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1 www.pacarinadelsur.com Núm. 2 febrero de 2010 Olvido y memoria: Tomòchic de Heriberto Frías María Esther Montanaro M. ¡Cuántas posibles vidas que la suerte daría a la memoria o al olvido! Jorge Luis Borges Introducción El vínculo entre la historia y la memoria es estrecho. A través del estudio de este vínculo es posible abordar determinados problemas históricos tales como los traumas generados por: los conflictos políticos, las desapariciones forzadas de personas, la represión, los desastres naturales, etcétera En general, los seres humanos tanto en el plano individual como en el colectivo, sentimos la necesidad de reconstruir nuestro pasado y nuestra historia, y esto es posible a través del recuerdo o del olvido. En el proceso de reconstrucción de la historia o bien de las historias- los recuerdos entran a jugar un papel central, pues los recuerdos, y en general la memoria, constituyen la base de las identidades individuales y colectivas. A través de los testimonios orales, de la literatura, de la plástica, de la fotografía, del cine, los grupos humanos dotan de sentido al pasado. La memoria se convierte así en la depositaria de todos aquellos significados específicos que han sido otorgados a los acontecimientos pretéritos. Es importante subrayar que ni los recuerdos ni la memoria

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www.pacarinadelsur.com Núm. 2 febrero de 2010

Olvido y memoria: Tomòchic de Heriberto Frías

María Esther Montanaro M.

¡Cuántas posibles vidas que la suerte

daría a la memoria o al olvido!

Jorge Luis Borges

Introducción

El vínculo entre la historia y la memoria es

estrecho. A través del estudio de este vínculo es

posible abordar determinados problemas

históricos tales como los traumas generados

por: los conflictos políticos, las desapariciones

forzadas de personas, la represión, los desastres

naturales, etcétera En general, los seres

humanos tanto en el plano individual como en

el colectivo, sentimos la necesidad de

reconstruir nuestro pasado y nuestra historia, y

esto es posible a través del recuerdo o del olvido. En el proceso de reconstrucción de la

historia –o bien de las historias- los recuerdos entran a jugar un papel central, pues los

recuerdos, y en general la memoria, constituyen la base de las identidades individuales y

colectivas.

A través de los testimonios orales, de la literatura, de la plástica, de la fotografía, del

cine, los grupos humanos dotan de sentido al pasado. La memoria se convierte así en la

depositaria de todos aquellos significados específicos que han sido otorgados a los

acontecimientos pretéritos. Es importante subrayar que ni los recuerdos ni la memoria

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permanecen estáticos, pues éstos sufren transformaciones importantes con el pasar del

tiempo, estas transformaciones están directamente condicionadas por el tiempo “presente”,

pues es desde el “presente” que los recuerdos adquieren nuevos significados, dando a su

vez fundamento a la identidad.

De modo que, la memoria, el olvido y la identidad son tres elementos que están

fuertemente vinculados entre sí. El discurso oficial viene a influir sobre estos tres elementos

a través de la historia oficial –transmitida por los programas educativos y de los libros de

texto-, que es la encargada de seleccionar los acontecimientos que “conviene” sean

recordados por una sociedad, a los cuales otorga contenidos y valoraciones específicas. El

discurso oficial tiene entonces como objetivo: calar hondo en la memoria de los individuos,

y al hacerlo, moldea de una u otra manera la identidad de los mismos. Así las cosas, el

discurso oficial procura por un lado, apropiarse de aquellos elementos que permitan crear

unidad y consenso entre los individuos que conforman una nación; y por otro, borrar o

minimizar aquellos otros que puedan atentar contra la homogeneidad pretendida. En este

sentido, nos parece conveniente citar a Ernest Renan, quien ya desde finales del siglo XIX,

hacía referencia a ese carácter inventivo y selectivo que caracteriza el proceso de

construcción de la nación, de ahí que exista una relación estrecha entre la invención de ésta,

con el uso y manipulación de la memoria y del olvido; además deja planteado el poder

potencial que el estudio profundo de la historia puede llegar a tener. Al respecto señala

Renan que:

El olvido, e incluso diría que el error histórico, son un factor esencial en la

creación de la nación, y de aquí que el progreso de los estudios históricos

sea frecuentemente un peligro para la nacionalidad.1

Así las cosas, la construcción de la nación no podría ser comprendida sin la existencia de

un discurso oficial capaz de articular algunas preguntas tales como: qué, cuándo y cómo

deben ser recordados determinados acontecimientos históricos. Ante tal panorama conviene

reflexionar sobre la utilidad que pueden tener los recuerdos y las conmemoraciones. Para el

caso específico de México, debemos señalar que la historia, particularmente desde el siglo

XIX, ha contribuido a crear una “memoria mexicana”, la cual habilitó una historia para el

1 Ernest Renan, “La invención de la nación”, en La invención de la nación. Lecturas de la identidad de

Herder a Homi Baba, Alvaro Fernández Bravo (comp.), Buenos Aires, Manantial, 2000, p. 56.

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presente y consolidó una actividad nemónica central, el rescate y la edición, de fuentes

para el estudio de la historia del país.2 De tal suerte que, durante los últimos años del siglo

XIX las antigüedades mexicanas dieron alas a la imaginación histórica de literatos e

intelectuales mexicanos, quienes desde la prensa periódica estimularon, o bien,

cuestionaron el régimen de Porfirio Díaz; Heriberto Frías en su novela Tomóchic es un

ejemplo de ello.

Es oportuno mencionar que, tanto el recuerdo como la conmemoración de un

acontecimiento constituyen, metafóricamente, una puerta de entrada a partir de la cual se

pueden abordar los problemas de la historia. En el presente trabajo se analiza la novela

Tomóchic (1893) de Heriberto Frías. Se atenderá tanto el contexto histórico que la propició,

como las distintas interpretaciones que ha tenido la novela en distintos momentos. Esta

novela ha de ubicarse en el centro mismo de la conmemoración del conflicto iniciado en

noviembre de 1891, y que desencadenó un fuerte enfrentamiento entre los habitantes del

pueblo de Tomóchic con las fuerzas federales en octubre de 1892. Una de las preguntas

centrales que guiará la presente investigación es: ¿cómo la recreación ficticia sirve de

disparador del conocimiento acerca de un hecho olvidado?

