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De la Historia 59 JOSÉ IGNACIO ROYO GUILLÉN Introducción Si hay algo que puede definir a este territorio de las es- tribaciones orientales del sistema Ibérico es su carácter agreste y fronterizo. Su complicada orografía, horadada por profundos tajos provocados por la red fluvial, permite la presencia de cañones o desfiladeros donde todavía se conserva una rica muestra del ecosistema mediterráneo, en especial en lo referido a la fauna y flora. Por otra parte, su ubicación geográfi- ca, junto al extremo norte de la provincia de Castellón, le ha conferido tradicionalmente su condición de frontera entre el altiplano turolense y los valles abiertos al Mediterráneo. Este duro paisaje, en el que las comunicaciones siempre han sido dificultosas, es el soporte que los pri- meros pobladores de estas tierras debieron do- minar o acomodar para su explotación, adap- tando en todo momento sus modos de vida a las duras condiciones que esta comarca represen- taría para sus primeros habitantes. Pero estas mismas dificultades del territorio, fren- te a las tremendas transformaciones físicas ex- perimentadas por otras comarcas aragonesas a causa del desarrollo agrícola o industrial, han propiciado que en esta zona se hayan ralenti- zado o minimizado dichas alteraciones, permi- tiendo la conservación del paisaje y en conse- cuencia, del rico patrimonio arqueológico de la zona, a pesar del desconocimiento científico casi absoluto de la mayor parte de la superficie ocu- Prehistoria, Protohistoria y Arte Rupestre 1 Vista general del abrigo del Arenal de la Fonseca

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De la Historia 59

JOSÉ IGNACIO ROYO GUILLÉN

Introducción

Si hay algo que puede definir a este territorio de las es-tribaciones orientales del sistema Ibérico es su carácteragreste y fronterizo. Su complicada orografía, horadadapor profundos tajos provocados por la red fluvial, permitela presencia de cañones o desfiladeros donde todavía seconserva una rica muestra del ecosistema mediterráneo,en especial en lo referido a la fauna y flora. Por otra parte,su ubicación geográfi-ca, junto al extremonorte de la provincia

de Castellón, le ha conferido tradicionalmente sucondición de frontera entre el altiplano turolensey los valles abiertos al Mediterráneo. Este duropaisaje, en el que las comunicaciones siemprehan sido dificultosas, es el soporte que los pri-meros pobladores de estas tierras debieron do-minar o acomodar para su explotación, adap-tando en todo momento sus modos de vida a lasduras condiciones que esta comarca represen-taría para sus primeros habitantes.

Pero estas mismas dificultades del territorio, fren-te a las tremendas transformaciones físicas ex-perimentadas por otras comarcas aragonesas acausa del desarrollo agrícola o industrial, hanpropiciado que en esta zona se hayan ralenti-zado o minimizado dichas alteraciones, permi-tiendo la conservación del paisaje y en conse-cuencia, del rico patrimonio arqueológico de lazona, a pesar del desconocimiento científico casiabsoluto de la mayor parte de la superficie ocu-

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pada por la comarca. De las quince poblaciones que componen la Comarca delMaestrazgo, hay siete, Allepuz, Cañada de Benatanduz, La Cuba, Pitarque, Tron-chón, Villarluengo y Villarroya de los Pinares, de las que no conocemos ni un soloresto de época prehistórica o protohistórica, a pesar de la riqueza de yacimientosexistente en aquellas localidades donde la investigación arqueológica ha concen-trado sus trabajos. Este es el caso de Cantavieja, Castellote, La Iglesuela del Cid yen especial Molinos, en cuyo término municipal se han localizado cerca de un cen-tenar de yacimientos arqueológicos.

