Manuel Murillo Toro Obras Selectas

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MANUEL MURILLO TORO OBRAS SELECTASJorge Mario Eastman (Compilador)ISBN: (No registra)

Nota de la Edicin: Tomado de la Coleccin "Pensadores Polticos Colombianos", Cmara de Representantes- Imprenta Nacional. Bogot, D.E., 1979 Nota de la Publicacin Digital: Este documento digital contiene nicamente las partes del documento que se encuentran en el dominio pblico, de acuerdo con la legislacin colombiana. Las partes que se especifican a continuacin fueron retiradas en tanto se aclaran sus respectivos derechos de autora y/o edicin y se tramitan los permisos de publicacin correspondientes.Presentacin, por Jorge Mario Estman (pgs. 9-24). Nota Bibliogrfica (pg. 25). (Nota del compilador. En respuesta de 25 de noviembre de 1857, el General J. H. Lpez desminti la especie difundida por "El Porvenir" que motiv la aclaracin de Murillo Toro)(pg. 123). (Nota del Compilador) En este texto, el trmino "irresponsable", que usa Murillo refirindose al derecho de prensa, significa plena libertad de expresin. O sea, se aplica en sentido positivo (pg. 158).

Advertencia: El siguiente documento respeta la ortografa y tipografa original del texto. TABLA DE CONTENIDO

I ARTICULOS Y COMUNICACIONES Independencia del Poder Legislativo (1848). (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 32, Santa Marta, 17 de marzo de 1848, pg. 1) Agonas de la Administracin Mosquera. Por qu nos hemos decidido por el General Lpez para la prxima eleccin de Presidente (1848). (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 41, Santa Marta, 20 de julio de 1848, pgs. 1-2) La Protesta de Flores (1848). (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I,

nmero 46, Santa Marta, 23 de agosto de 1848, pgs. 1-2) Nuestras opiniones sobre candidato a la Presidencia. Qu debe entenderse por capacidad. Quin puede decidir que la tiene o no (1848). (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 49, Santa Marta, 13 de septiembre de 1848, pg. 1) La Pastoral del Obispo de Santa Marta contra la tolerancia religiosa (1848). (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 55, Santa Marta, octubre 25 de 1848, pg. 1) La Reforma Constitucional (1848). (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 57, Santa Marta, noviembre 8 de 1848, pgs. 1-2) Respuesta a unos cargos (1850). (Publicado en "El Neogranadino", julio 12 de 1850) A mis amigos polticos (1850). (Publicado en "El Neogranadino", septiembre 20 de 1850) A mis compatriotas (1852). (Publicado en "El Neogranadino", nmero 222, noviembre 5 de 1852) Dejad hacer (1853). (Publicado en "El Neogranadino", octubre 15 de 1853 Economas (1853). (Publicado en "El Constitucional", ao I, nmero 23, diciembre 9 de 1853) El sufragio universal (1855). (Publicado en "El Tiempo", nmero 39, 25 de septiembre de 1855) Candidatura presidencial (1856). (Publicado en "El Tribuno", de Cartagena y reproducido en "El Tiempo", ao II, nmero 85, agosto 12 de 1856, pg. 2 Por la reforma fiscal y el impuesto nico (1857). (Presentado a la Asamblea Constituyente del Estado de Santander, en noviembre de 1857. Publicado en "El Tiempo", ao III, nmero 152, noviembre 24 de 1857, pgs. 1-2) El Cabildo del Socorro (1857). (Publicado en "El Tiempo", diciembre 29 de 1857) Una aclaracin (1858). (Publicado en "El Tiempo", febrero 9 de 1858) El Convenio Herrn-Cass (1858). (Publicado en "El Tiempo", nmero 168, marzo 16 de 1858) Estado de Santander (1858). (Publicado en "El Tiempo", abril 27 de 1858) Nuestro origen espaol (1859). (Respuesta a Jos Mara Vergara y Vergara. "El Tiempo", abril 28 de 1859, pg. 2) El Gobierno Federal (1859). (Publicado en "El Tiempo", nmero 261, diciembre 27 de 1859) La anttesis (1860). (Publicado en "El Tiempo", nmero 263, enero 1860) Respuesta a un llamamiento del Secretario de Gobierno(1861). (Febrero 3 de 1861) Denuncia de un atentado ante la Cmara (1867). (Marzo 21 de 1867) II INFORMES Y MENSAJES

Informe del Secretario de Hacienda (1850) Informe del Secretario de Hacienda (1851) Informe del Secretario de Hacienda (1852) Trabajos de las Cmaras provinciales sobre impuestos (1852). (Apndice del informe del Secretario de Hacienda - 1852) Respuesta del Presidente de la Cmara al mensaje del Presidente del Senado (1854). (Marzo 2 de 1854) Informe sobre proyecto de la Constitucin Federal (1855). (Presentado a la Cmara de Representantes en marzo 5 de 1855) Proyecto de Constitucin para la Confederacin Colombiana (1855). (Presentado a la Cmara en marzo 5 de 1855) Discurso de posesin ante el Congreso como Presidente de los Estados Unidos de Colombia (1864). (Bogot, abril 10 de 1864. "Registro Oficial" nmero 158, abril 13 de 1864, pgs. 417-18) Reconocimiento del Gobierno del Estado de Antioquia (1864). (Abril 19 de 1864) Mensaje a las Cmaras sobre la Hacienda Nacional (1864). ("Registro Oficial", nmero 159, abril 19 de 1864, pg. 420) Mensaje sobre la tentativa de asesinato contra el General Mosquera (1864). ("Registro Oficial", nmero 160, abril 27 de 1864, pg. 422) Mensaje sobre las reclamaciones originadas en el motn de Panam de 1856 (1864). ("Registro Oficial", nmero 160, abril 27 de 1864, pg. 422) Mensaje sobre convocacin del Congreso a sesiones extraordinarias (1864). ("Diario Oficial", nmero 4, mayo 4 de 1864, pg. 13) Respuesta a un memorial sobre la libertad religiosa (1864). ("Diario Oficial", nmero 35, junio 9 de 1864, pg. 119) Alocucin del 20 de julio de 1864. ("Diario Oficial", nmero 70, julio 20 de 1864, pg. 249) Mensaje del Presidente de la Unin al Congreso de 1865. ("Diario Oficial", nmero 239, febrero 2 de 1865, pgs. 913-14) Mensaje de instalacin de las Cmaras de 1866. ("Diario Oficial", nmero 551, febrero 1 de 1866, pgs. 105 - 06) Alocucin conmemorativa del 20 de julio de 1810 (1866). ("Diario Oficial", nmero 563, febrero 15 de 1866, pg. 691) Mensaje del Presidente de la Unin al Congreso de 1872 Respuesta al mensaje del General Mosquera, Presidente del Cauca, sobre unas .Pastorales de los Obispos de Popayn y Pasto (1872). ("Diario Oficial", nmero 2711, noviembre 29 de 1872, pg. 1143) Mensaje al Congreso de 1873. ("Diario Oficial", nmero 2766, febrero 1 de 1873, pgs. 109-10) Proclama del Presidente de la Unin (1873). ("Diario Oficial", nmero 2868,junio 2 de 1873, pg. 517) Mensaje del Presidente de la Unin al Congreso de 1874. ("Diario Oficial", nmero 3076, febrero 1 de 1874, pgs. 1349 - 50)

I ARTICULOS Y COMUNICACIONES

INDEPENDENCIA DEL PODER LEGISLATIVO (1848) (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 32, Santa Marta, 17 de marzo de 1848, pg. 1). Segn se dice, las Cmaras habrn dejado, al ponerse en receso, propuesto ya al Congreso futuro el acto reformatorio de la actual Constitucin en cuanto al veto del Poder Ejecutivo, al permiso de nombrar para destinos de este ramo a los Senadores y Representantes, y de que entren a las Cmaras los que obtengan aquellos destinos. Muchos argumentos se han alegado en favor de estas reformas, muchos abusos se ha demostrado que puede cometer el Poder Ejecutivo con esas atribuciones, y con tener agentes suyos entre los legisladores y no tenemos deseos de repetirlos; pero deseosos de que no se retroceda en este punto que nos parece de la mayor trascendencia, nos proponemos considerar la cuestin bajo diverso punto de vista, y demostrar el mal de las reglas hoy establecidas en el concepto de que no se abuse de ellas, de que no se empleen esas fuerzas para disminuir las del Poder Legislativo. Suspender por un ao toda resolucin legislativa: exigir para el triunfo de la voluntad del Congreso la insistencia en dos aos, y en cada uno por los dos tercios de ambas Cmaras; dar empleos a los Senadores y Representantes; tener en las Cmaras agentes de su dependencia sobre quienes se conserva el poder de la remocin sin causa; todos estos son motivos, y ellos influyen como todo derecho, aun en el caso que no se haga uso de l. "Bueno es el decreto de que se trata; pero el Presidente lo repugna, lo objetar y habremos perdido el tiempo en discutirlo". Este argumento que con frecuencia se hacen los legisladores, emanacin directa del veto suspensivo, da en tierra con muchos proyectos y es indudable que apenas se sostienen contra el formidable derecho de objetar aquellos actos en cuyo favor hay la conviccin de su grande importancia y la seguridad de que sern fuertemente apoyados no slo en el Congreso de este ao, sino en las sesiones venideras, y he aqu cmo no se necesita de que haya objeciones para que el poder de objetar coarte las facultades del Congreso. Y si tal es la influencia de una atribucin que en nada perjudica a las personas qu ser en la muy directa de nombrar, en la personalsima de

remover? El diputado que aspira a un puesto se halla muy inclinado a dar gusto al que puede nombrarlo; el que posee un destino que quiere conservar, no se indispone con quien sin causa puede destituirlo. Estos son motivos, motivos que dan resultados y por buena idea que se tenga de los hombres, a lo ms se podr conceder que en los casos ruidosos y graves no comprometern su reputacin por conseguir o conservar un destino; pero siempre quedan los casos poco graves que son los ms frecuentes, y aun para los primeros no escasean los hombres dbiles incapaces de resistir a una seduccin o despreciar una amenaza. Puede decrsenos que no se han visto hasta hoy esas intempestivas remociones de los empleados que asisten al Congreso por su conducta independiente en l; pero, sera preciso, y bien difcil, probar que con frecuencia hemos tenido diputados que siendo agentes del P. E. le hayan hecho la oposicin en el Congreso. Esto mismo est justificando nuestro parecer: la facultad de destituir obra por s sola sin que haya precisin de ponerla en prctica; y lo mismo sucede con el poder de nombrar, porque la esperanza como el temor influyen, deciden a la voluntad. Imagnese el mal que se hace al diputado mismo; supngasele tan independiente como se quiera, dsele la perfecta conviccin de que el Presidente es incapaz de abusar de su facultad de remover y que se considere del todo libre, sin influencia de ninguna especie. Le quitar esto la tacha bien verosmil de sumiso, cuando en las cuestiones en que se interesa el poder se le vea votando en su favor? Enhorabuena que vote conforme a su conciencia, que se decida por sus propias convicciones; pero nadie se lo creer: l est bajo la dependencia del P. E. y vota en su favor, estos son los hechos, las intenciones no pueden conocerse. Y qu se dir del senador y representante que sigui las opiniones de Palacio, y que obtuvo despus un destino ejecutivo? Ese es su premio, dirn todos, por esa esperanza era tan dcil a las insinuaciones de los Ministros. Mrense como se quiera, esas instituciones traen males a la nacin y a esos mismos individuos que quiz las consideran como un beneficio. Ni el Poder Ejecutivo gana, porque sus ventajas no deben ser sino nacionales y porque frecuentemente con medios que no son la opinin pblica y el convencimiento, se obtienen mayoras parlamentarias que dan una torpe confianza y ocasionan errores funestos. Luis Felipe tuvo hasta el fin mayora en las Cmaras y la espantosa rapidez de su cada hizo ver que la nacin no le era propicia. Ese hecho que no podra repetirse en una repblica porque aqu no hay dinastas, ni cambio que hacer en el sistema de gobierno, no deja de ser un ejemplar convenciendo de que cuando se puede influir directamente sobre la conciencia de los diputados del pueblo, cuando se tiene la fuerza de paralizar su accin, no debe tenerse a la opinin del Congreso como el eco de

