacia afuera

América Latina jugó un papel muy significativo en el proceso de acumula­ción originaria de capital en los países europeos, particularmente en Ingla­terra, a donde fue a parar, a través de la intermediación de España y Por-

8 La versión inicial de esta parte del texto, fue publicada con el mismo título en Diseño y Sociedad, núm. 3/93, invierno, División de Ciencias y Artes para el Diseño, Universidad Autó­noma Metropolitana, México.

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lugal, una parte muy importante del oro y la plata arrebatados por los conquistadores ibéricos a las comunidades bárbaras, aldeanas primitivas0 asiáticas precolombinas,9 así como los excedentes económicos transfe­ridos como tributo a las coronas durante la Colonia, los apropiados por los mercaderes europeos gracias al intercambio desigual entre sus mer­cancías y el oro pagado por los colonizadores, los saqueados por los pi­ratas, o los obtenidos en el tráfico de esclavos desde África a América1 .atina por las compañías inglesas y holandesas, después de la promul­gación de las Leyes de Indias (Marx [1867] 1975: t. 1, vol. 3, cap. XXIV; Vilar, 1969).

Sin embargo, el modo de producción resultante de la colonización europea no fue ni el feudalismo, que iniciaba en Europa su prolongada descomposición,10 ni el capitalismo que vería la luz más tarde, sino una desigual combinación de formas sociales precapitalistas: comunitarias primitivas heredadas de la época precolombina pero degradadas por la superposición del régimen colonial; semiserviles sustentadas en la suje­ción de la fuerza de trabajo aborigen en la mita minera y urbana, y la encomienda agraria; esclavistas en las minas y plantaciones; y en algu­nas regiones, núcleos de campesinado libre, más o menos autárquicas (Konetzke [1965] 1972: cap. 6). Estas formas configuraban economías regionales poco articuladas entre sí, sin intercambios mercantiles y mo­netarios considerables, con gobiernos locales débilmente unidos por vínculos políticos con las monarquías absolutas y luego con el despotis­mo ilustrado, en los que los funcionarios coloniales ejercían casi autóno­mamente su dominio, y por la extorsión del tributo para las coronas y las iglesias.

La venta o concesión de títulos de propiedad individual a colonos ibéri­cos o criollos, llevada a cabo por las coronas hacia finales del periodo colo­nial, para paliar su crisis financiera, y la decadencia de la minería durante el

'Asumimos la diferenciación y caracterización marxista de las formas precapitalistas de liriiducción establecidas por Marx (Marx y Hobsbawn [1857-1858] 1971), y desarrolladas por oíros autores [Godelier, 1969). Por la homología que guardan sus estructuras económico-so- ( ImIch, caracterizamos las grandes culturas precolombinas americanas, como una formaI ¡articular del modo de producción asiático analizado por Marx (Bartra, 1969).

'"El debate sobre feudalismo o capitalismo en América Latina durante el periodo colo­nial, está contenido, entre otros textos, en Vítale, Bagú et al., 1977. Creemos que la investign- < huí histórica ha arrojado nuevas respuestas. Asumimos la caracterización, bastante coinci- ilmili!, de Kalmanovitz (1983), Cueva (1977) y De Oliveira (1982).

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siglo xvm11 la cual había logrado impulsar el desarrollo de cierta articula­ción con la producción agrícola de alimentos y de bestias de carga, produ­je; un reforzamiento y ampliación de la propiedad territorial, y de las for­mas de sujeción semiservil de los trabajadores, las cuales ya habían cedido terreno ante un embrionario trabajo asalariado, debido a la escasez de bra­zos en estas regiones. Se iniciaba así la conformación de las grandes hacien­das que constituyeron el elemento dominante de la estructura agraria du­rante más de siglo y medio, y que aún no han desaparecido totalmente.

Las guerras de independencia de las colonias españolas no rompieron estas formas de propiedad y producción, ni unificaron las sociedades re­gionales; pero las medidas posteriores de la liquidación de los resguardos indígenas que habían sobrevivido a la concentración de pueblos de indios realizada a finales de la Colonia, la liberación de los esclavos y la desamor­tización de los bienes de la Iglesia -principal terrateniente agrario y urba- no-, permitieron un nuevo crecimiento de la gran propiedad agraria, ahora en manos de criollos y "proceres" independentistas, y crearon condiciones jurídicas formales para la liberación de una parte de la fuerza de trabajo que fue, en gran medida, sometida de nueva cuenta a condiciones semiser- viles en las haciendas. En el Brasil, el Imperio prolongaría casi un siglo la presencia lusitana y la existencia de la esclavitud negra en la minería y las plantaciones rurales.

Las luchas de independencia se incubaron y desarrollaron en la fase ascendente (1789 a 1825] de la acumulación capitalista industrial europea (Mandel [1980] 1986: 95] correspondiente a la primera revolución indus­trial (Hobsbawm, 1971], contando con la ayuda poco desinteresada del capitalismo inglés. Los cambios técnicos, el acelerado crecimiento indus­trial, y la búsqueda de fuentes externas de materias primas y mercados para las manufacturas europeas (la constitución del mercado mundial capitalista], exigían la ruptura del monopolio colonial ibérico sobre el co­mercio de sus colonias y dieron razones económicas a los mercaderes instalados en América Latina para luchar contra la Madre Patria. Las re­voluciones burguesas, las guerras napoleónicas y la cruenta constitución de los estados burgueses mediante revoluciones armadas, aportaron la ideología política y la ayuda militar para las guerras independentistas y

11 Con la excepción del Brasil, donde a mediados del siglo xvm se descubrieron grandes y ricos yacimientos de oro.

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i n m i m las condiciones político-militares de debilidad de las coronas que Iim Hilan m su iriunfo.

Iiiin primeros años de las nuevas repúblicas coincidieron con la fase i/i n i'iiili'iil.d de la acumulación en Europa (1825 a 1848], signada por el 'li 'iivi' de la lasa de ganancia, el agotamiento del cambio técnico desarro- llniln ni la lase anterior, las crisis cíclicas de sobreproducción y el desper- mi de las luchas proletarias contra la burguesía. Los primeros pasos de la 1 1 Mmiillición de los gobiernos independientes correspondieron también al ' niíillido de las contradicciones entre regiones y caudillos militares, que.....dujeron a la fragmentación de las antiguas demarcaciones administra-H 1 1 iiTi'itoriales españolas, o surgidas inicialmente en el proceso de inde- piiidrncia (la Gran Colombia y la Federación Centroamericana, etcétera], i 1 1 l lalses independientes, y al mismo tiempo, entre las clases sociales que i incidieron de la guerra como dominantes: los grandes terratenientes, los...... . y, las más débiles, las agrupaciones de artesanos. ImperioI Mr ■.ico y Brasil], República burguesa centralista o federalista, libre cambio \ pn iteccionismo, como ideologías políticas y económicas, se enfrentaron piilllica y militarmente durante décadas hasta la constitución definitiva de lint l'.stados nacionales.

I .a nueva fase ascendente del capitalismo de "libre competencia" (1848 a 1873], coincidió con el despliegue de la primera revolución tecnológica Iaplicación industrial de la máquina de vapor] y las primeras derrotas de la lucha proletaria (Mandel [1972] 1979: 115]. El auge económico euro­peo creó las condiciones para que los países latinoamericanos incursio- naran en el mercado mundial mediante la exportación de diferentes materias primas agrícolas y mineras; pero los mercados europeos resul- uiron inestables y de poca duración. El efecto fue el reforzamiento de las li irmas semiserviles de explotación y sujeción personal en las haciendas, caracterizado como la segunda servidumbre en América Latina, la cual se acentuó en el posterior auge de las exportaciones, sin que se produjera la ruptura de las sociedades regionales y/o su articulación mercantil y territorial.12

La larga fase depresiva descendente de la curva del desarrollo capitalista (1873 a 1893], trajo consigo dos procesos "exógenos" que, combinados con los

18Seguimos el análisis de Witold Kula, 1970, para explicar la segunda servidumbre en los países de Europa Oriental, cuando en la occidental ocurría el desarrollo capitalista acelerado.

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"endógenos", son fundamentales en la explicación de la estructuración econó­mica, política y territorial de América Latina (Kalmanovitz, 1983: cap. 1}.

En primer lugar, la exportación masiva de capitales europeos y norte­americanos, excedentarios y no valorizables en las condiciones recesivas imperantes en sus países de origen y cuya salida a valorizarse en el exte­rior actuaba como contratendencia a la caída de la tasa de ganancia y a la recesión, hacia los países semicoloniales, incluidos los latinoamericanos (Mandel [1972] 1979: 113], los cuales se orientaron a la construcción de ferrocarriles (los casos argentino y mexicano son los más significativos], la explotación agrícola o minera de "enclave" (caña de azúcar en las islas del Caribe, banano en Colombia, Ecuador y Centroamérica, salitre en Chile, cobre en Chile y México, etcétera].

En segundo lugar, la migración masiva de excedentes de fuerza de trabajo, convertidos en superpoblación relativa en los países europeos, hacia Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Venezuela, Costa Rica y otros países (Sánchez, 1973: cap. 5], con niveles superiores de calificación y una tradición de lucha sindical y política que fue muy importante en el despuntar de las luchas del proletariado agrícola y minero en las prime­ras décadas del siglo xx.

En esta fase y en la ascendente que la sucedió (1893 a 1913], de desarro­llo del capital monopolista industrial, bancario y luego financiero, engen­drado por la fusión de los dos anteriores, de consolidación del imperialismo (Lenin [1917] 1969], se puso en marcha, en forma efectiva, la acumulación originaria de capital en los países latinoamericanos, en medio de profundas convulsiones sociales y políticas.

Esta fue la época de fijación de los productos agrícolas y minerales de exportación en los distintos países (café en Brasil, Colombia, Ecuador, Ve­nezuela, Centroamérica y México; azúcar en las islas y los países costeros del Caribe y Brasil; plátano en Centroamérica y las costas colombianas y ecuatorianas; algodón en Brasil; cacao en Ecuador y Venezuela; granos, carne de res y cueros en Uruguay y Argentina; salitre y luego cobre en Chile; etcétera], según las ventajas relativas determinadas por las condicio­nes naturales y las formas de organización productiva preexistentes, y de especialización en el marco de un mercado mundial en expansión.

La acumulación originaria de capital en el campo, que abrió el proceso de desarrollo capitalista agrario en el que dominaría la vía junher o gran

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liirnilmilunte (I.enin [1907] s/f: 26 y ss.; Kalmanovitz, 1978: cap. VII; Pradi lia 11)1)1 78), se sustentó en sus inicios sobre formas de trabajo esclavas, Mi'iniiu'i'viles como el peonaje acasillado o la aparcería, o formalmente libres Im 1 1 1 alijólas a coerción extraeconómica, cuya combinación determinaba iait diferencias regionales: grandes estancias ganaderas con trabajo asala- i imli) relativamente libre [gaueños] en Argentina y Uruguay; plantaciones « meras con trabajo esclavo, haciendas algodoneras con trabajo semiser- il v «mujas y producción parcelaria cafetera en Brasil; grandes plantacio-

iii -i ile tipo enclave de capital extranjero con trabajo esclavo o formalmente i ialariado en el banano y la caña en las islas caribeñas, Centroamérica, i i ili iinbia y Ecuador; pequeña producción campesina en el café en Colom- Iiia grandes ranchos con indígenas semiserviles, aparceros o peones ai ii/iill/idos en México; etcétera.

Un general, la hacienda, reforzada y extendida, sustentada en formas de i ra I a i |i i semiservil agudizadas, constituyó la forma de propiedad de la tierra y i li | in k lueción de materias primas de exportación dominante. La acumulación i H urinaria de capital hegemonizada política y económicamente por latifun­distas y comerciantes, se basó en la segunda servidumbre de los trabajado- ri'it laiinoamericanos, que habían luchado en la Independencia bajo las i n i lenes de caudillos militares, convertidos ahora en sus explotadores.

11 < >s enclaves mineros del cobre mexicano, el estaño boliviano, el salitre i I uleño y el petróleo venezolano, al igual que los de agroexportación, con- in liados por el capital extranjero, explotaban extensiva y agudamente la Iih r/,a de trabajo, y aunque utilizaban trabajo formalmente libre, asalaria- ' I' i aplicaban la coerción extraeconómica, la fijación territorial mediante el i iiilcndamiento en las "tiendas de raya" y la represión, en territorios casi ni iiiínomos, con la aquiescencia o el apoyo abierto de los regímenes políti- i mi oligárquicos, antidemocráticos por naturaleza. En todos los casos, el intercambio de los productos de exportación era realizado por los mono- l ii ilii >s extranjeros que los producían, o los que compraban para las empre­nda i :t insumidoras o distribuidoras en los países de destino.

I ja importación de productos manufacturados de consumo desde los I Kiiaes capitalistas europeos, destinados a la oligarquía terrateniente y a las i lites de comerciantes y burócratas urbanos, que cerraba la articulación de la región al capitalismo mundial a través del mercado, era llevada a cabo IH ir la floreciente burguesía comercial urbana, heredera de los mercaderes

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coloniales, en cuyas áreas se depositó una parte considerable de la riqueza acumulada en el comercio importador y exportador.

Los cambios económicos y políticos dieron lugar a una profunda reor­ganización territorial, orientada hacia afuera, hacia los polos hegemónicos de la industrialización y el comercio mundial y sus puertos y ciudades in­dustriales en acelerada expansión, como producto de la desigual combina­ción, según los países, de cuatro grandes procesos (Hardoy, 1972: 85 y ss. y 1976: 106 y ss.; Singer [1973] 1975: 121 y ss.].

El crecimiento demográfico

Después del estancamiento o el retroceso determinado por las guerras de independencia, la población reinició su crecimiento, gracias a la estabi­lización de las condiciones de vida y a la llegada de grandes contingentes de inmigrantes venidos de los países europeos sumidos en una larga fase recesiva y atraídos por las políticas estatales favorables, y sus promesas de tierra y trabajo, en muchos casos incumplidas.

La expansión de la frontera territorial

La expansión rápida de la extracción de minerales y la producción agrícola y pecuaria para la exportación, dio lugar a un importante proceso de colonización, movimientos poblacionales internos y fundación de asen­tamientos humanos en tierras inexplotadas hasta entonces. En Argentina, hacia El Chaco y la Patagonia ganadera; en Chile hacia la Patagonia y las áreas mineras del norte; en Perú, desde la Sierra hacia las selvas orientales (Hardoy, 1972: 89]. En Ecuador, desde las estancadas haciendas y comuni­dades indígenas del altiplano, hacia las prósperas plantaciones cacaoteras de la costa (Carrión, 1986: 158]. En Colombia, hacia las llanuras ganaderas, las selvas huleras y las zonas templadas cafetaleras, sobre todo desdé An- tioquia hacia Caldas (Kalmanovitz, 1985]. En México, hacia el sureste cafe­talero o el norte minero y agrícola.

En su clásico ensayo sobre el Nordeste brasileño, Francisco de Olivei- ra13 (1982], establece en forma precisa la relación entre los cambios en las formas de producción e intercambio agrario y manufacturero, la ocupación

13 El método utilizado por De Oliveira es un camino fecundo para hacer avanzar el análi­sis del llamado "problema regional". El autor utiliza las comillas para indicar la naturaleza precapitalista y finita de este fenómeno.

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y organización territorial y urbana, y el movimiento de conformación y di­solución de las "regiones", en el campo de fuerzas del mercado mundial, I/in políticas del capital y las potencias imperialistas hegemónicas durante ruin fase. La expansión de las plantaciones inglesas y norteamericanas de curta en las islas caribeñas, y el control que estas empresas ejercían sobre el mercado mundial, determinaron la decadencia de las plantaciones escla­vinas del Nordeste, heredadas de la Colonia; la modernización de la pro­ducción y, sobre todo, la extracción y refinación del azúcar, introdujo la contradicción entre el trabajo asalariado en el ingenio y el semiservil-semi- proletario en el cultivo, después de la liberación de los esclavos; la manu­factura textil urbana completó la estructura económica, política y física de la 'región".

I .a economía azucarera-textil y su "región" fue desplazada por la eco­nomía pecuaria-algodonera, basada en la explotación extensiva, casi natu­ral, de la primera y en la aparcería precapitalista con coerción extraeconó- miea en la hacienda, la segunda: la "región" y los centros urbanos del complejo ganadería-algodón, hegemonizaron al noroeste,- el auge algodo­nero ocurrió gracias a que la Guerra Civil norteamericana y la consecuen­te crisis de la producción algodonera en el sur de Estados Unidos abrieron el mercado de la industria textil inglesa a la producción brasileña; las em­presas comerciales imperialistas controlaron la comercialización del pro­ducto y acumularon el excedente, en asociación con la oligarquía agraria.

La expansión de la producción cafetalera en el Centro-Sur Paulista, en pleno auge del mercado mundial del grano, vino acompañada del desarro­llo pleno de las relaciones capitalistas de explotación en el campo y se ar- i ic'.uló a la industrialización urbana; su "región" desplazó el centro de gra­vedad del poder hacia Sao Paulo, y gestó las contradicciones y condiciones para la revolución burguesa de los treinta. Cada "economía regional" gene­re') movimientos poblacionales, la ocupación de nuevas tierras, estructuró un territorio diferente y produjo sus centros urbanos propios. El desarrollo capitalista cafetalero-industrial abrió el proceso de homogeneización terri­torial y de disolución de las economías regionales precapitalistas.

La construcción de ferrocarriles y la expansión de la navegación

La colonización, la comunicación de los centros urbanos, la evacua­ción de los productos de exportación y la distribución de los de importa­

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ción para el consumo de los terratenientes, la burocracia política y las ca­pas medias urbanas, llevó al desarrollo del transporte, particularmente ferroviario, marítimo y fluvial, en gran parte controlado por el capital euro­peo, que ligaba las regiones productoras o consumidoras con los puertos marítimos, que sin llegar inicialmente a romper orgánicamente las econo­mías regionales, significaba un paso adelante en la formación del mercado interno, y traía consigo la proletarización de los constructores y los opera­rios en la prestación del servicio.

En la producción de los soportes -ferrovías, puentes, estaciones- y la prestación del servicio de transporte, se asociaron el capital proveniente de los países imperialistas y el Estado, que cumplió el papel de promotor, o el de apoyo en la creación de las condiciones básicas (la concesión del suelo,o el control y represión de los trabajadores, por ejemplo], anudando la rela­ción política entre Estados nacionales en formación, dominados, y Estados imperialistas dominantes. En todos los países latinoamericanos, el transpor­te y sus soportes constituyeron un sistema de drenaje de la producción y los excedentes, vertido hacia el exterior, hacia las grandes ciudades y las capita­les político-administrativas, casi siempre puertos, o ubicadas en la periferia, donde se acumulaba la parte del excedente correspondiente a la oligarquía terrateniente y la burguesía comercial en franco enriquecimiento.

El crecimiento urbano

Durante esa fase, surgieron infinidad de nuevos centros urbanos en las remotas áreas de explotación agropecuaria y minera, a lo largo de las nue­vas vías de comunicación ferroviaria o fluvial, o en las costas; y las antiguas poblaciones coloniales integradas en los nuevos procesos económicos, tu­vieron un crecimiento demográfico muy importante (Hardoy 1976: 107y ss.]. Las capitales administrativas y los puertos coloniales donde se concen­traba en el pasado el poder político y militar, la actividad mercantil, la aristo­cracia colonial, las residencias obligadas de los terratenientes ibéricos y criollos, y los mercaderes, reprodujeron la concentración económica y polí­tica y, en esta lógica, el crecimiento poblacional.

La acumulación originaria de capital, materialización de las rentas del suelo mineras y agrarias y la ganancia comercial, gestó lo que será en la fase posterior -de industrialización-, en sentido pleno, la ciudad capitalista semicolonial, organizadora del sistema de soportes materiales articulado

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I m ir I/im condiciones generales de la producción y til intercambio, y estrue iiikhla por las relaciones de producción que iban surgiendo de las entra nuil del preoapitalismo, las de intercambio que vehiculaban el flujo físico; un un'i (i rio de exportaciones e importaciones, y las políticas que acompañaI mi i ln Formación del Estado nacional. Al mismo tiempo, las ciudades em i" . irc >n n manifestar las contradicciones de las relaciones entre las clases l/wi i i indiciones de explotación y la lucha política.

I iKtH fue la época de la constitución de los Estados nacionales, en me ilin de las luchas entre caudillos militares y fracciones regionales, y de i ni iv ii la miento entre federalistas y centralistas, entre librecambistas (cuan i li i va el libre cambio estaba muriendo a manos del capitalismo monopolis i ■ 1 1 v proteccionistas, como expresión superestructural de las contradiccio ni m materiales entre terratenientes precapitalistas, burguesía agraria ni 1'i 'Miación, campesinos independientes, mercaderes, artesanos e incipienu i Hiiv.uesía manufacturera, sobredeterminados por la naturaleza de sus re lnriones específicas con la burguesía imperialista, y sus concepciones de ciliado y las formas de dominación de las clases explotadas.

I ,as guerras civiles entre facciones o partidos políticos, entre "regio iich", o de éstas con el poder central, como forma de dirimir el conñictt i ni re clases y fracciones dominantes, llenan las páginas de la historia dii iie periodo en casi todos los países de Latinoamérica, actuando comeI I mira tendencia a la expansión demográfica y territorial y a la consolida elón de la economía de exportación e importación. También se manifesu■ o opuesto dialéctico, la fragmentación de Centroamérica y la escisión d< Panamá con motivo de la construcción del Canal, en la que intervino direc lamente el imperialismo norteamericano, inaugurando en la región la poli lien que mantendrá hasta nuestros días, justificada cínicamente en "la de leí ma de los intereses norteamericanos en la región", materializados sobre todo en los enclaves bananeros (Kalmanovitz, 1977: 191 y ss.; Kaplan 1976; Halperin-Donghi, 1977].

Simultáneamente, se iniciaron las luchas del joven proletariado latino americano contra la explotación salvaje y la coerción a la que era sometide por los terratenientes o el capital extranjero en las plantaciones bananera; y en las estancias ganaderas rioplatenses, donde más había avanzado e capitalismo agrario, en las minas de salitre chilenas y de cobre en México en los frigoríficos y saladeros rioplatenses donde laboraban obreros euro

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peos inmigrados, en las compañías constructoras y de transporte; muchas de estas luchas concluyeron con la represión violenta y las masacres, eje­cutadas por el Estado, como forma de garantizar la acumulación salvaje de capital y de demostrar su alianza incondicional con el capital imperialista.

En México, se desarrolló el proceso revolucionario campesino, demo­crático agrario, como respuesta de los granjeros del norte y los indígenas y campesinos sin tierra del centro y sur, a la violenta concentración de la propiedad en manos de los terratenientes y a la opresión política que im­ponía a toda la sociedad el despotismo porfirista, como superestructura de la acumulación originaria de capital (Gilly, 1974],

En la acumulación originaria de capital en América Latina, cobran tam­bién validez las palabras de Marx referidas a este mismo proceso en Euro­pa: "Si el dinero, como dice Augier, viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies" (Marx [1867] 1975: t. 1, vol. 3, 950],

El refinado y procesamiento de los minerales, o el tratamiento primario de los productos agropecuarios (ingenios azucareros, frigoríficos y salade­ros de carne, curtiembre de cueros, despulpado, secado y trilla del café, secado y selección del tabaco], junto con algunas manufacturas primitivas destinadas a la alimentación y vestido de los sectores populares, constitu­yeron un núcleo primario de desarrollo de la manufactura en Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y en menor medida, Colombia y Perú (onu, 1963 y 1965; BID, 1969; CEPAL, 1979].14 El crecimiento urbano del periodo fue la expresión de la acumulación originaria de capital en la agricultura de ex­portación y la minería, de la embrionaria manufactura, del crecimiento del comercio exportador e importador y de la consolidación de la burocracia política urbanizada al servicio del joven Estado nacional.

Los regímenes políticos, aparentemente republicanos burgueses, for­malmente democráticos, tenían un marcado carácter semicolonial, real­mente autoritario, encabezados frecuentemente por dictadores y caudillos reaccionarios, abiertamente dependientes del imperialismo inglés o del más joven y dinámico, el norteamericano. América Latina como totalidad, no existía realmente; las relaciones económicas, políticas y territoriales de

u En general, utilizamos la información estadística de la onu, y su Comisión Económica pura América Latina (cepal]; Sin embargo, sus cifras varían de un trabajo a otro, de un infor­me anual a otro, haciendo riesgosa su utilización para construir series estadísticas históricas limyiH, por dar lugar a irregularidades.

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Idh países que la integraban, se llevaban a cabo con las potencias imperialis­tas externas, mientras entre ellos dominaba el aislamiento y la dispersión; entonces tenía sentido la fórmula de Lambert: "las 21 Américas Latinas".

La fase descendente de la acumulación capitalista mundial (1914 a 1940], se caracterizó por grandes conflictos político-militares: las revolu­ciones proletarias europeas, el triunfo de la Revolución rusa, las contrarre­voluciones en Alemania, Hungría y otros países, las dos guerras mundia­les en las que se enfrentaron los países imperialistas por el control de las colonias como fuentes de materias primas, y del mercado mundial.

En lo económico, ocurrió la Gran Depresión de 1929-1930, la cual afée­lo el desarrollo de los países latinoamericanos, al fracturarse el mercado mundial de materias primas no estratégicas, por la caída de la demanda, y disminuir los flujos de bienes de consumo. Esta situación fue particular­mente grave para los países que no habían iniciado aún su industrializa­ción. Aquellos que ya contaban con una limitada base productiva, o que empezaron a formarla entre las dos guerras mundiales, lograron incre­mentar la producción mediante el uso intensivo del capital fijo disponible y, en ausencia de reposición, a costa de su disminución rápida; y el uso extensivo de fuerza de trabajo, llegando a agotar las reservas de artesanos y desempleados urbanos proletarizables. La crisis del mercado mundial y el consecuente debilitamiento del control de las potencias en conflicto, las más desarrolladas, abrió un espacio al incremento de la producción manu- liieturera de bienes primarios de consumo para el mercado interno.

Este crecimiento capitalista, cuyo sustento de clase fue el más reaccio­nario de los analizados por Marx, el de la burguesía comercial enriquecida y los rentistas y usureros financieros, tuvo por asiento lógico a los centros u i'banos, donde la expansión del comercio importador-exportador habla eencentrado el capital-dinero, se localizaba la fuerza de trabajo fácilmente proletarizable, se habían desarrollado las redes del intercambio, confluían las vías de comunicación, se hallaban los bancos y los usureros, se con­centraban los sectores de ingresos altos consumidores de manufacturas y el aparato político-administrativo nacional o regional. Con excepción de los centros costeros de extracción de materias primas (por ejemplo el petróleo en Venezuela], la acumulación era un proceso acumulativo ampliado, so­bre la base del generado por el intercambio mercantil de la producción agraria y la importación manufacturera en la fase anterior.

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En el campo, continuaba la acumulación originaria sobre las mismas bases económicas y territoriales anteriores, aunque en la superestructura política se producían cambios sustantivos, que creaban las condiciones para el posterior despliegue acelerado del capitalismo en campos y ciuda­des (Cueva, 1977: cap. 8).

Concluida la fase armada de la gran revolución democrática mexicana con la derrota del porfirismo, se echaron las bases del nuevo régimen po­lítico bonapartista progresivo, que apoyándose en las masas campesinas y urbanas armadas, inició la aplicación de la Reforma Agraria y los cambios en las condiciones sociales de producción en el campo; renegoció su rela­ción con el imperialismo norteamericano; armado con una ideología nacio­nalista, expropió el petróleo y los ferrocarriles y empezó a constituir un sector capitalista de Estado, en el que jugaban un papel importante las condiciones generales de la producción y el intercambio, para impulsar el desarrollo capitalista que la débil burguesía era incapaz de emprender por sí sola (Aguilar, 1982: t. í, cap. 1]. El punto culminante de este proceso lo constituyó el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940].

La fase armada, extremadamente violenta, que costó un millón de vidas humanas y paralizó los sistemas de transporte, particularmente el ferrovia­rio que jugó un papel clave en la lucha, dio lugar al estancamiento demo­gráfico y de la expansión de la producción agraria, dominada hasta enton­ces por la plantación y la hacienda latifundista, y a flujos migratorios importantes hacia las ciudades en busca de refugio. Después del triunfo revolucionario, la aplicación de la reforma agraria y la paulatina estabiliza­ción de la situación del campesinado parcelario y comunitario indígena en el centro-sur, apoyado sobre todo por Cárdenas con el reparto de tierras y la creación de ejidos, así como el desarrollo de núcleos importantes deagricultura íarmer (granjera] en el norte, ampliamente impulsado por el igrupo militar en el poder hasta 1934, sobre todo mediante la creación de infraestructura, volvieron a crear condiciones pare la expansión demográ­fica, territorial y urbana.

En Brasil, la revolución de 1930 desplazó del poder a la oligarquía terra­teniente y aunque no removió a fondo las relaciones precapitalistas de producción en la agricultura (por ejemplo en el Nordeste], creó las condi­ciones para la expansión del capital agrario e industrial, hegemonizado por la fracción paulista que desplazó el centro de gravedad de la organización

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h 1 1 iihi'ImI del ('.ampo hacia las ciudades. En Argentina, luego de tres déca-* lint de apertura, retorna el dominio oligárquico durante la década infameI Pi ni 1943). En Uruguay, la democratización, operada desde 1903 por el Hiilllumo, se cerró con la dictadura surgida a raíz de la crisis del 29. Chile \-ivin en 1932 una de las experiencias democráticas más radicales de laI I r.n m, ln República Socialista de Grove, que a pesar de su corta duración, manarla políticamente a la sociedad.

l n Colombia, las reformas liberales de los años treinta, particular-ii H'lili' las introducidas por López Pumajero y su "revolución en marcha",' >11 1 desplazar del poder a los terratenientes, posibilitaron el inicio de la industrialización primaria y modificaron parcialmente la correlación de; luí i ms en favor de la burguesía industrial. Pero al no resolver las contra-..........nes entre las clases dominantes, ni las reivindicaciones democráü-i lindel campesinado, abrieron el camino a la larga y cruenta lucha deno­minada ¡a violencia, que enrojeció las páginas de la historia colombiana duranie cerca de tres décadas, a cuya sombra se llevó a cabo la violenta expropiación y expulsión del campesinado parcelario, y fue uno de los larlores fundamentales del proceso migratorio del campo a la ciudad, uno de los más acelerados del continente (Kalmanovitz, 1983: cap. V], Bolivia

ivi(') en este periodo procesos revolucionarios intensos, que serían re- venidos, sin lograr garantizar ni el bienestar de obreros y campesinos Indígenas, ni un desarrollo capitalista intenso. Ecuador tendrá que espe- i ir a la posguerra para que se produzcan cambios significativos en su re.",unen político.

Centroamérica, donde la oligarquía terrateniente local estaba profun­damente articulada a las grandes empresas bananeras extranjeras, sobre ludo la United Fruit, verdaderos enclaves territoriales autónomos donde imperaba la ley de los patrones convertida en razón de Estado, presenció el levantamiento popular Salvadoreño de 1932, ahogado en sangre, la lucha antiimperialista de Sandino, y al inicio de la fase siguiente, la experiencia democrático-burguesa de 1944-1954, derrotada por la oligarquía terrate­niente y la intervención imperialista estadounidense.

Hoy día (1992], con el cierre de la experiencia sandinista en Nicaragua que resistió la guerra contrarrevolucionaria apoyada cínicamente por los estadounidenses, en medio de un insufrible bloqueo económico, las repú­blicas centroamericanas continúan bajo regímenes autoritarios, subordi­

Acumuladón de capital y estructura territorial en América Latina • 41

Page 15: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

nados al gobierno norteamericano, sin cuyo apoyo no podrían detener los

procesos revolucionarios populares en curso.15

En toda América Latina, esta fase de violentos enfrentamientos de cla­se, en la que la lucha entre la burguesía industrial emergente, con su tibio nacionalismo y su castrada y temerosa "vocación democrática", y los gran­des terratenientes, se combinó con el despuntar de la democracia revolucio­naria del campesinado y la socialista del naciente proletariado, no concluirá con el triunfo total y global de la democracia burguesa plena; la presencia del imperialismo conducirá a una solución negociada entre la burguesía y los terratenientes, el mantenimiento de regímenes políticos semicoloniales, formalmente democráticos y esencialmente autoritarios, en alternancia con

regímenes abiertamente dictatoriales.Así quedó delimitado el terreno social para que la vía gran terratenien­

te, junker, la más reaccionaria y opresiva para el campesinado, de desarro­llo capitalista agrario se despliegue y complete, en la etapa siguiente, la complementariedad y la simbiosis de las dos clases sociales, y el capitalis­mo industrial se desarrolle sobre la base de las más agudas condiciones de

explotación de la fuerza de trabajo.

Acumulación capitalista industrial, integración territorial y urbanización acelerada

La gigantesca destrucción de capital en las guerras mundiales ínterimpe- rialistas y la crisis de los años treinta, vía violenta de desvalorización ma­siva de capital y de liquidación de fuerza de trabajo, para superar la sobre- acumulación de capitales y la sobreproducción de mercancías en los países industrializados, abrió el paso a la onda larga expansiva de la acumulación, que se inició en 1940 en Estados Unidos. Este país se benefició de la guerra como forma de realización de su producción industrial superavitaria, sin que su aparato productivo fuera destruido como el europeo, quedando

15 (Nota del 2008] Casi dos décadas después de escrito el texto, la situación centroameri­cana ha variado significativamente: los movimientos armados de resistencia popular se han desmovilizado en todos los países; en todos ellos, se llevan a cabo procesos electorales más o menos democrático-burgueses; en algunos países (Guatemala, Nicaragua, Panamá], han lle­gado al poder gobiernos presididos por políticos y partidos más o menos liberales o progre­sistas, entre ellos, el retorno de un sandinismo moderado a la presidencia de Nicaragua; pero en general, sigue dominando la tendencia conservadora, con una presencia importante del gobierno de derecha mexicano.

42 • Emilio Pradilla Cobos

como amo de los mercados mundiales y potencia capitalista hegemónica. Al final de la guerra, la recuperación de la acumulación y luego la expan­sión se produjeron en Europa y Japón, con el apoyo del Plan Marshall y los capitales excedentes estadounidenses.

Luego de la guerra, la economía latinoamericana sincronizó su desarro­llo con la capitalista mundial; su ritmo de crecimiento fue ascendente y acelerado, a pesar de las ondas cortas recesivas de 1952-1953, 1958-1959, 1961-1963, 1965-1968, e iniciada la onda larga recesiva mundial, la de 1974- 1976, que no alcanzó a romper la tendencia ascendente del ciclo largo.

La rápida expansión del consumo de materias primas agrícolas y mi­neras en los países imperialistas después de la guerra permitió, hasta mediados de la década siguiente, un incesante crecimiento de las exporta­ciones latinoamericanas, cuyos frutos sirvieron a la adquisición de medios de producción para recuperar y sobrepasar rápidamente los niveles de acumulación de capital constante fijo industrial de antes de la guerra. Sin embargo, en la medida que avanzó la industrialización en los países mayo­res, y otros nuevos entraron en el proceso, se anudó la contradicción es­tructural del comercio exterior y la balanza de pagos: la reproducción nimple y ampliada del capital industrial exigía una masa creciente de me­dios de producción importados (materias primas industriales, partes y maquinaria, y equipo de transporte], cuyo costo debería ser cubierto por

Gráfica 1 América Latina

Tasas anuales de crecimiento pib

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 43

Page 16: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

las exportaciones agropecuarias y mineras; sin embargo, éstas no podían crecer al mismo ritmo en la medida que su demanda era externa y autóno­ma, y el mercado tendía a saturarse rápidamente; surgió entonces el déficit crónico de la balanza comercial, que debió ser cubierto por el endeuda­miento externo o las inversiones extranjeras reales, diferentes a aquellas que se nutren de capital-dinero obtenido en la banca interna o la plusvalía extraída localmente, que no se manifiesta en ingreso de divisas (Guillén, 1984: cap. 2; Kalmanovitz, 1977: 49 y ss.; onu, 1965].

Entre 1945 y 1950, el crecimiento industrial y de la economía en gene­ral fue muy rápido en los grandes países (México, Brasil y Argentina], en los que habían iniciado la industrialización antes de la crisis (Chile, Colom­bia y Perú] y en los que entraban al proceso, alcanzando una tasa anual promedio de crecimiento del producto interno bruto (pib] de 5.7 por ciento, mientras el pib por habitante lo hacía al 3.2 por ciento anual, a pesar del crecimiento poblacional que tendía a acelerarse. En el quinquenio siguien­te, el dinamismo disminuyó, creciendo el pib al 4.7 por ciento, y el pib por habitante al 2.0 por ciento.

Entre 1955 y 1961, la tasa de crecimiento del pib cayó al 4.3 por ciento, y la del pib por habitante al 1.4 por ciento, mostrando ya los signos de ago­tamiento del impacto social de la "sustitución de importaciones", y el efec­to contradictorio de la "explosión demográfica" resultante de la caída de la

Cuadro 1América Latina: evolución del producto interno bruto total

(tasas anuales medias de crecimiento]

País

1950 1950 1960 1970 1974 1970

1978 1960 1970 1974 1978 1978

América Latina 5.4 5.1 5.7 7.5 4.0 5.7

Argentina 3.2 3.0 4.3 5.1 8.0 2.1

Brasil 7.2 6.8 6.1 12.2 6.1 9.1

México 6.0 5.8 7.0 6.0 3.8 4.9

Venezuela 6.5 7.6 6.0 4.7 6.8 5.8

Colombia 5.2 4.6 5.2 6.9 4.9 5.9

Chile 3.5 3.9 4.5 2.3 1.4 1.8

Perú 4.8 5.3 5.4 6.0 1.1 3.5

Fuente: onu: "América Latina en el umbral de los años 80", cuadro 2, p. 8, cepal, 1979.

44 • Emilio Pradilla Cobos

Cuadro 2América Latina: crecimiento agropecuario y manufacturero

(tasas anuales de crecimiento]

País

Agropecuario Manufacturero

1950-1977 1970-1977 1950-1977 1970-1977

América Latina 3.4 3.3 6.6 6.4

Argentina 2.2 2.1 4.5 3.4

Brasil 4.4 6.3 8.5 10.1

Colombia 3.6 4.0 6.4 6.8

Chile 2.6 3.1 3.5 -0.9

México 3.3 1.1 7.0 5.1

Perú 3.0 1.0 6.7 5.0

Venezuela 5.1 3.7 7.9 6.6

Fuente: onu: "América Latina en el umbral de los años 80", cuadro 5, p. 17, cepal, 1979.

mortalidad general e infantil por el mejoramiento de las condiciones de salud, no compensada por una reducción correlativa de las tasas de nata­lidad, así como la concentración del ingreso que lleva consigo el crecimien­to capitalista semicolonial. En la década de los sesenta, se recuperó el di­namismo, alcanzándose una tasa anual promedio del 5.7 por ciento, y entre 1970 y 1974, se alcanzó el récord histórico de 7.5 por ciento anual, para que después se iniciara el descenso hacia la crisis, con tasas de 4.0 por ciento entre 1974 y 1978. De 1950 a 1978, se alcanzó un promedio anual de crecimiento del pib de 5.4 por ciento, muy superior al de los países industrializados en el mismo periodo (cuadro 1], Sin embargo, el creci­miento económico fue desigual entre los distintos países, siendo mucho mayor de la media en los que avanzaban hacia la semindustrialización, a partir de una base más amplia.

La industrialización era el motor del crecimiento económico, y avanza­ba a ritmos mayores que el crecimiento del sector agropecuario y la eco­nomía en su conjunto (cuadro 2]. Se inició en la ramas de alimentos y be­bidas, textil y de enseres domésticos, pero se bloqueó debido a la más lenta ampliación de la demanda solvente y la saturación del mercado, cu­yas determinaciones fueron: a] la industria reprodujo las condiciones mo- nopólicas imperantes en las casas matrices del extranjero, o debía alcan­zarla para competir con ellas en el mercado interno (en el caso de las de

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 45

Page 17: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

capital local); b) la composición orgánica del capital en la industria era relati­vamente alta, similar a la imperante en los países de origen del capital y los medios de producción, no producidos localmente, por lo que era poco consumidora de fuerza de trabajo, y sumada al comercio, la banca, las condiciones generales de la reproducción de la formación social en su conjunto [infraestructura y servicios) y las actividades burocráticas, no lograba ni necesitaba absorber a toda la población desplazada del sector rural por el desarrollo capitalista desencadenado en la actividad agropecuaria; c) los niveles salariales eran bajísimos, casi iguales a los de ingresos imperantes en el campo, debido a la migración masiva de campesinos, la gran magni­tud del ejército industrial de reserva que saturaba el mercado de trabajo, y el control de la burguesía y el Estado sobre el movimiento sindical.

La industrialización se orientó entonces hacia los bienes de consumo durable (electrodomésticos y automóviles) cuya característica técnica era el ensamblaje de piezas importadas, dirigidos mayoritariamente hacia la esfera de mercado de altos ingresos o suntuario de la burguesía, la peque­ña burguesía urbana y las capas burocráticas en expansión, esfera alta de la circulación mercantil relativamente estrecha y rápidamente saturada. Se incursionó crecientemente en las ramas de producción de herramientas, maquinaria y equipo ligero para la agricultura y la industria, que requerían poca tecnología productiva, mientras las importaciones de medios de pro­ducción se desplazaban hacia las máquinas complejas y las máquinas para producir máquinas y herramientas simples. Se avanzó también en las ra­mas de extracción y transformación primaria de materias primas minera­les para la exportación o para el consumo productivo industrial interno, y la producción de energía (carbón, petróleo, gas natural, hidroeléctrica, et­cétera), donde el capitalismo de Estado cumplió su función de medio y palanca de la acumulación de capital en su conjunto.

Este desarrollo capitalista industrial y de las fuerzas productivas, muy acelerado si se le compara con el de los países capitalistas desarrollados en el mismo periodo, que quemaba etapas hacia su cristalización monopóli- ca, tenía como punta de lanza a los capitales de los países imperialistas, so­bre todo, de Estados Unidos, dominantemente de empresas trasnacionales como filiales o como sociedades mixtas con capital estatal o privado local subordinado, pero era portador de límites estructurales a la reproducción

ampliada sostenida interna:

46 • Emilio Pradilla Cobos

n I I ,n succión masiva de rentas del suelo y de plusvalor bajo la forma de repatriación de ganancias y regalías de patentes de tecnología produc- i iva y del producto, que reducía la magnitud del fondo de acumulación interna y limitaba los incrementos salariales que permitirían un creci­miento sostenido del mercado interno de los bienes de consumo.

Iij III sector I, productor de medios de producción y materias primas industriales, se reproducía a ritmos menores a los requeridos por la rt'producción ampliada propia y la del sector II, productor de medios de consumo, o no avanzaba en las ramas y los productos de tecnolo­gía de punta y producción de máquinas para producir máquinas, i ibligando a su permanente y creciente importación, lo cual anudaba la llamada "dependencia tecnológica".

n| 1.a importación de medios de producción y materias primas indus­triales, avanzaba más rápidamente que la exportación de materias brutas agropecuarias o minerales, determinando el déficit perma­nente y creciente de la balanza comercial, el cual se "resolvía" me­diante el incremento del endeudamiento externo, cuyo servicio se volvía otro factor creciente del déficit de la balanza de pagos y su e.obertura, a la vez que imposibilitaba el mantenimiento de las impor­taciones al nivel necesario, llevaba a un nuevo crecimiento de la deu- (la, etcétera, formando un círculo perverso.

(/) El proteccionismo aduanal y arancelario generalizado, no selectivo ni condicional, ayudaba por igual al capital local y al transnacional localizado internamente, no empujaba a la integración vertical y ho­rizontal interna, permitía las prácticas de encadenamiento con las matrices extranjeras en el suministro de insumos, máquinas y tec­nología -frecuente fuente de evasión fiscal y repatriación ilegal de ganancias-, y creaba las condiciones para una competencia oligopó- lica cerrada entre unas pocas grandes empresas sobreprotegidas y aisladas de la competencia en el mercado mundial,

r I I .as elevadas tasas de explotación de la fuerza de trabajo, posibles por la sobresaturación constante y creciente del mercado de trabajo, los bajos niveles de sindicalización, entrabada por la legislación laboral restrictiva y la constante represión estatal de las luchas obreras, y el control vertical del sindicalismo corporativizado al Estado o sometido (i los partidos políticos burgueses (México, Argentina, Venezuela, Co-

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 47

Page 18: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

lombia) o por la patronal, no obligaban a incrementar permanente­mente la plusvalía relativa, permitían un muy lento cambio tecnológi­co y bajos ritmos de incremento de la productividad, determinando la casi nula capacidad competitiva frente a la industria extranjera.

f) Finalmente, la desigualdad en los ritmos de acumulación, cambio tecnológico, incremento de la productividad y la producción, entre la agricultura y la industria, con un rezago marcado de la actividad agropecuaria, explicable parcialmente por el monopolio territorial de los terratenientes y la gran magnitud de las rentas del suelo, no per­mitía un abaratamiento progresivo de la materias primas y los ali­mentos para consumo obrero, es decir, la reducción del valor de la fuerza de trabajo y la consecuente elevación de la plusvalía relativa, y del capital fijo circulante (Fajnzylber, 1983: cap. III).

Los estados latinoamericanos, desigualmente según su estructura, la naturaleza de su régimen político, la ideología política del bloque de clases en el poder y de sus expresiones partidistas, las contradicciones concre­tas y la correlación de fuerzas en la lucha de clases, y las distintas coyun­turas históricas, cumplieron su papel de nodrizas y palancas de la indus­trialización y la acumulación de capital en general.

En los primeros años de la fase expansiva, los regímenes políticos bo- napartistas progresivos de México, Argentina (bajo el "peronismo" de Perón), Brasil (bajo el "varguismo") y Uruguay (el retomo del "ballismo"), crearon las condiciones políticas y sociales para la industrialización acelerada (Cue­va, 1977: cap. 11). La revolución democrática guatemalteca de 1944, masa­crada, y la boliviana de 1952, domesticada, buscaron crear estas condicio­nes, pero su temprana reversión se los impidió. En Cuba, la revolución triunfante de 1958 pasó rápidamente de la fase democrática a la socialista y abrió para la región un nuevo camino de desarrollo. Al mismo tiempo, en otros países (Venezuela, Colombia, Perú, de Centroamérica y el Caribe), el auge industrial se llevó a cabo en condiciones de aguda explotación y repre­sión política impuesta por gobiernos militares reaccionarios y dictatoriales.

En la década de los sesenta, cuando la burguesía industrial reformista y desarrollista logró convertirse en hegemónica en el bloque de clases en el poder gracias al peso político que le concedía la propia industrialización y el desgaste de los gobiernos autoritarios, conservadores y oligárquicos,

48 • Emilio Pradilla Cobos

(roló de romper las barreras a la acumulación y las presiones de las luchas campesinas y la guerrilla a la manera cubana, mediante la combinación de la represión militar, un castrado y timorato reformismo, y el intervencionis­mo estatal, teorizado por el keynesianismo.

I ,uego, el capital financiero transnacionalizado asumió la hegemonía, y ante el despuntar de las luchas obreras, la persistencia de la guerrilla, el i li 'sgaste del patrón de acumulación y los primeros signos de crisis, mostró■ u i I lolitica reaccionaria, e impuso un retorno al autoritarismo y la dictadura militar, cuyas orientaciones variaron desde el intervencionismo desarrollis- i/i decidido y prepotente del gobierno militar brasileño o el "populismo" larilío de Velasco Alvarado en Perú, Torres en Bolivia y Rodríguez en Ecua­dor, hasta el neoliberalismo antiintervencionista, monetarista, privatizador, iu nniso al Fondo Monetario Internacional y abiertamente proimperialista de las represivas dictaduras militares de Argentina, Uruguay y Chile desde mediados de la década de los setenta.

En el caso mexicano, los cambios neoliberales fueron más tardíos 11! 183), pero más bruscos y profundos, y partieron del interior mismo del pai ti do gobernante y del propio régimen político. Centroamérica, sumida en el dominio autoritario terrateniente, considerada "su patio trasero" por el imperialismo norteamericano, y sus economías subsistían gracias a la ayuda militar y económica de Estados Unidos; sus trabajadores, campesi­nos e indígenas, sólo encontraron el camino de la rebelión armada.

Las funciones y acciones de los estados latinoamericanos en apoyo a la industrialización fueron en esa etapa, en desigual combinación según el caso:

a) La creación de condiciones generales de la producción, la circulación y el cambio: la continuación de la construcción de ferrocarriles e infra­estructuras portuarias a comienzos de la fase y, luego, de vialidad carretera e instalaciones aeroportuarias; la generación de electrici­dad, la conducción y potabilización de agua, y obras de desecación, drenaje y riego; y la creación de sistemas de comunicaciones tele­gráficas, telefónicas e inalámbricas, etcétera; los valores de uso de estas actividades constituyen materias primas o auxiliares de los procesos productivos, o prolongaciones en la circulación de mercan­cías del proceso de producción de valor y añaden plusvalía a los productos industriales.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 49

Page 19: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Al ser asumida su producción por el Estado, con base en la tributa­ción social, se reduce la inversión y el costo individual de producción y, por tanto, su efecto sobre la composición orgánica del capital para el capitalista individual, pero al mismo tiempo y contradictoriamente, se eleva la coc a escala social, presionando a la baja la tasa media de

ganancias.b) La formación de un importante sector capitalista de Estado en la

explotación y transformación de materias primas básicas para la ex­portación (la obtención de divisas para financiar la importación de medios de producción industriales), como insumos industriales y energéticos (carbón, petróleo o gas industrial, por ejemplo) entrega­dos a las empresas a precios subsidiados, menores que su costo o precio de producción. Por este camino, o por el señalado en el punto anterior, se opera una transferencia de valor y plusvalía del sector estatal al sector privado, cuyo papel en la acumulación es innegable y

esencial.También se invertía en sectores de producción de "bienes interme­dios". Partes o piezas de otros procesos industriales, para llenar las lagunas en las cadenas productivas no cubiertas por el capital priva­do. Finalmente, se realizaba inversión en agroindustria y producción de otros bienes-salario, o en su comercialización, para reducir el cos­to de las subsistencias obreras, el valor de la fuerza de trabajo y permitir un incremento de la plusvalía por la vía relativa.

c) El mantenimiento de las condiciones concretas de explotación (y en muchas ocasiones, de sobreexplotación) de la fuerza de trabajo, me­diante una legislación laboral restrictiva, la represión a la lucha defen­siva de los trabajadoras, o su control corporativizado a través del sindicalismo oficial burocratizado, que fue uno de los elementos ex­plicativos de los llamados "milagros" económicos de la región duran­

te esta fase.d) El proteccionismo arancelario y aduanal de la industria y el comercio

local, cuyas implicaciones analizamos anteriormente.e) Los estímulos, apoyos crediticios preferenciales y a tasas inferiores

a las vigentes en el sistema bancario (lo que constituye otra vía de la transferencia de valor), exenciones fiscales, y los donativos (cada vez más importantes hoy día en el marco de las políticas neoliberales) a

50 • Emilio Pradilla Cobos

la inversión industrial, comercial o turística en general, o localizada territorialmente en zonas francas, áreas fronterizas, "polos de desarro­llo", ciudades medias, como parte de la política de "descentraliza­ción", etcétera; y apoyos a las exportaciones, política esta última que se práctica desde comienzos de la década de los setenta, como parte del "modelo" imitativo, pero deformado, del auge maquilador de los países del sudeste asiático.

/') I ,a creación de soportes materiales específicos para entregar gratui­tamente, rentar o vender a bajo precio a las industrias u otras activi­dades como el turismo (parques y ciudades industriales, desarrollos hoteleros), o el apoyo a la expansión industrial en ciertos puntos particulares del sistema urbano, descargando a las empresas nacio­nales y extranjeras de parte o la totalidad de los costos en capital constante fijo representados por los inmuebles y las infraestrucm ras, con los efectos ya señalados sobre la coc y la tasa de ganancia a nivel individual o social (Pradilla, 1984: caps. II y III).

#) Finalmente, y no por ello secundariamente, el mantenimiento de la dominación política e ideológica de la burguesía local e imperialista sobre el conjunto de la sociedad y particularmente, sobre los traba­jadores, reprimiendo o mediatizando sus luchas por la democracia real, formal o de clase, o por la transformación de las estructuras sociales. Es lo que los empresarios denominan eufemísticamente, el "mantenimiento del clima de confianza" de la burguesía, que según ellos, es clave en la toma de decisiones de inversión, sobre todo de las empresas trasnacionales. Es en este contexto que el actual dis­curso empresarial neoliberal contra el intervencionismo estatal toma su verdadero carácter de ideología encubridora.

1 1 8 magnitud del cambio económico producido por la industrialización en evidente al analizar la evolución de la participación de los distintos sec­tores en el pib en el corto lapso de tres décadas (cuadro 3). La industria paitó del 18.8 al 25.2 por ciento, y la construcción, encargada de la producI luí 1 de las cgp e I y los soportes del capital (parte significativa del capitalI I Mistante fijo), creció del 0.9 al 5.7 por ciento del pib. Obviamente, los cam blon fueron muy desiguales según los países. También se expresaron en lim cambios sufridos en las importaciones. Los productos manufacturad' m

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latín 1 •

Page 20: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Cuadro 3América Latina: cambios en la estructura del pib

[porcentajes]

País

Agropecuaria, silvicultura

y pesca MineríaIndustria

manufacturera ConstrucciónElectricidad, gas y agua

Comercio, restaurantes

y hoteles

Transporte, almacenaje y

comunicaciones

Servicios financieros,

seguros, actividades

inmobiliarias y de alquiler

Servicios comunales, sociales y

personales

1950 Total

América Latina 19.8 4.1 18.8 5.6 0.9 6.4 18.9 9.5 16.2

Argentina 16.7 0.6 23.2 5.6 0.8 11.1 17.0 13.9 11.1

Brasil 16.7 0.4 21.1 9.1 1.9 4.5 21.7 8.2 16.4

Colombia 38.2 2.5 13.7 4.0 0.6 5.6 15.1 6.7 13.6

Chile 11.2 12.5 23.1 4.4 0.9 3.4 15.5 6.5 22.5

México 18.2 4.0 18.6 4.1 0.4 2.8 27.4 5.9 18.6

Perú 24.6 7.0 13.7 6.5 0.8 4.4 16.1 9.5 17.4

Venezuela 7.7 22.7 9.3 5.4 0.3 12.5 9.8 21.5 10.8

América Latina 13.8 4.3 24.2 5.2 1.8 6.1 20.7 8.2 15.7

Argentina 13.1 ' 2.1 30.2 5.7 2.1 10.1 16.1 9.3 11.1Brasil 10.0 0.8 28.4 5.8 2.4 5.7 20.7 8.6 17.5Colombia 28.6 2.1 17.5 5.5 1.5 7.4 17.3 6.9 13.2Chile 7.9 11.7 27.2 4.2 1.4 5.7 17.2 6.4 18.3México 11.8 4.1 23.4 5.4 1.4 2.6 28.9 6.5 15.0Perú 18.8 8.6 20.6 4.5 1.2 4.5 16.1 8.9 16.9Venezuela 7.5 19.9 15.0 3.8 1.7 10.9 13.2 11.7 16.4

1977 Total

América Latina 11.7 3.5 25.2 5.7 2.3 6.6 20.7 8.7 15.7Argentina 12.5 1.9 31.4 4.5 2.8 9.7 16.5 9.4 11.2Brasil 8.1 0.9 29.4 6.7 2.8 6.0 20.5 7.8 17.7Colombia 25.6 1.1 18.9 4.3 1.8 9.0 18.9 6.5 13.9Chile 9.0 13.9 23.4 2.4 2.2 5.6 18.2 7.2 18.1México 9.3 4.9 24.1 5.5 1.8 3.2 28.0 8.6 14.6

Perú 15.2 8.4 22.0 5.3 1.2 5.0 16.7 8.9 17.4Venezuela 6.5 8.4 15.9 7.1 2.3 13.5 14.2 14.1 18.1

Fuente: onu: "América Latina en el umbral de los años 80", cuadro 4, pp. 15-16, cepal, 1979.

Page 21: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

de consumo, ampliamente dominantes al inicio de la fase, cedieron su lu­gar a los medios de producción: máquinas, materias primas, partes para

ensamble y otros insumos productivos.La localización territorial de la nueva industria y las actividades comer­

ciales y bancarias relacionadas, estuvo determinada por la acumulación histórica de ventajas relativas en las grandes ciudades heredadas del perio­do anterior, en su mayoría capitales de los Estados nacionales y/o grandes puertos marítimos:16 concentración de la fuerza de trabajo proletarizable con bajos salarios, aportada masivamente por las migraciones campesinas y autosostenida mediante actividades de subsistencia,- inversión estatal acumulada en condiciones generales de la producción y el intercambio; siste­mas de transporte, comunicaciones, financieros y comerciales en opera­ción; concentración de compradores de altos ingresos; acumulación pri­maria de capital en manos de comerciantes y rentistas, que financiaron la inversión productiva local autónoma o asociada al capital extranjero; loca­lización de los aparatos estatales centrales cuya gestión estaba vinculada a la producción industrial, el comercio externo, la protección aduanera, la in­versión pública, etcétera; inserción en procesos de socialización de la pro­

ducción, etcétera.La localización industrial inicial generó la necesidad, la demanda y la

fuerza política para que el Estado reprodujera en forma ampliada la con­centración de condiciones generales de la producción, la circulación y el cam­bio-, la acumulación de capital y las políticas urbanas del Estado se combi­naron para que los demás procesos económico-sociales que constituyen "ventajas de aglomeración" se reprodujeran concentradamente.

Los recursos naturales localizados territorialmente, impusieron la ubi­cación territorial de la minería, la transformación primaria de materias primas y la generación de valores de uso que son condiciones generales (energía eléctrica o agua potable y de riego) y de las infraestructuras y ser­vicios requeridos por esta producción, y la correlativa fijación territorial de la fuerza de trabajo necesaria, dando lugar al rápido surgimiento y desarro­llo de nuevos centros urbanos: ciudades petroleras y de refinación y, en las décadas recientes, petroquímicas en México, Venezuela, Ecuador y Colom-

16 Ciudad de México, Bogotá, Caracas, Lima, Santiago, Buenos Aires, Río de Janeiro, entre las capitales; Barranquilla y Guayaquil entre los puertos; Sao Paulo, Monterrey, Medellín y

Cali como centros comerciales.

54 • Emilio Pradilla Cobos

lila, mineras (cobre, estaño, mineral de hierro y siderurgia) en México,< IiiIií, liolivia, Colombia, Perú, Venezuela, Brasil: hidroeléctricas en Méxi- i ii, Venezuela, Brasil-Paraguay, etcétera. Algunas de estas implantaciones dieron lugar a la creación de grandes aglomeraciones con una participa- i ii m muy importante del capitalismo de Estado: Chimbóte en Perú, Paz del lili i en Colombia, Ciudad Guayana en Venezuela, Ciudad Lázaro Cárdenas en México.

