Martha y el dragón

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Marta y el Dragón -No me puedo imaginar que entraras a mi bosque. ¿No aprecias tu vida o es acaso que eres el descuido mismo? ¿No te dijeron lo que te sucedería?- Dijo el dragón amenazante sobre la pequeña Marta que lo veía sin moverse impresionada por el gran tamaño del mismo. -Algo me dijeron- contesto tímidamente. -Sin embargo aquí estas, será mejor que pienses tu último pensamiento y te hagas a la idea de lo que te sucederá, tal vez así te reconcilies con tu alma… La pequeña Marta no se movió de su lugar ni trató de escapar cuando el dragón se inclinó con la intención de devorarla, sin embargo éste se detuvo al notar la falta de miedo en el pequeño animalito y eso le intrigaba ya que generalmente tenía que correr tras de sus presas o escuchar súplicas para evitar ser devorados... pero esta vez no: ella sólo estaba ahí, esperando lo inevitable. -Supongo que sabes que voy a devorarte ¿no es así?- Le dijo el dragón como tratando de hacerle ver una realidad que aparentemente desconocía la pequeña. -¿Te gusta devorar?- le pregunto la Marta. -Me es indiferente, pero así vivo… Y me gusta vivir- dijo el dragón. -A mi también me gusta vivir-contesto Marta. -No lo parece-dijo el dragón sin poder disimular una sonrisa -¿Estas lista? -Sí- contestó Marta de una manera muy tranquila a tal grado que el dragón se desconcertó enormemente. Al ver que el dragón se quedaba parado sin moverse, sólo viéndola como quien ve algo que no puede comprender, ella le preguntó-¿Qué esperas? -Nada... no sé-, todavía no comprendía muy bien que era lo que pasaba y tenía un mal presentimiento de toda esta situación, -dime ¿en qué pensaste?- le ordenó a la pequeña Marta deseando tener alguna respuesta. -En ti, intensamente- le contestó. -¿En mí?... ¡Dime qué pensaste de mí!- grito el dragón como temiendo alguna trampa o truco. -En que por fin te había encontrado. Llevo muchos años de pensar, primero pensé que lo mejor que podía sucederme era encontrar un pastor que se tendiera al sol sobre la hierba y tuviera los cabellos enmarañados y olorosos a campo. Luego, un tiempo después pensé en un príncipe con los ojos como dos violetas y tuviera los cabellos negros y una espada que brillara con relámpagos deslumbradores. Pero en cuanto me enteré que en el bosque existía

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Cuento acerca de una mujer valiente y un dragón "feroz" vale la pena leerlo.

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Marta y el Dragón

-No me puedo imaginar que entraras a mi bosque. ¿No aprecias tu vida o es acaso que eres el descuido mismo? ¿No te dijeron lo que te sucedería?- Dijo el dragón amenazante sobre la pequeña Marta que lo veía sin moverse impresionada por el gran tamaño del mismo. -Algo me dijeron- contesto tímidamente. -Sin embargo aquí estas, será mejor que pienses tu último pensamiento y te hagas a la idea de lo que te sucederá, tal vez así te reconcilies con tu alma… La pequeña Marta no se movió de su lugar ni trató de escapar cuando el dragón se inclinó con la intención de devorarla, sin embargo éste se detuvo al notar la falta de miedo en el pequeño animalito y eso le intrigaba ya que generalmente tenía que correr tras de sus presas o escuchar súplicas para evitar ser devorados... pero esta vez no: ella sólo estaba ahí, esperando lo inevitable. -Supongo que sabes que voy a devorarte ¿no es así?- Le dijo el dragón como tratando de hacerle ver una realidad que aparentemente desconocía la pequeña. -¿Te gusta devorar?- le pregunto la Marta. -Me es indiferente, pero así vivo… Y me gusta vivir- dijo el dragón. -A mi también me gusta vivir-contesto Marta. -No lo parece-dijo el dragón sin poder disimular una sonrisa -¿Estas lista? -Sí- contestó Marta de una manera muy tranquila a tal grado que el dragón se desconcertó enormemente. Al ver que el dragón se quedaba parado sin moverse, sólo viéndola como quien ve algo que no puede comprender, ella le preguntó-¿Qué esperas? -Nada... no sé-, todavía no comprendía muy bien que era lo que pasaba y tenía un mal presentimiento de toda esta situación, -dime ¿en qué pensaste?- le ordenó a la pequeña Marta deseando tener alguna respuesta. -En ti, intensamente- le contestó. -¿En mí?... ¡Dime qué pensaste de mí!- grito el dragón como temiendo alguna trampa o truco. -En que por fin te había encontrado. Llevo muchos años de pensar, primero pensé que lo mejor que podía sucederme era encontrar un pastor que se tendiera al sol sobre la hierba y tuviera los cabellos enmarañados y olorosos a campo. Luego, un tiempo después pensé en un príncipe con los ojos como dos violetas y tuviera los cabellos negros y una espada que brillara con relámpagos deslumbradores. Pero en cuanto me enteré que en el bosque existía

