Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

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    I I I /

      F O R M A S

     P R I M I T I V A S

     D E

    E XP E R I E N C I A R E L I G I OSA

    L a

      vida

      nunca es un a sunto puram ente práctico; si así

    fuera,

      el hom bre que vivió en los niveles de existe ncia más

    primitivos

      y peligrosos nunca

     hubiera

      pensado que valía la

    pena soplar a través de una caña hueca, en un

      intento

      de

    producir

     sonidos mu sicales , ha dic ho Stephens Spinks (28),

    en

      u n

      trabajo

      que nos servirá de guía en este ap art ad o.

    L a

      primera

      di f icultad

      a resolver en este tema consiste en

    encontrar

      una buena definición de hombre

     pr imi t i vo .  Ante

    los innumera bles inconvenientes que surgen por usar

     como

    criterios def initorios

      las correlaciones cráneo-encefálicas y

    el

      desa rrollo posible de las áreas

     prefrontales,

      as í

     como

      la

      i n

    vestigación arqueológica y paleontológica, es

      preferible

      op

    ta r

      por una definición

      operat iva.

     Usaré

     como  ta l

      a la que

      i n

    cluye  en la categoría de hombre

     pr imi t i vo

      a todos aquellos

    primeros

      seres diferenciables de los

      animales,

     pero que toda

    v ía no han  adquir ido  los mecanismos mentales que la espe

    cie ha  m ani festado en los últimos seis o siete  m i l  años, según

    estimación de Gordon  Childe.

    L a

      mentalidad

      de ese hombre

     ha

     sido

     descripta

     po r Spinks

    (28 )  como  presentando

      d i f i cul tades

      para

      distinguir  clara

    mente  entre

      los objetos animados y los

      inanimados,

      con el

    resultado

      de que muchos de sus

     conceptos

     parecen haber si

    d o

      vagos

      y

      f luctuan tes . Jung

      sostiene además que dicha

    mentalidad

      func iona en

      base

      a una exagerada sensorial iza-

    ción de las huellas mnémicas, lo que sumad o al

     predominio

    cada vez mayor de las imágenes visuales de

     Spinks, conduce

    a un curioso resultad o que puede expl icar ciertas creencias

    primarias.

      Cuando ese hombre  pr imi t i vo piensa en su ma dre

    muerta,

      la v e , de donde está en el derecho de suponer que

    el

      pensamiento provoca la apa rición

      rea l ,

      sin que esto

    pueda

      ser tomado

      como

      u n

     intento

      de expl icación intelec

    tual

      de l m undo ,

     sirio como

     una sim ple descripción de la rea-

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    l idad

      ta l

     como es v iv ida.

    Para

      ciertos autores el hom bre  pr imi t i vo  es el que  perte

    nece a las

     tribus

     nómad es que al asentarse cambiaron en mu

    chos aspectos,

      entre

      los que se destaca el

     surgimiento

     de las

    religiones

      de las diosas de la

      tierra como

      d iv inidades de l a

    ferti l idad.

    Las

     diferencias de la

     mentalidad  pr imitiva

      con la moder

    na fueron

      estudiadas también por

     Durkhe im

     y Lévy-Bruhl.

    Estos autores de la

      l lamada

      escuela francesa,

      def inieron

    aquella

      f orma

      de pensamiento por sus características

      funda

    mentales :

      pre-lógica (que acepta conscientemente las

     contra

    dicciones), y mística (consciente de su sometim iento a po

    deres no p ercibidos   sensorialmente). También juegan un pa

    pel fundamental  las representaciones colectivas, de las que

    tanto

      s igni f icado

     extrajera J ung,

      y que no

      tienen

      el sentido

    de representaciones intelectua les en

      tanto

      la participación

    emocional y

     psicomotriz

     es pr ior i tar ia (da nza y ritual ización).

    Wilhelm  Schmidt (c i tado por  Spinks) , el antropólogo que

    v imos enfrentando a

      Freud

      por su  historia  d el  parric idio ,

    reasume su capacida d de dem olición

      frente

      a la escuela  fran

    cesa,  a la que  critica  por cinco razones, de las que rescata

    m os

      tres:

      1)

      fal ta

      de definición de

      p r i m i t i v o ;

      2 )

      fal ta

      de

    ordenamiento

     de los pueblos menciona dos; y 3)  fal ta de cro

    nología en los estadios d el pensamiento prelógico.

    Si   bien

      no ha po d ido

      determinarse

     cuál es la línea genéti

    ca más aceptable, e incluso si es que hubo

      alguna,

     o si todas

    la s

      expresiones que siguen coexistieron

     como

     a pr o x im a da

    mente

      contemporáneas,

      creo

      de mucho interés su conoci

    miento

      prev io para  una adecuada comprensión de la  religio

    sidad

     d e l hombre

      actual.

    Religiones

     tribales

      totémicas

    Se basan en la identif icación de un objeto con la

      v i d a

    d el

      grupo (co nsti tui do por sujetos con vínculos de parentes

    co). El objeto totémico

      posee,

      por lo

      tanto ,

      un elevado po

    tencial

      de estimulación emocional, que se ma nif iesta en un

    tabú protector .

    Se ha n constru ido las más diversas teorías en cuanto a su

    origen:

      expl icación d e la gestación-parición (Spencer y G i-

    34

    lien),

      concretización del mana del nombre

      tribal

      ( A nd r e w ) ,

    etc. En otro orden de

      cosas

      se supuso que era el origen de

    todas las otras expresiones rel igiosas (Robertson   Smith) ,  si

    bien

      se, lo

      cree

     sólo

     v inculado

     paternalmente a ciertos

     dioses

    tribales

      (Sp ink s), ta l vez generadores de algunas formas de

    pol iteísmo.

    Mana

    Fuerza  enteramente

     d istinta

      al poder físico, que actúa

    de muchas maneras,

     para bien

     y

      para ma l ,

      y cuya posesión o

    contro l

      ofrece m uchas ventajas. . . en cierto mod o sobrena

    tural ,

     pero se

     manif iesta como

     fu erza física. . . no está

      f i jado

    a

      cosa

      alguna y puede ser portado por cualquier

     cosa .

      N o

    obstante los espíritus, sean los libera dos de los cuerpos o

    los  seres  sobrenaturales, lo

      tienen

      y pueden comu nica r lo .

    Por f in aunqu e pueda actuar por  intermedio  del agua, de

    una piedra   o de u n hueso , esencialmente corresponde a

    los

      seres

     personales  o r ig inar lo .  Es ésta una descripción del

    ob ispo R . N . Codr ig ton  (1891)

      referida

      a su

      experiencia

     en

    la

     Melanesia

     (c i tad o en

     Spinks)

      (28 ) .

    En

      realidad

      parece

      tratarse

      de un resul tado de l animismo

    del

      hombre

      pr imi t i vo ,

      de una

      di f icultad  para  distinguir

      las

    fuerzas que lo rodean de las que

      vivencia

     en sí mism o  ( intra-

    psíquicas). De manera que   para

      Jung

      el concepto de mana

    no sería más que una   f orma  pr imitiva  de  percibir  la   l i b ido .

    L a

     mag ia

    (Ya

      en el siglo pasado comenzó a

      afirmarse

      que la magia

    había teni do su origen en la percepción de la energía física, '

    mientras

      la creencia en los espíritus había nacido de la peí?

    cepción de la energía psíquica.lDe esta suposición se

      l i a

     I n

    f er ido ,

      s in m a y o r funda m e nto

      quería

      magiares el

      primer

    germen  de religión, cuando lo más probable es que

     ella mis

    ma

      ha ya sido preced ida de otras experiencias,̂ por lo menos

    de   i¿

      implicadas

     en el

     descubrimiento

      del concepto de  alma.

    Resulta

      tentadora ,  si  bien  ta n

     poco

     pasible de com proba

    ción  como  otras,  la teoría de R. R.

      Marett,

      citado en su   l i -

    bro

      por Spinks (28), y que sugiere que fel hombre

     pr imi t i -

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    vo, enfrentado a situaciones

     extraordinarias

      o que lo sobre

    saltaban,

      expresaba sus reacciones emocionales

      mediante  v i

    vo s

     gestos

      físicos. Estos tendían a

     repetirse

     cada vez que re

    currían las tales situaciones, hasta

      transformarse)—por

      u n

    proceso

      de repetición y asociación—

     (en

      una

     especie

      de téc

    nica

      f o rmal

      mediante

     l a

     cual.

     . . buscaba   conjurar  algún  peli

    gro o satisfacer alguna necesidad urgente . ) De cualquier

    manera

      la(teoría es

     incompleta ,

     desde que no

      aclara

     e l cómo

    y

      el porqué de la persistencia de d eterminada s formas de

    magia.

     )Tal

      vez(pod ría completarse con la hipótesis de

      Jung

    sobre

      sensorialidad

      de las

     huellas

     m némicas —en lo referente

    al

      origen de la magia—, y sobre los

     arquetipos

     —para su per

    sistencia

     y , a veces, su curiosa reactivación.

    Creo, con  Spinks,  qu e  cualquiera  haya sido el

      lugar

      ocu

    pado en el encadena miento genético de las

     religiones

     moder

    nas,  las prácticas mágicas desempeñaron un pap el  impor

    tante

      en los estadios más tempranos de la religión, y

      cont i

    núan desempeñándolo incluso

     entre

     los pu eblos civ il izad os,

    muchos de los cuales creen aún que hay otro orden causal,

    distinto

      de l comúnmente l lama do c ientí f ico (28 ) .

