Mariátegui, J. C. - La escena contemporánea [1925]

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INDICE Nota editorial Presentacin I. BIOLOGIA DEL FASCISMO Mussolini y el fascismo D'Annunzio y el fascismo La Inteligencia y el aceite de ricino La teoria fascista Los nuevos aspectos de la batalla fascista II. LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA Wilson La Sociedad de las Naciones Lloyd George El sentido histrico de las elecciones inglesas de 1924 Nitti Amendola y la batalla liberal en Italia Johan Maynard Keynes El Debate de las deudas interaliadas El pacto de seguridad El Imperio y la Democracia Yanquis La Democracia Catlica III. HECHOS E IDEAS DE LA REVOLUCION RUSA Trotsky Lunatcharsky Dos testimonios Zinoviev y la Tercera Internacional IV. LA CRISIS DEL SOCIALISMO El Labour Party El Socialismo en Francia Jaurs y la Tercera Repblica El Partido Comunista francs La Poltica Socialista en Italia Ebert y la social-democracia alemana El caso Jcques Sadoul V. LA REVOLUCION Y LA INTELIGENCIA

El Grupo "Clart" Henri Barbusse "Les Enchainements" Anatole France La revisin de la obra de Anatole France Mximo Gorki y Rusia Alejandro Blok George Gross Marinetti y el futurismo VI. EL MENSAJE DE ORIENTE Oriente y Occidente Gandhi Rabindranath Tagore La Revolucin Turca y el Islam VII. SEMITISMO Y ANTISEMITISMO El Semitismo El Antisemitismo INDICE ONOMASTICO

NOTA EDITORIALLos hijos de Jos Carlos Maritegui, cumpliendo un deber patritico y filial hemos asumido la tarea de publicar las obras completas del genial y profundo pensador peruano. Para cumplir este propsito venciendo obstculos de diverso orden hemos recopilado escrupulosamente toda la vasta produccin intelectual de Jos Carlos Maritegui, desde su viaje a Europa hasta su muerte. Deliberadamente se ha omitido su no menos copiosa obra escrita en la adolescencia, hasta su partida al Viejo Mundo. Respetuosos de la apreciacin que ese perodo de su vida le mereciera, y que irnicamente llamaba su "edad de piedra", no incluimos sus escritos de aquella poca, que, adems, poco aaden a su obra de orientador y precursor de la conciencia social en el Per. Apenas es necesario recordar que la substancial obra del Amauta fue producida casi en su integridad en el decurso de los aos 1923 al 30, es decir, en tan slo siete aos. En este breve lapso, Jos Carlos Maritegui alcanz a publicar en forma de libros dos volmenes de sus escritos: La Escena Contempornea (1925) y Siete Ensayos de Interpretacin de la Realidad Peruana (1928). Con posterioridad a su muerte se han impreso Defensa del Marxismo (1934) en edicin incompleta y, por nosotros, El Alma Matinal y otras estaciones del hombre de hoy (1950) y La Novela y la Vida (1955). Debemos advertir que el material de estos tres ltimos libros estaba en gran parte organizado por su autor. En cambio, los dems ttulos que componen esta serie han resultado de la compilacin del resto de su abundante produccin, que se hallaba desperdigada en los artculos acogidos por las revistas de la poca, principalmente Mundial y Variedades, el diario limeo El Tiempo, la insuperada Amauta que dirigiera y otras ms del Per y del extranjero. Recogiendo ntegramente todos sus escritos sin criterio selectivo excluyente, agrupndolos por temas y dndoles por nombre el de los ttulos que Jos Carlos Maritegui empleara para designar sus secciones en las publicaciones citadas, hemos logrado los restantes volmenes que integran esta coleccin, cuales son: El Artista y la poca, Signos y Obras. Historia de la crisis mundial (Conferencias). Peruanicemos al Per, Temas de Nuestra Amrica, Ideologa y Poltica, Temas de Educacin, Cartas de Italia, y los tres tomos de Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. Merecen una mayor explicacin Cartas de Italia y la Historia de la crisis mundial. La primera es una recopilacin tomada ntegramente del diario El Tiempo, al que Jos Carlos Maritegui enviaba sus crnicas de viaje, entre los aos 1920 y 1922, que contribuye a dar una mayor comprensin de su pensamiento, no obstante estar fuera del fecundo perodo anteriormente aludido. Escritas durante su permanencia en Europa, hecho que fue decisivo en su vida porque defini al hombre de ideas y al combatiente por la causa de la humanidad, estas crnicas son el testimonio de su definicin: "He hecho en Europa mi mejor aprendizaje", escribi en el prlogo de sus Siete Ensayos y estas notas pertenecen a la etapa de aprendizaje y transicin. Luego, las conferencias dictadas desde el 9 de junio de 1923 hasta el 26 de enero de 1924, en forma de un curso que titul Historia de la crisis mundial, las hemos reunido, en parte en sus versiones completas, y a falta de ellas, en las simples notas que le sirvieron de gua, acompaadas estas ltimas de las vesiones de los diarios de la poca. Finalmente, incluimos en esta serie de obras, las dos biografas de Jos Carlos Maritegui que hasta hoy se han escrito, complementadas con recopilaciones de diversos ensayos y artculos de

notables escritores americanos. Asimismo va tambin una antologa de poemas inspirados en su vida y obra. Y para completar un cuadro total de la obra de Jos Carlos Maritegui, se incluye una sntesis del contenido de su histrica revista Amauta que es parte inseparable de su obra y de su vida; de su vida breve, que sin trasponer los treinta y cinco aos, dej un camino, una razn y una fe. LOS EDITORES

PRESENTACINEl mayor mrito de LA ESCENA CONTEMPORNEA es que sigue siendo contempornea. Esto significa mucho. Sobre todo si revisamos la vasta produccin escrita durante los aos que van de la segunda dcada del presente siglo hasta nuestros das. Como hojarasca intil se han entregado a la aspereza de los vientos. En tanto que las pginas de Jos Carlos Maritegui no han perdido su fresca y clara actualidad y permanecen asentadas sobre firmes cimientos. Acaso son stos los de una teora? No lo creo. Ya el autor deca: "Pienso que no es posible aprehender en una teora el entero panorama del mundo contemporneo". Mayor fuerza explicativa se halla en la manifestacin de su apasionamiento, pues, Maritegui fue de aquellos pocos hombres a los cuales la pasin les hace ver claro. Sin el seudo atuendo estadstico, Maritegui pudo advertir las conclusiones a las cuales debera arribar la humanidad conforme aparecan los trasgos que encubri el viejo mundo capitalista. Pongamos el caso del fascismo. Hay quienes lo ubican como un acontecimiento finiquitado, una experiencia italiana; pero hay que leer a Maritegui para comprender que el fascismo tena fuentes menas localistas. Toda el conjunto de las fuerzas de la reaccin se unen, se hacinan, se regimentan en haces. La reaccin contra la revolucin. Esto es el fascismo. As es fcil entender que el fascismo, en tanto haya reaccin en el mundo, no ha sido liquidado. Rebrota y aparece con nuevas cabezas y en diferentes pases. Hasta en los ms insospechados. Y torna cada da ms agresivo y pugnaz. Maritegui nos ha dado, como l mismo dice una autntica biologa del fascismo. Sobre todo, ha revelado el desencanto que sufren los intelectuales, tipo D'Annunzio cuando tienen que enfrentarse a la realidad de la dura receta del aceite de ricino o del "big stick". Recordemos: el fascismo de todas partes. La objetividad no tiene porqu andar divorciada de la pasin. Pensar lo contrario es uno de los sofismas con que se nos quiere hacer comulgar. Ah tenemos el caso del anlisis de la crisis de la Democracia, en Maritegui. Puede alguien negar que la democracia burguesa est en crisis? Ya Maritegui incida en la dificultad que tenan las democracias europeas para reestablecer la dorada poca, la belle epoque, de la primera guerra. Se necesitaba ms trabajo para reconstruir y recuperar lo perdido; pero este sacrificio tena que pagarlo alguien y se amenazaba a los obrero para que, sin haber deseado la guerra, resultasen los sufragantes; pero la historia no da marcha atrs y ese era el dilema de los estados capitalistas para los cuales no hubo otro recurso que aceptar un segundo conflicto con tal de sacar las castaas del fuego y a sabiendas del prximo incendio. Los mejores hombres de la democracia europea se esforzaron vanamente por esclarecer este fenmeno a las vidas fuerzas de la reaccin. No lo consiguieron. Testigos son Nitti, Amendola, Keynes y Sturzo. Sea desde los viejos rangos del liberalismo prstino den las filas cristianas, estos hombres manejaron los postreros hilos del liberalismo novecentista. Y en un juego de filigrana veamos desvanecerse principios que otrora fueron rectores de la historia y que ahora se resienten ante el embate de fuerzas ms novedosas y poderosas. En anlisis difano, Maritegui ha separado los autnticos elementos de la vida poltica norteamericana: "Los Estados Unidos, ms que una gran democracia, son un gran imperio. La forma republicana no significa nada. El crecimiento capitalista de los Estados Unidos tena que desembocar en una conclusin imperialista". Maritegui comprenda el absurdo de contrariar asta inclinacin con vagas declaraciones retricas. Nosotros podramos parodiar la escena. Ayer era Coolidge. Hoy es Eisenhower. De manera superior al estrecho ocular de las aislacionistas, Maritegui desnud la necesidad que tena Europa de que Estados Unidos se

apresurase a solventar su economa, apoyo de su civilizacin. Todo dicho sin acrimonias y sin lagoteras. Como periodista y como socilogo. Maritegui fue un intelectual comprensivo de su papel. EN LA ESCENA CONTEMPORNEA retrata el perfil de Barbusse. En algn sentido podra afirmarse que sus palabras pueden serle aplicadas a manera de autorretrato. As Como el escritor francs, Maritegui tambin ha recorrido todas las jornadas del viacrucis de la decisin. Se le llama: un resplandor en el abismo. Los hombres de la talla mental de Maritegui descubren una luz; pero no se atolondran con ella. Por esto es que no conciben el sectarismo. La delicadeza de su genio afina sus deslumbramientos. La Revolucin en su pluma tiene un sentido que trasciende la hoja annima de las rdenes cotidianas. La comprensin del profundo rumbo de la historia le adverta naturalmente el papel que iban a obrar las diferentes figuras de la vida mundial. De ah la precisin de sus trazos y la nitidez con que se presentan en escorzo las ms destacadas personalidades de toda una poca. Es sorprendente la informacin de que dispuso Maritegui. Pero no lo supongamos inclinado sobre los libros a manera de nota erudita. Su capacidad genial aprovechaba por todos los poros de su espritu. Personaje hubo que supuso a Maritegui meramente libresco y sin sentido hominal. Despus de la experiencia de la charla apareci otra conviccin: Es que de los viajeros que cruzaban por entonces el mar ocano, Maritegui fue de los pocos que supo aprender sin frivolidad pero sin acerba densidad. Su erudicin no comprenda el recurso de una bsqueda intil y majadera de viejos infolios. Maritegui tena la erudicin de la vida diaria y por ello fue el smbolo ms real y vigoroso de la inteligencia en el Per. Parece imposible pensar que en Amrica Latina Haya existido un hombre como Maritegui; a la vez inteligencia, corazn y accin. Por lo mismo, LA ESCENA CONTEMPORNEA; fruto singular de la mentalidad ms brillante del siglo en Amrica, nos llega hoy coma otrora con la misma esperanza y la misma nerviosa belleza de un: estilo sin paralelo en pginas de actualidad inquietante. Anbal Ismodes Cairo La benvola instancia de algunos amigos me decide a recoger en un libro una parte de mis artculos de los dos ltimos aos sobre "figuras y aspectos de la vida mundial". Agrupadas y coordinadas en un volumen, bajo el ttulo de "La Escena Contempornea", no pretenden estas impresiones, demasiado rpidas o demasiado fragmentarias, componer una explicacin de nuestra poca. Pero contienen los elementos primarios de un bosquejo o un ensayo de interpretacin de esta poca y sus tormentosos problemas que acaso me atreva a intentar en un libro ms orgnico. Pienso que no es posible aprehender en una teora el entero panorama del mundo contemporneo. Que no es posible, sobre todo, fijar en una teora su movimiento. Tenemos que explorarlo y conocerlo, episodio por episodio, faceta por faceta. Nuestro juicio y nuestra imaginacin se sentirn siempre en retardo respecto de la totalidad del fenmeno. Por consiguiente, el mejor mtodo para explicar y traducir nuestro tiempo es, tal vez, un mtodo un poco periodstico y un poco cinematogrfico. He ah otra de las razones que me animan a dar a la imprenta estos artculos. Casi todos se han publicado en "Variedades"1. Slo cinco de esta serie han aparecido en "Mundial"2 Al revisarlos y corregirlos no he tocado su sustancia. Me he limitado a algunas enmiendas formales, como la supresin de los puntos de referencia inmediatos del instante en que fueron

