Luces al atardecer

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Luces al atardecer Aki Kaurismaki

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Luces al atardecerAki Kaurismaki

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Luces al atardecer

• En el caso de ‘Luces al atardecer’, seguimos la soledad de Koistinen, un guardia de seguridad oprimido por su entorno, su trabajo no complace sus tímidas ansias de grandeza, una muestra manifiesta la vemos en el momento en que Koistinen se presenta en lista afirmándose como “el mismo que ayer”, además, no goza de la simpatía de los demás miembro de seguridad de la empresa. Damos cuenta, desde el principio, de su perfil bressoniano en tanto acepta las cosas como vienen: una desesperanza aprendida.

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Luces al atardecer

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Luces al atardecer• Una primera elipsis estructural denotada la observamos en el

momento en que el protagonista sale del bar. Para ser más precisos, habría que decir que no lo vemos salir. Sin embargo, el espectro de la sugerencia es muy amplio dado que Koistinen no ha suscitado la simpatía (por así denominarla) de los asistentes en el bar.

• Ahora una elipsis inherente. Es de noche y vemos a Koistinen conversando con Aila en un puesto de hamburguesas rodante. Él le cuenta que su actual estado “es temporal” y que planea construir su propia empresa dado que “todos lo seguirán, bueno, algunos lo harán”.

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Luces al atardecer• Una súbita transición del tiempo dramático nos muestra a

Koistinen dirigiéndose a su auto para asistir a su clase de marketing. La edición en esta secuencia es brusca e impersonal. Desprendida de cualquier tipo de emotividad, se manifiestan como golpes que extienden el pesar ya reconocible de Koistinen.

• Un posterior corte (de la misma cualidad inherente) lleva a Koistinen a un café. De pronto, es abordado por Mirja, una mujer que lo aborda para hacerle compañía. Koistinen no pierde el tiempo y propone: “¿Y ahora qué? ¿nos casamos? – ¿Por qué no? Pero mejor nos conocemos un poco.

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Luces al atardecer• Nuevamente lo vemos en las afueras de un bar, esta vez,

observando a un perro atado a un poste junto a un pequeño niño. Koistinen entra al bar a preguntar por el dueño del perro y resulta ser que este pertenece a un trío de nada amigables y corpulentos hombres. Koistinen los encara increpándoles el hecho de que el perro lleva una semana afuera del bar, el líder del grupo, por su parte, lo invita a ‘hablar’ en un lugar más tranquilo. Asistimos al epítome de la elipsis kaurismakiana: vemos a Koistinen y a los hombres salir por la puerta aledaña a la mesa y se fija el encuadre. La música continúa y las acciones en ese espacio prosiguen su curso. Al poco rato vemos a los hombres regresar sonrientes. Y es que Koistinen ha recibido una paliza que fue evidenciada, junto a su fracaso de liberar al perro, demostrará que no puede ser un héroe. El niño y el perro parecen observarlo sorprendidos.