Maestro del piano y de la conversación...Sobre un solo penta-grama nos lo dice todo. Esto es...

1
SIGLO NUEVO 61 Antonio Álvarez / / / / Correo-e: [email protected] NUESTRO MUNDO Como pianista, se destacó sobre todo interpretando las hermosísimas obras de su coterráneo Federico Chopin, pero jamás vaciló al confesar sus preferencias por la música de Wolfang Amadeus Mozart P ianista grande entre los grandes, Arthur Rubinstein tuvo la conversación como uno de sus máximos place- res. Aseguraba que cuando se conversa, un pianista no tie- ne por qué preocuparse por las frases demasiado pesadas o por las notas demasiado agudas. Fluye y ya. E induda- blemente Rubinstein conversando fluía tanto como cuando interpretaba piezas al piano. Era tan buen conversador que importantes cadenas televisivas europeas y norteame- ricanas produjeron programas en que el pianista no ejecu- tó obras al piano pero sí compartió sin reservas su amena palabra sobre todo tipo de temas. La empresa Televisa -a finales de los años setenta- trasmitió a altas horas de la no- che algunos de esos programas y quienes los vimos pode- mos asegurar que valió la pena desvelarse para escuchar divagando al legendario pianista polaco. Divagaba -eso es innegable- pero siempre enriquecía culturalmente a sus oyentes. Como pianista, se destacó sobre todo interpretan- do las hermosísimas obras de su coterráneo Federico Cho- pin, pero jamás vaciló al confesar sus preferencias por la música de Wolfang Amadeus Mozart, a pesar de las presio- nes de empresarios para que en sus conciertos y recitales se enfocara en otros compositores de efectos más llama- tivos para el público, sin duda muy buenos compositores, pero no la altura de Mozart. En eso coincidió con el célebre pianista Ferruccio Busoni, al que incluso citaba y con el mismísimo Chopin, quien siempre reconoció la primacía de Mozart. He aquí la opinión de Rubinstein, ipsissima verba: “Mozart es sin duda el más puro de todos los músicos. Su música está desembarazada de todo lo que es inútil. No se necesita una multitud de notas para expresar los abismos de la pasión, del amor y del espíritu. Sobre un solo penta- grama nos lo dice todo. Esto es igualmente verdadero con los niños. Yo hice mi debut a los 12 años, en Berlín, tocando a Mozart bajo la dirección de Joseph Joachim. Esas cuali- dades de simplicidad y de franqueza no son precisamente las de un hombre joven que vive los primeros ataques de la sensualidad, las primeras ambiciones. Un hombre joven querrá brillar por su prometida, mentirá a su padre y se dirá que es más astuto que él. En general, él sólo estará preocupado de sí mismo. Cuando madura, se desembaraza de todo. Ya no tiene necesidad de ello. Vuelve a ser puro. En igual forma, los viejos músicos vuelven a Mozart. Bu- soni ha dejado, finalmente, a Beethoven por Mozart. Él me ha confesado: ‘Ya he tenido bastante de Beethoven. Mozart es el más grande’. Por su parte, Vladimir De Pachmann sostenía: ‘Beethoven, ¡siempre altos y bajos, nada en me- dio! Ya no quisiera tocarlo en absoluto’. Eso era típico de De Pachmann, quien llegó a ser célebre porque el público adoraba su manera miniaturista de tocar. Recuerdo que cuando yo era niño, adoraba a Mozart. Experimentaba un inefable placer descifrando sus conciertos, sus sonatas, y mis amigos me los pedían. Más tarde se me pedía interpre- tar trozos más elaborados. Jamás un organizador me per- mitirá tocar sólo a Mozart si sabe que produciré un efecto sensacional con Chaikovski. Más tarde, la música española y Chopin me valieron otros éxitos, y el público no me deja- ba marcharme sin que yo hubiera interpretado a uno u otro de estos compositores”. Rubinstein explicaba su desenfadada forma de ser di- ciendo que adoraba la vida. “Soy sin duda la persona más feliz que conozco. Esto no es porque disfruto de buena sa- lud, porque mi vida familiar siempre ha sido satisfactoria o porque no tengo problemas de dinero, claro que no. He tenido problemas terribles de dinero. He dormido en la calle. He ayunado durante meses. He tenido las peores de- cepciones y he soportado enfermedades peligrosas. Sí, he pasado por todo eso, pero nada me ha impedido amar la vida. Nadie me puede quitar la felicidad porque nadie pue- de robarnos lo que poseemos interiormente”. El luminoso Arthur Rubinstein -ni duda cabe- se ganó merecidamente el título de maestro. Disfrutemos su músi- ca y aprovechemos sus lecciones. Maestro del piano y de la conversación

Transcript of Maestro del piano y de la conversación...Sobre un solo penta-grama nos lo dice todo. Esto es...

