María Rosa Lojo - El Matadero la sangre derramada y la estética de la mezcla

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    El Matadero : La sangre derramada y la

    esttica de la mezclaMara Rosa Lojo

    1. Diversidad de registros, sangre, mezcla

    Caracterstica de esta narracin hbrida por excelencia 1 es la superposicin oentrelazamiento de cdigos que conviven, mezclndose. La mezcla -explcitamenterepudiada pero implcitamente practicada- se exalta por fin en la figura de la sangre -figura

    potica y crudo recorte de la realidad- que desborda, rebalsa y da homogeneidad a los protagonistas del ms violento de los ritos, donde elementos de parodia, carnaval y grotescoconfluyen en la sentencia de una Historia transformada en historia: microcosmos(micropas, o simulacro), ejemplo, smbolo.

    El despliegue de los diferentes cdigos instaura una riqueza de registros en el lenguajenarrativo. Registros que convergen en la fuerza suprema de un acto que los otros no llegana ejecutar sobre el hroe (el degello) pero que ste perpetra -sin armas- sobre s mismo. El

    joven unitario muere en la ley del Matadero, haciendo de su cuerpo una vibrante cuchilla yde su espina dorsal una serpiente, matndose con un exabrupto de pasin, porque no

    puede matar. Este suicidio encontrar un eco no demasiado lejano en Sin rumbo , deCambaceres, cuyo protagonista se abre el vientre ante una vctima sacrificada por elDestino (su propia hija). Aqu el adversario no es ya poltico sino metafsico, pero larespuesta aprendida por el estanciero que pasa sus ocios en Pars es la misma, brbara eirrefutable cuchilla. Hay, as, implcito, un modelo de exgesis de la realidad y unacompleja -ambivalente- actitud de entrega y resistencia frente a sus agresiones.

    2. El registro religioso

    Es ste tal vez, el cdigo que de manera ms fuerte y evidente se infiltra en el relato y proporciona el pretexto para construirlo. En efecto, la matanza de animales descrita tienelugar durante la Cuaresma (probablemente, segn los crticos 2, la del 1839) con el objeto de

    proporcionar alimento vacuno para viejos, enfermos y nios, dispensados de la interdiccinalimentaria prevista por la Iglesia Catlica para estas fechas. Pero el esquema cuaresmalenlzase aqu con dos tpicos bblicos: el diluvio y el Apocalipsis.

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    La referencia al diluvio aparece (aunque negada) ya en las primeras lneas: A pesar de que la ma es historia, no la empezar por el arca de No y la genealoga de susascendientes como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores espaoles de Amrica,que deben ser nuestros prototipos (p. 147).

    La irona del prototipo sugerido no oblitera la afirmacin posterior de que se ha producido el amago de un nuevo diluvio. Pero esta vez no habr arca de No. Lainundacin elimina o dispersa a los animales: los que se consumen en sustitucin de lacarne vacuna (gallinas, bueyes), los que desaparecen o emigran por la falta de restos dereses para devorar (ratas, ratones, caranchos, gaviotas, perros ). Por otra parte, comocontrafigura de la ausente arca de No comienza a delinearse el Matadero, lugar inundado(aunque est en el alto) donde los animales se sacrifican, no se salvan. Cabe sealar,adems, la nota pardica en el hecho de que el nuevo Diluvio no mata a los hombres sino alos ratones:

    No qued en el Matadero ni un solo ratn vivo de muchosmillares que all tenan albergue. Todos murieron o de hambre,o ahogados en sus cuevas por la incesante lluvia.

    La inundacin es interpretada por los sacerdotes y predicadores federales como rplicadel Diluvio pasado y anuncio cierto del Juicio Final: Es el da del Juicio -decan- el fin delmundo est por venir. La clera divina rebosando se derrama en inundacin. La coyuntura

    se atribuye a las herejas, crmenes y blasfemias que el narrador irnicamente corporiza enel demonio unitario de la inundacin (p. 151). A esto se une el tpico de las plagas(plagas del Seor) tradas por la impiedad de los unitarios.