El conocimiento de la riqueza arqueológica de esta comarca es muy reciente. Hastamediados del siglo XX no se darán a conocer al ámbito científico los primeros ya-cimientos de la misma, de la mano del profesor Ripio, el cual dará a conocer a co-mienzos de la década de 1960, parte del conjunto parietal localizado entre Santo-lea y Ladruñán, en el actual término municipal de Castellote. No será hasta la décadade 1980, cuando una serie de jóvenes investigadores fijen su atención en esta zonay concentren en ella algunos trabajos de prospección y las primeras excavacionesen abrigos y cuevas de la comarca, como en el caso de F. Arasa, con sus pros-pecciones por todo el reborde oriental de la zona, o el de A. Martín y G. Ruiz Za-patero, con su estudio sobre la metalurgia de algunos poblados de la Edad del Hie-rro. No obstante, los trabajos más importantes de esta etapa van a ser los realizadospor P. Utrilla y A. Álvarez con las excavaciones realizadas en la Cueva de los Torosde Cantavieja y sobre todo el descubrimiento y posterior excavación del abrigo delArenal de la Fonseca, donde A. Sebastián realizará varias campañas de excavación.

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Excavaciones en el Arenal de la Fonseca

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Durante la década de 1990 se realizarán esporádicos trabajos sobre el arte rupes-tre, en especial en lo relativo a sus grabados al aire libre, destacando el hallazgoy publicación de los grabados del Barranco Hondo de Castellote, a cargo de A. Se-bastián, o los hallazgos de nuevos conjuntos de grabados en Cantavieja, llevada acabo por N. Mesado y J.L.Viciano. Junto a dichas investigaciones, hay que desta-car los proyectos dirigidos por F. Burillo, uno de los cuales encaminado a la ela-boración de la Carta Arqueológica de Aragón y el más importante para la comar-ca, el estudio arqueológico del término municipal de Molinos, donde se localizaránuna buena nómina de yacimientos prehistóricos y protohistóricos, excavándose enalgunos de los más representativos.

Pero será en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI cuando las investi-gaciones en la zona recibirán un notable impulso. A cargo de P. Utrilla se retomaránlas excavaciones en el abrigo del Are-nal de la Fonseca y otros abrigos delos alrededores, con resultados deenorme importancia para el estudiode los primeros pobladores de la co-marca. También se procederá a la re-visión de otros abrigos con represen-taciones rupestres, en especial losconjuntos de La Vacada, llevada acabo por M. Martínez-Bea, o del Ba-rranco Hondo, en este caso dirigidopor P. Utrilla y V. Villaverde. Por nues-tra parte, diversos trabajos de docu-mentación y protección del patrimo-nio rupestre de la zona, nos hanpermitido dar a conocer algunosconjuntos de gran interés, como las pinturas protohistóricas de Las Rozas I o la lo-calización de paneles pintados inéditos con contextos arqueológicos asociados,como es el caso del Arenal de la Fonseca, donde se han realizado dichos hallaz-gos durante el proceso de protección física del yacimiento, durante el año 2003.

A pesar de la nómina de investigadores citada, la investigación arqueológica en estacomarca adolece sobre todo de continuidad, a pesar de la concentración de tra-bajos en las épocas más antiguas, en especial de su arte rupestre y de sus restosprehistóricos. Son muy pocos los que de forma continuada han realizado trabajosen la zona, en especial en cuanto a excavaciones arqueológicas sistemáticas se re-fiere. Por esta razón y por el desconocimiento total de grandes áreas de terreno,sobre todo en lo que se refiere a la parte central y meridional de la comarca, losdatos que contamos en la actualidad están incompletos y sólo conocemos con cier-ta profundidad algunas zonas muy concretas, de las que siempre es muy compli-cado extrapolar datos a otras más o menos cercanas.

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Cuadrúpedo del abrigo de La Vacada, en Castellote

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La explotación del territorio durante el paleolítico y epipaleolítico