las opiniones del pueblo; y en los momentos en que las atribuciones constitucionales no estn ya a disposicin del mismo hombre, el poder queda solo, sin el squito que no deba a su popularidad, sin esa aureola ficticia que le daban sus atribuciones y no su experiencia: esto es lo que sucede en una acusacin, y en el final de los perodos. Unamos nuestros votos a los de la legislatura; pidamos con urgencia a la de 1849 sancione esos principios de vital independencia para nuestros Representantes, y de garanta para el pueblo. El momento es propicio, el poder que desciende no tiene inters en combatir la restriccin que l no sufrir, y el que comienza no podr hacerlo todava. AGONIAS DE LA ADMINISTRACION MOSQUERA. Por qu nos hemos decidido por el General Lpez para la prxima eleccin de Presidente (1848) (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 41, Santa Marta, 20 de julio de 1848, pgs. 1-2). Tenemos a la vista el ltimo acto de la tragicomedia del 13 de junio en Bogot; es un decreto del Poder Ejecutivo de 30 de junio concediendo una amplia amnista por los hechos conexionados con la celebracin del jurado que absolvi a los editores de La Amrica y El Aviso. En nuestra opinin este es un desacierto ms; es la abdicacin moral delante de la opinin pblica de la administracin Mosquera. El 13, el General Mosquera haba tenido que cejar en sus arranques de brutal venganza a la voz de sus amigos, a la actitud imponente de la poblacin y al aspecto de los mismos soldados a cuya cabeza quera obrar; el 15, haca proclamar en la Gaceta Oficial la inauguracin de un sistema de terror que deba aterrar a sus adversarios; el 17, vspera de las elecciones, haca prender y someter a juicio a los escritores que haban defendido sus producciones en el jurado; y el 30 cuando el enjuiciamiento de aquellos patriotas deba ventilarse delante de un inmenso auditorio, ante un ministro juez ntegro e independiente, y cuando ya las elecciones estaban decididas, aparece el decreto de amnista que priva a los acusados del derecho de probar su inocencia y los deja amancillados con un perdn sin haber sido delincuentes; mientras que pesando sobre el Gobierno el cargo de haber ordenado tales prisiones por venganza y como recurso eleccionario, no le queda ya medio alguno de mitigar siquiera la impresin desfavorable para l, que todos estos acontecimientos han debido producir en el pas. Es el cuadro ms curioso de arbitrariedad al lado de la impotencia; del ciego furor cediendo a la omnipotencia de la opinin pblica; es la agona de un poder expirante. El General Mosquera ha cado de bruces, vctima de su cinismo poltico, de su orgullo y del profundo disentimiento de sus opiniones con las de la generalidad de sus conciudadanos! En medio de estos conflictos la paz pblica no ha sido alterada y antes parece haberse consolidado porque se ha puesto en evidencia un hecho

importante, a saber, el solcito cuidado que cada uno de los partidos y de los ciudadanos pone en la conservacin del orden. Es un gran paso dado hacia la completa consolidacin de las instituciones. Las reflexiones que naturalmente sugiere el espectculo de lo que acaba de pasar en Bogot fortifican la opinin que tenemos respecto de la eleccin de presidente. En el estado en que se encuentra el pas no es precisamente una gran capacidad la primera condicin que debe buscarse en el sujeto que ha de elegirse presidente; lo que necesitamos especialmente es que su reputacin de probidad y de adhesin a los principios democrticos sea un hecho incontrovertible, una verdad reconocida por todos los partidos; necesitamos un hombre que no pueda tener ni la pretensin ni los medios de sobreponerse ni entrar en lucha con las opiniones dominantes en la mayora de la nacin; un hombre a quien no le sea penoso someterse al querer de la mayora nacional, que acate por conviccin y por necesidad las Cmaras y la imprenta, y no un jefe voluntarioso que pretenda quebrantar la energa del pueblo o subyugar las opiniones. La ms grave dificultad con que los Estados hispano-americanos han tenido que luchar para la consolidacin y desenvolvimiento de las instituciones republicanas ha provenido de la circunstancia de que los hombres que han estado a su frente han sido en su mayor parte hostiles a la forma republicana, ambiciosos y engredos, aconteciendo que debiendo stos ser los directores de la sociedad para la mejora de las instituciones, han sido la rmora ms fuerte, y de aqu esa oposicin constante entre ellos y la mayora nacional que ha producido despus las continuas revueltas, la anarqua, la desmoralizacin y el empobrecimiento del pueblo, no habiendo existido propiamente entre nosotros sino un remedo imperfecto de la Repblica que han explotado los ambiciosos, mientras la mayora se consolaba con las palabras. "La Repblica, ha dicho M. E. Girandin, es un nombre que pueden llevar diez gobiernos diferentes. La Repblica de los Estados Unidos del Norte no tiene nada de comn con la Repblica de los Estados de Sur Amrica que se consumen ha medio siglo en la anarqua!!", lo que es completamente cierto, y no menos completamente explicable. En vez de un filsofo como Washington nosotros tuvimos un Libertador que no tuvo la virtud bastante para sobreponerse a los halagos de la ambicin ni la energa necesaria para enfrentar las pretensiones de las mediocridades que se agitaban a su derredor en busca de poder y de riquezas; y de ah los primeros elementos de las sangrientas guerras que despus nos han despedazado. Disuelta la Repblica de Colombia, un republicano sincero y virtuoso reconstituy la nacin y ech los fundamentos sobre que todava reposa la opinin que sostiene an la democracia; pero sucedile despus un hombre que a pesar de la reputacin de saber de que disfrutaba, no era en realidad sino un emprico poltico, sin ideas claras y completas sobre las instituciones de su pas y de tan poca energa que consign en manos de un discpulo de Bolvar, dado a las malas artes de la intriga, la direccin suprema de los negocios,

obteniendo por resultado una conflagracin general y una reaccin completa contra los principios republicanos y de civilizacin. En medio del caos y confusin que esto produjo apareci la administracin del General Herrn, que con una audacia singular fue en el camino de la reaccin hasta llamar a los jesuitas, buscando en sus doctrinas un vigoroso elemento de poder. Para juzgar al General Herrn no es necesario otro dato. En el conflicto en que tales precedentes han arrojado al pas, no queda ms recurso para darle cimiento slido a la paz pblica y para poder llevar a cima el completo desenvolvimiento de las instituciones democrticas que conferir el Poder Ejecutivo a un hombre modesto, que no teniendo ni la presuncin de saber ms que sus conciudadanos, ni el orgullo que sugieren las extensas relaciones de familia, o la larga posesin de los altos empleos, tenga por otra parte slidas convicciones republicanas, nunca desmentidas en el curso de su vida; y una probidad a toda prueba, de suerte que los partidos no tengan ni el ms leve pretexto para arrojar sobre el jefe de la nacin la inmunda mancha de connivencias y confabulaciones fraudulentas y vergonzosas. Y el General Lpez rene en alto grado estas condiciones. Patriota antiguo, resprase a su lado el ambiente de ese patriotismo generoso y acendrado que caracteriz a los proceres de la independencia; republicano decidido, cifra todo su orgullo en mostrarse siempre sumiso a las leyes, rayando a veces en puerilidad su escrupulosa deferencia a las doctrinas de la democracia; modesto sin humillacin, posee esa modestia del hombre honrado y del filsofo, que sienta perfectamente al hroe cuyo valor en los combates ninguno de sus compatriotas ha puesto en duda. Adems, el General Lpez es un hombre de una inteligencia clara y despejada, que comprende perfectamente las cuestiones de Estado, que ha viajado con el objeto de instruirse, y ha impregnado su alma fuertemente de las ideas de progreso, de cultura y sociabilidad y est sobre todo dotado de una integridad y rectitud tal que bien puede decirse de l lo que de un antiguo romano. "Antes torcer el sol su carrera que l el camino del deber". He aqu por qu este eminente compatriota ha venido a ser nuestro candidato para la prxima eleccin de presidente, subordinando a la gran cuestin de consolidar las instituciones, las simpatas y consideraciones de otro orden que acaso nos indicaban otras candidaturas. Nuestro sufragio por el General Lpez se funda especialmente en el reconocimiento de todos los partidos, aun del que ms resiste su eleccin, de su probidad y republicanismo. Porque no basta para el caso en cuestin que otros sujetos sean a nuestro juicio tan probos y tan republicanos con el General Lpez, es preciso que estas cualidades no se les contesten, que haya en su favor un testimonio general que d al gobernante ese prestigio moral, condicin

imprescindible para inspirar respeto y moralizar todos los ramos del servicio pblico. Y es preciso tambin, como la yo hemos dicho, que el jefe del gobierno no pueda tener la presuncin de saber ms que sus conciudadanos, para arrogarse el derecho de contrariar o arrostrar la opinin, a pretexto de que no es la racional; porque a la marcha de las instituciones, a los progresos de la democracia, a la consolidacin del orden pblico, importa que la nacin nicamente sea la que decida cules opiniones son o no justas y racionales. Es necesario que la democracia triunfe; que las mayoras gobiernen. LA PROTESTA DE FLORES (1848) (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 46, Santa Marta, 23 de agosto de 1848, pgs. 1-2). Llamas, dolores, guerras, Muertes, asolaciones, fieros males Entre tus brazos cierras... (Fr. Luis de Len). El General Flores, esta encarnacin del militarismo, este caudillo del resto de la escuela boliviana, ha salido ya del territorio granadino lanzado por la omnipotente opinin pblica de este pas, no sin dejarnos a su salida su grito de dolor en un cuaderno que ha titulado su Protesta. Preciso es ocuparnos de este documento. Pero no se crea que vamos a seguirlo en todas sus argumentaciones para probar que la ley expedida por la ltima legislatura sobre medidas de alta polica no le era aplicable, porque tal empresa, a ms de intil, excedera los estrechos lmites de un artculo de peridico dentro de los cuales tenemos que encerrarnos. Nosotros procuraremos justificar su expulsin, sin entrar a disputar con l si los trminos, en que por un proceder poco franco y decisivo de parte de los conservadores se ha verificado, fue o no acertado, y decoroso; sobre este punto el partido liberal, a quien pertenece el pensamiento de expulsin, no tiene a qu responder, porque l formul franca y netamente sus deseos, sin ambages ni vacilacin, como partido que obedece a principios, que tiene un punto fijo a qu enderezar sus pasos, y la conciencia de sus derechos y de la rectitud de sus intenciones. El partido liberal asusta a los tmidos con la franqueza que preside sus actos, pero no se degrada buscando aviesos caminos para llegar a la consecucin de sus fines; y por esta razn puede fcilmente justificar sus procederes, siendo esto lo que nosotros haremos hoy. La expulsin de Flores que l califica de injusta y monstruosa, es una medida completamente arreglada a los principios del derecho pblico y a la causa de la moral y de la libertad de los pueblos; y es un acto que l mismo ha provocado por su audaz entrada en el territorio de la Repblica despus de haber excitado con su conducta la indignacin de este pueblo eminentemente republicano. Y al hacer esta demostracin probaremos tambin que cuando el

