Luis Pablo Martinez. El Patrimonio Como Proceso Social

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23 El patrimonio como proceso social. Acerca de la Isla de Nueva Tabarca LUIS PABLO MARTÍNEZ SANMARTÍN

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El patrimonio como proceso social. Acerca de la Isla de Nueva Tabarca

LUIS PABLO MARTÍNEZ SANMARTÍN

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CANELOBRE

Dirección Queru Blanco Casanova

Subdirección Pilar Tébar Martínez

Consejo de Revistas Carmen Alemany Blay Miguel Ángel Auladell Pérez José Luis V. Ferris Santiago Linares Albert Víctor López Arenas Ricardo Matas Pita Rafael Poveda Bernabé

Diseño Grupo Camaleón Creativos S.L.

Número monográfico de CANELOBRE

Tabarca. Utopía y realidad

Coordinador José Manuel Pérez Burgos

AgradecimientosEmilio Alhambra, Arjones, Juan Manuel Bernabeu Santamaría, Jerónimo Buades Blasco, Pilar Calderón Fernández, Lucía Canet Pericás, Rafaela Casanova, Amadeo Castelló, Carmen Castelló, Guillermo Cortés Vicedo, Xavier Crespo, Pablo Cuesta, Ana Mari Chacopino, Juan Chacopino, Elena Dospital, Mª Ángeles Fernández de Tirso y Aguirre, Therese Fournier, Tereana García Ruso, Martine y Jean François Garry, Carmela González, José Ángel Hidalgo Martínez, Laura Hueso, Luis H. Ivars, Joaquín Juan Penalva, Nacho Lahoz, Alfonso Lario, Santiago Linares Albert, Felio Lozano Quijada, José Carlos Martínez Robles, Andoni Miren Ansotegui, José Luis Navarro, Jezabel Indira Pérez, José M. Pérez Burgos, Alicia Potes, Rafael Poveda Bernabé, Encarni Rabadán, Domingo Rodes, Antonio Ruso, Gloria Ruso, María Ruso, Yolanda Sánchez Mateo, Mariano Sánchez Soler, Inmaculada Sanchís Iniesta, Mercé Santonja Hernández, Guillermo Seguí Marco, Familia Signes, Maya Stalder, José Ten, Inma Trulls, Joaquín Valero, Juan van der Hosfstadt, José Manuel Vidal Ortuño, Joaquín Vizuete Albaladejo, Archivo Diputación Provincial de Alicante, Archivo Municipal de Alicante, Biblioteca Gabriel Miró, Filmoteca Española, Video Mercury Films, S.A.

La revista CANELOBRE agradece especialmente la colaboración de los tabarquinos cuya aportación gráfica y testimonial ha sido fundamental para enriquecer esta publicación.

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CANELOBRE es una publicación del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, Organismo Autónomo de la Diputación de Alicante.

Número 60 Invierno 2012 23 Euros

Depósito Legal: A-227-1984 ISSN 0213-0467

Imprime: Quinta Impresión, S.L.

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Amanecer tabarquino. Foto: José Carlos Martínez Robles

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Introducción: la isla de las visiones contrapuestasTabarca, isla de la luz. Tabarca, otra decepción. Ti-tulares evocadores de visiones contrapuestas de una misma realidad que encontramos en un número de esta misma revista publicado hace ahora veintisiete años (Schlotter, 1985: pp. 106-111; Varela, 1985: pp. 115-120).

Desde que fuese poblada por los ligures tabarkinos rescatados en 1769 por Carlos III, los juicios acerca de la isla se han caracterizado en buena medida por su polarización. Ya en el siglo XVIII, los informes redactados se mueven entre el optimismo ilustrado que presidió la fundación y el desencanto derivado de su desarrollo. Durante el XIX, y hasta media-dos del XX, la visión romántica de algunas almas sensibles al encanto paisajístico se contrapone a la constatación generalizada de la dureza de las con-diciones de vida.

