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índice

editorial

staff

apuntes

1406Enrique LarrañagaVenezuelaEl derecho a la ciudad

espacio

urbano

02.

04.

83.

84.

centro internacional de convenciones CIC .ColombiaDaniel Bonilla, Giancarlo Mazzanti,Rafael Esguerrapor Pablo Altikes Pinilla

aglomerado da Serra . BrasilCarlos Teixeira, Silvio Todeschi, Flávio Agostini, Alexandre Campos, Mariza Machado Coelho, Fernando Maculan,Rafael Prates Yannipor Fernando Luiz Lara

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entrevista a JavierFernández CastroBuenos Aires,Argentinapor Gueni Ojeda

72complejo de piletas .ArgentinaMariel Suárez por MarielaMarchisio

plaza Zen . EcuadorDouglas Dreherpor María José Pedrazzani

parque central de Mendoza . ArgentinaDaniel Becker, Claudio Ferraripor Alejandra Sella

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El derecho a la ciudad

cuaderno latinoamericano de arquitectura - espacio urbano

Enrique Larrañaga (Caracas, 1953) es arquitecto de la Universidad Simón Bolívar (1977, Mención Cum Laude) yMaster of Environmental Design de la Universidad de Yale (1983). Ejerce la profesión en el estudio que compartecon Vilma Obadía (Universidad Simón Bolívar, 1985) y el trabajo realizado entre ambos ha sido objeto de diversospremios y reconocimientos y también exhibido en distintos eventos nacionales e internacionales. Desde 1978hasta 2006 fue profesor regular en la Universidad Simón Bolívar, e invitado frecuente como Conferencista y/oProfesor Visitante a instituciones venezolanas e internacionales. Ha publicado dos libros, Casa americana(Birkhauser, 2003) y Lo óptico y lo háptico. Obras y Proyectos de Enrique Larrañaga y Vilma Obadía (Museo deArte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber, 1998).

Publicado el 25 de julio de 1999, pocos días antes de la elección de los miembros de la AsambleaConstituyente que habría de redactar la nueva Constitución de Venezuela, este texto intentó llamar la

atención que aún en mi país, como temo que en otros, sigue siendo un asunto pendiente. Quizá con urgencias más sosegadas y porque el tiempo ha hecho las evidencias aún más tangibles,estas reflexiones puedan servir a alguien a materializarlas o al menos a intentar debates paralelos

sobre estos u otros temas.

Iniciamos este final de siglo con la excitación y el vértigo de inminentes cambios. Tiempos de revisión y reflexión que, entre nosotros, tienen nombre de constituyente.Acometer un proceso constituyente impone analizar una realidad que consideramos inexis-tente o improcedentemente planteada para constituirla. Por ello son estos tiempos para quequienes la constituimos, desde la óptica de nuestra acción, aportemos a la reflexión sobrela realidad, la diversidad, multiplicidad y apropiada inclusividad que requiere.

En ese espíritu, como arquitecto y como ciudadano, en el día de mi ciudad, presento las líne-as que siguen, con la esperanza de que contribuyan a iniciar una discusión que, por su natu-raleza, habrá de mantenerse siempre abierta.

por Enrique Larrañaga

Caracas, Venezuela

latitud:10º 38‘ Nlongitud:66º 54‘ O

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breve historia recienteEn tiempos recientes, mientras se consoli-daba una manifiesta voluntad urbana en elmodo de habitar del país (más del 90% de lapoblación venezolana habita en ciudades deal menos 20.000 habitantes), nuestras ciu-dades no sólo no han mejorado sino que sehan hecho más amorfas y de menor urbani-dad. Así puede comprobarse al contrastar,sin maniqueísmos ni nostalgias, la violenciafísica y el deterioro ambiental de cualquiersector urbano actual con nuestro recuerdomás vago de los entornos de nuestra niñezy juventud, sin duda más simples y hastaelementales, pero también más amigables.

Para transformar este reconocimiento enconocimiento debemos asumir que el pro-blema de la ciudad proviene de una ausen-

cia de pensamiento y de acción (personal,gremial, empresarial y estatal) sobre laciudad como problema.

Por motivos diversos y en pocas décadas,descartamos nuestra rica tradición urbanamediterránea, e irreflexivamente y contra-dictoriamente adoptamos como modelo deciudad el anonimato suburbano, sin formadiscernible, sin lugares para el encuentro,sin legitima definición territorial ni accio-nes que logren conmover el espíritu.

