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    Jos Carlos Maritegui: reencuentro y debate : prlogo a 7 ensayos de interpretacin

    de la realidad peruana

    Titulo

    Quijano, Anbal - Autor/a; Autor(es)

    Cuestiones y horizontes : de la dependencia histrico-estructural a la

    colonialidad/descolonialidad del poder

    En:

    Buenos Aires Lugar

    CLACSO Editorial/Editor

    2014 Fecha

    Coleccin Antologas ColeccinOligarqua; Burguesa; Marxismo; Capitalismo; Historia social; Maritegui, Jos

    Carlos; Luchas sociales; Lucha de clases; Amrica Latina; Per;

    Temas

    Captulo de Libro Tipo de documento

    "http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140506034649/eje2-1.pdf" URL

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    * El texto Jos Carlos Maritegui: reencuentro y de-bate fue escrito en 1978, a instancias de ngel Rama,y se public en 1979 como Prlogo a la primera edi-cin de los 7 ensayos publicado por la Biblioteca

    Ayacucho. La presente versin proviene de la terceraedicin del mismo libro: Maritegui, Jos Carlos 20077 ensayos de interpretacin de la realidad peruana(Caracas: Fundacin Biblioteca Ayacucho) ColeccinClsica, N 69. En .

    En poco ms de diez aos, ms de unaveintena de trabajos, cuya gran mayo-ra corresponde a la ltima dcada, han sido

    publicados sobre el pensamiento y la accinde Jos Carlos Maritegui. A pocos aos del

    cincuentenario de su muerte y a pocos mesesdel de la primera edicin de sus 7 ensayos, serenueva y se ampla, nacional e internacional-mente, el inters por estudiarlo, por encontrarsu lugar y su significado en el desarrollo del

    pensamiento revolucionario contemporneo,

    J C M:R

    P 7 ENSAYOSDEINTERPRETACINDELAREALIDADPERUANA*

    al cual, como todos reconocen, hizo originalesy perdurables contribuciones.

    Qu significa eso? Qu significa hoy

    reflexionar sobre Maritegui? En el mbito

    peruano es, ante todo, el testimonio irrecu-

    sable del reencuentro, cada da ms profun-

    do, despus de varias dcadas, entre el mo-

    vimiento revolucionario de un proletariado

    que avanza a la conquista de su madurez po-

    ltica y de la direccin de las luchas de los

    dems explotados peruanos, y la memoria

    del hombre a quien debe la contribucin cen-

    tral al nacimiento de sus primeras organiza-

    ciones sindicales y polticas nacionales, y laan fecunda matriz de una teora y de una

    orientacin estratgica revolucionarias en la

    sociedad peruana.

    En el plano internacional, europeo en par-ticular, el inters actual por Maritegui, de al-gn modo forma parte del activo proceso derevitalizacin de la investigacin y la reflexin

    marxista, en la brega por cancelar plenamen-

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    te el largo perodo de su aherrojamiento y an-quilosamiento burocrtico. Por reencontrar,tambin en este plano, las bases genuinas dela vitalidad revolucionaria del marxismo en la

    propia obra de sus creadores y en el rescatede las aportaciones hechas por quienes, comoRosa Luxemburgo o Gramsci, fueron relega-dos, durante ese perodo, a una discreta pe-numbra mistificatoria de su herencia terica.En ese proceso es inevitable reconocer ahora,

    por encima de las fronteras eurocentristas quehan constreido el pensamiento marxista occi-

    dental, la contribucin creadora y vivificantede los revolucionarios no-europeos al desarro-llo del pensamiento marxista, y en especial delos que provienen de lo que la ideologa al usoha bautizado como Tercer Mundo. En AmricaLatina, Maritegui ocupa un sitial cimero.

    Desde la Segunda Guerra Mundial, las msintensas y decisivas luchas revolucionarias

    han tenido escenarios distantes de Europa.Triunfantes o derrotadas, aquellas han revela-do en Asia, frica y Amrica Latina, un nuevoterritorio del pensamiento revolucionario, yhan colocado, junto a la lista de los clsicoseuropeos del marxismo, los nuevos nombrescuyo pensamiento y accin ocupan hoy gran

    parte del debate internacional: Mao, Ho Chi

    Minh, Castro, Guevara, Amlcar Cabral, para

    citar slo a los ms ilustres. Hoy el pensa-miento marxista no podra ser concebidosolamente a travs de la retina occidental. Yahora, cuando las luchas de clases vuelven adesarrollarse tambin en los propios centrosdel mundo capitalista, el debate marxista ac-tual en Europa o en Estados Unidos, no po-dra prescindir de ese nuevo marco. De otrolado, en la crisis actual, no son solamente lasilusiones burguesas, alimentadas por un largo

    perodo de esplendor capitalista, las que es-tn declinando y perdiendo su influencia en el

    seno de la clase obrera. Son tambin las in-fecciones ideolgicas de raz burocrtica, que

    pierden terreno en el marxismo, como conse-cuencia de la revitalizacin de las luchas declases, no solamente en el orden capitalista,sino tambin en Europa del Este, de modocada vez ms visible.

    Y en Amrica Latina, la historia trgica

    de las derrotas de los movimientos revo-lucionarios despus de Cuba, as como el

    reciente desarrollo de las luchas de clases

    en algunos pases como Per, Ecuador, Co-

    lombia, principalmente, explica la paralela

    intensidad de la bsqueda de nuevas bases

    para la teora y la prctica revolucionarias,

    distintas de las que fueron resultado del do-

    minio de direcciones burocrtico-reformis-

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    tas sobre las luchas de los explotados de

    este continente.

    En este camino, el reencuentro de los tra-bajadores peruanos con el pensamiento deMaritegui constituye todo un signo: el ingre-so de las luchas de clases en el Per, en un

    perodo histrico nuevo, caracterizado, fun-damentalmente, por la depuracin y la pro-fundizacin, en la misma medida, del carc-ter histrico de la sociedad peruana, y de lamadurez de clase de su proletariado. Y comotodo reencuentro, en plena lucha, es un deba-

    te, no una canonizacin.

    E P M: -

    Jos Carlos Maritegui naci en Moquegua

    el 14 de junio de 18941, y muri en Lima el

    1 Maritegui crea haber nacido en Lima y en 1895.Actualmente, sin embargo, est plenamente probadoque naci en Moquegua, el 14 de junio de 1894. Vasede Guillermo Rouillon:Bio-bibliografa de Jos Carlos

    Maritegui(Lima: Universidad Nacional Mayor de SanMarcos, 1963); y La creacin heroica de Jos Carlos

    Maritegui. La edad de piedra (Lima: Arica, 1975).Esta ltima obra contiene una abundante informacinsobre los antecedentes familiares de Maritegui y sobre

    su vida hasta 1919.

    16 de abril de 1930. Su biografa forma parte,

    as, de un perodo excepcionalmente signifi-

    cativo en la historia peruana, y que puede ser

    considerado como un autntico puente his-

    trico entre la sociedad colonial y la actual,

    porque durante l tiene lugar una compleja

    combinacin entre los principales elementos

    de la herencia colonial, apenas modificados

    superficialmente desde mediados del siglo

    XIX, y los nuevos elementos que con la im-

    plantacin dominante del capital monopolis-

    ta, de control imperialista, van produciendo

    una reconfiguracin de las bases econmi-cas, sociales y polticas, de la estructura de

    la sociedad peruana. La accidentada y com-

    pleja dialctica del desarrollo y la depura-

    cin de esa estructura, ha dominado desde

    entonces la historia peruana, ha enmarcado

    y condicionado sus luchas sociales y polti-

    cas y definido los temas centrales de su de-

    bate. Y aunque desde la crisis de 1930 hastala actual, ese proceso de depuracin est en

    lo fundamental, realizado, el peso objetivo y

    subjetivo de lo ocurrido durante ese perodo

    est an, en muchos sentidos, presente. No

    es, por eso, un azar, que algunos de los te-

    mas centrales del debate ideolgico de ese

    momento, sean todava vigentes en el actual,

    y por lo cual el estudio de la obra de Mari-

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    tegui no tenga, en modo alguno, un inters

    solamente histrico.

    Cuando Maritegui nace, transcurrida unadcada desde la derrota frente a Chile, el Perest saliendo de los desastrosos efectos de esaguerra, y en la vspera de un cambio polticoque marca, en la prctica, el comienzo del nue-

    vo perodo.En efecto, desarticulada la economa duran-

    te el conflicto, debilitado consiguientementeel poder econmico y poltico de los ncleosde burguesa comercial y terrateniente de la

    costa, en plena constitucin antes de la gue-rra, y casi desmantelado el aparato estatal y elorden poltico que, bajo la creciente direccinde esos ncleos burgueses, estaba en desarro-llo, tras la derrota el pas haba recado bajoun nuevo caudillaje militar, que era ante todola representacin poltica de la inconexa claseterrateniente seorial del interior, dirigido por

    el general Andrs A. Cceres, el prestigiosojefe de la resistencia contra el invasor chileno.

    En tales condiciones, los debilitados n-cleos burgueses y las capas medias urbanas,organizados desde antes de la guerra en el Par-tido Civil, principalmente, se encontraron obli-gados no solamente a transar con el rgimenmilitarista-seorial, sino en cierto modo a sos-

    tenerlo. Asesinado su principal dirigente, Ma-

    nuel Pardo, en 1878, no disponan en ese mo-mento de un jefe del prestigio necesario paraencabezar la oposicin. Debido a ello, al finalde esa dcada era Nicols de Pirola, jefe delPartido Demcrata, y antes representante delas capas de comerciantes y terratenientes me-nores provincianos y de orientacin seorialis-ta, quien surga como vocero de la oposicin,consiguiendo al final, el tcito apoyo del Par-tido Civil, del cual haba sido opositor polticoantes de la guerra.

    La relativa reactivacin de la economa,

    permita a los ncleos de burguesa comercialy terrateniente de la costa volver a fortalecersu poder econmico y forzar su regreso a la di-reccin del Estado, apoyndose en el inmensodescontento popular, que la rigidez autoritariay la arbitrariedad y corrupcin de los regme-nes militares vena acumulando, y que se ali-mentaba adems de un generalizado sentimien-

    to de frustracin nacional por la derrota.Eso permiti a Pirola canalizar ese descon-

    tento con una prdica populista y encabezar lasublevacin triunfante de 1895, que desalojan-do del poder al caudillaje militar y lo que sterepresentaba, inaugur la precaria estructura

    poltica que dur hasta 1919, pero, sobre todo,seal el paso a un perodo de reconfiguracin

    de la estructura de la sociedad peruana.

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    Al estudiar el proceso de expansin de la granpropiedad agraria en la Sierra del Sur perua-no, a fines del siglo XIX y comienzos del XX,Franois Chevalier seal que ello fue el resul-tado del encuentro entre la historia local y lacoyuntura mundial2. Tal conclusin es vlidano solamente para ese problema especfico,sino tambin para el conjunto de la problemti-ca peruana de ese perodo.

