Luis barragan - Paloma Baquero

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MPAA ESTUDIOS OFICIALES DE MÁSTER Y DOCTORADO EN PROYECTOS ARQUITECTÓNICOS AVANZADOS

MI CASA ES MI JARDÍN Reflexiones sobre la casa-estudio de Luis Barragán en Tacubaya Paloma Baquero Masats Itinerario de investigación, línea de gran escala y paisaje [email protected] ES En el año 1940 Luis Barragán decide retirarse de su actividad profesional como arquitecto y comienza a especular con terrenos donde construye jardines para posteriormente venderlos. En ésta operación de construcción de jardines en Ciudad de México se enmarca el proyecto de su casa-estudio en Tacubaya, donde residió desde el año 1988 hasta su muerte. Ésta casa, fruto de la influencia de la arquitectura popular mexicana y los viajes del arquitecto por Europa y el norte de África, se basa en el descubrimiento del jardín que contiene, refugio físico y espiritual del arquitecto En una ocasión, Luis Barragán dijo a unos estudiantes de arqutectura: “No preguten lo que Barragán hizo, pregunten lo que Barragán vió” Éste escrito trata de desvelar qué vió y vivió el arquitecto a lo largo de su vida , cuales fueron sus influencias y sus sueños, qué le llevó a construir su casa-estudio de Tacubaya, una de las obras más importantes de la arquitectura del siglo XX. PALABRAS CLAVE: Luis Barragán, casa-estudio, Tacubaya, Jardín

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ÍNDICE

1. Luis Barragán. Antecedentes

2. Tacubaya

3. Construir un jardín

4. El jardín y la casa

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LUIS BARRAGÁN. ANTECEDENTES

Luis Barragán nace en 1902 en Guadalajara, donde pasa largas temporadas en el rancho familiar de

Mazamitla.

En 1919 comienza la carrera de ingeniero civil y trabaja con su hermano Juan José, constructor, en la

misma ciudad. 5 años después inicia estudios adicionales para obtener el título de arquitecto y realiza

su primer viaje a Europa, visitando España, Italia, Grecia y Francia, donde puede ver la exposición de

las artes decorativas y conoce el trabajo de Le Cobusier y Ferdinand Bac, comprando todos los libros

que encuentra sobre los mismos, y la arquitectura vernácula de los paises del Mediterráneo. En

España visita la Alhambra; al descubrir el Patio de los Arrayanes dice sentirse invadido por cierta

magia y emoción, algo que a partir de ese momento le obsesionaría conseguir en toda su obra.

Posteriormente haría la siguiente declaración: “Desde mi primer jardín, que realicé en el año 1941,

todos los que le han seguido pretenden con humildad recoger el eco de la inmensa lección de

sabiduría de los árabes de España.”

A su vuelta ha desaparecido la facultad de arquitectura de manera que no puede obtener su título.

Continúa colaborando con su hermano y realiza diversos proyectos de viviendas unifamiliares en

Guadalajara como la Casa Robles León, Casa Robles Castillo, Casa Av. La Paz y Casa Dr. Medina,

marcados por la arquitectura vernácula, la influencia de Ferdinand Bac y de la arquitectura

mediterránea. Así mismo trabaja como comisionado de una zona de irrigación del lago Chapala,

Jalisco.

En 1931, tras la muerte de su padre y hacerse cargo de los negocios familiares de éste, vuelve a

viajar a Francia, y ésta vez conoce personalmente tanto a Le Corbusier (visita su ático Beistegui, la

villa Saboya y la villa Stein), como a Ferdinand Bac, que lo lleva a su jardín en la Costa Azul, “Les

Colombières”.

En el mismo año regresa a Guadalajara, donde continua la colaboración con su hermano y otros

arquitectos como Juan Palomar en la construcción de viviendas privadas y por primera vez de un

espacio público, como es el parque de la Revolución. Viaja asiduamente a Ciudad de México en

búsqueda de un lugar para vivir y contactos laborales, ya que tras la reforma agraria su familia pierde

gran parte de sus tierras y Guadalajara sufre una crisis económica y cultural, para establecerse

definitivamente en mayo del 1935.

Durante los años siguientes realiza una intensa actividad como arquitecto construyendo edificios de

apartamentos, viviendas unifamiliares y oficinas y realizando colaboraciones con otros arquitectos

como Max Cetto o José Creixell. Éstas obras se pueden inscribir en el estilo internacional que se

desarrollaba en Europa y que Barragán pudo observar y asimilar en sus viajes, y se estaba

asentando poco a poco en Ciudad de México.