    La irona, en fin -procedimiento intratextual que a veces se ala como hemos vistosupra con la intertextualidad de la parodia de las Sagradas Escrituras 3- es el tono constantede la introduccin toda. Sus objetivos fundamentales son: 1) Denunciar el abuso de poder yel autoritarismo fantico, irracional, de la Iglesia ( Y como la Iglesi a tiene, ab initio y por delegacin directa de Dios, el imperio inmaterial sobre las conciencias y estmagos, que enmanera alguna pertenecen al individuo). El carcter brutal y retrgrado delmandamiento (oscurantista) se destaca an ms por la contraposicin con el criterio

    cientfico (Algunos mdicos opinaron que, si la carencia de carne continuaba, medio pueblo caera en sncope por estar los estmagos acostumbrados a su corroborante jugo; yera de notar el contraste entre estos tristes pronsticos de la ciencia y los anatemas lanzadosdesde el plpito por los reverendos padres contra toda clase de nutricin animal y de

    promiscuacin en aquellos das destinados por la Iglesia al ayuno y la penitencia. Seorigin aqu una especie de guerra intestina entre los estmagos y las conciencias..., p.152; el caso es reducir el hombre a una mquina cuyo mvil principal no sea su voluntadsino la de la Iglesia y el gobierno, p. 153). 2) Mostrar la utilizacin de la Iglesia al

    (p. 151)

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    servicio y la conveniencia de Rosas ( la justicia y el Dios de la Federacin os declararnmalditos, p. 149) y la hipocresa de las exigencias impuestas por los preceptos que losfederales, tan buenos catlicos son los primeros en transgredir. As, el Restaurador manda carnear hacienda pese a las dificultades para arrearla, temiendo disturbios populares

    y sabiendo que la carne no pasar slo al sustento de nios y enfermos. La tercera parte dela poblacin gozar del fuero eclesistico de alimentarse de carne: Cosa extraa que hayaestmagos privilegiados y estmagos sujetos a leyes inviolables, y que la Iglesia tenga lallave de los estmagos! (p. 153). A Rosas se le ofrenda, incluso, el primer animal: Es decreer que el Restaurador tuviese permiso especial de su Ilustrsima para no abstenerse decarne... (p. 154). 3) Por fin, el discurso irnico apunta hacia la hereja: hereja polticade los unitarios, hereja de los gringos que violan los mandamientos carnificinos de laIglesia y que reciben un castigo grotesco: pero lo ms notable que sucedi fue elfallecimiento casi repentino de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato dedarse un hartazgo de chorizos de Extremadura, jamn y bacalao, se fueron al otro mundo a

    pagar el pecado cometido por tan abominable promiscuacin (p. 151).

    La irona descuella en el ridculo al que es sometido el ritual y los medios -mgicos,supersticiosos para una mentalidad progresista- que la Iglesia utiliza para manejar larealidad. As, el narrador se refiere a las rogativas ordenadas por el muy catlicoRestaurador y al proyecto de una procesin que ira descalza a crneo descubierto,acompaando al Altsimo, llevado bajo palio por el Obispo hasta la barranca de Balcarce,donde millares de voces, conjurando al demonio unitario de la inundacin, deban implorar la misericordia divina (p. 150). Todo este aparato suplicante se declara absurdo e intil,

    pues la inundacin se fue poco a poco escurriendo en su inmenso lecho sin necesidad deconjuro ni de plegarias.

    Por otra parte, se insiste en la identificacin del Restaurador y de su familia con las jerarquas de la santidad y de la divinidad:

    no haba fiesta sin su Restaurador, como no hay sermnsin San Agustn.

    La fe poltica y la fe religiosa se amalgaman en los letreros que ornan la casilla del

    Juez. Uno de los homenajeados en ellos es la herona doa Encarnacin Ezcurra,patrona muy querida de los carniceros quienes, ya muerta, la veneraban como viva por susvirtudes cristianas y su federal herosmo en la revolucin contra Balcarce (p. 157).