    En el trnsito del siglo XIX, la coyunturamundial estaba presidida por dos fenmenosbsicos: la expansin imperialista del capitalmonoplico y la disputa entre las burguesas deInglaterra y de Estados Unidos por la hegemo-na en el control de ese proceso, especialmenteen lo que respecta a la Amrica Latina.

    La historia local estaba marcada, ante

    todo, por la incipiencia del capitalismo, en elseno de una formacin social cuya base abru-madoramente predominante eran las relacio-nes precapitalistas de produccin, aunque yaampliamente condicionadas por la expansin

    2 Chevalier, Franois 1966 Lexpansion de la grandepropriet dans le Haut-Perou au XXme Sicle en

    Annales, Vol. 4: 821-825, jul.-ago.

    del capital comercial. De ah la consiguientedebilidad de los ncleos de burguesa, bsica-mente mercantil y terrateniente, su an preca-ria diferenciacin como clase social respectode la clase terrateniente seorial, dominadorade campesinos enfeudados y tambin, en gran

    parte, de campesinos independientes o agru-pados en comunidades. Y debido a lo cual,esos ncleos burgueses no haban logrado anaduearse enteramente del poder poltico yllevar a cabo su propia revolucin democrti-ca en la economa y en el Estado. La precarie-

    dad institucional del Estado, no solamente porlos efectos de la reciente guerra, sino tambincomo expresin de la debilidad burguesa y dela dispersin poltica de la clase terratenienteseorial. Y en ese marco, finalmente, por undebate ideolgico signado por un sentimientode urgencia nacional, unnimemente com-

    partido, pero parejamente cabal demostracin

    de la perplejidad y el desconcierto ideolgicoy de la incongruencia de los proyectos polti-cos de las principales fracciones burguesas yseoriales dominantes.

    La insercin de esa historia local en la co-

    yuntura mundial, no poda dejar de implicar

    un dominio decisivo de la ltima en la de-

    terminacin de las caractersticas del nuevo

    perodo.

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    de importacin de la produccin industrial deesos pases3.

    Esa burguesa, pues, tenda a desarrollar-se bsicamente como burguesa terratenientey comercial, bloqueando sus posibilidades deavanzar hacia su revolucin industrial. Debidoa eso, no estaba en condiciones, ni interesada,en llevar adelante su propia revolucin demo-crtica en la economa y en el Estado, es decir,de avanzar hacia la desintegracin de las rela-ciones de produccin de origen precapitalista,serviles o comunales, para liberar mano de obra

    y recursos de produccin, y hacia la democra-tizacin del Estado, conforme a la ideologa li-beral formalmente adoptada, sobre todo desdemediados de siglo. Por ello, no solamente seencontraba colocada en situacin de permitir lacontinuacin del predominio del precapitalismoy de su clase terrateniente dominante, sino quetambin era incapaz de diferenciarse de sta r-

    pida y plenamente, ni social ni ideolgicamente.

    3 Sobre este perodo y estas cuestiones, puede con-sultarse de Heraclio Bonilla, Guano y burguesa en el

    Per(Lima: IEP, 1974); de Jonathan Levin, The ExportEconomies(Cambridge, 1960); de Shane Hunt, Growthand Guano in the 19th Century in Per (PrincetonUniversity Press, 1973); y de Ernesto Ypez, Per1820-1920: un siglo de desarrollo capitalista (Lima:

    IEP, 1972).

    Sin ser inexistentes, las bases del capitalis-mo en el Per eran no slo precarias y dbiles,sino, lo que resultaba mucho ms importantey decisivo, eran llevadas por una tendencia ala deformacin y a la dependencia, con todo loque ello implica para el destino histrico de laburguesa en el Per.

    Sin embargo, los ms poderosos grupos dela emergente burguesa, influidos por un di-fuso positivismo introducido hacia mediadosde siglo4, y enfrentados a la desorganizacin ycorrupcin administrativa bajo los sucesivos

    regmenes militares, se movilizaron a fines dela dcada de los sesenta hacia la disputa del

    poder poltico con una ideologa de desarrollonacional, lo que cristaliz en la formacin delPartido Civil en 18715y en el primer proyecto

    4 As lo afirma, aunque sin referencias explcitas,Augusto Salazar Bondy en:Historia de las ideas en elPer contemporneo(Lima: Moncloa, 1965) Tomo 1: 3.

    5 Manuel Pardo fue el ms importante idelogo de laburguesa comercial-terrateniente del Per, en el sigloXIX. Fund el Partido Civil, culminacin de un movi-miento contra el militarismo caudillesco, preconizandola modernizacin econmica y administrativa del pas,con una orientacin nacionalista que lleg inclusive a

    proponer la estatizacin del guano y del salitre, los dosprincipales recursos de exportacin del Per en esa

    poca, aunque bajo su gestin presidencial no se tom

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    de desarrollo capitalista nacional, bajo la con-duccin de Manuel Pardo, asumiendo el go-bierno en 1872.

    A pesar de algunas medidas de reforma ad-ministrativa y educacional, que mostraban suorientacin modernizante, este primer gobier-no civil de la burguesa peruana, no fue capazde tocar ningn inters fundamental de la claseterrateniente, ni de enfrentarse exitosamente ala grave crisis econmica en que haba enca-llado la economa peruana a comienzos de losaos setenta, estrangulada por una deuda ex-

    terna crecida.Administrando una economa en crisis,

    e impotente para remover el piso del poder

    de los terratenientes, no solamente fracas

    en su intento de ganar el apoyo de las masas

    populares urbanas, sino que tuvo que enfren-

    tarse a ellas y a los representantes polticos

    de los terratenientes, poniendo en evidencia

    los lmites y deformaciones de su desarrollo

    ninguna medida para eso. Su pensamiento puede estu-diarse en la compilacin de sus escritos:El centenariode Manuel Pardo(Lima, 1935: 2 Vols.). Tambin puedeconsultarse sobre los intentos de modernizacin oligr-quica en el Per, de Howard Karno, The Oligarchy andthe Modernization of Per (1870-1920)(Los ngeles:

    University of California; tesis no publicada, s/f).

    como clase. Se dice que fue en ese momento

    cuando el trmino oligarqua, de tanta signifi-

    cacin en nuestra historia, hizo su ingreso en

    el Per6.

    Al trmino de la dcada de los setenta so-brevino el conflicto con Chile y sus consecuen-cias enterraron definitivamente las posibilida-des de un proyecto de desarrollo capitalistanacional.

    Debido a ello, la implantacin del capitalis-mo, en tanto que relacin social de produccindominante, se lleva a cabo en el Per ya bajo

    su forma monoplica y en esa condicin, bajocontrol imperialista de burguesas extranjeras,desde fines del siglo XIX.

    El proceso de implantacin del capital mo-noplico se inicia poco despus de la guerracon Chile, cuando en 1890 los tenedores de bo-nos de la deuda externa, incrementada durantela guerra, obligaron al gobierno de Cceres a la

    firma del Contrato Grace, mediante el cual di-chos acreedores se organizaron en la PeruvianCorporation Ltd. y obtuvieron la concesin delcontrol de los ferrocarriles, por un perodo de75 aos. Pirola, al ocupar el gobierno en 1895,

    6 Vase: Basadre, Jorge 1963 La aristocracia ylas clases medias civiles en el Per republicano en

    Mercurio Peruano(Lima) XLIII: 437-440.

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    desarroll un modelo ya establecido, con unapoltica abiertamente destinada a atraer capi-tal extranjero, que en la coyuntura era, preci-samente, capital monoplico.

    Entre 1895 y 1914, se haban instalado en elPer las primeras cuatro grandes corporacio-nes, la ya mencionada Peruvian CorporationLtd., Cerro de Pasco Corporation, Internacio-nal Petroleum Corporation, y Grace. La prime-ra de capital britnico y las dems norteame-ricanas. Ocupaban, junto a otras empresas ex-tranjeras menores, el lugar de predominio en

    la minera, en el petrleo, en la agricultura deexportacin y en el transporte pesado. Y en lamisma etapa, el capital imperialista conseguatambin el dominio de casi toda la banca, delcomercio internacional y de la empresa princi-

    pal de servicio elctrico.Despus de la crisis econmica iniciada en

    1913 y continuada durante la Primera Guerra

    Mundial (14-18), el capital imperialista ocuptambin el control de las empresas industria-

    les ms importantes, en la textilera y otras

    ramas menores, consolidando su dominio de

    la economa peruana, en todos aquellos sec-

    tores donde se implantaba el capital como

    relacin social de produccin, y dejando, de

    ese modo, a la burguesa interna en una po-

    sicin totalmente subordinada y, sobre todo,

    despojada de sus principales recursos de

    produccin7.

    C

    El capital monoplico se implanta en la eco-noma peruana constituyendo ncleos de re-laciones capitalistas de produccin, en los

    principales sectores productivos de la econo-ma cuya matriz previa era casi enteramente

    precapitalista.

    La investigacin social latinoamericanaha difundido la denominacin de enclave

    7 Acerca de la penetracin del capital norteameri-

    cano y sus consecuencias inmediatas en la economa

    peruana, aparte del conocido estudio de James Carey,

    Per and The UnitedStates(Notre Dame, 1964); hay

    recientes investigaciones con un enfoque ms pro-

    ductivo: William Bollinger, The Rise of United StatesInfluence in the Peruvian Economy (1868-1921)

    (Berkeley: University of California; tesis no publica-

    da, s/f); Heraclio Bonilla La emergencia del control

    norteamericano sobre la economa peruana enDesa-

    rrollo Econmico, Vol. 16, N 64, 1977; y hay amplia

    informacin en un estudio sobre un perodo mayor, de

    Rosemary Thorp y Geoff Bertram, Industrializacin

    en una economa abierta. Elcaso del Per en el pe-

    rodo 1890-1940(Lima: Universidad Catlica de Lima /

    CISEPA, 1974).

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    para esa forma de implantacin del capital

    en estos pases8. El trmino, sin embargo,

    contiene ms una imagen que un concepto,

    pues ms bien dificulta que permite des-

    ocultar el tipo de relaciones que se estable-

    cen entre esos ncleos de relaciones capi-

    talistas de produccin y la matriz de origen

    precapitalista.

    Ausente un circuito interno de acumula-cin, integrador de los sectores productivos,y liquidados en su nacimiento los elementosque llevaban a su desarrollo9, por la propia

    accin del capital imperialista, cada uno delos sectores en los cuales ste se implantaen condicin dominante, es articulado al cir-cuito capitalista nacional de donde provieneese capital, esto es, a un circuito externo deacumulacin y de realizacin de la plusvalagenerada en esos ncleos capitalistas.

    Debido a ello, ni la produccin industrial

    interna, ni el mercado interno del Per, tieneninters para el capital monopolista durante eseperodo, sino de manera limitada a las propiasnecesidades de exportacin de la produccin

    8 El ms clebre texto es el de Cardoso, FernandoHenrique y Faletto, Enzo 1973Dependencia y desarrolloen Amrica Latina(Mxico: Siglo XXI).

