Luciano Sabattini Las Lenguas y La Filosofía-1

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Las lenguas y la filosofía Sabattini, Luciano Adrián [email protected] Universidad Nacional del Sur El estudio de diferentes lenguajes reviste cierto interés filosófico por sí mismo. En lo que sigue intentaremos precisar el sentido de la palabra cierto y con ello argumentar sobre esta hipótesis surgida a raíz de un mero sentimiento de convicción. Mencionaré primero los supuestos en los que me baso. Sin concederme éstos, lo demás no se me concederá. 1. La palabra cuyos distintos sentidos presenten por lo menos un rasgo que los una, y siempre que ese o esos rasgos no hayan desaparecido con el correr del tiempo (como ocurre en procesos de evolución natural de un lenguaje), es el significante de todos esos sentidos a la vez. Por ejemplo, la palabra encontrar, como verbo transitivo, es definida como “dar con alguien o algo que se busca” y “dar con alguien o algo sin buscarlo”; como intransitivo significa (dicho de una persona) “tropezar con otra persona”, y como verbo pronominal, indica “oponerse a alguien, enemistarse con él”, “hallarse en cierto estado”, “opinar diferentemente, discordar de otros”, “conformar, convenir, coincidir”, “hallar algo que causa sorpresa” y (dicho de dos o más personas o cosas) “hallarse y concurrir juntas a un mismo lugar” 1 . Podemos agrupar los sentidos de esta palabra polisémica en dos rasgos: los que presentan significados de hallar/se frente a un estado, cosa o persona y los que presentan significados de enfrentarse con. Podemos ir más lejos y unir todos sus sentidos por medio del rasgo hallar/se en discordia (o no) frente a un estado, cosa o persona. La palabra encontrar, entonces, es el significante de ese rasgo siempre que los procesos evolutivos del lenguaje no afecten esta relación; de lo contrario, se usará otra palabra, frase o expresión en su lugar. Ahora bien, precisamos los sentidos de una palabra únicamente cuando la situación lo requiere, y no necesariamente en el habla cotidiana (al menos si mi interlocutor no me indica precisar el sentido de tal o cual palabra, frase o expresión de mi discurso). Por ejemplo, un diccionario precisa los distintos sentidos de una palabra porque ése es el objetivo del diccionario, pero siempre es posible, si no se está de acuerdo con los sentidos de dicha palabra allí especificados, discutir, modificarlos y/o intentar modificarlos de iure, o bien, mediante el uso, modificarlos de facto (en este caso se puede incluso estar de acuerdo con la definición del diccionario). Esto nos indica que no hay una cualidad ontológica en las palabras que nos diga que la 1 (Cita: RAE 22º Edición).

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Lenguas y filosofía

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Las lenguas y la filosofía

Sabattini, Luciano Adriá[email protected] Nacional del Sur

El estudio de diferentes lenguajes reviste cierto interés filosófico por sí mismo. En lo que sigue intentaremos precisar el sentido de la palabra cierto y con ello argumentar sobre esta hipótesis surgida a raíz de un mero sentimiento de convicción.

Mencionaré primero los supuestos en los que me baso. Sin concederme éstos, lo demás no se me concederá.

1. La palabra cuyos distintos sentidos presenten por lo menos un rasgo que los una, y siempre que ese o esos rasgos no hayan desaparecido con el correr del tiempo (como ocurre en procesos de evolución natural de un lenguaje), es el significante de todos esos sentidos a la vez.

Por ejemplo, la palabra encontrar, como verbo transitivo, es definida como “dar con alguien o algo que se busca” y “dar con alguien o algo sin buscarlo”; como intransitivo significa (dicho de una persona) “tropezar con otra persona”, y como verbo pronominal, indica “oponerse a alguien, enemistarse con él”, “hallarse en cierto estado”, “opinar diferentemente, discordar de otros”, “conformar, convenir, coincidir”, “hallar algo que causa sorpresa” y (dicho de dos o más personas o cosas) “hallarse y concurrir juntas a un mismo lugar” 1.