I lespués de la primera ola de industrialización, desarrollo agrario y urbanización, la industria de bienes de consumo inmediato se desplazó hacia los centros urbanos que actuaban como nudos de intercambio mer- ' miil para la agricultura capitalista o la industria, o a centros administrati- vi ni secundarios y, por ello, polos de la migración campesina.

I )esde mediados de la década de los sesenta, la producción industrial ite i irientó hacia las ramas de bienes de capital primarios, intermedios (par­len y piezas), de consumo semidurable (electrodomésticos, automóviles, equipo de oficina), y en los setenta, hacia la expansión del ensamblaje o nni<iuila para exportación. Esta desconcentración ocurrió cuando las venta- |m:i de aglomeración en las grandes ciudades empezaron a ser contrarres- i íidas por los costos generales y las contradicciones que el crecimientoi - plosivo generaba, el precio de la mano de obra subió por los sobrecostos urbanos, se alcanzó un cierto nivel de homogeneización y ampliación terri- lurial de las ventajas relativas de la concentración.

111 Estado, presionado por las exigencias de creación de condiciones generales impulsó entonces políticas de descentralización (creación de iiurredores, ciudades y parques industriales, zonas francas, exenciones1 1 1 binarias y arancelarias, créditos preferenciales, etcétera); la nueva inver- mIi'iii tendió a localizarse en ciudades "intermedias" interiores o fronteri- /,mh,17 puertos, o en los sistemas urbanos generados por el doble movi­miento de concentración y dispersión de las grandes ciudades, las llamadas Vi murbaciones".

I ,a concentración y centralización del capital determinó la de la fuerzai le 1 rabajo y sirvió de polo orientador a la migración campesina, condenada liiir la estrechez del mercado de trabajo a permanecer como gigantesco

l;La industria maquiladora de exportación en la frontera norte de México con Estados Unidos, o la industria que se localiza en las áreas metropolitanas del centro de México, en Inri id a la Zona Metropolitana del Valle de México, y la urbanización que generan, son ejem- |i|i im significativos.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 55

Page 22: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

ejército industrial de reserva, a reproducirse mediante la realización de mi­serables e infrahumanas actividades de subsistencia: mendicidad, ambu- lantaje, servicio doméstico o lumpenización [Pradilla, 1987: caps. 2 y 4).

La ampliación de la frontera agraria (territorial, social y del capital), la generalización de las relaciones mercantiles, el crecimiento de la vialidad y los medios de transporte, la expansión rápida del mercado interno y la articulación y homogeneización del territorio, fueron disolviendo las econo­mías regionales precedentes, destruyendo las antiguas regiones, aunque sin llegar a liquidar la "cuestión regional", alimentada por la subsistencia, sobre todo en los países donde su peso relativo era muy importante, de la "cuestión indígena", combinada a la campesina, como supervivencia y re­producción de formas de producción precapitalistas, y el desigual desarro­llo de las capitalistas que mantiene formas muy atrasadas en el campo (De Oliveira, 1982: caps. I y IV).

En Argentina y Uruguay, la vía prusiana, junker o gran terrateniente (Lenin [1907] s/f: 26; Kalmanovitz, 1978; cap. VII; Pradilla, 1981: 78), de desarrollo capitalista en la agricultura, dominada por la gran estancia ga­nadera o cerealera, avanzó desde sus inicios en ausencia de población in­dígena y esclava y con una reducida cantidad de pequeño campesinado parcelario libre, formándose un proletariado agrario en buena medida pro­veniente de la migración europea.

En los demás países del área, el desarrollo capitalista se llevó a cabo con la significativa presencia de formas precapitalistas de propiedad y posesión de la tierra, y producción: comunitaria degradada y subordinada, hereda­da de la época precolombina y la colonia; aparcería y peonaje acasillado semiservil en las grandes y medianas haciendas; y pequeña propiedad y producción campesina independiente, el minifundio. Su forma específica fue y sigue siendo la gran explotación resultante de grandes haciendas libera­das de aparceros y arrendatarios por los latifundistas y transformadas en unidades capitalistas bajo su dirección, o rentadas a la burguesía agraria; la resultante de la apropiación legal o ilegal de tierras baldías o públicas en la colonización de selvas y llanuras periféricas;18 o la conformada a partir

18 Después de la independencia de España, la transferencia de las grandes propieda­des de los colonizadores a los criollos; la distribución de tierras a los caudillos y héroes do la Independencia en premio por sus hazañas; las tierras expropiadas a la Iglesia mediante la desamortización de ios bienes de manos muertas, vendidas a propietarios privados por las repúblicas nacientes; los latifundios formados durante la expansión de la frontera agrícola

56 • Emilio Pradilla Cobos

He ln concentración pacífica o violenta de las tierras de las comunidades Indígenas o los minifundistas.

Ln la penetración capitalista en el campo se combinaron como formasliberadoras" o expulsores de fuerza de trabajo: a) la expropiación violenta

ii por la vía del mercado, de las tierras de propiedad individual o comuni- i a na, o usufructuadas por los arrendatarios y aparceros, y de sus preca- riun medios de producción; h) la proletarización o semiproletarización, en ei hnliciones más agudas de explotación que en la industria, de una parte i le li is campesinos liberados: c) la pauperización constante y creciente del ' ampesinado no expropiado, arrinconado en las tierras menos fértiles y man difíciles de explotar, presionado por el crecimiento demográfico y la lien neia que jibarizan las parcelas, la sobreexplotación de la tierra durante Mirlos y el subempleo de la mano de obra familiar, la mala ubicación en i elación a los mercados urbanos, la competencia desigual con la agricultu- ra capitalista en el mercado interno o internacional, la imposibilidad deli ambio técnico por la ausencia de excedente reínvertible, y el sometimien-ii • 1i usureros prestamistas, mercaderes locales y socios productivos y co- 1 1 H 'reíales agiotistas; y d) la modernización de la producción capitalista que reemplaza obreros por nuevas máquinas, semillas mejoradas, fertilizantes \ | ii mi icidas, etcétera.

!¡urgía así la superpoblación relativa (Pradilla, 1987: cap. IV) que alimen- i" entonces a la colonización de la frontera agrícola, la migración a las i H H ludes, el semiproletariado agrario transhumante, y el que temporal o permanentemente emigra hacia países vecinos de mayor desarrollo relati- vi i (México hacia Estados Unidos, Centroamérica a México y Estados Uni-ili in (¡olombia hacia Venezuela, Paraguay y Bolivia hacia Argentina y Bra- "il I l’or su carácter opresivo, la vía terrateniente ha sido la más expulsorai h 11 icrza de trabajo, lo que explica la rapidez del proceso de urbanización; |*i ir el contrario, experiencias más democráticas como el ejido mexicano||HW> de la revolución-, tienden a retener la población campesina, dando

lile,ai a una relativamente más lenta descomposición del campesinado y a lina mrts pausada migración a las ciudades, lo que no significa niveles su- jliM li ires de ingreso ni mejores condiciones de vida en el largo plazo.

ii Ih ih mui rucción de vías de comunicación en la segunda mitad del siglo xix, o a lo largo |||i li ni | in ir,esos de colonización, sobre todo en la Amazonia brasileña, peruana, colombia- Iih v i'i iiMtoriana.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 57

Page 23: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Aunque la vía gran terrateniente se llevó a cabo logrando una comple- mentariedad entre los terratenientes y la burguesía agraria, el monopolio territorial permitía a los primeros extraer a los segundos una parte mayor de las sobreganancias obtenidas, bajo la forma de rentas absolutas del sue­lo; y la persistencia de la agricultura campesina en las peores tierras daba a los latifundistas el derecho a rentas diferenciales I, lo que más adelante se convertirá en un freno a la expansión de la producción agraria y, desenca­denada la crisis agrícola, encarecerá los bienes de consumo del proletaria­do urbano y las materias primas industriales, obligando a destinar una parte creciente de las divisas obtenidas a la compra de alimentos básicos del exterior. En este marco estructural, la revolución verde, entendida como paquete tecnológico, impulsada a mediados de la década de los cuarenta del siglo xx, lejos de resolver los problemas alimentarios, se convirtió en otra fuerza expulsora de campesinos (Gligo, 1986: 74).

En el terreno de la política, la vía junker fue acompañada de regímenes políticos abiertamente represivos, a los que el campesinado respondió en México, Bolivia, Guatemala, El Salvador y Colombia con movimientos de- mocrático-revolucionarios que cuando llegaron al poder, fueron traiciona­dos, escamoteadas sus conquistas o masacrados; la violencia que acompa­ñó estos procesos, fue otra causa de expulsión o pretexto de extorsión del campesinado. La contradicción entre terratenientes y burguesía no siem­pre se resolvió por este camino; Cárdenas en México, Vargas en Brasil, Perón en Argentina, López Pumarejo en Colombia, y Haya de la Torre en Perú fueron, en momentos y grados diferentes, expresión de movimientos nacionalistas, antiimperialistas, democráticos, que en el poder jugaron el papel de bonapartes más o menos progresivos, cuyo objetivo era obtener las condiciones económicas y políticas para el proyecto de desarrollo capi­talista, aun al precio de rupturas del bloque burgués-terrateniente, o de) sacrificio de alguno de sus sectores o estratos (Cueva, 1977: cap. 8).

Estas condiciones estructurales explican el hecho de que el crecimien­to de la agricultura haya sido muy inferior al de la industria durante el periodo analizado (cuadro 2), con los consecuentes frenos a la acumula­ción de capital: a) expansión limitada de las exportaciones, por baja conv petitividad en calidad y precio, frente a un crecimiento mucho mayor de Iíih importaciones con destine a la industria, constituyéndose así el déficit es­tructural de la balanza comercial; b) ritmo lento de reducción del valor do

58 • Emilio Pradilla Cobos

la'i materias primas industriales y los alimentos para los asalariados, frenan- i li m 'I crecimiento de la plusvalía por la vía relativa; c) desabasto de la indus- i na, obligando a la importación de materias primas agropecuarias; d) tenden- i m i inflacionarias derivadas de la insuficiencia de la producción agraria ln me a la demanda industrial y de los consumidores; e) crecimiento de la ni realdad de importar alimentos, sustrayendo estos recursos a la importa- i ii ni de medios de producción para la industria; f] finalmente, lo fundamen­tal d< !s< ‘tnpleo y miseria creciente del campesinado y el proletariado agrícola,I'I' ii|in‘ando la expansión del mercado interno de productos manufacturados , an.ri 'pecuarios, migración y crecimiento urbano muy rápido.

I .a pérdida de dinamismo de la industrialización a fines de la década de li mi cincuenta, a la cual no fueron ajenas las contradicciones de la vía gran n rraicniente de desarrollo de la agricultura, mayoritariamente responsa­b l e d e l a obtención de las divisas necesarias para las importaciones, y la i "> i ili isión en casi todos los países de movimientos guerrilleros rurales, de iimv diferentes ideologías y composiciones de clase, fueron enfrentadas un i liante un limitado reformismo burgués apoyado por Estados Unidos y mii Mhinza para el Progreso, el cual aprobó leyes de Reforma Agraria margi- flMltm c ineficientes, y abrió la discusión, rápidamente clausurada, sobrelii t i mas Urbanas que nunca llegaron a aprobarse.

Bln embargo, la acumulación volvió a ganar dinamismo a partir de HUlH t, con un movimiento cíclico pero ascendente, hasta 1974. El auge fue ■lliilcnlilo por el flujo de capital extranjero trasnacional que se invirtió en lllicvau ramas, más dinámicas, de la producción como electrodomésticos,

■^Inmóviles y algunas áreas de partes, maquinaria y equipo poco comple- jliH y la expansión del capitalismo de Estado en la industria básica (petró- |ih i peirciquímica, siderurgia y otras ramas de la minería), alimentados con

■ (tl'i'illto externo, cuyo monto creció de 6,600 millones en 1960 a 34,300 nilliihea de'dólares en 1974.

A pesar de que todo el proceso de industrialización se realizaba en con- Pltjniici! de explotación salvaje de la fuerza de trabajo y de creciente mise- i ln ilc las masas urbanas, la burguesía y sus regímenes políticos, ante la

■hllln 1 1*' la tasa de ganancia y el agotamiento del modelo, volvieron a romper ■t VMl lait países su propia legalidad burguesa mediante golpes de Estado o ■pilViiiiiiInrito del autoritarismo, para doblegar las luchas obreras, campe- l||Hn \ universitarias e imponer la sobreexplotación a los trabajadores,

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 59

Page 24: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

cuyo mantenimiento condujo a una fuerte depresión del salario real y al consiguiente incremento del plusvalor. Combinando la pauperización abso­luta y la relativa, se mantuvieron elevadas tasas de crecimiento hasta me­diados de la década de los setenta; se hablaba entonces de los milagros económicos en Brasil, México, Colombia y otros países, calificados por Kal­manovitz como desarrollo represivo acelerado (Kalmanovitz, 1977: 91 y ss.; Cueva, 1977: cap. 12; Dos Santos, 1976).

Es este el periodo denominado por algunos analistas como de urbani­zación acelerada (Singer [1973] 1975). En él se revierte la proporción entre

Cuadro 4América Latina: participación de la población urbana

y rural en la total, 1950-2000

1950 1960 1970 1980 1990 2000

Total 100 100 100 100 100 100

Urbana 41.0 49.3 57.4 65.4 72.1 76.8

Rural 59.0 50.7 42.6 34.6 27.9 23.2

Fuente: habitat, "Global Report on Human Seettlements", tabla 1, onu, 1986.

Gráfica 2 América Latina

Población total, urbana, rural, 1950-2000

□Población total + Población urbana OPoblación rural

Fuente: habitat "Global Report on Human Settlements", ONU, 1986.

60 • Emilio Pradilla Cobos

población "urbana" y "rural"™ (cuaaro 4), pasando la primera a dominar mibre la segunda. Como resultado de las migraciones hacia las ciudades, la población rural estabiliza su crecimiento en términos absolutos, mien- ii'ai; la urbana y la total crecen rápidamente (gráfica 2). Las tasas de creci- nilento de la población total descienden lentamente, alejando el fantasma i Ir la "explosión demográfica" que fue utilizado durante años por los ideó- li >m< is de derecha para explicar la persistencia de la pobreza de las masas

Gráfica 3 América Latina

Tasas de crecimiento poblacional, 1950-2000

■ Total • Urbana + Rural

Fuente: habitat "Global Report on Human Settlements", onu, 1986.

19 El criterio empírico tradicional y generalizado de considerar como "población urbana" /i la localizada en aglomeraciones de más de 1,500 o 2,500 habitantes, según los casos, no nos parece correcto; sin embargo, muchas fuentes estadísticas difíciles de sustituir, lo utilizan, por lo que no tenemos más remedio que recurrir a ellas.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 61

Page 25: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Cuadro 5América Latina: tasas de crecimiento de la población total,

urbana y rural, 1950-2000

1950/1960 1960/1970 1970/1980 1980/1990 1990/2000

Total 2.7 2.7 2.4 2.2 1.9

Urbana 4.6 4.2 3.7 3.2 2.6

Rural 1.2 0.9 0.3 0.1 0.1

Fuente: habitat, “Global Report on Human Seettlements", tabla 1, onu, 1986.

en pleno auge económico; las de la población rural presentaron una brus­ca caída, hasta llegar casi al punto en que empezaría el decremento en términos absolutos, y las de la urbana, altas en la década del cincuenta, iniciaron un lento descenso.

Cuadro 6América Latina: población urbana en localidades

de más de 10,000 habitantes y participación de los grupos en el total(en miles]

1950 1960 1970 1980 1990 2000

Pob. Urbana 67,707 106,909 162,891 236,507 325,748 421,335

% 100 100 100 100 100 100

Más de 4'000,000 5,251 22,052 33,089 51,699 89,016 118,448

% 7.8 20.6 20.3 21.9 27.3 28.1

3'999,999/2'000,000 9,285 0 10,380 23,214 27,493 42,821

% 13.7 0.0 6.4 9.8 8.4 10.2

1'999,999/1'000,000 4,688 11,214 14,043 17,611 30,857 42,696

% 6.9 10.5 8.6 7.4 9.5 10.1

999,999/500,000 3,444 7,873 11,656 19,757 28,997 32,666

% 5.1 7.4 7.2 8.4 8.9 7.8

499,999/250,000 6,049 7,008 12,807 19,727 20,820

% 8.9 6.6 7.9 8.3 6.4

249,999/100,000 6,293 10,234 15,884 15,918

% 9.3 9.6 9.8 6.7

Pob. restante 32,7696 48,528 65,030 88,581

% 48.3 45.4 39.9 37.5

Fuente: habitat, "Global Report on Human Settlements", tabla 5, onu, 1986.

62 • Emilio Pradilla Cobos

Cuadro 7América Latina: número de localidades por tipo de tamaño

de las localidades urbanas y participación de los grupos en el total,1 1950-2000

1950 1960 1970 1980 1990 2000

Total de localidades 71 114 176 205 146 102

% 100 100 100 100 100 100

Mán de 4'000,000 1 4 4 5 9 11

% 1.4 3.5 2.3 2.4 6.2 10.8

. l'í)99,999/2'000,000 3 0 4 8 10 15

% 4.2 0.0 2.3 3.9 6.8 14.7

1 'í)99,999/l'000,000 4 8 10 13 23 31

% 5.6 7.0 5.7 6.3 15.8 30.4

'11)0,999/500,000 5 12 17 27 43 45

% 7.0 10.5 9.7 13.2 29.5 44.1

499,999/250,000 17 20 37 56 61

% 23.9 17.5 21.0 27.3 41.8

249,999/100,000 41 70 104 96

% 57.7 61.4 59.1 46.8

Fuente: habitat, "Global Report on Human Settlements", tabla 5, onu, 1986.

Asumiendo que durante este periodo (hasta 1980), las ciudades de mim de 100 mil habitantes concentraban la totalidad de la actividad manu- i . ñ u irera significativa, la mayor parte de la comercial, bancaria, burocráti- ui y de servicios, y el empleo directamente generado por las relaciones ' apitalistas, tenemos que las 71 existentes en 1950 concentraban el 21.24 pui' ciento de la población total; las 114 de 1960, el 26.93 por ciento; las i ‘/(i de ,1970, el 34.53 por ciento; y las 205 de 1980, el 40.93 por ciento.

I .as 27 mayores ciudades (de más de un millón de habitantes en 1980), que concentraban la mayoría, cuantitativa y cualitativa, de las industrias di­námicas, alojaban, en los mismos años, el 13.2; el 16.5; el 20.3 y el 24.9 por i lento del total de la población. Ellas registraban tasas de crecimiento mucho mayores que el resto de las ciudades, aunque mostraban también una ten- i li •ncia a la baja, como consecuencia de la caída de la tasa media general de i n 'cimiento poblacional y la modificación de la relación entre el crecimiento vegetativo de la población urbana y el proveniente de la migración.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 63

Page 26: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Cuadro 8América Latina: población urbana de las ciudades con más de un millón de habitantes para 1980

y tasas de crecimiento promedio anual, 4950-2000 (en miles]

Ciudad 1950 Tasa 1960 Tasa 1970 Tasa 1980 Tasa 1990 Tasa 2000

Ciudad de México 2,967 7.2 5,121 7.5 8,997 6.7 15,032 5.2 22,855 3.5 31,025

Sao Paulo 2,483 7.9 4,451 8.0 8,027 6.8 13,541 4.6 19,892 2.9 25,796

Río de Janeiro 2,737 6.3 4,472 5.8 7,074 5.0 10,653 3.8 14,729 2.8 18,961

Buenos Aires 5,251 3.1 6,925 2.2 8,469 1.9 10,084 1.3 11,445 0.5 12,104

Bogotá 633 10.0 1,309 11.0 2,776 9.7 5,493 6.1 8,892 3.1 11,663

Lima 1,091 6.1 1,757 6.6 2,934 5.9 4,682 4.4 6,762 3.2 8,930

Santiago 1,349 4.4 1,950 4.8 2,889 1.9 3,448 1.5 3,977 2.6 5,036

Caracas 702 9.0 1,335 5.8 2,111 4.6 3,093 3.5 4,198 2.4 5,209

Belo Horizonte 374 9.7 740 10.0 1,543 9.3 2,987 6.0 4,797 3.4 6,471

Guadalajara 471 7.9 847 8.4 1,565 7.6 2,762 5.9 4,392 4.0 6,170

Recife 660 5.8 1,045 5.8 1,659 5.1 2,516 4.0 3,535 3.1 4,666

436 ai 792 8.3 1.451 7.2 2,502 5.0 3,775 3.3 5,049

MocoerreyEl Salvador

Santo Domingo

Cali

Brasilia

Fortaleza

Montevideo

Barranquilla

San Juan de PR.

Guayaquil

Córdoba

Guatemala

263

991

307

489

258

419

406

8.5

1.8

5.4

1.5

1.5

4.0

3.3

35£: liD 914 13.0 - - - - 7.8 3.772 3.8 5.212

729 7.3 1.264 6.6 2,109 5.4 3,260 4.0 4,575

661 6.4 1,087 5.6 1,702 4.3 2,443 3.3 3,258

464 9.3 900 8.4 1,661 6.7 2,783 5.0 4,176

529 8.0 954 6.8 1,606 4.9 2,402 3.1 3,165

142 25.0 510 21.0 1,605 11.0 3,390 4.3 4,853

487 8.6 906 7.5 1,586 5.2 2,422 3.5 3,270

,175 1.1 1,312 0.9 1,439 0.9 1,574 0.7 1,687

473 6.2 767 5.9 1,221 4.5 1,775 3.1 2,336

564 5.2 858 4.0 1,205 2.7 1,535 1.2 1,731

461 5.8 730 4.9 1,093 4.9 1,638 4.4 2,370

590 3.5 800 3.1 1,051 2.2 1,285 1.0 1,426

544 3.4 733 3.6 1,004 4.1 1,425 4.6 2,084

Fuente: onu, "Population Studies". Núm. 68. Modalidades de crecimiento de la población urbana y rural, cuadro 48, pp. 142-146.

Page 27: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

En la década de los setenta, empezó a cristalizar la combinación de ln expansión y densificación de las redes y sistemas de condiciones generalc» de la reproducción de la íormación social, la homogeneización relativa del territorio en términos de ventajas relativas de aglomeración, la concentra ción de la población y la actividad económica, y el desplazamiento de in dustrias y otras actividades económicas hacia ciudades "intermedias", lo cual dio lugar a: la apariencia de un proceso de descentralización, que no modificaba el hecho de que las más grandes ciudades seguían teniendo una dinámica mayor en todas las variables que expresarían su lugar en la acumulación capitalista. Igualmente se manifestó la conformación de conur baciones, megalópolis, o más exactamente, sistemas urbanos regionales resul tantes de la integración territorial de varias ciudades y localidades agrarias antes separadas, teniendo como elemento estructurador a la aglomeración de mayor dinamismo en la acumulación capitalista y la concentración pobla- cional, en una trama imbricada en la que las discontinuidades reales desapa­recen o se debilitan, para conformar una verdadera unidad territorial.

Puesto que las ciudades que integran estos sistemas han sido las re­ceptoras de una parte importante de las industrias "descentralizadas" o "relocalizadas", podemos llegar a la conclusión de que las políticas estata­les de "descentralización" y "desarrollo equilibrado" puestas de moda entre la tecnocracia y la burocracia a fines de la década de los sesenta, en reem­plazo o en apoyo de una planeación urbana básicamente discursiva y de­magógica, con muy pocos resultados reales, tampoco han sido muy efica­ces y sus resultados parecen más ilusiones empíricas que realidades concretas. Los sistemas urbanos en constante expansión eran una nueva manifestación, ampliada, de la concentración y centralización del creci­miento urbano, que expresa el mismo movimiento en el ámbito de la re­producción del capital.

En el periodo, las migraciones campesinas se dirigieron fundamental­mente hacia las ciudades que habían concentrado a la industria y, a su impulso, a lo más significativo de la actividad económica, que se diferen­ciaban netamente del resto de las concentraciones urbanas por las mani­festaciones físicas de la acumulación capitalista: torres de oficinas y hote­les, centros y zonas comerciales, hospitales y universidades, clubes privados y fraccionamientos residenciales, áreas fabriles, grandes infraes­tructuras energéticas, hidráulicas, de vialidad y transporte, etcétera; y

66 • Emilio Pradilla Cobos

limihien, por su cara más oscura: el desempleo y las actividades de sub- Hiuii'iicia (venta ambulante, pepenado de basura, prostitución callejera,.......lindad, robo, etcétera], la multiplicación de barrios populares irregu-lun ti .uitoconstruidos, carentes de vialidad, transporte, infraestructurasv i i'vk ios públicos, en permanente conflicto con el capital inmobiliario, li i inra tenientes, los casatenientes y el Estado convertido en celoso guar­id m i d e sus intereses.

I '.i i estas condiciones, fue natural que emergieran y se multiplicaran los hm'i imiuntos de colonos e inquilinos pobres en casi todas las ciudades de Amé-ii. ,i I, / 1 1 i na, como una nueva forma de defensa y reivindicación de los traba- lili li nvs explotados directa o indirectamente, y oprimidos por el desarrollo i ii|iiinlÍHta semicolonial.20

I ,i i desigualdad del desarrollo capitalista en la agricultura, la industria y luí; condiciones generales déla producción y el intercambio, determinada por ln i nmbinación de las condiciones naturales, históricas (entendidas como Ion | irocesos previos de apropiación del territorio por las formaciones pre- i ni iimlistas, la acumulación originaria, la propiamente capitalista y la lucha di i lases, su eterna compañera), y políticas (incluyendo las distintas inter- Vi'in iones del Estado sobre las estructuras sociales y territoriales), homo- /H iII/,aban y diferenciaban simultáneamente al territorio, apareciendo for­malmente como "desigualdad regional" o "desequilibrio", lo que era n|i|i'iivamente la estructuración diferencial del territorio en función del ci- i I• 1 1 1el capital, materializado en las cadenas productivas y del intercambio, u cuyas determinaciones corresponden la política y la ideología en lo con- i m ío (De Oliveira, 1982).

I jas diferentes intensidades de las relaciones económicas, sociales y polí-iii n:¡ capitalistas y de la lucha de clases que conllevan, generaron también la n Mina desigual y combinada de elementos dominantes (ciudades) del sistema lili nopórtes materiales y sus tendencias de desarrollo que, lenta o rápidamente iic/Miii los países y/o sus diferentes territorios interiores, iban engullendo, liir.indo, la diferenciación campo-ciudad (Pradilla, 1984: cap. IV].

I jas agudas contradicciones urbanas, en particular las que golpeaban illirotamente a los trabajadores, interpretadas por algunos, más moralista

"Sobre los conceptos marxistes de la superpoblación relativa en el campo y la formación lli'l iijrtrcito industrial de reserva en las ciudades, ver Pradilla, 1987: cap. IV; en el capítulo V del llilimio texto, se analizan la emergencia y determinaciones de los movimientos de colonos e liii/ulllno8 pobres.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 67

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que científicamente,21 como signos de una "crisis urbana'', tuvieron su gé­nesis histórica en la onda larga expansiva de la acumulación capitalista semicolonial, y no son una situación transitoria que la modernización vaya resolviendo, como sostienen los marginalistas, sino su expresión estructu­ral, inevitable, creciente e insoluble en este marco social, como lo demues­tra su curso en la fase siguiente, la de la onda larga recesiva.

Economía y territorios en crisis: los efectos de la onda larga recesiva

A finales de la década de los sesenta del siglo xx, cambió el curso ascenden­te de la economía capitalista mundial con una recesión asincrónica y desigual en los países imperialistas. Ésta no se manifestó en las tasas de crecimien­to de las economías latinoamericanas, la mayoría de las cuales aún se en­contraba en el punto más alto de la orgía de acumulación y ganancias po­sibilitada por el desarrollo represivo acelerado impuesto por las dictaduras militares y civiles. Entre 1973 y 1976, la nueva recesión en los países im­perialistas, ahora sincrónica y generalizada, por el contrario, mostró clara­mente sus efectos sobre el curso de las economías latinoamericanas, aunque sin llegar a generar tasas negativas de crecimiento industrial y del pib (Mandel, 1974 y 1980); sin embargo, su impacto fue más dramático en términos de la caída del pib por habitante (gráficas 4 a 7). Los "milagros" económicos latinoamericanos habían llegado a su fin.

Aunque las tasas de crecimiento nunca volvieron a recuperarse, el pib y el pib por habitante siguieron creciendo hasta 1981 y 1980 respectivamente; pero el producto por habitante es una simple medida estadística que está muy lejos de mostrar la situación económica de los trabajadores, si tenemos en cuenta el proceso simultáneo de concentración del capital y el ingreso.

Según Bortz (1985), la explicación de esta desigualdad en los ciclos se encuentra en el flujo de capitales hacia América Latina canalizado a través del crédito externo, cuya acumulación en la deuda externa paso de 16,100 millones de dólares en 1970, a 330,700 millones en 1982, provenientes de las masas de capital-dinero liberadas por la recesión en los países imperia­listas, no reinvertibles localmente e introducidas al mercado financiero

21 Hemos criticado en detalle la concepción de la "crisis urbana" de Manuel Castells, en Pradilla, 1984: cap. v.

68 • Emilio Pradilla Cobos

mundial. A ellas vinieron a añadirse los gigantescos excedentes de capital llnn pctrodólares) procedentes de los países petroleros después de los dos i Iioi/iios del mercado mundial, y los que llegaron directamente a los países 1 1 <'troleros latinoamericanos (Venezuela, Ecuador y, desde 1978, México), *Iui' sin eliminar el recurso al endeudamiento, garantizándolo formalmen- u incrementaron sustancialmente la disponibilidad de capital.

I’or el contrario, los países importadores de petróleo como Brasil, debie- nni aumentar el recurso al crédito para cubrir este nuevo factor de déficit i nmercial. El crédito fácil y a bajas tasas de interés, era abundante y losI minos del tercer mundo, sobre todo los petroleros (México, Venezuela y r.mador, en América Latina) recurrieron copiosa y reiteradamente a él, ii/',uiendo la idea, sintetizada por algún ministro de finanzas latinoamerica- m i, de que era un error no pedir dinero prestado (Guillén, 1984: cap. 2; Mandel y Jaber, [1974-1975] 1977).

I ja empresa privada nacional y transnacional y los gobiernos latinoame­ricanos utilizaron el crédito para impulsar la industrialización orientada hacia la producción de electrodomésticos, electrónicos (se iniciaba enton- ccit el boom de las microcomputadoras), automóviles y otros bienes deI I insumo duradero de las capas adineradas. Igualmente, sirvió para finan- ' iar el inicio de la maquila o ensamblaje de productos para exportación a los países desarrollados, elaborados con partes provenientes de esos mis­mos países y utilizando trabajo barato e intensivo, caracterizada por Kal­manovitz como la exportación de trabajo sobreexplotado, en un proceso de imwnnización de América Latina que, sin embargo, reproducía sólo los vi- don y no las "virtudes" del camino seguido por los países del sudeste a ni ético en la década anterior (Fajnzylber, 1983: cap. 2).

Por su parte, el Estado utilizaba el crédito para la creación de las con- iliciones generales de la producción y el intercambio, necesarias para esta expansión, así como para financiar los incentivos y descargas fiscales y arancelarias, y otras ventajas y regalías otorgadas a las empresas privadas, la ampliación acelerada de las empresas petroleras (México en particular)V i itras ramas de la minería básica y de la petroquímica para la exportación, i'l previsible crecimiento industrial y, en muchos casos, para obras públi­cas suntuarias y de prestigio.

La burguesía, por su parte, dio un uso especulativo a gran parte de ente capital: lo retornó en forma de depósitos e inversiones, a los bancos

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 69

Page 29: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

de los países imperialistas, donde nacionales latinoamericanos tenían de­positada, hacia 1982, una suma muy cacana al monto de la deuda externa. I'.sta masiva fuga de capitales se acentuó a medida que se avecinaba la recesión de 1982.

La búsqueda desaforada de dólares llevó también al impulso de las exportaciones agropecuarias, aun a costa del consumo interno y del incre­mento del déficit de la balanza comercial agropecuaria, para sustituirlas (casos de Colombia y México con la carne, algunos granos y otros produc­ios], Sin embargo, los productos agropecuarios y manufacturados de ex­portación se enfrentaban ya a la legislación proteccionista que, a raíz de las recesiones, ponían en práctica los países capitalistas desarrollados, en par­ticular Estados Unidos, cliente privilegiado de las exportaciones latinoame­ricanas. El turismo de gran lujo para extranjeros fue otro de los filones apoyados masivamente durante este periodo de las "vacas gordas"; Méxi­co fue también un buen ejemplo en este rubro.

Se trataba, sin embargo, del último ciclo expansivo de la onda larga anterior, de corta duración (1976-1979) y poca intensidad, que abría el ca­mino a la explosión violenta de las contradicciones congénitas de las eco­nomías latinoamericanas, en particular de las semindustrializadas, y a la vez, del primer ciclo corto de la onda larga recesiva en la que aún se en­cuentra sumida la región.

Las tendencias del proceso de urbanización en estos años parecen ser bastante claras. Los grandes proyectos industriales y turísticos definían las áreas de desarrollo en la planeación indicativa dominada aún por las con­cepciones del desarrollo regional equilibrado y de la polarización del desarro­llo (Perroux, 1964; Rostow, 1963; Hirschnman, 1964). Estas áreas fueron convertidas, al menos en los textos, en las receptoras fundamentales de la inversión estatal en infraestructura, inversión directa y crédito a las em­presas privadas, así como en polos de migración campesina, a pesar de que eran incapaces de absorber a toda la mano de obra que llegaba a ellas, en muchos casos ubicadas en regiones remotas.

Las grandes empresas y las obras públicas de soporte rompían y des­truían masivamente la naturaleza, sobre todo en el trópico húmedo, desor­ganizaban y descomponían la producción campesina parcelaria o comuni­taria, a cuyo relevo llegaba el capital agrario. Por último, los asentamientos urbanos que se ubicaban en estas áreas, crecían explosivamente, acumu-

70 • Emilio Pradilla Cobos

Gráfica 4 América Latina

Evolución del pib, 1970-1986

Años pib total

Fuente: cepal, "Balances preliminares de la economía Latinoamericana”, en Comercio Exterior, México.

laban penurias y necesidades ante una muy limitada inversión estatal en la creación de condiciones generales de la reproducción de la fuerza de trabajo, consideradas secundarias por el Estado.22

El pregonado desarrollo regional equilibrado se convirtió en su opues­to: un drenaje de recursos naturales, explotados irracionalmente para obtener rentas del suelo y mantener la acumulación capitalista en su conjunto, la succión de plusvalía extraída en condiciones de sobreexplo- tación a los trabajadores, y el deterioro de las condiciones de vida de los habitantes.,

A raíz de la recesión de 1973, que en los países capitalistas avanzados golpeó ramas enteras de la producción industrial de gran importancia es­tratégica, como la siderurgia, la industria naval y la automotriz, el gran capital transnacional puso en marcha un conjunto de políticas que confor-

82 Es extensa la bibliografía acerca de los impactos sobre la urbanización y el medio am­biente, causados por los grandes proyectos mineros, hidroeléctricos e industriales de Lázaro Gárdenas-Las truchas y la zona petrolera del Golfo de México en México, Ciudad Guayana en Venezuela, la presa de Itaipú en Paraguay, entre otros.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 71

Page 30: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

marían lu reestructuración del capitalismo a escala mundial, las cuales han tenido grandes impactos sobre las economías y los territorios de la región (para el caso mexicano, ver Gilly, 1988; Pradilla, 1989].

En primer lugar, la relocalización e integración transnacional de los procesos de producción, una parte de los cuales están siendo desplazados, bajo la forma de maquila, hacia los países semicoloniales de Asia y Améri­ca Latina con ventajas relativas como la mano de obra barata (sobre todo en áreas campesinas o urbanas atrasadas, con poco desarrollo sindical], el control gubernamental o patronal sobre los sindicatos y las luchas de los trabajadores, una jornada laboral más larga, menores prestaciones socia­les, precios más bajos de las materias primas, dotación de infraestructuraso subsidio por parte del Estado de aquellas que constituyen materias pri­mas o auxiliares de la producción, incentivos y concesiones arancelarias y

fiscales, etcétera.En el mismo sentido del abaratamiento de los costos salariales, aunado

al incremento de la productividad del capital, apunta la modernización de los procesos productivos mediante la robotización, la cibernetización y la flexibilización (disminución de costos y de la fuerza de trabajo), así como la modificación de las condiciones laborales, salariales y de organización del trabajo para debilitar a los sindicatos y liquidar las conquistas logradas durante decenios de lucha.

En América Latina, los más importantes receptores de los capitales norteamericanos, europeos y japoneses han sido Brasil, Argentina y, sobre todo, México por la gran ventaja que le da su contigüidad geográfica con Estados Unidos, el mayor mercado mundial y objetivo para la actividad maquiladora; en particular, los japoneses estaban entonces en proceso de convertirse en los hegemónicos en el mercado mundial a raíz del especta­cular éxito de sus productos, sus tecnologías y sistemas productivos.

La forma "productiva" adoptada es la maquila o ensamblaje intensivo de piezas importadas de las casas matrices o de filiales en otros países, cuyos productos parciales o finales son re-exportados, fundamentalmente en la electrónica, los electrodomésticos, las autopartes y los textiles; se trabaja también con base en una nueva modalidad que sobrepasa a la for­ma anterior: las grandes plantas de producción de partes complejas y en­samblaje automatizado de productos terminales, sobre todo en las ramas de autopartes y automotriz terminal. Un ejemplo significativo es la crea-

72 • Emilio Pradilla Cobos

clon en México de siete complejos de producción de motores y ensaamble iln mitos para exportación (cuatro de ellos en los estados fronterizosis con r.nlndos Unidos), pertenecientes al capital norteamericano, japonés y e euro- pro. listos complejos tienden a constituir cadenas productivas y un ssiste­ma territorial unificado supranacional, con el creado por el nuevo deespla- amiento industrial hacia el sur de Estados Unidos.33 Otros países,¡, con

diversas características, intentan hacer fortuna en otros renglones, irinclu- vendo productos agropecuarios diversos.

I .a llamada "política de promoción de las exportaciones", combirinada con la liberación de las importaciones, que había empezado a inicios dde los ai'lenta, tuvo como decididos promotores a las dictaduras del Cono SSur y lia dado como resultado la desindustrialización acelerada (entre otitros,I ’ajnzylber, 1983: cap. 10). Desde la recesión del 73, esta política fue asuumi-* la por los capitales transnacionales; el inicio de la onda larga recesiví/a en América Latina le dio nuevo impulso y hoy forma parte sustancial dée las políticas neoliberales anticrisis y de la historia económica y territoriaal de dos décadas.

En la década de los setenta, se agudizaron las contradicciones i que llevaron en los ochenta a la fase más crítica de la acumulación de cappital que ha tenido lugar durante el último siglo en los países latinoamericannos: agotamiento brusco del patrón de industrialización por sustitución de imjipor- Iliciones-, internacionalización acelerada del capital; reconcentración moono- pólica en todas las áreas de la actividad económica; reforzamiento dde la crisis agrícola; creciente endeudamiento público y privado con la baanca multinacional y local; rápido crecimiento de las importaciones en las c que aparecen de nuevo, en forma significativa, los medios de consumo innme- diato y suntuario; fuga masiva de capitales hacia los países imperialistjtas; aumento del déficit de la balanza de pagos,- y aceleración de los proceesos inflacionarios: la tasa anual de inflación en la región pasó de 12.2 por emen­to en 1970, a 56.1 por ciento en 1980.a4 Esta crisis ha transcurrido enn el marco de una economía mundial sumida en una fase recesiva, en la qque

23Ver mis artículos sobre el tema, publicados en el diario Unomásuno, de la ciudadd de México, desde septiembre de 1986.

24 La información estadística proviene de la serie histórica de informes preliminaares anuales sobre la economía latinoamericana, elaborados por la Comisión Económica ppara América Latina, y publicados por la revista Comercio Exterior, del Banco Nacional de Corrmer- oio Exterior de México.

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Page 31: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Gráfica 5 América Latina

Evolución de tasa de crecimiento pib

I I I I I I I I I I----1---1---1--- 1---1---1----11970 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 83 83 84 85 86 87

Años

Fuente: cepal, "Balances preliminares de la economía latinoamericana", en Comercio Exterior, México.

las cortas y débiles recuperaciones son incapaces de compensar las largas y profundas recesiones.

En 1981-1982 la economía capitalista mundial cayó en la más profunda recesión de la posguerra, comparable sólo a la Gran Depresión de los años treinta. La sobreproducción en los países productores y las medidas de control del consumo en los compradores, determinaron una caída vertical de los precios del petróleo, la cual empujó y potenció la del resto de las materias primas agropecuarias y mineras de exportación de los países atrasados, ya declinantes, agudizando la contradicción estructural de la balanza comercial. La banca multinacional cerró los grifos del crédito fácil, abundante y barato, elevó las tasas de interés y puso gravosas condiciones en la negociación del servicio de la deuda y la concesión de nuevos crédi­tos para cubrirla, llevando a los deudores a la insolvencia y colocando al Fondo Monetario Internacional en una posición de fuerza para imponer las políticas económicas de corte neoliberal y monetarista.

74 • Emilio Pradilla Cobos

Gráfica 6 América Latina

Evolución del pib por habitante

Añosrúente: cepal, "Balances preliminares de la economía latinoamericana", en Comercio Exterior,

Minino.

I ,a fuga de capitales se aceleró en toda la región, alcanzando magnitu- ilrn muy próximas a las de la deuda externa. La acentuación del proteccio-

i in uno en los países desarrollados colocó en crisis a la minería, la manu-11 ii aura y la agricultura de exportación, y en la imposibilidad de suministrar I/ih divisas necesarias para mantener al aparato productivo en marcha. La producción industrial inició su caída, arrastrando tras de sí al conjunto de la actividad económica (gráficas 4 y 5). Las devaluaciones de las monedas nacionales frente a las divisas fueron abruptas y cotidianas y, junto con oíros factores, determinaron una aceleración irrefrenable de la espiral in- llacionaria: la tasa anual de inflación alcanzó en 1985 el récord de 275.3 por ciento, para luego bajar, en 1986, y volver a iniciar el ascenso el año inguiente. El incremento del desempleo abierto, la congelación salarial me­diante topes de aumento inferiores a los del costo de la vida, y la inflación c.tindujeron al rápido descenso de la capacidad de compra de las mayorías, la retracción del mercado interno y su correlato, la contracción en cadena de la producción industrial y agraria.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 75

Page 32: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

Gráfica 7 América Latina

Tasas de crecimiento pib por habitante

Años

Fuente: cepal, 'Balances preliminares de la economía latinoamericana”, en Comercio Exterior, México.

Aunque los regímenes políticos dictatoriales hicieron crisis en Argenti­na, Brasil, Uruguay, Perú, Ecuador y algunos países caribeños y centro­americanos, impactados por sus contradicciones internas y la movilización popular, los regímenes democrático-burgueses semicoloniales que los re­emplazaron se enraízan claramente en la corriente conservadora -neolibe­ral- que domina en los países imperialistas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania Federal, Japón, Francia con Chirac, etcétera] y en las dictaduras militares de la región desde la década anterior, y con la coordinación y presión de la banca multinacional y el fmi, ponen en marcha la lucha con­tra la crisis mediante políticas económicas contraccionistas, ideológica­mente sustentadas en la contrarrevolución antikeynesiana monetarista.

Para esta corriente, que define como enemigo principal a vencer, a la inflación elevada formalmente de síntoma de la crisis a enfermedad, la re­ceta para todos los males son las políticas de ajuste o de austeridad. Como

76 • Emilio Pradilla Cobos

mrle de la misma reflexión anterior, condena la intervención del Estadoii ir medio del gasto público, y al sector estatal de la economía como culpa- iIch fundamentales de la inflación.

I.os ejes de las políticas neoliberales de choque anticrisis han sido:

/t) Privatización acelerada de las empresas paraestatales, mediante su venta en barata al gran capital local y transnacional o su cambio por bonos de la deuda externa, y liquidación de los organismos no trans- feribles, hasta reducir el sector estatal a ramas o unidades que no compitan con la iniciativa privada o en las que esta no tenga interés alguno en intervenir por considerar que están en decadencia o requie­ren de inversiones y subsidios que no está interesada en asumir.

b) Penetración del capital privado local y extranjero en la creación y gestión de las condiciones generales de la producción y el intercambio, como carreteras, puertos, aeropuertos e instalaciones ferroviarias, en las comunicaciones y los medios de transporte hasta ahora gestio­nados por el Estado; así como en condiciones generales de repro­ducción de la población tales como educación, salud, recreación, recolección y reciclaje de desechos. La vivienda popular, antes a cargo de organismos estatales, se somete ahora plenamente a las condicio­nes de funcionamiento del mercado capitalista, es decir, a la fijación oligopólica de los precios y a la rentabilidad.

c) Reducción acelerada del gasto público en el denominado "sector so­cial" y su aplicación, fundamentalmente, en la creación de infraes­tructura para la producción y el cambio, el financiamiento preferen- cial y subsidiado al sector privado y el pago de la deuda externa e interna, que en la mayoría de los casos se ha convertido en el rubro fundamental del presupuesto estatal al que se destina la mayor parte de las divisas obtenidas por la exportación, a pesar de lo cual no se logra responder a las exigencias de la banca acreedora ni se evita que siga creciendo, aunque sea un poco más lentamente: en 1987 la deuda externa latinoamericana llegó a 410 mil millones de dólares.

d) Austeridad salarial consistente en otorgar a los trabajadores aumen­tos salariales inferiores al crecimiento de los precios de los productos básicos, con el fin de reducir el salario directo y, junto a la reducción simultánea del salario indirecto o diíerido, lograda mediante la contrac­

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Page 33: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

ción del gasto social, disminuir el salario real, reducir el valor de la fuerza de trabajo e incrementar el plusvalor por la vía absoluta y, por tanto, las ganancias de los empresarios.

e) Desmantelar las conquistas obreras mediante la liquidación o el de­bilitamiento de los sindicatos y la supresión de los contratos colecti­vos de trabajo y de las conquistas salariales y extrasalariales obteni­

das en la fase expansiva de la economía.

El carácter abiertamente recesivo de estas políticas, sumado a las fuerzas contraccionistas de la crisis, no se oculta a nadie y, paradójica­mente, es publicitado como uno de sus logros. Sin embargo, luego de siete años de aplicación de la política, no se logran controlar los efectos fenomenológicos de la crisis, ni mucho menos sus determinantes estruc­turales. La prueba contundente la está dando el fracaso de los drásticos planes de choque para controlar la inflación, convertida en el estado natu­ral de las economías, con su carga de miseria, y sin que se encuentren salidas al problema de la deuda externa, el mayor canal de drenaje de la

renta nacional.De una forma u otra, estas políticas anticrisis han sido aplicadas por

todos los países latinoamericanos, sea con gobiernos dictatoriales o con democráticos semicoloniales, y sus efectos sobre los sectores mayorita-

rios de la población son ya evidentes:

• Incremento acelerado del ejército industrial de reserva, al cual se aña­den los emigrantes campesinos, expulsados por la profundización de la crisis agraria, y el creciente desempleo abierto (quienes tenían em­pleo y lo perdieron y los nuevos demandantes no absorbidos], gene­rado por la recesión y las políticas anticrisis, cuya supervivencia de­pende de la realización de actividades de subsistencia improductiva o la lumpenización de cantidades crecientes de trabajadores.

• Reducción de los salarios reales de los trabajadores (en magnitudes variables según el país: hasta un 70 por ciento en México, por ejem­plo), de su participación global en la renta nacional y de los ingresos de los no asalariados, en el marco de una disminución brutal del pib

por habitante (gráficas 6 y 7); es decir, se trata de una pauperización

profunda de los sectores populares.

78 • Emilio Pradilla Cobos

• I instrucción programada de las organizaciones defensivas de las ma­sas, encubierta ideológicamente con el manto de la defensa de la planta productiva, el mantenimiento del empleo y la recuperación del crecimiento.

• Regresión en la distribución del ingreso, como manifestación de la concentración del capital, en beneficio de las grandes empresas agra­rias, industriales, comerciales y de servicios y del capital financiero especulativo, hegemonizadas crecientemente por el capital extranje­ro, y que refuerzan su transnacionalización.

• Caída de los niveles de nutrición de las familias trabajadoras, por la retracción del consumo alimentario, avance de las enfermedades en el marco del crecimiento del déficit del sistema de salud pública, y aumento de los índices de mortalidad.

Como una respuesta objetiva de la terca realidad a las "teorías de la dependencia", de derecha o radicales, los países que habían alcanzado un mayor nivel de industrialización, de desarrollo de las fuerzas productivasV de crecimiento capitalista, aparecen como los más golpeados por la cri­sis; también son los que más drásticamente aplican las políticas neolibera­les y menos resultados obtienen de ellas, los que más pauperizan a las mayorías y más barreras estructurales encuentran a la salida del pantano económico.

La crisis y las políticas puestas en marcha por la burguesía y el Estado para superarla, han profundizado las tendencias de la urbanización y sus contradicciones, generadas por el auge de la acumulación de capital, y están determinando el surgimiento de otras nuevas.

El proceso de descomposición de las formas precapitalistas de produc­ción agraria, iniciado en el auge, no se frenó, se profundizó con la crisis al empeorar los términos del intercambio con la producción industrial, dismi­nuir el excedente de los productores y aumentar los costos de los medios de producción, reducirse aún más el escaso gasto público orientado al campesinado parcelario y comunitario, contraerse el mercado interno y externo, y exacerbarse la competencia desigual con la agricultura y la agroindustria controladas hegemónicamente por el capital transnacional.

Ahora, se añaden al proceso las formas capitalistas atrasadas y su peonaje, mientras la reducción de la inversión en la agricultura comercial

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 79

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y las áreas cultivadas, por la carencia de demanda solvente para sus pro­ductos, genera excedentes nuevos de fuerza de trabajo que inflan la super­población relativa, potencian las fuerzas expulsoras e impulsan la migra­

ción interna o internacional, principalmente a las ciudades.La tendencia a la concentración de la actividad económica y la pobla­

ción en los grandes centros urbanos hegemónicos no se detiene. Sus rit­mos de crecimiento siguen siendo mayores que los del resto de las ciuda­des, alimentados por la migración, por la localización centralizada de los capitales y su gestión -dominados por el financiero especulativo-, la exa­cerbación del consumo suntuario de los perceptores de plusvalía en con­diciones de rápida des valorización monetaria, y por las necesidades de

subsistencia de las masas pauperizadas,Sus procesos expansivos forman nuevos sistemas urbanos tentacula-

res, gigantescas telas de araña que integran a nuevas localidades peque­ñas y medianas, reproducen a escala ampliada, en lo cuantitativo y cualita­tivo, la concentración previa y homogenizan las ventajas y contradicciones de la aglomeración. Al mismo tiempo, surgen otros puntos de concentra­ción en las llamadas "ciudades medias", como resultado de la penetración de la maquila en sus dos generaciones, la cual busca niveles salariales más bajos (mediante la proletarización de campesinos y mujeres jóvenes], traba­jadores que tengan menos tradición de organización defensiva, precios del suelo inferiores, localización más adecuada en relación con las fronteras o los puertos y nudos de transporte, y apropiarse de los incentivos de todo tipo otorgados por el Estado en el marco de las políticas de descentraliza­

ción y promoción de las exportaciones.El sistema de soportes materiales en su conjunto y el de ciudades en

particular, cambia su orientación. Su estructuración es nuevamente domi­nada por las fuerzas externas y tiende a organizarse hacia afuera, hacia las áreas de producción para la exportación, hacia la periferia del territorio nacional, los nudos de transporte de exportación e importación y a las

ciudades fronterizas y los puertos.En la otra cara de la moneda, las ventajas y subsidios otorgados al gran

capital consumen una parte importante del disminuido gasto social y limitan la disponibilidad de fondos para atender las necesidades de los sectores ma- yoritarios de la población. El sistema de condiciones generales de la producción y el Intercambio, estructurado y desarrollado en función de esta nueva locali-

80 • Emilio Pradilla Cobos

/ación (que no es descentralización) potencia los efectos de las tendencias desiguales, combinadas y contradictorias de la concentración y la disper­sión de las ciudades y acelera el proceso de homogenización-integración del lerritorio. La lógica de estructuración del sistema de soportes materiales en i ;sta nueva etapa de la acumulación y su crisis, retoma, objetiva y fenomeno- lúgicamente, la producción como motor y fuerza determinante y dominante.

La gran agricultura capitalista de exportación o encadenada a la agroin- dustria, la minería de materias primas industriales básicas, con la de ex­portación al frente y sus procesos primarios y secundarios de exportación, la industria de bienes sofisticados de consumo durable o de productos de uso amplio y complejo como los electrónicos, el ensamblaje de partes y productos terminales para la exportación en sus dos formas diferenciadas, las condiciones generales para estas producciones y su intercambio, el con­sumo sofisticado para las esferas alias de consumidores, así como el de la naturaleza a través del turismo, asumen su papel protagónico en la orga­nización territorial y urbana.

Las grandes aglomeraciones superan sus límites históricos, creciendo en forma tentacular, anárquica y dispersa e integrando aldeas, pueblos y centros medios localizados en su periferia. A las conocidas contradiccio­nes del crecimiento urbano, se unen ahora las surgidas de la fragmenta­ción de las administraciones municipales y estatales, la cual genera un ^rado mayor de inaplicabilidad de la planeación urbana, cuyos escasos instrumentos operativos han sido debilitados por las políticas de austeri­dad y de reordenamiento económico.

La expansión física de las ciudades, el incremento de la demanda de suelo urbano y la reificación de la propiedad privada de éste en situación de abierto control monopólico, han elevado las rentas en sus diferentes iormas y agudizado la inaccesibilidad de la tierra para los inmigrantes y la nueva población urbana resultante del crecimiento natural interno. El in­cremento de las rentas ha intensificado la defensa de la propiedad privada y reducido los límites de la permisividad gubernamental, que en otras épo­cas hizo posible la ocupación irregular y la formación de colonias autocons-i ruidas. La consigna es ahora la prohibición y la represión de todo intento de "paracaidismo" o invasión de tierras, lo que junto con la disminución de los ingresos, restringe la autoconstrucción con la cual se había producido más de la mitad de los soportes urbanos.

Acumulación de capital y estructura territorial en América Latina • 81

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El subarrendamiento de cuartos redondos, ahora localizados en las anti­guas y nuevas colonias populares periféricas, se ha convertido en la alter­nativa y da lugar a un incremento de la densidad en ellas, y a tasas elevadas de hacinamiento y promiscuidad. Es el redespliegue de las vecindades, in­quilinatos, palomares, cuarterías y otras formas particulares.

Los costos de la integración del suelo a los sistemas de infraestructura han crecido con la ilimitada expansión física dispersa, consumiendo un fondo de inversión estatal cada vez menor como efecto de la austeridad, lo que se ha resuelto con una mayor desigualdad cuantitativa y cualitativa en su distribución estructural y social. La tendencia a la privatización de la infraestructura v los servicios, o la racionalización capitalista de los que quedan en manos del Estado, han hecho cada vez más difícil su acceso a los sectores mayoritarios, propicia el crecimiento de los déficit y deteriora las condiciones de vida de los ciudadanos. Todos tos problemas urbanos conocidos desde la década de los sesenta, aumentaron pero la desestatiza- ción impulsada por el neoliberalismo creó nuevas barreras estructurales a una solución acorde con los intereses de las mayorías.

El auge de la industria automotriz y del automóvil particular en los setenta, el lento crecimiento del transporte público estatal o privado, y el surgimiento espontáneo y desordenado de medios poco racionales como los microbuses, peseros o colectivos, han llevado hasta límites inimaginables en el contexto del desarrollo tecnológico, la saturación de la vialidad, la lentitud de los desplazamientos, el gasto inútil de capacidad productiva, el desgaste de la fuerza de trabajo y el costo para los trabajadores. La contami­nación del aire por los automotores, sumada a la de las industrias encerra­das en la trama urbana, se ha elevado hasta niveles intolerables para la salud de los habitantes. Los ejemplos más dramáticos, aunque no los úni­cos, son Ciudad de México, Santiago de Chile y Sao Paulo.

La contaminación del agua por los desechos químicos y orgánicos, des­borda los límites urbanos, destruye extensas zonas agrícolas cercanas, se difunde a lo largo de los ríos y llega hasta el mar. El consumo irracional de la naturaleza, debido a que es fuente de rentas del suelo y sobreganancias productivas para el capital inmobiliario, constructor, industrial o comercial, y condición indispensable de subsistencia para los sectores populares, está poniendo en peligro la conservación de esta fuente fundamental de vida y riqueza de las generaciones futuras de latinoamericanos (Pradilla, 1991).

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1 ,as nuevas formas de despliegue del capital inmobiliario y comercial (hotelería, centros comerciales, edificios de oficinas) han roto la vieja es- iructura de la centralidad única y creado otras nuevas y dispersas, locali­zadas en función de determinaciones puramente mercantiles, uno de cu-vi m efectos derivados es la fragmentación, diferenciación y segregación de ln vida cotidiana de las diferentes clases y estratos sociales urbanos. Los «rondes y complejos sistemas viales, realizados en función del transporte privado, producen y reproducen esos efectos y convierten a la ciudad en Intransitable peatonalmente, restringiendo aún más la convivencia.

I .as calles, compulsivamente disputadas por cientos de miles de desem­pleados y subempleados, como soporte de sus actividades de subsistencia (ventas ambulantes y semifijas, servicios callejeros, cuidado, lavado y repa- rneión de coches, prostitución, mendicidad abierta o disfrazada, delincuen­cia callejera, etcétera) asemejan gigantescas ferias de desheredados, al tiempo que los empresarios tratan, apoyándose en los gobiernos locales, de mantener su control, su apropiación privada, de avanzar en la privatización de condiciones creadas y hechas viables colectivamente.

La miseria, el hambre, la neurosis, la represión sexual objetivada, el enriquecimiento rápido mediante la violencia (consustancial a la ideología de la iniciativa privada, tradicional en la formación de las burguesías), la opresión social y política, se disputan también las calles de la ciudad, im­pidiendo su apropiación democrática y libre por los ciudadanos. Es la crisis, manifiesta en todos los niveles, los instantes, los procesos, las co­yunturas del asiento territorial dominante de la sociedad capitalista semi- enlonial.

