Lucas Pérez Diálogo entre Laclau Zizek 2014

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Revista Mexicana de Ciencias Políticas y SocialesUniversidad Nacional Autónoma de México Nueva Época, Año LIX, núm. 221 mayo-agosto de 2014 pp. 121-144ISSN-0185-1918 DEMOCRACIA RADICAL, ENTRE LA CRÍTICA Y EL NIHILISMO 121 Licenciado en Ciencia Política, Universidad Nacional de Villa María, Córdoba, (Argentina). Maestro en Cien- cias Sociales (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, unidad académica México). Candidato a Doctor del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales (flacso-México). Sus líneas de investigación son: el problema de las implicancias ético-políticas en la teoría política posestructuralista y posfundacionalista; historia de la filosofía políti- ca, de los conceptos y los discursos como formas de superar el historicismo. Entre sus últimas publicaciones destacan: “Lo comunitario como respuesta a la crisis moderna (2011-12) y la reseña de libro “América Latina en los albores del siglo XXI” (2013). Correo electrónico: lucas.gascon@flacso.edu.mx Democracia radical, entre la crítica y el nihilismo: un abordaje de la propuesta desde el diálogo entre Ernesto Laclau y Slavoj Žižek Radical Democracy, between Criticism and Nihilism: Approaching the Proposal from the Dialogue between Ernesto Laclau and Slavoj Žižek Perspective Lucas Alberto Gascón Pérez Recibido el 28 de agosto de 2013 Aceptado el 06 de febrero de 2014 RESUMEN Este artículo plantea como hipótesis que la obra de Ernesto Laclau constituye una pro- puesta que pretende ser una crítica en tiempos de crisis a la idea misma de crítica. A lo lar- go de los años, este pensador ha defendido su propuesta de democracia radical ante diferen- tes señalamientos y diatribas. En estas páginas se propone retomar el diálogo entre Laclau y Slavoj Žižek como una de las posibles for- mas de abordar este debate. Dada la dificultad de dar una respuesta taxativa al interrogante principal, se ha planteado la problemática en términos de “riesgos” o “peligros” a los que se acerca la obra de Laclau, procurando evitar afirmaciones definitivas. ABSTRACT is article hypothesizes that the work of Er- nesto Laclau is a proposal that aims to be a review, in times of crisis, to the very idea of cri- ticism. roughout the years, this thinker has defended his proposal for radical democracy to different remarks and rants. In these pages, we propose resuming talks between Laclau and Slavoj Žižek as one of the possible ways to address this debate. Given the difficulty of providing an exhaustive answer to the main question in our debate, we have raised the is- sue in terms of the “risks” or “dangers” that the work of Laclau approaches, while avoiding de- finitive statements.

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crítica de Laclau a Zizek

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  • Revista Mexicana de Ciencias Polticas y Sociales Universidad Nacional Autnoma de MxicoNueva poca, Ao LIX, nm. 221 mayo-agosto de 2014 pp. 121-144 ISSN-0185-1918

    Democracia raDical, entre la crtica y el nihilismo 121

    Licenciado en Ciencia Poltica, Universidad Nacional de Villa Mara, Crdoba, (Argentina). Maestro en Cien-cias Sociales (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, unidad acadmica Mxico). Candidato a Doctor del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales (flacso-Mxico). Sus lneas de investigacin son: el problema de las implicancias tico-polticas en la teora poltica posestructuralista y posfundacionalista; historia de la filosofa polti-ca, de los conceptos y los discursos como formas de superar el historicismo.Entre sus ltimas publicaciones destacan: Lo comunitario como respuesta a la crisis moderna (2011-12) y la resea de libro Amrica Latina en los albores del siglo XXI (2013). Correo electrnico:[email protected]

    Democracia radical, entre la crtica y el nihilismo: un abordaje de la propuesta desde el dilogo

    entre Ernesto Laclau y Slavoj iekRadical Democracy, between Criticism and Nihilism:

    Approaching the Proposal from the Dialogue between Ernesto Laclau and Slavoj iek Perspective

    Lucas Alberto Gascn PrezRecibido el 28 de agosto de 2013

    Aceptado el 06 de febrero de 2014

    RESUMEN

    Este artculo plantea como hiptesis que la obra de Ernesto Laclau constituye una pro-puesta que pretende ser una crtica en tiempos de crisis a la idea misma de crtica. A lo lar-go de los aos, este pensador ha defendido su propuesta de democracia radical ante diferen-tes sealamientos y diatribas. En estas pginas se propone retomar el dilogo entre Laclau y Slavoj iek como una de las posibles for-mas de abordar este debate. Dada la dificultad de dar una respuesta taxativa al interrogante principal, se ha planteado la problemtica en trminos de riesgos o peligros a los que se acerca la obra de Laclau, procurando evitar afirmaciones definitivas.

    ABSTRACT

    This article hypothesizes that the work of Er-nesto Laclau is a proposal that aims to be a review, in times of crisis, to the very idea of cri-ticism. Throughout the years, this thinker has defended his proposal for radical democracy to different remarks and rants. In these pages, we propose resuming talks between Laclau and Slavoj iek as one of the possible ways to address this debate. Given the difficulty of providing an exhaustive answer to the main question in our debate, we have raised the is-sue in terms of the risks or dangers that the work of Laclau approaches, while avoiding de-finitive statements.

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    Palabras clave: democracia radical; nihilismo; filosofa de la historia; diferencia ontolgica; crtica; historicismo.

    Keywords: radical democracy; nihilism, phi-losophy of history; ontological difference; criticism; historicism.

    Introduccin

    En el ensayo Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro tiempo, Ernesto Laclau co-mienza su anlisis afirmando que la crisis de la razn que caracteriza el clima intelectual de nuestra poca, no necesariamente debe desembocar en un atrincheramiento de la misma (alternativa que no constituira una verdadera superacin de la nocin tradicional de crtica), ni tampoco en un va nihilista que suponga el abandono de todo proyecto emancipatorio (Laclau, 1993: 19-20). Segn el autor, esta poca de crisis abre posibilidades inditas para una crtica radical de toda forma de dominacin (Ibd., 1993: 20). Democracia radical (dr), es el nombre de este proyecto tico-poltico, caracterizado por evitar tanto las formas apriorsticas de la emancipacin tradicional, as tambin como la contrapartida de stas, a saber, aquellas concepciones particularistas y relativistas. Es decir, la propuesta de Laclau intenta ser una cr-tica que no incurra en el marco lgico de la crtica tradicional, a la vez que esta demarcacin no se desdibuje en el nihilismo. En estricto sentido, desde el punto de vista de la crtica clsica, todo intento de crtica que evada el marco lgico que aquella propone, no es realmente una crtica sino una forma de nihilismo.1 Desafiando esta disyuntiva, Laclau intenta realizar una crtica en un tiempo en que la idea misma de crtica ha entrado en crisis, y donde la poltica ha perdido todo fundamento o certeza (Palti, 2005: 19-21). En este sentido, Laclau sostiene:

    Quiz lo que est surgiendo como posibilidad en nuestra experiencia poltica es algo radicalmente diferente de aquello que los propios posmodernos del fin de la poltica anuncian: la llegada a una era totalmente poltica, dado que la disolucin de las marcas de la certeza quita al juego poltico todo tipo de terreno apriorstico sobre el cual asentarse, pero, por eso mismo, crean la posibilidad poltica de redefinir constantemente ese terreno (Laclau, 2005: 275-276).

    Hegemona y estrategia socialista (hes) [1985], escrita conjuntamente con Chantal Mouffe y quiz la obra de mayor impacto de ambos autores, sienta gran parte de las bases del pro-

    1 En trminos generales, el criticismo tradicional refiere a lo que en otros lugares se ha denominado fundacionalis-mo, y el nihilismo, al antifundacionalismo. Segn Oliver Marchart, los trminos del debate estn sobredeterminados por el mismo fundacionalismo en la medida que se necesita, en primera instancia, postular la existencia de ar-gumentos fundacionalistas para que luego pueda abrirse la crtica antifundacionalista de una manera derivada (Marchart, 2009: 26-28). Como veremos a lo largo de este trabajo, en especial en lo referente a la diferencia ontolgica, la obra de Laclau intenta moverse fuera del marco disyuntivo en que la problemtica ha sido planteada.