    9 Vase de Bollinger, op. cit.

    industrial europea o norteamericana al pas.Por su carcter reducido y concentrado en n-cleos, en determinadas ramas de produccin,ese capital no tendr, tampoco, inters en una

    masiva liberacin de mano de obra, sino en laformacin de un mercado limitado de fuerza detrabajo libre.

    Sobre esas bases, el capital monopolistaimplantado en ese perodo, resulta en una si-tuacin estructuralmente condicionada parano entrar en conflicto con las relaciones preca-

    pitalistas de produccin que predominan en el

    resto de la economa.Por el contrario, las necesidades del ca-

    pital implantado en tales condiciones, en-

    cuentran en las relaciones precapitalistas un

    elemento decisivo para su operacin. En la

    medida en que el valor de la fuerza de trabajo

    explotada por el capital monoplico, se cons-

    tituye fundamentalmente en el rea no capi-

    talista de la economa, la tasa de ganancia deese capital resulta mucho ms alta en este

    pas en relacin con la que puede obtener en

    la economa metropolitana, en las mismas ra-

    mas de produccin.

    De ese modo, para el capital imperialista nosolamente no ser necesaria la desintegracinde las relaciones no capitalistas, sino, por el

    contrario, su perduracin ser til para sus ne-

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    cesidades de acumulacin, por el tiempo querequiera el mantenimiento de esta modalidadde operacin. Ese tiempo fue largo.

    Capital monoplico y precapital, se combi-

    narn as, contradictoriamente, en una estruc-tura econmica conjunta, bajo el dominio del

    primero, en una tendencia de acentuacin deese dominio10.

    Una de las consecuencias ms importantesde esa configuracin econmica, ser comoChevalier11seala la expansin de la gran pro-

    piedad agraria bajo control de los terratenien-

    tes seoriales, en toda la sierra peruana, y elconsiguiente enfeudamiento de una mayor can-tidad de campesinado, bajo esa dominacin. Laampliacin del mercado interno de productosalimenticios de origen agropecuario, conformese ampliaban los centros urbanos y la manode obra en los enclaves y en actividades decomercio y de servicios, impulsar a los terra-

    10 Sobre el modo de implantacin del capital monop-lico en el Per y sus implicaciones econmico-socialesy polticas, puede verse de Anbal Quijano, Imperialis-mo, clases sociales y Estado en el Per (1895-1930).Escrito en 1973, acaba de ser publicado en Clases so-ciales y crisis poltica en Amrica Latina (Mxico:Siglo XXI, 1977).

    11 Franois Chevalier, op. cit.

    tenientes seoriales a extender sus tierras y acontar con una masa mayor de campesinado

    para su explotacin.Esa expansin de la gran propiedad agraria

    y de campesinado enfeudado bajo el dominioterrateniente seorial, no dejar de tener con-secuencias sobre esta clase. Una parte impor-tante de ella se ir convirtiendo en burguesacomercial-terrateniente, controlando capitalcomercial en medida muy significativa en de-terminadas zonas12.

    Esa reactivacin del mercado interno im-

    pulsa la expansin del capital comercial, quepasa a servir como correa de transmisin entrela produccin mercantil procedente del reano capitalista y las necesidades del capital mo-noplico. Y ello implica la ampliacin de unacapa de pequea y mediana burguesa comer-cial, intermediadora entre la burguesa capita-lista y los terratenientes seoriales y tambin

    una parte del campesinado no directamenteenfeudado.

    12 Sobre este problema hay investigaciones demostra-tivas. Montoya, Rodrigo 1980 Capitalismo y no capi-talismo en el Per (Lima: Mosca Azul Editores); quetambin se difundi, antes de editarse, con el ttulo:El

    proceso histrico de articulacin del Capitalismo y el

    no capitalismo. 1890-1977.

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    B :

    En el curso de la implantacin del capital mo-noplico, con esas modalidades, la burguesacomercial y terrateniente formada en el pe-rodo anterior, mientras era despojada de sus

    principales recursos de produccin y del con-trol de su dominio nacional sobre el procesocapitalista, fue tambin, sin embargo, impulsa-da a la acumulacin capitalista en los reduci-dos mrgenes de operacin que le haban sido

    impuestos, y en los mismos sectores y ramasde produccin en que se implantaba el controlde la burguesa monopolista extranjera.

    De ese modo, en el mismo proceso, cumplasu trnsito definitivo de su condicin de bur-guesa bsicamente comercial a la de burgue-sa capitalista stricto sensu, y de otro lado, suopcin histrica de clase nacional dominante,

    quedaba castrada dando lugar a su constitu-cin como apndice semicolonial de la bur-guesa imperialista, durante todo ese perodo.Lo ltimo, no solamente por el carcter mino-ritario y subordinado de la parte de capital quequedaba bajo su control, sino, particularmen-te, por acumular en los mismos cauces y mo-dalidades impuestos por la burguesa imperia-

    lista dominante.

    Las tasas de ganancia eran mucho ms altasen las ramas de produccin exportable: algo-dn, caa de azcar, minerales, lo que arras-traba a la raquitizada burguesa peruana prin-

    cipalmente en esas ramas que dominaba ya laburguesa imperialista. Y aun cuando, sobretodo despus de la crisis de mediados de la se-gunda dcada de este siglo, algunos grupos decapitalistas peruanos pudieron acumular en laindustria fabril y semifabril, consiguiendo le-gislacin protectora, eso no cambi en lo fun-damental la situacin configurada.

    La nueva burguesa capitalista peruana nodej de enriquecerse, pero slo a condicin dela prdida de su hegemona en el proceso capi-talista, en el mismo momento en que ste gana-ba el dominio en el conjunto de la estructuraeconmica del pas.

    Las caractersticas y tendencias de este pro-ceso, no dejaron de ser percibidas y resistidas

    por algunas fracciones de la burguesa perua-na. Pero esas fracciones eran no solamente lasms dbiles, sino, paradjicamente, las msapegadas a las tradiciones seorialistas de suorigen terrateniente. Y quienes, en el debate defines de siglo, reclamaban proteccin estatal

    para los capitalistas nacionales, sealando lasvas de un desarrollo capitalista bajo control

    nacional, eran solamente aislados idelogos,

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    de filiacin positivista, sin suficiente influenciaen el seno de la clase13.

    Por esos factores, las fracciones nacionalis-tas de la burguesa peruana fueron debilitndo-

    se y perdiendo su lugar en la direccin de laclase, a lo largo de las dos primeras dcadasdel siglo XX. Y cuando, como consecuencia dela crisis del 14-18, la pugna hegemnica entrelas burguesas norteamericana y britnica seresuelve en favor de la primera, estarn dadasen el Per las condiciones para que las fraccio-nes ms pro imperialistas de la burguesa inter-

    na, asuman la plena direccin de la clase y ellugar de sta en la direccin del Estado, derro-tando a las fracciones ms renuentes a la domi-nacin del capital norteamericano, en nombredel progreso y de la modernidad.

    All culmina el proceso de semicolonaliza-cin de la burguesa peruana, ocasionando la

    prdida de su hegemona nacional, incapaci-

    tndola para todo proyecto en esa direccin y,

    13 Particularmente: Capello, Joaqun y Petriconi, Luis1971 (1876)Estudio sobre la independencia econmi-ca del Per, (Lima: Biblioteca Peruana). De Capello estil tambin ver, para apreciar su posicin modernistay nacionalista, La sociologa de Lima (Lima, 1895-1902; 4 Vols.) yEl problema de la educacin pblica

    (Lima, 1902).

    en consecuencia, para toda movilizacin y or-ganizacin poltica de clase fuera del Estado,

    por un largo perodo. Con el golpe de Legua en1919 y la desintegracin del Partido Civil y de

    los otros menores, que no fueron reemplazadospor ningn otro en que la clase se organizarapara dirigir al Estado, se cierra esa etapa de lasdisputas por la hegemona nacional14.

    L E:

    Sobre esa base material (combinacin de ca-pitalismo monoplico y precapital bajo el do-minio del primero) y social (articulacin de in-tereses entre burguesa y terratenientes seo-riales), definidas las relaciones de poder entreburguesa imperialista e interna, se fue consoli-

    14 Sobre el proceso de reconstitucin y crisis de la

    hegemona oligrquica, vanse: Quijano, Anbal1969

    El Per en la crisis de los aos treinta (Santiago:

    s/d); reproducido enAmricaLatina en la crisis de

    los aos treinta (Mxico: Instituto de Investigacio-

    nes Sociales-UNAM, 1977). Y el panorama histrico

    bien orientado de Chavarra, Jess 1972 La desapa-

    ricin del Per colonial enAportes(Pars) N 3: 120-

    155, enero.

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    dando un Estado, cuya base es conformada poresa asociacin de intereses dominantes.

    Si bien la burguesa peruana, reconstituidabajo esas condiciones, logra, en el curso de ese

    proceso, volver a la direccin del Estado, nopuede hacerlo sino admitiendo la amplia influen-cia de la clase terrateniente seorial en todo elorden poltico del pas, y la representacin delas fracciones terratenientes-comerciantes en elseno mismo de la direccin del aparato estatal.

    En la medida en que no slo se mantiene sinose expande el dominio terrateniente sobre el

    campesinado, se expande y se consolida tam-bin todo un sistema de poder poltico local yregional, controlado por los terratenientes, sloa travs del cual y en conflicto con l, puede elEstado central presidir la estructura nacionalde poder poltico. Los trminos de caciquis-mo y de gamonalismo, designan ese sistemade poder terrateniente.

    De ese modo, el Estado central es la repre-sentacin de una asociacin de intereses dedominacin, entre la burguesa capitalista pe-ruana y los terratenientes, ambos subordina-dos, aunque de distinta manera, a la burguesaimperialista, en la medida en que ese Estadoadministra y controla una formacin social encuya base son predominantes los intereses dela burguesa imperialista.

    Y en tanto que el sistema de poder local yaun regional, en las reas de dominio terrate-niente seorial y/o comercial, no es atacado ensu base, las relaciones de produccin de origen

    precapitalista, ahora articuladas a la lgica y alas necesidades de la acumulacin capitalista,ese Estado central es el remate de una estruc-tura global de poder poltico, una de cuyas ba-ses y de vasta presencia en el pas, el caciquis-mo gamonal, no est integrado a l aunque s

    vinculado de modo conflictivo.En esas condiciones, por su estructura y por

    la lgica de su movimiento histrico, tal siste-ma de poder es decir, los intereses socialesque lo constituyen y lo dominan excluye total-mente la participacin de las masas campesi-nas a todo canal de influencia en el Estado cen-tral y en particular en el orden del caciquismogamonal local. Permite solamente resquiciosestrechos de participacin de las capas medias

    que, sin embargo, se van ampliando. Y rechazala participacin de los ncleos de proletariadoque la presencia del capital est constituyendocomo nueva clase social.

    El entero sistema de poder poltico y su Es-tado central, por su especfico carcter de cla-se, es decir, el que se deriva de esta particularhistoria, asume, as, un carcter oligrquico.