    Ya bien entrado el relato y comenzada la accin de la matanza se abandona la irona para reemplazarla por una seriedad hiperblica pero condenatoria.

    Infierno e infernal describen reiteradamente el gran espectculo (volver luego

    (p. 154)

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    sobre la importancia de este trmino) del Matadero. Lo demonaco alcanza incluso algringo que cae en el pantano, arrastrado por los carniceros que van en persecucin del toro:Sali el gringo, como pudo, despus, a la orilla, ms con la apariencia de un demoniotostado por las llamas del infierno que de un hombre blanco pelirrubio (p. 165). Aqu,

    todava, la calificacin es jocosa, pero, hacia la culminacin del relato, el joven unitarioque va a ser sacrificado se convierte - y ello sin burla alguna- en figura de Cristo, cuyostormentos son paralelos al suyo: Y, atndole codo con codo, entre moquetes y tirones,entre vociferaciones e injurias, arrastraron al infeliz joven al banco del tormento, como lossayones al Cristo (p. 171). La palabra sayones sigue ciertamente en boca del narrador: los sayones federales (p. 171), un sayn (p. 176), y tambin del unitario mismo, quien,con culto y grandilocuente lxico, se dirige a sus captores: Infames sayones! Quintentan hacer de m? (p. 173).

    El texto evanglico est presente, como fondo, aun en ciertas inversiones de contenido.Por ejemplo, si a Cristo le niegan el agua, y le dan hiel y vinagre, al joven le dan un vaso de

    agua que ste rechaza, contestando al juez, no muy cristianamente -uno de hiel te hara yo beber, infame (p. 174).

    Los paralelismos prosiguen, antes y despus de la muerte:

    Inmediatamente qued atado en cruz y empezaron la obrade desnudarlo.

    En aquel tiempo los carniceros degolladores del Mataderoeran los apstoles que propagaban a verga y pual la federacinrosina, y no es difcil imaginarse qu federacin saldra de suscabezas y cuchillos. Llamaban ellos salvaje unitario, conformea la jerga inventada por el Restaurador, patrn de la Cofrada, atodo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrn.

    3. El registro poltico

    El registro poltico se entremezcla con la parodia religiosa casi coincidiendo con ella, pues se refiere a un mundo donde la suprema autoridad, legal y espiritual, temporal yeterna, se ha corporizado en la figura de Don Juan Manuel de Rosas. Por eso se ha dichoque las inscripciones dibujadas en la casilla del Juez son smbolo de la fe poltica y

    (p. 178)

    (p. 176)

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    religiosa de la gente del Matadero (p. 157).

    Con todo, hay referencias al plano poltico como diseo deforme y monstruoso de unaRepblica que, sumida en un molde autocrtico y teocrtico ms propio del Oriente que de

    Occidente, no puede acercarse al paradigma de la libertad y la civilizacin, propuesto por Francia, al que adhiere Echeverra.

    El modelo brbaro de la Repblica cuyo ejemplo o smbolo es el Matadero supone unaautoridad y una ley cuya sede es, no la casa de gobierno, sino la casilla:

    En la casilla se hace la recaudacin del impuesto decorrales, se cobran las multas por violacin de reglamentos y sesienta el Juez del Matadero, personaje importante, caudillo delos carniceros, y que ejerce la suma del poder en aquella

    pequea repblica, por delegacin del Restaurador. Fcil es

    calcular qu clase de hombre se requiere para el desempeo desemejante cargo.

    Resalta la desproporcin entre la insignificancia y la ruindad material de la casilla delJuez y el formidable, taxativo carcter del poder que all se ejerce, ambas cosas, signos de

    barbarie:

    La casilla, por otra parte, es un edificio tan ruin y pequeo que nadie lo notara en los corrales a no estar asociadosu nombre al del terrible juez y a no resaltar sobre su blancacintura los siguientes letreros rojos: "Viva la federacin", "Vivael Restaurador y la herona doa Encarnacin Ezcurra","Mueran los salvajes unitarios".