U MODERNIDAD DEL GRAN CAPITALY b‘L INCIERTO FUTURO DE LA CIUDAD LATINOAMERICANA

1.1 proyecto de reestructuración capitalista poscrisis del gran capital transna­cional internacionalizado, internalizado por las burguesías locales y los ma­illera y servidores de las extranjeras, convertido en dogma por los estados burgueses del norte y del sur, tiene componentes aterradoramente sim­ples, magistralmente adecuados al reconocimiento o el encubrimiento ideológico. Los lemas neo-conservadores de libertad comercial, privatiza­

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ción, reconversión, modernización, sustituyen al de Libertad, Igualdad, Frater­nidad coreado por los revolucionarios burgueses del siglo xvm; ahora como entonces, quienes cargan el peso de la subsistencia del capital y su reno­vación, son los trabajadores.

La privatización significa destrucción del sector capitalista de Estado; entrega de la propiedad de las empresas al capital privado local y/o trans­nacional, después de haber sido creadas y sostenidas con los recursos públicos; sometimiento pleno de los bienes y servicios producidos a las leyes de la explotación y la acumulación de capital, de la ganancia priva­da; accesibilidad exclusiva reservada a la demanda solvente, cada vez más reducida a una minoría ubicada en la cúspide de la estructura de clases; negación de las transferencias presupuéstales a la base mayori- taria de los contribuyentes; supresión de las mediaciones políticas y sociales en la fijación de precios y tarifas; liquidación o debilitamiento de los organismos públicos que vehiculaban la solidaridad interna de los trabajadores, como la Seguridad Social y los Fondos de Vivienda para los Trabajadores.

En pocas palabras, se trata de la privatización y segregación capitalista de las condiciones generales que constituyen las venas y arterias que transmiten la vida urbana; privatización del territorio, la naturaleza y la ciudad, creados colectivamente en el proceso histórico; exclusión de las mayorías del acceso a las condiciones básicas de vida urbana y agudiza­ción antagónica de las contradicciones expresadas en el territorio.

La modernización supone el desplazamiento masivo de trabajadores, reemplazados por el trabajo muerto, cristalizado en los robots, las compu­tadoras, las máquinas de control numérico, los sistemas flexibles de pro­ducción; su imposición sobre el trabajo vivo convertido en su apéndice esclavizado e impotente.

En sociedades donde el desempleo, el subempleo y el pauperismo afec­tan a más de la mitad de la población económicamente activa, la moderni­zación significa expropiación acelerada de los medios de subsistencia a los pocos que aún los obtienen mediante el sometimiento a la explotación asa­lariada. En las condiciones de pauperización extrema de los trabajadores, la modernización no significa un mejoramiento de los bienes y servicios de que dispone, pues se encuentra excluido de ellos por la desigual y concen­trada distribución de la producción social; tampoco redundará en reduc-

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i ii ni de la jornada de trabajo por el incremento de su productividad, pues rulos beneficios son apropiados por el capital como plusvalía adicional.

I .a modernización significa incremento de las formas de subsistencia, ai’iid¡/,ación de la confrontación por el territorio como soporte obligado de■ ii desarrollo, y más exclusión de los canales de distribución del salario in­di recio. Entraña también incremento de los factores determinantes de la vil ilencia urbana individualizada. Conduce al aumento de las necesidades y la:; demandas de medios de vida urbana, en proporción inversa a los medios en poder del capitalista colectivo ideal, el Estado, para obtener legitimidad mediante la concesión a las clases dominantes; y, desde el otro lado de la I larrera de clase, implica empeoramiento de las condiciones de la lucha rei- \ indicativa de las masas.

Incrementa estructuralmente las fuerzas de descomposición y expul- iilón del campesinado y el proletariado agrícola, reemplazados por má­quinas, insumos y medios de circulación tecnológicamente avanzados, Inflando la superpoblación relativa y la masa emigrante. El incremento n irrelativo de la productividad capitalista no se manifiesta en aumento de nalarios e ingresos, de bienes y servicios, reducción del tiempo de traba- |o o mejoramiento de sus condiciones, pues está sometida a las leyes bur­guesas de distribución del producto social, cuya naturaleza conocemos de MObra.

En suma, hablamos de mayor diferenciación en el consumo de bienes, iiervicios y objetos que constituyen la ciudad, agravamiento de la desigual­dad entre la minoría de perceptores de plusvalía, el grupo cada vez más restringido de trabajadores explotados absoluta y relativamente, que man­tienen a los primeros y cargan con la subsistencia de la mayoría, y las masas desempleadas, excluidas hasta de la explotación misma.

La libertad comercial, restringida en la fase monopolista del desarrollo i apitalista a los grandes monopolios transnacionales externos o internali- .ai los hegemónicamente en nuestros países, conlleva la desindustrializa-

i •ion al liquidar en la competencia desigual a la atrasada y desprotegida I k 'queña y mediana industria local. Por este camino, libera aún más fuerza 1 1< • trabajo en la agricultura y la industria. La obsolescencia rápida de obje-ii is, cada vez más sofisticados y frágiles, sobre la que se basa el manteni­miento del ritmo de realización de las mercancías y el aumento de la masa de ganancias, impone y generaliza el consumo de chatarra electrónica,

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textil, alimenticia, para una minoría, pero excluye a la mayoría del acceso a los consumos básicos de subsistencia.

Es libre competencia para el capital, pero sometimiento del trabajador a los dictados del consumo inútil y exclusión del necesario. No se trata siquiera de una ampliación de la democracia burguesa, pues no existe "libre compe­tencia" entre quienes controlan todo, incluido el poder de las armas, y quienes han sido expropiados de todo, hasta de sus condiciones de subsistencia.

La reconversión, encasillada en la orientación a las exportaciones, tiene múltiples implicaciones; es dominio del mercado externo de los países imperialistas, sobre el interno de satisfacción de las necesidades popula­res; es subabasto de alimentos y bienes necesarios en aras del beneficio del comprador extranjero y la burguesía industrial y comercial exportado­ra. Esta direccionalidad y las "ventajas relativas" otorgadas para alcanzarla, significan la subordinación de las condiciones generales de reproducción de toda la formación social a los imperativos externos y sus agentes, domi­nados por el capital transnacional, colocado por la historia del capitalismo en el sitio hegemónico y único capaz, por su control de la tecnología, las redes de intercambio, circulación y comunicación, los hilos del poder y el poder de las armas, de llevar a cabo este objetivo.

Una tal reconversión subordina la naturaleza, el territorio, la ciudad, a una integración supranacional, a las estructuras territoriales hegemoniza- das por los centros neurálgicos del poder económico y político mundial, negando o restringiendo la autodeterminación nacional, que es necesaria­mente, también territorial. Mientras no exista el pleno empleo de la fuerza de trabajo, mientras no se reintegre a los trabajadores el salario real perdi­do y éste no crezca más rápidamente que la productividad y los precios de los bienes, mientras no se oriente el crecimiento de la producción a la sa­tisfacción de las necesidades fundamentales de la población de nuestros países, toda reconversión será expropiación de las masas.

La reestructuración del gran capital, convierte a nuestros países de socie­dades de sucursales y Males, en sociedades sucursales y filiales. La ciudad, el territorio, por este camino de reconversión avanza hacia una nueva forma de la barbarie, como la descrita por Orwell, en la fecha que él la ubicó: 1984.

Hay, sin embargo, algo positivo en este proceso en lo que se refiere al conocimiento científico de la relación naturaleza-sociedad y del territorio que construye el capitalismo. Hoy todos sabemos, aunque no sepamos

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iiwis, que la economía (la producción, el cambio y la distribución] es la base material sobre la que se levanta todo el edificio social. La crisis y la rees- iructuración capitalista muestran claramente lo que hubiéramos podido y debido comprender en el auge de la acumulación. Está también derrum­bando las apariencias fenomenológicas sobre las que se construyeron iei >ri/,aciones "urbanas" donde el consumo, el estado como fetichización de la política, o la ideología aparecían como las estructuradoras y determinan-ii \'i del territorio y la ciudad.

Como siempre, la terca realidad derriba los mitos construidos por una investigación nacida para satisfacer los intereses de sus creadores y sus financistas, y no para comprender los procesos reales, ni mucho menos, l iam transformarlos. Es de lamentar que la sociedad pague un costo social demasiado alto por volver a poner patas abajo lo que el materialismo his- li trico había puesto en su lugar, y los neohegelianos habían puesto patas arriba otra vez, siguiendo a su maestro no reconocido.

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Capitulo II

Las políticas neoliberales y la cuestión territorial*

I ,i m cambios radicales en las políticas de las burguesías y los estados, lle­vados a cabo desde la crisis económica mundial de 1982, en la mayoría de Ii m países latinoamericanos, tendientes a "superar" la onda larga recesiva y reestructurar las economías y los regímenes políticos, están produciendoI I i i hI ideaciones significativas en sus estructuras territoriales, regionales y in lianas, y en la naturaleza y magnitud de las contradicciones que ellas i presan, en particular, en las que afectan a los sectores mayoritarios de mi población trabajadora. Ello nos obliga a llevar a cabo una profunda re­ligión teórica, que no puede ser resuelta mediante el método simplista de decretar, sin expediente ni juicio objetivo, la crisis del materialismo histó- l'lu i-dialéctico en general,25 y sus aplicaciones a la cuestión territorial y ur­bana, su abandono vergonzante y su sustitución por las "nuevas" ideolo- Kímh burguesas hegemónicas, o por viejas "teorías" idealistas vestidas con nuevos ropajes.

*l,a versión original fue publicada en Sociológica, año 5, núm. 12, enero-abril 1990, Uni- viTMÍdad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco, México.

1 La "crisis del marxismo", entendido como teoría y método para el análisis de las socie- iliuIi-s capitalistas, sólo seria objetiva si éste hubiera perdido su capacidad para dar cuenta, M u llíante la investigación concreta, de los procesos reales (en nuestro caso, los "territoriales")V ni m contradicciones, desde el punto de vista de los intereses de las clases explotadas. En Mtc campo, a pesar de las enormes limitaciones subsistentes, la investigación que ha logrado imperar, al menos en parte, los mitos de la ideología burguesa, y dar explicaciones coherentes v 1 1 ii respondientes con la realidad, se ha apoyado, en una u otra forma, en el marxismo.

I iHto es válido aún en el caso de la corriente eurocomunista, cuya importancia en el desarro­llo ili'l campo de investigación nadie puede negar; por ello se justifica su crítica. La primera mu i i lición para lanzar el veredicto de "crisis" de esta teoría general, es analizar criticamente si ln uniría particular que ha "fracasado" se deriva realmente del materialismo histórico-dialéc- linii, K i no es así, la crisis constatada será la de los teóricos incapaces de aplicar el marxismo M imic aspecto particular de la realidad social.

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I ja realidad misma nos abre puertas de entrada a esta reflexión. La crisis económica de larga duración y las políticas para superarla y rees­tructurar duraderamente el capitalismo en América Latina (y todo el mundo capitalista], han colocado nuevamente en el primer plano, como determi­nantes, a los procesos económicos en su relación dialéctica con el Estado y la política. Al mismo tiempo, han puesto en evidencia una de las fallas esenciales de la teoría y la investigación sobre la denominada cuestión re­gional y urbana, en sus dos vertientes opuestas fundamentales, la idealista burguesa y la materialista histórica en sus múltiples variantes: la importan­cia secundaria concedida a esta relación, como consecuencia de la sobre- valoración de otros procesos políticos, sociales y culturales, analizados sin tener en cuenta sus relaciones con los procesos económicos de pro­ducción, circulación, intercambio y distribución social y las políticas esta­tales en estos ámbitos;26 es decir, el análisis de partes de la realidad, sin tener en cuenta su relación con la totalidad, ni las partes dominantes y

determinantes en ella.Los hechos recientes han dado el golpe de gracia a la "teoría urbana"

eurocomunista, construida en Europa en los años setenta por autores como Manuel Gastells, Jean Lojkine, Christian Topalov, Jordi Borja, Edmond Preteceille y colaboradores, a partir del estructuralismo como epistemología, la teoría del capitalismo monopolista de Estado en el ámbito de la economía, y la vía democrática, pacífica y parlamentaria al socialismo como línea política, en su combinación específica, que apareció para muchos como la única alterna­tiva sistemática y estructurada para analizar los procesos urbanos deter­minados por el desarrollo capitalista en ese momento en los países "avan­zados". Ya hemos sometido a la crítica, extensamente, sus bases teóricas concretas, sus conceptos y leyes fundamentales, su lógica interna y su

26 El trabajo realizado por los investigadores marxistas sobre la relación economía-terri­torio y, más precisamente, producción-ciudad, temas centrales para la teoría general, ha sido casi nulo; el énfasis se ha puesto en la problemática del consumo de “lo urbano”, las políticas urbanas del Estado, los movimientos sociales "urbanos" o la cultura urbana, sin tener en cuenta, en muchos casos, las relaciones de determinación de estos procesos por la base material. Quince años después de iniciada la crisis en la región y la aplicación de las políticas neoliberales, cuyos efectos territoriales son integrales y desastrosos, es excepcional que la investigación concreta o la teorización incluyan esos aspectos. Se ha usado con demasiada ligereza y simplismo, casi como exorcismo, el anatema del economismo para calificar a quie­nes insistimos en partir de la relación que es, para el marxismo, la piedra clave de la teoría de la sociedad.

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' <>li<minia con el marxismo, del cual se reclamaba explícitamente (Theret v Wioviorka [1978] 1980; Pradilla, 1984).

Los procesos reales actualmente en curso en todos los países capita- Iimiuh ponen de relieve la ausencia de reflexión rigurosa, tanto en esta imrización como en nuestra crítica, sobre las observaciones hechas por Marx en los borradores de El Capital, escritos hace más de 140 años, y que Im.V pueden servir de punto de partida para su interpretación:

I il más alto desarrollo del capital ocurre cuando las condiciones generales del proceso social de producción no se crean a partir de una deducción del rédito social, de los impuestos estatales [donde es el rédito y no el capital el que aparece como fondo de trabajo, y el obrero, aunque es un asalariado libre como cualquier otro, desde el punto de vista económico, está sin em­bargo en otra relación], sino del capital en cuanto capital. Ello revela, por un lado, el grado en que el capital ha sometido a su dominio todas las condi­ciones de la producción social, y por otro lado, consiguientemente, en qué medida está capitalizada la riqueza social reproductiva y se satisfacen to­das las necesidades bajo la forma del intercambio; también las necesida­des del individuo puestas como sociales, esto es, las que satisface y experi­menta colectivamente, con otros -y cuyo modo de satisfacción es por su naturaleza, social, también éstas son no sólo satisfechas sino también pro­ducidas a través del intercambio [Marx [1858] 1972: vol. 2, 22).

I I AVANCE DEL NEOLIBERALISMO

A finales de la década de los años sesenta, llegó a su fin en los países im­perialistas, la onda larga expansiva de la economía capitalista mundial mi­ríada después de la Segunda Guerra Mundial, y comienza la onda larga recesiva, en la cual se halla aún inmersa [Bortz, 1985, Mandel [1980] 1986; l’mclilla, 1989). La superación de la crisis de la acumulación capitalista, vistaI ii ir la burguesía como el agotamiento del patrón de acumulación sustentado en el intervencionismo estatal [lo que los eurocomunistas identificaban a la emructura del Capitalismo Monopolista de Estado) teorizado por el Keyne- hianismo, abrió el camino al monetarismo, cuyas raíces se hunden en el nmrginalismo (Kalmanovitz, 1983: cap. VIII; Guillen Romo, 1984; Foxley, 1988; Gilly, 1988). Sus ideas básicas son: el retorno pleno a la economía de libre mercado¡ la reducción del intervencionismo estatal mediante la privati-

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/ación de sus empresas y la desregulación; la reestructuración global de los procesos de trabajo; la "modernización" de la producción y las demás es­teras de la actividad económica; una nueva división internacional del tra­bajo y la relocalización territorial de los procesos productivos a escala planetaria; la liberalización del comercio internacional¡ y sobre todo, la reor­ganización de las relaciones de explotación de la fuerza de trabajo asalaria­da, para debilitar al movimiento obrero en beneficio del capital, y la reduc­ción del salario real, tanto el directo, como el indirecto, entregado mediante las condiciones generales de la reproducción de la fuerza de trabajo controla­das por el Estado (Pradilla, 1985: caps. II y III).

Para imponer los cambios a la clase obrera, fortalecida durante la onda larga expansiva de la posguerra, se requirió de una postura política del Estado más autoritaria, más conservadora que las ideologías y prácticas de los estados liberales o socialdemócratas de la fase expansiva. En los países imperialistas se desarrollaron rápidamente las ideologías y las políticas denominadas neoliberales,27 con el impulso del gobierno norteamericano y los organismos financieros multinacionales como el Fondo Monetario In­ternacional y el Banco Mundial, cuyas expresiones más "puras" fueron las aplicadas por el gobierno conservador en Inglaterra, el demócrata cristiano en Alemania, el liberal en Japón, y sobre todo, el republicano de Ronald Reagan y George Bush en Estados Unidos.

En América Latina, el tránsito de la expansión a la recesión ocurrió desigualmente, en la medida que el flujo creciente de endeudamiento ex­terno y el boom petrolero permitieron a algunos países mantener la acumu­lación de capital durante la década de los setenta (Bortz, 1985); pero a fina­les de esa década y principios de los ochenta, la crisis se generalizó a toda la región. En germen en los planes de ajuste y estabilización aplicados a fi­nes de los sesenta y principios de los setenta en algunos países, bajo la coordinación impuesta del fmi y el Banco Mundial, las políticas neoliberales cristalizaron y empezaron a ganar hegemonía con los regímenes dictatoria­les de Brasil, Uruguay, Argentina y Chile en los setenta (Kalmanovitz, 1983; Fajnzylver, 1983: Lichtensztejn, 1984; Foxley, 1988), para hacerse domi­nantes en los ochenta, a partir del estallido brutal de la crisis; con altibajos

27 Usamos la denominación popularizada de neoliberalismo, pero creemos que es incorrec­ta, pues esta corriente carece del carácter democrático que caracterizó al liberalismo clásico y, en Latinoamérica, del componente nacionalista y antiimperialista; seria más correcto ha­blar de neoconservatismo.

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y /.ig zags, se impusieron entonces en regímenes considerados democráti­cos en su forma semicolonial, como Colombia, México, Bolivia y más re­cientemente, Venezuela y Argentina.

La crisis y el avance de la ideología y las políticas neoliberales en Amé­rica Latina, ignorados por la mayoría de los investigadores urbano-regio- nales del establecimiento y de la oposición democrática o de izquierda, han ¡ igudizado notoriamente las contradicciones territoriales y urbanas, gene­rado otras nuevas problemáticas, e impulsado tendencias de cambio en la organización territorial y urbana de la mayoría de los países del área. Por ello, se imponen como terreno privilegiado de análisis y exigen un esfuerzo redoblado de teorización. En la medida que la teoría marxista es la única que da cuenta de la naturaleza estructural de las crisis y su manifestacióni iclica corta y larga, y brinda las herramientas para analizar las contradiccio-i ii 's internas del régimen capitalista de producción, la naturaleza antagónica ile las relaciones de explotación, y la necesidad periódica de "reestructurar"1 1 "modernizar" la economía y la política burguesas para resolver coyuntural- ilíente estas contradicciones (no reconocidas por las variantes "teóricas" burguesas en ninguno de sus campos parcelarios), es imperativo replantear la leorización sobre la relación economía-territorio a partir del marxismo, pero criticando y superando, en el mismo movimiento, la "teoría urbana" n instruida por los eurocomunistas, y sus fuentes europeas y latinas, inca- paces de dar explicaciones y respuestas a la situación actual.

I 'AUPERIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES, URBANIZACIÓNi AGUDIZACIÓN DE LAS CONTRADICCIONES TERRITORIALES

I piedra clave de las políticas neoliberales para "salir de la crisis", "moder-iii.',ai’" y "reestructurar" el capitalismo desarrollado, o el semicolonial y de­pendiente, es el incremento de la tasa de explotación de la fuerza de trabajo imtünriada, mediante la combinación de sus vías absoluta y relativa, a fin de ri ii n pensar o revertir la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, cuyo n imitado es la pauperización, creciente en intensidad y extensión, de losii abajadores.

I ia modernización de los procesos de producción, de circulación mer- rainil y monetaria, de intercambio, y las condiciones generales de la repro­

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ducción de la formación social en su conjunto, con énfasis especial en las condiciones generales de la producción, tiene como objetivo el aumento de la intensidad y la productividad del trabajo, para incrementar la plusvalía por la vía relativa, y su aspecto fundamental es la transformación de los proce­sos de trabajo. Los cambios tecnológicos en los medios de producción, los procesos de producción y los productos (sistemas flexibles de producción, i'obotización, cibernetización, maquinaria de control numérico automatiza­do, diseño de productos y control de producción por computadora, etcéte­ra) y la reorganización de los procesos de trabajo (sistemas kanban y just in time, círculos de calidad, etcétera), tienen por objeto sustituir el capital variable por el constante, el trabajo vivo por el cristalizado en las maquina­

rias, el trabajo asalariado por el capital.El resultado es el incremento del desempleo generado por el despido

masivo de trabajadores de todas las ramas de actividad capitalista pública y privada, registrado por las estadísticas, y la reducción permanente del trabajo necesario en cualquier expansión de la planta productiva, el comer­cio y los servicios; se refuerza así la presencia, estructural e insuperable, de un ejército industrial de reserva permanente y creciente en los países latinoamericanos. El pleno empleo, el libre mercado de la fuerza de trabajo y los "equilibrios" entre oferta y demanda, publicitados como cualidades de la nueva estructura económica, en países donde el desequilibrio del mer­cado laboral ha sido permanente a lo largo de la historia del capitalismo industrial, aparecen así como discursos puramente demagógicos.

En las condiciones generales de la reproducción de la formación social (cgrfs), controladas por el Estado o el capital privado, la modernización implica, al mismo tiempo: liberación masiva de fuerza de trabajo; elevación de los cos­tos de los servicios públicos debido a la carga de la amortización del nuevo capital invertido, presiones crecientes para la rentabilización capitalista y el "autofinanciamiento" (nivelación de las tasas de ganancia con los demás sectores de la economía) de las infraestructuras y servicios; mayor selec­tividad de los usuarios y más barreras al acceso de los sectores populares; y, consecuentemente, incremento del deterioro y los déficit cuantitativos y cualitativos para los sectores mayoritarios pauperizados en campos y ciuda­des. La modernización de la extracción minera y la producción de energéti­cos y agua potable, fijadas territorialmente por la localización de las fuentes de recursos naturales, generadoras de concentración urbana limitada por

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la ausencia de encadenamiento con otros procesos productivos, da lugar a i Ii 'Hcmpleo localizado, migraciones y deterioro general de las condiciones de h insistencia en las aglomeraciones-enclave que las soportan.

I .a modernización de la agricultura, impulsada para reducir los costos i Ir los alimentos y materias primas exportadas, o las destinadas a la indus- iria local y al consumo de los trabajadores para reducir también por esta ' L i d valor de la fuerza de trabajo y aumentar la plusvalía relativa, implica: i*1 dcsmantelamiento, congelamiento o reversión de las leyes agrarias y los n partos de tierras en aquellos países donde el campesinado había con­quistado con su lucha alguna forma de Reforma Agraria (por ejemplo, México y Colombia), por tibia y marginal que fuera; la reconcentración de Id propiedad para alcanzar las economías de escala necesarias; el reemplazo ili! trabajadores por máquinas o paquetes tecnológicos de producción; una mayor desigualdad en la competencia entre formas precapitalistas, capita­linas atrasadas y capitalistas avanzadas de producción; y la descomposi-< li >i i más acelerada de las primeras. Los efectos territoriales han sido: acen- i nación de las desigualdades regionales determinadas por el desarrollo ililrroncial de las formas productivas agrarias territorializadas; pauperiza- i Ii >i i global de los trabajadores rurales; degradación general de las condicio- i i i ‘ii de vida en los pueblos y aldeas campesinas; y nuevo impulso a los llu|i >s migratorios campo-ciudad determinados por el crecimiento del desem- pln i rural y la pauperización.

AI interior de la misma burguesía, la modernización ha generado dife- rtlunaciones y contradicciones crecientes. En el marco de la recesión pro-i Inri iva y la consecuente contracción del mercado interno, las empresas pi'quenas y medianas (ep y m) carecen del capital suficiente para empren- ilri las cuantiosas inversiones en capital constante fijo y circulante nece­sarias a la modernización; sólo los grandes monopolios, particularmente lint Iransnacionales que controlan las fuentes locales e internacionales de rapnal, la investigación y desarrollo y la producción mundial de las tecno- h i)i,ias avanzadas de producción y producto, están en condiciones de llevarii t al i i i la modernización, nivelar su productividad con la de los países indus­trializados, adquirir competitividad en el mercado "libre" mundial, resistir la1 1 i i i ip< üencia de los productos extranjeros en el mercado interno y, gracias a Iiim iiwis bajos niveles salariales en los países latinoamericanos, obtener so- IMi r,¡ 1 1 iiincias monopólicas.

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A la concentración y centralización técnica y social del capital produci­da por la crisis y la quiebra masiva de ep y m, se ha añadido la generada por la desigualdad en la modernización y la competencia exacerbada entre empresas. En la época del capitalismo monopolista, la "libre competencia", i :| "libre mercado" interno e internacional y la "libre iniciativa" son demago­gia ideológica; sólo pueden interpretarse como "libre competencia y libre mercado entre monopolios". El resultado territorial es el reforzamiento y reproducción a escala ampliada de la concentración urbana, en las grandes metrópolis tradicionales o en las "ciudades intermedias" de nueva indus­trialización, por la concentración cada vez mayor de los procesos producti vos, los trabajadores y los circuitos de circulación e intercambio mercantil y monetario, al tiempo que desaparecen los capitales no competitivos, en un proceso desigual de desindustrialización que afecta a las ciudades que carecen de ventajas relativas en las nuevas condiciones de la competencia internacional, y en menor medida a las grandes metrópolis, que son com­pensadas por la reconcentración monopólica.

Sin embargo, la modernización trae consigo una contradicción futura, i ,a elevación de la composición orgánica del capital individual y el social (cuando se trata de capital, en las condiciones generales de la reproducción de la formación social), puede elevar transitoriamente la tasa de plusvalía, pero generar como contratendencias, la sobreacumulación de capital y la sobreproducción de mercancías en el marco de un mercado interno fuerte­mente contraído y un mercado internacional sometido a una competencia exacerbada e inestable. Al mismo tiempo, la significativa elevación de la composición orgánica del capital refuerza la tendencia a largo plazo a la caída de la tasa de ganancias, es decir, hacia nuevas explosiones recesivas. El nuevo desempleo generado engrosa necesariamente las actividades de subsistencia en el comercio y los servicios urbanos (venta ambulante, prostitución, reparación callejera y artesanía, robo, tráfico de drogas, etcé­tera) donde se estabiliza y estanca el ejército industrial de reserva (eir), en niveles infrahumanos de consumo y reproducción, al tiempo que se repro­duce el particular funcionamiento cotidiano de las ciudades que hoy cono­cemos, muy alejado de cualquier "ideal" de modernidad.

La reducción del salario real, camino fundamental para el incrementi i de la plusvalía por la vía absoluta, justificado por los neoliberales por un supuesto excesivo crecimiento salarial (invisible en lo real), toma dos cami

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muí La austeridad salarial, que hace que el salario nominal crezca más I' lilamente que las tasas de inflación, no importa si éstas son altas o ba- i ' disminuyendo su poder de compra de bienes-salario; mantenida du-• míe largos periodos, esta política ha cercenado más de la mitad del sala- i in real de los trabajadores en la mayoría de los países del área. La d mi ilion contracción del mercado de bienes básicos, se traduce en un fac- inr recesivo para la industria del Departamento II de la producción de i n i i i i ' i i de consumo, el aumento de la capacidad instalada ociosa, la quiebra• i' u1 y M (destrucción del capital ineñciente según los neoliberales), la dis-......... de la demanda de bienes de capital al Departamento I, muy pocoi Ii wirrttllado en nuestros países, una mayor concentración del capital, desin-1 1 in u ria I ización y desempleo. La expansión de la producción podrá realizarse mi ilu en el Departamento III (bienes de consumo de lujo), poco elástico, o mi i liante la evacuación de excedentes de producción hacia el mercado in­ternacional, restringido por la competencia, por la poca productividad, los nlii ni costos relativos y los ciclos de las economías imperialistas.

I ’.l otro camino para la reducción del salario real, consiste en la reduc- i Ii n i, por múltiples acciones, de la forma indirecta del salario. Ello se logra.....liante la combinación de: a) la contracción del gasto público, más quefin iporcional en el caso del llamado gasto social en condiciones generales th' l/i n'/iroducción de la fuerza de trabajo, también considerado "excesivo" pi ir la burguesía; b) la elevación de los precios relativos de estos bienes y m i i \ ii'ios, para alcanzar la rentabilidad capitalista de las empresas públi- iwm n privadas que los suministran; c) la eliminación de subsidios y pre- i ii iii políticos o su transferencia de los sectores populares al capital por la VIh de los precios diferenciales (transferencias de valor); d) la disminución Hlii relativa de las prestaciones sociales directas por la caída de los sala- i'lnii e) la eliminación de las prestaciones extralegales conquistadas en el pintado por los trabajadores, con la anulación de los contratos colectivos ile imbajo, su retroceso, o la aprobación autoritaria de nuevas legislacio­nes laborales que anulan o restringen el derecho de huelga, eliminan o I'mi i irían el derecho a la estabilidad laboral y disminuyen las prestaciones li'l'ales.

I Islas "nuevas" leyes, que la burguesía proclama como el retorno al libre mercado" de la fuerza de trabajo mediante la üexibilización de la re-

Im Ion laboral, incluyen en algunos casos el incremento de la jornada de

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trabajo o su no acortamiento en función del incremento de la productivi­dad del trabajo, es decir, el aumento de la explotación por la vía absoluta.

Las políticas estatales de autoconstrucción de vivienda e infraestruc­turas, que han acompañado la acumulación industrial y la acelerada ur­banización correlativa desde los sesenta, o su práctica impuesta por las condiciones laborales, salariales y de funcionamiento del mercado del suelo y la producción privada de vivienda, son otro camino para el incre­mento de la plusvalía por sus dos vías históricas, al transferir al trabajo familiar adicional no retribuido, una de las partes más importantes del valor de la fuerza de trabajo, y generar en el largo plazo una disminución real global de éste, gracias a la generalización de la vivienda propia auto

construida (Pradilla, 1987: cap. IV).La pauperización creciente y constante de la población, expresión de

una reducción histórico-moral del valor de la fuerza de trabajo mediante situaciones sucesivas de sobreexplotación del trabajo asalariado por el capital, se evidencia en la mayor concentración del ingreso registrada en todos los países latinoamericanos en los años de crisis, así como en la caída constante de la participación relativa del trabajo asalariado en la ren­ta nacional, en beneficio de la parte apropiada por el capital, también regis­trada en la región. La pauperización de la fuerza de trabajo es una de las condiciones necesarias del proyecto neoliberal de modernización en su aspecto de orientación hacia las exportaciones de la planta productiva o de ensamblaje (maquila), pues la enorme diferencia salarial existente entre los países semiindustrializados productores y maquiladores, con los com­pradores o subcontratadores, da lugar a sobreganancias de monopolio que justifican la relocalización de procesos productivos, intensivos en trabajo manual, en nuestros países bajo la forma de la maquila-, el efecto se ha incrementado, acumulando la plusvalía relativa, mediante la moderniza­ción constante del ensamblaje para lograr la combinación de una elevada composición orgánica de capital, con tecnología avanzada y mano de obra muy barata, abundante, controlada y sin derechos laborales plenos o no equivalentes a los de los países de destino de las mercancías (Pradilla y

Castro, 1990).La pauperización de los trabajadores es una de las explicaciones fun­

damentales de las contradicciones urbanas y de las fuerzas concentracio- nistas que actúan sobre las migraciones poblacionales; sólo su concentra-

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nlón en los grandes centros urbanos garantiza el acceso a las formas de Imlmjo y consumo de subsistencia. Esta concentración de población actúa romo palanca de: la elevación de las rentas del suelo, particularmente las almc ilutas o de monopolio, ingrediente básico de la penuria de vivienda; del Minutante aumento de los costos de su producción, capitalista o precapita- Inna y las rentas de la vivienda en alquiler; del incremento de los déficit de n mdiciones generales de la reproducción y de los costos para producirlas; i le la dispersión de la expansión física urbana, que eleva el costo y el tiem­po de transporte, y es determinada por las condiciones inevitables de ilega­lidad en la ocupación de suelo y la producción de viviendas de subsistencia de los sectores pauperizados.

I A PRIVATIZACIÓN DE LO PÚBLICO

( Uro de los ejes ideológicos y prácticos del neoliberalismo en América La­una, ha sido la drástica reducción de la intervención del Estado en la vida norial, particularmente en la economía, su "redimensionamiento", y el "re- li u no a la economía de libre mercado", expresados en la reducción acele­rada del sector paraestatal de la economía, la contracción del gasto público, mi il >re todo en el sector social (condiciones generales de la reproducción de la tuerza de trabajo), el avance de la participación directa o en asociación con i l l iHtado, del capital privado, nacional y extranjero, en la producción y tíeniión de las condiciones generales de la reproducción de la formación social, ln rentabilización capitalista de aquellas actividades que se mantienen en pi nli i' del Estado, y la "desregulación" de la vida social.

I ln los países "avanzados", el desarrollo de la intervención estatal en la pri ulucción de las cgrfs, particularmente las de la producción, no tuvo que imperar la llegada de las teorías keynesianas; apenas concluida la primera |*iv< ilución industrial, a mediados del siglo xix, las contradicciones y límites ile la producción privada de estos bienes y servicios esenciales a la acumu- Innún capitalista, llevó desigualmente a los Estados a la estatización y/o ivuinilización y/o nacionalización211 de ramas completas como los ferrocarri-

"‘En sentido estricto, la nacionalización es el proceso por el cual una empresa controlada ln ii ni capital extranjero pasa a manos del capital nacional, público o privado; estatización sería H |mili) de una empresa de capital privado, nacional o extranjero, a propiedad del Estado.

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les, las comunicaciones, la producción de energéticos y agua potable, la dotación de vialidades urbanas, carreteras y puertos, o a su producción y gestión directa. Como lo señala Marx en el texto citado anteriormente, el íinanciamiento estatal de estas actividades, hechas en muchas casos a fondo perdido recayó sobre los hombros de toda la sociedad, sobre parte de la renta nacional obtenida por el Estado mediante la tributación del conjun­to de los productores; se trataba de la socialización de los costos generales de la acumulación privada (Pradilla, 1984: cap. II].

Las determinaciones estructurales de estas acciones fueron: a] la mag­nitud elevada de las inversiones necesarias, para un capital aún poco de­sarrollado; b) la baja rentabilidad de la producción y el intercambio en condiciones de un lento crecimiento del mercado de estos bienes y servi­cios, y la presencia de sectores obreros de bajos ingresos relativos, como sus consumidores mayoritarios; c) las contradicciones surgidas de la com­petencia entre las empresas productoras privadas, los altos costos de pro­ducción derivados de la dispersión de los productores y los consumidores, las quiebras de empresas productoras y sus efectos negativos sobre la acumulación en su conjunto; d) el carácter estructuralmente monopólico de su producción, circulación e intercambio, determinado por la necesa­ria unidad de los sistemas de producción y distribución y del territorio ne­cesario para la producción de sus soportes materiales; y e) la incompatibili­dad técnica de los sistemas producidos por la "libre iniciativa" de los diferentes agentes empresariales y la correlativa anarquía en la producción.

En el ámbito de los servicios sociales, se sumaron otras determinantes: a) la creciente necesidad capitalista de racionalizar y socializar una parte de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, particularmente el de aque­llos bienes y servicios que requieren sistemas complejos e integrados para su producción y circulación; b) la lucha de los trabajadores por mejorar las condiciones de venta y reproducción de su fuerza de trabajo (educación, seguridad social y sistemas de vivienda); y c] los graves procesos de con­taminación ambiental y de salud, generados por la industria en la fábrica y en el hábitat de los obreros en las condiciones de explotación salvaje de los orígenes de la acumulación industrial y las fases de crisis, que llegaron a afectar, sin distingos de clase, a toda la población urbana y, por ello, lleva­ron al higienismo burgués de mediados del siglo xix, precursor del ecologis- mo, a la reglamentación urbanística, la creación de servicios públicos y el

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inicio de las políticas estatales de vivienda (Engels [1845] 1974; Benévolo 11963] 1979].

Las crisis periódicas de la acumulación capitalista, particularmente en Id primera mitad del siglo xx, impusieron al Estado la necesidad de inter­venir y lo impulsaron a asumir el control de empresas privadas en quiebra para salvar a sus propietarios capitalistas. Las empresas paraestatales lle­naron los vacíos neurálgicos dejados por las privadas en las cadenas de producción, circulación, intercambio y financiamiento, o realizaron las r.randes inversiones necesarias al desarrollo tecnológico para las sucesi­vas "modernizaciones" del aparato productivo. Las guerras interimperia- hmas y coloniales del siglo xx, por el control de los mercados mundiales de materias primas y productos, impusieron la penetración estatal en sec­tores esenciales a la lucha por la hegemonía en el capitalismo. El papel creciente del Estado en la economía, se derivó de las necesidades y con- iradicciones del capital privado mismo, el cual juzgó que podían ser asu­midas y resueltas por su expresión colectiva, sirviendo como medio de reversión o, al menos, moderación de las crisis de la acumulación o los enfrentamientos interburgueses.

En los países semicoloniales latinoamericanos, a estas mismas deter­minaciones objetivas se añadieron luego las contradicciones generadas por: a] el control monopólico del capital extranjero imperialista sobre ra­mas estratégicas de la acumulación o de las condiciones generales de la producción y el intercambio, o la reproducción de la fuerza de trabajo, que entorpecían el desarrollo del capital local y lesionaban la soberanía nacio- nal: ferrocarriles, petróleo, energía eléctrica, medios de comunicación, etcétera; b] la necesidad de crear aceleradamente las condiciones genera­les internas de la acumulación industrial, e integrar el mercado interno,- y r) en medio de procesos acelerados de urbanización, la urgencia de garan- ii/,ar mediante precios subsidiados, políticos, un mínimo de bienes de subsistencia a los trabajadores en activo o en reserva. La búsqueda de una integración de las cadenas productivas, mínima y limitada pero necesaria, v más tarde, llegada la fase de estancamiento o recesión de la economía, la necesidad de salvar de la quiebra a los capitalistas en dificultades mediante la expropiación con indemnización, llevaron a la formación de importantes Héctores capitalistas de Estado, pero muy desiguales según los países (oi.ad, 1979). La creación de un sector público importante constituyó una

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condición esencial de la acumulación dependiente y subordinada del capi­tal privado nacional y extranjero en la región.

En términos generales, la "no rentabilidad" capitalista, la "inefíciencia" y otros "problemas" de las empresas estatales, se derivaban precisamente de las necesidades, las condiciones de operación y las contradicciones que llevaron al Estado capitalista a su nacionalización o estatización, o de los vicios endémicos de la expresión política colectiva del capital (Theret y Wieviorka [1978] 1980; Pradilla, 1984). Cuando eran el resultado del con­trol estatal de empresas privadas en quiebra, arrastraron durante años o décadas los pasivos financieros, las irracionalidades y atrasos tecnológicos y operativos legados por sus antiguos propietarios privados. La elevada composición orgánica del capital y la gran magnitud de la inversión que ca­racterizan a muchas de las ramas en que se concentraba la actividad em­presarial del Estado, llevaban a una muy lenta recuperación de la inversión y a tasas de ganancia inferiores a las prevalecientes en otras ramas. Como apoyos y promotores de la acumulación privada en su conjunto, las empre­sas paraestatales realizaban permanentes y cuantiosas transíerencias de valor a las privadas, mediante la entrega a éstas de bienes y servicios a precios inferiores al precio de producción o, aun, al costo de producción, o gratuitamente (k gr. vialidades y carreteras), es decir, con tasas de ganancia menores a la media o negativas. Financiadas con fondos públicos prove­nientes de impuestos, no reembolsables ni perceptores de intereses, las paraestatales no estaban objetivamente obligadas a obtener una tasa de ganancia igual a la del sector privado, financiado con capitales provenien­tes del mercado financiero.

Las empresas de servicios públicos cumplían (o cumplen, según el caso), objetivamente el papel de intermediarios del capital en la entrega a los trabajadores de una parte del salario real total, la indirecta o diferida, con base en los adelantos de capital variable hechos por la burguesía al listado para tal fin, bajo la forma de impuestos o "aportes" a las institucio­nes de seguridad social y de vivienda, o a las cotizaciones directas de los ira bajadores. Así se logra racionalidad, economías de escala y menores costos por trabajador, que reducen la magnitud de los adelantos de capital hechos por la burguesía y, por tanto, de los salarios, aumentando sus ga­nancias. Homólogamente, proveen una parte, bastante limitada, de las condiciones mínimas de reproducción de la fuerza de trabajo en reserva

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(desempieados y subempleados); en estos casos, no hay lógica alguna que lusti fique ni la necesidad ni la razón de la obtención de ganancias, pues lo invertido es renta, no capital, que pertenece a los trabajadores, administra­da por el Estado debido a las condiciones del régimen político.

Por otra parte, de una forma u otra, las empresas paraestatales sumi­nistran bienes y servicios al Estado mismo, sus aparatos políticos, represi- v< is, judiciales e ideológicos, indispensables al mantenimiento de la legiti- midad o la coerción del Estado y, por tanto, a la dominación de clase y a la reproducción del sistema capitalista en su conjunto; estos gastos generales del capital son cubiertos a fondo perdido por la burguesía, y no es necesa­ria su rentabilidad.

En general, el Estado, sus organismos y empresas constituían (o cóns­ul uyen, según el caso) el cliente mayoritario de la producción privada de bienes y servicios,- una parte sustancial del consumo posibilitado por el gasto público ingresa al ciclo del capital privado al realizar sus mercan­cías. La acumulación capitalista en la industria de la construcción en su conjunto, empezando por la producción de materiales de construcción y maquinaria, el sector de Obras Públicas y los grandes monopolios que lo encabezan, dependía [y depende aún, aunque en menor escala) de la mag­uí lud del gasto estatal en grandes obras públicas, y de sus políticas habita- eionales. En estas relaciones, el consumo productivo o improductivo esta- lal alimentaba permanentemente la realización de mercancías y los circuitos del capital, y era (y sigue siendo) un apoyo esencial de la acumu­lación privada de capitales.

La corrupción de los administradores públicos y la burocracia sindical eorporativizada al Estado o subordinada al capital, consustancial a la historia i leí capitalismo desarrollado o atrasado, y latinoamericano, en la que partici- I >a el capital privado como promotor, cómplice y beneficiario, la ausencia de un sistema de sanción social objetiva, económica, a sus ineficiencias y errores, y el papel político que se les asigna como agentes de la legitimidad del régimen, han sido subjetividades omnipresentes en la ineficiencia y el mal funcionamiento objetivo de las empresas públicas, particularmente en las que actúan como "servicios públicos".

¿Por qué reclamó [y sigue reclamando) el capital privado nacional y multinacional la privatización acelerada de las empresas paraestatales? I ,as razones económicas, políticas e ideológicas son múltiples. El Estado,

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basándose en los fondos públicos, ha llevado a cabo las grandes inversio­nes necesarias a su implantación, ha asumido los riesgos y los costos de ellas y de su "maduración", ha logrado mantener y rescatar las empresas privadas quebradas, ha organizado un mercado interno o internacional para los bienes y servicios que produce, ha creado las condiciones de fun­cionamiento monopólico que les son propias; en una palabra, sin riesgos para el capital privado, ha creado las condiciones de su rentabilidad pre­sente y/o futura, cuando sean eliminadas las sobredeterminaciones de su carácter público-, el capital privado considera que ha alcanzado la suficien­te madurez y poder para retomar en sus manos, a un costo sustancialmen­te bajo, estas empresas y cosechar privadamente los dividendos gestados públicamente, que ha llegado el momento de privatizar lo creado y mante­nido socialmente. Este es el sentido prospectivo y premonitorio de la frase de Marx arriba citada, escrita hace 140 años.

Políticamente, la burguesía quería (y quiere aún) imponer su dominio directo sobre un sector de la clase trabajadora que, independientemente de las condiciones históricas en las que lo haya logrado, o por ellas mismas, había alcanzado un alto grado de concentración y centralización organizativa y de poder, control e influencia sobre el resto del movimiento obrero, en lo laboral y lo político, y tenía relaciones estrechas con la tecnoburocracia es­tatal, por lo que representaba un enemigo demasiado fuerte para los capi­talistas. En los países donde el movimiento obrero al servicio del Estado se había desarrollado en la relación con gobiernos socialdemócratas, bona- partistas progresivos o socializantes (llamados "populistas" por la burgue­sía conservadora), como Argentina o México, la sensación de peligro se

acentuaba.La privatización de las empresas públicas fragmenta la unidad sindical

de los trabajadores al servicio del Estado y las grandes corporaciones in­dustriales paraestatales, dispersa a los trabajadores, los aísla y mengua su poder de negociación laboral y política. Si, como es la tendencia dominan­te, la privatización pasa por la anulación de los contratos colectivos de trabajo, la destrucción de los sindicatos y el despido de todos o una parte de los trabajadores, en un mercado de trabajo superavitario, el capital re­cibe los activos fijos de la empresa, su mercado (en la mayoría de los casos, controlado monopólicamente), y puede reconstituir una fuerza de trabajo joven, sin antigüedad, desorganizada, sin tradición de lucha, a la cual se ha

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expropiado de las conquistas laborales logradas por sus antecesores en dé­cadas o centurias de lucha y sacrificio: condiciones de trabajo, de organiza- cu ni sindical, salariales y de prestaciones sociales. Un estupendo negocio.

Ideológicamente, cuando el capitalismo llega a un momento crítico en mis contradicciones, puede asignarle al Estado, del cual aparentemente i'iitá divorciado aunque sea su expresión colectiva y su instrumento, la responsabilidad de su crisis y, como ave Fénix, tratar de renacer de sus cenizas. Identificando en forma espuria al Estado y al nacionalismo. Así, el capital nacional y extranjero pueden desmantelar las barreras ideológicas v legales al proceso de transnacionalización de las economías latinoameri- i anas y, con esta base objetiva, reforzar las condiciones de su dominación política, desigualmente compartida.

Con el apoyo de la teoría monetarista, el capital convirtió al gasto pú­blico y al déficit fiscal, uno de los factores, en el responsable fundamental de Ii is procesos inflacionarios y, "por tanto", de la caída de los salarios reales He la población, ocultando las determinaciones estructurales de los proce- n( is de estanflación y el papel de las políticas burguesas y estatales de aus- leridad salarial en la disminución histórica del valor de la fuerza de trabajo v el incremento de las tasas de explotación.

La reducción del gasto público, otro pilar de la política neoliberal, ha nido (y es) un mecanismo de reducción del salario real en su componente indirecto y diferido, en la medida que afecta fundamentalmente al denomi­nado gasto social, es decir, al destinado a la producción y gestión de las t undiciones generales de la reproducción de la fuerza de trabajo, cubierto por la patronal mediante adelantos de capital variable a fondo perdido. Al mismo neinpo, permite reorientar el gasto restante hacia las "inversiones produc- nvas", las que serían rentables en términos capitalistas, que sirven a la acumulación de capital y transfieren valor de las empresas estatales a las privadas: las condiciones generales de la producción y el intercambio. Esta reducción permite, al mismo tiempo, la disminución de las transferencias de capital de la patronal al Estado por la vía de los impuestos, que se ma- lerializa en las reformas tributarias regresivas propuestas y aplicadas, de disminución o supresión de los impuestos al patrimonio empresarial o a las financias capitalistas, y su sustitución por impuestos indirectos que recaen en forma inmediata sobre las rentas del trabajo. Las implicaciones desas- i n isas de esta política sobre las condiciones urbanas de vida de los traba­

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jadores en activo o reserva (vivienda, infraestructuras y servicios socialcH: educación, salud, recreación, etcétera] son ya lugares comunes, aún en el discurso de los gobiernos y los organismos multilaterales; se la justifica, sin embargo, como un costo "no deseado" pero inevitable del ajuste. III Estado “adelgaza” gracias a la dieta forzada de los trabajadores, cada vez w/in pauperizados.

El proceso de privatización de paraestatales y contracción del Estado, ha sido asumido como consigna central de la cruzada de la burguesía latinoami! ricana, la transnacional territorializada en nuestros países, sus expresiones políticas, y los organismos multinacionales que controlan los circuitos finan cieros internacionales. Llama la atención que las acciones reales en eslr campo, realizadas en nuestros países (Chile, Uruguay, Brasil, Argentina, Perú, Venezuela, Colombia y México], han sido mucho más amplias, profim das y aceleradas que las aplicadas en los países imperialistas donde se ge neró y puso en marcha la ideología neoliberal. Las explicaciones habría que encontrarlas en: la diversa naturaleza de sus regímenes políticos, bastante más democráticos en los países centrales; la distinta correlación de fuer zas entre las clases sociales, siendo más débiles en América Latina lan clases subalternas; el poder y organización del movimiento sindical en Ion viejos países capitalistas; la debilidad y desarticulación de nuestras estrile turas económicas; la profunda desigualdad de las crisis, más agudas en Ion países atrasados; las condiciones estructurales de dependencia de América Latina; y el yugo hipotecario de la deuda externa latinoamericana, que per mite efectivas presiones del capital financiero mundial, e impone y facilita respuestas aceleradas de las burguesías y los gobiernos locales.

Sin embargo, en el mediano y largo plazo, las implicaciones de esta política, en lo económico y lo territorial, no garantizan un futuro tranquilo y sin sobresaltos para el capital nacional y transnacional; resurgen contra dicciones objetivas que la acción estatal había aminorado y aparecen otra» tendencias "malsanas" nuevas.

a] El Estado no garantizaría ya aquellas condiciones generales de la pro­ducción y el cambio que no sean asumidas rentablemente por el capí tal privado (lo que en el pasado determinó su estatización], abriendo nuevamente el camino al surgimiento de vacíos y estrangulamienton en las cadenas o sistemas de dotación, en un momento en que la

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"modernización" del aparato productivo, comercial y bancario para "aumentar la productividad", enfrentar la "libre competencia" y el "desafío de la libertad de comercio", exigen un acelerado proceso de construcción y renovación de éstas.

/>) AJ transferir al sector privado, parcial o totalmente, estas actividades, los aumentos consiguientes de la composición orgánica del capital, cuyos efectos sobre la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia y sobre los capitales individuales era mediatizada por los fondos públi­cos y sus transferencias, recaerá ahora directamente sobre los capi­tales individuales.

(:) La privatización de las condiciones generales de reproducción de la fuer­za de trabajo, su sometimiento a las condiciones de rentabilidad priva­da, la eliminación de los subsidios estatales, elevará necesariamente sus precios de mercado y generará una presión por los aumentos salariales correspondientes. Al mismo tiempo, disminuirán las eco­nomías de escala logradas por la centralización estatal de las cgrft y la solidaridad forzosa entre los trabajadores adscritos a los sistemas de seguridad social, haciendo elevar sus costos y precios. Si estas presiones de los trabajadores no encuentran respuestas del capital, continuará la caída de los niveles de reproducción iniciada con la crisis y la austeridad, la cual tiene límites objetivos que superados, se vuelven barreras insalvables al aumento de la productividad y la in­tensidad del trabajo y, por tanto, al aumento de la plusvalía relativa.

</) El control estatal de diversas y significativas empresas permitía (aun­que no se llevara a cabo], la aplicación de una lógica de localización territorial y urbana que caminara en el sentido de la eliminación de las llamadas deseconomías de aglomeración (costos sociales de las ex­presiones territoriales de la anarquía en la producción social], o de la relocalización de las ventajas de aglomeración (dotación privilegiada de infraestructura y servicios para la producción, o efectos "polariza- dores" de las implantaciones de grandes empresas productivas esta­tales], tendientes a la redistribución territorial de la actividad econó­mica y la población; con la privatización, la lógica de localización se transfiere a los capitalistas individuales y las fuerzas del mercado (en condiciones monopólicas], que históricamente sólo han producido, precisamente, estas "deseconomías" y desigualdades.

Las políticas neoliberales y la cuestión territorial • 109

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La reconversión económica

Y LA REORGANIZACIÓN TERRITORIAL

La reconversión económica neoliberal incluyó varios procesos íntimamente relacionados con la lógica de estructuración territorial y urbana: la orientación hacia las exportaciones; la liberación del comercio internacional; y la moder­nización de los procesos de producción, intercambio mercantil y monetario y de las cgrfs. Todos ellos forman parte de un proceso más global de transna­cionalización o internacionalización del capital, en el marco de una nueva divi­sión internacional de los procesos de trabajo, o simplemente, del trabajo.

Uno de los determinantes de la onda larga recesiva de la economía mundial iniciada en los setenta, fue la exacerbación de la competencia co­mercial entre los países imperialistas, en el marco de tendencias claras hacia la sobreacumulación de capital en las ramas más dinámicas de la producción: automotriz, aeroespacial, petroquímica, electrónica y ciberné­tica, al tiempo que se desarrollaba una dura confrontación, hasta ahora pacífica, por la hegemonía económica y política en el mundo capitalista, entre Estados Unidos y sus satélites, Europa Occidental, y el Japón y sus satélites asiáticos. Latinoamérica forma parte de este campo de batalla, en algunos casos con un papel muy significativo (México, Argentina y Brasil], que incluye y genera una competencia entre los países de la región por la vinculación privilegiada a la reestructuración en marcha.

La orientación hacia las exportaciones fue postulada como solución al estancamiento productivo interno, la evacuación de los excedentes de pro­ducción surgidos a raíz de la caída del mercado interno, la obtención de re­cursos para el pago de la deuda externa, la alimentación de la acumulación y la solución del desequilibrio estructural de la balanza comercial y la de pagos (Guillén, 1984: cap. 2], en medio de la persistente recesión y las fuertes ten­dencias inflacionarias. Esta orientación se ha desarrollado con tres diferen­tes bases productivas: la industria maquiladora de exportación o ensamblaje, la reorientación de la producción de las empresas locales antes orientadas al mercado interno, y el reforzamiento del papel exportador del sector agro­pecuario y el minero-extractivo y de primer procesamiento.

En estos tres casos, independientemente de su "modernización", la competitividad en el mercado mundial se deriva fundamentalmente de las altísimas tasas de explotación de la mano de obra local, expresadas en los

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diferenciales de valor de la fuerza de trabajo -expresadas en el salario real con relación al de los países importadores, y su constante caída en lerminos reales como efecto de las políticas neoliberales de austeridad nalai’ial, el enorme excedente de fuerza de trabajo en el mercado laboral, la más larga jornada de trabajo, las menores prestaciones sociales, la poca Miidicalización, y las constantes y violentas devaluaciones de nuestras monedas frente a las de los importadores, que lo degradan aún más en lerminos relativos. El resultado para los capitales externos maquiladores oIi ih locales exportadores son elevadas tasas de sobreganancia.

La maquila o ensamblaje intensivo en fuerza de trabajo, de piezas e msumos provenientes en su casi totalidad de las casas matrices en los países imperialistas, para el armado de partes de diferente importancia o productos finales destinados en su totalidad al mercado extranjero, se ha desarrollado ampliamente en México (por su "ventajosa" posición geográ­fica en relación con Estados Unidos y los países de la Cuenca del Pacifico]; .maque desigualmente, también se expande en otros países. La fuerza de irabajo de la maquila, en su mayoría, es remunerada con el mínimo sala­r i a l , carece de estabilidad laboral por la alta rotación de la mano de obra para evadir el pago de prestaciones sociales, hay casi nula sindicalización, es una mano de obra juvenil mayoritariamente femenina, con altas tasas de desempleo en la población masculina o que ha superado la edad de máxima productividad, no tiene seguridad social, realiza extenuantes jor­nadas de trabajo en las líneas de montaje prolongadas con horas extras y dobles jornadas; estas son las condiciones de explotación vigentes en la maquila (Pradilla y Castro, 1990],

Los centros urbanos privilegiados con la implantación de plantas ma­quiladoras son, en México, las ciudades y pueblos campesinos fronterizos v los puertos, donde imperan todas las carencias, déficit y penurias imagi­nables de condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo (vivienda, educación, salud, energía eléctrica, agua potable, drenajes, vialidad] ante la imposibilidad de acceder a las producidas por el capital privado, y la ausen­cia de políticas estatales de dotación equiparables con las necesidades que iie acumulan debido a las explosivas tasas de crecimiento urbano alimen- ladas por las migraciones.

Las empresas japonesas, europeas o norteamericanas que relocalizan I (arte de sus procesos productivos en América Latina, se benefician tam­

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bién de la gratuidad o el bajo costo de las infraestructuras (vialidad, trans­portes, comunicaciones], los servicios y, sobre todo, las materias primas y auxiliares como los energéticos, la electricidad y el agua, que en muchos casos son el resultado de millonarias inversiones hechas por el Estado para promover la instalación de las maquiladoras. Esta inversión absorbelo fundamental del gasto público, en desmedro del gasto social. Exencio­nes arancelarias, aduanales y fiscales, y créditos subsidiados preferencia les completan los beneficios de los "paraísos maquiladores" para las trans­nacionales. Por su naturaleza, la maquila y su territorio están totalmente desarticulados de la estructura productiva y los mercados locales de ma­terias primas y productos, y carecen de efectos multiplicadores sobre ellos, limitándose a multiplicar los sectores bancarios y de servicios. Más que integrar la economía y el territorio nacional, lo desintegran, fragmen­tan, articulando sus porciones a las de los países imperialistas de origen y destino de los capitales y mercancías. El beneficio casi exclusivo de núes tros países, son los salarios miserables pagados a los operarios.

Lograr la competitividad en el mercado mundial de la producción ma­nufacturera orientada antes al interno, caracterizada por su atraso tecno­lógico, su mano de obra poco calificada y peor pagada (explicación funda­mental del atraso tecnológico], la baja productividad, una mala calidad de los productos y elevados precios en un mercado antes protegido de la competencia externa y controlado monopólicamente, supone una moder­nización acelerada; su primer y más evidente resultado es el despido ma­sivo de trabajadores y el incremento del ya gigantesco ejército industrial de reserva cuya subsistencia depende de la realización de actividades muy poco productivas, peor remuneradas, antisociales y degradantes. El cam­bio tecnológico en los procesos de producción reemplaza capital variable por constante, trabajadores por máquinas, y empuja a la importación de bienes de capital e intermedios (medios de producción] contrarrestando en parte el crecimiento de las exportaciones y sus efectos sobre la balanza

comercial.La orientación hacia las exportaciones respondió a, y reprodujo la caí­

da del mercado interno como efecto de la pauperización acelerada de la población, que unida a la entrada masiva de productos de consumo de alta tecnología y bajos precios provenientes del extranjero (o de la producción maquilada reexportada], en muchos casos simple chatarra industrial, que

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...... el mercado a partir de la liberación parcial o total de las importa-1 iones y su desgravación, condujeron a la quiebra de numerosas empre-

> • 1 1 1 pequeñas y medianas, incapacitadas para modernizarse y mantenerse en ln libre competencia entre monopolios. Estos últimos, particularmenteIi ni transnacionales, son los únicos en condiciones de reproducir el patrón 1 portador, elevando el grado de concentración y centralización monopó- lir/i del capital y la hegemonía del extranjero; para su ingreso a nuestros países, buscado casi fanáticamente por la tecno-burocracia estatal, se su­primen o modifican legislaciones, se hacen concesiones fiscales, laborales, ndi lanales y arancelarias, y se crean Condiciones Generales, consumiendo en ello lo que queda del gasto público recortado. Sin embargo, las exporta- ' iones no logran compensar y superar la caída de la producción para el mercado interno.

