Maqrael

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MAQRAEL By Aelfrich Sparemberg

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MAQRAEL

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Aelfrich Sparemberg

KRAVERNA

No sé si nací en la cueva en la que vivo o en cualquier otra parte de la sabana que contemplo desde la elevada gruta, donde habitamos a salvo de las fieras.

Es una cueva muy grande donde también viven otros parientes de mis progenitores, el resto de la tribu viven en otras oquedades de la montaña.

Estoy orgulloso, mi padre es el líder y patriarca de la tribu porque hace muchas lunas, mientras se encontraba tallando una piedra para hacer la punta de una lanza para la caza del tlokograts, tuvo la idea de redondearla para regalársela a mi madre como un bonito adorno para el cuello y tanto redondeó la punta, que ahora aparte de utilizarla para adornar nuestros cuellos, orejas y como recogedores de cabellos, también la utilizamos para llevar a las cuevas grandes trozos de carne y más cantidad de provisiones de frutas con menos esfuerzo.

Todo esto me lo contaron los parientes más viejos, los padres de mis padres, también me enseñaron a vestirme, a protegerme del frio y de algunos pulgones muy incómodos, que buscaban siempre nuestro calor corporal para resguardarse.

Al cabo de unas cazas mayores y tras descubrir la rueda que la llamamos krikiston, uno de tantos días, el cielo apareció negro, rugiente y estrellando contra el suelo unos hilos amarillos y blancos que aparecían y desparecían con la velocidad de una mariposa cuando la quieres capturar, todos se refugiaron en el interior de la cueva, temerosos que el manto negro del cielo les enviase unos de sus hilos contra sus cuerpos, pero mi padre que era valiente se quedó en la entrada de la caverna, viendo como se estrellaban muchos hilos contra algunos árboles y cómo algunos de ellos se prendían de un color rojo como la sangre.

Cuando el cielo dejó de rugir, mi padre se mantuvo apartado en el interior de la cueva muchas lunas, sólo lo veíamos cuando a veces compartía la comida, normalmente tras unas buenas jornadas de caza, nos quedamos en la cueva viendo como los días cambiaban de color, sólo comiendo, durmiendo, conversando y yo jugando con niños de las otras cavernas, de vez en vez, me iba con mi padre que siempre me acariciaba la cabeza y jugaba con mis largos cabellos hasta que mi madre o la madre de mi madre me apartaban para dejarlo otra vez solo.

Se encontraba tan obnubilado con encontrar una enseñanza a los colores que había visto salir de los árboles, que quería hacer algo parecido, era consciente que no tenía poderes ni magia, pero algo le decía que tenía que continuar y que si lograba conseguirlo, sería algo provechoso para la tribu.

IKREAS

Un día en que estábamos todos durmiendo, mi padre nos despertó con los ojos muy abiertos y sin decir nada nos empujó al interior de la cueva, cuando llegamos nos encontramos un círculo de piedras y unas luces rojas y amarillas que salían del medio de las rocas, todos dimos un salto hacia atrás asustados y mi padre me cogió la mano, me acercó al círculo, estiró su mano junto a la mía de donde salían esas luces y en nada, noté el calor que desprendían, me solté de su mano y puse las dos para sentir esa sensación como la que tienes cuando corres mucho rato jugando o subiendo a lo alto de la montaña,

Al poco rato, estábamos todos juntos calentándonos, ya no haría falta dormir apretujados para darnos calor cuando el color negro del manto se abalanza sobre nuestras cabezas, como la bilis de las fieras que se apodera de la luz.

El padre de mi padre le preguntó a mi padre cómo había conseguido hacer salir calor de entre las piedras; mi padre se agachó, cogió dos piedras pequeñas y le explicó que frotándolas con mucha fuerza y sin parar durante lo que dura una cópula, aparecen los colores de los árboles cuando les alcanza los hilos del rugiente cielo negro, después les pones abajo unas ramas pequeñas secas y cuando las luces están más altas le colocas otras más grandes para que no se desaparezca el calor.