escritos. Para facilitar y ordenar su lectura los he asociado y ensamblado segn el tema. S muy bien que mi visin de la poca no es bastante objetiva ni bastante anastigmtica. No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiacin y una fe. Este libro no tiene ms valor que el de ser un documento leal del espritu y la sensibilidad de mi generacin. Lo dedico, por esto, a los hombres nuevos, a los hombres jvenes de la Amrica indo-bera. Jos Carlos Maritegui. Lima, MCMXXV.NOTAS:

1 vase el ndice onomstico 2 Idem.

I. BIOLOGIA DEL FASCISMOMUSSOLINI Y EL FASCISMOFASCISMO y Mussolini son dos palabras consustanciales y solidarias. Mussolini es el animador, el lder, el duce1 mximo del fascismo. El fascismo es la plataforma, la tribuna y el carro de Mussolini. Para explicarnos una parte de este episodio de la crisis europea, recorramos rpidamente la historia de los fasci 2 y de su caudillo. Mussolini, como es sabido, es un poltico de procedencia socialista. No tuvo dentro del socialismo una posicin centrista ni templada sino una posicin extremista e incandescente. Tuvo un rol consonante con su temperamento. Porque Mussolini es, espiritual y orgnicamente, un extremista. Su puesto est en la extrema izquierda o en la extrema derecha. De 1910 a 1911 fue uno de los lderes de la izquierda socialista. En 1912 dirigi la expulsin del hogar socialista de cuatro diputados partidarios de la colaboracin ministerial: Bonomi, Bissolati, Cabrini y Podrecca. Y ocup entonces la direccin del Avanti. 3 Vinieron 1914 y la Guerra. El socialismo italiano reclam la neutralidad de Italia. Mussolini, invariablemente inquieto y beligerante, se rebel contra el pacifismo de sus correligionarios. Propugn la intervencin de Italia en la guerra. Dio, inicialmente, a su intervencionismo un punto de vista revolucionario. Sostuvo que extender y exasperar la guerra era apresurar la revolucin europea. Pero, en realidad, en su intervencionismo lata su psicologa guerrera que no poda avenirse con una actitud tolstoyana 4 y pasiva de neutralidad. En noviembre de 1914. Mussolini abandon la direccin del Avanti y fund en Miln Il Popolo d'Italia para preconizar el ataque a Austria. Italia se uni a la Entente.5 Y Mussolini, propagandista de la intervencin, fue tambin un soldado de la intervencin. Llegaron la victoria, el armisticio, la desmovilizacin. Y, con estas cosas, lleg un perodo de desocupacin para los intervencionistas. D'Annunzio nostlgico de gesta y de epopeya, acometi la aventura de Fiume. Mussolini cre los fasci di combetimento: haces o fajos de combatientes. Pero en Italia el instante era revolucionario y socialista. Para Italia la guerra haba sido un mal negocio. La Entente le haba asignado una magra participacin en el botn. Olvidadiza de la contribucin de las armas italianas a la victoria, le habla regateado tercamente la posesin de Fiume. Italia, en suma, haba salido de la guerra con una sensacin de descontento y de desencanto. Se realizaron, bajo esta influencia, las elecciones. Y los socialistas conquistaron 155 puestos en el parlamento. Mussolini, candidato por Miln, fue estruendosamente batido por los votos socialistas. Pero esos sentimientos de decepcin y de depresin nacionales eran propicios a una violenta reaccin nacionalista. Y fueron la raz del fascismo. La clase media es peculiarmente accesible a los ms exaltados mitos patriticos. Y la clase media italiana, adems, se senta distante y adversaria de la clase proletaria socialista. No le perdonaba su neutralismo. No le perdonaba los altos salarios, los subsidios del Estado, las leyes sociales que durante la guerra y despus de ella haba conseguido del miedo a la revolucin. La clase media se dola y sufra de que el proletariado neutralista y hasta derrotista, resultase usufructuario de una guerra que no haba querido. Y cuyos resultados desvalorizaba, empequeeca y desdeaba. Estos malos humores de 1a clase media encontraron un hogar en el fascismo. Mussolini atrajo, as la clase media a sus fasci di combatimento.

Algunos disidentes del socialismo y del sindicalismo se enrolaron en los fasci aportndoles su experiencia y su destreza en la organizacin y captacin de masas. No era todava el fascismo una secta programtica y conscientemente reaccionaria y conservadora. El fascismo, antes bien, se crea revolucionario, Su propaganda tena matices subversivos y demaggicos. El fascismo, por ejemplo, ululaba contra los nuevos ricos. Sus principios tendencialmente republicanos y anticlericales estaban impregnados del confusionismo mental de la clase media que, instintivamente descontenta y disgustada de la burguesa, es vagamente hostil al proletariado. Los socialistas italianos cometieron el error de no usar sagaces armas polticas para modificar la actitud espiritual de la clase media. Ms an. Acentuaron la enemistad entre el proletariado y la piccola borghesia.6 desdeosamente tratada y motejada por algunos hierticos tericos de la ortodoxia revolucionaria. Italia entr en un perodo de guerra civil. Asustada por las chances de la revolucin, la burguesa arm, abasteci y, estimul solcitamente al fascismo. Y lo empuj a la persecucin truculenta del socialismo, a la destruccin de los sindicatos y cooperativas revolucionarias, al quebrantamiento de huelgas e insurrecciones, El fascismo se convirti as en una milicia numerosa y aguerrida. Acab por ser ms fuerte que el Estado mismo. Y entonces reclam el poder. Las brigadas fascistas conquistaron Roma. Mussolini, en "camisa negra",7 ascendi al gobierno, constri a la mayora del parlamento a obedecerle, inaugur un rgimen y una era fascista. Acerca de Mussolini se ha hecho mucha novela y poca historia. A causa de su beligerancia politice, casi no es posible una definicin objetiva y ntida de su personalidad y su figura. Unas definiciones son ditirmbicas y cortesanas; otras definiciones son rencorosas y panfletarias. A Mussolini se le conoce, episdicamente, a travs de ancdotas e instantneas. Se dice, por ejemplo, que Mussolini es el artfice del fascismo. Se cree que Mussolini ha "hecho" el fascismo. Ahora bien, Mussolini es un agitador avezado, un organizador experto, un tipo vertiginosamente activo. Su actividad, su dinamismo, su tensin, influyeron vastamente en el fenmeno fascista. Mussolini, durante la campaa fascista, hablaba un mismo da en tres o cuatro ciudades. Usaba el aeroplano para saltar de Roma a Pisa, de Pisa a Bolonia, de Bolonia a Miln. Mussolini es un tipo volitivo, dinmico, verboso, italianisimo, singularmente dotado para agitar masas y excitar muchedumbres. Y fue el organizador, el animador, el condottiere 8 del fascismo. Pero no fue su creador, no fue su artfice. Extrajo de un estado de nimo un movimiento poltico; pero no model este movimiento a su imagen y semejanza. Mussolini no dio un espritu, un programa, al fascismo. Al contrario, el fascismo dio su espritu a Mussolini. Su consustanciacin, su identificacin ideolgica con los fascistas, oblig a Mussolini a exonerarse, a purgarse de sus ltimos residuos socialistas. Mussolini necesit asimilar, absorber el antisocialismo, el chauvinismo de la clase media para encuadrar y organizar a sta en las filas de los fasci di combattimento. Y tuvo que definir su poltica como una poltica reaccionaria, anti-socialista, anti-revolucionaria. El caso de Mussolini se distingue en esto del caso de Bonomi, de Briand y otros ex-socialistas.9 Bonomi, Briand, no se han visto nunca forzados a romper explcitamente con su origen socialista. Se han atribuido, antes bien, un socialismo mnimo, un socialismo homeoptico. Mussolini, en cambio, ha llegado a decir que se ruboriza de su pasado socialista como se ruboriza un hombre maduro de sus cartas de amor de adolescente. Y ha saltado del socialismo ms extremo al conservatismo ms extremo. No ha atenuado, no ha reducido su socialismo; lo ha abandonado total e integralmente. Sus rumbos econmicos, por ejemplo, son adversos a una poltica de intervencionismo, de estadismo, de fiscalismo. No aceptan el tipo transaccional de Estado capitalista y empresario: tienden a restaurar el tipo clsico de Estado

recaudador y gendarme. Sus puntos de vista de hoy son diametralmente opuestos a sus puntos de vista de ayer. Mussolini era un convencido ayer como es un convencido hoy. Cul ha sido el mecanismo a proceso de su conversin de una doctrina a otra? No se trata de un fenmeno cerebral; se trata de un fenmeno irracional. El motor de este cambio de actitud ideolgica no ha sido la idea; ha sido el sentimiento. Mussolini no se ha desembarazado de su socialismo, intelectual ni conceptualmente. El socialismo no era en l un concepto sino una emocin, del mismo modo que el fascismo tampoco es en l un concepto sino tambin una emocin. Observemos un dato psicolgico y fisonmico: Mussolini no ha sido nunca un cerebral, sino ms bien un sentimental, En la poltica, en la prensa, no ha sido un terico ni un filsofo sino un retrico y un conductor. Su lenguaje no ha sido programtica, principista, ni cientfico, sino pasional, sentimental. Los ms flacos discursos de Mussolini han sido aqullos en que ha intentado definir la filiacin, la ideologa del fascismo. El programa del fascismo es confuso, contradictorio, heterogneo: contiene, mezclados ple-mle, 10 conceptos liberales y conceptos sindicalistas. Mejor dicho, Mussolini no le ha dictado al fascismo un verdadero programa; le ha dictado un plan de accin. Mussolini ha pasado del socialismo al fascismo, de la revolucin a la reaccin, por una va sentimental, no por una va conceptual. Todas las apostasas histricas han sido, probablemente, un fenmeno espiritual. Mussolini, extremista de la revolucin, ayer, extremista de la reaccin hoy, no recuerda a Juliano. Como este Emperador, personaje del Ibsen y de Merezkovskij, Mussolini es un Ser inquieto, teatral, alucinado, supersticioso y misterioso que se ha sentido elegido por el Destino para decretar la persecucin del dios nuevo y reponer en su retablo los moribundos dioses antiguos.NOTAS:

1 Duce, voz italiana de origen latino, de dux, Jefe en la Repblica medieval de Venecia. Este nombre se arrog Mussolini para significar su pretensin de conductor del fascismo. 2 Fasci, del latin fax, haz. Se refiere aqu a la agrupacin poltica. 3 Avanti, nombre del diario socialista italiano. 4 Referencia al novelista ruso Len Nikolayevich, Conde de Tostoy, quien predicaba un tipo de cristianismo de noresistencia al mal y aceptacin del dolor del hombre.