Podemos agrupar los sentidos de esta palabra polisémica en dos rasgos: los que presentan significados de hallar/se frente a un estado, cosa o persona y los que presentan significados de enfrentarse con. Podemos ir más lejos y unir todos sus sentidos por medio del rasgo hallar/se en discordia (o no) frente a un estado, cosa o persona. La palabra encontrar, entonces, es el significante de ese rasgo siempre que los procesos evolutivos del lenguaje no afecten esta relación; de lo contrario, se usará otra palabra, frase o expresión en su lugar.

Ahora bien, precisamos los sentidos de una palabra únicamente cuando la situación lo requiere, y no necesariamente en el habla cotidiana (al menos si mi interlocutor no me indica precisar el sentido de tal o cual palabra, frase o expresión de mi discurso). Por ejemplo, un diccionario precisa los distintos sentidos de una palabra porque ése es el objetivo del diccionario, pero siempre es posible, si no se está de acuerdo con los sentidos de dicha palabra allí especificados, discutir, modificarlos y/o intentar modificarlos de iure, o bien, mediante el uso, modificarlos de facto (en este caso se puede incluso estar de acuerdo con la definición del diccionario). Esto nos indica que no hay una cualidad ontológica en las palabras que nos diga que la palabra mesa deba necesariamente significar lo que significa para nosotros la palabra mesa2.

Así como precisamos los sentidos de una palabra cuando la situación lo requiera, podemos, si la situación lo requiere, precisar determinados sentidos de esa palabra (no todos) a la vez que dejo a los demás de lado. Esto se manifiesta en la expresión “en este sentido…”. Esto es importante, porque nos impone una restricción a lo que dije más arriba. Pero para que esta restricción se lleve a cabo (que en definitiva es una manipulación del campo semántico total de una palabra, frase o expresión), se lo debe hacer conscientemente, es decir, cuando la situación lo requiera, aclarar el significado.

1 (Cita: RAE 22º Edición).2 Precisamente, esto es lo que afirma la pragmática, la cual, a partir de mediados del siglo pasado intentó quitar todo el peso del significado a la semántica y trasladarlo a la pragmática.

Luffi, 20/03/11,
¿Es posible no hacer esa manipulación? (Esto me lo pregunto, pero no es un cuestionamiento a tu afirmación)
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Por ejemplo, la palabra “nave” significa “barco” o “nave espacial”. Entre estos objetos hay una característica similar que es la de transporte sobre un mar (el espacio sería un mar). En esos casos es o bien el contexto o bien la aclaración lo que permitirá identificar con uno de los significados. No ocurre así con las otras acepciones de la palabra “nave”, que no presentan en su significado esas características.

2. A veces las palabras que hallamos en nuestro lenguaje no resultan suficientemente apropiadas para describir exactamente un sentimiento o una acción en especial (sean éstas últimas internas, externas o recíprocas). Para abreviar, existen acontecimientos a los que, enmarcarlos dentro del significado (en primera instancia, en sentido extensivo) de una palabra, frase o expresión, resulta, como mínimo, conflictivo (bajo este supuesto Jorge Mux ha concebido su “Exonario”).

Pensemos por ejemplo en “una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar”. ¿Podría esto expresarse con una sola palabra en la lengua castellana? Hasta donde mi conocimiento llega, no es posible tal cosa. Si algún hispanohablante hubiera concebido semejante cosa, inmediatamente hubiera rechazado esa idea: será difícil realizar un consenso espontáneo en semejante situación. Pero en yagán, la lengua de los yámanas de Tierra del Fuego, sí se puede, y esa palabra es Mamihlapinatapai. La palabra consta de un prefijo ma(m)- de corte reflexivo pasivo (marcado por la segunda m antes de una partícula inciada por vocal); la raíz ihlapi, que significa "estar confundido sobre lo que hacer después"; seguida por el sufijo condicionante -n y por el sufijo -at(a), que implica "logro"; y coronada por -apai, que al ser compuesto con ma(m) adquiere un significado de reciprocidad.

El hecho de que existan palabras en un lenguaje que expresan situaciones no contempladas por otro lenguaje si no se utiliza una frase larga y compleja (el hecho de que en algunos lenguajes sea más fácil que en otros decir cierto tipo de cosas) explica que a veces tengamos que tomar préstamos de otras lenguas (o incluso, inventar esas palabras mediante etimologías).