Voraces, borrachos o simplemente incons-cientes, transformamos las ciudades encampamentos y borramos recuerdos y heren-cia, trocando los espacios y edificios que nosidentificaban por estos desechos vacíos y for-talezas blindadas que hoy ocupamos.

Sin proyecto para el crecimiento disloca-mos la gramática espacial de nuestrasrelaciones, convertimos la peculiaridadsintáctica del lugar en un frenesí de extra-vagancias inconexas y desmembramos laíntima unidad entre signo edificado y con-texto, desarmando la trama física y huma-na de la ciudad en una acumulación desoledades.

Nuestra acción reciente sobre la ciudad haerosionado la ciudad. Y sin ciudad, sinencuentro humano, sin experiencia de laconvivencia de sus amores y conflictos, noexisten ciudadanos, ni territorio, ni nación.

Porque la constitución de la nación exige ladedicada y consciente construcción delespacio en que ella ocurre.

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En la constitución de la república (res-pública, es decir, trama pública) la ciudad ycon ella la urbanidad, el intercambio y laconstrucción de su ámbito, son un derechofundamental de los que somos objeto ysujeto, factores y actores de este conglo-merado que sólo adquiere significado cuan-do nos congrega, nos expresa y nos anima.

No se trata de grandes metrópolis (aunquetampoco de temerlas), pues lo urbano seexpresa tanto en las galerías y pasajes delos grandes edificios urbanos como en laserena plaza de un pueblo distante y elanonimato nos insulta de idéntica maneraen los desolados estacionamientos de losdepauperados desarrollos de vivienda deinterés social y en la insolencia de una ofi-cina pública con los pies marcados en lapared, las sillas rotas y las puertas descon-chadas. La constitución de la repúblicatambién pasa por la reconstitución de ladignidad de cada uno de los espacios y edi-ficios en los que ejercemos nuestra condi-ción de ciudadanos, para celebrar, desdetales ámbitos, la nobleza de la nacionalidadmás allá de un alambicado acto patrio ani-mado con himnos huecos, en la vivenciacotidiana de convivencia civil y civilizada.

Para iniciar esta discusión “originaria”(aunque como lo mejor de la vida, escasa-mente original) propongo los siguientestemas, quizá con categoría de principios.

derecho a la entidadLa ciudad debe ser reconocible como untodo y en sus partes; no es permisible unaexpansión del territorio urbano que desarti-cule el espacio ciudadano. El perímetro dela ciudad, resultado de la dialéctica entrefuerzas urbanas y condición natural, debepermitir su lectura clara y operación eficien-te. Cuando, buscando tierra barata por pla-nes viviendistas, irresponsabilidad del plani-ficador, o simple ignorancia, la ciudad crecesin control, lo urbano se diluye en suburbiossin noción ni espacio público, entre vías detransito y “soluciones habitacionales”, sinalma, razón ni emoción. La entidad urbanase ejerce con piezas legibles (calles, plazas,parques, galerías, bulevares, paseos, atrios,símbolos y tejido) que la edifican comoexperiencia. De ellas nacerán las relacio-nes, jerarquías, transiciones, nodos, pre-sencias e insinuaciones que manifiestan laciudad y alojan su urbanidad. Abogar por laentidad es exigir que ella sirva al habitantepara situarse, comprenderse, manifestarse,presentarse y actuar, con sentido ciudadano.Defender la entidad exige del técnico, delpolítico y del ciudadano conocimiento clarode sus componentes, precisión para definir-los y eficacia al conformarlos.

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derecho a la identidadPara hacerse reconocible y entrañable, laciudad relaciona sus piezas con la especifi-cidad que define su identidad. Este carác-ter como haber del ciudadano, es su dere-cho y su deber. La vigencia de formas ymodos urbanos en la memoria y los dese-os del habitante sustenta una pertenenciaque identifica localizaciones emocionalessobre la simple ocupación física; su inter-nalización permite incorporar los cambios,para con el atinado balance entre los prin-cipios de la entidad y el carácter de la iden-tidad, preservar el sentido de lugar.Comprender que cada ciudad es distinta,que cada parte palpita con ritmo propio yfuerzas particulares, es saber que de lainteligente asimilación de esta dinámicanacen enclaves que convocan, gentiliciosque trascienden la abstracción, recuerdosque trascienden la nostalgia. Abogar por laidentidad refuta tanto la añoranza compla-ciente como la planificación monotemática,y exalta lo cualitativo, lo particular y hastalo anecdótico de la relación entre el lugar ysus habitantes. Defender la identidad exigedel técnico, del político y del ciudadano elconocimiento del iniciado y la amorosadedicación del amante.