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En ésta época conoce a dos personajes de gran importancia en su vida: el americano Richard Neutra

a quien visita en EEUU y recibe en su casa de México en varias ocasiones y el pintor Jesús “Chucho”

Reyes, que se convirtió en su asesor y de cuya pintura obtenía la inspiración para usar el color en sus

obras.

En el año 1940 Luis Barragán decide abandonar su actividad como arquitecto por los desencantos

que había sufrido con algunos clientes, y comienza a dedicarse a la especulación de terrenos,

obteniendo de ésta manera el capital para financiar su trabajo privado, convirtiéndose así en su

propio cliente.

Con el dinero que gana decide hacer jardines en ellos, construir solo aquello en lo que cree y en

completa libertad. Compra entonces un terreno de 4000 m2 en Tacubaya que fue dividido en 4

partes. En 3 de ellas se realizó el llamado jardín muestra, organizado en varios niveles debido a la

pendiente del terreno, y en la cuarta parte construyó un jardín que posteriormente sería divido en dos

para construir dos viviendas en esos jardines: la casa Ortega y su casa-estudio.

Dentro de ésta operación de compra de terrenos para construir jardines, que se extiende hasta el año

1952 se inscriben otros proyectos como el proyecto de 3 jardines privados en la avenida de San

Jerónimo sobre el terreno llamado “El Cabrío”(1944), el proyecto de los jardines de El Pedregal de

San Ángel junto con la construcción de tres casas en éste ámbito (1945) y el diseño de jardinería y

forestación de la Ciudad Universitaria (1949).

Ésta etapa de la arquitectura de Luis Barragán se caracteriza por la materialización de sus recuerdos

en su rancho de Jalisco, los rincones del jardín donde encontraba paz, el sonido del agua que caía

del acueducto hecho de troncos huecos que recorría todo el pueblo, el jardín hecho hogar que visitó

en Granada, los patios de la arquitectura mediterránea…

Citando al arquitecto: “No pregunten lo que Barragán hizo, pregunten lo que Barragán vió”.

Conoce a Mathias Goeritz en la capital, entablando amistad con el que les llevaría a colaborar

profesionalmente hasta el conflicto que surgió por la autoría de las Torres Satélite.

En el año 1952 realiza su último viaje a Europa, donde asiste al Congreso Internacional de Jardinería

en Estocolmo y visita el norte de África, quedando impresionado por las Casbahs del desierto del

Sahara debido a la integración de éste tipo de edificación en el paisaje y lo ligada que está a la gente

que lo habita, a la atmósfera que allí se respira e incluso a las propias costumbres, ropa y danzas de

los marroquíes.

En 1954, ya de vuelta en México DF realiza una casa en San Ángel, muy cerca de El Pedregal y

consigue que se le adjudique el proyecto de reconstrucción del Convento de Tlapan. Él mismo

financia la obra, donde colabora con Mathias Goeritz y Jesús “Chucho” Reyes.

A partir de éste momento se dedica a afrontar proyectos de paisaje como son las Torres Satélite

(inspiradas en la ciudad italiana de San Gimigniano), el desarrollo de fraccionamientos como Las

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Arboledas, Los Clubes, Lomas Verdes, Cano y El Palomar, y dos casas: la cuadra de San Cristóbal

en Los Clubes y la Casa Gilardi.

Durante la construcción de ésta casa, en el año 1975 comienzan sus problemas de salud, que lo

retiran poco a poco de la profesión. En 1976 su obra es exhibida en el MOMA de Nueva York y recibe

el Premio Nacional de las Artes de México. 4 años después recibe el Premio Pritzker de Arquitectura,

y escribe un discurso que será leído en la entrega de premios, ya que él no puede asistir por

encontrarse enfermo.

Entre 1984 y 1986 es nombrado miembro honorario de la American Academy and Institute of Arts and

Letters de Nueva York y Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Guadalajara, su obra

se expone en el museo Rufino Tamayo de Ciudad de México y recibe el Premio Anual de Arquitectura

Jalisco y el Premio América de Arquitectura.

Fallece en 1988 en su casa-estudio de Tacubaya.

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TACUBAYA

Tacubaya en idioma náhuatle quiere decir “lugar donde se junta el agua”. Éste asentamiento rodeaba

los lagos de México, por lo que los virreyes y comerciantes lo eligieron para construir allí sus casas

con grandes jardines, por su belleza y relación con el entorno natural.

En 1928, tras la revolución, desaparece como municipio para pasar a ser un barrio más de la ciudad.