Las fuentes históricas que emplearemos en este trabajo son en su mayoría

bibliográficas y hemerográficas. Para efectos de la selección de las fuentes hemerográficas

fue clave la consulta del tomo segundo del Diccionario de escritores mexicanos del siglo

XX,3 en el cual aparecen citadas buena parte de las referencias que existen acerca de la

conocida obra de Frías. Del total de referencias ahí encontradas, fueron localizadas y

consultadas treinta y tres; una de ellas es la presentación escrita por el mismo Heriberto

Frías a la cuarta edición de Tomóchic, en el año de 1906, cinco son prólogos o

presentaciones de las ediciones de 1906 (por José Ferrel), 1968 (por James W. Brown),

1979 (por Álvaro Matute), 1998 (por Antonio Saborit) y 2002 (por Silvia L. Cuesy); a sí

mismo fue consultada la referencia que Francisco I. Madero hace sobre el conflicto

tomochiteco, sobre la novela Tomóchic y su autor, la cual aparece en su libro La sucesión

2 Gran Historia de México Ilustrada, p. 239.

3 Durante una breve conversación con el Dr. Álvaro Matute el día 19 de mayo del año que corre, el Dr.

Matute me sugirió que revisara la información que aparece en este diccionario relacionada a Heriberto Frías.

Diccionario de Escritores Mexicanos, siglo XX. Desde las generaciones del Ateneo y Novelistas de la

Revolución hasta nuestros días, tomo II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1988, pp. 229-

230.

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presidencial. El resto de las referencias consultadas son artículos periodísticos aparecidos

en la prensa nacional; el primer artículo data de 1895 y el último del año 1986.

Para abordar el análisis de la novela Tomóchic y la manera en que ésta ha sido

“recordada”, hemos organizado el presente trabajo en dos apartados. En el primero

hacemos una reconstrucción histórica de las causas y del conflicto que enfrentó a los

habitantes del pueblo de Tomóchic con las fuerzas militares locales primero y

posteriormente con las fuerzas federales. En el segundo apartado nos ocupamos de hacer

una arqueología de la novela Tomóchic, misma que será complementada con el análisis de

varios de los artículos consultados, lo cuales dejan ver la manera en que esta novela fue

leída e interpretada en distintos momentos de la historia mexicana, a partir del análisis de

esta información, es factible dar cuenta de algunos de los momentos claves de la novela.

I. Tomóchic y su historia. El contexto histórico del cual surge esta novela, corresponde al

de las últimas décadas del siglo XIX; es decir, a un periodo clave en el desarrollo de las

ideas y en la búsqueda de las identidades nacionales en Latinoamérica. La influencia de la

Ilustración y de la modernidad había impulsado el desarrollo del liberalismo en sus distintas

expresiones.4 Para entonces, México se encontraba viviendo un periodo convulso tanto en

lo político como en lo económico, a causa de los conflictos internos, la instauración del

Segundo Imperio, las pugnas entre liberales puros, moderados y conservadores y

naturalmente la Guerra de Reforma. Además, a lo largo del siglo XIX, la Iglesia católica

había sufrido un proceso de desgaste importante y había perdido ingerencia en la región

occidental de Chihuahua, zona donde precisamente se ubica el poblado de Tomóchic,

perteneciente al antiguo distrito de Guerrero, hoy municipio del mismo nombre; lo anterior

contrastaba con la intensa actividad realizada por misioneros jesuitas y franciscanos durante

el periodo colonial en aquella región de la Nueva España. 5

Como efecto del debilitamiento del catolicismo en las montañas occidentales de

Chihuahua se incrementó el número de conversiones al protestantismo, lo mismo que el

surgimiento de religiones autónomas. Lo anterior explica en parte, que en Tomóchic se

hubiera desarrollado -para el momento del conflicto tomochiteco- una especie de

4 Carlos Martínez Assad, Los sentimientos de la región, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de

la Revolución Mexicana, 2001, p. 253. 5 Frederich Katz, Pancho Villa, tomo I, México, Era, 1999, p. 38.

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catolicismo disidente con hondas raíces populares.6 No obstante, es necesario poner énfasis

en la siguiente idea: si bien es cierto el elemento religioso fue una de las causas que

propició el descontento entre los tomochitecos, éste no fue el único; es decir, la versión

oficial porfiriana que mitificó a este pueblo como un pueblo de fanáticos, no es suficiente

para comprender lo que pasó en aquél pueblo de la sierra Tarahumara. En todo caso, la

revuelta de 1892 debe ser entendida como el resultado del descontento que tenía la

población. El descontento aglutinaba causas de diversa índole para confrontar a las

autoridades, pues las había de carácter social, político, económico y religioso; es decir lo

religioso fue una parte, pero nunca el todo. Así, la devoción religiosa fue el canal por medio

del cual, la comunidad logró crear el consenso y la unidad necesaria para enfrentar a las

autoridades religiosas y civiles.

El profundizar en el conocimiento de la historia de este conflicto nos remite dos

problemas: el religioso y el político. El primero es un aspecto que, sin duda, merece ser

considerado y analizado a profundidad. Sin embargo; lo político amerita que también sea

tratado con detenimiento, particularmente la complicada relación existente entre los

generales Luis Terrazas y Porfirio Díaz.7 Luis Terrazas había sido un juarista de alto rango,

también gobernador del estado de Chihuahua, ambas experiencias le permitieron amasar un

enorme poder político y económico. Además, producto de la participación del general

Terrazas en la guerra contra los apaches, éste llegó a contar con un gran apoyo popular,

logrando así aglutinar el respaldo de diversos sectores sociales.

Una vez instalado en el poder Porfirio Díaz, enemigo acérrimo de Terrazas por su

antecedente juarista y por el gran poder que tenía, prefirió darle a éste una serie de

facilidades para que impulsara sus negocios. Con aquella medida Díaz pretendía alejar a

Terrazas de la política. Tras el término de la gobernación terracista, en 1884, Díaz logró

con el apoyo del grupo Papigochic, que Carlos Pacheco fuese elegido gobernador del

estado para el periodo de 1884-1888. Sin embargo, los gobernantes pachequistas, lo mismo

que Lauro Carrillo, mientras mantuvieron el poder en sus manos habían mostrado

6 Frederich Katz, Ibidem.

7 Antonio Saborit, Los doblados de Tomóchic. Un episodio de historia y literatura, México, Cal y Arena,

1994, p. 13.