3. Nuestro lenguaje es un medio para facilitar sentimientos y pensamientos que, de otra forma, no podrían ser transmitidos a otro, ni siquiera podríamos darnos cuenta de ellos interiormente, o al menos, no con el grado de precisión que otorgan las palabras. Con esto no estoy diciendo que las palabras expresen la máxima precisión, pero sí que establecen un consenso mayor entre yo y las personas que hablan mi mismo idioma (incluso si el diálogo es interno). Por lo menos estamos seguros de que es más fácil establecer un consenso con otra persona mediante las palabras que mediante signos no verbales. Las palabras hacen que a mucha gente le sea inteligible lo que quiero decir (a menos que no se me escuche bien), entienda lo que entienda cada uno.

Por eso cuando escuchamos una palabra de otro idioma, no la entendemos: porque, si en el mejor de los casos, un grupo de fonos tiene correspondencia con una palabra o frase en nuestro idioma, el contexto (sea la situación comunicativa, sea el resto de los componentes de la frase) de esos fonos sería inapropiado si esa persona hablara mi idioma. Si en el peor de los casos, ese grupo de fonos no se corresponde con ningún fonema de nuestra lengua, no vamos a poder asignarle significado alguno. [Podría pensarse que aquí estoy diciendo que existe cierta relación ontológica entre el fono y el significado, pero, en todo caso, si existe esa relación, es fruto del consenso espontáneo, y no de una cualidad ontológica; por ejemplo, el grupo fonemático /st/ que en latín y español presenta relación con la permanencia o estancia].

Luffi, 20/03/11,
No sé si estamos seguros; al menos así parece.
Luffi, 20/03/11,
Hay grandísimas discusiones en torno de esta afirmación, de modo que yo preferiría matizarla.
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De aquí la importancia de la comprensión auditiva junto con la adquisición de vocabulario (dicho sea de paso, debe ser un vocabulario adaptado a una situación comunicativa concreta, por tanto el vocabulario nunca se aprende en palabras aisladas, o por lo menos no es conveniente) para aprender una lengua extranjera.

Un ejemplo sucede cuando un hispanohablante pronuncia el dífono /fr/. No sabemos si quiere decir “Francia”, “fracaso, “frío”, “frenesí”, etc. Hasta que no pronuncie las otras letras no lo podremos entender.

4. El significado de las palabras sólo puede precisarse (al menos si abordamos el problema racionalmente) con palabras, pero hay indicios (ambiguos) de ese mismo significado en el mundo.

Por ejemplo, yo puedo decir "me estoy atorando" con palabras (y con eso parecería que "delimitamos suficientemente" (insisto en que las palabras no necesariamente expresan la máxima precisión) lo que nos está pasando, o bien puedo golpear mi pecho y dar arcadas como para escupir lo que tragué (ante lo cual algún alma caritativa podría preguntarme "¿qué te pasó? Ah, te atoraste" al observar mis gestos de ahogo (y posiblemente el repentino cambio de color en mi piel).

5. lo que se conoce como "significado" es, lato sensu (lo que podríamos decir, en una primera y preliminar instancia), la cosa, el evento, el modo de un evento o el modo de una cosa que está en el mundo (mundo en tanto la mente del individuo, el exterior, etc.), es decir, en primera instancia expresa LO significado, pero, stricto sensu (en una segunda instancia), EL significado está más allá de LO significado.

En última instancia, el significado de una palabra es aquello por lo cual tomo ciertas pistas del mundo empírico y las designo con un nombre (un “aquello” que pueden explicar mejor la lingüística junto con la psicología o la neurología). O sea que el significado es un criterio de selección para designar un evento. La definición (cualquier definición) pone (mejor dicho, pretende poner) ese criterio (ese “aquello por lo cual”) a la vista. La palabra también pretende hacerlo, pero parece ser más ambigua (de ahí que el significado de una palabra pueda cambiar). Y los objetos son todavía más ambiguos, porque ellos son los que establecen las pistas, pero no el criterio (es decir, son LO significado)3. Por lo tanto, el significado stricto sensu está dado, en primera instancia, por las palabras, y en segunda instancia, por la definición, y en última instancia, por una función (criterio de selección) atribuida a nuestra mente.

Las palabras utilizadas en una definición parecen estar en una conexión más estrecha con que la palabra misma o los objetos o acciones o modos del mundo.

