MaravallCapítulo 6

download MaravallCapítulo 6

of 22

Transcript of MaravallCapítulo 6

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    1/22

    Captulo 6

    LA IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    La conciencia social de crisis que pesa sobre los hombres en la primera mitaddel XVII suscita una visin del mundo en la que halla expresin el desorden ntimobajo el que las mentes de esa poca se sienten anegadas. Son unos hombres tris-tes, como alguna vez los llam Luden Febvre, esos que empiezan a ser vistos sobreel suelo de Europa, en los ltimos lustros del siglo XVI y que seguirnencontrndose hasta bien entrada la segunda mitad del siglo siguiente.Probablemente, es impropio decir que la generacin que vivi situada en el vrticeentre los dos siglos contempl el final de la gran aurora renacentista, como escribede ella Highet1; pero s es cierto que con ella se difunde un pesimismo inspirado por

    las calamidades que durante varias dcadas se van a suceder. Pinsese en lo quesignifica, respecto a Espaa, la aparicin de las cuatro grandes pestes, cuyasprdidas por algunos historiadores han sido calculadas en tan elevados porcentajes:sobre una cuarta parte de la poblacin, Y con la peste forman cortejo, en esaEspaa de la primera mitad del XVII, el hambre y la miseria; Tambin el resto de lospases europeos, y ms todava, eso s, cuando las prdidas de la Guerra de losTreinta Aos castigan tan severamente extensas zonas, conocen espectculos do-lorosos en sus campos y ciudades. Los jesuitas, en carta del30 de julio de 1638, nosdicen que las necesidades y hambres son tan sin ejemplo que se llegan a comerlos ms cercanos, por trgico efecto de la guerra. Se observa por todas partes unaexistencia sombra: se pierden vidas y se arruinan haciendas, se destruyen o seabandonan talleres y granjas, etc., etc. El Seiscientos es una poca trgica: tal es laconstatacin de que parte tambin Mopurgo-Tagliabue, si bien para seguir

    dicindonos que, a pesar de ello, no lo es el Barroco, sino en tanto que documentode la misma2. Dejemos de lado esto ltimo, al menos por ahora. Bstenos aqutomar en consideracin el hecho de que la serie de violentas tensiones en que lassociedades de la poca se ven sumidas, trastorna la ordenada visin de las cosas yde la sociedad misma, y, aunque sea en algunos para tratar de restaurar ese ordenamenazado, se tiene que contar con las hondas alteraciones que sacuden el mismoalrededor. Mopurgo aade: el Barroco es un arte de crisis, mas no un arte de lacrisis; expresa una mentalidad, no una conciencia (lo que lo hace incurrir en el errorde sostener que el Barroco revela una complacencia, no una inquietud; tal vezMopurgo no se acord en ese momento ms que de ciertas muestras romanas, node otras muchas italianas y de tantsimas francesas o espaolas). El Barroco partede una conciencia del mal y del dolor y la expresa: no vio el orbe ms depravadosiglo, comenta Cspedes, mas no son, segn l, achaques polticos, razones de

    Estado, yerros de ministros, fracasos contingentes, sino los trastornos que Europasufre y el desorden moral de sus culpas, los que explican los males que se pade-cen3. Unas dcadas de duras penalidades influyen en crear y difundir un nimo dedesencanto, de desilusin; a ello haca alusin La Rochefoucauld cuando hablaba dela melancola que le llega de fuera, inundando su espritu, aparte de aquella quepoda venirle de motivos ntimos. A mediados del XVII, en Francia, el chagrn es unsentimiento muy extendido, y en 1661, como expresin del estado de nimo que elBarroco ha vivido, escribe un libro sobre ese tema La Mothe Le Vayer4. R. Burton sepreocupar por laAnatomy of melancholy(1621), y la acedia es un estado de nimoque revelan con reiteracin las letras espaolas.

    1 La tradicin clsica, Mxico, 1954, pgs. 406-407.2 Estudio publicado en el volumen Retorica e Barocco que hemos mencionado reiteradamente, pgs. 192-193. Para lacita que a continuacin hacemos de esteautor, vase estas mismaspginas.3 El soldado Pndaro, pg. 285.4 Cf. Hippeau, Essai sur la morale de La Rochefouculd, Pars, 1957. Sobre la significacin del texto mencionado, cf. A.Adam, Histoire de la Littrature franaise au XVII sicle, I: Lpoque d'Henri III et de Louis XIII, pg. 305. El autor acab,como hombre de letras y pensador de una lnea anticartesiana, al servicio de Richelieu.

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    2/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    Todo eso nos hace comprender que se difundiera ese tpico de la locura delmundo que tan pegado est a las manifestaciones literarias y artsticas del Barroco.Ciertamente que desde que empezaron los cambios suscitados por la modernidadhubo mentes que acudieron a pensar que el mundo y los hombres estaban atacadosde gran locura5. Pero en la crisis del XVII se expande esa visin, ante la anormalidaddesde el punto de vista tradicional de tantos de los hechos que acontecen. Lafolie est genrale, declara M. Rgnier6. El testimonio de Quevedo no poda faltar,

    quien lo refiere adems a las circunstancias de su propia actualidad. Su crtica noafecta a un estado perenne y natural del mundo, como pueda darse en un cuadrodel Bosco, sino al estado que l presencia, a los delirios del mundo que hoy pareceestar furioso7. Sobre una base comn, Saavedra Fajardo denuncia las locuras deEuropa8. Pensemos que en el teatro documento de la ms plena significacinbarroca quien pone a la luz las cosas tal como en su desbarajuste moral y socialse muestran, es el gracioso, reiteradamente presentado como figura del loco:Qu loco a este loco excede?, pondera de uno de ellos Lope (Lo cierto por lodudoso)9. Sospechamos que cabe no menos referir a este aspecto de la visin delmundo la repulsiva prctica de servirse de bufones, empleada en la corte espaolacon ms desmesura que en parte alguna. Cualquiera que sea el eco que en tal usopueda guardarse todava de un antecedente clsico latino cabra entoncessostener que es una muestra de humanismo?, al modo que lo hallamos

    mencionado en el dilogo De constantia sapientis de Sneca (11.2-3), el gusto porlos bufones en el XVIIresulta de ver en ellos un cmico testimonio del disparate ydesconcierto del mundo. Semejantemente, los locos son tenidos, dir SaavedraFajardo (Empresa LXXII), por errores de la naturaleza. Ahora bien, ya este modode atencin a las rarezas naturales que el renacentista haba buscado por la vade indagacin de lo extico, revela una desviacin barroca. Para nosotros, no cabeduda de que, en cualquier caso, el tema se inscribe en el marco del tpico de lalocura del mundo y de los remedios a la melancola que aqulla provoca, tanacusada en los reyes espaoles por los desastres en que a toda hora estn sumidos.

    Barrionuevo propone a sus lectores esta consideracin general: todos somoslocos, los unos y los otros10; pero si Barrionuevo medita en esta forma, vemos en

    ella reflejada la raz ltima que inspira esa estimacin moral; el desorden eco-nmico, monetario, y, en fin de cuentas, social, que todo lo sacude a su alrededor.Hay una confusin general que afecta al mundo, pero en esa idea se traduce unaexperiencia histrica que todo lo desarregla en la poca del Barroco, cuyo desordenproviene en gran parte de esa base: todo es una confusin, dando con la cabezapor esas paredes, sin saber qu hacer ni acertar en nada. Mas, de dnde vieneeso?: todo vale a precios excesivos: la inflacin, he aqu el fantasma. Grave entoda Europa y, sobre toda medida, en Espaa, se trataba de un fenmeno quecircunstancialmente, en casos de asedio, de peste, de malas cosechas, etc., era yaconocido, pero nunca con la longitud de la curva que ofreca ni mucho menos con lasecuela de trastornos permanentes que provocaba por todas partes. Tal era una delas hondas causas de esa loca confusin: todo vale a precios excesivos, puedeaadir, por tanto, Barrionuevo, es una locura lo que pasa y lo que en materia deldinero cada da se ve11. Si a ello se aade los desgraciados sucesos de que a diariose tiene noticia y que un Pellicer, por su parte, recoge en sus Avisos se comprende

    5 Doctor Lpez de Villalobos, Los problemas del Doctor... BAE, XXVI, pg. 425.6 Oeuvres de Matburin Rgnier, Classiques. Garnier, Pars, pg. 189.7 El pasaje pertenece al escrito polmico Lince d Italia o zahori espaol, en Obras completas. Prosa, edicin deAsttana Marn, pg. 621.8 OC, edicin de Gonzlez Palencia, Madrid, 1946.9 En una comedia d Cubillo de Aragn, ya citada, leemos (pg. 135 de laedicin que utilizamos): De un loco, seor,qu esperas

    sino locuras iguales?

    En cierto modo, el seor lo lleva junto a s para ayudarse en habrselas con el mundo. No s de ningn estudio

    sobre el carcter social del gracioso. Obras:

    como la de Ch. D. Ley, El gracioso en el teatro de la pennsula (Madrid,1954), ms bien desorientan. El estudio famoso y sin duda ingenioso de Montesinos es totalmente asptico.

    10 Barrionuevo, Avisos, I (BAE, CCXXI, pg. 246).11 Ibid., pg. 58 y 74.

    2

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    3/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    que ste comente, en una fecha muy congruente para ello: no hay ms novedadconsiderable, ms de la confusin que se puede pensar traern todos estos sucesosconsigo12. Cuando el hombre del Barroco habla del mundo loco, traduce en esetpico toda una serie de experiencias concretas, A veces, el ruinoso desorden quese sufre es tal que se ha podido ver a las gentes, como en Andaluca, nos diceBarrionuevo, que andan por las calles como locos y embelesados, mirndose losunos a los otros, fuera de s por el golpe de la sinrazn cuyo peso soportan 13. Sin

    reducirnos a un estrecho determinismo econmico pensemos que un factor decisivoen desencadenar esa confusa locura del Barroco fue el sentimiento que revela laexclamacin de Barrionuevo: no hay hacienda segura14

    Un reflejo de esa locura del mundo se puede reconocer en el desconcierto querevelan muchos escritores acerca del tema de la felicidad. Esa desorientacin en untema fundamental para ordenar la vida, la observamos acusada en Saavedra Fa-jardo15, tanto como en Gracin16 y en aquellos moralistas que pueden estimarsems ajustadamente como testigos de su tiempo. En el fondo y por eso tocamoseste punto, ello deriva de la crisis que conmueve a la sociedad. El siglo XVIIconoceuna seria alteracin en las aspiraciones sociales de las gentes. Si, haciendo uso dela sencilla e ingeniosa frmula de Carlyle, decimos que la felicidad es el cociente

    que resulta de dividir el logro por la aspiracin17

    , es fcil concluir que, dado que elsiglo barroco se caracteriza por un desmedido incremento de las aspiracionessociales, el resultado ha de ser una generalmente disminucin sentida de lafelicidad. Estimndolo ya as, en alguno de sus primeros escritos, Quevedorelacionaba la locura del mundo en su tiempo con la desmesura de la pretensinque a todos impulsa a subir a ms18.