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    yecto intelectual de Laclau, las cuales ir profundizando, enriqueciendo y precisando en sus escritos posteriores. En este sentido, dicha obra expone la mayora de los tpicos y nociones centrales de su propuesta de dr. Escrita en un contexto de fuerte expansin del imaginario democrtico en detrimento de las dictaduras europeas y latinoamericanas, hes expona una fuerte crtica al criticismo tradicional, ya sea que ste se defina en trminos de la cr-tica ilustrada al apoyarse en fundamentos como razn, verdad, o ya sea que esta crtica se apoye en escatologas secularizadas (en particular la filosofa de la historia presente en el marxismo) (Koselleck, 2007). Si bien no forma parte estrictamente de lo que aqu se ha definido como crtica tradicional, en esta investigacin aadiremos a este bando una tra-dicin de pensamiento que compartira, desde la perspectiva de Laclau, una cierta similitud con la crtica clsica, en la medida en que en todas ellas se intenta, de diferentes maneras, fijar la indeterminacin que habra abierto la revolucin democrtica de las ltimas dca-das de los siglos XVIII y XX. Nos estamos refiriendo a una tradicin que, sin ir ms lejos, recupera algunos elementos del orden del antiguo rgimen, oponindose as a la tradicin democrtica-popular en la que se inscribe Laclau. Si bien este nuevo oponente no nece-sariamente intenta recuperar los privilegios de los estamentos tradicionalistas del orden fijo del antiguo rgimen, tematiza una figura histrica que explica su impronta fuertemente estatalista, la monarqua absoluta. Al postular un punto de adscripcin trascendente a los distintos partidismos religiosos, morales, etc., desde el cual emana la decisin, esta tradicin conservadora todava se apoya en ciertos criterios de legitimidad consistentes en la procuracin del orden, la estabilidad y la paz (S. Weber, 1999: 18; Koselleck, 2007: 33-34).

    Al pretender desempear una crtica no habilitada en certezas apriorsticas, la dr debe ser capaz de sostener un proyecto poltico que no se desdibuje en lo que aqu se ha deno-minado, de modo general, nihilismo, sin reinscribir su crtica en el marco tradicional. En este trabajo, nihilismo no significa estrictamente negacin de la vida o amor por la des-truccin, sino que est compuesto de dos acepciones. Por un lado, una aproximadamente historicista en su variante relativista, la cual defiende un cierre comunitario de sentido ante la imposibilidad de encontrar criterios incondicionales que habiliten la accin. Por otro lado, un contenido ms bien liberal, asociado a una cierta actitud egosta y de defensa de los intereses particulares de un individuo o clase. Concretamente, esta segunda acepcin puede desdoblarse en dos: por un lado, una postura despolitizante de cierre sobre la propia identidad y, por otro lado, una posicin que, siendo igualmente egosta, defiende desver-gonzada y explcitamente su punto de vista aun siendo consciente de ello (el lado cnico del nihilismo liberal).

    Al ser sntoma y factor de la paulatina cada de dictaduras, ya sean de derecha como de izquierda, el enjuiciamiento del bando de la crtica tradicional en hes, tiene ms peso que sus intentos por evitar el nihilismo en esta obra. Pese a que en ella existen pasajes en contra del nihilismo, ya sea en trminos de una crtica a la hegemona liberal o neoconserva-

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    dora (Laclau y Mouffe, 2004: 214-218, 222-223), o en trminos de evitar incurrir en la contingencia radical o abierta (principalmente a travs de la categora de articulacin) (Ibd,. 2004: 125, 132), dicha obra pareciera estar orientada, principalmente, en contra del criticismo tradicional (a travs de categoras como discurso, posiciones de sujeto, antagonismo, etc.). Es por ello que los primeros sealamientos crticos a la obra estaran dirigidos hacia el posible deslizamiento de la dr hacia el nihilismo al descuidar la crtica hacia este ltimo bando. Ante esto, en sus escritos posteriores, Laclau fue realizando una serie de incorporaciones, variaciones y abandonos categoriales, como as tambin nuevas enfatizaciones y reescrituras (Arditi, 2010b: 491) de nociones anteriores, orientadas a evitar el deslizamiento nihilista. Tambin, en el marco de esta tarea reelaborativa de di-ferenciacin del nihilismo, por momentos Laclau pareciera ubicarse irnicamente muy cerca del bando criticista.

    Al asociar el rasgo historicista del nihilismo con el problema de la autocontradiccin performativa o la paradoja de la contingencia necesaria en la propuesta de Laclau, y el rasgo liberal del nihilismo con el riesgo individualista o cnico de su obra, en la siguiente seccin de este trabajo se comienza exponiendo las discusiones en torno a estos dos n-cleos problemticos nihilistas, para luego proceder a ver -a travs de las mismas respuestas y variaciones que Laclau realiza (ante el peligro nihilista)-, de qu manera corre el riesgo de reinscribir su crtica en el fundacionalismo. El lector podr advertir que en todos los sealamientos crticos hacia la obra de Laclau, se encuentra Slavoj iek. Adems de la hi-ptesis principal (referida a que la dr intenta ser una propuesta que no se deslice hacia los dos bandos sealados), en este trabajo se conjetura que iek ha sido uno de los principales interlocutores de toda la obra de Laclau, la cual ha demostrado ser particularmente sen-sible a los sealamientos del pensador esloveno. Es por ello que, a lo largo de este trabajo, se tratar de plantear la problemtica en trminos secuenciales para dar cuenta de dicho dilogo. En la siguiente seccin se aborda la discusin desde el punto de vista del riesgo nihilista en la obra de Laclau. En la penltima seccin se observa cmo a travs de las res-puestas de Laclau existira un riego de reinscripcin de la crtica en su marco tradicional. A pesar de las dificultades de resolucin que, en ltima instancia, esta discusin implica, en las conclusiones se tratar de avanzar en algunas afirmaciones que pareceran tener cierto grado de verosimilitud.

    Acerca del riesgo nihilista de la dr.La dr y su falta de radicalidad: el riesgo nihilista en su faceta individualista/cnica

    En octubre de 1987, Ernesto Laclau y Slavoj iek se renen en Ljbljana (Eslovenia), en ocasin de una conferencia dedicada, en parte, a la discusin de hes. Afines en sus crticas

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    a los regmenes dictatoriales y en sus intentos por superar el marco tradicional de la teora poltica, en este encuentro los autores abren un dilogo cuyo nivel de crtica variar a lo largo del tiempo. En esta conferencia, iek presenta un escrito que aproximadamente tres aos ms tarde aparecer publicado en: Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro tiempo (nrrnt) [1990], Ms all del anlisis del discurso, el cual podra describirse como una apologa crtica de hes. All, el autor lleva a cabo afirmaciones tan singulares como que esa obra representa, quizs, el avance ms radical en la teora social moderna, tambin, que el principal logro de Hegemona, el logro por el cual este libro lejos de ser una ms en la serie de obras pos (posmarxistas, posestructuralistas, etc.)- ocupa en relacin con esta serie una posicin de extimit, es que, quiz por primera vez, l articula los contornos de un proyecto poltico basado en una tica de lo real (iek, 1993: 257 y 266). No obstante, en ese escrito iek ya insinuaba el posible dficit normativo y el riesgo despolitizante en que podra incurrir la propuesta de Laclau y Mouffe por el fuerte peso que en ella todava tena el estructuralismo. Los sealamientos de iek iban dirigidos principalmente hacia la nocin de posicin de sujeto a travs de la cual el autor tambin deca algo con relacin a la nocin de antagonismo.

    Si bien hes ya abarcaba categoras provenientes del psicoanlisis -sutura, sobrede-terminacin, exceso, point de capiton, etc.- (Laclau y Mouffe, 2004: 77, 134 y 151-152), su anlisis terminaba resolvindose por la nocin estructuralista de posiciones de sujeto. En el artculo en cuestin, iek ataca la adopcin de esta categora, la cual implicara un retroceso respecto al acercamiento sobre el sujeto que Laclau haba elaborado en Pol-tica e Ideologa en la Teora Marxista [1977] (iek, 1993: 258). Segn iek, la posicin de sujeto sera, todava, una posicin de interpelacin simblica, es decir, una posicin ideolgica que impide detectar al sujeto como ncleo traumtico que excede a esa sim-bolizacin (Ibd., 1993: 259). Las intuiciones a las que Laclau y Mouffe haban llegado sobre esta nocin en hes se vean limitadas por la categora de posicin de sujeto (que impide ver al antagonismo en su dimensin radical o pura como una externalizacin de la falta constitutiva e intrnseca del propio sujeto (Ibd., 1993: 259-261). Es decir, el antagonismo no aparece en la relacionalidad de las posiciones de sujeto, sino que era slo la proyeccin de la inmanente imposibilidad del propio sujeto.