I .a adecuación de la producción agraria a la competencia en el mercado mundial, supone un desarrollo desigual de su sector capitalista, en térmi- i i i m de la localización territorial de los productos para los que existe de- mmida internacional y de las regiones adecuadas natural e infraestructu- rilímente a estas producciones específicas. La mecanización, el cambio leenológico, la concentración de la propiedad para formar unidades con encalas técnicas adecuadas y altos niveles de productividad, significan la ex | iropiación de tierras a los campesinos parcelarios y la expulsión de traba- |ai lores agrarios, es decir, aceleración del proceso de urbanización. Desabasto del mercado interno, dependencia creciente de la importación de alimen- Ioh, aun de los que simultáneamente se exportan y altos precios internos, non subproductos de la orientación exportadora del sector agropecuario.

El turismo es otro de los sectores privilegiados por el proyecto expor- liulor, sobre todo en México, por su cercanía a Estados Unidos y sus gran­des recursos patrimoniales, históricos y naturales. Inversiones públicas nmliimillonarias en infraestructuras urbanas, aeroportuarias, carreteras y marítimas, sirven de soporte a la inversión de capital inmobiliario y comer­c ia l en hoteleríay servicios conexos, mayoritariamente controlados por las iransnacionales hoteleras, restauranteras, de viajes y de transporte maríti­mo y aéreo; sus usuarios son los turistas extranjeros y los de la cúspide de la escala de distribución nacional del ingreso. Una parte sustancial de las divisas introducidas, son repatriadas por las transnacionales; sumadas al turismo suntuario de egreso, por lo que la balanza comercial del sector

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tiende a mantenerse deficitaria, haciendo injustificable la gigantesca inver­sión. Convertidos en focos de atracción para el ejercicio de actividades de subsistencia de muy bajo ingreso (comercio callejero) o asociales (prostitu­ción, narcotráfico, delincuencia), estos "polos de desarrollo" presentan un crecimiento poblacional acelerado y reproducen, en forma ampliada, las mismas contradicciones de la ciudad semicolonial.

Las políticas neoliberales han conducido a un nuevo patrón de acumu­lación, denominado por Valenzuela de sustitución de exportaciones (Valen- /.uela, 1988), cuyas manifestaciones serían: orientación de las estructuras productivas hacia el mercado internacional, en un momento en que los países imperialistas acentúan el proteccionismo, y hacia los consumidores extranjeros; liberación casi total de la inversión extranjera como condición del flujo de capitales hacia el sector maquilador y exportador; apertura comercial que permite la introducción de cualquier producto extranjero; rápida contracción de la producción orientada al mercado interno en ra­zón de la caída de los ingresos y el aumento de las importaciones, y ge­neración de excedentes que se tratan de evacuar hacia el exterior; mayor grado de concentración y centralización técnica y social del capital y cre­ciente hegemonía del capital transnacional en las estructuras económicas. En síntesis, reindustrialización maquiladora periférica para la exportación y desindustrialización interior en las ramas para el mercado interno.

Las políticas neoliberales han generado tendencias de reorganización del territorio y de los sistemas urbanos nacionales. Las nuevas industrias para la exportación tienden a localizarse en las áreas de más bajos sala­rios relativos, es decir, donde en la fase anterior de industrialización y consolidación del movimiento obrero, no se habían dado transformacio­nes importantes del mercado de trabajo que determinaran altos niveles salariales directos e indirectos; en ciudades o pueblos con adecuada rela­ción con los países de origen de piezas e insumos o destino de los productos finales: fronteras y litorales marítimos periféricos; en áreas donde la inver­sión estatal ha producido Condiciones Generales de la Producción y el Cam­bio que garantizan al capital menores costos de inversión y producción.

La nueva industrialización se produce en las denominadas "ciudades medias", o las genera, mientras la desindustrialización ligada a la contrac­ción del mercado interno, ocurre en las grandes ciudades que soportaron la fase anterior "sustitutiva de importaciones": las grandes metrópolis.

1 1 4 * Emilio Pradilla Cobos

l’cro no se revierte sustancialmente la tendencia a la concentración territo­rial en las viejas aglomeraciones primaciales, en la medida que los proce- kos económicos aceleran aún más los movimientos poblacionales del campo a las ciudades y de las regiones de mayor atraso capitalista, hacia las viejas y nuevas urbes en expansión. Aunque las políticas estatales ha­blan de desconcentración o descentralización, la realidad muestra continui­dad en la concentración previa y reproducción ampliada de ella en otros puntos del territorio (Pradilla y Castro, 1989).

La estructura territorial, vertida hacia adentro con la industrialización sustitutiva, vuelve a orientarse hacia fuera para adecuarse a la variante exportadora. En los centros urbanos de "nueva industrialización", los puertos o los polos turísticos, la inversión productiva del capital (zonas industriales, hoteleras, portuarias, etcétera), vuelve a aparecer como el motor de la estructuración urbana y el lugar de concentración de las ma­yores y mejores infraestructuras y servicios, atrayendo hacia sus perife­rias los procesos de ocupación irregular de tierras y autoconstrucción de vivienda popular.

I RANSNACIONALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA Y EL TERRITORIO

l',n la fase de la industrialización sustitutiva, el capital transnacional llegó a dominar hegemónicamente la estructura productiva industrial en térmi­nos cualitativos, y a ocupar un lugar cuantitativo fundamental, por la ubicación de sus grandes empresas monopólicas en las ramas claves, más dinámicas de cada fase de la acumulación. Con el agotamiento de ese patrón y la llegada de las crisis, este capital fue desplazándose hacia los iicctores comercial, bancario y de servicios especializados sin perder la hegemonía industrial. Convertidos por la ideología neoliberal en los agen- ics claves de la recuperación, la modernización y la reconversión de la economía, incluida la producción de las condiciones generales de la produc­ción, y eliminadas parcial o totalmente las barreras creadas en el pasado pi ti' el proteccionismo y el nacionalismo, los grandes capitales extranjeros, iransnacionales, incluyendo ahora en lugar primordial a los japoneses y i ii ros asiáticos, reestructuraron su papel y su lugar y ocupan los puntos neurálgicos de la "nueva economía".

Las políticas neoliberales y la cuestión territorial * 1 1 5

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Mientras los capitales latinoamericanos se fugan hacia los países im­perialistas en busca de ganancias especulativas, los extranjeros fluyen selectivamente y en una escala menor a la deseada por las burguesías y los gobiernos del área, hacia la maquila industrial, las empresas industria­les estratégicas y prioritarias estatales privatizadas, las ramas de exporta ción más dinámicas, las redes de grandes centros comerciales, la banca, las comunicaciones, en particular las ligadas al desarrollo de la electrónica y la computarización, los transportes, los medios electrónicos de comuni­cación social y los servicios especializados. En la transnacionalización, la cantidad cede su lugar a la calidad.

La crisis del endeudamiento externo, la caída de los precios internacio­nales de las materias primas, los déficit de la balanza de pagos, las renego­ciaciones periódicas de la deuda y el papel de "árbitros" que adquieren los organismos financieros internacionales, a la vez económicos y políticos, crean condiciones excepcionales de maniobra al capital transnacional, de­bilitando el margen de negociación que habían adquirido los más grandes países latinoamericanos en el pasado. La "nueva" división internacional del trabajo combina el papel histórico de los países latinoamericanos como exportadores de materias primas mineras básicas y agropecuarias, en constante devaluación, con el de exportadores de manufacturas intensi­vas en trabajo sobreexplotado (para abaratar los costos de la fuerza de trabajo en los países centrales], de maquiladores de piezas y productos finales en el marco de una reorganización mundial de las cadenas produc­tivas, y compradores de medios de producción sofisticados, partes e insu- mos intermedios, y de productos manufacturados de consumo inmediato y durable de alta tecnología.

Las decisiones de localización territorial se desplazan del Estado nacio­nal, sus débiles instrumentos de planeación y programación y las burgue­sías locales o regionales, hacia las empresas transnacionales y su progra­mación mundial de la actividad, en el marco de la competencia entre monopolios y bloques regionales por el control de los mercados mundiales de bienes y de capitales. La integración territorial nacional cede su lugar a la internacional, que la mayoría de las veces, redunda en una desintegra­ción de la interna. Las desigualdades regionales se profundizan en lo cuan­titativo y lo cualitativo. Los procesos de integración económica regional latinoamericanos, abortados o desgastados por la realidad, se han olvida­

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do, cediendo su lugar a los grandes proyectos o ideologías de integración mundial geoeconómica y geopolítica: la Cuenca del Pacífico, la Cuenca del (¡aribe, el Mercado Común Norteamericano entre Canadá, Estados Unidos y México, etcétera.

La desregulación y la muerte de la planeación indicativa

I ,a planeación indicativa, impulsada en los países latinoamericanos en las décadas del sesenta y el setenta, ha mostrado plenamente su carácter limi- lado, ideológico-demagógico y estrechamente normativo; su incapacidad para modificar las tendencias naturales y contradictorias del capitalismo semicolonial y dependiente y de su expresión territorial y urbana, o para cumplir sus propias metas y objetivos, ha sido evidente. Carente de ins- i i'umentos objetivos, se había apoyado en la práctica contradictoria y re­lativamente muy débil en relación con los procesos objetivos y la acción del capital privado, del intervencionismo estatal ejercido a través de los organismos y empresas paraestatales y, sobre todo, en la ahora denomina­da "regulación" de la actividad económica, la localización territorial y la producción de los soportes materiales urbanos.

El neoliberalismo trajo consigo la desregulación como uno de sus ejes ideológicos y prácticos consustanciales, que conduce, más o menos rápi­damente según el caso, a la supresión de los instrumentos normativos de que disponía la planeación. En su versión vulgar y pretendidamente "po­pular", la del otro sendero de Vargas Llosa y Hernando de Soto (Pradilla, 1988), se hacen más evidentes los posibles efectos de la desregulación para "liberar la creatividad de la informalidad", sobre el desmantelamiento de cualquier intento de planeación y normatividad de la actividad urbana.

La deificación neoliberal del "libre mercado" y la "libre iniciativa", agudiza la contradicción estructural y la oposición coyuntural entre el régimen capita­lista, la anarquía de la producción privada en general y de los soportes mate- riales, y la posibilidad de una planeación que resuelva sus contradicciones y privilegie el "bien común", los intereses generales de la nación y sus habitan- les, por encima de los capitalistas privados y los grandes monopolios.

El neoliberalismo es la negación de la planeación. La privatización re­duce drásticamente los instrumentos de acción "planificada" o "programa­

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da" del Estado: carece de empresas estatales que puedan impulsar (al menos según la ideología keynesiana de la "polarización") el desarrollo regional mediante sus decisiones de localización territorial; disminuyen sus instituciones financieras y los capitales disponibles para "orientar" los flujos de inversión; coloca en manos del capital privado, local o transnacio­nal, la inversión en condiciones generales de la reproducción de la formación social -cgrfs— y, por lo tanto, bajo los imperativos de la rentabilidad capita­lista y no del "desarrollo armónico" como lo sostuvo en el pasado; la con tracción del gasto público, sobre todo el social, disminuye aún más la siempre insuficiente acción del Estado en la creación y gestión de las con iliciones generales de reproducción de la fuerza de trabajo -cgrft- en campos y ciudades; la reversión de las conquistas laborales de los trabajadores, de las prestaciones legales y extralegales contenidas en los Contratos Colec­tivos de Trabajo y en la anterior legislación laboral, y la liquidación de los organismos que las materializaban y ejercían, castra su posible acción en la "redistribución" social y territorial del ingreso nacional.

La transnacionalización desplaza las decisiones económicas y territo­riales de los aparatos estatales a los centros de gestión del capital transna­cional, de sus acuerdos regionales, o al terreno anárquico de la libre com petencia entre grandes empresas, oligopolios o acuerdos económicos multinacionales. La política de articulación a la nueva división internacio­nal del trabajo, suplanta la meta de integración nacional por la de integra­ción multinacional y somete más estrechamente las economías nacionales a los ciclos de las de los países imperialistas, en el marco de su lucha por la hegemonía. La pauperización de las masas trabajadoras, por la crisis y las políticas para superarla, reproduce ampliamente las necesidades, ca­rencias, penurias y contradicciones materiales y sociales que se expresa ban en las estructuras urbanas y las caracterizaban; insolubles e insolu­tas en el pasado intervencionista, a pesar de los múltiples planes y programas o, muchas veces, por ellos mismos, en el presente neoliberal esas contradicciones aparecen como condiciones "naturales" de la vida social, que sólo podrían resolverse por automatismos económicos que los nuevos ideólogos o teóricos no logran ni demostrar en la historia 1 1 1

definir en la ideología.La planeación global y la territorial (regional y urbana), son reubicadas

por el neoliberalismo en su lugar objetivo: el de discursos políticos legiti­

118 • Emilio Pradilla Cobos

madores, ideologizados y demagógicos, e instrumentos de programación y ciccución de las acciones de impulso y apoyo de la expansión plena del capitalismo salvaje en su nueva versión histórica.

I )l L AUTORITARISMO A LA DEMOCRACIA AUTORITARIA

Kalmanovitz, Foxleyy Fajnsylver señalan reiteradamente dos hechos fun­damentales. En América Latina, las primeras experiencias de estabiliza- cuín monetarista y de transformación estructural neoliberal, tuvieron lugar en Brasil (1964-1967), Argentina (después de 1976), Uruguay (desde 1974) y Chile (desde 1973), a partir de golpes militares contra regímenes políticos caracterizados por la burguesía local y transnacional como "populistas" y se aplicaron mediante un ejercicio abiertamente autoritario del poder políti-i (>-militar. En segundo lugar, todos los componentes del proyecto económico v social conducen a una pauperización creciente de los sectores populares, en especial de los obreros y asalariados, lo cual exige el mantenimiento de esta forma de ejercicio del poder para enfrentar sus luchas defensivas en l< i económico y político y garantizar la permanencia de los cambios regre­sivos de sus condiciones de vida y trabajo.

Por lo anterior, el proyecto neoliberal es portador de una contradicción entre la libertad absoluta que se otorga al capital y sus agentes, y la limita­ción de los derechos defensivos de organización, movilización y huelga enlo económico, y la cancelación del derecho a las manifestaciones políticas de todas las clases sociales. Por su autoritarismo congénito, su negación del nacionalismo, su proclividad a la subordinación a los países imperialis- las, su recorte de las libertades democráticas y populares, su recurso a las viejas ideologías burguesas, y su neta diferenciación con el liberalismo tra­dicional y el nacionalismo latinoamericano, más que de neoliberalismo, debe­ríamos hablar de neoconservatismo.

El estallido de la crisis global del patrón anterior de acumulación capi- ialista en los ochenta llevó, en un doble movimiento, al agotamiento de estos regímenes militares, y al avance y generalización de la ideología neo­liberal y su proyecto modernizador, impuesto por los organismos multina­cionales y asumido como remedio único al estancamiento de la acumula­ción capitalista. Pero ahora, al inicio de los años noventa, el proyecto tiene

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que ser aplicado por gobiernos elegidos por el voto popular (Argentina, Uruguay, Brasil y en unos meses, Chile). El proyecto se expandirá al Perú, Venezuela y México y adquiere celeridad mayor en Brasil y Argentina.

La interrogante, aún no muy claramente respondida en la práctica, es cómo conciliar la necesidad del autoritarismo y la formalidad democrática. El Presidente militar chileno Augusto Pinochet, acuñó hace unos años el "concepto" de democracia autoritaria como la "solución" al dilema; ella sería, a nuestro juicio, una variante aún más recortada de la democracia semico­lonial limitada o restringida que ha dominado la historia del continente, en alternancia con los regímenes dictatoriales. Sin embargo, la respuesta final no depende solamente de los deseos o voluntades de los gobiernos, sino de la correlación de fuerzas con los sectores populares y sus luchas demo­cráticas y defensivas.

En el mismo dilema histórico se encuentran el gobierno de las ciudades y la planeación territorial y urbana. Mientras los movimientos sociales y políti­cos populares demandan insistentemente la participación democrática en ambas esferas, en el primero se mantienen expresiones limitadas, foimales y en muchos casos impotentes o inoperantes; y en la segunda, sigue imperando el carácter burocrático, autoritario, sin participación ciudadana, al tiempo que su posibilidad transformadora y ordenadora se esconde y desvanece frente al avance incesante del individualismo burgués, la negación de lo colectivo, y la crítica a la justicia social, sustituida por el encubridor "bien común".

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I rfpltulolll

I .is contradicciones de la privatización drlos servicios públicos*

111 m i dn los ejes fundamentales de las políticas neoliberales para la reestruc-ii unción del capitalismo, aplicadas en forma generalizada en los países luí un minericanos en la actualidad, como parte de la "reforma" o "redimen- iih linimiento" del Estado, es la privatización de las empresas agrícolas, mu ii i'. is, industriales, comerciales, bancarias y financieras, la infraestruc- Iin n \ los organismos de prestación de servicios públicos pertenecientes til Hulado [Pradilla, 1990; capítulo II de este libro].

limo proceso de transferencia parcial o total al capital privado nacio- iml o extranjero de la propiedad, el control y/o la gestión de los soportes lliiilitwiIos, los medios y los procesos de producción, intercambio y dis- Mliución social, incluye las condiciones generales para la reproducción delll Inri nación social (cgrfs) [Pradilla, 1984; caps. II y III), controladas du- Mliii' muchos años o desde su creación, parcial o totalmente, por el sec- ||il publico: carreteras y vialidad urbana, vías férreas, puertos marítimos y JM'i'opuortos, empresas de transporte aéreo, marítimo, fluvial, camione- |n iIm mercancías y pasajeros urbano e interurbano; sistemas hidráulicos ■(i (h enaje e irrigación rural y provisión de agua potable; producción y dis-

II i i i i lón de energía eléctrica, gas doméstico e industrial, gasolina y otros ll'lí'etie.os; correo, telégrafo, teléfono y otras telecomunicaciones; drena- , ('ni nlección de desechos sólidos y líquidos, cementerios; educación, p'Vli ion culturales, salud, recreación, vigilancia, etcétera.

|'l Impacto de esta privatización en los procesos de estructuración del 'lli lid i (las ciudades, las "regiones", los bloques de países), es innegable;

* | ><• versión original de este capítulo fue publicada en Martin Frechilla, Juan José y Al­lí I ii iv i i n (comps.), 1994, La ciudad: de la planiñcación a la privatización, Universidad Cen- ■ VpiH'/.ticla, Caracas, Venezuela.

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ello nos obliga a los investigadores en temas territoriales, a llevar a cabo un esfuerzo de interpretación, teorización y proyección tendencial. Lamen­tablemente, el desarrollo del conocimiento científico y crítico sobre estos elementos fundamentales de la estructura económica y territorial, en par­ticular la urbana, es bastante reducido [Coing, 1987] e insuficiente, lo cual limita y hace más aleatorio este esfuerzo.

La privatización: nueva ortodoxia capitalista neoliberal

La privatización, por diferentes vías, de organismos, empresas e instituciones estatales en los sectores pesquero, agropecuario, minero, industrial, comer­cial, bancario y financiero, de infraestructuras y servicios en general y públi­cos, etcétera, ha sido asumida por la burguesía local y transnacional, pro- pagandizada y aplicada por casi todos los gobiernos latinoamericanos, y recomendada o impuesta por los organismos financieros multinacionales dominados hegemónicamente por los países capitalistas más desarrolla­dos, como una fórmula general, válida en todos los países y sectores, para la superación de todas las contradicciones propias de cada una de ellas, y de la crisis de las economías nacionales en su conjunto.

Desde el inicio de la oleada neoliberal, a mediados de los años setenta en Chile, la justificación empresarial o gubernamental de las privatizaciones, formalmente diversa según los países, los momentos del proceso y las empresas u organismos concretos a privatizar, ha tenido siempre un con­tenido universal, abstracto, al margen de la realidad histórica y las deter­minaciones objetivas o subjetivas, económicas, sociales o políticas que llevaron a su control por el Estado, y las evidentes particularidades estruc­turales u operacionales de cada uno de los sectores o unidades individua­les objeto de la privatización; igual carácter presenta la enumeración de las ventajas y beneficios, casi milagrosos, de su realización.

La práctica privatizadora se rodea así de un discurso ideológico justifi­cador, convirtiéndose en una nueva ortodoxia casi religiosa, fundamenta- lista, que avanza rápidamente, creciendo como bola de nieve por la pen­diente. Pero la oposición al proceso, en la derecha, el centro o la izquierda asume una postura ideológica similar, que olvida la historicidad, la particu­laridad y las contradicciones del control estatal y de la operación de las

124 • Emilio Pradilla Cobos

empresas. La izquierda en particular, ha ignorado los planteamientos de Marx, sobre la penetración del capital en las condiciones generales de la reproducción social, formulados en 1857:

El más alto desarrollo del capital ocurre cuando las condiciones generales del proceso social de producción no se crean a partir de una deducción del rédito social, de los impuestos estatales (donde es el rédito y no el capital el que aparece como fondo de trabajo, y el obrero, aunque es un asalariado libre como cualquier otro, desde el punto de vista económico, está sin em­bargo en otra relación], sino del capital en cuanto capital. Ello revela, por un lado, el grado en que el capital ha sometido a su dominio todas las condi­ciones de la producción social, y por otro lado, consiguientemente, en qué medida está capitalizada la riqueza social reproductiva y se satisfacen to­das las necesidades bajo la forma del intercambio; también las necesida­des del individuo puestas como sociales, esto es, las que satisface y experi­menta colectivamente, con otros, -y cuyo modo de satisfacción es por su naturaleza, social, también éstas son no sólo satisfechas sino también pro­ducidas a través del intercambio (Marx [1857-1858] 1975: 22).

Se olvidan, por tanto, sus implicaciones actuales; tampoco recordamos que en el pasado, criticamos ampliamente el papel jugado por las políticas y las empresas estatales en la reproducción capitalista en general, y su naturaleza iiegregativa y clasista cuando su acción estaba relacionada con las condiciones •'.morales de la reproducción de la población (Pradilla, 1984: caps. I I y III).

A juicio de varios autores, esta ideologización del debate sobre la priva- ii/,ación de los servicios públicos, le resta pertinencia, objetividad, profundi­dad y eficacia política, sobre todo cuando se refiere a los llamados "servi­dos públicos" (Coing, 1991; Lovera, 1991; Lungo, 1991). Según Coing, un mipecto central de la desideologización de la discusión y el análisis, es in­terpretar las determinaciones objetivas tanto de la estatización, como de la privatización, es decir, asumirlas como procesos reales, históricos, más illa de sus determinaciones subjetivas, políticas e ideológicas.

Para nosotros, los "servicios públicos", que caracterizamos como con- i linones generales de la reproducción de las formaciones sociales (cgrfs) (Pra- i l i l l a , 1984: caps. I I y III), se diferencian estructural, funcional y operativa­mente de otras actividades de la producción y el intercambio mercantil y monetario, que también fueron objeto en el pasado de la intervención di- rec ia del Estado y hoy lo son de la "desincorporación", por lo cual requie­

Las contradicciones de la privatización de los servicios públicos • 125

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ren un tratamiento distinto y específico. Ello significa, no olvidar la hetero­geneidad de las actividades consideradas como parte de las cgrfs, y sus instantes constitutivos, su historicidad, sus particularidades, la desigualdad de su desarrollo, etcétera. Se trata entonces, de partir de aquello que es universal a todas ellas en la medida que se expresa en todas sus particu­laridades, teniéndolas en cuenta permanentemente, para llegar a las particularidades concretas y volver a reconstruir la generalidad.

Heterogeneidad y desigualdad en las condiciones GENERALES DE LA REPRODUCCIÓN DE LAS FORMACIONES SOCIALES (LOS "SERVICIOS PÚBLICOS")

Es necesario recordar [Pradilla, 1984: cap. III), en primer lugar, que las cgrfs se diferencian internamente en términos estructurales, funcionales y operativos, en:

a) Aquellas necesarias a la acumulación de capital en sentido estricto, cuyo valor de uso o efecto útil es realizado por y en la producción y el intercambio de mercancías [cgp e i).

b) Las necesarias a la reproducción de la dominación ideológica y política de la sociedad existente, cuyos efectos útiles son realizados por los aparatos estatales, políticos e ideológicos [cgrdi y p).

c) Las necesarias a la reproducción de la población: fuerza de trabajo [cgrft) y no trabajo o perceptores de plusvalía [cgrnt).

Algunas condiciones generales son específicas de la acumulación de capital en sentido estricto, como la irrigación destinada a la producción agrícola y pecuaria, las que suministran materias primas o auxiliares a la producción [agua, electricidad y otros energéticos, drenaje en las plantas fabriles), el transporte terrestre, fluvial, marítimo o aéreo de materias primas o mercancías, etcétera. Otras, en cambio, como la educación, la salud, la recreación, etcétera, satisfacen esencial y solamente las nece­sidades de la población, incluyendo los trabajadores y los no trabajadores. Algunas otras, como los distintos medios de transporte y sus soportes materiales, la energía eléctrica y otros energéticos, las comunicaciones, el agua potable, el drenaje, la recolección de desechos sólidos o líquidos,

126 • Emilio Pradilla Cobos

etcétera, funcionan alícuota y simultáneamente para satisfacer todas estas necesidades; serían las más generales de las condiciones generales.

I ',sta diferenciación, esencial en términos analíticos y políticos, está i leterminada por la relación de cada una de las actividades o una parte de ni in productos o efectos útiles, con el funcionamiento de la sociedad en su n ni i unto y sus partes constitutivas. Esta diferenciación, como todo [la con­dición general o actividad en su conjunto) o como parte del todo [una parte< I< • los efectos útiles de una actividad o condición general, o una unidad productora o de intercambio de ella), determina relaciones técnicas y so-■ tilles distintas, diversas formas de articulación con lo económico, lo polí- ileo y lo ideológico, que se expresan cualitativa y cuantitativamente en su ' mructura, que son analizables y deben ser analizadas. Es un aspecto enencial de su particularidad.

I Jesde el punto de vista analítico, en las condiciones generales de la re­producción de las formaciones sociales [cgrfs) existen elementos y caracte­rial ie.as generales, comunes a todas o a un grupo de ellas, y particulares o enpecíficas, que diferencian su funcionamiento estructural y nos obligan a I iíii i t un estudio particular y específico de cada una. En este trabajo anali- (iri 'inos básicamente el proceso de privatización de las cgrfs en sus aspec-

li ni más generales. Sin embargo, para ello es necesario tener en cuenta las particularidades y desigualdades esenciales.

I .as relaciones sociales y técnicas imperantes en la producción, inter- i mnhio y distribución en cada grupo de actividades, y al interior de cada una, son o pueden ser diferentes [por ejemplo, la educación o la salud, con retipecto a las comunicaciones o la producción de energía eléctrica); esto en particularmente válido para las condiciones de la acumulación de capi­tal en cada una, o su relación con la acumulación de capital en su conjun­ta (lomo resultado de estas diferencias, y de las transformaciones en las necesidades, en términos técnicos y sociales, sus procesos y ritmos de ilciiarrollo, estancamiento u obsolescencia, son desiguales y diferentes, por i'|em[)lo, entre los correos y las comunicaciones electrónicas¡ entre la reco­lección de desechos y la producción de energía; entre la salud y la educa- i ti ni; etcétera. Un aspecto particular de esta heterogeneidad y desigualdad en ln naturaleza de su cambio tecnológico y las condiciones de desarrollo de i filia una de las actividades; el resultado ha sido una combinación desigual de formas, niveles y procesos de desarrollo técnico y social.

Las contradicciones de la privatización de los servicios públicos • 127

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El proceso histórico de surgimiento, localización territorial, e interven­ción pública o privada, ha dado lugar en cada país a una combinación de empresas locales y nacionales, pequeñas y grandes, nacionales y transna­cionales, públicas y privadas, que constituyeron en el pasado el universo complejo objeto de la estatización, y hoy constituyen el de la privatización

(Coing, 1991; Lungo, 1991).En todos los casos nacionales y en todas las actividades, el sector

estatal compitió, coexistió o se complementó con el privado, pues el Es­tado nunca llegó a tomar el control total de la producción y circulación de los valores de uso (bienes o servicios) en todas y cada una de las cgrfs. Los grados de participación del Estado fueron variables en el tiempo y dife­rentes en cada actividad. En cada país, la participación del sector público en su conjunto y de las cgrts públicas en la producción sectorial y global, ha sido variable y distinta en calidad y cantidad; igual ocurre con cada actividad aislada (cepal, 1971).39 El desarrollo de la intervención estatal nacional o local en las cgrfs, no sólo no eliminó la participación directa del capital privado en cada sector, sino que promovió su crecimiento compel i tivo o complementario directo (en el mismo sector o rama), o indirecto (en la producción de soportes materiales y el suministro de bienes y servicioH -medios de producción- para las empresas u organismos estatales), lo cual niega la ficción publicitaria de la contraposición antagónica entre ambíin

lógicas (De Souza, 1990).En los países latinoamericanos, el ritmo de surgimiento y desarrollo do

las cgrfs fue desigual en el tiempo, la situación político-social, la calidad ,y la cantidad. Igual naturaleza tuvo la intervención estatal en ellas, y la tiene actualmente la privatización. Chile, el pionero, inició el proceso privativa dor en 1973, en medio de una dictadura militar sanguinaria y como forma para desmantelar la obra del gobierno socializante de Allende; él fue rápl do y global. México lo emprendió 10 años más tarde, luego de estallar la profunda crisis de 1982, mediante un viraje radical de la política "naciona

29La participación del Estado en la infraestructura y los servicios públicos era y cu mili diferente según los países y las ramas y sectores. Hacia 1971, la casi totalidad de las emptiM sas ferroviarias pertenecían a los Estados,- entre un 20 y un 70 por ciento según el pnlH, illl

las unidades de marina mercante estatales, se distribuían en porcentajes variables Ihh nil«( y pasajes, extraían la mayor parte del petróleo nacional; y las empresas públicas conui ilnl mil en su gran mayoría la generación de electricidad [cepal, 1971: 25-39). El grado de privui i/.«l ción ha sido también muy distinto, por ejemplo entre Chile y México de un lado, y Bninil v

Colombia de otro.

128 • Emilio Pradilla Cobos

huta-revolucionaria'' del Partido de Estado (el Revolucionario Institucional) constituido después de la Revolución democrático-agraria de 1910, hasta entonces claramente estatizante; ha sido acelerado y global. En Venezuela, ' 1 gobierno de un socialdemócrata, con un pasado intervencionista, echó a■ indar la privatización recientemente, en medio de un rechazo militar y civil auivo, y es aún muy limitado. En Argentina, su impulsor llegó al poder a nombre del peronismo, que unas décadas atrás fue abiertamente estati- anie; ha sido generalizado y rápido. En Perú, sumido en la crisis econó­

mica y política, un gobierno modernizante y moralizante, autoritario, lo aplica autoritariamente desde hace apenas un par de años, con pretensio- iich globales. Brasil, Colombia y Paraguay lo empiezan apenas en forma Hunda y parcial, en circunstancias políticas y sociales diversas. En 1992, nna consulta democrática realizada en Uruguay, permitió a la oposición ilcicner parcialmente la legislación privatizante emanada del gobierno.

lin cada caso, el papel y la posición de las clases sociales, sus expre- NIoiii'h políticas y su práctica frente a la privatización han sido distintas, pm iicularmente en lo que respecta a los trabajadores. En todos los casos, t i proceso ha sido autoritario, decidido desde arriba, desde la cúspide del |(|i il iierno y sin consulta específica a la sociedad, aunque sus circunstancias I h i m i i sido diferentes. Esta desigualdad está determinada por las particu­lar lm les económicas y políticas de la relación entre las clases, histórica- Minnic lechadas, de cada país. La ideología neoliberal, empresarial o guber- flMiiicul.nl, oculta estos hechos para dar validez universal a sus prácticas NHnnleH; lamentablemente, también la crítica cae frecuentemente en este in iilunniento.

i H n ILINACIONES HISTÓRICASMía INI i rvención estatal en los "servicios públicos"

Iiii Inii i vención del Estado en las cgrfs ("Servicios públicos"), se inició si- pilllnnenmente al desarrollo del capitalismo industrial, aunque ya tenía M|t*ici lentes en la fase de transición del feudalismo al capitalismo, partícu­la un ule durante la constitución de las monarquías absolutas y la lucha

■HUI) n Ii ni privilegios de los señores feudales locales, como el control de los ■éfMih h, los caminos y las vías de navegación. No fue el resultado de con­

Las contradicciones de la privatización de los servicios públicos • 129

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capciones ideológicas subjetivas, sino de combinaciones de factores económi eos (necesidades de la acumulación capitalista y lucha económica de los trabajadores), y políticos (conflictos armados internacionales, guerras civi les, legitimación del Estado burgués y reivindicación de los explotados y oprimidos).

En el capitalismo "avanzado"

lili los países capitalistas "avanzados", la intervención estatal en el con li'ol, gestión o regulación de la producción, distribución social e intercam­bio de los efectos útiles de las cgrfs, en particular las de la producción y el intercambio, no tuvo que esperar la llegada de la política y la teoría key- nesiana, como respuesta a las grandes crisis del capitalismo monopolista, a principios del siglo xx. Apenas había concluido la primera revolución industrial, a mediados del siglo xix, cuando la ausencia de cgrfs, o las contradicciones e ineficiencias de la producción privada de estos bienes y servicios esenciales a la acumulación capitalista y a la reproducción de la fuerza de trabajo, en condiciones adecuadas a las necesidades del capital, llevaron a los estados burgueses a la centralización y/o estatización y/o nacionalización30 de empresas, ramas o actividades completas, desarro­lladas previamente por el capital privado, o a su producción y gestión di­recta (Engels [1845] 1974 y [1872] s/f; Ragón [1971] 1979: cap. 5; Benévo­lo [1963] 1979).

Desde entonces, estas acciones se repitieron periódicamente. La onda larga recesiva de la economía capitalista mundial, ocurrida entre 1914 y 1940 (Mandel [1980] 1986: 92), durante la cual se vivieron dos guerras mundia­les y la Gran Depresión de los años 1929-1930, colocó al intervencionismo estatal (incluyendo el ámbito de los "servicios públicos") teorizado por J. M. Keynes, como la práctica dominante y generalizada de los estados burgueses. Las determinaciones estructurales y coyunturales, históricas, han sido complejas y desigualmente combinadas según el momento y las condiciones particulares de cada país.

30 En sentido estricto, la nacionalización es el proceso por el cual una empresa controlada por el capital extranjero pasa a manos del capital nacional, público o privado. Estatización seria el paso de una empresa de capital privado nacional o extranjero, a propiedad del Estado. Centralización seria el proceso de transferencia de una empresa controlada por una entidad gubernamental local o regional, al control del gobierno central y sus empresas nacionales.

130 • Emilio Pradilla Cobos

La gran magnilud relativa de las inversiones necesarias para la pro­ducción y circulación de las condiciones más generales y complejas de la a cumulación (represas y acueductos, hidroeléctricas y redes de distribu- ción, ferrocarriles nacionales, puertos marítimos, etcétera), cuando el capital privado no había alcanzado aún el alto grado de desarrollo, con- cimiración y centralización necesario para llevarlas a cabo directamente, determinó que sólo pudieran ser cubiertas por el capitalista colectivo estatal mediante la tributación social concentrada y el gasto público que hace posible.

La lenta recuperación de la inversión de capital y la baja rentabilidad relativa de la inversión en soportes materiales, medios de producción, pro­ducción y redes de distribución de estos bienes y servicios, por la elevada composición orgánica del capital en algunas condiciones generales (pro­ducción eléctrica o de carreteras y puertos, ferrocarriles, telégrafos, teléfo­nos, etcétera) o su naturaleza de servicio social en las condiciones generales de reproducción de la tuerza de trabajo (educación y salud pública), en expan­sión pero de muy bajos ingresos, hizo necesaria la inversión del capital o la renta social en manos del Estado, no sometidos plenamente a la lógica de la ganancia privada.

Las contradicciones técnicas y económicas derivadas de la exacerbada competencia entre productores privados, afectaban y dificultaban seria­mente la acumulación privada o social del resto del capital (caso de los ferrocarriles europeos en sus primeras décadas); la anarquía en su pro­ducción, la fragmentación de las redes y los sobrecostos derivados, la in­compatibilidad técnica entre lo producido por diferentes empresarios y la guerra ruinosa de precios, impusieron su centralización monopólica en un agente externo a los capitales individuales, colocado por encima de ellos, pero destinado a beneficiarlos a todos: el Estado capitalista.

La necesaria unidad de la propiedad del suelo para el despliegue de los soportes materiales y redes, también unitarios (carreteras, ferrocarriles, energía eléctrica, agua potable), imponía la intervención estatal mediante el recurso a la expropiación en aras del "bien común", para la concentración de la propiedad territorial de las áreas necesarias, y de sus procesos de producción. A ello se combinaba la imposibilidad técnica o económica (so­luble hoy día en algunos casos como la telefonía celular), de superponer redes competidoras de distribución privada de bienes o servicios como el

Las contradicciones de la privatización de los servicios públicos * 1 3 1

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teléfono, el agua potable o la energía hasta el lugar fragmentado del mismo consumidor, para poder competir, lo cual dio lugar a la necesaria monopo- lización u oligopoiización segmentada o global de la producción y/o la

distribución del bien o servicio.El carácter estructuralmente monopólico de la producción, intercam­

bio, y fijación de precios de mercado de estos bienes y servicios, esenciales a la acumulación de capital y la reproducción de la fuerza de trabajo, resul­tante de la unidad de los procesos productivos y de distribución, acentuada por la tecnología (por ejemplo, la interconexión eléctrica] o resuelta por ella mediante la fragmentación (Lovera, 1991], entraba (y sigue entrando] en contradicción con los intereses de una parte del capital, y con los de la fuerza de trabajo, designando como forma de resolución parcial a los monopolios estatales que privilegian a las clases sociales, fracciones o sec­tores según la correlación de fuerzas en el bloque en el poder del Estado.

Las frecuentes quiebras de las empresas privadas en las ramas de las cgrfs, derivadas de su baja rentabilidad, sobre todo en fases recesivas o de crisis de la acumulación, castigaban a capitalistas individuales, generaban desempleo o dificultaban el normal desarrollo de la acumulación de capital, haciendo de la estatización una fórmula adecuada para salvar a los burgue­ses de la quiebra, mantener empleada a la fuerza de trabajo, y garantizar las condiciones para proseguir el proceso de acumulación.

También actuaba en este sentido la necesidad del capital privado, para reducir sus costos de producción y mantener la tasa de ganancia, de socia­lizar los costos privados de bienes y servicios como el transporte de mer­cancías, la energía y el agua, en cuanto medios de producción (materias primas y auxiliares) o circulación mercantil; y mediante las economías de escala y la solidaridad entre los trabajadores, racionalizar, reducir y socia­lizar una parte importante de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo. Esta exigencia se resolvió gracias a la centralización en el Estado de los procesos de producción, intercambio y gestión de condiciones gene­rales para la acumulación (carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos, energía eléctrica, agua potable, irrigación, etcétera) y de la reproducción de la población como salud y seguridad social, vivienda obrera y servicios

conexos, educación, etcétera.Mediante la transferencia de sus costos de inversión y operación y

sus pérdidas al conjunto de la sociedad, a través del Estado, los impuestos

132 • Emilio Pradilla Cobos

y el gasto público, se elevaba la composición orgánica del capital social y no la privada, y el capital privado evitaba que recayera sobre sus ganan­cias individuales.

Los graves procesos de contaminación ambiental generalizada causa­dos por la industrialización masiva y anárquica, las pésimas condiciones de vida en los barrios obreros determinadas por los bajos salarios durante la (¡poca de la acumulación y explotación salvaje, y el resurgimiento de las pestes y epidemias en las ciudades industriales atestadas, antihigiénicas y carentes de infraestructuras y en las míseras viviendas obreras, dieron lugar, a mediados del siglo xix al higienismo burgués, la legislación fabril, el inicio de la regulación urbanística y el control de las municipalidades so­bre algunas infraestructuras y servicios urbanos básicos como los servicios de agua potable, drenajes, recolección de desechos, servicios funerarios, eicétera (Engels [1845] 1974; Marx [1867] 1975; Benévolo [1963] 1979; Ra­león [1971] 1979). Hoy día, el nuevo choque ambiental, más generalizado y más destructor, coloca al Estado, en este caso con la aceptación relativa del capital, como el agente social responsable de la protección ecológica.

La lucha reivindicativa y revolucionaria de los obreros contra la explo- l ación salvaje de los empresarios en la fábrica, la usura de los casatenien- les y las miserables condiciones de vida en sus barrios y viviendas, que estalló periódicamente en Europa desde principios del siglo xix, obligó a l< is estados y burguesías a usar la represión urbana, para lo cual intervino eu la transformación de las estructuras urbanas (por ejemplo, el urbanis­mo haussmaniano en Francia), a hacer concesiones a los trabajadores en lerminos de la creación o mejoramiento de las cgrft (educación, salud, recolección de desechos, etcétera) y de condiciones particulares como la vivienda, y a impulsar la regulación urbana y el control de la actividad constructora privada mediante el urbanismo y los reglamentos de cons- irucción (Engels [1845] 1974; Benévolo [1963] 1979; Ragón [1971] 1979).

I ,as crisis periódicas de la acumulación de capital, particularmente en la primera mitad del siglo xix y en la onda larga recesiva de 1914 a 1940, llevaron posteriormente a los estados burgueses a aplicar políticas inter­vencionistas que incluían: la estatización de empresas privadas (incluyen- i Ii i (JGRFS) en quiebra para salvar a sus propietarios de la ruina; llenar con empresas estatales los vacíos estratégicos y neurálgicos para la acumula- i lón de capital, en las cadenas productivas, financieras y de intercambio no

Las contradicciones de la privatización de los servicios públicos • 133

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cubiertos por el capital privado; realizar una parte de las grandes inver siones necesarias al desarrollo tecnológico para las sucesivas "moderni zaciones" o revoluciones tecnológicas; reducir los costos de producción mediante materias primas y medios de circulación a precios subsidiados, como medio para la transferencia de plusvalía de las empresas estatales a las privadas (Theret y Wieviorka [1978] 1980]; alimentar la demanda de mercancías a la empresa privada, mediante las compras estatales y el gas to público, amortiguando las crisis de realización mercantil que acompa ñan a las de sobreacumulación; y alimentar la acumulación privada me diante flujos directos de capital dinero provenientes del fondo presupuestaIo del crédito obtenido y garantizado por el Estado.

Las guerras europeas del siglo xix y las dos grandes guerras interim penalistas del siglo xx por la hegemonía en el mundo capitalista y el con trol de los mercados de materias primas y productos, y la posterior recons trucción de las economías destruidas, el salvamento de sus burguesías y la reanudación de la acumulación, impusieron la penetración estatal en muchas ramas de la producción, el intercambio y las finanzas, incluyendo las cgrfs, y el otorgamiento de créditos y ayudas estatales extraordinarias como el Plan Marshall de ayuda norteamericana a Europa en la segunda posguerra. La guerra misma había convertido a los estados en productores de armamento y otros bienes necesarios a la defensa, en sustento funda mental de la industria armamentista privada mediante sus compras masi­vas, o en propietarios de condiciones generales estratégicas para la defensa militar y el espionaje. Esta situación, exacerbada durante la "guerra fría" con el denominado Bloque Socialista, persiste hoy día a pesar del neolibe­ralismo y del derrumbe del estalinismo en Europa del Este.

La legitimación, por la vía democrática o la autoritaria, del Estado y las expresiones políticas burguesas, enfrentadas a las de los trabajadores del campo y la ciudad y sus luchas reivindicativas o revolucionarias, tuvo y sigue teniendo, a pesar del avance neoliberal, como medio la intervención estatal en campos muy sensibles a la opinión pública como la salud, la educación, la recreación, los medios de transporte de pasajeros, la vivien­da, la salubridad urbana, el medio ambiente, etcétera.

La expansión e integración de los mercados internos, las necesidades técnicas de interconexión o crecimiento de la escala productiva, el control político-ideológico del Estado central y sus bloques políticos en el poder, la

134 • Emilio Pradilla Cobos

debilidad de los aparatos esleíales locales, las crisis financieras y la insol­vencia de las municipalidades (sobre todo las pequeñas), en su relación con el conjunto de determinaciones antes señaladas, llevaron en muchos casos a que la intervención estatal incluyera la mayor o menor centralización en el lisiado nacional de aquellas cgrfs que históricamente controlaban las ins- lancias estatales locales o regionales, en un movimiento homólogo e integra­do a la concentración monopólica en el capital estatal y el privado.

I n el capitalismo "atrasado" latinoamericano

Formación de empresas estatales en países de América Latina*

Total Sin dato 1930 30/44 45/54 55/64 65/75

1,110 251 29 100 172 205 353

'Ecuador, México, Bolivia, Venezuela, Argentina, Perú y Uruguay.Fuente: Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo, 1979, Las empresas

iml/iliiles en América Latina, Editorial Arte, Caracas, p. 76.

lin los países semicoloniales latinoamericanos, la expansión de las empre­ñan estatales, incluidas las que producen y gestionan las condiciones gene­rales, fue rápida aunque desigual según los países y las coyunturas econó­micas y políticas, particularmente desde los años treinta.

La Comisión Económica para América Latina (cepal), sintetiza así, en lerminos keynesianos, la justificación general de la intervención del Estado iiobre las empresas:

En teoría, el Estado incorporaría a su patrimonio y a su administración determinadas actividades, cuidadosamente elegidas, en el entendimiento de que la gestión privada no garantiza -o, en casos extremos, contradice-

. el interés general o la ejecución de determinadas políticas; ello asegurarla una coincidencia de propósitos y una orientación común en actividades directamente vinculadas al interés público. De tal modo, la creación de una empresa pública o el paso de una privada al Estado sería la consecuencia de un proceso ordenado y sistemático e implicaría la existencia de algunas condiciones básicas (cepal, 1971: 2).

En el argumento cepalino, limitado al no tener en cuenta muchas de las contradicciones históricas y objetivas antes señaladas, existen imprecisio­

Las contradicciones de ia privatización de los servicios públicos • 135

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nes teóricas que habría que señalar. Es correcto anotar, para esa época y para la presente, que la gestión privada no garantiza, ni podría hacerlo pues se trata de una relación estructural y no sujeta a la buena voluntad de los agentes individuales, el "interés general"; el capital privado se rige por la lógica de la ganancia individual y no por la del beneficio colectivo que sale de los límites de lo privado e individual, y no se constituye me­diante su sumatoria. Pero, ¿que es el interés general? Si lo asumimos comí > la garantía de los intereses de las clases y sectores dominantes en la socio dad capitalista, el Estado podría garantizarlos, pero sólo en los límites es­tructurales y coyunturales propios de su realidad como Estado capitalista, es decir, en el campo de fuerzas de sus contradicciones orgánicas. Si, por el contrario, lo entendemos como el interés de la mayoría de la sociedad, esta posibilidad se reduce al mínimo, en la medida que entra en confliclo con el de la minoría hegemónica en el poder, que es el interés dominante. Esta ha sido la situación real en nuestro continente.

Por otra parte, la misma cepal considera que el "proceso ordenado y sistemático", planeado, de incorporación de empresas a la órbita estatal no ha tenido lugar, y que la intervención estatal ha respondido a motivaciones coyunturales y aleatorias, derivadas de las contradicciones estructurales del sistema, las cuales no estaba, ni está en condiciones de resolver. En lo que se refiere a las cgrfs, las determinaciones de su centralización, esta­tización, nacionalización, o creación por el Estado han sido en parte homologas a las de los países capitalistas avanzados, antes enlistadas, pues son formas particulares del mismo sistema económico, pero en la concreción de la historia y el territorio específicos de cada país y su gene­ralización regional. Otras han surgido de las necesidades de la acumula­ción dependiente y de la ideología nacionalista del desarrollo autónomo del capitalismo, asumida por movimientos de derecha o populistas y practica­da desde el poder.

Algunas empresas de servicio público (cgrfs) creadas a fines del sigloxix o comienzos del xx por empresas extranjeras, bajo concesiones a me­diano y largo plazo (electricidad, ferrocarriles, comunicaciones, puertos, transporte urbano, etcétera), se retrasaron tecnológicamente o fueron abandonadas al acercarse el fin de las concesiones, al caer su rentabilidad inicial, o al perder importancia o vigencia concesiones territoriales o fisca­les colaterales otorgadas en el momento de la construcción, obligando al

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I 'iHiado a asumir su control directo, mediante la nacionalización y estatiza- nón (ciad, 1979: cap. III; Garza, 1985: cap. V; cepal, 1971: 3). Otras pasa- n in a manos del Estado mediante la confiscación de bienes de familias de dictadores o gobernantes venales, o fueron estatizadas por gobiernos re- l'o rmadores, democrático-revolucionarios o pro socialistas, por razones ideológicas y políticas.

La nacionalización y estatización de empresas extranjeras vinculadasi la explotación de recursos naturales (petróleo, energía eléctrica), o a la prestación de servicios públicos básicos (acueductos, ferrocarriles, trans-I i i irte urbano, teléfonos, telégrafos) se justificó por que su control monopó- lieo sobre ramas estratégicas de la acumulación, la reproducción de la fuerza de trabajo y sus condiciones generales o la seguridad interna, vul­neraba la soberanía nacional y dificultaba la acumulación autónoma del capital local, a la luz de la ideología del nacionalismo, muy expandida enIi jh años treinta y cuarenta. Durante la Segunda Guerra Mundial, la confis­cación de inversiones alemanas tuvo como motivación el vínculo políticoi Ii ■ los países latinoamericanos con Estados Unidos y sus aliados, y se re- visiió de causas estratégicas.

Como parte del proceso de "industrialización por sustitución de impor- iaciones", los estados latinoamericanos enfrentaron la necesidad de crear ¡iceleradamente las empresas claves para sustentar el proceso, que el ca­pital nacional o transnacional no quería o no podía (en términos de sus intereses propios) constituir: las condiciones generales de la producción y el intercambio, así como empresas productivas, comerciales y financieras para soportar la industrialización, articular las cadenas productivas y de intercambio, cubriendo los eslabones estratégicos no resueltos por el capi- lal privado nacional o extranjero, integrar el mercado interno y articularse al mercado mundial de materias primas y manufacturas; ello se hizo más imperioso cuando el agotamiento de la primera fase de industrialización empujó a la segunda fase, la de producción de bienes de consumo durable y de capital.

Desde principios del siglo xx, la creación de empresas estatales de servicios públicos y la estatización y/o nacionalización de otras ya existen- les, formó parte del pacto social sobre el que se basó el régimen político y el crecimiento económico durante los regímenes políticos sustentados en movimientos de masas trabajadoras (el varguismo en Brasil, el peronismo

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en Argentina, los gobiernos surgidos de las revoluciones mexicana y boli­viana, el velasquismo en Perú, etcétera]. Desde los años sesenta, en medio de procesos acelerados de urbanización y significativas convulsiones polí­tico-militares en campos y ciudades, pareció necesario garantizar a los trabajadores en activo y al ejército industrial de reserva un mínimo de con­diciones materiales de subsistencia, en razón de las necesidades de la acumulación y/o de la erosionada legitimidad política de los estados y go­biernos, en particular los militares que por esos años dominaron en la

mayoría de los países del continente.En las recurrentes fases de recesión y crisis, fue imperativo para el

Estado, salvar a los capitalistas amenazados de quiebra (como objetivo pri­mordial), las fuentes de trabajo o la subsistencia de fracciones enteras de la burguesía31 mediante la adquisición de sus empresas por expropiación con indemnización, a precios generosos o que premiaban su ineficiencia. Esta es la razón de parte muy importante, en algunos casos mayoritaria, de las es- latizaciones y la formación del sector empresarial estatal en todos los países del continente, incluyendo las empresas de servicios públicos (cepal, 1971;

Aguilera etal., 1989; Casar y Peres, 1988: 31).En América Latina, la creación de empresas estatales, incluyendo in­

fraestructuras y servicios públicos, estuvo ligada íntimamente a grandes proyectos de inversión relacionados con la explotación de recursos natura­les (petróleo, mineral de hierro y otros minerales, energía hidráulica, etcéte­ra), el desarrollo regional, la expansión de sectores particulares de actividad como el turismo, etcétera. Partiendo de la teoría de los polos de desarrollo, la gran inversión estatal pretendía atraer hacia determinadas zonas la inver­sión privada eslabonada a ella "hacia atrás" o "hacia adelante" y lograr así el desarrollo regional y/o la explotación capitalista de recursos naturales y

geográficos.En estos casos, era evidente que sólo una gran inversión estatal podía

desencadenar los procesos de acumulación social o privada de capital. Los ejemplos en la región son numerosos: Brasilia y el nordeste brasileño; Ciudad Guayana en Venezuela; las cuencas hidrográficas, Lázaro Cárde-

31 Es el caso de la estatización de la banca mexicana en 1982, en medio del estallido de 1» crisis, cuando se encontraba en situación de quiebra técnica como consecuencia de la fugn masiva de capitales al exterior. Poco tiempo después el siguiente gobierno transfirió una par­te de la propiedad a los banqueros privados, y en 1992, se llevó a cabo su reprivatización

total.

38 • Emilio Pradilla Cobos

ñas, el sudeste petrolero, los polos turísticos costeros y las ciudades ma­quiladoras en México, para citar los más conocidos ejemplos. Sobre ellos h<‘ han llevado a cabo múltiples análisis y diagnósticos, muy conocidos en ol ámbito de la investigación territorial latinoamericana.

Similar orientación, articulada a las políticas de "descentralización" y desarrollo de las "ciudades medias" para frenar y/o revertir la concentra­ción demográfica, económica y territorial en las grandes metrópolis, han lenido múltiples planes y programas que han requerido cuantiosas inver­siones estatales en industria, comercio, banca y servicios, infraestructura v servicios públicos, y creación de empresas y organismos estatales. Ante la icrca realidad de la concentración territorial, los gobiernos neoliberales mguen poniendo en marcha estos planes, y haciendo grandes inversiones, pero concediendo ahora el papel protagónico a la empresa privada y mimetizando su papel interventor mediante asociaciones de capital, subsi­dios o financiamiento preferencial.

A pesar de las grandes limitaciones y contradicciones de estas políticas v acciones de valorización de recursos, desarrollo regional y descentrali­zación, particularmente desde el punto de vista de las condiciones de vida de la mayoría de la población, puestos en evidencia por múltiples irabajos de investigación, es innegable que han formado parte de los pro­cesos globales de acumulación de capital, han contribuido al crecimiento económico cuando éste ha tenido lugar, y han beneficiado al gran capital nacional y transnacional.

En el sector de las cgrfs, la importancia del papel del Estado en Amé­rica Latina se debe a la constante y acumulativa inversión en empresas o Héctores sometidos al aumento de la presión de la demanda por sus bienesV servicios, derivada del crecimiento económico privado nacional y trans­nacional (agroindustria, minería, industria, comercio, finanzas, servicios, dentera), dél Estado y sus aparatos y empresas, o de las necesidades de la |i< iblación urbanizada en aumento. En todos los casos, la intervención del I '.litado en la creación y gestión de las cgrfs, ha tenido por objeto soportar y apoyar la acumulación dependiente y subordinada de capital.

Cuando se trataba de capital productivo, se constituían empresas capi­talistas de Estado, que funcionaban según la lógica capitalista, modificada por la especificidad de su manejo por el capitalista colectivo, responsable de garantizar el mantenimiento global del régimen, tanto en lo económico

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como en lo social; estaban sometidas por tanto a la necesidad de legitimar se política e ideológicamente. Cuando el objetivo era la producción y ln entrega de un servicio constitutivo de la reproducción de la población, parte de la renta social (salario o plusvalía para consumo), surgían organis mos o instituciones administrativas no sujetas a la lógica empresarial de ln ganancia, asumidas como parte del "servicio público social" (trasporte, educación, salud, cementerios, agua potable, recreación, recolección de

desechos, etcétera).El Estado nunca llegó a controlar totalmente ninguna rama de las cgri s,

donde cohabitaba y se combinaba desigualmente según el sector, con pe­queñas, medianas y grandes empresas privadas; sus acciones fueron siempre pragmáticas, en ausencia de un verdadero plan global de confoi'

mación de un sector estatal, como reconoce la cepal.

Décadas de análisis crítico de la planeación y las políticas estatales en la región, han mostrado que ellas y la acción real de los aparatos y ern presas del Estado no han garantizado la satisfacción de las necesidades históricas esenciales de los trabajadores y, en general, de los sectores po­pulares, ni siquiera han respondido adecuadamente a sus demandas y rei­vindicaciones más urgentes e imperiosas; sus objetivos fundamentales eran garantizar la acumulación capitalista y la legitimidad de la dominaciói i política en los límites mínimos de la necesidad; esta es una realidad que no puede ocultarse ni siquiera frente a las presiones de la privatización, y de

los aspectos más conservadores del neoliberalismo,3a

Los "problemas" de las empresas

y organismos estatales de servicios públicos

Con frecuencia se habla de la "ineficiencia" y la "no rentabilidad" de las empresas y organismos públicos, sobre todo de las encargadas de ln producción y gestión de las cgrfs, justificando así su privatización; estn explicación se apoya exclusivamente en las apariencias, sin profundizar

3aUsamos la denominación popularizada de neoliberalismo, pero creemos que es incorrup­ta, pues esta corriente carece del carácter democrático y antiimperialista que caracterizó al liberalismo clásico; seria mucho más correcto hablar de neoconservatismo como lo hacen íiI gunos autores en sus análisis.

140 • Emilio Pradilla Cobos

en ln naturaleza de estas empresas, su relación con el Estado y sus Iunciones estructurales, sus modalidades de operación y las circuns- inncias de su toma de control. Desde luego, la generalización es espuria en ln medida que muchas empresas estatales latinoamericanas, inclu­yendo de servicios públicos, han mostrado adecuados, normales o altos muios de rentabilidad y eficiencia desde el punto de vista puramente■ mpresarial (cepal, 1971; Casar y Peres, 1988: cap. 3; Aguilera et al, 1989; Knrrera, 1991).