5 La Entente es el nombre que adopt la alianza de Inglaterra, Francia y Rusia zarista contra Alemania. 6 Piccola burghesia, estrato social que comprende a los individuos situados entre el proletariado y la burguesa: pequea burguesia. 7 La camisa negra era el uniforme fascista. 8 En italiano moderno condottiero, caudillo. 9 colaboracionistas con los ministerios burgueses. Briand represent, en Francia, esta tendencia. 10 Confusamente.

D'ANNUNZIO Y EL FASCISMOD'Annunzio no es fascista. Pero el fascismo es d'annunziano. El fascismo usa consuetudinariamente una retrica, una tcnica y una postura d'annunziana. El grito fascista de "Eia, eia, alal!" es un grito de la epopeya de D'Annunzio. Los orgenes espirituales del fascismo, estn en la literatura de D'Annunzio y en la vida de D'Annunzio. D'Annunzio puede, pues, renegar del fascismo. Pero el fascismo no puede renegar de D'Annunzio. D'Annunzio es uno de los creadores, uno de los artfices del estado de nimo en el cual se ha incubado y se ha plasmado el fascismo. Ms an. Todos los ltimos captulos de la historia italiana estn saturados de d'annunzianismo. Adriano Tilgher en un sustancioso ensayo sobre la Tersa Italia 1 define el periodo pre-blico de 1905 a 1915 como "el reino incontestado de la mentalidad d'annunziana, nutrida de recuerdos de la Roma imperial y de las comunas italianas de la Edad Media, formada de naturalismo pseudopagano, de aversin al sentimentalismo cristiano y humanitario, de culto de la violencia heroica, de desprecio por el vulgo profano curvado sobre el trabajo servil, de diletantismo kilometrofgico con un vago delirio de grandes palabras y de gestos imponentes". Durante ese periodo, constata Tilgher, la pequea y la media burguesa italiana se alimentaron de la retrica de una prensa redactada por literatos fracasados, totalmente impregnados de d'annunzionismo y de nostalgias imperiales. Y en la guerra contra Austria, gesta d'annunziana, se gener el fascismo, gesta d'annunziana tambin. Todos los lderes y capitanes del fascismo provienen de la faccin que arroll al gobierno neutralista de Giolitti y condujo a Italia a la guerra. Las brigadas del fascismo se llamaron inicialmente haces de combatientes. El fascismo fue una emanacin de la guerra. La aventura de Fiume y la organizacin de los fasci fueron dos fenmenos gemelos, dos fenmenos sincrnicos y sinfrnicos. Los fascistas de Mussolini y los arditi 2 de D'Annunzio fraternizaban. Unos y otros acometan sus empresas al grito de "Eia, aia, alal!" El fascismo y el fiumanismo se amamantaban en la ubre de la misma loba como Rmulo y Remo. Pero, nuevos Rmulo y Remo tambin, el destino quera que uno matase al otro. El fiumanismo sucumbi en Fiume ahogado en su retrica y en su poesa. Y el fascismo se desarroll, libre de la concurrencia de todo movimiento similar, a expensas de esa inmolacin y de esa sangre. El fiumanismo se resista a descender del mundo astral y olmpico de su utopa, al mundo contingente, precario y prosaico de la realidad. Se senta por encima de la lucha de clases, por encima del conflicto entre la idea individualista y la idea socialista, por encima de la economa y de sus problemas. Aislado de la tierra, perdido en el ter, el Humanismo estaba condenado a la evaporacin y a la muerte. El fascismo, en cambio, tom posicin en la lucha de clases. Y, explotando la ojeriza de la clase meda contra el proletariado, la encuadr en sus filas y la llev a la batalla contra la revolucin y contra el socialismo. Todos los elementos reaccionarios, todos los elementos conservadores, ms ansiosos de un capitn resuelto a combatir contra la revolucin que de un poltica inclinado a pactar con ella, se enrolaron y concentraron en los rangos del fascismo. Exteriormente, el fascismo conserv sus aires d'annunzianos; pero interiormente su nuevo contenido social, su nueva estructura social, desalojaron y sofocaron la gaseosa ideologa d'annunziana. El fascismo ha crecido y ha vencido no como movimiento d'annunziano sino como movimiento reaccionario; no como inters superior a la lucha de clases sino como inters de una de las clases beligerantes. El fiumanismo era un fenmeno literario ms que un fenmeno poltico. El fascismo en cambio, es un fenmeno eminentemente poltico. El condotiori del

fascismo tena que ser, por consiguiente, un poltico, un caudillo tumultuario, plebiscitario, demaggico. Y el fascismo encontr por esto su duce, su animador en Bonito Mussolini, y no en Gabriel D'Annunzio. El fascismo necesitaba un lder listo a usar, contra el proletariado socialista, el revlver, el bastn y el aceite castor. Y la poesa y el aceite castor son dos cosas inconciliables y dismiles. La personalidad de D'Annunzio es una personalidad arbitraria y verstil que no cabe dentro de un partido. D'Annunzio es un hombre sin filiacin y sin disciplina ideolgicas. Aspira a ser un gran actor de la historia. No le preocupa el rol sino su grandeza, su relieve, su esttica. Sin embargo, D'Annunzio ha mostrado, malgrado su elitismo y su aristocratismo, una frecuente e instintiva tendencia a la izquierda y a la revolucin. En D'Annunzio no hay una teora, una doctrina, un concepto. En D'Annunzio hay sobre todo, un ritmo, una msica, una forma. Mas este ritmo, esta msica, esta forma, han tenido, a veces, en algunos sonoros episodios de la historia del gran poeta, un matiz y un sentido revolucionarios. Es que D'Annunzio ama el pasado; pero ama ms el presente. El pasado lo provee y lo abastece de elementos decorativos, de esmaltes arcaicos, de colores raros y de jeroglficos misteriosos. Pero el presente es la visa. Y la vida es la fuente de la fantasa y del arte. Y, mientras la reaccin es el instinto de conservacin, el estertor agnico del pasado, la revolucin es la gestacin dolorosa, el parto sangriento del presente. Cuando, en 1900. D'Annunzio ingres en la Cmara italiana, su carencia de filiacin, su falta de ideologa, lo llevaron a un escao conservador. Mas un da de polmica emocionante entre la mayora burguesa y dinstica y la extrema izquierda socialista y revolucionaria. D'Annunzio, ausente de la controversia teortica sensible slo al latido y a la emocin de la vida, se sinti atrado magnticamente al campo de gravitacin de la minora. Y habl as a la extrema izquierda: "En el espectculo de hoy he visto de una parte muchos muertos que gritan, de la otra pocos hombres vivos y elocuentes. Como hombre de intelecto, marcho hacia la vida". D'Annunzio no marchaba hacia el socialismo, no marchaba hacia la revolucin. Nada saba ni quera saber de teoras ni de doctrinas. Marchaba simplemente hacia la vida. La revolucin ejerca en l la misma atraccin natural y orgnica que el mar, que el campo, que la mujer, que la juventud y que el combate. Y, despus de la guerra, D'Annunzio volvi a aproximarse varias veces a la revolucin. Cuando ocup Fiume, dijo que el fiumanismo era la causa de todos los pueblos oprimidos, de todos los pueblos irredentos. Y envi un telegrama a Lenin. Parece que Lenin quiso contestar a D'Annunzio. Pero los socialistas italianos se opusieron a que los Soviets tomaran en serio el gesto del poeta. D'Annunzio invit a todos los sindicatos de Fiume a colaborar con l en la elaboracin de la constitucin fiumana. Algunos hombres del ala izquierda del socialismo, inspirados por su instinto revolucionario, propugnaron un entendimiento con D'Annunzio. Pero la burocracia del socialismo y de los sindicatos rechaz y excomulg esta proposicin hertica, declarando a D'Annunzio un diletante, un aventurero. La heterodoxia y el individualismo del poeta repugnaban a su sentimiento revolucionario. D'Annunzio, privado de toda cooperacin doctrinaria, dio a Firme una constitucin retrica. Una constitucin de tono pico que es sin duda, uno de los ms curiosos documentos de la literatura poltica de estos tiempos. En la portada de la Constitucin del Arengo del Carnaro estn escritas estas palabras: "La vida es bella y digna de ser magnficamente vivida". Y en sus captulos e incisos, la Constitucin de Fiume asegura a los ciudadanos del Arengo del Carnero, una asistencia prvida, generosa e infinita para su cuerpo, para su alma, para su imaginacin y su msculo. En la Constitucin de Fiume existen toques de comunismo. No del moderno, cientfico y dialctico comunismo, de Marx y de Lenin,

sino del utpico y arcaico comunismo de la Repblica de Platn, de la Ciudad del Sol de Campanella y de la Ciudad de San Rafael de John Ruskin. Liquidada la aventura de Fiume, D'Annunzio tuvo un perodo de contacto y de negociaciones con algunos lderes del proletariado. En su villa de Gardone, se entrevistaron con l D'Aragona y Baldesi, secretarios de la Confederacin General del Trabajo. Recibi, tambin la visita de Tchicherin, que tornaba de Gnova a Rusia. Pareci entonces inminente un acuerdo de D'Annunzio con los sindicatos y con el socialismo. Eran los das en que los socialistas italianos, desvinculados de los comunistas, parecan prximos a la colaboracin ministerial. Pero la dictadura fascista estaba en marcha. Y, en vez de D'Annunzio y los socialistas, conquistaron la Ciudad Eterna Mussolini y los "camisas negras". D'Annunzio vive en buenas relaciones con el fascismo. La dictadura de las "camisas negras" flirtea con el Poeta. D'Annunzio, desde su retiro de Gardone, la mira sin rencor, y sin antipata. Pero se mantiene esquivo y hurao a toda mancomunidad con ella. Mussolini ha auspiciado el pacto marinero redactado por el Poeta que es una especie de padrino de la gente del mar. Los trabajadores del mar se someten voluntariamente a su arbitraje y a su imperio. El poeta de "La Nave" ejerce sobre ellos una autoridad patriarcal y teocrtica. Vedado de legislar para la tierra, se contenta con legislar para el mar. El mar lo comprende mejor que la tierra. Pero la historia tiene como escenario la tierra y no el mar. Y tiene como asunto central la poltica y, no la poesa. La poltica que reclama de sus actores contacto constante y metdico con la realidad, con la ciencia, con la economa, con todas aquellas cosas que la megalomana de los poetas desconoce y desdea. En una poca normal y quieta de la historia D'Annunzio no habra sido un protagonista de la poltica. Porque en pocas normales y quietas la poltica es un negocio administrativo y burocrtico. Pero en esta poca de neo-romanticismo, en esta poca de renacimiento del Hroe, del Mito y de la Accin, la poltica cesa de ser oficio sistemtico de la burocracia y de la ciencia. D'Annunzio, tiene, por eso, un sitio en la poltica contempornea. Slo que D'Annunzio, ondulante y arbitrario, no puede inmovilizarse dentro de una secta ni enrolarse en un bando. No es capaz de marchar con la reaccin ni con la revolucin. Menos an es capaz de afiliarse a la eclctica y sagaz zona intermedia de la democracia y de la, reforma. Y as, sin ser D'Annunzio consciente y especficamente reaccionario, la reaccin es paradjica y enfticamente d'annunziana. La reaccin en Italia ha tomado del d'annunzianismo el gesto, la pose y el acento. En otros pases la reaccin es ms sobria, ms brutal, ms desnuda. En Italia, pas de la elocuencia y de la retrica, la reaccin necesita erguirse sobre un plinto suntuosamente decorado por los frisos, los bajo relieves y las volutas de la literatura d'annunziana.NOTAS:

1 La Tersa Italia o Tercera Italia. Despus de la imperial o romana y de la del renacimiento. Vase el artculo Sobre "Las tres Romas de J. C. Maritegui en El Alma Matinal y Otras Estaciones del hombre. 2 As se llamaban los secuaces de D'Annunzio.

