Maleta y puerta

Un día te ponen la maleta en la puerta, y no sólo te ponen la maleta en la puerta, te cierran la puerta detrás de ti. Da igual que aporres o llames al timbre, eso sólo lo hará más difícil.

Entonces tienes dos opciones, quedarte sentado a que te abran la puerta, cosa que no va a pasar, o coger la maleta y marcharte a buscar otra casa en la que te aprecien más.

El primer paso no es sencillo: era tu casa, vivías a gusto desde hace varios años, conocías a los vecinos y a todos le caías bien. “Siempre saludaba” dirían a cualquier reportero.

Pero una vez aprendes que esa ya no es tu casa, supongo que coger la maleta y salir por la puerta no es tan difícil, salir a la calle, que te dé el Sol y poder ver que la gente es feliz de muchas más maneras.

Aunque siempre quedan las últimas miradas atrás, esperando a que quien te ha echado salga detrás de ti o te grite desde la ventana, al fin y al cabo, la maleta que llevas te la regaló ella.