Desde luego, un análisis de esta naturaleza es totalmente sesgado, ideológicamente manipulado e inadecuado, aun desde el punto de vista de ln acumulación capitalista en su conjunto y, por tanto, de los intereses de los nectores privados, nacionales o extranjeros, dominantes en ella. No tiene en cuenta los resultados de la acción estatal: a) el papel concreto jugado IK ir la intervención del Estado en la acumulación de capital en su conjunto; /i| ln apertura de nuevas fronteras regionales y sectoriales a la acción priva- iln, íi) el eslabonamiento de cadenas productivas y de redes de intercambio nncional e internacional; d) la demanda estatal masiva de capital-dinero, de I n i iductos y servicios de la empresa privada; e) la oferta masiva de bienes y Hervidos como los generados por las condiciones generales de la produc­ción y el intercambio; í] la socialización de costos privados mediante la acción del Estado en las cgrfs; g) la creación de empleo a muy distintos niveles; y í¡) la estabilidad social y la legitimidad política del régimen capita- lutin, contradictoriamente vehiculadas por su acción en las infraestructuras v servicios públicos.

Aun en el marco restringido del análisis neoliberal, estas argumenta- i Iones no son válidas, lo son parcialmente, o no corresponden a razones Inirínsecas a la acción estatal en abstracto, sino a contradicciones o defor- iiinciones de los estados burgueses concretos, en general o en las condi- i ii mes neocoloniales y/o dependientes latinoamericanas.

(Juan do las paraestatales han sido el resultado de la estatización o na- i li mnlización de empresas en quiebra, o que descuidaron la reposición de m ih medios de producción y la calidad de los bienes y servicios producidos v nn distribución, la "nueva" administración pública cargó durante años o ti' cadas con el peso de los pasivos y deudas, los costos extraordinarios de ln inversión necesaria para su modernización, las irracionalidades y los vicios administrativos legados por sus anteriores dueños privados.

Las contradicciones de la privatización de los servicios públicos * 1 4 1

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La gran magnitud de la inversión necesaria y la alta composición orgíi nica del capital en ramas tales como la producción y distribución de agua potable, la energía eléctrica y otros energéticos, las telecomunicaciones o medios de transporte como los ferrocarriles o el Metro, implican una ele vada inversión inicial en capital fijo, lenta y prolongada recuperación de la inversión y tasas de ganancia inferiores a la media durante un cierto tiem po (CEPAL, 1971: 24; Aguilera et al., 1989: 196]. Ligadas directamente al crecimiento económico o demográfico, las empresas deben mantener una constante inversión expansiva que no responde a la demanda solvente o a la rentabilidad inmediata, sino al incremento de la necesidad, por motivos

políticos y/o económicos de largo plazo.Como promotores y apoyos de la acumulación, las empresas estatales

(en transporte, comunicaciones, energéticos, agua potable, etcétera) real i zan cuantiosas transferencias de valor y plusvalía a las privadas, nacionales y extranjeras, bajo la forma de tarifas y precios subsidiados, menores al precio y, aun, al costo de producción de los bienes y servicios (cepal, 1971: 26), y/o a los cobrados al usuario doméstico, asimilables a baja rentabili dad, ausencia de ganancia o pérdidas de la empresa estatal particular, pero no a nivel del capital social en su conjunto, y que actúan como "economías

externas" de las empresas privadas.Cuando las inversiones de las empresas estatales se realizan con fon­

dos presupuéstales provenientes de la tributación de toda la sociedad, que no pagan intereses ni dividendos a los contribuyentes, sin violar la lógica capitalista las empresas estatales están en condiciones objetivas de reducir su margen de ganancia por debajo de la tasa media social, que necesaria­mente incluye el costo del capital dinero adelantado por el sector financiero a la inversión y la producción privada (Theret y Wieviorka, 1980: cap. III).

Los organismos de servicios públicos (educación, salud, recreación, vivienda, etcétera) cumplen el papel de intermediarios del capital privado en la entrega a los trabajadores de la parte indirecta y diferida del salario real total, con base en los adelantos de capital variable hechos para tal fin por los empresarios, o a las cotizaciones directas de los asalariados; así se logran economías de escala, menores costos de producción por trabajador, mayor racionalidad y transferencias solidarias de rentas salariales entre los trabajadores cotizantes, que repercuten en una disminución correlativa del costo de la reproducción de la fuerza de trabajo y su expresión salarial.

142 • Emilio Pradilla Cobos

l'.ii forma homologa, se provee una parte limitada de las condiciones míni­mas de reproducción de la fuerza de trabajo en reserva (desempleados, su- hempleados). En estos casos, no hay lógica alguna que justifique la necesi­dad o razón de la obtención de ganancias, pues se trata de renta salarial, no ile capital, que pertenece a los trabajadores y forma parte de su fondo de subsistencia, administrada forzosamente por el Estado y la patronal. Los ejemplos paradigmáticos son el Seguro Social y los Fondos sociales de vi- v leuda para los trabajadores, en México y otros países, que se financian i nii aportes directos de los patronos y los trabajadores, deducidos del sa­lario de estos últimos, sin ningún apoyo de fondos estatales, aunque sean manejados directamente por el Estado, o en forma tripartita.

Con frecuencia se culpa a los "subsidios" otorgados por el Estado a las i inpresas públicas y a sus usuarios, de su no rentabilidad e ineficiencia. Es I >(isible demostrar empíricamente que la mayor parte de ellos se otorgan al eapital privado, en sus empresas o sus colonias residenciales, siempre i Ii nadas de la mayor cantidad y la mejor calidad de servicios e infraestruc- iiiras. Una política de eliminación de estos subsidios a la actividad capita- lista, económica y socialmente no justificables al formar parte del costo de producción y generar ganancia, modificaría positivamente la rentabilidad ile las empresas estatales, pero no se aplica porque afectaría la acumula­ción privada y social. En lo que concierne a los sectores populares, los subsidios son la mínima retribución a la que tienen derecho y quieren re­cibir por su participación tributaria directa en el presupuesto público, no retribuida en acciones, dividendos o intereses, y por su participación en la veneración de la riqueza privada y sus contribuciones al erario público.I ,as empresas públicas suministran gratuitamente o a bajo precio, bienes v servicios al Estado mismo, a sus aparatos jurídicos, políticos, represivos e ideológicos, necesarios al mantenimiento de su legitimidad o coerción, a la dominación de clase y a la reproducción del sistema; estos gastos gene­rales del capital son, evidentemente, hechos a fondo perdido y no reciben retribución ni generan ganancias.

El Estado, sus organismos y empresas son el mayor cliente de la pro­ducción privada de bienes y servicios; una parte considerable del gasto público ingresa al ciclo del capital privado al realizar sus mercancías. La acumulación en la industria privada de la construcción, particularmente la de obras públicas, fuertemente concentrada monopólicamente, y la rama

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de materiales y maquinaria para construcción, depende en gran medida de la magnitud del gasto estatal en grandes obras públicas, en soportes y me­dios para las cgrfs, y en las políticas habitacionales. Igual ocurre con la industria de armamentos e insumos para los cuerpos armados y represi­vos del Estado, y en otras muchas ramas. La relación monopólica se da en beneficio del capital privado y en costo adicional para el estatal o los orga

nismos no capitalistas que gestionan el gasto público.La corrupción de los políticos en el poder, los administradores públicos

y la burocracia sindical corporativizada o subordinada al Estado o los em presarios, consustancial al capitalismo avanzado o atrasado, pero particu­larmente enquistada en los regímenes políticos latinoamericanos a lo largo de la historia pasada y presente, sobre todo en los dictatoriales que la jalo nan periódica y recurrentemente, la cual no es ajena tampoco el capital privado su gran beneficiario, la ausencia en las democracias representan vas o en las dictaduras de un sistema objetivo operante de sanción econó mica o política de sus errores e ineñciencias, y el papel que se les asigna a las cgrfs como medios de la legitimación del régimen político, son subjetivida des omnipresentes en el funcionamiento de las empresas públicas. Sin embargo, son citadas recurrentemente como justificación de las priva tiza

ciones (Hanke, 1986],Pero no son determinaciones comparables. Las primeras son excre

cencías burocráticas de los sistemas políticos antidemocráticos, autoritarios o restringida y formalmente democráticos, que sustentan su legitirnidad sobre los privilegios y los beneficios sociales y económicos de suh

agentes soportes. Los imperativos de la legitimación ante las clases subalternas, mediante los servicios públicos y sus tarifas, aunque objeto demanipulación abusiva y patrimonialista, responden a las exigencias de lasociedad, frente a las funciones formales asumidas por el Estado como"representación de la ciudadanía y garantía del bien común". Sin aceptar lavalidez del argumento, tendríamos que reconocer que el gran número y laa

"excesivas ventajas laborales" de que gozarían los trabajadores del Estado,en sus empresas y organismos de gestión de servicios públicos, bastanteaparentes y exageradas por la patronal y los políticos neoliberales, resultande su peso cuantitativo, su alto grado de centralización y su importanc iacomo base de sustentación del Estado y los partidos políticos en el poder,por ello, los gobiernos los mantienen hasta los límites aceptables, para no

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perder su control político; no responden por tanto a una determinación económica, sino política.

Il ISIIIICACIONES NEOLIBERALES

I 'I I A PRIVATIZACIÓN DE LOS "SERVICIOS PÚBLICOS"

I ni teóricos neoliberales y los funcionarios del Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Mundial y otros organismos financieros internacionales, i'iiiiiiideran que uno de los factores determinantes de la crisis económica del capitalismo mundial iniciada en los años setenta, fue el alto déficit pre- mipuestal generado por un "excesivo" y creciente gasto del Estado, sobre Inilii en servicios públicos sociales cobrados por debajo de su costo o su |in'ció de producción, "subsidiados" [Larosiere, 1984); en los países lati- iii lamericanos, gran parte de este déficit habría sido financiado mediante la lleuda externa; otro factor clave de la crisis.

I in el mismo sentido, los neoliberales afirman que las prestaciones mídales de los trabajadores, parcialmente cubiertas con la mediación del Untado y sus organismos (salario indirecto o diferido), son demasiado ele- v ai laa I .a conclusión de este obtuso razonamiento es obvia: debe reducir- mii iiniiiancialmente el gasto público, el social en particular, estableciendo precios "realistas" a los bienes y servicios públicos, es decir, que incluyan Im lana de ganancia media o monopólica imperante en el resto de la econo­mía al mismo tiempo, deben reducirse drásticamente las prestaciones Ni ii lali s, particularmente las que pasan por los organismos estatales. Para la

j Idi i ili i^ia neoliberal opuesta a la empresa estatal, la solución "ideal" a estos HMlea sería la privatización global de los servicios públicos (Hanke, 1986:

&!i| I .alas políticas forman parte de todos los planes de "ajuste", "reordena- Hllit im" o "modernización" de las economías y los estados latinoamericanos, DPMi H lados con el fmi y la banca multinacional (Valenzuela, 1991).

i l’or qué el capital transnacional y local, y los organismos financieros Hiulllnaeionales reclaman la privatización acelerada de las empresas públi-

|*ii*i Incluidas las que producen y administran las cgrfs? Las razones son itytlllliples.

U listado, basándose en el crédito interno y externo y los fondos (llllilH na, es decir, la tributación de toda la sociedad, ha realizado gran­

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des proyectos de inversión, ha asumido sus riesgos y las bajas ganan cuas durante el más o menos largo periodo de gestación y maduración, ha logrado rescatar a las empresas privadas en quiebra mediante la estatiza eión, ha transferido los costos financieros de estas acciones a toda la so­ciedad mediante los impuestos, ha organizado el mercado interno para sus efectos útiles en condiciones monopólicas u oligopólicas, sin riesgo para el capital privado; ha creado muchas de las condiciones requeridas para su rentabilidad presente y/o futura. En estas circunstancias, el capital privado considera que ha alcanzado la madurez y poder suficientes para retomar en su beneficio, a un costo sustancialmente bajo, inferior al real, estas em­presas y cosechar sus dividendos; privatizar los beneficios de lo producido socialmente. Bastaría para ello eliminar las "trabas" a la rentabilidad deri­vadas de las determinaciones y límites sociales y políticos de la operación

de las empresas públicas.Los gobiernos latinoamericanos, agobiados en el corto plazo por el peso

del servicio de la deuda externa e interna, maniatados por la crisis fiscal y presupuestal de las municipalidades y regiones, y presionados por la cre­ciente demanda empresarial y popular por más y mejores infraestructuras y servicios, encuentran la solución a sus problemas en la reducción del gasto público y, en particular, los subsidios directos a la población, y la transferencia parcial o total de las empresas y organismos al sector priva do. Además de obtener fondos "frescos" para responder a sus acuciantes compromisos, la privatización permitiría al Estado, a largo plazo, deshace­rse de su problemática gestión y de las presiones sociales sobre infraes­tructuras, bienes y servicios, remitiéndolas a los agentes individuales y/o al abstracto, despersonalizado e invisible "libre mercado".

En el plano macroeconómico, la privatización de las empresas estata­les en general, y de las de "servicios públicos" en particular, corresponde al movimiento mundial hacia la "globalización" de las economías, cuyo eje fundamental es la transnacionalización del capital. Las empresas en ma­nos del Estado nacional, se oponen histórica y objetivamente, parcial o totalmente a este movimiento, al no estar abiertas a la libre circulación de capitales locales o internacionales. En la medida que el proyecto neoliberal subordinado de relanzamiento de la acumulación de capital finca sus espe­ranzas, a nuestro juicio en forma mítica y poco objetiva, en los flujos de inversión externa, y que se supone, a veces con razón y a veces sin ella,

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que las infraestructuras y las empresas de servicios públicos serían de i'.ivin interés para estos capitales dado su carácter monopólico y su merca­do cautivo, se opta por su privatización indiscriminada, sin tener en cuen­ta si realmente interesan al capital transnacional, y menos aún, las impli­caciones políticas y sociales internas de su transferencia.

I .a esperanza de que la participación del capital extranjero signifique u n salto tecnológico en la producción de infraestructuras y redes y la pres- ilición del servicio, aumentando la productividad interna de la empresa y I m de las que consumen sus efectos útiles, para mejorar la competitividad en el "libre mercado" internacional, es otro de los objetivos explícitos de la Mpertura de las empresas públicas de servicios al capital transnacional, lista idea-objetivo se hace prioritaria en las actividades más ligadas a la /icumulación capitalista en las condiciones impuestas por la moderniza­ción de los procesos productivos, como las telecomunicaciones y los trans­portes, y subordina a los servicios sociales ligados a la reproducción de la fuerza de trabajo que, en el marco de la austeridad salarial, reciben una• Mención marginal y acentúan su situación histórica de creciente desigual­dad en el desarrollo global y tecnológico.

Políticamente, la burguesía quiere imponer su pleno dominio directo sobre un sector del proletariado, el de las empresas públicas, que ha llega­do a un alto grado de concentración y centralización organizativa y de po­der, control e influencia sobre el resto del movimiento obrero en lo laboral y lo político, por lo que representa un contradictor potencial o real muy poderoso; este temor se acentúa en los países donde el sindicalismo de los Hervidores del Estado se ha desarrollado a la sombra de regímenes social- demócratas, socializantes o bonapartistas progresivos, llamados populistas: peronismo en la Argentina, varguismo en Brasil, cardenismo en México, etcétera. La privatización fragmenta la unidad sindical de los trabajadores m ! servicio del Estado, los dispersa, aísla y mengua su poder de negocia­ción; si la privatización pasa por la anulación de los contratos colectivos de trabajo, la destrucción de sindicatos y el despido parcial o total de sus tra­lla ¡adores, en una situación de saturación del mercado de trabajo, el capital recibe los activos de la empresa, un mercado organizado monopólicamente, y puede reconstruir su fuerza de trabajo con obreros jóvenes, sin antigüe­dad, sin tradición sindical o de lucha, a los que se despoja de las conquistas laborales y salariales obtenidas por sus antecesores en décadas de lucha.

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Guando el capitalismo llega a un momento crítico en sus contradiccio­nes, puede asignar ideológicamente al Estado, del cual está aparentemente divorciado aunque sea su expresión colectiva, la responsabilidad de su crisis. Identificando espuriamente Estado y nacionalismo, el capital trans­nacional y local puede desmantelar las barreras ideológicas que se oponen al proceso de transnacionalización monopólica del capital y, con esta base objetiva, reforzar su dominio político desigualmente compartido. Los em­presarios convierten al gasto público y al déficit fiscal, de manifestaciones de la crisis en las causas fundamentales de los procesos inflacionarios que degradan acumulativamente el salario real, ocultando el papel de las polí­ticas burguesas y estatales anticrisis y de austeridad en la disminución his­tórica del valor de la fuerza de trabajo y el incremento de las tasas de explo­tación. Detrás de estas argumentaciones están las valoraciones neoliberales de la individualidad, la iniciativa privada, la libertad comercial, la diferencia­ción, la prioridad de lo privado, las cuales son negadas por la realidad de la concentración monopólica del capital y el control privado centralizado de la economía, que acrecientan las políticas neoliberales, ampliándolo a esfe­ras como las infraestructuras y servicios públicos, hasta ahora en manos de un agente burgués, pero colectivo (Valenzuela, 1991].

Ly\S DIFERENTES VÍAS DE LA PRIVATIZACIÓN DE LOS "SERVICIOS PÚBLICOS"

Las vías generales, desigualmente aplicadas y combinadas según los países, los sectores y las ramas, de la privatización de las empresas u organismos estatales encargados de la producción y gestión de las cgrfs son cuatro.

La primera consiste en la venta directa, parcial o total de las empresas al capital privado local y/o transnacional. Esta vía se ha utilizado esencial­mente en las ramas más rentables: comunicaciones (correos, telégrafos, teléfonos, telex, etcétera), transportes (aéreos, terrestres interurbanos y urbanos, marítimos, etcétera), y producción y distribución de energéticos (petróleo y derivados, energía eléctrica, etcétera), estos últimos considera­dos hasta ahora como política y socialmente estratégicos para el Estado. En muchos casos, la "privatización" es formal, oculta una desnacionaliza­ción real, ya que se transfiere la propiedad a empresas estatales transna-

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ruínales de ios países hegemónicos, donde la aplicación del neoliberalismo lia sido bastante más cauta, cuidadosa y lenta.33 En esta vía, el Estado abandona cualquier intervención directa, manteniendo solamente la regu­lación normativa de los servicios prestados.

La segunda vía consiste en la asociación del capital estatal y privado en la propiedad de las empresas prestadoras del bien o servicio; esta fórmula lia sido utilizada sobre todo en las empresas periféricas, subsidiarias o complementarias de aquellas que controlan ramas consideradas hasta ahora como estratégicas o prioritarias para el desarrollo económico-social, sobre todo en la explotación de recursos naturales como el petróleo o la energía eléctrica. Esta privatización periférica ha sido utilizada para man­tener en la forma el respeto a mandatos constitucionales, políticamente muy sensibles, pero negándolos en el proceso real.

La tercera forma, ha sido la concesión en administración o usufructo en arrendamiento, de infraestructuras, soportes, redes y medios de pro­ducción y circulación de efectos útiles, mientras el Estado mantiene su propiedad jurídica formal (carreteras, ferrocarriles, instalaciones maríti­mas o aeroportuarias, acueductos, recolección de desechos, etcétera). Esta lorma se utiliza cuando la participación estatal es esencial en su constitu­ción y la aportación de recursos naturales fragmentados o escasos34 (carre­teras, ferrocarriles, trenes subterráneos, puertos, aeropuertos, depósito de desechos, etcétera), cuando la baja rentabilidad del servicio requiere del mantenimiento de subsidios y aportes estatales (acueductos y recolección de desechos), o el carácter de servicio esencial exige conservar la formali­dad del control y la decisión estatal plena.

La cuarta vía, es la reducción brusca o constante en un largo periodo, del gasto público, particularmente del llamado "social". Ante el crecimiento continuo de la población y su demanda, se abre el camino a la creciente

33 En diferentes procesos de privatización de empresas aéreas, telefónicas y de telecomu­nicaciones, automotrices e industriales estatales latinoamericanas, el comprador parcial o total ha sido una empresa estatal europea con intereses transnacionales, lo que reduce la operación a una transferencia de propiedad entre empresas estatales, una simple transnacio- nalización estatal, que induce a pensar que la motivación es el reconocimiento de la incapa­cidad estructural de la burocracia de nuestros países para manejar adecuadamente el patri­monio público, y no la demostración de la inferioridad orgánica de la empresa pública.

34 Un caso paradigmático lo constituye la dificultad privada de encontrar en el mercado terrenos cercanos a las ciudades aptos para instalar basureros o cementerios de residuos tóxi­cos o radiactivos industriales, debido en parte al rechazo comunitario, y la necesaria interven­ción estatal para localizarlos e imponer su uso contaminante y peligroso [Coing, 1991],

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producción privada de estos valores de uso, sobre todo de los que pueden ser fragmentados y asumidos por capitales individuales, pequeños o me­dianos, en la medida que técnica y estructuralmente no requieren de un funcionamiento ni de soportes o redes unificadas; es el caso de la educa ción, la salud, la recreación, el transporte urbano, entre otros. Tiene la ventaja ideológica y política de que no aparece como privatización, ni exige la negación formal de la función del Estado, aunque el resultado sea preci sámente éste.

La caída del gasto público es un mecanismo de reducción del salario real de los trabajadores, en su parte indirecta y/o diferida, en la medida que afecta principalmente al "gasto social", es decir, el destinado a la inversión y funcionamiento de las condiciones generales de reproducción de la fuer za de trabajo, activa o en reserva, otro de los ejes de la política neoliberal. Al mismo tiempo, permite reorientar el excedente hacia inversiones pro­ductivas, rentables en términos capitalistas, que sirven a la acumulación y transfieren valor a las empresas privadas: las condiciones generales de la producción y el intercambio. También permite la reducción de las transfe­rencias de capital del sector empresarial al Estado por la vía impositiva, que se materializan en las reformas tributarias que reducen los impuestos patrimoniales y a la ganancia, elevando los impuestos al consumo, que recaen sobre el conjunto de los compradores. El impacto de esta política sobre el rápido deterioro de las condiciones materiales de vida de los tra­bajadores en campos y ciudades es un hecho conocido. El Estado adelgaza, gracias a la dieta de los trabajadores.

La racionalización y rentabilización capitalista de las empresas de servi­cios públicos, se entiende como su sometimiento a la lógica plena del capi­talismo, lo cual supone la desaparición de los subsidios y la fijación de pre­cios de mercado en condiciones monopólicas, al nivel de los precios de producción; esta elevación adicional de los precios cierra aún más su ac­ceso a los sectores populares mayoritarios pauperizados. Es necesario precisar que hasta ahora, en América Latina, el sector más beneficiado cuantitativa y cualitativamente por los subsidios estatales en las cgrfs, ha sido el empresarial, en la producción y en el consumo de lujo; pero el más afectado por su eliminación está siendo el de los trabajadores, quienes reciben la menor parte; para ellos, el subsidio a los servicios aparece como condición de subsistencia duramente conquistada y, a la vez, como

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ln única y precaria retribución por su participación en la formación del ingreso fiscal.

I ',1 pragmatismo privatizador neoliberal se ha manifestado en múltiples v desiguales formas de combinación de estas vías y, al mismo tiempo, en diversas y abigarradas justificaciones discursivas para ellas, al menos mientras las requieren por razones de legitimidad ideológico-política.

I AS VIEJAS Y NUEVAS CONTRADICCIONES DE LA PRIVATIZACIÓN

Las contradicciones propias de la política de privatización de las infraes- i n muirás y los "servicios públicos", aun si su éxito inmediato fuera real, no garantizan en el mediano y largo plazo un futuro tranquilo ni exento de conflictos: resurgen problemas que la acción estatal había minimizado o reducido en el pasado, y surgen nuevas tendencias malsanas.

El capital privado, particularmente el transnacional, sólo garantizará la producción de aquellas condiciones generales de la producción y el inter­cambio que sean rentables en forma inmediata o a corto plazo, abriéndose nuevamente el camino a vacíos y estrangulamientos en las cadenas pro­ductivas y del intercambio, en el momento en que la modernización del aparato productivo, comercial, financiero y de servicios, para aumentar la productividad y enfrentar la competencia con el capital transnacional en el mercado interno e internacional, que requiere su acelerado y extensivo proceso de desarrollo. La producción de infraestructuras o la prestación de servicios, selectiva según su rentabilidad privada, afectará fundamen­talmente a: los territorios (regiones y ciudades) no estratégicos para la acumulación transnacionalizada de capital; los productores individualeso las pequeñas y medianas empresas, no dominantes; y los pequeños asentamientos urbanos o las áreas rurales poco rentables y poco signifi­cativos para los circuitos territorializados de la acumulación.

El pago de los valores de uso de las cgrfs a su precio de producción, justo en lo general y abstracto del discurso de la economía de mercado, acentuará la diferenciación de las empresas, afectando más a las formas precapitalistas agrarias o artesanales y a las capitalistas atrasadas, convir- t iéndose en mecanismo de penalización del denominado "capital ineficien­te" y por tanto, de concentración monopólica del capital. Guiándose por la

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lógica privada de la ganancia, se dejarán de construir y producir infraestrur. turas y servicios poco rentables en áreas atrasadas o deprimidas, intensiíi cándose la tendencia a la desigualdad en el desarrollo territorial. Al transferir las condiciones generales de la producción y el intercambio -cgp e i- (Pradilla, 1984: cap. II), parcial o totalmente al sector privado, cuya naturaleza inten­siva en capital se ha acentuado por el cambio tecnológico, los aumentos consiguientes de la composición orgánica del capital, cuyos efectos sobre la calda de la tasa de ganancia de los capitales individuales eran mediatizados y socializados por la intervención del Estado, los fondos públicos y las transferencias de valor, recaerán directamente sobre el capital privado in dividualmente considerado. Se reforzará así la tendencia a la caída de la lasa de ganancia, que constituye uno de los factores reales esenciales de la crisis.

La privatización de las condiciones generales de reproducción de la fuerza de trabajo, su sometimiento a la rentabilidad privada y la eliminación de los subsidios estatales, elevarán notoriamente sus precios de mercado y gene­rarán una presión equivalente para lograr aumentos de los salarios; si éstos no son concedidos, se degradarán aún más las condiciones materia les de vida de los trabajadores, cuyo efecto inevitable es la reducción de la productividad del trabajo y la competitividad internacional, contrarias a los objetivos del proyecto neoliberal globalizante. Si la patronal no compensa las alzas de las cgrft con incrementos correspondientes de salarios, éstos continuarán cayendo hasta alcanzar los límites biológicos en los cuales se entra en contradicción con el mantenimiento o incremento de la producti vidad y la intensidad del trabajo, es decir, de la plusvalía relativa.

Con la privatización disminuirán también las economías de escala y desaparecerán las solidaridades forzadas de los trabajadores, logradas por la intervención estatal en las cgrft, particularmente en la Seguridad Social y los fondos de vivienda de los trabajadores, haciendo elevar sus costos y precios; este efecto será agravado por la fragmentación sectorial o regional de las infraestructuras y las unidades productivas de bienes y servicios públicos, inherente a la privatización y a la descentralización local que, por otras razones, ha acompañado el proceso.

La descentralización del financiamiento y la gestión de las in­fraestructuras y los servicios públicos a nivel local, ha sido resultado de: la presión de la ciudadanía para lograr la descentralización política y su

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correlato la democratización; y las políticas de desconcentración territo­rial emprendidas por el Estado para revertir las crecientes deseconomías de aglomeración en las grandes metrópolis. Válida en términos genera­les, esta reivindicación democrática ha sido respondida por los gobiernos neoliberales latinoamericanos en forma antinómica: ha llevado a descar­gar el peso financiero de su creación y mantenimiento sobre los hombros de los gobiernos y los usuarios y tributarios locales, que en las regiones y ciudades atrasadas, castigadas en la distribución del gasto público central, carecen de recursos para mantenerlos, dando lugar a una aten­ción desigual y deteriorante; ha sido utilizada mañosamente para justifi­c a r la privatización, que sería sólo una de las alternativas posibles; y lleva a la fragmentación de procesos de producción, circulación y ges­tión de bienes y servicios que, aún a pesar del cambio tecnológico, man- t icnen ventajas comparativas derivadas de la unidad y/o la interconexión i iperativa y la regulación unitaria.

El control estatal centralizado de las cgrfs, mediante la planeación indi- i al iva y la gestión pública, permitía en el pasado, aunque no se ejerciera esa capacidad, la aplicación de una lógica de localización territorial y urbana que caminaba en el sentido de la eliminación de las denominadas desecono- mías de aglomeración entendidas como costos sociales e individuales de las expresiones territoriales de la anarquía en la producción, o la relocalización ilc las ventajas de aglomeración, mediante la dotación privilegiada a ciertas áreas de infraestructuras y servicios, o los efectos "polarizadores" de la lo­calización de grandes empresas industriales estatales, tendientes a la redis­tribución territorial de la actividad económica y la población.

Con la extinción de la planeación, resultado del conjunto de políticas neoliberales, y la privatización, esta lógica se transfiere al capital privado Ii ical asentado territorialmente, al transnacional deslocalizado en relación a la nación, y a las fuerzas del mercado monopólico, que históricamente lian producido la anarquía, la concentración territorial y las deseconomías correspondientes. Por ello, se desvanece aún más la posibilidad, no reali­zada, de la planeación territorial y se gestan nuevas fuerzas de generación ile la desigualdad territorial (regional y urbana) y la crisis urbana.

El proceso de privatización de las paraestatales y su correlato la contracción del Estado, ha sido asumido como consigna central de la bur­guesía latinoamericana, la transnacional territorializada en nuestros paí­

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ses, sus expresiones políticas y los organismos financieros multinaciona­les que tutelan nuestras economías.

Llama la atención que los procesos reales de privatización llevados a cabo en Latinoamérica hayan sido más rápidos, amplios y profundos que en los países capitalistas desarrollados donde se gestó la ideología neolibe­ral. Las explicaciones tenemos que encontrarlas en la naturaleza diversa de sus regímenes políticos, bastante más democrática en los países centra­les, el desprecio histórico del poder político latinoamericano hacia la opinión pública expresada por una sociedad civil poco desarrollada y desarticulada, la distinta correlación de fuerzas entre las clases sociales, el mayor poder del movimiento obrero y sindical en los viejos países capitalistas, la debilidad y desarticulación de nuestras estructuras económicas, las profundas relacio­nes de dependencia hacia los países centrales del capitalismo, y el yugo hipotecario de la deuda externa, que concede poderes tutelares a la banca multinacional.

Asistencialismo, compensación y contención

SOCIAL, RESPUESTAS NEOLIBERALES A LA PAUPERIZACIÓN

La onda larga recesiva de la economía latinoamericana iniciada a mediados de los años setenta, profundizada a partir de 1982, y las políticas neolibera­les de ajuste y modernización para superarla, han tenido como efecto agravar las situaciones de pobreza que gestó o no pudo resolver el auge de las eco­nomías latinoamericanas después de la Segunda Guerra Mundial. El desem­pleo creciente derivado de la crisis, el cambio tecnológico y la apertura comer­cial, la caída de los ingresos reales y el salario en particular, como resultado de la inflación galopante y la aplicación sostenida de la austeridad salarial, la contracción durable del gasto público social y las demás formas de privatiza­ción de los servicios sociales, han dado lugar a un crecimiento sin preceden­tes de la pobreza en el subcontinente. La cepal calcula que en 1989, la pobre­za afectaba a un 44 por ciento de la población total, un 21 por ciento de la cual se encontraría en la indigencia; estos porcentajes se elevarían en el campo a 61 y 37 por ciento respectivamente [cepal, 1990: cuadro 5).

Como era de suponer, este empobrecimiento de la población trabajado­ra crea una tensión social, partera de violencia, que amenaza y socava la

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legitimidad de los gobiernos neoliberales y sus políticas de modernización iransnacionalizada. Era necesario, por tanto, aplicar políticas sociales esta­tales que controlaran "la tensión entre las necesidades de acumulación de capital e inversión por una parte, y de legitimación del sistema mediante la integración sociopolítica por la otra" (James Malloy, citado por Lovera, 1992: t\). La alternativa puesta en marcha por varios gobiernos fueron los progra­mas de lucha contra la pobreza extrema, bajo diferentes denominaciones.

En términos generales, se trata de llevar a cabo programas discrecio­nales de los aparatos del Ejecutivo estatal, dirigidos a atender mediante la combinación de recursos financieros del Estado y aportes en dinero y trabajo de los integrantes del grupo social respectivo, obras de construc­ción de infraestructuras y soportes materiales de servicios públicos como pavimentación de calles, drenajes, desecación y descontaminación de corrientes de agua superficiales, sistemas de dotación de agua potable y electricidad, construcción y mantenimiento de escuelas y puestos de sa­lud, construcción y mejoramiento de viviendas, etcétera. Así, mientras se aplican políticas de privatización de infraestructuras y servicios públicos, y se eliminan las prestaciones sociales respectivas de los contratos colec­tivos de trabajo particulares y la legislación laboral, y se borran los dere­chos legales conquistados por los trabajadores o concedidos por la patro­nal y el gobierno en el pasado, reduciendo históricamente el valor de la fuerza de trabajo y el salario, se moderan los resultados empobrecedores mediante acciones que no implican el reconocimiento de derechos ciuda­danos, sino la respuesta "benevolente" a demandas sentidas de los núcleos sociales más golpeados por la miseria. Ellos se sustentan en recursos ex­traordinarios, nutridos por parte de los antiguos presupuestos destinados al gasto público y recursos frescos provenientes del crédito externo o la venta de empresas estatales.35 Se apoyan, además, mediante acciones le­gales como la regularización de la tenencia ilegal de la tierra, que institu­cionalizan la propiedad privada y someten a sus tenedores al control fiscal y la tributación.

Como en el caso de la autoconstrucción de vivienda pasada y presente, estos programas transfieren parte sustancial de la carga de la reproduc-

35 En México, los fondos utilizados para el Programa Nacional de Solidaridad [Pronasot], provinieron del presupuesto normal mediante el rebautizo de programas, de créditos exter­nos, y de parte de los recursos obtenidos de la venta de empresas estatales.

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ción de su fuerza de trabajo a los habitantes pauperizados, mediante el alargamiento de la jornada laboral o de subsistencia normal, introducen el trabajo familiar femenino o infantil, absorben parte del fondo de consu­mo de subsistencia y, en definitiva, se manifiestan en reducción del salario de todos los trabajadores por el mecanismo descrito por Engels hace 120 años (Engels, 1872; Pradilla, 1987: cap. 4], Adicionalmente, dado el carác­ter discrecional no sujeto a derechos ni planes institucionalizados, que coloca su otorgamiento en manos del gobierno, estos programas permiten mantener la legitimidad del Estado y, sobre todo, el control político directoo a través de los partidos políticos gobernantes.

En suma, se trata de políticas de asistencia social a la pobreza extrema, para compensar parcialmente a las familias y núcleos sociales más afecta­dos de lo perdido por la aplicación del ajuste económico y la reforma del Estado, y para contener y controlar en la medida de lo posible, la hipotética pero probable o la real movilización de protesta y reivindicación de los sectores más golpeados por la crisis y por el neoliberalismo en el poder. Como afirma Alberto Lovera (1992), estos programas son la "ambulancia" de las políticas de ajuste neoliberal.

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(. ipftulo IV

Las teorías urbanas en la crisis actual*

La década de los ochenta se caracterizó por dos procesos simultáneos do cambio, aún inconclusos: la reestructuración del sistema capitalista .i escala mundial, para superar la onda larga recesiva iniciada a media­dos de los setenta; y el inicio de la restauración del capitalismo en la mayoría de los países del "socialismo real", a raíz del derrumbe de sus regímenes estalinistas. Su combinación abrió las puertas a lo que los gobiernos de los países capitalistas hegemónicos denominan "Nuevo ()rden Mundial", al cual se someten crecientemente los países ex so- i ¡alistas y los capitalistas semicoloniales y semiindustrializados, inclui­dos los latinoamericanos.

Estos cambios han impactado a las teorías sociales en su conjunto, y a las "urbanas" y "regionales". Las teorías burguesas buscaron reencontrar sus fuentes en el pasado más o menos remoto, cohesionándose en la ideo­logía neoliberal.36 El "establecimiento" político e intelectual declaró muertos al marxismo y al socialismo; y políticos e intelectuales que se reclamaban de ellos, abandonaron sus postulados para refugiarse en el nihilismo, el empirismo, o engrosar las filas neoliberales de derecha o de "izquierda".

*La versión original de este ensayo fue publicada en la revista Sociológica, año 7, núm. IH, enero-abril 1992, Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco, México.

36Usamos la denominación “neoliberal", en la medida que es la que se ha popularizado umversalmente; sin embargo, creemos que la apropiada sería "neoconservadora", pues esta ideología y sus políticas, aunque formalmente se sustentan en el liberalismo de los orígenes del capitalismo, no contienen sus valores democráticos, nacionalistas y antiimperialistas, y lian sido aplicadas por las fuerzas sociales y políticas más conservadoras, en muchas ocasio­nes mediante el recurso al autoritarismo y la coerción. En realidad, sus fuentes más vivas y concretas se ubican en el pensamiento económico y político del periodo de consolidación del capitalismo monopolista y el imperialismo, de finales del siglo xix y principios del xx.

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Otros decretaron el fin de la modernidad y el advenimiento de la posmo- dernidad. La crisis de las teorías es evidente. Pero el aparente triunfo del capitalismo no resulta de la solución de sus contradicciones estructurales, que siguen agudizándose. Hoy, el debate teórico-político en el campo de la teoría social y la urbano-regional, adquiere renovada importancia.

Crisis y reestructuración del capitalismo mundial

A mediados de los años setenta, el reconocimiento de la naturaleza estruc­tural de la onda larga recesiva de la economía capitalista mundial (Mandel [1980] 1986), llevó a la burguesía de los países capitalistas hegemónicos, a sus instituciones económicas y financieras (fmi, Banco Mundial, ocde, et­cétera), a sus expresiones políticas dominantes, incluida la socialdemocra- cia, y a sus gobiernos, a abandonar su concepción del Estado Interventor, del Estado del Bienestar, teorizada por el Keynesianismo, y a iniciar una reestructuración global del régimen político, económico y social, cuyos términos fueron integrados en la ideología neoliberal, sustentada en las ideas económicas del monetarismo. Los países semiindustrializados y se- micoloniales, particularmente los latinoamericanos, sumidos en la profun­da crisis abierta en 1982, prisioneros de sus gigantescas deudas externas y presionados por los organismos financieros internacionales, siguieron el mismo camino: algunos tempranamente como los del Cono Sur, y el resto en una sucesión cada vez más acelerada, en forma más abrupta y profun­da que en los países hegemónicos (Kalmanovitz, 1983: cap. VIII; Foxley, 1988; Guillén, 1990; Valenzuela, 1991).

Los ejes básicos de la reestructuración neoliberal han sido:

a) La reorganización y modernización de los procesos de producción agropecuaria e industrial, la circulación mercantil y monetaria, la pro­ducción y gestión de las condiciones generales de la reproducción de las formaciones sociales (Pradilla, 1984: caps. II y III) y la administración pública, gracias a la introducción masiva de nuevas tecnologías (biotec­nología, robótica, automatización, cibernética, comunicación electróni­ca, sistemas de producción flexible, nuevos materiales, etcétera), redu­ciendo la fuerza de trabajo necesaria y profundizando su explotación intensiva con base en el incremento de la plusvalía relativa.

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/)) El cambio de las relaciones entre capital y trabajo asalariado, en bene­ficio del primero, mediante la reducción del salario real (directo e indi­recto], reformas a la legislación laboral, la "flexibilización" de la relación laboral, el debilitamiento de los sindicatos y el ataque a la contratación colectiva, como vías para incrementar la explotación absoluta.

r:) La extensión y profundización de la internacionalización monopólica del capital, el desplazamiento de partes del proceso productivo a países semiindustrializados, la subcontratación internacional y la reorganiza ción deslocalizada de las cadenas productivas.

d) La consolidación del dominio de los polos capitalistas hegemónicos (Estados Unidos, Europa Occidental y Japón) y sus esferas o blo­ques regionales ampliados, en el marco de una reorganización de la división internacional del trabajo.

e) El dominio de la ideología del "libre mercado", la liberación comercial de los países semicoloniales, la exacerbación de la competencia co­mercial entre países hegemónicos y la extensión del proceso de for­mación de mercados regionales.

f) La reforma del Estado capitalista, consistente en el cambio de sus modalidades de intervención en la economía y la vida social, el desmantelamiento del sector capitalista de Estado, la privatización de sus empresas, la reducción y reorientación del gasto público, par­ticularmente el "social", y la desregulación de la economía (Pradilla, 1990, capítulo II de este libro).

Apoyado en un desarrollo tecnológico sin precedentes (Coriat, 1991], una selectiva exportación de capital financiero e industrial hacia países desarrollados o semiindustrializados claves, una política comercial externa agresiva pero manteniendo la protección de su mercado interno, y el do­minio sobre el bloque económico asiático, prolongado a la Cuenca del Pa­cífico, Japón parece avanzar hacia la hegemonía económica en el mundo capitalista. Los países de Europa Occidental, que caminan hacia la for­mación de la comunidad económica y política Europea, bajo el liderazgo de Alemania y Francia, orientan su política hacia la integración de los frag­mentos del "bloque socialista" en transición hacia el capitalismo, como mercados para sus capitales y mercancías, compiten también por la hegemonía mundial. Estados Unidos, cuya hegemonía económica se debi litó frente a Europa Occidental y el Japón, a pesar del despliegue planetario

Las teorías urbanas en la crisis actual * 1 6 1

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de sus capitales, busca mantenerla en lo político-militar', reforzando su poder tecnológico, manteniendo su presencia militar en todos los conti­nentes, interviniendo selectivamente en los conflictos internos de otros países (Granada, Panamá, Irak-Kuwait, para citar las más violentas) y amplificando su discurso anticomunista y su espuria identificación demo­

cracia = liberalismo económico.En América Latina, el neoliberalismo avanza con la misma velocidad que

el cólera, síntoma de su otra cara, la miseria. Uno tras otro, compitiendo en la amplitud y celeridad de las reformas, sus países se suman a la ola privati- zadora, integracionista y "globalizante". La fiebre de los "mercados comunes" se extiende: México-Estados Unidos-Canadá, México-Chile, México-Colom- bia-Venezuela, libre mercado andino, Mercosur; pasos fragmentarios y zigza­gueantes ante la imposibilidad de un acuerdo global, sobredeterminados por la "Iniciativa de las Américas" del presidente norteamericano Bush.

En ausencia de un proyecto nacional integral, los gobiernos desmantelan los aparatos económicos de Estado, entregándolos al capital privado nacional y transnacional, cambian sus constituciones y leyes, sobre todo las de benefi­cio social, aun aquellas surgidas de dolorosos procesos revolucionarios como el mexicano, el boliviano, el sandinista, el de la Unidad Popular chile­na, o los movimientos-gobiernos bonapartistas nacionalistas en Brasil y Ar­gentina. Desde las dictaduras militares de Chile, Argentina y Uruguay en los años setenta, hasta las democracias restringidas actuales, las políticas neo­liberales se aplican autoritariamente. Sin embargo, los países latinoameri­canos siguen sumergidos en la crisis económica iniciada en 1981, al tiempo

que crecen los índices de pobreza extrema (Vuskovic, 1990).

El derrumbe del "socialismo real"Y LA RESTAURACIÓN DEL CAPITALISMO

El derrumbe estrepitoso de los estados obreros burocratizados (Trotsky [1937] 1972; Mandel y Berger, 1978; Bensaid, 1978) en muchos de los paí­ses del llamado "socialismo real", en particular en la Unión Soviética y los de Europa del Este, fue el resultado de la combinación de sus contradiccio­nes antagónicas, internas y externas: a) la negación de la socialización de la propiedad de los medios de producción, postulada en la teoría y la política

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marxista y leninista como la esencia de la construcción del socialismo, sustituida por una propiedad estatal centralizada, realmente existente (Sán­chez Vázquez, 1991); b) la negación de la autoorganización democrática de los trabajadores, forma política correspondiente a la propiedad social, por el au- loritarismo del estado burocratizado y centralizado propio del régimen estali- ilista (Sánchez Vázquez, 1991); c) la contradicción entre la forma estatizada de la producción y la reproducción de las normas burguesas de distribu­ción social del producto (Bensaid, 1978); d) la contradicción entre la planeación férreamente centralizada y el mantenimiento de las relaciones de mercado (Bensaid, 1978); e) el privilegio absoluto concedido a la industria militar pesada, en relación con la de bienes de consumo, y el correlativo estancamiento de los niveles de vida (Mandel [1989] 1991; Samary, 1991); y f] los conflictos re­currentes con la burguesía mundial (Primera Guerra Mundial y guerra civil posrevolucionaria, Segunda Guerra Mundial, "guerra fría", conflictos regiona­les en países que iniciaban la "transición al socialismo" como China, Alema­nia, Europa del Este y Yugoslavia, Corea, Vietnam, Camboya y Laos, Cuba, Afganistán, etcétera, que unidos a las implicaciones internas del autoritaris­mo estalinista, empujaron a la carrera armamentista (Mandel [1989] 1991; Castells, 1990).

Los resultados fueron: el bloqueo del desarrollo de las fuerzas produc- livas sociales, con manifestaciones como el atraso tecnológico, el freno del crecimiento y la crisis económica, y el estancamiento de los niveles de vida de la población,- y el surgimiento de movimientos de resistencia, de izquier­da y derecha, contra el autoritarismo de los regímenes políticos. Como se había previsto cinco décadas atrás (Trotsky [1937] 1972; Trotsky, 1938), el régimen estalinista (de Stalin, de los países satélites y de sus sucesores), generalizado a todos los países en transición al socialismo, jugó el papel de contradicción social dominante.

Para salvar su existencia social y su poder, la burocracia emprendió tar- días, ingenuas y atropelladas reformas económicas y/o políticas desde arriba, cuyo objetivo no fue superar las contradicciones en la construcción del socialismo, sino retornar a la "economía de mercado" y la democracia bur­guesa (Gorbachev [1987] 1991; Iakovlev, 1991), demagógicamente disfra­zado bajo "...las ideas de la Revolución de octubre de 1917, las ideas de Le- nin, los intereses del pueblo soviético" (Gorbachev [1987] 1991: 368). Estas reformas no lograron detener a las masas, a los burócratas disidentes o a las

Las teorías urbanas en la crisis actual • 163

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dirigencias alternativas, ansiosas de poder, que desbordaron o liquidaron a las antiguas cúpulas dirigentes. El otro resultado fue la desestructuración total de los aparatos económicos y la profundización radical de la crisis, que hoy amenaza con hundir en la hambruna a millones de trabajadores.

El cambio unilateral y autoritario de la política intervencionista de la URSS hacia sus satélites, por una de "no compromiso" total, libró a su suerte a los regímenes políticos del Este, a los que había impuesto y controlado, acelerando su derrumbe. En agosto de 1991, el frustrado golpe de estado en la URSS desencadenó procesos que llevaron a la proscripción del Partido Comunista de la Unión Soviética, la exacerbación del nacionalismo, particularmente el ruso, y la desintegración nacional en diciembre de 1991 [La Jornada, 21-XII-1991) y su sustitución por una inviable y asimétrica Comunidad de Estados Independientes, al ascenso al poder de los sectores más proburgueses y proimperialistas de la bu­rocracia estalinista "autorreformada", y al derrumbe final del llamado

"bloque socialista".La Federación Rusa y su derechista "Zar Boris", mediante minigolpes

de Estado y maniobras autoritarias, tan antidemocráticas como el golpe frustrado de agosto de 1991, se ha apropiado del poder económico y político y los aparatos de la URSS, perfilándose como el Estado hegemó- nico de la comunidad, a semejanza de lo que ocurría en el Imperio ruso antes de la Revolución de 1917. Como en una tragicomedia, las 16 repúbli­cas y otros territorios "autónomos" forcejean en la rapiña de los bienes y aparatos de lo que fue el Estado soviético, y se desgarran en cruentos

enfrentamientos.Los rasgos fundamentales del proceso, con sus particularidades nacio­

nales, son:

a] La pérdida del papel dirigente y la hegemonía en el poder del Estado, de los partidos comunistas, su desintegración o proscripción, el arri­bo al poder de partidos conservadores o democrático-burgueses, no exentos de autoritarismo, la marginaeión política de la clase obrera y el campesinado, y la generalización de la ideología antimarxista, an­tisocialista, anticomunista.

b) La generalización y agudización de la crisis económica, debido a la desorganización de las estructuras productivas, financieras y de dis­tribución, y la búsqueda incondicional de ayuda, crédito e inversión

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externa, para satisfacer las necesidades de la restauración capitalista y las condiciones mínimas de subsistencia de la población.

(i) La privatización anárquica de la propiedad estatal, la penetración in discriminada del capital transnacional, insuficiente para poner en marcha el capitalismo, la conversión de la burocracia estalinista en burocracia capitalista y nueva burguesía, aprovechando sus anterio­res privilegios, y la desorganización e incapacidad de respuesta de los sindicatos, antes sometidos al aparato estatal ("Perfil" de La Jornti da, 3-IX-1991). La vieja burocracia estalinista y las transnacionales se apropian así del producto acumulado del sacrificio de los trabajadores durante décadas de aislamiento, hostigamiento externo, control y re­presión de las burocracias.

d) Las tendencias nacionalistas centrífugas, sometidas antes por el cen­tralismo autoritario estalinista (ex URSS, Yugoslavia, Checoslovaquia, etcétera) empujan violentamente a la ruptura de los anteriores víncu­los internacionales o nacionales, teniendo como únicos interlocutores a los grandes países capitalistas convertidos en árbitros de las diferen­cias; marchan así en sentido contrario a la tendencia a la integración de grandes bloques regionales hegemónicos de países capitalistas, que acompaña al proyecto neoliberal de reestructuración.

e) Los trabajadores pierden la seguridad en el trabajo, el empleo, y otras garantías y servicios sociales que habían conquistado en los procesos revolucionarios, en aras de la restauración capitalista y la privatización, quedando como fuerza de trabajo barata y dócil para la nueva burguesía.

En lugar de dar pasos hacia la instauración de la democracia obrera, la autoorganización de los productores y la socialización efectiva de la propie­dad, hacia la construcción del socialismo, la burocracia estalinista que había expropiado el poder político a los trabajadores y gobernaba a su nombre pero en su contra, abandonó el proyecto socialista y regresó al capitalismo y a la democracia burguesa, que no ha cambiado su carácter de dictadura de la burguesía sobre los trabajadores, luego de haber gene­rado un odio totalmente explicable de las masas hacia un sistema que sin icner nada que ver con el comunismo propuesto por los marxistas revolu­cionarios, usaba su nombre. En medio de una profunda recesión económi­

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ca, cuyos signos más visibles son la caída de la producción industrial y agraria, el desempleo masivo antes desconocido, la reducción de los sala­rios, la desestructuración de los sistemas de abasto, la hiperinflación y ni hambre (La Jornada, 24-XII-1991), los países ex socialistas transitan do modelos-esperanza de la humanidad, lo que fueron durante siete déca­das, a países precapitalistas atrasados, subordinados al imperialismo enlo tecnológico, productivo, financiero, comercial y político-militar. En pa­labras del Grupo de Iniciativa Moscovita por un Movimiento Popular Autogestionario de la Izquierda Unida, se trata del "renacimiento de un capitalismo ruso semi-feudal, autoritario, monopolista y salvaje" (Sama- ry, 1991, 26). No cabe duda que se trata de una de las más grandes y dolorosas derrotas del movimiento obrero revolucionario en la historia del capitalismo mundial.

Ese tránsito será difícil, doloroso y cruzado por muchos conflictos so­ciales. Ni el capital transnacional está interesado o en capacidad de absor­ber toda la estructura económica de estos países, ni los nacionales privile­giados han acumulado capital suficiente para hacerlo; esto abre un proceso salvaje de acumulación originaria de capital, seguramente más trágico que el vivido en los países europeos en el tránsito del feudalismo al capita­lismo, o que el conocido en América Latina. Tanto las viejas estructuras burocráticas "socialistas", como los obreros expropiados opondrán resis­tencia, al menos pasiva y larvada, al montaje del nuevo modelo. El hambre, el desempleo y la miseria golpean ya a decenas de millones de trabajado­res, que hasta hace poco contaban con los mínimos de subsistencia, así fuera deficientes. El nacionalismo exacerbado está generando conflictos violentos y sangrientos entre etnias, razas y naciones (Samary, 1991: 24; Almeyra, 1991).

El futuro es sombrío y no viene acompañado de la esperanza de un mundo nuevo y desconocido, que trajo la Revolución socialista. En China, Cuba, Vietnam, Corea y otros países socialistas, la moneda está aún en el aire, bajo la presión férrea de los imperialismos.37

37 [Nota de 2008] Bn el 2008, 16 años después de haber escrito este texto, ya conocemos la respuesta china: un gigantesco proceso de acumulación capitalista transnacionalizada, ha convertido a la China en el gran dragón que avanza sobre los mercados de todos los países capitalistas, incluido el de Estados Unidos. Su gigantesca y sostenida expansión económica se sustenta sobre el autoritarismo férreo de la burocracia del "Partido Comunista", la sobre- explotación salvaje de los trabajadores, y el recurso a la piratería como práctica clásica de

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I i Nuevo Orden Mundial capitalista

I ,a guerra del Golfo Pérsico fue el primer acto formal del Nuevo Orden Mun­dial pregonado por el gobierno norteamericano, sustentado por las otras potencias capitalistas y apoyado explícita o implícitamente por la ex URSS y (¡hiña. Los siete grandes, comandados por Estados Unidos, a través del (¡onsejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se autoerigieron en instancia supranacional con derecho de intervenir, política o militarmente, directa o indirectamente, en cualquier lugar del mundo, en nombre de "la paz y el humanitarismo", haciendo letra muerta de la soberanía y autodeterminación nacional. La sustitución de la URSS en el Consejo de Seguridad, por la Fe­deración Rusa, sólo agravó esta tendencia, dadas las posiciones pro-impe­rialistas, subordinadas y autoritarias de sus dirigentes. El intervencionismo político de las grandes potencias capitalistas se puso en evidencia, mag­nificado, en los conflictos de los países ex socialistas de Europa del Este, Yugoslavia y la URSS, cuyos dirigentes "reformistas" han aceptado y propi­ciado oportunistamente su injerencia y arbitraje.

En lo económico, las empresas transnacionales controlan el espacio productivo mundial mediante los flujos de inversión, la tecnología avanza­da de producción y producto, y la subordinación de los países atrasados donde se localiza la subcontratación internacional y la maquila, a cuyos operarios sobreexplotan, beneficiándose además de las "ventajas relativas" y estímulos otorgados por las políticas gubernamentales (Pradilla, 1991). En los bloques comerciales integrados o en formación, las potencias indus­triales someten a sus condiciones a los socios desiguales y los convierten en mercados cautivos para sus capitales y productos. La banca transna­cional controla los mercados financieros mundiales e impone sus intere­ses mediante el yugo de la deuda externa y su servicio y los indispensables flujos de crédito. En el nuevo modelo "secundario-exportador" (taiwanés), que supone la orientación prioritaria hacia las exportaciones, la subcon­tratación, y la subordinación del mercado interno, el dominio extensivo del capital transnacional y la contracción y concentración monopólica de la industria nacional tradicional, generada por la crisis y acentuada por la

participar en el mercado mundial. Ahora, los países capitalistas avanzados, consideran a China un aliado, al que temen, pero del que obtienen inmensas ganancias, con sus miles de millones de trabajadores bien calificados, dóciles y mal pagados.

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liberación comercial, la desigualdad y la dependencia tecnológica estrile tural se acentúan.

El Nuevo Orden Mundial, una versión actualizada del pacto colonial, está atravesado por contradicciones no resueltas. Estados Unidos, poten cia hegemónica militar, no lo es más en lo tecnológico y productivo, supe rado por Japón y Alemania. La competencia entre capitales de los países hegemónicos se exacerba en el mercado financiero y de productos, y por el control de los nuevos territorios para el capital abiertos en los países ex socialistas. En contradicción con la globalización, el nacionalismo se reae tiva, presagiando conflictos entre los estados nacionales y los acuerdos supranacionale s.

Las crecientes contradicciones sociales y territoriales

El derrumbe del "socialismo real" no ha sido el resultado de la fortaleza del capitalismo, sino de la debilidad extrema del estalinismo, la incapacidad de sus burocracias para darle una solución progresiva a sus contradicciones internas e internacionales, y el ingenuo pragmatismo oportunista que los llevó a buscar la salida en el retorno a una maltrecha economía capitalista. Las contradicciones sociales y territoriales congénitas al capitalismo, par­ticularmente en su forma semicolonial, siguen presentes o se agudizan y la situación de las mayorías se hace aún más penosa; su sustento sigue siendo la explotación creciente de la fuerza de trabajo y la expoliación irra­cional de la naturaleza.

Las condiciones mundiales hacen prever una nueva onda larga expan­siva del capitalismo mundial (Mandel [1980] 1986): ampliación ilimitada de los mercados de capital y de las posibilidades de su exportación desde los países hegemónicos hacia los semicoloniales y ex socialistas; difusión rá­pida y extensiva del cambio tecnológico y de las rentas monopólicas apro­piadas por las grandes empresas, derivadas de él; apertura potencial de grandes mercados para los productos de los países hegemónicos, gracias a la liberación comercial de los países semicoloniales o ex socialistas; in­cremento a nivel mundial de las tasas de explotación de la fuerza de traba­jo, gracias a la imposición a los trabajadores de las nuevas relaciones capi- tal-trabajo asalariado; ampliación casi ilimitada del mercado de fuerza de

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inihajo para las empresas transnacionales en los países semicoloniales y i'x socialistas, en condiciones de muy bajos salarios, relaciones laborales n 'slrictivas y control político y sindical; "pax romana" en lo político-sindicali Ii tí vada de la derrota histórica propinada al movimiento obrero y revolucio- nario por el imperialismo y el derrumbe del estalinismo, que mejora las condiciones de dominio del capital mundial. Sin embargo, las contraten- delicias a esta posible expansión de larga duración, están presentes, no lian sido resueltas; y si se produce, será en beneficio del gran capital mo­nopolista, y se sustentará en una agudización de la explotación relativa y absoluta de los trabajadores.