Los restos arqueológicos

A tenor de los datos conocidos en áreas próximas, sabemos que ya desde el Pa-leolítico Inferior algunos grupos de cazadores-recolectores recorrían estas tierras.No obstante, la documentación más fiable obtenida a partir de finales del siglo XX,demuestra la presencia ya continuada de pequeños grupos de cazadores nean-dertales durante el Paleolítico Medio (60.000/40.000 a. C.). De estos momentos con-tamos con las excavaciones realizadas en la Cueva de los Toros de Cantavieja y enel Abrigo Ahumado del Pudial en Ladruñán (Castellote). En el primer yacimientoconsistía en un hábitat o campamento de cazadores ubicado en un abrigo profundode grandes dimensiones, en un ambiente climático relativamente frío en el que lafauna dominante sería el caballo, cabra, corzo, ciervo y sarrio. El material lítico re-cuperado es plenamente característico de las industrias musterienses de la cuen-ca media del Ebro. Entre el instrumental de sílex destaca la presencia mayoritariade raederas, puntas levallois y lascas retocadas. De similares características sería elsegundo yacimiento, en el que la industria musteriense localizada, en la que pre-domina la presencia de raederas, confirmaría la ocupación neandertal de la cuen-ca media-alta del río Guadalope durante el Paleolítico Medio, posiblemente entreel 50.000 y el 35.000 a. C., ocupación posibilitada en gran medida por las favora-bles condiciones medioambientales.

Por lo que respecta a los restos de ocupación humana durante el Paleolítico Su-perior, gracias a los recientes trabajos llevados a cabo por el equipo de P. Utrillaen los alrededores del embalse de Santolea, conocemos la primera ocupación decazadores cromañones conocida en Aragón, fechada en los inicios del PaleolíticoSuperior, con una industria característica del Gravetiense (a partir del 25.000 a. C.).Las excavaciones realizadas en el Abrigo del Arenal de la Fonseca, han permitidodocumentar un nivel de ocupación con industrias líticas de dicho momento, con

continuidad en el MagdalenienseFinal (12.000-10.000 a. C.), lo que per-mite plantear la posible presencia deuna ocupación paralela en la Cuevade los Toros y retomar también el ha-llazgo de la mandíbula de la Cueva delas Graderas de Molinos, clasificadaen un primer momento como perte-neciente a un Cromañón, posterior-mente fechada como Eneolítica y quea la luz de los últimos descubrimien-tos, habrá que reconsiderar como unposible resto humano de la más quesegura ocupación durante el Paleolí-tico Superior en la zona.

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Arquero levantino del abrigo del Arenal de laFonseca

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Tras el profundo cambio climático del final del Paleolítico Superior, los modos devida de las pequeñas bandadas de cazadores-recolectores, no sólo no sucumbie-ron, sino que al menos durante tres o cuatro milenios (entre el 9.000 y el 5.000 a.C.) se mantuvieron y prosperaron en la zona, sostenidos gracias a un ecosistemaque permitió el mantenimiento de la actividad depredadora de estos grupos hu-manos. Los hallazgos de niveles de ocupación epipaleolíticos en el Arenal de laFonseca y en el cercano Abrigo de Angel 2, junto a la localidad de Ladruñán, oen la Cueva de los Toros de Cantavieja, así parecen demostrarlo.

¿Las primeras muestras de arte rupestre al aire libre?

Aunque todavía no seamos capaces de fechar de forma absoluta las primeras ma-nifestaciones gráficas parietales presentes en la comarca del Maestrazgo, lo ciertoes que muy probablemente sea en un ambiente cultural y económico de fuerte tra-dición epipaleolítica y como una muestra más de su identidad territorial, cuandose documentan las primeras representaciones pintadas del llamado arte levantino,que debemos situar en esta comarca a partir del sexto milenio a. C.

Hasta la fecha sólo conocemos los abrigos pintados levantinos localizados en eltérmino municipal de Castellote: Abrigo de la Vacada, Abrigo de los Arqueros, Abri-go del Torico del Pudial, Friso Abierto del Pudial y Abrigo del Arenal de la Fonse-ca, a los que hay que añadir el excepcional hallazgo de algo único en el arte ru-pestre del Arco Mediterráneo: los grabados levantinos del Barranco Hondo,recientemente reestudiados.