Cuando salió la luz, mi padre me mandó avisar a toda la tribu para decirles lo que había conseguido y cómo pensaba utilizarlo para cazar y dar calor en las cuevas de todos.

Todos se juntaron en la entrada de nuestras cueva, mi padre sólo les miró y les dijo que clavasen sus vistas bien, que esto les haría tan poderosos como el cielo cuando trona y tan fuertes como la fiera más bárbara.

La gente de mi tribu respetaba a mi padre, alguno incluso pensaba que tenía poderes ocultos y despertaba tanta admiración en unos como recelo en otros. Aunque éramos todos muy parecidos, las mismas estaturas, los mismos cabellos y a veces sólo nos distinguíamos por los adornos que nos colgábamos en el cuerpo, cada uno tenía sus propias visiones de las cosas, siempre diferente a la de los otros.

Mi padre tenía una mirada diferente al resto, como si algo dentro de él fuera distinto o superior al resto, a veces me decía que dentro de nosotros tiene que existir algo que nos invita a pensar en las cosas antes de hacerlas, pero que no sabía dónde se encontraba, aunque a veces me dijo que creía que eran en las bolitas peludas que nos cuelgan entre las piernas, porque en la copula se encogen como antes de lanzar la lanza, cuando estas enojado se enrojecen y en época de calor, se vuelven del color de la tierra húmeda de la cueva.

Todos estaban esperando algo grande, así que mi padre, hizo lo que nos mostró a nosotros, cogió las piedras un puñado de ramas secas y empezaron a asomar las primeras luces rojas y amarillas, todos dieron un salto atrás espantados, pero al ver que nosotros nos acercábamos sin temor nos siguieron y en el tiempo que uno se alivia fuera de la cueva, nos encontrábamos saltando alrededor de lo que bautizamos como froghatal.

Mi padre les explicó lo que había pensado hacer con las llamas de colores y me pidió que fuera a la cueva para traer un trozo de carne, luego ensertó algunos trozos en un palo y lo puso encima de la froghatal, después de un rato mordió, masticó y tragó la carne, todos quisieron probarla, al poco todos tenían un buen trozo de carne en un palo para hacer lo mismo que acaban de ver.

Fue un día grande, el más grande que recuerdo, luego de comer y beber agua mezclada con savia mareante del árbol de frutos naranja, nos dedicamos a bailar alrededor de las luces de colores hasta acabar tan cansados como cuando corres detrás de un tlokograts, hasta que las piernas no te responden y el aliento huye a su caverna.

Cuando la luz del cielo se marchó detrás de la sabana y apareció el manto negro, aún nos encontrábamos todos felices junto a la froghatal, muchos divagaban con lo que podían hacer con esta nueva arma, otros que podrían tenerla encendida todo el día y dejar de vivir en las cuevas.

En los ojos de la mayoría, se veía que una luz diferente, unas emociones nuevas les embargaba sus miradas y un sentimiento de superioridad empezó a anidar en los pensamientos de algunos.

Eran más conscientes que un camino largo se empieza con un gran descubrimiento y que la puerta de la esperanza, la misma que tenemos cuando ansiamos cazar una presa y poder comer, se alimenta de ideas nuevas.

Estuvimos soñando despiertos, muchos sueños y mucha imaginación que terminó despertando el deseo en algunos de descubrir nuevas cosas que ayudasen a la tribu a mejorar sus vidas.

Tras esa primera gran reunión, acordaron en quedar cada siete lunas para hablar de cómo solucionar los problemas que más les preocupaban, cada uno aportaría lo que consideraba la mejor solución y así tras comprobar todo lo propuesto elegirían entre todas las soluciones, la mejor de las presentadas.

Mi padre como líder, escupió al aire tres veces haciendo un gran ruido en señal de asentimiento.

KRUNT

Avanzábamos deprisa, todos disfrutábamos de calor en las cuevas, la caza aumentó y pudimos cazar animales que antes pensábamos que eran imposible de hacerlo, también variamos un poco nuestra alimentación ya no comíamos todo crudo y frio, ahora incluso juntábamos vegetales con agua y los calentábamos para comer.