Vicepresidente declar que si Flores se presentaba en Panam deba respetrsele, permitindole residir all, el Vicepresidente olvid sus deberes y dijo una cosa evidentemente falsa, imprudente respecto de su pas e inconsecuente respecto del Ecuador; resintindose de los mismos vicios el permiso privado que el General Mosquera otorg a Flores para residir an en una hacienda de la provincia de Popayn, en contacto inmediato con la provincia de Pasto y con la frontera ecuatoriana. El P. E. tena antes de la ley de este ao sobre medidas de alta polica la facultad necesaria para prohibir a Flores la entrada y residencia en el territorio de la Repblica, y era ese su deber atendidos los precedentes de Flores y las relaciones de buena amistad que oficialmente se conservaban con el Gobierno del Ecuador; y por no haberlo hecho ha comprometido la fe pblica nacional y puesto al Congreso en el triste predicamento de ocuparse de una ley que tena por nico objeto el funesto Juan Jos Flores. Que el Gobierno granadino ha tenido perfecto derecho para rehusar la entrada y residencia de Flores en el territorio, es una cosa que solo el ciego espritu de partido, y la necia admiracin de algunos tontos por los charlatanes perdonavidas de la laya de Flores han podido poner en duda. No es necesario para esto registrar muchos volmenes, ni buscar en la historia antigua muchos ejemplos; los textos andan en las manos de todos, y las opiniones de los mismos miembros de la administracin actual, que estn consignadas en documentos pblicos, suministran con profusin argumentos incontestables en favor de la medida. El respetable Bello, admitido hoy generalmente en Amrica como autoridad en puntos de derecho internacional, establece lo siguiente: "El soberano puede prohibir la entrada en su territorio ya constantemente y a todos los extranjeros en general, ya en ciertos casos, o a cierta clase de personas, o para ciertos objetos. Pero la prohibicin debe ser pblica, y as mismo la pena en que se incurra por la desobediencia, y las condiciones con que se permite la entrada. "El derecho de un desterrado a la acogida de la nacin a que se refugia es imperfecto". Vattel, hablando del derecho de asilo, dice lo siguiente: "Pero si este derecho es necesario y perfecto en su generalidad, es preciso observar tambin que no es ms que imperfecto con referencia a cada pas en particular. Porque por su parte todas las naciones le tienenpara negar a los extranjeros la entrada en su pas, cuando no pudieran hacerlo sin ponerla en un peligro evidente o sin causarle un notable perjuicio, cuyo derecho nace de lo que ella se debe a s misma, que es el cuidado de su propia

conservacin. Y en virtud de su libertad natural a ella le pertenece juzgar si se halla o no en el caso de recibir los extranjeros. Por consiguiente, no pueden establecerse con pleno derecho y como les agrade en el paraje que hayan elegido, sin pedir permiso al superior de l y obedecer si se le niega". Estas dos autoridades respetables sobre un punto que no ha sido nunca controvertido parece que no deben dejar duda del perfecto derecho que la Nueva Granada ha tenido para adoptar la medida de que nos ocupamos. Pero, adems, manifestaremos que estas son las doctrinas profesadas pblicamente por los miembros de la actual administracin, lo que hace an ms sorprendente que el Vicepresidente dijera a la Gobernacin de Panam que no haba ley en virtud de la cual pudiera impedirse al General Flores residir en el Istmo. El actual Vicepresidente de la Repblica dijo en una nota al seor Charum, publicada en la "Gaceta de la Nueva Granada", nmero 559, para apoyar no simplemente el que se negase el asilo a un perseguido, sino que se le entregase al Gobierno que lo persegua, lo siguiente: "Aunque entre los dos pases ninguna cosa se halla establecida en los tratados pblicos que pudieran dar un derecho perfecto en orden a extradicin de reos, razones de peso y doctrinas muy respetables la justifican, especialmente respecto de los conocidos con el nombre de famosos que estn fuera de la ley de las naciones. 'El derecho de gentes, dice Pastoret, no es proteger en un Estado los malhechores de otro, sino socorrerse mutuamente contra los enemigos de la sociedad y de la virtud' porque como observa Mr. Real, 'se hacen cmplices de los asesinos y reos de crmenes atroces los gobiernos que les prestan asilo y proteccin'. Aun respecto de los sbditos de un Estado que han cometido grandes delitos en otra nacin, pueden ser reclamados por el Gobierno de esta ltima al Gobierno de la de su naturaleza y vecindad, que no puede denegar la entrega, segn la doctrina de Vattel. Y si estos principios son profesados unnimemente en Europa y practicados por la mayor parte de sus gobiernos, y tambin por los Estados Unidos del Norte, qu deber decirse de las Repblicas hispanoamericanas, que parece es ya tiempo de que se liguen para cortar la fiebre revolucionaria, que como una enfermedad endmica las trabaja hace treinta aos, y que si no se cura, acabar al fin por destruir su existencia; para perseguir y castigar a los insignes criminales que con insoportable avilantez insultan a las autoridades y a las leyes, y para fundar la verdadera libertad sobre la base del orden y de la moral, sin la cual no puede haber adelantamiento ni dicha? Quizs no se ocult este pensamiento al ilustre americano Bello cuando en su apreciable obra, que ya es admitida como clsica, dijo lo siguiente: 'Aquellos jefes de bandidos, que apellidando la causa de la libertad y del trono, la deshonran con toda especie de crmenes y no respetan las leyes de la Humanidad ni de la guerra, no tienen derecho al asilo'. Cuntos ms bienes reportaran al gnero humano con una alianza para tal objeto y sobre tales bases, que los que resultaron de las que las primeras potencias de Europa celebraron en la

segunda dcada del presente siglo! Una la necesidad, uno el inters, uno el objeto general, el beneficio para toda la Amrica, sus efectos slo podran medirse por los grandes destinos a que est llamada esta parte del mundo". En una comunicacin oficial del Gobierno granadino al del Ecuador se le dijo lo que sigue: "Es un acto de humanidad laudable, de uso frecuente, y que con gusto practican todos los pueblos cultos, dar asilo a los expatriados de otra nacin, pero es bien sabido que no hay derecho perfecto para solicitarlo, que puede rehusarse con causa o sin ella, y que la ley de las naciones excluye de l a los famosos criminales y a los hombres peligrosos". Y despus de haber consignado tales doctrinas que ciertamente tienen el asentimiento universal, como ha podido ocurrir al Vicepresidente de la Repblica que no haba ley alguna en virtud de la cual pudiera rehusarse a Flores, el enemigo declarado del Gobierno del Ecuador, que fuese a residir en Panam, Buenaventura o Popayn, precisamente los puntos desde los cuales poda ms fcil e impunemente ocuparse en la perturbacin de la tranquilidad de un pueblo amigo, con cuya causa simpatiza abiertamente la gran mayora nacional granadina? Arcano es este que difcilmente podr explicarse. Establecido as el derecho resta nicamente saber si esta doctrina era aplicable a Flores, y nada nos parece que pueda encontrarse ms fuera de duda, no solo con relacin al Ecuador y a la Nueva Granada, sino por el inters de toda la Amrica; pues qu importa a sta fortificar las instituciones democrticas adoptadas generalmente en ella, lanzando un anatema ejemplar contra el hombre que ha tenido la audacia de ir a buscar auxilio en Europa para venir a reorganizar, como dice, las sociedades americanas bajo formas ms estables y ms conformes con los principios de orden que por all se miraban hasta el ltimo febrero como los nicos bajo los cuales pudiesen vivir en paz los pueblos; por la necesidad de comenzar a realizar el pensamiento generoso de una alianza moral entre todos los republicanos sinceros para contener la ambicin de esos militares que han sido el tormento de estos pases desde los primeros das de su independencia; perseguir y castigar a los insignes criminales que con insoportable avilantez conculcan todo lo que hay de santo y de sagrado entre los hombres por la insensata pretensin de subyugarlos, saquearlos, degradarlos y oprimirlos; por la necesidad de fundar la libertad sobre la base del orden y de la moral, sin la cual no puede haber adelantamiento ni dicha; y porque siendo una la necesidad, como el inters, uno el objeto general el beneficio para toda la Amrica, ninguna de sus partes debe ser indiferente a lo que en este sentido afecte a otra.

Y por fortuna Flores torpemente nos ha excusado de hacer esfuerzos para probarle los cargos principales que se le han hecho: l mismo en su manifiesto de Bayona ha revelado todo su plan y sus diarias conversaciones contra las instituciones democrticas y los efectivos auxilios del Gobierno espaol, y hasta la misma protesta de que nos ocupamos, estn probando de un modo perentorio: 1 Que se ocupa sin descanso de procurar un trastorno en el Ecuador para restablecerse en el mando. 2 Que las instituciones de Amrica le causan una repugnancia invencible, y 3 Que con el objeto de satisfacer su ambicin no se ha detenido delante del crimen de traer a su patria adoptiva un ejrcito de aventureros con qu envolverla en todos los horrores de una guerra de extermino y bandidaje. Y preguntamos nosotros: no constituyen estos hechos, que l mismo no niega y antes propala con arrogancia, el fundamento bastante para considerarlo no solo un hombre peligroso, sino como insigne criminal, jurado enemigo del reposo de un pueblo vecino y amigo? Y sindolo cmo ha podido ocurrir ni a l mismo que los amigos de la libertad en Nueva Granada tolerasen estpidamente su permanencia en el pas, insultando el patriotismo de este pueblo? Pero fuera de los deberes que la Nueva Granada tiene para no hostilizar con semejante punible indulgencia al pueblo ecuatoriano, que tan heroicamente arroj de su seno este tiranuelo, y que con tanto trabajo se ocupa de fundar un gobierno constitucional, la seguridad de la Nueva Granada no ms exiga que no se tuviese con Flores ningn gnero de consideracin o indulgencia, porque es sabido, y por ninguno mejor que por el actual Vicepresidente, que mientras Flores permaneci en el Ecuador no perdi de vista el proyecto de apoderarse de una parte de la provincia de Pasto, y que constantemente atiz las conmociones de aquel pueblo esperando lograr su objeto al favor de un conflicto; que despus de lo que ha ocurrido, la ambicin de Flores ha debido aumentarse, trayendo ahora de Espaa un nuevo y muy peligroso ingrediente con qu halagar las ideas de los pastusos; y ltimamente que estableci en el Ecuador un gobierno desptico, como lo sera en todo caso aquel que presidiese Flores, esta sera una mala y peligrosa vecindad para la Nueva Granada ahora que el fanatismo religioso parece concentrarse hacia las provincias del Sur creando desafectos al sistema democrtico. De manera que es incuestionable no solo la potestad de la nacin para rehusar la residencia en el territorio a Flores, perturbador confeso de la tranquilidad de un pueblo amigo, sino que era un deber que imponan: La seguridad misma de la Nueva Granada. La moral pblica. La causa de la democracia americana.