    A l  respecto es

      importante

     plantearse con qué fund am en

    tos negaremos dicho orden causal  d i ferente,  cuando

      Jung

    nos ha mostra do la correlación de

     hechos

      s incrónicos , no

    vinculados

      causa lmente; En el mi sm o sentido cab.ría

     pregun

    tarse

      si es

      inteligente

      seguir ignoran do una

     mult i tud

      de fe

    nómenos científ icamente

      inexplicables ,

      aún a riesgo de que

    ta l

      negación nos lleve a

      traic ionar

      nuestro sentido de rea

    l idad.

    El

      animismo

    E l

      impacto de l a

     muerte,

      su comparación con el

      dormir,

    la   progresiva diferenciación  entre  sueños y

      realidad  vigil,

    j u n to  a la general ización del concepto de mana , parecen ha

    be r

      dad o na cimi ento a la creencia de que todo s los objetos

    del

     e nto r no

     tienen

     u n

     alma

      individual .

    Culto

     de l a

     na turaleza

    Las  d i f icultades para

      la abstracción, reveladas por la ca

    rencia

      de un número suficiente de nombres genéricos, con-

    36

    dujeron.al

     ho m b r e

     pr imi t i vo

     a u n c ierto

     caos

     de sus

      div inida

    des. Un

      primer intento  clasi f icatorio

      de facto puede haber

    sido el que supone Max Müller,

      quien

      creía que se habían

    f o r ma d o  tres

     grupos con los objetos de

      culto:

    1)

      Cosas

      que pueden ser asidas con las manos (fetiches);

    2)

     Cosas

     que p ued en ser asidas

     parcialmente,

     pero son de

    masiado grandes

     (dioses  naturales);

    3)

      Cosas

      que no pueden ser asidas en absoluto,

     como

      e l

    cielo, el sol, las

      estrellas,

      que se

      transforman

      en los grandes

    dioses, po r sobre los cuales está lo

     I n f i n i t o

    (28 ) .

    P or   otra  parte

      recordemos cómo muchos pueblos

      pr imi

    t ivos

     han creado una interminable  corte de poderes

      suprahu-

    ma hos, pe ro menores que los dioses, vincula dos a lugares

    aún

     poco

      explorados de la

     naturaleza circunda nte:

      gnomos,

    hadas,

      duendes,

     ondina s, nibelungos,

     d ragones, gigantes, etc.

    Monote ísmo

      original

    Com o quedó di cho algo antes, cada vez se ha id o

      a f irman

    do más la idea de la existencia de un monoteísmo   original,

    desde

     que Lañe (1904) sostuviera que

      para

     el salvaje

     pr imi

    t i vo

      o

      para

      cualquier nombre en un estadio

     temprano

      de ac

    t i v i dad

      intelectual ,

      todo aquello que no ofrece límites a los

    sentidos

     es  i l imi tado  o

      i n f i n i t o

    (28 ) .

    P or   otra

      parte

      no cuesta

      imaginar

     que el hom bre, que co

    mo v imos , acababa de

      descubrir

     s u alma compa rand o su sue

    ño con el sueño de los demás, y que por lo   tanto

      terminaba

    de descubrir a los otros en cuanto   tales,  se enfrentó con su

    posible   muerte y su consiguiente

     f in i tud ,

      quedando a un pa

    so de  vivenciar,  aún en  f orma

      intuit iva ,

      algo  i l imi tado ,  que

    todavía no es el  Otro ,  n i siquiera  el Abso luto , pero que sí

    puede ser lo De sconoci do, que el an imi smo se encargará rá

    pidamente

     de

     v iv i f icar

     co n ca racterísticas personales.

    El

      mi to

    Spinks

      recuerda la d efinición de Sir James Frazer (193 0),

    según la   cual

      \'los

     mitos  son docum entos del pensam iento

    humano

      e m b r i o na r i o ,  y también la f ilosofía del hom bre

    pr imi t i vo |  (28 ). A l respecto pienso que es realmente mu y

    37

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    poco

      v iab le

     a dscribir

      una

      intencionalidad  intelectual ,

      y me

    nos aún filosófica al hombre   pr imi t i vo ,

      como

      tampoco es

    probable

      que pueda hablarse de

      primitiv ismo

      en pensa

    mientos

      ta n ricamente elaborados

      como

      los contenidos

    de los

     mitos

     egipcios y mesopotámicos.

    El  m i t o  representa la expl icación y justif icación d e la

    acción

      espiritual,

      la que a su vez se  refiere  a situaciones

    que exigen su repetición. ¿Es que podríamos encontrarnos

    aquí con una   f orma  de compulsión a la repetición de la

    especie?

    Ho o ke

      ( The

      labyrinth ,

      1935)

      sostiene que el  mi to

    transmite  una verdad más

      amplia

      y más  pro funda  que la

    estrecha verdad de la

      h i s tor ia .

      Esta  verda d es su conte ni

    do y s igni f icado emoc ional , muchas

      veces

      inconsciente

    y

      proyectado en un mundo pob lado de duendes ,

      conse

    cuencia del mismo

      proceso

      proyectivo y de las

      primeras

    discriminaciones  entre

      p ercepciones sensoriales y huellas

    mnémicas sensorial izad as .

      Esta

      explicación se basa

      par

    cia lmente

      en

      Jung, quien

      además ubica la

      instancia

      proyec

    tura

      en el inconsciente colectivo , lo que le daría

     estabil idad

    a través de las diversas épocas y  culturas.

    Para

     dar por

      terminado

      el tema —por lo menos en cuanto

    nos interesa en este ensayo— usaré palabras de

      Spinks,

    quien

      ha proyectado

      suficiente

     luz sobre este cam po a pesar

    de su  r igor  en la síntesis:» La mitología n o es una serie de

    cuentos de hadas. . . es e} medio creado psicológicamente

    para

      da r

      ob jet iv idad  terrenal

      a la

      realidad

      trascendental

    (empleand o estas

     palabras

     en un sent ido teo lóg ic o ) (18 ) .

    38

    I V /

      R E L I G I O N  Y

      R E L I G I OSI DA D

    L a  palabra

      rel igión es etimológicamente ambigu a,

    como

      lo ha señalado en un documentado estudio Aragó

    Mitjans  (1). San Agustín prefirió  derivarla d e

      re l igare ,

      con

    su

      sent ido de  a t a r  o hacer dependiente ; Esta  es también

    la  preferencia de

      Jung

      (1 8 ) , quien  si bien la define como  l a

    observancia cuidadosa y concienzuda de aquello que Rudolf

    Ot t o

      acertadamente llamara l o numi noso (E l mismo

     Jung

     se

    encarga de  transmitirnos  l a de f in ic ión de l o numinoso ,

    que es, o la propied ad de un objeto

      visible,

      o el in f lu jo  de

    un a

      presencia  invisible  que producen una especial

      m o d i f i

    cación de la concien cia ) ( 18) . Usa este último concepto en

    tanto

      algo no origina do en el hom bre, sino que se apodera

    de él y lo domina, hasta el extremo de

      convert irlo

      en su

    víctima . En cambio Cicerón prefirió

      como

      origen del vo

    cablo, el verbo relegere : cuid ad o y atención que se po

    ne en observar tod o lo referente a las

     cosas d iv inas

    (1). Es

    por

      ello que la

      palabra

      religión

      implica tanto

      las actitud es

    externas como

     la s internas.

    Rastreando

      la

      historia

      compara da de las religiones el

    autor

      español encuentra en palabras de Ja strow (1901)

    contenidos rel igiosos que

      justi f ican

      la enriquecedora

     ambi

    güedad de la

      palabra.

      Ja strow señala

      como

      elementos

    esenciales de la religión:

    a) Reconoci mie nto de un poder o poderes que no de

    penden de nosotros.

    b ) Reconoc imiento

      existencial

      y convicción de depen

    dencia

      frente

      a esos poderes.

    c )  Entrar  de alguna manera en relación con

      estos

      pode

    res personales,

      tanto

      los

      ind iv iduos

      como  l a soc iedad .

    Pero todavía es posible   extraer  otras enseñanzas de a que

    ll a  historia ,

      como  la com probación de que las rel igiones

    siempre

      condujeron a un ordenamiento  organizat ivo,

    3 9

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    a actos  rituales,  a reglamentaciones éticas, a doctrinas so

    bre

      la génesis y el sentid o de la

     v ida ,

     etc. , pero conservando

    en

      una posic ión

      privilegiada,

     el aspecto personal.

    La

      mención de la

      historia

      de las religiones obliga a

      abrir

    un

      breve paréntesis

      para

      señalar lo que

      muestra

      aquel

    proceso:

      que se ha

      vuelto

      sumamente problemática

      —gra

    cias a la f ilosofía , y especialmente a la antropología— la

     vie

    ja

      aceptación de lo rel igioso,

     mientras

      este fenómeno —por

    lo

      menos en el campo

      cristiano—

      se ha ido depurando ,

    en

      el sentido de una progresiva espiritual ización, si

      bien

    estructurándose

      paralelamente

      en moldes codificados y dog

    máticos, modificables sólo con

      gran

      esfuerzo y a

     veces

      a

    través de situaciones críticas. Tam bién nos revela la  historia

    de las

     religiones,

     q ue

     mientras

     en las

     antiguas

     e l grupo cond i

    cionaba la

      religiosidad

      ind i v i dual ,  l a moderna

     apunta

      hacia

    una

      m a y o r

     universalidad

     y un m a y o r

     ind iv idual i smo.

     T a l vez

    sea esta última tenden cia la que provocó e i

      retorno

      de la

    Iglesia   C atól ica a las fuentes, buscando el sentido com uni

    tario

      de Pueblo de Di os, que caracteriza--nuestra época .