    Si a estas categoras -posiciones de sujeto y antagonismo-, aadimos otra que ocupa un lugar igualmente importante en hes como la nocin de discurso, obtenemos tres problemticas que podramos describir como tpicos que nos permitirn observar las variaciones categoriales de Laclau respecto a esas crticas. Con fines expositivos, lla-maremos a estos tpicos problemtica del sujeto, antagonismo y crtica a la crtica de la ideologa. Al menos en las tres se encuentra una fuerte crtica al criticismo tradicional y, por ello, todas pueden concebirse como pequeos escenarios donde se juega el riesgo nihilista en la obra de Laclau.

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    Tanto el Prefacio a El sublime objeto de la ideologa [1989], como los escritos ori-ginalmente publicados en nrrnt, constituyen lugares privilegiados donde encontrar las repercusiones de los sealamientos de iek. En el segundo texto Laclau reconoce explci-tamente el impacto de las sugerencias de iek en su obra, principalmente en lo referente a la problemtica del sujeto (Laclau, 1993: 16). En relacin a este tpico, el cambio se dirige a la elaboracin de una concepcin de sujeto ms radical, ms independiente de la fascina-cin simblica de la estructura; en otras palabras, una nocin de sujeto subversiva. Es de esta manera que se relega la nocin de posiciones de sujeto, por la concepcin lacaniana del sujeto como falta o ausencia. Ahora la posicin de sujeto es una respuesta o, en todo caso, una reduccin o reabsorcin del sujeto como falta originaria, al campo simblico (de la objetividad) (Ibd., 1993: 77).

    La transformacin elaborada por Laclau en lo referente a la problemtica del antago-nismo no es tan clara como la anterior y merece un tratamiento ms detenido. Ante las ambigedades presentes en el nuevo tratamiento que de esta nocin se hace en nrrnt, nuestra interpretacin consiste en atribuir el mismo sentido del cambio observado en la cuestin del sujeto a la del antagonismo. As, se tratara de desestabilizar el propio terreno en el que se produce el libre juego de la articulacin entre identidades diferenciales que podra conducir a la indiferencia (neutralizacin de la poltica) (Ibd., 1993: 66). De esta manera, el antagonismo se desdobla en dos niveles, uno de base, algunas veces denominado por el autor como ontolgico, al que perteneceran las categoras complementarias de disloca-cin y exterior constitutivo; y otro secundario, al que pertenecera la nocin particular de antagonismo, el cual constituira una respuesta simblica a aquella dislocacin estructural. En este sentido, Glynos y Stavrakakis afirman:

    Aunque en Hegemona () Laclau y Mouffe rechazan explcitamente la distincin entre prc-ticas discursivas y no discursivas, no se ocupan de la dialctica entre campo de la discursividad y su xtimo real per ser. En Emancipacin y diferencia, sin embargo, podra decirse que Laclau hace justamente eso. Su artculo sobre los significantes vacos, por ejemplo, no deja dudas sobre el cambio de nfasis que comenz con Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro tiempo en 1990. El nfasis se traslada de la significacin y la articulacin discursiva a los lmites de la significacin. Si bien la categora de antagonismo fue concebida como un lmite de la objetividad en Hegemona, () Nuevas reflexiones () ya concibe al antagonismo como una articulacin dis-cursiva. Nuevas reflexiones introdujo la categora de dislocacin como remedio y podra decirse que el artculo de Laclau sobre los significantes vacos, en cierto modo, formaliza esa operacin (Glynos y Stavrakakis, 2008: 254).

    As, la nueva concepcin de antagonismo constituye ya una organizacin discursiva particu-lar ante el carcter estructuralmente dislocado de lo social. Laclau afirma que la respuesta

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    a la dislocacin de la estructura ser la recomposicin de la misma por parte de diversas fuerzas antagnicas (Laclau, 1993: 57). La disociacin de lo que antes se entenda por an-tagonismo ubica a la dislocacin y al exterior constitutivo en un nivel ontolgicamente primario de constitucin de lo social en el que cada una de esas categoras es correlativa de la otra (Ibd., 1993: 61). Es este exterior constitutivo una diferencia no simbolizable que bloquea las posiciones diferenciales al interior del sistema.

    Respecto al tpico de crtica a la crtica de la ideologa, podemos visualizar las variacio-nes categoriales en otro texto de Laclau, Muerte y resurreccin de la teora de la ideologa [1996]. Laclau comienza este ensayo refiriendo a la crtica de la nocin tradicional de ideo-loga realizada por iek unos aos antes. De manera similar a como lo haba hecho en hes, aqu Laclau retoma la idea de que los puntos extra-discursivos o extra-polticos -los cuales posibilitaban pensar la distorsin ideolgica o falsa conciencia en la crtica de la ideolo-ga marxista- ya son ideolgicos; es decir, ya forman parte de un discurso que al interior distingue entre niveles ideolgicos y no ideolgicos (Laclau, 1998: 76-77). Este proceso de redescripcin ideolgico-discursiva de lo que antes se consideraba extradiscursivo, torn a la nocin tradicional de ideologa, tal como la haba utilizado el marxismo, ubicua y ambigua:

    Esto condujo a una inflacin del concepto de ideologa, referida al principio de este ensayo, y final-mente a su abandono, cuando se percibi que haba perdido todo valor analtico. Otros trminos, tales como discurso, eran menos ambiguos y mejor adaptados para expresar una concepcin del vnculo social que trascenda al objetivismo y tambin al naturalismo (Ibd., 1998: 96-97).

    No obstante, Laclau pone otro nfasis a su crtica de la crtica de la ideologa. Para l, aquella crtica no puede desembocar en un puro estructuralismo discursivo, ya que esto significara transferir la nocin de una totalidad positiva, de un terreno extra-discursivo a la plu-ralidad del campo discursivo (Ibd., 1998: 77). Estas nuevas motivaciones de su crtica, le permiten no abandonar en su totalidad la categora de ideologa. Ahora, la ideologa -en tanto equivalente a la constitucin de todo orden simblico- se vuelve constitutiva, es decir, deviene una dimensin indispensable de toda representacin social (Ibd., 1998: 80-81). Las categoras de distorsin, enmascaramiento, falsa representacin, falsa conciencia, etc., pueden ser ahora explicadas en referencia a un punto extra-ideolgico que, al posibilitar-las y, a su vez subvertirlas, explica el cierre ilusorio, ficticio (ideolgico) de toda identidad y horizonte social (Ibd., 1998: 80-ss). As, el juego ideolgico es, para Laclau, el juego de la equivalencia en que un significante particular encarna la totalidad de la sociedad.

    Este matiz de la crtica a la crtica de la ideologa en Laclau, estara orientada a atenuar la crtica realizada en hes. Ante los sealamientos de iek y en un contexto de creciente dispersin y fragmentacin de las identidades polticas en muchos pases occidentales du-rante la dcada del noventa, pareciera ser que Laclau necesitaba realizar algunas concesiones

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    a la nocin tradicional de ideologa. De ah que intente oponerse a aquellos pensadores que postulan el fin de la ideologa (Ibd., 1998: 98). No obstante, si la crtica a la crtica de la ideologa se sigue manteniendo de una manera casi idntica, se abre aqu la pregunta acerca del carcter de estas concesiones; es decir, si ellas realmente constituyen una recuperacin de algunos significados presentes en la nocin tradicional de ideologa, o si siguen siendo una absorcin discursiva dirigida al abandono de esta nocin guiadas por un recurso re-trico por parte de autor.