    Eso quiere decir que una manifestacin de tal locura consiste en el efecto deldesplazamiento que sufren los individuos en sus puestos habituales, sealados porla tradicional ordenacin del universo. El hecho a que nos referimos se juzga comoun general trastocamiento que pone las cosas de arriba abajo y viceversa. La obrade Jernimo de Mondragn Censura de la locura humana y excelencias de ella19 nos

    hace ver cmo la cuestin se ha deslizado, desde su inicial carcter erasmista hastael de un sentimiento de desconcierto ante el mundo de los hombres en el que loque sigue contando son sus puestos sociales hasta dejarlo del revs. Y nodejemos de relacionar este tema con ciertos aspectos del carcter conservador ytendencias inmovilistas de la poca que ya vimos.

    Tocamos con esto al otro gran tpico revitalizado por el Barroco: el del mundo alrevs. Es uno de los tpicos estudiados por E. R. Curtius, quien, a travs de losdatos que rene, cree ver, primeramente, un simple juego retrico de enunciacinde imposibles, para utilizarse luego Curtius recoge algn testimonio del Barrocoespaol como stira contra el presente20.

    Cabe suponer que la imagen del mundo al revs sea producto de una culturamarginal de los desposedos, esto es, de una contracultura popular. As ha sugeridoM. Bakhtin que hubiera que admitirlo para la Edad Media y para el Renacimiento21.

    12 Avisost ed. de! Semanario Erudito, XXXII, pg. 255.13 Avisos, II (B, CCXXII, pg. 5).14 Avisos, II (BAE, CCXXI, pg. 106). D ah la referencia una y otra vez repetida a las mltiples quiebras, fenmenobien claro de inestabilidad social.15 Repblica literaria, en OC, pg. 1.177.16 El criticn, edicin de Romera Navarro, III, pg. 369 y sigs.; cf. mi estudio Las bases antropolgicas delpensamiento de Gracin, recogido en mi vol. Estudios de historia del pensamiento espaol, serie III.17 Sartor resartus. Insisto en el intrs de estudiar un da nuestra sociedad del siglo XVII y sus grandes creacioneselteatro, la novela y la pintura- desde el plano de una sociologa de las aspiraciones.18 Genealoga de los modorros, que es una de las obras primerizas de Quevedo (1597), OC, pgs. 2 y sigs. A partir de

    la indicada fecha, pocos son los tpicos que alcanzan mayor difusin. En el captulo sobre el carcter conservador de lacultura barroca, daremos alguna referencia ms.19 Impreso en Lrida en 1598.20 Literatura europea y Edad Media latina, Mxico, 1955, pg. 143.21 Cf. su obra Voeuvre de Vrangois Rabelais et la culture populaire au Moyen ge et sous la Renaissance (trad.

    3

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    4/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    Yo lo veo ms bien, sobre todo cuando en el Barroco el tpico adquiere tal fuerza,como producto de la cultura de una sociedad en va de cambios, en la que lasalteraciones sufridas en su posicin y en su funcin por unos y otros grupos creanun sentimiento de inestabilidad, el cual se traduce en la visin de un tambaleantedesorden. Considerado as, sera resultado de una estimacin conservadora, o, talvez mejor, tradicional. No cabe duda de que el tema revela y as lo ha puesto enclaro Rousset respecto al Barroco francs22 un sentimiento de inestabilidad y

    mutabilidad. Pero si, ante la constatacin de que todo cambia, se juzga que todo enel mundo se encuentra tergiversado, es porque se piensa que existe una estructuraracional por debajo, cuya alteracin permite estimar la existencia de un desorden:si se puede hablar del mundo al revs es porque tiene un derecho. Sobre la base deesa estructura juegan los Discursos satricos y los Sueos de Quevedo.

    El Barroco espaol recoge el tpico, y probablemente a consecuencia de laintensa experiencia de crisis que durante l se vive, adquiere en su marco granrelieve. Todo corre al revs, nos advierte Luque Fajardo23, y a continuacin colocauna lista de ejemplos, entre los que predominan los que se relacionan con la vidasocial. Es hoy comn estilo del mundo, observa Surez de Figueroa, verseandando en todas sus partes al revs24. No hay cosa a derechas en el Mundo

    desde su entrada, escribe Fernndez de Ribera, todas las cosas en l andan alrevs25. Una de las obras ms interesantes de Quevedo, La hora de todos y lafortuna con seso26, contiene una elaboracin libre del tpico, en la que la ocurrenciadel autor est en presentar cmo seran las cosas en un mundo que se pusiera aandar al derecho Tirso escribe una comedia, La Repblica al revs, que por lomenos nos sirve para apreciar la popularidad del tema26 bis. Tambin es materia quepasa a la literatura vulgar de Avisos: todo anda al revs, hace observarBarrionuevo a sus lectores27. Aadamos que tambin la figura del gracioso es unagente de ese mundo invertido; soy el que dice al revs / todas las cosas quehabla, declara el correspondiente personaje en la comedia lopesca El mejoralcalde el rey. En general, estas referencias, en su contexto, nos permitirancomprobar, a nuestro parecer, un carcter conservador, como revela su presenciaen el P. Nieremberg28. No obstante, cuando llegamos al captulo que Gracin dedica

    al tema en El criticn29, nos hallamos con una crtica tan acerba que nos permiteinsistir en nuestro punto de vista de que Gracin como Saavedra Fajardoexponen una moral acomodaticia, de fondo discrepante, ms bien que conserva-dora. Siguiendo esa lnea, al perderse la creencia propia de grupos privilegiadosen el orden de una razn objetiva, mantenedora de justicia y armona, se pasara en los no privilegiados, cada vez intelectualmente ms disconformes a convertirel tpico del mundo al revs en una frmula de protesta social.

    Esa visin del mundo, que insistimos en considerar ligada a la conciencia decrisis, producira todava otra imagen o por lo menos la difusin y agravacin de lamisma utilizada por los escritores del Barroco; el mundo como confuso laberinto.

    francesa), Pars, 1970. No s si en este planteamiento ha influido la consideracin del ulterior destino del tpico, tandifundido popularmente hasta hace medio siglo, aunque sin ninguna connotacin protestataria. Hace poco H. Grant hadedicado un breve e interesante estudio al tema, que prueba su larga conservacin, reuniendo algunos datos, desdefuentes medievales y barrocas hasta las aucas catalanas ms recientes: El mundo al revs, en Hspanic studies inhonour of Josepb Manson, Oxford, 1972.22 Op. cit., pg. 26.23 Fiel desengao contra la ociosidad y los juegos, cit., t. II, pg. 81.24 El pasagero, pg. 66. En su obra Varias noticias importantes a la humana comunicacin, fol. 42, repite el tema: espropia condicin del mundo casi desde su principio guiarlo todo al revs, traerlo todo desfigurado.25 Mesn del mundo, edicin de Carlos Ptit Caro, Sevilla, 1946, pginas 26 y 29.

    26 Obras. Prosa, pgs. 267 y sigs. Cf. H. Ettinghausen, Francisco de Quevedo and the neostoic movement, OxfordUniversity Press, 1972, pgs. 76-77.

    26 bis

    .Tirso de Molina, Obras dramticas completas, t. 1, Madrid, 1969, pgs, 382 y sigs.

    27 Avisos, I (BAE, CCXXI, pg. 80).28 Epistolario, edicin de N. Alonso Corts, CC, Madrid.29 Libro primero, Crisi VI, ed. cit.; en la pg. 210 se concreta la frmula.

    4

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    5/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    Es sintomtico que constituyera ya el tpico ms repetido tal vez en elManierismo30. Ms tarde, en el momento central que nos interesa, Comeniusamonesta sobre el riesgo de perderse en el laberinto del mundo, sobre todo talcomo est organizado al presente en cuyas palabras resalta el nexo que en supensamiento se establece con una situacin concreta y actual, desde la cualderivaba, como tenemos que aceptarla, toda la fuerza del tpico en el XVII 31.Comenius dedic todo un libro al tema: Laberinto del mundo y paraso del alma.

    Chlup y Patocka, que han presentado recientemente una interesante antologa delautor, comentan: el Laberinto expresa la situacin de una sociedad profundamentesacudida. La obra contiene, bajo forma alegrica, una crtica de la sociedadhumana, tal como sta aparecer a Comenius: un peregrino que desea recorrer elmundo para dilucidar su vocacin, observa todas las condiciones y profesioneshumanas; por todas partes ve reinar las falsas apariencias y el desorden 32. De lasandanzas de personajes picarescos o gracianescos se podra decir algo muyparecido, en la esfera de la literatura espaola.

    En las letras espaolas, el tema del laberinto se encuentra en Gngora y enotros muchos. V. Bodini ha puesto en claro cmo pertenece a la estructurafundamental de La vida es sueo33. De este laberinto del mundo habla Francisco

    Santos34

    , y Enrquez Gmez nos propone imaginar que el mundo es un laberintoencantado35 .

    Todava nos encontramos con otro tpico similar: el de la gran plaza en la quetodos revueltamente se renen y a la que tiene que acudir el peregrino deComenius36. A esa plaza universal del mundo, en la que toda su confusin seinscribe, acuden tambin los caminantes de Gracin37. Surez de Figueroa empleaesa imagen para uno de sus libros38. Y en las Cartas de Almansa se dice que laCorte es como plaza del mundo, por cuya razn cuanto en l pasa se sabe 39.

    Tambin en Quevedo se encuentra el tema40. Estn tan obviamente emparentadosestos semblantes de la realidad del momento con los que precedentemente hemosmencionado, que no necesitamos aadir nada ms.

    Con ms fuerza se expresa una idea similar a la anterior en la imagen del mundocomo mesn, de que algunos se sirven y que Fernndez de Ribera despliega entodo un libro41: casa de locos, mesn del mundo, ste es una profana hostera delhombre; en el ir y venir de las gentes que se renen en una posada, en labrevedad de su paso por ella, en la variedad y confusin de cuantos pueblanaqulla, en las mentiras y engaos de que est llena, en su desorden, la imagenviene a ser muy convenientemente adecuada para darnos la versin del mundo enque nuestra existencia se contiene: Es la vida humana un Mesn donde el sabio esperegrino para detenerse, pero tambin es lugar donde se aprenden todas lastretas, engaos o tambin recursos para defenderse de los dems segn la visin

    barroca del hombre que a continuacin vamos a considerar. Universidad depasajeros cursantes desta vida, lo llama Fernndez de Ribera42. Recordemos que

    30 G, R. Hocke, El Manierismo en el arte europeo, Madrid, 1961. Muchas de las referencias que el autor da caen delleno en el Barroco.31 Jean Amos Comenius, Pars, 1957, pg. 42 (antologa publicada con una introduccin de J. Piaget). El pasaje citadocorresponde a la obra que citamos a continuacin en el texto.

    32 Ibid., pg, 39.

    33 Segni e simbli nella Vida es sueoyBari, 1968.34 Da y noche de Madrid, BAE, XXXIII, pg. 399.35 BAE, XLII, pg. 364.36 Antologa citada, pg. 48; el pasaje corresponde al Laberinto del mundo.37 El criticn, II, pg. 10,38 Plaza universal de todas ciencias y artes, Perpin, 1630.39 Carta IX (16 noviembre 1622), ed. cit., pg. 139.40 La estructura de los Sueos y de los Discursos satricos responde adems a esta idea.

    41 Cf. Mesn del mundo, cit. Segn noticia de Rennert (The Spanish stage in the time of Lope de Vega, 1909;reimpresin de Nueva York, si. pg. 310), la compaa de Riquelme represent en Sevilla un auto titulado El mesn delalma, que seguramente alguna relacin tendra con el tpico aqu considerado y que demuestra su enraizamiento en unmedio tan barroco como el sevillano.42 Cf. textos citados en Prlogo y pg. 37.