    Para

      establecer la clasificación del epígrafe, Aragó  c ita  a

    Burgadsmeier :

      Ha y una d i f e r enc ia entre  religión y  religio

    sidad.  U n a ,

      significa realidad

      religiosa  ob jet iva ;

      otra ,

      la

    f orma

      subjetiva

      de su apropiación. L a religión es

      universal,

    la   religiosidad  ind i v i dual ,

      diversa según la manera de ser de

    cada hombre o de cada pu eb lo (1 ) . •

    La

      psicología encuentra su camp o d e investigación espe

    cí f ic o en el abarcado por el segundo de

     estos

     fenómenos , cu

    ya   naturaleza

      podr ía

      sintetizarse

      diciendo que es la

      forma

    de

      vivenciar

      y

      manifestar

      conductua lmente l a re lac ión de l

    hombre

     con Dios .

    Reconozco

      que esta delimitación no es nada fácil, desde

    que lo psíquico y lo

      espiritual  constituyen

      dimensiones del

    mismo

      ser. Así se comprenden las

      d i f icultades

     qu e le aguar

    da n

      a

      quien

     desee

      saber si Spranger se

      refiere

      a la

     religiosi

    da d

      t a l

     como

      l a hemos ca racter izado , cuando hab la de un

    sentido rel igioso que puede  definirse  por la real ización a la

    to ta l i dad  de

      los,

      valores que

      culmina

      en un

     va lor

     s upr e m o ;

    o cua ndo dice que el corazón de la

     religiosidad,

      reside en

    la

      búsqueda de lo que consti tuye el

     va lor

      supremo

      para

     e l

    ser

      espiritual

      de l hombre .

     Esta

     búsqueda es una

     inqu ie tud

     a

    40

    la

      vez que una insatisfacción ; y todavía: el hom bre

      reli

    gioso

      es aquél cuya

     estructura mental

      está constantemente^

    orientada

      ha cia la real ización de un a experiencia del

      v a l o r ,

    supremo y radica lmente pac i f icad or , (c i tado por V ergo- '

    te)

      (29 ) .

    Vergote.

     clari f ica

      el panoram a, y si

     bien

      no lo dice explí

    citamente,

     podemos  distinguir  en su  texto ,  un plano  antro

    pológi co en el que el hom bre va creando los valores: no

    existe

      religión, sino allí donde lo

      Ot r o ,

      funda mento y ra íz

    de mi ser, no es el mundo en su

      to ta l i dad ,

      sino el

      T o ta l

    mente

      Ot r o ,

      frente

      a l

     cual

     m e d escubro a la vez

     como

      sepa

    rado

      y rel igado (29); y un plano psicológico, el de las ac

    ti tudes.  Aragó define este fenómeno psicológico con con

    ceptos

      de Kresch, para

      quien

      las actitud es son organ iza

    ciones durables de

      procesos  motivacionales ,

      emotivos , per

    ceptivos y cognitivos, que se

      refieren

      a un aspecto d el

      mun

    do de l

      ind iv iduo ,

      que por l o

      tanto

      quedan a

      mi tad

      de ca

    m i no e nt r e  lo s procesos  interiores y la acción.

    Jung

      asimiló también la  religiosidad a una a c t i tud ,  que no

    debe va lorarse como  inferior  por tener una expl icación  psi

    cológica, ya que como  quiere Ve rgote, la

     actitud religiosa

     va

    na c ie ndo

      paso

      a paso, a

     partir

      de la resolución de las

      ten

    siones y conflictos sucesivos, y aparece

      como

      una forma  de

    religión mu y diferencia da y

      a ltamente

      personal izada (29 ) .

    Siempre

      siguiendo al

     autor

     mencionado en segundo

      lugar,

    digamos que la   actitud  es un concepto

      estructurado

      sobre

    la

      base  de   tres  dimensiones

      fundamentales :  E l

      t i e m po

     v i v i

    do, el compromiso en las real idades terrestres  y las relacio

    nes

     entre

      persona y sociedad .

    L a  a c t i tud

      es una manera de ser

      frente

      a

     alguien

      o

      fren

    te

      a algo, es d ecir , una disposición favora ble o desfavorable

    que se expresa

     mediante

     u n

     c omp or t a mien t o

    (29 ) .

    41

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

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    V /

      P R A C T I C A S

     R E L I G I O S A S

     Y

    E X P E R I E N C I A S

      RELI GI O S AS

    L a   distinción  entre  una religión  interior  y

      otra

      cultual

    resulta

      ta n

     poco

     nítida que hasta ha y

     quien

     la desestima por

    c o m pl e to . No  creo  que se  justi f ique  u n

      ju i c io

      ta n radical ,

    pero

      reconozco

      que ta l vez co n aqu ellos nom bres estemos

    describiendo los

      aspectos

     sub jet ivo y ob je t ivo de u n mismo

    fenómeno .

    Desde

      la

     experiencia

     mística

     hasta

     el gesto

      ritual,

      pasando

    por la oración más o m enos reglada , hay un

      cont inuum

      de

    imposible

      d el imitación. N o obstante adoptaré la

      clasifi

    cación del epígrafe  para ord enar la descripción.

    A c c ió n

      cultual

     y

      r itual

    E l

      culto n o está alejado d e la experiencia  religiosa —en la

    que por

      otra

      parte

      se

      funda—,

      a l

     contrar io ,

      su

      prox imidad

    depende de la íntima relación que guarda con el sentido de

    lo

      numi noso , aunque se d i ferenc ia de d icha exper ienc ia

    por su naturaleza social .

    Esta dualidad

     d el

     culto

     corresponde a su dinámica: expre

    sión del

      sentimiento

      hum a no

      frente

      a lo sagrado, pero a

    través de símbolos que son el precip ita do de la experien

    cia religiosa

      de miles de años (28 ) .

    Cuando la participación del creyente en el acto

      religio

    so ,

      incluye

      su cuerpo, se eleva el monto de

     efectos

      emoc io

    na les. S in embargo , y conf irm and o lo que venimos d ic iend o ,

    ta l

      aumento no se produce si las

      acciones

      corporales no

    entroncan  en una l ínea especí fica de tradición

      cultural.

    E l  rito

      puede ten er según Ve rgote, una función  integra-

    dora

      del ho m bre en el poder sagrado que

      anima

      el ciclo

    de

      v ida

      y

      muerte.

      . . en su

     v i r t u d ,

      el

      ind iv iduo

      y l a comu

    nidad ,

      actores y espectadores a la vez, pueden

      insertarse

     e n

    el  ord en sacral , e incluso a veces,  en el tránsito extático,

    43

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

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    intentan  alzarse sensiblemente al  nivel  de lo

      O t r o

    (29 ) .

    Entre

      los actos religiosos que englobamos con el térmi

    no

      c u l t o ,

      se destaca, a través de las diversas épocas,

    el  sacri f icio ,

      que constituye una de las más antiguas

     mani

    festaciones de la

      religiosidad,

     y una de las más extendid as.

    Spinks

      (28) resume las motivaciones humanas  para  el

    sacri f icio , en estos tres

      items:

    1) Como regalo a la deidad   (grati tud,  adulación,  prop ic ia

    ción).

    2) Para

     compart i r

     con la de idad una

     v ida

      común.

    3 )

     Para

     sostener la

     vida

     de l a comunid ad o de l mu nd o .

    Además, y también de acuerdo a dicho

     autor ,

      es

      impor

    tante

      destacar que el sacrif ic io siempre

      implica

      un o fre

    c imiento

      s imbólico de sí mi sm o (28 ) .

    L a  persistencia y extensión del sacrif ic io como  expresión

    religiosa,  que además es aún vigente a través de formas

    ta n

      sutiles

      como  la Eucaristía católica, se explica, pues

    es el acto

      cultual

      que mejo r resume la inmensa gama de v i

    vencias de este camp o especí fico: percepción de lo sagrado,

    deseo

      de autohumillación, necesidad de adoración, y dispo

    s ición a l o frec imien to de s í mismo a f i n de obtener una

    transformación personal (¿se

      trata

      de una reactivación

    arquetípica?).  Esta com plej id ad psicológica es la que ha he

    cho decir a Stepheñs  Spinks

    -

      que sin dudas la religión, en

    cualquiera

      de sus form as, es algo más que una mera

      subli

    mación de la

     l i b i d o

      ins t int i va (28 ) .

    L a  oración

    En

      la medida en que responde a ciertas normas

      aprendi

    das, la oración,  partic ipa  de las características del  culto

    — el  que por  otra

      parte

      es la

      f orma comunitar ia

      de la ora

    ción—, pero también co nstitu ye la expresión de un a

     viven

    ci a

     especí ficamente

      religiosa.

    Friederich Heiler

      (1932) (c i tado en Spinks)  (28) enumera

    diversas

      formas y motivaciones de oración (refiriéndose ob

    viamente

      a l m undo

      crist iano)

      ya se

      trate

      de una expresión

    espontánea o del recitad o más o menos mecanizad o de una

    fórmula preestablecida: descarga emocional , concentración

    en

      un ob jeto re l igioso , agradec imiento jub i loso , pedido de

    44

    perdón o compasión,

      solicitud

      de un favor

      cot id iano,

     anhe

    lo

      de D ios , u n c lamor , una demanda tormentosos y una

    jubilosa   enunciación, una serenidad

     santa,

      u n

     deseo

      de mo

    di f icar  la

     vo luntad

      de Dios haciéndola armoniosa con nues

    tros  deseos

      má s

      insignificantes,

      y una visión del

      Bien

      su

    premo,

      una rendición ante El haciendo olvido de uno

      mis

    m o ,

      y sigue la

      lista,

      que resultaría asombrosamente hete

    rogénea y extensa, si uno

     olvidara

     que la experiencia

     religio

    sa afecta a la

     to ta l i dad

      de la persona, incluyendo todos los

    estratos de su

     nivel

      psíquico.