Los compromisos con el Ecuador, y Las exigencias de la opinin. Tan evidente nos parece esto que no podemos absolutamente, por ms que nos esforzamos en ello, explicarnos cmo ha escapado a la alta inteligencia y reconocida perspicacia del seor Cuervo, que semejante tolerancia comprometa abiertamente su reputacin en Amrica y lo expona a severas censuras de parte de sus compatriotas; porque el permiso otorgado por el General Mosquera es en ste una cosa completamente lgica aunque no fuese prudente, mas el del seor Cuervo, a quien no hacemos la injusticia de atribuir simpatas hacia tan desacreditado pretendiente es un hecho inexplicable. Y no se diga que estos principios del derecho internacional no autorizaban al Ejecutivo para rechazar a Flores, pues que cabalmente es a l con propiedad a quien incumba hacerlo, porque el Poder Ejecutivo conforme al derecho internacional es el que representa la soberana, la nacin, y as como ha estado en sus facultades alejar en los casos de guerra de una nacin vecina a los refugiados en el territorio granadino, y es el que interviene y dispone todo lo conveniente al mantenimiento de las buenas relaciones con los dems Estados y tiene el deber de preservar a la nacin de toda guerra exterior, a l tocaba haber impedido la entrada de Flores; y solo por su culpable indolencia, por su evidente proteccin al refugiado, fue que el Congreso, por iniciativa del que esto escribe, tuvo que ocuparse de una ley que, saliendo al fin llena de vicios, ha suministrado al doctor de Quito un vasto campo para lucir su numen escolstico. Rstanos solo, para acabar, la demostracin que hemos emprendido, citar algunos ejemplos en apoyo de lo que acaba de hacerse con Flores. Chile recientemente no solo ha credo que poda negar la residencia de Santacruz, sino que se consider autorizado para disponer de la persona de ste, aprisionndolo y desterrndolo luego; y este mismo Chile y el Gobierno del Per, acaban de declarar que no permitirn que Flores prosiga su plan de subversin del orden en el Ecuador. Nuestros lectores vern a continuacin las notas en que los rganos de los respectivos gobiernos han reconocido el derecho que tienen para no tolerar que dentro de su territorio se atente contra el sosiego de ese pueblo desgraciado que Flores mira como su patrimonio. Despus de esto a nadie puede quedar duda de la legitimidad del paso que se ha dado, y la Protesta del expulsado no pasar del canto de un alma arrogante pero cobarde, que no ha podido sufrir con dignidad la faltade sus amigos, a quienes se ha vuelto para echarles lodo; mientras que el partido liberal ha dado una prueba esplndida de las simpatas que le inspira la causa de libertad en el Ecuador, y su enrgica resolucin de ligarse estrechamente con todos los verdaderos amigos de la libertad en este continente, para crear una sancin

poltica fuerte y vigorosa que enfrene la ambicin de los malvados y asegure permanentemente el reinado de la democracia en Suramrica. NUESTRAS OPINIONES SOBRE CANDIDATO A LA PRESIDENCIA. Qu debe entenderse por capacidad. Quin puede decidir que la tiene o no (1848) (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 49, Santa Marta, 13 de septiembre de 1848, pg. 1). El Progreso, nmero 20, ha echado a luz un cargo al editor de La Gaceta Mercantil por sus opiniones sobre candidatos para la Presidencia de la Repblica que ya otros haban hecho privadamente, y al cual queremos satisfacer persuadidos de que los hombres imparciales hallarn nuestra conducta perfectamente arreglada, y hasta eminentemente patritica. El cargo consiste en que en noviembre del ao prximo pasado dijimos: "Un hombre de luces es, pues, una necesidad de la poca para el ejercicio del poder supremo; un hombre mediano, o una de esas ilustraciones gastadas, sera una calamidad para el pas. Hay pocas en la vida de las naciones que exigen capacidades especiales para la direccin de los negocios, y nosotros nos hallamos en una de esas pocas". Y en 20 de julio al emitir brevemente las razones que nos haban determinado a adoptar la candidatura del General Lpez, hemos dicho: "En el estado en que se encuentra el pas, no es precisamente una gran capacidad la primera condicin que debe buscarse en el sujeto que ha de elegirse Presidente". En cuyos dos prrafos se ha credo encontrar una contradiccin que en realidad no existe como lo percibir cualquiera que los examine detenidamente teniendo en cuenta el aspecto que ofreca la Nueva Granada en noviembre de 47 y el que ofrece hoy. Se notar que hemos sentado el principio de que hay pocas y circunstancias que piden cualidades especiales en los hombres que han de denominar esas pocas y circunstancias: para cada situacin es necesario buscar el hombre apropiado; las dotes que mejor puedan servir para los acontecimientos en los cuales ha de figurar el hombre. Ahora bien. Cuando nosotros escribamos en noviembre de 1847 la Nueva Granada ofreca un aspecto muy consolador: el Gobierno pareca que de buena fe se haba propuesto la fusin de los partidos y la adopcin de una poltica liberal y justa, y que se entregaba con laudable inters a promover, y ejecutar tambin por su parte, obras de reconocido inters pblico. Venezuela estaba tranquila. En el Ecuador pareca consolidarse ya el sistema constitucional, y todo concurra a hacer creer que ya podamos entregarnos con confianza al solo cuidado de promover el desarrollo de la prosperidad nacional. Mas cunto no ha variado aquella situacin? El General Mosquera

que haba parecido por un momento dispuesto a obrar con la mayora nacional no sufri la prueba de la contradiccin y de la poca eleccionaria, y desde los primeros das del Congreso de este ao hizo concebir serios temores a los hombres que son bastante ilustrados para comprender que las faltas de los gobernantes son las que hacen las revoluciones. Su conducta desde marzo ac; su abierta injerencia en las elecciones; la parcialidad de sus nombramientos, su poco respeto hacia el Congreso, y sus intentos contra la prensa, su profundo desprecio por la opinin pblica, su conducta imprevisiva e irregular para con la administracin de Venezuela, y sus inconsecuencias y hostilidades hacia el Gobierno del Ecuador, han puesto al pas en un estado de zozobra y de inquietud que difiere esencialmente del en que se encontraba al terminar el ao de 1847. Por otra parte la Revolucin Francesa ha venido a dar ms energa, ms exaltacin a las opiniones democrticas que dominan generalmente en la Nueva Granada, y de las cuales con razn o sin ella, se ha dicho siempre que el General Mosquera y los hombres de su crculo, eran enemigos mal encubiertos; confirmndose esta creencia por la constante oposicin de dicho General a la reforma de esa Constitucin que para escarnio de la democracia impuso a la nacin su deudo y amigo, en 1843. Las circunstancias variaron, pues, esencialmente, y fue preciso variar tambin en las cualidades que deban hallarse en el hombre que haba de suceder al General Mosquera; no era un economista, un profundo literato lo que las circunstancias exigan, y exigen cada da ms imperiosamente, es un hombre recto, de energa, y sobre todo de cuya lealtad y honradez no tenga el pueblo duda alguna; un hombre cuya regla sea dejarse conducir por la nacin ms bien que imponerle su voluntad; porque es, en efecto, lo que hay ms conforme con los principios del rgimen republicano. Cuando en los Estados Unidos se inici por primera vez la candidatura del General Jackson para la Presidencia, se objetaba a ste poca inteligencia y un carcter fuerte y fogoso contrario a la moderacin que requiere el ejercicio de la potestad civil, en un pas democrtico, en que cada uno es soberano y en que se goza de la ms completa libertad de imprenta; mas dice un escritor respetable, "a pesar de esto la complicacin de los negocios polticos de su pas era tal que muchos hombres ilustrados que al principio haban recibido su candidatura con desdn, se concertaron para hacerla triunfar, porque su lealtad caballeresca, su alta probidad y su patriotismo ardoroso les parecieron ms que suficientes garantas. En este caso se ha encontrado la candidatura del General Lpez. Debe, sin embargo, advertirse que si nosotros convenimos en que el General Lpez no tiene gran capacidad es simplemente porque, imitando la noble moderacin de ste, no tenemos empeo en probar que s la tiene; es una

concesin que hacemos contentndonos con que nuestros ms violentos adversarios, los ms apasionados contradictores de esta candidatura, no hayan podido ni poner en duda la probidad, la rectitud y la lealtad de nuestro candidato, sus servicios y su decidida adhesin a los principios democrticos. Pero puesto que se habla tanto de su insuficiencia, y tanto se recalca sobre ello a tiempo que los que lo dicen con una presuncin inaudita se atribuyen todas las dotes del hombre de Estado, permtansenos algunas explicaciones. La palabra capacidad es una expresin muy vaga y para fijar su sentido es preciso explicar el para qu. Puede decirse del General Lpez que no tiene capacidad para hacer clculos sobre las diferencias de nivel entre dos puntos; que no har observaciones meteorolgicas; que no construir termmetros ni barmetros; que no citar tal vez a Pastoret, ni hablar de endechas en notas diplomticas ni otras cosas de esta especie, mas no por eso quedar probado que no tiene capacidad para encabezar por cuatro aos la democracia de su pas; que no sabr conservar el orden pblico y velar en el fiel cumplimiento de las leyes. Para probar esto nuestros adversarios no tienen dato alguno, mientras que nosotros tenemos fuertes presunciones para creer que s tiene esa capacidad, porque esa capacidad viene especialmente de la honradez, del patriotismo, del respeto hacia la opinin de sus conciudadanos, y del estudio que se haga de los deberes. M. Arago es seguramente mejor astrnomo que el General Mosquera; y M. Lamartine parcenos que puede escribir mejor una nota diplomtica y componer quejumbrosas endechas ms bien que nuestro actual Vicepresidente, y sin embargo, ni Arago, ni Lamartine, tuvieron la capacidad bastante para dirigir la democracia francesa, hasta que convencidos ellos mismos y la asamblea de su incapacidad en un momento solemne dieron al General Cavaignac que no hace nivelaciones, ni observa el curso de los astros, ni compone libros, ni hace versos, la autoridad suprema para que salvara la Francia de las garras de la anarqua; para que con su energa, su buen sentido, su rectitud, pusiera orden en el desorden, e hiciera entrar a la sociedad en las nicas condiciones propias a la democracia. Y el General ha probado que tena la capacidad que era de desearse en el momento que se le llam a funcionar; antes no se saba que l tuviera esa capacidad; cuando ms se presumira que poda tenerla. Siguiendo este tema creemos que el General Mosquera no tiene derecho para creerse hombre de capacidad para el Gobierno, puesto que al fin de su administracin el pas se encuentra, como ya lo hemos dicho en otra ocasin, sin crdito, sin dinero en el tesoro, sin confianza, y sin nada que pueda probar en manera alguna esa capacidad tan decantada. La capacidad para el gobierno se conoce por los beneficios que los gobernados reporten de las medidas o combinaciones del gobernante; si lejos de obtener beneficios se obtienen males ms bien que capacidad, habr incapacidad.