LA INTELIGENCIA Y EL ACEITE DE RICINOEl fascismo conquist, al mismo tiempo que el gobierno y la Ciudad Eterna, a la mayora de los intelectuales italianos. Unos se uncieron sin reservas a su carro y a su fortuna; otros, le dieron un consenso pasivo; otros, los ms prudentes, le concedieron una neutralidad benvola. La Inteligencia gusta de dejarse poseer por la Fuerza. Sobre todo cuando la fuerza es, como en el caso del fascismo, joven, osadas, marciales y aventureras. Concurran, adems, en esta adhesin de intelectuales y artistas al fascismo, causas especficamente italianas. Todos los ltimos captulos de la historia de Italia aparecen saturados de d'annunzianismo. "Los orgenes espirituales del fascismo estn en la literatura de D'Annunzio". El futurismo 1 que fue una faz, un episodio del fenmeno d'annunziano es otro de los ingredientes psicolgicos del fascismo. Los futuristas saludaron la guerra de Tripoli 2 como la inauguracin de una nueva era para Italia. D'Annunzio fue, ms tarde, el condottiere espiritual de la intervencin de Italia en la guerra mundial, Futuristas y d'annunzianos crearon en Italia un humor megalmano, anticristiano, romntico y retrico. Predicaron a las nuevas generaciones como lo han remarcado Adriano Tilgher y Arturo Labriola el culto del hroe, de la violencia y de la guerra. En un pueblo como el italiano, clido, meridional y prolfico, mal contenido y alimentado por su exiguo territorio, exista una latente tendencia a la expansin. Dichas Ideas encontraron, por tanto, una atmsfera favorable. Los factores demogrficos y econmicos coincidan con las sugestiones literarias. La clase media, en particular, fue fcil presa del espritu d'annunziano. (El proletariado, dirigido y controlado por el socialismo, era menos permeable a tal influencia). Con esta literatura colaboraban la filosofa idealista de Gentile y de Croce y todas las importaciones y transformaciones del pensamiento tudesco. Idealistas, futuristas y d'annunzianos sintieron en el fascismo una obra propia. Aceptaron su maternidad. El fascismo estaba unido a la mayora de los intelectuales por un sensible cordn umbilical. D'Annunzio no se incorpor al fascismo, en el cual no poda ocupar una plaza de lugarteniente; pero mantuvo con l cordiales relaciones y no rechaz su amor platnico, Y los futuristas se enrolaron voluntariamente en los rangos fascistas. El ms ultrasta de los diarios fascistas, LImpero 3 de Roma, est an dirigido por Mario Carli y Emilio Settimelli, dos sobrevivientes de la experiencia futurista. Ardengo Soffici, otro ex-futurista, colabora en Il Popolo d'Italia.4 el rgano de Mussolini. Los filsofos del idealismo tampoco se regatearon al fascismo Giovanni Gentile, despus de reformar fascsticamente la enseanza, hizo la apologa idealista de la cachiporra. Finalmente, los literatos solitarios, sin escuela y sin capilla, tambin reclamaron un sitio en el cortejo victorioso del fascismo. Sem Benelli, uno de los mayores representantes de esa categora literaria, demasiado cauto para vestir la "camisa negra", colabor con los fascistas, y sin confundirse con ellos, aprob su praxis y sus mtodos. En las ltimas elecciones, Sem Benelli fue uno de los candidatos conspicuos de la lista ministerial. Pero esto aconteca en los tiempos que an eran o parecan de plenitud y de apogeo de la gesta fascista. Desde que el fascismo empez a declinar, los intelectuales comenzaron a rectificar su actitud. Los que guardaron silencio ante la marcha a Roma sienten hoy la necesidad de procesarla y condenarla. El fascismo ha perdido una gran parte de su clientela y de su squito de intelectuales. Las consecuencias del asesinato de Matteotti 5 han apresurado las defecciones. Presentemente se afirma entre los intelectuales esta corriente anti-fascista. Roberto Bracco es uno de los lderes de la oposicin democrtica. Benedetto Croce se declara tambin antifascista, a pesar de compartir con Giovanni Gentile la responsabilidad y los laureles de la filosofa

idealista. D'Annunzio que se muestra hurao y malhumorado, ha anunciado que se retira de la vida pblica y que vuelve a ser el mismo "solitario y orgulloso artista" de antes. Sem Benelli, en fin, con algunos disidentes del fascismo y del filofascismo, ha fundado la Liga Itlica con el objeto de provocar me revuelta moral contra los mtodos de los "camisas negras''. Recientemente, el fascismo ha recibido la adhesin de Pirandello. Pero Pirandello es un humorista. Por otra parte, Pirandello es un pequeo burgus, provinciano y anarcoide, con mucho ingenio literario y muy poca sensibilidad poltica. Su actitud no puede ser nunca el sntoma de una situacin. Malgrado Pirandello, es evidente que los intelectuales italianos estn disgustados del fascismo. El idilio entre la inteligencia y el aceite de ricino ha terminado. Cmo se ha generado esta ruptura? Conviene eliminar inmediatamente una hiptesis: la de que los intelectuales se alejan de Mussolini porque ste no ha estimado ni aprovechado ms su colaboracin. El fascismo suele engalanarse de retrica imperialista y disimular su carencia de principios bajo algunos lugares comunes literarios; pero ms que a los artesanos de la palabra ama a los hombres de accin. Mussolini es un hombre demasiado agudo y socarrn para rodearse de literatos y profesores. Le sirve ms un estado mayor de demagogos y guerrilleros, expertos en el ataque, el tumulto y la agitacin. Entre la cachiporra y la retrica, elige sin dudar la cachiporra. Roberto Farinacci, uno de los lderes actuales del fascismo, el principal actor de su ltima asamblea nacional, no es slo un descomunal enemigo de la libertad y la democracia sino tambin de la gramtica. Pero estas cosas no son bastantes para desolar a los intelectuales. En verdad, ni los intelectuales esperaron nunca que Musolini convirtiese su gobierno en una academia bizantina, ni la prosa fascista fue antes ms gramatical que ahora. Tampoco pasa que a los literatos, filsofos y artistas, a la Artecracia como la llama Marinetti, le horroricen demasiado la truculencia y la brutalidad de la gesta de los "camisas negras", Durante tres aos las han sufrido sin queja y sin repulsa. El nuevo orientamiento de la inteligencia Italiana es una seal, un indicio de un fenmeno ms hondo. No es para el fascismo un hecho grave en al, sino como parte de un hecho mayor. La prdida o la adquisicin de algunos poetas, como Sem Benelli, carece de importancia tanto para la Reaccin como para la Revolucin. La inteligencia, la artecracia, no han reaccionado contra el fascismo antes que las categoras sociales, dentro de las cuales estn incrustradas, sino despus de stas. No son los intelectuales los que cambian de actitud ante el fascismo. Es la burguesa, la banca, la prensa, etc., etc., la misma gente y las mismas instituciones cuyo consenso permitieron hace tres aos la marcha a Roma. La inteligencia es esencialmente oportunista: El rol de los intelectuales en la historia resulta, en realidad, muy modesto. Ni el arte ni la literatura, a pesar de su megalomana, dirigen la poltica; dependen de ella, como otras tantas actividades menos exquisitas y menos ilustres. Los intelectuales forman la clientela del orden, de la tradicin, del poder, de la fuerza, etc, y, en caso necesario, de la cachiporra y del aceite de ricino. Algunos espritus superiores, algunas mentalidades creadoras escapan a esta regla; pero son espritus y mentalidades de excepcin. Gente de clase media, los artistas y los literatos no tienen generalmente ni aptitud ni elan 6 revolucionarios. Los que actualmente osan insurgir contra el fascismo son totalmente inofensivos. La Liga Itlica de Sem Benelli, por ejemplo, no quiere ser un partido, ni pretende casi hacer poltica. Se define a s misma como "un vinculo sacro para desenvolver su sacro programa: por el Bien y el Derecho de la Nacin Itlica: por el Bien y el Derecho del hombre itlico. Este programa puede ser muy sacro, como dice Sem Benelli; pero es, adems, muy vago, muy gaseoso, muy cndido. Sem Benelli, con esa nostalgia del pasado y ese gusto de las frases arcaicas, tan propios de las poetas mediocres de hoy, va por los caminos

de Italia diciendo como un gran poeta de ayer: !Pace, pace, pace!7 Su impotente consejo llega con mucho retardo.NOTAS:

1 El Futurismo se llamo a un movimiento artstico aparecido en Pars en 1909. Su inspirador y gua fue Filippo T.Marinetti (ver I. O.).

2 Se refiere a le declaratoria de guerra que, en 1911, hizo Italia a Turqua, en la que aquella se apodero de Trpoli. 3 ver I. O. 4 ver I. O. 5 Vase el I. O. y el siguiente articulo de J. C. Maritegui sobre La teora fascista (pg. 20). 6 Impulso, aptitud o espritu. 7 Paz, paz, paz! Son las palabras finales del poema de Francesco Tetrarca Italia ma, benche l parlar sia indarno(Italia ma, aunque el hablar sea envano) que ocupa el N 128 en el Canzioniere del poeta Italiano.