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debilidades importantes a la hora de enfrentar las dificultades derivadas de la aplicación del

modelo de desarrollo porfiriano al estado de Chihuahua.8

Durante el año de 1891, Tomóchic se vio afectado por una fuerte crisis agrícola que

afectó gravemente a todo el distrito de Guerrero, granero del estado; y por un problema de

carácter político surgido a causa del debilitamiento de la alianza entre Porfirio Díaz y sus

aliados locales desde 1884, los pachequistas, los Terrazas intensificaron su presión contra

las autoridades anteriores, e intentaron evitar la reelección del minero Lauro Carrillo, quien

había gobernado el estado de 1888 a 1892. Así, hacia 1892 los Terrazas habían logrado

fortalecer sus relaciones con el régimen de Díaz, pues Enrique C. Creel había ayudado a la

reconciliación entre el presidente Díaz y su suegro Luis Terrazas. Al respecto Wasserman

señala que:

Los Terrazas tuvieron gran cuidado en no comprometer la posición de Creel,

pues aún cuando se preparaban para oponerse a la propuesta de reelección

de Carrillo en 1892, dieron su apoyo abiertamente para la reelección de

Díaz, y el propio L Terrazas encabezaba el club político porfirista del

estado.9

La situación política estaba tensa a causa del ambiente electoral. Entre noviembre de 1891

y octubre de 1892 los tomochitecos habían manifestado en varios momentos su rebeldía al

control eclesiástico y a las políticas centralistas de régimen porfiriano. Un ejemplo de esta

rebeldía fue la no participación en la elección de funcionarios municipales para el

Ayuntamiento, realizada a finales de noviembre de 1891; pues la mayor parte de los

cincuenta electores del pueblo decidieron no votar y más bien participar en una

peregrinación religiosa.10

Para entonces, los tomochitecos habían sido también acusados de

participar en robos;11

además habían sido tachados de fanáticos religiosos por los cultos que

mantenían hacia Teresa Urrea, la Santa de Cabora y al Santo Cristo de Chopeque, un laico

8 Luis Aboites, Breve Historia de Chihuahua, México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México,

2002, p. 125. 9 Mark Wasserman, Capitalistas, caciques y revolución. La familia Terrazas de Chihuahua, 1854-1911,

México, Enlace-Grijalbo, 1987, p. 89. 10

Antonio Saborit, op. cit., p. 41. 11

El robo más importante que se les atribuyó injustamente a los tomochitecos fue el “asalto a la conducta que

trasladaba los minerales de las minas de Pinos Altos al puerto de Manzanillas, Municipio de Guerrero, el 28

de enero de 1891....[que] provocó que un destacamento de soldados fuera enviado a Ciudad Guerrero”. Carlos

Martínez Assad, op. cit., p. 264.

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anciano llamado Carmen María López y Valencia, un “demandante”12

que pedía limosnas

destinadas a promover el culto de la Virgen del Refugio.

Ambos cultos dieron vigor a la resistencia de este pequeño poblado, pero también

dieron un gran vigor a la versión oficial acerca del fanatismo religioso que estaba

impregnado en aquellos hombres y mujeres de Tomóchic. Saborit analiza con detalle cómo

el sacerdote de ese poblado, Manuel Castelo, al recibir la noticia de que su grey realizaba

peregrinaciones con el fin de visitar al Santo Cristo de Chopeque, decidió solicitar la

protección a Juan Ignacio Chávez, el titular del pueblo y al cacique Reyes Domínguez,

quien era responsable de gran cantidad de abusos contra los habitantes de Tomóchic.13

De

modo que, en dado momento las autoridades religiosas y políticas –locales primero y

federales después- debieron unirse para enfrentar a aquellos aguerridos hombres portadores

de carabinas Winchester, y que teniendo como cabecillas a Cruz y a Manuel Chávez,

defendían su autonomía y su especie de catolicismo cismático que desconocía al Clero.14

Desde el 6 de diciembre de 1891, el Undécimo Batallón del ejército fue enviado a

Tomochic para controlar la rebeldía de los tomochitecos y evitar así que el problema

creciera. El temor existente entre las autoridades acerca de que aquél conflicto adquiriera

mayores dimensiones crecía cada vez más. Este temor explica, tan sólo parcialmente, las

disposiciones tan severas asumidas por parte del Ejército a la hora de atacar con tanta

severidad a los rebeldes. Mientras tanto, el descontento hacia “los endemoniados hijos de

Lucifer”; es decir el gobierno y el ejército iba también en ascenso.15

Una vez concluidas las

elecciones de julio de 1892, el general José María Rangel, jefe de la Segunda Zona Militar,

recibió la orden de sofocar a los “fanáticos rebeldes de Tomóchic”. El 2 de septiembre de

1892 el contingente al mando de Rangel llegó a las cercanías del pueblo, poco después dio

inicio el combate, el cual terminó con el triunfo de los rebeldes, quienes como se les había

ordenado, dispararon primero a los coroneles y capitanes, de modo que lograron

desarticular al contingente del ejército. Después de la derrota de los federales, y de la

12

Saborit menciona que la práctica del “demandante” fue muy común en la Nueva España de siglo XVIII. El

demandante fue un actor social que se convirtió en un problema tanto para las autoridades eclesiásticas como

para la jerarquía civil. Ibid., p. 37. 13

Ibid., p. 39. 14

Cita a Plácido Chávez Calderón, La defensa de Tomóchic, Jus, México, 1964, pp. 11-12, en Carlos

Martínez Assad, op. cit., p. 256. 15

Heriberto Frías, Tomochic. Episodios de la campaña de Chihuahua: 1892. Relación escrita por un testigo

presencial, estudio preliminar de Silvia L. Cuesy, México, Océano, 2002, p. 25.

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aprehensión del general Rangel, ambos bandos debieron prepararse durante un mes para un

nuevo enfrentamiento.16

Para entonces el gobernador de Puebla, el general Rosendo Márquez, había decidido

trasladarse a Ciudad Guerrero para organizar un nuevo reclutamiento de fuerzas, las cuales

salieron rumbo a Tomóchic el 17 de octubre de 1892. A partir de entonces los

acontecimientos que suceden son aquellos a los cuales Heriberto Frías hace referencia en su

novela y que se refieren al enfrentamiento terriblemente desigual entre los 1200 soldados

del ejército y los 100 tomochitecos, quienes luchaban convencidos de que su fe en Teresa

Urrea, más conocida como la Santa de Cabora17

y en el Cristo de Chopeque, los haría

fuertes e invencibles. Sin embargo, en aquella ocasión el triunfo contundente fue para las

fuerzas federales, quienes masacraron a la población civil.