Si el General Mosquera logra que a pesar del rechazo de la opinin, el doctor Cuervo, que por una defectuossima disposicin constitucional entrar en cntara, sea impuesto a la nacin como Presidente de la Repblica, nosotros creeremos que tiene una alta capacidad, una habilidad consumada para intrigar; pero de ah no podr deducirse rectamente que tenga capacidad para gobernar porque no es lo mismo gobernar que subyugar por medio de la intriga. En cuanto al mismo doctor Cuervo, por cuyos talentos y capacidad para la literatura, para la jurisprudencia y para brillar en la sociedad, tenemos sumo respeto; y cuya educacin a lo Chesterfield nos place en alto grado, quin podr decir despus del poco tiempo que ha ejercido el Poder Ejecutivo como Vicepresidente que tiene capacidad para gobernar? Que cualquiera de los partidarios de este candidato conteste con la mano en el pecho y como caballero, y estamos seguros que ninguno se aventurar a enunciar tal afirmativa; mas por no decir que no tiene capacidad, frase un poco fuerte tratndose de tan cumplido caballero, se dir por eufemismo que es muy desgraciado. En efecto, la mayor desgracia que ha podido acontecer al seor Cuervo en el curso de su vida pblica es la de haber sido llamado a ejercer el Poder Ejecutivo por ocho das en mayo de 1846 y por cerca de tres meses algn tiempo despus, pues que de tales ocasiones puede decirse que se cometieron tantas faltas cuantos fueron los das que el seor Cuervo ejerci el Poder. Bastar en prueba de ello, recordar la negativa de los documentos que pidi la Cmara de Representantes para resolver sobre la acusacin del General Mosquera; el permiso acordado a Flores para estacionarse en Panam; el nombramiento de cnsul granadino para el Ecuador en el General Gonzlez, reputado en aquel pas como hostil al Gobierno existente y como amigo de Flores; el decreto sobre estudios; la resolucin sobre lmites entre el Choc y Antioquia, y luego los episodios de este negocio; la resolucin dictada sobre el modo de pagar los primeros 50 mil pesos para la compaa de Vapores etc., etc.; con cuyos actos sobra y basta para disputarle, por lo menos, su pretendida capacidad para gobernar. No seremos nosotros los que se la disputaremos para cualquiera otra cosa que no sea gobernar1. De estos razonamientos resulta que no ha habido contradiccin alguna en nuestras opiniones sobre candidatos para la Presidencia, sino que habiendo variado notablemente las circunstancias del pas, nosotros modificamos nuestro juicio sobre la capacidad del candidato siguiendo puntualmente el principio de buscar la capacidad especial para la tarea que se va a imponer al elegido. Viendo por todas partes surgir los elementos del desorden, convencidos de la urgente necesidad de que el jefe del gobierno armonice completamente con los sentimientos generales de la poblacin; preocupados de la idea de que es muy peligroso en medio de la agitacin febril que por todas partes se percibe contrariar el querer de las mayoras e intentar siquiera detener la ola creciente de las ideas democrticas y civilizadoras, y lo que es

tambin para nosotros de una alta importancia, la necesidad de que el Gobierno granadino pueda inspirar confianza, por los precedentes del Jefe, a los dos pueblos vecinos y hermanos que se afanan y agotan por fundar definitivamente instituciones democrticas, nos han decidido irrevocablemente por el eminente ciudadano que en medio de todas las contradicciones del Poder y de las preocupaciones, ha reunido en las ltimas asambleas la imponente mayora de ms de 700 votos1.NOTAS1

Muy penoso es hacer cargos al seor Cuervo, mas supuesto que los que han favorecido su candidatura abrigan la culpable esperanza de que el Congreso, despreciando el voto de Ia mayora, le elija presidente, nuestro deber como escritores es prescindir de inoportunas contemplaciones para fijar la cuestin en el verdadero punto de vista; y con tanto mayor razn cuanto que los partidarios de dicho seor no han omitido nada para desconceptuar al General Lpez y a sus partidarios.1

Se dice ms de 700 votos porque reuniendo ya 667 tenemos motivos fundados para esperar que entre los votos que no se conocen rena por lo menos 80 ms.

LA PASTORAL DEL OBISPO DE SANTA MARTA CONTRA LA TOLERANCIA RELIGIOSA (1848) (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 55, Santa Marta, octubre 25 de 1848, pg. 1). Un apstol nos recomienda adherirnos fuertemente a la libertad que hemos recibido de Jesucristo; examinar todas las cosas y atenernos firmemente a lo que hallemos ser bueno. Porque en efecto el espritu mismo del Evangelio es un espritu de libertad y se le llama "ley de libertad"; su objeto primordial es libertar el alma de toda coaccin moral si no es la de hacer el bien. Desconocen el Evangelio aquellos que quieren restringir el pensamiento y encadenar la investigacin, y los que temen someterle al examen y la investigacin ponen en duda o niegan su verdad y su poder. Si yo estuviese en el caso de acusar, acusara de debilidad a cualquiera que no quisiere o no se atreviese a estimular el espritu de investigacin en los otros. (Discurso religioso sobre las necesidades de la poca por A. Browson). El virtuoso Prelado de esta Iglesia ha tenido la deplorable inspiracin de dar a luz una pastoral que ha dirigido a los prrocos y fieles, combatiendo la doctrina y la prctica de la tolerancia religiosa, y es de nuestro deber no dejar pasar en silencio un documento que por la respetabilidad de la persona de que emana merece bien ser comentado. Desde luego lo primero que hay que observar sobre l es su extempornea publicacin; para examinar despus su aeja e iliberal doctrina.

Es extempornea la publicacin por cuanto existen ya leyes que han consagrado de un modo solemne el fecundo principio de la tolerancia religiosa; y cuando ya ellas se han mandado cumplir y obligan a todos los miembros de la comunidad granadina, inclusive los Obispos, hay sobra de irregularidad en que un Prelado levante su voz para minar la obediencia debida a la ley, presentndola a sus fieles como la obra de los enemigos de la Iglesia Catlica, como contraria a sus creencias y funesta para su culto. Mientras la cuestin de la tolerancia religiosa no haba salido de la esfera de la especulacin, permitido era sostener la tesis que se quisiera; mas despus que la ley ha hablado, despus de que el legislador se ha pronunciado, y la teora de la tolerancia ha venido a ser un ordenamiento explcito y solemne, ya no es dado a los funcionarios o autoridades del pas, sea cual fuere su rango o condicin, contestar la conveniencia y oportunidad. Su deber entonces es prestar apoyo a la ley y facilitar su cumplimiento, y tanto ms perentorio en los Prelados eclesisticos cuanto que puede considerrseles como los dispensadores de la sancin religiosa, el ms poderoso elemento de obediencia en un pueblo catlico como el nuestro. Lejos de nosotros culpar las intenciones del venerable Prelado que tal publicacin ha hecho, pues que conocemos su patriotismo y su mansedumbre, sus virtudes verdaderamente cristianas; pero bien que su intencin est al abrigo de toda mala interpretacin, no por esto deja de ser cierto que su pastoral no puede justificarse. Acaba de ratificarse un tratado de comercio con los Estados Unidos de Amrica en el que se garantiza a los ciudadanos de aquel pas que vengan a la Nueva Granada, el culto pblico de la religin que profesen, sea cual fuere sta; y hase ofrecido tambin que cualquiera extranjero que venga al pas en calidad de inmigrante, gozar del mismo privilegio; y cuando el Gobierno y los hombres ilustrados se esfuerzan por inspirar confianza a los extranjeros y asegurarles los derechos ms preciosos al hombre, a fin de atraerlos a residir entre nosotros como miembros de una misma familia, respetando su pensamiento y su culto; y cuando todo esto se hace con miras altamente patriticas, viene el reverendo seor Obispo a destruir en parte esta confianza, y a hacer intiles los esfuerzos del Gobierno y de los buenos ciudadanos, enseando a su grey que no debe tolerarse al infiel! Por fortuna, la causa que sostiene el Prelado desarmoniza ya tan evidentemente con el espritu general de libertad, con los instintos de confraternidad universal que caracterizan la poca presente que no hay que temer absolutamente que tales amonestaciones produzcan efecto alguno si no es en algunas pobres mujeres supersticiosas; mas el precedente, el hecho de que un Obispo ponga su voz en pugna con la de la ley, en un pas amenazado constantemente de resistencias supersticiosas, no puede pasar sin la correspondiente protesta. En cuanto a la doctrina debemos tambin expresar nuestro sentimiento de que tan respetable Prelado la profese en mengua del alto concepto en que

nosotros quisiramos ver a nuestros Obispos delante del mundo civilizado. La cuestin de tolerancia religiosa es una cuestin fallada ya definitivamente delante del tribunal de la razn, de la filosofa y de la religin misma; porque la emancipacin del pensamiento es una de las ms preciosas conquistas de la democracia, y constituye hoy uno de los derechos incuestionables del hombre en sociedad. Pretender hoy que una sociedad no admita en su seno a los hombres que tienen convicciones religiosas distintas, u obligarlos a que se oculten para tributar en la forma que a bien tengan culto a Dios, es querer retrotraer el mundo a pocas de recuerdo ingrato, es desconfiar de la promesa de Dios mismo que dijo que las puertas del infierno no prevaleceran contra las del cielo, es olvidar que la verdad surgir de la tierra y la justicia ver desde lo alto, es querer enturbiar las aguas puras del catolicismo ponindolo en pugna con la libertad del hombre, rehusndole la libre discusin; y es desconocer el verdadero espritu del Evangelio, este texto sagrado de la democracia, origen de las libertades modernas. Sin la tolerancia religiosa la confrateridad humana a que sin cesar propende la civilizacin actual sera imposible; el espritu de caridad que es el carcter distintivo del socialismo moderno, tomado del Evangelio mismo, sera una mentira; y sin la libertad de pensar y decidir sobre los principios de su creencia no habra posibilidad de depurar la religin misma y el pensamiento no podra elevarse con fe a la contemplacin fervorosa del Creador. Comprendemos que la piedad del reverendo Obispo se haya alarmado con los progresos de la impiedad, o por lo menos con los progresos de la indiferencia en materia de religin, y nosotros no negamos que este mal es cierto; mas l no viene de que se consientan en el pas otros cultos, viene de que el clero granadino en general no ha sabido conservar el depsito de la fe, hacindola siempre amar y respetar al pueblo, y mantenindose por sus luces a la altura de su divina misin. El hombre no es nunca infiel o incrdulo por inspiracin o movimiento propio; todo lo contrario, el hombre se inclina naturalmente a satisfacer su alma con las impresiones de la religin, y busca siempre en lo infinito el alimento de su ser moral. As en todos los tiempos y bajo todos los climas la humanidad ha buscado cmo llenar este vaco y los hombres han sido constantemente religiosos. Pero ha sucedido con frecuencia que la religin ha patrocinado muchos abusos, y entonces se ha malquistado con las almas independientes y generosas, y en otras ha sido mal servida por sus mismos ministros y entonces ha decado de la veneracin de los pueblos. El catolicismo en Amrica ha sido muy mal servido por sus ministros, y a esto deben atribuirse especialmente los progresos de la incredulidad o por lo menos de la indiferencia, en los nuevos Estados de Amrica, porque en todos ellos se siente este mal.