    E l

      mismo Spinks

     c ita

      a Sóderb lom,

      para quien

     la oración

    es un a comunión

      viviente

      de l hombre re l ig ioso , con Di os

    (28 ) .  Esta

      definición

      acierta

      al usar la

      palabra

      comunión

    en

      lugar

      de comunicación, más  l imi tada ,  porque este fenó

    meno

      d i f iere

      según se  trata de pueblos  primitivos, e l mun do

    crist iano

     o las

     religiones orientales.

      *

    En

      el pueblo

      pr imi t i vo ,

      la oración es colectiva y

      funda

    mentalmente

     de petición.

    En  e l m undo  crist iano  —ya sea la oración  individual ,

    ya

      la

     comunitaria—

      tiene u n c laro sentido  d ialogal ,  y

      tanto

    la   acción de gracias  como  la alabanza, ocupan un

      lugar

    creciente

     j u n to

     a la petición.

    En

      cambio e l

      oriental ,

      con una

      actitud

     pr e do m ina nte

    mente

      mística, no se in teresa por la respuesta de la

      d iv in i

    d a d ,

      sino por

      lograr

      un estado de unión con

      ella, cosa

      que

    como

      veremos, también

      forma parte

      del amplísimo espectro

    de las experiencias religiosas d el

      cristianismo.

    Refiriéndonos ahora exclusivamente a   nuestra  cultura,

    creo

      importante

      agregar

      diferenciadamente,

      a todas las mo

    tivaciones  que enumeráramos en incompleta  lista,  una de

    las fundamentales ,

      y que algunos autores

     denominan

     necesi

    dad

      de

      c omp le t a mien t o , d e f ini d o

     p or

     Spinks

     como  e l sen

    t imiento

      supremo en una jerarquía de Senti mi ento s . En

    tren  de enum erar razones

      para

      la oración, el

      autor

      recién

    c i tado

      transcribe

      la opinión de

      Wi l l i am

      James,

      para quien

    oramos porque no

     podemos  ev i tar lo

    (28 ) .

    El   impulso a rezar no surge espontáneamente, sino  indu

    c ido

      p o r

      la madre. El niño responde dialogalmente a la ma

    dre,

      y sólo más

      tarde

      comprende que él y

      ella

      están

      d i r i

    giéndose a

     Otro ,

     que está más allá de a mbos.

    45

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    8/48

    Esta  oración

      d ialogal ,

      según vimos,

      tiene  poco

      que ver

    con la oración m ística, que ta n adecuad amente puede ca

    racterizarse

      en el

      consejo

      de San Agustín, de no

      pedirle

    nada

     a D ios , a excepc ión d e l mismo Dios .

    Según

      Spinks, para quien

      la última

      forma

      de rezar que

    mencionamos no puede

      distinguirse

      de la experiencia mís

    t i ca ,

      es interesante

     notar

      qu e

      para

      los místicos de todas

    la s religion es la

     escala

     de la oración

      incluye

      procesos de re

    cogimiento ,  meditación, contemplación, unión y éxta

    sis (28 ) .

    L o

      sagrado

    Un   tema que

      vincula

      estrechamente el

      cu lto

      y la oración

    con la experiencia

     religiosa,

     es el de lo sagra do.

    Precursor,

      si no genético, por lo menos  estructural  de

    lo

      sagrado es el concepto de tabú, popu lariza do por el psi

    coanálisis, luego de su introducción en Occid ente po r la

    antropología

      cultural .

      Este vocablo expresa, según una cer

    tera

      descr ipción de Vergote , que u n ob jeto , un

      lugar,

    un a   persona, están cargados de

      cierta

     energía especialmente

    intensa,

      esto es, santif icados y por el lo mismo separados

    del

      resto en razón del pel igro que encierra su pod er (29 ).

    El  tabú que puede recaer sobre algo consagrado o sobre

    algo

      impuro ,

      provee la mism a respuesta am bivalente que

    veremos algo después: fascinación-temor, a uno de cuyos

    términos se a justaba el hom bre   pr imi t i vo  en e l

      r i tmo

      de

    un a

      participación

      cosmovita l is ta

    ( 2 9 ) ,

      mientras

      el hombre

    moderno se siente atraído por el otro término: obtiene pla

    cer de la violación a las

     interdicc iones.

      Frente  a esta última

    act i tud

      es imposible dejar de evocar el

      relato

      d el

      pecado

    original

     en el rico

     texto

      folklórico del Génesis .

    T o do t a b ú ,  como  todo signo de lo sagrado se   trata  de

    local izaciones simbólicas que pueden endurecerse, conver

    tirse

      en trozos d e una sacral idad inma nente y degradarse

    por

      el lo al rango de ídolos. En la

     misma

     me did a en que esta

    degradación

      tiene

      lugar,

      los objetos y los

      gestos

      tabú se

    transforman

      en objetos supersticiosos. Se considera

      enton

    ces su manifestadión  capaz  de

      producir

      automáticamente

    u n  efecto benéfico o de

      evitar

      un pe l igro de mod o

      inmedia-

    46

    to

      y

      cierto.

      Se resbala con el lo hacia la magia  p u r a (29 ) .

    Otro

      concep to que ayuda a comprend er el orden de lo

    sagrado, es el de lo numinoso, que a

      partir

      de R udo l f

    Otto

      se define

      como

      la

     experiencia

     d e l

     misterio,

     a la vez. . .

    aterrador  y fas cina nte , con lo que se anuncia la

      ambiva

    lencia

      menc ionada y que venimos tomando  como  caracte

    rística de lo sagrado.

    Además de lo recién dicho, la ambigüedad de lo sagrado

    puede depender de ciertos fenómenos de fusión enumerados

    por  Vergote :

    1) fusión de lo sagrado y lo cósmico, con una   trans

    formación del mun do en algo santo (con el pel igro implícito

    del surgimiento

     de ído los ) ;

    2) fusión de lo sagrado y lo erótico (en cuanto búsqueda

    de

      retorno

      a la

     unidad  p r i m o r d i a l )

     ; y

    3) fusión de lo sagrado y lo demoníaco, por vía de un én

    fasis

      sobre el temor y la sacralización de la

      muerte

      en sí

    misma.

    De cualquier

     forma

      lo sagrado resultará más comp rensi

    ble cuando se lo  opone  a l o pro fano , en

      tanto

      se lo ve así

    con ma yor poder y

      realidad.

    Experiencia religiosa

    Si experiencia es una ad quisición lograda

     mediante

     el ejer

    cicio de facultad es del sujeto, y psicológicamente el mod o

    de

     conocer

      por la aprehensión

      intuit iva

     y a fectiva de las

     sig

    nificaciones

     y de los valores percibid os a

     partir

     de un m undo

    preñado de signos y de

      llamadas

     cualitat ivamente d i ferenc ia

    da s (29 ), la experien cia religiosa es eso, más algunas carac

    terísticas que

     deseo

     destacar:

      produc ir

      una impresión de ta l

    intensidad

      y

      calidad

      qu e

     perdura

     y es fácilmente

      d iscrimina

    da

      de las restantes, ser básicamente

      indiv idual ista , d isminuir

    la

      conciencia de sí , y provoca r una imperiosa necesidad de

    comunicarla a los demás.

    Este

      tema

     plantea

      nuevam ente la d iscusión

      entre

     quienes

    buscan

     una disposición

      innata  para

      el sentido de lo sagrado

    (Ru d o l f  Ot t o ) ,

      y quienes

     pretenden

     que éste surge exclusiva

    mente

      de la percepción de la

     propia  f in i tud ,

      o de la

     d irecta

    intervención del medio. Creo con Vergote que la rel igiosa

    47

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    9/48

      es ,  como  toda experiencia

     pr imord ia l ,

      a la vez  natural  y

    cul tural (28 ) .

    L a

      experiencia que podría ubicarse en el comienzo de to

    da   religiosidad  es,  para  van der Leeuw la de asombro ante

    el  poder de lo  O t r o (29). Pero la característica   fundamen

    ta l

      de  lar experiencia

     religiosa

     es la ya varias

     veces

     menc iona

    da

     am bivalencia

     fascinación-temor,

      ejemplif icada

     por Vergo

    te   con la noción

      judeo-cr istiana

      de   justic ia div ina, que a la

    vez  justi f ica y juzga.

    L a

      experiencia rel igiosa puede clasif icarse en dos formas

    básicas: la espontánea y la provoca da

      ( indiv idual

     o colectiva

    mente) ,

      si es que puede descartarse la volición inconsciente

    en

      la

     primera. /La

     razón p or la que se busca

     producir

     la expe

    riencia religiosa,

      es la necesidad de

      c omp le t a mien t o ,

     de la

    que ya habláramos.

    Vergote

      se ha preocupad o por

      descubrir

     l a

     naturaleza

     psí

    quica

      de la experiencia

     religiosa,

     la que puede

      interpretarse:

    como

      un resto de la

      mentalidad  pr imitiva

      de participación;

    como  sentimiento  de vínculo  f irme  con la idea de Dios (Gir -

    gesohn), o deriva do de la percepción d e las dimensiones cós

    micas ; como  una f orma  de ver científ ica y

      existencialmente

    la

      un i d a d

      restaurada ho m b r e -m undo

      (Te i lhard ) ;

      co

    mo manifestación de una especial disposición, señalada por

    la   sensibilidad a la

     naturaleza,

      la facilitación de las asociacio

    nes simbólicas (Vergote); o  como  una percepción

      intuit iva

    de los signos de Dios. .