    5

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    6/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    en La picara Justina, Lpez de Ubeda nos dice del mesn, centro idneo para la vidaperegrina y picaresca, que es universidad del mundo43, lugar de aprendizaje parala lucha de la vida, en la concepcin del pesimismo barroco44. Quevedo recoge eltema: venta del mundo, que, sin embargo, no es de temer cuando se sigue elcamino recto45.

    El mundo es malo. Guerras, hambres y pestes, crueldades, violencias y engaos,dominan la sociedad de los hombres y amenazan por todas partes. En el papelannimo uno entre tantos que J. M. Barnadas ha dado a conocer, y del que yahemos hablado en captulo anterior, se alude a las muchas aflicciones(latrocinios, injusticias) que se soportan, se reconoce que no le ser fcil al reyevitar que no haya muchos desrdenes y daos, a que la necesidad obliga46, unavisin pesimista ligada a las penosas experiencias de un amenazador presente.Qu quiere usted se pregunta F. Santos que sea el mundo ms de trabajos,sustos y aflicciones?47. Terrible avenida de maldades se ha esparcido por elmundo, advierte Surez de Figueroa48. Pero al hombre del Barroco, por ms que,bien en los llamativos tonos de Quevedo, bien en el fatigoso sermonear del P.Nieremberg, se le predique una renuncia asctica, no se le puede pedir limitarse aesta ltima actitud. Entre la Edad Media y l queda la imborrable etapa

    renacentista, con su experiencia de auge, de crecimiento. Es ms, el malestar quese sufre ya hemos dicho que se reconoce proceder de una desorbitada expansinde las aspiraciones. Sin duda, el Barroco, y no slo el siglo XVII, es trgico, contra loque sostiene Mopurgo. La lista de obras negras que pudiera hacerse en arte y enliteratura sera copiossima. Ms negra an y ms larga la de tantos hechosdolorosos en la vida poltica y en la economa. Pero, para satisfaccin de los pocosque se libraban de los males y para aturdimiento de los que pudieran protestargravemente de stos, el Barroco es tambin la poca de la fiesta y del brillo. Esteotro cariz se pone de manifiesto en las ocasiones en que se produce en arte, enliteratura, en poltica, en la guerra una aproximacin a la Iglesia, a la monarqua,a los ms altos seores, etc., contraste que pertenece al tipo de los que seobservan en el fondo de la obra barroca. Este otro semblante se encarga dereflejarlo, especialmente Lope, en menor medida Gngora, aunque ni en uno ni en

    otro falten momentos de desaliento. El carcter de fiesta que el Barroco ofrece noelimina el fondo de acritud y de melancola, de pesimismo y desengao, como nosdemuestra la obra de un Caldern. Pero si se ha de partir de la experiencia penosade un estado de crisis, como venimos diciendo, y el Barroco la ha de reflejar,tambin, no menos obligadamente, a fin de atraer a las fatigadas masas ypromover su adhesin a los valores y personas que se le sealan, esos otrosaspectos refulgentes y triunfalistas tienen que ser cultivados. Hablaremos de estaotra cara en posterior captulo. Digamos aqu que el Barroco vive estacontradiccin, relacionndola con su no menos contradictoria experiencia delmundo la cual suscitar las imgenes que acabamos de ver, bajo la forma deuna extremada polarizacin en risa y llanto. Quevedo nos proporciona, en suspoemas especialmente, muchos ejemplos de ella. El tema del alternante ycontrapuesto resultado de la risa y el llanto ante el mundo se simboliza en lasfiguras de Demcrito y Herclito: que de dos tan ejemplares filsofos, como estimanlos escritores del XVII, opuestamente ra el uno y llore el otro ante la contemplacinde la vida y de las cosas que en ella se nos dan, viene a ser prueba palmaria de sudesconcierto49. Antonio Lpez de Vega escribi sobre el tema todo un farragosovolumen50; lo trat tambin en algunas de sus poesas Enrquez Gmez, y Surez deFigueroa le dedic unos folios de sus Varias noticias importantes a la humana comu-

    43 BAE, XXXIII, pg. 69.44 En Pascal, el hombre conoce al mundo, de ce petit cachot ou il se trouve log; y precisar a continuacin a quse refiere: fentends Tunivers, Penses, I, pg. 22.45 El sueo del Infierno, en Obras completas: Prosa, pg. 173. El tpico del mesnescultivado por los que hacenliteratura picaresca, muy especialmente, o por aquellos que, con pretensin condenatoria, escriben literatura contra lasmalas tretas.46 Barnadas ha editado el documento como apndice de su artculo Re* sonancias andaluzas de la decadencia, yacitado.

    47 Da y noche de Madrid, BAE, XXXIII, pg. 434.48 Varias noticias,.., fol. 1 v.49 Cf. M. Z. Hafter, Gradan and Perfection, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1966, pgs. 78 y sigs., dondeda brevemente muchas referencias.50 Herclito y Demcrito de nuestro siglo, Madrid, 1612; vuelto a publicar en 1641.

    6

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    7/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    nicacin.

    Salvo en los casos excepcionales que cumplen la funcin de presentar el ladoatrayente del sistema que se trata de mantener, hacia el cual se busca mover laadhesin de las gentes, a los escritores barrocos pudiera atriburseles como unjoven investigador, Fonquerne, dice de Cspedes su creacin de un universo,

    grandioso en muchos aspectos, pero casi siempre hostil, dominado por la fatalidad ylas fuerzas ocultas51. Dentro de ese universo hallamos cobijada a toda criaturavariable, frgil, dramtica, esa criatura incierta y flotante, como la llamara Pascal,el hombre al que de pronto, como al Andrenio de la obra gracianesca, le aconteceverse puesto en el mundo, teniendo que hacerse en l y teniendo a la vez queconseguir hacer del mundo un sostn seguro en que apoyarse. Tambin el peregrinode Comenius, como su pariente el de Gracin, al resolver entrar en el mundoviajar por el mundo y adquirir experiencia se pregunta, sobre l, si existealguna cosa sobre la cual pueda fundarse con certeza52. Pasajes de Pascalexpresan con fuerte dramatismo este estado de nimo, alguno de los cuales ya lohemos mencionado53. Con elegantes versos da cuenta Juan de Arguijo de su internoestado de inseguridad54:

    Busca sin fruto, entre la niebla oscura que cerca a la razn, mi pensamiento segurasenda que sus pasos gue...

    Conectando el aspecto de vacilante duda que el problema de la incertidumbresugiere, con el de la desconfianza sobre las relaciones entre los individuos, Surezde Figueroa nos hace reparar en que incierta y casi imposible de inquirir es lacondicin humana por las desigualdades de su inclinacin y ambages de suproceder55. Con ello, el tema alcanza quiz su ms plena versin barroca, seaparta de un planteamiento cientfico cartesiano, para mantenerse en la lnea deuna moral, dubitante en sus aplicaciones, derivada de una antropologa proble-mtica,

    Pero antes de pasar a ocuparnos de la paralela concepcin del hombre que secorresponde a esa concepcin del mundo, hemos de referirnos a otros aspectos deste que, ms que conferirle una condicin bifronte, hacen de l lo que la doctrinallamar un mixto, en lugar de un mero compuesto. En lo mixto nos diceRicardo del Turia las partes pierden su forma y hacen una tercera materia muydiferente, y en lo compuesto cada parte se conserva ella misma como antes era, sinalterarse ni mudarse56. Pues bien, si el mundo es malo y adverso, puede tenertambin manifestaciones de bueno y favorable, no porque de un lado sea una cosay de otro la contraria, sino porque de una misma cualidad pueden sacarse efectosmuy diversos. No hay aspectos pesimistas y otros optimistas. Ms bien habra que

    decir que, mediante un adecuado ajuste a los aspectos pesimistas, se puedenobtener resultados favorables.

    De esa interna condicin de mixto derivara la consecuencia de inseguridad,de incerteza, con que el hombre se halla siempre en sus relaciones con aqul. Locual a su vez procede de que en su ntima contextura el mundo no es un ser hecho,terminado y en reposo, sino que posee una consistencia empleo esta palabra

    51 En el estudio preliminar a su edicin de las Historias ejemplares y peregrinas de Cspedes y Meneses, Madrid,1970, pgs. 47-48.52 Antologa citada, pg. 43.

    53 Penses, I, pg. 26.54 Silva que lleva el nm. LXVII en la edicin de S. B. Vranich, que es la que utilizamos (Madrid, 1972).

    55 Prlogo a sus Varias noticias... cit.56 Apologtico de las comedias espaolas, en Poetas dramticos valencianos, edicin de Julia Martnez, Madrid, 1929,t. I, pg. 623. Ricardo del Turia expone la referida distincin para sostener que a la tragicomedia le corresponde lacalidad de un ser mixto, lo que nos hace comprender su adecuacin para expresar, en la mentalidad barroca, lacompleja mixtura de la realidad.

    7

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    8/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    en el sentido de Ortega dinmica, inestable, contradictoria. El mundo es unalucha de opuestos, el lugar en que se trama la ms compleja red de oposiciones.Esto le imprime su movimiento y le asegura su conservacin:

    ... si todo en las cosas naturales

    con la oposicin se aumenta,

    como dice Caldern (Saber del mal y del bien). Del hombre, como del mundo nosdice Surez de Figueroa, es fuerza que, as como todo lo que tiene movimiento enel globo universal, viene a ser mantenido por concordante discordia57.

    Por eso, sirvindose de las reservas de conservadurismo que toda solucinplatonizante encierra, la mente barroca, por encima de guerras y muertes, deengaos y crueldades, de miseria y dolor, afirmar una ltima concordancia de losms opuestos elementos, no porque elimine todos aquellos males, sino porque los

    adapte recprocamente, como a ellos se adapta el hombre. Por eso, en fin decuentas, todo comportamiento barroco es una moral de acomodacin y la moralprovisional cartesiana es una moral barroca en cuanto participa de tal carcter.Nostre vie est compose, comme Farmonie de Tunivers, de choses contraires,asegura Montaigne58, y hay que reconocer que, desde los manieristas hasta losbarrocos, los cuales, unos y otros, se sienten con mayor o menor fuerza sacudidosconvulsivamente por la crisis econmica y moral que todo lo hace oscilar, laapelacin a esa frmula de armona de contrarios enmascara, aun sin pretenderlo,la amenaza a la ordenacin conservadora de la sociedad que se ve perturbada. Poreso hay diferencias en esa afirmacin de la armona: para unos (Lope) es unamanifestacin eterna del orden que se ha de mantener; para otros es una meraafirmacin de movimiento, por tanto, de dinamismo renovador, que se produce delimpulso de oposiciones. Me estaba contemplando dice Gracin esta armonatan plausible de todo el Universo, compuesta de una extraa contrariedad quesegn es grande no parece haba de poder mantenerse el mundo un solo da: estome tena suspenso, porque, a quien no pasmar de ver un concierto tan extrao,compuesto de oposiciones? As es, respondi Critilo, que todo este Universo secompone de contrarios y se concierta de desconciertos 59. Observemos, con todo,en el anterior pasaje gracianesco, que es el sabio quien convierte la referencia a laoposicin en la de desconcierto, acentuando la confusin como estadoobservable; por otra parte, uno y otro, los dos dialogantes personajes gracianescos,coinciden en recalcar el gran volumen de las internas tensiones, la gran parte de lacontrariedad que no se elimina, sino sobre la que el Barroco impone sus formas deacomodacin.