derecho a la integridadPara celebrar la entidad e identidad de laciudad, sus partes deben ejecutarse, ela-borarse y articularse con nobleza, en laceremonialidad del símbolo y en la espon-taneidad de lo cotidiano. Centros, ejes,esquinas, vecindarios, calles, patios,umbrales y ventanas, marcan y tejen la ciu-dad para que el habitante comprenda yactúe sus momentos, jerarquías, memo-rias y trasfondos, y el niño (como bien dijoKahn) identifique en ese concierto lo quedesea ser cuando crezca; con la dignidadde tal propósito deben concebirse, ejecu-tarse y respetarse. Las escuelas no puedenalojarse en galpones, ni las calles limitarseal tránsito, ni diluirse las esquinas entregasolineras amorfas, ni confundirse lo ins-titucional en centros comerciales, ni losvecindarios con depósitos de familias, sinintegridad ni legibilidad posibles. Abogarpor la integridad es asumir el conciertocolectivo de ritos, normas y formas delhaber y saber común como marco de lahistoria que entre todos escribimos.Defender la integridad exige al técnico, delpolítico y del ciudadano comprender la ciu-dad como proyecto de orden urbano comoinstrumento de urbanidad.

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derecho a la integraciónLas partes de la ciudad deben integrarsecomo un tejido polifónico y continuo queanime la trama urbana y permita el desa-rrollo equilibrado de sus relaciones. Esnecesario incorporar las áreas marginales ala ciudad real, tanto como vitalizar suszonas históricas, construir, adecuar y man-tener las aceras, interconectar los sistemasviales, abolir los muros que niegan la calle yanimarla con fachadas permeables que pro-muevan el intercambio entre lo interior y loexterior, marcar el tejido por hitos y nodosque permitan leerlo e identificarnos, urbani-zar el suburbio con múltiples centros loca-les y erradicar los guetos fortificados con losque, buscando defendernos de la violencia,hemos violentado la integridad del espacio.Integrar no significa anular o mediatizar lasdiferencias, sino des-cubrir la coherenciade la experiencia colectiva y múltiple en susmatices y contrastes. Abogar por la integra-ción es admitir las contradicciones urbanassin ficciones ni temores. Defender la inte-gración exige del técnico, del político y delciudadano comprender, defender y activar lacompleja multiplicidad de la ciudad sinhomogeneizar lo que es diverso ni resignar-nos al caos como destino.

derecho a la interacciónEl objeto de la integración es la interac-ción: intensificar la vivencia del encuentromatizando sus potenciales conflictos. Viviren ciudad (pues lo urbano depende de laenergía y no del tamaño de sus relaciones;es una cualidad y no un índice) significacompartir con el mundo sus múltiplesderivaciones, sumergirse en ellas comocausa y efecto de esa diversidad. Es porello criminal hacer o permitir ciudades sinplazas, sin aceras, sin parques en los que,en el accidente de un café, en un bello por-tal, el encanto de una vitrina o la balance-ada silueta de una muchacha hermosa,hallemos nuestro yo en el otro (humano,natural o edificado) que con nosotros cons-truye la ciudad. Abogar por la interacciónes entender la ciudad como escenario alque cada ciudadano concurre con susherencias, deseos y sorpresas y exigir lossistemas ambientales que permitan, con-formen, jerarquicen, y estimulen esa poli-fonía. Defender la interacción exige deltécnico, del político y del ciudadano cualifi-car el espacio público con amor a la dife-rencia como valor y al intercambio comocultura.