El clero, y especialmente el alto clero, los Obispos y los miembros de las catedrales, o clrigos influyentes han desconocido el sentimiento de la poca, no han hecho caso de los progresos de la inteligencia y han querido sostener todava la Iglesia como en los tiempos de la Edad Media; y, adems, se les ha visto frecuentemente alistados en las banderas de los que han tenido el triste empeo de contener las tendencias marcadas del siglo, siglo de igualdad, de discusin y de justicia, y he aqu por qu si no han logrado hacerla odiosa, han llegado por lo menos a hacerla perder el amor y veneracin de los pueblos. Que ellos se penetren de la necesidad de que la religin se ofrezca a la imaginacin de los hombres con los caracteres sencillos de la poca, sin las mentiras y prcticas supersticiosas de que la sobrecarg la ignorancia de la Edad Media, y que ella aparezca, no contrariando sino guiando a la humanidad en su marcha expansiva y fraternal y el mundo entero ser altamente religioso. La piedad es una necesidad del alma; la impiedad establece una situacin excepcional, estado de tedio y de malestar, origen de pasiones malvolas. Pero, para que la religin recobre todo su podero, es necesario que el clero recobre su influencia, y esto no puede obtenerse sin que ste se muestre a la altura de la ilustracin actual, de una severa moralidad, y de una abnegacin y mansedumbre ejemplares, y es preciso, adems, que el clero, reconociendo en Jesucristo el fundador de la democracia, el apstol de la igualdad, el padre del pobre y del desvalido, ponga su sacerdocio en armona con estos rasgos distintivos del cristianismo, y sea con su ejemplo y con su voz el sustentculo firme de estas verdades preciosas que estn regenerando el mundo. Sabis, seor Obispo, por qu muchas personas no concurren a los templos a or la palabra divina, asistir a las ceremonias del culto, y a esas procesiones un tanto grotescas con que todava quiere identificarse la creencia? Es porque de ordinario ni la conducta del sacerdote inspira veneracin, ni su voz instruye ni consuela y porque esa manera de rendir culto a Dios desarmoniza evidentemente con el estado de la razn pblica. Poned el clero y las prcticas de la Igelsia al nivel de las necesidades y tendencias de la poca, y no temis por el cristianismo raz de la democracia, que conformndose en su doctrina con las leyes de la ms elevada razn, debe necesariamente florecer con los progresos de las ciencias y con la perfeccin de las facultades ms capaces de comprenderla, consecuencia precisa de la libre investigacin y de la competencia que establece la libertad de cultos. LA REFORMA CONSTITUCIONAL (1848) (Publicado en "La Gaceta Mercantil", ao I, nmero 57, Santa Marta, noviembre 8 de 1848, pgs. 1-2). Con perdn de nuestros lectores vamos a ocuparlos de esta cuestin sobre la cual se ha escrito tanto en este ltimo ao; esperamos que se nos acuerde alguna indulgencia ya que podemos alegar en nuestro favor haber sido de los

primeros que entramos en campaa contra la monstruosa obra del Congreso de 1843, llamada por uno de nuestros ms respetables conciudadanos el cuaderno de don Rafael; y pudindonos felicitar hoy de ser casi unnime la opinin en contra de la Constitucin actual y en favor de una reforma que deje funcionar libremente la democracia granadina, para que la libertad y los progresos de la civilizacin descansen sobre una basa slida, segura e imperecedera. Se engaara, sin embargo, quien creyese que a fuer de progresistas queremos ostentar en la discusin ideas nuevas y originales, empendonos en lanzar el pas en el campo de teoras especulativas, o en ensayos peligrosos; no, nada de eso. Todo lo contrario; podemos decir que perteneciendo a la escuela americana, somos estacionarios en doctrinas constitucionales, adversarios decididos de todo ensayo que pueda comprometer el porvenir de la democracia, abriendo entrada a la anarqua. La organizacin de un gobierno que concilie la libertad con el orden, la justicia con el desenvolvimiento progresivo de las facultades fsicas y morales del individuo, ha sido el gran problema resuelto en los ltimos tiempos en el norte de nuestro hemisferio, y tras de cuya solucin las naciones se agitaron intilmente por todos los siglos anteriores. Una vez en posesin de esta gran solucin, la humanidad debe conservarla como un depsito sagrado, y precaverse mucho de los extravos a que pueda arrastrarla la presuncin de abrirse nuevas sendas para acelerar su marcha. Esto quiere decir que, supuesto que bajo las formas que se ha dado la Unin americana, vemos funcionando all la democracia con la mayor libertad y regularidad, y la vemos realizando los ms inauditos progresos, satisfaciendo a todas las exigencias sociales, es decir, diseminando prodigiosamente la instruccin, la industria y la riqueza; practicando la confraternidad universal y extendiendo por todas partes el poder y la gloria de la Nacin, al mismo tiempo que el Jefe del Gobierno y el Congreso funcionan sin un soldado de guardia y sin ms fuerza que el prestigio de la ley, debemos exclamar como Arqumedes: "La hallamos, la hallamos", y abstenernos de nuevos ensayos que cuando ms daran el mismo resultado que las Repblicas del Norte han obtenido, con las leyes que hoy tienen. Por esto, nuestra opinin es decididamente opuesta a las innovaciones recientemente propuestas sobre supresin de la Presidencia de la Repblica, de la del Senado, y otras de este tenor, y desearamos que as como el Gobierno republicano es mirado como la nica forma bajo la cual podamos vivir con dignidad, formulemos tambin como un canon democrtico que "no puede prescindirse de un magistrado alternativo y electivo que ejerza por s solo y sin participacin alguna el Poder Ejecutivo; que el Poder Legislativo debe confiarse a dos Cmaras, las cuales sean la expresin pura de las opiniones del pas, y que las localidades tienen el pleno derecho de reglar su administracin interior con absoluta independencia y por medio de funcionarios de su eleccin".

Sobre tales puntos, as como sobre la absoluta libertad de imprenta, no debe ni admitirse discusin por muchos aos; porque con tales elementos la sociedad puede funcionar facilsimamente tan distante del absolutismo como de la anarqua, si por otra parte la accin de estos dos poderes se ha sabido combinar y regularizar, que es lo que han resuelto con xito, la Constitucin Federal y las constituciones particulares de las varias Repblicas de Norteamrica. Las antiguas repblicas griegas sucumbieron porque no tenan Poder Ejecutivo bien organizado; y posteriormente todos los gobiernos que han existido, no han podido hacer la dicha de los pueblos sino encadenarlos y someterlos a la violencia y al capricho, porque el Poder Ejecutivo ha sido el nico poder social; la soberana popular se ha desconocido del todo, o se le ha sostenido solo por engaar al pueblo. En las aristocracias el gobierno no ha tenido por objeto sino sancionar la violencia del menor nmero sobre el mayor. En Norteamrica es donde nicamente se ha organizado el gobierno de manera que pueda llenar cumplidamente su misin sin que carezca de un magistrado capaz de obrar con plan, unidad, y vigor para la conservacin de la tranquilidad interior y para la seguridad exterior, y sin que las Cmaras dejen de representar legtimamente al pas ni obren discrecionalmente, sin contrapeso y fuera de los lindes que las conveniencias sociales prescriben. Es, pues, hacia este pas a donde debemos mirar para acercarnos cuanto sea posible a su organizacin, sin que esta imitacin pueda llamarse servil, porque precisamente es muy reflexiva. Sesenta aos hace que estas instituciones estn en ejercicio, y en el curso de este perodo, lejos de que haya motivo para intentar reformas, se ha notado que las constituciones de los diversos Estados, que al principio diferan mucho entre s, han ido poco a poco identificndose para llegar a un molde o estructura nica; que con ellas se han hecho progresos que han ido ms all de los clculos ms exagerados; que ha llegado a obtenerse una prosperidad casi fabulosa, parecindose a veces el cuadro de lo que actualmente se ejecuta en la Unin, a los de los cuentos de las Mil y una noches; y, en fin, que esas instituciones deben ser muy buenas supuesto que todos los que participan de su influencia tienen por ellas un culto decidido, entusiasta. Un escritor observa que los norteamericanos son los hombres ms engredos en cuanto a la superioridad de su nacin, y al mismo tiempo que no hay una conviccin ms profundamente arraigada entre ellos que la de que toda la prosperidad de su pas, toda la superioridad de su nacin, es la obra de la sabidura de sus instituciones; y esta enseanza, esta larga experiencia no debe ser perdida para nosotros. Tan censurable sera copiar por servilidad o empirismo, como lanzarnos en el campo ilimitado de las teoras en pos de nuevas soluciones para un problema ya resuelto: la presuncin pudiera ser en este caso tan funesta como la ignorancia.