    En las pginas que siguen nos encontraremos con textos semejantes al queacabamos de recoger, aunque dejemos aparte los muchos que pudiramos traer acolacin de Lope tan imbuido, dado su carcter conservador, de platonismopopular. A veces nos encontramos con manifestaciones muy curiosas de estadoctrina de la inestabilidad, aplicadas a explicar los ms extraos problemasfsicos60. En medio de este mundo, pues, contradictorio, incierto, engaoso,radicalmente inseguro, se halla instalado el hombre y tiene que desenvolver eldrama de su historia. En este teatro, tan ceido de contrarios, tan adornado de

    57 Varias noticias..., fol. 11.58 Essais, cit., III, xiii, pg. 216.59 El criticn, I, ni, pg. 137.60 En el escritor de materias econmicas Jos de la Vega, leemos este prrafo: pasman los ignorantes de quehirviendo un vaso de agua al fuego, no se caliente el fondo del vaso; mas si supiessen la continua guerra que exercitanen esta vida... los contrarios, trocaran en satisfacciones los assombros. La obra de Jos de la Vega, dedicada a explicarlo que son las acciones con que se forma el capital de cierto tipo de sociedades, lleva este muy barroco ttulo (comobarroco es el libro entero): Confusin de confusiones, Amsterdam, 1688 (reimpresin en facsmil, Madrid, 1958), pg.124.

    8

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    9/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    opuestos, ven recprocamente los mortales representar sus acciones61.

    Al tenerse que preguntar, con ms dramatismo que en otros momentos, sobre elentorno de su existencia, por cuanto la siente amenazada crticamente, el hombredel Barroco adquiere su saber del mundo, su experiencia dolorosa, pesimista,acerca de lo que el mundo es, pero tambin constata, con simultaneidad

    tragicmica, que, aprendiendo las manipulaciones de un hbil juego, puedeapuntarse resultados positivos. De la nocin de esa polivalente mixtura del mundo,saca los elementos para construir su propia figura (aunque estemos ms dispuestosa pensar que, en el fondo de la cuestin, fuera su dolorosa y varia experienciapersonal de los dems hombres y de s mismo la que lo llevara a construirse lavisin del mundo ante la que se instalara).

    Parece fcil de reconocer una conexin inmediata y directa entre el carcterconflictivo de la poca barroca y el pesimismo sobre el mundo y sobre el hombre ensociedad, que en aqulla se expresa en toda ocasin. sta es una situacin histricageneral, en los trminos que hemos expuesto, los cuales, como vamos a comprobara continuacin, son de paralela aplicacin a la concepcin del hombre. Sostener que

    el pesimismo de Mateo Alemn, en el Guzmn de Alfarache, proviene de su calidadde converso, es montar una hiptesis innecesaria, como pudiera serlo la deconsiderar, en cualquier otro caso, que su origen se hallaba, por ejemplo, en un malfuncionamiento del hgado del autor en cuestin. En historia, como en ciencia, hayque atenerse a la interpretacin que resulte ms generalmente necesaria, de msamplia validez. Pues bien, el pesimismo sobre el mundo y el hombre, superable, o,mejor, compensable, en ltimo trmino, por la religin, por la educacin, por laintervencin oportuna y adecuada del propio hombre, es la actitud mental de loseuropeos en el siglo XVII, en lo cual los espaoles no son excepcin.

    El hombre, segn se piensa en el XVII, es un individuo en lucha, con toda lacomitiva de males que a la lucha acompaan, con los posibles aprovechamientostambin que el dolor lleva tras s, ms o menos ocultos. En primer lugar, se encuen-tra el individuo en combate interno consigo mismo, de donde nacen tantasinquietudes, cuidados y hasta violencias que, desde su interior, irrumpen fuera y seproyectan en sus relaciones con el mundo y con los dems hombres. El hombre esun ser agnico, en lucha dentro de s, como nos revelan tantos soliloquios detragedias de Shakespeare, de Racine, de Caldern. En la mentalidad formada por elprotestantismo se da, no menos que en los catlicos que siguen la doctrina deldecreto tridentino de justificatione, la presencia de ese elemento agnico en lavida interna del hombre62. La vida del hombre es guerra consigo mismo, dirQuevedo. Sguese no ser otra cosa nuestra vida que una continua y perpetuaguerra, sin gnero de tregua o paz, escribir tambin Surez de Figueroa63.Estamos ante una visin de apariencia asctica que se extiende por toda Europa,

    pero que se desplaza hacia una afirmacin del dominio sobre el mundo as enGracin y en otros.

    Pero, adems, los movimientos de oposicin poltica, las rebeldas yconspiraciones, y, sobre todo, el hecho nuevo de que la guerra se haya constituidoen un modo general y persistente de relacionarse los pueblos, suscitan unaconcepcin del hombre como sujeto en perenne y constitutiva pugna con sussemejantes. Por eso ser posible, en dependencia estrecha con la situacin moraldel tiempo, determinante de las concretas circunstancias de crisis hoy tanconocidas, que en el segundo cuarto, aproximadamente, del siglo barroco seproduzca un hecho curioso, un fenmeno literario pequeo si se quiere, mas muysignificativo; un verso de Plauto que durante siglos se haba ledo sin llamar

    demasiado la atencin o, en todo caso, levantando respuestas de contraria

    61 Surez de Figueroa, Varias noticias fol 9.62 Cf. mi Teora espaola del Estado en el siglo XVII, Madrid, 1944.63 El pasagero, pg. 360.

    9

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    10/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    opinin64se convierte ahora en un tpico aceptado, en un aforismo que rueda demano en mano, porque en l encuentra expresin un vivo sentimiento de la poca.Nos referimos a una frase acerca del carcter agresivo que, a consecuencia delpesimismo ya dicho, se imputa al ser humano: homo homini lupus. Escribe sobreello Luque Fajardo: como deca un predicador discreto, explicando el proverbioantiguo [homo homini lupus]: el hombre contra el hombre es lobo; bastaba decir: elhombre contra el hombre es hombre y quedaba bien encarecido, porque no tiene el

    hombre mayor contrario que al mismo hombre65

    . Cindose a la formulacinaforstica circulante, Hernando de Villarreal hace suya la sentencia: los mismoshombres son lobos unos para otros66. Slo ha podido ser, por tanto, una malainformacin de los historiadores la razn de que tal pensamiento haya podidorepetirse una y otra vez como identificacin del singular pesimismo de Hobbes. Esms, en el ao mismo en que se publica el Leviathan (1651), aparece tambin laprimera parte de El criticn, y en ella Gracin afirma que, entre los hombres, cadauno es lobo para el otro67. Est claro, pues, que se trata de un modo de pensarcomn a la Europa barroca, el cual alcanza una formulacin sentenciosa por suestrecho ajuste a ese pensamiento. Con la vulgaridad con que estn habituados aexpresarse ante su pblico, un jesuita escribir en carta particular (13 de octubrede 1637): la poltica de Satans reina en el mundo68. As traduce l la experienciade artera lucha general con que contempla desenvolverse en la poca la

    coexistencia frecuentemente, dentro de un reino, y, ms an, de los mismosreinos entre s, cuyas maneras de conducirse son imputables a los hombres y a sucondicin.

    La denuncia de las malas cualidades del ser humano, que oscila entre sealar suegosmo69, su malignidad o su depravacin, tal vez nunca se ha difundido tantocomo en el XVII, y si en algunos casos se escucha el eco arcaizante del tema medie-val y asctico del de contemptu mundi como preparacin a una disciplinareligiosa, en el siglo barroco se observa comnmente en la materia un considerablegrado de secularizacin que hace que de la prctica de la desconfianza ante elmundo y el hombre, todos procuren sacar las convenientes artes para vencerlos enprovecho propio. Por eso, no es en moralistas y escritores religiosos en quienes se

    encuentran esas frases contra la agresiva o perversa condicin del hombre, sino enquienes escriben acerca de los modos de instalarse y comportarse con los dems eincluso, simplemente, en quienes hacen literatura la cual constituye un pastoimprescindible en la sociedad barroca, esto es: novelistas, poetas, autores demiscelneas (que hoy llamaramos ensayistas) y tambin, aunque tal vez en menormedida, en autores teatrales.

    Importa que recojamos aqu algunos testimonios ms aparte de los que, pormuy conocidos, dejemos de lado, porque la difusin del tema es un dato esencialpara comprender su papel decisivo en la formacin y sentido de la cultura barroca.No utilizaremos escritores de asctica, como Nieremberg, ni tampoco los pasajes,que damos por incorporados aqu, de M. Alemn, Quevedo, Gracin, o algn otro,tan difundidos. Recordemos otros textos, como el de Anastasio P. de Ribera: el mscomn enemigo de un hombre es otro70. Un poeta, que nos interesa mucho por laprecisin con que responde a la mentalidad del tiempo, Gabriel de Bocngel, escri-be palabras muy similares: que se considere la sentencia del otro Filsofo quedeca no ver ms contrario animal al hombre que el hombre71. Con los poetas

    64 Cf., por ejemplo, la de L. Vives, y, mucho ms directamente, la de Vitoria, en mi obra Carlos V y el pensamientopoltico del Renacimiento, Madrid, 1958.65 Vol. II, pgs. 30-31.

    66 Citado por Azorn, en El pasado, Madrid, 1955, pg. 77.67 El criticn, I, pg. 148, de la edicin de Romera Navarro. Comentamos este pasaje en mi artculo sobre Las basesantropolgicas del pensamiento de Gracin, ya citado.68 Cartas de jesuitas (13 octubre 1637), MHE, XIV, pg. 223.69 Cellorigo, en su mencionado Memorial, hace este comentario con ocasin de la epidemia que se sufri enValladolid: Hase descubierto mucho en Espaa el poco amparo que de parte de los lugares sanos han tenido los en-fermos (fol. 7). Probablemente el miedo insuperable que cay sobre las gentes, con. motivo de las peste9 que azotaranal siglo XVII, est en la base de las caractersticas del barroco que venimos exponiendo.70 Obras, edicin de R. de Balbn, Madrid, 1944, t. II, pg. 47. El texto corresponde a un vejamen en la Academia deMadrid, lugar y ocasin bien representativos de la sociedad barroca.

    71 Este fragmento pertenece a sus Prosas diversas, en sus Obras, edicin de Bentez Claros, Madrid, 1946, t. I, pg.141.

    10

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    11/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    coincidir un poltico, Saavedra Fajardo, quien, al constatar que el hombre esdaoso para s y para los dems, establecer la comn conclusin de suscontemporneos: ningn enemigo mayor del hombre que el hombre72. Uneconomista llega a alcanzar los tonos ms severos; en efecto, lvarez Ossorio juzgacon gran dolor que el hombre solicite la ruina del hombre, ponderando quin sepudo librar de un enemigo de tantas fuerzas, enemigo declarado suyo, cuyamaliciosa naturaleza hace que unos a otros se persigan como lobos y tigres

    ferocsimos73

    .