LA TEORIA FASCISTALa crisis del rgimen fascista, precipitada por el proceso Matteotti, ha esclarecido y precisado la fisonoma y el contenido del fascismo. El partido fascista, antes de la marcha a Roma, era una informe nebulosa. Durante mucho tiempo no quiso calificarse ni funcionar como un partido. El fascismo, segn muchos "camisas negras" de la primera hora, no era una faccin sino un movimiento. Pretenda ser, ms que un fenmeno poltico, un fenmeno espiritual y significar, sobre todo, una reaccin de la Italia vencedora de Vittorio Veneto 1 contra la poltica de desvalorizacin de esa victoria y sus consecuencias. La composicin, la estructura de los fasci, explicaban su confusionismo ideolgico. Los fasci reclutaban sus adeptos en las ms diversas categoras sociales. En sus rangos se mezclaban estudiantes, oficiales, literatos, empleados, nobles, campesinos y aun obreros. La plana mayor del fascismo no poda ser ms policroma. La componan disidentes del socialismo como Mussolini y Farinacci; ex-combatientes, cargados de medallas, como Igliori y De Vecchi; literatos futuristas exuberantes y bizarros como Filippo Marinetti y Emilio Settimelli; exanarquistas de reciente conversin como Massimo Rocca; sindicalistas como Cesare Rossi y Michele Bianchi; republicanos mazzinianos como Casalini; fiumanistas como Giunta y Giuriati; y monarquistas ortodoxos de la nobleza adicta a la dinasta de Savoya. Republicano, anticlerical, iconoclasta, en sus orgenes, el fascismo se declar ms o menos agnstico ante el rgimen y la Iglesia cuando se convirti en un partido. La bandera de la patria cubra todos los contrabandos y todos los equivocas doctrinarlos y programticos. Los fascistas se atribuan la representacin exclusiva de la italianidad. Ambicionaban el monopolio del patriotismo. Pugnaban por acaparar para su faccin a los combatientes y mutilados de la guerra. La demagogia y el oportunismo de Mussolini y sus tenientes se beneficiaron, ampliamente, a este respecto, de la maldiestra poltica de los socialistas, a quienes una insensata e inoportuna vociferacin antimilitarista haba enemistado con la mayora de los combatientes. La conquista de Roma y del poder agrav el equvoco fascista. Los fascistas se encontraron flanqueados por elementos liberales, democrticos, catlicos, que ejercitaban sobre su mentalidad y su espritu una influencia cotidiana enervante. En las filas del fascismo se enrolaron, adems, muchas gentes seducidas nicamente por el xito. La composicin del fascismo se torn espiritual y socialmente ms heterclita. Mussolini no pudo por esto, realizar plenamente el golpe de Estado. Lleg al poder insurreccionalmente; pero busc, en seguida, el apoyo de la mayora parlamentaria. Inaugur una poltica de compromisos y de transacciones. Trat de legalizar su dictadura. Oscil entre el mtodo dictatorial y el mtodo parlamentario. Declar que el fascismo deba entrar cuanto entes en la legalidad. Pero esta poltica fluctuante no poda cancelar las contradicciones que minaban la unidad fascista. No tardaron en manifestarse en el fascismo dos nimas y dos mentalidades antitticas. Una fraccin extremista o ultrasta propugnaba la insercin integral de la revolucin fascista en el Estatuto del Reino de Italia. El estado demoliberal deba, a su juicio, ser reemplazado por el Estado fascista. Una fraccin revisionista reclamaba, en tanto, una rectificacin ms o menos extensa de la poltica del partido. Condenaba la violencia arbitraria de los ras 2 de provincias. Los ras, como se designa a los jefes o condottieri regionales del partido fascista, ejercan sobre las provincias una autoridad medioeval y desptica. Contra el rasismo, contra el escuadrismo,3 insurgan los fascista revisionistas. El ms categrico y autorizado lder revisionista, Massimo Rocca, sostuvo

ardorosas polmicas ron los lderes extremistas. Esta polmica tuvo vastas proyecciones. Se quiso fijar y definir, de una y otra parte, la funcin y el ideario del fascismo. El fascismo que hasta entonces no se haba cuidado sino de ser accin, empezaba a sentir la necesidad de ser tambin una teora. Curzio Suckert asignaba al fascismo una nima catlica, medioeval, antiliberal, anti-renacentista. El espritu del Renacimiento, el protestantismo, el liberalismo, era descrito como un espritu disolvente, nihilista, contrario a los intereses espirituales de la italianidad. Los fascistas no reparaban en que, desde sus primeras aventuras, se haban calificado, ante todo, como asertores de la idea de la nacin, idea de claros orgenes renacentistas. La contradiccin no pareca embarazarlos sobremanera. Mario Pantaleoni y Michele Bianchi hablaban, por su parte, del proyectado Estado fascista como un Estado sindical. Y los revisionistas, de su lado, aparecan teidos de un vago liberalismo. Las tesis de Massimo Rocca suscitaron la protesta de todos los extremistas. Y Massimo Rocca fue ex-confesado oficialmente por la secta fascista como un hereje peligroso. Mussolini no se mezclaba en estos debates. Ausente de la polmica, ocupaba virtualmente en el fascismo una posicin centrista. Interrogado, cuidaba de no comprometerse con una respuesta demasiado precisa. "Despus de todo, qu importa el contenido terico de un partido? Lo que le da la fuerza y la vida es su tonalidad, es su voluntad, es el nima de aqullos que lo constituyen". Cuando el trabajo de definicin del fascismo haba llegado a este punto, sobrevino el asesinato de Matteotti. Al principio Mussolini anunci intencin de depurar las filas fascistas. Esboz, en un discurso en el Senado, bajo la presin de la tempestad desencadenada por el crimen, un plan de poltica normalizadora. A Mussolini le urga en se instante satisfacer a los elementos liberales que sostenan su gobierno. Pero todos sus esfuerzos por domesticar la opinin pblica fracasaran. El fascismo comenz a perder sus simpatizantes y sus aliados. Las defecciones de los elementos liberales y democrticos que, en un principio, por miedo a la revolucin socialista, lo haban flanqueado y sostenido, aislaron gradualmente de toda opinin no fascista al gobierno de Mussolini. Este aislamiento empuj el fascismo a una posicin cada da ms beligerante. Prevaleci en el partido la mentalidad extremista. Mussolini sola an usar, a veces, un lenguaje conciliador, con la esperanza de quebrantar o debilitar el espritu combativo de la oposicin; pero, en realidad, el fascismo volva a una tctica guerrera. En la siguiente asamblea nacional, del partido fascista, domin la tendencia extremista que tiene en Farinacci su condottiere ms tpico. Los revisionistas, encabezados por Bottai, capitularon en toda la lnea. Luego, Mussolini nombr una comisin para la reforma del Estatuto de Italia. En la prensa fascista, reapareci la tesis de que el Estado demo-liberal deba ceder el paso al Estado fascista-unitario. Este estado de nimo del partido fascista tuvo su ms enftica y agresiva manifestacin en el rechazo de la renuncia del diputado Giunta del cargo de Vicepresidente de la Cmara Giunta dimiti por haber demandado el Procurador del Rey autorizacin para procesarlo como responsable de la agresin al fascista disidente Cesare Farol. Y la mayora fascista quiso ampararlo con una declaracin estruendosa y explcita de solidaridad. Tal actitud no pudo ser mantenida. La mayora fascista, en una votacin posterior, la rectific a regaadientes, constreida por una tempestad de protestas. Mussolini necesit emplear toda su autoridad para obligar a los diputados fascistas a la retirada. No consigui, sin embargo, impedir que Michele Bianchi y Farinacci se declararan descontentos de esta maniobra oportunista, inspirada en consideraciones de tctica parlamentaria. El super-fascismo, el ultra-fascismo, o como quiera llamrsele; no tiene un solo matiz. Va del fascismo rasista o escuadrista de Farinacci al fascismo integralista de Michele Bianchi y Curzio Suekert 4 Farinacci encarna el espritu de las escuadras de camisas negras que, despus de entrenarse truculentamente en los raids punitivos contra los sindicatos y las cooperativas

socialistas, marcharon sobre Roma para inaugurar la dictadura fascista. Farinacci es un hombre tempestuoso e incandescente a quien no le interesa da teora sino la accin. Es el tipo ms genuino del ras fascista. Tiene en un puo a la provincia de Cremona, donde dirige un diario Cremona Nueva 5 que amenaza consuetudinariamente a los grupos y polticos de oposicin con una segunda "oleada" fascista. La primera "oleada" fue la que condujo a la conquista de Roma. La segunda "oleada", segn el lxico acrrimo de Farinacci, barrera a todos los adversarios del rgimen fascista en una noche de San Bartolom. Ex-ferroviario, ex-socialista, Farinacci tiene una psicologa de agitador y de condottiere. En sus artculos y en sus discursos anda a cachiporrazos con la gramtica. La prensa de oposicin remarca frecuentemente esta caracterstica de su prosa. Farinacci confunde en el mismo odio feroz la democracia, la gramtica y el socialismo. Quiere ser, en todo instante, un genuino camisa negra. Ms intelectuales, pero no menos apocalpticos que Farinacci, son los fascistas del diario LImpero de Roma, Dirigen este diario dos escritores procedentes del futurismo, Mario Carli y Emilio Settimelli, que invitan al fascismo a liquidar definitivamente el rgimen parlamentario. L'Impero es delirantemente imperialista. Armada del hacha del lictor.6 la Italia fascista tiene, segn L'Imparo, una misin altsima en el actual capitulo de la historia del mundo. Tambin preconiza L'Impero la segunda oleada fascista. Michele Bianchi y Curzio Suckert son los tericos del fascismo integral. Bianchi bosqueja la tcnica del estado fascista que concibe casi como un trust vertical de sindicatos o corporaciones. Suckert, director de La Conquista dello Stato.7 discurre filosficamente. Con esta tendencia convive, en el partido fascista, una tendencia moderada, conservadora, que no reniega el liberalismo ni el Renacimiento, que trabaja por la normalizacin del fascismo y que pugna por encarrilar el gobierno de Mussolini dentro de una legalidad burocrtica. Forman el ncleo de la tendencia moderada los antiguos nacionalistas de LIdea Nazionale 8 absorbidos por el fascismo a rengln seguido del golpe de Estado. La ideologa de estos nacionalistas es ms o menos la misma de la vieja derecha liberal. Pvidos monarquistas, se oponen a que el golpe de estado fascista comprometa en lo menor las bases de la monarqua y del Estatuto. Federzoni, Paolucci, representan esta lona templada del fascismo. Pero, por su mentalidad, por su temperamento y por sus antecedentes los fascistas del tipo de Federzoni y de Paolucci son los que menos encarnan el verdadero fascismo. Se trata, en su caso, de prudentes y mesurados conservadores. Ningn romanticismo exorbitante, ninguna desesperada nostalgia del Medioevo, los saca de quicio. No tienen psicologa de condottieri Farinacci, en cambio, es un ejemplar autntico de fascista. Es el hombre de la cachiporra, provinciano, fantico, catastrfico, guerrero, en quien el fascismo no es un concepto, no es una teora, sino, tan slo, una pasin, un impulso, un grito, un "alal"NOTAS:

1 Vtttorio Veneto, lugar donde los Italianos, ayudados por los aliados, derrotaron a los austrogermanos, en 1918, vsperas del derrumbe alemn, durante la I Guerra Mundial. 2 Ras expresin de origen abisinio. 3 Llambase squadrismo la practica violenta de los squadre dazione (Escuadra de accin) organizadas por losfascistas contra el movimiento obrero.

4 Celebre escritor, ms conocido con el seudnimo de curzio Malaparte(1898 - 1957). 5 Ver I. O.

6 Hacha del lictor: era el smbolo que llevaba el antiguo magistrado romano llamado lictor. De ah quesimblicamente expresa el poder.

7 ver I. O. 8 ver I. O.

LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA BATALLA FASCISTAEl fascismo es la reaccin, como casi todos lo saben o casi todos creen saberlo. Pero la Compleja realidad del fenmeno fascista no se deja captar ntegramente en una definicin simplista y esquemtica. El Directorio 1 tambin es la reaccin. Y, sin embargo, no se puede estudiar la reaccin en el Directorio como en el fascismo. No slo por desdn de la estupidez fanfarrona y condecorada de Primo de Rivera y de sus secuaces. No slo por la conviccin de que estos mediocrsimos tartarins 2 son demasiado insignificantes y triviales para influir en el curso de la historia, Sino, sobre todo, porque el fenmeno reaccionario debe ser considerado y analizado ah donde se manifiesta en toda su potencia, ah donde seala la decadencia de una democracia antes vigorosa, ah donde constituye la anttesis y el efecto de un extenso y profundo fenmeno revolucionario. En Italia, la reaccin nos ofrece su experimento mximo y su mximo espectculo. El fascismo italiano representa, plenamente, la anti-revolucin o, como se prefiera llamarla, la contrarevolucin. La ofensiva fascista se explica, y se cumple, en Italia, como una consecuencia de una retirada o una derrota revolucionaria. El rgimen fascista no se ha incubado en un casino. Se ha plasmado en el seno de una generacin y se ha nutrido de las pasiones y de la sangre de una espesa capa social. Ha tenido, cual animador, cual caudillo, a un hombre del pueblo, intuitivo, agudo, vibrante, ejercitado en el dominio y en el comando y en la seduccin de la muchedumbre, nacido para la polmica y para el combate y que, excluido de las filas socialistas, ha querido ser el condottiere, rencoroso e implacable, del anti-socialismo y ha marchado a la cabeza de la antirevolucin con la misma exaltacin guerrera con que le habra gustado marchar a la cabeza de la revolucin. El rgimen fascista, finalmente, ha sustituido, en Italia, a un rgimen parlamentario y democrtico mucho ms evolucionado y efectivo, que el asaz embrionario y ficticio liquidado, o simplemente interrumpido, en Espaa, por el general Primo de Rivera. En la historia del fascismo, en suma, se siente latir activa, compacta y beligerante, la totalidad de las premisas y de los factores histricos y romnticas, materiales y espirituales de una anti-revolucin. El fascismo se form en un ambiente de inminencia revolucionaria ambiente de agitacin, de violencia, de demagogia y de delirio creado fsica y moralmente por la guerra, alimentado por la crisis postblica, excitado por la revolucin rusa. En este ambiente tempestuoso, cargado de electricidad y de tragedia, se templaron sus nervios y sus bastones, y de este ambiente recibi la fuerza, la exaltacin, y el espritu. El fascismo, por el concurso de estos varios elementos, es un movimiento, una corriente, un proselitismo. El experimento fascista, cualquiera que sea su duracin, cualquiera que sea su desarrollo, aparece inevitablemente destinado a exasperar la crisis contempornea, a minar las bases de la sociedad burguesa, a mantener la inquietud post-blica. La democracia emplea contra la revolucin proletaria las armas de su criticismo, su racionalismo, su escepticismo. Contra la revolucin moviliza a la Inteligencia e invocada Cultura. El fascismo, en cambio, al misticismo revolucionario opone un misticismo reaccionario y nacionalista. "Mientras los crticos liberales de la revolucin rusa condenan en nombre de la civilizacin el culta de la violencia, los capitanes del fascismo lo proclaman y lo predican como su propio culto. Los tericos del fascismo niegan y detractan las concepciones historicistas y evolusionistas que han mecido, antes de la guerra, la prosperidad y la digestin de la burguesa y que, despus de la guerra, han intentado renacer reencarnadas en la Democracia y en la Nueva Libertad de Wilson y en otros evangelios menos puritanos.

El misticismo reaccionario y nacionalista, una vez instalado en el poder, no puede contentarse con el modesto oficio de conservar el orden capitalista. El orden capitalista es demo-liberal, es parlamentario, es reformista o transformista. Es, en el terreno econmico o financiero, ms o menos internacionalista. Es, sobre todo, un orden consustancial con la vieja poltica. Y qu misticismo reaccionario o nacionalista no se amasa con un poco de odio o de detractacin de la vieja poltica parlamentaria y democrtica, acusada de abdicacin o de debilidad ante la "demagogia socialista" y el "peligro comunista"? No es ste, tal: vez, uno de los ms montonos ritornellos 3 de las derechas francesas, de las derechas alemanas, de todas las derechas? Por consiguiente, la reaccin, arribada al poder, no se conforma con conservar; pretende rehacer. Puesto que reniega el presente, no puede conservarlo ni continuarlo: tiene que tratar de rehacer el pasado. El pasado que se condensa en estas normas: principio de autoridad, gobierno de una jerarqua religin del Estado, etc. O sea las normas que la revolucin burguesa y liberal desgarr, destruyo porque entrababan el desarrollo de la economa capitalista. Y acontece, por tanto que, mientras la reaccin se limita a decretar el ostracismo de la Libertad y a reprimir la Revolucin, la burguesa bate palmas; pero luego, cuando la reaccin empieza a atacar los fundamentos de su poder y de su riqueza, la burguesa siente la necesidad urgente de licenciar a sus bizarros defensores. La experiencia Italiana es extraordinariamente instructiva a este respecto. En Italia, la burguesa salud al fascismo como a un salvador. La Terza Italia cambi la garibaldina camisa roja por la mussoliniana camisa negra. El capital industrial y agrario, financiaron y armaron a las brigadas fascistas. El golpe de estado fascista obtuvo el consenso de la mayora de la Cmara. El liberalismo se inclin ante el principio de autoridad. Pocos liberales, pocos demcratas, rehusaron enrolarse en el squito del Duce. Entre los parlamentarios, Nitti, Amendola, Albertini. Entre los escritores, Guglielmo Ferrero, Mario Missiroli, algunos otros. Los clsicos lderes del liberalismo, Salandra, Orlando, Giolitti con ms o menos intensidad, concedieron su confianza a la dictadura. Transitoriamente la adhesin o la confianza de esa gente, result embarazosa para el fascismo; le impona un trabajo de absorcin, superior a sus fuerzas, superior a sus posibilidades. El espritu fascista no podia actuar libremente si no digera y absorba antes el espritu liberal. En la imposibilidad de elaborarse una ideologa propia, el fascismo corra el riesgo de adoptar, ms o menos atenuada, la ideologa liberal que lo envolva. La tormenta poltica desencadenada por el asesinato de Matteotti aport una solucin para este problema. El liberalismo se separ del fascismo. Giolitti, Orlando. Salandra, Il Giornale d'Italia,4 etc., asumieron una actitud de oposicin. No siguieron al bloque de oposicin a su retiro del Aventino.5 Permanecieron en la Cmara. Parlamentarios orgnicos, no pedan hacer otra cosa. El fascismo qued aislado. A sus flancos no continan sino algunos liberalesnacionales y algunos catlicos-nacionales, esto es, los elementos ms nacionalistas y conservadores de los antiguos partidos. Las oposiciones esperaban forzar as al fascismo a dejar el poder. Pensaban que, hecho el vaco a su alrededor, el fascismo caera automticamente. Los comunistas combatieron esta ilusin. Propusieron a la oposicin del Aventino su constitucin en parlamento del pueblo. Frente al parlamento fascista de Montecitorio 6 deba funcionar el parlamento antifascista del Aventino. Haba que llevar, a sus ltimas consecuencias polticas e histricas, el boicot de la Cmara. Pero sta era, franca y neta, la va de la revolucin. Y el bloque del Aventino no es revolucionario. Se siente y se proclama normalizador. La invitacin comunista no pudo, pues, ser aceptada. El bloque del Aventino se content con plantear la famosa cuestin moral la oposicin aventiniana

rehusaba volver a la Cmara mientras ejerciesen el poder, cubiertos por el voto de su mayora, los hombres sobre quienes pesaba la responsabilidad del asesinato de Matteotti, responsabilidad que bajo un gobierno fascista, la justicia se encontraba coactada para esclarecer y examinar. Mussolini respondi a esta declaracin de intransigencia con una maniobra poltica. Envi a la Cmara un proyecto de ley electoral. En la prctica parlamentaria italiana este trmite precede y anuncia la convocatoria a elecciones polticas..Se abstendran tambin los partidos del Aventino de concurrir a las elecciones? El bloque as ratific en su intransigencia. Insisti en la tacha moral. La prensa de oposicin public un memorial de Cessare Rossi, escrito por ste antes de su arresto, en el cual el presunto mandante del asesinato de Matteotti acusa a Mussolini. La tacha estaba documentada. Pero la dialctica de la oposicin reposaba en un equivoco. La cuestin moral no poda dominar la cuestin poltica. Tena, antes bien, que suceder lo contrario. La cuestin moral era impotente para decidir al fascismo a marcharse del gobierno. Mussolini se lo record a la oposicin en su acre discurso del 3 de enero en la Cmara. El prembulo de su discurso fue la lectura del artculo 47 del Estatuto de Italia que otorga a la Cmara de Diputados el derecho de acusar a los Ministros del Rey y de enviarlos ante la alta Corte de Justicia. "Pregunto formalmente dijo si en esta Cmara o fuera de aqu existe alguien que se quiera valer del artculo 47". Y, luego, con dramtica entonacin, reclam para si todas las responsabilidades del fascismo. "Si el fascismo declar no ha sido sino leo de ricino y cachiporra, y no una pasin soberbia de la mejor juventud italiana, a mi la culpa! Si el fascismo ha sido una asociacin de delinquir, bien, yo soy el jefe y el responsable de esta asociacin de delinquir! Si todas las violencias han sido el resultado de un determinado clima histrico, poltico y moral, bien, a m la responsabilidad, porque este clima histrico, poltico y moral lo he creado yo!" Y anunci, en seguida, que en cuarentiocho horas la situacin quedara aclarada. Cmo ha cumplido su palabra? En una manera tan simple como notoria. Sofocando casi totalmente la libertad de prensa. La oposicin; privada casi de la tribuna de la prensa, resulta perentoria y rudamente invitada a tornar a la tribuna del parlamento. En el Aventino se prepara ya el retorno a la Cmara. En un reciente articulo de la revista Gerarchia.7 titulado "Elogio a los Gregarios", Mussolini revista marcialmente las peripecias de la batalla. Polemiza con la oposicin. Y exalta la disciplina de sus tropas. "La disciplina del fascismo escribe tiene verdaderamente aspectos de religin". En esta disciplina reconoce "el nimo de la gente que en las trincheras ha aprendido a conjugar, en todos los modos y tiempos, el verbo sagrado de todas las religiones: obedecer" y "el signo de la nueva Italia que se despoja una vez por todas de la vieja mentalidad anarcoide con la intuicin de que nicamente en la silenciosa coordinacin de todas las fuerzas, a las rdenes toria". Aislado, bloqueado, boicoteado, el fascismo de viene ms beligerante, ms combativo, ms Intransigente. La oposicin liberal y democrtica lo ha devuelto a sus orgenes. El ensayo reaccionario, libre del lastre que antes lo entrababa y enervaba interiormente, puede ahora cumplirse en toda su integridad. Esto explica el inters que, como experiencia histrica, tiene para sus contemporneos la batalla fascista. El fascismo, que durante dos aos se haba contentado casi con representar en el poder el papel de gendarme del capitalismo, pretende hoy reformar sustancialmente el Estatuto de Italia. Se propone, segn sus lderes y su prensa, crear el Estado fascista. Insertar la revolucin fascista en la Constitucin italiana Una comisin de dieciocho legisladores fascistas, presidida por el