Esto supuesto, cuando nosotros abogamos con entusiasmo por la reforma constitucional no pretendemos sino que el Poder Ejecutivo se reduzca a las facultades nicamente necesarias para la cumplida ejecucin de las leyes y para la conservacin del orden pblico y la defensa del pas. El defecto cardinal de nuestra Constitucin es haber hecho de tal manera preponderante el influjo del Poder Ejecutivo que l solo representa hoy todas las fuerzas de la sociedad; los otros cuerpos, llamados por irona, Legislativo y Judicial, no son sino el eco de las voluntades del jefe de la nacin, aunque por la energa propia de la ndole del pueblo granadino se hayan presentado algunos casos de excepcin. Sobre todo, esta Constitucin tiene el vicio de haber erigido en principio de gobierno, la corrupcin, estableciendo que para que el Poder Ejecutivo no carezca del apoyo de las Cmaras, le sea permitido conferir destinos a los miembros de stas o ascenderlos en sus colocaciones; no poda llevarse a ms alto punto la desmoralizacin en poltica. Sentados estos precedentes, declaramos que veramos con mucho gusto adoptado como Constitucin de la Repblica el proyecto presentado a la discusin pblica por el doctor Florentino Gonzlez en el nmero 8 delSiglo, bien que ste debiera sufrir algunas modificaciones tanto en la composicin del Senado, como en el modo de nombrar los funcionarios del Poder Judicial, y especialmente en los Captulos 10 y 11, que versan sobre el rgimen poltico y municipal. Este proyecto no altera la organizacin de los poderes, restablece el de las Cmaras y da una ancha base al elemento democrtico; y en cuanto a derechos polticos y civiles, nada deja qu desear, sino el que se haga tambin una consagracin formal del derecho de reunirse pblicamente. Pero merece particular elogio el pensamiento muy liberal y fecundo de no establecer diferencia entre granadinos de nacimiento y naturalizados. Por nuestra parte, no vacilamos en decir que esta sola reforma valdra la pena de que el Congreso se apresurase a revisar la actual Constitucin aun prescindiendo de sus dems vicios. Esto sera sembrar la mejor simiente para los progresos del pas; y no aventuraramos nada en aadir que a tan fecunda disposicin deben los norteamericanos en gran parte esa inmensa inmigracin que tanto nos admira. Con disposiciones semejantes es como debe proclamarse la fraternidad universal, y mostrarnos as al mundo, libres de esas preocupaciones mezquinas atribuidas a la raza espaola. En cuanto a rgimen poltico y municipal, s creemos que el proyecto del doctor Gonzlez no satisface a las exigencias de la opinin, y a los progresos que debemos procurar al sistema del self-government. Nuestra opinin es que la Repblica debe dividirse en nueve o diez provincias, de manera que ninguna tenga ms de 300 mil; ni menos de 50 mil habitantes, y que a stas debe dejarse la plena libertad de reglar todo lo concerniente a su rgimen interior, inclusive la administracin de la justicia, lo relativo a la esclavitud, el

nombramiento de todos los funcionarios, y el de subdividirse en provincias, cantones o distritos, segn convenga mejor a la administracin particular de su territorio. Y ya que en la reforma constitucional no pueda conseguirse sta, al menos, debe quedar abierta la puerta para adoptarla ms tarde; y por lo mismo no debe decirse nada sobre las funciones y nombramiento de los tribunales de distrito, ni de gobernadores; ni hablarse de cantones y distritos; sobre esta materia vale ms no estatuir nada para no embarazar a las legislaturas venideras. En cuanto a la composicin del Senado nuestra opinin se resiente de la que acabamos de expresar en cuanto a divisin poltica del territorio, pues desearamos que mientras la Cmara de Representantes sea compuesta en razn de la poblacin o por cabezas, el Senado d una representacin igual a los intereses que se vinculan en el territorio que cubre cierta poblacin, de manera que si las provincias, o sean regiones ms pobladas, podran dar la ley en la Cmara de Representantes, en el Senado las provincias pequeas podran impedir cualquier acto que les fuese daoso. En este supuesto, dividida la Repblica en nueve provincias, el Senado se compondra de 18 miembros, a razn de dos por cada una de ellas, nombrados en la forma que cada provincia determinase, as como sucede en los Estados Unidos. Con tales bases constitutivas, y la de que la prensa completamente libre, como es de absoluta necesidad que est siempre, contine la tarea de diseminar en las masas ideas de libertad, y sirviendo de freno a los altos funcionarios, combatiendo las preocupaciones, sugiriendo hbitos de trabajo y alentando las empresas industriales, el pas entrara al fin en la senda en que ha 60 aos entraron los norteamericanos, aun cuando ni nuestro punto de partida haya sido el mismo, ni hayamos contado en nuestra infancia social con gobernantes de una inteligencia tan superior y de un patriotismo tan acendrado, como Washington, Adams, Jefferson, Maddison y Monroe. La opinin suplir la falta de estos grandes hombres, y la memoria de Santander ejercer sobre el espritu del pueblo la mgica influencia propia de las grandes figuras que, simbolizando las ms eminentes virtudes sociales, se asocian desde la tumba al desenvolvimiento del bienestar de sus conciudadanos. RESPUESTA A UNOS CARGOS (1850) (Publicado en "El Neogranadino", julio 12 de 1850). Seor Emeterio Heredia: He visto en el nmero 1 del Estandarte del Pueblo, peridico que usted redacta, muy a contentamiento mo (aunque alguna vez como ahora, me quepa en suerte ser el blanco de sus censuras), las que me hace en la carta que aparece en la ltima columna de dicho nmero 1, y que voy a contestar por la circunstancia de que corren bajo su firma y no las creo dictadas por un espritu

de malevolencia y detraccin como tantas otras que diariamente se ponen en boga contra m. Mi contestacin no ser, sin embargo, muy larga. Antes que usted, una hoja suelta y annima, y varias cartas particulares de que he tenido conocimiento, han hablado de que yo pretenda que el doctor Florentino Gonzlez, antiguo amigo mo, viniese a la capital ya como Secretario de Estado, ya como Vicepresidente, con el objeto, decan, de que l ayudase ms tarde a mi eleccin para un puesto an ms importante a que se supone encamino ya mis pasos. Debo declarar que actualmente no tengo, y espero no tener, otra ambicin que la de ser considerado por mis compatriotas y especialmente por mis amigos polticos como un patriota acendrado que todo lo subordina al alto inters de que los principios del partido liberal predominen constantemente y en toda su pureza en el pas; que no solo no aspiro al puesto de Presidente de la Repblica, que creo no debe darse sino a los que hayan ilustrado su nombre y acrisolado su patriotismo por largos y constantes servicios a la Patria, sino que no he podido menos de rerme de los que con este cuento han pretendido hacerme la guerra, molestndome solamente la injuria que se hace a mi carcter suponindome capaz de perturbar la buena armona del partido liberal, que a nadie quizs importa ms que a m, por una pretensin cuyo menor vicio sera el ser prematura. Esto sentado, el inters que yo pueda manifestar por el doctor Gonzlez, sujeto a quien se trata con excesiva severidad, y a quien yo no puedo menos de estimar por sus brillantes cualidades y por una antigua y fina amistad, no puede mirarse como un clculo de medro personal, y menos si se considera que teniendo el doctor Gonzlez ms derecho a elevar sus aspiraciones a la Presidencia de la Repblica, y habindolas ya manifestado en una poca reciente, sera el clculo ms desgraciado aquel que se me imputa. Tampoco es cierto que yo trabaje porque el seor Gonzlez sea nombrado Vicepresidente, ni Secretario. No para lo primero porque no slo no me es dado como miembro del Gobierno injerirme en esta eleccin, sino porque estando designado por el partido liberal, mi amigo, el patriota seor Obalda, yo traicionara la amistad y los intereses de la causa a cuyo triunfo he consagrado hasta mi reputacin y tranquilidad, pretendiendo un nombramiento distinto. Nada podra justificar esta conducta que sera no solo prfida sino torpe de mi parte, y slo comparable a la de los que se empean en introducir desconfianzas entre los miembros del partido liberal forjando cuentos tan inverosmiles como el de la supuesta candidatura del doctor Gonzlez. S, por ejemplo, que alguno que deseaba ser inscrito en la lista de candidatos para las prximas elecciones de Representantes por esta Provincia, vindose excluido porque es imposible inscribir a todos los que lo desean, se ocupa ahora en circular listas diferentes en oposicin a la de El Neogranadino,

pretendiendo que los candidatos de ste son florentinistas, calificativo que en el estado actual de la cuestin no se comprende lo que quiere decir, sino es que siguiendo el fantasma de la candidatura del doctor Gonzlez se intente persuadir que dichos seores votarn por ste en el Congreso. Debe esperarse que los electores tendrn el buen juicio de rerse de estas pobres invenciones. Y no trabajo porque se le nombre Secretario, porque a pesar del inters que debo tener en el acierto en nombramiento semejantes, mi respeto por la autoridad del Presidente, que yo quiero se conserve completamente libre, es tal que no he querido expresar una opinin decidida porque se nombre este o aquel sujeto, resuelto a conformarme con el que l designe, a no ser que sea una persona con la cual se haga imposible que la Administracin marche en armona y con sistema, y en este caso lo que yo debo hacer es bien sencillo. Tampoco poda yo trabajar por el nombramiento del doctor Gonzlez, cuando tengo motivos para creer que l no aceptara, pues su deseo es fijarse en Panam para consagrarse a alguna especulacin en que pueda reparar su fortuna, que es hoy muy reducida. En cuanto a los otros cargos que el seor Heredia me hace como por incidente tengo resuelto no contestar por ahora; espero ms tarde dejar satisfecha la opinin sobre ese y otros puntos; mientras tanto, si el seor Heredia quiere tener la bondad de pasar a mi casa, yo, apreciando su patriotismo y la buena fe con que ha escrito, me detendr en darle completas explicaciones a las cuales espero no resista.Bogot, 9 de julio de 1850. M. Murillo.

A MIS AMIGOS POLITICOS (1850) (Publicado en "El Neogranadino", septiembre 20 de 1850). Con ocasin del reciente viaje hecho por m por Fusagasug, Pealisa, Ambalema y Honda, a causa de una indisposicin en la salud que me atormentaba de dos meses atrs, y de varios objetos relacionados con el servicio pblico, un peridico conservador ha publicado nuevas calumnias contra m pretendiendo hacerme pasar como ligado en intereses con la casa de Montoya y Senz, compradora de las existencias del tabaco de Ambalema. Algunas personas han parecido muy alarmadas por estos cargos y me han excitado a decir algo en contestacin. He ledo posteriormente el artculo, y debo declarar que ms me ha molestado el caso que mis amigos manifiestan hacer de tal publicacin, que esta misma, escrita en un lenguaje vulgar, y que no puede resistir al criterio ms superficial.