Más tarde, las autoridades locales quedaron en evidencia y sufrieron un gran

descrédito ante la crueldad empleada en aquél enfrentamiento; también quedó de manifiesto

que, detrás de aquel incidente, se veían como causas directas los rápidos cambios que

venían produciéndose desde años atrás y que afectaron a una población que particularmente

no estaba dispuesta a ceder sus derechos, ni renunciar a su modo de vida; algunas de estas

causas fueron: el arribo de una avalancha de capitales extranjeros, el creciente

acaparamiento de tierra, así como la tendencia manifiesta en la Constitución local de 1887 a

la centralización política, a través de la cual fueron creadas las jefaturas políticas, que

disminuían considerablemente las facultades de los ayuntamientos.18

Hasta aquí una breve reconstrucción del contexto histórico y de algunos de los

sucesos históricos significativos que dieron origen al conflicto de Tomóchic. No obstante,

se debe subrayar que, desde sus orígenes este levantamiento fue el resultado de una gran

variedad de circunstancias e intereses que hacen difícil la comprensión cabal de aquél

conflicto. De ahí que no exista una única verdad sobre Tomóchic, sino y como bien lo

señala Cuesy: un conjunto de verdades que, sumadas, pueden ofrecer un panorama amplio

16

Ibid., p. 22. 17

Martínez Assad señala que la prédica de Teresa Urrea logró en gran parte del noroeste de México y que

efectivamente su nombre fue invocado por buena parte de los movimientos sediciosos de la región, de ahí que

la Santa de Cabora contara con un buen número de seguidores. A cerca de la desconfianza que esta mujer

sembró entre los políticos y militares de la época el autor nos dice: “Teresa...fue también una víctima del

Estado hereje y enemigo de la “verdadera religión” cuando fue expulsada de Cabora: algo habría de cierto en

su influencia sobre los movimientos surgidos en la región que fue necesario disponer de 50 soldados de 24º

batallón...para alejarla haciéndola radicar en Nogales”. Martínez Assad, op. cit., p. 262. 18

Luis Aboites, op. cit., pp. 125-126.

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de lo ocurrido en aquella población.19

Así pues, la novela Tomóchic de Heriberto Frías es

una versión que narra, desde la historia y la ficción, tan sólo una parte de aquél enmarañado

conflicto. Lo interesante en dado caso es analizar y comprender cómo la recreación ficticia

sirvió de disparador del conocimiento de un hecho que, muy probablemente, hubiera caído

en el olvido de no ser por este testimonio literario.

II. La novela Tomóchic: su contexto y sus lecturas. Para empezar, conviene señalar que

al estudiar la novela Tomóchic es imposible dejar de considerar la influencia insoslayable

que, en general tuvo en ella el género periodístico en el México de finales del siglo XIX y,

en particular, la que tuvo la prensa en la primera fase de difusión de esta novela. El

periodismo en el México porfiriano, señala Carlos Martínez Assad, fue la espada que se

desenvainó en contra de la dictadura,20

el cual tuvo un alcance social muy importante; al

respecto Mílada Bazant señala:

El periodismo fue la única clase de publicación que llegó a todas las clases

sociales y estimuló el desarrollo de la lectura. Ninguna otra puede

igualarse a los diarios para dar a conocer los acontecimientos políticos y

sociales del México de entonces, que vivía, sí, una época de paz y

bonanza, pero también de efervescencia política, cultural e intelectual...

Además, divulgaron la literatura a través de las publicaciones de novelas

“por entregas”.21

El género periodístico desarrollado durante el porfiriato fue uno versátil y con miras a la

expansión y a la modernización. Bazant llama la atención acerca de los cambios que esta

actividad sufrió durante la dictadura en lo relativo al enfoque, a la técnica y a la

presentación del material informativo. La autora indica que de 1876 a 1910 hubo dos

subperiodos: el primero, abarca los años de 1876 a 1896. Éste se caracterizó por reflejar y

transmitir una mayor pasión política. El segundo, va del año 1896 –año en que fue fundado

el periódico El Imparcial- a 1910. Este subperiodo corresponde al del periodismo moderno,

el cual relegó a un segundo plano los editoriales, dándole así mayor importancia a las

19

Ibid., p. 29. 20

Carlos Martínez Assad, op. cit., p. 255. 21

Mílada Bazant, “Lecturas del Porfiriato”, en Historia de la lectura en México, México, El Colegio de

México, 1997, p. 210.

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noticias.22

La novela Tomóchic debe ser ubicada en el primer subperiodo. Recuérdese que,

la primera versión de esta novela fue enviada a Joaquín Clausell, director del recién

fundado periódico oposicionista El Demócrata. El primer tiraje de este periódico salió a la

venta el 1º de febrero de 1892 y en el editorial de la primera plana del rotativo, que llevó

por título: “El Demócrata. Su lugar en el periodismo.- sus tendencias.- sus elementos”,

aparecen planteados muy claramente tanto los objetivos como la tendencia ideológica de

este periódico; la siguiente cita da fe de ello:

Este periódico es una consecuencia de su época; consecuencia inevitable

y fatal como todos los fenómenos que se producen por un

encadenamiento de motivos sociales. No es una publicación que nace

estimulada por una causa accidental, ni para cumplir funciones de que

pudiera prescindir una perfecta evolución...El Demócrata, por lo que se

refiere á su objeto, no es ni nuevo, ni intempestivo. La idea que lo llama

á la luz, es la idea providencial que en la vida de los pueblos que

germina, brota, se levanta y crece con terrible obstinación á la intemperie

de todas las tiranías, ya sean religiosas, ya políticas ó económicas, etc.

Esta idea ha recorrido paso a paso el ciclo penosísimo de su

desenvolvimiento. El Demócrata es un nuevo molde; en él viene á

cumplir su transformación progresiva, la sustancia moral é intelectual de

una generación que reclama audazmente su derecho á prosperar.23

En principio, Joaquín Clausell fue quien aceptó publicar anónimamente el texto de Frías.

La publicación fue realizada en veinticuatro entregas de martes a sábado durante los meses

de marzo y abril de 1893. Conforme fueron apareciendo los episodios de ¡Tomóchic! Un

episodio de campaña. Relación escrita por un testigo presencial el escándalo suscitado por

éstas fue creciendo. Es probable que detrás del interés que Clausell tuvo por informar a los

lectores acerca de los hechos que acontecían en Chihuahua, a través del envío de un

corresponsal a aquel estado,24

también tuviera en mente la idea de relatar en forma gráfica

el conflicto de Tomóchic, en vista del éxito que tenían por aquella época los temas de

22

Ibid., pp. 209-210. 23

El Demócrata, México, 1º de febrero de 1893, año 1, tomo 1, núm. 1, p. 1. Saborit señala que “los

periódicos de la magnífica Ciudad de los Palacios” se había ocupado con mucha “reserva” acerca de la

campaña de Tomóchic, de ahí que El Demócrata asumiera una actitud beligerante al respecto, la cual se hace

evidente con el envío de reporteros sobre esta campaña y con la publicación de ¡Tomóchic!. El autor

menciona que “El Norte” y “El Chicano” fueron los periódicos que cubrieron la noticia en el norte; sin

embargo éstos “propagaron, muy interesados en girar el molino del escándalo, ocultar el descontento de esta

comunidad y mostrarla como religiosa sublevación declarada en contra del gobierno de Lauro Carrillo y

Porfirio Díaz”, Antonio Saborit, op. cit., p. 81. 24

Antonio Saborit, ibid., p. 60.