La década de los sesenta del siglo XX inauguró una nueva etapa, extendida hasta los años ochenta. La prensa se hace eco del acelerado declive de la pes-ca, la persistencia de graves carencias dotacionales en materia de infraestructuras de la isla y el consi-guiente declive demográfico. Tres factores, no obs-tante, contribuyeron a generar una cierta sensación de optimismo ante el futuro: la promesa del desa-rrollo turístico, la protección del patrimonio cultu-ral en 1964, mediante el decreto que declaró la isla

El patrimonio como proceso social. Acerca de la Isla de Nueva Tabarca

LUIS PABLO MARTÍNEZ SANMARTÍN - Historiador

como conjunto histórico–artístico, y la conservación del patrimonio natural, con el establecimiento de la reserva marina en 1986. El elenco de titulares com-pendiado por José Luis González Arpide, aunque se detiene en 1978, refleja con viveza las realidades y las ilusiones del momento (González Arpide, 2002: pp. 167-168).

A estas décadas de la esperanza ha seguido un perío-do en que los titulares han vuelto a teñirse de tono pesimista. Todavía vivimos en él. “De momento la isla aparece en total abandono, sobre todo hacien-do una comparación con el enorme progreso de las obras públicas realizadas en toda la costa, mientras ya ha nacido la preocupación por la cementación distintiva de la intervención privada”, escribió no hace mucho Arturo Lenti (Lenti, 2003: p. 226).

La barca varada y desvencijada, metáfora de la decadencia de la pesca desde los años sesenta. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

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El “giro negativo” experimentado por el discurso acerca de Tabarca tiene mucho que ver, pienso, con la frustración de las expectativas alimentadas por las políticas de tutela patrimonial; una frustración percibida con especial intensidad por lo que al pa-trimonio cultural respecta. El renovado pesimismo discursivo es también fruto de un cierto desencanto con la panacea del turismo, a la vista de las limita-ciones y de los impactos negativos de su orientación excursionista y residencial.

No obstante, desde mediados de la primera década de 2000 se detecta un claro repunte de las visiones optimistas, impulsadas por la población autóctona y por activistas, técnicos y colectivos comprometi-dos con la isla, como ilustra este mismo número de Canelobre. Un optimismo renovado que tiene como denominador común el patrimonio cultural y natu-ral de la isla.

La salvaguarda del patrimonio, con sus fracasos, aciertos y promesas, cumplidas e incumplidas, ha determinado la evolución reciente de la isla, en su materialidad física y en su percepción por vecinos y visitantes. El patrimonio constituye una clave ex-plicativa de los vaivenes del discurso sobre Tabarca en el pasado reciente. Esta es la idea que preside este ensayo. Por razón de mi especialidad, primaré el patrimonio cultural en el desarrollo de la argu-mentación.

El patrimonio cultural como procesoTabarca cuenta con una doble declaración patrimo-nial, cultural y natural. Las declaraciones patrimo-niales, empero, por sí solas no bastan. Son necesa-rias, pero no suficientes.

El sistema de tutela patrimonial en vigor, hijo de la transición democrática, establece como razón pri-mordial de la salvaguarda del patrimonio la garantía de su acceso público y de su disfrute por las genera-ciones futuras. Desde esta perspectiva, el patrimo-nio no es ni puede ser algo estático. Como idea y como realidad es procesual. Es dinámico.

El proceso patrimonial parte de la identificación de los bienes que integran el patrimonio cultural para llegar a su acceso y disfrute público, pasan-do por la protección jurídica efectiva y las acciones de conservación, restauración y puesta en valor. La salvaguarda plena y sostenible del patrimonio exige el desarrollo completo del proceso, en la secuencia debida y sobre la base del conocimiento exhaustivo y el respeto escrupuloso de los valores a preservar.