    Estos testimonios denuncian la agresividad y violencia del ser humano que, enprimer plano, pone de relieve el pesimismo con que se le contempla. Violenciapblica, social, en las guerras, en las prcticas penales de la poca, en loshomicidios, robos y dems desafueros que se cometen a diario; violencia en lasrelaciones privadas, interindividuales: los noticieros del tiempo nos refieren el casodel brutal castigo propinado por la marquesa de Caete a tres criadas suyas casosas explican el frecuentemente denunciado odio de los criados hacia los amos,hasta el punto de que el rey hizo prender al marqus y a la marquesa, se lesconden a una fuerte multa y se les desterr de la Corte durante algn tiempo. Lorefieren las Noticias de Madrid (1621-1627), con referencia al ao 1622, y es un

    repugnante espectculo que coincide con tantos que se narran en la novelstica delmomento. Esos sentimientos de violencia y agresividad, tan caractersticos delmundo barroco, es algo que deriva de una raz que est por debajo: una naturalezade mala condicin que obliga a precaverse de ella misma. Montaigne, tras echar lacuenta de los sentimientos de ambicin, envidia, supersticin, venganza, crueldad,qu anidan en el interior del hombre, sentencia: notre tre est ciment de qualitsmaladives74. Una afirmacin de este tipo constituye base para muchas de lasconstrucciones de la cultura barroca. Su eco se escucha por todas partes. JernimoYez de Alcal le hace decir a su personajeque tan fiel a la realidad social de sutiempo se mantiene en tantos de sus comentarios: est ya tan depravada lanaturaleza y condicin de los hombres...75. Francisco Santos pide al ser humano leperdone, porque, nos dice, obligadamente, le he de comparar al puerco76.

    Se comprende, a pesar del esplendor que contempla en torno, que un Moliere nodude en aumentar, mirando a sus semejantes con ojos preparados por tinasensibilidad barroca, la lista de los cargos que a aqullos se les hacen:

    Je ne trouve par tout que lche flatterie, Quinjustice, intrt, trahison, fourberie.

    Que una declaracin as puede estar prejuzgada por venir hecha desde elplanteamiento propio de Le misanthrope? Pero Moliere, al hablar en los mismostrminos, nos advertir de que tales defectos y males pertenecen con tan ntimo

    lazo a la naturaleza humana que son inextinguibles y no hay por qu sorprendersede ellos. Resumiendo su sentimiento de pesimismo y acomodacin, en la citadapieza nos dir:

    Et mon esprit enfin nest pas plus offens De voir un homme fourbe, injuste,intrss,

    Que de voir des vautours affams de carnage,

    72 Empresa XLVI, pg. 378.

    73 Extensin poltica y econmica, en las Obras de A. Ossorio, edicin de Campomanes, Apndice I al Discurso sobre laeducacin popular, pg. 8,74 Essats, III, i, pg. 8.75 BAE, XVIII, pg. 533.76 Op. cit.ypg. 408.

    11

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    12/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    De singes malfaisants et des loups pleins de rage 77.

    Con estos elementos se teje el lienzo de fondo sobre el cual el escritor barrocopintar la figura de los comportamientos del sujeto humano. Vena a ser anunciadorde la actitud que se cerna sobre la centuria inmediata, el hecho de que, en 1593,Guilln de Castro pronunciara, ante la Academia de los Nocturnos, de Valencia, un

    Discurso contra la confianza que le haba sido encargado por aqulla circunstancia, esta ltima, que aumenta el valor social del dato. En las pginas deese escrito amonesta el autor contra las calamidades que ha trado al mundo laconfianza en los dems y la ponzoa que puede guardar la confianza en s mismo78.De una poca que, sin duda, lo que quiere es escuchar una estimacin de ese tipoaun descontando lo que puede haber de gusto por la paradoja (lo que es ya unfactor del problema), podemos esperar que cundan las llamadas para precaversey defenderse. Un autor embebido de barroquismo madrileo, Lin y Verdugo,advertir que es el hombre, de su naturaleza, terrible, cauteloso, sagaz, amigo desu provecho, deseoso de conservarse a menos costa y trabajo suyo 79. Parece queLin est viendo a unos y otros individuos, tras las esquinas de las calles deMadrid, acecharse recprocamente, para caer sobre el que va desprevenido.Barrionuevo recoge ese comentario general y lo advierte a su pblico: en todas

    partes est la malicia en su punto y todos tratan de engaarse unos a otros80

    .

    Efectivamente, ese ser agnico y en el fondo solitario, lanzado, por la inspiracinde un principio de egosmo y conservacin, a la lucha en todos los momentos, es elhombre en acecho, tal como lo concibe la mentalidad barroca. Todos vivimos enasechanza los unos de los otros, escribe M. Alemn81. Algo muy parecido a lo queobservar Saavedra Fajardo: se arman de artes unos contra otros y viven todos enperpetuas desconfianzas y recelos82. Por eso, en la magna obra de Gracin, Critilole dir a Andrenio que su enseanza va dirigida para que abras los ojos y vivassiempre alerta entre enemigos83. Un estudio lexicogrfico sobre el Barroco quees de lamentar est por hacer pondra seguramente de relieve unos ndicesaltsimos en el empleo de palabras tales como acecho, cautela, desconfianza, etc.,

    de lo cual vino a ser un bien orientado anuncio el discurso de Guilln de Castro queacabamos de recordar.

    Hemos hablado en captulo anterior de la violencia subversiva, insurreccional aveces, que era alimentada por la situacin de crisis del siglo XVII, en toda Europa.Ahora contemplamos el fenmeno de la violencia por una cara muy diferente: laexpansin de sentimientos de tal carcter, los cuales se dieron tambin en todos lospueblos de Europa, pero que en Espaa presentaron quiz particular virulencia.Esos sentimientos no slo son tolerados, sino con mucha frecuencia fomentados porlos mismos rganos del poder, tal vez para ambientar la aplicacin de sus propiasmedidas represivas, pero ms bien, a nuestro entender, para excitar las pasiones de

    las masas, a las que se diriga y en las que se apoyaba, a fin de hacer ms cerradasu adhesin, ms ciega su obediencia y su aceptacin de una poltica, ms enrgicasu intervencin cuando hubiera que acudir a ellas, en caso de guerra interna oexterna.

    El tremendismo, la violencia, la crueldad, que con tanta frecuencia semanifiestan en las obras de arte del Barroco, vienen de la raz de esa concepcin

    77 Le misanthrope, acto I, escena 1.a. Anlogamente, escribe La Bruyre: Ne nous emportons point contre leshommes en voyant leur duret, leur ingra- titude, leitr injustice, leur fiert, lamour deux-mmes et loubli des mitres;ils sont ainsi faits, cest leur nature, cest ne pouvoir supporter que la pierre tombe ou que le feu sl&ve, Lescaracteres, cit, pg. 201.78 Obras de don Gaspar de Castro y Bettits, edicin de Juli Martnez, Madrid, 1927, t. III, pgs. 573 y sigs.79 Gua y avisos de forasteros que vienen a la Corte, Aviso VI, en Costumbristas espaoles edicin de Correa Caldernt. I, pg. 91.80 Avisos, I (BAE, CCXXI, pg. 138).81 Guzmn de Alfarache, I, II, 4, edicin de S. Gil Gaya, CC, t. II, pgs. 53-54.82 Empresa XLIII, pg. 369.83 Ed. cit., t. I, pg. 172.

    12

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    13/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    pesimista del hombre y del mundo que hemos expuesto, y a su vez la refuerzan. Elgusto por la truculencia sangrienta se observa en muchas obras francesas,italianas, espaolas, y slo una lamentable mala informacin o, peor an, undeseo inconfesado y criticable de querer continuar mal informados puedeatribuirla a la influencia del carcter de uno u otro pas, siendo as que es un datocomn, peculiar de la situacin histrica del Barroco en toda Europa84. A lostestimonios de las novelas picarescas de Castillo Solrzano se corresponden los de

    la picaresca alemana de Grimmelshausen. Para Mara de Zayas es el de la crueldadpoco menos que un aspecto obsesivo en su enfrentamiento con el otro sexo: encuanto a la crueldad, no hay duda de que est asentada en el corazn del hombre yesto nace de la dureza de l85. Probablemente, la violencia real no fue mayor en elXVII que en otras pocas anteriores, no menos duras, pero s fue ms aguda laconciencia de la violencia y hasta la aceptacin del hecho de la misma, que lleg ainspirar una esttica de la crueldad. Una carta de un jesuita (27 de mayo de 1634)relata el caso de uno a quien ahorcan, como un suceso de risa 86. Pocos testimoniostienen la fuerza de aquel en que un fray Gernimo de la Concepcin nos descubre ydescribe un sentimiento propio: se refiere a las almadrabas de la costa de Cdiz,adonde eran llevados miles de atunes para matarlos, trocearlos y salarlos, en cuyaocasin se poda contemplar el espectculo brutal de la brega de los animales conlos jabegueros u obreros empleados en degollarlos al ser saciados del agua, y ante

    tal espectculo, comenta el mencionado fraile con toda sinceridad: Es tan gustosoel entretenimiento, ya por la fuerza de los brutos, ya por la variedad de los arponesy redes con que los prenden y matan, ya por lo ensangrentado que suelen dejar elmar, que no hay fiesta de toros que le iguale87. Es difcil hallar pasajeparangonable de gusto barroco, ante un espectculo de sanguinaria crueldad. Nocabe duda de que el espectculo, popularmente mantenido, desenvuelto ante lasmasas, de la violencia, del dolor, de la sangre, de la muerte, fue utilizado por losdominantes y sus colaboradores en el Barroco, para conservar atemorizadas a lasgentes y de esa manera lograr ms eficazmente su sujecin a un rgimenintegrador. El cronista Len Pinelo nos cuenta un ejemplo de esa pedagoga barrocade la violencia que no necesita comentario: con motivo de la visita a Madrid delprncipe de Gales, el arzobispo, como accin propiciatoria del buen resultado de lasnegociaciones y para ensear al pueblo cmo se haban de procurar los asuntos de

    este mundo, pidi a las diferentes rdenes religiosas salieran en la procesin delViernes Santo con algunas mortificaciones exteriores decentes (1623); y he aqula narracin que de ellas hace el cronista madrileo: Salieron los Descalzos de SanGil y de San Bernardino, juntos, de la Orden de San Francisco; luego, losMercedarios Descalzos de Santa Brbara, los Agustinos Recoletos, los Capuchinos ylos Trinitarios Descalzos, unos con calaveras y cruces en las manos; otros con sacosy cilicios, sin capuchas, cubiertas las cabezas de ceniza, con coronas de abrojos,vertiendo sangre; otros con sogas y cadenas a los cuellos, y por los cuerpos; crucesa cuestas, grillos en los pies, aspados y liados, hirindose los pechos con piedras,con mordazas y huesos de muertos en las bocas y todos rezando salmos. Aspasaron por la calle Mayor y Palacio y volvieron a sus conventos con viaje de msde tres horas, que admir la Corte y la dej llena de ejemplos, ternura, lgrimas ydevocin. Creo que est claro lo que queremos decir al hablar de la pedagoga delos sentimientos de violencia en el Barroco, como un resorte represivo y de sujecin.

    Las fiestas y diversiones daban ocasin para aplicaciones de un sistemaequivalente de accin configuradora de la mentalidad, a fin de dirigirla en un mismosentido. Por ejemplo, los toros, como fiesta, dan ocasin tambin a poner demanifiesto sentimientos de violencia sangrienta. Por eso, Barrionuevo no gusta deellos tambin en esto se nos revela el autor como un personaje de oposicin y

    84 Weisbach, en El Barroco, arte de la Contrarreforma , Madrid, 1948, ha reunido algunas interesantes referencias (cf,pg. 85). Rousset recoge tambin ejemplos de arte macabro de diversa procedencia, en La littrature de Vage baroqueen France, pg. 91.85 Novelas ejemplares y amorosas, edicin de Gonzlez de Ameza, t. II, pg. 109. Algunas otras referencias: con loscrueles y endurecidos corazones de los hombres no valen ni las buenas obras ni las malas (ibid., pg. 167); en lo quetoca a la crueldad, son los hombres terribles (ibid., pg. 208).86 Cartas de jesutas (MHE, XIII, pg. 55).87 Emporio del Orbe, msterdam, 1690, pg. 86; citado por P. A. Sol, Los picaros de Cnil y Zabara, Cdiz, 1965, pg.31.