6. El último supuesto, el que me sirve de base para empezar a argumentar, es que el lenguaje es un consenso espontáneo doble: por un lado, es el consenso entre al menos dos o más personas, y por otro, es el consenso entre éstas y su entorno, ora natural, ora creado por las propias personas. De aquí que distintas disposiciones espacio temporales impliquen distintos lenguajes y distintos dialectos de un mismo lenguaje. Sin ir más lejos, la lengua inu distingue 20 tipos de blancos, acaso sea (el “acaso” lo digo irónicamente) por los paisajes nevados en los que los hablantes de esa lengua han nacido.

Esta definición que acabo de hacer (posiblemente el lenguaje signifique e implique mucho más que eso) permite sacar dos conclusiones:

3 Kripke trata específicamente este tema; los objetos del mundo no son los significados, son aquello que nos permite establecer la referencia en este mundo y describirlo, pero esa descripción puede cambiar en otros mundos posibles, sin que cambie el significado del término. Por ejemplo, “Jorge Mux” se asocia con cierta descripción en este mundo (flaco, narigón, profesor, etc) pero en otro mundo podrá tener la descripción “cetáceo, gigante, azul”, sin por ello dejar de ser Jorge Mux. Los nombres son necesariamente verdaderos de su portador, pero la descripción asociada sólo lo es contingentemente. Podés ver Kripke, el nombrar y la necesidad

Luffi, 20/03/11,
Hay algunos paréntesis que no se cerraron. De todos modos, justo ese es un caso en el que los “indicios del significado en el mundo” es muy evidente.
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1. Que el ser humano adquiere el lenguaje mediante el uso , por alguna facultad o serie de acontecimientos que la psicología o la neurología explicará mejor. No importa esto. Así como en lógica (donde el consenso no es espontáneo), observamos una demostración hecha por otro y podemos refutar, dudar o confirmarla, nosotros podemos, como hablantes de una lengua, entender , no entender , o corregir el uso de un sema, palabra o expresión, en cualquiera de los niveles de análisis (morfológico, sintáctico, etc.). Como hablantes, por haber adquirido el lenguaje, somos capaces (tenemos competencia) de hacer eso (ocurre sobre todo en las lenguas maternas, pero incluso ocurre con los docentes y alumnos en la enseñanza de lenguas que no son las maternas de los primeros).

2. Que el lenguaje, con todo, no carece de relación con el contexto. Si yo digo "mesa", estoy hablando de un tipo de objeto concreto con determinadas características, que me las ha proporcionado el mundo, y que el consenso (espontáneo) entre los hablantes (entre los cuales me incluyo) ha recortado (e incluso definido mediante otras palabras). Lo mismo vale para cualquier clase de palabra, no sólo sustantivos. Esto significa que el uso del lenguaje permite comunicar, si no todos, una grandísima parte de los eventos de cualquier mundo, posible o incluso imposible (y esto no significa que a cada sema podría corresponderle un evento en el mundo (lo cual daría lugar a creer que podría concebirse un idioma “objetivo” o “puramente lógico”; discrepo totalmente con esa posición)). Sólo en este sentido podemos decir "Los límites de los mundos son los del lenguaje (y no al revés)". Quiero decir, el lenguaje es el que lógicamente impone el primer límite (o sea, la gallina va primero, no el huevo). Uso "eventos" en sentido muy amplio, en tanto con el lenguaje podemos comunicar deseos, comunicar órdenes, sentimientos, etc. Y hablo sólo de lenguaje verbal (vamos a excluir al no verbal).

El lenguaje dice: yo soy el mundo (y nada más)

Si observamos estas dos conclusiones, vemos que por un lado una lengua es una teoría (teoría en el sentido etimológico de la palabra, una contemplación, un panorama con mayor o menor grado de ambigüedad) del mundo. Pero por otro lado no es una teoría "objetiva" (no es una teoría científica). No puedo justificar fuera del lenguaje por qué llamamos "mesa" a las mesas; no hay una cualidad ontológica por la cual los nombres de las cosas son por naturaleza, mejor dicho, las características ontológicas de un objeto o acción proporcionan pistas para decidir llamar mesa a algo. Pero no podemos “usar” esas características; más bien podemos usar palabras que describan esas características. Eso es definir una palabra, frase o expresión.