Con la nueva alimentación, teníamos menos problemas con los dientes y podíamos aliviarnos sin resquebrajar el agujero negro del final de la espalda y así poder caminar algo más erectos,

Algunas semillas como los frutos rojos, violetas y otros cremosos, nos servían para cuando estábamos enfermos con temblores o aullando por dolor en nuestras barrigas, o sin poder hablar dos soles seguidos por dolor en la zona debajo de los cabellos, que también era duro, no podías aguantar el ruido, ni pensar, te dejaba como un resto de tuétano, cada fruto aliviaba un poco o mucho, pero algo de poder tenían para calmar el sufrimiento.

Dos de la tribu, solamente tenían el encargo de recolectar bayas, frutos secos y raíces para ir probando cada dolor, y saber cuáles eran las mezclas más efectivas.

La cueva era enorme, con mis parientes y yo éramos más que los dedos de mi mano, pero menos que juntando los dedos de mis pies. Los niños jugamos todo el día, subíamos de cueva a cueva, merodeábamos cerca de las laderas, nos lanzábamos piedras, correteábamos, y disfrutábamos levantando piedras grandes del suelo para ver si encontrábamos gusanos o larvas para engullirlas, que era lo único dulce que teníamos a nuestro alrededor.

A veces antes de cerrar los ojos, cojo algo de sangre y la mezclo con los líquidos que sueltan algunos frutos y pinto en las paredes lo que veo que más me gusta, los tlokograqst unos animales que abundan con unos cuernos gigantes y su carne es la que más me gusta, a mi familia, mis amigos y a mí mismo en los momentos más divertidos o peligrosos, mis padres me animan a que siga decorando las paredes de la cueva y mis amigos me ayudan a buscar nuevas raíces, líquidos o huevas de las charcas para tener más colores, que no sean sólo rojos o colores como la tierra. Me encanta el amarillo.

En el interior de cueva guardamos la carne porque hace más frio y aguanta mejor sino se pudre muy rápido y no se puede comer, las lanzas y otros utensilios para el campo los guardamos en la entrada y las zonas para dormir están a mitad de la cueva donde ahora dejamos todo el día encendida varias froghatales para cocinar y dar calor.

Corremos con las piernas y a veces apoyamos las manos en el suelo también para ganar más velocidad, aunque mis padres me riñen, dicen que sólo debo andar o correr sólo con las piernas, que sólo los peludos que viven en los árboles andan a cuatro extremidades, pero nosotros seguimos haciéndolo sobre todo cuando nos perseguimos cuesta arriba a ver quién llega antes a la cima de la montaña donde vivimos,

Los padres de mi madre, me contaron que cuando ellos tenían mi edad vivían en los árboles, y bajaban sólo de noche a recolectar frutos o beber en el rio.

De día no se atrevían a salir de sus árboles y que los peludos que llama mi padre con desprecio y sin ningún tipo de amor, nos ayudaron mucho a saber saltar de tronco en tronco, a aliviarse sin perder en el equilibrio en la ramas y a quitarnos bicho enanos de los cabellos, algo que yo aún debo de soportar cada siete soles, dejar de jugar para que mi madre me quite toda clase de picajosos bichitos de los cabellos,

AKRITOLTHEM

Algunos empiezan a creer que las llamas de la froghatal tienen vida propia y comienzan a hablarles para que les concedan deseos, como tener mejor salud, más suerte en las cacerías, poder hablar con sus padres que ya no se encontraban entre ellos…, muchos se pasan mucho rato en cuclillas con la mirada pérdida en las llamas y mi padre ya sabe que sus días como líder tocan a su fin.

Muchos creen que todo lo que ha descubierto ha sido porque le han dado poder los puntos brillantes del manto negro.

Desconfían por temor a que les pueda dañar como los colmillos de un tlokograts acorralado, y eso ha creado entre los que dudan de los poderes del líder para juntarse a parlamentar por su cuenta, yo a veces los miro y veo que sus miradas brillan de miedo y odio hacía mí como hijo del jefe.

Tengo miedo.