    Oligarqua, en el Per, es un trmino que

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    comenz a usarse en el siglo pasado, bajo laprimera administracin civil burguesa, desig-nando un estilo de dominacin poltica. Perola perduracin de este estilo llev a dotar al

    trmino de una connotacin ms compleja,denominando ya no solamente a esta peculiarcombinacin de intereses de dominacin en elEstado, sino a las clases sociales mismas quesostenan el Estado oligrquico. Ello no nosexime, no obstante, de la necesidad de reco-nocer que, en rigor, el concepto de oligarquamienta, en el Per, a esa estructura de poder

    poltico, con un Estado cuyo carcter de claseno es depurado, ya que su dominio es compar-tido por clases que, como la burguesa y los te-rratenientes seoriales o gamonales son, enla totalidad histrica, conflictivas, pero que pordeterminaciones histricas particulares apare-cern, durante un perodo, articulando contra-dictoriamente sus intereses en el seno del mis-

    mo Estado. Y que, por el carcter de sus basesmateriales, implicaba el control monoplico delas clases dominantes sobre la orientacin desu comportamiento.

    El Estado que se reconstituye en el procesode implantacin y de consolidacin del domi-nio del capital monopolista imperialista, estarcaracterizado, as, por dos rasgos definitorios:su indefinicin nacional, debido al carcter se-

    micolonial que asume la burguesa interna quelo dirige; y su indefinicin de clase, por cons-tituirse como articulacin de intereses entreburguesa y terratenientes, y de lo cual derivar

    su carcter oligrquico.A partir de entonces, el ciclo burgus de

    la historia peruana no podr encauzarse poruna revolucin democrtico-burguesa, en elsentido de una conquista burguesa del poderestatal, a la cabeza de las clases dominadas yaburguesando su conciencia, para destruir labase material del poder de la clase terratenien-

    te seorial. El proceso burgus asumir, encambio, el carcter sui generis de una revo-lucin antioligrquica y nacionalista. Esto es,de gradual, aunque conflictiva y eventualmente

    violenta, depuracin del contenido de clase delEstado, por el desplazamiento gradual de losterratenientes seoriales y de las mismas frac-ciones burguesas asociadas a ellos, de su lugar

    en la direccin del Estado. Y, de otro lado, porintentos de rescate de la autonoma del domi-nio nacional de la clase burguesa. Ninguno deestos planos del proceso podra desarrollarseindependientemente del otro.

    La erradicacin de la base material del po-der seorial, habr de ser en la historia poste-rior, fundamentalmente el resultado de la gra-dual generalizacin del capital, en tanto que

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    relacin social de produccin, a todas y cadauna de las ramas de la economa del pas. Ellugar de esa clase en el Estado se ir por elloreduciendo paulatinamente. Sern las luchas

    campesinas las que acelerarn la desintegra-cin del caciquismo gamonal, y muy significa-tivamente, entrando en conflicto con la bur-guesa dominante, en el momento ms fuerte yexitoso de sus luchas, desde fines de los aoscincuenta.

    Los intentos de rescate de la autonoma na-cional del dominio de la burguesa interna, si

    bien pudieron ser, en breves momentos, intersde minoritarias y dbiles fracciones burguesas,no fueron tanto la obra de la clase, dadas susraces y las tendencias de su movimiento. Y poreso se encontraron sus idelogos y protagonis-tas entre las capas medias y populares bajo lainfluencia de las primeras y tuvieron que lle-

    varse a cabo, tambin significativamente, en

    buena medida en contra de la opinin y de laconducta de la propia burguesa interna.

    L

    Seis aos antes del nacimiento de Maritegui,Manuel Gonzlez Prada, en el clebre discur-

    so del Politeama15, haba roto los fuegos de laprimera fase de la batalla contra la dominacinoligrquica de los terratenientes, denunciandola incapacidad y la corrupcin de la clase do-

    minante y de su instrumento militar, la sujecinde las masas campesinas a la ignorancia y a laservidumbre, y llamando a la juventud a la lu-cha contra esa situacin nacional.

    Pocos meses despus, en el Teatro Olimpo,arremeta contra la mediocridad y el servilismohipcrita de los intelectuales oficialistas, re-clamando a la nueva generacin romper con

    el pacto infame de hablar a media voz16. Y, afines del mismo ao, publicaba Propaganday ataque17, sealando que el verdadero fun-damento de la nacin lo constituan las masasindgenas y que hasta tanto ellas no estuvieran

    plenamente representadas en el Estado, no sepoda esperar un cambio sustantivo de los pro-blemas del pas.

    De ese modo, armada de la implacable ybruida violencia de los apstrofes de don Ma-nuel, tomaba carta de ciudadana poltica, por

    15 Compilado en Gonzlez Prada, Manuel1915Pgi-nas libres(Madrid: Editorial Amrica).

    16 Op. cit.

    17 Op. cit.

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    primera y efmera vez en la historia peruana,una versin revolucionaria del liberalismo, queno se paraba como hasta entonces, en la crticade los vicios polticos e ideolgicos solamen-

    te, y avanzaba hasta poner en cuestin la basemisma del orden oligrquico, introduciendo enel debate nacional lo que ser uno de sus te-mas centrales por varias dcadas, el problemadel campesinado indio, y estableciendo los pri-meros elementos consistentes de un proyectodemocrtico-burgus avanzado, que no puedeser considerado como una mera prolongacin

    del liberalismo del perodo anterior.El tema del indio, y con l una de las cuestio-nes centrales de todo el orden oligrquico, en-traba al debate, no solamente porque la derrotafrente a Chile haba puesto de manifiesto dequ modo la dominacin terrateniente sobre lamasa indgena, en un caracterstico rgimen decolonialismo interno, era el fundamento de la

    falta de integracin nacional, a su vez factor de-cisivo de esa derrota, sino ante todo porque enese mismo momento comenzaba un nuevo ciclode las luchas del campesinado indio en el pas.

    Poco antes del discurso del Politeama, habatenido lugar la primera gran insurreccin delcampesinado indio en esa etapa, en el Calle-

    jn de Huaylas, Sierra Norte del Per, y cuyafuerza y extensin conmovieron amplios sec-

    tores de la opinin poltica e intelectual18. Esainsurreccin inauguraba el ciclo de intermiten-tes guerras campesinas contra la dominacinterrateniente, que dura hasta mediados de la

    dcada de los treinta, precisamente como reac-cin contra la expansin de la gran propiedadagraria, bajo control de los terratenientes seo-riales, impulsada por el nuevo inters que stosadquiran en este perodo, por el modo en quese establecan las relaciones con la dominacindel capital monopolista.

    No era, pues, slo una coincidencia que tres

    aos despus de esa insurreccin vencida, tro-nara el discurso del Politeama y se publicaraPropaganda y ataque; que en el mismo aose publicara tambin la primera novela indige-nista,La trinidad del indio o costumbres delinterior, donde su autor, Jos T. Itolararres19,

    pona en la picota la trinidad del cura, el juez

    18 Acerca de esa insurreccin: Reyna, Ernesto1930ElAmauta Atusparia(Lima: Amauta) Prlogo de JosCarlos Maritegui. Basadre, JorgeHistoria de la Rep-blica del Per (T. II: 272-273, ediciones varias). Quijano,

    Anbal 1966 Los movimientos campesinos contempo-rneos de Amrica Latina en Lipset, Seymour y Sola-ri, Aldo (eds.)lites y desarrollos en Amrica Latina(Buenos Aires: Paids).

    19 Seudnimo de Jos Torres Lara.

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    y el costeo, en la opresin del indio, y que alao siguiente, Clorinda Matto de Turner, disc-

    pula de Gonzlez Prada y miembro del CrculoLiterario que ste presida, publicaraAves sin

    nido, destinada a convertirse en la pieza msimportante de la narrativa indigenista perua-na20. El ciclo de esta narrativa, es coetneo delciclo de las luchas del campesinado indio con-tra la expansin del latifundio gamonal.

    Durante las tres dcadas siguientes, el propioGonzlez Prada dedic una vigilante atencinal desarrollo de las luchas campesinas, apo-

    yndolas desde la prensa, mientras madurabasu concepcin del problema del indio hasta suensayoNuestros indios21, que dej incompletoe indito a su muerte en 1918, donde por pri-mera vez se vincula claramente la situacin delindio al sistema vigente de propiedad agraria, alos rasgos feudales en el rgimen de la haciendaandina, y al caciquismo local de los gamonales.

    Todava l mismo un positivista liberal enese momento, al introducir este crucial incor-dio en el debate ideolgico que los dems posi-tivistas liberales realizaban entonces sobre los

    20 La primera edicin apareci en Valencia, Espaa,en 1889.

    21 En Gonzlez Prada, Manuel 1924 Horas de lucha

    (Callao: Lux) Segunda edicin.

    problemas nacionales, Gonzlez Prada pusoal descubierto los lmites que el desarrollo declase de la burguesa peruana impona al pen-samiento de la mayor parte de sus idelogos.

    Esos lmites irn acentundose, conforme laimplantacin del capital monopolista y el do-minio de la burguesa imperialista iban redu-ciendo a la burguesa peruana a la condicinsemicolonial, impidindole recoger ella mismalas banderas de la revolucin democrtica.

    Por ello, ms que por las caractersticas per-sonales de Gonzlez Prada, segn opinar ms

    tarde Maritegui, el movimiento poltico quesus inmediatos seguidores intentaron alzar conesa orientacin, no tena las bases sociales ne-cesarias para su desarrollo y se frustr al nacer,llevando al mismo Gonzlez Prada a transitarhacia un positivismo anarco, cuando toma par-te en el debate de las luchas del naciente prole-tariado a comienzos del siglo XX.

    Entre fines del XIX y comienzos del siglo XX,ingresaba en la palestra ideolgica peruana lallamada generacin del novecientos, la mayo-ra de cuyos ms influyentes miembros tenatambin filiacin positivista liberal, y era por-tavoz de las fracciones ms modernizantes dela burguesa peruana. Y no es que desconocie-ran la existencia del problema indio en la faltade integracin nacional. Pero de una parte, su

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    atencin estaba ms concentrada en los pro-blemas institucionales del Estado y las cues-tiones polticas concomitantes con la actividadcapitalista en plena dinamizacin. Y, de otra

    parte, su visin del problema del indio estabainevitablemente mutilada por la an indecisadiferenciacin de su clase con los terratenien-tes seoriales, orientndolos a discutir el pro-blema exclusivamente en trminos culturales,y en particular morales y educacionales.

    De all que los temas de la educacin y dela cultura, y la modernizacin institucional

    del Estado, fueran, junto con la especulacinacadmico-filosfica, los ejes de su produccinideolgica y fue en torno de ellos que llevaron acabo sus debates ms resonantes.