    En coherencia con las insinuaciones realizadas ms de una dcada atrs, tanto en El espinoso sujeto como en Contingencia, hegemona y universalidad (chu), iek enfatiza su crtica a Laclau en un tono en el que ya no se remarcan las afinidades entre ambos. De acuerdo con la propia declaracin de iek, uno de los objetivos de El espinoso sujeto es confrontar su propia propuesta con la de un grupo de pensadores con los que pareciera haber ciertas afinidades: Rancire, Laclau y Badiou (iek, 2001: 11). Una de las principa-les similitudes que iek encuentra entre ellos est la negacin que todos realizan de su pasado althusseriano. En el caso de Laclau, esta negacin puede observarse en el paso de Poltica e Ideologa en la Teora Marxista hacia hes (iek, 2011a: 137-138). Aqu, iek reitera la crtica realizada en 1987 acerca de que la transicin entre ambas obras constituye un retroceso posmoderno al perderse la nocin de interpelacin althusseriana a favor de la categora de posiciones de sujeto (iek, 1993: 258-259). De manera similar, en chu iek prosigue este sealamiento de una manera ms explcita. El autor extiende la lista de pensadores equivalentes a Laclau con Derrida, Rorty y Habermas, y sostiene que, a pesar de sus diferencias, comparten un reverso silenciado consistente en la exclusin del antago-nismo de clase como lucha verdaderamente radical (iek, 2011a: 139). As, iek escribe:

    La poltica posmoderna definitivamente tiene el gran mrito de que repolitiza una serie de mbitos antes considerados apolticos o privados; lo cierto es, sin embargo, que de hecho no repolitiza el capitalismo, porque la misma nocin y forma de lo poltico dentro de la cual opera est fundada en la despolitizacin de la economa. Si jugamos el juego posmoderno de la plura-lidad de subjetivaciones polticas, es formalmente necesario que no hagamos ciertas preguntas (sobre cmo subvertir el capitalismo como tal, sobre los lmites constitutivos de la democracia poltica y /o el Estado democrtico en tanto tales). De modo que, de nuevo, a propsito del obvio contraargumento de Laclau de que lo Poltico, para l, no es un mbito social especfico sino el conjunto mismo de decisiones contingentes que fundan lo Social, yo respondera que la emergencia posmoderna de nuevas subjetividades polticas mltiples no alcanza por cierto este nivel radical del acto poltico propiamente dicho (Ibd., 2011a: 105-106).

    Si, como sostiene iek, la th todava se mueve dentro de una fijacin apriorstica que ex-cluye la lucha de clases o, en todo caso la nivela, se deduce que dicha teora es una nueva

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    reconfiguracin pluralista liberal. En uno de los ltimos prrafos de iek en chu, el autor expresa atenuadamente esta postura: Yo sostengo que la democracia radical de Laclau y Mouffe se acerca demasiado a meramente radicalizar este imaginario democrtico liberal y permanece dentro de su horizonte (iek, 2011b: 326).

    Segn iek, la th en tanto variante de la tradicin democrtica, est basada en un gesto estrictamente poltico que tiende a ser ocluido. Este exceso reprimido y silenciado es la lucha de clases frente al sistema capitalista. El repliegue de la poltica al libre movimiento de demandas (contingencia), sera una forma de desplazamiento ideolgico en el que se ocluye la verdadera lucha (de clases) (iek, 2011a: 103-104). La hegemona est barrada por un ncleo traumtico que impide su plena realizacin como ideal de la democracia; como tal, tiene una garanta ideolgica, se constituye sobre acciones sedimentadas o na-turalizadas (Ibd., 2011a: 108-109). Segn iek, Laclau estara movindose dentro del horizonte de pensamiento liberal capitalista al dar prioridad al polo de la contingencia, con lo que se hace necesario historizar el mismo historicismo, es decir, dar relieve al momento de decisin de la represin primordial que hace posible el campo de batalla de la hege-mona (Ibd., 2011a: 114-119).2

    De todos los movimientos categoriales que pueden observarse en La razn populista (lrp) -que incluye un nmero considerable de nuevos nombres en trminos de nuevas ex-plicaciones de conceptos anteriores: afecto, jouissance, la dicotoma plebs-populus, etc.-,3 cuatro son las modificaciones que parecen operar como respuesta a las crticas de iek (o de ndole similar): las nociones de heterogeneidad y objet petit a, el alejamiento de un pensador que hasta entonces haba sido una especie de aliado en la defensa de la dr (Claude Lefort), y una diferente interpretacin de la sinonimia entre lo poltico y el populismo. De estas cuatro variaciones, las dos primeras estn orientadas a responder explcitamente a iek en el apartado del mismo libro, titulado iek: esperando a los marcianos. Si bien las dos segundas no estn dirigidas contra el autor esloveno, pueden ser tomadas como otros intentos de evadir el riesgo nihilista en su faceta liberal.

    2 Una crtica similar, aunque desde una perspectiva schmittiana, realiza Jorge Dotti a la th en trminos de una mala recepcin que Laclau y Mouffe realizan de la obra de Schmitt. Segn Dotti, La th, en tanto ontologa de lo poltico, no slo constituira una contradiccin en s misma -en la medida en que sera una ontologa existencial o pensamiento necesario de lo contingente- sino, ms bien, hara referencia a un momento de normalizacin o naturalizacin ya sea cientificista o moralista, caracterstico de un orden funcional, despolitizado, algortmico y sistematizado, al cual, en todo caso la teologa poltica subvierte o posibilita (Dotti, 2004: 505). Desde esta perspec-tiva, la indecidibilidad ontolgica por la que aboga la th tiene sentido slo como concrecin o cumplimiento de una funcin absolutamente necesaria, respecto de la cual lo nico indeterminable a priori es qu particular concreto nico, diferente, -entre todos los candidatos posibles- la cumplir; no obstante, el mismo sistema no es sometido a la indecidibilidad (Ibd., 2004: 494).3 Para una clara explicacin de cmo el nuevo aparato conceptual que Laclau ofrece en La razn populista (en particular la sinonimia entre la poltica, la hegemona y el populismo) constituye una reescritura de nociones y categoras anteriormente elaborados por el propio autor, vase: Arditi (2010b).

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    Sin constituir un trabajo menos complejo o importante en relacin a los restantes de su propia autora, lrp desarrolla e ilustra, en trminos generales, nociones elaboradas en anteriores trabajos del autor.4 Si bien ahora el objeto central es el populismo, ste ocupa el mismo lugar que antes haba ocupado la nocin de hegemona. Los nuevos nombres cate-goriales que ahora aparecen, son ms bien otros modos de explicar nociones ya expuestas. Esto ocurre, por ejemplo, con las categoras de heterogeneidad y objet petit a. Respecto a la primera, Laclau sostiene que constituye la nocin ms importante de su enfoque del populismo, y, a continuacin sostiene:

    () la heterogeneidad no significa pura pluralidad o multiplicidad, ya que esta ltima es compa-tible con la completa positividad de sus elementos constitutivos. Uno de los rasgos definitorios de la heterogeneidad, en el sentido en que la concebimos, en una dimensin de ser deficiente o unicidad fallida (Laclau, 2005: 277).

    Es decir, la heterogeneidad ocupa el mismo lugar que antes tenan las categoras de disloca-cin y exterior constitutivo, en el sentido de que no es posible postular una homogeneidad totalmente reconciliada, ya sea a nivel de la sociedad como a nivel de las demandas/identi-dades particulares, como lo hace el liberalismo/pluralismo. A partir de esta nocin, Laclau ubica la postura de iek en un modo de pensar similar al de la Segunda Internacional, que no ha incorporado las innovaciones conceptuales de la obra de Gramsci (Ibd., 2005: 193 y 293). El centro de la crtica se encuentra en la negacin que iek hace de la especificidad de la lucha poltica, es decir, del antagonismo. Al reducir el conflicto a un antagonismo en-tre dos posiciones de sujeto irreductibles (proletario-capitalista), determinadas en ltima instancia por la esfera econmica, la propuesta de iek (segn Laclau), no capta la ver-dadera radicalidad del antagonismo (heterogeneidad social) y, por lo tanto, tampoco es capaz de constituirse en una propuesta verdaderamente emancipatoria. Esto ocurre, se-gn Laclau, porque iek postula la determinacin en ltima instancia de la econmica (como lo hace iek) y le asigna un cierto estatus social prototrascendental (iek citado por Laclau, 2005: 194).

    En una direccin similar opera la nocin de objet petit a. Ella es trada a colacin por Laclau para responder al perfil cnico que iek haba encontrado en la th desde que el libre juego entre lo universal y lo particular supone que los sujetos son conscientes de que la universalidad alcanzada es una particularidad hegemonizada (iek, 2011a: 98). Frente a

    4 Para profundizar en las respuestas de Laclau, se puede remitir a las mismas argumentaciones que el autor da en chu, obra que est estructurada como un dilogo entre Butler, Laclau y iek. Por razones de espacio y debido a que este tipo de argumentaciones estn en sintona con las dadas en lrp, se ha omitido exponerlas. De aquella obra, slo relevaremos las respuestas de Laclau ante las acusaciones sobre el carcter paradojal de su teora, expuestas en el siguiente apartado.