En todos los casos estudiados hasta el momento, las representaciones pintadas ograbadas son fieles exponentes de la sociedad que las realiza. En ellas predomi-nan los temas figurativos y naturalistas en diversas tonalidades de rojo, en los queaparecen escenas de caza con arqueros persiguiendo, acechando o dando caza abóvidos, jabalíes, ciervos o cabras, como fauna predominante en estos abrigos pin-tados. Las diferentes figuras pintadas pueden aparecer aisladas, por parejas o for-mando escenas, pero en la mayoría delas ocasiones con la figura humanacomo elemento primordial de todoslos paneles decorados. Estas manifes-taciones parietales se ubican en pare-des más o menos lisas de abrigos depequeño y mediano tamaño localiza-dos cerca de las riberas de los ríos obarrancos adyacentes, casi siempre enlugares de fácil acceso, salvo en algúncaso concreto, como en El Torico delPudial, donde su localización en unlugar casi inaccesible plantea una fun-cionalidad ciertamente distinta del

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Toro levantino del abrigo del Torico del Pudial

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resto de abrigos cercanos. Los abrigos pintados o grabados levantinos también pue-den situarse en la confluencia de caminos o barrancos, coincidiendo en muchoscasos con lugares desde los que se puede controlar el paso de la fauna objeto decaza.

Hoy por hoy todavía quedan muchas lagunas en lo referente a la cronología delarte levantino y si éste es de origen más antiguo que el arte esquemático, origi-nado en el seno de sociedades agrícolas neolíticas. Tampoco está demostrada lafuncionalidad de estas representaciones pintadas o grabadas: magia de caza, ritualesreligiosos, sociales o de iniciación, marcadores territoriales, etc. Dentro del deba-te levantado en torno a la cronología y origen del arte levantino, la aparición y es-tudio definitivo de los grabados al aire libre del Abrigo del Barranco Hondo de Cas-tellote abre nuevas perspectivas en la investigación. La presencia de un magníficociervo naturalista, acompañado de una cierva y rodeados de varios cazadores pro-vistos de arcos, con claros paralelos estilísticos en las representaciones de arque-ros levantinos presentes en los alrededores, pero con una técnica de ejecución quedurante más de diez años ha posibilitado que muchos expertos en arte rupestrefechasen dichas figuras en un entorno del final del Paleolítico Superior, así comolos paralelos formales de dichas figuras de animales con otras similares aparecidasen abrigos castellonenses y fechados en un momento de transición entre el Pale-olítico Superior y el Epipaleolítico, podrían llevar a reconsiderar el inicio del artelevantino, propio de sociedades depredadoras de etapas más antiguas.

Las primeras comunidades agrícolas y sus manifestaciones rupestres

Ya sea por evolución o aculturación de las poblaciones autóctonas de tradición epi-paleolítica, o por la llegada de nuevos pobladores plenamente neolíticos, el pasode la economía depredadora a la productora que representa la llamada revoluciónneolítica, es decir, el nacimiento de las primeras comunidades agrícolas, debió pro-ducirse en esta zona, pero muy especialmente en el Guadalope medio, a partir delV milenio a. C. Buena prueba del fenómeno de aculturación que sufren las po-blaciones autóctonas de este territorio, la podemos observar en el Arenal de la Fon-seca de Castellote, donde sobre los niveles epipaleolíticos se documenta la ocu-pación del mismo espacio por gentes neolíticas, las cuales, a pesar de lasinnovaciones tecnológicas detectadas en la talla del sílex o en la presencia de ce-rámica y del conocimiento de la agricultura y una incipiente ganadería, todavía man-tienen un tipo de hábitat troglodita y la caza y la recolección como elementos com-plementarios de su economía de producción doméstica.

Estas primeras comunidades agrícolas no sólo ocupan los abrigos cercanos a cur-sos de agua, sino que se establecen también en el interior o a la entrada de cue-vas, utilizadas durante el Eneolítico (a partir del 3.000 a. C.) no sólo como luga-res de hábitat, sino también de enterramiento. Tal es el caso de la Cueva deMatutano, Cueva de la Bonifacia o Rambla de las Truchas I en la localidad de La

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Iglesuela del Cid, así como otros ejemplos localizados en las cuevas de Santa Lucía,Las Graderas, o Las Baticambras en la localidad de Molinos, sólo por citar algu-nos de los yacimientos más representativos de este periodo. Muy posiblemente deeste momento sean los primeros poblados estables al aire libre, formados posi-blemente por agrupaciones de cabañas que periódicamente serían abandonadostras el agotamiento de las tierras circundantes.