    Todos ellos se reclamaban de una postu-ra nacionalista y modernista, acorde con suideal positivista del progreso. Algunos, comoFrancisco Garca Caldern22, desde una pers-

    pectiva optimista, sin duda estimulada por ladinamizacin de la actividad econmica re-sultante de la penetracin capitalista imperia-lista, ponan su esperanza en el surgimiento

    22 Vanse, de Francisco Garca Caldern: Le ProuContemporain (Pars, 1907);Les Dmocraties Latinesde lAmerique (Pars, 1912);La creacin de un conti-

    nente(Pars, 1913).

    de regmenes como el de Porfirio Daz y suscientficos, o el de Juan Vicente Gmez y elcesarismo democrtico que los intelectualesa su servicio proponan como modelo, para

    establecer la integracin nacional y salir dela anarqua caudillesca hacia algo como esainventada pax porfiriana, como marco delreordenamiento nacional.

    Otros, como Vctor Andrs Belande23, reco-nociendo que la nacionalidad no est formadatodava y que nuestro ideal debe ser eminen-temente nacionalista, slo podan reclamar la

    moralizacin y la racionalizacin institucionaldel Estado, como recursos para lograr el cum-plimiento de tal ideal24. Y en un plano ms con-creto, Garland y Gubbins25 sostenan la nece-sidad de facilitar la entrada y la implantacindel capital extranjero, como camino de la mo-dernizacin y el progreso del pas. Atrs habanquedado los reclamos de Capello y otros, y aun

    23 De Vctor Andrs Belande, en ese perodo, princi-palmente:La crisis presente (Lima, 1914);La realidadnacional (Lima, 1930) libro destinado a la refutacinde los 7 ensayos de Maritegui; vase tambin sus

    Memorias (Lima: Lumen, 1961: Vol. 1 y 1962: Vol. 2).

    24 V. A. Belande, La crisis presente,p. 98.

    25 De Alejandro Garland, sobre todo,El Per en 1906

    (Lima, 1907); yResea industrial del Per (Lima, 1905).

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    las proposiciones de Manuel Pardo, para pre-servar el control nacional de los recursos, y la

    proteccin estatal de los capitalistas naciona-les para afianzarlo.

    Cuando las necesidades del capital planteenexigencias de tecnificacin y modernizacin ala cultura y a la educacin en el pas, todavala burguesa aparecer dividida entre quienes,como Manuel Vicente Villarn26 preconizanuna educacin pragmtica y de orientacintcnica al alcance de las masas, y quienescomo Alejandro Deustua27encontrarn la oca-

    sin de destilar los ms encostrados prejuiciosseoriales contra el indio, para oponerse, ennombre del progreso, a una educacin dirigidaa las capas populares, reclamando una educa-cin elitista e intelectualista.

    Fue sin duda debido a esta debilidad social ypoltica de la burguesa peruana y de sus ide-

    26 De Manuel Vicente Villarn, los ensayos reunidosenEstudios sobre la educacin nacional (Lima, 1922);de ellos, principalmente: Las profesiones liberales enPer; El factoreconmico en la educacin nacional(Lima, 1905).

    27 De Alejandro Deustua, introductor de la filosofade Bergson y de los neohegelianos italianos en el Per,acerca de este problema vase sus ensayos en La

    cultura nacional (Lima, 1937).

    logos reconocidos, que al ir producindose losprimeros grandes conflictos sociales engendra-dos en el seno del nuevo capitalismo, el gruesode esos intelectuales se encontraba enfrentado

    contra toda posibilidad de una legislacin queinstitucionalizara esas luchas y sus organiza-ciones como parte de un rgimen burgus. Slomuy minoritarias fracciones, lideradas por quie-nes como Billinghurst28 traan una formacinhecha ntegramente en el extranjero, intentaronabrir paso a esa legislacin y aun apoyarse enesas luchas para buscar una relativa democrati-

    28 Guillermo Billinghurst, rico comerciante, nacidoen Iquique cuando era an territorio peruano, yeducado en Santiago y Valparaso, fue alcalde de Lima y

    presidente del Per (1912-1914). Candidato anticivilistade ideologa populista y modernista, comand el

    primer movimiento de las masas de las capas medias ypopulares de Lima, para imponer su candidatura contrala negativa oficialista, en un gran mitin callejero en que,

    con el lema del pan grande, las masas expresabansu protesta contra la severa situacin econmica bajola crisis de ese momento, y hacan su ingreso en unaorientacin antioligrquica que se clarifica y consolidadesde entonces. Bajo su fugaz gobierno hizo algunasconcesiones al movimiento obrero, legalizando lashuelgas y sindicatos, lo que acarre su cada por ungolpe militar dirigido por Benavides. Vase: Basadre,

    JorgeHistoria, op. cit., t. VIII; Quijano,ElPer en lacrisis de los aos treinta, op. cit. No hay hasta ahora

    ningn estudio especfico sobre Billinghurst.

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    zacin del Estado. Y, por supuesto, fue rpida-mente derrotado.

    En esas condiciones, ningn puente ideol-gico y poltico poda ser establecido entre el

    naciente movimiento obrero y popular en lasciudades y en los latifundios capitalistas dela costa y las fracciones modernizantes de laburguesa, para cualquier tentativa exitosa dedemocratizacin de las bases y la estructurainstitucional del Estado. Y las capas medias de

    profesionales e intelectuales que iban amplin-dose gradualmente, vagamente, orientadas en

    esa direccin, comenzaban a ser empujadas acolocarse polticamente ms cerca del movi-miento obrero y popular que del establishmentoligrquico. Y despus de la crisis de mediadosde la segunda dcada de este siglo, frustradala posibilidad de Billinghurst, las tendencias enesa direccin se consolidaron.

    Aunque sin una relacin orgnica con las

    luchas del campesinado contra la expansindel gamonalismo, las del naciente proletariadoy de las capas medias y populares urbanas sedesarrollaban paralelamente en esas primerasdcadas. Desde la primera gran huelga de losbraceros de Chicama en 1912, las luchas porla sindicalizacin y la legalizacin de la jor-nada de 8 horas, se hicieron ms fuertes y segeneralizaron. Encontraron un punto de unin

    con las luchas polticas por la democratizacindel Estado en las movilizaciones que impusie-ron la candidatura de Billinghurst, bajo cuyofugaz gobierno lograron las primeras leyes de

    reconocimiento sindical. Y tras la cada de esergimen, se desarrollaron hasta imponer la le-galizacin de la jornada de 8 horas, y su prime-ra central sindical en 1919, cuando ya la gene-racin joven de los intelectuales de las capasmedias ingresaba tambin en la lucha por lademocratizacin de la educacin superior, y elconflicto dentro de la burguesa se resolva en

    favor de su fraccin ms proimperialista, perotambin menos seorialista29.La implantacin del capital en su fase mono-

    plica durante esas dcadas, haba ido reconfi-gurando las bases de la estructura de la socie-dad peruana, a travs de una compleja combi-nacin con la expansin del latifundio seorial.Eso implicaba que en el mismo momento en

    que se desarrollaban las luchas campesinascontra los terratenientes, estuvieran ya en esce-na las luchas obreras bajo orientacin anarquis-ta y anarcosindicalista. Y mientras el Estado, enrepresentacin de la asociacin contradictoria

    29 Vase, de Sulmont, Denis 1975El movimiento obre-ro en el Per: 1900-1956(Lima: Universidad Catlica

    de Lima).

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    de intereses de aquellas clases dominantes, seenfrentaba a esa doble vertiente de las luchasde clases de los dominados, al interior de laburguesa se iba produciendo una diferencia-

    cin poltica que se resolvera por el triunfo delas fracciones ms ligadas a los intereses dela burguesa imperialista norteamericana, queasentaba su hegemona sobre la britnica tras laguerra del 14-18. Y del mismo modo, al interiorde los terratenientes seoriales, sus sectoresligados ms directamente al capital comercial,iban apareciendo aliados a las fracciones bur-

    guesas vencedoras, en el condominio inmedia-to del Estado. El golpe de Estado de Legua en1919, y la poltica estatal de la dcada siguiente,la desintegracin de los partidos histricos deburgueses y terratenientes, as como el debateideolgico nacional, fueron una cabal expre-sin de esas tendencias y conflictos.

    De un lado, el radicalismo burgus del pri-

    mer Gonzlez Prada evolucion al anarquismo,y form parte de esa corriente ideolgica en lasluchas y organizaciones del proletariado fabril,semifabril y rural. La posta de ese radicalismoburgus, que la propia burguesa no recogi niampar, ser, despus de 1919, tomada y rede-finida como corriente antioligrquico-naciona-lista por las capas medias nuevas que se recla-maron herederas del primer Gonzlez Prada.

    El desarrollo de las luchas obreras conver-gi, despus de la guerra, con las luchas inicia-les de las capas medias intelectuales por la de-mocratizacin de la educacin y en esa coyun-

    tura, ya bajo el impacto de la onda de expan-sin internacional del socialismo, producto delas luchas europeas y de la Revolucin Rusa,en 1918 surgieron los primeros brotes de una

    versin pequeo-burguesa del socialismo, in-fluyendo sobre algunos intelectuales y obreros.

    En cambio, el positivismo liberal ceda,en ese mismo momento, su puesto rector en

    la ideologa burguesa en favor del idealismobergsoniano, acogido entusiastamente porlos representantes intelectuales de las frac-ciones burguesas que perdan terreno en lalucha por la hegemona30, y esa tendencia fue

    30 Principalmente Deustua y Belande, ya citados. YJos de la Riva Agero; los dos ltimos prologuistas ycomentadores de la tesis de Mariano Iberico, La filo-sofa de EnriqueBergson, presentada en San Marcosen 1916. Iberico fue diputado por la derecha y por laizquierda intelectual en el Per, antes de 1930. En 1926,Maritegui le public, en su Editorial Minerva,El nuevoabsoluto, en el cual Iberico defenda el vitalismo berg-soniano como base filosfica del socialismo, desde queste tena una vocacin redentora y en su profundosentido, es una voluntad religiosa, posicin que fue ex-

    plcitamente comentada y apoyada por Maritegui en

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    consolidndose en la dcada siguiente, comoreaccin frente al rgimen leguista que haballegado al poder enarbolando los seuelos del

    progreso y de la modernizacin, caros al posi-

    tivismo, que utilizaba desde el poder a algunosde los intelectuales positivistas, pero que, almismo tiempo, rebajaba los ideales positivis-tas a una funcin de taparrabo de una polticade venalidad, de corrupcin, de arribismo ydespotismo.

    Esa situacin ayuda a explicar por qu, en ladcada siguiente, el idealismo vitalista de inspi-

    racin bergsoniana ser utilizado contra el po-sitivismo, simultneamente desde la derecha ydesde la izquierda.

    L M

    Ese complejo escenario histrico fue el queprodujo a Maritegui y que desde 1918 en ade-lante fue tambin en parte su producto. Puesnadie como l, en el Per, fue simultneamente

    25 aos de sucesos extranjeros, publicado ese mismoao e incorporado despus en: Historia de la crisis

    mundial enObras completas(Lima: Amauta, 1959; Vol.