Page 1: Maestro del piano y de la conversación...Sobre un solo penta-grama nos lo dice todo. Esto es igualmente verdadero con los niños. Yo hice mi debut a los 12 años, en Berlín, tocando

S I G L O N U E V O • 61

Antonio Álvarez ///// / / Correo-e: [email protected]

NUESTRO MUNDO

Como pianista, se destacó sobre todo interpreta ndo las hermosísimas Como pianista, se destacó sobre todo interpreta ndo las hermosísimas obras de su coterráneo Federico Chopin, pero jamás vaciló al confesar sus preferencias por la música de Wolfang Amadeus Mozart

Pianista grande entre los grandes, Arthur Rubinstein tuvo la conversación como uno de sus máximos place-

res. Aseguraba que cuando se conversa, un pianista no tie-ne por qué preocuparse por las frases demasiado pesadas o por las notas demasiado agudas. Fluye y ya. E induda-blemente Rubinstein conversando fl uía tanto como cuando interpretaba piezas al piano. Era tan buen conversador que importantes cadenas televisivas europeas y norteame-ricanas produjeron programas en que el pianista no ejecu-tó obras al piano pero sí compartió sin reservas su amena palabra sobre todo tipo de temas. La empresa Televisa -a fi nales de los años setenta- trasmitió a altas horas de la no-che algunos de esos programas y quienes los vimos pode-mos asegurar que valió la pena desvelarse para escuchar divagando al legendario pianista polaco. Divagaba -eso es innegable- pero siempre enriquecía culturalmente a sus oyentes. Como pianista, se destacó sobre todo interpretan-do las hermosísimas obras de su coterráneo Federico Cho-pin, pero jamás vaciló al confesar sus preferencias por la música de Wolfang Amadeus Mozart, a pesar de las presio-nes de empresarios para que en sus conciertos y recitales se enfocara en otros compositores de efectos más llama-tivos para el público, sin duda muy buenos compositores, pero no la altura de Mozart. En eso coincidió con el célebre pianista Ferruccio Busoni, al que incluso citaba y con el mismísimo Chopin, quien siempre reconoció la primacía de Mozart. He aquí la opinión de Rubinstein, ipsissima verba:

“Mozart es sin duda el más puro de todos los músicos. Su música está desembarazada de todo lo que es inútil. No se necesita una multitud de notas para expresar los abismos de la pasión, del amor y del espíritu. Sobre un solo penta-grama nos lo dice todo. Esto es igualmente verdadero con los niños. Yo hice mi debut a los 12 años, en Berlín, tocando a Mozart bajo la dirección de Joseph Joachim. Esas cuali-dades de simplicidad y de franqueza no son precisamente las de un hombre joven que vive los primeros ataques de

la sensualidad, las primeras ambiciones. Un hombre joven querrá brillar por su prometida, mentirá a su padre y se dirá que es más astuto que él. En general, él sólo estará preocupado de sí mismo. Cuando madura, se desembaraza de todo. Ya no tiene necesidad de ello. Vuelve a ser puro. En igual forma, los viejos músicos vuelven a Mozart. Bu-soni ha dejado, fi nalmente, a Beethoven por Mozart. Él me ha confesado: ‘Ya he tenido bastante de Beethoven. Mozart es el más grande’. Por su parte, Vladimir De Pachmann sostenía: ‘Beethoven, ¡siempre altos y bajos, nada en me-dio! Ya no quisiera tocarlo en absoluto’. Eso era típico de De Pachmann, quien llegó a ser célebre porque el público adoraba su manera miniaturista de tocar. Recuerdo que cuando yo era niño, adoraba a Mozart. Experimentaba un inefable placer descifrando sus conciertos, sus sonatas, y mis amigos me los pedían. Más tarde se me pedía interpre-tar trozos más elaborados. Jamás un organizador me per-mitirá tocar sólo a Mozart si sabe que produciré un efecto sensacional con Chaikovski. Más tarde, la música española y Chopin me valieron otros éxitos, y el público no me deja-ba marcharme sin que yo hubiera interpretado a uno u otro de estos compositores”.

Rubinstein explicaba su desenfadada forma de ser di-ciendo que adoraba la vida. “Soy sin duda la persona más feliz que conozco. Esto no es porque disfruto de buena sa-lud, porque mi vida familiar siempre ha sido satisfactoria o porque no tengo problemas de dinero, claro que no. He tenido problemas terribles de dinero. He dormido en la calle. He ayunado durante meses. He tenido las peores de-cepciones y he soportado enfermedades peligrosas. Sí, he pasado por todo eso, pero nada me ha impedido amar la vida. Nadie me puede quitar la felicidad porque nadie pue-de robarnos lo que poseemos interiormente”.

El luminoso Arthur Rubinstein -ni duda cabe- se ganó merecidamente el título de maestro. Disfrutemos su músi-ca y aprovechemos sus lecciones.

Maestro del pianoy de la conversación