También podemos percibir caracteres comunes en un conjunto de determinados objetos (caracteres que sólo podemos explicar con palabras). Por ejemplo, si yo tomo un piano, un mouse y un teclado de computación, y le propongo a mi amigo Pedrito una manera de nombrar estas tres cosas tan diversas con una sola palabra, se podría, puesto que las tres cosas, por ejemplo, tienen botones: siempre se encuentran características comunes en las cosas si buscamos con la suficiente precisión. Asimismo, si buscamos con la suficiente precisión, podemos distinguirlas. De aquí los cambios que se suscitan en el uso.

En la medida en que decimos "(esto es) correr", (esto es) lindo, (a esto me refiero con) "enormemente", (a esto lo llamo) "un día de pelos", "qué porquería!" "hoy fui a hacer las compras en el almacén Don Manolo, cuando nos las vemos con el lenguaje nos las vemos con una teoría metafísica (curiosamente, yo la percibo muy especialmente a la hora de usar el verbo “ser” castellano), cosa que se pierde de vista fácilmente en el uso común, creyendo encontrarnos sólo frente a un rudimento de teoría metafísica.

Luffi, 20/03/11,
Había unas palabras en Exonario que precismente se referían a eso. Una de ellas es circunomio. Las otras no me las acuerdo.
Luffi, 20/03/11,
Estos comentarios marginales no son necesarios; en todo caso podrías hacer una nota al pie y aclarar brevemente tu discrepancia, poniendo pros y contras.
Luffi, 20/03/11,
No necesariamente; también podés estar hablando de la esencia de la mesa, con lo cual estarías hablando de un objeto abstracto. Como cuando se dice “la mesa sirve para apoyar objetos”: no se está hablando de una mesa en concreto.
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[Aclaro que el lenguaje es por definición una teoría metafísica , pero los problemas de la filosofía no se reducen a problemas del lenguaje. Justamente a esto quiero ir con mi apreciación.

Y Cada lengua es en sí misma un modo distinto de ordenar el mundo. Pero esto no se debe a un carácter intrínseco de la lengua (he usado hasta ahora "lengua" o "lenguaje" como si se tratara de una entidad ideal trascendente, pero ahora intentaré bajarla a tierra) sino a la actitud que toman los hablantes al participar de determinado juego de lenguaje (Sprachspiel), o, mejor, al realizar un acto de habla.

Cuando comparamos dos o más lenguas distintas en las reacciones que toman los hablantes de una lengua podemos darnos cuenta de esto.

Un ejemplo, sucede con la palabra castellana "mente". En alemán no existe una palabra con exactamente el mismo sentido (si existiera, sería una palabra que uniera el sentido de "Verstand" junto con el de "Geist", pero quitándole el sentido religioso a esta última. Porque uno de los significados de Geist es el de mente, en efecto, pero debemos tener en cuenta que ese sentido lo toma sólo cuando consideramos al Geist como una caraácterística eines Mensches... En cambio cuando tomamos al hombre (nicht als eines Mensches, sondern als ein Mensch) como Geist, allí vuelve el sentido religioso. Por oro lado, una palabra, al ser usada, nunca sacrifica uno de sus significados para poner de relieve otro. Sigue presente, pero se "esconde" (esto vale, dije, para las palabras polisémicas con matices similares, y ésta es la restricción que impongo a mi primer supuesto; esta acción de resaltar y esconder (actitud que tomamos los hablantes, y que tiene que ver, en definitiva, con la decisión de nombrar a algo con tal o cual palabra) puede hacer que perdamos ese matiz similar y que la palabra se torne verdaderamente polisémica). Esa actitud de esconder el otro significado, una actitud que tomamos los seres humanos muy a menudo, es la causa de la aparición de los dobles sentidos, y es también la causa de la evolución de las lenguas. Entonces cuando digo Geist, independientemente de qué concepto quiero resaltar (eso lo dirá mi propia reacción frente a la situación comunicativa en la que me hallo; es decir, me lo dirá la propia situación comunicativa), estoy diciendo al mismo tiempo "denkendes Bewusstsein des Menschen, Verstandeskraft, Verstand" y "Scharfsinn, Esprit". La característica común será, acaso, el hecho de que el Geist es el “motor” propio del ser humano. Percibir esta característica y aplicarla a una expresión con significado es una actitud válida para un juego de lenguaje.