    Una forma   mu y especial de la experiencia rel igiosa es la

    que se ha denominado experiencia mística. Es ésta la que

    más han usado quienes desean   interpretar  psicopatológica-

    mente

      la rel igión: la esquizofrenia, la

     paranoia ,

      la  histeria y

    la   epilepsia han sido las afecciones,más evocadas como cau

    sa de fenómenos tales como  v ision es, aud iciones,

     escrituras

    automáticas, levitación (28 ), estigmas, etc. Ya en otro lu

    ga r

      de este ensayo he sostenido que

      resulta

      difícil seguir

    usando u n patrón psiquiátrico

      para medir

      fenómenos de es

    ta

      índole, pero aún aceptando su

      realidad

      como

      sana (si

    bien

      estadísticamente

      anormal ) ,

      es también muy complica

    da

      su diferenciación de fenómenos parecidos pero que po

    seen una

     clara

      significación de enfermedad

     menta l .

     D e

      cual

    quier

      manera es

      importante aclarar

      que la manifestación

    48

    consciente de la experiencia mística no es sino una hipósta-

    sis del conte nid o que, usando abusivamente el lenguaje psi-

    coanalítico,

      llamaremos  latente,

     y que se expresa de acuerdo

    a la

     cultura

     y

     personalidad

      del sujeto.

    En

     síntesis diré con Spinks que quienes han tenid o expe

    riencias

     religiosas

     parecen estar de acuerdo en que:

    1 ) e l mu ndo

     visible

     no es todo ;

    2) el verdad ero f i n del hombre es la unión con

      alguna

     Perso

    na

     d istinta de la persona

     humana;

    3) esa exp eriencia dota a la

     v ida cot id iana

     de una

     cierta

     cua

    l idad

      lírica, y de una sensación de propósito y coraje de que

    antes carecía;

    4) quienes han tenido

     esas

     experiencias

     disfrutan

      de la segu

    ridad

      de una salvación última, en medio de un

     inminente

      pe

    l igro ;

     ^

    5) el último   criterio  se

     encuentra

     en los postefectos de la

      v i

    sión   misma .

    A

      continuación aquel

      autor

     responde a la

     pregunta

     implí

    cita

      en la duda que se

      planteara

      algo antes

     entre salud

     y en

    f ermedad ,

      d ic iendo que puede

      inferirse

      la presencia de un

    elemento  trascendental ,

     siempre que una experiencia sea se

    guida

      de u n enr iquec imiento de l a

     v ida ,

      que afecta a otras

    personas en el sentid o de su bienestar

     espiritual

    (28 ) .

    49

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    10/48

    V I /

      F A C T O R E S

     A M B I E N T A L E S

    D E

      L A

      R E L I G I OSI DA D

    ¿Qué papel desempeña el am biente en la génesis:

     desenca

    denamiento  y , o caracterización de la religiosid ad ? Es esta

    un a

      pregunta q ue

     interesa profundam ente

      en este campo del

    desarrollo,  tanto

      como  en los otros de la psicología, y por

    cierto

     de la antropología .

    Se

      plantea

      una

     primera  d i f i cu l tad :

      la de

      investigar

     u n m a

    terial

      que es, en sí m ism o, inobserv able. Las creencias nos

    llegan

      a través de conductas menos especí ficas, de manera

    qu e

     debemos

      inferirlas,  no siendo

      raro

     qu e

      resulten fingidas

    u

      ocultadas por razones

      habitualmente

      incontro lables en

    un a

      investigación científica.

    Con ta l adv ertencia siempre presente nos plantea mos la

    pregunta   clave en este tema —visto  con los  ojos de la p s i c o -

    logía

      evolutiva:

      un niño que no

      recibiera ninguna

      formación

    religiosa  ¿llegaría, exclusivamente con sus recursos, hasta la

    idea

      de Dios? Descartando que una situación

      ta l  resulta

     por

    demás difícil , y yo diría que

      art i f ic ial

      y hasta

     imposible,

     A r a -

    ragó  1 )  ha comprobado una

     inquietud  religiosa

     en niños de

    familias

      ateas, y Bouet encontró la

     misma

     tendencia en sor

    domudos. Claro está que la

      primera

      observación no aclara

    la s

      características del medio

      extrafamil iar

      en que el niño

    se

      integraba,

     y la segunda, obvia el

      cl ima

      famil iar que pudo

    haber

      l legado al pequeño por comunicación no

      verbal.

     Sin

    embargo estamos en condiciones de sospechar que el niño

    pequeño está  naturalmente  a bie rto a lo rel igioso a pesar de

    su am biente

    1).

    Argyle,

      en su documentado

      texto

      2 ) ,

     c ita

     un a serie de

      i n

    vestigaciones de sumo interés. Así W oodw ard   1932)  y

    Kitay  1947)

      ha l la ron

      que en las personas que habían go

    zado

      de una armoniosa

      vida

      hogareña, se manifestaba una

    tendencia

      a tener

     actitudes

     prorreligiosas .

     E n el mism o sen

    t i d o

      no s

      in forma

      co n

      Lenski  1953)

      que los hijos de

      matri-

    51

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    11/48

    monios

      mixtos

      son menos religiosos, en este

     caso

      Ios-niños

    t ienden

     a ad optar l a fe de l a ma dr e

    (Bell,

     1938) (2 ) .

    Piaget  (Filosofías  infantiles,

      en

      Murchison,

      C. et al .

    Manual  de Psicología del Niño,

      Seix, Barcelona, 1955)

    transcribe

      el

      caso,

      re latado por

      Wi l l i am

      James, de un niño

    s o r do m udo ,

      que después de

      embrollarse

     sobre el origen del

    sol,

      tuvo  una súbita revelación a l ver a algunos niños que  j u

    gaban arrojando antorchas encendidas al  aire.  Después de

    visto

      ésto, imaginó un

      gran

      ho m b r e ,

     fuerte

      y potente ,

     situa

    do en las montañas de San Francisco, que, por distracción,

    lanzaba

      todas las mañanas un globo encendido al

      aire,

      el

    cual  recogía por la noche .

    Aragó

      cree

      que a medida que el niño

      crece,

      la

      inf luencia

    ambiental d isminuye.

      Sin embargo,

     como

      veremos luego, al

    hablar d e la imagen de D ios, mi experiencia no

     con f irma

      es

    ta  hipótesis.

    Hasta  el profano reconocerá que en cuanto a la  religiosi

    d a d ,

      la

     inf luencia

      del grupo

      famil iar

      es muy grande, de ma

    nera

     que no es extraño que Chesser (1956) ha ya encontra do

    ma yor

      pa ralelism o de prácticas religiosas

     entre

      las mujeres

    solteras

      y sus padres, que

      entre

      las

     casadas

     y sus respectivos

    progenitores (Citado en  Argyle)  (2 ) . Y dentro de l grupo fa

    mil iar  parece ser la madre la que mayor

      inf luencia

      ejerce.

    Cavanaugh

      (1939) hal ló que el número de los que nombra

    ba n

      a l a madre cómo la mayor

     inf luencia

      en sus creencias

    religiosas

      er a

     doce veces

     mayo r que el de los que nombra ban

    al

      padre (2 ) .

      Esta

      encuesta se realizó en Estados

     Unidos ,

     e n

    la

     Universidad

     d e  Notre Dame.

    Son muchos también los trabajos

     d irigidos

      a

      investigar

    el  ámbito

      extrafamil iar

      de

      inf luencia

      sobre la

      religiosidad.

    Nadie

      d uda que la educac ión y e l

      cl ima  cultural

      ejercen un

    papel

      importante ,

      pero sobre todo el segundo de los facto

    res es verdaderamente   huidizo para  la labor cientí f ica.

    Por eso

     ta l

     ve z

     existan— en

     un

     intento sustitutivo—tantas

     publ i

    caciones

      dond e se tom a en cuenta la ubicación

      laboral

    de los encuestados.

    Vergote señala  como  una marcada d i ferenc ia , l a ex is

    tencia

      de una experiencia sacral de lo cósmi co  entre  los o-

    breros y su ausencia   entre  lo s

      universitarios '

    (2 9 ) . L a

    naturaleza

      sirve

      de estímulo religioso al hombre según su

    52

    ocupación, de acuerdo a una escala de más a menos, que

    d i c ho  autor

      establece así:

      agricultores,

      obreros, emplea

    dos y

      comerciantes;

     profesiones

      l iberales .

    Refiriéndose a profesionales

      universitarios,

      Argyle

      (2)

    brinda

      cifras que obl igan a una seria reflexión. Se

      trata

      de

    un a  investigación de Leuba (1921) real izada  entre  cientí

    ficos formados, a quienes se encuesto sobre sus creencias

    en

      Dios y en la

      inmorta l idad .

      Sus resultados

      fueron

      los

    siguientes:

    Pro fes i ón Porcenta je que En l a

      i n m o r t a l i d a d

    cree : en Dios

    Histor iadores   48 52

    Soc i ó l ogo s 46 55

    Fís i cos 44 51

    Bió l ogos 31 37

    Ps i có l ogos 24 20

    Aparentemente   nuestra

      ciencia y la biología son las más

    aptas  para

      el reduccionismo que desprecia la  integridad

    antropológica de la persona.

      Esta

      es

      v ista ,

      sólo a través del

    ojo de la

     cerradura

      en que se convierte la fructífera técnica,

    en   otros sentid os, cuand o se comete este  error  epistemoló

    gico.