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    esto, Laclau se ve sorprendido de cmo un pensador lacaniano como iek no comprenda la lgica del objeto a, la cual, es idntica a la lgica de la hegemona; y siga pensando en trminos de la dicotoma absoluta entre parcialidad y totalidad (Laclau, 2005: 289-291). Segn este autor, el hecho de que slo sean posibles universalidades parciales, no implica que ellas se experimenten unvocamente como parcialidades siempre incapaces de alcanzar una universalidad noumnica. Diferencindose de la concepcin kantiana, Laclau afirma que la hegemonizacin de una particularidad implica elevar un objeto a la dignidad de la cosa, es decir, dar existencia, aunque provisoria, a esa universalidad; con lo cual todo pro-ceso de hegemonizacin se experimentara como una lucha por la verdadera universalidad (Ibd., 2005: 292).

    Adicionalmente, en la obra en cuestin, Laclau hace explcito su distanciamiento de un autor respecto al que haba sido una especie de aliado a la hora de defender un proyecto democrtico socialista que no sea, en ltima instancia, pluralista liberal: Claude Lefort. Si bien Laclau reconoce la deuda intelectual que en ciertos aspectos la th mantiene con la obra de Lefort, lo que ahora predomina es su alejamiento. Las afinidades entre ambos autores haban sido posibles por sus similares perspectivas de la revolucin democrtica. Los dos autores ven en esta revolucin un referente histrico que tematiza, a nivel terico y tico-poltico, una concepcin democrtica no basada en fundamentos o certezas apriors-ticas. Pero ahora, motivado por la reelaboracin de su enfoque sobre el populismo, Laclau ve en la perspectiva de Lefort un riesgo pluralista liberal. En otras palabras, segn Laclau, Lefort slo percibe la cuestin de la democracia como ligada al marco simblico liberal, identificando implcitamente la democracia con la democracia liberal (Ibd., 2005: 211). La descripcin lefortiana de la democracia como el marco simblico que permite el vaciamiento del lugar del poder corre el riesgo, segn Laclau, de sucumbir ante la fragmentacin y la dispersin individualista del liberalismo. Para este ltimo, la vacuidad debe ser entendida de otra manera, es decir, en trminos de significantes tendencialmente vacos a travs de los cuales se hace posible la unificacin de las identidades mediante la elevacin hegemnica de una de ellas (Ibd., 2005: 210). Segn Laclau, esto sera interpretado por Lefort como un modo totalitario de llenado de esa vacuidad, en la medida que procura, desde el vrtice social (los dictados del lder populista), la unidad sin fisura de la sociedad (Ibd., 2005: 209). Pero, para Laclau, esta atribucin totalitaria al populismo, no es necesaria. Segn este autor, el autoritarismo no sera un rasgo esencial del populismo en tanto que este supone irrupciones y cambios profundamente democrticos.

    Por ltimo, el autor da otra explicacin al problema de la sinonimia entre lo poltico y el populismo. Como veremos en el siguiente apartado, en la th la hegemona oscila entre un registro ontolgico y un registro ntico. En lrp, el populismo experimenta los mismos deslizamientos. No obstante, es la acepcin ontolgica del populismo (o la hegemona) la que habilita (en la medida en que la ontologizacin supone una normalizacin del terreno

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    poltico que oclua el momento de excepcin) la crtica acerca de que dicha teora se desdi-buja en orden diferencial liberal. Frente a esto, Laclau seala (no sin conflictos con sus otras interpretaciones) otra interpretacin de la sinonimia. La identificacin total del populismo con lo poltico no es explicada en un sentido de generalidad, sino como momento especfico, referido a una instancia concreta y particular; opuesta a las formas institucionalistas de la poltica que implican la muerte de la poltica (Laclau, 2005: 195). El nombre de Carl Sch-mitt resuena en esta oposicin. Las formas institucionalistas (liberales) de la poltica seran apolticas y perteneceran al mbito de la normalidad jurdica o, en todo caso, de la tica o econmica. Ntese que aqu estamos hablando de un tipo de especificidad diferente a la vista en la primera interpretacin, donde ella implicaba un caso particular de una genera-lidad ms abarcativa. Ahora, esta especificidad es singular, excepcional, no abarcada por la generalidad, sino a la cual ms bien irrumpe.

    Sobre el carcter aportico de la th: el riesgo nihilista en su faceta historicista/relativista

    La otra cara de lo que aqu hemos denominado nihilismo refiere al historicismo radical y al problema del relativismo que ste trae aparejado. Este problema se expresa en la th en la autocontradiccin performativa o la paradoja de la contingencia necesaria en que ella pareciera incurrir en la medida que conjuga enunciados referidos a la radica-lizacin de la contingencia, con enunciados consistentes con un determinado proyecto poltico (dr), habilitados por criterios que en principio deberan ser no contingentes. La crtica de iek en relacin con esta dificultad, aparece de una manera explcita en El espinoso sujeto:

    Esta tensin era ya claramente discernible en la obra de Michel Foucault, punto de referencia de casi toda esta corriente de pensamiento: Foucault presenta su concepcin del poder como una herramienta neutral que describe el modo como funciona todo campo de las estructuras de poder existentes y las resistencias a ellas. A Foucault le gustaba presentarse como un positivista distanciado, libre de los mecanismos comunes que subyacen tras la actividad de los agentes polticos apasionadamente resistentes; por otro lado, es inevitable la impresin de que Foucault estaba de algn modo apasionadamente del lado de los oprimidos () En un nivel diferente, no encontramos la misma tensin en Laclau? La concepcin de la hegemona que tiene Laclau describe el mecanismo universal del cemento ideolgico que unifica a todo cuerpo social; esa concepcin permite analizar todos los rdenes sociopolticos posibles, desde el fascismo hasta la democracia liberal, pero, por otro lado, Laclau propugna una determinada opcin poltica, la democracia radical (iek, 2001: 186).

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    La paradoja que iek visualiza consiste en sealar que ella oscila entre dos registros, un ontolgico y otro tico-poltico (dr). Qu significa que la th se desempee en un nivel ontolgico? En la obra de Laclau, tanto el discurso como lo poltico experimentan un pro-ceso de ontologizacin, es decir, pasan a ser un rasgo central de la constitucin de lo social. Ya en hes se expone sistemticamente esta radicalizacin del discurso y la poltica, princi-palmente a travs de las categoras de contingencia radical, antagonismo y discurso. Gran parte de la deconstruccin del marxismo que los autores desarrollan en esta obra, se realiza en trminos de una crtica a todo supuesto metafsico y a la referencialidad del lenguaje, lo cual supona una radicalizacin del discurso y, tambin, dada la imposibilidad de que los procesos polticos se desarrollaran a travs de referentes positivos trascendentales, una radi-calizacin de lo poltico. Con este proceso, la hegemona pasa a ser sinnimo de lo poltico y, dado que lo poltico ha pasado a ser una caracterstica ontolgica de toda sociedad, la hegemona tambin deviene en una de sus caractersticas constitutivas, ya sea contempor-nea, pasada o futura. Si la hegemona o lo poltico pasan a ser las propiedades centrales de la realidad social, o -en todo caso- las caractersticas esenciales bajo las cuales lo social puede ser inteligible, la th adquiere un estatus ontolgico que se conjuga con otro tipo de enunciados presentes en el mismo enfoque. En este trabajo, se llama a este discurso -que se entrelaza tcitamente con otro, como el tico-poltico-, dimensin ontolgica de la teora.