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folletín, los cuales apasionaban muchísimo a los lectores inspirados en las obras de Zolá,

Balzac y Dumas. Al respecto, Saborit señala que Clausell tenía la idea de escribir una

novela con el modelo de La Debacle de Balzac.25

Llama pues la atención cómo una vez

terminada la publicación de Tomóchic, sucedió algo muy similar con el conflicto de

Papantla, pues también fue presentada en El Demócrata una novela por entregas que

narraba los acontecimientos de Papantla, el siguiente anuncio apareció publicado en varios

ejemplares del mes de abril de 1893, y éste deja ver que, efectivamente, la novela por

entregas era un tipo de lectura muy gustado y que era un espacio en el cual el periodismo se

mezclaba con la literatura:

Papantla. Episodios Históricos y Políticos. Habiendo terminado la

publicación de la campaña de Tomochic, seguimos reuniendo todos los

datos á fin de hacer una relación histórica de los sucesos de

PAPANTLA.26

La versión literaria de la tragedia de Tomóchic tuvo una fuerte influencia del realismo y del

naturalismo tan de moda por aquella época en México. Estos rasgos tan propios de la obra

explican, parcialmente, el éxito inicial que tuvo la novela en su primera etapa; es decir,

hasta su cuarta edición (ver cuadro 1). Coincidimos con Saborit quien señala que Tomóchic

perdió los signos de admiración en este siglo (se refiere al XX), al momento de adquirir la

condición de novela histórica. Tal mutación ocurrió en la edición financiada por el Correo

de la Tarde de Mazatlán, Sinaloa, impresa en el negocio de Valdés y Cía., en 1906... Como

novela histórica, el escrito quedó entonces en la difícil, insoportable levedad de un

documento.27

A partir de las fuentes hemerográficas consultadas (ver cuadro 2) hemos establecido

tres niveles distintos de análisis. El criterio que hemos utilizado a la hora de definir estos

niveles tiene que ver con los significados atribuidos a la novela durante determinado

periodo de tiempo. El primer nivel abarca los años de 1895 a 1919, éste viene a ser el nivel

más profundo de la arqueología de la novela Tomóchic. Durante este periodo es posible

notar una conjunción interesante de elementos tanto de tipo literario como de tipo político.

25

Heriberto Frías, Tomóchic, presentación de Antonio Saborit, México, Consejo Nacional para la Cultura y

las Artes, 1998, p. 10. 26

El Demócrata, 18 de abril de 1893, año 1, tomo 1, núm. 63, p. 3. 27

Antonio Saborit, op. cit., p. 12.

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La obra fue vista en estos primeros años como un indicio importante de que el México de

los últimos años del siglo XIX estaba cambiando y que este cambio estaba produciendo una

ruptura generacional tanto en lo literario como en lo político. El siguiente fragmento escrito

por José Ferrel en El Demócrata deja ver la profunda necesidad de cambio que existía en

un sector importante de la población:

Un progreso sin libertad es un progreso ficticio y por lo mismo efímero.

Nada se concibe sin la dificultad de ejecución en ejercicio de su libertad;

nada que pueda, con poderoso vuelo, levantarse sobre las muchedumbres

abyectas y fulminar contra ellas la frase vibradora que enciende el rayo

de luz en los cerebros anémicos y derrama la energía por los miembros

entumecidos y llagados...Pasamos por un periodo de oscuridad esa

sombra siniestra tiene que proyectarse sobre las letras nacionales... En

los labios del pueblo nacerá el apóstrofe regenerador al culminar la

crisis, y entonces, con el cantar popular se iniciaría la nueva vida de

nuestra literatura hoy entregada á la molicie, á donde fue por el camino

lleno de flores de la adulación ó la complacencia.

El realismo y el naturalismo como “moda literaria” facilitó de alguna manera que el público

mexicano se interesara en aquella, todavía, anónima novela la cual estaba impregnada de

muchos de estos elementos “nuevos”; a los cuales habría que agregar la influencia del

positivismo. La dicotomía entre “lo viejo” y “lo nuevo” durante los años finales de la

dictadura de Díaz, encerraba una fuerte carga política; y la literatura era una muestra clara

de esto. Durante estos años la valoración de Tomóchic está impregnada de fe en el futuro y

de la idea de ruptura, incluso llegó a ser considerada como una novela fundadora de una

nueva época. Por su parte, Heriberto Frías fue considerado como una figura con gran

potencial en el campo de la literatura, del periodismo e incluso de la política. Un dato

interesante de mencionar es que para entonces, la novela no era considerada como una

novela de oposición propiamente al régimen de Díaz, el atributo de novela de oposición le

fue concedido solamente por Francisco I. Madero a quien Heriberto Frías llegó a apoyar en

su campaña Antirreleccionista. A continuación incluimos algunas de las citas tomadas de

los artículos que aparecieron en la prensa durante estos años.

“Ha triunfado pues el naturalismo...¡La vida corrigiéndose con la vida!

Tal es la obra enorme que hanse echado á las espaldas los narradores

contemporáneos... El joven novelista Heriberto Frías descuella

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victoriosamente en la contemplación y el transalado [sic] al lienzo de los

paisajes que nos arroban...Cuando este joven piense con la meditación de

los años analizadores, será todo un pensador.” (Rubén Campos,

“Heriberto Frías”, El Demócrata, 15 de diciembre, 1895, tomo III, núm.