derecho a la formaLa interacción con el propósito de culturaexige el cultivo del ámbito que la aloja. Condemasiada frecuencia (e irresponsabilidad)los arquitectos hemos renunciado al deberde la forma para refugiarnos en una objeti-vidad falaz, incapaces de atender lo urgen-te y temerosos de asumir lo importante. Laforma es, sí, un riesgo, como todo lo quecualifica y es cualificable; pero también,acaso ante todo, un deber. La ciudad en susespacios, bordes, marcas nos conforma einforma desde la efectividad de su forma: elethos, la razón de ser urbano se manifies-ta en la emoción estética, es decir, la armo-nía, la propiedad y la justicia. Abogar por laforma es exigir de los artefactos urbanosuna intencionada correspondencia con supropósito, que haga físicos los valores éti-cos de la voluntad humana y su manifesta-ción cultural. Defender la forma exige deltécnico, del político y del ciudadano cono-cer pertinentemente los recursos, modos yatmósferas de la ciudad, convertidos atina-damente en concreciones originales (nopor distintas sino por respetuosas del ori-gen y reveladoras de lo que aún aguardapara sorprendernos), y emprender concoraje el reto de formar el mundo.

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derecho al paisajeCada ciudad confronta el proyecto delgrupo humano que la habita con la locali-zación en que ocurre. De esta confronta-ción nace la geografía de la ciudad, con sutopografía y sus edificaciones, sus estratosde estilos, quebradas, lomas, escaleras,personajes y floraciones, de forma que laexperiencia del paisaje, sus espacios, vis-tas, siluetas y ejes, edificados y geográficosexpresa el orden de la ciudad. Las rocasque marcan las esquinas de Ciudad Bolívar,las arboladas avenidas de Maturín, laimponencia de Barquisimeto sobre el valle,la distante vigilancia de la iglesia de LaGuaira o los frecuentes conflictos entre laenergía edificada y la voluptuosidad topo-gráfica de Caracas construyen el paisajeurbano con intensidad definitiva. Es idénti-co crimen de leso paisaje demoler colinas otrancar quebradas que destruir perspecti-vas o poblarlas de carteles que crecencomo moho en el pan viejo o de pintaspublicitarias sobre fachadas inconclusas;igual valor monumental tienen el puentesobre el Lago que el túnel de bambúes delCountry Club, la Torres de El Silencio quelos médanos de Coro. Abogar por el paisa-je es asumir la ciudad como naturaleza cul-tural, manifestación del inestable equilibrioque nos define. Defender el paisaje exigedel técnico, del político y del ciudadano unefectivo y afectivo manejo de las escalas,materias y velocidades que construyen laexperiencia urbana y del instrumental queensambla esta cartografía de eventos,memorias y lugares que habitamos.

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derecho a la arquitecturaComo el poema se constituye con pala-bras, la ciudad se hace en edificios que sonexpresión de su voluntad y territorio de susposibilidades. Construir para la ciudad esproponer instrumentos de cultura capacesde actuar significativamente en las relacio-nes ciudadanas. Por ignorancia, dejadez,complicidad o vagabundería hemos entre-gado la arquitectura a la dinámica mera-mente mercantil, culturalmente impune,huérfana de propósitos y extraviada enextravagancias cada vez más pobres deespíritu. El estado ha sido particularmenteresponsable de esta desarticulación porignorar la importancia simbólica y eficien-cia física de los edificios que ha patrocina-do y alentar el desafuero por ausencia deproyecto urbano claro, delegando en elcapital privado la creación de símbolos,espacios y referencias urbanas mientrasconvierte en tugurios y reduce a galponeslas instituciones de modo criminal. Parasubvertir este caos corresponde al estado,como manifestación del interés común, yal privado, como fuerza colectiva, construirlas res-pública en forma de plazas que sir-

van al encuentro, parques que celebren lagenerosidad de nuestra naturaleza, escue-las que expresen su jerarquía social, ofici-nas de correo que materialicen la maravi-lla de la comunicación, vivienda colectivaque pueda alojar el recuerdo de la primeranovia, oficinas públicas que representen elnecesario respeto hacia la persona a laque sirven, mobiliario urbano que estimuleel pensamiento del transeúnte, puentesque revelen la poética oposición de las ori-llas, y edificios que desarrollen con noble-za el oficio que los convoca, espacios enfin, en los que el ciudadano ejerza plena-mente su urbanidad. Abogar por la arqui-tectura es aspirar a edificios capaces,como actos de cultura, de construir signi-ficado y permanencia. Defender la arqui-tectura impone al técnico, del político y delciudadano intensificar la ciudad celebran-do su construcción.