La definición procesual del patrimonio, implícita en la normativa del sector, ha encontrado su me-jor correlato explícito en la definición del concep-to “salvaguardia” introducida por la Convención UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003). En su artículo 2.3 establece que “Se entiende por ‘salvaguardia’ las medidas encaminadas a garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial, comprendidas la identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión –básicamente a través de la enseñanza formal y no formal- y revitalización de este pa-trimonio en sus distintos aspectos”. El acceso pú-blico, en este caso, se encontraría implícito en las medidas de valorización.

Un factor capital en la explicación de las frustra-ciones y los conflictos planteados en la historia re-ciente de Tabarca es, precisamente, el incompleto e irregular desarrollo del proceso patrimonial en la isla.

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Una declaración incompleta y falta de adecuación a la normativa vigenteSer patrimonio cultural no constituye una cualidad intrínseca. La determinación de la condición patri-monial es función de la identificación de intereses o valores de orden patrimonial a partir del análisis e interpretación de los atributos de los bienes.

El espectro de valores implícitamente reconocido por la declaración de 1964 es limitado, como co-rresponde a la noción de patrimonio de la época. De la lectura del decreto se deprende que la admi-nistración de patrimonio del momento tenía por probado que Tabarca contaba con valor arqueológi-co (yacimientos abundantes; restos de edificaciones y murallas “muy anteriores” a la colonización de la isla en el XVIII), valor histórico (asentamiento de los tabarquinos; proyecto de colonización) y valor arquitectónico (fortificaciones; urbanismo ajedreza-do). Como rasgo de modernidad se puede señalar la valoración que el decreto hace del patrimonio natu-ral de la isla, aun limitada por su enfoque paisajísti-co pintoresquista (“abunda en caletas, en las que no faltan cuevas resecadas por el oleaje, islotes y fondos maravillosos”; “la singularidad del istmo que une sus dos zonas”).

El elenco de valores protegidos por la declaración resulta reducido incluso de acuerdo con la idea de patrimonio vigente en la época: la concepción de-cimonónica, monumental, nacionalista y elitista del patrimonio, centrada en los testimonios más excel-sos del espíritu patrio y de sus glorias (castillos, pa-lacios e iglesias), en plena sintonía con la ideología nacional-catolicista del Franquismo. Así, sorprende el olvido por el decreto de la valoración arquitec-tónico-artística de la iglesia, cuya singular belleza fue ya subrayada en 1782 por el sacerdote ilustrado valenciano Francisco Pérez Bayer (González Arpi-de, p. 149).

La entrada en vigor de la Ley 16/1985 del Patri-monio Histórico Español (en adelante LPHE) y de la Ley 4/1998 de 11 de junio, de la Generalitat Valenciana, del Patrimonio Cultural Valenciano (modificada por las leyes de la Generalitat 7/2004,

de 19 de octubre y 5/2007, de 9 de febrero; en adelante LPCV) supuso que la isla pasara a tener la consideración jurídica de inmueble declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Conjunto Histórico (LPHE, disposición adicional primera, y LPCV, disposición adicional primera, apartado 1).

Más allá de la convalidación de la figura declarati-va, de conjunto a histórico-artístico a BIC-conjunto histórico, la entrada en vigor de ambas leyes debería haber conllevado una complementación del decreto de declaración, expresamente prevista por el apartado segundo de la disposición adicional primera LPCV, en atención a las mejoras introducidas por ambas en cuanto a la técnica y los mecanismos de tutela del pa-trimonio. De especial significación para Tabarca es la ampliación que ambas leyes hacen del espectro de va-lores calificativos de los bienes patrimoniales, dando entrada, entre otros, al interés etnográfico (LPHE) o valor etnológico (LPCV). La LPCV, además, incor-pora expresamente los bienes inmateriales al elenco de bienes patrimoniales protegibles.