Las economías capitalistas hegemónicas mantienen un curso desigual, irregular y heterogéneo, marcado por los ciclos cortos recesivos como el que actualmente (1991) ocurre en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra y iiende a surgir en Japón. En tanto, las economías de la mayoría de los paí­ses semicoloniales y dependientes, en particular los latinoamericanos, permanecen en la onda larga recesiva iniciada a comienzos de los años ochenta. Los ex socialistas inician su tránsito al capitalismo en condiciones de desorganización total de sus estructuras económicas, recesión produc­tiva profunda, desempleo masivo, desabasto y creciente dependencia del

capitalismo hegemónico.Sin que se haya resuelto el problema del servicio de la deuda externa

del Tercer Mundo, que incluye a los ex socialistas, las políticas neoliberales generalizadas abren las puertas de los Estados-nación atrasados a la trans­nacionalización del capital en sus diferentes esferas y al libre comercio internacional de capitales y mercancías, ampliando el canal histórico de drenaje de la plusvalía social hacia los países hegemónicos, en el cual jue­ga un papel creciente la sobreexplotación de la fuerza de trabajo local en la subcontratación internacional -maquila- y las sobreganancias que gene­ra para las transnacionales; al mismo tiempo, estas fuerzas acentúan las tendencias a la desindustrialización local, generadas por la crisis (Gunder Franck, 1988; Pradilla, 1991).

La tasa de explotación de los trabajadores en el mundo entero aumen­ta, como resultado de la reducción del salario real, directo, indirecto y dife­rido (explotación absoluta) y el incremento de la intensidad y productividad del trabajo (explotación relativa), por la aplicación generalizada de políticas neoliberales de austeridad y modernización (Pradilla, 1990: cap. II de este

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libro). Con la crisis y/o la caída de las tasas de crecimiento económico y la modernización de los procesos productivos, crece el número de desem­pleados en todo el mundo, en los países hegemónicos, en los semicolonia­les y en los ex socialistas. Los desempleados, trabajadores inmigrantes y obreros no calificados conforman un estrato de "nuevos pobres" en los países desarrollados (Bihr, 1991), y la pobreza extrema se generaliza en el mundo desarrollado, atrasado y en Latinoamérica.38 El deterioro absoluto y/o relativo de las condiciones materiales y sociales de vida de las masas se acentúa, así como el de sus expresiones territoriales.

Los sindicatos y otras formas de organización defensiva de los trabajadores, aun las integradas a la burguesía o corporativizadas a sus partidos o estados, son golpeadas por la privatización de las condiciones generales de reproducción de la fuerza de trabajo (Pradilla, 1984), la reduc­ción del gasto público social y la ñexibilización autoritaria de la legislación laboral, por lo que se debilitan y carecen de propuestas alternativas ante la arremetida neoliberal y el cambio tecnológico y su impacto sobre el pa­pel decreciente del trabajo asalariado en los procesos productivos y la

renta nacional (Bihr, 1991).La pauperización de los trabajadores en los países del llamado Tercer

Mundo, y de los ex socialistas, ha dado lugar a un incremento significativo de los movimientos migratorios hacia los países capitalistas avanzados de Europa Occidental, Japón y Estados Unidos, o hacia los semiindustrializa­dos de mayor grado de desarrollo relativo: México, Brasil, Argentina y Ve­nezuela en América Latina. Los emigrados (mexicanos, portorriqueños, centroamericanos en Estados Unidos; centroamericanos en México; euro­peos del este, asiáticos, africanos y árabes en Europa Occidental; de otros países asiáticos en Japón; colombianos en Venezuela; etcétera) constitui-

38Citemos solamente algunos datos periodísticos. El Secretario General de la onu afirmó que en el Tercer Mundo hay actualmente mil millones de pobres [La Jornada, ll-IX-1991]. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ubica a 370 millones de latinoamericanos (el 62 por ciento del total] en la situación de pobreza extrema (La Jornada, 18-VIII-1991], En Brasil, el país capitalista más desarrollado de América Latina, el número de desnutridos o hambrientos alcanza a 100 millones de personas y, por ello, en el Nordeste de ese país ha surgido una "nueva raza" de enanos (La Jornada, 28-XI y 10-XII-1991]. La oficina del Censo de Estados Unidos calcula en 33.6 millones el número de pobres en ese país en 1990, un 13.5 por ciento más que en 1989 (La Jornada, 27-IX-1991], Un tercio de los niños de Washing­ton, capital de Estados Unidos, la nación más rica y poderosa del Orbe, viven en la indigen­cia o en la calle (La Jornada, ll-V-1991 y 19-IX-1991], El listado empírico podría continuar indefinidamente.

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(los en minorías étnicas y culturales, sobreexplotados y empobrecido? segregados e indefensos, construyen explosivos inframundos en medio d la opulencia de estas naciones.

Las minorías étnicas y las nacionalidades subordinadas de mucho países (irlandeses en Inglaterra; vascos y catalanes en España; negro en Estados Unidos y Sudáfrica; kurdos en Irak, Irán y Turquía; indígr ñas en México, Centroamérica, y países andinos; croatas en Yugoslavia entre otros), algunas abiertamente en lucha, muestran que la "cuestiói nacional" tampoco ha sido resuelta democráticamente por el capitalismo Hay que añadir la conflictiva fragmentación de los países ex socialistas particularmente de la URSS, en cada una de cuyas repúblicas escindida; existen agudos problemas étnicos. La xenofobia, el racismo y el fascisnu crecen aceleradamente, expresando la crisis económica y moral, sobn lodo en los países desarrollados y los ex socialistas.

Las ciudades de los países desarrollados se pueblan de múltiples "ghe ios" de minorías nacionales o étnicas (locales o inmigradas), en especial ei los centros urbanos deteriorados, plagados de desempleados y vagabun dos, formados por viviendas en pésimas condiciones, hacinadas, carentes de infraestructuras y servicios sociales de calidad, segregados socialmen le, infestados de delincuentes y grupos violentos, inseguros, amenazado} por las policías y los xenófobos. Son las imágenes urbanas de la periferia incrustadas en las centralidades de los centros del capitalismo.

La carrera desaforada a la ganancia empresarial y la necesidad de sub sistencia de las masas pauperizadas, agudizadas por la larga crisis econó mica, han acelerado a escala mundial los procesos de destrucción de I; naturaleza y contaminación del medio ambiente, sobre todo en las grandes- metrópolis, los cuales alcanzan niveles catastróficos en ríos y mares, gran­des selvas tropicales y la atmósfera, amenazando ya el equilibrio genera, con el recalentamiento de la tierra, la desertificación planetaria y el agujere: en la capa de ozono.

La reducción estructural generalizada del papel del Estado, la contrac­ción del gasto público, sobre todo social, la desregulación y el declive o extinción de la planeación global y territorial, inherentes al modelo neolibe­ral, retiran los débiles obstáculos que se oponían a la anarquía capitalista en la producción y apropiación social de las estructuras territoriales, regio­nales y urbanas. La nueva división internacional del trabajo, la integración

Las teorías urbanas en la crisis actual * 1 7 1

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subordinada de las áreas maquiladoras a los centros hegemónicos, ln Im mación de bloques económicos y de libre mercado regionales, el eamliln tecnológico acelerado y otros procesos globalizados, librados a las Ii n m -um anárquicas del mercado, profundizan, diferencialmente según los iniem ses del capital monopolista y transnacional, las desigualdades y opimlnlm nes sociales en el desarrollo urbano y regional interno e internaeionnli Avanza el proceso de homogeneización capitalista, fragmentaria y deai/aml del territorio de los países semicoloniales y semiindustrializados, suborill nada a la sociedad y el territorio de los hegemónicos, factor de desigual' Im! social y territorial interna e internacional, contrario a la soberanía nacli n ial> El caso mexicano es ilustrativo.

Los clásicos problemas urbanos, controlados o mediatizados en piillf por la intervención del Estado en el pasado, retoman un curso creclrnm, sobre todo en los ámbitos de la dotación de condiciones generales y parl ll u» lares para la reproducción de la fuerza de trabajo y la protección ambii mal en los países desarrollados y, con mucha mayor agudeza, en los atrawnIi m i

El empobrecimiento generalizado y la austeridad en el gasto público Honial, elevan los déficits cuantitativos y cualitativos de condiciones materinlui i|| vida en las ciudades, acentuando la segregación socio-territorial, la dcHlfual dad y la brecha entre los asentamientos de las distintas actividades y claan*

sociales en el territorio.A pesar del desmantelamiento del Pacto de Varsovia y la debilidad v

fragmentación de la ex URSS y su ejército, el despilfarro armamentinla tiff los países capitalistas continúa, incentivado por su creciente interven) Hi* nismo político-militar global, en el Nuevo Orden Mundial; aunque se han reducido los riesgos de conflagración mundial, el arsenal nuclear aiuuf existiendo y no parece próximo su desmantelamiento total. Adenuiii, ni guen vigentes y tienden a exacerbarse los conflictos armados regionales ■

nacionales.En el marco formal de la democracia burguesa restringida, no nennHB

riamente garantizada ni generalizada, la aplicación de las políticas neiilllM rales conlleva el reforzamiento del autoritarismo de los regímenes poMllnDfl sobre los trabajadores fabriles y el campesinado, y la férrea disciplina lft« bril impuesta por los grandes monopolios, en aras de la productividad y Im competitividad internacional desigual y asimétrica; por ello, no es portlliw imaginar la desaparición de los conflictos sociales y su correlato, la repcá

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N11 1 1 1 d e 11’, s tildo b urgué s. La amp I i ación de las libertade s fórmale s, democráti-• ni burguesas, no está generalizada, ni trae consigo, necesariamente, aque- n i ili las libertades reales, de clase, cotidianas, que se contraponen a la Mnpli ilación capitalista.

n individualismo se adueña de las conciencias y las prácticas socia- If» la lusticia social es sustituida en el discurso y la práctica estatal por el MNencinlismo discrecional, por una solidaridad que se asemeja a la cari- •l**iI pública, que no crea derechos ni pretende continuidad. La competen-i ia enlre capitalistas y entre trabajadores se acentúa, pero reducida al HihIiíIi) de los individuos, desregulada y desinstitucionalizada. Crece el I 'i ii 1 1 1 u 1 1 1 is mo, depredador del hombre y la naturaleza, convertido en el ob- j*llv¡ i ( < ntral de productores y consumidores, como soporte y máscara dela.......ii (ilación de capital. La cultura se banaliza y extranjeriza según elMimlrlo listados Unidos, haciéndose más mercantil y utilitaria, desdibu­jando Lia identidades nacionales.

I i drogadicción y el alcoholismo se multiplican, en razón directa a la liiui ríe ile los grandes proyectos sociales, destruyendo simultáneamente H laa naciones envueltas en el torbellino violento del narcotráfico y su l)|li/ie/i/)urguesja mafiosa, y a aquellas donde las masas están hundidas en la lili indicción (Kalmanovitz, 1991], La violencia individual, el resurgi­miento de epidemias milenarias como el cólera, las nuevas enfermedades Mliboli/adas por el sida, afectan sobre todo a las masas populares, más IimIHiiihms.

ha exacerbación de las contradicciones sociales y territoriales no per- M|lc avizorar el sueño ideológico americano, aparentemente compartido Hhv |K ir el mundo entero, del "fin de la historia", de los grandes proyectos Mi I raí información, de la lucha de clases, de razas y de géneros; por el ■milano, presagia un futuro mediato de nuevas confrontaciones sociales■ lini 1 1 1 .kdónales.

■M i kISIS TEÓRICAS Y EL RETORNO AL PASADO

lili 1 1 lula social global ha afectado por igual al campo del aparente vencedor I Mi ili i vencido; y como es lógico, a las teorías que sustentaban ideológica- f t l H i i r y justificaban prácticamente su funcionamiento. El camino tomado

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ha sido un retorno al pasado en las teorías y las ideologías. La crisis econó mica del capitalismo y su reestructuración, trajeron consigo la "contrarrc volución antikeynesiana" sistematizada en el "monetarismo", que busen cartas de nobleza en el pensamiento clásico burgués y reifica el neoclasiciit mo de la época de consolidación del capitalismo monopolista, para sustcn lar su ataque a la intervención estatal (Kalmanovitz, 1983; Guillén, 1984 y 1990). El idealismo materialista hegeliano, criticado por Marx, renace de las cenizas, se enlaza con Weber y se deforma para justificar la "doctrinn Reagan-Bush" que idealiza al capitalismo como el único, último e ideal mo do de producir, intercambiar, gobernar y vivir. La democracia americana de los fundadores del imperio, a cuyo nombre se ha oprimido y esclavizado n muchas naciones y generaciones, se identifica espuriamente al ideal huma no universal de libertad, para imponer la democracia burguesa como ln única aceptable y, por lo tanto, dotada de derecho a intervenir económica política y militarmente allí donde a su juicio no se la practique.

En el otrora "campo socialista", en acelerada descomposición, la buró cracia estalinista en proceso de conversión en burocracia burguesa y bur guesía burocrática, justifica la restauración autoritaria desde arriba del ca­pitalismo semicolonial, acusando al marxismo de los errores y crímencu del estalinismo, y recurre a la teoría burguesa clásica, mal conocida y peí ir entendida, decorada con pinceladas socialdemócratas, en su ingenua y encubridora "economía de mercado socialmente orientada" (Iakovlev, 1991) Pero en definitiva, asume como propia toda la ideología neoliberal y se convierte en la principal, aunque débil, aliada de las potencias capitalistan hegemónicas y su Nuevo Orden Mundial intervencionista. El nacional is

mo renace: en las masas como ideología para enfrentar el viejo centralismo autoritario estalinista y el nuevo centralismo restaurador burgués; en ln burocracia estalinista "reformada", para incrementar su poder político por la fragmentación y mejorar las condiciones de su tránsito hacia la clase burguesa. En ambos casos, el resultado es la subordinación vergonzante o la internacionalización del capital, la globalización del mercado mundial y los grandes bloques económicos, negación de la autodeterminación, la so­beranía y la cultura nacional. El anticomunismo, el antimarxismo, el anli- leninismo exacerbados justifican la represión contra quienes se oponen, desde muy diversas posiciones, al entierro del socialismo como proyecto y al retorno al ayer en condiciones de explotación salvaje.

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\\\ desgaste del modernismo y sus grandes proyectos o "metarre- Iniim" de modernización burguesa o proletaria, en el capitalismo o el no( inlismo, cuyas "promesas" no han sido cumplidas, ha dado lugar al mi raimiento de una generación de artistas (literatos, pintores, esculto- n n, etcétera), arquitectos y urbanistas, filósofos y cientistas sociales que niegan su vigencia histórica y anuncian la llegada de la posmoder- n idnd. Se erigen en críticos y verdugos de la modernidad, sus grandesii i n i/,aciones, sus filosofías de la historia y sus utopías, postulando en i nmbio el dominio de "la diferencia", "la discontinuidad", "la deconstruc- nli'tii" y la "diseminación".

I'.l rechazo posmoderno a los totalitarismos y las burocracias, justo Itero carente de análisis de sus determinaciones esenciales, establece iiii/i falsa identidad entre éstos y los proyectos globales o totalizantes de i-nmbio social, y lleva a su negación como parámetros de la crítica de lo real mente existente. Su aceptación pasiva y mistificadora del tecnologis-I I i i i capitalista, particularmente de la cibernetización y la informatización nonsumista, conducen a una pretendida, irreal y paradójicamente utópi-i n, "sociedad informatizada con libre acceso a las memorias y bancos de ilmos", que excluye los consensos sociales. Su "sujeto (social) débil" lle- vn ni abandono de la justicia social y la protección de los débiles y opri­midos. Su "fin de todo proyecto y normativa histórica totalizante", surelativismo cultural", caen en la aceptación, sólo aparentemente demo-

emlica, de la dispersión total y la negación de toda utopía o propuesta ile cambio social. Su orientación hacia el "localismo", que oculta la na-I I I raleza de las hegemonías económicas y político-militares reales y lasii ndencias globalizantes e internacionalizadoras actuales, excluye losI in tyectos nacionales de autodeterminación e independencia (Mardones,II IDO).

lin definitiva, los posmodernistas llegan a una contradictoria acepta- eiúu acrítica de uno solo de los metarrelatos modernizadores, el capitalis- ln, en su castrada realidad neoliberal actual. Se trata, por tanto, de una |ioniura neoconservadora por esencia (Habermas [1984] 1989; Mardones,11190). Sin embargo, quienes defienden perspectivas críticas de izquierda ile la modernidad, postulan que debe "completarse" la tarea incompleta e Inconclusa de la modernidad (Habermas [1984] 1989; Berman [1982] II188), o trascenderse mediante la revolución social (Anderson, 1984). El

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debate apenas está abierto, en un archipiélago de mil pequeñas batallas

inconclusas.39

El tránsito hacia la hegemonía mundial consensuada entre los "siete grandes" capitalistas, vehiculada por las transnacionales y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se cruza en sentido opuesto con el regre­so ideológico y teórico al pasado, simbolizado en la sustitución de Marx y Keynes por Malthus y Hayek, la restauración de San Petersburgo, alemán y /.arista, como nombre de la ciudad soviética de Leningrado, y el reempla zo de la bandera roja de Octubre por la de tiempos del Zarismo en Rusia.

Las encrucijadas de las teorías urbanas

La teoría urbana no podía dejar de expresar la crisis global de la teoría social, en sus dos vertientes fundamentales, de la cual es concreción y/o particularización. En el pasado, ninguna de las vertientes había llegado ;i constituir una teoría completa y sistemática de los fenómenos territoriales [regionales y urbanos); fueron elaboraciones sectoriales, parcelarias, incompletas y asistemáticas; en la mayoría de los casos, su apropiación por los teóricos y, sobre todo, por los prácticos, era insuficiente, superficial, poco rigurosa y sin sistematicidad, siempre subordinada al pragmatismo de las políticas. El efecto inmediato de esta crisis ha sido la generalización del empirismo descriptivo y/o el eclecticismo teórico y conceptual, que permi­ten evadir la toma de posición y el compromiso teórico y político, y adecuar se pragmáticamente a las circunstancias; o bien, la ideología neoliberal asumida como "teoría" justificativa de uso general. Simultáneamente, se ha iniciado, junto con la economía, la resurrección de las teorías muertas y su embellecimiento con vestiduras nuevas.

Hoy, como ayer, proliferan las descripciones minuciosas, los estudios de caso, los análisis comparativos poblados de cuadros y gráficos estadísticos, de las estructuras, formas o procesos territoriales, en los cuales la lectura o narración de las apariencias evita y suplanta el análisis de la esencia, se mantiene oculta la determinación social, los agentes reales involucrados, la

111 Va en aumento la literatura en torno a este debate; a título referencial, señalamos: Berman [1982] 1988; Casullo, 1989; Harvey; 1990; Lyotard [1989] 1990; Picó, 1988; y Vattimo et al., 1990.

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responsabilidad de los sujetos históricos, y su solución aparece como el re­sultado del devenir cuantitativo, lineal y mecánico de los procesos privados espontáneos o, cada vez menos, de las acciones públicas.

La totalidad compleja de los procesos y estructuras urbano-regionales reales se fragmenta en sus partes constitutivas, cada una de las cuales se analiza por sí misma, autónomamente, sin tener en cuenta las determina­ciones estructurales, ni su integración en los procesos globales, que des­aparecen en la particularidad. O bien, interpretaciones eclécticas, en las que en la aparente explicación se usan conceptos de diversos orígenes, desprovistos de contenido, desligados de la unidad teórica que los produjo, por fuera de una legalidad científica y lógica que los llene de contenido explicativo, extraídos de cuerpos teóricos distintos o abiertamente contra­puestos, sumados o yuxtapuestos al azar o según las conveniencias, dan­do por resultado textos y discursos inútiles para unos y otros, que no aportan ningún conocimiento. Dotados de una inexplicable atemporalidad histórica, sobreviven y renacen los planteamientos de "las plazas centra­les" de Christaller y Losch, la "ecología urbana" de la Escuela de Chicago, los "tipos ideales" de Weber, la "ley de la gravedad" de Reilly, el "continuo íolk-urbano" de Redfield, y otras muchas "teorías" que en su tiempo, no llegaron a explicar objetivamente los objetos históricos de análisis sobre los que se construyeron, pero que son mantenidos vivos por la ideología social o la de los investigadores.

II neoliberalismo como ideología práctica

III neoliberalismo no es una teoría; es una ideología de clase, materializada en un conjunto de políticas prácticas, pragmáticas, que se sustenta en vie- ias o nuevas teorías parcelarias, apropiadas fragmentariamente de acuer­do con las conveniencias, o las genera como justificación, en diversos ámbitos de la vida social. Estos fragmentos o parcelas se reviven o reade- eúan a la explicación de los fenómenos y procesos, o se "modernizan" de acuerdo con las necesidades y circunstancias prácticas.

Dos casos ejemplares en el ámbito de lo urbano en América Latina, son el discurso actual de la moribunda planificación urbana y regional, y las interpretaciones de la "informalidad". En el discurso de la planeación urbano-regional, contrapuesto en esencia al neoliberalismo, pero que aún

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se mantiene por conveniencias de legitimación política gubernamen o fl de subsistencia profesional, parece que nada en la sociedad ha cambia 0 | jj se siguen manteniendo los mismos diagnósticos, objetivos, proce 1 mientos, instrumentos e instituciones que en el periodo anterior a la ap cación de las políticas neoliberales, el proceso de reestructuración capita I lista y de reforma del Estado que, por su propia objetividad, est n I determinando la extinción de la planeación indicativa como medio de in« j tervención del Estado sobre el territorio. Sus apoyos teóricos fueron, 1 cuando el planteamiento se hizo por primera vez, y siguen siendo hoy día, las técnicas de la "regionalización" y la "jerarquización de las ciudades , a "teoría de la polarización" de Francois Perroux de clara filiación keynesia na, los métodos del "diseño urbano" y las políticas derivadas de la inter vención planificada del Estado, hoy rechazadas por el neoliberalismo (Pradilla, 1990], El resultado son textos cristalizados y retóricos que en­tran en contradicción con el discurso de los agentes estatales, la política económica y social real, las prácticas estatales concretas y las teorías

ideológicas que las sustentan.40

En la interpretación más vulgar del "sector informal en América Latina (De Soto, 1986], en los juicios de valor explicativos y las propues­tas de solución de la problemática, nos encontramos a la vez con un grave desconocimiento de la historia, un claro predominio de los valores ideológicos neoliberales, y conceptos y explicaciones tomados en pr s tamo a la "teoría de la marginalidad" según Desal y la apología turneriana de la autoconstrucción de los años sesenta, que a pesar de haber si o desmontados pieza por pieza por la crítica (Singer, 1973; Pradilla, 197 y 1 1988], resurgen a la sombra del neoliberalismo, ideología del gran capi monopolista, populistamente adecuada a los sectores populares. Otras versiones críticas de la "informalidad" (Portes, 1989], se derivan a su vez de la "marginalidad estructural" y la "teoría de la dependencia , variantes críticas radicales del keynesianismo de la cepal y de la marginalidad e Desal, que no llegaron a romper el cordón umbilical con sus progenito

ras (Kalmanovitz, 1983],

40 Es el caso de la sección de "población, desarrollo regional y urbano del Plan ,Desarrollo 1989-1994 del gobierno mexicano, que en gran medida reproduce o p an c „ Plan Global de Desarrollo 1980-1982 y más concretamente en el Plan Nación ,jf. n.TJrbano 1978, cuando las condiciones económicas, la política y la ideología eran m tes a las actuales. 1

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11 derrumbe de la teoría urbana eurocomumsta

I ,a única tentativa hecha a nombre del marxismo, para constituir una "teo­ría urbana" integral fue la llevada a cabo por la escuela francesa euroco- munista (Castells, Topalov, Lojkine, Borja, Preteceille, etcétera], apoyándo­la (ni el estructuralismo marxiano de Althusser, la "teoría del capitalismo monopolista de Estado" de Boceara y la línea política de la "transición de­mocrática, pacífica y parlamentaria al socialismo" planteada por los parti­dos comunistas europeos hasta la crisis del "socialismo real". Durante más de una década fue la corriente de análisis dominante en la investiga­ción urbana de izquierda en Europa y Latinoamérica. En ambos casos, se asumió como la pionera en el intento de sistematizar, hacer coherente, estructurar, modernizar y desarrollar el análisis marxista sobre la proble­mática territorial y urbana, cuando menos en algunos de sus aspectos

fundamentales.Sin embargo, su contenido y los procesos históricos simultáneos o

posteriores a su elaboración, llevaron al hoy evidente derrumbe de la teo­ría: a] la fragilidad de su construcción teórica y metodológica, desde el punto de vista del materialismo histórico-dialéctico del cual se reclamaba;/)) las características de los procesos objetivos del desarrollo capitalista, su crisis y posterior reestructuración neoliberal en los países imperialistas, cuya explicación era su objeto explícito, y en los semicoloniales y depen­dientes en proceso de semiindustrialización a los cuales se extrapoló y adecuó; y c] el dramático y estrepitoso derrumbe del socialismo real en la

URSS y los países del Este europeo.Como sus tres fuentes, esta teorización presentaba serios problemas

desde el punto de vista de la teoría y el método marxista, inconsistenciasinternas y limitaciones serias para su aplicación al análisis concreto de lasrealidades concretas, puestas en evidencia por la crítica (Theret y Wievior-

ka [1978] 1980; Theret, s/f; Pradilla [1981] 1987 y 1984].Esta teoría evadía y violentaba la lógica dialéctica materialista mediante

procedimientos mecanicistas y reduccionistas como las identificaciones espurias y contradictorias entre estructura espacial y estructura urbana, ciudad y reproducción de la fuerza de trabajo, Condiciones generales de la pro­ducción y medios de consumo colectivo -mcc- (el concepto fundamental en esa teoría], lucha de clases en la ciudad y por la ciudad, Movimientos socia-

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Íes urbanos y transformación estructural de la ciudad, Políticas urbanas y planeación urbana, entre otras muchas. Recurrió a caracterizaciones ambi guas, referidas a diferentes aspectos de la realidad connotada, asumidos indistintamente (por ejemplo, "efectos útiles" y soportes materiales en I/im "características" de los mcc], y a hacer generalizaciones a partir de partieu laridades no universales, que nublaban lo real, borraban las especificida des e imposibilitaban el uso de las categorías para interpretarlas.

En muchos casos, se recurrió a un manejo superficial de los plañirá mientos "clásicos" del marxismo, como en la aplicación de la ley de la .so breacumulación y la desvalorización del capital, la diferenciación entre capilnl y renta, las metamorfosis del dinero, las transferencias de valor, la tasn media de ganancia o la definición de las formas del consumo.

Mediante argumentos pragmáticos o abiertamente ilógicos, se supn mieron del análisis relaciones fundamentales en la ciudad y el resto del territorio del capital, pero incómodas para su epistemología: la producción industrial se remitió a "lo regional", el consumo productivo ("demasiado complejo" para analizarlo, según Castells), el intercambio mercantil y mo­netario, o el consumo de lujo de elementos urbanos por parte de la burguc sía, el Estado y sus agentes. Mecánica e injustificadamente, se invirtieron las relaciones de determinación y dominancia, colocando al denominado "consumo colectivo" como la relación fundamental en las estructuras tern toriales formadas por el capitalismo, hasta convertir la "teoría urbana" en una teoría más del consumo y la lucha social por alcanzarlo.

Los supuestos de la línea estratégica de un(os] partido(s] político(s) y las alianzas de clase que postulaba(n), se convirtieron en leyes estructura les y universales del capitalismo, para sustentar la existencia de un Estado neutral, colocado por encima de las clases sociales, que negaba la ley del valor, eliminaba las crisis y conducía inevitable y evolutivamente hacia el socialismo, e identificar los intereses del "capital no monopolista" con los del proletariado.

En este mismo camino, después de ignorar las múltiples formas de presencia del capital privado en los instantes de la producción, circulación, cambio y consumo de los llamados mcc, y el carácter plenamente capitalis­ta de las empresas estatales que producen (o producían entonces] algunos de ellos, asumieron el intervencionismo estatal como un movimiento es­tructural, lineal, universal y sin retorno, colocándolo de hecho por fuera de

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la historia. Por ello, el Estado capitalista iría asumiendo inexorablemente las actividades denominadas mcc, indebidamente identificadas a la repro­ducción de la fuerza de trabajo, lo cual les asignaría un carácter "progresi­vo" en el sentido de su democratización y tránsito evolutivo al socialismo.I ',1 neoliberalismo vendría a mostrar las equivocaciones de la teorización y la línea política sobre la que se sustentaba.

Su concepción estructuralista de la crisis económica, suma ecléctica de los supuestos del "derrumbe" del capitalismo y de su "evolución" hacia el so­cialismo por la vía del "capitalismo monopolista de Estado", y de la "crisis urbana" como crisis de la provisión y gestión de los "medios de consumo colectivo", les impidió ver la relación orgánica entre ambas y la posibilidad real que tiene el capital de resolverlas mediante cambios en los patrones de la acumulación sustentados sobre la agudización de las condiciones de explo­tación de la fuerza de trabajo, la reducción del trabajo necesario mediante su sustitución por máquinas (cambio tecnológico] o el despliegue de una nueva división territorial, nacional e internacional, de los procesos de producción.

Su aplicación en América Latina se dio mediante el sincretismo con la teoría radical de la dependencia (Kalmanovitz, 1983, cap. I; Pradilla, 1984, cap. V] y la de la marginalidad estructural-, así, se convirtió en la más difun­dida e influyente entre los investigadores críticos y progresistas.

Para adecuar la teoría a América Latina, Castells asumió, sacraüzó y con­geló históricamente, sin confrontarlas con la realidad, ni criticarlas, ni enfren­tar a sus críticos, las teorías de la dependencia y la marginalidad, en su versión radical de izquierda, de los años setenta, que no lograron romper sus lazos orgánicos con las explicaciones burguesas en cuya crítica se construyeron, con su concepción lineal y unívoca (adialéctica] de las relaciones económicas, políticas y culturales internas e internacionales, ni superar su "dualismo" con- génito y su evolucionismo "modernizante", ni explicar científica y rigurosa­mente los procesos históricos y sus contradicciones desde el punto de vista de los intereses de las clases sociales de los cuales se reclamaban (Kalmano­vitz, 1983; Singer, 1973; Pradilla, 1984: cap. II; Pradilla [1981] 1987, cap. 5].

Totalmente desarmada, esta teoría hizo caso omiso del surgimiento y difusión de las ideas neoliberales en Europa y América Latina, y del avance del monetarismo y su contrarrevolución antikeynesiana. La burguesía mundial, sus agencias financieras multinacionales y los gobiernos echaban a andar más o menos aceleradamente sus políticas de reestructuración del

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lisiado y su dominio pulitico y la economía en su conjunto (particular.! neu te los procesos de trabajo, las relaciones de explotación y la división inicr nacional del trabajo], las cuales golpeaban abiertamente los supuesLos lia sicos de esa teoría sobre la cuestión urbana y sus fuentes fundadoras l'.l abandono del intervencionismo estatal keynesiano y la generalización di' las políticas neoliberales en los países capitalistas avanzados, dio un golfín mortal al núcleo básico de la teorización del capitalismo monopolista de Estado y sus derivaciones,- la crisis del "socialismo real" y de los partición comunistas europeos, cuya línea política tenía profundas raíces en el culo linismo, fue el puntillazo final.

Algunos de los autores de esta teorización no esperaron el derrumbe y cruzaron el puente a la socialdemocracia, estructural y prácticamenie neoliberalizada; otros, más rigurosos y comprometidos, buscaron nueva-; alternativas desde otras posturas del marxismo.

Los más populares, abandonaron a su suerte a la teoría, cambiaron de objeto de trabajo, o hicieron "balances" que, lejos de ser autocríticos, de abrir alternativas, se justificaban diciendo que habían sido procesos de investiga ción inconclusos, echaban la culpa de los errores a quienes aplicaban in cautamente sus formulaciones, o al marxismo-leninismo sobre el que, a su juicio, se basaron (Castells, 1985],

Ante el derrumbe de esta "teoría urbana", muchos de los que la siguie ron se refugian ahora en la fraseología de la "crisis del marxismo", sin haber cuestionado siquiera si ella era realmente marxista, y llaman en su auxilio a las viejas ideologías, que renacen bajo nuevas vestiduras; otros, para mantener el estatuto de la intelectualidad, reproducen los empirismos y positivismos de apariencia neutral y "bajo perfil" político; y los más opor tunos, cruzan el puente, convirtiéndose en intelectuales orgánicos de la nueva "modernidad" neoliberal.

Los menos, toman el camino difícil de la crítica y la construcción de otro camino mediante la recuperación plena y consciente de la teoría y el método del materialismo histórico-dialéctico que, a pesar de todos los ata­ques de enemigos y amigos de ocasión, sigue siendo el único que ha podi­do dar cuenta y explicar, con todas sus limitaciones, los procesos y leyes de organización del territorio y sus formas fundamentales en el capitalismo imperialista y en el semicolonial, en la fase intervencionista y en la neoli­beral. Quienes habían utilizado esta teoría, la abandonaron sin autocrítica

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mI|',una, pasaron a engrosar el regulacionismo, o directamente dieron el milto hacia el neoliberalismo y sus nuevos mitos como la glohalización.

Así, algunos de los conceptos de esta teorización han ingresado al libre mercado del eclecticismo, lo que obviamente no es la culpa de sus autores,

m í i i o de los eclécticos que los usan.Por su lógica interna, esta "teoría urbana" desvió a los investigadores del

análisis de la relación economía-territorio y más particularmente, prodúc­elo n-territorio y explotación de la fuerza de trabajo-territorio; los focalizó en la problemática de los mal llamados "medios de consumo colectivo" gestio- i ia< los por el Estado y en la contradicción reduccionista Estado-movimientos unciales urbanos, excluyendo las implicaciones territoriales de las prácti- i as y la lucha de los trabajadores y el capital en sus múltiples manifestacio­nes y, al mismo tiempo, mistificó las políticas estatales y los movimientos unciales de base territorial. Además, insertó el todo en una mecánica lineal a histórica de creciente intervención estatal, de corte evolucionista que no resistió siquiera los primeros impactos de la política neoliberal.

Aunque en sus inicios esta comente significó un importante avance en relación a la impotencia explicativa o el ocultamiento ideológico de las teo­rías burguesas, o al dogma impuesto por el estalinismo, luego cerró las puertas que había abierto. Como afirma Lucio Kowarick, llevó a la investi­gación urbana a un contradictorio zig zag entre unas "estructuras sin suje­tos" y unos "sujetos sin estructuras". En consecuencia, hoy carecemos de instrumentos teóricos y conocimiento científico suficiente sobre el impacto regional y urbano, presente y futuro, de la reestructuración capitalista.

Las carencias de las derivaciones territoriales de la teoría regulacionista

A mediados de los años setenta, se inició el desarrollo de una nueva corriente teórica que, según sus propios integrantes, surgió en mayor o menor me­dida de la articulación sincrética entre el marxismo y el keynesianismo: la "Teoría de la regulación" (Boyer, 1989: 38]. Se ubica en el análisis económi­co, sin pretender construir una explicación de otras esferas de la vida so­cial y de la sociedad en su conjunto. Su aporte más importante se localiza en el análisis histórico detallado de las estructuras económicas, sobre todo las productivas, capitalistas nacionales, en especial de:

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a] los diferentes "regímenes de acumulación", entendidos como:el modo de distribución y de reasignación sistemática del producto social que logra en un periodo prolongado, cierta adecuación entre la transformación de las condiciones de producción (volumen de capital invertido, distribución entre las ramas y normas de produe ción] y las transformaciones en las condiciones del consumo final (normas de consumo de los asalariados y de las otras clases socia les, gastos colectivos, etcétera] (Lipietz, 1984: 117];

b] el "modo de regulación", o "el conjunto de las formas institucionales, redes, normas explícitas o implícitas, que garantizan la compatibilidad de los comportamientos dentro del marco de un régimen de acumula ción, de acuerdo con el estado de las relaciones sociales, y más allá de las contradicciones y del carácter conflictivo de las relaciones entre los agentes y los grupos sociales", es decir, las regulaciones de la reía ción salarial, de la reasignación del capital-dinero, de la reproducción y la administración del dinero, y de las formas de lo jurídico a lo ec< > nómico, de las intervenciones del Estado (Lipietz, 1984: 117 a 119];

c] el estudio detallado de la naturaleza de los procesos de trabajo y del papel de la tecnología en ellos, en los diferentes "regímenes de acumu lación" (Coriat, 1990 y 1991], aspecto poco desarrollado en la teoría económica y casi totalmente olvidado en el análisis territorial y, par ticularmente, urbano.

Las críticas a esta teorización desde el punto de vista del marxismi >, han sido ásperas. Se señala en lo metodológico, como problemáticos, su eclecticismo genético, su estructuralismo, la fragmentación categorial, el "articulacionismo", y el espontaneismo al que conduce su concepción de las relaciones entre los sujetos sociales (Psychopedis, s/f].

Esta teoría tiene como primer límite, el abandono de la ley del valor, piedra clave de la teoría marxista, sustituida como núcleo explicativo del funcionamiento del capital, por formas fragmentadas de regulación. Un segundo límite es, en su ámbito de análisis, la separación que establece entre las que considera "leyes objetivas del funcionamiento del capital", y la lucha de clases, lo que le impide, a la vez, ser útil para el análisis de laH relaciones capital-trabajo asalariado en la esfera económica, y para con i prender la relación entre ésta y la política en su nivel más general (Hallo way, 1990; Peláez y Halloway, 1990], Un tercer límite, en un ámbito esencial

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para el análisis de la economía en la actualidad, sobre todo en el caso de las sociedades semicoloniales, y para el estudio de sus procesos territoriales, es la ausencia de interpretación de las relaciones capitalistas a escala mun­dial y, por tanto, del desarrollo desigual entre países y de la dominación internacional de unos sobre otros. Finalmente, su restricción al ámbito eco­nómico, sin tener en cuenta las estructuras políticas e ideológicas en gene­ral, es decir, la ausencia de constitución teórica de la totalidad social y de la inserción de lo económico en ella. Se reduce así la potencialidad de sus aportes para el análisis pormenorizado de la esfera productiva en las distin­tas fases del desarrollo capitalista, que constituye su mérito primordial.

Estas limitaciones son muy evidentes cuando se intenta pasar de la esfera de lo productivo o lo económico, a la del "espacio" regional y urbano propio de un "modo de regulación" (Leborgne y Lipietz, 1987 y 1989; Benko y Lipietz, 1991],

Reconocemos la importancia crucial de las determinaciones de las condiciones concretas de funcionamiento de la producción industrial ("pre-fordista", "fordista" o "pos-fordista" según la periodización estableci­da por los regulacionistas para el capitalismo] sobre lo regional y urbano, ignorada generalmente por las teorizaciones anteriores. Creemos que allí se encuentra su aporte y debemos integrar este aspecto a la elaboración. Sin embargo, el territorio se conforma a partir del despliegue del conjunto de las relaciones sociales, económicas, políticas e ideológicas (Pradilla,1984], por lo cual los esbozos de análisis regional y urbano regulacionistas, lodavía poco desarrollados, son, o bien parcelarios, o definitivamente i 'Xlrapolaciones mecánicas del ámbito de la producción en sentido estricto, al de la totalidad social, territorial o urbana.

Las formas de teorización, periodización y modelización del desarrollo ile la estructura productiva capitalista en la fase "posfordista", conducen a modelos "espaciales" cerrados, desarticulados y fragmentados unos de (aros ("vía neotayloriana", "vía californiana" y "vía saturniana"] (Leborgne y Lipietz, 1987], que aunque arrojan luces sobre el impacto de los cambios en los procesos productivos sobre la localización industrial, su territoriali­dad y sus efectos sobre otros elementos de la estructura territorial, no lo­aran dar cuenta de las complejas realidades sociales y territoriales que produce su desarrollo desigual y combinado en estos tres niveles; menos aún, de sus relaciones complejas con otras esferas de la vida social y, por

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tanto, de las estructuras físicas, profundamente imbricadas en la totalidad

territorial y, más precisamente, en la urbana.Las primeras aplicaciones de la teoría regulacionista al análisis de las

estructuras territoriales latinoamericanas añaden a las anteriores limitacio­nes: a] la aplicación esquemática, casi nominalista, y poco profunda de los conceptos generales de la teoría; b] el uso o transplante de "formas" econó­micas y territoriales elaboradas a partir del análisis histórico concreto de otras realidades nacionales, a la situación latinoamericana, sin mediar su comprobación empírica o lógica; c) la falta de investigaciones históricas sobre la región o países concretos utilizando las herramientas teórico-metodológi cas regulacionistas, que validen la existencia del "fordismo periférico", la identidad entre reestructuración neoliberal y tránsito al "posfordismo perifé­rico", la presencia de una o las "vías espaciales" lipietzianas, y determinei i sus características particulares; y d] la ausencia, constitutiva de la teoría, de un método de interpretación de la inserción subordinada de las sociedades y los territorios latinoamericanos en el sistema capitalista mundial, en el campo de fuerzas geoeconómicas y geopolíticas de Estados Unidos, y sus relacione:» de hegemonía y dominación concretas, y sus expresiones territoriales (Stor per, 1989], En la medida que empiezan a aumentar los adeptos de esta teoría en la región, será necesario ampliar la crítica y el debate en tomo a ella.41

El marxismo no ha muertoUno no puede morir antes de nacer

El comunismo no está muerto porque no Im nacido todavía. Lo mismo se puede

aplicar al socialismo. Lo que los medios de comunicación occidentales Uani/iu

los estados comunistas y la ideología de oriente socialismo realmente existcule

tampoco fueron talen.

Lowy, 1991: 411

La euforia burguesa por la muerte del marxismo como teoría y del social is mo como proyecto histórico, y el "fin de la historia" como eternización del

41 [Nota del 8008] Como señalamos en el capítulo VIII de esta obra, el campo de estudin de lo urbano se ha poblado de múltiples conceptualizaciones, provenientes muchas de ellnn, abiertamente, de la ideología de la globalización neoliberal y sus derivaciones, y otras que mi reclaman, sin probarlo, de una neutralidad social, más aparente que real. Al mismo tiempi >, se asiste a una continua fragmentación parcelaria del campo de estudio, que hace perder cada vez más la unicidad de la realidad y sobre todo, de sus determinaciones.

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capitalismo, es, al menos, prematura, y llena de un comprensible pero vacío iriunfalismo. Las contradicciones orgánicas del capitalismo que dieron ori­gen a la lucha revolucionaria de los trabajadores y a la construcción de la teoría marxista siguen estando presentes; en muchos casos, se han agudi­zado. La opresión política de clase y el papel del Estado burgués en ella, los i istrechos límites formales de la democracia parlamentaria, la explotación de los trabajadores por el capital, el costo de las crisis de la acumulación capi­tal ista pagado por las masas y su presencia periódica, la desigualdad en el desarrollo capitalista, la agudeza de los conflictos entre burguesías imperia­listas, las hegemonías internacionales y su dominio sobre los países atrasa­dos, la opresión sobre las minorías étnicas y nacionales, etcétera, siguen exigiendo la presencia de teorías críticas de la desigualdad y la injusticia social, y seguirán generando enfrentamientos entre las clases sociales y luchas por el poder político y económico, independientemente de las teo­rías o los teóricos. Los sucesos conflictivos de la liquidación del "socialis­mo real" en la ex URSS, de la separación de sus repúblicas y de la lucha por el poder en Georgia, y la guerra civil en Yugoslavia y su fragmentación, son otras tantas pruebas de ello.

En los países latinoamericanos y del Tercer Mundo, el autoritarismo y la violencia con que ha sido aplicado el modelo neoliberal, y el fantasma de la pobreza extrema agudizada por la crisis y las políticas para superarla, a haden un componente moral y humanístico a esta objetividad. De hecho, los conflictos ya se están presentando, con este signo, en Venezuela, Perú, brasil, Argentina y Centroamérica.

Lo que se derrumbó en los países del Este fue el estalinismo como re­ligión dogmática y excluyente y su régimen de dictadura burocrática repre­siva y economía estatal centralizada burocráticamente, que tuvieron poco que ver con el materialismo histórico-dialéctico como teoría y las ideas generalés planteadas por Marx, Engels, Lenin y Trotsky para el desarrollo de la transición al comunismo: fin de la explotación de clase; desalienación del trabajo asalariado; autoorganización de los trabajadores,- propiedad colectiva socializada de los medios de producción; democracia proletaria directa,- desaparición de las clases sociales; extinción del Estado y sus medios de coerción; supresión planetaria del modo de producción capita­lista; liberación de las capacidades individuales,- etcétera. La oposición entre marxismo y estalinismo, que llegó a ser antagónica, está demostrada

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por La sacralización religiosa y dogmática do loa textos marxistas en la URSS y todos los países "socialistas", la feroz persecución inquisitorial dn los teóricos marxistas críticos y autónomos llevada a cabo por la buroora cia estalinista y la esclerosis total del pensamiento oficial e intelectual, que no produjo en el campo de las ciencias sociales, en seis décadas, nada de interés que expresara su desarrollo.

Sin embargo, la caída del socialismo real arrastró detrás de sí al mo vimiento revolucionario, en la medida que fue dirigido por expresionen políticas burocráticas o burguesas y no por una dirección revolucionaria de los trabajadores; ella constituye sin lugar a dudas una derrota h i s i o

rica, quizás la más grave en la historia del capitalismo, de las masan trabajadoras, que les arrebata la esperanza, y muchas conquistas logra das mediante su lucha. Se trata de una crisis política del movimiento re volucionario anticapitalista, y no de una crisis teórica del pensamienin marxista revolucionario, que ha estado en la base de todas las comenten críticas innovadoras del conocimiento en las ciencias sociales, humanan y de la conducta, por la positiva o la negativa, incluyendo el campo de ln territorial, urbano y regional, desde mediados del siglo pasado hania nuestros días. La identificación estalinismo-comunismo-marxismo, en uno de los productos de la conjunción de la demagogia burocrática y dr La propaganda anticomunista burguesa, cuya base objetiva y efectividad no podemos negar.

El marxismo como teoría y método sigue conservando toda su valide/, piara el análisis de la estructura y las contradicciones del régimen capital ím ta de producción, que no han cambiado por el derrumbe del "socialismo xeal", y también para analizar críticamente lo que fue o no fue este último IPor lo tanto, a pesar del paso de muchos intelectuales y militantes al campi i■ del neoliberalismo, o a una de las muchas variantes "neutras" de moda, v la agresiva campaña publicitaria en su contra, el marxismo seguirá siendo una herramienta del conocimiento científico y de la lucha contra la ex pin tacióny la opresión nacional y de clase.

Ahora, el marxismo se ha desembarazado de las mordazas y grillcicn que le colocó durante décadas el estalinismo, de su sombra nefasta, Ii i cual, al menos, es una ganancia. Ahora, su desarrollo podrá ser libre ,v democrático; pero, también, deberá ser mucho más riguroso, científico, mí quiere sobrevivir, lo cual es otra ventaja dado el nivel de vulgarización n

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Inei i i isistencia al que había sido llevado por la moda y por la charlatanería.I ti balance crítico de lo que fue el "socialismo real", el estalinismo, y de sus diferencias esenciales con el pensamiento marxista, forma parte esencial de este proceso de reconstrucción.

Un el campo del análisis de las crecientes expresiones territoriales de laa contradicciones sociales, del sistema de soportes materiales de la vida uncial (Pradilla, 1984: cap. I], donde la teorización marxista es muy incom- |»leia, llena de pistas erráticas y poco apropiada científicamente por una i'.i an parte de los investigadores, la tarea inmediata será la recuperación y laiematización de los aportes producidos por la crítica de las teorizacio-

ni a burguesas y de aquellas que se presentaron como marxistas, su pro- líindización autocrítica y su aplicación creativa al análisis de los procesosI I meretos. Es necesario un enorme trabajo de sistematización rigurosa, de apropiación profunda, de reorientación de sus líneas de trabajo hacia el ' ampo de las contradicciones fundamentales, de aplicación creadora y abierta a las realidades del presente, de desdogmatización, de articulación I impositiva con los movimientos sociales democráticos y anticapitalistas, -iin impedir su autonomía. Se trata de recuperar el carácter libertario y democrático popular que siempre tuvo el marxismo.

Pensamos que la tarea inmediata más importante es criticar sistemáti- i amonte la ideología neoliberal, sus políticas y prácticas económicas, so- i tales y territoriales, ir develando las profundas contradicciones sociales y lerritoriales que agrava o genera su aplicación unlversalizada, y la trans- li il inación de las demandas y reivindicaciones territoriales de los movi­mientos sociales populares, democráticos y anticapitalistas en nuevas uto pías viables, dotadas de capacidad social y realidad, tendientes a la iransformación de las actuales estructuras sociales y territoriales deca­dentes, irracionales, opresoras y destructivas.

Desde finales del siglo xvm, con los "socialistas utópicos" franceses e Ingleses (Choay, 1965: cap. I; Benévolo [1963] 1979; Ragón [1971] 1979], pasando por los rusos pre y post revolucionarios (Rerman [1982] 1988: M'iM; Ceccarelli [1970] 1972], las utopías urbanas han formado parte del acervo anticapitalista; la burguesía también ha generado sus utopías urba­nas como la "ciudad jardín", la "ciudad lineal", la "ciudad radiante", "broa- i lacre city", el "desarrollo regional armónico", etcétera, como recetas, es- i ructuralmente contradictorias, para resolver los graves problemas

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generados por la "economía de mercado"; ni siquiera los posmodernistan han dado argumentos suficientemente sólidos para renunciar a esta rica

tradición histórica.Este es el reto para quienes pensamos que la crisis actual no ha significado

el fin de la explotación del trabajo por el capital, ni de los antagonismos sociales, ni el “fin de la historia”, con el triunfo final y deünitivo del capitalismo “realmen te existente”.™ Será continuar nadando contra la corriente hegemónica, ahora

más fuerte que nunca.

Bibliografía

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42 [Nota del 2008] Desde la publicación original de este texto en 1993, en México ho mos padecido las recesiones de 1994-1995, 2001-2002, y hoy empezamos a sufrir Iob

embates de la recesión en curso, originada en los círculos del capital financiero estado unidense, y que ha contaminado a todo el mundo y derivado en recesión económica. Hoy, los políticos y gobernantes de todos los mundos ya hablan abiertamente de abandonar el neoliberalismo y regresar a formas més estrictas de regulación pública y multinacional de

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Page 91: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

(apftulo V

Las políticas y la planeación urbana en el neoliberalismo*

A mi: nuestros ojos se desvanece una certeza que acompañó el devenir de ln:; ciudades en la mayor parte del siglo xx, con sus sueños de construcción ilc la nueva sociedad y ciudad socialistas, o de reconstrucción moderna luego de la destrucción de las guerras mundiales, de equilibrios urbanos Ii lirados mediante la intervención estatal para regular el capitalismo, o de mejoramiento de la calidad de vida gracias al cambio tecnológico: la necesi- ilnil, ln viabilidad y la utilidad de la planeación urbana.

Durante ese siglo de intensa urbanización mundial, crecimiento y i un información de las ciudades, destrucción urbana en las conñagracio-i i i i i militares, introducción de cambios tecnológicos, y manifestación de i'i 'iveK problemas sociales en las ciudades, se elaboraron en el mundo y i ii particular en América Latina, infinidad de planes de desarrollo urbano h urbanismo para viejas o nuevas ciudades, se desarrollaron teorías, me- li i i Ii ilogías y técnicas para la planeación, se evaluaron sus resultados, casi Ulempre escasos y limitados, y el discurso político se llenó de frases elo- i n e n i e s sobre "la necesidad y la utilidad de la planeación urbana".

Pero desde mediados de los años setenta, el despliegue de la contrarre- Vnliición añtikeynesiana neoliberal (Guillén, 1997], cuyos componentes |nime,os han sido un mayor protagonismo del gran capital privado y la in- lenmeionalización de sus acciones, la liberación del comercio internacio- iml, el cambio de lógica de intervención de los estados nacionales y su ni lelga/,amiento" estructural incluyendo el desmantelamiento de muchas

*1 ¡(inferencia magistral en el Seminario Internacional La globalización neoliberal y la planea- |)|iili minino-regional: perspectivas para América Latina, Universidad Nacional de Colombia, Sede Mi i Ii lili i, Escuela de Planeación Urbano-Regional, Medellín, Colombia. 23 y 24 de agosto 2007.

195

Page 92: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

de sus empresas, instituciones y regulaciones, llevó a la exacerbación de las contradicciones entre la planeación, la urbana en particular, y la lógica del régimen capitalista y su ciudad.

Una década después, el derrumbe del socialismo real llevó a la desapn rición de lo que se había asumido, al menos al inicio, como el paradigma de la planeación como instrumento de la construcción de la ciudad socialin ta. Este derrumbe y la imposición planetaria del capitalismo neoliberal y mi globalización imperialista [Pradilla, 2004a y 2008], hicieron que la sólida certeza se disolviera en el aire. La paradoja en México, donde se aplicó la planeación desde los años treinta, fue que su institucionalización y la legis lación sobre el sistema de planeación democrática llegó en 1982, al tiempo con su sepulturero neoliberal [spp, 1985).

Políticas urbanas, planeación urbana y urbanismo

Desde que la división de la sociedad en clases sociales unidas y enfrenta das por relaciones de explotación, y la formación del Estado y sus estrur. turas militares y burocráticas para mantener el dominio de unas clases sobre otras, llevaron al surgimiento de la ciudad43 como forma socioterrito rial, en el tránsito diferenciado de la comunidad aldeana hacia las socieda des esclavistas, asiáticas, o americanas, entre el IV y VI milenio a.c. según diferentes autores (Korn, 1953; Benévolo, 1975: 2; Delfante, 1997), los es tados, las clases dominantes, sus técnicos y artistas, filósofos, historiado­res e intelectuales [Ansayy Schoonbrodt, 1989) han propuesto, promovidoo llevado a cabo procesos de prefiguración (diseño) de ordenamiento, o destrucción y reconstrucción de estas aglomeraciones, sobre todo de las áreas donde se localizaban los aparatos estatales o las clases dominantes

“Parecería que el México Tenochtitlan azteca del siglo xv y la Zona Metropolitana de ln Ciudad de México del xxi son igualmente "ciudades" y que se sitúan en una línea continua de evolución, lo que no es cierto, ni posible. En otras ocasiones (Pradilla, 1984], hemos señalado que las concentraciones “urbanas" de entonces y de hoy no tienen nada en común en térmi nos de la magnitud de la población concentrada, del número de soportes materiales aglome­rados, de la morfología y estructura urbana resultantes, de las actividades realizadas en ellas, de la estructura y el tipo de relaciones sociales que allí ocurren, etcétera. Sin embargo, no hemos tenido oportunidad o capacidad de construir conceptos diferentes para designar esas realidades distintas, ni para caracterizar sus etapas de historicidad, formación, desaparición,o reconstrucción.

196 • Emilio Pradilla Cobos

m cada época histórica. Indiferenciadamente,44 se habla de urbanismo y urbanistas para denominar esta práctica y a sus actores, lo cual no parece

correcto.Sería imposible hacer un seguimiento histórico de la evolución de esas

prácticas y sus actores en este texto, por lo que nos limitaremos a propo­ner la diferenciación general de algunas de ellas y su naturaleza en el ca­pitalismo. Podrían hacerse clasificaciones funcionales, sectoriales, de enfo- (|ue, etcétera, pero sólo señalaremos aquellos campos amplios cuya naturaleza estructural diferente define su presente y futuro en el capitalis­mo neoliberal y su globalización: investigación urbana,45 políticas urbanas,I ilaneación urbana y urbanismo.

El desarrollo de la investigación urbana se produjo al tiempo con el despliegue del capitalismo durante la primera revolución industrial de fines del siglo xvm e inicios del xix, y el crecimiento acelerado y conflictivo de las (■Iudades46 (Benévolo [1963] 1979 y [1975] 1977; Choay, 1985). En AméricaI .atina, el auge de la investigación urbana tuvo lugar desde la industrializa­ción y urbanización acelerada posterior a la Segunda Guerra Mundial,47 y la emergencia de numerosos conflictos urbanos, en particular derivados de la ocupación ilegal de tierras por los inmigrantes campesinos.

Esta investigación tuvo y tiene como objeto y contenido la descripción, interpretación, análisis y teorización de los diferentes procesos que ocurren en los ámbitos definidos como urbanos, de los "globales" a los locales, de los generales a los particulares. Aún no está cerrada la discusión sobre si todo

44 Entre muchos ejemplos de esta indiferenciación, citemos a Lewis Munford [[1961) 1964] y a Leonardo Benévolo ([1975] 1977]. Otros autores han trabajado rigurosamente las diferencias estructurales entre las formas históricas de concentración física de las poblacio­nes y actividades, y las practicas de su análisis, prefiguración, construcción y ordenamiento.

“Nos enfrentamos a otra paradoja: a medida que avanza el proceso de urbanización y nos acercamos a la urbanización global del mundo (Pradilla, 2002], tiende a desvanecerse la diferencia campo-ciudad y a desaparecer el primero como forma socioterritorial; el campo quedaría reducido a un territorio cada vez menos apropiado socioeconómicamente por el hombre convertido en ser urbano. ¿Podremos seguir llamando ciudad o urbana a esta única, aunque desigual, estructura de soportes materiales?

46 Los socialistas utópicos de fines del siglo xvm, Carlos Marx y Federico Engels, o los hi­gienistas burgueses de mediados del siglo xix aparecen a la vez como investigadores de las causas de los problemas urbanos, elaboradores de alternativas sociales, legales y/o físicas de solución, y promotores prácticos de sus propuestas.

47 En América Latina, este desarrollo se produce sobre todo a partir de la década de los sesenta del siglo xx, simultáneamente en el campo conservador con los teóricos marginaiis- tas, y en el de izquierda, con diversos enfoques críticos.

Las políticas y la planeación urbana en el neoliberalismo * 1 9 7

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lo que ocurre en las ciudades es urbano, pues toda aclividad social dej/i huellas permanentes o transitorias sobre el territorio; o sobre si existe ln especificidad de lo urbano-, y es probable que sea un problema académico intrascendente para el conocimiento.

Luego de la expedición del acta de defunción, gratuita creemos, de las grandes concepciones del mundo, decretada por los posmodernistas (Casu­llo, 1989), y de la división continua de las ciencias en disciplinas parcelarias cada vez más limitadas, la investigación urbana se halla fragmentada en múltiples parcelas (economía, sociología, política, antropología, arqueolo­gía, etnología, geografía, historia, psicología, etcétera, con apellido urbana), y se han multiplicado los enfoques teóricos o técnicos, desde los globales < > macros, hasta los mini o micro.

El aumento de la complejidad estructural de las ciudades, la multiplica ción de sus problemas socioeconómicos, ambientales y físicos, la desigual dad social creciente, la plurietnicidad y multiculturalidad de la población, el impacto del cambio tecnológico, la inestabilidad de las estructuras políticas, las interrelaciones entre ciudades, entre otros muchos factores objetivos, y la formación de varias profesiones dedicadas a llevarla a cabo como práctica vital, garantizan que esta actividad se mantenga en el presente y el futuro, a pesar del desinterés o la oposición de los gobiernos, las tecnocracias orgA nicas y las burocracias académicas neoliberales, o las restricciones financie ras impuestas a la investigación social.