filsofo Giovanni Gentile, prepara esta reforma constitucional. Farinacci, lder del extremismo fascista, llamado en esta emergencia a la secretaria general del partido, declara que el fascismo "ha perdido dos aos y medio en el poder". Ahora, liberado de la pesada alianza de los liberales, purgado de los residuos de la vieja poltica, se propone recuperar el tiempo perdido. Todos los capitanes del fascismo hablan un lenguaje ms exaltado y mstico que nunca. El fascismo quiere ser una religin. Giovanni Gentile en un ensayo sobre los "caracteres religiosos de la presente lucha poltica", observa que "hoy se rompen, en Italia, a causa del fascismo, aquellos que parecan hasta ayer los ms slidos vnculos personales de amistad y de familia". Y de esta guerra, el filsofo del idealismo no se duele. El filsofo del idealismo es, desde hace algn tiempo, el filsofo de la violencia. Recuerda, en su ensayo, las palabras de Jesucristo: Non veni pacem mittere, sed gladium. Ignem veni mittere in terram.8 Y remarca, a propsito de la cuestin moral, que "esta tonalidad religiosa de la psicologa fascista ha generado la misma tonalidad en la psicologa antifascista". Giovanni Gentile, posedo de la fiebre de su faccin, exagera ciertamente. En el Aventino no ha prendido an la llama religiosa. Menos an ha prendido, ni puede prender, en Giolitti. Giolitti y el Aventino representan el espritu y la cultura demo-liberales con todo su escepticismo, con todo su racionalismo, con todo su criticismo. La lucha presente devolver al espritu liberal un poro de su antigua fuerza combativa. Pero no lograr que renazca como fe, como pasin, como religin. El programa del Aventino y de Giolitti es la normalizacin. Y por su mediocridad, ate programa no puede sacudir a las masas, no puede exaltarlas, no puede conducirlas contra el rgimen fascista. Slo en el misticismo revolucionario de los comunistas se constatan los caracteres religiosos que Gentile descubre en el misticismo reaccionario de los fascistas. La batalla final no se librar, por esto, entre el fascismo y la democracia.NOTAS:

1 Se refiere al Directorio constituido por el General Miguel Primo de Rivera despus de la instauracin de la dictadura militar que sigui al pronunciamiento del 13 de setiembre de 1923 y que se mantuvo hasta 1930. A este propsito verse el articulo El Directorio Espaol en Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. T. I. (N. E.) 2 De Tartarin de Tarascon. Novela de A. Daudet en la que satiriza a los franceses del sur por sus fantasas y bravuconadas. 3 ritornellos = estribillos. 4 ver I. O. 5 una de les colinas romanas donde se hallaba el edificio que sirvi de refugio a la oposicin parlamentaria antifascista. 6 Lugar donde sesionaba el Parlamento italiano. 7 ver I. O. 8 No vine a traer paz, sino guerra. Vine a poner fuego sobre la tierra.

II.LA CRISIS DE LA DEMOCRACIAWILSONTodos los sectores de la poltica y del pensamiento coinciden en reconocer a Woodrow Wilson una mentalidad elevada, una psicologa austera y una orientacin generosa. Pero tienen, como es natural, opiniones divergentes sobre la trascendencia de su ideologa y sobre su posicin en la historia. Los hombres de la derecha, que son tal vez los ms distantes de la doctrina de Wilson, lo clasifican como un gran iluso, como un gran utopista. Los hombres de la izquierda, lo consideran como el ltimo caudillo del liberalismo y la democracia. Los hombres del centro lo exaltan como el apstol de una ideologa clarividente que, contrariada hasta hoy por los egosmos nacionales y las pasiones blicas, conquistar al fin la conciencia de la humanidad. Estas diferentes opiniones y actitudes sealan a Wilson como un lder centrista y reformista. Wilson no ha sido, evidentemente, un poltico del tipo de Lloyd George, de Nitti ni de Caillaux. Ms que contextura de poltico ha tenido contextura de idelogo, de maestro, de predicador. Su idealismo ha mostrado, sobre todo, una base y una orientacin ticas. Mas stas son modalidades de carcter y de educacin. Wilson se ha diferenciado, por su temperamento religioso y universitario, de los otros lderes de la democracia. Por su filiacin, ha ocupado la misma zona poltica. Ha sido un representante genuino de la mentalidad democrtica, pacifista y evolucionista. Ha intentado conciliar el orden viejo con el orden naciente, el internacionalismo con el nacionalismo, el pasado con el futuro. Wilson fue el verdadero generalsimo de la victoria aliada. Los ms hondos crticos de la guerra mundial piensan que la victoria fue una obra de estrategia poltica y no una obra de estrategia militar. Los factores psicolgicos y polticos tuvieron en la guerra ms influencia y ms importancia que los factores militares. Adriano Tilgher escribe que la guerra fue ganada "por aquellos gobiernos que supieron conducirla con una mentalidad adecuada, dndole fines capaces de convertirse en mitos, estados de nimo, pasiones y sentimientos populares" y que "nadie ms que Wilson, con su predicacin cuquero-democrtica, contribuy a reforzar en los pueblos de la Entente la persuasin de la justicia de su causa y el propsito de continuar la guerra hasta la victoria final" Wilson, realmente, hizo de la guerra contra Alemania una guerra santa. Antes que Wilson, los estadistas de la Entente haban bautizado la causa aliada como la causa de la libertad y del derecho. Tardieu en su libro La Paz, cita algunas declaraciones de Lloyd George y Briand que contenan los grmenes del programa wilsoniano. Pero en el lenguaje de los polticos de la Entente haba una entonacin convencional y diplomtica. El lenguaje de Wilson tuvo, en cambio, todo el fuego religioso y todo el timbre proftico necesarios para emocionar a la humanidad. Los Catorce Puntos ofrecieron a los alemanes una paz justa, equitativa, generosa, una paz sin anexiones ni indemnizaciones, una paz que garantizara a todos los pueblos igual derecho a la vida y a la felicidad. En sus proclamas y en sus discursos, Wilson deca que los aliados no combatan contra el pueblo alemn sino contra la casta aristocrtica y militar que lo gobernaba. Y esta propaganda demaggica, que tronaba contra las aristocracias, que anunciaba el gobierno de las muchedumbres y que proclamaba que "la vida brota de la tierra", de un lado fortific en los pases aliados la adhesin de las masas a la guerra y de otro lado debilit en Alemania y en Austria la voluntad de resistencia y de lucha. Los catorce, puntos prepararon el quebrantamiento del frente ruso-alemn ms eficazmente que los tanques, los caones y los soldados de Foch y de

Daz, de Haig y de Pershing. As lo prueban las memorias de Ludendorf y de Erzberger y otros documentos de la derrota alemana. El programa wilsoniano estimul el humor revolucionario que fermentaba en Austria y Alemania; despert en Bohemia y Hungra antiguos ideales de independencia; cre, en suma, el estado de nimo que engendr la capitulacin. Mas Wilson gan la guerra y perdi la paz. Fue el vencedor de la guerra, pero fue el vencido de la paz. Sus Catorce Puntos minaron el frente austro-alemn, dieron la victoria a los aliados; pero, no consiguieron inspirar y dominar el tratado de paz. Alemania se rindi a los aliados sobre la base del programa de Wilson; pero los aliados, despus de desarmarla, le impusieron una paz diferente de la que, por boca de Wilson, le haban prometido solemnemente. Keynes y Nitti sostienen, por esto, que el tratado de Versalles es un tratado deshonesto. Por qu acept y suscribi Wilson este tratado que viola su palabra? Los libros de Keynes, de Lansing, de Tardieu y de otros historiadores de la conferencia de Versalles explican diversamente esta actitud. Keynes dice que el pensamiento y el carcter de Wilson "eran ms bien teolgicos que filosficos, con toda la fuerza y la debilidad que implica este orden de ideas y de sentimientos". Sostiene que Wilson no pudo luchar contra Lloyd George y Clemenceau, giles, flexibles, astutos. Alega que careca de un plan tanto para la Sociedad de las Naciones como para la ejecucin de sus catorce puntos. "Habra podido predicar un sermn a propsito de todos sus principios o dirigir una magnfica plegaria al Todopoderoso para su realizacin. Pero no poda adaptar su aplicacin concreta al estado de cosas europeo. No slo no poda hacer ninguna proposicin concreta sino que a muchos respectos se encontraba mal informado de la situacin de Europa". Actuaba orgullosamente aislado, sin consultar casi a los tcnicos de su squito, sin conceder a ninguno de sus lugartenientes, ni an al coronel House, una influencia o una colaboracin reales en su obra. Por tanto, los trabajos de la conferencia de Versalles tuvieron como base un plan francs o un plan ingls, aparentemente ajustados al programa wilsoniano, pero prcticamente dirigidos al prevalecimiento de los intereses de Francia e Inglaterra. Wilson, finalmente, no se senta respaldado por un pueblo solidarizado con su ideologa. Todas estas circunstancias lo condujeron a una serie de transacciones. Su nico empeo consista en salvar la idea de la Sociedad de las Naciones. Crea que la creacin de la Sociedad de las Naciones asegurara automticamente la correccin del tratado y de sus defectos. Los aos que han pasado desde la suscripcin de la paz han sino adversos a la ilusin de Wilson. Francia no slo ha hecho del tratado de Versalles un uso prudente sino un uso excesivo. Poincar y su mayora parlamentaria no lo han empleado contra la casta aristocrtica y militar alemana sino contra el pueblo alemn. Ms an, han exasperado a tal punto el sufrimiento de Alemania que han alimentado en ella una atmsfera reaccionaria y jingosta, propicia a una restauracin monrquica o a una dictadura militar. La Sociedad de las Naciones, impotente y anmica, no ha conseguido desarrollarse. La democracia asaltada simultneamente por la revolucin y la reaccin, ha entrado en un perodo de crisis aguda. La burguesa ha renunciado en algunos pases a la defensa legal de su dominio, ha apostatado de su fe democrtica y ha enfrentado su dictadura a la teora de la dictadura del proletariado. El fascismo ha administrado, en el ms benigno de los casos, una dosis de un litro de aceite castor a muchos fautores de la ideologa wilsoniana. Ha renacido ferozmente en la humanidad el culto del hroe y de la violencia. El programa wilsoniano aparece en la historia de estos tiempos como la ltima manifestacin vital del pensamiento democrtico. Wilson no ha sido, en ningn caso, el creador de una ideologa nueva sino el frustrado renovador de una ideologa vieja.