La pregunta formulada por Arturo Lenti resulta hoy, pues, totalmente pertinente: “¿Qué es del De-creto de 27 de agosto de 1964 que declaraba la isla de Tabarca un conjunto histórico artístico?” (Lenti, 2003: p. 226)

La declaración de conjunto histórico artístico de la isla de Tabarca responde a la concepción tradicional de patrimonio. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

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La inexistencia de un plan especial de protección acorde a la normativa en vigor“¿Existe un plan para Tabarca?” es otra de las pregun-tas clave formuladas por el autor italiano (Lenti, ibid.).

En efecto, la complementación del decreto declara-tivo debía de haber ido acompañada de la aproba-ción de un Plan Especial de Protección del Conjun-to Histórico plenamente adaptado a las exigencias de la nueva legislación patrimonial en vigor; exigen-cias que alcanzan un gran desarrollo y precisión en la LPCV tras la modificación legal de 2007 (LPCV, art. 39.2). Conviene tener presente que el Plan Es-pecial de la Isla de Tabarca (PEIT) redactado por el arquitecto José Blanco Canto, que fue aprobado definitivamente en 1984, esto es, un año antes de la aprobación y entrada en vigor de la LPHE. El documento nació, pues, virtualmente desfasado res-pecto a la normativa sectorial de patrimonio.

Con independencia de que en su día el PEIT haya sido objeto de la convalidación prevista por la LPHE (disposición transitoria sexta, apartado 2) y por la LPCV (art. 34.4 y disposiciones adiciona-les segunda del texto de 1998 y segunda de la ley de modificación de 2004), lo cierto es que el único documento patrimonial con valor normativo que el arquitecto redactor pudo tomar como referencia era el magro texto del decreto de 1964, que nada dice acerca de cómo proteger unos valores que ni siquie-ra relaciona de forma explícita.

El turismo fue una promesa, también para la conservación del patrimonio. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

El turismo cultural resulta paradójicamente marginal en la visita de la isla. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

Peor todavía, la redacción original del plan, aprobada inicialmente en 1970, ignoraba las determinaciones que pudieran derivar de la declaración del conjunto histórico-artístico, como refleja de modo elocuente el párrafo introductorio de los antecedentes del PEIT:

“Ante una iniciativa privada que plantea construir apartamentos en la Isla de Tabarca el Excmo. Ayun-tamiento de Alicante decide promover el Plan de Or-denación de la misma en el año 1.968 aproximada-mente, encargandolo al arquitecto que esto suscribe en Agosto de 1.969, sin establecer criterios claros sobre el mismo. Así pués con el unico criterio de este arquitecto se redacta un plan de corte claramente turístico muy acorde con la epoca en la que el turismo era lo más importante.” (Blanco, 1984).

La ausencia de criterio patrimonial obligó al Ayunta-miento a impulsar la rectificación del plan de orde-nación de la isla no menos de tres veces entre 1970 y 1976 a instancias de la administración del Estado competente en la materia, conocedora del mismo en el trámite aprobación. El PEIT justifica el no abordar en profundidad el tratamiento de las murallas por haberse redactado por el Ministerio de Cultura un proyecto de restauración. La mención al decreto de 1964 constitu-ye el lacónico párrafo de conclusión de los anteceden-tes del PEIT, metáfora de la introducción forzosa del criterio patrimonial en el documento (Blanco, 1984).

Estos son los mimbres patrimoniales del documen-to que durante tanto tiempo ha inspirado la tutela del conjunto histórico.

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El efecto deletéreo de la falta de adecuación de los instrumentos de tutelaLa complementación de la declaración del conjun-to histórico podría haber permitido, ya desde 1985, a través de la valoración del interés etnográfico, la tutela jurídica efectiva de la arquitectura popular subsistente en la isla (viviendas del XVIII, edifica-ciones sustitutorias de las mismas y otras) y del rico patrimonio mueble característico de la forma de vida tradicional en la isla, singularmente la cultura mate-rial vinculada a las actividades agropecuarias, la pes-ca y la carpintería de ribera documentada por José Luis González Arpide (González Arpide, 2002: pp. 171-285). Ello, a su vez, tal vez habría contribuido a la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial con anterioridad a la propia definición jurídica de la categoría. Como patrimonio vivo (característi-ca definitoria del patrimonio inmaterial), no como documentación etnográfica. No cabe duda de que la desprotección del etnopatrimonio en sus mani-festaciones inmuebles, muebles e inmateriales ha coadyuvado a la desvirtuación y la pérdida de carác-ter del conjunto, en paralelo a la crisis de la forma de vida tradicional y a su reemplazo por las actividades vinculadas al turismo.