    E l  paso

      por la

      universidad

      es,

      para

      muchos autores,

    u n  factor de disminución de la fe , con abandono de la

    práctica y , o distensión de los resortes ético s, a pesar de que

    la   Encuesta Ga l lup de 1956 d aba las siguientes cifra s de asis

    tencia

     semanal a l tem plo :

    Escuela

     primaria

      43%

    Escuela secunda ria 47%

    Universidad

      5 1 %

    En

      nuestro medio, con una formación rel igiosa deficien

    te

      en las

     clases

     m e d ia y

      alta,

     con u na sociedad en la que

      pre

    d omin a n

      los valores hedonistas y

      compet i t ivos ,

     y con claus

    tros  docentes

      universitarios,

      ya sea de derecha o de

      izquier

    d a ,

      pero s iempre impregnados de un pos it iv ismo demo-

    dée , el resultado es también el

      enfriamiento

      rel igioso, a

    53

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    12/48

    pesar de que en los cuatro o cinco años últimos hemos

    p o d i d o  asistir  a una

      notor ia

      recuperación de experiencias

    religiosas

     p or

     parte

     de  la juventud .

    Una

      posible causa d e distorsión de las cifras referidas a

    estudiantes  universitarios

      es, en  Inglaterra y Estados Unidos

    fuente

      de la ma yor información estadística de la que

      dis

    ponemos en nuestro medio, la

     cant idad

      de sujetos incorpo

    rados a cuerpos combatientes

     durante

      la

     guerra.

     Sin embar

    go el resultado fue una exageración de la dife rencia con la

    población general , pues

      mientras

      en ésta la reacción a l

     ries

    go en el

      frente

      era, como  ya hemos

      visto,

      un incremento

    de la

      religiosidad, Telford

      (1950) comprobó que los  estu

    diantes

      que habían estado incorporados la habrían

      visto

    disminuir. Allport

      (1948) , que hab ía comprobado l o

      mis

    m o,

      encontró, en sentido

      contrar io ,

      que los estudiantes

    veteranos de  guerra  sufr ían u n aum ento de su preocupa

    ción po r las ideas religiosas

     fundam enta les

    (2 ) .

    Otro

      fenómeno de sumo interés

      para

     comprender l a

      psi

    cología de la   religiosidad,  es el de la conversión: en las ya

    mencionadas encuestas de Cavanaugh en la

     Universidad

      de

    N o t r e

      Dam e, se buscó quienes habían ejercido ma yor in

    fluencia

      sobre los estudiantes convert idos , y se encontró queeran  los mismos compañeros quienes ocupaban el

      primer

    lugar,

      aquellos profesores con

      autor idad

      cientí f ica pero

    sin

      autoritarismo

      se ubicaban en un puesto destacado,

    y

      m u y

      rara

      vez los sacerdotes que ejercían funciones en la

    casa

     de estudios

     jugaron

     u n r o l

     importante .

     L a pr e s ió n de l

    med io más próxim o al sujeto es desenca dena nte de con

    versión en un

      alto

      porcentaje de

     casos:

      42%

      para

     Starbuck

    (1899) , c i tado por

      Argyle.

    Pero t al vez lo que más interese en un estudio

     como

      el

    nuestro,

      son las condiciones previas del sujeto

      influenciado,

    y

      que a raíz de esa acción externa  inic ia  o  reinicia  su  vida

    religiosa.

    Por cierto que

      para recibir

      la clase de

     inf luencia

      a la que

    me estoy

      ref iriendo,

      el sujeto

      debe

      estar diferenciado de

    su

      medio en cuanto a concepciones  o

      act iv idad

      religiosas.

    Pero no todos los que están en esta situación son

      igualmente

    influenciables,  desde

      que uno de los mecanismos psíquicos

    en

      juego es el temor al rechazo de los demás; son menos

    54

    afectados quienes

      poseen

      creencias más

      firmes,

      o quienes

    tienen

     un grupo de

     pertenencia

     que de

      alguna

     manera

     resulta

    sól ido y por lo

      tanto

      buen continente de sus necesidades.

    El

      mecanismo de pres ión no es simplemente un hecho

    ps ico lóg ico

      superf icial ,

      pues la adecuación a las normas del

    nuevo grupo son rápidamente   internalizadas  y comienzan

    a

      regir

      la

     v ida

      del su jeto, a la manera del superyó  freudiano.

    Podemos

      conclu ir con Aragó que aún  desde  el  l imi tado

    puesto de observación de la Psicología, el

     ambiente.

     . . con)

    d ic iona  realmente la génesis y el desarrollo de la

      religiosif

    d a d ,

     pero no de manera

     absoluta

    (2 ) .

    55

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    13/48

    V I I /   F A C T O R E S

     PSIQUICOS

     D E L A

    R E L I G I O S I D A D

    Indudablemente

      e l

      tenia

      especí fico de estas Le ccion es

    hace

      qu e

      entre

      los factores que

      contr ibuyen

      al desarrol lo

    y

      caracterización de la

      religiosidad,

      nos interesen especial

    mente

      los psíquicos. Vamos a considerar sucesivamente

    los factores

      intelectual ,

      a fect ivo ,

     vo l i t i v o

      y dinám ico, que si

    bien

     pueden ser objetados académicamente

     desde

     u n

      punto

    de

      vista

      ho l í s t ico moderno ,

      s impli f ican

      mucho la ex

    posición.

    L a

      expresión psíquica de la religión, a la que venimos de

    n omin a n d o  religiosidad,

     n o puede adscribirse a una sola de

    aquellas

      esferas, pues

     como

      sostiene

      A l lpor t ,

      parece ser que

    precisamente esta  religiosidad,  en su adecuado  nivel  de ma

    duración, es el único fa ctor psíquico  capaz  de  integrar

    todos l os componentes de l a personal ida d (29 ) . Cuando

    con el

      autor

      citado hago alusión a la  to ta l i dad  de compo

    nentes,

      soy plena mente consciente de que

      inc luyo  desde

      l o

    cognit ivo

      a lo somático, pasando por lo

      impulsivo

      y lo

      ins

    t in t ivo , como

      luego veremos.

    Factor

      intelectual

    En

      una

      cultura

      que sobrevalora lo  intelectual  en

      detr i

    men t o

      de lo afectiv o, y con una psicología que tom a

     poco

    en

      cuenta lo

      vo l i t i v o ,

      no es

      raro

      que ciertos autores,

     como

    Gingersohn

      y

      Gruehn, hayan visto

      en esta esfera el

      funda

    men t o  y el  p unt o

      central

      de la experiencia  re l ig iosa ( l ) .

    De cua lquier manera ¿quién pondrá en d uda la

      partic i

    pación de lo cogni tivo en la rel igiosidad ?

     Podemos

     aceptar

    la

      religiosidad

      inconsciente plantead a por

      Frankl ,

      pero la

    misma

      no dejaría de ser una borrosa motivación

      v ital

      sin

    la   p lena y comprom etida part ic ipación yo ica . Cuand o no

    se da ta l aceptación, hablamos —también con

      Frankl

      de

    57

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

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    religiosidad

      rep rim id a , en cambi o, cuando se la asume

    intelectivamente—   con la implicancia de una brusca am

    pliación  de horizontes cognitivos, y por cierto con las co

    rrespondientes dudas—  podemos  asegurar,  como  lo  hace

    Bellet,

      aunque sea pa rtiend o de otras premisas, que la

    fe ex perimenta da es por sí misma instancia crítica. . . la

    más dura y temi ble, ya que  actúa tota lmente

     desde

      e l

      inte

    r i o r

    (5).

    Pero  creo

      imprescindible aclarar que la  motivación

    intelectual ,

      no

      sólo

      no es la única , ni la fundamental, s ino

    que  tampoco  puede  tomársela

      como

      razón  puramente es

    peculat iva.  Los mitos , ya  sean proyecciones  del inconsciente

    colectivo  como  quiere Jung, del Ello a  través  del prisma

    del   comple jo

      de Ed ipo

      como

      quiere Freud, del inconsciente

    religioso

      como

      quiere

      Frankl ,

      o

      propedéutica

      ingenua

    y  precientífica  a la  filosofía  o a la teoría  c ientíf ica (29),

    como

      quiere Vergote, así lo demuestran.

    L a  intencionalida d intelectual —evolutivamente  nece

    saria,

      o mejor complementaria— es siempre secundaria al

    fondo existencial, y en ta l sentido

      carece

      d el

      poder  reli

    gioso

      de los mitos originarios y de las religiones viv as (29)

    Factor a fectivo

    En   el  campo  de la experiencia religiosa se da en toda la

    psicología, una

      interrelación

      muy estrecha entre a fectivi

    dad y conocim iento, pero no en el sentido de un

      acompa

    ñante  que matiza, sino en el de un elemento integrante

    que dinamiza.

    Si n  la a fectividad es imposible el conocimiento:  cono

    cemos

      lo que amamos, y

      amamos

      más lo que

      conocemos

    mejor ,

      proceso

      en espiral

      —dice

      Aragó— qu e en los

    santos

      conduce

      a una inteligencia y vivencia prodigiosa

    de las verdades cristiana s (1).

    Lersch af irma que la

     religión

     hace

      suyo

      u n

     modo espe

    cial

      de conocimiento, la revelación  que,  psicológicamente

    hablando, se halla enraizada en la esfera del sentimien

    to (20).

    *L a

      visión  de  este aspecto  de la religiosidad se ha

      clari

    ficado gracias al  enfoque fenomenológico-existencial .  I n -

    58

    teresa en  este  encuadre, no tanto la a fectividad abstracta

    de algunos  modelos  teóricos,

      como

      la experiencia afectiva

    concreta de determinada persona. Y esta experiencia en

    cuanto ta l, es un  acceso  d irec to a l mundo desde  que se

    presenta

      como

      una ma nera de ser-en-el-mundo, de ha bi

    tarlo

      a la vez que de henchirse de él y dejarse inva dir por

    él (29) .