    El Juez tiene su trono: el silln de brazos donde se sienta para administrar justicia(p. 171). Es l quien contesta con fra calma a los apasionados interrogatorios del joven, eimpone silencio a la clera federal. Tambin es l quien ordena luego azotarlo en castigo,bien atado sobre la mesa (p. 176).

    Con todo, la autoridad del Juez resulta limitada por los miembros de su mismarepblica y por los ajenos a ella. El Juez se muestra impotente para impedir el desbordede la violencia. A pesar de sus intentos por mantener cierta concordia, la justicia se

    (p. 157)

    (p. 157)

    (p. 178)

    (p. 161)

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    dirime a pualadas o dentelladas, en el nivel humano o en el animal, configurando estalucha impiadosa un simulacro 4 de la organizacin del pas:

    Por un lado, dos muchachos se adiestraban en el manejo

    del cuchillo, tir ndose horrendos tajos y reveses; por otro,cuatro, ya adolescentes, ventilaban a cuchilladas el derecho auna tripa gorda y un mondongo que haban robado a uncarnicero, y no de ellos distante, porcin de perros , flacos yade la forzosa abstinencia, empleaban el mismo mtodo parasaber quin se llevara su hgado envuelto en barro. Simulacroen pequeo era ste del modo brbaro con que se ventilan ennuestro pas las cuestiones y los derechos individuales ysociales.

    Tampoco puede evitar que el unitario escape a su jurisdiccin, muriendo. Msorgulloso que Cristo y sin mayor deseo de salvar a la pervertida humanidad que lo rodea, elunitario prefiere entregar su espritu (su sangre) incontaminado antes de consentir en elcontacto y el tormento infamante.

    Esta muerte imprevista contrara al Juez, en quien puede presumirse decepcin (porquela presa se le ha escapado) o un cierto remordimiento (porque el crimen exceda susintenciones):

    -Pobre diablo: queramos nicamente divertirnos con l, ytom la cosa demasiado en serio -exclam el Juez frunciendo elceo de tigre-. Es preciso dar parte; destenlo y vamos.

    Verificaron la orden; echaron llave a la puerta y en unmomento se escurri la chusma en pos del caballo del Juez,cabizbajo y taciturno.

    Por otra parte, se insina la presencia de transgresiones que corroen, desde dentro, unsistema que ya es en s mismo transgresivo con respecto al orden universal de lacivilizacin humana, e hipcrita hacia las leyes que dice obedecer, como la eclesistica (cfr.Supra):

    Oanse a menudo, a pesar del veto del Restaurador y de la

    (p. 161)

    (p. 178)

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    santidad del da, palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preadas de todo el cinismo bestial que caracteriza a la chusmade nuestros mataderos, con las cuales no quiero regalar a loslectores.

    Tambin es transgresivo ( y aqu la violacin -por disimulo- viene del Juez mismo, elhecho de que haya entrado un toro para ser sacrificado, hecho que causa, por unencadenamiento de circunstancias, la muerte de un nio):

    La risa y la charla fue grande; todos los incidentesdesgraciados pudieron fcilmente explicarse. Un toro en elMatadero era cosa muy rara, y aun vedada. Aquel, segn reglas

    de buena polica, deba arrojarse a los perros , pero haba tantaescasez de carne y tantos hambrientos en la poblacin, que elseor Juez tuvo a bien hacer ojo lerdo.

    4. El registro antropolgico: configuracin de lo humano en El Matadero

    1. Interaccin ( y /o identificacin) de lo humano y lo animal

    Hasta cierto punto, El Matadero puede considerarse una historia de animales, entanto toda la accin, hasta la entrada del unitario en escena, gira sobre el eje de la matanza,el descuartizamiento y la final apropiacin de los despojos de un grupo de reses. Ademsde las reses mismas, hay otros muchos animales en el campo narrativo que dependen de laexistencia de estas vctimas sacrificables: los ratones y ratas, los perros (dogos o mastines),las aves: gaviotas, buitres o caranchos. En esta pelea por los restos los seres humanos estnen el mismo plano que los animales:

    Multitud de negras rebusconas de achuras, como loscaranchos de presa , se desbandaron por la ciudad como otrastantas harpas prontas a devorar cuanto hallaran comible. Lasgaviotas y los perros , inseparables rivales suyos en el

    Matadero , emigraron en busca de alimento animal.