Más allá de la declaración de 1964, el proceso pa-trimonial ha continuado adelante en Tabarca de modo sesgado, centrado en la intervención sobre algunas piezas muy concretas, en especial los ele-mentos monumentales del conjunto (caso de las murallas, la Casa del Gobernador y la iglesia), me-diante el impulso de proyectos de conservación, restauración y rehabilitación. Los resultados han sido muy dispares, producto de la falta de una de-terminación normativa, exhaustiva y expresa, de los valores a preservar y de las intervenciones y usos admisibles. Para bien o para mal, cada proyec-to lleva la marca de dirección facultativa, e incluso de las disponibilidades económicas del momen-to. Así, mientras los tiempos de vacas gordas han propiciado proyectos excesivos, las vacas flacas han hecho, lamentablemente, de los proyectos incon-clusos un exponente de la “basurización” de Tabar-ca denunciada hace más de cinco lustros por San-tiago Varela (Varela, 1985: p. 120). La insuficiencia e inadecuación de la normativa reguladora de las

intervenciones admisibles ha tenido un efecto par-ticularmente negativo sobre la estructura urbana y las edificaciones que la integran, generalizándose la edificación sustitutoria e incluso la construcción de nuevas edificaciones residenciales de diseño y acabados francamente alejados del original. En 1979 Joan Calduch y Santiago Varela identifica-ban como factores primordiales de la desvirtuación del conjunto histórico la degradación de las piezas monumentales y la modificación del caserío intra-muros: “En la actualidad, a pesar de estar declara-do Monumento Nacional, hay un gran abandono de los elementos arquitectónicos que han quedado fuera de uso (fortificaciones, Casa del Goberna-dor, etc…) y las viviendas han sido sustituidas o modificadas en parte rompiendo el tipo original e introduciendo elementos que degradan el conjun-to” (Calduch y Varela, 1979: p. 75). Poco después, Calduch retomaba la crítica: “La estructura urbana perderá su claridad a media que se van rellenando las parcelas de la trama con criterios diferentes a los inicialmente plasmados en el proyecto original, y se vayan degradando los elementos monumenta-les (iglesia, puertas del recinto, murallas bóvedas, casa del gobernador, etcétera) consecuencia del abandono y de la agresión del medio físico marino, hasta situaciones límite que ponen en peligro su conservación.” (Calduch, 1983: pp. 80-81).

Cabe recordar que la LPHE, de aplicación directa en la Comunidad Valenciana entre 1985 y 1998, y que continúa siendo de aplicación supletoria, consi-dera excepcional la sustitución de inmuebles “aun-que sean parciales”, y únicamente las admite “en la medida en que contribuya a conservación general del conjunto” (art. 21.3). El articulado en vigor de la LPCV no es tan tajante, con excepción de los in-muebles que cuenten con la condición de bien de relevancia local, para los que rige la prohibición de derribo total o parcial (LPCV art. 20); pero condi-ciona la edificación sustitutoria al seguimiento de “las tipologías arquitectónicas de la zona o área en que se encuentran ubicados” (art. 39.3.f ); precepto que, por analogía y en atención al mantenimiento de los valores del conjunto, resulta extensivo a la edificación destinada a ocupar los espacios libres intramuros (el art. 39.3.j exige la regulación de los parámetros tipológicos “con el fin de asegurar la ar-monización de nuevas edificaciones con el ambiente en el que se inserten”).