354, p. 1)

“La novela mexicana acababa de iniciarse en su época actual...sus

personajes se movían con claridad, con precisión, sin esas inseguridades

de los títeres que personificaban las novelas anteriores...Después de Emilio

Rabasa que fue el fundador del realismo...es Heriberto Frías el novelista

que tiene la más potente pupila estética, el exclusivismo más mexicano, la

fuerza de creación más extensa y la facultad de exactitud más

completa...cuando Heriberto Frías corrija esos defectos...entonces no habrá

quien le dispute el primer puesto de novelista mexicano y lo ocupará él por

ser el primero y por estar a gran altura sobre el resto de los que en México

escriben novelas”. (escrito por José Ferrel en su crítica titulada “La novela

nacional” publicada en la cuarta edición del libro de Heriberto Frías,

Tomóchic, Novela Histórica Mexicana, crítica de José Ferrel, Mazatlán,

casa editorial de Valadés, 1906)

“Las causas de esa sombría guerra no las expone el autor de “Tomóchic”,

obra a tal grado extraña a toda intención de herir al Gobierno o al Ejército,

que dos años después fue entregado personalmente por su autor al

Presidente de la República un ejemplar de la segunda edición, y éste se

manifestó complacido del obsequio, sin recordar tal vez que por esa obra

había mandado fusilar al autor”. (cita tomada del artículo titulado

“Escritores Mexicanos Contemporáneos. Don Heriberto Frías”, publicado

en Biblos. Boletín Semanal de Información Bibliográfica por la Biblioteca

Nacional, México, 22 de noviembre de 1919, núm. 45, pp. 1-2)

“Heriberto Frías valiente y pundonoroso oficial, pensador y escritor

notable, indignado por las torpezas de sus superiores y las infamias que le

hicieron cometer llevándolo a exterminar a sus hermanos, escribió un

bellísimo libro denunciando esos atentados; pero la voz varonil de los

hombres de corazón nunca es grata a los déspotas de la tierra, y ese oficial

pundonoroso fue dado de baja, procesado y estuvo a punto de ser pasado

por las armas”. (Francisco I. Madero, La sucesión presidencial de 1910,

Saltillo, Gobierno de Coahuila, 1958, p. 156)

El segundo nivel abarca los años comprendidos entre 1934 y 1970, en éste es posible notar

que el recuerdo de la novela está signado por un romanticismo heroico que recubre tanto a

su autor como a su novela. Esto no deja de ser un reflejo del México posrevolucionario y

del discurso oficial que por entonces imperaba. En general, los artículos de estos años

ponen un dramático énfasis en las limitadas condiciones económicas y de salud en que

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vivió Heriberto Frías buena parte de su vida. También se pone énfasis en la situación en

que se encontraban los tomochitecos, a quienes en algunos momentos los autores llegan,

erróneamente, a considerar como “tarahuramas” o bien como indios “yaquis”, este es un

error que no es rectificado sino hasta 1979 por Matute, quien aclara que Tomóchic no era

un poblado indio. Matute señala que éste era un pueblo de blancos; sin embargo lo correcto

es hablar de una población mestiza.

Por otra parte, durante esta época se puso también énfasis en la idea de que el

conflicto de Tomóchic había sido una “rebelión” y que como tal, debía ser considerada

como un antecedente tanto de la revolución mexicana y como de la novela de la revolución.

No cabe duda, que durante estos años la historiografía oficial hizo lo propio por asignarle a

la obra y a los acontecimientos que la habían inspirado, un lugar privilegiado en la

genealogía de este movimiento social.28

También hay una fuerte tendencia a discutir acerca

del olvido en el que había caído desde entonces tanto la novela como su autor. En 1970 se

celebró el aniversario de los cien años del natalicio de Frías, la conmemoración fue pobre;

sin embargo logró estimular un poco el debate acerca de la importancia histórica y literaria

de la novela. A continuación incluimos algunas de las citas que nos parecen más

reveladoras de lo planteado:

“Hoy nadie lee “TOMOCHIC”. Cuando apareció, los artistas de la pluma

encerraron el libro acusador en un silencio cómplice. Después quedó

olvidado entre todo lo que representó la lucha del pueblo antes de 1910”.

(cita tomada del artículo de Germán List Arzubide intitulado “Tomóchic y

los usurpadores revolucionarios, en El libro y el pueblo, tomo XII, núm.

12, dic., 1934, pp. 612)

“Debo tener un gusto deplorable, ya que doy mis preferencias entre tantas

novelas mexicanas que he leído, a las dos más desconocidas y desdeñadas

por los literatos: “Astucia” de Luis G. Inclán y “Tomóchic” de Heriberto

Frías. Conforme a mi modo de ver son las más auténticamente

nacionales... Estas dos obras fueron escritas en la forma más natural y

sencilla, sin pretensiones literarias”...“La lectura de “Tomochic”

demuestra que no le faltó razón al viejo dictador para alarmarse: la novela

es la exhibición verídica de horribles lacras de aquella administración que

tanto presumía de culta en el mundo... El viejo zorro tuvo siempre muy

finas narices y no toleró jamás ataques a su gobierno. Esto disculpa cierto

tonillo servil del novelista en su obra... En nombre de esa civilización se

28

Antonio Saborit, Los doblados..., p. 14.

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quiso eliminar a Heriberto Frías como habían sido ya eliminados los

tomochitecos. ¡Tenían razón! El novelista era un bárbaro más”. (tomado

del libro de Mariano Azuela intitulado Cien años de novela mexicana,

México, Botas, 1947, p. 224)

“El Departamento del Distrito Federal conmemorará hoy el primer

centenario del nacimiento del escritor mexicano Heriberto Frías,

revolucionario y precursor de la literatura de nuestro movimiento social de

1910...que dictará Raúl Rangel Frías. El tema central de la plática será El

periodista Heriberto Frías en vísperas de la Revolución Mexicana...

habiéndose distinguido por sus escritos políticos de honda oposición al

régimen porfirista, así como por sus publicaciones polémicas en gacetillas

y columnas de periódicos de esta ciudad..Dentro del gobierno del general

Álvaro Obregón fue designado cónsul general de México en Cádiz. Su

obra más conocida -Tomóchic- fue escrita hacia fines del siglo pasado, en

1891 cuando era oficial revolucionario en la Guerra del Yaqui”. (cita

tomada del artículo de Aralia Arizmendi intitulado Tomóchic, suplemento

Cultura de hoy, El Día, 16 de junio, 1970, p. 13)

Los antecedentes de la novelística revolucionaria de nuestro país los

podemos encontrar en las obras de Emilio Rabasa y José López Portillo y

Rojas y, fundamentalmente en la novela Tomochic de Heriberto Frías.

Tomóchic es la crónica de la destrucción de un pueblo del Estado de

Chihuahua por las fuerzas federales del gobierno de Díaz” “El valor social

de Tomóchic consistió en reflejar nítidamente la situación del pueblo de

México en su enfrentamiento con las fuerzas de la dictadura”. (cita tomada

del artículo de Luis Ernesto Pi, intitulado “Tomóchic de Heriberto Frías.