    (p. 167)

    (p. 161)

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    Recurdese el perfecto paralelismo, por otra parte, entre la lucha de los muchachos yla de los perros , que se narra en la escena citada supra.

    En otro lugar se dice que los mastines pululan entremezclados con la comparsa demuchachos, de negros y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpas de lafbula (p. 158).

    Las gaviotas celebran chillando la matanza, al tiempo que los muchachos se dan devejigazos o se tiran bolas de carne (p. 160).

    Los rapaces que hostigan a una vieja la rodeaban y azuzaban como los perros altoro (p. 161).

    Cuando aparece el unitario en el campo visual de la narracin comienzan a dispararsecon mayor velocidad y asiduidad los smiles animales sobre la chusma federal.

    Notando, empero, las significativas miradas de aquelgrupo de dogos de matadero.

    cayendo en tropel sobre la vctima como los caranchosrapaces sobre la osamenta de un buey devorado por el tigre.

    Siempre en pandilla cayendo como buitres sobre lavctima inerte.

    ... la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras

    armas, infames. El lobo, el tigre, la pantera tambin son fuertescomo vosotros. Deberais andar como ellos, en cuatro patas.

    (p. 170)

    (p. 170)

    (p. 151)

    (p. 175)

    (p. 170)

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    El Juez es asimilado (por s mismo, incluso) al tigre:

    -No temes que el tigre te despedace?

    -Lo prefiero a que, maniatado, me arranquen, como elcuervo, una a una las entraas.

    exclam el Juez frunciendo el ceo de tigre.

    Tambin se atribuyen a lo animal algunas propiedades no muy compatibles, por ejemplo, el cinismo bestial (p. 160).

    Pero la comparacin ms importante no est formulada por el narrador, y es el paralelismo notorio entre el toro infiltrado en el Matadero y el joven unitario infiltrado enla zona federal:

    Toro

    mirar fiero (p. 161) una rojiza y fosfrica mirada (p. 163)

    prendido al lazo por las astas, bramaba echando espuma, furibundo (p. 162)

    aunque cansado, manifestaba bros y colrico ceo (p. 166)

    brincaba haciendo hincapi y lanzando roncos bramidos (p. 160)

    lanz al mirarlas un bufido aterrador (p. 164)

    su bro y su furia redoblaron; su lengua, estirndose convulsiva , arrojaba espuma ,su nariz humo, sus ojos miradas encendidas (p. 166)

    Brot un torrente de la herida , exhal algunos bramidos roncos, vacil y cay elsoberbio animal entre los gritos de la chusma... (p. 167)

    clasificado provisoriamente como toro por su indomable fiereza

    Joven unitario

    lanzando una mirada de fuego sobre aquellos hombres feroces (p. 170)

    (p. 177)

    (p. 175)

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    el joven, en efecto, estaba fuera de s de clera . Todo su cuerpo pareca estar enconvulsin ; su plido y amoratado rostro, su voz, su labio trmulo, mostraban elmovimiento convulsivo de su corazn, la agitacin de sus nervios. Sus ojos de

    fuego parecan salirse de la rbita, su negro y lacio cabello se levantaba erizado. Sucuello desnudo y la pechera de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus

    arterias y la respiracin anhelante de sus pulmones (p. 173) Gotas de sudor fluan por su rostro, grandes como perlas; echaban fuego sus

    pupilas , su boca espuma , y las venas de su cuello y frente negreaban en relievessobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre

    Entonces un torrente de sangre brot borbolloneando de la boca y las narices del joven , y extendindose empez a caer a chorros por entrambos lados de la mesa (p.177)

    Si bien el narrador no compara expresamente al unitario con el toro, lo hacen, encambio, los mismos federales:

    1. El toro, dicen: Es emperrado y arisco como un unitario (p. 163)

    2. Est furioso como toro montaraz (p. 173)

    Ya lo amansar el palo (p. 173)

    Es preciso sobarlo (p. 169) (p. 173)

    Antes han querido degollarlo : Degllalo como al toro (p. 171)

    Al toro le echan pialas y por fin queda prendido de una pata; al joven lo atan sobre lamesa.

    La rabia, el rugido o bramido que el narrador le atribuye al toro son calificaciones que losfederales dedican tambin al unitario.

    -Est rugiendo de rabia -articul un sayn (p. 176)

    -Revent de rabia el salvaje unitario -dijo uno (p. 177)

    -Tena un ro de sangre en las venas -articul otro (Ibid.)

    El narrador aporta, por su parte, comparaciones con otros elementos de la Naturaleza:

    Encogase el joven, pateaba, haca rechinar los dientes.Tomaban ora sus miembros la flexibilidad del junco, ora ladureza del fierro, y su espina dorsal era el eje de un movimiento

    parecido al de una serpiente.

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    El unitario, que no llega a ser azotado, muere ferozmente igual que el toro. Aunque no

    expira al aire libre como las reses, sino en la casilla, su sangre desborda sobre el suelocomo la de los animales (aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias, p. 158-se refiere a las arterias de las reses y al suelo del Matadero-). Esto homologa su sacrificiocon el de los novillos y el toro mismo ( y tambin pero slo hasta cierto punto, con el delnio, vctima absolutamente pasiva e inocente, cuyo tronco degollado lanza por cadaarteria un largo chorro de sangre, p. 164).

    Vctima, pero vctima rebelde, el unitario muere, como el toro, respondiendo a la leyde la violencia, no como Scrates bebiendo la cicuta, o como Cristo deteniendo la lanza dePedro.

    2. La sexualida d

    La escena representada en el Matadero se ca racteriza precisamente por poner antelos ojos -en muchos aspectos- lo que para la moral ordinaria y las convenciones culturalesdebiera estar rigurosamente fuera de escena, esto es, lo obsceno , que comienza por ellenguaje ( Oanse a menudo palabras inmundas y obscenas...) y se ejemplifica en lasacciones.

    Desde la negra que se mete el sebo en las tetas, hasta las mltiples palabrotasdesignadas slo con su inicial y /o final ( la m..., los c..., c...o) todo el lenguaje de lachusma del Matadero se halla traspasado de alusiones directas a lo genital y loexcrementic io. El Matadero aparece as como un mundo al revs , un mundo carnavalesco(si se atien de a la caracterizacin hecha por Bajtn 5), un mundo grotesco (adjetivo quevarias vece s se repite en la narracin) marcado por la deformidad, la caricatura, laexageracin , la parodia.

    Por cierto, un muy antiguo vnculo -destacado en el ya clsico libro de Bataille 6 sobreel erotismo -liga la sexualidad y el excremento, la cpula, la muerte y la corrupcin de lacarne, elementos que confluyen en la estructura de la violencia: esto es, el exceso , ladesmesura de la vida en su generacin y aniquilacin continuas, que produce un efectoambivalente de horror y de fascinacin. Este es tambin el mbito que se designara como

    sagrado , zona que comprende lo bendito y lo maldito, lo puro y lo impuro (aunque loimpuro, transfigurado en diablico, haya sido arrojado de la esfera de lo sacro por elcristianismo). Hay as un nexo ancestral entre lo ertico y lo escatolgico y tambin loesjatolgico 7.

    Recordar estas conexiones tal vez contribuya a explicar por qu la sacralidad, la putrefaccin y los excrementos aparecen juntos en el Matadero, que no es slo una pintura

    (pp. 175-176)