También es la "situación" (el uso común basta para definir la palabra, al menos en este discurso) a la que el hablante se enfrenta, la que permite que una extraña comunión entre los distintos actores de una lengua diseñen el lenguaje de manera espontánea.

Pregúntesele, por ejemplo, a un alemán, cómo debo hacer para llegar a la estación de tren desde el lugar en el que uno se encuentra. Posiblemente por el tipo de plano que suelen tener las ciudades alemanas, éste no medirá la distancia en "manzanas" o "cuadras", como podemos hacerlo nosotros o los ciudadanos de Buenos Aires (tampoco lo harán los españoles). Más bien la mide en metros, haciendo un cálculo aproximativo.

Aquí se manifiesta un aspecto muy interesante: si yo quisiera traducir "siga derecho x cuadras y alli la encontrará" se me plantea un problema: la palabra "Häuserblock" no es, al menos, exactamente adecuada para traducir "manzana" o "cuadra" si bien, conceptualmente, representan conceptos similares. Pero en el caso de las "manzanas" o "cuadras", el "bloque de casas" está delimitado por el cordón que delimita la acera y la calzada, que es la calle. En cambio Häuserblock, si bien hace alusión a dicha delimitación, no lo hace necesariamente (la expresión "die von vier Straßen umrahmt sind" en el diccionario Duden está puesta entre

Luffi, 20/03/11,
Esta alternancia entre alemán y español debería aclararse
Luffi, 20/03/11,
Esta expresión es sumamente problemática. Depende de a qué te refieras con “lenguaje”. Por lo demás, que el lenguaje sea una “teoría” es sumamente discutible. Que las afirmaciones de un lenguaje contengan supuestos metafísicos, sí, pero que sea “por definición” una “teoría metafísica” requiere de mucha argumentación no digamos ya para aceptarse, sino también para entenderse con claridad.
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corchetes). Se refiere en sentido estricto a un conjunto de casas puestas una al lado de otra "mehrere aneinander gebaute Häuser".

Por eso Conocer una lengua es intuir grosso modo (dentro de lo humanamente posible) las posibles reacciones verbales (usos lingüísticos) de un hablante frente a su situación comunicativa. Esto está claro ya desde que practicamos comprensión auditiva. No tiene que ver esto con la situación que se presenta ante alguien que sabemos que se enojará por tal o cual motivo. No. Tiene que ver con que, si yo pregunto, “wie geht¡s¿” puedo intuir mas o menos las posibles respuestas, y cuando las pronuncian, las entiendo. Tampoco tiene que ver con una mera comprensión de los fonos. Sino en asignarles un significado y poder reproducirlos cargándoles de ese significado.

Ayuda mucho el hecho de que tendemos a expresarnos en totalidades, en expresiones y en frases, antes que en meras palabras, morfemas o fonemas, aunque sólo nos expresamos en estas últimas, claro, si creemos que se sobreentiende el resto. Para eso se necesita cierto consenso implícito. Si no soy muy ducho con el alemán, no podría entender "na denn mal los". ¿Dónde está el verbo? Pero un hablante alemán entiende lo mismo que yo cuando me dicen "bueno, dale, vayámonos".

Entonces está claro también que, conforme el conjunto de hablantes ordena el mundo, ordena también la lengua. Cada uno de sus posibles usos (semas, sememas, clasemas, significados, etc.) sería una especie de globo semántico que, conforme pasa el tiempo, y se suceden los hablantes, se pincha, se expande, se delimita, se desinfla. Quiero decir, no ocurre sólo con las palabras sino también con las frases (Sätze) o las expresiones (Redewendungen).

La filosofía dice: el lenguaje no es el mundo todo

Apliquemos esto, que sucede en la vida cotidiana, a la filosofía. En el sentido más amplio del término, si se nos concede lo que venimos diciendo hasta ahora, todos somos un poco filósofos. Incluso si decimos que "cada uno tiene su propia filosofía de vida", en este sentido, cada ser humano es un filósofo, y, como tal, un actor. Acotémonos ahora a aquellos seres humanos que estudiamos filosofía.

Antes dijimos que el lenguaje es un panorama amplísimo de "situaciones posibles" (él mismo es sólo un panorama posible, y a la vez es una posibilidad de panoramas posibles) que, bien mirado, puede poseer el carácter de una teoría metafísica.