    VIII); denominadas, en adelante,OC

    .

    tan hijo de su tiempo, como de su propia fuerzapara dominarlo.

    Al caracterizar su etapa anterior a su viajea Europa en 1919 como su edad de piedra,

    Maritegui estableci una separacin de su his-toria vital en dos grandes etapas. Y, de modogeneral, esa divisin es admisible31.

    No hay duda, en efecto, de que su estanciaeuropea fue crucial para el desarrollo de Ma-ritegui en todos los rdenes de su experiencia

    personal. All hizo su primer aprendizaje mar-xista, decidi consagrar su vida al socialismo

    revolucionario en el Per, encontr a la compa-era de su vida y universaliz su horizonte deideas y emociones. Es cierto, igualmente, quede entonces arranca lo fundamental de su obray de su influencia en la historia peruana.

    No obstante, fue tambin el propio Marite-gui quien se encarg de recordar el significadode su labor anterior a esa fecha, particularmen-

    31 Ese juicio de Maritegui ha influido en sus he-

    rederos familiares, que hasta ahora no publican

    sus escritos anteriores a 1919, en las llamadas OC,

    y en sus bigrafos como Rouillon, ya citado. Diego

    Messeguer ha trazado recientemente, en un exten-

    so estudio sobre Maritegui, una periodizacin ms

    prxima a la realidad. Vase: Messeguer, Diego1974

    Jos Carlos Maritegui y su pensamiento revolu-

    cionario(Lima: IEP).

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    te en los aos inmediatamente previos32. Y, enverdad, si la experiencia europea madur yredefini sus opciones personales, fue sobrela base de una orientacin establecida ya, en

    lo fundamental, antes. Si bien son perceptiblesrupturas significativas entre ambas etapas, par-ticularmente en su pensamiento poltico, enotros planos se trata ms bien de afirmamien-tos y desarrollos.

    Por eso, aunque no se trata aqu de recons-truir su biografa, es necesario, especialmente

    para el lector no peruano, sumarizar brevemen-

    te las principales etapas del desarrollo del pen-samiento mariateguiano.

    32 En comunicacin enviada a la Primera Conferenciade Partidos Comunistas de Amrica Latina, en junio de1929, Maritegui seala: [] el tratado de Mariteguicon los tpicos nacionales no es, como algunos creen,

    posterior a su regreso de Europa [...] no hay que olvidarque a los catorce o quince aos, empez a trabajar enel periodismo y que, por consiguiente, a partir de esaedad tuvo contacto con los acontecimientos y cosasdel pas, aunque para enjuiciarlos careca de puntosde vista sistemticos. En esa carta consigna su revista

    Nueva poca y su peridico La Razn, as como suparticipacin en la huelga obrera de 1919. Vase eltexto respectivo en: Martnez de la Torre, Ricardo 1949(1947)Apuntes para unainterpretacin marxista dela historia del Per(Lima: Empresa Editora Peruana,

    Vol. 4, T. II: 403).

    R : -

    Maritegui era el segundo de tres hijos sobrevi-

    vientes, de un inestable matrimonio entre Fran-cisco Javier Maritegui, limeo, de familia terra-

    teniente encumbrada, nieto de un conocido ide-

    logo liberal del mismo nombre, y de Mara Ama-

    lia Lachira, campesina del pueblo de Sayan, en

    la sierra Norte de Lima. No conoci a su padre33.

    Cuando tena ocho aos, en 1902, a su po-breza material y a la ausencia paterna, le so-

    brevino una enfermedad que dej baldada parasiempre su pierna izquierda, inmovilizndolodurante una larga convalecencia.

    En el ambiente religioso de su familia, esaenfermedad reforz probablemente en el nioMaritegui su adhesin religiosa, dando lugaral desarrollo de inclinaciones msticas. Y, almismo tiempo, el repliegue forzoso consigo

    mismo le permiti iniciar la lectura de la pe-quea biblioteca dejada por su padre antes deeclipsarse del todo del hogar, y comenzar suformacin autodidacta procurndose vida-mente material de lectura. Su inquietud des-atada lo llevar poco despus a estudiar fran-

    33 Rouillon,La edad de piedra, op. cit.

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    cs por su cuenta. Por la misma poca comen-zara tambin a escribir sus primeros versos34,de contenido mstico-religioso.

    Esa experiencia infantil, de pobreza y de

    ausencias, de enfermedad y de inactividadfsica, de soledad y de melancola, de reli-

    giosidad y de potica mstica, de inquietas e

    interrogadoras lecturas, es sin duda funda-

    mental para la comprensin de la obra adul-

    ta mariateguiana. Cmo no ver all el origen

    de los resortes emocionales que atravesarn

    permanentemente una parte de su desarrollo,

    y en especial esa tensin de agonista entreuna concepcin metafsica de la existencia,

    alimento de una voluntad heroica de accin,

    y las implicaciones necesarias de la adhesin

    al marxismo, que caracterizan gran parte de

    su pensamiento.

    D : -

    Maritegui entr como obrero alcanza-rejonesal peridicoLa Prensa, en 1909, y fue subien-do de posicin hasta que en 1913 asumi la

    34 Op. cit., p. 70.

    redaccin del peridico y a partir de 1914 co-menz a publicar con el seudnimo de JuanCroniqueur.

    Juan Croniqueur, autodidacta de vasta y va-

    ria lectura, principalmente literaria, espritucrtico an sin derrotero y temperamento arts-tico, estacin de un viaje hacia la identidad so-cial y personal, peregrina un tiempo, entre los20 y 23 aos, entre la influencia de DAnnunzioy el esteticismo, la incursin por el mundo de lasociedad oligrquica, en su calidad de cronistahpico y social (hasta lleg a dirigir El Turf),

    la crnica literaria, retiros espirituales y poe-sa mstico-sensual, y todava, el mismo ao dela Revolucin Rusa, organiza con otros perio-distas de la bohemia provinciana de Lima unasesin de danza en el cementerio para NorkaRuskaya, con el consiguiente escndalo de labeatera limea.

    Maritegui, pues, estaba entonces princi-palmente ocupado en explorar sus posibilida-des de encontrar un lugar en el establishmentsocial y cultural. Eran, sin embargo, los aosde la crisis y de la guerra mundial, del encres-

    pamiento de las luchas de clases en Europa,y en el Per la etapa de intensificacin de lasluchas obreras, del creciente descontento delas nuevas capas medias, y la agudizacin deldebate y del conflicto poltico dentro de las

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    clases oligrquicas. Hasta 1916 no parecen ha-ber registros del impacto de esos procesos enMaritegui. Y no obstante, fue en el curso deesa etapa y sobre todo despus de esa fecha,

    que fue despertando en l la preocupacin porlas cuestiones polticas y sociales, agudizndo-se su mirada crtica de la sociedad, lo que irapareciendo inclusive en sus crnicas de tonolevemente irnico sobre temas banales.

    En 1916, con Csar Falcn, Flix del Valley bajo la direccin de Abraham Valdelomar,sus compaeros deLa Prensa, funda la revista

    Colnida, de la que se publicarn cuatro n-meros y en los cuales Maritegui colabora consu produccin literaria. Aos despus, sos-tendr que cuando colabora en Colnida eraan un literato inficionado de decadentismoy bizantinismo finiseculares35. Eso era an, enefecto. A pesar de ello, Colnidarepresentabaya el ingreso, aunque vacilante y confuso, deun nuevo estado mental que portaba una gene-racin intelectual heredera de las enseanzasde Gonzlez Prada, que aprenda a rechazar la

    presencia de la engolada mentalidad seorialy su academicismo. Y la actitud crtica en laliteratura, pronto se extender, en Maritegui

    35 Carta a Samuel Glusberg (OC, Vol. II)contracartula.

    y su generacin, a la crtica de la sociedad ydel Estado.

    No en vano Valdelomar haba sido secretariode Billinghurst durante su campaa a la presi-

    dencia de la Repblica, que pudo triunfar so-bre los hombros de una inmensa movilizacin

    popular anticivilista. Y Maritegui, a la sazn,ya haba conocido a Gonzlez Prada y era ami-go de su hijo, poeta tambin, Alfredo GonzlezPrada. Y en ese mismo ao, Maritegui publi-ca en La Prensa un artculo comentando ir-nicamente una conferencia de Riva Agero, y

    defendiendo el modernismo literario contra elacademicismo. Riva Agero ya era, en ese mo-mento, uno de los ms destacados intelectua-les de los grupos ms seoriales de la coalicinoligrquica en el poder, y que ya en 1915 habafundado el Partido Nacional Democrtico yel movimiento futurista, como parte de unaorientacin de abandono del positivismo y derepliegue en un idealismo reaccionario de razbergsoniana. Enjuiciando una dcada despusese movimiento futurista, Maritegui lo se-alar como un movimiento de restauracincolonialista y civilista en el pensamiento y enla literatura del Per36.

    36 7 ensayos de interpretacin de la realidad peruana(Lima: Amauta, 1968) 13aedicin, p. 216.

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    Fue, sin embargo, otro hecho lo que contri-buy a despertar su inters poltico y al aban-dono de la negacin de la poltica que era unade las marcas de la experiencia colnida. A

    mediados de 1916, la oposicin leguista con-tra el rgimen de Jos Pardo (1915-1919), y conla participacin de las corrientes que apoya-ron a Billinghurst, fund un nuevo peridico,ElTiempo, y Maritegui renunci aLa Prensapara incorporarse al nuevo diario. All fue en-cargado de la crnica parlamentaria, que ejer-ci hasta 1919.

    A pesar de que en los dos aos siguientes,Maritegui todava intensificar sus incursio-nes en el mundo oligrquico, escribiendo crni-cas sociales e hpicas, y mantendr su adhesinreligiosa escribiendo sobre temas costumbris-tas y religiosos (inclusive gan en 1917 el pre-mio de la Municipalidad de Lima, por su artcu-lo La Procesin tradicional), la concurrenciaa los debates parlamentarios fue, seguramente,una puerta de entrada a la observacin y a lareflexin sobre los problemas poltico-socialesdel pas y del mundo, tan intensamente agita-dos en esos mismos aos.

    El Parlamento peruano de esos aos era elescenario en que se debatan las opciones ideo-lgicas y los conflictos polticos dentro de lacoalicin dominante, poco antes de la derrota

    de las fracciones ms seorialistas, tres aosdespus, con el golpe de Legua. Eran tambinlos aos de la prdica wilsoniana, cuyos ecosresonaban tambin en el Per, junto con los de

    las tempestades polticas europeas, particular-mente el triunfo de la Revolucin Rusa, y los

    primeros impactos de la Revolucin Mexicana,mientras se extendan las luchas obreras y lainfluencia del anarquismo y el anarco-sindica-lismo, y los jvenes de las nuevas capas mediasintelectuales iniciaban su enfrentamiento a laeducacin oligrquica en la Universidad.

    En la redaccin deEl Tiempo convergan lascorrientes positivistas liberales, de leguistas ybillinghuristas, y ms dbilmente la influenciadel gonzlez-pradismo y las primeras ideas so-cializantes.