El campo de las políticas urbanas es muy vasto, pues incluye todas aquellas acciones, prácticas o discursivas, que llevan a cabo los distintos poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, militar) en diferentes campos de la actividad económica, social, política, territorial, cultural, etcé­tera, que tienen efectos directos o indirectos, temporales o durables sobre las estructuras y el funcionamiento de las ciudades. Su existencia se re­monta muy atrás en la historia: al surgimiento del Estado y las concentra ciones llamadas ciudades. En América Latina tendríamos que remontarnos a las políticas de regulación de los pueblos indígenas, o las de su destruc ción y fundación de las ciudades españolas, o a las Leyes de Indias a me diados del siglo xvi, que regulaban la forma de la traza urbana. ’ll

Pero su mayor desarrollo ocurre con el surgimiento de la ciudad capi­talista mercantil, la ciudad renacentista (Korn [1953] 1963: 92 y ss.), alean zando su mayor amplitud y profundidad en el patrón de acumulación de

198 • Emilio Pradilla Cobos

capital con intervensionismo estatal que siguió a la Segunda Guerra Mun­dial a mediados del siglo xx y hasta 1980. Las políticas urbanas no han desaparecido, ni desaparecerán con el neoliberalismo; pero sí se ha modi­ficado profundamente su forma, contenido y objetivos.

La planeación urbana, la entendemos como el proceso público, estatal y/o participativo, de prefiguración y regulación del desarrollo futuro de la irama de procesos y relaciones económicas, sociales, culturales, ambien- lales y territoriales que forman la estructura urbana. Sus orígenes teóricos pueden remontarse a la segunda mitad del siglo xix, cuando los socialistas revolucionarios la plantearon como la forma de funcionamiento de la socie­dad en el tránsito al comunismo, con carácter imperativo para todos los actores e instituciones de la sociedad. Su práctica ocurrió en los países que se fueron sumando al campo del socialismo real, desde el triunfo de la re­volución rusa en 1917 (Bettelheim, 1968; Tabeev et al. [1965] 1968; Ceca- relli [1970] 1972; Chambre, 1959), y fue desapareciendo a medida que se derrumbaron sus regímenes políticos a partir de 1989.

Como herramienta de la reconstrucción luego de la hecatombe de las i iconomías y las ciudades europeas causada por la Segunda Guerra Mun- dial, los países capitalistas europeos plantearon y aplicaron una variante de la planeación (general, regional, sectorial, urbana), la planeación indica­tiva (Labasse, 1966), obligatoria para las instituciones del Estado, y norma- liva e indicativa para el sector privado. El marco general lo aportó el inter- vensionismo estatal keynesiano, que siguió a la Gran Depresión de los /mos treinta, y a la economía de guerra, cuyo objetivo era reconstruir las economías y resolver la consecuente crisis de la acumulación de capital.

Luego de la guerra, los países latinoamericanos siguieron el mismo camino, enriquecido con el aporte de la corriente cepalina de fines de los cuarenta, coincidente en la necesidad de la intervención estatal (Guillén,1984). La introducción de la planeación del desarrollo en general y urbana ocurrió luego desigualmente en los países de la región.

La Revolución mexicana de 1910-1917, con su contenido social, intro­dujo en la Constitución de 1917, fundadora del Estado posrevolucionario, el concepto de economía mixta que suponía la intervención del Estado. México fue pionero en la introducción de la planeación, en la Ley sobre l’laneación General de la República de 1930 y los Planes Sexenales 1934- 1040 y 1940-1946 (spp, 1985, t. 1). Su institucionalización en 1982 coincidió

Las políticas y la planeación urbana en el neoliberalismo • 199

Page 94: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

con la implantación del neoliberalismo y el inicio de su extinción como herramienta del desarrollo.

El urbanismo tiene una naturaleza más específica relacionada con ln

prefiguración o reordenamiento de la forma-función física de las ciudadeso parte de ellas, mediante la aplicación del diseño. Aunque no considem mos válido suponer que el urbanismo es una esencia histórica continua, sin rupturas, esta actividad puede remontarse hasta las formaciones escla vistas, asiáticas y americanas y sus "ciudades". En cada momento de ln

historia encontramos proyectos urbanos, utopías urbanas y urbanist.nn (Korn [1953] 1963; Galantay [1975] 1977; Benévolo [1975] 1977; Delfanh [1997] 2006).

En plena Revolución Industrial, a inicios del siglo xix, surgieron Ion socialistas utópicos (Owen, Saint Simón, Fourier, Godin y otros), que propu sieron, y realizaron en algunos casos, sus proyectos ideales para reformar el capitalismo y sus ciudades: la Institución para la Formación del Carne ter, Nueva Armonía, el Familisterio, etcétera. Luego de la revolución obren de 1848 en París surgió el urbanismo estatal de Haussman que se difundit i en otras ciudades de Europa; y a finales de ese siglo, los proyectos de ln ciudad lineal de Soria, la ciudad jardín de Howard y otros, siguieron el catín no del urbanismo burgués (Benévolo [1963] 1979; Choay, 1965; Galantay [1975] 1977).

Con el triunfo de la revolución bolchevique y la formación de la URSS, se abrió el debate sobre la ciudad socialista que se materializó en la clisen sión entre urbanistas y desurbanistas, cancelado despóticamente por José Stalin, para imponer sus concepciones monumentalistas neoclasicisum (Cecarelli [1970] 1972), copiadas en los países que entraron al "campo socialista", después de la Segunda Guerra Mundial, y sustituidas luego de

su muerte por los esquemas de la arquitectura y el urbanismo moderno i > internacional. Hoy, el urbanismo a escala urbana tiende a extinguirse, manteniéndose como débil instrumento de regulación, mientras ganan importancia el capital inmobiliario y sus grandes proyectos urbanos o me gaproyectos.

El urbanismo se integró a la planeación urbana, como materialización física, en los planes de desarrollo urbano de la posguerra en Europa o

América Latina, con diferentes grados de precisión o distintas concepeio nes, incluyendo variantes como los planes de estructura, las zonificacio

200 • Emilio Pradilla Cobos

iies, o los planes de usos del suelo, llegando aún a los proyectos urbanos específicos.

I'.l urbanismo y la planeación urbana, cada uno con su especificidad, forman parte de las políticas urbanas, pero no pueden identificarse con ellas pues las últimas incluyen muchas otras acciones y discursos que no enián en las primeras. Estas tres prácticas pueden, o no, apoyarse en la investigación urbana, en alguna de sus variantes, aunque su naturaleza es mas pragmática.

I I I RACASO DE LA PLANEACIÓN URBANA . I L URBANISMO EN EL INTERVENCIONISMO ESTATAL

I ,i m antecedentes latinoamericanos del gran diseño urbano se remontan a luíales del siglo xix cuando se fundaron las ciudades de La Plata en Argen- ima y Belo Horizonte en Brasil, con diseños específicos (Galantay [1975] 1077). Conocemos desde entonces planes de urbanismo para distintas i mdades latinoamericanas, incluida la Ciudad de México, algunos realiza­dos por diseñadores afamados como Le Corbusier (Bogotá, Colombia), aplicando los principios de la Carta de Atenas. Los planes más conocidos non los que sirvieron para construir Brasilia (1954 a 1960) y Ciudad Gua- vniui, Venezuela, iniciada en 1960.

Los planes de urbanismo eran realizados por arquitectos y urbanistas, en ocasiones con apoyo de otros profesionistas, en oficinas públicas o despachos privados por contrato con organismos gubernamentales. Su elnboración respondía a la relación entre la lógica tecnocrática, no exenta 1 1< ■ referentes utópicos de los diseñadores sobre el deber ser, y la burocrá- i n a y/o política de los administradores. En su elaboración se excluía la piirticipación de los ciudadanos, con excepción de los grupos de poder económico con intereses en lo urbano, que hacían valer su peso usando mi i h relaciones privilegiadas con la administración.

Aunque generalmente los planes de urbanismo se referían -y refieren nun, cuando se elaboran- a un horizonte temporal de largo plazo (20 añosI I más), su vida útil, si eran adoptados, se reducía al periodo de ejercicio de la administración que los realizaba, pues caían en el olvido, eran rápida­mente desbordados por la realidad, o la administración siguiente los modi-

Las políticas y la planeación urbana en el neoliberalismo • 201

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finaba. En México, esta periodicidad se insiiiucionalizó en la Ley de Plañen ción Democrática de 1983, para todos los ámbitos de la planeación.

Puesto que la planeación tenía -y tiene aún- un carácter sectorial, el sector de desarrollo urbano, y se aplicaba fragmentadamente, a los plañen de urbanismo correspondía el "ordenamiento y desarrollo" de las estruci i1

ras físicas. Por ello, los componentes esenciales del plan han sido la znnl fícación que establece áreas homogéneas o combinadas de actividades ur bañas, expresadas en usos del suelo detallados, los programas de vialidad y transporte, infraestructura y equipamiento público y la normatividad de regulación y control, adjunta o separada, sobre índices de ocupación del suelo y construcción, alturas, aislamientos, áreas verdes, etcétera.

La elaboración de la planeación urbana "integral" y el gran urbanimin i se consideran actividades delimitadas en el tiempo, cuyo producto es un documento, chico o grande, que debe ser adoptado por el Poder Ejeculivt i y/o el Legislativo local, aplicado y controlado su respeto por los partieu lares, según el criterio de la oficina local responsable. Por lo general, un se da seguimiento continuo a la relación entre la realidad y el plan, y émn no se somete a una adecuación permanente a la cambiante realidad. U planeación consiste en la elaboración de un libro; no es un proceso actl vo y continuo: se trata, por tanto, de la idea de laplaneación-producto yim de la planeación-proceso.

Hacia los años sesenta del siglo xx, se introdujeron en América Latinn las ideas de la planeación integral, que reconocía la importancia econónm n y social de las ciudades y pretendía articular la planeación física con ln económica, la social y, muy tímidamente, la ecológica. En algunas ocaHlo nes, los planes de urbanismo formaron parte de esa planeación gene mi Pero en muchos casos, la "Integración" de las partes se realizaba sólo con la engrapadora, como sumatoria de textos sectoriales separados, a falta de una teoría operacional sobre la relación entre los diferentes componen leu

de la realidad urbana.A pesar de los discursos técnicos y políticos que asignaban un alto v«h n

a la necesidad y la potencialidad del urbanismo, y luego de la planeación ur baña, no podemos afirmar que el balance haya sido muy favorable.™ I .i m planes de urbanismo o desarrollo urbano se amontonaron en las oficnum

48Para un análisis crítico de la planeación en América Latina, en ese periodo, ver ni mi

gerente libro de Marcos Kaplan [Kaplan, 1980).

202 • Emilio Pradilla Cobos

I nil ilicas de las ciudades latinoamericanas, cubriéndose de polvo y olvido, sin IuiIht servido para resolver los problemas o modificar la realidad urbana.

I in México, se pretendió que luego de la aprobación de la Ley General i Ii ■ Asentamientos Humanos en 1976, debía elaborarse un Plan de Desarro­llo Urbano para cada centro de población, lo que se cumplió contratando a muchos despachos privados que elaboraron documentos similares para localidades distintas, sin capacidad administrativa ni de aplicación. Nadie recuerda esos miles de planes, y la mayoría de las localidades, incluyendo i ludíides medianas, sigue sin un instrumento de ordenamiento de su es- iruetura y funcionamiento urbano.

Suponemos que en las cuatro décadas de intervencionismo estatal, los i mudos nacionales y locales contaban con instrumentos para aplicar la pla­ñe; k'.¡ón indicativa: tenían la legitimidad que les otorgaba el patrón de acumu­lación de capital y el régimen político vigentes; contaban con la facultadI I institucional de la expropiación del suelo por motivo de utilidad pública;1 1 mi rolaron la infraestructura pública y los servicios sociales que constituyen i leu lentos básicos en la configuración del territorio; y podían invertir recur- m in públicos, legal y legítimamente, en actividades económicas para promo­ver un desarrollo urbano planeado. En realidad, estos instrumentos no se ni ilIzaron, se aplicaron poco, o se usaron discrecionalmente para beneficiar ni poder económico según sus intereses, para llevar a cabo obras de interés i Ii I i i s gobiernos, y no para aplicar el plan en función del interés colectivo.

I .os instrumentos en manos de los gobiernos no eran suficientes ni mli ruados para controlar y orientar las variables demográficas y los movi­mientos de población según los designios del plan; los planes de todas las i ludades tendían formalmente a reducir su impacto sobre la ciudad quelo elaboraba, pero aislada de las demás que planteaban lo mismo. Igual m urria con las variables económicas, factores fundamentales del creci­miento y mejoramiento urbano y sus características sometidas a las fuer- iiii internas e internacionales autónomas de los gobiernos y a la lógica

i n lica de la acumulación de capital, en los ciclos cortos y largos, que mu­chas veces ni siquiera se contemplaban en el plan. Otra variable económi- i n clave para el desarrollo urbano, era y es el funcionamiento de las rentas del suelo urbano, sobre las cuales no tenía ni tiene control ni el plan ni los Mi'liicmos locales, aunque sí podrían regularse si se cuenta con los instru­mentos adecuados.

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Las decisiones mayoritarias de inversión en industria, comercio, serví cios o construcción de inmuebles, seguían en manos de los empresarios privados, los más importantes de ellos transnacionales y deslocalizadou del territorio planeado. Las decisiones cruciales estaban regidas por la ló gica de la ganancia individual, que no se comprometía con el plan, ni con el bienestar colectivo mayoritario.

En las ciudades operaban dos fuerzas constructoras que no se somel.ie ron a la lógica de los planes, por imposibilidad de hacerlo, porque su lógica particular no coincidía con la tecno-burocrática de los planificadores, y/o p< ir que tampoco se les preguntaba si estaban de acuerdo con las propuestas: Ii m fraccionadores y promotores inmobiliarios que aunque tenían que obtener licencias para sus proyectos, contaban con el poder factual para obtenerlas y el de la coacción económica que significa la ubicación de su inversión; y Ion sectores populares mayoritarios sin suelo ni vivienda, cuya forma de resolver esta necesidad consistía en esos años en la ocupación ilegal de suelo, la luc.l wi por la regularización de la tenencia y la autoproducción de la vivienda, foi mas que no eran reconocidas por el Estado ni se podían incluir en un plan, porque afectaban su legalidad y legitimidad, a pesar de que produjeron el (id por ciento de la superficie de las grandes ciudades latinoamericanas, puen estaban por fuera de la ley y los procesos de planeación.

En Brasilia, la construcción de la ciudad diseñada generó el surgimien to de ciudades informales, populares e irregulares, que fueron y son hoy las que tienen vitalidad y vida urbana, mientras la parte planificada sobre vive en la pesantez de la lógica tecnocrática del planificador. En Ciudad Guayana, la parte planificada no atrajo a los pobladores pobres, que no le nían cabida allí, y se refugiaron en la no planificada (Puerto Ordaz], causan do una inversión de las cifras de población previstas para las dos partes en el plan urbano de Harvard-MIT. El trabajo informal, siempre presente en laa grandes ciudades latinoamericanas, sobre todo el comercio en la vía pública, no siguió, ni sigue, las indicaciones de la planeación: su objetivo es la suh sistencia y opera según esta lógica, no con la de la burocracia y la tecnocra cia panificadoras que, además, supone su erradicación.

Como afirmábamos los investigadores críticos en los años sesenta y setenta, las políticas urbanas y la planeación urbana indicativa, respondían a dos determinaciones fundamentales: sometidas a los límites estructurales y coyunturales de su acción, debían garantizar las condiciones materialea

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generales, territoriales y políticas para que la acumulación de capital se mantuviera; y tenían que aportar las condiciones mínimas para que ".i' reprodujera la fuerza laboral necesaria a esa acumulación, incluyendo la subsistencia mínima del ejército de desempleados.

AI mismo tiempo, la planeación constituía para el capital, un instrumento para la previsión y coordinación de las acciones tendientes a socializar, es decir, transferir a la sociedad a través del Estado y los impuestos, los costos■ mcmles de la acumulación de capital (infraestructura, equipamiento y servi-■ i i is públicos, etcétera], y a privatizar los benefícios mediante el mejoramiento■ Ii - las condiciones de apropiación por los propietarios del suelo, de las rentas del suelo, los soportes urbanos y las economías de escala y aglomeración /'.eneradas por la ciudad (Pradilla, 1984).

I .a racionalidad de la planeación y el urbanismo, propia de la moderni­dad, constituía un marco necesario del discurso, aunque ni el capital, ni los agentes sociales productores y usuarios de la ciudad se comprometieran con ella, por desconocimiento, o por que no respondía a sus lógicas indi­viduales de acumulación de capital o de subsistencia.

I '.1 fracaso de la planeación urbana indicativa en las ciudades de Amé­rica Latina durante la fase de intervensionismo estatal, su incapacidad para convertirse en un instrumento eficaz de la racionalización de los pro- I esos y estructuras urbanas, y del mejoramiento sustancial de la calidad di' vida de los sectores sociales mayoritarios, se debió en esencia a que el patrón de acumulación de capital con intervención estatal, a pesar del sig­nificativo peso del sector público, estaba dominado por el capital privado y en particular por el capital monopólico transnacional, que de todos modos Inncionaba mediante las relaciones mercantiles entre productores priva­dos a pesar de las regulaciones estatales; y que todo ello entraba en con­finan con el intento de mediatizar y moderar las contradicciones con el uso de la planeación racional de los procesos urbanos.

Ni oliberalismo y tendencia a la extinciónI >1 LA PLANEACIÓN URBANA

lil agotamiento de la industrialización sustitutiva de importaciones en la década de los setenta, y la entrada de la economía latinoamericana en

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la onda larga recesiva a partir de la grave crisis económica de 1982, abrir ron las puertas políticas e ideológicas a la progresiva implantación de Iíih políticas neoliberales y al inicio de la extinción de la planeación urbana y

del gran urbanismo.Los componentes estructurales del neoliberalismo (Guillén, 1897¡

Valenzuela, 1991), al modificar la naturaleza de los procesos territoriales y urbanos [Pradilla, 1990), han acentuado la contradicción entre planea ción y mercado. Hoy, 20 o 30 años después según el país, su lenta agonía ha dejado un cuerpo famélico, débil, cuya energía se agota en un discu r so formal sin impacto en la realidad. Este debilitamiento se presenil') tanto en los países desarrollados (Scott, 2002) como en los atrasados.

La inserción subordinada de los países latinoamericanos en la glob/i lización, nueva fase del viejo imperialismo (Amin [2001] 2003; Petras y Veltmeyer [2001] 2003; Pradilla, 2004a y 2008), resultante de la aplicación abrupta, indiscriminada, incondicional de las políticas neoliberales en ea da realidad nacional, en el marco férreo de los acuerdos y procesos de dominio de los países y bloques hegemónicos y las instituciones multina cionales que sirven a su control [fmi, omc, Banco Mundial), y la operación interna directa de las grandes corporaciones transnacionales en todos Ii m sectores económicos, es el factor supranacional y superestructural que socava uno de los pilares del plan urbano: la definición del curso de la economía urbana, que hoy ocupa el papel determinante en los procesen urbanos, nublado en la fase anterior por el intervensionismo estatal [h a

dilla, 1984).La transnacionalización monopólica de las economías latinoameriea

ñas ha colocado las decisiones fundamentales sobre las relaciones econó micas básicas, los flujos de capitales y mercancías, la inversión directa en empresas industriales, comerciales, bancarias y de servicios, la instalación y modernización de infraestructuras y servicios, el empleo, etcétera, en manos de las casas matrices de las corporaciones transnacionales deslu calizadas, ajenas a las necesidades y potenciales de los territorios partieu lares donde se localizan, con relaciones fantasmales con ellos a través (le mecanismos financieros impersonales (bolsas de valores, fondos de invei sión y redes financieras, etcétera), articulados a los gobiernos nacionalen, pero sin relación directa con los locales, los ciudadanos o los equipos que elaboran la planeación urbana.

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Dos procesos actuales, la desindustrialización y su correlato, la terciari- znción de las economías de las metrópolis latinoamericanas, las convierten en ámbitos de circulación de bienes producidos en otros territorios, redu­cen su productividad, competitividad y autonomía económica y desequili­bran su balanza comercial y de pagos con otros territorios nacionales y extranjeros (Coriat, 1989; Márquez y Pradilla, 2008). Se genera al mismo i lempo un cambio continuo y difícilmente reversible en la estructura del empleo urbano, donde avanza la llamada informalidad pues la declinante industria y el terciario moderno competitivo no son capaces de generar los empleos necesarios para cubrir la oferta laboral (Pradilla y Márquez, 2004).I .os cambios en las actividades económicas se expresan sobre el territorio en cambios de usos del suelo e inmuebles, con nuevas lógicas estructura­les como la formación de corredores urbanos terciarios (Pradilla y Pino, 2004), que convierten la planeación en una incierta previsión de inciertos y lioco previsibles procesos urbanos.

Así, se hacen impredecibles el devenir de la economía urbana (inver­sión, empleo, derrama de ingresos, uso del suelo e inmuebles, infraestruc-l ura y servicios, etcétera), sus ciclos, y la disponibilidad de recursos prove­nientes de la tributación empresarial local. Las ciudades tienen que enfrentarse entre sí en una competencia incierta en el libre mercado49 de la ai versión de capital nacional y extranjero, sin reglas conocidas, y sin que los planificadores cuenten con las certezas mínimas para diseñar el futuro.

El debilitamiento del Estado derivado de la privatización, en la ideolo­gía y la realidad, la desregulación, y el cambio de sus funciones, de inter­ventor en aras del interés colectivo (al menos en el discurso) a facilitador o creador de condiciones para la libre acción de la empresa privada, implican la deslegitimación de sus intervenciones, incluida la planeación urbana. También en este campo transitamos del Estado al mercado.

Lo más significativo para el debilitamiento de la planeación urbana y la aplicación de la normatividad urbanística es la pérdida por los gobiernos Ii icales, de instrumentos activos de aplicación de los planes, desmantelados

48 No podemos asumir que exista un "libre mercado" de capitales entre ciudades, pues ni i hay igualdad que garantice la libertad en un mercado de bienes y servicios dominado por Imi corporaciones transnacionales, por lo que tampoco existe un “libre mercado" de capitales dr inversión entre ciudades cuyo desarrollo ha sido históricamente desigual, con rentabilidadV competitividad distintas, beneficiarias de economías o que padecen deseconomías de aglo­meración muy diferenciadas.

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por su carácter de límites a la libre acción del capital inmobiliario y Ion ni lores urbanos privados. Sin tener en cuenta la racionalidad o juste/,a de Inn razones que llevaron a su estatización, la privatización de empresas indim tríales, comerciales, bancarias, y de servicios estatales, fue un prncimiiemblemático de la aplicación del neoliberalismo, y quitó a la planeaciót i.........de sus instrumentos de acción para orientar la localización territorial ili<| desarrollo económico y social, utilizado en el pasado unas veces accrladn mente y otras aumentando solamente la concentración económica.

En el caso de la infraestructura y los servicios públicos, condii ioih h generales estructurantes del territorio y estratégicas en el crecimiento i >< n i nómico y el desarrollo social (Pradilla, 1984: cap. 2), su privatización v mi muchos casos desnacionalización, dejó en manos de los monopolios i caí im nacionales, únicos con capacidad de invertir, de la lógica de la ganani ln monopólica, y de la capacidad de compra de los usuarios, la prestación il< i servicio, eliminando el potencial carácter redistributivo de la planeacinn y la acción del Estado.50

En las infraestructuras que son monopolios naturales (carreteras, arn i puertos, puertos, sistemas de agua potable, evacuación de desechos líquidurt y sólidos, electricidad, etcétera], cuya naturaleza impide su repetición pnm lograr la libre competencia, pasamos del monopolio estatal planificabli' y controlable política y socialmente, al incontrolable y no planificable moni >| tulio privado, con su mercado cautivo por la necesidad y sus sobreganannnn monopólicas. La privatización de los servicios sociales que deberían gaivut tizar la reproducción social de la población y el mejoramiento de su calidad de vida, los convierte en bienes mercantiles sujetos a la oferta y a la solví mi

cia de la demanda, cada vez más limitada por el avance de la pobreza.Otra política neoliberal emblemática ha sido la desregulación, elimina

ción o simplificación de los reglamentos y normas, que fueron instrunicn tos esenciales en la aplicación de los planes de desarrollo urbano, norma tivos por naturaleza; ahora, es la "libre competencia" entre actores urbam m -productores privados y demandantes- la que define campos como la pu lítica estatal de dotación de vivienda.

50 En México, las experiencias de privatización de las grandes infraestructuras carreta ni n de los años noventa fracasaron, obligando al Estado a un costoso rescate aún no concluiiln, sin embargo, la experiencia se repite ahora, sin autocrítica seria; en otros campos como Ion sistemas de agua potable o recolección de desechos, el capital privado ha mostrado muy poco interés.

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I .a tendencia es a transitar de la regulación normativa y el control res- n ii livo, al ¡uego de los incentivos, sobre todo fiscales (desgravación y niilmidió] y administrativos que han demostrado su limitada capacidad Imirii inducir prácticas urbanas que respondan a los lineamientos de un |ilnn o proyecto urbano. Estos instrumentos actúan como canales de trans­id u ncía de recursos públicos de los contribuyentes a las empresas, de icdiMlribución inversa de la renta nacional.

Un un contexto de competencia urbana exacerbada, regida por el juego a. l,i¡i rentas especulativas del suelo y la ganancia inmobiliaria, se genera- li amn la arquitectura y el urbanismo desechables -a la manera de las im ndas Wall Mart-, transitorios, de rápida realización como inversión, y la decadencia y obsolescencia continua de zonas urbanas que se degradan I linca, económica y socialmente y se abandonan, pues es más cara su reuti- li , ición que la construcción de nuevas zonas desechables en lugares donde mc lia desencadenado la rentabilidad.

Todos los caminos neoliberales llevan a la privatización de lo público, a la ih•!¡aparición de los ámbitos de disfrute común de los ciudadanos, transforma- ilnn en negocio privado luego de dudosas operaciones de rescate, rehabili­tación, concesión a largo plazo o desincorporación.

1,1 abandono del transporte urbano colectivo, la preferencia estatal yI invada por el automóvil cuyo precio relativo cae rápidamente y para el cual mc construyen complejas estructuras viales que fragmentan el territorio e impiden el desplazamiento peatonal, y la proliferación de centros y plazas i omerciales que segregan, interiorizan y privatizan la calle y la plaza, han i (invertido la vieja trama de calles y plazas públicas en desiertas áreas de i ireulación vehicular y aparcamiento de coches excedentes. Los ámbitos pnblicos, cruciales para la vida urbana, salen de la regulación y el controlI I ilectivo, "planificado", exigióle, y se convierten en objetos de decisión y1 1 mtrol empresarial y/o privado.

I ,a planeación urbana y el gran urbanismo enfrentan otra dificultad derivada del tránsito de la ciudad tradicional monocéntrica a la ciudad-región plurinuclear, discontinua y de trama difusa, superpuesta sobre múltiples unidades político-administrativas distintas (Pradilla, 1998 y 2002), que in­troduce nuevas barreras difíciles de superar para desarrollar una planea- don territorial unitaria, integrada y corresponsable, y para lograr su apli­cación concertada, en medio de la competencia entre ciudades por la

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inversión de capital. El resultado es la fragmentación de planes y políllenn, la discoordinación de las acciones y la elevación de los costos público» directos o los derivados de la desconexión y la duplicidad.

El pragmatismo se ha adueñado de las políticas y acciones de los >>," biernos urbanos de todos los signos ideológicos, de la derecha a la izquler da; el plan es reemplazado por la suma de megaproyectos urbanos (gnuidcn obras públicas o intervenciones inmobiliarias) desarticulados, en función de la competencia interurbana, de las necesidades de la acumulación ile capital, o de la popularidad de las grandes figuras políticas.51

Por inercia o por la subsistencia de obligaciones legales,52 hoy obw ile tas, se siguen elaborando planes; pero objetiva y subjetivamente la plant m ción urbana y el gran urbanismo han perdido importancia y, sobre toiln, aplicabilidad en las condiciones actuales.

No ocurre lo mismo con los megaproyectos urbanos, el urbanismo a ln escala de grandes intervenciones inmobiliarias promovidas y realizad un predominantemente por el capital inmobiliario en asociación con el SMim público o apoyado por las facilidades creadas por éste. A pesar de (|in este urbanismo tiene impactos sobre amplias zonas de la ciudad o en mu chos casos, por el tipo de actividades, sobre toda la urbe, los llamado" "estudios de impacto urbano y ambiental" no tienen esta dimensión ni apll can metodologías que permitan evaluar sus costos y beneficios global i 'm

Las políticas urbanas de izquierda se desvanecen en el aire

A diferencia de la exangüe planeación territorial, las políticas urbanas, en tendidas en sentido amplio como todos aquellos discursos, practican v

5<Un ejemplo paradigmático, es el gobierno del Distrito Federal a partir del 3000, i|ii" declaréndose "de izquierda" y benefactor de los pobres, realizó megaobras viales répliliiN para el automóvil, en la zona más adinerada de la ciudad, llevó a cabo el embellecimienln du corredores financiero-turísticos o religiosos, y el rescate privado de áreas patrimonliili'ili como obras inconexas, no articuladas en un plan urbano coherente, pero de alto coniriiiilii político y publicitario [Pradilla y Sodi, 2006].

62 En México, no ha desaparecido la Ley General de Asentamientos Humanos de 4971 ni la Ley de Planeación de 1982, aprobadas a finales de la fase de intervencionismo estatal, i|im regulan la obligación que tienen todos los niveles de gobierno, de elaborar planes y progmnwiii de desarrollo, incluyendo planes urbanos, al inicio de cada periodo de gestión, no simi|ii'»i cumplida. Aunque pocos se cuestionan su utilidad o aplicabilidad, se siguen elaborando plfii n>« sexenales o trienales de desarrollo, cuyo cumplimiento nadie tiene capacidad de evaluar. '

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ili ciones estatales que actúan sobre lo urbano, aunque no tengan ese ape- llltlo, siguen elaborándose en las oficinas de partidos, gobiernos, consulto- i las privadas u organismos multinacionales, y siguen aplicándose y ni mando sobre el territorio, unificadas por el capital y la ideología neolibe- i ni Mientras tanto, muchos de los que creyeron en la planeación y el ur­banismo piensan que los cambios que observan son el destino inevitable ilc las ciudades, que es imposible detenerlos, o aceptan resignados que ni ni el camino para el futuro, para el mejoramiento de la ciudad y de aque- llim ciudadanos incluidos por el patrón de acumulación de capital, pues al reslo no hay cómo hacerlos salir de la pobreza y la exclusión.

I .as políticas urbanas de la izquierda latinoamericana se han evapora 'ln, arrastradas por el derrumbe del socialismo real y el pragmatismo de la participación electoral y la gestión urbana (Pradilla, 2004b). En tres déca­das, el discurso de la izquierda latinoamericana, históricamente la corrien- ic política más afín a la planeación y su mayor impulsora, transitó de la lucha de clases a la democracia representativa, lo cual no significa que la primera haya desaparecido y que la segunda se haya alcanzado ni esté garantizada. En los partidos y gobiernos que siguen llamándose "de izquierda" en el discurso electoral, ya no se habla de la reforma urbana de los años sesenta y setenta, ni de la socialdemócrata municipalización de la tierra, ni de la expropiación y desarrollo estatal de las infraestructuras y iiervicios básicos, y menos aún, de las consignas libertarias de cambio uncial del siglo xix o inicios del xx.

Este espacio de la política ha sido llenado por versiones "con rostro humano" de las propuestas neoliberales. Los partidos y gobiernos "de iz­quierda" prometen e implantan políticas de construcción de vialidades para el automóvil, con pago de peaje, construidas con o por el capital cons­tructor; estas grandes inversiones las "equilibran" socialmente con peque­ños gastos en el económico sistema de metrobús confinado; se hacen arreglos con empresas privadas para construir o mantener infraestructu­ras urbanas esenciales, y la operación de servicios; se mantienen algunos nubsídios en su prestación a los sectores populares, pero se "balancean" con cuantiosos estímulos y desgravaciones a los empresarios inmobilia­rios y de otros sectores para lograr un estado "igualitario" y "generar em­pleos"; y para combatir la pobreza, consigna que reemplazó a la justicia norial, se aplican políticas asistenciales compensatorias similares a las del

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Banco Mundial y se reparten minúsculos apoyos a los sectores más vulne rabies: adultos mayores, discapacitados, madres solteras, etcétera (Pradilla y Sodi, 2006). Hoy, hay poca diferencia entre las políticas urbanas de dere cha e "izquierda".

En la política urbana, se reemplazó a los movimientos populares urbttium como forma de acción colectiva, por la participación ciudadana, como expn • sión de intereses y acciones individuales a la manera de los liberales eur< > peos. En diversos países y ciudades, el discurso y la práctica de la planea ción tiene hoy abiertos procesos y espacios para esta participación; lo que no está resuelto, es como se transita de lo particular y local a lo global dn la ciudad, como se manifiestan las expresiones individuales en lo colectivi i,o como se hace efectiva la participación ciudadana en la planeación.

Poco se habla ya de movilización social colectiva, libertad, democracia directa, justicia social, equidad distributiva, inclusión social, defensa y nm pliación del espacio público, vivienda y servicios adecuados como derc chos universales, apropiación colectiva de la ciudad y sus ámbitos públici m y patrimoniales, organización racional e incluyente del territorio, etcétera Ya no creamos nada nuevo, sólo hacemos caricaturas virtuales del pasado, pan sando que son el futuro. Todo se hace para la publicidad electoral que per mitirá mantenerse en el poder, si se logró conquistarlo.

Algo distinto habrá que construir

La pregunta que hay que responder es: ¿podemos aceptar en América La­tina la extinción de la planeación urbana y confiar en que el libre mercado establecerá los equilibrios ambientales, territoriales y sociales necesarioso deseables en nuestras grandes ciudades?

Una ojeada a la realidad territorial latinoamericana nos indica que avanzamos hacia la urbanización global, transitamos de la ciudad tradicio­nal a la metrópoli y hacia la formación de ciudades región-,53 y que los terri­torios se estructuran a partir de la combinación desigual y compleja de estas tres formas socioterritoriales. Podemos también caracterizar estas

53 Buenos Aires en Argentina, Sao Paulo y Río de Janeiro en Brasil, la Zona Metropolitana del Valle de México, y Lima en Perú, superan los 10 millones de habitantes y forman parte de grandes sistemas urbanos regionales [ciudades-región] crecientemente integrados.

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lumias territoriales como gigantescas, extendidas, desordenadas, privatiza- das, fragmentadas, informatizadas, excluyentes, conflictivas, violentas, con­taminadas y obsolescentes (Pradilla, 4998 y 2002). Además, hemos constata­do que ni la planeación indicativa del intervensionismo estatal, ni la libertad de elegir neoliberal han modificado estas tendencias, ni hecho más habita­bles las ciudades para sus pobladores y usuarios, en su mayoría empobre- i idos. El fracaso involucra como responsables, en primer lugar a los patro­nes de acumulación de capital que engendraron, mantuvieron inoperante y

luego mataron a la planeación.Las evidencias nos llevan a concluir que en el necesario y urgente,

aunque difícil, proceso de cambio del patrón de desarrollo económico, so- eial y territorial, habrá que construir otra forma distinta de política urbana, y como parte de ella, de planeación urbana que resuelva los límites y contradic­ciones detectadas en las formas del pasado. Muy sintéticamente planteare­mos algunos ejes de reflexión y acción que podrían hacer parte de este

proceso de construcción de lo nuevo.Las políticas urbanas deben ser la prioridad. En su trama podremos ubi­

car la compleja combinación de factores determinantes de la problemática urbana y actuar sobre ellos integralmente, sin preocuparnos de que nues­tras propuestas y acciones no lleven el apellido urbano, no sea nuestro "objeto de trabajo". Una segunda "ventaja" es que en ellas es inevitable el diálogo, difícil, con los políticos con los que, quizás, compartimos objetivos y medios para el cambio, o para quienes trabajamos, aunque no lo reco­

nozcamos, por subsistencia.Aunque atravesada y determinada por múltiples problemas técnicos y

tecnológicos, la planeación no puede seguir siendo un ejercicio tecnocráti- co; debería ser campo de aplicación de las decisiones políticas estratégicas y tácticas; hay que asumirla como un conjunto estructurado de políticas públicas de corto, mediano y largo plazo con efectos territoriales y ambien­tales, que desborda lo morfológico y físico, para adentrarse en campos económicos, culturales, sociales, ambientales, mutuamente relacionados y condicionados, que es necesario integrar estructuralmente. La planeación urbana debe asumirse por tanto como parte de las políticas públicas urbanas, entendidas en su sentido más amplio e incluyente.

Este carácter político de la planeación, la urbana en particular, impone que en su elaboración y aplicación jueguen un papel esencial las institucio­

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nes y actores de los poderes de los estados democráticos locales: un poder ejecutivo que cumpla plenamente sus funciones de promotor acti vo del crecimiento económico con justicia distributiva y del desarrollo social, de instrumento de la regulación social de los procesos, de garante de los derechos sociales y humanos, y de institución socialmente respon sable y sujeta a su control; y el Poder Legislativo convertido en instancia legítima y plural de la representación política de la ciudadanía. El Ejecu i i vo elabora y propone las políticas, planes y programas,- el Legislativo consulta a la sociedad, y debería aprobar las políticas y los planes, dí'm doles vigencia legal, garantizar su exigibilidad y vigilar su aplicación.

La participación social, indispensable para transitar de la planeación autoritaria a la democrática participativa, debe superar el carácter formal que hoy tiene, incluir instancias formales e informales, integrar expresio nes organizadas, representativas y colectivas de los distintos grupos y estratos sociales, construir instrumentos de consenso y corresponsabili dad, tener carácter consultivo y decisorio (aprobación por plebiscito o referendo de las políticas estratégicas contenidas en el plan], contar con mecanismos y espacios transparentes de control de su aplicación, y que la población pueda legalmente exigir su cumplimiento al Estado.

Esto remite a la necesidad de que la planeación urbana democrática y participativa se consagre en las leyes generales de la nación y en las espe cíficas de las ciudades como uno de los derechos de los ciudadanos en la ciudad, y que sea exigible a través de los organismos de tutela de estos derechos.

La complejidad de las actuales formas territoriales (metrópolis, ciuda des región, sistemas urbanos regionales, etcétera], que desbordan los lími tes de las unidades político-administrativas tradicionales, pero que actúan económica y socialmente como una unidad y tienen problemas comunes, demandan la creación de instancias unitarias de gestión, imponen la neee sidad de que las políticas urbanas, incluyendo la planeación, sean unitarias e integradas para el conjunto de la unidad territorial real.

Hay que transitar de la planeación-producto (actividad delimitada en el tiempo que genera un libro o documento), a la planeación-proceso conti­nuo, que implica la revisión constante de la relación entre políticas y rea lidad, para hacer los ajustes necesarios y adaptar las políticas a los cam­bios sociales continuos, con sentido de anticipación del futuro y no de

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corrección de lo pasado. Por lo mismo, los planes de desarrollo urbano no deben corresponder a un periodo de gobierno, lo que implica la ausencia de continuidad de las políticas, es decir, convierte al plan en el mejor de los casos en una política de corto o mediano plazo, según el periodo del go­bernante, en contradicción con los procesos de larga duración que carac­terizan a la configuración territorial.

Varias de estas razones conducen a la certeza de que la planeación urbana debe ser realizada básicamente por grupos o instituciones públicas autónomas o semiautónomas, altamente especializadas, que mantengan actualizada la información, y que cuenten con relaciones y mecanismos de comunicación y debate preferencial con los actores políticos y sociales in­volucrados. Las empresas privadas de asesoría difícilmente pueden res­ponder a estas exigencias y deberían limitarse a actuar como consultores

en cuestiones particulares.Es inoficioso señalar que la planeación urbana debe trascender los en­

foques del diseño físico o urbanismo tradicional, para integrar los temas económicos, sociales, tecnológicos, culturales y ambientales, y ser realiza­da a partir de concepciones transdisciplinarias y multiprofesionales. La época del urbanista, como hombre síntesis visionario, depositario de toda la imaginación y creatividad de una sociedad, ha desaparecido, engullida por la complejidad de los procesos urbanos y por la exigencia creciente de participación democrática de la población en la construcción de su futuro.

Si a la relación de los planificadores con los políticos y los ciudadanos organizados, añadimos la integración de los productos de la investigación, podremos aspirar a una planeación como política urbana, eficaz y dotada de racionalidad. De allí, a las políticas y la planeación críticas, progresivas, hay un gran paso, el de la opción política, el cual se podrá dar gracias al conocimiento de los vectores contrapuestos: política estatal hegemónica y demandas de los ciudadanos.

Los lectores podrían calificar estas notas de utópicas o voluntaristas; no tienen esa presunción ni ese alcance; pero no se rechaza ese carácter pues todo cambio implica un cierto grado de utopía o visión de futuro, y de voluntad de avanzar hacia ella. Será todavía más difícil reconstruir las re­laciones sociales y políticas, dejar atrás el neoliberalismo excluyente y empobrecedor y llegar a la sociedad igualitaria, incluyente, justa y sobera­na que muchos exigen, incluyendo algunos líderes políticos y gobernantes

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del continente, ante el fracaso estrepitoso del neoliberalismo y su global i zaoión imperialista, para garantizar la acumulación ampliada del capital, el empleo para todos y el bienestar general de los pueblos de América Latinn, hoy dominantemente urbanos.

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Capítulo VI

De lo rural a lo urbano: las relaciones campo-ciudad en América Latina y México*

I )esde 1980 y hasta ahora, el mundo rural latinoamericano y mexicano54 ha sufrido notorios cambios como resultado de la aplicación generalizada y abrupta de las políticas neoliberales en los países de la región y de su cre­ciente inserción subordinada en la llamada globalización, entendida como la fase actual del proceso multisecular de mundialización capitalista.

Algunos autores han tratado de explicar estos cambios, asumiéndolos como manifestaciones de una nueva situación estructural económica, social, política y cultural del campo y los campesinos, utilizando concep­tos como nueva ruralidad, nueva rusticidad o rurbalidad.b¡> Otros, en cambio, creemos que se trata de la expresión en los ámbitos rurales de una etapa particular más del proceso de desarrollo capitalista que, en el mundo de­sarrollado y el atrasado, ha implicado la destrucción o la subsunción formalo real de las formas y relaciones pre-capitalistas en la producción agraria, la pérdida relativa y luego absoluta de población campesina y el avance de la urbanización, en el marco de las especificidades de cada uno de los países latinoamericanos y sus territorios interiores.

*Ensayo inédito, elaborado en el 2003.“México sigue formando parte del mundo latinoamericano con el que lo unen múltiples

rasgos estructurales, a pesar de los deseos, las declaraciones y acciones de sus gobernantes neoliberales y de los grandes empresarios locales y transnacionales, y de la particularidad deter­minada por su creciente integración a Estados Unidos y Canadá a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan). Desde luego, estas especificidades y diferencias han existido a lo largo de toda su historia, sobreviviendo aun a las imposiciones homogeneizadoras de los procesos sucesivos de modernización e integración a la economía mundo: conquista, mercantilismo, industrialización y globalización neoliberal.

55 En tal sentido, son ilustrativos los artículos contenidos en la revista Ciudades, núm. 54, abril-junio 2002, "Nueva ruralidad, nueva urbanidad", Red Nacional de Investigación Urbana, México.

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Parece, por tanto, necesario retomar la discusión teórica e interpretan va, muy intensa en la región en los años sesenta y setenta del siglo xx, en Iíi Que participamos [Pradilla, 1981 y 1984: cap. V], por su importancia para Id explicación de los intensos procesos de migración campo-ciudad y de urhn ni/.ación que acompañaron a la fase de industrialización por sustitución de importaciones, pero casi abandonada en los ochenta y noventa a causa de ln crisis de las teorías críticas y el aplastante dominio de las interpretacionen neoliberales, convertidas en verdad única por los intelectuales afines o ni servicio de los gobiernos y los organismos internacionales.

Al reiniciar el debate, que esperamos sea intenso, sostendremos Inn hipótesis de: a) que los innegables cambios en el mundo rural no nos lie van a suponer la constitución de una nueva realidad estructural que exi|n acuñar conceptos nuevos; h) que estos cambios expresan las partieu Inri dades y desigualdades del curso seguido por la generalización del patrón neoliberal de acumulación de capital a escala mundial y de su impacto sobre una estructura rural en la cual se mantuvieron muy importan!rn áreas y formas supervivientes del pasado que no fueron descompuesian por el capitalismo industrial y cuya exclusión se acentúa hoy; y c] que en otros ámbitos territoriales, en las áreas de urbanización creciente, la deni moción o subsunción de estas formas ha continuado desigualmente dando lugar a fenomenologías socioculturales complejas y confusas. Estas sillín ('iones no son generalizables en un mundo donde se acentúa agresivamen te el carácter desigual, combinado y excluyeme del desarrollo capitalista en su expresión territorial.

En este ensayo sintético, nos moveremos en dos planos distintos: 1. 1

evolución de las teorías explicativas, en sus dos vertientes opuestas, sin pretender ser exhaustivos; y la interpretación general de los procesos n ¡i les en los países latinoamericanos, y en particular en México. En ambón planos, abordaremos las dos etapas fundamentales determinadas por Ion

patrones sucesivos de acumulación de capital: el intervensionismo estatnl que sustenta la industrialización y la urbanización correlativa; y el neolihe ral vigente, subordinado a la acumulación a escala mundial, buscando marcar sus continuidades y sus rupturas y cambios.

En lo teórico y en lo interpretativo, pondremos el énfasis en los asp< i<i tos relacionados con las relaciones campo-ciudad y los cambios resultantim en la estructuración del territorio y las formas territoriales resultantes.

220 • Emilio Pradilla Cobos

I AS DOS FASES DEL TRÁNSITO DE LO RURAL A LO URBANO

l ’.i i América Latina y México, los orígenes y la gestación de las formas y los procesos del tránsito de lo rural a lo urbano se remontan a la segunda mi- ind del siglo xix y los inicios del siglo xx, con la articulación mercantil (minero o agroexportadora e importadora de manufacturas], al desarrollo del capitalismo industrial en Europa y Estados Unidos; la violenta consoli­dación del latifundio rural y los movimientos campesinos de respuesta,i i n luida la Revolución mexicana y su reforma agraria; e intensos procesos de redistribución territorial de la población derivada de la colonización in­terna y la lenta formación de las ciudades comerciales (Pradilla, 1993a].

I’ero lo fundamental y sustantivo de este proceso ha transcurrido en i Ii >s fases distintas, desplegadas a partir de mediados del siglo xx, diferen- cindas en sus características esenciales por el patrón de acumulación de capital imperante en cada una de ellas.

I ,a primera fase corresponde al desarrollo tardío del capitalismo indus- irial en la región, por sustitución de importaciones, iniciado en distintos momentos según los países, luego de las tres grandes crisis del capitalismo desarrollado (las dos guerras mundiales y la Gran Depresión de los años ireinta], a su impacto en el desarrollo capitalista agrario y la expropiación, descomposición y expulsión del campesinado; y a la intensa migracióni ampo-ciudad, la reorganización hacia adentro del territorio y el tránsito de la ciudad comercial a la industrial (Pradilla, 1981 y 1993a]. Ello ocurre en el ei mtexto del proteccionismo y el intervensionismo estatal keynesianos.

La segunda fase ocurre a partir de mediados de los setenta y sobre todo desde la crisis mundial generalizada de 1981-1982, corresponde a la aplica- eión del ajuste estructural neoliberal y la inserción subordinada de la región en la globalización imperialista,56 que da lugar a un nuevo proceso de migra­ción campo-ciudad, como efecto de la crisis de la agricultura latinoamerica-

,,n Dejando de lado los mitos propagandísticos, y las realidades contradictorias, la globali- iii ión adquiere -o mantiene- un carácter imperialista, determinado por la hegemonía mundial

ilr listados Unidos en todos los campos -económico, político-militar y cultural-, que no llegai i Her compensada por la Comunidad Europea o el bloque asiático comandado por Japón, ni I ii ir la China en expansión o por la debilitada Rusia luego del derrumbe de la Unión Soviética.I iiua agresiva hegemonía coloca a los demás países, en particular a México y al resto de Amé- r|rn Latina incluidos en la órbita inmediata de la potencia imperial, en una situación de asi-I I i i •tria y subordinación que los hace más víctimas que beneficiarios de la fase actual de la immdialización.

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Page 105: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

na -precapitalista o capiialista atrasada-, la reestructuración hacia aAwm del territorio, y el tránsito de las ciudades industriales a las metrópolis y

ciudades región.Entre estas dos fases ocurren profundos cambios estructurales en lo

rural y lo urbano, como resultado del proceso de cambio del patrón de acumulación de capital; sin embargo, las dos son expresión de distini/m l'ormas del desarrollo del capitalismo, por lo que presentan continuidad! :i estructurales, entre las que descuella la tendencia continua a la disoluch m de las formas de producción campesina y la urbanización de los poblado

res del campo.

El debate teórico sobre las relaciones CAMPO-CIUDAD

EN LA FASE DE URBANIZACIÓN ACELERADA

En los años sesenta, setenta e inicios de los ochenta del siglo xx, cu.ii i do las intensas migraciones campesinas, la urbanización acelerada y Ii m conflictos sociales en uno y otro polo ponían en evidencia los cambum en curso en el campo y la ciudad latinoamericanos, se llevó a cabo lina fuerte polémica entre los investigadores de derecha y de izquierda, v entre estos últimos, sobre la naturaleza, determinaciones y amplitud di1

estos procesos.En el primer grupo, la antropología y la sociología americanas propo

nían una explicación basada en el continuo folk-urbano y el proceso seculai de tránsito de lo tradicional representado por lo rural, a lo moderno idcnii ficado al despliegue del capitalismo y al dominio de su forma territorial propia: la ciudad (Bassols et al. 1988: cap. IV]. Haciéndose eco de esia vi sión lineal y mecanicista, pero tratando de explicar la particularidad du América Latina, en las filas de la intelectualidad del sistema surgió el con cepto de marginalidad que denotaba la superposición de quienes cu tí campo y la ciudad se integraban a la modernidad y quienes se mantenían, transitoriamente, "al margen" de ella, en el atraso secular, como resultad^ de la especificidad introducida en el continente latinoamericano por la c< 1 1 1

quista y la colonización europea. Esta situación desaparecería paulaiiua mente con el desarrollo capitalista, la urbanización y la modernización do toda la sociedad (Desal, 1969; Germani, 1973; Bassols et al., 1988: cap. V),

222 • Emilio Pradilla Cobos

En el segundo grupo, los autores que nos reclamábamos del marxismo en cualquiera de sus variantes políticas, apoyándonos en sus planteamien­tos teóricos en torno a la cuestión agraria y las relaciones campo-ciudad57 en el capitalismo, criticamos la conceptualización anterior (entre otros mu­chos, ver Pradilla 1976 y 1981]; algunos de estos autores, sin embargo, mantuvieron el concepto de marginalidad urbana, dándole un contenido estructural y radical (Castells, 1973a, Quijano, 1973],

Al interior de esta corriente crítica también se llevó a cabo un intenso debate sobre el origen de las migraciones del campo a la ciudad y las rela­ciones estructurales entre estos dos ámbitos territoriales, en el que parti­ciparon muchos autores (ver entre otras, las recopilaciones de Castells, 1973b; Schteingart, 1973, y muchos textos individuales]. Castells sostenía entonces que la masiva migración campesina a las ciudades era generada por la crisis interna de las estructuras agrarias tradicionales y la atracción de las ciudades (Castells, 1973a], mientras que Singer y yo mismo sostuvi­mos que era el resultado de la destrucción de las formas productivas pre­capitalistas agrarias debida a la violenta penetración del capitalismo en el campo latinoamericano, impulsada por la industrialización, que sin embar­go no tenía que incluir a todas las propiedades rurales ni a todos los cam­pesinos, por las limitaciones propias de su desarrollo tardío y dependien­te58 (Singer, 1973; Pradilla, 1981 y 1984: cap. V],

Aunque realizada en el ámbito intelectual, esta discusión adquirió re­levancia política en la medida que la derecha y sus gobiernos optaron por un tibio y limitado reformismo para enfrentar a los movimientos campesi­nos -en particular a los armados- que se expresó en diversas reformas agrarias (siap, 1978], que no tuvieron la amplitud de la que se aplicó en México luego de la revolución de 1910-1920, que fue particularmente in-

57 La bibliografía marxista "clásica" sobre el tema agrario es muy amplia y rica. En la se­gunda mitad del siglo xix, Carlos Marx, en toda su obra y particularmente en El Capital ([1867] 1975: Libro Primero, cap. XXIV; Libro Tercero, caps. XXXVII a XLVII), y Karl Kautsky en La cuestión agraria ([1898] s/f), desarrollaron una compleja teoría sobre el desarrollo capitalista en la agricultura, su impacto sobre la sociedad rural y las relaciones campo-ciudad. En la primera mitad del siglo xx, V. I. Lenin en muchos textos (sobre todo [1907] s/f), explicó los diversos caminos seguidos por el desarrollo capitalista agrario en el mundo, en particular en la atrasada Rusia; otros marxistas lo hicieron para otros países y situaciones. Desde enton­ces, muchos autores marxistas o críticos radicales han abordado la temática a partir de estos conceptos, enfrentando la dura crítica de la derecha teórica y, en las últimas dos décadas, la descalificación espuria de los neoliberales.

5sVer la síntesis de este debate, incluyendo mis posiciones, en Pradilla, 1984: cap. V

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Page 106: Los Territorios Del Neoliberalismo- Emilio Pradilla

tensa en el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940). Igualmente, los problemas generados por la urbanización acelerada y los movimienu m urbanos derivados, llevaron a un debate, menos importante que el agru rio, en torno a la posibilidad de aplicar reformas urbanas, las cuales no lograron una existencia real.

Desarrollo capitalista, industrialización,

DESCOMPOSICIÓN DEL CAMPESINADO Y URBANIZACIÓN

En las últimas décadas del siglo xix y las primeras del xx, en diversos pal ses de América Latina, el campo fue escenario de la consolidación de l< m latifundios heredados de la colonia o entregados como premio a los próee res de las guerras de independencia, de la formación de nuevos o su am pliación por la vía de la expropiación violenta de las comunidades indíge ñas supervivientes o de los pequeños campesinos parcelarios, o por las concesiones de inmensas superficies de tierra baldía o pública a nuevos propietarios, entre ellos, a compañías extranjeras (Pradilla, 1993a). En las medianas y grandes propiedades rurales imperaban formas semi-serviles de explotación de la fuerza de trabajo tales como la aparcería donde la ren­ta de la tierra se pagaba en tiempo de trabajo y/o producto, o el peonaje acasillado, formalmente libre pero atado a la hacienda por las impagables deudas en la tienda de raya, y otras formas de sujeción.69

La tierra rural adquirió importancia en la medida que los países lati noamericanos se especializaban en la exportación de productos agrope­cuarios (cacao, tabaco, plátano, café, caña de azúcar, algodón), o mineros (salitre, cobre, estaño y luego petróleo) según los países, para obtener di­visas con las cuales se importarían las manufacturas para el consumo de las capas medias y altas de ingresos, en su mayor parte urbanizadas. Esta relación, característica del llamado patrón de acumulación primario exporta­dor implicaba una transferencia de excedente del campo a la ciudad, reali­zada por los terratenientes y los comerciantes y mediada por el mercado

59 La excepción general se dio en Argentina, donde la formación de la gran propiedad enla pampa extensa, en la colonia y luego de la independencia, no se enfrentó a la existencia deuna población indígena importante; allí, la explotación ganadera de exportación se llevó acabo mediante peones asalariados: los gauchos.

224 • Emilio Pradilla Cobos

mundial de materias primas, en cuya base se encontraban agudas formas de explotación pre-capitalista del campesinado.

Así, desde antes del inicio de la industrialización, en América Latina se habían prefigurado las condiciones para un desarrollo capitalista agrario por la vía caracterizada por Lenin como junker o prusiana, que se sustenta en la gran propiedad territorial (Pradilla, 1981), la cual ha sido la más auto­ritaria y violenta, la que genera más expropiación y expulsión del campe­sinado, mayor migración del campo a la ciudad y, por tanto, una más am­

plia y acelerada urbanización.Este proceso de aguda expropiación y explotación del campesinado

l úe particularmente intenso en México durante el porfiriato, y llevó a la explosión de la Revolución mexicana de 1910-1920, pionera y precurso­ra temprana de otras revoluciones agrarias y muchos movimientos cam­pesinos de resistencia en la región. Su triunfo frenó la expansión viólen­la de la hacienda, sin eliminarla del todo, y echó las bases legales para la constitución de la forma híbrida y contradictoria de propiedad y pro­ducción conocida como ejidal, que desde su generalización a finales de los años treinta durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (Gilly (19711 1974: caps. I y X), le dio a la situación agraria mexicana la especificidad que aún mantiene, a pesar de la contrarrevolución agraria neoliberal de

inicios de los noventa.El inicio del desarrollo tardío del capitalismo industrial, por la vía de la

sustitución de importaciones en condiciones de proteccionismo arancelario, ocurrió en algunos países (Argentina, Brasil, México, Colombia) en medio de las tres grandes crisis del capitalismo europeo -las dos guerras mun­diales y la gran depresión-, como respuesta a la ruptura del esquema de exportación agropecuaria o minera e importación de manufacturas, y tuvo como actores a los comerciantes que habían acumulado capitales en el periodo anterior, o a empresas extranjeras cuyos capitales no podían valo­rizarse en los países de origen debido a la guerra o a la crisis. Su desplie­gue fue más intenso y amplio a partir de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, con el soporte del intervensionismo estatal; entonces, se generalizó a casi todos los países, con notorias diferencias de ritmo, mag­

nitud y profundidad (Pradilla, 1993a).Para alimentar al proceso de industrialización con materias primas

agrícolas, pecuarias y forestales baratas, generar excedentes de alimentos

De lo rural a lo urbano • 225

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para la masa creciente de trabajadores fabriles y comerciales de las ciuda des en expansión, y liberar fuerza de trabajo rural para proletarizarla en la industria, era necesario transformar social y técnicamente las formas tí a dicionales de producción agraria en unidades capitalistas. Al mismo tiem po, los sectores agropecuario y minero tenían que incrementar el esfuera) exportador para obtener en el mercado externo las divisas que financiaría 1 1

la creciente importación de maquinaria e insumos para la nueva industria,lo que era un factor más para impulsar la transformación capitalista del campo,6U valorizar la gran propiedad territorial y promover su formación a toda costa.