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El arquitecto Santiago Varela, uno de los mejores conocedores de la isla, ha denunciado la prolifera-ción de la edificación sustitutoria con “alteración del tipo de vivienda tradicional, con escaso o nulo interés en los resultados formales”, aunque no deja de señalar el interés que, a su juicio, revisten ciertas intervenciones de audaz modernidad, como la del bloque de adosados proyectado por Juan Luis Ga-llego (Varela: 2007, p. 8).

¿Ha reproducido la edificación sustitutoria lo pre-existente? ¿Se han inspirado las manzanas de nueva construcción en la tipología residencial original del conjunto?

No lo parece.

¿Han contribuido dichas intervenciones a la con-servación general del conjunto?

No creo que pueda defenderse.

Incluyo en mi juicio los ejercicios de virtuosismo ar-quitectónico. Los experimentos, con gaseosa.

Otra víctima destacada del déficit de tutela patri-monial ha sido el ambiente terrestre inmediato al conjunto histórico. El itsmo, cuya centralidad y sin-gularidad señala el propio Decreto de 1964, es a día de hoy un compendio de intervenciones desafortu-nadas, como bien resume el arquitecto Carlos Laca-lle García en su premiado proyecto final de carrera (Lacalle, 1998: p. 48):

En el istmo, se han construido unos RESTAU-RANTES en una edificación en forma de abanico, y se está ejecutando en la actualidad, la reconstruc-ción del revellín y una serie de plataformas con un edificio central, que rompen completamente la topo-grafía del istmo. A nivel paisajístico sobre la isla, es desastroso, no contribuyendo a mejorar el nivel de comprensión del conjunto arquitectónico y paisajís-tico de la Isla.

A la observación de Lacalle cabe añadir la lamenta-ble sustitución del antiguo almacén de la almadraba (que pudo haber sido restaurado o rehabilitado; o que pudo haber servido de inspiración también en cuanto a materiales y texturas) por un edificio de servicios cuya modernidad arquitectónica, de banal estridencia, preside el itsmo. El inmueble, loado por la Guía de Arquitectura de la Provincia de Alicante en paridad con la rehabilitada Casa del Gobernador ( Jaén, 1999: p. 38) alberga, no obstante, diversas de-pendencias municipales cuyo abnegado servicio pú-blico expía en buena medida lo que de cuestionable tenga la nueva arquitectura, siendo una de ellas el Museo Nueva Tabarca, protagonista, como se verá, del reciente “giro optimista” del discurso sobre la isla.

El itsmo libre de edificaciones (con puntualísimas salvedades, como el mencionado almacén de la al-madraba) formaba indudablemente parte del am-biente del conjunto histórico. De nuevo conviene recordar las disposiciones legales. La LPHE, de aplicación desde 1985, dispone que “La conserva-ción de los conjuntos históricos declarados bienes de interés cultural comporta el mantenimiento de la estructura urbana y arquitectónica, así como de las características generales de su ambiente” (art. 21.3). La LPCV, por su parte, ordena el mantenimiento de “la estructura urbana y arquitectónica del conjunto y las características generales del ambiente y de la silueta paisajística”, supeditando cualquier innova-ción a la justificación de su contribución “a la me-jor conservación general del Conjunto” (art. 39.2.a). Preceptos legales en vigor, como los anteriormente citados, a los que no podían ni pueden oponerse las determinaciones de un PEIT desfasado desde su nacimiento.

El itsmo ha sido escenario de obras de excesiva dureza. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

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Nuevos actores, nuevas perspectivas: hacia una gestión patrimonial integral e integrada de la Isla de Tabarca“Existe una difusa sensación, que en estos años está por nacer un nuevo futuro para Tabarca; el auspicio por nuestra parte es que se pueda definir de renova-ción, a través del conocimiento de su lejano y más reciente pasado, que hemos buscado de delinear”. Las palabras de Arturo Lenti tienen algo de profé-tico (Lenti, 2003: p. 226).