    Por su parte, el discurso tico-poltico refiere al impacto poltico de la th. Esta otra dimensin es ms bien prospectiva antes que descriptiva, y refiere a las consecuencias pol-ticas que la th (o debera implicarlas). En todo caso, este discurso remite al objeto histrico poltico que desde el principio incita o motiva la obra de Laclau. De esta manera, la crtica ontolgica que se ha expuesto en el prrafo anterior, no slo se limita a una redescripcin de los procesos polticos de las sociedades contemporneas o pasadas, sino que desempea una crtica, evaluacin o diagnstico, de las sociedades modernas. Segn Laclau, las consecuencias polticas de la deconstuccin del marxismo conjugadas con ciertas recupe-raciones de la tradicin democrtica, tienen efectos liberalizadores y progresistas, los cuales deben instanciarse en un proyecto de dr. El populismo ha sido uno de los nombres dados a esa dr. Llamaremos a este tipo de enunciados dimensin tico-poltica de la teora. El empleo de estos enunciados, hace que el discurso de la th module, oscile o se deslice entre aquellas dimensiones (Arditi, 2010a, 159-ss.).5

    Es el deslizamiento, a veces imperceptible que la th experimenta entre los dos registros, lo que provoca una imposibilidad lgica en su seno. A su vez, esta ambigedad tendra consecuencias de resignacin o pesimismo para los sujetos supuestos por la teora, los cuales, no slo experimentaran contradicciones al tomar una direccionalidad tico-pol-

    5 Para ver los diferentes usos del concepto de hegemona y populismo de acuerdo al lugar de enunciacin en la obra de Laclau, vase Retamozo (2012).

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    tica, sino, incluso no podran comprometerse en alguna lucha hegemnica (Palti, 2005: 112-113). Otra de las implicancias de esta contradiccin consistira en un cierto cierre historicista de sentido ante la conciencia del carcter constitutivo de la contingencia (visin del mundo). Este tipo de crtica es ms bien de orden lgico y alude al carcter aportico o paradojal en el que caen las teoras antiesencialistas, a partir del hecho de que no pueden relativizar la misma afirmacin sobre la necesariedad de la contingencia o, en todo caso, no pueden proponer criterios tico-polticos trascendentales dado el tipo particular de ontologa de la que parten. Este tipo de inconveniente ha sido tematizado por otros autores, de diferentes maneras. Para algunos, se trata de una autocontradiccin performativa; de manera similar, otros consideran que postular una ontologa existen-cial o una concepcin necesaria de lo contingente implica una contradiccin; para otros, dichos enfoques adolecen de un dficit normativo; otros hablan de que estas oscilaciones se resuelven en una cierta despolitizacin de la teora (Habermas, 1989: 330; Dotti, 2004: 515; Critchley, 2008; Stheli, 2008: 282).

    Frente a sealamientos de esta ndole, Laclau ha esbozado a lo largo de su obra -princi-palmente a partir de chu- dos respuestas diferentes. Por un lado, oscila entre la historia del presente (en el sentido de la interpretacin de Foucault sobre los textos Qu es la revolu-cin? y Qu es la revolucin? de Kant), y la solucin perfecta hegeliana que implicara un movimiento dialctico como modo de conjugar historicidad y trascendentalidad. Por otro lado, bosqueja la recuperacin de la nocin de diferencia ontolgica heideggeriana desde un perspectiva que intente evitar el nihilismo existencialista.6

    En lo referente al primer recurso, no queda claro si Laclau recupera la nocin de onto-loga del presente foucaultiana segn la cual, a travs de ciertas experiencias contingentes puede iluminarse toda la historia de una manera que no postule al presente como el punto de vista final de un proceso transhistrico, sino como un acontecimiento estrictamente indeterminado que devela disposiciones que ya no pueden olvidarse; o si el autor est re-curriendo a un punto de vista hegeliano, a travs del cual se afirma que la etapa donde es pensada la th no es una ms que la epifana final de una despliegue fenomnico en donde la conciencia cabal de la contingencia, lo poltico, la hegemona, etc., pueden ser final y cabalmente pensadas. Es decir, dicha teora vendra a estar histrica y polticamente moti-vada en un momento particular, el cual, paradjicamente, estara inserto en un despliegue general de la historia desde el cual iluminar las restantes sociedades histricas, (con el

    6 Abocado a la bsqueda de explicaciones que los propios Laclau y Mouffe dan respecto a la ambivalencia acerca del estatuto ntico u ontolgico de la hegemona, Arditi prefiere hablar, por un lado, de una teora correspondentista de la verdad operando en la th en la medida que la hegemona es la forma histrica de la poltica porque nos hace cons-cientes del carcter precario y contingente de toda objetividad y relaciones de poder; por otro lado, de una solucin incremental (que velara un telos de la intensidad) en la que la brecha entre esos dos registros de la hegemona se va cerrando a medida que nos movemos hacia una democracia radical (2010a, 164-165).

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    aadido de que los rasgos que ella misma redescribe implican una novedad que permite habilitar efectos tico-polticos emancipatorios).

    Ms all de estas posibles interpretaciones, refirindose a iek, Laclau escribe:

    () no acepto la distincin tajante que hace entre una analtica trascendental (bajo la cual no sin problemas- subsume la estructura existencial de la vida social en Heidegger), y la descripcin de una condicin histrica definida. La hegemona como marco terico es las dos cosas a la vez y, al mismo tiempo, ninguna de ellas. En un primer sentido, es la descripcin de ciertos procesos que son particularmente visibles en el mundo contemporneo. Si fuera slo eso, no obstante, se requerira otro marco meta terico que permitiera describir hegemona como la diferentia specifica de cierto gnero. Pero no hay tal marco metaterico. Slo en las sociedades contemporneas hay una generalizacin de la forma hegemnica de la poltica, pero por esta razn podemos interro-gar el pasado y encontrar all formas incoadas de los mismos procesos que hoy son totalmente visibles, y, cuando esas formas no estn presentes, entender por qu las cosas eran diferentes. Inversamente, esas diferencias hacen ms visible la especificidad del presente. Hoy, por ejemplo, tenemos una categora descriptiva de algunos procesos, tal como distribucin del ingreso -una categora que no exista en el mundo antiguo-. Tendra sentido, entonces, decir que en el mundo antiguo no se distribua el ingreso? Obviamente no (Laclau, 2011b: 202).

    De manera similar, en nrrnt, el autor haba sealado:

    () toda historia que merezca este nombre y que no sea una mera crnica debe proceder del modo en que hemos procedido en trminos de Foucault-, la historia es una historia del presente. Si hoy tengo la categora de distribucin del ingreso, por ejemplo, puedo preguntarme acerca de la distribucin del ingreso en la Antigedad o la Edad Media, incluso si esta categora no exista en aquellos tiempos. Es interrogando el pasado desde la perspectiva del presente como la historia se constituye. La reconstitucin histrica es imposible sin la interrogacin del pasado. Esto significa que no hay un en s de la historia, sino refracciones mltiples de la misma, que depende de las tradiciones desde las cuales la interrogacin tiene lugar (Laclau, 1993: 137).

    Y, en Atisbando el futuro, Laclau sostiene:

    En cuanto a si la hegemona es una categora que pertenece a la teora general de la sociedad es decir que funciona como una suerte de a priori social- o, por el contrario, describe una articulacin especficamente moderna de lo poltico, dir lo siguiente: toda sociedad constituye su propia estructura trascendental a partir de una experiencia particular que, a pesar de su particularidad, ilumina aspectos generales del funcionamiento social que no pueden reducirse a la temporalidad de esa experiencia. [...] (la hegemona) slo podra haber surgido del terreno

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    histrico de la modernidad, pero sus proyecciones tericas van mucho ms all de esos lmites temporales (Laclau, 2008b: 398).

    No obstante, en chu se encuentra otra respuesta, consistente en la recuperacin de la nocin de diferencia ontolgica desde lo que se ha denominado heideggerianismo de izquierda (Marchart, 2009). En este sentido, se sostiene:

    Entonces, volviendo a nuestra pregunta inicial, dira que hegemona es un enfoque terico que depende de la decisin esencialmente tica de aceptar, como horizonte de toda inteligibi-lidad posible, la inconmensurabilidad entre lo tico y lo normativo (incluyendo en esto ltimo lo descriptivo). Es esta inconmensurabilidad la que constituye la fuente de la desigualdad entre los discursos, de un momento de investidura que no est dictado por la naturaleza de su objeto y que, como resultado, redefine los trminos de la relacin entre lo que es y lo que debera ser (entre ontologa y tica): la ontologa es tica de un extremo al otro, puesto que toda descripcin depende de la presencia (a travs de su ausencia) de una plenitud que, al ser la condicin de cualquier descripcin, vuelve cualquier pura descripcin totalmente imposible (Laclau 2011a: 89-90).