Pero el sujeto no asimila el lenguaje gratuitamente. La lengua toma un carácter impositivo, o mejor, ES ese carácter impositivo. De hecho, la lengua se impone al sujeto pensante: le dice implícitamente "yo soy el mundo, yo soy el orden del mundo". No es concebible el pensar sin el lenguaje. Esto significa que ya cuento con unas herramientas prefabricadas para pensar lo que quiero pensar. Por supuesto es ingenuo considerarlo así: pero muchas veces “nos dejamos llevar por las palabras”. Me recuerda a un chiste de Mafalda sobre la palabra “pichiruchi”. La palabra “pichiruchi” se impone como tal; significa muchas cosas; en vez de precisarlas, usamos esa palabra y listo. Es mejor y más contundente decir de una persona que es “boluda” en vez de decir que es “falta de entendimiento” o “dura de entendederas”. Si la persona en cuestión es verdaderamente dura de entendederas, posiblemente ni se dé cuenta a qué me refiero con “duro de entendederas”.

Pero también es cierto que los filósofos (es decir, aquellos pensadores que constituyen nuestro objeto de estudio) han tenido que inventar y/o resignificar palabras para dar rienda suelta a su pensamiento.

Este juego entre el pensamiento y el lenguaje es interesante, porque representa un esfuerzo doble: el de la lengua por imponerse y el del sujeto que quiere jugar. Una

Luffi, 20/03/11,
¿Sólo los filósofos? Creo que cada persona lo hace.
Luffi, 20/03/11,
También es cierto que “duro de entendederas” no es una expresión que usemos en Argentina.
Luffi, 20/03/11,
El ejemplo, contado así en primera persona y partiendo de un personaje de historieta, queda demasiado intimista como para un paper.
Luffi, 20/03/11,
Me hace acordar a la idea de torsión del lenguaje de la que habla Gadamer. Por ahí Gadamer puede citarse en este contexto.
Luffi, 20/03/11,
La noción de “cargar” (algo) con significado es problemática.
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especie de voluntad de dominio doble. Esta situación explica una de las conclusiones a las que llega Sócrates en Cratilo: que en vez de mirar tanto a las palabras, pongamos atención a las ideas.

Vamos a precisar esto. Si el lenguaje es un consenso entre un grupo de seres humanos, una lengua nos da claves de aquello que comparten o aquello sobre lo que disienten esos seres humanos: nos da claves de todo lo que ven del mundo, es decir, nos dan la clave de una cultura (la llavecita). En una cultura se forjan filosofías (incluyo aquí las religiones por ser, en sentido muy lato, una filosofía). En esas filosofías se ve reflejado el interesante juego impositivo del lenguaje y el que hace el propio filósofo para escapar, para “evadir el impuesto”. El filósofo es hijo de su época en casi todos sus aspectos, pero precisamente por eso es que en otros aspectos el filósofo debate con sus coetáneos y va puliendo su pensamiento haciendo resaltar lo que él y sólo él tiene para decir al mundo.

Por eso un buen conocimiento de las lenguas nos permite un buen conocimiento, al mismo tiempo, de las filosofías. Porque, cuando el lenguaje se impone, es necesario conocer el concepto estándar de una palabra en una lengua, e incluso a veces se hace necesario conocer determinados giros lingüísticos, expresiones o hasta matices sintácticos. En cambio cuando el filósofo se impone, es necesario encuadrar esa palabra, expresión o frase en la filosofía del filósofo.

Entonces, dada su importancia, podemos sugerir esta decisión metodológica: esta voluntad de dominio doble que mencioné importa a la filosofía como materia de estudio, o debería importarle al menos a las filosofías del lenguaje (no sé si de la mente), y por esto importa a la filosofía el aprender distintas lenguas. Asimismo puede dar claves interesantes para la historia de la filosofía, la ética y la antropología filosófica. En el caso de la historia de la filosofía se debe saber bien la lengua del filósofo para poder interpretar correctamente ese "viraje" que hace la palabra, frase o expresión, o mejor dicho, para enmarcar con precisión la amplitud del significado de esa palabra, frase o expresión (si se prefiere un estudio de algún filósofo en particular, o si se prefiere abordar un problema filosófico en determinada época histórica; es independiente de decisiones ulteriores en la propia materia).