    13

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    14/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    nos confiesa que no acude a ese agobiante y feroz espectculo 88. Los jesuitas, ensus cartas, nos cuentan una ancdota curiosa: hablan de la llegada de unaembajada del rey de Dinamarca, de las atenciones con que a sus miembros se lesacogi, de lo festejados que fueron buscando, en la amistad del rey dans, sinduda, un bien colocado contrapeso en la Guerra de los Treinta Aos; con esemotivo nos dicen que varios diplomticos del grupo mostraron inters en presenciaruna fiesta de toros, y al asistir a ella, segn noticia que da un jesuita en una de sus

    cartas (4 de noviembre de 1640), un dinamarco se desmay de ver correr tantasangre89. Casi se le ocurre a uno pensar que es explicable que no exista un Barrocodans.

    Sera incurrir, seguramente, en demasiado materialismo sostener que estecultivo literario y artstico de la crueldad (el cual, en ocasiones, sobre las tablas dela escena, ofrece verdaderas hecatombes ejemplo, entre mil, La estrella de Sevi-lla) se desarroll como preparacin al ejercicio de la misma, en su funcinrepresora, por parte de autoridades polticas y eclesisticas. De todos modos,resulta aterrador, por ejemplo, leer algunos de los mtodos que fueron aconsejadosen el XVII para la extincin de la oculta disidencia poltico-religiosa que constitua laminora de los conversos en el seno de la monarqua catlica90, o los programas de

    medidas aniquiladoras de los gitanos91

    . Es sobradamente conocida, no menos, lamedida de la dureza represora en Francia, as como en Alemania, y en todasaquellas partes en que las atrocidades del perodo de guerras que terminprovisionalmente con la paz de Westfalia llevaron a una familiarizacin con laviolencia, no slo en el enfrentamiento con el enemigo exterior, sino con losdiscrepantes, rebeldes o heterodoxos de dentro. Seguramente, el espectculocotidiano de la represin y de la guerra contribuy en toda Europa a esa mismainclinacin por la crueldad. Pero a nosotros lo que nos interesa es observar que conel testimonio espectacular, truculento, de la misma, se alcanzaba el objetivo haciael que se orientaba todo el planteamiento pattico y pesimista del Barroco: lanecesidad de poner en claro la condicin humana, para dominarla, contenerla ydirigirla.

    Para que esta ltima accin, hacia la que el Barroco se encamina, lograra sueficacia haba que operar sobre resortes psicolgicos, excitarlos, conducirlos. Porese camino, como final de la gran tarea publicitaria de los sentimientos,preferentemente de tipo morboso, que lleva a cabo el Barroco, se llega a laexacerbacin del inters por la muerte. No cabe duda de que esto vena de atrs yque, desde que despiertan las energas del moderno individualismo, el tema de lamuerte preocupa a las sociedades que contemplan el otoo medieval,producindose en ellas una honda transformacin de ese tema92. Pero en el Barrocotodava se registra una agudizacin. Si el siglo XV haba mostrado una verdaderaobsesin por la muerte, el XVII observa E. Mle supera todava en esto yconsigue dar una versin ms temible e impresionante de aqulla: si en la Edad

    Media la muerte es, en el arte y en el pensamiento, una idea teolgica, y en elpopular espectculo de las danzas macabras se presenta con un carcter didcticogeneral e impersonal, ahora es tema de una experiencia que afecta a cada uno enparticular y causa una dolorosa revulsin. En el XVII, dice Male, las almas, despusde las grandes luchas doctrinales y de las guerras de religin, permanecieronmucho tiempo aun tempestuosas93. Mucho ms y ms hondamente de lo que elpropio Mle poda intuirlo en su tiempo, hace ya casi medio siglo, la investigacinhistrica sobre la crisis del Barroco nos ha descubierto bajo nueva y lvida luz estosaspectos. Sobre todo, vemos que se proyectaban ms amenazadoramente. Y para

    88 Avisos, I (BAE, CCXXI, pg. 162).89 Cartas de jesuitas (4 noviembre 1640), MHE, XVI, pg. 40.90 Cf. Sicroff, op. cit., pgs.: 75 y sigs., donde figura, con especial inters, el parecer de fray Alonso de Oropesa, peroen fecha posterior pueden verse otros no menos duros. Cf. como un ejemplo, fray Jaime Bleda, Crnica de los moros de

    Espaa, Valencia, 1618.91 Cf. la obra del doctor Juan Quiones, Discurso contra los gitanos, dirigida al Rey e impresa en Madrid en 1631.92 Tenenti {La vie et la mortatravers Vart du XV* sicle, Pars, 1952) se ha ocupado de esta cuestin. Nosotros hemosatendido a la misma considerndolacomo un punto decisivo para entender el problema humano de La Celestina; cf. miobra El mundo social deLa Celestina, 3.a ed., Madrid, 1973.93 Lart religieux d la fin du XVIo sicle, du XVIIo sicle et du XVIIIa stcle, Pars, 1951, pg. 227.

    14

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    15/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    contener tal inquietud se impona esa intervencin dirigista sobre los sentimientos,y muy particularmente sobre aquellos que la presencia de la muerte podadespertar. Jean de Sponde escribe sus Stanees de la Morbajo esa preocupacin94.

    Hasta en aquellos casos en los que la utilizacin del tema de la muerte conservaen el XVII un carcter asctico tradicional, nos encontraremos, sin embargo, con un

    acento diferente. As, cuando Quevedo escribe: conmigo llevo la tierra y lamuerte ... 95, o Salas Barbadillo: tierra y carne humana son una misma cosa 96,palabras en las que el dogma cristiano de la resurreccin no queda demasiado bienparado, la nocin de la muerte, ms que un elemento doctrinal preparatorio deltrnsito, acenta en frases de ese tipo su condicin de fuerza adversa a la vida, portanto, de drama del viviente, que a cada uno se le patentiza, reclamando se leatienda en el juego de la existencia97. En las figuras de las tumbas de la Edad Mediay en las que tan ostentosamente levant el Renacimiento, sus elementosdecorativos eran una ofrenda o un reconocimiento de las virtudes del difunto opretendan impetrar para l la benevolencia divina. Ahora no se dirigen aldesaparecido, observa Male; en la poca del Barroco, al introducir el esqueletocomo recurso iconogrfico lo que tal vez se deba a iniciativa del Berninx, es alpblico todava vivo que contempla el fnebre monumento a quien ste se dirige 98.

    Y puede tal espectculo decirle muchas cosas. Con su bien realizada representacinde aquello que se acaba tras la muerte, puede haber una severa advertencia sobreel ms all, o tambin un recuerdo sobre lo que a uno le resulta de no habersesabido defender de enemigos; tal vez, una mera leccin de anatoma o la brbaraconstatacin de lo que puede hacer de uno la fuerza del poderoso con quien unoosa enfrentarse. La representacin del esqueleto tiene, pues, mltiples funciones enel Barroco, y si no podemos negar que la principal sea aquella que responde a unsentido asctico-religioso, nunca faltan resonancias que aluden a los peligros delmundo social y poltico. Luego veremos cmo toda una serie de conceptos tiempo, mudanza, caducidad, etc. que se articulan en la lnea fundamental de lamentalidad barroca, se conectan con este hecho del paso de la muerte, enunciado,en un verso de interna y contradictoria tensin, por Lope:

    Ir y quedarse y, con quedar, partirse.

    Antes hemos dicho que la atraccin por lo macabro poda estar en relacin conel endurecimiento de la funcin represiva que la Europa barroca conoce con elabsolutismo monrquico, con la intolerancia religiosa que lo inspira y a cuyoservicio se pone. Sera excesivo afirmar plenamente una dependencia directa yrecproca; pero ambos aspectos tienen, sin duda, entre s la relacin de ser, uno yotro, datos de una situacin histrica determinada. En cualquier caso, violencia ymacabrismo se unan en aquella brutal recomendacin que, desde el punto de vistade la tcnica de la represin, haca Juan Alfonso de Lancina sobre la eficacia callada

    del cadver del sedicioso

    99

    .

    A nuestro modo de ver, esta imagen de un hombre acechante, en doble actitudde defensa y ataque, mantenida en todos los momentos de la vida, que textosliterarios y documentos de variado tipo nos muestran en la poca, es reflejo de unestado de espritu que posee una raz comn con ese otro fenmeno de violenciacolectiva, consistente en la continua guerra de Estado a Estado, propio tambin del

    94 A. M. Boase, lean de Sponde, un pote inconnu, 1939.

    95De los remedios de cualquier fortuna, en Obras: Prosa, pg. 887.96El curioso y sabio Alejandro, fiscal de vidas ajenas, en Costumbristas espaoles,, pg. 139.97Rousset, que en su obra se ocupa mucho del tema de !la muerte y de la obsesinque llega a constituir paramuchos en el Barroco, cita un ejemplo curioso: unas gentes burguesas de Pars organizan asistir a su propio entierro{op. cit., pg. 102). Esto, que se atribua a Carlos V y que tantas veces se identificaba con un carcter espaolinfluyente en aqul, resulta que es prctica, probablemente entre piadosa y econmica, de algunos ricos burguesesfranceses, imbuidos del barroquismo.98 E. Mle, op. cit., pg. 216.99 Comentarios polticos; seleccin y prlogo de J. A. Maravall, Madrid, 1945.

    15

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    16/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    siglo XVII. Desde la centuria anterior, Europa ha inaugurado una etapa de sucesivasguerras interestatales que en el siglo barroco se convierten en una conflagracingeneral y permanente. En otro lugar hemos tratado de explicar este hecho, muchoms nuevo y peculiar de la Edad Moderna europea de lo que ordinariamente puedacreerse. A nuestro modo de ver, deriva del choque entre un lado nuevo y un ladotradicional, en la situacin de esos pueblos europeos. Lo nuevo estara en el afn depotenciamiento, de engrandecimiento, de riqueza, de expansin, con que, desde el

    auge demogrfico, econmico y tcnico con que empieza la Edad Moderna, se venimpulsados los reinos particulares y los soberanos de Europa. Es esta voluntad deenriquecimiento y poder la que inspira ese repertorio de medidas concretas nosiempre coincidentes en su contenido, pero s mucho ms en su declarada finalidad que llamamos mercantilismo. La concepcin poltica que de ste derivaarrastra a los Estados a lograr la mayor parte que les sea posible de los bienes quela naturaleza ofrece. Y aqu se presenta el otro lado a considerar. Porque,incuestionablemente, no todo responde a ese dinamismo, resultante de laexperiencia de expansin y movilidad, recognoscible en el arranque de los tiemposmodernos, por mucho que esa experiencia haya contribuido a despertar unaconciencia porvenirista, orientada hacia adelante, estudiada muy extensamente pornosotros en otro lugar y a la que ahora, ms resueltamente que en esa otra ocasinanterior, nos sentimos autorizados a llamar progresiva100. A pesar de la indiscutible

    presencia de esta concepcin de la marcha del acontecer humano, en la que seapoyan los grupos sociales ascendentes desde el primer Renacimiento, queda, conun insuperable peso en las conciencias, la estampa de una naturaleza constituidapor un volumen, inalterable cuantitativamente, de bienes y alimentos. Esta visintradicional es propia de culturas de fondo agrario como son las de todos lospueblos europeos, hasta fines del XVII, en que algunos empiezan a superar ese nivel. El resultado, entonces, se ve claro: si las gentes estn animadas de unapretensin de tener ms, de llegar a ms, y, al mismo tiempo, creen que el volumende bienes disponibles no se altera en su conjunto, no les queda ms remedio que di-rigirse contra los otros, para conseguir aumentar la parte propia a costa de la de losdems. Heckscher ha puesto en claro una actitud semejante en los mercantilistas 101,y nosotros, como llevamos dicho, hemos aplicado ese esquema de una concienciadual a la explicacin de los fenmenos que se dan en el Estado moderno 102.