Crece con población inmigrante y pobre, por lo que las clases altas y medias se trasladan a otras

zonas, comenzando entonces la deforestación y extracción de grandes cantidades de arena para la

construcción, dando lugar a cuevas sobre las que se siguió construyendo. De hecho la casa Ortega,

de Luis Barragán está construida sobre una cantera de arena y su jardín conserva muros y otras

preexistencias que también tienen que ver con ésta actividad.

En ésta época se caracteriza por altos niveles de delincuencia y marginalidad.

En los años 40 se extiende la Avenida Observatorio hasta la Avenida Madereros y se amplía la

Avenida Revolución, comenzando Tacubaya a formar parte realmente del área metropolitana de

Ciudad de México.

Ya en los anos 70 se extiende el metro hasta éste área, que se transforma en centro comercial y de

transporte. Deja entonces de ser suburbio y se construyen edificios públicos que ayudan a su

integración en la ciudad.

Las realidades sociales del barrio, su transformación a lo largo del tiempo Ha sido escenario de varias

películas: Los olvidados (1950), La banda de los Panchitos (1986), Amores perros (2000) y Perfume

de violetas (2000).

Cuando en 1940 Barragán decide trasladarse a Tacubaya podría haber accedido a colonias como

Condesa o Roma, pero eligió éste lugar por varias razones. En primer lugar por la accesibilidad, ya

que es un lugar céntrico y disfrutaba visitando a sus amigos y siendo visitado, asistiendo al teatro o al

cine.

En segundo lugar porque lo consideraba un barrio que luchaba por mantener su carácter singular a

pesar de las presiones del desarrollo urbano de Ciudad de México en aquel tiempo. Conservaba el

carácter de “lo mexicano”, las tipologías tradicionales de vivienda unifamiliar y de vivienda popular

colectiva, conocida como vecindad.

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CONSTRUIR UN JARDÍN

Leyendo a Ferdinand Bac y visitando su obra, Luis Barragán había reflexionado sobre el hecho de

que los jardines suponen una liberación para el arquitecto porque en la jardinería se puede ejercer la

imaginación de forma totalmente libre. En un momento de su vida decide que quiere construir jardines

y librarse del academicismo que implica la arquitectura. Quiere ser su propio cliente, hacer cosas que

le emocionen.

Entonces compra un terreno de 4000 m2 en Tacubaya en el año 1940, donde construye dos jardines

a ambos lados de la calle General Francisco Ramírez.

Uno de ellos queda como jardín muestra, que vende una vez ejecutado para comprar otros terrenos,

y el otro fue dividido en dos partes, para construir en la más grande la residencia en la que vivió entre

1943 y 1948. Ésta casa es conocida como Casa Ortega y se construye asimilando las preexistencias

que se encuentra en el lugar, como muros y pequeñas construcciones pertenecientes a la antigua

cantera de arena que allí había existido. Es la primera casa que construye en un jardín, y su

estrategia se basa en adosar todas las áreas de servicio a la piel exterior de la vivienda, que da a la

calle, y abriendo completamente el resto de estancias al jardín, apropiándose de él. Utiliza con este

fin grandes ventanales, que introducen el en la casa, y elabora una serie de recorridos que siempre

desembocan en él.

Barragán hipoteca ésta vivienda para hacer frente a la compra de El Pedregal y comienza a

construirse su casa definitiva en la parcela colindante en el año 1948. El que anteriormente había

llevado a cabo en éste lugar es un jardín lleno de misterio.. La cantera de arena que existió dejó un

mundo de cuevas en el subsuelo que podían ser recorridas. Se podia pasear bajo el jardin.

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En su libro La vida en México, Salvador Novo cuenta que en Julio de 1944 fue invitado por el

arquitecto a pasear por ellas, encontrando en su interior el cadáver de un persona que estaba

desaparecida.

Después de sus viajes a Europa y EEUU y su traslado a Mexico D.F, Luis Barragán había llegado a

la conclusión de que el hombre moderno necesita un jardín donde recuperar la vida privada que ya no

tiene. Había observado que éste desayuna con sus compañeros de trabajo, aprovecha la comida

para una reunión de negocios, cena con sus amigos y cuando llega a casa sigue en contacto con el

mundo mediante la radio o la televisión, y el teléfono que invade su casa en cualquier momento.

Necesita entonces un lugar donde "evitar la estandarización de la mente", encontrar descanso

espiritual y físico y poder ejercitar su imaginación y creatividad. Se sorprende de que los clientes le

pidan barras de bar para sus viviendas y las conviertan así en verdaderos lugares públicos donde no

se puede pensar ni encontrarse con uno mismo.