En el complejo latifundio-minifundio (pequeñas propiedades, parcelas en aparcería, y formas de propiedad más o menos colectiva como la comu nidad indígena] que dominaba la estructura agraria de la mayoría de los países latinoamericanos,61 fue la gran propiedad terrateniente existente o la que se formó en ese periodo mediante la expropiación, mercantil o vio­lenta del campesinado, la que modificó su organización productiva, intro­dujo la relación capital-trabajo asalariado (en muchos casos, bajo formas atrasadas como el peonaje) y las nuevas técnicas agrícolas: maquinaria, fertilizantes y pesticidas, semillas mejoradas, etcétera. Este cambio tecno­lógico, que tuvo impactos negativos sobre el campesinado pobre al colo­carlo en una situación de competencia desigual, está simbolizado por la revolución verde impulsada en la década de los cincuenta del siglo xx, con los objetivos antes señalados (Arroyo, 1989).

En México, la nueva estructura agraria constituida a partir del repar­to masivo de tierras bajo la forma de ejidos o comunidades realizado du­rante el gobierno de Lázaro Cárdenas, del esfuerzo educativo y de capa­citación, del crédito y de la asesoría técnica, tuvo un auge productivo muy importante entre 1946 y 1965 (tasa de crecimiento anual promedio del sector de 6.1 por ciento), y soportó tanto la industrialización, como la

“Según José Luis Calva (1999b), son las funciones más importantes atribuidas al campo por la teoría del desarrollo capitalista, las cuales cumplió relativamente en esta fase en los países latinoamericanos, incluido México.

61 En la mayoría de los países latinoamericanos, fue la gran propiedad terrateniente la que se transformó en empresa capitalista, siguiendo la vía junker o terrateniente, muy violen­ta y expropiadora, como lo demuestra la experiencia colombiana desde los años cuarenta (Pradilla, 1981). El caso paradigmático es Argentina donde casi no existían comunidades ni pequeña propiedad agraria, por lo que el latifundio entró temprana y rápidamente a las rela­ciones capital-trabajo asalariado y se articuló al mercado mundial.

226 • Emilio Pradilla Cobos

urbanización que la acompañó.'*2 Pero esta situación se revirtió a partir de 1966, abriendo paso al estancamiento agrícola que se mantuvo hasta 1977, y se reinició en 1982 luego de unos años de recuperación del cre­cimiento. El efecto fue el constante crecimiento de la importación de alimentos y materias primas agrícolas, cuya participación en el total de importaciones pasó de 5 por ciento entre 1954 y 1969 a 10 por ciento entre 1973 y 1978, lo que mostraba el principio del fin de la autosuficien­cia alimentaria y de la capacidad del sector agrario mexicano para aportar suficientes materias primas a la industria, alimentar a la población urba­na y generar divisas, es decir, para soportar la industrialización y la ur­banización, para cumplir sus funciones en el desarrollo capitalista (Calva, 1988 y 1999b; Zermeño, 1997).

La población campesina parcelaria, propietaria o arrendataria precapi­talista, fue expulsada del campo por la violencia al constituirse o ampliarse los latifundios, al no ser proletarizada y convertirse en población excedente para la producción más tecnificada, o al no poder competir en el mercado agropecuario en expansión; tuvo que emigrar del campo a las ciudades en crecimiento en busca del trabajo que ofrecían, aparente o realmente, las nuevas fábricas y comercios y la industria de la construcción.

Así, la intensa migración del campo hacia las ciudades llevó a que en la década de los ochenta, de ser mayoritaria en términos absolutos y rela­tivos, la población rural pasara a ser minoritaria en la región (Pradilla, 1993a), aunque sin cesar de crecer en números absolutos debido a la lla­mada explosión demográfíca derivada de la reducción generalizada de la mortalidad, particularmente la infantil, producida por las campañas masi­vas de saneamiento ambiental, vacunación y ampliación de la atención médica en el campo y la ciudad.

Al mismo tiempo, la tierra rural periférica a las ciudades en expansión se valorizó al convertirse en reserva para el crecimiento urbano regular (nuevas zonas industriales, fraccionamientos residenciales, servicios públi­cos e infraestructura), o irregular (invasiones de tierra por parte de los inmi­grantes pobres recién llegados), lo cual significó la urbanización de los campesinos allí ubicados, por simple absorción territorial.

62Entre 1940 y 1970, el porcentaje de la población total residente en concentraciones urbanas de más de 15 mil habitantes pasó del 20.0 al 47.1 por ciento (Garza, 2003: 30-33, cuadro 4).

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En México, el intenso crecimiento demográfico de la población rural, ln reducción del ritmo del reparto de tierras por los gobiernos posteriores a 1940, la persistencia de la violencia en el campo, y luego el inicio del están camiento productivo, alimentaron los flujos del campo hacia la ciudad. I .a expansión de las grandes ciudades mexicanas, sobre todo la de México que desde 1950 inició su fase de metropolización, se llevó a cabo dominan tómente sobre tierra ejidal o comunal, en forma irregular dado que la ley impedía su comercialización por los ejidatarios, siendo el Estado federal el único en condiciones de expropiar la tierra a éstos para regularizar la pn > piedad de los ocupantes, por motivos de utilidad pública.63

Pero la expansión de la producción capitalista en el campo, cuyo mor cado interno (materias primas industriales o bienes de consumo final) o externo no crecía lo suficiente, no necesitaba transformar toda la extensión de tierra rural disponible, ni expulsar a toda su población campesina; una parte del campesinado, atado a la tierra por lazos económicos de supervi vencía e identidades culturales, ubicado en las zonas más alejadas de Ion mercados agropecuarios, o poco productivo por la baja fertilidad de la tierrao su geografía no mecanizable, se mantuvo en sus pequeñas propiedades

y continuó su explotación de subsistencia.Casos particulares fueron las comunidades indígenas en países como

México, Guatemala, Perú, Bolivia, Ecuador o Colombia, que tenían una alta densidad poblacional original, que no fueron aniquiladas por la con quista y la colonización española, ni por el proceso de sobreexplotación ei i la fase posterior a la independencia: ellas fueron progresivamente aisladas y concentradas en áreas poco fértiles y alejadas de los centros urbanos, o sobrevivieron en las sierras o, aun, en la cercanía de grandes ciudades gracias a su cohesión comunitaria, a su identidad cultural y étnica, a la resistencia pasiva o a movimientos revolucionarios (México, Guatemala, Perú, Bolivia].

Al mismo tiempo, los productores agrarios capitalistas y los asalaria dos rurales se transformaron en mercado para la industria urbana produc­tora de maquinaria y equipo simple e insumos agropecuarios y de bienes de consumo individual. Se formaba así el mercado interno, se anudaba la

63 Entre 1940 y 1975, el crecimiento de la mancha urbana de la Zona Metropolitana de ln Ciudad de México se llevó a cabo en un 21 por ciento sobre tierra ejidal, un 27 por ciento sobre tierra comunal, un 10 por ciento sobre tierra pública y sólo un 42 por ciento sobiv tierra de propiedad privada (Cruz, 2001: 151).

228 • Emilio Pradilla Cobos

relación campo-ciudad en el capitalismo atrasado y se cerraba el circuito del desarrollo tardío del capitalismo latinoamericano, con sus límites y con- i radicciones.

La expansión económica capitalista de las ciudades, a pesar de su ce­leridad, tampoco requería de toda la fuerza de trabajo expulsada del cam­po, por lo que se formó el ejército industrial de reserva (Marx [1867] 1975: lomo 3, cap. XXIII, sec. 3 y 4) -de desempleados-, y sus múltiples formas de subsistencia precaria (comercio callejero, trabajo precario ocasional, servicios personales, delincuencia, etcétera) que ha ayudado a mantener bajos los salarios de los trabajadores, que ha acompañado desde entonces la historia, la cultura y la vida cotidiana en las grandes ciudades latinoame­ricanas, y que dio lugar a los mitos ideológicos conservadores de la masa marginal o informal, convertidos en temas colaterales de debate teórico (Pradilla, 1984: cap. Y y 1987: cap. IV; Connolly, 1990).

La incapacidad de la economía rural y urbana para absorber producti­vamente a toda la población, sobre todo a la superpoblación relativa genera­da en el campo, llevó a varios millones de mexicanos a emigrar a Estados Unidos, legal o ilegalmente, afrontando para ello la represión de las autori­dades estadounidenses, la sobreexplotación de los empresarios basada en la ilegalidad, la segregación social y la exclusión de los derechos civiles y sociales. La cifra real de los mexicanos en Estados Unidos era imposible de precisar, pero los cálculos alrededor de 1980 oscilaban entre seis y 12 millones, aunque su origen estadounidense hace suponer una magnifica­ción (Morales, 1989: cap. VII).

En todos los países latinoamericanos, las ciudades en crecimiento transformaron al suelo rural periférico en urbano, e integraron pequeños poblados cercanos, por la acción de los fraccionadores capitalistas o los ilegales, o la invasión irregular de los pobladores pobres (siap, 1982). En México, donde la reforma agraria revolucionaria había institucionalizado las formas ejidal y comunal de posesión de la tierra, ilegalizando la vía de la concentración de la propiedad rural, la urbanización se llevó a cabo en su mayor parte sobre tierra ejidal o comunitaria mediante procesos de ocupación ilegal y regularización posterior. El diferencial de rentas entre el suelo urbano y el rural, y la pobreza de los campesinos peri-urbanos fue­ron -y siguen siendo- el motor económico de esta transformación, legal o ilegal (Jaramillo, 1994).

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I ,n penetración de las relaciones capitalistas de producción e interca 1 1 1

bio en el campo, el mejoramiento de la infraestructura de transporte y eo municaciones exigido por la nueva relación con el mercado interno ,v i ixterno, y la ampliación de los servicios de educación y salud, introdujeri h i nuevas formas culturales y laborales en los pueblos rurales, sobre todo en aquellos que, por localizarse en las zonas de mayor desarrollo capitalista, se e.onvirtieron en nodos regionales de comercialización de insumos y productos agropecuarios y de distribución de bienes industriales de cotí sumo final para la producción rural.

La penetración del capitalismo en el mundo rural inició la extinción, aún lejos de concluir, de la oposición campo-ciudad, señalada por Marx para la láse de transición del feudalismo al capitalismo en Europa, entendida como la confrontación entre dos modos de producción diferentes. En su lu gar, en las condiciones latinoamericanas, el desarrollo desigual del capita lismo entre campo y ciudad, y al interior del campo, dio lugar a una com pleja combinación de formas productivas, sociales y culturales ligadas por relaciones de exclusión de las formas precapitalistas de subsistencia so­brevivientes, de explotación de la fuerza de trabajo asalariada o semiprole- larizada, de extracción de excedente mediante las formas de aparcería, o de transferencia de valor en forma de rentas del suelo.

Esta compleja combinación de procesos de cambio ocurre desde ('I periodo entre las dos guerras mundiales, con notorias diferencias según i 'I país y el momento histórico concreto, y se prolonga hasta nuestros días, sin lugar a dudas con evidentes continuidades y también con modificacio­nes notorias.

La continuidad y los cambios

I N EL NEOLIBERALISMO Y SU GLOBALIZACIÓN

I .a crisis generalizada del capitalismo mundial, el cual cambió de curso a mediados de los setenta para entrar en una onda larga recesiva (Mandel 11980] 1986), condujo al triunfo político del antikeynesianismo (Guillén, 1997); a la aplicación abrupta e incondicional en América Latina de las políticas neoliberales y su "ajuste estructural", en distintos momentos se- gún los países; a la creciente integración subordinada de la región en la

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llamada globalización capitalista; a la desigual liberación del comercio inter­nacional; y a la constitución de nuevas formas de concentración urbana.

Estos cambios han profundizado los procesos de descomposición de las formas tradicionales de producción y organización del sector agrario, y al mismo tiempo han dado lugar a mutaciones significativas en las formas de inserción del mundo rural en las economías y sociedades latinoameri­

canas.Pero estos procesos siguen siendo muy desiguales, entre países y en­

tre territorios interiores. El campo inserto en territorios sometidos a pro­cesos intensos de urbanización se transforma estructuralmente, al tiempo que se mantienen grandes áreas donde domina la producción precapitalis­ta, parcelaria o comunitaria de subsistencia, con complejas articulaciones de dependencia, explotación y opresión con el mundo global. Estas contra­dicciones se expresan intensamente en lo político y cultural.

El estancamiento del sector agrario latinoamericano y mexicano

Desigualmente según los países, la producción agropecuaria entró en cri­sis a partir de los años setenta. Desde entonces, las tasas de crecimiento del producto interno bruto (pib) agrícola han sido inferiores a las del pib

total, sobre todo a partir de la gran crisis de 1982 que marcó el inicio de la fase de muy bajo crecimiento económico de la región (cepal, 2001: 10; CEPAL y David, 2001: 141; 2007: 91).

En varios países del área, la tibieza y limitación de las reformas agra­rias, muy publicitadas en los sesenta y setenta como respuesta a los movi­mientos guerrilleros, no modificaron el proceso de expropiación, violentao legal, del campesinado pobre, ni el patrón de explotación agraria basada en la gran propiedad (siap, 1978).

El estancamiento del sector agrario fue el resultado de múltiples facto­res: la pérdida de dinamismo o la contracción de la producción industrial compradora de insumos primarios; la caída del mercado interno de bienes agrícolas de consumo directo debido al desempleo y a la reducción gene­ralizada y violenta del salario real como efecto de la política neoliberal de austeridad salarial; la creciente penetración de productos agroalimentarios y agroindustriales provenientes de los países desarrollados o, aun, de otros países atrasados, dotados de ventajas comparativas, o con menores

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costos, mayor calidad y cuantiosos subsidios públicos; la caída notoria ,v mineralizada de los precios internacionales de los productos primarios de exportación; y el mantenimiento de barreras arancelarias y no arancelarían al ingreso de productos latinoamericanos a los países desarrollados, a pe sai' de la imposición de la liberación comercial a los países atrasados. Asi, desde 1980 han caído los precios reales de la mayoría de los producton agrícolas en el conjunto de América Latina (cepal, 2001: 114],

Si a lo anterior sumamos la desaparición de las políticas agrarias estala les a partir de la ideología del "libre mercado" y la no-intervención del Esta 1 1<), la eliminación o reducción de los subsidios públicos al sector agrario p< ir las políticas neoliberales y las crisis fiscales, y la restricción aguda del crédi to bancario al sector, el resultado ha sido la pérdida de rentabilidad de la producción agropecuaria nacional y, por tanto, los menores incentivos para la inversión de capital en el campo. De esta situación sólo han escapado relativamente las áreas de explotación agraria capitalista intensiva, dotadan de ventajas competitivas muy notorias, vinculadas a la exportación.

La caída de la rentabilidad capitalista de la producción agraria lleva a que se reduzcan las áreas explotadas por los productores comerciales, a las más fértiles y mejor ubicadas en relación con los mercados internono internacionales. Así, cede relativamente, sin desaparecer, la presión ex propiatoria, por el mercado o la coerción, contra las tierras, muy aislada:; y menos fértiles, que aún permanecen en manos de los pequeños propie tarios o las comunidades campesinas e indígenas, permitiendo que se

mantengan en el atraso técnico, el autoconsumo y la pobreza.En México, luego de una recuperación relativa de la producción agro­

pecuaria entre 1978 y 1981, alimentada en parte por el boom petrolero, vino el desastre del sector, que hoy puede sintetizarse en el lema del mo­vimiento campesino del 2003: el campo no aguanta más. Sus factores estructurales han sido: las crisis cíclicas recurrentes de la economía mexi cana (1981-1982, 1985-1986, 1995-1996 y 2001-2003, hasta ahora), que se manifiestan con particular agudeza en el sector agropecuario; el fracaso de la contrarreforma agraria de 1991-1992, desde el punto de vista de la concentración de la propiedad de la tierra y de la acumulación capitalista en el sector; la abrupta e incondicional apertura comercial iniciada en 1086 y profundizada desde la entrada en vigor del tlcan; y el abandono por los últimos cuatro gobiernos federales de las políticas públicas de

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apoyo a la producción ejidal y comunal, a nombre del "libre" mercado, reemplazadas por el asistencialismo compensatorio (Zermeño, 1997; Cal­

va, 1988 y 1999).La crisis del sector agropecuario mexicano puede evidenciarse con dos

i ilras básicas: el valor de la producción agropecuaria y forestal por habi- lante cayó un 20.4 por ciento entre 1981 y 1998; y las importaciones de productos alimentarios crecieron de 1 millón 790 mil a 8 millones 633 mil , 1 8'633.000 dólares entre 1982 y 1998, un crecimiento del 482.29 por ciento

(Calva, 1999).

I a privatización de la propiedad ejidal en México

Ll agotamiento y anquilosamiento de la reforma agraria revolucionaria, explicable por la agudización de las contradicciones originarias (Gilly |1971] 1974: cap. X), que hacían que la cuestión agraria no estuviera re­suelta desde el punto de vista de los intereses del gran capital nacional y t ransnacional, y en gran medida por la política agraria y el control del régi­men del Partido Revolucionario Institucional desde los años cincuenta, justificó la contrarreforma agraria neoliberal de inicios de los noventa, que dio por concluido el reparto agrario, abrió las puertas a la privatización de la propiedad ejidal y comunal, y permitió de nueva cuenta que las empre­sas comerciales agropecuarias accedieran a la propiedad rural.

Sus objetivos explícitos eran: la reconcentración de la propiedad agra­ria, muy fragmentada según sus impulsores; la promoción de la participa­ción de las empresas agrarias capitalistas mediante la ampliación del límite de tierras que podían adquirir, o la posibilidad de "asociarse"64 con los pro­pietarios ejidales y comunales; la reducción de la población campesina que aún se consideraba excesiva (Pradilla, 1992); y, en la lógica neoliberal de la competencia; la reducción de los precios de las materias primas agrope­cuarias y los alimentos (Zermeño, 1997).

Todos los objetivos explícitos de la contrarreforma agraria iban en el sentido de acelerar la descomposición de las formas no capitalistas de propiedad y de producción, en aras de un nuevo impulso a la acumulación

64 En la práctica, esta "asociación" lleva a convertir a los ejidatarios o comuneros en sim­ples obreros asalariados de las empresas capitalistas, en su propia tierra, en el caso agrario;o a una relación absolutamente desigual entre propietarios de la tierra y empresas inmobilia­rias en el caso de la periferia urbana.

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de capital en el sector, en condiciones de "libre" mercado interno e intert i m

cional (Rivera, 1993); una de sus consecuencias previsibles era y hirih siendo la aceleración de la migración de campesinos hacia las ciudades v hacia Estados Unidos (Pradilla, 1992; Varios autores, 1994).

La entrada en vigor de la contrarreforma, y la posterior certificaciói 1 1 h la tenencia individual de la tierra por los integrantes de las comunidad en agrarias, abrieron la puerta a un proceso significativo de cambio de ln si tuación de la propiedad agraria, a través de su compraventa, pero sol s e todo por el camino del arrendamiento, en el que los campesinos acimut fundamentalmente movidos por la necesidad de subsistencia (Conchetn > y Diego, 2001). Sin embargo, la apertura comercial acelerada iniciada a fina les de los ochenta, que incluyó al sector agrario, la pérdida de competid vi dad y rentabilidad del sector, y la resistencia activa o pasiva del campen! nado no han justificado o permitido una transformación radical de ln estructura de la propiedad y la producción agraria.

Donde el cambio de tipo de propiedad ha sido más activo, es cu las tierras de riego, en las periferias urbanas o en los intersticios de los j’i nn des sistemas urbanos (ciudades-región), donde la privatización de la pi n piedad social agraria ha permitido evitar los complejos y largos proceso* de expropiación pública y regularización que en el pasado caracterizan m dominantemente el crecimiento urbano, abriendo el paso a la vía de mee cado para que los fraccionadores comerciales y las empresas inmobiliarias transformen la tierra rural en urbana y se apropien de las sobregananrmn que materializan el tránsito de la renta agraria a la urbana.

El campo y el "libre comercio" internacional

Uno de los factores sustantivos de la crisis del campo mexicano en Ion últimos 18 años ha sido la apertura comercial. Si bien, los impactos un empezaron a producir desde la entrada de México al gatt en 1986, el ver dadero verdugo ha sido el tlcan y la inclusión de la producción agropen is ria en el proceso de desgravación arancelaria, la cual concluyó en enero del 2003, con la eliminación de los aranceles a todos los productos agn >i" cuarios importados de Estados Unidos y Canadá, incluyendo a los granen básicos. En el mismo sentido han actuado otros tratados de libre comercio, en particular el firmado con la Comunidad Europea.

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Desde el momento de la negociación del tlüan, se preveían estos im­pactos negativos, cuyas determinaciones eran, según Calva (1991):

a) la desigual magnitud de la superficie agrícola total: 196, 963 y 887 millones de hectáreas en México, Estados Unidos y Canadá respec­tivamente; de la tierra arable: 27, 179 y 45 millones de hectáreas respectivamente; y de la tierra irrigada: 6.5, 22.4 y 0.7 millones de hectáreas (Márquez, 2003);

h) la enorme diferencia de la productividad del sector agropecuario en­tre los tres países, que coloca en una posición muy desventajosa a México, sobre todo en relación con Estados Unidos: la productividad en valor por trabajador agrícola era 18 veces mayor en Estados Uni­dos que en México, y el rendimiento en maíz, como ejemplo signifi­cativo, era de 2.50 toneladas por hectárea en México, 7.15 en Canadá y 8.55 en Estados Unidos (Márquez, 2003);

e) la productividad desigual se derivaba de las grandes diferencias de desarrollo tecnológico, en nivel de calificación de la fuerza laboral, sistemas de irrigación y de cultivo artificial, calidad de las semillas, uso de fertilizantes e insecticidas -sin juzgar sobre sus efectos eco- lógicos-, maquinaria y equipo -20 tractores por 1,000 trabajadores agrícolas en México, 1,484 en Estados Unidos y 1,842 en Canadá (Márquez, 2003)-, tratamiento y procesamiento de productos, avan­ce de la investigación en biotecnología, etcétera.

d) las diferencias en la provisión de recursos naturales y condiciones ambientales para productos en los que existe competencia;

e) las diferencias abismales en términos de las políticas públicas para el sector agropecuario en los tres países, particularmente respecto al monto de los subsidios públicos otorgados a los productores: del 35 por ciento del valor total de la producción del sector en Estados Uni­dos, y de 22 por ciento en México; lejos de ser reducidos, estos sub­sidios fueron incrementados significativamente en el 2002 por el go­bierno de Estados Unidos, con base en la Ley de Seguridad e Inversión Rural65 (Bartra, 2003);

65 La negativa de los países con alto grado de desarrollo económico, sobre todo de los I '.stados Unidos, a reducir o eliminar los subsidios a la producción agropecuaria, llevó al fracaso a la ronda de negociaciones de la Organización Mundial de Comercio celebrada en (Ifincún, México, en el 2003, ante la respuesta de los países productores del Tercer Mundo, que se negaron a aceptar las condiciones que los países desarrollados pretendían imponer |vcr la información sobre la reunión publicada en La Jornada).

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/I las estructuras de comercialización y transporto de pn u l m i n l f l

atrasadas en México, donde un 90 por ciento de Ion iiumIiimTagropecuarios son en mayor o menor medida de mili 1 1 ........ .... itfBHsólo un 40 por ciento concurre al mercado con algún pn idmUlT tra, 2002], En términos de comercio internacional, minnli ’an u| nMtt agropecuario estadounidense obtuvo un superávit anual di IK I millones de dólares, el de México fue deficitario en 1,71»(i inllli mng dólares en 2002.

En estas condiciones, Calva [1991: 74 y ss.) consideraba (|iin pol i efecto combinado de la contrarreforma agraria y el libre mercadn di* |i|fl ductos agropecuarios, cerca de tres millones de familias campchiiiiH|^| rían desplazadas del campo. Pero en la medida que no estaba j>,/n anll Ht|| su absorción por la economía urbana ante un panorama de estani aniin|||fl industrial que ya ha sido confirmado por la recesión de 1995-1 í)! l(t y ln i||flvive el sector desde el último trimestre del 2000, la cual involucró I.......... lima la industria maquiladora (Bendesky y Godínez, 2002), cuyo remiliinlH im sido la imposibilidad de crear los empleos necesarios para atender el ih cimiento de la población económicamente activa, y la pérdida abiinlulu i|f empleos previamente existentes, esta fuerza de trabajo estaría einlMrilltfl masivamente a Estados Unidos.

El aumento de los flujos migratorios legales y sobre todo ilc/v'l' m 0 Estados Unidos, que involucrarían actualmente a 22 millones de pu ní nuig [La Jornada, 28-X- 2003) incluyen ahora a sectores medios y de pmli'HM nistas [La Jornada, 29-X-2003), cuyo origen no se limita ya a los cHiai|il| atrasados tradicionales e incluye a grandes ciudades como la de Mc -1 , h se hace evidente en el endurecimiento de las medidas de control dr Ihm flujos fronterizos por parte de las autoridades estadounidenses, y en n| crecimiento del monto de las remesas que alcanzó en 2006 una mima cercana a los 14 mil 500 millones de dólares, equivalente a la invcniliiil extranjera directa que llegó al país en el 2002, y superó los 20 mil 1 1 n ll< • nes de dólares en el 2006, para hacer de la exportación de fuerza de tnihtilo una de las mayores fuentes de divisas, casi equivalente a la exportación de petróleo.

Estos recursos, que llegaban en 2000 a 1 millón 225 mil hoyaron mexicanos, 665 mil más que en 1994 cuando entró en vigor el tlcan (/ /i

■c „u y XI1-2003) o a 11 millones de adultos, y sostienen a 20 millones■ |h monas según otra fuente [La Jornada, 29-X-2003), paradójicamente

■l lino convertido en el factor que permite que muchas familias que vi-

»)' i'i' aldeas y pueblos rurales no tengan que abandonarlos.I,im resultados han confirmado las previsiones de los analistas.66 A la

wI'Im de l/i producción agropecuaria por habitante y el aumento acelerado B|h importación de alimentos -entre 1987 y 1993 se importaron 52 millo- ■ft|t de toneladas de alimentos, mientras que entre 1994 y 1999 llegaron a 90flilll....mi de toneladas (Bartra, 2002)-, transformando el superávit de la ba-|itn n ci nnercial agropecuaria en un déficit de 1,778 millones de dólares en ■Hm i )()()(Márquez, 2003), que elimina la capacidad del sector para colabo- Mi i o el l'inanciamiento externo del crecimiento económico. Desde 1981, los pi'inlnoH de intercambio de los productos agropecuarios no han cesado de (Miel en relación con el índice general de precios (Calva, 1999: 45), lo que

Ivdundn en empobrecimiento de los productores rurales.I ii is productores más golpeados por la apertura comercial, aunada al

Incremento de la deuda de los campesinos como efecto de la crisis de 1995V Im ri 'ducción de los subsidios, y que se han movilizado por tal motivo, son Ion de maíz, frijol, café, caña de azúcar, sorgo, piña, carne bovina y leche

(hnrira, 2002).I </i entrada en vigor del Área de Libre Comercio de las Américas (alca),

Impulsada y presionada por Estados Unidos, haría que todos los producto- leu rurales de los países de América Latina sufrieran similares efectos, de­rivados de la liberación comercial en condiciones de abierta desigualdad.

I .i persistencia de las formas pre-capitalistasI I <. ipitalistas atrasadas en el campo

i

I a /)oblación no urbana,67 o rural, de México ha decrecido relativamente lí ente a la urbana: disminuyó del 78.1 por ciento en 1950, al 38.6 por cíen­lo en el 2000; pero su tamaño absoluto creció, pasando de 19 millones 581

""Ver, además de Calva, 1991, las recopilaciones de ensayos de Varios autores, 1992, yHomero, Torres y Del Valle, 1994.

87 La población no urbana, definida como aquella que habita en asentamientos de menosi ln 15 mil habitantes, puede identificarse con la rural, que de una u otra forma subsiste a partir de la producción agropecuaria y su comercialización, o del comercio de bienes y servi­cios para la población rural.

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mil a 38 millones 439 personas en ese mismo periodo (Covarrubias, 2000 5). Entre 1960 y 2000, la masa de campesinos pasó de 17 a 24 millones; de ellos, sólo dos de cada 10 individuos económicamente activos se dedica ban a actividades agropecuarias, nueve de cada 10 de estos agricultores vivían en mayor o menor medida en el autoconsumo, y sólo cuatro de cada10 concurrían al mercado con algún producto, dejando a la mayoría en la situación de productores para el autoconsumo total, al margen de cualquier modalidad de relación capitalista o de mercado en términos de su produc­ción (Bartra, 2002],

En medio de la debacle de la producción agropecuaria, ello ha signil'i cado un incremento de la incidencia de la pobreza en el campo mexicano: según Boltvinik (2002), entre 1989 y 1998, en el ámbito rural, los pobres pasaron del 85.0 al 93.9 por ciento, y los indigentes lo hicieron del 45.7 al 70.9 por ciento del total de la población rural.

En las circunstancias de desastre de la producción agropecuaria mexi cana, el proceso de descomposición de las formas pre-capitalistas o capí talistas atrasadas que no funcionan en el ciclo de la acumulación de capital, ahora mundializado, reduce relativamente su intensidad, permitiendo su subsistencia en las zonas apartadas y mal comunicadas con los mercados urbanos internos o los internacionales, cuyas tierras son poco fértiles para los cultivos que aún mantienen su rentabilidad en el mercado interno o externo, que por su geografía son poco mecanizables, o que no se encuen tran en la periferia de las ciudades o al interior de sistemas urbanos regio nales donde se convierten en reservas para la urbanización.

Pero la población que permanece en estas formas atrasadas de produc ción subsiste en la miseria, la cual es motivo suficiente para el abandono de su tierra o la migración temporal de parte de sus miembros a las ciudadeso a Estados Unidos. En estos casos, nos encontramos ante una aparente paradoja, propia de la subsunción formal al capital: la familia subsiste en las formas agrarias de autoconsumo gracias a las remesas que recibe de los familiares absorbidos como fuerza laboral por la producción capitalista en las ciudades o el extranjero, o por las actividades urbanas de subsistencia.

Aun así, en presencia de una demanda de los productos agrarios espe cíficos, así sea marginal al mercado, la permanencia de formas atrasadas y poco productivas pero mercantiles permite a los productores y a los inter­mediarios capitalistas la apropiación de rentas absolutas y/o diferenciales

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del suelo, transformadas en sobreganancias;68 un ejemplo, entre muchos, de esta transferencia social de valor es el cultivo de maíz en México.

La acentuada pobreza campesina derivada de estos procesos,69 sus necesidades de subsistencia, la ausencia de otras alternativas y los lazos individuales y comunitarios con la tierra actúan como factores importantes de la permanencia de estas formas productivas pre-capitalistas. Pero con­tinúa la emigración de excedentes de población campesina, sobre todo jó­venes, hacia las grandes ciudades o al extranjero; en particular, en México y Centroamérica hacia Estados Unidos. En las zonas rurales atrasadas permanecen fundamentalmente las personas de mayor edad y menor cali­ficación, lo que aumenta los factores estructurales de baja productividad y de estancamiento tecnológico.

En el caso mexicano y centroamericano, observamos la paradoja de que las remesas de divisas de los emigrantes legales o ilegales a Estados Unidos, producto de la pobreza y manifestación de la descomposición campesina, apoyan la permanencia de sus familias en las áreas de baja productividad agraria y los pueblos rurales, al elevar sus ingresos, y darle cierto dinamismo comercial a sus poblados.

El campesinado y el narcotráfico en la etapa actualEl estancamiento de la producción agraria y el empobrecimiento de los campesinos han arrojado a cientos de miles de familias campesinas en Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador o México a las manos de las mafias del narcotráfico. Una parte de ellas, dedican su tierra u ocupan nuevas porcio­nes de la selva o las montañas altas y aisladas, a producir cocaína, amapo­la o marihuana para alimentar el narcotráfico mundial y el consumo en Estados Unidos y otros países consumidores.

Para sobrevivir, estos campesinos enfrentan los riesgos de la represión militar, la destrucción de sus cultivos de subsistencia, y la fumigación de sus tierras, sus animales y sus propias familias, con grave daño ambiental,

68 Para un análisis de esta situación en América Latina a principios de la década de los ochenta, ver siap, 1982.

69 Con diferencias según los países, en el campo latinoamericano se observan proporcio­nes de población hundida en la pobreza o la miseria mayores que el promedio nacional y que en las áreas urbanas [cepal y David, 2001: 24 y 25]. No juzgamos la validez de estas cifras, discutidas por los especialistas sobre el terna; nos limitamos a observar las proporciones que establece este organismo.

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social y humano (para el caso colombiano, ver Ortiz, 2002); corren eslon riesgos por un reducido pago, mientras las mañas internacionales se mi bolsan gigantescas sumas de dinero que circulan por los circuitos financie ros mundializados.

Los que se benefician fundamentalmente de la ominosa riqueza gene rada por el cultivo de drogas son quienes realizan las distintas fases de mi comercialización, y los sistemas financieros que llevan a cabo el "lavado'' del dinero sucio obtenido (Kaplan, 1990).

Aun en este campo, los campesinos latinoamericanos enfrentan l.i competencia desigual con los productores de estupefacientes sintéticos o, aun, de productores clandestinos de variedades biotecnológicamente mu dificadas ubicados en los países consumidores.

El impacto del cambio tecnológico sobre el campesinado

El cambio tecnológico, caracterizado por novedosos instrumentos de cultivi i y recolección, semillas mejoradas, abonos químicos, insecticidas, herbiei das, métodos de riego por aspersión e hidroponía, nuevas variedades < l< • plantas y animales y más recientemente por los productos transgénicos, hi vuelve contra los campesinos pobres, su tierra y su cultura. Así ha ocurrí< Ii i en México y América Latina desde mediados del siglo xx, cuando la indim trialización empujó la transformación capitalista -siempre parcial y acola da- del campo latinoamericano. En esos años, fue la revolución verde, la cual suponía la aplicación de un paquete tecnológico (mecanización, semí lias mejoradas, abonos químicos e insecticidas) que mejoraba notoriamenir la productividad de la tierra, pero al cual no tenían acceso los campesinon parcelarios o comunitarios, ni los minifundistas, por lo que se volvió en mi contra (Esteva, 1980; Arroyo, 1989).

Al elevar la productividad de la tierra y el trabajo, el cambio tecnológica i introducido por los productores agrarios capitalistas, sobre todo por lan grandes empresas agroalimentarias transnacionales, saca de la produe ción a superficies crecientes de cultivo que no pueden competir en precio y calidad en los saturados mercados internos e internacionales, o cuyoH explotadores carecen de recursos para introducirlo, y reduce la fuerza de trabajo necesaria, ampliando la superpoblación relativa condenada a la emí gración o la miseria.

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Paradójicamente, se mantienen los altos índices de desnutrición en el i ampo y la ciudad, pues los pobres no pueden acceder en el mercado a mía producción agropecuaria. Algunas de estas tecnologías, no sustenta- bles ambientalmente o usadas irracionalmente en función de la ganancia máxima, destruyen en el largo plazo la fertilidad natural de la tierra, hacién- <!i)la dependiente de los abonos químicos; o afectan las cadenas naturales ile depredadores imponiendo el uso constante y creciente de pesticidas.I ,i is insecticidas, pesticidas y herbicidas contaminan el agua, matan su fau­na, y se transmiten a los humanos a través de las cadenas alimenticias.

Hoy, los alimentos transgénicos plantean serios problemas económicos, noriales y éticos: la ignorancia sobre sus efectos de largo plazo en los con-ii unidores humanos y animales; la destrucción de los progenitores anima-li 'H y vegetales tradicionales, más adecuados al medio natural y a la cultura ile los campesinos; y la dependencia creciente de las grandes empresas iransnacionales que controlan las patentes y la producción de semillas y especies. Las víctimas de esta innovación, como lo fueron en el siglo pasa- ilo de la revolución verde, son los pequeños productores rurales.

Luego de medio siglo de cambio tecnológico en el campo, el agua y laI ierra rural se encuentran gravemente contaminadas por el uso y abuso más o menos generalizado de los químicos aplicados en la explotación agropecuaria, y por la basura, las aguas negras y los residuos peligrosos industriales vertidos por las ciudades que, además, le quitan el agua limpia al campo y su producción para abastecer el consumo de la población ur­bana. El metabolismo campo-ciudad de la contaminación ambiental se cierra, cuando ella es devuelta a la ciudad y sus consumidores a través de los productos agropecuarios contaminados.

II cambio cultural y las identidades híbridasi

Todo cambio económico, social y territorial genera nuevas formas cultura­les, a través de procesos complejos de hibridación. Lo tradicional se com­bina en forma compleja con lo nuevo y da lugar a formas particulares que no son ni lo uno ni lo otro. Esto es aún más cierto en la era de la informa­ción y los medios de comunicación transnacionalizados, que penetran en todos los estratos sociales y se extienden sobre todo el territorio (García Canclini, 1989). La modernidad (o posmodernidad) cultural capitalista penetra

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fragmentariamente en el campo y la ciudad, teniendo a esta última como nodo de emisión y punta de lanza de la penetración. El ámbito rural mí'xi cano y latinoamericano no es la excepción.

Las formas culturales nacionales y, sobre todo, transnacionales h< 'i\<1 mónicas, en sus variantes menos desarrolladas, se difunden creciente mente en el campo, teniendo como vehículos al comercio, la publicidad, Ion medios de comunicación, los aparatos estatales, y los emigrantes temporil les a la ciudad o el extranjero.

Los hábitos laborales ancestrales se combinan o subordinan a la iérre, i disciplina empresarial: las normas y los capataces patronales sustituyen í i I m

organización consensúa! del trabajo comunitario o familiar. Sin que desai i m

rezcan del todo las formas precapitalistas de sujeción de la fuerza de trabaji >, refuncionalizadas, aparecen los contratos de trabajo y el salario para los jor naleros agrícolas, siempre inferiores a los urbanos. El reloj sustituye al cielo solar en la regulación del tiempo de trabajo. Los medios manuales de traba ¡i i sometidos a la destreza del operario, son reemplazados por las máquiliMn que imponen sus condiciones de funcionamiento a los trabajadores.

Cambian los productos y hábitos de consumo: lo industrial sustituye m

lo artesanal y aparecen nuevos objetos e instrumentos; los refrescos em botellados y alimentos chatarra, cuyas redes de distribución llegan hasta el último rincón del campo; la ropa y calzado -jeans y tenis-, nacionales o extranjeros de bajo precio, importados o de contrabando; las medicinan químicas; los radios o "sonidos" portátiles y televisores, casettes o cds; Ion refrigeradores; los automotores; etcétera., transformando el consumo y Im vida cotidiana de los campesinos. La emigración a Estados Unidos y Ion sistemas de remesas pagaderas en mercancías aceleran estos procesos en las áreas de mayor emigración.

La administración estatal centralista, marcadamente autoritaria, aleja da de los integrantes de la comunidad rural o aldeana, con sus practican burocráticas rígidas, los trámites interminables y sus formatos a llenar desplaza a las viejas formas comunitarias de organización civil.

El rock, la balada pop o el rap, sustituyen a la música tradicional; y las en trellas nacionales o internacionales a los músicos locales; la música vernácula se amalgama con la nacional o internacional contemporánea. Los santos y proceres revolucionarios son desplazados del imaginario rural por los nuevon héroes de la pantalla chica o grande, o el deporte nacional o internacional.

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Se multiplican las religiones, casi siempre conflictivamente, desplazan­do al híbrido religioso formado por las creencias ancestrales y las católicas e.oIonizadoras. Se sincretizan los ritos y cultos. El castellano y el inglés y m u s híbridos, se hacen dominantes, al tiempo que desaparecen las lenguas indígenas originales.

Es el proceso continuo de modernización capitalista que avanza a rit­mos e intensidades cambiantes, según los ciclos de la acumulación. Nada es permanente, todo es transitorio, nunca hay formas definitivas ni puras, sólo híbridos. La lógica y los ritmos de permanencia o cambio de la cultura y la identidad del campo y los campesinos no son autónomos; le vienen de líiera: de la ciudad, del exterior, del capital.

Sin embargo, se mantiene la resistencia de las culturas e identidades tradicionales, aun en las comunidades rurales de las periferias urbanas, con sus rituales religiosos y sus fiestas civiles, aunque penetradas crecien­temente, más o menos rápidamente, por las mercancías y el mercantilis­mo, o las formas culturales dominantes. En particular, es importante la resistencia de las comunidades indígenas sobrevivientes, simbolizada por la que desarrollan los pueblos indígenas de los Altos de Chiapas desde hace más de 10 años, bajo la conducción del ezln.

El fin de la descomposición del campesinado:I A URBANIZACIÓN generalizada

I 'n el 2000, América Latina había alcanzado una tasa promedio de urbani­zación del 75.3 por ciento, y tenía 49 grandes ciudades de más de un millón de habitantes, seis de las cuales sobrepasaban los cinco millones; en el 2030, esta tasa llegará al 83.2 por ciento, cerrando el ciclo de la urbaniza­ción, y habrá 58 ciudades de más de un millón de habitantes, nueve de las cuales tendrán más de cinco millones (Pradilla, 2002a: 259 y 260].

Según Cabrera, si en el 2000, la población rural en México era de 23.5 millones de personas, el 23.6 por ciento del total, en el 2025 disminuirá a 20.0 millones, el 15.9 por ciento del total, acercándonos en términos re­lativos a la urbanización casi total, y marcando así la tendencia al descen­so en términos absolutos de la población del campo (Cabrera, 2000). Sin embargo, esta población rural, parte de la cual no realizará ya actividades

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productivas agropecuarias sino que se dedicará al comercio y los wrvl cios en las pequeñas localidades rurales o a muy diversas actividadi'M laborales en los centros urbanos próximos, aún parece excesiva ni lene mos en cuenta las tendencias declinantes del crecimiento del sector a/',i' 1

pecuario y de los ingresos reales de los campesinos ejidatarios, comuna ros o minifundistas. De todos modos, las cifras muestran el inexorable 1 proceso presente y futuro de descomposición del campesinado.

En el 2000, había en México 393 asentamientos con más de 1!> mil habitantes, considerados urbanos, nueve de los cuales superaba el millón de habitantes; estas metrópolis llegarían a 21 en el 2030, expresando mil otra de las características de la urbanización: su creciente concentración I en grandes centros urbanos o metrópolis711 (Govarrubias, 2000].

Ei mundo rural al interior de las nuevas formas urbanas

Muchas de estas metrópolis se combinan en formas territoriales muclm más complejas como sistemas urbanos regionales o ciudades región cornil» í tuidas por tramas densas pero discontinuas de asentamientos humanoM d» distinta dimensión, incluidas varias grandes metrópolis, articuladme pni densas redes de infraestructuras de vialidad, energéticos, hidráullnmi, transporte y comunicaciones, etcétera, e intensos flujos cotidianos de sonas, mercancías, capitales e informaciones71 (Pradilla, 1998).

Al interior de estas tramas o en la periferia discontinua y fragmentad# i de las grandes metrópolis, quedan atrapadas tierras agrícolas de dial Ii iIm extensión y fertilidad, y productores de diverso peso, incluidos camptiMlp i nos parcelarios o comunidades campesinas o indígenas pobres. I imImn tierras son consideradas por el capital y los gobiernos como reservan | uirti la urbanización, más que como áreas productivas, y están amena/,adán constantemente por los desabolladores inmobiliarios para el fracción»

70 Las cifras presentadas no tienen las mismas bases estadísticas, ni se manejan onu liM I mismos criterios, por lo que no son comparables y hay que tomarlas solamente como Imlli ir j tivas.

71 En México, los ejemplos más importantes de sistemas urbanos regionales son lo# il&| flBajío, Orizaba-Córdoba-Veracruz, o de la costa de Sonora y Sinaloa; y las ciudadtm Idel Centro (formada por las zonas metropolitanas del Valle de México, Cuernavaca, PiliOilHÍ Tlaxcala, Pachuca, Querétaro y Toluca y cientos de asentamientos interiores menormt|( Im 1 del Noreste que se forma desde Saltillo-Ramos Arizpe y Monterrey hasta las ciudaden IiIiih» I cionales de la frontera con Texas, o la que se organiza en torno a Guadalajara.

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mirtilo residencial primario o secundario (fraccionamientos o casas aisla­dos si;mi-rurales de fin de semana), industrial o de servicios; por los go­biernos para la construcción de infraestructura, equipamiento y obra publica urbana; y por los fraccionadores ilegales o los invasores pobres 1 1 rl muios para resolver su necesidad de suelo para autoconstruir. Sus pro- 1 1 M Lirios, muchos de ellos en situación de pobreza, no están en condicio- iint de resistir los efectos de la transformación de las rentas del sueloi umles en urbanas (Jaramillo, 1994).

I .os campesinos pobres atrapados en la trama urbano-regional usan su llura para cultivos de autoconsumo o crianza de animales, como apoyo a ln subsistencia, al tiempo que venden su fuerza de trabajo excedente en el murado laboral urbano, sobre todo en la construcción, en las industrias i|iie se instalan en las periferias metropolitanas, o realizan actividades pre­finas como la venta callejera o la delincuencia. La división del trabajo por• i lades deja en el campo a los hombres y las mujeres de mayor edad. Estosi ampesinos combinan también actividades de subsistencia como la venta de artesanías o la prestación de servicios personales, ambas de baja cali­llad, ligadas a la recreación de fin de semana de los urbanos, enfrentando ni estos campos la competencia desigual con proveedores mercantiles de las ciudades. Estos procesos se repiten en la periferia de casi todas las Minas metropolitanas en expansión o en los intersticios agrarios de los uInternas urbanos regionales o ciudades-región latinoamericanas.

Pero estas áreas agropecuarias, son esenciales para la prestación de mu vicios ambientales (captura de carbono, recarga de los mantos acuífe- ros, preservación de fauna y flora vernáculas, etcétera) y recreativos a la población urbanizada; de otra parte, cuentan con las ventajas comparati­vas de su proximidad a los grandes mercados urbanos de productos agro-I kruanos y servicios recreativos. Sin embargo, son tratados por los gobier­nos de la misma forma y con iguales políticas -cuando existen- que el resto del sector rural nacional, cuya limitación e ineficacia han sido proba­das en las últimas décadas, sobre todo en México72 (Fideicomiso, 2000b).

72 Un ejemplo paradigmático en ambos aspectos, es el de la gran extensión de tierra ruralV la masa de productores rurales atrapadas en los intersticios de la trama urbana dispersa y discontinua de la Ciudad-Región del Centro de México, cuyo núcleo es la Zona Metropolitana drl Valle de México. El mercado urbano de la megalópolis, representado por la población de más altos ingresos del país, era de 26.8 millones en el 2000 y llegaré a 33.4 millones en el ,",(120 [Fideicomiso, 2000a: 31],

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En el campo alejadu territorial, económica y culturalmente de las gran des ciudades, las cosas ocurren de distinta manera. Lo viejo parece mi'm estable, los ritmos de penetración del capital, descomposición de las Im mas campesinas y de cambio social son casi imperceptibles, la estruclum laboral casi no cambia, los hábitos y culturas se mantienen; sin embargo, ln presencia de la radio, quizás la televisión, el automóvil, los productos (li­las transnacionales, o los hábitos culturales y de consumo aportados por Ii m emigrantes temporales a Estados Unidos -en el caso mexicano y centro americano indican que ese mundo rural, aparentemente congelado, tam bién se reinserta en el mundo del capital.

Los pequeños pueblos campesinos, por aislados que estén y pobrut que sean, integran una parte, en muchos casos muy limitada, de su pro ducción al mercado, para adquirir algunos productos manufacturados m cluyendo herramientas para el trabajo,- sufren la penetración de los pro ductos industrializados y sus realizadores comerciales; dejan de producir sus vestidos y utensilios domésticos; y una parte de su población se trann forma en empleados o comerciantes por cuenta propia en sus puebloH 1 1

las ciudades. La integración del territorio mediante las vialidades, el traim porte y las comunicaciones es un factor de esta transformación.

La semiproletarización de la fuerza de trabajo rural, la transformación de sus pueblos, es la expresión de la descomposición del campesinado por el capital y la ciudad capitalista. A pesar de las apariencias, no se trata (li­la formación de una nueva ruralidad, sino de una fase transitoria y unn forma de su desaparición como campesinado.

Indígenas y campesinos en las ciudades

Como es de suponer, la migración de población del campo y las aldeas a las grandes ciudades, o la incorporación de áreas rurales a las ciudades y sis temas urbanos en su proceso de expansión física, a lo largo de más dr

medio siglo ha llevado a éstas a una masa de campesinos e indígenas, en

los países donde esta población es significativa: Perú, Bolivia, Ecuador, Gua témala, México;73 allí, entran a formar parte de las capas más pobres y

73 Se calcula que en la Ciudad de México, Distrito Federal, incluyendo su área rural, ha bitan cerca de 500 mil indígenas, aproximadamente un 5.8 por ciento de su población total Estas proporciones pueden crecer en las ciudades del sureste de México, ubicadas en las zonas de concentración de la población indígena sobreviviente.

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oprimidas de la sociedad urbana, a cuya situación añaden los factores de exclusión derivados de su baja integración a las formas laborales y cultura­les urbanas, y en el caso de los indígenas, de la ausencia o limitado manejo del idioma nacional dominante. Ante las restricciones cuantitativas y cuali­tativas del mercado laboral "formal", se ubican en formas y nichos de tra­bajo precario: trabajo poco calificado en la construcción, servicio doméstico y personal, prostitución, venta callejera, artesanía marginal, o delincuencia incidental u organizada, etcétera. Son los más pobres de los pobres.

La reconstitución en las ciudades de las redes de relación comunitaria y cultural, la formación de barrios o vecindades con población del mismo oi'igen étnico o local [en ciudades de su país o del extranjero como en Es­tados Unidos], facilita su subsistencia y su defensa ante la exclusión y opresión; pero dialécticamente, las focaliza y reproduce. La inserción en el mundo laboral, aun el precario, o de sus hijos en los sistemas educativos básicos, la exposición a las fuerzas de destrucción o hibridación cultural, tarde o temprano producen como efecto la destrucción -no necesariamen­te completa- de sus identidades culturales o étnicas.

Los hijos o nietos de los campesinos o indígenas emigrantes de ayer, con­servan hoy muy poco de su cultura e identidad anterior, han sido absorbidos en gran medida, en situación de explotados, oprimidos y excluidos, por la sociedad urbana capitalista. Sus redes e identidades comunitarias o étnicas ya no son suficientes para garantizar su subsistencia y tienen que actuar en el mundo hostil de la gran metrópoli; al mismo tiempo, su presencia y su prác­tica cotidiana dejan huellas, pues también participan en el proceso de hibrida­ción cultural, aportando elementos del lenguaje, los rituales, los hábitos y los valores de que son portadores, siempre en situación de subordinación.

También en la cultura actúa inexorablemente el proceso continuo y agresivo de modernización capitalista, que coloca a los indígenas y campe­sinos emigrados a las ciudades o absorbidos por éstas, en medio de una dolorosa transición que les quita sus rasgos propios.

La resistencia campesina

El proceso continuo de transformación capitalista del campo latinoame­ricano y mexicano no ha ocurrido, en ningún momento desde principios

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del siglo xx, sin la presencia de movimientos de resistencia campesina e indígena.

La Revolución mexicana fue la precursora, en el siglo xx, ante el tempivi no agravamiento durante el porfíriato de la expropiación violenta de las co inunidades campesinas por los rancheros para formar o ampliar los latifun dios (Gilly, 1971], En la primera mitad del siglo, ocurrieron procesoH revolucionarios en distintos países [Guatemala, El Salvador, Bolivia, sobre todo), que involucraron a campesinos e indígenas. La "violencia" guerrillera en Colombia desde los cuarenta, sin final previsible, se gestó inicialmenie como respuesta a la expropiación de los campesinos por los terratenientes, Los movimientos armados que se generalizaron en la región desde media dos de los años cincuenta, luego de la Revolución cubana, incluyendo a Centroamérica hasta la década pasada, tuvieron como banderas las deman das campesinas e indígenas y como combatientes a sus hombres y mujeres Su debilitamiento y su derrota tuvieron relación con el de esta clase social

Hoy se manifiestan también los movimientos de resistencia campesina, con un componente que aunque presente en el pasado, cobra mucha ma yor relevancia: el de las comunidades indígenas que con su especificidad, son también las más explotadas, oprimidas y excluidas de las comunidades campesinas. Las comunidades indígenas de los Altos de Chiapas y el ezln en México, los indios cocaleros de Perú y Bolivia, las organizaciones indígi; ñas ecuatorianas, se unen al Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, en la

resistencia a la expropiación, la explotación y la opresión capitalista mun dializada [Petras, 2000: cap. II). Sus formas de lucha combinan el ayer y el

hoy: resistencia armada, movimientos cívicos, participación electoral, rei­vindicación de derechos civiles, y uso de los medios de comunicación elec­trónicos como Internet.

Al tiempo que defienden su autonomía y su identidad cultural, exigen formas de gobierno propias -en el caso de las comunidades indígenas-, se oponen a las políticas neoliberales locales y globales que aceleran su em­pobrecimiento y descomposición, combaten a los gobiernos autoritarios, reivindican la atención del Estado capitalista en la dotación de infraestruc­tura y la prestación de servicios públicos, exigen la igualdad de derechos con los demás connacionales y la participación equitativa en la distribución de los beneficios -pocos o muchos- del crecimiento económico de cuyo modelo son contestatarios.

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Reflexión final: la teoría frente

A LOS PROCESOS RURALES ACTUALES

I )e esta sumaria exposición de los procesos seguidos por el campo latino­americano y mexicano, y por sus pobladores, podemos derivar algunas conclusiones preliminares, que son sobre todo interrogantes y líneas de

trabajo.Si queremos entender la situación actual del campo, debemos colocar­

la, tanto en la teoría como en la interpretación concreta, en el curso con-i radictorio, no lineal, de su larga historia (¿el tiempo?) y en sus territorios específicos [¿el espacio?), modelados desde dentro y desde fuera [¿desde lo urbano, desde el exterior?), sobre todo en esta nueva etapa de la mun- dialización capitalista, denominada de globalización.

En los procesos concretos encontramos continuidades y rupturas, expli­cables por la historia entrecortada del desarrollo capitalista en AméricaI .atina y México, las diversas etapas que ha recorrido, y el impacto de cada una sobre el desarrollo capitalista en el campo y la descomposición de las formas precapitalistas de producción agraria y sus culturas propias.

Encontraremos también grandes desigualdades de ritmo, intensidad, tiempo y resultados entre países, entre territorios campesinos interiores, y entre situaciones diversas en relación con las formas urbanas también cam­biantes y desiguales, que dan como resultado muy distintas combinaciones y situaciones estructurales complejas en cada uno de estos ámbitos.

Ninguna experiencia particular, ningún resultado concreto de estudio de caso es generalizable; un rasgo cualquiera de los arrojados por este es­tudio particular sólo alcanzaría el estatuto de universal -en cada uno de los niveles posibles de totalidad concreta- si lo hallamos en todas las situacio­nes particulares, lo cual nos debe llamar a la prudencia sobre las conclu­siones y generalizaciones de nuestra investigación.

Los estudios de caso que abordan un aspecto particular del entramado complejo de relaciones del mundo rural, o un ámbito territorial particular y limitado, y sus resultados, deben colocarse en el campo de sus relacio­nes con el resto de la estructura económica, social, política, territorial y cultural que constituye su entorno -regional, nacional, internacional-, sin tener necesariamente que estudiarlo todo; sólo así podremos plantearnos la posibilidad de analizar su generalidad.

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Tenemos que retomar el hilo de la discusión teórica e interpretativa abandonada con motivo de la llamada crisis de los paradigmas teóricos, en particular del marxismo que fue el que más profundizó en el análisis de la cuestión agraria, para poder salir del estrecho campo del empirismo que hoy domina la investigación en casi todos los ámbitos de las ciencifiH sociales; sólo así podremos saber qué es lo nuevo y dónde se expresa lo viejo, cuáles son las combinaciones, las continuidades y las rupturas reales, y si nos enfrentamos a nuevas estructuras durables o sólo a for mas transicionales; así podremos saber si las propuestas de nuevos conceptos son válidas o útiles, o si los anteriores conceptos siguen man teniendo su validez explicativa, lo que haría innecesario acuñar otros nuevos.

En el conocimiento no hay caminos únicos, ni sencillos, ni verdades absolutas, ni destinos manifiestos; sólo hay la búsqueda de la esencia de los procesos que se oculta tras la apariencia, y que valida socialmente a la ciencia. Este texto sólo pretende llamar la atención a las nuevas generacii > nes de investigadores, en este tema y en otros, sobre la necesidad de vol ver a la teoría, al debate abierto y plural de los conceptos y las interpreia ciones que de ellos se derivan, que son la esencia de nuestro trabajo, de nuestro oficio de investigadores.

La teoría y la investigación tienen también su historia y sus territorios; ignorarlos no los hace desaparecer.

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Capitulo VII

Presente y futuro de las metrópolis de América Latina*Emilio Pradilla Cobos y Lisett Márquez López**

I ln América Latina se han aplicado las políticas neoliberales desde inicios de la década de los años ochenta del siglo xx en forma salvaje, más rápida y profunda que en los países capitalistas hegemónicos donde se gestaron liara tratar de resolver el agotamiento del patrón de acumulación de capital con intervención estatal, evidente desde finales de los años sesenta.

Las explicaciones de la virulencia neoliberal en América Latina, se ubi­caron en: la naturaleza autoritaria de los regímenes políticos, aun de los formalmente democráticos; la desorganización gremial de los trabajadores y otros sectores sociales; la poca capacidad defensiva de los ciudadanos, en muchos casos no constituidos como tales; las limitaciones de los derechos democráticos y sociales conquistados históricamente; y los problemas estructurales de las economías, que hacían -y hacen- más frecuentes y profundas sus crisis periódicas y justificarían acciones radicales de sus burguesías y estados.

El balance de dos o tres décadas de neoliberalismo a ultranza es la­mentable. Las economías latinoamericanas no han logrado una acumula­ción de capital sostenida y ampliada; se han debatido en continuas crisis coyunturales que expresan la de larga duración; en algunos países no se inició la industrialización, y en otros observamos ya un proceso de desin-

* Texto basado en la fusión y actualización de los textos originales "Metrópolis y megalópolis en América Latina”, Diseño y Sociedad, núm. 8/98, otoño, División de Ciencias y Artes para el Di­seño, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, México, D.F., México, y "El futuro de las grandes metrópolis latinoamericanas”, en Raúl Villegas Dávalos [ed.], 2002, ¿Adonde va el mundo?, Fundación Cultural Tercer Milenio, México. Publicado en esta nueva versión, en Gadernos Mn- tropole, núm. 18, diciembre 2007, Río de Janeiro, Brasil.

** Licenciada en Diseño de los Asentamientos Humanos y maestra en Estudios Regiona­les. Asistente de Investigación.

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