Un antecendente de la novela de la revolución mexicana”, El Gallo

Ilustrado, núm. 863, 31 de diciembre, 1978, p. 3)

En el tercer y último nivel comprende los años de 1979 a 2002, es notorio que los

argumentos acerca de la novela son mucho más críticos. Si bien continúan apareciendo

artículos apologéticos sobre el autor, la novela y sobre los acontecimientos de Tomóchic,

tendríamos que decir que prevalecen estudios más analíticos y armados de un mejor aparato

crítico, de manera especial esto se deja ver en los prólogos y en los estudios introductorios

de Matute, Saborit y Cuesy. Desde nuestro modo de ver, durante este periodo hubo un

interés no solamente por comprender mejor los hechos de Tomóchic, sino también por

ubicar en su justa dimensión a la obra y a su autor.

Aunque la conmemoración del centenario del conflicto, en 1992, propició

nuevamente la aparición de textos poco críticos respecto a los acontecimientos históricos;

no cabe duda que el año de 1992 también sirvió como disparador de nuevos y más serios

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estudios sobre el tema. Estos estudios han permitido ampliar más el conocimiento acerca de

las verdaderas causas que propiciaron el conflicto, así como lo que realmente fue el

conflicto mismo. Los diversos autores que escribieron artículos durante estos años plantean

una versión más amplia y crítica acerca de la novela, su contexto y la vida del autor,

dejando al descubierto incluso las ambigüedades que éste tuvo como literato y como

periodista; incluso investigadores como Antonio Saborit han llegado a cuestionar la propia

autoría de Frías. En estos años el énfasis del recuerdo de Tomóchic dejó de ser tan

romántico; es decir la visión idealizada de la segunda etapa empezó a ser cuestionada

abiertamente. En los últimos años, Tomóchic como acontecimiento y como novela ha

empezado a ser visto a través de un prisma que permite, ver una amplia variedad de matices

que no habían sido contemplados con anterioridad. A continuación transcribimos algunas

citas que nos parecen interesantes y que reflejan lo arriba planteado.

“Gracias a Heriberto Frías, Tomóchic dejó de ser el nombre de un pueblo

remoto para convertirse en un símbolo”... “Frías no entra en un análisis

acerca de las causas generales del problema. Sólo se limita a denunciarlo,

a describir con crudeza las incidencias del asunto. Incluso su actitud hacia

el vencido ofrece ambivalencias...Frías no puede aceptar el fanatismo. Le

parece absurdo que crean en ideas a todas luces insostenibles, producto del

aislamiento y la ignorancia. En sus apreciaciones sobre la gente del lugar

deja claro que si fueran indio, todo sería lógico y explícito; pero tratándose

de blancos es inexplicable. El tiempo, y sin lugar a dudas Francisco I.

Madero...otorgaron a la novela su carácter oposicionista [pues le]

confieren a los hechos un sentido que si bien originalmente no tuvieron, sí

lo adquirieron a la postre cuando alguien que hizo una evaluación crítica

del conjunto que fue el porfiriato a más de treinta años de existencia, pudo

ver tanto dicho conjunto como las partes que lo fueron integrando”.

(tomado del prólogo de Álvaro Matute a la séptima edición de Tomóchic,

México, Promexa, 1979, pp. XVIII-XIX)

“Lo que hizo Frías fue mostrar que no trataban los tomochitecos de

derribar al gobierno de Díaz, no contaban con un descomunal acopio de

armas para eso y ni siquiera eran contingentes numerosos los tomochitecos

que defendían sus propiedades y sus vidas de las injusticias de los agentes

del gobierno, sino que sólo trataban de declarar la independencia de su

territorio, negando autoridad política al gobierno y autoridad religiosa a la

iglesia católica, para protegerse... había sido la torpeza de los oficiales

porfiristas la que provocara su derrota frente a los reducidos núcleos

rebeldes”. (cita tomada del artículo de Jesús Luis Benítez, intitulado

“Historia de una novela. Tomóchic”, suplemento El Heraldo Cultural,

núm. 707, 3 junio, 1979, p. 3).

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“Tomóchic fue la que lo hizo célebre y pues fue el primer detonante

dentro del gobierno porfirista y le valió el reconocimiento de gente como

Mariano Azuela o Max Aub quien ha dicho que Frías merece y espera

reivindicaciones, ello nos motivó a escribir estas líneas y, seguramente

también a las editoriales que empiezan a rescatar sus obras del olvido”...

Tomochic es pues, fundamental no únicamente para la literatura mexicana,

también para nuestra historia pues, como ya dijimos, fue la primera en

señalar las lacras de la dictadura porfirista. (cita tomada del artículo de

Agustín Sánchez intitulado “El libro en la Calle. Heriberto Frías no lo

merece”, suplemento El Sol de México, 29 de junio, 1986, p. 10)

Conclusión. Se ha procurado dar cuenta tanto de las circunstancias históricas que

propiciaron el conflicto en Tomóchic, como de la historia de la propia novela, así como de

las diversas lecturas e interpretaciones que ha suscitado a lo largo de un poco más de un

siglo. Tomóchic fue la novela de Frías fue la más célebre y la que permitió –quizás sin

proponérselo- que el crimen perpetrado contra el pueblo tomochiteco no quedara en el

olvido. Aquél conflicto pasó a la historia gracias a una narración literaria, la que a su vez

adquirió vida propia y suscitó diversas opiniones. A través de la lectura de las diversas

fuentes hemerográficas y bibliográficas hemos reconocido que la novela, su autor e incluso

el acontecimiento histórico mismo han sido interpretados de distintas formas y en distintos

momentos. A pesar de que la novela suscitó la publicación de varios artículos, la cantidad

de éstas y las fuentes mismas nos indican que fue en el olvido donde esta novela ha

permanecido más tiempo. El hacer referencia a la importancia histórica y literaria de la

novela fue uno de los medios a través de los cuales, los diversos escritores intentaron hacer

justicia a la obra y a su autor. Los argumentos que justificaron la importancia de la obra y

la injusticia de que ésta permaneciera al margen, fueron cambiando y evolucionando a

través del tiempo. Esos cambios dan cuenta de momentos históricos concretos.