    Todas  la s  observaciones  sugieren que en la religiosidad

    la

      esfera a fectiva partic ipa a

     través

      de un

      comple jo emocio

    nal ,

      que para Spinks (28), se logra por

      combinación

      de la

    admiración (percepción  grata de lo otro más sentimientos

    negativos autorreferidos ) con el miedo, de  cuyo  resultado

    -^el

      temo r respetuoso— integrad o con la

     grati tud,

      se obtiene

    la

      reverencia, sentimiento  básico  para la experiencia religio

    sa y casi  diríamos  que  especifica  de ella, en ta nto existen

    pocas  circunstancias u  objetos capaces de provocarla con ta l

    natura l idad . , '

    Aragó  (1) describe el  aspecto  a fectivo de la religiosidad

    siguiendo a Rudolf Otto, a

      través

      del cual

      también

     br inda

    la

      imagen de un

      comple jo

      de sentimientos, algunos de los

    cuales  ya  hemos encontrado en Spinks:

     ad miración,

      respeto,

    temor reverencial,  gozo  y  alegría  ante lo santo, soledad,

    f in i tud

      y hasta vivencia

     estética

      y amor.

    , Para Lersch existe un sentimiento religioso  específico

    sobre  el que reflex iona con sinigual maestría. L o que

    caracteriza la vivencia religiosa es que lo absoluto se halla

    presente

      como

      la forma suprema de

      realización

      de sentido

    de la existencia humana, en la forma

      difícilmente

      descrip-

    tible

     de lo

     d i v ino ,

     lo santo y lo sagrado . To da la fugacidad,

    cuestionabilidad, inseguridad y fragilid ad de los  fenómenos

    aislados, y de la existencia en la que los percibimos, desapa

    recen ante la superioridad del ser de lo div ino. L o  defec

    tuoso de la existencia humana queda anulad o po r la satis

    facción  de valores eternos e inconm ovi bles . Por f in su in

    terpretación

      coincide más que otras con la experiencia de

    numerosos cristianos bien formados,

      sobre

      todo cuando

    aclara que la  esencia  de la  auténtica  religiosidad y de los

    verdaderos sentimientos religiosos no se halla satisfecha

    cuando el hombre llama a Dios por temor ante el destino

    y por la preocupación  de su propia  conservación,  sino  sólo

    59

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    cuand o, gracias a la veneración,

     sabe

      que su existencia está

    ligada   a un ser superior, i l imi tado  y por lo

      tanto

      más allá

    de toda   posibil idad  de compren sión (20 ). Por el lo la  reli

    giosidad

      se  plantea  en términos que nos a cercan a la esfera

    vol i t i va :  sumisión,

     entrega,

      e l

     estar-pronto

     y el ma ntenerse-

    ab ierto

    (20 ) .

    Tod a l a ex istencia es puesta en m ov im einto por l a ex

    periencia

      religiosa,

      a

      partir

      de u na intuición afectiv a, y

    consiguientemente produciendo una acumulación de po

    tencial

      energético que sólo se

      realiza

      a través de conduc

    ta s

      especí ficas. / Sin embargo esta especif ic idad n o es ta l

    como  para

      que se logre una

      f ina

      discrirninación, y mucho

    menos

      para

      que se anule la

      l ibertad,

      de manera que al con

    ducir

      a l hombre hac ia l o

      jn f in i to

      lo puede hacer también

    hacia  u n  in f in i to

      terrestre,  cosmovitalista

      e inc luso demo

    nía co , por lo que es posible que tod o

      termine

      en una

    mística

      terrestre

      en vez de

      servir

      de fundamento a una fe

    verdaderamente

     religiosa

    (29 ) .

    L a  angustia,

      que

      para Kierkegaard

      es un

      privi legiado

    rasgo   d i ferencial  de la  especie,  no es necesariamente signo

    de enfermedad. Es sólo la señal de

      alarma

      ante el pel igro

    de destrucción que

      implica

      la activación de muchos confl ic

    tos pa to lóg icos (contra evo lut ivos ) , o l a comprobac ión de

    los propios límites que

      llevan

      consecuentemente a la

     pre

    gunta   on tológica sobre el ser de los ent es (2 9) , o según

    Heidegger, a la experiencia de la nad a.

    Esta angustia

      no puede ser la motivación rel igiosa

      fun

    damental

      porqu e en sí mism a no tiende a nad a, no es ni

    deseo

      n i  i m p u l s o (29 ) , pero

      part icipa

      en tal motivación

    en

      muchos sujetos, si  bien  hemos de reconocer que a no

    pocos

     los empuja a huir de Dios.

    Como se ve, la

      religiosidad

      trasciende la mera integración

    afect ivo- intelectual ,

      y su descripción señala la necesidad

    de

     abrir

     u n nuevo cam po, que sería el de lo  vol i tivo .

    Factor

     vo l i t i v o

    L a

      indigenc ia humana

     conduce

      a l descu brimi ento de los

    valores de las  cosas  necesarias y di spon e, a la

      vo luntad

    para  su logro. El conocimiento de las propias necesidades

    60

    y

      de l ob je to  capaz  de satisfacerlas es una característica del

    hom bre /p ero de que por sí sola no con stituy e sino su

     cari

    catura.

     Somos personas en la med ida en que el ciclo se cie

    rra

     con los eslabones de lo

     vo l i t i v o

     y de la

     act ividad.

    / E n

      el campo rel igioso la necesidad y el conocimiento

    específicos sólo nos llevarían a la teodicea. Pero la

     vo lun

    ta d

     a pl icada a la aceptación de una fe que  fructi f ica  en obras

    permite

      el

     acceso

      a la

      religiosidad

      auténtica. Por

      otra parte

    la

      inteligencia humana  resulta insuficiente para

     la a ceptación

    del misterio

      que es una constante en tod a rel igión, 

    L a

      fe supone una transformación de la persona, una es

    cucha

      intelectual

      y una adhesión d el iberada, que

      trans

    f orman  l a personal idad

      religiosa.

      A esta fe reservamos el

    término de

      a c t i tu d

    (2 9 ) . L a   actitud  surge de una acción

    coimpl icada

      de conoc imiento ,

      sentimiento

      y

      vo luntad ,

      si

    bien

      en diversas proporciones

      para

      cada experiencia

      reli

    giosa, lo que

     hace

     sumam ente difícil u n estudio unitar io.

    Factor

      dinámico

    Bajo este título vamos a considerar dos esferas psíquicas,

    por cierto que bastante próximas  entre  sí: la de la

      acti

    v idad

     y la inconsciente.

    Aragó se

      inclina

      por la escuela de

      Wurzburgo,

      en el sen

    t i d o

      de que tod a fu nci ón psíquica está

      or ientada

      a

    d i c t a r

      o encauzar un

      c omp or t a mien t o ,

      que de acuerdo a

    Lersch

      no es sólo una consecuencia de aquellas, sin o un

    elemento esencial en el ciclo de la

     v ivenc ia

    (20 ) , pudién

    dose  a f irmar,

      en esa línea, que precisam ente es la

     act ividad

    la

      que da

      unidad

      y consistencia a los demás

     procesos

    (1 ) .

    Aplicando  estos

      conoc imientos a l campo de l a

     religiosi

    da d

      diremos que no es concebible una

     a c t i tud ,

     s in una con

    ducta

      manifiesta

      y coherente, lo que constituiría un modo

    técnico de volver sobre el tema de la fe que  debe

      fruct i-

    car en obra s, o sobre el diagnóstico de la fa lsa y la au

    téntica

      religiosidad,

      discrimina bles —según el Evangel io—

    por

     sus

      frutos.

    De esta manera volvemos a

      enfrentar

      críticamente los

    modelos reduccionistas que expl ica n la conduc ta rel igiosa

    por

      un só lo factor

      i n te r n o ,

      cuando es obvio que

      resulta

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    (28), o decir con   Frankl que a pesar de que toda   religiosidad

    se mueva s iempre dentro de c ier tos esquemas forma dos de

    antemano.

      . . tales esquemas no son arquetip os inna tos o

    congénitos, sino las correspondientes formas confesionales

    ya

      existentes en que se

     vierte

     d icha  religiosidad (8 ) .

    Que la culpa sea el origen de la religión, o que la

      reli

    gión fundamenta la culpa del hombre en la existencia de lo

    santo, es algo que se debate^ ignorando que ambas posicio

    nes

      parten

      de dos horizontes de conocimiento tan

      di feren

    tes que la discusión no puede ser sino un esfuerzo estéril.

    No es cuestión aquí de buscar una posición conciliadora o

    ecléctica, sino de reconocer que cada hipótesis  afirma  una

    parte

      de la verdad, en su  nivel  específ ico, mientras culpa

    y  religiosid ad pueden considerarse dos términos de un sis

    tema   interactuante.

      Con esta aclaración se podrá

      af i rmar,

    sin  contradicc ión, que/la culpa es una de las motivaciones)

    psíquicas de la  religiosidad,/ y que el  pecado,  como  falta

    religiosa,  se juzga según los

    1

      cr iterios de la santidad

     d ivina,

    exigente y m isericordiosa a la vez,  puri f icante  y siempre  in

    clinada a perdonar y a renovar la a lianza de am or (29) .

    64

    V I I I /

      E V O L U C I O N

    L a

      religión es una

      rea l idad

      diná

    m i c a

      y e v o l u t i v a ,

     como

      la persona

    y  la   c u l t u r a

    Vergote

    T a nt o  en las

      culturas

      como en los  individuos la evolución

    de la religiosidad sigue dos líneas a parentemente contradic

    torias:  hacia una menor creencia en la ayuda de Dios a me

    dida   que  crece  la seguridad, y hacia una mayor diferencia

    ción y estructuración del sentimiento religioso.