Han construido en la caverna más grande de uno de ellos, una figura con algunos huesos grandes, una figura muy alta, que han pintado de de rojo como el color de las llamas del fuego, y cuando la luz aparece en el horizonte, su juntan alrededor de ella.

Nuestra tribu se guiaba por hondos instintos de todo tipo, de amor, de rabia, de pena, de preocupación y a veces estos sentimientos, generaban unas emociones en unos diferentes al sentir de otros de la tribu.

Mi padre tenía que resolver a favor de lo que consideraba mejor para todos, que el único sentimiento fuera el de protegerse los unos a los otros, porque consideraba que era la única manera de mantenerse unidos frente a los peligros, a los que teníamos que hacer frente a cada momento.

Por suerte para mi padre, un día en vez de salir la luz apareció el agua desde lo más alto, mucho agua, parecía que quería inundarlo todo, desbordar los ríos, nuestras cuevas, daba la sensación que nuestro tiempo aquí había acabado, como si las froghatales fueran en contra del orden natural de las cosas.

Entonces sucedió algo extraño, las frogthales que se encontraban en el exterior de cada cueva se apagaron con el agua y no pudieron volver a encenderlas, solo dentro, pero algunos lo intentaron y volvieron a intentarlo fuera de sus cuevas, pero el agua era más poderosa que las llamas, así que ahora el agua nos dividió en dos grupos: unos a favor y otros en contra del agua.

EXKODOS

El equilibrio sobreviene por alguna desgracia que se encuentra en decisiones ajenas a nosotros, fuera de nuestro alcance y siempre acaece cuando más lo hemos necesitado.

Era el principio de división de la tribu y el nacimiento de otro grupo con el que a partir de ese día se marcharon, jamás volvimos a saber de ello.

Lo pasé mal porque tenía buenos amigos en ese grupo; mi padre conocedor de todos y cada uno de nosotros, muchas noches con su padre hablaron de ese nuevo grupo, como algo que unas lunas antes o después terminaría sucediendo, los hay que comparten y los hay que sólo se dejan llevar por falsas ideas y promesas, que nunca les gusta compartir su comida, sólo comparten sus desgracias y lamentos.

No pasó mucho de la partida del grupo del agua y todo volvió a ser como antes, incluso mejor, las relaciones entre todos los de la tribu se estrecharon y el sentimiento de pertenencia al clan de mi padre les hacía sentirse mejor con ellos mismos, se ayudaban y repartían los quehaceres diarios, cuidaban de los enfermos de otras familias cuando partían de caza, los niños empezaron a dejar de jugar y corretear por todos lados para ayudar a sus madres con las comidas, ordenar el acopio de alimentos y seleccionar las mejores deposiciones para enriquecer el suelo donde brotan los frutos.

Pero cuando todo rueda bien y los elementos acompañan algunas cosas empiezan a salir mal del todo.

El estado del tiempo cambió sin avisar, el frio empezó a adueñarse de todo a nuestro alrededor, los animales escaseaban, los frutos no florecían, muchos no aguantaron y se marcharon donde estaban bajo la tierra los padres de sus padres, las mujeres no podían tener más hijos y las llamas de las frogthales no daban más calor porque la madera siempre estaba mojada.

La situación impulsó a mi padre a tomar la decisión de marcharse de la montaña, sabía que muchos no aguantarían una larga travesía, entre ellos sus propios padres o yo mismo, pero no había otra solución posible, irse o quedarse como los hilos de piedra que colgaban del techo de las cavernas.

DAG

Michael van der Raad estaba profundamente dormido en el sofá del psicólogo Dr Henk Wouter en su consulta de Hilversum, cuando este se empezó a poner algo nervioso, Michael no despertaba, el Dr chasqueaba sus dedos con fuerza una y otra vez.

Michael cuando cuente hasta tres,! despierta¡ al cabo de un rato, Michael se despertó como quien lo hace de una gran siesta después de una buena resaca, le estrujó al doctor su mano, le dio las gracias y sin dejarle abrir la boca, salió de su consulta y antes de entrar en el viejo Oldsmobile del 67, que había heredado de su abuelo, se quedó mirando las ruedas con una sonrisa que parecía una exhalación eterna.