Será durante la Edad del Bronce (a partir del 2.000 a. C.), cuando realmente po-dremos hablar de los primeros poblados estables con cierta estructura urbana, conejemplos tales como Fuente del Ballester o Azarollera II en Castellote, o bien deotros de similares características, pero ya del Bronce final localizados en Molinos.

Por lo que respecta a las muestras de arte parietal asociadas al nacimiento de lasprimeras comunidades agrícolas neolíticas, los datos con los que contamos en laactualidad concentran los hallazgos en el entorno del actual embalse de Santolea,pudiendo fecharse entre el Neolítico Antiguo (5.000 a. C.) y los inicios de la Edaddel Bronce (2.000 a. C.). El arte rupestre característico de estas sociedades pro-ductoras es el esquemático, aunque por el momento las evidencias documentadasen la zona son escasas. Estas representaciones esquemáticas pueden manifestarseen abrigos exclusivamente decorados con dichas manifestaciones, o bien en losmismos abrigos en los que aparecen figuras de estilo levantino, como sucede enel caso del Arenal de la Fonseca, donde las intervenciones del Gobierno de Ara-gón para la protección del yacimiento arqueológico y su conjunto rupestre, nos hanpermitido descubrir un panel con pinturas esquemáticas en las que aparecen re-presentaciones humanas y de cuadrúpedos. Lo realmente importante de este ha-llazgo es que apareció a un nivel mucho más bajo que el resto de las pinturas delabrigo y por lo tanto, sellado por los niveles arqueológicos de cronología neolíti-ca, lo que ha permitido su contextualización cronológica, cosa muy poco frecuenteen el arte rupestre.

Otras representaciones esquemáticas, aunque realizadas en fechas posteriores, se-rían las localizadas en el Abrigo de lasRozas I de Castellote, con un peque-ño panel pintado en rojo en el queaparecen unos cruciformes entrelaza-dos, y los conjuntos de grabados alaire libre de La Masía del Tosco y deLos Cerradicos de la Masía Casagran-ja I-II de Cantavieja, en donde hemosconstatado la representación de an-tropomorfos, escaleriformes, cruci-formes, cazoletas y canalillos en uncontexto tipológico que muy bien po-dría clasificar a estos conjuntos entrelas representaciones del final de laEdad del Bronce.

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Arqueros levantinos. Detalle de “Los Cerradicos”,en Cantavieja

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La Edad de Hierro: la consolidación del poblamiento y la explotación sistemática de los recursos

A partir del Bronce Final y con la llegada de los influjos culturales de los Camposde Urnas a la zona (a partir del 1.000-900 a. C.), va a producirse durante el Hie-rro I la consolidación de los poblados estables, así como una fuerte expansión de-mográfica que provocará la explotación sistemática de los recursos disponibles enel territorio, no sólo los agropecuarios y cinegéticos, sino también los metalúrgi-cos. Buena prueba de ello es la presencia significativa de poblados del Hierro I envarias poblaciones de la comarca. Entre los más importantes podemos citar a losde Vallipón, Azarollera y Masía Fuente el Salz de Castellote, El Morrón del Cid yEl Puntal del Moro en La Iglesuela del Cid, Los Villares en Miravete de la Sierra, oValderriguel 1-2, Pozo del Salto, Cerro de la Corona, El Fontanar 1-2, Loma del Ro-blar y Villarcastillo IX en Molinos.

De todos los yacimientos citados, son los poblados localizados en el término mu-nicipal de Molinos los mejor conocidos, junto con algunos otros, como el de Va-llipón de Castellote. En la localidad de Molinos, gracias a los trabajos dirigidos porF. Burillo y J. Ibáñez, se ha podido estudiar el origen y evolución de una comu-nidad del Bronce Final/Hierro I en la que se constata una gran densidad de po-blación basada en el control del territorio y de sus recursos, mediante un sistemajerarquizado en la que se combinan los pequeños asentamientos familiares espe-cializados de carácter agropecuario o incluso defensivo, como sería el caso del ya-cimiento de Villarcastillo VI, frente a unos cuantos poblados de carácter urbano yde considerable tamaño (superior a una Ha) con los cuales se controla todo el te-rritorio, como se ha comprobado en el poblado de La Loma del Roblar que ade-más explotó los afloramientos ferrosos de los alrededores.