derecho a la calidadCon fatalismo masoquista, aceptamos quetodo empeore, hasta resultarnos irrelevan-te si, siquiera al principio, algo se hacemedianamente bien. No podremos elabo-rar términos de intercambio adecuadosmientras ellos ocurran en ambientes pen-sados, ejecutados y mantenidos sin cali-dad. Edificios depauperados, aceras des-cuidadas, pancartas que permanecen añosdespués del evento que anuncian, murosinsolentemente despintados, carros aban-donados sobre la acera como bestiasmuertas, alcaldías refugiadas en edificiosimprovisados, tarantines, rejas, cadenas yotras violaciones, expresan el crecienteirrespeto que aceptamos y que hace delespacio público un embasurado residuoentre privacidades autistas. La dignidad delciudadano y de su urbanidad exige acerascuidadas, árboles sanos, anuncios respe-tuosos, papeleras decentes, pavimentosadecuados, señalizaciones eficientes,construcción noble, fachadas proporciona-das, jerarquías legibles, espacios correc-tos, perspectivas limpias, articulacionesresueltas, ambientes, edificios e instru-mentos, en fin, en los que se cualifiquesimbólica y realmente el rito de las relacio-nes urbanas. Abogar por la calidad es exi-gir respeto por la celebración cultural quees la ciudad. Defender la calidad exige deltécnico, del político y del ciudadano unaindeclinable primacía de lo permanentesobre lo circunstancial.

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y de los deberes también …Pero quizás lo que más necesitamos com-prender es que la defensa de un derechoimplica, inmediatamente, la responsabili-dad de un deber. Esto es particularmentecierto en el ejercicio del Derecho a laCiudad. Tenemos y vivimos en las ciudadesque, por acción y por omisión, construimosy permitimos. Ejercer la ciudadanía nosimpone un disfrute vigilante de la frágilemoción de lo urbano, distante no por unmaleficio incomprensible o una inconfesa-ble maldad, sino por nuestra propia desi-dia, porque ahogados en nuestra inmedia-tez y borrachos de la soledad se nos olvidóque la ciudad, como el amor se construyetodos los días y, como un recuerdo íntimo,existe sólo si la deseamos y hacemos fuer-za de nuevos encuentros. Abogar por elDerecho a la Ciudad es asumir el Deber deejercerla. Y este ejercicio exige del técnico,del político y del ciudadano la práctica coti-diana de lo colectivo, la conciencia y el cui-dado de la intrincada pero delicada tramaque nos define, y una vigilante confianza enla cultura como expresión y como fuerza deesta cambiante entidad que constituimos,de este proyecto colectivo que siemprevamos construyendo y que, afortunada-mente, revisamos de tiempo en tiempo.

collages de Enrique Larrañaga

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Idea y Dirección: Omar Paris

en este número:Investigación y Redacción:Inés Moisset Arte y Diseño Gráfico:Emiliano DominiciNoelia MattioEdición gráfica:Pablo CarballoEmiliano DominiciFederico FogliaccoJuan Gabriel MartínezNoelia MattioGuillermo MirAdministración y Ventas:Mariano PereyraSuscripciones:Guillermo MirNatalia Hernandez

Miembro benefactor: Emilio Ambasz

Comité de referato: Emilio Canek Fernández (México), Abilio Guerra (Brasil), JorgeJáuregui (Brasil), Inés Moisset (Argentina), Josep María Montaner(España), Jorge Nudelman (Uruguay), Omar Paris (Argentina),Mario Torres Jofré (Chile), Felipe Uribe (Colombia), HumbertoEliash (Chile), Marcelo Vila (Argentina).

Colaboradores: Fernando Martínez Montaño (Bolivia), Fernando Luiz Lara (Brasil),Pablo Altikes Pinilla, Andrés Maragaño, Germán Valenzuela(Chile), Enrique Larrañaga (Venezuela), Javier Fernández Castro,María José Pedrazzani, Alejandra Sella, Mariela Marchisio, GueniOjeda, Florencia Aguirre, Lucas Antich (Argentina).

30-60 N27 ESPACIO URBANO, diciembre de 2010ISBN: 978-987-1385-23-2

Mención Honorífica en lacategoría PublicacionesPeriódicas Especializadas enla XVII Bienal Panamericanade Arquitectura de Quito

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