LA SOCIEDAD DE LAS NACIONESWilson fue el descubridor oficial de la idea de la Sociedad de las Naciones. Pero Wilson la extrajo del ideario del liberalismo y de la democracia. El pensamiento liberal y democrtico ha contenido siempre los grmenes de una aspiracin pacifista e internacionalista. La civilizacin burguesa ha internacionalizado la vida de la humanidad. El desarrollo del capitalismo ha exigido la circulacin internacional de los productos. El capital se ha expandido, conectado y asociado por encima de las fronteras. Y, durante algn tiempo ha sido, por eso, libre-cambista y pacifista. El programa de Wilson no fue, en consecuencia, sino un retorno del pensamiento burgus a su inclinacin internacionalista. Pero el programa wilsoniano encontraba, fatalmente, una resistencia invencible en los intereses y anhelos nacionalistas de las potencias vencedoras. Y, por ende, estas potencias lo sabotearon y frustraron en la conferencia de la paz. Wilson, constreido a transigir por la habilidad y la agilidad de los estadistas aliados, pens entonces que la fundacin de la Sociedad de las Naciones compensara el sacrificio de cualquiera de sus Catorce Puntos. Y esta obstinada idea suya fue descubierta y explotada por los perspicaces polticos de la Entente. El proyecto de Wilson result sagazmente deformado, mutilado y esterilizado. Naci en Versalles una Sociedad de las Naciones endeble, limitada, en la cual no tenan asiento los pueblos vencidos, Alemania, Austria, Bulgaria, etc., y en la cual faltaba, adems, Rusia, un pueblo de ciento treinta millones de habitantes, cuya produccin y cuyo consumo son indispensables al comercio y a la vida del resto de Europa. Ms tarde, reemplazado Wilson por Harding, los Estados Unidos abandonaron el pacto de Versalles. La Sociedad de las Naciones, sin la intervencin de los Estados Unidos, qued reducida a las modestas proporciones de una liga de las potencias aliadas y de su clientela de pequeas o inermes naciones europeas, asiticas y americanas. Y, como la cohesin de la misma Entente se encontraba minada por una serie de intereses rivales, la Liga no pudo ser siquiera, dentro de sus reducidos confines, una alianza o una asociacin solidaria y orgnica. La Sociedad de las Naciones ha tenido, por todas estas razones, una vida anmica y raqutica. Los problemas econmicos y polticos de la paz no han sido discutidos en su seno, sino en el de conferencias y reuniones especiales. La Liga ha carecido de autoridad, de capacidad y de jurisdiccin para tratarlos. Los gobiernos de la Entente no le han dejado sino asuntos de menor cuanta y han hecho de ella algo as como un juzgado de paz de la justicia internacional. Algunas cuestiones trascendentes la reduccin de los armamentos, la reglamentacin del trabajo, etc., han sido entregadas a su dictamen y a su voto. Pero la funcin de la Liga en estos campos se ha circunscrito al allegamiento de materiales de estudio o a la emisin de recomendaciones que, a pesar de su prudencia y ponderacin, casi ningn gobierno ha ejecutado ni odo. Un organismo dependiente de la Liga la Oficina Internacional del Trabajo ha sancionado, por ejemplo, ciertos derechos del trabajo, la jornada de ocho horas entre otros; y, a rengln seguido, el capitalismo ha emprendido, en Alemania, en Francia y en otras naciones, una ardorosa campaa, ostensiblemente favorecida por el Estado, contra la jornada de ocho horas. Y la cuestin de la reduccin de los armamentos, en cuyo debate la Sociedad de las Naciones no ha avanzado casi nada, fue en cambio, abordada en Washington, en una conferencia extraa e indiferente a su existencia. Con ocasin del conflicto talo-greco, la Sociedad de las Naciones sufri un nuevo quebranto.

Mussolini se rebel altisonantemente contra su autoridad. Y la Liga no pudo reprimir ni moderar este cido gesto de la poltica marcial e imperialista del lder de los camisas negras. Los fautores de la democracia no desesperan, sin embargo, de que la Sociedad de las Naciones adquiera la autoridad y la capacidad que le faltan. Funcionan actualmente en casi todo el mundo agrupaciones de propaganda de las finalidades de la Liga, encargadas de conseguir para ella la adhesin y el respeto reales de todos los pueblos. Nitti propugna su reorganizacin sobre estas bases: adhesin de los Estados Unidos e incorporacin de los pases vencidos. Keynes mismo, que tiene ante la Sociedad de las Naciones una actitud agudamente escptica y desconfiada, admite la posibilidad de que se transforme en un poderoso instrumento de paz. Ramsay Mac Donald, Herriot, Painlev, Boncour, la colocan bajo su proteccin y su auspicio. Los corifeos de la democracia dicen que un organismo como la Liga no puede funcionar eficientemente sino despus de un extenso perodo de experimento y a travs de un lento proceso de desarrollo. Mas las razones sustantivas de la impotencia y la ineficacia actuales de la Sociedad de las Naciones no son su juventud ni su insipiencia. Proceden de la causa general de la decadencia y del desgastamiento del rgimen individualista. La posicin histrica de la Sociedad de las Naciones es, precisa y exactamente, la misma posicin histrica de la democracia y del liberalismo. Los polticos de la democracia trabajan por una transaccin, por un compromiso entre la idea conservadora y la idea revolucionaria. Y la Liga congruentemente con esta orientacin, tiende a conciliar el nacionalismo del Estado burgus con el internacionalismo de la nueva humanidad. El conflicto entre nacionalismo e internacionalismo es la raz de la decadencia del rgimen individualista. La poltica de la burguesa es nacionalista; su economa es internacionalista. La tragedia de Europa consiste, justamente, en que renacen pasiones y estados de nimo nacionalistas y guerreros, en los cuales encallan todos los proyectos de asistencia y de cooperacin internacionales encaminados a la reconstruccin europea. Aunque adquiriese la adhesin de todos los pueblos de la civilizacin occidental la Sociedad de las Naciones no llenara el rol que sus inventores y preconizadores le asignan. Dentro de ella se reproduciran los conflictos y las rivalidades inherentes a la estructura nacionalista de los Estados. La Sociedad de las Naciones juntara a los delegados de los pueblos; pero no juntara a los pueblos mismos. No eliminara los contrastes y los antagonismos que los separan y los enemistan. Subsistiran, dentro de la Sociedad, las alianzas, y los pactos que agrupan a las naciones en bloques rivales. La extrema izquierda mira en la Sociedad de las Naciones una asociacin de Estados burgueses, una organizacin internacional de la clase dominante. Mas los polticos de la democracia han logrado atraer a la Sociedad de las Naciones a los lderes del proletariado social-democrtico. Alberto Thomas, el Secretario de la Oficina Internacional del Trabajo, procede de los rangos del socialismo francs. Es que la divisin del campo proletario en maximalismo y minimalismo tiene ante la Sociedad de las Naciones las mismas expresiones caractersticas que respecto a las otras formas e instituciones de la democracia. La ascensin del Labour Party 1 al gobierno de Inglaterra, inyect un poco de optimismo y de vigor en la democracia. Los adherentes de la ideologa democrtica, centrista, evolucionista, predijeron la bancarrota de la reaccin y de las derechas. Constataron con entusiasmo la descomposicin del Bloque Nacional francs, la crisis del fascismo italiano, la incapacidad del Directorio espaol y el desvanecimiento de los planes putschistas 2 de los pangermanistas alemanes.

Estos hechos pueden indicar, efectivamente, el .fracaso de las derechas, el fracaso de la reaccin. Y pueden anunciar un nuevo, retorno al sistema democrtico y a la praxis evolucionista. Pero otros hechos ms hondos, extensos y graves revelan, desde hace tiempo, que la crisis mundial es una crisis de la democracia, sus mtodos y sus instituciones. Y que, a travs de tanteos y de movimientos contradictorios, la organizacin de la sociedad se adapta lentamente a un nuevo ideal humano.NOTAS:

1 Labour Party o Partido Laborista. 2 Putschistas de putsch = golpe. Aplcase a los que planean un golpe de estado.

LLOYD GEORGELenin es el poltico de la revolucin; Mussollini es el poltico de la reaccin; Lloyd George es el poltico del compromiso, de la transaccin, de la reforma. Eclctico, equilibrista y mediador, igualmente lejano de la izquierda y de la derecha, Lloyd George no es un fautor del orden nuevo ni del orden viejo. Desprovisto de toda adhesin al pasado y de toda impaciencia del porvenir, Lloyd George no desea ser sino un artesano, un constructor del presente. Lloyd George es un personaje sin filiacin dogmtica, sectaria, rgida. No es individualista ni colectivista; no es internacionalista ni nacionalista. Acaudilla el liberalismo britnico. Pero esta etiqueta de liberal corresponde a una razn de clasificacin electoral ms que a una razn de diferenciacin programtica. Liberalismo y conservadorismo son hoy dos escuelas polticas superadas y deformadas. Actualmente no asistimos a un conflicto dialctico entre el concepto liberal y el concepto conservador sino a un contraste real, a un choque histrico entre la tendencia a mantener la organizacin capitalista de la sociedad y la tendencia a reemplazarla con una organizacin socialista y proletaria. Lloyd George no es un terico, un hierofante de ningn dogma econmico ni poltico; es un conciliador casi agnstico. Carece de puntos de vista rgidos. Sus puntos de vista son provisorios, mutables, precarios y mviles. Lloyd George se nos muestra en constante rectificacin, en permanente revisin de sus ideas. Est, pues, inhabilitado para la apostasa. La apostasa su- pone traslacin de una posicin extremista a otra posicin antagnica, extremista tambin. Y Lloyd George ocupa invariablemente una posicin centrista, transaccional, intermedia. Sus movimientos de traslacin no son, por consiguiente, radicales y violentos sino graduales y mnimos. Lloyd George es, estructuralmente, un poltico posibilista. Piensa que la lnea recta es, en la poltica como en la geometra, una lnea terica e imaginativa. La superficie de la realidad poltica es accidentada como la superficie de la Tierra. Sobre ella no se pueden trazar lneas rectas sino lneas geodsicas. Loyd George, por esto, no busca en la poltica la ruta ms ideal sino la ruta ms geodsica. Para este cauto, redomado y perspicaz poltico el hoy es una transaccin entre el ayer y el maana. Lloyd George no se preocupa de lo que fue ni de lo que ser, sino de lo que es. Ni docto ni erudito, Lloyd George es, antes bien, un tipo refractario a la erudicin y a la pedantera. Esta condicin y su falta de fe en toda doctrina lo preservan de rigideces ideolgicas y de principiamos sistemticos. Antpoda del catedrtico, Lloyd George es un poltico de fina sensibilidad, dotado de rganos giles para la percepcin original, objetiva y cristalina de los hechos. No es un comentador ni un espectador sino un protagonista, un actor consciente de la historia. Su retina poltica es sensible a la impresin veloz y estereoscpica del panorama circundante. Su falta de aprehensiones y de escrpulos dogmticos le consiente usar los procedimientos y los instrumentos ms adaptados a sus intentos. Lloyd George asimila y absorbe instantneamente las sugestiones y las ideas tiles a su orientamiento espiritual. Es avisado, sagaz y flxiblemente oportunista. No se obstina jams. Trata de modificar la realidad contingente, de acuerdo con sus previsiones, pero si encuentra en esa realidad excesiva resistencia, se contenta con ejercitar sobre ella una influencia mnima. No se obceca en una ofensiva inmatura. Reserva su insistencia, su tenacidad, para el instante propicio, para la coyuntura oportuna. Y est siempre pronto a la transaccin, al compromiso. Su tctica de gobernante consiste en no reaccionar bruscamente contra las impresiones y las pasiones populares, sino en adaptarse a ellas para encauzarlas y dominarlas maosamente.

La colaboracin de Lloyd George en la Paz de Versalles, por ejemplo, est saturada de su oportunismo y su posibilismo. Lloyd George comprendi que Alemania no poda pagar una indemnizacin excesiva. Pero el ambiente delirante, frentico, histrico, de la victoria, lo oblig a adherirse, provisoriamente, a la tesis contraria. El contribuyente ingls, deseoso de que los gastos blicos no pesasen sobre su renta, mal informado de la capacidad econmica de Alemania, quera que sta pagase el costo integral de la guerra. Bajo la influencia de ese estado de nimo, se efectuaron las elecciones, presurosamente convocadas por Lloyd George a rengln seguido del armisticio. Y para no correr