Ya sea por la sobreexplotación del espacio físico o por algún tipo de influenciasexternas, el caso es que este sistema económico y social sufrió un colapso a fina-les del siglo VI a. C. y durante buena parte del V, produciéndose destrucciones,incendios generalizados y abandonos en los poblados, fenómeno constatado entodo el valle del Ebro y vinculado al periodo “Ibérico Antiguo”, así como a la lle-gada de las primeras influencias mediterráneas y orientales a la comarca.

A partir del siglo V y durante todo el siglo IV a. C., este fenómeno cristalizará enun aparente descenso demográfico y una concentración de la población dispersaen poblados de marcado carácter urbano en los que la minería del hierro y su me-talurgia supondrá un elemento de gran importancia. De este periodo previo a laromanización existen suficientes ejemplos en la comarca del Maestrazgo: Cabeci-co de la Heredad en Bordón, El Castellar en Cantavieja, Puntal de las Rozas en Cas-tellote, Los Cabezuelos en Fortanete, El Morrón del Cid y la Cueva del Turcacho enLa Iglesuela del Cid, El Puntal y El Castellar Mas de Dalmau en Mirambel, Los Vi-llares en Miravete de la Sierra y La Mezquita, Valderriguel 3, El Picuezo, Santa Bar-bara Norte y los hornos de Villarcastillo en Molinos. Todos estos asentamientos re-presentan la evolución autóctona del poblamiento de la comarca hasta la llegadade los movimientos expansionistas de Roma a partir del siglo II a. C.

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Por lo que se refiere al arte rupestre de la Edad del Hierro, hay que decir que hastafinales del siglo XX, todas las manifestaciones pintadas o grabadas de la zona sehabían clasificado en los dos grandes estilos artísticos post paleolíticos conocidospara el arco mediterráneo: el arte levantino y el esquemático. En ambos casos lascronologías que se barajaban eran claramente prehistóricas. Los recientes estudiosllevados a cabo en algunas figuras naturalistas y esquemáticas plasmadas en abri-gos de los alrededores del embalse de Santolea, han permitido constatar que du-rante la época ibérica y posiblemente ya desde el Hierro I, algunos de los primi-tivos santuarios rupestres fueron utilizados de nuevo, como M. Martínez-Bea hademostrado en el reciente estudio y revisión de los paneles pintados del Abrigode la Vacada de Castellote. En dicho conjunto se han documentado algunas figu-ras que por tipología y estilo deben emparentarse con representaciones de este mo-mento, como sucede con un guerrero y un caballo localizados entre los paneleslevantinos, cuya fisonomía encuentra sus paralelos más evidentes en las repre-sentaciones pintadas de los vasos celtibéricos. En otros casos, como en el cerca-no Abrigo de las Rozas I, aparecen pequeñas inscripciones en alfabeto ibérico juntoa otros motivos esquemáticos, asociándose su factura a un poblado ibérico cerca-no a este panel pintado.

En todo caso, comprobamos como arte rupestre y contexto arqueológico van uni-dos en esta Comarca del Maestrazgo, compartiendo el mismo territorio al menosdurante los últimos 5.000 años antes del cambio de Era y perpetuando así el ca-rácter ritual de estos santuarios parietales al aire libre, que en última instancia re-presentan la expresión gráfica de las ideas de los primitivos habitantes de estas tie-rras. La protección física de este patrimonio y su puesta en valor de cara a su disfrute

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Vista general del abrigo de Las Rozas, junto al embalse de Santolea

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público es una labor que poco a poco se va consolidando en la comarca como unaoferta cultural y como un factor endógeno de desarrollo rural, dentro de estruc-turas de gestión que como el Parque Cultural del Maestrazgo pueden permitir am-pliar y dar a conocer el rico patrimonio arqueológico de esta Comarca.

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