Yo nunca contestar formalmente a acusaciones tan groseras porque creo degradar el puesto que ocupo consintiendo en que mis compatriotas de buen sentido e imparciales crean que un hombre honrado con uno de los ms importantes destinos del pas, se pervirtiese hasta el extremo de hacer crebles tales imputaciones. Los miserables que explotan hoy la maledicencia pblica por medio de la prensa conservadora pueden fraguar y circular todo gnero de imposturas para sorprender la opinin pblica, comprometer mi reputacin, despopularizar la Administracin de que hago parte, y llenar de contumelia y de baldn al partido liberal, cuya fuerza inmensa los abruma y anonada hoy; ellos estn en su derecho, ellos prosiguen su plan, obedecen a los preceptos de su escuela, juzgan por su propia moralidad, y no ser yo el que se afane por darles satisfaccin, que bien s que ellos mismos no creen y aun se ren de las calumnias que en ese sentido contra m forjan. En cuanto a mis amigos, same permitido decirles, los que sean capaces de dar crdito a cargos tales como los que se me han hecho con motivo del viaje a Ambalema y de la venta de las existencias de tabaco, bien pueden retirarme en el acto su confianza y su amistad, que en ese caso ni quiero ni necesito, seguros de que jams descender a defenderme en ese terreno. Cuando una providencia dictada bajo mi firma sea combatida por ilegal e inconveniente, precipitada o torpe, yo contestar, yo satisfar; pero siempre que se me acuse de actos vergonzosos de corrupcin, no dir una palabra. Ms tarde, cuando me separe de la Secretara de Hacienda y tal vez antes, el curso de los hechos disipar cualquiera sombra que sobre mi probidad quiera echarse. Estoy enteramente consagrado al servicio de la Repblica, a la consolidacin de sta y al desarrollo de los principios del partido liberal, y estoy firmemente resuelto a que se amontonen contra m todos los cargos y molestias consiguientes a la enojosa tarea que me he impuesto, antes que cejar por un momento en mi propsito. Mi reputacin puede ponerse en duda por algn tiempo por los esfuerzos de mis enemigos y el poco criterio o la ignorancia de muchos lectores; pero si yo logro contribuir a que la Administracin de que hago parte y el partido liberal de que soy miembro y que hasta ahora me dispensa su confianza, realicen su obra fundando permanentemente la Repblica y desenvolviendo la prosperidad pblica, poco me importan esas sombras transitorias que al fin desaparecern. Esta es la ventaja de los hombres pblicos que sirven con honradez, bajo las democracias; es a saber, que en stas pueden tener completa seguridad de obtener al fin justicia, y de ser convenientemente honrados aun antes de la muerte segn la importancia de sus servicios.Bogot, 19 de septiembre de 1850.

A MIS COMPATRIOTAS (1852) (Publicado en "El Neogranadino" nmero 222, noviembre 5 de 1852). En estos ltimos das han aparecido en esta ciudad varias hojas impresas, una de ellas en forma de carta al General Obando, elegido Presidente de la Repblica para el prximo perodo constitucional, en las cuales se reproduce el cargo de peculado que me hizo la oposicin conservadora cuando yo desempeaba la Secretara de Hacienda. Los originales de dos, por lo menos, de dichos escritos, han sido llevados a la imprenta por un empleado de la Secretara de Guerra, que goza de la intimidad de altos personajes, coincidiendo esto con el favor en que han entrado cerca del Gobierno algunos otros de mis calumniadores, entre ellos el doctor Alejo Morales, a quien el Presidente, olvidando promesas solemnes y la dignidad de su gobierno, acaba de nombrar Fiscal de un tribunal de distrito. La hoja que lleva el ttulo de "No ms sufrir" la distribua un oficial Flrez, del Regimiento de Caballera, de cuyas manos la recib yo. Esto da a tales acusaciones una importancia que yo el primero no debo dejar pasar inadvertida, porque una slida reputacin de probidad es el nico bien que me queda y a que puedo aspirar al presente. En consecuencia tengo necesidad de retar ante la nacin a mis detractores, y al Gobierno mismo, que declara buen ciudadano a Alejo Morales confirindole un puesto importante (despus de haber acusado al seor Plata y a m de ladrones y de deudores fraudulentos, y despus de haber tratado con el mayor escarnio a la Administracin), a que concreten sus cargos, exhiban las pruebas que habiliten sus aserciones y promuevan el juicio correspondiente. Es necesario que se obre as si realmente predomina un sentimiento patritico y honorable, si no son unos viles calumniadores que, desnudos de todo mrito, andan a caza de medros personales explotando las antipatas y pasiones mezquinas de los proveedores de los destinos pblicos. Yo no puedo ocuparme diariamente en contestar las publicaciones que se hacen o mandan hacer para defraudar mi reputacin en pago de haber servido con honradez y abnegacin la causa liberal, bajo la Administracin del General Lpez; pues tengo necesidad de trabajar para subsistir y para hacer frente a los compromisos pecuniarios contrados durante esta misma Administracin, y no me queda otro recurso que protestar contra la conducta del Gobierno que premia a mis calumniadores, sin reflexionar que esas calumnias lo alcanzan, y arrastrado nicamente por el deseo de molestarme y perderme en la opinin de mis conciudadanos; y provocar como provoco a esos calumniadores a formular con precisin los cargos y a promover el juicio correspondiente, hoy que no tengo poder ni influencia y en que se ha hecho de moda ofrecerme en holocausto ante los dolos del da.

Entre tanto no puedo volver a ocuparme de sus nauseabundos libelos, y el pblico mientras no se formalice el cargo, sabr a qu atenerse sobre mi conducta en este particular.Bogot, 2 de noviembre de 1852.

DEJAD HACER (1853) (Publicado en "El Neogranadino", octubre 15 de 1853). Seor doctor Miguel Samper: Bajo el rubro que encabeza esta carta dirigi usted a este peridico un artculo que apareci en el nmero 225, en 26 de noviembre ltimo, y en el cual se esfuerza usted en acreditar la doctrina egosta y funesta preconizada por Juan Bautista Say y toda su escuela, comprendida en la frmula sencilla de dejad hacer; o lo que es lo mismo: dejad robar, dejad oprimir, dejad a los Lobos devorar a los Corderos. Y antes, el nmero 212 de este mismo peridico, dio publicidad a un artculo bajo su misma firma titulado Ambalema, en que, haciendo una descripcin del movimiento industrial de aquel pueblo, arroj usted sobre la situacin de la clase trabajadora que emplea sus brazos en la produccin del tabaco y sobre el estado actual de ese ramo de industria, observaciones de tal naturaleza que merecen llamar seriamente la atencin de todos los que se ocupan en el estudio de las varias cuestiones conexionadas con el progreso del pas. Yo, que como usted sabe desde algn tiempo atrs, me he acostumbrado a mirar siempre la poltica por el lado econmico; que creo que la idea econmica tiene que dominar a la idea poltica, y que tengo la ntima persuasin de que mientras no se complete la revolucin econmica iniciada por la ley de descentralizacin y por el establecimiento del impuesto directo, la Repblica no tiene, en verdad, base alguna para consolidarse y menos para ser prolfica, he meditado sobre sus dos artculos que se contradicen o, por lo menos, sugieren ideas opuestas, y conociendo su gusto por esta clase de estudios y su instruccin en el ramo, quiero entablar con usted una correspondencia que a la larga nos d algunas conclusiones aceptables. Y muveme tambin a escribir sobre esto la especie de condenacin que, sin venir a cuento, ha hecho de parte de esta doctrina la alocucin del nuevo Presidente, penetrando atrevidamente en el campo de las teoras econmicosociales. Presenciando el ardor con que se discuten al presente varias cuestiones de reforma poltica y la esperanza que algunos abrigan de que el sufragio directo y universal, o bien la federacin, nos den la solucin ms feliz y ms segura de los embarazos de la situacin, no he podido prescindir de un sentimiento de pena vindolos agitarse y gastar sus fuerzas en la consecucin de una cosa que

no afecta sino la superficie, que no debe ser sino un smbolo de la idea cardinal cuyo triunfo se descuida y que tal vez ni se desea. Toda reforma poltica debe tener por objeto una reforma econmica; y si antes de querer realizar sta, planteamos aqulla, corremos el riesgo no slo de trabajar estrilmente sino de desacreditar a los ojos del pueblo que no discute, el principio que queremos ver en obra. De ah viene que, de algn tiempo atrs, yo vea con menos inters las reformas polticas y que an est tentado a ser indiferente a ellas, si no han de realizarse conjuntamente las reformas econmicas, que son la parte sustantiva de la tarea democrtica. Las formas polticas no valen nada si no han de acompaarse de una reconstitucin radical del estado social por medio del impuesto, y de la constitucin de la propiedad de los frutos del trabajo. Qu quiere decir el sufragio universal y directo, aunque sea secreto, en una sociedad en que de cada mil individuos votantes 199 no tienen la subsistencia asegurada y dependen por ella de uno solo? Qu quiere decir la federacin cuando cada distrito federado ha de depender en sus ms premiosas condiciones de existencia, de uno, de dos o de tres individuos, que tienen el monopolio de la industria y por consiguiente del saber? Querr decir que se han constituido feudos pero no asociaciones libres y fecundas, y que habremos retrocedido a los tiempos de Carlomagno. As, la gran cuestin est en asegurar la pureza del sufragio por la independencia del sufragante; y por eso las cuestiones de bienestar tienen que dominar a las otras. Ni la independencia, ni la educacin, podrn obtenerse nunca sino proveyendo a la subsistencia independiente del individuo por la libertad y seguridad del trabajo. En todas partes siempre que se quiera plantear el rgimen democrtico, es necesario que se comience por asegurar la independencia de posicin sin la cual no puede haber independencia de carcter. Lo que ha sucedido en Inglaterra y recientemente en Francia, no deja duda alguna sobre este punto, y quiero que sobre lo primero usted me permita citarle la opinin, no de algunos socialistas, sino la de un historiador, y la de dos eminentes estadistas, uno de ellos ministro de la corona. Hablando de los efectos del Bill de reforma que desde 1832 extendi el derecho de sufragio en Inglaterra, deca el primero, Mr. Macaulay: "El bill de reforma ha destruido o reducido, por lo menos, a estrechos lmites la antigua prctica del nombramiento directo; pero en cambio ha abierto un campo ms vasto al sistema de la intimidacin. Si yo creo en el clamor que se levanta, no del seno de un partido solamente o de algn rincn del reino, sino del seno de los Torys como del de los Whigs, y del de los

Whigs como del de los Radicales, en Inglaterra, en Escocia, en Irlanda, muchos Diputados de los que se sientan en la Cmara deben su nombramiento a votos arrancados por el temor. Toda tirana es detestable pero la peor es aquella que se cubre con el ropaje de la libertad. Un gran nmero de seres humanos vienen a ser puras mquinas por medio de las cuales los propietarios expresan su voluntad". Lord John Russell haca sobre el acto de reforma el siguiente comentario: "El acto de reforma ha extendido los derechos polticos a millares de hombres que no gozaban de ellos; al mismo tiempo las luces que se han esparcido, y un sentimiento ms fuerte de independencia se ha apoderado de los nimos y se toma ms inters en los negocios pblicos; pero por otra parte est la influencia de la propiedad, influencia ejercida algunas veces con equidad, con mezcla de bien y de mal otras, y en muchas con tirana". Un miembro eminente de los comunes, Mr. Grote, expresaba con ms precisin el peligro del sufragio en Inglaterra diciendo: "Si hemos de tener un gobierno representativo en Inglaterra, tendremos forzosamente multitud de electores colocados en una situacin dependiente: la distribucin de la propiedad en Inglaterra prohibe cualquier otra suposicin. Esperar de estos hombres que la legislatura ha dejado sin defensa contra la seduccin el sacrificio constante de sus intereses materiales a los consejos de su conciencia poltica, esperar que se encuentre en el seno de cada uno esta fuerte divinidad del alma que se sobrepone a la casualidad y al destino, no es ni ms ni menos que un sueo". Lo que ha sucedido en Francia desde 1848 hasta la abdicacin de la soberana, hasta el suicidio del mismo sufragio, por el voto en favor del imperio, no necesita comentario alguno; y prueba hasta la evidencia que nada puede conducir ms directa y seguramente al absolutismo, que el sufrag