    La influencia de esta atmsfera puede regis-trarse en la creciente irona de las crnicas deMaritegui, en la nueva seguridad de su prosade tono polmico, presumiblemente tambinen la medida en que su conocimiento de lafauna oligrquica, en su calidad de cronista de

    publicaciones comoEl Turf yLul, le iba reve-lando una realidad que ya era capaz de mirarcomo indeseable.

    Por ello, desde 1917, la casi totalidad de suproduccin de periodista enEl Tiempo, apare-ce ya consagrada exclusivamente a los temas

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    de la poltica nacional y ahora observada yatambin desde fuera de los debates parlamen-tarios. El periodismo comienza en Mariteguia convertirse en un vehculo de expresin de

    una nueva mirada crtica de la sociedad, comopara varios de sus compaeros de redaccin,y principalmente Csar Falcn, Flix del Valley otros, ganados segn parece antes que Ma-ritegui al inters por las luchas sociales y lasideas socialistas, y que probablemente ejer-cieron una importante influencia sobre l enesos aos.

    Como la orientacin deEl Tiempo ya les re-sulta muy moderada, a mediados de 1918 todosellos se agrupan para publicar la revistaNues-trapoca, como vocero de una tendencia so-cializante, inspirada en las ideas y en el modelode la revista Espaa, que en ese pas dirigaLuis Araquistain y donde colaboraba una partede la generacin del 98. Unamuno entre ellos.

    La orientacin ideolgica y vital de JosCarlos Maritegui comienza a definirse. Y notardar en pagar sus primeras consecuencias.Tras la publicacin en esa revista de su art-culo Malas tendencias: el deber del ejrcitoy del Estado, defendiendo la idea de emplearms los recursos fiscales en la promocin dela educacin y del trabajo, en lugar de armas,un grupo de oficiales llegar hasta la redaccin

    de El Tiempo, en cuyos talleres se imprimaNuestra poca, y maltrata fsicamente al inde-fenso y dbil autor.

    Poco despus, los redactores de Nuestra

    poca y otros de la misma tendencia se agru-pan en el Comit Organizador del Partido So-cialista. Uno de los miembros ms influyentes,Luis Ulloa, propone convertir ese grupo en

    partido, lo que Maritegui y Falcn rechazan,apartndose del grupo.

    Las inevitables dificultades resultantes deesos hechos, con los directores de El Tiem-

    po, empujan finalmente a Maritegui y Falcna fundar el peridico La Razn, en mayo de1919. Es el ao y el mes de la gran huelga obre-ra por las 8 horas y el abaratamiento de las sub-sistencias, y, al mismo tiempo, del movimientoabierto de los estudiantes de San Marcos por lareforma universitaria, secuencia del movimien-to de Crdoba, del ao anterior. Es, tambin, elao del golpe de Legua.

    La Razn apoya enrgicamente ambos mo-

    vimientos, obrero y universitario, y de cierto

    modo toma parte en la campaa leguista. El

    gobierno de Pardo apresa a los dirigentes de la

    huelga obrera, pero poco despus Legua, y ante

    la extensin de la misma, se ve obligado a libe-

    rarlos. La gran manifestacin obrera que celebra

    ese hecho, llegar hasta las puertas del peridi-

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    co, aclamando a Maritegui, que tuvo que pro-

    nunciar un discurso desde el balcn del local.

    Maritegui ha entrado, finalmente, en la luchapoltica al lado del naciente proletariado, orien-

    tndose hacia el socialismo. Sus ideas socialis-tas, en ese momento, corresponden an, en ri-gor, a una orientacin democrtica radicalizada

    por elementos socializantes. Pero est formadala base de su posterior afirmacin socialista re-

    volucionaria; y el piso emocional de su tempera-tura de combate, est liberado de sus afanes deesnobismo aristocratizante y esteticista.

    Al arreciar el movimiento de los estudiantesreformistas, chocando con el rpido replieguedel rgimen de Legua desde su inicial prdicademocrtica hacia el despotismo pro imperia-lista que fue su marca, mantenindose la movi-lizacin obrera, La Razn se enfrenta crtica-mente a Legua, hasta ser considerado por stecomo un peligro para su rgimen. Despus de la

    publicacin de un editorial que denunciaba eltinglado de la patria nueva, en agosto de eseao, se prohbe la circulacin del peridico.

    Legua, a travs de un emisario relacionadocon Maritegui, ofrece a Maritegui y a Falcnoptar entre la crcel o un viaje a Europa en ca-lidad de agentes de propaganda del gobierno

    peruano. Era en realidad, un poco disimuladodestierro. Ambos optaron por el viaje a Euro-

    pa. Se dice que ese gesto de Legua se debial hecho de estar casado con una parienta deMaritegui, por la rama paterna37. Y en esasgestiones familiares, sin duda influa el hecho

    de ser ya Maritegui un escritor e intelectual derenombre en el pas.En octubre de 1919, Maritegui parti con

    destino a Europa. Despus de una breve escalaen Nueva York, lleg a Francia primero y fuea fines de ese ao a radicarse en Italia. Tena25 aos.

    L : -

    Maritegui testimoni el impacto emocionale intelectual de su breve estada en la capitalfrancesa. Con su experiencia de periodista

    parlamentario, no dej de asistir a algunas se-siones de la Cmara de diputados. Pero fue-ron, sobre todo, el contacto personal con elgrupo Clart y principalmente con Henri Bar-

    37 Rouillon, op. cit., pp. 308-310. Transcribe la resolu-cin gubernamental que autoriza al Consulado Peruanoen Gnova, a pagar a Maritegui un salario por su laborde agente de propaganda periodstica en Italia, a par-tir de enero de 1920.

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    busse y Romain Rolland, y su asistencia a losmtines obreros de Belleville, lo que retendren su memoria.

    Antes de salir del Per haba ya ledoLEnfer

    y leyLe Feu apenas llegado a Pars. Poco des-pus conoci personalmente a Barbusse en lasoficinas de Clart. El impacto debi ser rec-

    proco y se estableci una relacin duradera.Barbusse no lo olvid y su huella fue intensaen Maritegui38. De su contacto con el prole-tariado parisino en los mtines de Belleville,guardar una imagen impregnada de uno de

    los temas recurrentes de la obra mariateguia-na posterior, la emocin religiosa: Mis me-jores recuerdos son los mtines de Belleville,donde sent en su ms alta intensidad el calorreligioso de las nuevas multitudes, dir mstarde a uno de sus bigrafos39.

    38 Bazn, Armando 1939 Maritegui y su tiempo

    (Santiago: VVV); all consigna que Barbusse se refera aMaritegui como una nouvelle lumire de lAmerique,un specimen nouveau de lhomme americain (p. 14).

    39 Bazn (1939: 71). En la edicin de 1969, Vol. XX delas OC de Maritegui, ese texto ha sido cambiado porel siguiente: mis mejores recuerdos son los mtinesde Belleville, donde sent en su ms alta intensidad laemocin social revolucionaria de las nuevas multitudes(p. 56), lo que es evidentemente una falsificacin contrael espritu de Maritegui.

    A pesar de que Pars era la meca de la pere-grinacin europea de la mayor parte de los inte-lectuales y artistas latinoamericanos del pero-do, Maritegui escogi Italia como sede de su

    experiencia europea. Por qu Italia? Segn Ba-zn, Maritegui recordaba que en Pars, su me-tro, su clima hmedo y los grises impertrritosde su cielo llegaron a quebrantar mi salud. Medirig sin ms hacia el sur. Hacia Italia, de dondeme llamaba un viejo amigo mo, peruano40.

    Dada la salud quebradiza de Maritegui, esaexplicacin es seguramente real. Pero no fue

    quizs la ms importante. Despus de todo, lestaba habituado a los grises impertrritosy a la humedad de Lima. Estuardo Nez41 haesclarecido bien que no fue circunstancial en-teramente la opcin italiana de Maritegui, de-mostrando la influyente presencia de la culturaitaliana en el Per, a comienzos del siglo XX, yla relativa familiaridad que Maritegui y sus ami-gos ms cercanos ya tenan con ella. Valdelo-mar, que haba ejercido notable influencia en laorientacin inicial de las actividades literarias yestticas de Maritegui, ya haba residido en Ita-

    40 Bazn (1939: 71).

    41 Nez, Estuardo Prlogo a Cartas de Italia(OC,Vol. XV)op. cit.

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    lia en la preguerra y public tambin unas Car-tas de Italia, como lo har despus Maritegui,aunque sobre una temtica totalmente distinta.Y un personaje como Riva Agero, tan antitti-

    camente opuesto a Maritegui, social e ideol-gicamente, coincidi con ste en Italia y juntoscaminaron en Roma, y no dej de proclamar suadhesin a Italia, aunque por motivos polticosdistintos. Riva Agero se har fascista.

    Y puesto que la estada en Italia tuvo una in-fluencia tan decisiva en la formacin de Marite-gui, en particular en el modo en que comenz su

    encuentro con el marxismo, es oportuno sealarque el idealismo neohegeliano y el actualismo,de Croce y Gentile, ya estaban presentes en laatmsfera intelectual peruana desde comienzosde la segunda dcada de este siglo, inspirando,

    junto con Bergson, una de las corrientes filosfi-cas que, en ese entonces, debata los problemasde la cultura y de la educacin en el Per. Ale-

    jandro Deustua, tan influyente en esos aos enla oposicin contra el positivismo, haba publi-cadoLa cultura superior en Italia ya en 191242,que el propio Maritegui cita en sus 7 ensayos43.

    42 Deustua, Alejandro 1912 La cultura superior enItalia(Lima: Ediciones Rosay).

    43 7 ensayos, p. 22.

    Cuando Maritegui llega a Italia, al fin delao 1919, el pas estaba sacudido por una gra-

    ve crisis econmica, sobre cuyo piso se en-frentaban las masas obreras y los capitalistas,

    poniendo en crisis el liberalismo tanto comoel socialismo, entre cuyas brechas ascenda elfascismo. A ello se aada un sentimiento defrustracin, porque las expectativas de expan-sin hacia los Balcanes haban sido bloquea-das por los resultados de la Paz de Versalles.Y ese sentimiento nacional de frustracin, quesobre todo la pequea burguesa italiana des-

    tilaba, era uno de los alimentos de la propa-ganda nacionalista y fascista, y en cuyo climahaban brotado los oropeles de la prdica deDAnnunzio, su famosa marcha sobre Fiumey su Constitucin44, que tanta resonancia ten-dran en el crecimiento del fascismo.