El discurso sobre la isla ha experimentado, cierta-mente, un nuevo giro optimista, fundado en la vin-dicación del patrimonio desde una óptica holista. El fenómeno, entiendo, obedece tanto a los cambios ex-perimentados por el colectivo de expertos como a la irrupción de la ciudadanía como actor cualificado en

el proceso patrimonial. Por lo que respecta a los pri-meros, se advierte, junto a la pérdida del monopolio del discurso patrimonial, una creciente orientación interdisciplinar, unida a un creciente compromiso. Por su parte, la ciudadanía patrimonialmente con-cienciada, cada vez mayor en número, se posiciona y se moviliza a favor de la salvaguardia de la isla, con participación destacada de los tabarquinos.

La vindicación de una Tabarca alternativa, cons-truida y desarrollada en torno a la salvaguarda del patrimonio cultural y natural, ya no es coto priva-do de la intelligentsia tecnocrática. La ciudadanía que ha crecido en democracia, para la que la edu-cación superior no es el lujo inalcanzable que fue para sus padres y abuelos, no se resigna a aceptar la continua degradación de la isla y se organiza para exigir el cumplimiento de las leyes, articu-lando un discurso científica y jurídicamente bien fundamentado.

Un moderno edificio de servicios ocupa el espacio del antiguo almacén de la almadraba. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

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Hasta la década de 2000, las asociaciones y platafor-mas cívicas, mayoritariamente integradas por perso-nas que no son vecinos de la isla, han actuado en re-acción ante proyectos que consideraban lesivos para el patrimonio local, conforme al modelo salvem de plataforma cívica (Albert, 2005). Un Salvem Tabar-ca se opuso hace una década a la construcción de los lamentables “chalets” cuya demolición ha sido orde-nada por los tribunales, y un Salvemos Tabarca se ha constituido recientemente para reclamar la restitu-ción de los recursos sustraídos a la Reserva Marina, afectada por la marea de recortes propiciada por la crisis económica. Pero cada vez son más los colecti-vos que, al modo de las organizaciones ecologistas,

La regulación armonizadora de tipologías y acabados constituye una urgencia patrimonial. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

que tan importante papel vienen desempeñando en la salvaguarda ambiental de la isla (véase <http://www.ecologistasenaccion.org/>.), mantienen una actitud no solo reactiva y vigilante, sino proactiva con relación al patrimonio cultural tabarquino, con-tribuyendo directamente a la recuperación de la me-moria local, caso de Alicante Vivo (<http://www.alicantevivo.org/>). Asimismo, proliferan las inicia-tivas de difusión y valorización del patrimonio local a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que son impulsadas por parti-culares, caso del hermoso blog “Nueva Tabarca, un pequeño paraíso”, de Núria Sucias Mollà (<http://nuevatabarca.wordpress.com/>.

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Por lo que respecta a la movilización ciudadana, debe sobre todo subrayarse la acción de los pro-pios vecinos de Tabarca y de aquellos que, habiendo dejado de residir en la isla, mantienen vivos los la-zos con ella. Los vecinos, que también han experi-mentado el comentado proceso de concienciación y denuncian las agresiones al patrimonio y los in-cumplimientos de las administraciones, han dado asimismo un paso adelante. La reciente reapertura por los tabarquinos de la iglesia, cerrada durante años por unas obras de restauración largo tiempo paralizadas, tiene, por descontado, una componente religiosa; pero también constituye una acción que simboliza el compromiso local con el patrimonio, como expresan los carteles fijados en los muros del templo. Tabarca cuenta con dos asociaciones cultu-rales dedicadas al mantenimiento y promoción de la identidad de la isla. Una de ellas organiza la mul-titudinaria representación por los vecinos de la “La Virgen del Esclavo”. La obra, adaptación libre por Antonio Ruso, de estirpe tabarquina, de las noticias y las tradiciones acerca de las raíces históricas de la Nueva Tabarca, refleja el orgullo de la identidad local y la voluntad de promover y participar activa-mente en su revitalización mediante la salvaguardia de sus elementos culturales de anclaje, tangibles e intangibles.