Para el arquitecto ese lugar es el jardín de la casa, que puede contener el universo entero. Un jardín

usado como una estancia más de la casa. En una entrevista realizada por Elena Poniatowska

Barragán comenta: "Mi jardín lo vivo. Como en él durante casi todo el año. Pongo pan en el suelo

para que los pájaros me visiten. Así mi jardín está poblado".

Cuando se construye la casa el arquitecto “domestica” el jardín construyendo una serie de senderos

de piedra que lo recorren, así como la zona de contacto de la casa, de piedra también. Existen una

serie de claros de césped, el principal frente al salón-biblioteca, la estancia con la que mas se

relaciona. Con el tiempo Luis Barragán se da cuenta de que prefiere un jardín más salvaje, más

cercano a los jardines de su rancho en Manzamitla, por lo que lo deja crecer a su ritmo, al ritmo en se

transforma la naturaleza y adquiere la pátina del tiempo, tan importante para él ya que como dijo:

“vivir es envejecer bella y transcendalmente”.

Éste “envejecer” del jardín, de la naturaleza contenida en el patio de su casa, contribuye a la

degradación de los materiales y la arquitectura de la casa, haciéndola más viva y enraizada al lugar

donde se ubica

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LA CASA Y EL JARDÍN

Barragán comienza la construcción de ésta vivienda con gran ilusión, dejándose llevar por sus

recuerdos y deseos. Declara que "el arquitecto no debe nunca desoir el mandato de las revelaciones

nostálgicas porque sólo con ellas es verdaderamente capaz de llenar el vacío que le queda a toda

obra de arquitectura una vez ha atendido las necesidades utilitarias del programa".

Quiere hacer una casa fiel al lugar donde se ubica y la tradición que representa pero en clave

contemporánea. Hace una interpretación moderna de la arquitectura popular mexicana. Citando a

Alberto Campo Baeza en el prefacio del libro Luis Barragán frente al espejo: "La casa de Tacubaya,

levantada en 1947, hace ya casi 50 años, parece que estuviera recién terminada hoy mismo. Tan

como por encima del tiempo está"

En ésta casa el jardín es omnipresente aunque no se vea, por la tensión que crea la posibilidad de su

descubrimiento. En los planos que se adjuntan se pueden entender los posibles recorridos, que no

ofrecen una solución de continuidad, ya que la casa se puede recorrer de la forma que se desee. Lo

que si es controlado por el arquitecto es la transición entre diferentes espacios, los estrechos

umbrales en penumbra que desembocan en grandes estancias iluminadas o en otros espacios

intermedios.

En una entrevista de Elena Poniatowska el arquitecto narra una experiencia vivida en el Patio de los

Arrayanes de la Alhambra: “Camina uno por un túnel muy pequeño y en un momento dado,

independientemente del olor de los arrayanes y del mirto que llegaba a través del túnel se me abrió el

espacio maravilloso de los pórticos muy contrastados de ese patio contra los muros ciegos y el ruido

del agua. Esa emoción no se me ha olvidado jamás”.

Queda patente que en ésta casa Luis Barragán trabaja de forma pasional ahondando en sus

recuerdos y vivencias. En la misma entrevista cuenta como desde pequeño le llamaban la atención

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los tapancos que había en las tiendas y granjas de Mazamitla, donde su ubicaba el rancho de su

familia. Intentaba imaginar que había allí, le seducía el misterio. “ Yo siempre tuve la obsesión del

tapanco de pequeño. Por eso me hice uno aquí en mi casa, ahora que soy grande”. De éste recuerdo

surge el tapanco de la casa de Luis Barragán, un espacio semioculto y misterioso, comunicado con el

salón-biblioteca a través de una escalera quebrada de madera y una puerta del mismo material que

no llega al techo y ni siquiera a la altura del tabique que separa los dos espacios. Es una puerta

surrealista que lleva a un mundo misterioso, íntimo, que solo el conoce y frecuenta para trabajar en

soledad.

Desde éste lugar de la casa se puede percibir de alguna manera la presencia del jardín, por la luz

clara que entra a través el gran ventanal al fondo, porque se puede observar una pequeña parte de

él, pero sobretodo porque Barragán sabe que está ahí. El arquitecto disfruta de las situaciones en las

que se enfrenta a su jardín de diferentes formas; situaciones en las que lo ve pero no puede tocarlo,

en las que puede acceder a el pero no lo ve en las que ve la luz que se filtra a través de las hojas de

los árboles, en las que ve solamente las copas de éstos árboles sobresaliendo por encima de un

muro…

Cada espacio de la casa se relaciona de una manera diferente con el jardín, según un gradiente de

privacidad. Existe una relación directa entre el carácter de la actividad que se desarrolla en cada

estancia y el grado de privacidad, aislamiento o contacto con el jardín que necesita.

