Mantente siempre hambriento por mejorar.
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© Derechos reservados. El Salvador 2015. José Vicente Pérez Cubias
Una palabra de Dios para Tu Vida.
susurrodelcielo.blogspot.com
“El que tiene el estómago lleno rechaza la miel; pero al hambriento, hasta la comida amarga le sabe dulce.”
Proverbios 27:7 NTV
Hace un par de horas leía un artículo que explicaba el origen de la frase “dormirse en sus laureles” en el que detallaba
que luego de una gran victoria por parte de los grandes generales romanos, se le entregaba una corona elaborada con
hojas de laurel y posterior a la entrega de esa condecoración, se tomaban vacaciones o tiempos de descanso, que en
muchas ocasiones duraban demasiado tiempo, haciéndolos creer que ese éxito era la cumbre de lo que podía aspirar,
descuidando sus avances y al final perdiendo lo alcanzado.
Este proverbio nos habla sobre como la comodidad nos insensibiliza el corazón, destruyendo la pasión que nos lleva a
continuar buscando la mejora. No sólo hablo de progreso material, sino del hambre por la Presencia de Dios. Eso que
Jeremías explica con este hermoso escrito: “Sin embargo, si digo que nunca mencionaré al SEÑOR o que nunca
más hablaré en su nombre, su palabra arde en mi corazón como fuego. ¡Es como fuego en mis huesos!
¡Estoy agotado tratando de contenerla! ¡No puedo hacerlo!” Jeremías 20:9 NTV. Los éxitos pasados se
convierten en los extintores de la pasión. La estabilidad pueden ser los que demuelan la determinación. La inacción y la
desocupación oxidan el apetito por acercarse a Su Corazón. No dejemos que nos domine los triunfos pasados o actuales.
Eso es pasado. Es parte de la historia.
Lastimosamente para nosotros, Dios no toma en cuenta lo cercano que ayer estuvimos o la intimidad alcanzada en
ocasiones pasadas. Él vive en un presente continuo, “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.” Hebreos 13:8
NTV, lo que significa que todo esfuerzo pasado se agota y cada día debe empezar una nueva historia de búsqueda, es
algo continuo que jamás debe parar.
Es necesario mantenerse con hambre. Despojarse de la corona de laurel y avanzar hacia adelante, enfrentándose a nuevos
retos, aprovechando oportunidades y sedientos de dejar un legado, Pablo escribió: “No, amados hermanos, no lo he
logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y
así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por
medio de Cristo Jesús” Filipenses 3:13-14 NTV.
Pablo no escribió esto al inicio de su ministerio, lo escribe 15 años después, luego de 4 viajes misiones, decenas de
ciudades visitadas, centenas o miles de sermones predicados, milagros, golpizas, cárceles, vergüenzas, intentos de
asesinatos en su contra. Sin embargo, tiene la misma llama. Esa llama sagrada del llamado de Dios, cumplir el propósito
© Derechos reservados. El Salvador 2015. José Vicente Pérez Cubias
por el cual tiene vida. Pablo nunca vio hacia atrás, jactándose de sus logros, su espina que lo “atormentaba” era lo que
podía hacer y lograr. Esto debe ser lo que nos motive a seguir adelante.
En muchas ocasiones nos deberemos enfrentar al desánimo. El desánimo no viene por fracasos, viene porque las fuerzas
se debilitan, porque no se observa el fruto del esfuerzo o se percibe que es inalcanzable. Allí es donde debe aflorar
nuestra fe. Esa confianza en Dios que nos permite dar un paso más, levantarse y continuar el camino. Allí eliminaremos el
desánimo y el estado de confort que trata de disipar lo que deseamos lograr.
También nos enfrentaremos a la crítica. Esa despiadada forma de hacernos sentir que no somos capaces, que jamás lo
lograremos y que juzgan nuestras intenciones. Es otra forma dejamos todo a un lado y ya no queremos seguir. Es allí
donde nuestro Señor nos dice que no tiremos la toalla y sigamos adelante, tal como se lo dijo a Josué: “Nadie podrá
hacerte frente mientras vivas. Pues yo estaré contigo como estuve con Moisés. No te fallaré ni te
abandonaré.” Josué 1:5 NTV. La esperanza es lo que vivifica nuestras metas o llamado. A pesar de lo que alguien
diga, quien se oponga, ese anhelo oxigena el alma y nos lleva a nuevos desafíos.
Hay muchas más situaciones que nos hacen caer en la comodidad y desinterés, finalizaremos con dos de ellos: los elogios y
la estabilidad. Los elogios nos hacen pensar en que somos los mejores, nublando nuestra visión y llenando el corazón de
orgullo que al final nos hacen sentir que debemos seguir disfrutando de las mieles del triunfo, pero llega esa necesidad
que se hace infinita, recuerde estas palabras: “El fuego prueba la pureza del oro y de la plata, pero la persona
es probada por las alabanzas que recibe” Proverbios 27:21 NTV.
La estabilidad es otro insumo que nos manda a ser cómodos y disfrutar de la zona de confort. En ese sentido, Dios nos
llama a salir de allí y dejarlo todo y seguirlo a Él. “Luego Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno de ustedes quiere
ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme. Si tratas de
aferrarte a la vida, la perderás, pero si entregas tu vida por mi causa, la salvarás.” Sn. Mateo 16:24-25
NTV. Tener hambre implica empezar de nuevo, con menos recursos, batallar con la escasez, limitantes y otras situaciones,
sin embargo, nos ayuda a entender la necesidad de tomar riesgos y ver las nuevas oportunidades que nos conduzcan a la
acción, de tal forma que jamás nos quedemos sentados disfrutando del hoy, sino en seguir soñando hasta el último día de
nuestras vidas. Alguien dijo una vez: “Mientras haya una razón por la cual morir, vale la pena seguir viviendo.”
Así que este proverbio nos enseña a A-C-T-U-A-R, no con imprudencias, sino con valor, firmeza y coraje. Nos presiona a
dejar de ver el pasado como lo mejor, sino a trabajar en el presente para construir un mejor futuro. Un futuro no basado
en exitismo ni prosperidad material o económica, sino una relación personal, cercana e intima con Dios, que nos llevará a
un nuevo nivel de vida que sin lugar a duda nos permitirá se bendición para otros. Un presente que se escriba con trabajo
duro y que cada logro sea una base nada más para cumplir lo que Dios tiene preparado para nuestra vida. Así que, nunca
dejes de soñar, pero lo más importante, nunca te sacies de vivir, de edificar, de trabajar. Entrega todo cada día y vive para
servir. Esto es lo mejor. No vivas de los éxitos, vive y disfruta cada esfuerzo realizado, cada gota de sudor derramada,
porque algún Dios te dirá las siguientes palabras: “El amor le dijo: «Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido
fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a
celebrar conmigo!».” Mateo 25:23 NTV.