La entrada en funcionamiento del Museo Nueva Tabarca, reconocido por la Generalitat en 2004, no es ajeno a la movilización cívica y vecinal. La ex-

posición permanente y las actividades de difusión e investigación continuamente impulsadas por la institución han puesto de manifiesto la epopeya de los tabarquinos, epítome de la historia del Medite-rráneo, fomentando la identidad local y la preocu-pación colectiva por la conservación de su memoria. El Museo, además, fomenta desde su concepción el discurso interdisciplinar sobre la isla, con atención simultánea al patrimonio cultural y natural, junto con el interés por el establecimiento de relaciones con la diáspora tabarquina, en especial con la Ligu-ria, origen histórico de los tabarquinos, la Tabarka de Túnez y las gemelas sardas de Nueva Tabarca, las poblaciones de Carloforte y Calasetta. La orienta-ción del Museo es coherente con la de quien lo ha dirigido desde su constitución, José Manuel Pérez Burgos, arqueólogo enamorado de Nueva Tabarca mucho antes de su nombramiento, abierto a la par-ticipación ciudadana y militante en la aproximación interdisciplinar y comprometida a la salvaguardia de la isla, como refleja su participación en el proyecto SOS Paisajes de Mar (<http://blog.paisajesdemar.com/>).

Tabarca precisa una gestión integral, como ponen de manifiesto los problemas ambientales y patri-moniales derivados de la presión turística o las prospecciones de arqueología subacuática proyecta-das por el MARQ en el ámbito de la Reserva Ma-rina. La tutela y gestión de la isla debe estar abierta a la participación de vecinos y sociedad civil en ge-

Las obras inacabadas degradan el conjunto histórico. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

Interior de la iglesia. Los tabarquinos defienden su patrimonio. Foto: L. P. Martínez Sanmartín

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Representación de la obra teatral Virgen del Esclavo. Foto: Queru Blanco

neral, con exigencia de un desarrollo completo del proceso patrimonial, también por lo que respecta al cumplimiento e incluso la mejora de la normati-va de aplicación. Y resulta de interés estratégico el desarrollo de sinergias y proyectos comunes entre las Tabarcas del Mediterráneo, apoyado en el reco-nocimiento internacional (Longerstay y Gourdin, 2011).

Las bases para el éxito de la salvaguardia patrimo-nial, de modo que Tabarca deje de inspirar el discur-so negativo, están sentadas.

Las aproximaciones disciplinares y sectoriales deben anudarse con protagonismo ciudadano en torno a un proyecto integrado de salvaguarda de la isla. Foto: L.P. Martínez Sanmartín

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EL PATRIMONIO COMO PROCESO SOCIAL. ACERCA DE LA ISLA DE TABARCA / LUIS PABLO MARTÍNEZ SANMARTÍN

LONGERSTAY, Monique, y GOURDIN, Philippe (dirs.), De Tabarka (Tunisie) aux “nouvelles Tabarka”. Carloforte, Calasetta, Nueva Tabarca, Histoire, Environne-ment, Preservation. Túnez, Ed. Finzi, 2011.

PÉREZ BURGOS, José Manuel, “Nueva Tabarca, Patri-monio Natural y Cultural: Una Experiencia Multidisci-plinar”, RdM. Revista de Museología, 48 (2010), pp. 66-78

LENTI, Arturo, Los Pescadores de Tabarca y Nueva Tabar-ca, Una vivencia presentada a través de antiguos y nuevos documentos, Murcia, Galindo Artes Gráficas, 2003.

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VARELA, Santiago, y CALDUCH, Juan, “Nueva Ta-barca / Nova Tabarca”, en VARELA, Santiago, y CAL-DUCH, Juan, Alacant-Tabarca, Valencia, Generalitat Valenciana, 1984, pp. 65-75.

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