    Maritegui encontr an el eco de la Consti-tucin dannunziana y, apenas llegado, es sobreese tema que escribi (El Estatuto del estadolibre de Fiume), en su calidad de correspon-sal de El Tiempo, de Lima, en cuyas pginas

    publicar sus observaciones europeas45. Como

    44 Vase de Paris, Robert1968Les Origines du Fas-cisme(Pars: Flammarion) pp. 64-66.

    45 Estuardo Nez, op. cit.

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    Bazn recuerda46, el potico inicio de la Cons-titucin, no dej de impactar en Maritegui,dannunziano en sus primeros pasos de escri-tor: La vida es bella y digna de ser bellamente

    vivida, reclamaba el poeta y Maritegui lo re-cordar aos ms tarde, sealando que en eseproyecto de Constitucin existen elementos decomunismo, de filiacin utpica47.

    En su copiosa produccin periodstica comocorresponsal de El Tiempo, puede notarse laapasionada avidez con que Maritegui vigila la

    poltica italiana y europea en general, preocu-

    pado por los signos histricos de la coyuntu-ra ms bien que en una interpretacin terica,como se reafirmar despus, ya en el Per, alordenar en un panorama global su visin dela crisis europea: Pienso que no es posibleaprehender en una teora el entero panoramadel mundo contemporneo. Que no es posible,sobre todo, fijar en una teora su movimiento.Tenemos que explorarlo y conocerlo, episodio

    por episodio, faceta por faceta. Nuestro juicio ynuestra imaginacin se sentirn siempre en re-tardo respecto de la totalidad del fenmeno48.

    46 Bazn, op. cit., p. 72.

    47 La escena contempornea(OC, Vol. I: 22).

    48 Op. cit., Prlogo.

    Es, sin embargo, en esos mismos aos queest iniciando su formacin marxista y absor-biendo la atmsfera poltica e intelectual deldebate marxista en Italia, y asistiendo como

    testigo privilegiado a las ocupaciones obrerasde las fbricas, a las vacilaciones y a las luchasinternas del Partido Socialista Italiano y al na-cimiento del Partido Comunista Italiano, en elCongreso de Livorno (1921), donde quizs pudoconocer a Gramsci49. De all, sin duda, no obs-tante el carcter periodstico de su indagacinde la escena europea, que sobre todo a partir

    de 1921 se aprecia la seguridad de su orienta-cin y de su evaluacin de los acontecimientospolticos, la crisis de la democracia liberal y desu ideologa, la crisis de la socialdemocracia yel significado del fascismo, que son los temasdominantes de sus crnicas50.

    49 No existe informacin concreta y eficiente acerca

    de las posibles relaciones personales entre Mariteguiy Gramsci. Su viuda afirma que se conocieron. En todocaso, es probable que Maritegui haya visto a Gramscien Livorno, con ocasin del Congreso del PartidoSocialista de Italia, y probablemente lo leyera en

    LOrdine Nuovo, que se publicaba ya cuando Mariteguiresida en Italia.

    50 Recopiladas principalmente en Cartas de Italia(OC, Vol. XV),La escena contempornea (OC, Vol. I),

    El alma matinal (OC,Vol. III), principalmente.

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    En particular, su evaluacin del fascismo yde los factores que le dieron origen y que im-

    pulsaron su ascenso al poder, por la impoten-cia del liberalismo y la crisis interna de la so-

    cialdemocracia italiana, cuya mayora adheraa una orientacin reformista. Como lo sealauno de sus comentaristas51, Maritegui es unaimportante fuente para el estudio de la vida po-ltica italiana de esa etapa.

    El ao de 1921 parece haber sido el puntode llegada a una nueva etapa, no solamente

    personal, sino del pensamiento poltico de

    Maritegui, pues entonces ya se considera unmarxista: despos una mujer y algunas ideas,afirmar ms tarde acerca de su experienciaen ese momento.

    La atmsfera cultural e ideolgica italianade esos aos, muy influida por la obra de los fi-lsofos neohegelianos y actualistas como Cro-ce y Gentile, el primero de los cuales contabacon la admiracin de muchos de los idelogosmarxistas ms importantes del debate italianode ese momento y al que Maritegui conoci

    personalmente, enmarc e impregn de modoimportante el desarrollo de los estudios de ste

    51 Melis, Antonio 1971 Maritegui, primer marxista deAmrica en Dessau, Albert; Kossok, Manfred y Melis,Antonio Tres estudios (Lima: Biblioteca Amauta).

    y, presumiblemente, el modo de su encuentrocon el marxismo. Y, en particular, su relacincon Piero Gobetti, antiguo gentiliano, seguidorde Croce, y liberal radicalizado que colaboraba

    enLOrdine Nuovo, la revista del ala comunis-ta del socialismo italiano, ejerci un impactoreconocido y evidenciado por Maritegui mu-chas veces en su obra posterior. Asimismo, enItalia fue donde l se familiariz con la obrade Sorel, que tanta presencia lleg a tener ensu concepcin filosfica personal. Algunos,como Robert Paris, han sugerido tambin que

    el aire de movimiento pico y heroico que elmussolinismo funga incorporar a la atmsferaemocional italiana, habra tenido alguna par-te en la evolucin del sentido mtico-heroico

    presente en la concepcin mariateguiana dela existencia y atribuible tambin a algunos re-

    volucionarios italianos formados en ese pero-do52. Italia, pues, fue una estacin decisiva en la

    52 Paris, Robert 1973 El marxismo latinoamerica-no de Maritegui en El marxismo latinoamericanode Maritegui (Buenos Aires: Ediciones Crisis). Deeste autor, vase tambin: Maritegui, un sorelis-

    me ambigueenAportes (Pars) N 22. 178-184, 1977;Paris, Robert 1967 Maritegui e Gobetti en Centro

    Studi Piero Gobetti (Torino) Quaderno 12: 3-13.; y suPreface a la edicin francesa de los 7 ensayos(Pa-rs: Maspero).

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    formacin de Maritegui, intelectual, poltica yemocionalmente, llegando a ser un permanen-te punto de referencia de su visin de los pro-blemas. Recorri sus principales ciudades, se

    familiariz con su acervo histrico y cultural,se vincul a algunas de las figuras del primerplano intelectual y poltico del pas, reorgani-z su tesitura personal sobre el mundo y pudoadquirir all las bases de su prodigioso y vitalaliento de agonista. A comienzos de 1922, pocoantes de abandonar Italia, acord con algunos

    peruanos su decisin de iniciar la accin socia-

    lista en el Per. Entre marzo de 1922 y marzode 1923, Maritegui recorri Alemania, Austria,Hungra, Checoslovaquia y, brevemente otra

    vez, Francia. De ese periplo da cuenta en suscrnicas, impactado por la crisis social y polti-ca del continente, afirmndose en su adhesina la necesidad de una revolucin socialista,su rechazo del reformismo socialdemcratay la para l declinacin y crisis final de la de-mocracia liberal y de la cultura occidental, yabajo la evidente influencia de sus lecturas deSpengler53. No pudo llegar a Rusia, como era,obviamente, su gran deseo, por las dificultadesde salud de su mujer y de su hijo. Pero estaba

    53 Bazn, op. cit.

    seguro de que Alemania sera pronto el segun-do pas sovitico de Europa, estimulado por laatmsfera poltica de las calles de Berln y lashuelgas renanas54. En marzo de 1923, se embar-

    c de regreso al Per.

    D P:

    En la labor de Maritegui en el Per, desdeel 18 de marzo en que llega, hasta el 16 de abrilde 1930, fecha de su muerte, pueden recono-

    cerse dos etapas principales:1) 1923-1928. Cuando Maritegui llega al Per,el movimiento de la reforma universitaria y elmovimiento obrero ya han avanzado en la rela-cin iniciada con motivo de las huelgas de 1919y la iniciacin de la lucha por la reforma uni-

    versitaria. Acordadas por el Congreso de Estu-diantes del Cusco en 1920, bajo la presidenciade Haya de la Torre, ya estn en funciones lasUniversidades Populares Gonzlez Prada, cuyo

    propsito era desarrollar la formacin intelec-tual de los obreros, permitiendo tambin la for-macin de lo que Gonzlez Prada haba recla-

    54 Bazn, ibd.

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    mado antes, un Frente nico de TrabajadoresManuales e Intelectuales.

    Entretanto, el gobierno de Legua, tras unbreve inicio populista, ya ha hecho ostensible su

    viraje hacia el despotismo y hacia el entreguis-mo a la dominacin imperialista norteamerica-na. Y ese movimiento de obreros y estudiantesest enfrentado a esa poltica. Un mes despusde la llegada de Maritegui, oponindose a unaceremonia de consagracin del Per al Cora-zn de Jess, decretada por Legua, una tumul-tuosa manifestacin de obreros y estudiantes seenfrenta, el 23 de mayo, a la represin policial,muriendo un obrero y un estudiante. Duranteesa manifestacin, el dinamismo y la oratoriade Haya de la Torre lo llevan al comando de lamovilizacin55. Maritegui no quiso participaren ese acto, por considerarlo ineficaz y circuns-tancial. Haya y sus seguidores, considerarndespus, que esa manifestacin fue el bautismo

    poltico del Frente nico de Trabajadores Ma-nuales e Intelectuales, que dara origen al APRA.

    Poco despus, sin embargo, Haya invit aMaritegui a participar en las UniversidadesPopulares Gonzlez Prada. Y en junio de ese

    55 Basadre, Jorge 1931Per: Problema y posibilidad.Ensayo de una sntesis de la evolucinhistrica delPer (Lima: Librera Francesa Cientfica).

    ao, Maritegui inicia un ciclo de conferenciassobre la crisis mundial56, con lo cual comienzasu propaganda socialista entre los obreros, y eldebate, cauteloso al comienzo, con el anarco-

    sindicalismo dominante entre los obreros poli-tizados hasta entonces.Y cuando en octubre de ese ao, el gobier-

    no de Legua pasa a una represin sistemticacontra los lderes de ese movimiento y Haya yotros son deportados, Maritegui asume la di-reccin de Claridad, la revista que bajo direc-cin de Haya vena iniciando el debate ideol-gico contra el rgimen de Legua. Y, al mismotiempo, comienza a colaborar en Variedades,y en Mundial, revistas de orientacin liberal,donde sus temas dominantes sern, por variosaos, el fascismo y la Revolucin Rusa, las

    principales figuras de la poltica europea y lastendencias de la literatura y el arte europeo.

    Mientras procura no enfrentar abiertamen-te al rgimen de Legua, de otro lado, sin em-bargo, se dedica a intensificar sus contactoscon los obreros, y es encarcelado por brevetiempo, en enero de 1924. An est tratandode no chocar abiertamente con las corrientesanarco-sindicalistas y con la naciente influen-

    56 Historia de la crisis mundial(OC,Vol. VIII).

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    cia democrtico-nacionalista en el medio obre-ro, como aparece en su mensaje a los obreros

    por el 1 de Mayo de 192457, donde insiste enque somos todava pocos para dividirnos y

    llama a orientarse por un programa de Frentenico, siguiendo claramente las decisiones delIII y IV Congreso de la III Internacional58, sobreel Frente nico Proletario entre los revolucio-narios y el frente nico Antiimperialista conlas corrientes nacionalistas, aunque la idea del

    partido y la autonoma poltica del socialismorevolucionario sobre esa base, en lo cual insis-ten tambin