    La

      religiosidad

     arcaica

    El  estudio de las manifestaciones religiosas del hombre

    pr imi t i vo ,  que ya hemos hecho antes, nos muestra a nuestro

    antepasado sumergido en un

      cosmos

      hierofánico, con una

    borrosa intuición de lo  Otro ,  en tensión por proyectarse

    trascendiendo su limitación tem pora l (*) , estructurando una

    religiosidad

      natural

      que, según Vergote, está atravesada por

    dos tensiones dialécticas: la de la experiencia y la racion a

    lización, y la del teísmo y la partic ipación cosmovitalis -

    t a

    29).

    La   revisión de las hipótesis genéticas sobre el an im ism o,

    el

      totem ismo , el pre-anim ismo, la magia , etc ., las revela —en

    tanto

      reduccionismos excluyentes-  como  manifestaciones

    de u n racionalismo que busca el or igen del fenóm eno  religio-

    * pret ensi ón diría Jorge Ler ner en sus clases, con ese estilo e legante

    y  p ro f und o con que nos ha caut ivad o a todos cuantos tuvi mos e l  pr i

    v i leg io  d e  o i r l o .  ( N . d e l A . ) .

    65

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    18/48

    so en sus partes supuestamente

      preexistentes;

     sin embargo

    no es fácil

      evitar

      la fascinación  intelectual  que ejercen dos

    fenómenos

      primarios:

      la

      mentalidad

      de participación y el

    monote ísmo

      original.

    El

      sentimiento

      de participación en lo

      d iv ino

     que se  mani

    fiesta   en los  r itos  y los

      mitos

      má s

     antiguos,

      fu e

      sustituido

    progresivamente

     p or expl icaciones racionales que

      alejaron

     a

    dichos

      mitos

      de la rel igión, empujándolos hacia el campo de

    una incipiente

      cosmología.

    Pero el sentido del término pa rticipa ción

    como

      antí

    poda de razón lógica, se

      debe

      a Lévy-Bruhl,

      quien

      caracte

    rizaba

      así su modelo teórico, si

      bien

      luego él mismo la

     ubi

    caría más  como  comp onente de un estado indi ferenc iado

    pré-religioso y p re-mágico . Sería una com un id a d mística

    de esencia   entre  los seres (29 ), lo que equiva le a decir que

    no se la puede considerar basada en o acompañada de con

    ceptos.

    Más al lá de que el hom bre esté confu nd id o en el grupo de

    pertenencia   primaria ,  tribal ,

      o que haya emergido a través

    de l  penoso proceso

      de individuación, la

      religiosidad

      es un

    hecho

      originario ,

      una experiencia y u na intuición simbólicas

    inmed iatas

    (29 ) .

    Por esta razón no hay sobresalto al pasar del tema de la

    participación al del monoteísmo

      original .

      Parece haber sido

    aquel

      una ingenua concepci ón y una

     a c t i tud  infantil

      hacia

    un  Padre y Señor,

      identi f icable

      aún en grupos humanos de

    economía y

      cultura

      elementales. A

      partir

      de este presunto

    cero  rel igios o (¿ o sería mejor  hablar  de un g ra do un o

    de lo rel igioso?), se diferenciará u n teísmo elabora do, pero

    se producirán también combinaciones del mismo con otras

    formas

      rel igiosas, provenientes o n o de un a degradación de

    la  experiencia

     original.

    Vergote

      sintetiza

      los primeros

     pasos

      de esta

      historia ,

      a

    partir

      de los pueblos de pastores y de

      agricultores.

      L os

      pri

    meros,  orientados hacia  mitos  cosmogénicos,

      para

      quienes

    un a  especí fica simbología  lleva  a mensurar primariamente

    la   trascendencia de Dios, volviéndolo más

     poderoso

      y

      leja

    no. Los pueblos agrícolas po r el

      contrar io ,

      se vuelven ha

    ci a

      la

     tierra

     y las potencias de la

     fecundidad ,

     y han

     cult ivado

    el mito

      y los

      ritos

      mistéricos, celebrando la fuerza

     v ital

      o

    66

    queriendo

      partic ipar  en su presencia, inma nente a todo l o

    qu e

      vive,

      media nte actos y pala bras (29) (sistema cosmovi-

    talista).  El D ios

      resultante

      d e esta posición religiosa no es

    lejano,

      pero está ausente y pasivo, tan es así, que algunos

    pueblos han visto  desaparecer todo

      cul to ,

      salvo en

      situacio

    nes de grave riesgo, en las que se   reactiva la imagen

     origina

    ri a

     de Dios.

    Pero ¿ cóm o pud o ser el comienzo de estas dos formas ya

    diferenciadas

      y en evolución? Nos responde Vergote que el

    hombre,  fue rel igioso en un

     pr inc ip io ,

      merced a una

      intui

    ción

      inmediata

      de su situación en el mundo que lo hacía

    sentirse

      dependiente de un

     misterio

      sagrado envolvente, cu

    ya

      presencia se ma nifestaba poderosamente  activa en los fe

    nómenos de la

     v i d a

    (29 ) .

    Es decir que, según esta concepción —que cada vez parece

    más aceptable— de una experiencia

      indiferenciada

      o

      poco

    diferenciada,

     signada por la relación del hombre con un Dios

    in tu ido  y sin clara definición, se  fueron  elaborand o todas las

    diversas form as de experiencia que anal izamos en otr o

      lugar

    de este ensayo, y que muy

      bien

      pueden coexistir en un

    mismo

      pueblo, y aún hacerlo con un monoteísmo más o

    menos elaborado.

    Estos estudios nos conmueven con las abismales

      d i feren

    cias que se

      anotan

      entre  ese mu nd o rel igioso y el mod erno,

    pero también con la simultánea y

     misteriosa cont inuidad

      de

    aquella

      y esta experiencias: hay un largo camino

     desde

     u n

    Dios

      que es am o del mu nd o, a la participación d el homb re

    —a

     través de signos de lo sagra do, por él

      interpretables—

     que

    así procrea

      mitos

      y sacraliza hechos  naturales  como  el se

    xo. Sin embargo más a rduo y largo es el cam ino que va des

    de ta l situación fanta smagórica ha cia una espiritualización

    que le

      permita

      a l hombre reconquistar l a idea de Dios

    sobre la sacral idad cósmica. El monoteísmo es un redescu

    brimiento

      consc iente y de l ibera do (29 ) .

    Las religiones judeo-cristianas, a

     partir

     de la trascendenciade Dios, desacral izaron el cosmos,  dando pie a l nac imiento

    de la ciencia moderna. Y esta misma ciencia radical izó el

    proceso:

      ya el mu nd o no se ofrece al homb re como  o b j e to

    de contem plación y celebración

      religiosa ,

     sino

     como  tarea

    a

     realizar

    (29 ) .

    67

  • 8/18/2019 Maffei, Julio v. Psicología Evolutiva y Religión (Caps. III-)

    19/48

    Quiero  terminar

      con una  c ita  má s

      amplia

      d el

      l ibro

      que

    vertebra

      esta sección, y que

      pinta

      magníficamente el

     punto

    de l legada del

     proceso

      evo lut ivo en la

     especie.

     Dice Vergote

    que el exceso  de racion al ismo cientí f ico puede secar la ca

    pac idad  a fect iva de l hombre , y  extirpar sus posibilidad es de

    percepción simbólica. Pero la

     extraordinaria

      floración con

    temporánea del pensamiento simbólico e incluso místico de

    muestra  que el hom bre mod erno n o se reduce a sus

      faculta

    des intelectuales únicamente. L a solución de

      cont inuidad

    que hoy existe

      entre

      el hombre, el mundo y lo sagrado, no

    condena a l hombre a una

     v ida

      ind i v i dual

      degradada; por el

    contrar io ,

     ha l iberado las facultades

      imaginaria

      y simbólica,

    y

      hoy día presenciamos cómo lo  irracional  se alza contra el

    exclusivismo  de la razón, al buscar nuevas fórmulas que in

    tegran

      todos los vectores de la

     existencia .

     L a

     verdadera

      rup

    tura

      no se sitúa

     entre afect ividad

     y razón, sino

     entre

     el

     mun

    do y lo sagrado. La

      cultura

      simbólica

      actual

      está también

    desacralizada,

      y de

      apertura directa

      hacia lo sagrado, el

     sim

    bol ismo

      se ha convertido en

      instrumento

     explora tor io

      de lo

    humano

     en sentido más

      a m p l i o 29).

    Desarrollo

     rel igioso en el niño

    Desde

      que la

      religiosidad  infantil

      no es el

     resultado

     direc

    to

      de lo que nosotros le

     transmitimos,

     y n i

     siquiera

     u na

     sim

    pl if icac ión proporc ionada de

      nuestra

      fe, nos

      resulta

      difícil

    su

      com prensión . ¿Qu é es, entonces, lo característico de ta l

    religiosidad?  Constituir  una manifestación del vínculo con

    Dios ,

      de un ser po l imor fo y  distinto  según Vergote, y en

    constante cambio  evolutivo .

    N o

      es éste el único obstáculo

      para

      el adecuado estudio

    psicológico-evolutivo de la

     religiosidad.

      A él

     debemos

     agre

    garle

      la

      imposibil idad

      de

      hallar

      un patrón

      para medir

     e l

     pro

    ceso

      de maduración especí fico , en

      tanto

      desborda el cam

    po reduc ido de la psicología. E l niño progresa en sus cono

    cimientos ,