Un dato interesante, que sin duda ameritaría una investigación aparte, es el

paralelismo que existe entre el conflicto acontecido en Tomóchic en 1892 y el de Canudos,

Brasil, en 1896. Tomóchic de Heriberto Frías y Os Sertones de Euclides Da Cunha son dos

obras que dan cuenta de dos masacres de rasgos similares. En un principio, Da Cunha

publicó sus informes en O Estado de Sao Paulo. Algunos de los rasgos que compartían

estas comunidades eran: su carácter regional, la resistencia a la imposición de políticas por

parte del poder central –en Brasil la República fue instaurada en 1889- y al proceso de

secularización, además, ambas comunidades fueron un obstáculo al desarrollo de la

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centralización del poder y a la modernización. Todo lo anterior tuvo nefastos efectos sobre

estas dos comunidades marginadas, reducidas y que habían desarrollado fuertes vínculos

solidarios y de sentido de pertenencia, a los cuales no estaban dispuestos a renunciar. Tal

fue el poder de cohesión que tuvieron estas dos comunidades, alimentado por la fe

religiosa, que lograron causar bajas importantes a las fuerzas militares; ante esto los

ejércitos respondieron con gran furia hasta llegar prácticamente al exterminio de éstas. La

historia de los sertones contiene un carácter verdaderamente novelesco, de éste Mario

Vargas Llosa se inspira para escribir una apasionante novela La guerra del fin del mundo29

,

que complementa con gran tino la obra de Da Cunha. Por lo pronto, resta decir que este

trabajo ha sido una primera aproximación a una temática verdaderamente interesante como

lo es la comprensión el sentido histórico del recuerdo.

Cuadro 1. Tomóchic y sus ediciones

Ediciones Características

¡Tomóchic! Episodios de campaña. Relación

escrita por un testigo presencial, El

Demócrata, México, 1893.

Edición anónima, publicada

en 24 entregas desde el 14 de

marzo al 14 de abril, 1893.

¡Tomóchic! Episodios de campaña. Relación

escrita por un testigo presencial, 2da. ed.,

editada por Jesús T. Recio, Río Grande City,

Texas, 1894.

Edición anónima.

¡Tomóchic! Episodios de campaña.3ª ed.,

impresa en los talleres de Maucci en

Barcelona. 1899.

Esta es la primera edición en

la que se anuncia el nombre

de su autor en la portada.

¡Tomóchic! Episodios de campaña, 4ta. ed.,

publicada por la casa Valadés, Mazatlán, 1906.

Incluye una introducción de

José Ferrel.

¡Tomóchic! Episodios de campaña, 5ta. ed., Esta edición contiene

29

Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo, Barcelona, Seix-Barral, 1981.

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publicada por Ch. Bouret, París, 1911. algunas ilustraciones, pero es

prácticamente igual a la

cuarta edición y fue la última

presentada por el autor.

Tomóchic, publicada por Editorial Porrúa,

prólogo de James W. Brown, México, 1968.

(Colección Sepancuántos, 92)

Tomóchic, publicada por Promexa, prólogo de

Álvaro Matute, México, 1979.

Tomóchic, publicada sin prólogo por Offset,

México, 1983.

Tomóchic, publicada por Ediciones Ateneo,

prólogo de Agustín Sánchez, México, 1987.

(Colección obras inmortales).

Tomóchic, publicada por la Secretaría de

Educación Pública, sin prólogo, México,

1994. (Serie libros del rincón, Cartuchos al

viento, Biblioteca escolar).

Tomóchic, publicada por el Consejo Nacional

para la Cultura y las Artes, prólogo de Antonio

Saborit, México, 1998. (Clásicos para hoy).

Tomóchic, publicada por Siglo XXI, México,

2000. (Colección escuchar con los ojos).

Tomochic. Episodios de la campaña de

Chihuahua: 1892. Relación escrita por un

testigo presencial, publicada por Océano,

estudio preliminar de Silvia L. Cuesy, México,

2002.

Cuadro 2. Hemerografía y prólogos consultados

Título del artículo Autor Publicación Fecha

“Heriberto Frías” Rubén M. Campos El Demócrata 15/dic./1895

“Tomóchic” Heriberto Frías Presentación de la

novela

-/-/1906

“La novela nacional” José Ferrel Presentación de la

novela

-/-/1906

“Heriberto Frías” s.a. Biblos 22/nov./1919

“Tomóchic y los usurpadores

revolucionarios”

Germán List Arzubide El libro y el pueblo -/dic./1934

“Mil biografías en la historia de

México. Heriberto Frías”

Jesús Romero Flores El Nacional 29/jul./1946

“Heriberto Frías” Mariano Azuela Cien años de novela

mexicana

-/-/1947

“Biografías mexicanas. Heriberto

Frías”

Silvino M. González El Novedades 12/nov./1948

“Cinco novelas mexicanas de

escritores de la escuela realista”

Miguel Alonso Larrinaga Cuadrante -/-/1953

“Heriberto Frías” Luis Lara Pardo Excelsior 23/nov./1956

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“Un novelista de la Revolución” Salvador Azuela El Universal 26/mar./1960

“Heriberto Frías precursor de la

novela de la Revolución”

Antonio Magaña Esquivel El Nacional 28/ene./1965

“Tomóchic, de Heriberto Frías” Antonio Magaña Esquivel El Nacional 4/feb./1965

“Heriberto Frías, periodista” Heriberto García Rivas Excelsior 12/nov./1965

“Tribulaciones de Heriberto Frías” Edmundo Bolio Excelsior 1/oct./1966

“reloj literario. Frías, Posada una

Biblioteca para niños”

Andrés Henestrosa El Novedades 11/dic./1966

“Tomóchic” James W. Brown Prólogo a la novela -/-/1968

“Heriberto Frías y Tomóchic” Raymundo Ramos El Día 21/mar./1968

“Heriberto Frías precursor” Arturo Cova El Nacional 5/jul./1968

“Tomóchic” Aralia L. Arizmendi El Día 16/jun./1970

“Heriberto Frías, novelista

olvidado”

Antonio Magaña Esquivel El Nacional 1/oct./1970

“El centenario de Heriberto Frías” José Alvarado Excelsior 4/nov./1970

“Conferencia de Raúl Rangel

sobre Heriberto Frías”

s.a. El Día 6/ nov./1970

“Heriberto Frías novelista” Antonio Magaña Esquivel El Novedades 16/nov./1970

“Tomóchic de H. F. Un

antecedente de la Rev. Mex.”

Luis Ernesto Pi El Gallo Ilustrado 31/dic./1978

“Historia de una novela.

Tomóchic”

Jesús Luis Benitez El Heraldo 3/jun./1979

“Tomóchic” Alvaro Matute Prólogo -/-/1979

“El libro en la calle. H.F. no lo

merece”

Agustín Sánchez El Sol de México 29/jun./1986

“Tomóchic” Antonio Saborit Presentación -/-/1998

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Frías, Heriberto. Tomóchic. Episodios de la campaña de Chihuahua: 1892. Relación escrita por un

testigo presencial, estudio preliminar de Silvia L. Cuesy, México, Océano, 2002.

Frías, Heriberto, Tomóchic. Episodios de campaña, introducción de José Ferrel, México, casa

Valadés, Mazatlán, 1906

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