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un dragón, mitad hombre mitad pez, no pude pensar más que en él. Hace noches que nada más pienso en ti, hasta que hoy al atardecer decidí venir en tu búsqueda. Te he visto y estoy satisfecha: eres más hermoso de lo que imaginaba.- le explico Marta sin dejar de verlo hechizada por la belleza y grandeza del dragón. -Y ¿estas dispuesta a dejarte devorar? ¿No sientes miedo?- inquirió el dragón sin entender del todo la explicación que acababa de recibir. -Tengo mucho miedo, pero como tu dijiste antes, en el fondo me es indiferente. Esto lo hago para vivir. -Me espantas- le dijo el dragón en tono de indignación. -Por las noches, apenas puedo dormir pensando en que pronto vendrá una escuadra de jóvenes armados dispuestos a destrozarme; vivo en acecho. Y ahora, se presenta una joven envuelta en una túnica que sostiene con un cinturón hecho de cuerdas... ¿No habré sido para ti el monstruo que aparentemente vive en todos los sueños? -Eres un sueño, uno muy hermoso. Y tú ¿no pensabas en alguien?- le preguntó la pequeña. -Los seres como yo tenemos alucinaciones, veo sirenas verdes y gaviotas, y mujeres con cauda... a veces veo una princesa con alta corona bárbara y enjoyada - le respondió el dragón alzando la vista como si recordara sus sueños. -Es una lástima que yo no sea una princesa- dijo Marta quien por primera vez bajaba la vista al suelo como desilusionada. Pero el dragón al ver esto le dijo rápidamente -Tú no eres una alucinación-, y continuo -Esos cabellos tuyos, rubios y largos... ¿son suaves? -Tócalos- lo invitó Marta al joven dragón; sin embargo, éste cambio su tono de voz casi hasta una forma triste y melancólica respondiéndole: - No puedo... mi fuego azul consume todo lo que toca... ¿Cabes una cosa? Conozco el sabor de la carne, pero no el tacto -La carne es suave, dulce, tibia. Imagínatela- le contaba Marta deseando que el dragón no se sintiera triste por esa situación, -es como el viento a las doce de la noche, es como cuando tu bosque cae en el silencio, pero tú sabes que vive y te acaricia. -Quisiera tocarte y no puedo- dijo nuevamente el dragón, se notaba claramente que estaba muy triste, como un niño que desea un dulce, pero no tiene suficiente dinero para comprarlo. La pequeña Marta comprendió su error y le ordenó al dragón que la devorara, queriendo terminar de esta forma con el sufrimiento que le había causado. Sin embargo, el dragón se negó rotundamente a hacerlo y ella le explico: -Me habían prohibido entrar al bosque, y al hacerlo me lancé a una gran aventura. ¿Cómo volver?

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Entonces el dragón le respondió: -Vivirás aquí, comerás hongos y nueces, te bañaras en el arroyo. El bosque es como dices: tibio y acogedor; en algunos lugares crecen flores amarillas... Pero… cómo quisiera tocarte y no puedo- le dijo, sin poder evitar decir la última frase. -¡Devórame!- le grito Marta deseando terminar de esta manera el sufrimiento de ambos.

Los papeles se habían intercambiado. Ahora era el dragón quien se encontraba arrinconado, temeroso, sin saber qué hacer. Le contesto tímidamente -No... no… -¿Qué te sucede?- le pregunto Marta al dragón deseando saber por qué no la devoraba. -Mi destino se cumple y yo me alegro-, dijo el dragón, pero al ver la carita dulce de la niña pidiéndole más explicaciones continuó -Digo lo mismo que tu dijiste, lo mismo que has repetido tantas veces... Devórame, lo necesito para vivir. -¿Y qué quieres que haga?- le preguntó, a lo cual el dragón contestó -Desata la cuerda que llevas a la cintura, átala alrededor de mi cuello y llévame contigo a donde quiera que vayas. Entonces Marta obedeció, y salieron del bosque para nunca más volver a ser vistos.