Es una toma de posición personal, pero creo que para ser filósofo hay que ser por lo menos, aficionado a las lenguas.

(No estoy diciendo que el análisis del lenguaje (en todos sus niveles) sea el único método para hacer filosofía, y tampoco estoy diciendo que los problemas filosóficos son problemas del lenguaje; antes bien digo que es una herramienta insoslayable y que puede ayudarnos a expandir y a precisar nuestro pensamiento en niveles insospechados quizá para el que nunca haya tomado en consideración esta clase de cuestiones. De hecho, si sostengo esta tesis, estoy sosteniendo al mismo tiempo que las palabras que hallamos en nuestro lenguaje no resultan suficientemente apropiadas para describir exactamente un sentimiento o una acción en especial, es decir, ese sentimiento, ontológicamente, no me proporciona suficientes pistas para que yo pueda decidir qué palabra atribuirle)

Bajo estos supuestos podemos opinar sobre aquello que hace a un filósofo. Un filósofo es un maestro en el arte de resaltar (y esconder) significados, es un hombre que logra trascender el lenguaje, o que por lo menos no deja que se imponga, o que su significado se pierda en el mero uso corriente. Si vamos al caso, los filósofos medievales eran tales porque no se dejaron llevar por el lenguaje al definir "hombre", "alma" o "Dios".

Quizá por eso es que había tanto recelo en hablar de una filosofía medieval y quizá por eso podamos atribuirle cierto status de filosofía a la religión. Puesto que la religión dice: Dios es bueno. Pero, ¿qué es ser bueno? ¿Qué ser tan bueno como Dios? Pero, ¿es (existe) Dios? Allí es donde la búsqueda filosófica trasciende la fe

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del hombre común, sin transgredirla, puesto que está limitada por la teología (de tal modo que a la última de las preguntas tendrá que responder siempre “sí, Dios es (existe)”. De aquí que en la edad media, por tanto, la filosofía se haya convertido en una herramienta para la teología, y no al revés.

Lo mismo vale para los filósofos modernos, que incluso fueron más allá y pusieron en duda la existencia misma de aquello que designaban los conceptos.

Por ejemplo, ¿en qué contexto un alemán medio coetáneo de Kant empleaba la palabra "Vernunft"? ¿Será el mismo empleo que de ella hizo Kant? Otro ejemplo es Gottlob Frege y lo que él quiere decir con el término "Bedeutung". El sentido común del término equivale a lo que Frege llamaba Sinn. Pero él reinventó el significado de esa palabra para quitarle todo carácter intensivo y darle un carácter netamente extensivo, es decir, las cosas a las que esa palabra refiere.

La filosofía se torna así un diálogo del filósofo con el mundo, que pretende ser algo más directo que el mero consenso espontáneo (el filósofo es alguien que está menos dispuesto a conceder, en este sentido, y en este sentido también es un tanto despreciable como integrante de una sociedad) y una concientización del consenso que mantengo con las demás personas. Un filósofo es un hombre que reinventa sus palabras para que los otros las adopten así. Es decir, intenta reinventar sus esquemas mentales y con ello los de los demás, lo que equivale a reinventarse a sí mismo y a los demás. Y eso equivale a reinventar en definitiva su propia cultura.

Entonces la filosofía puede acaso comenzar con el análisis lógico del lenguaje (incluso puede no ser exclusivamente o necesariamente lógico), pero no se agota en el análisis del lenguaje. Sobre todo por nuestro supuesto 2.

De aquí (y repito mi decisión metodológica) se hace no imperiosamente, sino vitalmente necesario, aprender lenguas, especialmente aquellas en las que se escribieron las filosofías de nuestro respectivo interés personal.

Esto me lleva a alentar, en el campo de mis intereses personales, la modificación radical de los métodos de enseñanza de las lenguas clásicas (el hecho de que no existan hablantes de una lengua no significa que nuestro conocimiento de ella, especialmente del vocabulario y del habla común, deba ser superficial, puesto que hay suficientes textos que revelan aspectos del habla cotidiana griega y latina) y los actuales planes de estudio con los que cuenta nuestra universidad (y sin adherir a posturas negacionistas del aprendizaje de lenguas).