    Dos aclaraciones preliminares deben realizarse sobre este prrafo. En primer lugar, aqu lo tico podra sustituirse por lo ontolgico, y lo ntico por lo normativo. En se-gundo lugar, en dicho pasaje Laclau provee dos ideas bsicamente distintas: por un lado, l sostiene que su enfoque depende de una decisin esencialmente tica de aceptar la inconmensurabilidad entre lo tico y lo normativo, por el otro, la problemtica misma de esa inconmensurabilidad. Esa frase incluye, como se ha dicho, dos tipos diferentes de so-luciones, por un lado, algo emparentado al particularismo o presentismo del sujeto de la enunciacin, por el otro, el juego interminable de subversiones entre lo tico y lo normativo. La incorporacin de la diferencia ontolgica se expresa en este segundo tipo de argumenta-cin y pareciera constituir la salida ms prometedora ante las crticas.

    La diferencia ontolgica remite a un juego de sustituciones entre ambos registros de la hegemona, a una inconmensurabilidad entre ellas. Esta inconmensurabilidad entre las dimensiones del deber ser (normativa), y ser (ontolgica), puede ser explicada como el intento, siempre fallido, de determinar las condiciones ontolgicas a travs de categoras nticas particulares. Segn el autor, el lmite de toda afirmacin ontolgica es negativo, es decir, un lmite interno, no apriorstico o positivo (Laclau, 2011b: 186-187). Esta imposi-bilidad conduce a que la afirmacin ontolgica siempre est encarnada en un investimento ntico (histrico), y, a su vez, que el investimento ntico siempre est superado por un exceso universal u ontolgico; es decir, esto conduce a un proceso de sustituciones (inconmen-surabilidad) en el que el horizonte ontolgico siempre est diferido.

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    Al incorporar la diferencia ente lo ntico y lo ontolgico, Laclau procura salir del marco de la crtica tradicional al intentar concebir obras deconstructivistas como una totalidad en la que se entrelazan diferentes discursos, sin que esto implique una apora. Admitir que el anlisis deconstructivo tiene una funcin filosfica, a la vez que tiene implicancias polticas, involucra una experiencia abismal en que toda inteligibilidad se quiebra (Palti, 2005: 26). La nocin de abismo de Heidegger se hace presente aqu para ilustrar que, aunque se hayan disuelto los marcadores de certeza, aunque no haya un piso o fundamentos, la demora o retirada interminable del abismo permite que los intentos de fundamentar no se detengan (Marchart, 2009: 34-36). La teora laclauiana intenta moverse por fuera de la alternativa del todo o nada entre fundacionalismo y antifundacionalismo (crtica tradicional vs. nihilismo) al debilitar el status ontolgico de los fundamentos modernos sin que esto im-plique su abandono (Palti, 2005: 27-29).

    Posibles reinscripciones de la dr en la crtica tradicional

    Dadas las dificultades de sostener una crtica en tiempos de crisis, no resulta extrao que Laclau, en sus intentos de evitar el deslizamiento de la dr hacia el nihilismo, corra el riesgo de reinscribir su crtica en alguna de las variantes de la crtica tradicional. Al menos en dos direcciones Laclau se habra acercado demasiado a este otro bando. Por un lado, a travs de las dos ltimas variaciones reseadas respecto a lrp, a saber, su alejamiento de Lefort con la precisin de que los significantes vacos estn relacionados con la figura del lder, y su ulterior interpretacin de la sinonimia entre lo poltico-hegemona-populismo que lo acercara -al menos en ese pasaje- a obras como la de Carl Schmitt. Es decir, a travs de ambas afirmaciones, su obra se acercara a una tradicin cesarista-dictatorial de pensar la poltica. Por otro lado, la respuesta frente al problema de la oscilacin de su teora entre el registro ntico y el ontolgico (referida a que la th es un enfoque que desde el presente alumbrara toda la historia, al menos en una de sus interpretaciones), correra el riesgo de recurrir a una explicacin escatolgica-secular propia de la filosofa de la historia en la que el presente, como producto de un desenvolvimiento trans-histrico, constituye en punto de vista privilegiado desde el cual mirar el pasado.

    Impulsado por lo que para l constituyen incoherencias en lrp, iek escribe un artculo titulado Contra la tentacin populista (2006), en el que seala, entre diferentes crticas, el parecido de familia que en aqul libro existe entre populismo y fascismo.

    La acusacin de iek estara orientada a marcar otra dificultad implicada en la sinonimia entre poltica-populismo, tal como sta aparece en lrp. Con dicha equivalencia, Laclau correra el riesgo de abandonar la dimensin interna del antagonismo, ganada en la incorporacin de categoras lacanianas. A partir de nrrnt, Laclau haba elaborado un desdoblamiento tcito

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    de la nocin de antagonismo, en la que el populismo pareciera ser ya una inscripcin discur-siva del antagonismo (Critchley y Marchart, 2008: 20). La nueva sinonimia aparecida en lrp, arriesgara que todo el andamiaje terico laclauiano se resuelva por la dimensin externa del antagonismo. En estricto sentido, iek estara retomando el mismo argumento expuesto casi veinte aos atrs en Ms all del anlisis del discurso para hacer otra acusacin: el riesgo protofascista del populismo laclauiano. Si en ese entonces la misma crtica (mitigada) ha-ba consistido en que el peso del estructuralismo en hes poda conducir a un posible dficit emancipatorio de la propuesta de Laclau (nihilismo), ahora las implicaciones polticas son, para iek, las de ciertas similitudes entre el populismo laclauiano y el fascismo (iek, 2006: 556).

    Casi exactamente dos dcadas atrs, iek haba sostenido que la frontera antagnica de Laclau (por la cual se identifica un enemigo), es la proyeccin o externalizacin de la falta constitutiva de la identidad propia. El enemigo es una invencin propia en pos de evadir el bloqueo constitutivo e intrnseco de las misma identidad (iek, 1993: 260). De manera similar, ahora iek habla de que el populismo, ya sea que ste encarne en contenidos nticos reaccionarios-populistas o progresivo-nacionalistas, construye siempre un enemigo exter-nalizado o reificado en una entidad ontolgica positiva () cuya aniquilacin restaurara el equilibrio y la justicia (iek, 2006: 555). Es por esto que el populismo ocluye o naturaliza, a travs de una estructura funcional entre amigo/enemigo, la verdadera falta constitutiva de ese marco simblico (Ibd., 2006: 555-556). As, para iek, est en la esencia misma del populismo postular la fantasa de una sociedad reconciliada consigo misma o una iden-tidad sustancial de un pueblo; la cual se anulara a travs de la eliminacin del enemigo.

    En estrecha relacin con esto, cabra preguntar si el alejamiento de Lefort (en trminos de la afirmacin de que el llenado del lugar vaco del poder por parte del lder) implicara una fijacin sustancialista de la revolucin democrtica. Pese a que Laclau intenta alejarse de aquella tradicin que postula un lder fuerte ms all de todos los partidismos, es difcil ver cmo el populismo laclauiano sera una forma de democracia preferible a la liberal si sta pivotea nicamente en el lder (Arditi, 2010b: 490-491). Incluso, podra preguntarse si aquella forma sera estrictamente una forma de democracia desde que los significantes vacos estn necesariamente vinculados a un lder carismtico. La apelacin directa de las masas al lder, pasando por alto los canales institucionales y ciertas convenciones internacionales, caracterstica del populismo, si bien se fundamentara en un reclamo democrtico por parte de los que no tienen voz a nivel institucional, ira en contra de los principios bsicos de la democracia, a saber, la igualdad recproca de derechos y la relacin tambin simtrica de mutuo rechazo que implica que ninguno de los miembros est sometido a la voluntad ajena (Guariglia, 2011: 65).