    Nos referimos en aquella ocasin, como muestra de tal actitud, formulada congeneralidad, a la tesis que Montaigne expone en uno de sus ensayos y que enunciaen estos trminos: Le profit de lun est dommage de lautre 103. Nos es conocidaahora una frase casi igual de otro escritor francs del pleno Barroco, Mr: Lebonheur de lun serait souvent le malheur de lautre104. Y an podemos aadir untestimonio espaol de la misma idea: como no haya bien sin dao ajeno, escribeJuan Corts de Tolosa104bis. Como un tpico callejero escribe Barrionuevo: unosenriquecen haciendo pobres a los otros105. El universal enfrentamiento.de todos, de

    100 Antiguos y modernos: La idea de progreso en el desarrollo inicial de una sociedad, Madrid, 1967, En esta obraconsagramos muchas pginas al estudio de cmo, en los ms variados campos de la cultura, desde la medicina a lanavegacin, desde la contabilidad a la msica, desde la alimentacin al arte blico, se iba constituyendo una visin dela historia en avance, en evolutivo progreso, aunque faltaran, claro est, notas importantes de este ltimo concepto, yla palabra misma, difundida en el lxico castellano desde comienzos del XVI, no pasara de significar una mera nocin demovimiento, en sentido ascendente o descendente. Pero ahora podemos ofrecer un curiossimo pasaje en el que porprimera vez tal palabra se fija en un significado de movimiento con direccin de signo positivo, si bien para rechazarque sea se el mentido permanente en el paso de los hechos humanos. En efecto, Surez de Figueroa, despus deremitir a una opinin que atribuye a Sneca, segn la cual las cosas humanas ni empeoran demasiado ni mejoranmucho, aade: de continuo se halla todo en un mismo trmino y en ste permanecer, si bien con poco ms o menosde progreso o disminucin (Varias noticias..., fol. 240). Por tanto, progreso es un movimiento que se opone, comoinverso en su marcha, al de disminucin. A continuacin veremos que la visin de la historia que Surez de Figueroapropone tiene, efectivamente, mucho de progresiva.101 La poca mercantilista, Mxico, 1943, pgs. 469 y sigs.102 Estado moderno y mentalidad social. Siglos XV a XVII, t. II, Madrid, 1972, pgs. 122 y sigs.103 Essais, I, xxii, pg. 147.104 Citado por Hippeau, Essai sur la morle de La Rochefoucauld , pg. 135. Hay una edicin moderna, en tres vofls.,de las obras de este autor (Pars, 1930).

    104 bisEl pasaje se encuentra.en su Novela de un hombre muy miserable llamado- Gonzalo, en Ja ed. de G. E.Sansone de Lazarillo d Manzanares, con otras cinco novelas, Barcelona, 1960, t. II, pg. 181.

    105 Avisos, II (BAE, CCXXII, pg. 9); la frase es de 1656.

    16

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    17/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    unos contra otros, que en estas frases se enuncia, constituye la base de esa actitudde lucha y violencia que el Barroco observa por todas partes y entre todos loshombres, inspirando su pesimismo. El hombre del XVII, sacudido en su insercinestamental por la crisis social de la poca, quiere subir a ms, ser ms, tener ms,y, hallndose seguro, casi sin expresarlo, de que no podr mejorar o aumentar suparte ms que tomando de lo suyo a los dems, se coloca en esa actitud de luchaque hemos visto, para arrancar a otros lo que pueda, y tambin para defender lo

    propio del acoso que lo cerca.

    Se reconoce fcilmente, en lo que acabamos de exponer, un primitivo y confusoesquema torpe, podramos llamarlo incluso de la sociedad de concurrencia. Eldogma burgus de la libre competencia proceder de ese fondo. Un lejano paren-tesco con los burgueses comprometidos en ese juego nos parece incuestionableadvertir que se observa ya en los hombres del Barroco. Ello ha llevado a K. Heger ahablar de un pensamiento mercantil en Gracin, reflejado en el sentido que co-bran en l conceptos como valor, estimacin, aprecio, provecho, utilidad, los cualespueden interpretarse en trminos de la relacin oferta-demanda106. Ya W, Kraussseal la presencia de una legalidad econmica, literalmente, de unaokonomische Gesetzlichkeit107. Lo cual es interesante de recordar, pero aadiendo

    que, en mayor o menor medida, algo semejante se puede decir de otros muchosescritores barrocos y, adems, que en stos, como en Gracin, se trata tan slo deun juicio, sobre el que ni an est empezando a manifestarse el intenso proceso deracionalizacin que caracterizar a la mentalidad burguesa.

    Ciertamente que cuando, en los ltimos lustros del XVII, la mentalidadmercantilista de lucha y de competencia mentalidad que empez coincidiendocon el Barroco y que tanto contribuy a desarrollarlo se oriente hacia una frmulade libertad econmica y postule con el colbertismo un comercio libre, el siglo delBarroco habr terminado. Es inexplicable que A. Hauser no conozca ms que losaspectos de autoritarismo e intervencionismo en los escritores mercantilistas y losfunda con los que son propios del Barroco y del clasicismo oficial 108. Pero es ms,

    decimos esto porque no solamente en el XVII hay una ltima etapa colbertiana en elsentido que hemos dicho, sino que, en la misma fase del Barroco mercantilista,intervencionista y autoritario (desde el campo de la economa al de la religin,pasando por el de la literatura y por tantos otros planos), hay que contar con que elBarroco fue lo que fue, entre otras cosas, porque esa visin de lucha que le inspira,de acecho y competencia, no podra darse sin una cierta vivencia de libertad.Precisamente porque sta existe con fuerza y alcanza los aspectos conflictivos queen otro captulo hemos sealado, los poderes sociales se sirven de la cultura delBarroco para montar especiales resortes de contencin.

    El mundo de los hombres por esa su bsica conflictividad aparece a las

    mentes delXVII

    como complejo, contradictorio, difcil. Cualquier cosa que con ellosse quiera hacer requiere ser estudiada y necesita ser aprendida en su convenienteforma de realizacin. Como los materiales que en ello se manejan son hombres,hace falta estudiar, en los repliegues de su interioridad, al ser humano.

    Tengamos en cuenta que de la experiencia por la que las mentes europeaspasaron durante la etapa de los ideales humanistas, tal como stos se entendieronde L. Bruni a L. Vives, de Erasmo a Montaigne, qued un acuciante inters por elestudio del humano. La atencin hacia el hombre cambi de tono y de orientacin,pero no disminuy, sino que, al contrario, se vio intensificada en el XVII y animadapor el especfico dramatismo de la poca. Esa inclinacin no qued apoyada en unagratuita preocupacin intelectual, sino que vino a insertarse en las circunstancias

    106 Baltasar Gracin. Estilo y doctrina, Zaragoza, 1960, pg. 138.

    107 Gracins Lebenslehre, Frankfurt, 1947, pg. 119

    108 Historia social de la literatura y el artey pgs. 628-629

    17

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    18/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    de la crisis que hemos recordado en pginas precedentes. Cuando se tieneconciencia, ms o menos clara, de que las relaciones de individuo a individuo y decada uno de stos con los grupos de diferente naturaleza en que se insertan, hansufrido una seria transformacin; cuando, en conexin con lo anterior, se buscaactuar sobre los hombres para alcanzar en la sociedad de los mismos unos objetivosprcticos que entraan una novedad respecto al sentido que se reconoce a la vida,resulta entonces fcil comprender que el saber acerca del hombre interese

    superlativamente y se presente bajo una forma distinta de la que asuma en lafilosofa ancilla theologiae, as como en la moral y en la poltica, de los siglosmedievales, bajo la cultura escolstica.

    La vraie science et la vraie tude de lhomme, cest lhomme, escribeCharron, enunciando una manera general de ver109. Es ste un principio deantropocentrismo que, desde la teologa a la moral, desde la psicologa a la poltica,informa todo el pensamiento del Barroco. Su presencia en el arte es bien patente.Se estudia al hombre partiendo de l (sta es la va que previamente pensadoresrenacentistas han enseado: Vives, Gmez Pereira, Huarte de San Juan, etc.). En elXVII, el eco de la cuestin no se extingue y se escucha por todas partes.

    Podran repetirse, en obras de muy diferente calidad, ejemplos como elsiguiente: el personaje calderoniano de Eco y Narciso se encuentra en medio delbosque en medio de la confusin y oscuridad del mundo ignorando quin soy,y al dirigir su investigacin hacia s, no se refiere tanto a su carcter de personajesocial definido, como a su ser genrico, su ser de humano:

    ... ignorando quin soy y qu modo

    tengan de vivir los hombres110.

    Se le estudia en mltiples campos, a ese microcosmos que se concibe ser elhombre (el tpico, procedente de la Antigedad, del microcosmos, sirve ahora parasubrayar el carcter autnomo que a tal ser se le reconoce)111. Se le estudia parasaber cmo es, lo cual resulta equivalente, bajo el dominio de la mentalidadmoderna, a estudiar cmo funciona, o cmo se comporta.

    Naturaleza averiguar pretendo quin soy,

    empezamos leyendo en una de las canciones de tipo filosfico de Enrquez

    Gmez112

    . Es sta, formulada de una u otra manera, desde uno u otro ngulo de losmuchos que su polifactica estructura presenta, una pregunta que resuena portodas partes, por las pginas de incontables autores en el siglo XVII, hasta el famosopasaje del Discours de la mthode, en el que Descartes le imprime una nuevadireccin, sin que por ello se deba olvidar el enraizamiento barroco de la misma.

    Bien o mal, por acertada o equivocada senda, con una finalidad ms o menosinnovadora, ms o menos conservadora, segn los casos, en la poca del Barrocono slo no se eclipsa ese afn de conocer el interno funcionamiento del hombre lametfora se ajusta a la psicologa de Huarte, tan influyente en la mentalidadbarroca, sino que se intensifica. La crisis social es ms aguda, la conciencia de la

    109 De la sagesse, cito por la edicin de Amsterdam, 1782, t. I, pg. 1.110 Cf. el estudio de E. W. Hesse, Estructura- e interpretacin de una comedia de Caldern: Eco y Narciso, Boletnde la Biblioteca Menndez y Pelayo, nm. 39, 1963.111 Francisco Rico, El pequeo mundo del hombre, Madrid, 1970; un libro interesante sobre los sentidos del mito y supresencia en la literatura espaola.112 BAE, XLII, pg. 368,

    18

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    19/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    misma ms honda, sus amenazadoras tensiones ms problemticas. El hombrenecesita, ms que nunca hasta ese tiempo, poder actuar gobernando a los demshombres y a su sociedad; por tanto, necesita conocerlos.