El salón-biblioteca es el que más directamente se relaciona, aunque sólo visualmente, ya que no se

puede acceder directamente al jardín sino a través de un espacio comprimido en un lateral de la

estancia.

Éste tipo de relación se da también en los palacios de la Alhambra de Granada, donde el eje visual no

coincide con el eje del recorrido para llegar a lo que se está viendo. Se ven los espacios pero no se

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puede acceder a ellos ni tocarlos. Hay que pasar por lugares más estrechos y oscuros que los rodean

y redescubrirlos, al igual que sucede con el jardín de la casa. El acceso a él, a través de una pequeña

puerta de realiza a un espacio cubierto que ya es parte del jardín aún pertenece a la casa. Un poco

más allá se encuentra el jardín domesticado, donde Barragán come a diario,

mediante un pavimento duro que se va disolviendo en el jardín salvaje, el lugar más privado de la

casa, donde reflexiona y encuentra la paz espiritual que necesita en el día a día. Es un jardín que

convierte la naturaleza en hogar.

En el extremo opuesto de ésta estancia existe una ventana a la calle, muy alta y de vidrio translúcido

de forma que la niega por completo. En los primeros años existe una ventana más en éste muro pero

decide cerrarlo porque le perturba. De la misma manera que coloca particiones a media altura entre la

estancia y la biblioteca, creando así espacios íntimos y con diferente iluminación. “Desde la

biblioteca veía yo el jardín. Esto llegó a afectarme, no necesitaba tanta luz. Así que levanté un muro”

Para Barragán un paisaje tiene menos valor cuando puede ser observado constantemente, por su

familiaridad, el acostumbrarse a su presencia, ya que es el sentido del descubrimiento y el misterio

de ese jardín lo que lo hace importante.

En el comedor la ventana se eleva, de manera que la percepción del jardín cambia, porque la

actividad que aquí se desarrolla no es compatible con la plena observación del mismo. En el

desayunador es más alta aún, buscando más privacidad y por último en la cocina el vidrio es

translúcido, existiendo un segundo acceso al jardín, que te deposita en el lateral del mismo, en una

zona de servicio.

En la planta superior los huecos se abren para dejar ver las copas de los árboles desde la habitación

principal y el llamado cuarto blanco, considerándose éstas zonas más privadas de la casa hasta

llegar a la más privada de todas, la azotea en la última planta.

La azotea constaba de una barandilla bajan de madera que la cerraba y dejaba ver el jardín. En 1951

Barragán decide cerrarla con muros altos para solo intuir las copas de los árboles, convirtiéndose

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entonces en la habitación más privada de la casa, una habitación que mira al cielo. Los muros son

blancos cuando se construyen, pero posteriormente se llenan de color. “Cuando pongo algún color es

porque de repente estalla en mi mente el recuerdo de alguna fiesta mexicana, algún puesto en un

mercado, un juguete de mi infancia”

Comunicado mediante una puerta con la estancia-biblioteca, se encuentra en planta baja el estudio

del arquitecto, que cuenta con una entrada independiente desde la calle. El taller se desarrolla

durante un tiempo frente a un gran ventanal de suelo a techo que da al jardín. Ésta es otra de las

modificaciones del proyecto primigenio. Tras vivir éste espacio se da cuenta de que la actividad que

allí se desarrolla no permite un contacto tan directo con el jardín, de manera que cierra el hueco y

abre unos lucernarios para obtener luz natural. Proyecta un acceso al jardín desde el estudio

creando el llamado patio de las ollas, un lugar de transición entre la actividad profesional que se lleva

a cabo en el taller y la actividad espiritual, íntima, mágica y misteriosa que se quiere desarrollar en el

jardín.

Se puede tratar de un ritual de purificación para acceder al espacio más místico de la casa, el jardín,

en el que el sonido del agua de la fuente contrasta con el silencio de los muros. Citando Ferdinand

Bac: “El agua trae la luz a las tinieblas”. Cabe recordar que uno de sus más vívidos recuerdos de la

infancia es el del agua cayendo por las juntas de los troncos huecos elevados que transportaban el

agua a lo largo del pueblo de Mazamitla, donde pasaba largas temporadas de niño.

En los últimos años de su vida, enfermo, sólo habita la planta superior de la casa. Manda cubrir la

piedra volcánica del suelo con una moqueta para que le resulte más fácil caminar, pero días después

pide que recorten un camino en la alfombra, como un sendero en un jardín.

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BIBLIOGRAFÍA

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http://www.casaluisbarragan.org/