    Frente a estos sealamientos, en Debates y combates [2008] Laclau responde bsicamente con tres argumentos. En primer lugar, seala que la nocin de reificacin de iek supone la de distorsin o mediacin ideolgica que, asimismo conlleva un sustrato de conflicti-

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    vidad real, apriorstico, respecto al cual el proletariado debe adquirir consciencia (Laclau, 2008a: 18-19). No obstante, para el autor, no hay un sustrato de antagonismo que pueda ser no mediado por una operacin discursiva; en rigor, esto no sera antagonismo. En segundo lugar, Laclau vuelve a la nocin de objet petit a para caracterizar la lgica del populismo. No niega que la lgica del populismo caracterice toda la poltica, sino que afirma que esa nocin, ms que implicar un cierre esencialista (a decir de iek), es precisamente la lgica que expresa la imposibilidad de cierre de toda identidad. El juego de subversiones entre lo particular y lo universal se produce, segn Laclau, ante la imposibilidad de cierre de lo social; es decir, ante la presencia constitutiva de una brecha o exterioridad radical (Ibd., 2008a: 19-21). As, la lgica populista en la que una parte de la sociedad (plebs) encarna la totalidad (populus), consiste en la misma lgica que, como formalidad primera, caracteriza a todos los fenmenos polticos. En tercer lugar, y de un modo ms prometedor, Laclau sostiene que en la crtica de iek, existe una cierta ambigedad debido a que, por un lado, el populismo se entiende como un gnero de distintas especies populistas (cartismo, fascismo, etc.) (Ibd., 2008a: 18). No obstante, por otro lado, este gnero es definido con los rasgos de una de sus especies, es decir, con el fascismo o protofascismo, excluyndose subrepticiamente los rasgos de otras formas populistas, como el cartismo ingls. Esta respuesta no slo con-sistira en sealar una imposibilidad lgica, sino que expresara la plausibilidad que reclama Laclau de entender al populismo como un fenmeno complejo que no necesariamente tiene que reducirse a la dimensin estatalista, protofascista o dictatorial. Estas caractersticas ms bien seran rasgos de los movimientos nacional-socialistas. As, la genericidad del po-pulismo consistira en la dicotomizacin de lo poltico a travs de la formacin de fronteras equivalenciales, rasgos que no necesariamente tienen que declinar en formas fascistas, sino que pueden expresarse en movimientos fuertemente democrticos.

    En relacin a la respuesta por la cual Laclau sostena que la hegemona es una forma poltica histrica que alumbra toda una ontologa de lo poltico -al menos en una de sus posibles interpretaciones- el autor habra recurrido en una posicin muy cercana a la de una filosofa de la historia. Pese a la factibilidad de esta respuesta, ella comparte elementos incompatibles con los pretendidos supuestos de la th, como por ejemplo, la postulacin de una temporalidad homognea donde se inscriben los cambios epocales, y, por otro lado, un punto de vista privilegiado desde el cual observar esa variabilidad y comprender el pasado mejor de lo que sus propios integrantes lo haban hecho. ntimamente relacionada con este supuesto est la idea de que el intrprete puede acceder a condiciones (contexto), de las que el propio autor del pasado no era consciente.

    Es en este sentido que iek escribe:

    Lo que me parece problemtico de esta solucin es que respalda de modo implcito el punto de vista evolucionista seudohegeliano que evoqu crticamente (). En otras palabras, la verdadera

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    cuestin es: cul es el estatus exacto de esta generalizacin de la forma hegemnica de la pol-tica en las sociedades contemporneas? Es en s misma un hecho contingente, el resultado de la lucha hegemnica, o es el resultado de alguna lgica histrica subyacente que no est en s misma determinada por la forma hegemnica de la poltica? (iek, 2011b: 318).

    La estrategia de Laclau consistira en postular un desenvolvimiento transhistrico que, al no estar sujeto a construcciones hegemnicas, entrara en conflicto con los mismos postulados de la th (Palti, 2005: 114 y 124). Es, quiz, frente a estas objeciones, que Laclau recurri a la nocin de diferencia ontolgica heideggeriana.

    Conclusiones

    Uno de los interrogantes fundamentales de la teora poltica y sociolgica contempornea, ha consistido en la pregunta acerca de si es posible lograr una crtica en tiempos de crisis de la idea misma de crtica. En ltima instancia, la dr ha constituido, desde mediados de la dcada de los aos ochenta, una de las propuestas ms originales a ese interrogante. En este artculo se ha examinado de qu manera Laclau ha pretendido sostener dicha propuesta a lo largo del tiempo. Para ello, se ha recurrido a dos hiptesis o claves de lectura de la obra del autor. Por un lado, la posibilidad de su propuesta de ser una crtica en tiempos de crisis se juega en la capacidad de la dr de no deslizarse hacia dos bandos, por un lado, el nihilismo y, por el otro, la crtica tradicional. Por otro lado, se ha analizado esta problemtica a travs del dilogo que, a lo largo de los aos, Laclau sostuvo con quien pareciera ser uno de sus principales interlocutores, Slavoj iek.

    Dada la dificultad de dar una respuesta taxativa al interrogante principal, se ha plan-teado la problemtica en trminos de riesgos o peligros a los que se acerca la obra de Laclau, procurando evitar afirmaciones definitivas. Pareciera que este proceder, ms que suponer tirar la piedra y esconder la mano, consistira en un particular abordaje de la problemtica para su desarrollo en ulteriores trabajos. No obstante, estamos en condiciones de realizar algunas afirmaciones. En primer lugar, existira una cierta coherencia en los sealamientos de iek a lo largo de toda la discusin. Desde el inicio hasta el final, y ms all del tono de su crtica, el autor ha recurrido a un mismo tipo de argumento: el riesgo al que estara expuesta la hegemona o el populismo de ser ya un reinscripcin simblica que no da cuenta de sus propias condiciones traumticas, carencia que se traducira en un cierto dficit emancipatorio. En segundo lugar, y frente a la afirmacin anterior, iek no habra sido estrictamente coherente con esa argumentacin desde el momento en que, por un lado seala que la obra de Laclau es nihilista y, por otro, protofascista. En este sen-tido, iek pareciera estar adoptando la lgica del todo o nada del criticismo tradicional

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    o el fundacionalismo, en la cual una crtica que no recurra a fundamentos, implicara necesariamente una postura nihilista. Ms all de las dificultades de una postura funda-cionalista, ni siquiera iek sera coherente con el criticismo tradicional en la medida en que sostendra una sola posicin a lo largo del tiempo. Pareciera ser que esta incoherencia no es totalmente explicada por las variaciones que Laclau imprime a su propuesta, y que un punto de vista del todo o nada debera resolverse por uno u otro riesgo. En tercer lugar, la advertencia de que en el populismo laclauiano se escondera un protofascismo y la vinculacin de aqul con una forma cesarista o dictatorial de democracia, constituye un modo tradicional de abordar el problema que pareciera necesario complejizarse -al menos frente a las nuevas experiencias populistas latinoamericanas-. En nombre de una cierta rigurosidad cientfica y ms all de la diferencia entre posiciones, los populismos latinoamericanos guardan ciertas especificidades de las que es necesario dar cuenta antes de ver en ellos formas polticas fascistas o estadlatras. Si bien la propuesta de Laclau va ms all de la caracterstica de autolimitacin de diferentes teoras sobre la sociedad civil y movimientos sociales (al no rechazar la toma del poder del Estado y aceptar que la articulacin puede llevarse a cabo desde esta instancia), pareciera ser que el esquema tradicional de anlisis sobre la cuestin no coincide estrictamente con las nuevas expe-riencias populistas latinoamericanas, en donde se han producido procesos de deliberacin y debate pblico.

    Esta ltima cuestin, nos devuelve la problemtica que atraviesa todo este trabajo: si es posible sostener una crtica sin reinscribir su movimiento emancipatorio en un punto de fijacin que la institucionalice. Desde una postura que intenta recuperar ciertos elementos jacobinos, iek sostiene que la Revolucin francesa triunf porque la crtica revoluciona-ria se reinscribi en la Comuna de Pars (1792-1794) (iek, 2010 [2007]). Segn el autor, no ocurri lo mismo luego de 1989, ya que no hubo un momento jacobino de fijacin de la crisis. Evidentemente, a lo largo de los aos (y en los trminos de este trabajo), Laclau fue siendo cada vez ms receptivo a este punto de vista y su recuperacin del populismo da cuenta de ello. No obstante, incluso en el caso de aceptar que la crtica debe pasar por dos momentos, uno de desestabilizacin y otro de institucionalizacin, persiste la pregunta de si la fijacin populista (en particular la de las experiencias populistas latinoamericanas), implica una reinscripcin en el criticismo tradicional que traicionara su vocacin. Desde la perspectiva rival de la democracia deliberativa, los neopopulismos latinoamericanos que Laclau defiende en su proceso de institucionalizacin, van cerrando el espacio de de-liberacin antes abierto e inclinndose hacia una autoritarismo creciente (Guariglia, 2011: 67 y 69). Es decir, incluso en el caso de reconocerse que existen dos momentos y que los nuevos populismos cobijan una experiencia de deliberacin, existen varias miradas res-pecto a la institucionalizacin de la democracia y la posibilidad de sostener una crtica en tiempos de crisis.

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