    Esta necesidad en que se halla la inspira una visin del ser mismo del hombreajustado a ella. Esto es, la poca del Barroco ve al hombre de una manera nueva,

    que es la que resulta adecuada a lo que con el hombre se quiere hacer. As es comoel inters presionante por los aspectos sociales y funcionales del humano lleva auna estimacin de la experiencia de la vida. Y el valor de sta acrece, porque esavida o se considera como algo incambiable desde su arranque, siempre igual, yahecha y fija desde que el individuo que la vive aparece instalado en el mundo y enla sociedad. No se le considera como un factum, sino como un proceso: un fieri, unhacerse.

    Quiz habra que decir que toda realidad posee esa condicin de no estar hecha,de no haberse acabado, lo que nos facilita, sin duda, comprender ese nuevo gustobarroco por los versos de palabras cortadas, por la pintura inacabada, por laarquitectura que elude sus precisos contornos, por la literatura emblemtica que

    requiere dejar al lector terminar por su cuenta el desarrollo de un pensamiento. Elque contempla un cuadro o lee unas Empresas, o sigue con su mirada las lneasde un edificio, etc., tiene que colaborar en acabar la obra o, cuando menos, suvivencia propia de esa obra. De la misma manera, el hombre que es el hombresingular, individual tiene que ir hacindose a s mismo. No se nace hecho, diceGracin113. Y con ello queda afirmada la fundamental condicin de la plasticidad omoldeabilidad del hombre, que por hallarse siempre en un proceso de realizacinpuede actuar sobre s mismo y pueden actuar los dems sobre lconfigurativamente. En el captulo siguiente empalmaremos con esto que acabamosde decir.

    Hay que hacerse la vida y, por tanto, importa saber hacerse la vida. Recordemoslos versos de Rioja114:

    Como el barro que diestra mano informa de la impelida rueda al movimiento apenaestable en su primer figura.

    El hombre realiza sobre s mismo y sobre los dems un trabajo de alfarero. Estoes lo que representa una obra como la de Gracin y en ella su ms radicalsignificacin: el paso de una moral a una moralstica, o digamos simplemente a unareflexin sobre la prctica de la conducta, que seria impropio llamar una sciencedes murs, conforme a la expresin de los positivistas decimonnicos, pero que s

    podemos llamar un arte de la conducta dando a la palabra arte su valor de unatcnica. (No obstante, existe hasta tal punto una aproximacin en algunos casos alo que despus se llamara una science des murs que es en el barroco BlaisePascal en quien tal expresin se encuentra quiz por vez primera115.)

    El soliloquio tan conocido de Segismundo le lleva al planteamiento de estainterrogacin general que inquieta a la mente barroca: Qu es la vida?. Indagar,conocer, experimentar, hacer de la vida objeto final de toda escrutacin. Sencilla-mente, porque hay que hacerse la vida: no se es algo acabado, sino un hacerse. Elmismo Gracin ofrece al lector una obra, su obra plena y definitiva, El criticn, quees, le dice, el curso de tu vida en un discurso. Con lo cual tenemos puesto demanifiesto el inters por ese modo de ser que el hombre tiene y que es su vida, el

    113 Ver mi estudio Las bases antropolgicas del pensamiento de Gracin, ya citado.114 Obras de Francisco de Rioja, edicin de La Barrera, en Biblifilos Andaluces, 1872; corresponden los versos citadosal poema que lleva el nm. XXXIX de la coleccin, pg. 222.115 Penses, cit., I, pg. 20.

    19

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    20/22

    IMAGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

    carcter sucesivo de sta; su condicin de tarea a realizar reflexivamente116.

    El hombre del Barroco avanza por la senda de su vivir, cargado de la necesidadproblemtica, y, en consecuencia, dramtica, de atender a s mismo, a los dems, ala sociedad, a las cosas. El hombre barroco es, por excelencia, el hombre atento,dicho sea con palabra muy gracianesca. Con todo ese contorno que le rodea y cuya

    relacin con l ser decisiva, tiene que hacerse su vida y sta resultar de laatencin que ponga en ello;

    Crece el camino y crece mi cuidado,

    dice un verso de Fernando de Herrera. En Gngora, en Lope, en Villamediana117, conmucha ms fuerza en Quevedo118, y no menos en Gracin119, la idea de cuidadose repite insistentemente. Enrquez Gmez se llama a s mismo, en tanto quehumano, pasajero del cuidado, viendo su existencia embarcada en l120. Una ideaas no tendr, desde luego, segn sostiene Vossler, ni el carcter de cavilacinreligiosa, ni de inmersin mstica, ni de propia conviccin filosfica 121; perorevela, s, la inquieta preocupacin del que a cada paso tiene que hacerse a s

    mismo, y, correlativamente, va haciendo su mundo con l, en un ejercicio constantede la eleccin, la cual es servidumbre y grandeza del humano existir.

    No hay perfeccin donde no hay eleccin, afirma Gracin121 bis. Eleccin eslibertad, o, mejor dicho, es la versin de la libertad propia del hombre moderno por eso clamara todava contra ella el arcaizante Donoso Corts, En ella coin-ciden los telogos jesuitas y Descartes, Sin tener en cuenta lo que significa en elpensamiento barroco, por muy trivializada que descubramos a veces tal idea, no esposible entender la obra de Lope o de Caldern (en La Dorotea, o en La vida essueo, se encuentran declaraciones centrales sobre el tema). Cuando la libertadpoltica o social se reduce o anula, aparece intensificado ese sentimiento de lalibertad, que no es un mero estado interior, sino un movimiento de dentro afueraque el hombre del XVII afirma como libertad de eleccin. Ahora bien, si se elige,quiere decirse no slo que hay varias cosas entre las que optar, sino que la opcininfluye eficazmente lo que no quiere decir que siempre en la direccin deseada.Por tanto, que pueden quedar y aun han de quedar diferentes las cosas despus dela eleccin: el que elige hace en parte su mundo. Ello confiere un valor decisivo aque el hombre conozca ese carcter electivo que hace de s mismo un hacerse y dela sociedad un resultado de innumerables ejercicios de eleccin. Como muestra delo que, psicolgica y moralmente, representa esta actitud de eleccin en la mentede la poca, pinsese en el papel de la imagen de la bifurcacin que G. Fessardha puesto de relieve en los Ejercicios ignacianos122. Ella es el smbolo, elemental yconstante, de la opcin ante la que el hombre barroco ve emplazada su existencia acada instante. En lgica derivacin, se ha de dar una relevante importancia en tal

    planteamiento a que se d a conocer al hombre lo que su eleccin significa y las116Cf. W. Krauss, Gracins Lebenslehre, y mi estudio Las bases antropolgicas del pensamiento de Gracin.

    117 En los escritores polticos y economistas, ligada a la conciencia de crisis, la palabra es no menos frecuente.Hojese, por ejemplo, el Memorial de Cellorigo.118 Cf. Lan Entralgo, La vida del hombre en la poesa de Quevedo, en Obras, Madrid, 1965, pgs. 883 y sigs.119 Volvemos a remitir a nuestro artculo sobre Gracin, en el cual recogemos algunos pasajes valiosos, los cualesmuestran la conexin del concepto con el de experiencia vital de un ser que se hace a s mismo.120 BAE, XLII, pg. 363.

    121 Lope de Vega y su tiempo, pgs. 117 y sigs. Esto, que es discutible respecto a Lope, es inadmisible respecto aQuevedo, no menos en el prosista que en el poeta, o respecto a Gracin.

    121-bis. Contra la banalidad que por insuficiente informacin algunos pretenden darle a este concepto, no dejemos desealar que desde Gil Polo el cuidado va unido al angustiado espritu; cf. Diana enamorada, ed. de R. Ferretes, CC,pg. 78.

    121 bis El discreto, discurso X, pg. 103.

    122 La dialeetiqe des exercices spirituels de Saint Ignace de Loyola, Pars, 1956, pg. 191.

    20

  • 7/28/2019 MaravallCaptulo 6

    21/22

    ELEMENTOS DE UNA COSMOVISIN BARROCA

    posibilidades que ante ella se abren. Tanta diferencia e importancia puede caberen el cmo, pondera Gracin123: el cmo es, en ltimo trmino, la puesta enprctica de la eleccin.

    Pero esa eleccin, tal como la concibe el hombre del Barroco, revelndose en ellocomo una primera versin del hombre moderno, no es un acto que queda dentro del

    sujeto, sino que es propio de l desbordarse operativamente hacia el exterior. Serefleja en la conducta, se realiza en ella. Y si decimos que se hace real, hay queestimar que en cierta medida toma un carcter fsico. Eleccin es libertad deconducirse, y como la conducta supone un modo de obrar en el mundo exterior, ellosignifica que eleccin equivale a conducirse, o por lo menos a intentar conducirsefsicamente con libertad, siguiendo la lnea que establece la propia voluntad. Laausencia o la presencia de libertad o de eleccin no se produce tan slo en el planode la interioridad. Consiste en no poder hacer o en poder hacer algo en el mundo defuera, movido por propia determinacin. Todo lo cual nos hace comprender a qudistancia quedamos de lo que llamaban libertad los moralistas medievales yseguan llamndolo aquellos que no haban traspasado una mentalidad tradicional.

    Para el barroco en este sentido, para el moderno- libertad es, por una cara,negativamente, no depender de otro, o, lo que es lo mismo, no serviren ello veJernimo de Gracin el gran pecado de su tiempo124, y, por otra cara, positi-vamente, hacer personalmente lo que decida la propia voluntad125. Cuando estofalta se dice que se carece de libertad. Yo conozco escribe Cspedes y Meneses que no por otra causa llamamos a un caballo bestia y bruto, sino porque no sabeni puede gobernarse de manera que libremente haga su voluntad, porque en todoha de seguir la ajena y otro le ha de regir y encaminar. Tal vez estas palabras nosean suficientes para que quede claro lo que queremos hacer ver respecto alcambio que experimenta, tal como una mente barroca lo estima, el concepto delibertad, un concepto de libertad que abandona la regin interna del alma paraproyectarse en el mundo de la accin externa. Mas sigamos leyendo lo que nos diceCspedes: Qu importa, para dejar de ser la ltima miseria, que no toques en la

    sustancia del alma y en sus naturales potencias, y que en su ser interior viva libre lalibertad, si por otra parte el uso y seoro del cuerpo, de sus miembros y sentidos, yel mando della sobre sus ministros y gobierno deste reino y mundo pequeo se hatiranizado y ocupado por fuerza? 126. La imagen del sabio senequista que se juzgalibre en su reflexin interna, incluso tras la reja de una crcel, queda, pues,eliminada. Ahora, con verdadero escndalo para una mente tradicional, la libertadms bien se encuentra en el hombre annimo del pueblo, en aquel que por suapartamiento del plano en que se dan las decisiones de la soberana, puede guiarsus pasos con ms independencia, esto es, puede moverse a voluntad en la partedel mundo exterior que le pertenece. Ese personaje de Cspedes, cautivo tras loshierros de una prisin, contempla el campo envidiando los pasos libres del pobre ymiserable jornalero y deseando la comunicacin del ms rstico y grosero pastor.

    Pero cuando esa libertad no se deti